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La guerra de la triple alianza




Enviado por aletano



    1. El Brasil
    2. El Paraguay
    3. Resumen: causas de la
      guerra
    4. La política de
      Mitre
    5. Las principales
      batallas
    6. Hacia el final de la guerra con
      el Paraguay
    7. Alberdi: el
      "traidor"
    8. Bibliografía
      utilizada

    EL
    BRASIL

    ¿Qué busca el Brasil en el
    Río de la Plata? Lo que le falta desde el día en
    que los portugueses tomaron posesión de la parte del nuevo
    mundo que les habían abandonado los primeros
    conquistadores españoles. Confinados en la zona
    tórrida, los brasileros ocupan un suelo hermoso sin
    duda, pero que en sus inmediaciones al mar sólo puede ser
    habitado por las razas de África, y cuyas regiones
    interiores son inaccesibles por falta de vías de comunicación.

    Esa necesidad le ha tenido en guerra con los
    países españoles inmediatos desde la época
    del descubrimiento, y la cuestión actual no es más
    que la prolongación de un pleito que, bajos distintos
    nombres y pretextos, cuenta siglos.

    La cuestión para el Brasil no es de forma de
    gobierno, ni de
    raza, ni de nacionalidad, ni es cuestión política, ni mucho
    menos de personas ni de indemnizaciones de agravios recibidos: es
    más grave que todo eso, es de seguridad, de
    subsistencias, de población y de civilización, de vida
    o muerte para el
    Brasil.

    El Brasil necesita salir de la zona tórrida en la
    que esta metida casi la totalidad de su territorio, y no tiene
    más que una dirección para buscar los territorios
    templados que carecen. Esta dirección es el territorio del
    Paraguay.

    Tres causas hacen esenciales a la vida del Brasil estos
    territorios que busca en el Plata:

    • La necesidad de poblarse con las razas blancas de
      Europa,
      para las cuales busca territorios templados que no
      tiene.
    • La necesidad de tierras apropiadas para la producción de artículos de
      alimentación y sustento para su pueblo
      que no tiene, al menos, disponibles.
    • La necesidad de asegurar sus actuales territorios
      inmediatos a los afluentes del Plata, por la
      adquisición y posesión de los países
      propietarios de la parte inferior de esos
      ríos.

    Así el Brasil, en su propensión
    histórica y tradicional a extender sus límites
    hasta el Plata y sus afluentes, cede a la fuerza de
    invencibles necesidades que interesan a su población, a su
    subsistencia y a su seguridad.

    El Brasil, poseedor absoluto del Amazonas y sus
    caudalosos afluentes, así como de una extensión de
    territorio equivalente a un cuarto del nuevo mundo,
    ¿sería el país tan destituido de ríos
    y de territorios que necesitase quitarlos a las repúblicas
    liliputienses de su vecindad? Tal es la objeción con que
    los brasileros enmudecen los que admiran sin examen las
    proporciones colosales del territorio del imperio de la América
    del Sud.

    Una simple reflexión, sin embargo,
    bastaría para destruir esa objeción. Si los
    brasileros tienen territorios de sobra, ¿para qué
    salen a establecerse en el territorio estrecho e
    inseguro?

    El África es el doble más grande que el
    Brasil, y su territorio entero no vale la isla de Gran
    Bretaña, que representa la 130 parte. No es la
    extensión, es la condición del suelo lo que importa
    considerar. Una cuestión de geografía como esta,
    no se comprenderá jamás si no se estudia con un
    mapa a la vista.

    Aunque el Brasil tenga en ese entonces siete millones de
    habitantes, era un país relativamente desierto, si se toma
    en cuenta la extensión de su suelo. Luego sus habitantes
    que se establecen en el Plata, no salen del Brasil por falta de
    espacio, sino porque el espacio habitable y útil para
    el hombre de
    raza blanca, es escaso y pequeño.

    EL
    PARAGUAY

    El Paraguay tiene por adversarios natos al Brasil y a
    Buenos Aires,
    por pecados cuyo principio está en su situación
    geográfica.

    EL PARAGUAY Y EL BRASIL

    El territorio del Paraguay está como enclavado
    dentro del territorio de Brasil, y en medio de dos ríos
    que son brasileros absolutamente en su origen, y paraguayos en
    sus dos márgenes, desde que se hacen navegables. Esos
    ríos son el Paraná y el río Paraguay. De
    este modo el Paraguay posee las llaves de las dos grandes puertas
    interiores del Brasil.

    Paraguay es necesario para el mantenimiento
    de la integridad del Brasil porque tiene el afluente soberano y
    principal, que sirva de única comunicación entre el
    interior del Brasil y su capital en ese
    momento, Río de Janeiro.

    El Paraguay, por su situación geográfica,
    es la república instalada en el corazón
    del imperio. Y esa república independiente y soberana no
    está como Bolivia,
    aislada del resto del mundo, sino en contacto directo con Europa
    por ríos opulentos y libres al mar.

