Salinas: reflexiones en torno a la historia de un municipio de Puerto Rico
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Reflexiones en torno a la historia de
Salinas
Un municipio
puertorriqueño (Extracto)
Una mirada al pasado puede ayudar a comprender el
presente, pues el pasado forma parte del conjunto de
circunstancias que lo rodean. Sin memoria, el ser humano no tiene
capacidad para sobrevivir, generar cambios, ni comprender su
propia naturaleza. Ejercitar y recuperar un pedacito de la
memoria histórica puertorriqueña es el objetivo de
este ensayo.
Este escrito es una breve reflexión sobre la
historia de la comarca de Salinas del Abeyno. El propósito
es destacar algunas ideas que se desprenden de los hechos que
narran las fuentes históricas hasta ahora consultadas.
Intencionalmente busco un significado existencial
histórico para la gente de mi pueblo, cuyas caras aun
cuando son desconocidas, se identifican por asociación y
por enigmáticos rasgos de identidad.
1
La historia de Salinas comienza de la mano de un proceso
de conquista y colonización. Su origen remoto está
ligado a la violencia que generó el conflicto entre
europeos y amerindios, cuando los primeros se apoderaron a la
fuerza de la hacienda, libertad y vida de los antiguos habitantes
de Boriquén. Esa historia de violencia y terrorismo
causó la destrucción de la sociedad taína,
el robo de sus tierras y cultivos, la esclavización de
indígenas y africanos, la cristianización forzada
de los esclavizados y el exterminio físico de los
borincanos.
Estudios arqueológicos dan cuenta de
asentamientos humanos en la zona de Salinas en el año 300
a. C. Documentos de la conquista citados por nuestros
historiadores, sugieren que en el territorio donde hoy se asienta
el municipio de Salinas existió una región cacical
llamada Abeyno regida por un cacique taíno, cuyo nombre, a
los oídos de los españoles sonaba Abey, Yabey o
Yavey. Es usual en la toponimia de todas las culturas que los
lugares adopten el nombre de algún personaje vinculado con
el mismo. Quizás por eso, en algunas crónicas de la
conquista el nombre Abey figura como topónimo del
río, la bahía y las salinas de la comarca.
Crónicas, dicho sea de paso, escritas después de la
guerra taíno-española de 1511, es decir,
después de la captura y destierro del Cacique Abey a Santo
Domingo, decretado por Diego Colón.
2
Un factor sobresaliente que ocurre a partir de la
imposición del sistema colonial europeo fue la
transformación demográfica causada por la
destrucción de los yucayeques taínos, la
inmigración forzada de africanos negros y la llegada de
inmigrantes de otras regiones del planeta. El contacto y la
mezcla entre aborígenes, españoles, negros e
individuos de otras nacionalidades fue un ingrediente decisivo en
la formación de la identidad
puertorriqueña.
Tras tres siglos de historia, el perfil
demográfico de Salinas es típicamente
puertorriqueño. La mayoría de las familias
salinenses tienen entre sus miembros individuos con diversos
matices de piel. Las personas de piel negra y mulata predominan
en las comunidades costeras, mientras que en las comunidades de
altura predominan los individuos de piel blanca o parda. Pero en
conjunto, Salinas es un pueblo con una rica y fecunda mezcla
racial.
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La historia de Salinas ha girado esencialmente alrededor
del uso y la tenencia de la tierra, y como secuela, del comercio
lícito e ilícito de mercancías por sus
costas. Durante todos estos siglos, las llanuras y montes del sur
han determinado las condiciones económicas, sociales y
políticas de la comarca de Salinas. En una primera
época, predominó el sistema de hatos y estancias,
siendo la cría de animales el principal sector productivo.
Existían terrenos baldíos y de aprovechamiento
común y la producción agrícola era
mayormente de subsistencia. En la etapa siguiente predominaron el
latifundio y el monocultivo combinado con un sistema de colonos
cañeros dependientes de la industria azucarera.
