Indice
1.
Introducción
2. Ancianidad: Una Cuestión De
Edad
3. Envejecimiento Y
Muerte
4. Las Enfermedades En La
Vejez
5. Etica Médica En La
Enfermedad
6. Aspectos
Psicológicos
7. Asistencia A Los
Ancianos
8. Epílogo
9. Bibliografía
El siguiente estudio se acerca a la ancianidad desde una
perspectiva un tanto profunda en el tema salud y otro tanto
inquisidora en el tema social. No quiere, sin embargo, poner de
manifiesto lo ajeno de la sociedad con
respecto a esta importantísima parte de la misma, sino que
trata de dar una breve descripción de las causas, medios y
consecuencias de la invaluable y desconocida vida de los
ancianos.
La multitud no envejece ni adquiere sabiduría: siempre
permanece en la infancia.
Johann Wolfgang von Goethe
Se es viejo cuando se tiene más alegría por el
pasado que por el futuro.
John Knittel
La iniciativa de la juventud vale
lo que la experiencia de los viejos.
Madame de Knorr
Una vida lograda es un sueño de adolescente realizado en
la edad madura.
Alfred de Vigny
Entenderás más tarde que uno sigue olvidando la
vejez hasta el
mismo umbral de la muerte.
Colette
En los rostros de aquellos que conocimos de jóvenes
reconocemos lo viejos que nos hemos vuelto.
Heinrich Bóll
Teme a la vejez porque nunca viene sola. Canas, argumento son de
edad y no de prudencia.
Platón
La felicidad suprime la vejez.
Frank Kafka
Se echa en cara la juventud el creer que el mundo empieza con
ella. Cierto, pero la vejez cree aún más a menudo
que el mundo acaba con ella. ¿Qué es peor?
Friedrich Hebbel
Cuando se es joven se vive creyendo que uno es lo más
importante en la Tierra;
cuando nos desengañamos de eso a base de golpes, estamos
preparados para vivir el resto de la vida.
Emma Thompson
Todo lo débil es viejo, todo lo fuerte es joven.
Cristina de Suecia
La juventud quiere ser estimada más que ser instruida. Si
la juventud es un defecto, uno se corrige muy pronto de
él.
Johann W. von Goethe
En cuanto el alma pierde la aureola juvenil, los generosos
torneos por el aplauso son sustituidos por las egoístas
competencias
por el dinero.
Santiago Ramón y
Cajal
Juventud y adolescencia
no son sino exceso e ignorancia.
François Villon
La juventud es la edad de los sacrificios desinteresados, de la
ausencia de egoísmo, de los excesos superfluos.
Vicente Blasco Ibáñez
En la boca del viejo todo lo bueno fue, y todo lo malo es.
Baltasar Gracián
Los hombres son como los vinos: la edad agria los malos y mejora
los buenos.
Marco Tulio Cicerón
A medida que un hombre entra
en años, quiere vivir profundamente. Un sentimiento de
triste dignidad invade su alma, y esto es fatal para un
cómico.
Charles Chaplin, Charlot
Los ancianos gustan de darnos buenos preceptos para consolarse de
no poder darnos
malos ejemplos.
François Alexandre, duque de La Rochefoucauld
La vejez no mejora el corazón:
lo endurece.
Lord Chesterfield
Los árboles
más viejos dan los frutos más dulces.
Proverbio Alemán
La juventud es sólo un momento, pero encierra una chispa
que se lleva en el corazón para siempre.
Raisa Gorbachov
La vejez no es una vergüenza… el hombre y
la mujer cuyo
amor, como el
vino, ha adquirido la calidad con los
años, han
obtenido de la vida lo que puede dar de más intenso, de
más delicioso y de más embriagador.
Auclair
La vejez es mala porque priva al hombre de todos los placeres
dejándole los apetitos.
Giacomo Leopardi
Gran libro es la
vejez. ¡Lástima que el hombre tenga que morirse
cuando comienza a leerlo con provecho!
José María de Pereda
Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una
bella vida.
Pitágoras
La vejez conduce a una tranquilidad indiferente que asegura la
paz interior y exterior.
Anatole France
La vejez no significa nada más que dejar de sufrir por el
pasado.
Stefan Zweig
Cuando un anciano fallece, una biblioteca se
quema.
Proverbio africano
2. Ancianidad: Una Cuestión De
Edad
Durante el imperio romano el
límite de la vida oscilaba alrededor de los 23
años; en el siglo pasado, una mujer de 30
años se hallaba en los umbrales de la vejez, y a comienzos
del siglo XX el promedio de vida no pasaba de los 47
años.
Sin embargo, durante los últimos años esa cifra ha
ido en un aumento progresivo y notable: hacia 1930 la expectativa
media para los varones sobrepasaba los 60 años, en 1940
los 63 y en 1970 los 70. En nuestros días, la esperanza de
vida media ha llegado a 81 años en la mujer y 75
años en el varón.
