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inmigrantes
Memorias y autobiografías escritas por descendientes de
inmigrantes
Biografías de inmigrantes- Comentarios
bibliográficos
Entrevistas
Artículos periodísticos,
comentarios bibliográficos y entrevistas
En este trabajo
reúno artículos periodísticos, comentarios
bibliográficos y entrevistas
acerca de la inmigración que llegó a la
Argentina. Estas colaboraciones -que tratan temas literarios,
históricos y otros- fueron publicadas en diversos medios, entre
los que se cuentan los diarios La Prensa de
Buenos Aires y
La Nueva Provincia de Bahía Blanca, las revistas Letras de
Buenos Aires y el grillo y el sitio Letras-Uruguay, de
Montevideo.
No incluyo aquí las notas "Roberto Arlt,
cronista de la inmigración gallega", "Rosalía de
Castro, poeta de los emigrantes", "Syria Poletti: el mensaje
social", "Inmigración y novela: Eugenio
Juan Zappietro", "Inmigración y novela: Jorge Isaac" e
"Inmigración y literatura: el tango", por estar
ya publicadas en este sitio.
Artículos
periodísticos
MIGUEL CANE. LA INMIGRACION EN
JUVENILIA
El historiador Exequiel César Ortega sostiene que
"La inmigración jugó importante papel ya a mediados
de esta etapa del ’80 al ’30. En ciudad y
campaña, en oficios diversos que abarcaron la agricultura y
la naciente industria; e
incluso se dieron lugares como ejemplos de cuánto
podía una colonización bien planeada…". Comenta
qué sucedió con los inmigrantes llegados a nuestra
tierra: "El
medio nuestro los asimiló bien pronto y sus descendientes
inmediatos se sintieron integrantes ‘de la
tierra’. A menudo ascendieron de Status, integraron
profesiones, comercio e
industria; impulsaron los nuevos partidos
políticos mayoritarios".
El gobierno de esa
época "En lo social favorecería cada vez más
la inmigración, sobre todo la europea en general, perdidas
bastante las esperanzas de la anglosajona y francesa en
particular. Inmigración que cubriese las necesidades
crecientes de mano de obra ciudadana y sobre todo rural, mediante
la colonización y la ocupación de dependencia o el
arrendamiento y la mediería (1)".
En noviembre de 1898 –señala Susana
Zanetti-, Canè "regresa a Buenos Aires pues ha sido
elegido senador nacional. Desde su banca presenta al
año siguiente dos proyectos: el de
erigir el monumento a Sarmiento en el Parque Tres de Febrero y el
de extradiciòn de extranjeros.
Este proyecto de
Ley de
Residencia, contrario a los principios de
nuestra Constituciòn, es violentamente atacado.
Evidentemente, el miedo al futuro, a la màquina que
empequeñece, a las masas populares que amenazan invadir y
destruir la sociedad
distinguida que amò en Europa, o la
paternalista de la gran aldea perdida, golpeada de muerte por la
inmigraciòn revoltosa y huelguista, ha endurecido y
deteriorado el liberalismo
progresista de antaño. Basta leer buena parte de los
artìculos coleccionados en Notas e impresiones
(1901) y Prosa ligera (1903) para comprobar su
espìritu reaccionario. (…) La ley de expulsiòn de
extranjeros, en fin, es piedra de toque para entender còmo
ha variado el muchacho liberal progresista de la època de
Avellaneda. Canè no acierta a comprender la importante
transformaciòn del paìs que queda reducida en su
espìritu a una verdadera dèbacle.
(…)
En el paìs los problemas
sociales se agravan, las huelgas se suceden; es entonces
cuando el presidente Roca echa mano del proyecto presentado por
Canè. La ley de residencia es un hecho y los perturbadores
extranjeros podràn ser arrojados del paìs"
(2).
Escribe Gladys Onega: "La significaciòn que tiene
para nosotros la actitud de
Canè hacia los inmigrantes, no proviene de la
extensiòn o profundidad con que la haya expresado
literariamente, sino porque conciencializò (como lo hizo
màs tarde Joaquìn V. Gonzàlez) la
situaciòn en que vivìa su clase y que la
inmigraciòn ponìa en evidencia, aunque lo hiciera
de manera bastante superficial. Canè era, como dijimos, un
liberal a ultranza que arremetìa contra el clericalismo,
la ignorancia y el estancamiento, pero era sobre todo un miembro
de la clase de la que dice Mc Gann, en uno de los màs
dinàmicos y comprensivos estudios sobre la
situaciòn històrica y la visiòn del mundo
del 80: "Una definiciòn adecuada para la aristocracia
argentina de esa època puede surgir del comentario de que
‘ùnicamente el liberal del siglo diecinueve
podìa combinar el desprecio por el hombre
comùn con la fe en la democracia’ ".