Actualmente unas 15 mil cuerdas de terreno son de uso militar y
las tierras restantes no protegidas están en la mira de
especuladores de bienes raíces y desarrolladores urbanos,
que amenazan con destruir las tierras cultivables y sembrar de
cemento todo el llano costero. La actividad económica de
cada época generó prácticas de
tráfico comercial legal e ilegal en torno a las cuales
giró el acontecer de la comunidad.
A partir del siglo 16 la costa sur de Puerto Rico fue el
lugar preferido para el contrabando de mercancías y las
costas de Las Salinas lugar frecuentado para llevar a cabo
transacciones comerciales ilícitas, usualmente con la
confabulación de las autoridades. Los hatos eran la
operación económica principal y la morada de los
pobladores. La población estaba dispersa por toda la
región. Una ermita enclavada en la comarca desde 1690,
reunía a los vecinos ocasionalmente para los servicios
religiosos. Con toda probabilidad, en torno a dicha ermita
comenzó a formarse el núcleo poblacional del que
dieran cuenta en 1775 y 1776, Fernando Miyares y Fray
Iñigo Abbad.
Fue el contrabando lo que consolidó el
caserío de las Salinas de Coamo, puesto que para realizar
las operaciones de compra y venta, almacenaje y
transportación de mercancías, era imprescindible la
existencia de vecinos en el litoral. La actividad contrabandista
era olfateada por piratas y corsarios deseosos de robar y
saquear. Como ejemplo, en 1803 una embarcación inglesa
atacó Las Salinas de Coamo. El navío corsario
entró a la Bahía de Abey, le robo mercancías
a una fragata francesa e intento desembarcar con la
intención de saquear el poblado. La férrea ofensiva
de los vecinos provocó la huída de los
ingleses.
Varios sucesos ocurridos en la primera mitad del siglo
19 impulsarán finalmente la fundación del municipio
de Salinas. La legislación para la repartición de
terrenos baldíos, la Cédula de Gracia y la apertura
al comercio con otros países, crearon las condiciones que
desembocaron en el establecimiento de la
municipalidad.
El establecimiento oficial de la aduana del Puerto de
Salinas a principios del siglo 19, cuando España
perdía todas sus colonias continentales, y permitía
el comercio con Inglaterra y los Estados Unidos, propició
el proceso de municipalización del barrio Las Salinas de
Coamo, de igual manera que en el siglo 20, el puerto de la
Central Aguirre fue factor importante en el progreso y desarrollo
del municipio.
La Cédula de Gracia abre las puertas del
país a inmigrantes de otras latitudes. La mayoría
de estos inmigrantes llegaron con destrezas y capitales, que los
colocaban en ventaja sobre los habitantes de Las Salinas. Su
creciente poder económico los colocó en
posición de influir en las autoridades de Coamo, y de
enfrentarse a ellas ante el gobierno central. También se
constituyeron en la nueva casta de hacendados y mercaderes, que
se beneficiaban del contrabando y de la explotación de las
tierras. La repartición de terrenos baldíos,
controlada por el alcalde de Coamo, fue un proceso basado en
favoritismos, amiguismos y parentesco no exento de
prácticas corruptas. Oportunos lazos matrimoniales y de
negocios beneficiaron a los nuevos inmigrantes, que pronto
accedieron, no solo a la repartición de terrenos, sino que
pasaron también a ocupar puestos civiles y militares en el
partido de Coamo.
Los recién llegados contribuyeron al desarrollo
de la economía de la región y se beneficiaron de
los decretos, legalizando el comercio con países como Gran
Bretaña y los Estados Unidos. Aportaron conocimientos,
capitales y experiencias. Ayudaron a modernizar la agricultura y
el comercio, y contribuyeron al desarrollo cultural de la
región. Su mayor contribución fue la
fundación de la corporación municipal. La
fundación de la municipalidad daba a este grupo de
hacendados el control sobre la repartición de tierras, la
administración de la justicia, el cobro de tributos y el
control sobre las milicias, entre otras cosas. Aunque la
fundación de la municipalidad era parte de las gestiones
para favorecer sus negocios mercantilistas y haciendas, estos
inmigrantes concretizaron con la creación del municipio
una identidad regional sureña que enriqueció la
idiosincrasia puertorriqueña.
