- Introducción
- Percepción cognitivista
(empirista) - Percepción
racionalista - Percepción
conexionista-enactiva - Percepción multimodal
cognitiva-conexionista-enactiva - Conclusión
- Bibliografía
Introducción
De la observación de las diversas formas en que
se puede conocer la realidad, señalaremos que existen al
menos cuatro formas de estructurar la observación
fenomenológica:[1]
1. Ver desde el exterior hacia el interior
(observación pura)2. Ver desde el interior hacia el exterior
(observación cargada de teoría)3. Ver encuentro del exterior con el interior
(observación por interacción
sujeto-objeto)4. Ver nuestras acciones sobre el exterior y
resultado de ellas (no hay observación de
objeto)
Estas clases de observación se asimilan a las
formas de percepción siguientes:
1. Percepción cognitivista
(empirista)2. Percepción
racionalista3. Percepción
conexionista4. Percepción
enactiva
En mi libro, El universo en un instante de
conciencia, presentaba dos formas de percepción de la
realidad:
La primera de las visiones corresponde a una forma de
visión fotográfica (o espacio visual) que
representa la atención de una imagen (figura) captada por
el hemisferio izquierdo del cerebro en los términos de
McLuhan, frente a la segunda visión interna y oculta de la
percepción del hemisferio derecho (espacio
acústico) de desatención (fondo). La simultaneidad
de ambos modos de percepción produce el despliegue de un
encuentro resonante (visión holográfica) en el
límite de intersección de ambas
visiones.
Frente a un mayor análisis, de estas dos formas
de percepción de la realidad, podemos verificar que
reflejan estar en posiciones extremas.
Percepción
cognitivista (empirista)
La primera visión, fotográfica, se
sostiene considerando que la realidad objetiva se encuentra
presente independiente del sujeto observador. La segunda forma,
holográfica, de percepción de la realidad, se basa
en la construcción de la realidad mediante la
acción de la interrelación del objeto y
sujeto.
Antes de ver las dos visiones intermedias, entre las
visiones fotográfica y holográfica, ya
señaladas, veremos los alcances de estas dos
últimas.
Normalmente, la vida y la realidad pareciera que se nos
da, o refleja, como externa a nosotros, y de la cual no
somos responsables ni autónomos para manejarla a nuestro
arbitrio. Sin embargo, esta forma de presentarse el mundo de la
realidad no es más que un modelo aceptado por nuestras
creencias. La forma tradicional de percibir la realidad es como
una imagen fotográfica de captación ocular de la
imagen de un objeto externo, cuyo reflejo de forma
invertida en la pared interna del ojo, es "girada" por el
intérprete cerebral que traduce finalmente la
recepción del objeto "externo". Esta creencia ha
permanecido por siglos en nuestra forma de interpretar la
realidad. Este modelo de la percepción se ha derivado a
todo ámbito de las actividades humanas. Incluso la ciencia
usa en su método científico la
observación de objetos para considerar la
aseveración de sus hipótesis.
Habitualmente consideramos que nuestra percepción
de la realidad está referida a la operación y
funcionamiento normal de nuestros sentidos. Así, tenemos
que la realidad se nos presenta sólo como un objeto de
percepción (visual, auditivo, olfativo, gustativo y
táctil). Sin embargo, desde el punto de vista de la
percepción compleja ésta no es más que una
forma reducida de percepción de la realidad.
El comportamiento humano de la percepción, puede
abarcar desde estados normales de percepción de la
realidad hasta profundos estados internos de percepción
(cuántica) compleja de la misma.
La primera percepción, sensorial externa
(PSE), contempla las capacidades de sensación y
observación del conocimiento de la realidad.
El mundo de la realidad sensorial al que todos
estamos acostumbrados, está delimitado por el buen
funcionamiento de nuestros cinco órganos sensoriales.
Siempre se le ha dado jerarquía a los sentidos,
otorgándoles mayor importancia a un sentido que a otro.
Ahora bien, quien no tuviera ojos, cómo podría
saber la sensación que produce una hermosa puesta de sol;
quien no tuviera oídos, cómo podría saber la
sensación que produce escuchar el concierto de
música de la sinfonía de Beethoven; quien no
tuviera olfato, cómo podría saber la
sensación que produce la gama de perfumes de las rosas en
primavera; quien no tuviera sensación táctil, como
podría saber la sensación que produce estrechar el
cuerpo de una mujer amada; quien no tuviera sensación
gustativa, como podría saber la sensación que
produce saborear las comidas. Todos los sentidos son muy
importantes y se complementan
sinérgicamente.[2] El supuesto
básico que sostiene este mundo, es que cada elemento de
él es objetivo e independiente. Cada cosa existe por
sí misma.