La finitud de la vida humana es probablemente su carácter
más universal. Entre las metas de la medicina,
especialmente a partir del siglo XIX, siempre se ha encontrado su
superación; y en el deseo del hombre se encuentra a lo
largo de toda su historia. Los relatos
bíblicos permiten concluir que en una remota y supuesta
época áurea, sin guerras ni
enfermedades, se
concibieron longevidades como Adán de 930 años,
Matusalén 969, o Noé 950; aunque ya en los
últimos libros del
Antiguo Testamento se citan cifras marcadamente disminuidas
(Moisés 120 años).
Para el mundo científico prolongar la vida humana ha
traído aparejado mantener su salud y ha debido tener
presente el principio ético por el cual dicho
desafío no sea una conquista en sí misma.
La población mayor de 85 años ha
crecido en los últimos 30 años un 231%; mientras
que las tasas de natalidad caen abruptamente, la longevidad
creciente tiene exigencias propias que no pueden desconocerse y
debemos asegurarnos que el alto costo necesario
para llegar a viejo se vea compensado con una calidad de
vida adecuada.
Existen varios motivos para que la idea ancestral de una vida
ilimitada y en buenas condiciones de salud no sea factible. En
primer lugar, el límite biológico de la especie
humana debido a su historia evolutiva. En segundo, la modernidad, si
bien parece producir vidas más placenteras que en el
pasado, no conduce necesariamente a una longevidad feliz; el
progreso técnico se asocia a numerosos peligros y
amenazas: polución ambiental, dietas malsanas,
sedentarismo. En tercer lugar, aunque el desarrollo
tecnológico permite condiciones favorables para la
prolongación de la vida, ellas no son accesibles a
segmentos amplios de la población mundial por oportunidad
y costo.
Uno de los hechos que más preocupa a los especialistas es
que, para el año 2020, siete de los 10 países
más viejos estarán aún en vías de
desarrollo. La
Organización Mundial de la Salud ha llamado la
atención sobre el envejecimiento progresivo
de la población y nos insiste en que debemos asumir esa
transición sin dramatismos. En abril de 1995 la OMS
asumió el reto de concienciar al mundo acerca de los
problemas que
podrían surgir si la población mundial se
hacía cada vez más vieja. Elaboró un
programa
llamado Envejecimiento y Salud que enfatizaba el hecho de que si
este sector gozaba de buena salud, podría contribuir a un
mejor funcionamiento de las sociedades
modernas e insiste en que para lograr una vejez saludable y tener
en este ciclo una buena calidad de vida, lo más importante
es el cuidado de la salud desde la niñez, aunque
también deben intensificarse los esfuerzos por mejorar la
calidad de atención sanitaria destinada a la tercera edad,
un punto que suele descuidarse en favor de los cuidados
médicos de los más jóvenes.
La asociación entre envejecimiento y la muerte en tan
natural que casi es consubstancial a la cultura. El
proceso de
"desvalimiento" en tanto obsolescencia individual y social
caracteriza el "reloj cultural": a medida que se envejece se
espera que cambien las obligaciones,
los papeles y las expectativas. Las limitaciones físicas e
intelectuales hacer sentir su peso.
Así, el proceso de envejecer es aludido ambiguamente: por
un lado como fuente de respeto y
aprecio; por otro, como factor de marginación: se pone de
manifiesto el "rechazo a los viejos". Esta actitud no es
nueva: entre los Shilluks de Nilo Blanco, los jefes ancianos son
matados al primer síntoma de debilidad. Entre los Dinka,
en el sur de Sudán, algunos viejos que tuvieron un rol
importante son enterrados vivos en una ceremonia ritual. Los
Koryak, de Siberia del Norte, matan a los viejos en presencia de
toda la comunidad
después de complicadas ceremonias. Los Chukchee,
estrangulan a los viejos con una anillo en una gran fiesta donde
se bebe, se canta, se baila y se toca el tambor.
Hoy por hoy, aún en las sociedades con estructuras
familiares más cohesionadas, los ancianos significan una
carga no siempre deseada.
Al igual que los niños,
los ancianos constituyen un grupo
vulnerable que obliga a que se les dé un trato
preferencial, ¿supone esto que también se les
dé un trato paternalista tratándose de su salud?.