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La creación del Municipio de Salinas
confrontó dificultades económicas que causaron la
interrupción del proceso en 1847. En 1840 se había
nombrado un Capitán Poblador, según consta en
documentos del Archivo General de Puerto Rico, fechados en marzo
de dicho año. El nombramiento de un Capitán
Poblador con atribuciones de alcalde e instrucciones para
constituir la Junta de Vecinos supone que el barrio de Las
Salinas fue declarado pueblo independiente de Coamo antes de
marzo de 1840, quizás en los últimos meses de 1839.
Una vez declarado pueblo y establecida la Junta de Vecinos el 22
de julio de 1841, al nuevo municipio le correspondía
cumplir con todos los requisitos que mandaban las leyes
españolas.Una prolongada sequía que se
inició en 1840, puso en aprietos financieros a los
estancieros y hacendados e impidió momentáneamente
a la Junta de Vecinos cumplir con los requerimientos dispuestos
en la creación de nuevos pueblos. En medio de la crisis
solicitaron la posposición del proceso, según
consta en el primer libro de actas de la Junta. El proceso
fundacional continuó hasta julio de 1847, cuando una Real
Orden, desconociendo el proceso fundacional, dispuso que el
barrio de las Salinas se segregara de Coamo y se anexara a
Guayama. Sin embargo, un grupo de 30 hacendados expresó su
voluntad de restablecer el municipio y solicitó que se
suspendiera la anexión a Guayama. Dicha solicitud fue
concedida en 1850, y en 1851 se restableció el municipio.
A partir de entonces, se consolidó su desarrollo en torno
a las riquezas agropecuarias, a pesar de que en las
décadas subsiguientes la economía de Puerto Rico se
estancó debido a la falta de créditos, la escasez
de mano de obra y el limitado acceso a mercados
exteriores.
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El dominio colonial español dejó grandes
desigualdades sociales. Salinas no era la excepción en los
problemas de acaparamiento de tierras, el encarecimiento de la
posesión de esclavos, la imposición del
régimen de la libreta, las enfermedades endémicas y
la falta de instrucción. Incondicionales y liberales,
miembros de las familias pudientes, libraban sus batallas
políticas frente a una masa desposeída y condenada
a la ignorancia.
La invasión estadounidense del 1898 se consuma en
Salinas el 30 de septiembre de ese año. Para algunos, este
acontecimiento abrigaba una posibilidad y una esperanza de
cambio; otros simplemente festejaban la derrota de los
españoles y unos pocos sospecharon de las intenciones
imperiales de los Estados Unidos. En realidad, para la
mayoría de los salinenses, la primera mitad del siglo 20
significó más de lo mismo: pobreza,
desnutrición, analfabetismo y enfermedad. Para los que
ostentaban el poder económico previo a la invasión,
representó la ruina y la virtual desaparición del
panorama salinense. Casi todas las familias que durante la
segunda mitad del Siglo 19 fueron las protagonistas de la
creación del municipio y las propietarias de las riquezas,
perdieron su preeminencia y finalmente muchos de ellos o sus
descendientes emigraron de Salinas. No solo las medidas
económicas implantada los estadounidenses menguaron su
riqueza sino que también la base de su poder
político se afectó cuando en 1902, una ley
promovida por las autoridades de los Estados Unidos en Puerto
Rico, suprimió el municipio de Salinas y lo anexo a
Guayama hasta 1905.
