- El Brasil
- El Paraguay
- Resumen: causas de la
guerra - La política de
Mitre - Las principales
batallas - Hacia el final de la guerra con
el Paraguay - Alberdi: el
"traidor" - Bibliografía
utilizada
¿Qué busca el Brasil en el
Río de la Plata? Lo que le falta desde el día en
que los portugueses tomaron posesión de la parte del nuevo
mundo que les habían abandonado los primeros
conquistadores españoles. Confinados en la zona
tórrida, los brasileros ocupan un suelo hermoso sin
duda, pero que en sus inmediaciones al mar sólo puede ser
habitado por las razas de África, y cuyas regiones
interiores son inaccesibles por falta de vías de comunicación.
Esa necesidad le ha tenido en guerra con los
países españoles inmediatos desde la época
del descubrimiento, y la cuestión actual no es más
que la prolongación de un pleito que, bajos distintos
nombres y pretextos, cuenta siglos.
La cuestión para el Brasil no es de forma de
gobierno, ni de
raza, ni de nacionalidad, ni es cuestión política, ni mucho
menos de personas ni de indemnizaciones de agravios recibidos: es
más grave que todo eso, es de seguridad, de
subsistencias, de población y de civilización, de vida
o muerte para el
Brasil.
El Brasil necesita salir de la zona tórrida en la
que esta metida casi la totalidad de su territorio, y no tiene
más que una dirección para buscar los territorios
templados que carecen. Esta dirección es el territorio del
Paraguay.
Tres causas hacen esenciales a la vida del Brasil estos
territorios que busca en el Plata:
- La necesidad de poblarse con las razas blancas de
Europa,
para las cuales busca territorios templados que no
tiene. - La necesidad de tierras apropiadas para la producción de artículos de
alimentación y sustento para su pueblo
que no tiene, al menos, disponibles. - La necesidad de asegurar sus actuales territorios
inmediatos a los afluentes del Plata, por la
adquisición y posesión de los países
propietarios de la parte inferior de esos
ríos.
Así el Brasil, en su propensión
histórica y tradicional a extender sus límites
hasta el Plata y sus afluentes, cede a la fuerza de
invencibles necesidades que interesan a su población, a su
subsistencia y a su seguridad.
El Brasil, poseedor absoluto del Amazonas y sus
caudalosos afluentes, así como de una extensión de
territorio equivalente a un cuarto del nuevo mundo,
¿sería el país tan destituido de ríos
y de territorios que necesitase quitarlos a las repúblicas
liliputienses de su vecindad? Tal es la objeción con que
los brasileros enmudecen los que admiran sin examen las
proporciones colosales del territorio del imperio de la América
del Sud.
Una simple reflexión, sin embargo,
bastaría para destruir esa objeción. Si los
brasileros tienen territorios de sobra, ¿para qué
salen a establecerse en el territorio estrecho e
inseguro?
El África es el doble más grande que el
Brasil, y su territorio entero no vale la isla de Gran
Bretaña, que representa la 130 parte. No es la
extensión, es la condición del suelo lo que importa
considerar. Una cuestión de geografía como esta,
no se comprenderá jamás si no se estudia con un
mapa a la vista.
Aunque el Brasil tenga en ese entonces siete millones de
habitantes, era un país relativamente desierto, si se toma
en cuenta la extensión de su suelo. Luego sus habitantes
que se establecen en el Plata, no salen del Brasil por falta de
espacio, sino porque el espacio habitable y útil para
el hombre de
raza blanca, es escaso y pequeño.
El Paraguay tiene por adversarios natos al Brasil y a
Buenos Aires,
por pecados cuyo principio está en su situación
geográfica.
EL PARAGUAY Y EL BRASIL
El territorio del Paraguay está como enclavado
dentro del territorio de Brasil, y en medio de dos ríos
que son brasileros absolutamente en su origen, y paraguayos en
sus dos márgenes, desde que se hacen navegables. Esos
ríos son el Paraná y el río Paraguay. De
este modo el Paraguay posee las llaves de las dos grandes puertas
interiores del Brasil.
Paraguay es necesario para el mantenimiento
de la integridad del Brasil porque tiene el afluente soberano y
principal, que sirva de única comunicación entre el
interior del Brasil y su capital en ese
momento, Río de Janeiro.
El Paraguay, por su situación geográfica,
es la república instalada en el corazón
del imperio. Y esa república independiente y soberana no
está como Bolivia,
aislada del resto del mundo, sino en contacto directo con Europa
por ríos opulentos y libres al mar.