Los sentidos (visión, audición, tacto,
olfato, gusto, cenestesia[3]nos dan una
percepción de la realidad, como si participara un objeto
externo, independiente de un sujeto observador. No se percibe la
participación del sujeto en la creación del objeto
observado. Sin embargo, sabemos, por investigaciones de
laboratorio, que la experiencia consciente puede ser investigada.
Esta experiencia debe abordarse en una situación normal y
ordinaria. En esta circunstancia inicial o primer paso, nos damos
cuenta que deben existir elementos ocultos a nuestra conciencia
ordinaria durante el desarrollo de una experiencia consciente,
cualquiera sea ella. Lo que está presente a nuestra
conciencia, es una minúscula parte respecto de lo que
acontece en forma "invisible". Sabemos lo que vemos y hacemos en
una experiencia consciente, tan sólo de una parte
mínima del proceso total. Debemos investigar la naturaleza
oculta del resto del proceso de la experiencia consciente. En
este punto, se puede partir de las investigaciones realizadas por
Francisco Varela, de la existencia de etapas en un instante de la
experiencia, que definen los módulos de
participación del proceso (intención,
reconocimiento, sincronización,
respuesta)[4]. Hay que destacar, que estas cuatro
etapas ocurren en tan solo 720 milisegundos. Es decir, cada etapa
no es de más de 180 milisegundos. Entonces, cuando
percibimos algo, con nuestros sentidos, y mantenemos, por
ejemplo, la vista en un objeto por un segundo, cada una de estas
etapas se repite y refuerza varias veces, lo necesario para que
se produzca en forma inconsciente el reconocimiento y la
sincronización para que emerja una respuesta.
Sabemos, por experiencia, que en la conciencia ordinaria
es instantánea la percepción de la realidad y, por
lo tanto, no creemos que se construya en tan poco tiempo. Sin
embargo, en mediciones sensoriales (en niveles de microsegundos)
se verifica que existen etapas en el proceso de la conciencia:
intención, recuerdo, sincronización y
respuesta.
Percepción
racionalista
No haremos un mayor análisis de esta forma de
percepción, sólo diremos que la percepción
racionalista comprende la contaminación de la
observación pues:
Veamos cómo se ha orientado la percepción
de la realidad, que incide habitualmente en nuestra forma de
"hacer" las cosas. Desde hace cuarenta años hemos sido
testigos de una gran avalancha de conocimientos y
tecnología puesta a nuestro servicio. Todo este
cúmulo de acervo cultural ha sido dominado por un enfoque
de la ciencia cognitivista. La aparición de los sistemas
informáticos y de la inteligencia artificial, han validado
este paradigma de representación de la realidad. La
razón y las ciencias cognitivistas van a la vanguardia en
esta revolución del conocimiento. A pesar de obtener
frutos de esta forma de "ver" el mundo, ahora nos estamos dando
cuenta del peligro de este enfoque. Los descubrimientos
"objetivos" serían más bien una larga historia
recursiva de interpretaciones de sus descubridores. Los objetos
se formarían en la mente de los descubridores como
resultado de la emergencia de coherencia interna, producto de las
interacciones de leves estímulos sensoriales con sus
memorias, reconocimientos y otras funciones cerebrales. Esta
visión del descubridor, se traspasaría al resto de
los espectadores que verán la misma objetividad propuesta
por su descubridor e incorporada en la mente colectiva de la
humanidad.