    Y por medio del territorio fluvial de esa
    república, y con su venía, digámoslo
    así, tienen que pasar los mandatos imperiales, que salen
    de Río de Janeiro para ser leyes en Matto
    Grosso y Paraná. No porque el río Paraguay sea la
    mejor o más corta vía entre esos dos extremos del
    imperio, sino porque es la única, pues por tierra,
    atendida la distancia y el modo de ser del país desierto,
    solitario y salvaje, Cuyabá, capital de Mato Grosso dista
    demasiado de Río de Janeiro.

    La provincia brasilera de Mato Grosso no tiene
    más lazo de dependencia material de Río de Janeiro
    que el río Paraguay, su único canal de
    comunicación. Así el río Paraguay es
    necesario a la integridad del Brasil por dos motivos
    diferentes:

    • Porque sirve para asegurarle y conservarle las
      provincias que hoy posee,
    • Porque basta su sola posesión para darle el
      territorio del Paraguay, atravesado por él, y
      quizá incluso las provincias Argentinas de Corrientes
      y Entre Ríos, situadas al oriente del Paraná,
      que es como una prolongación del Paraguay.

    Tomar el río Paraguay por límite
    occidental sería para el Brasil tomar las puertas
    orientales de Bolivia, que son los ríos Bermejo y
    Pilcomayo, navegables ambos, y afluentes del Paraguay en la
    altura en que este río es propiedad
    absoluta del país de su nombre.

    El Paraguay, constituido en estado
    independiente en faz de las provincias interiores del Brasil, es
    el monitor pasivo
    de la regeneración de esos países, en el sentido de
    la libertad de su
    tráfico directo con el mundo. El simple echo de su
    existencia en el corazón de América, es una
    revolución
    contra el régimen colonial, reservado por el Brasil a sus
    provincias de Matto Grosso y de Río Grande, en daño
    de la cultura de sus
    habitantes y del comercio de
    Europa.

    La independencia
    del Paraguay es la independencia de Río Grande y Matto
    Grosso, por la mera fuerza de las cosas. El Paraguay mismo no
    podría impedir la acción natural de su
    ejemplo.

    Los afluentes del Plata (el Paraguay, el Paraná y
    el Uruguay) ligan
    de tal modo en un común destino a las provincias
    meridionales del Brasil con los países litorales
    argentinos, que si el Brasil no consigue anexar estas regiones a
    su territorio, las provincias litorales del Brasil tendrán
    que segregarse del imperio antes de medio siglo, para formar
    familia con
    las naciones del Plata: o tienen todas que ser libres por el
    tráfico directo con Europa o que gemir todas tristes en
    una triste y común clausura.

    El Brasil olvida que su propia desembarcación
    puede ser el resultado de la que imprudentemente se empeña
    en suscitar en los países de su vecindad.

    El Paraguay representa la civilización, pues
    pelea por la libertad de los ríos contra las tradiciones
    de su monopolio
    colonial; por la emancipación de los países
    mediterráneos; por el noble principio de las
    nacionalidades; por el equilibrio, no
    solo del Plata, sino de toda la América del Sud, pues
    siendo todas sus repúblicas, excepto Chile,
    países limítrofes del Brasil, cada victoria del
    Paraguay es victoria de todas ellas, cada triunfo del Brasil es
    pérdida que ellas hacen en la balanza del poder
    americano.

    En el terreno de las armas, la lucha
    entre el Paraguay y el Brasil es menos desigual de los que se
    imaginan los que juzgan de sus fuerzas respectivas por las
    dimensiones de sus territorios.

    La mera distancia en que el Paraguay se encuentra
    respecto de Río de Janeiro, centro de los recursos del
    imperio, es ya una gran ventaja para el primero en la lucha que
    los divide. Si el tiempo es plata,
    el espacio es oro. Al Paraguay le basta dar un paso para
    arrebatar a Brasil inmensas posesiones, o ejercer en ellas un
    influjo desastroso para su autoridad.

    La capital del imperio esta demasiado lejos del teatro de la
    guerra. Aunque situados en el mismo continente, la guerra que el
    Brasil hace al Paraguay es una guerra marítima, en el
    sentido que tiene que enviar por agua, a
    distancias y en plazos casi transatlánticos, sus
    expediciones militares. Por tierra, las capitales de ambos
    países distan demasiado.

    Fortificados de ambos lados por caudalosos ríos y
    cubiertos de florestas impenetrables, el Paraguay es una grande
    ciudadela natural que puede desafiar todos los ataques de Brasil
    Buenos Aires combinados. Tiene además fortificaciones
    militares en que no cede a ningún país de
    América. Las baterías de Humaitá en el
    único punto de entrada que tiene el Paraguay al Sud,
    poseen más de doscientas bocas de fuego de grueso calibre,
    que todo buque es obligado, por la estrechez del río, a
    arrostrar, a boca de jarro, en el espacio de una legua. La
    Asunción misma es otra fortificación no menos
    importante y todo el río Paraguay tiene defensas no
    interrumpidas en el espacio de cien leguas.