6
Aunque la caña de azúcar era el principal
cultivo de la región antes de la invasión
estadounidense, fue durante la primera mitad del Siglo 20 que
reinó la industria azucarera en Salinas. Se
organizó un régimen agrícola caracterizado
por la inversión de capitales extranjeros, la
exportación de la ganancia, el latifundio y el
monocultivo. En este periodo existieron en Salinas dos centrales
azucareras: la Central Aguirre y la Central Caribe. En 1899, se
organiza la Central Aguirre, que llegó a ser el segundo
productor azucarero del país. El sistema de colonos puso a
todos los propietarios de fincas a trabajar para la Central.
Mientras tanto, ocurría un nuevo proceso de acaparamiento
protagonizado principalmente por Manuel González y la
Central Aguirre.
Cientos de trabajadores de todas partes de Puerto Rico
migraron a Salinas en busca de trabajo y en poco tiempo la
población se triplicó. Los obreros de la
caña se aglomeraron con sus familias en los alrededores de
la Central, creando la barriada El Coquí y luego del
huracán de 1928, la barriada San Felipe. Mientras, en el
"company town" de la Central, se estableció el sistema
segregacionista del sur de los Estados Unidos. Los
puertorriqueños que podían vivir en el poblado
corporativo, usualmente eran personas que rendían labores
profesionales, trabajos diestros o servicios domésticos.
En poco tiempo, una masa de trabajadores cambió por
completo la fisonomía social y política de Salinas.
Surgieron los movimientos obreros y se suscitaron huelgas y paros
violentamente reprimidos, que convulsionaron la región y
el país.
El auge de la industria azucarera le permitió al
gobierno municipal de Salinas desarrollar infraestructuras y
servicios, hasta entonces inexistentes. La construcción de
un hospital en 1908 y el establecimiento de una escuela superior
en 1925 se contaron entre las obras de mayor envergadura. En esa
época, el casco urbano adquirió la fisonomía
que aún conserva, donde se destacan, además del
templo católico, una espaciosa plaza de recreo y una
elegante casa alcaldía.
En las dos primeras décadas del siglo 20, los
hacendados dominaron la política en Salinas, a
través del Partido Unionista. Mientras tanto, la
Federación Libre de Trabajadores (FLT) predicaba los
principios socialistas entre los obreros. Los grupos que
constituían los empleados más cercanos a los
dueños de las centrales y al gobierno federal, eran
usualmente seguidores del Partido Republicano. El Partido
Socialista cobró fuerza en Salinas en la década de
1930 y se constituyó en el grupo político
mayoritario. Apoyada por esa mayoría, la contradictoria
coalición doctrinaria entre socialistas y republicanos
logró colocar en la dirección del municipio a los
líderes locales de la Federación Libre de
Trabajadores. Esa contradicción sembró la semilla
de la decadencia de la FLT. Convertido en un sindicato
empresarial, perdió la confianza de los trabajadores de la
caña en la región sur. La semilla socialista
sembrado por la FLT, posteriormente la aprovecha el Partido
Popular Democrático con sus prédicas de justicia
social. La mayoría de la población continuaba
viviendo en la pobreza, sin techo propio, sin educación y
en condiciones higiénicas deplorables,
A partir de 1940, la historia de Salinas va de la mano
de la modernización de Puerto Rico y del estancamiento
económico de los sectores productivos de la región.
A causa de la Segunda Guerra Mundial, una cuarta parte del
territorio fue militarizado por los Estados Unidos. La
expropiación de tierra para uso militar en los barrios
Río Jueyes y Lapa, provocó la destrucción de
una próspera actividad agropecuaria, el desplazamiento
masivo de población y la pérdida de fuentes de
trabajo. Parte de la población desplazada fue reubicada en
comunidades creadas mediante el programa de repartición de
parcelas. La tenencia de una parcela, ideada para fomentar la
subsistencia con apego a la agricultura, degeneró en
almacenes de trabajadores desempleados cuyas opciones,
además de la zafra, eran acogerse a los programas de
bienestar público o emigrar temporera o permanentemente a
los Estados Unidos. La decadencia de la industria azucarera en
Puerto Rico se agudizo en la década de 1960. El cierre de
la Central Aguirre en 1990 fue otro duro golpe para la maltrecha
economía de Salinas.