"En Prosa ligera (1903) està incluido el
relato La Tucumana donde el autor revela su ìntima
convicciòn aristocratizante". Gladys Onega asevera, a
partir de la lectura de
un pàrrafo del mismo, que "Canè añora un
pasado desaparecido en una de las formas de explotaciòn
del hombre por el
hombre màs degradantes, la esclavitud,
transformada en resignada y voluntaria enajenaciòn de los
criados por amor al
generoso patriarca. El pàrrafo de Canè explicita la
nostalgia con palabras que son un verdadero sumario de la
reacciòn ante el nuevo estado de
cosas: La expresiòn de respeto
constante, la veneraciòn de los subalternos como a seres
superiores colocados por una ley divina e inmutable en una
escala màs
elevada –la consagraciòn sacramental,
carismàtica del privilegio, la negaciòn del
proceso
històrico, solidificado y remitido a los designios de
Dios; una vida de paz y tranquilidad– el lema de
‘orden y progreso’ y ‘orden y
administraciòn’ de los gobiernos oligàrquicos
sudamericanos; el viejo y manso feudalismo
–deformaciòn idealizada de un sistema que
habìa retrasado en cincuenta años la
evoluciòn del paìs y habìa engendrado a
Rosas, bajo cuyo
gobierno habìa emigrado el padre del que escribe esta vaga
elegìa; la influencia de las ciudades– la
urbanizaciòn tenìa el grave inconveniente de
agrupar a los hombres y permitir que tomaran conciencia de
clase-; la fluctuaciòn de las fortunas –la
introducciòn de formas capitalistas, màs
dinàmicas que la feudal; la desapariciòn de los
viejos y sòlidos hogares– los advenedizos ingresaban a
las familias aristocràticas, o, màs simplemente,
las nuevas clases alta y media urbanas contraìan matrimonio en
lugar de unirse en concubinato
espontàneo como se habìa reprochado a las clases
populares, primero a los gauchos y luego a
los proletarios, los sirvientes inmigrantes son ladrones, se
visten como ‘nosotros mismos’ (aunque sea
bastante difìcil suponer que la ropa de los caballeros
porteños confeccionada por sastres londinense se
confundiera con la de los criados); y recuerdan su
condiciòn de hombres libres– es decir, que de acuerdo
con el artìculo 14 de la Constituciòn,
pretendìan que su libertad era
un derecho y no una graciosa dàdiva de los amos; las
campañas del interior refugian la viejas pautas
patriarcales deseables en el presente- el interior no
invadido se valoriza por su resistencia al
cambio" (3).
Juvenilia
En el 80, la autobiografìa surge como el "lugar
donde se expresa lo particular, lo curioso, lo diferenciador, lo
propio de un sector social" (4); este sector es el de la clase
dirigente, grupo que se
caracteriza por haber sido educado con una gran influencia de la
cultura
europea, particularmente francesa (5). Cobra gran importancia la
evocaciòn de la vida "vulgar", calificativo que abarca
tanto la vida cotidiana, real, como los comportamientos
censurados por la moral
corriente (6).
La autobiografìa se caracteriza, en este
perìodo, por asumir el aspecto de la charla social
(causserie), de la anècdota, y por la frecuente
utilizaciòn de citas que remiten a lecturas extranjeras.
En las obras autobiogràficas de los hombres del 80 aparece
como modelo el
"hombre de mundo", que conjuga en sì mismo muy diversas
facetas. Como consecuencia del impacto de la inmigraciòn,
aparecen "evocaciones nostàlgicas de tiempos màs
austeros" y "descripciones costumbristas con toques
moralizantes".