    Si la población del Paraguay es incomparablemente
    menos que la del Brasil, es mayor al menos que la
    población total de la República Argentina: es el
    doble de la que esta república tenía cuando hizo la
    guerra al Brasil en 1825, en que no pasaba de 600.000 almas.
    Además, el pueblo paraguayo es libre y homogéneo;
    la mitad de sus habitantes no son esclavos como en el
    Brasil.

    El ejército de Paraguay, numéricamente
    mayor que el de la república francesa en la batalla de
    Marengo, consta de 60 mil hombres, es homogéneo como su
    población, disciplinado como un ejército de
    veteranos, ferviente y fresco como el soldado de América
    en los primeros años de su gran revolución.
    Sobrios, pacientes y bravos, todos los soldados saben leer, y es
    raro el que no sepa escribir y contar. Europa misma no tiene
    ejemplos de esta especie.

    El Paraguay no tiene deuda
    pública, no porque le falta crédito
    sino porque le han bastado sus recursos, mediante el buen juicio
    con que los invierte. Habituado a vivir de recursos interiores,
    es pueblo a prueba de bloqueos y de sitios.

    No esta dividido en partidos, lo que le quita al Brasil
    la ventaja de contar, para una invasión, con la vanguardia
    natural, que de ordinario le ofrece la anarquía
    crónica de otras repúblicas. Mas de cuarenta
    años de intrigas necesitaría el Brasil para
    regimentar en el Paraguay una oposición anarquista, como
    la de Flores, que le sirve de ejército aliado en la guerra
    de la Banda Oriental.

    EL PARAGUAY Y BUENOS AIRES

    Buenos Aires no ve en Santa Fe en Entre Ríos nada
    sino colonias. En los que han dejado de ser argentinos, no ve
    nada sino rebeldes, a quienes reconoce independientes de boca,
    pero sin renunciar a una esperanza secreta de reivindicarlos en
    más feliz oportunidad. En este caso se hallan Montevideo,
    Bolivia y sobre todo el Paraguay, a quien después de
    treinta años de vivir independientemente lo
    calificó Buenos Aires de provincia Argentina,
    todavía en 1842, y protestó contra su
    independencia.

    El Paraguay no ha sido reconocido independiente por la
    República Argentina sino en 1852, bajo el gobierno
    nacional del Paraná, pero Buenos Aires, que nunca
    reconoció ese gobierno, protestó contra la validez
    de sus actos diplomáticos, y todo el programa de su
    política actual consiste en anularlos poco a poco hasta
    recuperar, con la ayuda del Brasil, todo lo que las provincias le
    quitaron desde Caseros con la misma cooperación brasilera.
    Así para Buenos Aires, el Paraguay no es un Estado
    independiente de derecho, y su reivindicación prevista es
    probablemente uno de los puntos subentendidos de su alianza
    presente con Brasil.

    Con tratados y sin
    tratados, con declaraciones de principios o sin
    ellas, el Paraguay, por el simple echo de su posición
    fluvial, no puede existir como estado soberano sin la libertad de
    navegación de los afluentes del Plata.

    Así, Paraguay es partidario nato de esa libertad,
    y parte implícita y tácita en los tratados que la
    consagran. Luego su mera independencia es un fallo de muerte
    contra los monopolios tradicionales de Buenos Aires, en las
    provincias litorales situadas al sur del Paraguay.

    Mientras el Paraguay vivió aislado de sus vecinos
    para escapar de la guerra civil, que los devoraba, pudo muy bien
    alimentar su tesoro público con estancos y monopolios
    fiscales establecidos en ciertas industrias
    interiores. Pero desde que siente la necesidad de desarrollar su
    producción y riqueza para agrandar su poder en la medida
    que lo hacen sus rivales, tiene que ofrecer a la inmigración y al comercio el ejercicio
    libre de las industrias más productivas del país.
    Abolidos los estancos y los monopolios, tendrá que vivir
    de los recursos que alimentan a los pueblos más
    civilizados y más fuertes, -las rentas del tráfico
    libre, las aduanas-. A esos
    destinos marcha el Paraguay con una docilidad inteligente a la
    ley del
    progreso, que lo hace digno de la grandeza que, pareciese, le
    esperaba.

    Pero desde que se vea entrado en esa vía,
    tendrá que chocar, como les sucede a las provincias
    litorales argentinas, con la pretensión de Buenos Aires a
    ser el puerto intermedio indispensable de los países
    interiores para su comercio con los países de ultramar. Ya
    le sucedió esto mismo en 1842 cuando, libre de la dictadura del
    doctor Francia, quiso
    el Paraguay abrir relaciones de comercio con países
    extranjeros. Buenos Aires le impidió todo género de
    relaciones con el extranjero. Así las condiciones y
    exigencias de su nueva vida exterior lo traen esta vez a tomar
    como suyo propio el viejo litigio de las provincias Argentinas
    con Buenos Aires. Esta comunidad de
    interés
    con las provincias lo hace ser su aliado natural, no sólo
    para arrancar las libertades y recursos de los cuales Buenos
    Aires las tiene despojadas, sino también para defenderlos
    y conservarlos después de reivindicarlos. Esa alianza
    será una de las bases permanentes de su política
    exterior respectiva y recíproca. Las provincias argentinas
    deben tomar el Paraguay como palanca para levantar el edificio de
    su gobierno nacional contra las resistencias
    de Buenos Aires.