El grandioso Gabriel García
Márquez nos dice refiriéndose al Dr. Juvenal
Urbino en un pasaje de su vida diaria: "Ya para entonces se
bastaba muy mal de sí mismo, y un resbalón en el
baño que pudo ser fatal lo puso en guardia contra la
ducha. La casa, con ser de las modernas, carecía de la
bañera de peltre con patas de león que era de uso
ordinario en las mansiones de la ciudad antigua. Él la
había hecho quitar con un argumento higiénico: la
bañera era una de las tantas porquerías de los
europeos que sólo se bañaban el último
viernes de cada mes, y lo hacían además dentro del
caldo ensuciado por la misma suciedad que pretendían
sacarse del cuerpo. De modo que mandaron a hacer una batea grande
sobre medidas, de guayacán macizo, donde Fermina Daza
bañaba al esposo con el mismo ritual de los hijos
recién nacidos. El baño se prolongaba más de
una hora, con aguas terciadas en las que habían hervido
hojas de malva y cáscaras de naranjas, y tenía para
él un efecto tan sedante que a veces se quedaba dormido
dentro de la infusión perfumada. Después de
bañarlo, Fermina Daza lo ayudaba a vestirse, le echaba
polvos de talco entre las piernas, le untaba manteca de cacao en
las escaldaduras, le ponía los calzoncillos con tanto amor
como si fueran un pañal, y seguía
vistiéndolo pieza por pieza, desde las medias hasta el
nudo de la corbata con el prendedor de topacio. Los amaneceres
conyugales se apaciguaron, porque él volvió a
asumir la niñez que le habían quitado sus hijos.
Ella, por su parte, terminó en consonancia con el horario
familiar, porque también para ella pasaban los
años: dormía cada vez menos, y antes de cumplir los
setenta despertaba primero que el esposo".
Por supuesto que no todas las personas de la tercera o de la
cuarta edad regresan a la época infantil. Algunas
mantienen lucidez mental y pueden valerse por sí mismas,
es decir, conservan sus capacidad de autodeterminación.
Con ellas el médico no tendrá mayores dificultades.
En cambio, con
otras, con las que han llegado a la situación del Dr.
Juvenal Urbino, la relación médico-paciente y
médico-familia
podrá ser conflictiva. No por el hecho de ser viejo, y por
falta de paciencia de quienes lo rodean, debe ser segregado de su
entorno familiar para confinarlo en un desván, como se
hace con las cosas inservibles e insensibles, para que se las
coman las polillas y el olvido. Sin duda, el problema de la
vejez, más que un problema de salud
pública, es un asunto de carácter social y como
tal debe ser encarado.
Corresponde, pues, no tanto al personal de salud
como sí a la sociedad y al Estado
propiciar los mecanismos que brinden seguridad
social a los ancianos y les permitan que la etapa final de la
existencia transcurra de un manera tranquila, ojalá
viviendo de manera útil, gratificante. "Si el
envejecimiento es un proceso, la vejez es una situación
social".
Las notas que caracterizan el envejecer son:
- Deterioro de los sistemas y
las funciones:
originados por el desgaste de los años
vividos. - Menor adaptabilidad: por disminución de los
mecanismos de reserva de los órganos. - Mayor enfermabilidad: favorecida por la
incrementada vulnerabilidad orgánica y
psíquica. - Disminución del valimiento personal: causado
por la reducción en la capacidad de ser
autónomo. - Tendencia al aislamiento: al no disponer de
suficientes recursos
psicofísicos para permanecer en la corriente social
dominante. - Sensación de acabamiento: sostenido por la
menor vitalidad y disponibilidad personal y la amenaza que
representa la última edad.
En las personas ancianas suele observarse una
declinación de las funciones físicas y cognitivas.
Muchos de estos cambios se deben al proceso de envejecimiento en
sí mismo, pero otros se deben a la presencia de enfermedad
y/o a factores psicosociales. En muchos casos, el envejecimiento
y la patología pueden interactuar.
Evans escribía: " dibujar la distinción entre el
envejecimiento normal y el patológico es como separar lo
indecible de lo inefable".
Cuando un fenómeno es universal, progresivo e
intrínseco (no está influenciado por el ambiente o por
la auto limitación), puede
ser considerado un efecto directamente relacionado con el
envejecimiento. El proceso de envejecimiento normal es
relativamente benigno, ya que se caracteriza por una
declinación gradual de la función de
órganos que mantienen una notable capacidad de reserva. La
tasa de declinación suele variar enormemente entre
individuos y aun entre distintos órganos del mismo
individuo. Por ello, si bien las funciones básicas se
encuentran preservadas, esta homeostasis
puede ser fácil y seriamente perturbada como resultado del
stress o de las
enfermedades. Esto ocurre especialmente en sistemas que requieren
una integración compleja, como por ejemplo las
funciones cognitivas.
La aptitud intelectual de los ancianos sanos tiende a conservarse
en forma adecuada hasta la octava década de la vida. Las
funciones atencionales no muestran cambios significativos. Tanto
la atención sostenida (la vigilancia) como la
atención selectiva (la capacidad de discriminar los
estímulos relevantes de los irrelevantes) se encuentran
relativamente preservadas. Los aspectos fonológico y
semántico del lenguaje no
presentan alteraciones. Sin embargo, el procesamiento del
material de sintaxis compleja resulta afectado, aunque en forma
leve.