Y por medio del territorio fluvial de esa
república, y con su venía, digámoslo
así, tienen que pasar los mandatos imperiales, que salen
de Río de Janeiro para ser leyes en Matto
Grosso y Paraná. No porque el río Paraguay sea la
mejor o más corta vía entre esos dos extremos del
imperio, sino porque es la única, pues por tierra,
atendida la distancia y el modo de ser del país desierto,
solitario y salvaje, Cuyabá, capital de Mato Grosso dista
demasiado de Río de Janeiro.
La provincia brasilera de Mato Grosso no tiene
más lazo de dependencia material de Río de Janeiro
que el río Paraguay, su único canal de
comunicación. Así el río Paraguay es
necesario a la integridad del Brasil por dos motivos
diferentes:
- Porque sirve para asegurarle y conservarle las
provincias que hoy posee, - Porque basta su sola posesión para darle el
territorio del Paraguay, atravesado por él, y
quizá incluso las provincias Argentinas de Corrientes
y Entre Ríos, situadas al oriente del Paraná,
que es como una prolongación del Paraguay.
Tomar el río Paraguay por límite
occidental sería para el Brasil tomar las puertas
orientales de Bolivia, que son los ríos Bermejo y
Pilcomayo, navegables ambos, y afluentes del Paraguay en la
altura en que este río es propiedad
absoluta del país de su nombre.
El Paraguay, constituido en estado
independiente en faz de las provincias interiores del Brasil, es
el monitor pasivo
de la regeneración de esos países, en el sentido de
la libertad de su
tráfico directo con el mundo. El simple echo de su
existencia en el corazón de América, es una
revolución
contra el régimen colonial, reservado por el Brasil a sus
provincias de Matto Grosso y de Río Grande, en daño
de la cultura de sus
habitantes y del comercio de
Europa.
La independencia
del Paraguay es la independencia de Río Grande y Matto
Grosso, por la mera fuerza de las cosas. El Paraguay mismo no
podría impedir la acción natural de su
ejemplo.
Los afluentes del Plata (el Paraguay, el Paraná y
el Uruguay) ligan
de tal modo en un común destino a las provincias
meridionales del Brasil con los países litorales
argentinos, que si el Brasil no consigue anexar estas regiones a
su territorio, las provincias litorales del Brasil tendrán
que segregarse del imperio antes de medio siglo, para formar
familia con
las naciones del Plata: o tienen todas que ser libres por el
tráfico directo con Europa o que gemir todas tristes en
una triste y común clausura.
El Brasil olvida que su propia desembarcación
puede ser el resultado de la que imprudentemente se empeña
en suscitar en los países de su vecindad.
El Paraguay representa la civilización, pues
pelea por la libertad de los ríos contra las tradiciones
de su monopolio
colonial; por la emancipación de los países
mediterráneos; por el noble principio de las
nacionalidades; por el equilibrio, no
solo del Plata, sino de toda la América del Sud, pues
siendo todas sus repúblicas, excepto Chile,
países limítrofes del Brasil, cada victoria del
Paraguay es victoria de todas ellas, cada triunfo del Brasil es
pérdida que ellas hacen en la balanza del poder
americano.
En el terreno de las armas, la lucha
entre el Paraguay y el Brasil es menos desigual de los que se
imaginan los que juzgan de sus fuerzas respectivas por las
dimensiones de sus territorios.
La mera distancia en que el Paraguay se encuentra
respecto de Río de Janeiro, centro de los recursos del
imperio, es ya una gran ventaja para el primero en la lucha que
los divide. Si el tiempo es plata,
el espacio es oro. Al Paraguay le basta dar un paso para
arrebatar a Brasil inmensas posesiones, o ejercer en ellas un
influjo desastroso para su autoridad.
La capital del imperio esta demasiado lejos del teatro de la
guerra. Aunque situados en el mismo continente, la guerra que el
Brasil hace al Paraguay es una guerra marítima, en el
sentido que tiene que enviar por agua, a
distancias y en plazos casi transatlánticos, sus
expediciones militares. Por tierra, las capitales de ambos
países distan demasiado.
Fortificados de ambos lados por caudalosos ríos y
cubiertos de florestas impenetrables, el Paraguay es una grande
ciudadela natural que puede desafiar todos los ataques de Brasil
Buenos Aires combinados. Tiene además fortificaciones
militares en que no cede a ningún país de
América. Las baterías de Humaitá en el
único punto de entrada que tiene el Paraguay al Sud,
poseen más de doscientas bocas de fuego de grueso calibre,
que todo buque es obligado, por la estrechez del río, a
arrostrar, a boca de jarro, en el espacio de una legua. La
Asunción misma es otra fortificación no menos
importante y todo el río Paraguay tiene defensas no
interrumpidas en el espacio de cien leguas.