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Con la modernización del país, se
implantaron en Salinas programas y adelantos tecnológicos
que favorecieron a muchas familias: los servicios de agua y luz
para todos los hogares, el acceso a una vivienda, las iniciativas
cooperativistas, el empleo manufacturero, la masificación
de la educación pública y el acceso a un amplio
sistema de salud pública.
Las décadas subsiguientes de la historia de
Salinas repiten la perenne lucha entre el enajenamiento y la
esperanza. Para un pueblo con altos índices de desempleo y
calificado entre los primeros diez municipios de mayor pobreza,
recurrir a los programas de bienestar social es inevitable. El
establecimiento del Programa de Asistencia Nutricional, los
programas de empleo temporero y la compensación por
desempleo, han sido parchos para paliar la situación
económica personal y asegurar la alimentación de
muchas familias
Dentro de ese panorama social la cultura de la
dependencia improductiva, el crimen y la corrupción se
entronizan. Esos males sociales actúan como medio de
subsistencia para algunos pobres y como medio de enriquecimiento
para sectores de las clases altas de la sociedad. Se repite
así la convivencia histórica de lo lícito y
lo ilícito del pasado.
Los adelantos tecnológicos y el consumismo
irracional desmedido, tienen también presencia en la
sociedad pueblerina. Hoy en día la infraestructura
relacionada con las tecnologías de las telecomunicaciones
cubre todo el territorio municipal.
Los sectores económicos siguen siendo
principalmente ausentistas y la producción agropecuaria
vive un letargo de incertidumbres que la presencia de los
semilleros transgénicos parecen agravar. La
economía subterránea, lícita e
ilícita, los retos a las reglamentaciones gubernamentales,
los abusos contra el ambiente, la inmigración y el crimen
son factores comunes a todo el país, presentes en el
devenir pueblerino.
Como ocurre en todo Puerto Rico, la adicción a
drogas corroe una parte de la sociedad y el narcotráfico
es un nuevo contrabando con una estela de víctimas que
alimenta la insensibilidad por la vida de mucha gente. Por otra
parte, los delitos contra los recursos naturales y el medio
ambiente enfrentan a los ciudadanos con las autoridades.
Éstos tienen muchos nombres: substancias tóxicas
que causan enfermedades, cenizas que dañan los suelos y
las aguas, salinización de los acuíferos,
erosión costera y urbanización de tierras de
cultivo.
A todo eso se le añade una corporación
municipal crónicamente endeudada, que en las pasadas
décadas, a duras penas actúa como un mero proveedor
de empleos públicos, cuya efectividad en el desarrollo del
municipio y de la región es casi ninguna. Baste mencionar
el cómplice silencio de los alcaldes respecto a las
acciones que malograron el proyecto del Puerto de las
Américas, de beneficio para toda la región
sur.
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Los retos que en la jornada cotidiana experimentan los
habitantes de Salinas no siempre encuentran a un pueblo durmiendo
el sueño de los justos. El desafío y la creatividad
también se manifiestan en su historia. A las luchas
sindicales de antaño le suceden combatientes movimientos
ambientales y comunitarios como seña de un pueblo que,
dentro de las más desiguales circunstancias de poder,
defiende sus derechos y enriquece su personalidad colectiva. A
los pocos salinenses con estudios universitarios que había
antes de la década de 1960, le sucede una nueva cosecha de
universitarios entusiastas, que de una y otra manera, en Salinas
o desde afuera de sus fronteras, aportan al mejoramiento general
de las condiciones sociales del municipio.