Actuamos según un marco de referencia que
generamos o aceptamos en nuestra mente, rigiendo y orientando
todo nuestro comportamiento según estos conceptos
paradigmáticos que modifican nuestra percepción,
pensamientos y acciones que originan con ello un proceso de
validación y aceptación de nuestro modelo y
visión del mundo: un libro, un autor, una idea o sistema
de pensamiento, tienen influencia en nosotros, mientras no
incorporemos a nuestra mente nuevos conceptos o modelos de
acción. Prácticamente, los paradigmas o "sistemas
de sumisión", nos afectan directa o indirectamente a causa
de nuestra conciencia asociativa-programada. Sin embargo, esta
misma situación nos da la capacidad de alterar la
"sumisión" paradigmática, pues basta modificar los
conceptos autorreferenciales para percibir el mundo de otra
forma, orientando nuestro comportamiento bajo un nuevo paradigma
del Ser, aun cuando normalmente el individuo no intenta modificar
los conceptos que actúan como dogmas o prejuicios que
suprimen o dificultan su libertad o independencia. Darse cuenta
de este hecho es un factor importante que facilita el cambio,
pues nos da la idea de que a pesar de que aparentemente el modelo
adoptado en un momento pueda parecer correcto y adecuado,
está, como toda proposición, sujeta a cambio de
paradigma dados los nuevos descubrimientos de la conciencia del
Ser. Nuevos puntos de referencia hacen percibir el mismo mundo
desde otros puntos de vista que alteran, por ende, nuestro modo
de actuar frente a él.
La nueva visión de la realidad, del fin de la
representatividad de los objetos, trae consecuencias en las
disciplinas o ciencias de la cultura humana.
Percepción
conexionista-enactiva[5]
Ahora, si consideramos la percepción como un
proceso conexionista-enactivo, por interacción de
elementos objetivos y subjetivos tendríamos:
¿Qué ocurre en un instante de conciencia?
De acuerdo a las últimas investigaciones, sucede un
proceso en cuatro etapas. Por ejemplo, para tomar un lápiz
para escribir. Primero enfocamos la atención a una
intención de escribir; luego, reconocemos
(recordamos o imaginamos) la forma de un lápiz; enseguida,
sincronizamos nuestra mente-cuerpo para tomar el
lápiz; por último, respondemos tomando el
lápiz y termina ese instante de conciencia para comenzar
otro, como es el escribir, olvidando el anterior. Así,
ocurren infinidad de instantes de conciencia, que se van
coordinando en una historia personal. Durante el proceso de la
toma de conciencia ordinaria permanecen ocultas las etapas de
reconocimiento y sincronización mente-cuerpo. De lo
único que somos conscientes, son la intención y
respuesta inmediata.
No nos cabe la menor duda de que estamos, en conciencia
ordinaria, viendo colores, sonidos y formas fuera de nuestro
cuerpo. Entonces, ¿por qué se dice que no existen
los colores, ni sonidos, ni las formas que percibimos
externamente a nosotros, bajo los nuevos conceptos de la
percepción? Esto, no lo podemos entender. Y, aunque nos
den todas las razones de ello, aún seguimos percibiendo
las cosas como habitualmente las hemos visto. Creemos, ahora, con
la comprensión de los procesos autopoiéticos, que
tal proceso de percepción, de una configuración y
forma de la realidad, se debe principalmente a que se genera un
sistema auto-organizativo que mantiene la coherencia de la
realidad en un ámbito comprensible a nuestra conciencia y
que nos permita preservar coherentemente el actuar en la vida
cotidiana. Sin embargo, si salimos de esta configuración
de la realidad comenzamos a percibir que nosotros somos los que
"vemos" y "hacemos" la realidad, entonces comprendemos la
interrogante señalada anteriormente, al comienzo de este
párrafo.
Hemos podido comprobar que si cambiamos nuestras
creencias podemos percibir otra realidad. La nueva creencia es
otro enfoque del mismo fenómeno u otra visión,
desde otro punto de vista. Así, por ejemplo, la forma de
percibir la realidad como una imagen holográfica de
construcción de la imagen de un "objeto mental interno",
cuyo reflejo en la realidad externa se fabrica por el
intérprete cerebral que traduce finalmente la
recepción como un objeto "externo" a él. Para
llegar a esta visión, comencemos por revisar diversos
tópicos que encierran más de una
realidad.
Este proceso genera interferencias de impulsos nerviosos
visuales y acústicos que en el proceso circular de la
energía nerviosa provocan una interferencia vibratoria de
ondas, produciendo con ello un holograma de interferencias, que
al ser interpretado, se despliega en una imagen virtual con
participación de todos los canales sensoriales (vista,
oído, tacto, olfato y gusto). Si se mantiene la coherencia
de los impulsos neurológicos a través de la
estimulación acústica, cada imagen virtual que
aparece, retroalimenta una nueva percepción de
imágenes y una descripción por el
intérprete, transformándose así, en una
historia virtual reconstruida.