Si la población del Paraguay es incomparablemente
menos que la del Brasil, es mayor al menos que la
población total de la República Argentina: es el
doble de la que esta república tenía cuando hizo la
guerra al Brasil en 1825, en que no pasaba de 600.000 almas.
Además, el pueblo paraguayo es libre y homogéneo;
la mitad de sus habitantes no son esclavos como en el
Brasil.
El ejército de Paraguay, numéricamente
mayor que el de la república francesa en la batalla de
Marengo, consta de 60 mil hombres, es homogéneo como su
población, disciplinado como un ejército de
veteranos, ferviente y fresco como el soldado de América
en los primeros años de su gran revolución.
Sobrios, pacientes y bravos, todos los soldados saben leer, y es
raro el que no sepa escribir y contar. Europa misma no tiene
ejemplos de esta especie.
El Paraguay no tiene deuda
pública, no porque le falta crédito
sino porque le han bastado sus recursos, mediante el buen juicio
con que los invierte. Habituado a vivir de recursos interiores,
es pueblo a prueba de bloqueos y de sitios.
No esta dividido en partidos, lo que le quita al Brasil
la ventaja de contar, para una invasión, con la vanguardia
natural, que de ordinario le ofrece la anarquía
crónica de otras repúblicas. Mas de cuarenta
años de intrigas necesitaría el Brasil para
regimentar en el Paraguay una oposición anarquista, como
la de Flores, que le sirve de ejército aliado en la guerra
de la Banda Oriental.
EL PARAGUAY Y BUENOS AIRES
Buenos Aires no ve en Santa Fe en Entre Ríos nada
sino colonias. En los que han dejado de ser argentinos, no ve
nada sino rebeldes, a quienes reconoce independientes de boca,
pero sin renunciar a una esperanza secreta de reivindicarlos en
más feliz oportunidad. En este caso se hallan Montevideo,
Bolivia y sobre todo el Paraguay, a quien después de
treinta años de vivir independientemente lo
calificó Buenos Aires de provincia Argentina,
todavía en 1842, y protestó contra su
independencia.
El Paraguay no ha sido reconocido independiente por la
República Argentina sino en 1852, bajo el gobierno
nacional del Paraná, pero Buenos Aires, que nunca
reconoció ese gobierno, protestó contra la validez
de sus actos diplomáticos, y todo el programa de su
política actual consiste en anularlos poco a poco hasta
recuperar, con la ayuda del Brasil, todo lo que las provincias le
quitaron desde Caseros con la misma cooperación brasilera.
Así para Buenos Aires, el Paraguay no es un Estado
independiente de derecho, y su reivindicación prevista es
probablemente uno de los puntos subentendidos de su alianza
presente con Brasil.
Con tratados y sin
tratados, con declaraciones de principios o sin
ellas, el Paraguay, por el simple echo de su posición
fluvial, no puede existir como estado soberano sin la libertad de
navegación de los afluentes del Plata.
Así, Paraguay es partidario nato de esa libertad,
y parte implícita y tácita en los tratados que la
consagran. Luego su mera independencia es un fallo de muerte
contra los monopolios tradicionales de Buenos Aires, en las
provincias litorales situadas al sur del Paraguay.
Mientras el Paraguay vivió aislado de sus vecinos
para escapar de la guerra civil, que los devoraba, pudo muy bien
alimentar su tesoro público con estancos y monopolios
fiscales establecidos en ciertas industrias
interiores. Pero desde que siente la necesidad de desarrollar su
producción y riqueza para agrandar su poder en la medida
que lo hacen sus rivales, tiene que ofrecer a la inmigración y al comercio el ejercicio
libre de las industrias más productivas del país.
Abolidos los estancos y los monopolios, tendrá que vivir
de los recursos que alimentan a los pueblos más
civilizados y más fuertes, -las rentas del tráfico
libre, las aduanas-. A esos
destinos marcha el Paraguay con una docilidad inteligente a la
ley del
progreso, que lo hace digno de la grandeza que, pareciese, le
esperaba.
Pero desde que se vea entrado en esa vía,
tendrá que chocar, como les sucede a las provincias
litorales argentinas, con la pretensión de Buenos Aires a
ser el puerto intermedio indispensable de los países
interiores para su comercio con los países de ultramar. Ya
le sucedió esto mismo en 1842 cuando, libre de la dictadura del
doctor Francia, quiso
el Paraguay abrir relaciones de comercio con países
extranjeros. Buenos Aires le impidió todo género de
relaciones con el extranjero. Así las condiciones y
exigencias de su nueva vida exterior lo traen esta vez a tomar
como suyo propio el viejo litigio de las provincias Argentinas
con Buenos Aires. Esta comunidad de
interés
con las provincias lo hace ser su aliado natural, no sólo
para arrancar las libertades y recursos de los cuales Buenos
Aires las tiene despojadas, sino también para defenderlos
y conservarlos después de reivindicarlos. Esa alianza
será una de las bases permanentes de su política
exterior respectiva y recíproca. Las provincias argentinas
deben tomar el Paraguay como palanca para levantar el edificio de
su gobierno nacional contra las resistencias
de Buenos Aires.