    Apoyarse en Buenos Aires para vencer a Buenos Aires, es
    un contrasentido y un absurdo. En esta base floja y
    ridícula esta apoyada, sin embargo, toda la
    política de los argentinos que rodeaban Buenos Aires con
    la esperanza de que les constituya su gobierno, renunciando para
    ello a los recursos que les tiene arrebatados.

    En la guerra, el poder de la provincia de Buenos Aires
    para con el Paraguay, es completamente nulo. No se atrevió
    el general Mitre, después de la victoria de Pavón,
    a invadir la provincia de Entre Ríos, cuando estaba en el
    colmo de su poder, y se había de lanzar solo al Paraguay,
    donde sucumbió el ejército de Belgrano en
    1811!

    Buenos Aires no podía ejercer acción
    militar alguna contra el Paraguay sino apoyándose en las
    provincias litorales argentinas, y como éstas no
    servirían a Buenos Aires en su propio interés,
    sería preciso que empezara por conquistar las provincias.
    De esto se ocupa cabalmente y la guerra que hace hacer en la
    Banda Oriental no tiene otro objeto que subyugar a las provincias
    argentinas con la ayuda de Montevideo y del Brasil, para pasar en
    seguida al Paraguay.

    Como resultado, las provincias argentinas atacaron al
    Paraguay en defensa de Buenos Aires.

    Buenos Aires solo no habría sido un poder serio
    para el Paraguay. La población del Paraguay, cuatro veces
    mayor a la de Buenos Aires, es homogénea y compacta en
    opiniones, mientras que Buenos Aires tiene dividida la suya en
    dos partidos; el Paraguay tiene un ejército; Buenos Aires
    no puede decir cual es el suyo y cuál lo ajeno, empezando
    por sus soldados que sólo son nacionales en cuanto la
    nación
    los viste, los arma y les paga, para que sirvan a Buenos
    Aires.

    EL PARAGUAY Y LA BANDA ORIENTAL

    Montevideo es al Paraguay, por su posición
    geográfica, lo que el Paraguay es al interior de Brasil,
    la llave de su comunicación con el mundo exterior. Tan
    sujetos están los destinos del Paraguay a los de la Banda
    Oriental, que el día en que Brasil llegase a hacerse
    dueño de este país, el Paraguay podría ya
    considerarse como colonia brasilera, conservando una
    independencia nominal.

    Ocupado Montevideo por el Brasil, la República
    del Paraguay vendría a encontrarse de echo en medio de los
    dominios del imperio. He ahí porque el Paraguay se ha
    visto y debido verse amenazado en su propia independencia. Por la
    invasión del Brasil en la Banda Oriental. Ha echo suya
    propia la causa de la independencia oriental, porque lo es en
    efecto, y su actitud de
    guerra con el Brasil es esencialmente defensiva y conservadora,
    aunque necesidades estratégicas le obliguen a salir de su
    frontera. Esta identidad de
    causa entre el Paraguay y la Banda Oriental resulta probada por
    el manifesto en que el Brasil acaba de anunciar a los poderes
    amigos su determinación de hacer la guerra al Paraguay. En
    él reconoce el señor Paranhos que la
    cuestión de límites es la causa principal de la
    contienda. El Paraguay reclama como límite septentrional
    de su territorio el río Blanco y el Brasil pretende que lo
    es el río Apa. Entre el Apa y el Blanco, afluentes del
    río Paraguay, existe un territorio de 30 leguas
    españolas de norte a sur, y 50 de Este a Oeste, que el
    Brasil reclama como suyo y que es evidentemente paraguayo. Ese
    territorio es ribereño del río Paraguay. En todo
    ese trayecto ninguno de los dos países puede hacer actos
    de soberanía hasta que no se defina la
    cuestión de límites.

    Esta cuestión que puso las armas en manos de
    Brasil es la que este país quiere resolver de hecho,
    tomándole al Paraguay la ventaja que él le lleva al
    estar mas abajo de Mato Grosso, por la ocupación de la
    Banda Oriental, que es la llave de la navegación exterior
    del Paraguay. He ahí porque el Paraguay ha visto en
    peligro inminente su libertad de navegación, desde que ha
    visto el Brasil en camino de apoderarse de la Banda Oriental,
    como ya lo hizo en 1820.

