Si la concepción de cultura,
según el concepto
antropológico del "relativismo cultural", es un proceso
colectivo de creación y recreación, es decir un proceso
dinámico que puede ser transferido de grupo a grupo
para ser aceptado, reinterpretado o rechazado, no podemos, de
ninguna manera, hablar de una cultura superior y de una
inferior.
El concepto cultural por excelencia, en todo caso,
sería el de la diferencia, en tanto son las diferencias
las que enriquecen el acervo cultural local, regional, nacional o
universal.
En otras palabras, en el flujo vital de las culturas se
hace imprescindible la tolerancia, como
un elemento "sine qua nom" para el reconocimiento del
otro, o de los otros.
Precisamente el concepto de la otredad es el principio
fundamental para comprender e interpretar la identidad de
un conglomerado social y sus diversas prácticas
culturales, desde la perspectiva de la diferencia.
Si entendemos que no hay una cultura "única" sino
que en un espacio histórico determinado conviven varias
culturas, sean estas abordadas desde el punto de vista
sociológico o antropológico (cultura
burguesa-cultura proletaria-campesina; o cultura de élite,
culturas de masas y culturas populares), debemos entender
también que las imposiciones culturales
(aculturación) al estilo colonial o neocolonial, o a
través de las instituciones
del estado y sus
políticas culturales (educación, academias
de bellas artes,
ministerios de
cultura, etc.), o de los medios masivos
de comunicación, son indeseables porque, de
alguna manera, neutralizan y cooptan aquellos campos culturales
más desprotegidos, para no hablar de la destrucción
de valores y
producciones artístico culturales de esos
sectores.
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