Apoyarse en Buenos Aires para vencer a Buenos Aires, es
un contrasentido y un absurdo. En esta base floja y
ridícula esta apoyada, sin embargo, toda la
política de los argentinos que rodeaban Buenos Aires con
la esperanza de que les constituya su gobierno, renunciando para
ello a los recursos que les tiene arrebatados.
En la guerra, el poder de la provincia de Buenos Aires
para con el Paraguay, es completamente nulo. No se atrevió
el general Mitre, después de la victoria de Pavón,
a invadir la provincia de Entre Ríos, cuando estaba en el
colmo de su poder, y se había de lanzar solo al Paraguay,
donde sucumbió el ejército de Belgrano en
1811!
Buenos Aires no podía ejercer acción
militar alguna contra el Paraguay sino apoyándose en las
provincias litorales argentinas, y como éstas no
servirían a Buenos Aires en su propio interés,
sería preciso que empezara por conquistar las provincias.
De esto se ocupa cabalmente y la guerra que hace hacer en la
Banda Oriental no tiene otro objeto que subyugar a las provincias
argentinas con la ayuda de Montevideo y del Brasil, para pasar en
seguida al Paraguay.
Como resultado, las provincias argentinas atacaron al
Paraguay en defensa de Buenos Aires.
Buenos Aires solo no habría sido un poder serio
para el Paraguay. La población del Paraguay, cuatro veces
mayor a la de Buenos Aires, es homogénea y compacta en
opiniones, mientras que Buenos Aires tiene dividida la suya en
dos partidos; el Paraguay tiene un ejército; Buenos Aires
no puede decir cual es el suyo y cuál lo ajeno, empezando
por sus soldados que sólo son nacionales en cuanto la
nación
los viste, los arma y les paga, para que sirvan a Buenos
Aires.
EL PARAGUAY Y LA BANDA ORIENTAL
Montevideo es al Paraguay, por su posición
geográfica, lo que el Paraguay es al interior de Brasil,
la llave de su comunicación con el mundo exterior. Tan
sujetos están los destinos del Paraguay a los de la Banda
Oriental, que el día en que Brasil llegase a hacerse
dueño de este país, el Paraguay podría ya
considerarse como colonia brasilera, conservando una
independencia nominal.
Ocupado Montevideo por el Brasil, la República
del Paraguay vendría a encontrarse de echo en medio de los
dominios del imperio. He ahí porque el Paraguay se ha
visto y debido verse amenazado en su propia independencia. Por la
invasión del Brasil en la Banda Oriental. Ha echo suya
propia la causa de la independencia oriental, porque lo es en
efecto, y su actitud de
guerra con el Brasil es esencialmente defensiva y conservadora,
aunque necesidades estratégicas le obliguen a salir de su
frontera. Esta identidad de
causa entre el Paraguay y la Banda Oriental resulta probada por
el manifesto en que el Brasil acaba de anunciar a los poderes
amigos su determinación de hacer la guerra al Paraguay. En
él reconoce el señor Paranhos que la
cuestión de límites es la causa principal de la
contienda. El Paraguay reclama como límite septentrional
de su territorio el río Blanco y el Brasil pretende que lo
es el río Apa. Entre el Apa y el Blanco, afluentes del
río Paraguay, existe un territorio de 30 leguas
españolas de norte a sur, y 50 de Este a Oeste, que el
Brasil reclama como suyo y que es evidentemente paraguayo. Ese
territorio es ribereño del río Paraguay. En todo
ese trayecto ninguno de los dos países puede hacer actos
de soberanía hasta que no se defina la
cuestión de límites.
Esta cuestión que puso las armas en manos de
Brasil es la que este país quiere resolver de hecho,
tomándole al Paraguay la ventaja que él le lleva al
estar mas abajo de Mato Grosso, por la ocupación de la
Banda Oriental, que es la llave de la navegación exterior
del Paraguay. He ahí porque el Paraguay ha visto en
peligro inminente su libertad de navegación, desde que ha
visto el Brasil en camino de apoderarse de la Banda Oriental,
como ya lo hizo en 1820.