    La complicidad visible de Buenos Aires con el Brasil en
    la ocupación de la Banda Oriental, no hace sino más
    amenazante para el Paraguay la actitud del imperio, causa de los
    motivos de interés que Buenos Aires tiene por su parte de
    suprimir la existencia soberana del Paraguay, para no dejar ese
    mal ejemplo a espaldas de las provincias litorales, cuyo
    tráfico pretende monopolizar. Aunque el Paraguay fuera
    adjudicado a Brasil y no a Buenos Aires, esta provincia
    tendría servido los intereses de su monopolio por el mero
    hecho de quedar el Paraguay reducido, como Mato Grosso, a la
    condición de provincia interior del Brasil, mas interesado
    que Buenos Aires en la clausura de esas regiones.

    RESUMEN: CAUSAS DE
    LA GUERRA

    CAUSAS

    • Expansionismo Brasileño – Mantener
      controlada la provincia brasilera de Matto Grosso, adquirir
      zonas templadas, aumentar población de raza europea,
      obtener buenos suelos,
      etc.
    • Libre navegación de los ríos para
      Brasil y Buenos Aires – El primero por ser el río
      Paraguay una importantísima vía de
      comunicación y el último deseaba mantener su
      monopolio, que se veía amenazado por
      Paraguay.
    • Situación Uruguay: El partido colorado
      (liberal) apoya a Buenos Aires y al Imperio, y el blanco
      (federal) se opone a estos. Brasil ocupa Montevideo para sus
      propios intereses, ganado terreno el partido
      colorado.
    • Intereses Británicos: Destruir el promisorio
      modelo
      paraguayo libre de deudas antes de que su ejemplo se expanda
      hacia las demás naciones sudamericanas
      haciéndole perder a Gran Bretaña su dominio
      económico.

    CUANDO ARGENTINA ENTRA EN LA CONTIENDA

    Al principio Buenos Aires declara una "neutralidad
    aparente" en la guerra, no permitiéndoles el paso
    terrestre a Paraguay ni a Brasil. No obstante, cuando Brasil
    solicita permiso para el paso naval por Corrientes y Argentina
    accede, Paraguay, por orden de Francisco Solano López
    decide invadir esta provincia. En ese momento, se le declara la
    guerra al Paraguay.

    INTERESES AMERICANOS

    La indiferencia de las repúblicas de Sud
    América sobre la suerte de la Banda Oriental y del
    Paraguay, en la lucha desigual, en cierto modo, que hoy sostienen
    contra el imperio del Brasil, daría una triste idea del
    americanismo o solidaridad de
    los intereses americanos que tanto ruido hicieron
    con ocasión del conflicto
    reciente entre España y
    Perú. Los pueblos de origen español no
    podían ver con indiferencia la absorción de que
    están amenazados sus hermanos del Plata, por un imperio de
    raza portuguesa, alterada fuertemente por la mezcla de razas de
    color, pues tal
    absorción sería un argumento tristísimo de
    inferioridad en contra de la América antes
    española.

    Corre igual peligro otro principio que hoy es americano
    por su generalidad, y es el principio social de la libertad
    civil, amenazado en el Plata por el de la esclavitud civil,
    consagrado por las leyes brasileras.

    Las libertades de comercio y navegación fluvial
    llamadas a poblar, a enriquecer, y a civilizar los países
    solitarios del interior de América, y a unir los pueblos
    del Pacífico con los del Atlántico y Europa, no
    pueden sufrir un revés en el Plata, sin que toda Sud
    América se resienta de ese contraste. En este sentido, la
    independencia de la República Oriental es de
    interés americano a la par que europeo.

    LA
    POLÍTICA DE MITRE

    La política actual del general Mitre no tiene
    sentido común si se le busca únicamente por su lado
    exterior. Otro es el aspecto en que debe ser considerada. Su fin
    es completamente interior. No es el Paraguay, es la
    República Argentina. Y éste es el punto por donde
    esta lucha preocupa y llama la atención.

    No es una nueva guerra exterior: es la vieja guerra
    civil, ya conocida, entre Buenos Aires y las provincias
    argentinas, si no en las apariencias, al menos en los intereses y
    miras positivos que le sustentan.

    ¡Pero cómo! -se dice a esto- ¿No
    esta ya restablecida la unión de la República
    Argentina? ¿No ha contribuido la misma guerra a estrechar
    y consolidar esa unión? Eso dice Mitre, veamos lo que se
    hace en realidad. ¿Que unión quiere para los
    argentinos? La unión en el odio contra el amigo, que ahora
    cinco años puso en paz honorable a Buenos Aires vencida,
    con las provincias vencedoras. Por el general López como
    mediador, estaba firmado el convenio de Noviembre, que era la
    base de la
    organización de la República
    Argentina.

    Los que hallaron preferible la mediación del
    Paraguay a la de Francia e Inglaterra, son
    los que llevan hoy la guerra a ese pueblo a título de
    bárbaro!

    ¿Que pruebas ha
    dado de dicha barbarie que modifique la aplicación de los
    deberes argentinos? Ha sacado la espada en defensa de la
    independencia de la Banda Oriental contra el Brasil, y ha estado
    en Corrientes, en lugar de dejar que el Brasil ocupe esa
    provincia como quería el "neutral" general Mitre, para que
    hiciera de ella un cuartel general contra el amigo.