El participante percibe continuamente un estímulo
sensorial (música) que produce una conexión
neurológica permanente. Con anterioridad se presenta a
esta estructura (sistema conexionista abierto) un estímulo
sucesivo (imagen) de forma autónoma por el participante.
Durante un momento del tiempo, que dura la sesión, este
sistema se reorganiza "reelaborando sus conexiones"
neurológicas, activándose ambas corrientes
neurológicas frente a la presentación del
auto-estímulo. La nueva presentación de este
auto-estímulo al sistema genera un reconocimiento de
él, emergiendo una configuración global
representativa del modelo presentado.
Percepción
multimodal cognitiva-conexionista-enactiva
Una de las características de la conciencia es su
funcionalidad dual,[6] dependiendo del espacio en
que se encuentre. Al igual que los diferentes estados de la
materia tienen propiedades particulares, la conciencia en cada
uno de los dos espacios, sensorial (ordinario) y
cuántico (complejo) tiene sus propias propiedades.
Quizás esta característica de la conciencia, sea
uno de los principales elementos que tenga incidencia en el
proceso de desarrollo y evolución de la conciencia. La
percepción de cualquier estímulo externo (visual,
auditivo, táctil, etc.) es dual, pues contiene
simultáneamente tanto una estimulación corporal
(ojo, oído, piel, etc.) como una señal de una
función no corporal (visión, audición,
tacto, etc.). "En un principio, no existía el tacto, o la
vista, o el oído, o el movimiento por sí mismos. En
lugar de eso había una sensación del cuerpo a
medida que éste tocaba, veía, oía o se
movía." (El error de Descartes. A. Damasio)
En conciencia sensorial (ordinaria), presenta las
propiedades de adosarse a un envase (cuerpo) con
características propias de la materia, de inmovilidad, de
identidad o pertenencia, de ubicuidad, de temporalidad. En
cambio, la conciencia cuántica de estados alterados (no
ordinarios), adopta propiedades de deslizamiento de su
sensación de envase (cuerpo) con características
aproximadas a la energía, de movilidad, de trascendencia
de la identidad, del espacio y del tiempo. Una
característica importante de la conciencia en ambos
espacios sensorial y cuántico (ordinario y complejo) es
que la fijación de la atención, permite discriminar
la propiedad específica en que nos encontremos. Así
por ejemplo, si nos encontramos en conciencia sensorial
(ordinaria), podemos prestar el foco de atención en un
momento a sentir la conciencia en nuestro cuerpo, o a nuestra
ubicación espacial y temporal, tomando esta experiencia
como real en este campo. En espacios cuánticos
(complejos), podemos prestar atención al cambio de
identidad o trascendencia del espacio y del tiempo y
también considerarla real en este otro campo
transpersonal. En ambos casos, es una experiencia virtual de
observador-participante.
Uno de los aspectos que contempla la visión de la
dualidad de la conciencia, se refiere a la forma de percibir del
cerebro. Se puede primero percibir con los cinco sentidos en
conciencia sensorial (ordinaria) y segundo, se puede percibir con
la estructura cerebral cuántica (u holonómica). Se
sabe que el cerebro puede actuar de dos formas para recordar:
tener localizado la función de la memoria en un lugar del
cerebro o también, tener disperso en todo el cerebro la
función de la memoria (como un holograma). De ahí
que podemos decir, que somos individuos (con sus sentidos) y
también somos seres holoides (con estructura cerebral
holonómica). Esto significa que toda la información
(recuerdos) del universo se encuentra en nuestro cerebro y que en
condiciones especiales (estados alterados) podemos acceder a esta
información. Así, toda la información del
pasado, presente y futuro está contenida en nuestra
estructura cerebral y de hecho nunca estamos desconectados de los
demás. Entonces, todos los recursos ya los tenemos y solo
debemos buscar una forma para extraerlos de nuestro interior.
Esto es lo que persigue la funcionalidad integral de la
conciencia a través de la meditación
cuántica.
Conclusión
Obtener el equilibrio de los dos espacios de la
conciencia (sensorial y cuántico), permite un desarrollo y
evolución de la conciencia saludable, que puede tener
enormes repercusiones en el funcionamiento de la humanidad.