Podemos observar, además, cambios mínimos en
la memoria
sensorial y de corto plazo y cambios evidentes en la memoria de largo
plazo más reciente. Estos últimos
obedecerían a dificultades en la búsqueda de la
información y no a problemas en su almacenamiento.
Por último, existe evidencia de que las praxias
constructivas y la capacidad de análisis visuoespacial declinan con la
edad.
Es interesante destacar la influencia de la educación sobre el
grado de deterioro cognitivo. La prevalencia de déficits
cognitivos significativos es mayor en grupos de
ancianos con escaso nivel de educación formal que
en aquellos con más años de estudio. La
educación aumentaría el número y la
complejidad de las conexiones sinápticas, y por ende los
sujetos más instruidos tendrían mayor reserva
funcional.
En la población de edad avanzada, el déficit de las
funciones mentales superiores está entre los más
temidos porque se asocia con la pérdida de
autonomía, de la misma manera que las situaciones de
incapacidad física. Estas
condiciones pueden provocar vivencias de desamparo, impotencia y
depresión.
El bienestar y la calidad de vida se encuentran
intrínsecamente relacionados con la salud, los factores
socioeconómicos y el grado de interacción
social.
La percepción subjetiva de la calidad de vida
es una característica estable asociada con
la
personalidad de los sujetos. En la mayor parte de los
estudios se ha observado que si se controlan los factores antes
mencionados, no hay cambios entre la sensación subjetiva
de bienestar y la edad. La influencia de otros factores
ambientales, así como la de factores genéticos y
constitucionales, es objeto de un renovado interés en
el área de investigación de la
gerontoneuropsiquiatría.
4. Las Enfermedades En La
Vejez
Según la evolución, la enfermedad en el anciano, lo
mismo que en otras edades, puede clasificarse en:
– Enfermedad aguda, de corta duración, con un incremento
en sus atenciones, y que dará lugar, en ocasiones, el
internamiento hospitalario.
– Enfermedad crónica, de larga duración, con curso
estable o con frecuentes descompensaciones, y que pone a prueba
al medio asistencial, tanto al enfermo, como a la familia y a
los recursos sanitarios. Algunas de estas enfermedades se
convierten en invalidantes, con reducción o pérdida
de las capacidades para la movilización o el cuidado
personal. Son numerosas en esta edad, y precisan de un prolongado
esfuerzo asistencial. Una buena proporción de estos
enfermos incapacitados han de ingresar en Centros Residenciales
para dependientes, las Residencias Asistidas.
– Enfermedad terminal, de naturaleza
irreversible, con previsible corto final, aunque a veces
prolongado. Son enfermedades que obligan a planteamientos
asistenciales específicos, tanto en los domicilios y
residencias como en las Unidades de Paliativos.
No hay enfermedades exclusivas de la vejez, pero sí
existen ciertas enfermedades y procesos que
aparecen de modo prevalente en esta edad y con unas
características diferenciales bien definidas. Resulta
obligado destacar al Complejo en O de la Geriatría, tal y
como lo señalaba hace dos décadas Cape. Este lo
constituyen la incontinencia, la confusión mental, los
deterioros de la homeostasis, las caídas y los trastornos
iatrogénicos. También Isaacs denominaba los
Gigantes de la Geriatría a la inmovilidad, a la
inestabilidad, a la incontinencia y al deterioro cognitivo. Y
sostenía que poseían de común el que
tenían una causalidad múltiple, un curso
crónico, una privación de la independencia
y una terapéutica compleja. Un simple examen de estos
cuadros permite reconocer el hecho básico de que su
presentación se hace principalmente en la edad avanzada y
que su desarrollo, tratamiento y cuidados son distintos a cuando
suceden en otra época de la vida. Como ejemplo
tómense tres de ellos: la incontinencia, las caídas
y la confusión mental. Cualquiera de ellos pueden ser
considerados procesos edad-dependientes, y su prevalencia en la
patología geriátrica es muy elevada. La
incontinencia, a partir de los 80 años, en la mujer, la
padecen una cuarta parte de la población, más en la
institucionalizada. Las caídas, de intrincada
etiología, donde se añaden a trastornos
intrínsecos los del entorno, son el origen de las
fracturas y de la mayor parte de la hospitalización
traumatológica junto a los accidentes de
automóvil. La confusión mental o delirium es un
proceso que acompaña comúnmente a los ancianos
cuando se encuentran hospitalizados por cualquier motivo, y
condicionan un notable incremento en las medidas
terapéuticas y en su cuidado.