    El que entregó la provincia de Corrientes a los
    brasileros para que la emplearan como una batería contra
    el Paraguay, es en efecto el que ha traído a los
    paraguayos en el suelo argentino.

    ¿Cuál es la unión que el
    patriotismo del general Mitre evita con el mayor cuidado en medio
    de la crisis actual?
    La unión de los argentinos en el goce de la renta de diez
    millones que todos ellos vierten en la aduana de Buenos
    Aires. El frenesí del amor por la
    República Argentina no va hasta devolverle sus diez
    millones de pesos fuertes.

    La unión decantada deja en pie toda la causa de
    la guerra civil de cincuenta años, a saber: la renta de
    las catorce provincias invertida en la sola provincia de Buenos
    Aires.

    En lugar de unir estos "dos países", se han
    contentado con unir dos hombres. Esto se ha llamado recoger el
    fruto de una gran política, es decir, conseguir que
    Urquiza deshaga su propia obra, su propio poder, su propia
    importancia.

    La unión del general Urquiza con el general
    Mitre, en efecto, no impide que el presupuesto
    provincial de Buenos Aires, de valor diez
    millones de duros, prosiga, en plena unión,
    garantiéndose y pagándose con los diez millones en
    que consiste la renta total de las provincias, aún
    después de los cinco años que asignó a esa
    garantía el convenio de Noviembre de 1859.

    ¿Que hace a este respecto el patriotismo del
    general Mitre? En lugar de devolver a las provincias sus diez
    millones de duros, se los deja a Buenos Aires, y envía al
    señor Riestra a Londres a buscar otros diez millones
    prestados, por cuenta de las provincias, bien entendido, para
    hacer la guerra al Paraguay; es decir, para desarmar a la
    nación argentina del único aliado que puede
    ayudarla un día para reivindicar los diez millones que
    Buenos Aires prometio devolverle, de que se hizo garante el
    Paraguay y en vez de devolver aspira a retener toda su vida, como
    los retendrá indudablemente mientras la ciudad y puerto de
    Buenos Aires sean propiedad de esa provincia y no de la
    nación, conforme a la constitución reformada por el "patriotismo
    argentino" del general Mitre.

    Es verdaderamente curioso que Buenos Aires, a quien la
    nación le tiene prestada toda su renta, por razón
    de que no le basta su renta local propia, se abstenga de acudir a
    un préstamo en Londres, y que sea la Nación (que no
    necesita pedir diez millones porque los tiene), la que busca en
    Londres esos diez millones, en lugar de tomar los suyos, que los
    tiene Buenos Aires! ¿Que hace entretanto el patriotismo
    argentino de esta provincia? Hace prestamos mensuales a la
    nación con su propio dinero de
    ella, a cargo de devolución, y con un moderado
    interés!

    Así se comprende porqué Corrientes y Entre
    Ríos apoyaban al Paraguay, al igual que algunos
    argentinos: Si el Paraguay triunfase sobre el Brasil, la
    República Argentina recuperaría naturalmente sus
    diez millones, cuyo despojo se apoya hoy en la alianza y en las
    fuerzas del Brasil. Si el Paraguay, Corrientes y Entre
    Ríos fuesen vencidos, Argentina no volvería a ver
    sus diez millones en cuarenta años.

    ¿Es necesario entonces demostrar que la
    simpatía por el Paraguay es pura y simplemente amor por la
    República Argentina? ¿Que pretende en efecto, el
    Paraguay? Pues que la Banda Oriental no este ocupada por el
    Brasil. El patriotismo argentino del general Mitre ha
    creído que debía defenderse de esa
    pretensión, incluso antes de que Corrientes fuese
    invadida.

    LAS
    PRINCIPALES BATALLAS

    Excepto la batalla de Curupaití y Estero Bellaco,
    la triple alianza salió siempre victoriosa.

    • Recuperación de
      Corrientes
    • Tuyutí: La más sangrienta en
      la historia
      de América.
    • Curupaití: Victoria Paraguaya (9000
      caídos argentinos, 92 paraguayos) Esta batalla se
      libró en 1866.
    • Batalla del Riachuelo
    • Fortificación de Humaitá:
      Humaitá es hoy en día una población del
      Paraguay célebre por la heroica resistencia ofrecida en esta batalla. La
      batalla de Humaitá tuvo lugar en el año
      1868.
    • Estero Bellaco (No hubo vencedores en este
      combate)
    • Lomas Valentinas: Lugar del Paraguay central
      donde se puso una de las últimas resistencias a las
      tropas de la triple alianza (1868)
    • Yataití Corá: Un combate y una
      entrevista. En esta última Solano
      López ofrece rendirse e irse de Paraguay a cambio de
      la paz. La oferta es
      declinada por Mitre, alegando que debe respetar una
      cláusula en el acuerdo de la triple alianza que
      menciona que ningún país puede decretar la paz
      por separado. (Cláusula que seria posteriormente
      violada por Brasil sin ninguna consecuencia adversa para
      este) Luego, Brasil declinaría la misma oferta de
      Solano López, motivado por los intereses
      Británicos que deseaban la destrucción del
      Paraguay y su modelo para preservar su dominio
      económico en la región.
    • Yatay
    • Defensa del Cuadrilátero
    • Línea Pikysiry
    • Toma de Asunción
    • Cerro Corá: Los ejércitos
      brasileros capturan a Francisco Solano López y a lo
      que quedaba de su ejercito, lo llevan al cerro corá y
      los matan.