La complicidad visible de Buenos Aires con el Brasil en
la ocupación de la Banda Oriental, no hace sino más
amenazante para el Paraguay la actitud del imperio, causa de los
motivos de interés que Buenos Aires tiene por su parte de
suprimir la existencia soberana del Paraguay, para no dejar ese
mal ejemplo a espaldas de las provincias litorales, cuyo
tráfico pretende monopolizar. Aunque el Paraguay fuera
adjudicado a Brasil y no a Buenos Aires, esta provincia
tendría servido los intereses de su monopolio por el mero
hecho de quedar el Paraguay reducido, como Mato Grosso, a la
condición de provincia interior del Brasil, mas interesado
que Buenos Aires en la clausura de esas regiones.
CAUSAS
- Expansionismo Brasileño – Mantener
controlada la provincia brasilera de Matto Grosso, adquirir
zonas templadas, aumentar población de raza europea,
obtener buenos suelos,
etc. - Libre navegación de los ríos para
Brasil y Buenos Aires – El primero por ser el río
Paraguay una importantísima vía de
comunicación y el último deseaba mantener su
monopolio, que se veía amenazado por
Paraguay. - Situación Uruguay: El partido colorado
(liberal) apoya a Buenos Aires y al Imperio, y el blanco
(federal) se opone a estos. Brasil ocupa Montevideo para sus
propios intereses, ganado terreno el partido
colorado. - Intereses Británicos: Destruir el promisorio
modelo
paraguayo libre de deudas antes de que su ejemplo se expanda
hacia las demás naciones sudamericanas
haciéndole perder a Gran Bretaña su dominio
económico.
CUANDO ARGENTINA ENTRA EN LA CONTIENDA
Al principio Buenos Aires declara una "neutralidad
aparente" en la guerra, no permitiéndoles el paso
terrestre a Paraguay ni a Brasil. No obstante, cuando Brasil
solicita permiso para el paso naval por Corrientes y Argentina
accede, Paraguay, por orden de Francisco Solano López
decide invadir esta provincia. En ese momento, se le declara la
guerra al Paraguay.
INTERESES AMERICANOS
La indiferencia de las repúblicas de Sud
América sobre la suerte de la Banda Oriental y del
Paraguay, en la lucha desigual, en cierto modo, que hoy sostienen
contra el imperio del Brasil, daría una triste idea del
americanismo o solidaridad de
los intereses americanos que tanto ruido hicieron
con ocasión del conflicto
reciente entre España y
Perú. Los pueblos de origen español no
podían ver con indiferencia la absorción de que
están amenazados sus hermanos del Plata, por un imperio de
raza portuguesa, alterada fuertemente por la mezcla de razas de
color, pues tal
absorción sería un argumento tristísimo de
inferioridad en contra de la América antes
española.
Corre igual peligro otro principio que hoy es americano
por su generalidad, y es el principio social de la libertad
civil, amenazado en el Plata por el de la esclavitud civil,
consagrado por las leyes brasileras.
Las libertades de comercio y navegación fluvial
llamadas a poblar, a enriquecer, y a civilizar los países
solitarios del interior de América, y a unir los pueblos
del Pacífico con los del Atlántico y Europa, no
pueden sufrir un revés en el Plata, sin que toda Sud
América se resienta de ese contraste. En este sentido, la
independencia de la República Oriental es de
interés americano a la par que europeo.
La política actual del general Mitre no tiene
sentido común si se le busca únicamente por su lado
exterior. Otro es el aspecto en que debe ser considerada. Su fin
es completamente interior. No es el Paraguay, es la
República Argentina. Y éste es el punto por donde
esta lucha preocupa y llama la atención.
No es una nueva guerra exterior: es la vieja guerra
civil, ya conocida, entre Buenos Aires y las provincias
argentinas, si no en las apariencias, al menos en los intereses y
miras positivos que le sustentan.
¡Pero cómo! -se dice a esto- ¿No
esta ya restablecida la unión de la República
Argentina? ¿No ha contribuido la misma guerra a estrechar
y consolidar esa unión? Eso dice Mitre, veamos lo que se
hace en realidad. ¿Que unión quiere para los
argentinos? La unión en el odio contra el amigo, que ahora
cinco años puso en paz honorable a Buenos Aires vencida,
con las provincias vencedoras. Por el general López como
mediador, estaba firmado el convenio de Noviembre, que era la
base de la
organización de la República
Argentina.
Los que hallaron preferible la mediación del
Paraguay a la de Francia e Inglaterra, son
los que llevan hoy la guerra a ese pueblo a título de
bárbaro!
¿Que pruebas ha
dado de dicha barbarie que modifique la aplicación de los
deberes argentinos? Ha sacado la espada en defensa de la
independencia de la Banda Oriental contra el Brasil, y ha estado
en Corrientes, en lugar de dejar que el Brasil ocupe esa
provincia como quería el "neutral" general Mitre, para que
hiciera de ella un cuartel general contra el amigo.