Las enfermedades que poseen una más frecuente
presentación en los ancianos son las degenerativas, las
tumorales, las infecciosas, las autoinmunitarias, las
disregulativas, las traumáticas y las iatrogénicas.
Las degenerativas tienen por base principalmente la
ateroesclerosis y buena parte de las cardiocirculatorias
pertenecen a este grupo. Han cobrado gran importancia en las
últimas décadas las enfermedades degenerativas
cerebrales. De ellas la enfermedad de Alzheimer es
la más conocida, aunque hay que situar entre ellas a la
demencia frontal, la demencia por cuerpos de Lewy, la enfermedad
de Parkinson y a los procesos degenerativos
multisistémicos encefálicos.
Cuando se examinan por órganos, sistemas y aparatos, los
cuadros patológicos que más a menudo aparecen en el
anciano son:
– Aparato
digestivo: reflujo gastroesofágico, ulcera
gastroduodenal, colecistopatía calculosa, colecistitis,
cáncer de colon.
– Aparato
respiratorio: neumonía, gripe, bronquitis
crónica, enfisema, EPOC, cáncer de
pulmón.
– Aparato cardiocirculatorio; infarto de miocardio, angina de
pecho, insuficiencia cardíaca, enfermedad embólica,
hipertensión, hipotensión ortostática,
arterioesclerosis obliterante, tromboflebitis, síndrome
varicoso.
– Sistema Nervioso:
síndrome demencial, enfermedad de Parkinson, ictus
cerebrales con hemiplejías, epilepsia, neuropatías
periféricas.
– Aparato sensorial: cataratas, glaucoma, sordera,
síndrome vertiginoso.
– Aparato urinario: hiperplasia prostática, incontinencia
urinaria, infecciones urinarias, cáncer de
próstata, litiasis urinaria, cáncer de vejiga,
insuficiencia renal.
– Sistema
osteoarticular: Artrosis, fracturas, osteoporosis,
artritis metabólicas, enfermedad de Paget.
– Enfermedades endocrinas y metabólicas: Diabetes,
hipotiroidismo, deshidratación, hipokalemia, obesidad,
malnutrición.
– Sistema psíquico: depresión, ansiedad,
síndromes delirantes.
5. Etica Médica En La
Enfermedad
El principio de beneficencia, que obliga al
médico, hace relación al servicio que
debe prestarle al paciente para favorecer SUS mejores intereses
que son, sin duda, su vida, su salud y su felicidad. Sucede, no
obstante, que esos, que son bienes
preciados para el individuo y valores
morales para el médico, pierden valencia y sentido
para el anciano, a tal punto que los desdeña, que los mira
con indiferencia, o no los quiere conservar. Una enfermedad
insoportable, o el simple hastío de vivir, son factores
que afectan el ánimo del viejo y conspiran
desfavorablemente para que el médico cumpla con éxito
su labor beneficiosa. Se trata de pacientes en plena lucidez
mental, con absoluto conocimiento
de causa, que se niegan a colaborar con su curador y, mejor,
imploran que éste les facilite los medios para alcanzar su
deseo, que no es otro que precipitar el final. Aquí entra
en juego el
discutido "paternalismo", pues si el médico acatara el
principio de autonomía, es decir, la
autodeterminación de su paciente, no le quedaría
otro camino que complacerlo, bien mediante la eutanasia o
bien mediante el suicidio
asistido, procedimientos
ambos que unos defienden y otros rechazan. Lo cierto es que
frente a este dilema, el médico debe optar por acercarse
espiritualmente a su paciente, ser amigo antes que médico,
o, mejor, ser amigo-médico, y compartir con él su
angustia existencial. Esa forma de amistad tiene
mucho de paternalismo, lo cual puede ser muy útil, pues el
sentir la compañía y el apoyo de "alguien" en
momentos tan difíciles, es sentirse amparado, protegido,
como se siente el niño cuando su padre lo abraza. Es
probable que esta actitud paternalista haga reflexionar al
paciente acerca de su deseo fatalista y le incline por otra
determinación menos radical. Mitigar el dolor espiritual y
hacer cambiar así la decisión, es, ciertamente, una
actitud humanitaria, paternalista. No creo que pueda
descalificarse tal proceder, no obstante aparente reñir
con el derecho de autonomía, interpretado como un
principio categórico, apodíctico. Dice Jay Katz que
"el derecho a la autodeterminación es el derecho del
individuo a tomar sus propias decisiones sin que otros se
entremetan". En circunstancias como las que pueden contemplarse,
podría defenderse la actitud paternalista aduciendo que
una persona adolorida
física y espiritualmente carece de autonomía
psicológica, la cual es indispensable para reflexionar de
manera correcta. El entremetimiento, entonces, tendría
validez moral.
Pero, si ese entremetimiento fracasa y el paciente persiste en su
deseo de morir, ¿qué debe hacer el médico?