    Francisco Solano López: (1827 – 1870) Fue
    presidente del Paraguay de 1862 a 1869, sostuvo la desastrosa
    guerra de la triple alianza (1864 – 1870) muriendo en su ultima
    batalla (Cerro Corá).

    HACIA EL FINAL DE LA GUERRA CON EL
    PARAGUAY

    Buenos Aires no sacará esta vez del Paraguay
    absolutamente nada, solo que por fin acabará de hacer de
    ese pueblo el primer guerrero de la América del Sur.
    Buenos Aires elabora el instrumento que ha de hacer expiar sus
    faltas. Recogerá un día el fruto de su injusticia
    de 50 años para con el Paraguay y las provincias
    argentinas.

    Se acusa al doctor Francia del aislamiento en que ha
    vivido ese país. Cuando murió el doctor Francia, y
    el presidente López intentó abrir relaciones con
    todos los poderes, el gobierno de Buenos Aires, se opuso a ello,
    obligando al Paraguay a proseguir su aislamiento. Y en 1865,
    Paraguay continuó bloqueado, por los intereses
    monopolistas de los que controlan las puertas del
    Plata.

    Hay un echo que basta para enmudecer a todos los que
    calumnian a ese país, y es que el primer tratado que se
    celebró para la libre navegación de los afluentes
    del Plata por las banderas de Europa, no fue celebrado por el
    Brasil no por Buenos Aires, sino por el Paraguay, que en Marzo de
    1853 firmó el que sirvió de norma y precedente a
    los célebres tratados argentinos firmados el 10 de Julio
    de ese mismo año, protestados por los dos poderes que
    bloquean al Paraguay en defensa de la libertad
    fluvial.

    En un periódico
    de Buenos Aires, dijo el general Mitre en ese tiempo que un
    día esos tratados serían despedazados y sus
    fragmentos arrojados al viento.

    Los que protestaron contra los tratados de libertad y a
    causa de esa libertad que los destituye de su preponderancia
    monopolista, acusaban al tratado paraguayo de que solo
    abrió al libre tráfico el puerto de
    Asunción. Pero ¿quien le dio ese ejemplo sino el
    tratado de 1825, firmado por García, en el cual Buenos
    Aires concedía a Inglaterra la libertad de comerciar con
    todas las provincias argentinas, con tal que no lo hiciera sino
    por el puerto de Buenos Aires?

    Esa política ha dado al fin sus frutos, como era
    de esperar.

    El Paraguay convertido en soldado, su suelo en
    ciudadela, las costas de sus ríos en baterías
    inexpugnables, no pensando sino en guerra, ni sabiendo hacer otra
    cosa que pelear heroicamente, es el resultado lógico de la
    política que, desde 1810 hasta 1865, ha sido una protesta
    y una amenaza constante contra la independencia de esa
    república y su derecho
    natural a comunicar con el mundo, por sí misma y sin
    sujeción a los que han querido imponérsele como su
    órgano forzoso y violento.

    Sin la injerencia de Brasil, ¿es admisible
    siquiera la hipótesis de una guerra argentina con el
    Paraguay? No se podía salvar la identidad brasilera sino
    por el brazo de la República Argentina y por el
    instrumento de su territorio fluvial. Luego ha sido preciso que
    caiga la sangre argentina
    a fin de que el emperador del Brasil reivindique su provincia de
    Matto Grosso, que de otro modo habría quedado
    independiente.

    LAS RAICES DE LA PAZ

    No estaría en guerra el general Mitre contra el
    Paraguay, no la habría llevado antes a la Banda Oriental,
    no estaría el Brasil en el Plata, si la unión
    argentina fuese un hecho. Con sólo existir la unión
    de los pueblos argentinos, la actual guerra exterior
    carecería de razón de ser. La guerra es hecha
    cabalmente para evitar la unión, porque la unión
    practicada con verdad es el hecho que debe quitar a la provincia
    de Buenos Aires lo que esta arrebata a la Nación por la
    división o desunión de su territorio en dos
    países, uno tributario, el otro privilegiado.

    Si Buenos Aires deseara la unión de los
    argentinos, no habría necesitado buscarla por el camino de
    la guerra con el Paraguay. Hay un camino más corto, que
    está siempre en su mano, y sería el de devolver a
    la nación lo que es de la nación, su renta, su
    tesoro. Pero devolverla de palabra, o en principio, no es
    devolverla de hecho. No hay más que un medio de practicar
    este hecho: devolver a la nación su capital y el puerto en
    que está su renta.