Susana Zanetti destaca que "la actitud de nostalgia, de
reminiscencia, de regreso al pasado, es una constante del 80";
Juvenilia presenta -a su criterio- "un melancòlico
contrapunto entre la adolescencia
despreocupada de ayer y el hombre maduro de hoy. Aùn
asì, la evocaciòn tiende generalmente a las
anècdotas festivas, alegres". En la obra advierte ciertas
semejanzas con David Copperfield, de Charles Dickens, pero
la diferencia de la obra inglesa el hecho de no entrañar
denuncia ni afàn testimonial.
El tema del fracaso generacional està encarnado
en la suerte corrida por los condiscìpulos; algunos han
muerto, otros se encuentran empleados con sueldos de hambre,
sòlo unos pocos se destacan. Esta actitud surge de lo que
la ensayista denomina "doble melancolìa" frente al pasado
y frente al povenir (7).
Miguel Canè nos ha dejado en Juvenilia (8)
testimonio de su visiòn de los inmigrantes. A las figuras
del grotesco enfermero italiano y los temibles quinteros vascos,
contrapone la grandiosidad del profesor
Amadeo Jacques, sìmbolo de la inmigraciòn anhelada
por los hombres del 80.
El enfermero italiano
En su autobiografìa, Canè evoca este
personaje con rasgos despectivos. "La enfermerìa era, como
es natural, econòmicamente regida por el enfermero. Acabo
de dejar la pluma para meditar y traer su nombre a la memoria sin
conseguirlo; pero tengo presente su aspecto, su modo, su
fisonomìa, como si hubiera cruzado hoy ante mis ojos.
Habìa sido primero sirviente de la despensa; luego,
segundo portero, y, en fin, por una de esas aberraciones que
jamàs alcanzarè a explicarme, enfermero.
‘Para esa plaza se necesitaba un calculador, dice
Beaumarchais; la obtuvo un bailarìn’ ".
Se refiere al aspecto fìsico del inmigrante: "Era
italiano y su aspecto hacìa imposible un càlculo
aproximativo de su edad. Podìa tener treinta años,
pero nada impedìa elevar la cifra a veinte unidades
màs. Fue siempre para nosotros una grave cuestiòn
decir si era gordo o flaco. (…) Empezaba su individuo por
una mata de pelo formidable que nos traìa a la idea la
confusa y entremezclada vegetaciòn de los bosques
primitivos del Paraguay, de que
habla Azara; veìamos su frente, estrecha y deprimida, en
raras ocasiones y a largos intervalos, como suele entreverse el
vago fondo del mar, cuando una ola violenta absorbe en un
instante un enorme caudal de agua para
levantarlo en espacio. Las cejas formaban un cuerpo unido y
compacto con las pestañas ralas y gruesas como si hubieran
sido afeitadas desde la infancia. La
palabra mejilla era un ser de razòn para el infeliz, que
estoy seguro
jamàs conociò aquella secciòn de su cara,
oculta bajo una barba, cuyo tupido, florescencia y frutos nos
traìa a la memoria un
ombù frondoso".
"El cuerpo, como he dicho, era enjuto; pero un vientre
enorme despertaba compasiòn hacia las dèbiles
piernas por las que se hacìa conducir sin piedad. El
equilibrio se
conservaba gracias a la previsiòn materna que lo
habìa dotado de dos andenes de ferrocarril, a guisa de
pies, cuyo envoltorio, a no dudarlo, consumìa un cuero de
baqueta entero. Un dìa, nos confiò en un momento de
abandono, que nunca encontraba alpargatas hechas y que las que
obtenìa, fabricadas a medida, excedìan siempre los
precios
corrientes".
Recuerda el personal castellano del
enfermero: "Debìa haber servido en la legiòn
italiana durante el sitio de Montevideo o haber vivido en
comunidad con
algùn soldado de Garibaldi en aquellos tiempos, porque en
la època en que fue portero, cuando le tocaba despertar a
domicilio, por algùn corte inesperado de la cuerda de la
campana, entraba siempre en nuestros cuartos cantando a voz en
cuello, con el aire de una diana
militar, este verso (!) que tengo grabado en la memoria de una
manera inseparable a su pronunciaciòn especial:
Levàntasi, muchachi,/ que la cuatro sun/ e lo federali/
sun venì a Cordun. Perdiò el gorjeo matinal a
consecuencia de un reto del señor Torres que,
hacièndole parar el pelo, le puso a una pulgada de la
puerta de calle".
Sobre sus aptitudes para el trabajo,
afirma: "Como prototipo de torpeza, nunca he encontrado un
spècimen màs completo que nuestro enfermero.