No sería correcto abandonarlo a su propia suerte.
Habría entonces que buscar el apoyo de otro profesional
(psicólogo, psiquiatra, sacerdote) o de varios a la vez,
si se cuenta con recursos para ello. Asimismo, sería
prudente la permanencia del enfermo en el sitio más
adecuado a su situación, donde encuentre apoyo
médico y calor humano.
El manejo del dolor -del dolor físico- se ha convertido
hoy en una especialidad, de gran ayuda en los estados terminales
de una enfermedad. Puede advertirse que en situaciones tales el
humanitarismo médico desempeña un papel
trascendental. Razón existe para que se lo tenga como la
principal virtud de las muchas que debe poseer el personal
sanitario.
El anciano debe realizar un trabajo interno que le
permita aceptar la propia historia como la única posible y
comienza a comprender más profundamente la vida; comprende
"lo que soy yo" y "lo que son los demás", adquiriendo un
nuevo grado de madurez psicológica.
El grado de desarrollo de la personalidad
influye en cómo el individuo enfrenta los cambios de la
vejez (declinación física, jubilación,
pérdida de status, de las relaciones sociales) y un yo
fortalecido permitiría una buena vejez; dejando entrever
los procesos de duelo característicos.
La identidad debe
reestructurarse nuevamente en medio de una crisis
abatidora: integridad vs. Desesperanza (respecto a la muerte).
Aquí se ponen en juego dos percepciones de la misma: la
correcta dejaría ver a la muerte como el final del camino
recorrido, mientras que una percepción errónea la
vería como una interrupción en el camino, como algo
que todavía se puede cambiar.
Siendo conscientes de los cambios biológicos sucedidos y
de la menor capacidad de reacción, los ancianos comienzan
a responder a los estímulos más lentamente para
evitar errores; sin que esto provoque que les importe el
éxito, la fama ni la efectividad de los actos. Estos
cambios biológicos captan su atención y pierden a
conexión con el mundo externo: se concentran en los
cambios a los que está sometido su cuerpo.
La sexualidad
comienza a vivirse de otra manera: mientras que en la mujer
aparece la menopausia, trayendo aparejado varios cambios
hormonales, le aparecen manchas, más arrugas y diminuye la
lubricación vaginal (lo que trae como consecuencia
relaciones sexuales más dolorosas); en el hombre disminuye
la testosterona, pierde pelos; la eyaculación se vuelve
más lenta y distanciada y disminuye el impulso sexual.
A pesar de todo esto, igual viven su sexualidad (nunca somos
seres asexuados, pero la sexualidad se va modificando a lo largo
de la vida)
Los cambios se producen rápidamente y hay poco tiempo para
asimilarlos. Se confronta con la realidad biológica y la
acepta. La aceptación significa asumirla responsablemente,
lo que implica autocuidado.
Abuelidad: última fase de la parentalidad.
Aquí se pone en juego el sentido de trascendencia. El rol
de abuelo es el más importante en la ancianidad, va a
modificar la personalidad del anciano.
Las características sobresalientes que se ven del abuelo
lo enumeran como: sabio, respetuoso, representante del pasado de
la familia. Es un educador, pero no de la misma manera que el
padre, sino que en una relación más libre y los
niños tienden a la idealización con el abuelo,
quienes son portadores del mundo ético.
Generacionalmente se da una alianza nieto-abuelo, desplazando a
los padres a veces con un poco de hostilidad; el sentido de
trascendencia se hace mucho más notorio en los nietos que
en los hijos.
Funciones de la abuelidad:
- Gratificadora: por la idealización del nieto
aún ante tanta pérdida. Hay consentimiento
mutuo ® no
hay hostilidad.
El nieto colabora en el sentido de trascendencia, de
dejar algo en este mundo.
El tener un nieto los ayuda a mantenerse vinculados con la
realidad. Además, pasa a ser su rol en la ancianidad (ser
abuelos).
- Reparadora: pueden reparar con los nietos aspectos
negativos que cometieron con los hijos. Ej: tolerancia (no
es sólo por sabiduría). Se puede compensar entre
el rol parental y de ancianidad. - De continuidad: (de trascendencia)
El nieto representa el sentido de la vida y
también la muerte cercana. Representa la trascendencia
(fuente de descendencia).
Para aceptar a muerte se debe reconocer que la existencia de
hijos y nietos es totalmente diferente a la muerte, que existen
no para evitarla, sino para trascender.
Relación de pareja: están juntos, compartieron toda
una historia y ya no les queda mucho. Aparece el fantasma de la
viudez, y
sienten que ya no les queda mucho por compartir.
Se logra una mejor adaptación a todos los cambios si han
logrado una diferenciación (intimidad), una identidad de
pareja.
