La religión cósmica: El mensaje olvidado de Einstein (Parte II) (página 4)
Esta potencialidad divina le permite alcanzar aquello que en la palabra del Maestro Jesús El Cristo, es el Reino de los Cielos, aún durante esta vida. A este Reino de los Cielos acostumbramos a llamar, en el lenguaje común, de Felicidad. Todo ser humano tiene la Felicidad como su objetivo supremo. Sólo que una inmensa mayoría lo confunde con satisfacción, por lo tanto momentánea y es por eso que desarrollan su búsqueda por caminos errados, que muchas veces desembocan en la atractiva avenida del mal. Apenas unos pocos transitan con grandes esfuerzos la senda del Bien, muchas veces dejando la piel en las espinas del camino, pero siempre perseverando e irradiando amor.
"Amaos los unos a los otros" fue la enseñanza mayor del Maestro. Aunque con esfuerzos, con retrocesos, con incertidumbres, con dudas y con conflictos, tentemos corresponder lo más posible a su llamado. Abramos totalmente las ventanas de nuestra alma y dejemos irradiar para el Yo Exterior y para el medio ambiente, su energía impar, su aroma perfumado, su gracia inefable. Así haciendo, el mundo recibirá una onda de paz, de alivio, de armonía, de amor y de buena voluntad. Por la ley de Compensación recibiremos de vuelta un efluvio magnífico, un soplo glorioso del propio Dios, y la Felicidad se derramará por nuestros rincones más íntimos, transformando nuestra vida en un Océano radiante de luz.
Si fuésemos bastantes en número y perseverantes cada uno, podremos hacer de la Felicidad una realidad permanente y así el mundo que acabaría en el año 2000 será el actual, profundamente infeliz. En su lugar nacerá otro, palpitante de vida, alegría y esplendor.
Sabemos perfectamente que mucha gente piensa que esto es lírico y poético de más, que es una utopía imposible, vista la "realidad" que nos rodea y que nos penetra. Nuestra visión es cristalina en este punto: todo depende de la opción que se elija, pues – a pesar de todo – conservamos lo principal, el libre albedrío. Si continuamos escogiendo lo ruin, lo negativo, lo errado, es evidente que no debemos ni soñar con todo lo que fue expuesto anteriormente. Pero existe otra posibilidad, la de que realmente nos conscienticemos de la gravedad de la situación y decidamos, al precio que sea necesario pagar, comenzar a trabajar apenas con lo positivo, lo constructivo, lo cierto, lo armonizado con las altísimas Energías Superiores.
Es pues un momento crucial, un momento de opción. Y para que la naturaleza de ésta no ofrezca lugar a dudas, debemos retornar el punto esencial: ¿Cuál es la misión del hombre sobre la Tierra?
¿Alguna vez se preguntó cuál es el motivo de estar viviendo aquí y ahora? Pueden existir varias respuestas para esta cuestión, pero hay una que emerge por encima de todas y que dice que estamos aquí, simplemente, para llevar una vida más plena y realizada, una vida saturada de amor, de luz, de belleza. O sea, surge una respuesta fascinante: estamos aquí para expresar nuestras potencialidades en el grado más alto. En resumen: ¡estamos aquí para ser felices!
Pero sí el objetivo de la vida humana es alcanzar la felicidad y la perfección ¿por qué son tan pocos los que las alcanzan, los que llegan a la cumbre soñada? Pura y simplemente porque la Felicidad no llueve del Cielo. El Creador dispuso que su perfume maravilloso solo fuese aspirado por aquellos que la procuran antes que a todos los bienes y tentaciones de este mundo. Esto significa que la Felicidad no puede ser conquistada pasivamente; ella debe ser cautivada poco a poco, y el único camino que conduce hasta allá es saturar la mente y el corazón con lo bueno, lo bello y lo verdadero.
Este camino que lleva a los maravillosos campos de la Felicidad, pasa por el reconocimiento de que dentro de nosotros, en nuestro rincón mas profundo, existe un depósito permanentemente asistido por las inagotables Fuerzas Cósmicas. Analice bien este hecho: todo lo que no podamos hacer con nuestras fuerzas humanas de naturaleza finita, podrá ser hecho cuando estamos armonizados con esa energía fantástica. El mundo se abre pues en una perspectiva maravillosa como una rosa recién abierta, surgiendo en el medio de una cruz. Esta es una enseñanza central de la Religión Cósmica.
Para conseguir armonizarnos con el Océano Cósmico, con el Dios de nuestro corazón, es necesario pensar, sentir y actuar según los ideales más elevados posibles, es preciso irradiar paz y armonía a nuestro alrededor, es preciso dar antes de querer recibir. El Bien tiene un opuesto aparente, el mal. Esto tiene el propósito de que podemos identificarlo por contraste y así ocurriendo, escogerlo, rechazando las tinieblas. Escoger el Bien, escoger la Luz es nuestra misión. Y cumpliéndola, estaremos recorriendo el camino de la Felicidad, que en lenguaje bíblico recibe el nombre de Reino de los Cielos. ¿Percibió ahora que la caminada no es así tan difícil?