El que entregó la provincia de Corrientes a los
brasileros para que la emplearan como una batería contra
el Paraguay, es en efecto el que ha traído a los
paraguayos en el suelo argentino.
¿Cuál es la unión que el
patriotismo del general Mitre evita con el mayor cuidado en medio
de la crisis actual?
La unión de los argentinos en el goce de la renta de diez
millones que todos ellos vierten en la aduana de Buenos
Aires. El frenesí del amor por la
República Argentina no va hasta devolverle sus diez
millones de pesos fuertes.
La unión decantada deja en pie toda la causa de
la guerra civil de cincuenta años, a saber: la renta de
las catorce provincias invertida en la sola provincia de Buenos
Aires.
En lugar de unir estos "dos países", se han
contentado con unir dos hombres. Esto se ha llamado recoger el
fruto de una gran política, es decir, conseguir que
Urquiza deshaga su propia obra, su propio poder, su propia
importancia.
La unión del general Urquiza con el general
Mitre, en efecto, no impide que el presupuesto
provincial de Buenos Aires, de valor diez
millones de duros, prosiga, en plena unión,
garantiéndose y pagándose con los diez millones en
que consiste la renta total de las provincias, aún
después de los cinco años que asignó a esa
garantía el convenio de Noviembre de 1859.
¿Que hace a este respecto el patriotismo del
general Mitre? En lugar de devolver a las provincias sus diez
millones de duros, se los deja a Buenos Aires, y envía al
señor Riestra a Londres a buscar otros diez millones
prestados, por cuenta de las provincias, bien entendido, para
hacer la guerra al Paraguay; es decir, para desarmar a la
nación argentina del único aliado que puede
ayudarla un día para reivindicar los diez millones que
Buenos Aires prometio devolverle, de que se hizo garante el
Paraguay y en vez de devolver aspira a retener toda su vida, como
los retendrá indudablemente mientras la ciudad y puerto de
Buenos Aires sean propiedad de esa provincia y no de la
nación, conforme a la constitución reformada por el "patriotismo
argentino" del general Mitre.
Es verdaderamente curioso que Buenos Aires, a quien la
nación le tiene prestada toda su renta, por razón
de que no le basta su renta local propia, se abstenga de acudir a
un préstamo en Londres, y que sea la Nación (que no
necesita pedir diez millones porque los tiene), la que busca en
Londres esos diez millones, en lugar de tomar los suyos, que los
tiene Buenos Aires! ¿Que hace entretanto el patriotismo
argentino de esta provincia? Hace prestamos mensuales a la
nación con su propio dinero de
ella, a cargo de devolución, y con un moderado
interés!
Así se comprende porqué Corrientes y Entre
Ríos apoyaban al Paraguay, al igual que algunos
argentinos: Si el Paraguay triunfase sobre el Brasil, la
República Argentina recuperaría naturalmente sus
diez millones, cuyo despojo se apoya hoy en la alianza y en las
fuerzas del Brasil. Si el Paraguay, Corrientes y Entre
Ríos fuesen vencidos, Argentina no volvería a ver
sus diez millones en cuarenta años.
¿Es necesario entonces demostrar que la
simpatía por el Paraguay es pura y simplemente amor por la
República Argentina? ¿Que pretende en efecto, el
Paraguay? Pues que la Banda Oriental no este ocupada por el
Brasil. El patriotismo argentino del general Mitre ha
creído que debía defenderse de esa
pretensión, incluso antes de que Corrientes fuese
invadida.
Excepto la batalla de Curupaití y Estero Bellaco,
la triple alianza salió siempre victoriosa.
- Recuperación de
Corrientes - Tuyutí: La más sangrienta en
la historia
de América. - Curupaití: Victoria Paraguaya (9000
caídos argentinos, 92 paraguayos) Esta batalla se
libró en 1866. - Batalla del Riachuelo
- Fortificación de Humaitá:
Humaitá es hoy en día una población del
Paraguay célebre por la heroica resistencia ofrecida en esta batalla. La
batalla de Humaitá tuvo lugar en el año
1868. - Estero Bellaco (No hubo vencedores en este
combate) - Lomas Valentinas: Lugar del Paraguay central
donde se puso una de las últimas resistencias a las
tropas de la triple alianza (1868) - Yataití Corá: Un combate y una
entrevista. En esta última Solano
López ofrece rendirse e irse de Paraguay a cambio de
la paz. La oferta es
declinada por Mitre, alegando que debe respetar una
cláusula en el acuerdo de la triple alianza que
menciona que ningún país puede decretar la paz
por separado. (Cláusula que seria posteriormente
violada por Brasil sin ninguna consecuencia adversa para
este) Luego, Brasil declinaría la misma oferta de
Solano López, motivado por los intereses
Británicos que deseaban la destrucción del
Paraguay y su modelo para preservar su dominio
económico en la región. - Yatay
- Defensa del Cuadrilátero
- Línea Pikysiry
- Toma de Asunción
- Cerro Corá: Los ejércitos
brasileros capturan a Francisco Solano López y a lo
que quedaba de su ejercito, lo llevan al cerro corá y
los matan.