La convivencia diaria aumenta considerablemente, lo que obliga a
que la rutina diaria debe sufrir un cambio importante, se tiene
que crear espacios mutuos y para lograrlo la pareja necesita
pasar por discusiones, que los ayude a resolver los conflictos
sobre la privacidad que aparecieron en este etapa.
Las restricciones económicas implican un cambio de vida
bastante brusco ®
desesperanza, angustia, temor, sentimiento de
vulnerabilidad física y económica
® fuerte
sentimiento de dependencia
Comienzan a dejarse de lado las relaciones sociales y se vuelcan
sobre la familia y el barrio.
Con respecto a la sexualidad en la pareja, se persigue el
contacto con el otro más que el sexo.
Prefieren un encuentro cercano con el otro mediante otras
maneras. Y aunque los impulsos agresivos son más fuertes
porque hay manejo de la expresión de la agresividad como
algo constructivo, ya que se sabe que el amor
persiste.
La tarea principal de la relación de pareja es la
preparación para la muerte cercana. El duelo con la muerte
de un par es el más doloroso y largo. Si son muy unidos,
la mitad que ha quedado viva muere al año siguiente.
Logro de identidad: aceptar el logro de pareja como la
única posible. Implica aceptar aspectos positivos y
negativos, recordarlo como una
historia, con satisfacción.
7. Asistencia A Los Ancianos
Es importante considerar la asistencia a los ancianos,
ya sea un familiar o un asistente profesional. Es correcto
destacar algunas formas para promover la salud mental en
los ancianos, como por ejemplo:
- Motivar el contacto social con amigos y familiares a
través de visitas, llamadas telefónicas o
cartas - Organizar momentos alegres como fiestas o
excursiones - Ayudarle a iniciarse en un nuevo hobby o revivir
viejos pasatiempos favoritos - Escuchar, hablar, y compartir
sentimientos - Asegurarle su privacidad
- Tratarle con respeto, no como un pequeño
niño que no puede pensar por sí mismo - Motivarle a ejercitarse y moverse
- Encontrar maneras en que pueda ser útil a
otros - Tratar de mantener abiertas las líneas de
comunicación
Hay estudios que muestran que el tiempo de
reacción de las personas mayores puede ser lento, pero que
aún pueden aprender. Los familiares y amigos tienen que
tener paciencia al esperar respuestas. Es importante recordar que
la memoria temporal puede no ser lo que fue un día.
El cerebro ayuda a
conectarse al mundo exterior. Nuestras experiencias pueden tener
mayor significado si podemos procesar y comprender lo que vemos,
oímos y absorbemos a través de nuestros
sentidos.
Algunas veces a las personas mayores se les etiqueta
incorrectamente como "seniles"; el malentendido es que ya no
pueden pensar por sí mismos. Sin embargo, generalmente,
las personas mayores continúan haciendo buen uso de sus
poderes creativos, y de la misma forma que sucede con otras
partes del cuerpo, el cerebro funciona mejor si se le usa
regularmente.
El aprendizaje
continuado es el proceso de explorar nuevas ideas, ya sea a
través de la lectura,
escuchando radio o televisión, intentando un nuevo hobby o
pasatiempo, o probando una nueva receta de cocina. Puede incluir
conversación estimulante con amigos y la familia. En
resumen, es la disposición de seguir explorando las tantas
aventuras que la vida puede ofrecer. Los beneficios del aprendizaje
continuado incluyen un mayor entusiasmo por la vida, menos
aburrimiento y depresión, un mayor sentimiento de estima y
respeto propios, más interés en el mundo que nos
rodea, y nuevas ideas que compartir con la familia y amigos.
Las siguientes actividades son especialmente indicadas para
aquellos ancianos que viven en casa:
- coser o tejer
- llamar a amigos por teléfono
- cuidar de un niño por un tiempo
- escribirse con personas en otros lugares
- leer a grupos de niños en escuelas
elementales - guardar sellos de correo para otros
coleccionistas - escribir sus recetas favoritas en tarjetas y
compartirlas con otros - leer libros, revistas, periódicos
- resolver acertijos, crucigramas, hacer
rompecabezas - intentar algún arte:
caligrafía, pintura,
dibujo - escribir o grabar sus memorias,
poemas o
pensamientos - mantener un libro de chistes
- cuidar de alguna mascota o plantas
- escuchar música
suave - tomar cursos por
correspondencia - tocar un instrumento musical
- empezar o re-acondicionar un álbum familiar de
fotografías - servir como voluntario en bibliotecas,
hospitales, museos, escuelas - hornear pasteles o pan para sí mismo y para
otros - planificar una comida por contribución en su
casa - visitar o servir como tutor a niños y
jóvenes - pasar documentos a
máquina para sí mismo y para otros - participar por teléfono en programas de
radio - aprender a usar una computadora
En estos días tumultuosos pensar en la ancianidad
como un real problema social se hace bastante difícil;
nuestra sociedad anda errabunda llegando a los puertos de todos
los conflictos sociales, y, como era de esperarse, los pobres
viejos no escapan del martirio de una implacable mano injusta que
dicta sentencia a cuatro voces: LOS VIEJOS NO TIENEN
ATENCIÓN MEDICA. Una vez más, la economía y la
política
son causa directa de una vida miserable para tantos ancianos como
da a lugar nuestro país.
