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La madre en César Vallejo



Partes: 1, 2, 3

    1. Mundo con madre es el mundo
      andino 
    2. La madre
      biológica de César Vallejo
    3. Tahona
      estuosa de aquellos mis bizcochos
    4. El mundo
      con madre y sin madre
    5. El alquiler
      del mundo donde nos dejas
    6. Estoy
      plasmando tu fórmula de amor
    7. La
      madre es casa eterna
    8. Fuente


    Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos

    1. Mundo con madre es
    el mundo andino
     

    La cultura
    andina, pertenencia esencial de César Vallejo, a la cual
    da expresión, voz y palabra, está signada por el
    sentimiento, la emoción y el sentido de madre.

    Todo en ella es madre, relación consustancial, afectiva
    y de filiación con el origen, la matriz y lo
    sagrado de la creación. Es, además, afinidad
    profundamente tierna y dulce; con mucho candor. Y César
    Vallejo tenía esas claves y anagramas incrustadas en el
    alma. Y la
    pena es que, salvo en su infancia, le
    tocó vivir después en un mundo ajeno a esas
    relaciones afables. Y he allí la clave del dolor que
    él encarna.

    Madre, para la cultura andina es también la tierra que
    se respeta, reverencia y adora, con la cual no cabe
    desunión posible. La vida es inherente a la naturaleza,
    que es la madre tierra. Y
    madre es hogar, casa, rincón familiar. Y se puede ser todo
    lo humilde que se quiera pero sin aquellas ubicaciones de madre
    el mundo resulta miserable.

    Aunque pobre la cultura andina construye casa. César
    Vallejo fue un exiliado de un mundo de amor y de
    solidaridad hacia
    otro hosco y desalmado, sin madre. De allí que
    anheló tanto y militó en la causa de erigir un
    orden nuevo, una casa solidaria y una mañana eterna en que
    desayunemos todos.

    Quizá ningún personaje puede encarnar tanto a la
    cultura andina como la madre, honda, sublime, enigmática;
    representando el misterio de la vida, lo que está adentro,
    lo que se calla, con quien solo se puede establecer una
    relación de afecto y totalidad.

    Lo opuesto a la madre es la nada. Su no existencia da lugar al
    abandono, la desolación y orfandad. Y madre es,
    además de un ser biológico, nuestra tierra, la
    casa, nuestro sitio en la mesa y en el fogón familiar a la
    hora del yantar. Mundo con madre es el universo
    andino. Y que es lo que nos hace regresar desde muy lejos a
    nuestros pueblos de origen y a la patria idolatrada de nuestra
    infancia.

    Y esos contenidos son esenciales en la trayectoria vital de
    César Vallejo, que se reflejan en su obra, que como poeta
    instintivo lo supo sentir y expresar.

     

     

    2. La madre
    biológica de César Vallejo

    Hay imágenes
    de ella, extraídas de fotos de
    conjunto, de las cuales se ha recortado y separado su
    retrato.

    Se la ve sencilla, honda y esencial, envuelta en un reboso
    raído, sin nada artificial que lo distinga, un arete, una
    cinta o un anillo. Se la siente arcilla, gleba, espiga; de rasgos
    muy andinos, telúricos y bondadosos, con ojos profundos,
    cabello lacio, pómulos salientes. Con mucha alma;
    servicial y entregada. Agua clara de
    manantial, mujer andina
    cabal.

    Se llamó María de los Santos Mendoza Gurrionero,
    hija del sacerdote Baltazar Joaquín de Mendoza, quien fue
    natural de España. Su
    madre en cambio fue
    lugareña de Santiago de Chuco.

    Nació en esta villa el 1 de noviembre de 1850. Se
    casó a los 17 años, el 22 de junio de 1867, con
    Francisco de Paula Vallejo Benites, también hijo de
    sacerdote, en la iglesia
    matriz del
    pueblo. Al casarse su madre y hermana le donaron la casa donde
    nació y nacerían luego sus doce hijos, siendo el
    último César Vallejo Mendoza, a quien dio a
    luz a los 42
    años y en cuyo parto estuvo a
    punto de morir.

    Murió el 8 de agosto de 1918, cuando César
    Vallejo se encontraba en Lima y aún no había
    publicado libro alguno.
    Los Heraldos negros, recién aparecería en julio del
    año 1919.

    Doña María de los Santos falleció
    después de tener un proceso de
    fiebre alta que
    se declaró en el mes de julio, para complicarse
    después en una enfermedad dolorosa y mortal en su
    época: angina de pecho, que inflama los órganos de
    la deglución y la respiración.

    Su sepultura está identificada en el cementerio
    general, en la colina que domina el pueblo de Santiago de
    Chuco.

    3. Tahona estuosa de
    aquellos mis bizcochos

    En múltiples poemas,
    así como en páginas sentidas de su prosa,
    César Vallejo evoca a su madre con amor
    entrañable. Hasta en su libro póstumo "Poemas
    Humanos" empieza diciendo:

    Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama
    París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez
    grande.

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