Mantenerse en un solo espacio "es incompatible con un
comportamiento adecuado y con la supervivencia en el mundo
cotidiano". La integración de ambas formas de percibir la
realidad, contribuye a una "salud mental genuina". De ahí
que, desplazar la orientación, de un espacio al otro,
contribuye a un desarrollo sano y eficiente del funcionamiento de
la conciencia. Sin embargo, este no es el paradigma que prevalece
en nuestra cultura hasta ahora. La cultura occidental, ha tenido
por eje en su paradigma de funcionamiento de la conciencia de un
solo espacio (sensorial), con claro predominio en este contexto,
de la materia sobre la energía. La educación,
salud, trabajo y comunicación, están orientadas con
el paradigma de la conciencia como materia. Sin embargo, hay
indicios y esperanzas que esto vaya cambiando en las
próximas décadas. Con el avance de la ciencia y el
reconocimiento de las nuevas formas de vida y aplicaciones de la
tecnología de la conciencia dual, estamos cada vez
más cerca del cambio de paradigma desde la conciencia como
materia (sensorial) hacia la conciencia como energía
(cuántica).
Es sumamente importante, que desde ya se inicie el
proceso de cambio, de adaptarse a la funcionalidad integral de la
conciencia, en todos los ámbitos de la cultura y
educación, en su más amplio sentido. Si esto es
así, traerá profundos cambios en la forma de
percibir y actuar en el mundo del mañana.
Llevar a cabo este salto, no requiere de grandes cambios
tecnológicos en el sentido de incorporar maquinaria y
equipos. Sólo se requiere de un cambio en el modo de
pensar y de hacer las cosas. Es más bien un cambio en la
percepción y enfoque de la atención en el otro
espacio de la conciencia, cuántico, que
históricamente hemos dejado en el olvido. Es volver a
recordar lo que somos y llegaremos a ser.
Bibliografía
Hernández, G. &
Rodríguez,L.M. (2003). Filosofía de la experiencia
y ciencia experimental. México: Fondo de Cultura
Económica.
Peña, O. (2004). El Universo en un
instante de conciencia. Stgo. de Chile: Lom Ediciones
Ltda.
(2006). Cambio de sentido. Santiago de
Chile: Mago Editores.
Punset, E. (2012). El Alma está en
el cerebro. Barcelona: Ediciones Destino S.A.
Varela, F., Thompson, E. y Rosch, E.
(2005). De cuerpo presente. Barcelona: Gedisa.
Wilber, K. (1989). La conciencia sin
fronteras. Barcelona: Kairós.
– (2003). Una teoría de todo.
Barcelona: Kairós.
Autor:
Omar Peña
[1] Una exposición de estas visiones
de la realidad se encuentra en el capítulo
Observación y acción en el conocimiento
científico de los autores G. Hernández y L. M.
Rodríguez, de la obra Filosofía de la experiencia
y ciencia experimental.
[2] Eduardo Punset señala que aunque
los procesos de imaginar o ver son muy similares los sentimos
diferenciados: “cuando imaginamos, efectivamente
está activado el sistema visual, pero se desactiva la
entrada de datos auditivos, somatosensoriales y visuales del
ojo, y se inhiben estas áreas en el cerebro. Si no se
inhiben estas áreas, lo que estamos haciendo es ver.
Todos los sentidos están actuando y nos estamos
preparando para actuar. Sin embargo, cuando imaginamos, hay
zonas “desconectadas”: no se pretende actuar y, por
tanto, sólo se activa parcialmente el sistema
visual.” El Alma está en el cerebro. Eduardo
Punset.
[3] Sensación general de la existencia
del propio cuerpo, no ubica las partes del cuerpo.
[4] Estas etapas pueden asimilarse a los
cuatro cuadrantes de la visión integral de Wilber:
intencionalidad, cultural, cerebral y social.
[5] Generalmente en los sistemas abiertos
sujetos a procesos de emergencia y autopoiesis, la
percepción conexionista y enactiva se dan en forma
paralela. Respecto de la enacción, corresponde a lo
señalado por F. Varela, como el proceso de la conciencia
de una “puesta en obra de un mundo y una mente a partir
de una historia de acciones que un ser realiza en el
mundo”.
[6] Según señala A. Damasio,
cada percepción sensorial genera una señal doble:
una señal corporal, originada desde la entrada del
órgano sensorial y una señal no corporal por la
funcionalidad del sentido estimulado.