    La triple alianza es la liga de tres enemigos natos,
    cada uno de los cuales desconfía mas de su aliado que del
    enemigo común. No es extraño que ella encierre tres
    políticas, siendo cada política
    doméstica en sus miras, para cada aliado. Las tres son
    injustas y por eso cada uno de los aliados busca su objeto
    interior por la mano del extranjero. Flores no tiene otro enemigo
    que los blancos; Mitre no tiene más adversario en vista
    que las provincias, don Pedro II no tiene más enemigo que
    la ex República de Río Grande.

    Una vez que los paraguayos efectúan la retirada
    del territorio argentino, donde eran acogidos como aliados, la
    alianza pierde el objeto aparente que tenía, dejando a los
    dos presidentes del Plata, aliados del Brasil, en la triste
    situación de pelear sin interés directo para su
    país, y sólo con el objeto humillante de rescatar
    territorios del soberano brasilero.

    CONSECUENCIAS DE LA GUERRA

    • Paraguay: Queda arrasado tras perder el 70%
      de la población total y el 90% de la población
      masculina. La mujer
      paraguaya se ve obligada a cumplir los roles del hombre, y
      a abandonar sus convicciones religiosas y morales para
      repoblar el país. Todo esto lo hacen de forma
      totalmente voluntaria. Además, a Paraguay le
      corresponde pagar sumas por las pérdidas en la guerra
      y sanciones económicas que se le imponen. Pierde
      muchas industrias. No tiene otra opción que recurrir a
      la banca
      londinense, cosa que no había hecho nunca,
      endeudándose. Un país que lucia prometedor,
      queda totalmente devastado, se pierde una generación
      completa causando tal retroceso que aún hoy en
      día, más de 120 años después, se
      mantiene vivo en la memoria
      del pueblo paraguayo. Probablemente otra seria la
      situación del Paraguay actual de no haber sido por
      esta guerra.
    • Argentina: La guerra le es completamente
      inútil a Argentina. No logra ningún tipo de
      expansión territorial; gran cantidad de caídos;
      sus soldados supervivientes vuelven trayendo consigo una
      epidemia de fiebre amarilla y cólera, y hay un aumento
      de la deuda exterior por el financiamiento de la guerra. Quizá el
      puerto de Buenos Aires haya conseguido un beneficio leve a
      causa de que Paraguay no estaba más en condiciones de
      competir, pero las desventajas superan ampliamente las
      ventajas.
    • Uruguay: Similar a Argentina,
      agregándosele toda la incertidumbre que acarrea el
      ocupamiento de Montevideo por Brasil.
    • Brasil: Aunque también pierde una
      numerosa cantidad de hombres y se endeuda con Gran
      Bretaña, Brasil anexa todos los territorios que
      tenía en litigio con Paraguay, se queda con sus
      industrias y mantiene su provincia de Matto
      Grosso.

    ALBERDI: EL "TRAIDOR"

    Los textos leídos recientemente corresponden, en
    su mayoría, a Juan Bautista Alberdi, quién relato
    la guerra de forma objetiva, hizo lo posible por cambiar la
    situación y por ello fue llamado por algunos, traidor,
    aunque sus escritos no pudieron ser refutados exitosamente, ni
    siquiera por el Doctor García.

    A Alberdi se le llamó traidor por haber sido un
    opositor declarado a la guerra contra el Paraguay, de acuerdo con
    sus escritos relativos al imperio de Brasil, único y
    verdadero enemigo de aquél país, y cuyo odio
    imperialista no teníamos nosotros porque condividir.
    Alberdi había sido ministro de la República
    Argentina ante varias naciones de Europa y ante el Vaticano, en
    la época de la Confederación, y durante los
    gobiernos del general Urquiza y el doctor Derqui, o sea, cuando
    Buenos Aires se separó del resto de las provincias,
    constituyéndose en "Estado independiente",
    segregación que duró de 1852 a 1861.

    Posteriormente Alberdi, por los peligros que
    representaba, fue sustituido por Balcarce, pero no
    desistió: fuera de toda posición oficial,
    continuó demostrando que Buenos Aires no expresaba la
    opinión propiamente nacional de Argentina.

    Se le acuso repetidas veces de traición y se
    publicaron cartas con el
    objetivo de
    llamar la atención al pueblo, pero nunca se logró
    que este condene a Alberdi.

    BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

    JUAN BAUTISTA ALBERDI – La guerra del
    Paraguay.

    DAVID PEÑA – Alberdi, los mitristas
    y la guerra de la Triple Alianza.

    RAMÓN GARCIA-PELAYO Y GROSS –
    Pequeño Larousse en Color: Historia y
    Geografía.

    Apuntes varios

     

     

     

     

     

     

    Autor:

    ALEJANDRO DANINO

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