Francisco Solano López: (1827 – 1870) Fue
presidente del Paraguay de 1862 a 1869, sostuvo la desastrosa
guerra de la triple alianza (1864 – 1870) muriendo en su ultima
batalla (Cerro Corá).
HACIA EL FINAL DE LA GUERRA CON EL
PARAGUAY
Buenos Aires no sacará esta vez del Paraguay
absolutamente nada, solo que por fin acabará de hacer de
ese pueblo el primer guerrero de la América del Sur.
Buenos Aires elabora el instrumento que ha de hacer expiar sus
faltas. Recogerá un día el fruto de su injusticia
de 50 años para con el Paraguay y las provincias
argentinas.
Se acusa al doctor Francia del aislamiento en que ha
vivido ese país. Cuando murió el doctor Francia, y
el presidente López intentó abrir relaciones con
todos los poderes, el gobierno de Buenos Aires, se opuso a ello,
obligando al Paraguay a proseguir su aislamiento. Y en 1865,
Paraguay continuó bloqueado, por los intereses
monopolistas de los que controlan las puertas del
Plata.
Hay un echo que basta para enmudecer a todos los que
calumnian a ese país, y es que el primer tratado que se
celebró para la libre navegación de los afluentes
del Plata por las banderas de Europa, no fue celebrado por el
Brasil no por Buenos Aires, sino por el Paraguay, que en Marzo de
1853 firmó el que sirvió de norma y precedente a
los célebres tratados argentinos firmados el 10 de Julio
de ese mismo año, protestados por los dos poderes que
bloquean al Paraguay en defensa de la libertad
fluvial.
En un periódico
de Buenos Aires, dijo el general Mitre en ese tiempo que un
día esos tratados serían despedazados y sus
fragmentos arrojados al viento.
Los que protestaron contra los tratados de libertad y a
causa de esa libertad que los destituye de su preponderancia
monopolista, acusaban al tratado paraguayo de que solo
abrió al libre tráfico el puerto de
Asunción. Pero ¿quien le dio ese ejemplo sino el
tratado de 1825, firmado por García, en el cual Buenos
Aires concedía a Inglaterra la libertad de comerciar con
todas las provincias argentinas, con tal que no lo hiciera sino
por el puerto de Buenos Aires?
Esa política ha dado al fin sus frutos, como era
de esperar.
El Paraguay convertido en soldado, su suelo en
ciudadela, las costas de sus ríos en baterías
inexpugnables, no pensando sino en guerra, ni sabiendo hacer otra
cosa que pelear heroicamente, es el resultado lógico de la
política que, desde 1810 hasta 1865, ha sido una protesta
y una amenaza constante contra la independencia de esa
república y su derecho
natural a comunicar con el mundo, por sí misma y sin
sujeción a los que han querido imponérsele como su
órgano forzoso y violento.
Sin la injerencia de Brasil, ¿es admisible
siquiera la hipótesis de una guerra argentina con el
Paraguay? No se podía salvar la identidad brasilera sino
por el brazo de la República Argentina y por el
instrumento de su territorio fluvial. Luego ha sido preciso que
caiga la sangre argentina
a fin de que el emperador del Brasil reivindique su provincia de
Matto Grosso, que de otro modo habría quedado
independiente.
LAS RAICES DE LA PAZ
No estaría en guerra el general Mitre contra el
Paraguay, no la habría llevado antes a la Banda Oriental,
no estaría el Brasil en el Plata, si la unión
argentina fuese un hecho. Con sólo existir la unión
de los pueblos argentinos, la actual guerra exterior
carecería de razón de ser. La guerra es hecha
cabalmente para evitar la unión, porque la unión
practicada con verdad es el hecho que debe quitar a la provincia
de Buenos Aires lo que esta arrebata a la Nación por la
división o desunión de su territorio en dos
países, uno tributario, el otro privilegiado.