Su escasa cantidad de sesos se petrificaba con la presencia del
doctor, a quien habìa tomado un miedo feroz y de cuya
conciencia mèdica hablaba pestes en sus ratos de
confidencia".
Quinteros vascos
Los estudiantes encontraban diversas distracciones en la
quinta de Colegiales; una dellas, vinculada a otros inmigrantes.
"En la Chacarita estudiàbamos poco, como era natural;
podìamos leer novelas
libremente, dormir la siesta, salir en busca de camuatìs y
sobre todo, organizar con una estrategia
cientìfica, las expediciones contra los
‘vascos’ ".
Describe el escenario y las virtudes de la fruta de esos
quinteros: "Los ‘vascos’ eran nuestros vecinos hacia
el norte, precisamente en la direcciòn en que los dominios
colegiales eran màs limitados. Separaba las jurisdicciones
respectivas un ancho foso, siempre lleno de agua, y de bordes
cubiertos de una espesa planta baja y bravìa. Pasada la
zanja, se extendìa un alfalfar de una media cuadra de
ancho, pintorescamente manchado por dos o tres pequeñas
parvas de pasto seco. Màs allà (…) en pasmosa
abundancia, crecìan las sandìas, robustas, enormes,
(…) allì doraba el sol esos
melones de origen exòtico (…) No tenìan rivales
en la comarca, y es de esperar que nuestra autoridad sea
reconocida en esa materia. Las
excursiones a otras chacras nos habìan siempre producido
desengaños, la nostalgia de la fruta de los ’vascos
nos perseguìa a todo momento, y jamàs vibrò
en oìdo humano en sentido menos figurado, el famoso verso
de Garcilaso de la Vega".
Se refiere a la disposiciòn anìmica de
esos inmigrantes: "Pero debo confesar que los
‘vascos’ no eran lo que en el lenguaje del
mundo se llama personajes de trato agradable. Robustos los tres,
àgiles, vigorosos y de una musculatura capaz de ablandar
el coraje màs probado, eternamente armados con sus
horquillas de lucientes puntas, levantando una tonelada de pasto
en cada movimiento de
sus brazos ciclòpeos, aquellos hombres, como todos los
mortales, tenìan una debilidad suprema: ¡amaban sus
sandìas, adoraban sus melones!"
Dos veces hurtaron fruta los adolescentes
sin ser vistos. La tercera, "detràs de una parva, un vasco
horrible, inflamado, sale en mi direcciòn, mientras otro
pone la proa sobre mi compañero, armados ambos del
pastoril instrumento cuyo solo aspecto comunica la ingrata
impresiòn de encontrarse en los aires, sentado
incòmodamente sobre dos puntas aceradas que penetran…
(…) ¡cuàn veloz me parecìa aquel vasco,
cuyo respirar de fuelle de herrerìa creìa sentir
rozarme los cabellos! (…) aquel hombre terrible meyado en su
tridente, empezò a injuriarme de una manera que revelaba
su educaciòn sumamente descuidada. (…) Me tendì
en la cama y, mientras el cuerpo reposaba con delicia,
reflexionè profundamente en la velocidad
inicial que se adquiere cuando se tiene un vasco irritado a
retaguardia, armado de una horquilla".
Monsieur Jacques
En otro pasaje se refiere a Amadeo Jacques -quien
naciò en 1813 y muriò en 1865-, destacando su
loable acciòn dentro del Colegio: "El estado de
los estudios en el Colegio era deplorable, hasta que tomò
su direcciòn el hombre màs sabio que hasta el
dìa haya pisado tierra argentina. Sin documentos a la
vista para rehacer su biografìa de una manera exacta me
veo forzado a acudir simplemente a mis recuerdos que, por otra
parte, bastan a mi objeto".
"Amedèe Jacques pertenecìa a la
generaciòn que al llegar a la juventud
encontrò a la Francia en
plena reacciòn filosòfica, cientìfica y
literaria". (…) habìa crecido bajo esa atmòsfera
intelectual, y la curiosidad de su espìritu lo llevaba al
enciclopedismo. A los treinta y cinco años era profesor de
filosofìa en la Escuela Normal, y
habìa escrito, bajo el molde eclèctico, la
psicologìa màs admirable que se haya publicado en
Europa. El estilo es claro, vigoroso, de una marcha viva y
elegante; el pensamiento
sereno, la lògica inflexible y el mètodo perfecto.