En el noticiero de las 00 hs. vi a un señor muy mayor,
apenas si podía hablar. Estaba con su señora, ambos
esperando por la atención de un médico que curara
sus males. Este hombre tenía un ojo vendado desde
hacía ya mucho tiempo y casi resignado decía al
periodista: "Cada vez que voy al médico pienso que me van
a sacar la venda y me van a dar los remedios, pero el Dr. nunca
está, nunca me atienden. Y bueno, qué v’
hacer: paciencia". Si, paciencia para soportar la injusticia de
nuestra propia gente.
Sólo me queda una pregunta por hacer: todos estos
políticos y economistas que dejan a todos nuestros viejos
desamparados, ¿se darán cuenta de que pronto
serán ellos los viejos?
Una vez más, la bellísima pluma del Sr.
García Márquez:
"Lo despertó la tristeza. No la que había sentido
en la mañana ante el cadáver del amigo, sino la
niebla invisible que le saturaba el alma después de la
siesta, y que él interpretaba como una notificación
divina de que estaba viviendo sus últimos atardeceres.
Hasta los cincuenta años no había sido consciente
del tamaño y el peso y el estado de
sus vísceras. Poco a poco, mientras yacía con los
ojos cerrados después de la siesta diaria había ido
sintiéndolas dentro, una a una, sintiendo hasta la forma
de su corazón insomne, su hígado misterioso, su
páncreas hermético, y había ido descubriendo
que hasta las personas más viejas eran menores que
él, y que había terminado por ser el único
sobreviviente de los legendarios retratos de grupo de su
generación. Cuando se dio cuenta de sus primeros olvidos,
apeló a un recurso que le había oído a uno
de sus maestros en la Escuela de
Medicina: «El que no tiene memoria se hace una de
papel». Sin embargo, fue una ilusión efímera,
pues había llegado al extremo de olvidar lo que
querían decir las notas recordatorias que se metía
en los bolsillos, recorría la casa buscando los lentes que
tenía puestos, volvía a darle vueltas a la llave
después de haber cerrado las puertas, y perdía el
hilo de la lectura porque
olvidaba las premisas de los argumentos o la filiación de
los personajes. Pero lo que más le inquietaba era la
desconfianza que tenía en su propia razón: poco a
poco, en un naufragio ineluctable, sentía que iba
perdiendo el sentido de la justicia.
Por pura experiencia, aunque sin fundamento científico, el
doctor Juvenal Urbino sabía que la mayoría de las
enfermedades mortales tenían un olor propio, pero ninguno
tan específico como el de la vejez. Lo percibía en
los cadáveres abiertos en canal en la mesa de
disección, lo reconocía hasta en los pacientes que
mejor disimulaban la edad, y en el sudor de su propia ropa y en
la respiración inerme de su esposa dormida. De
no ser lo que era en esencia, un cristiano a la antigua, tal vez
hubiera estado de acuerdo con Jeremlah de Saint-Amour en que la
vejez era un estado indecente que debía impedirse a
tiempo. El único consuelo, aun para alguien como él
que había sido un buen hombre de cama, era la
extinción lenta y piadosa del apetito venéreo: la
paz sexual. A los ochenta y un años tenía bastante
lucidez para darse cuenta de que estaba prendido a este mundo por
unas hilachas tenues que podían romperse sin dolor con un
simple cambio de posición durante el sueño, y si
hacía lo posible para mantenerlas era por el terror de no
encontrar a Dios en la oscuridad de la muerte".
- Materazzi, M. A. – Salud Mental. Enfoque
transdisciplinario - Guijarro, J. L. – Las enfermedades en la
ancianidad - Fernández Cruz, A. – El libro de la
salud - Lolas Stepke, Fernando – Bioética
del cuidado en la ancianidad - Astudillo Alarcón, W. – El cuidado
paliativo en los ancianos - Dr. Vicario, A. y Dr. Taragano, F. – Sobre la
vejez, el corazón y el cerebro - La Nación digital
- Monografías.com
- Rodríguez, A. –
Geriatría - Ética médica y ancianidad
- Páginas varias de Internet
- García Márquez, G. – El amor en
los tiempos de cólera
Autor:
Doormann Bermúdez, Flavia Sandra Selene