En los primeros años de la década del
1970, en medio de una nueva oleada de persecución
política en Puerto Rico ejemplificada por los sucesos del
Cerro Maravilla, la vida cívica y política en
Salinas mostró signos de cambio. La juventud salinense de
entonces optó por rescatar su historia, plasmando los
símbolos más representativos de su identidad
colectiva en unos emblemas municipales. El 20 de julio de 1974
quedaron inaugurados el escudo, la bandera y el himno del
municipio, en ocasión del 133 aniversario sus
fundación. A partir de entonces, el vínculo
emocional con la salinensidad encuentra expresión
colectiva, enarbolando la bandera verde de los montículos
de sal y cantando festivamente el himno municipal.
En 1988, después de cuatro décadas de
dominio del Partido Popular Democrático en la
política local, un descendiente de las familias de
hacendados de finales del siglo 19, de ideología
anexionista logró aglutinar el descontento, en las filas
de dicho partido y convertirse en alcalde. Desde entonces la
alternancia en el poder prevalece en la política salinense
sin resultados significativos. Como parte de ese ciclo de
alternancia política, en las elecciones de 2012,
resultó electa la segunda mujer que ha ocupado la poltrona
municipal en los 172 años de historia municipal de
Salinas.
La presencia de salinenses en todas las facetas de la
vida nacional crece. Se les puede encontrar en las profesiones,
los deportes, la música y en las artes. Un ejemplo
reciente lo constituye un grupo de escritores locales que
hallaron en las redes sociales un medio de expresión donde
compartir sus textos y crecer en el arte de la escritura. El
resultado ha sido la publicación de más de una
docena de libros que resaltan el cultivo del microrrelato; ese
intrincado género de pocas palabras que exige la
imaginación del lector para construir el
desenlace.
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Recorrido un trecho de más de 300 años,
los actores de la historia de Salinas reciclan vivencias y
circunstancias en viejos y nuevos escenarios. Los salinenses no
son los mismos de hace 100, 200 ni 300 años, pero los
hilos conductores de la genética, de la familia, del
trabajo y de la historia vinculan inexorablemente a la gente que
comparte un espacio geográfico, porque los lugares por
muchas razones, se adueñan de los seres
humanos.
El devenir histórico no se detiene y por
supuesto, tampoco es 100% predecible. Corresponde a los salinense
de hoy iniciar la historia del Siglo 21. El principal ingrediente
es un pueblo que confía en sí mismo. Un pueblo del
que surjan líderes capaces de entender las circunstancias
y sus retos, con voluntad para formular estrategias concretas,
llevarlas a cabo y obtener los resultados esperados. Sobre todo
comprometidos con fortalecer el apego emocional de los salinenses
con Salinas como vehículo para alcanzar metas colectivas.
El conocimiento histórico contribuye a reforzar el sentido
de pertenencia de los seres humanos.
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Luego de 172 años de fundado, el municipio
Salinas es un tesoro de la historia municipal
puertorriqueña sin explorar. En la justa perspectiva de lo
que representa la historia local en la historia nacional,
cualquier corporación municipal, por pequeña y
joven que sea, tiene algo que aportar. Quizás en las
páginas de la historia de Salinas, los historiadores
nacionales no encuentren hazañas trascendentales dignas de
destacar. Pero seguramente hallarán materia prima para
explicar con mayor certeza, los contextos en que se producen los
acontecimientos nacionales.
La invitación a los nuevos historiadores es a
explorar los documentos municipales, los protocolos legales, los
registros de la propiedad, los libros parroquiales, los registros
demográficos, los expedientes de negocios y los libros de
novedades de la policía, entre otros. Qué mejor
lugar que Salinas para construir el perfil y rehacer la historia
de los trabajadores de la caña durante el siglo 20, para
explorar el impacto del militarismo despues de la Segunda Guerra
Mundial o para prosopografíar la vida de los parceleros y
trabajadores migrantes de las décadas de 1940 y 1950. En
el pasado que encierran esos documentos se pueden hallar
respuestas para entender el presente y orientar el
porvenir.
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#13.
© srs, 2013
Autor:
Sergio A. Rodríguez
Sosa
Blog Colectivo Encuentro Al Sur
Salinas, Puerto Rico
2013