Hay en ese manual, que corre
en todas las manos de los estudiantes, pàginas de una
belleza literaria de primer orden y aùn hoy, quince
años despuès de haberlo leìdo, recuerdo con
emociòn los capìtulos sobre el mètodo y la
asociaciòn de ideas. Al mismo tiempo, el
joven profesor se ocupaba en las ediciones de las obras
filosòficas de Fenelòn, Clarke, etc., ùnicas
que hoy tienen curso en elmundo cientìfico".
Evoca el exilio del francès: "Pero Jacques no era
uno de esos espìritus frìos, estèriles para
la acciòn, que viven metidos en la especulaciòn
pura, sin prestar oìdo a los ruidos del mundo, y sin
apartar su pensamiento del problema, (…) El 2 de diciembre,
como a Tocqueville, como a Quinet, como a Hugo, lo arrojò
al extranjero, pobre, con el alma herida de
muerte, y con la visiòn horrible de su porvenir abismado
para siempre en aquella bacanal".
"Tomò el camino del destierro y llegò a
Montevideo, desconocido y sin ningùn recurso
mecànico de profesiòn; lo sabìa todo, pero
le faltaba un diploma de abogado o de mèdico para poder
subsistir. Abriò una clae libre de fìsica
experimental, dàndole el atractivo del fenòmeno
producido en el acto; aquello llamò un momento la
atenciòn. Pero se necesitaba un gabinete de fìsica
completo y los instrumentos son caros".
"Un momento Jacques fue retratista, (…) Pero ni la
fotografìa, que màs tarde perfeccionaron, ni la
daguerrotipia, que le cedìa el paso, como el
telègrafo de señales
a la electricidad,
daban medios de vivir".
"Jacques se dirigiò a la Repùblica
Argentina, se hundiò en el interior, casòse en
Santiago del Estero, emprendiò veinte oficios diferentes,
llegando hasta fabricar pan, y por fin, tuvo el Colegio Nacional
de Tucumàn el honor de contarlo entre sus profesores.
Fueron sus discìpulos los doctores Gallo, Uriburu,
Nouguès y tantos otros hombres distinguidos hoy, que han
conservado por èl una veneraciòn profunda, como
todos los que hemos gozado de la luz de su
espìritu".
"Llamado a Buenos Aires por el gobierno del general
Mitre, tomò la direcciòn de los estudios en el
Colegio Nacional, al mismo tiempo que dictaba una càtedra
de fìsica en la Universidad. Su
influencia se hizo sentir inmediatamente entre nosotros.
Formulò un programa completo
de bachillerato en ciencias y
letras, defectuoso tal vez en un solo punto, su demasiada
extensiòn. Pero M.Jacques, habituado a los estudios
fuertes, sostenìa que la inteligencia
delos jòvenes argentinos es màs viva que entre los
franceses de la misma edad y que, por consiguiente,
podìamos aprender con menor esfuerzo".
…..
Tres nacionalidades, tres ocupaciones bien distintas,
son evocadas por Miguel Canè en esta obra. Los
pàrrafos transcriptos, sin embargo, no alcanzan para
brindar una visiòn acabada de la postura del autor acerca
de la inmigraciòn. Para lograrla, se debe recurrir a todos
sus textos –algunos de ellos no literarios, como la Ley de
Residencia, de 1904-, los cuales, junto a Juvenilia, nos
proporcionaràn una cabal idea del sentimiento de este
hombre del 80 frente al aluviòn inmigratorio.
Notas
- Ortega, Exequiel Cèsar: Còmo fue la
Argentina (1516-1972). Buenos Aires, Plus Ultra,
1972. - Zanetti, Susana: "La ‘prosa ligera’ y la
ironìa: Canè y Wilde", en Historia de la
Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. - Onega, Gladys S.: La inmigraciòn en la
literatura
argentina (1880-1910). Buenos Aires, CEAL,
1982. - Stratta, Isabel: Pròlogo a Juvenilia.
Buenos Aires, CEAL, 1980.. - Prieto, Adolfo: La literatura
autobiogràfica argentina. Buenos Aires, CEAL,
1982. - Ara, Guillermo: Pròlogo a Wilde, Eduardo:
Aguas abajo. Buenos Aires, Huemul, - Canè, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires,
CEAL, 1980.
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