Si Buenos Aires deseara la unión de los
argentinos, no habría necesitado buscarla por el camino de
la guerra con el Paraguay. Hay un camino más corto, que
está siempre en su mano, y sería el de devolver a
la nación lo que es de la nación, su renta, su
tesoro. Pero devolverla de palabra, o en principio, no es
devolverla de hecho. No hay más que un medio de practicar
este hecho: devolver a la nación su capital y el puerto en
que está su renta.
La triple alianza es la liga de tres enemigos natos,
cada uno de los cuales desconfía mas de su aliado que del
enemigo común. No es extraño que ella encierre tres
políticas, siendo cada política
doméstica en sus miras, para cada aliado. Las tres son
injustas y por eso cada uno de los aliados busca su objeto
interior por la mano del extranjero. Flores no tiene otro enemigo
que los blancos; Mitre no tiene más adversario en vista
que las provincias, don Pedro II no tiene más enemigo que
la ex República de Río Grande.
Una vez que los paraguayos efectúan la retirada
del territorio argentino, donde eran acogidos como aliados, la
alianza pierde el objeto aparente que tenía, dejando a los
dos presidentes del Plata, aliados del Brasil, en la triste
situación de pelear sin interés directo para su
país, y sólo con el objeto humillante de rescatar
territorios del soberano brasilero.
CONSECUENCIAS DE LA GUERRA
- Paraguay: Queda arrasado tras perder el 70%
de la población total y el 90% de la población
masculina. La mujer
paraguaya se ve obligada a cumplir los roles del hombre, y
a abandonar sus convicciones religiosas y morales para
repoblar el país. Todo esto lo hacen de forma
totalmente voluntaria. Además, a Paraguay le
corresponde pagar sumas por las pérdidas en la guerra
y sanciones económicas que se le imponen. Pierde
muchas industrias. No tiene otra opción que recurrir a
la banca
londinense, cosa que no había hecho nunca,
endeudándose. Un país que lucia prometedor,
queda totalmente devastado, se pierde una generación
completa causando tal retroceso que aún hoy en
día, más de 120 años después, se
mantiene vivo en la memoria
del pueblo paraguayo. Probablemente otra seria la
situación del Paraguay actual de no haber sido por
esta guerra. - Argentina: La guerra le es completamente
inútil a Argentina. No logra ningún tipo de
expansión territorial; gran cantidad de caídos;
sus soldados supervivientes vuelven trayendo consigo una
epidemia de fiebre amarilla y cólera, y hay un aumento
de la deuda exterior por el financiamiento de la guerra. Quizá el
puerto de Buenos Aires haya conseguido un beneficio leve a
causa de que Paraguay no estaba más en condiciones de
competir, pero las desventajas superan ampliamente las
ventajas. - Uruguay: Similar a Argentina,
agregándosele toda la incertidumbre que acarrea el
ocupamiento de Montevideo por Brasil. - Brasil: Aunque también pierde una
numerosa cantidad de hombres y se endeuda con Gran
Bretaña, Brasil anexa todos los territorios que
tenía en litigio con Paraguay, se queda con sus
industrias y mantiene su provincia de Matto
Grosso.
Los textos leídos recientemente corresponden, en
su mayoría, a Juan Bautista Alberdi, quién relato
la guerra de forma objetiva, hizo lo posible por cambiar la
situación y por ello fue llamado por algunos, traidor,
aunque sus escritos no pudieron ser refutados exitosamente, ni
siquiera por el Doctor García.
A Alberdi se le llamó traidor por haber sido un
opositor declarado a la guerra contra el Paraguay, de acuerdo con
sus escritos relativos al imperio de Brasil, único y
verdadero enemigo de aquél país, y cuyo odio
imperialista no teníamos nosotros porque condividir.
Alberdi había sido ministro de la República
Argentina ante varias naciones de Europa y ante el Vaticano, en
la época de la Confederación, y durante los
gobiernos del general Urquiza y el doctor Derqui, o sea, cuando
Buenos Aires se separó del resto de las provincias,
constituyéndose en "Estado independiente",
segregación que duró de 1852 a 1861.
Posteriormente Alberdi, por los peligros que
representaba, fue sustituido por Balcarce, pero no
desistió: fuera de toda posición oficial,
continuó demostrando que Buenos Aires no expresaba la
opinión propiamente nacional de Argentina.
Se le acuso repetidas veces de traición y se
publicaron cartas con el
objetivo de
llamar la atención al pueblo, pero nunca se logró
que este condene a Alberdi.
JUAN BAUTISTA ALBERDI – La guerra del
Paraguay.
DAVID PEÑA – Alberdi, los mitristas
y la guerra de la Triple Alianza.
RAMÓN GARCIA-PELAYO Y GROSS –
Pequeño Larousse en Color: Historia y
Geografía.
Apuntes varios
Autor:
ALEJANDRO DANINO