En efecto, cuando sabemos – por vislumbre interno, por intuición genuina – que dentro de nosotros palpita una chispa de Luz Divina, la vida se hace más fácil, más soportable, más satisfactoria. Estamos aquí con el objetivo de aprender ciertas lecciones a través de la experiencia vital. Cuanto más rápidamente las aprendamos, menos sufrimiento tendremos y más velozmente transitaremos por las sendas que nos conducen al Reino Interior, al Reino de la Felicidad. Cuando nuestro corazón está satisfecho, exultante, realizado, nos transformamos en focos que irradian para los otros, brillantes rayos de luz y esperanza. Al hacerlo, estamos cumpliendo con la misión.
Nuestra verdadera misión es – precisamente – ser pequeños auxiliares del Creador, ayudándolo a transferir y a transformar vibraciones positivas de altísima frecuencia que emanan de su Fuente Infinita para aquellos que las necesiten. Ninguna Felicidad verdadera y sí a lo máximo una satisfacción falsa y de poca duración, es encontrada cuando nuestros objetivos son puramente egoístas. Pero cuando el altruismo hace carne en el corazón y nos transformamos en canales de manifestación cósmica, todo brilla a nuestro alrededor.
Auxiliar a los otros es una de las misiones fundamentales del hombre. El Creador precisa de nosotros para esa magna tarea porque su Energía Divina aplicada directamente a los necesitados, los fulminaría. Él precisa intermediarios, canales, vehículos; Él precisa verdaderos Hombres. Una forma simple de participar en este trabajo cósmico consiste en enviar mensajes mentales vibrantes de paz interior, luz, optimismo, armonía, prosperidad, fe y esperanza en la medida que se tenga contacto físico con las personas.
Por ejemplo, podemos enviar mensajes mentales dentro del ómnibus o avión, en las colas de espera en el cine, en el banco o en el correo, en la sala de espera del médico o del dentista, a los empleados que nos atienden en el mostrador de un comercio, etc. También podemos enviar estos mensajes cuando hablamos con algunas personas o cuando las oímos, cuando escribimos una carta, cuando damos un abrazo o un simple apretón de manos. Lo importante es que el mensaje sea auténtico, genuino, sincero. Esta es una de las formas más maravillosas y útiles que el Creador tiene de irradiar su Energía Divina a través de nosotros, sus canales humanos.
También podemos cumplir nuestra misión, trabajando de noche mientras dormimos. En efecto, cuando la conciencia física se calma y finalmente adormece por efecto del sueño y la fatiga, surge una nueva y radiante posibilidad: trabajar con nuestra Alma, con la Luz Divina que yace en nuestro interior. Para preparar esta magnífica tarea, es necesario comenzar por saturar la mente con pensamientos cálidos durante el día, impregnados de paz, amor y buena voluntad. Al acostarnos, los retenemos en nuestra mente hasta quedar dormidos. En este momento, la mente subconsciente los recoge y los envía a la mente subconsciente de los destinatarios.
De este modo se puede consolar los tristes y sufrientes, iluminar gobernantes, científicos y artistas, así como difundir paz interior, luz, comprensión y buena voluntad en las personas en general. Por otra parte, recuerde que usted envía para ellos apenas una copia; el original queda en su interior y él resplandece de buenos sentimientos y por lo tanto de Felicidad.
El hecho es que, a pesar de todo, la gran masa humana continúa exclusivamente preocupada con su vida material; otros valores no existen para ella. El becerro de oro continúa siendo su ídolo indiscutible. Pero usted es diferente. Usted tiene un objetivo claro y definido en su vida: descubrir la senda que conduce a la Felicidad. Entonces, en la medida que desarrolle potentes y armoniosos pensamientos de paz e optimismo, de amor y buena voluntad, de fraternidad y alegría, irá atrayendo a su alrededor pensamientos afines de otras personas.
De este modo, a través de su atracción magnética, usted se transformará en un núcleo para el Bien, en un obrero divino, en una herramienta valiosa en las manos del Creador. Y en la medida en que se integre más y más en este trabajo maravilloso, las energías cósmicas de orden superior, encontrarán en usted el canal que les permitirá descender hasta aquellos que realmente las necesitan. Es así que cumplimos la misión que nos fue dada, aquí en la Tierra; es claro que unos utilizarán ciertos dones y otros utilizarán dones diferentes. Hay pues una misión fundamental y una misión particular.
La misión fundamental del hombre es clara: transformarse en un canal por donde las energías divinas se puedan mover libremente, teniendo como objetivo su irradiación sobre la Humanidad sufriente. La misión particular debe ser encontrada por cada uno de nosotros: la Luz puede ser difundida a través de escritores, científicos y artistas, pero también a través de cualquier otra profesión u oficio: guardia de tránsito, empleado de comercio o cajero de un banco, pues como dice un autor inspirado: "cada trabajo genera energía, que en su esencia es semejante a la energía del espacio (Energía Divina).
Así, aquel que conoce la esencia de las energías puede coser zapatos (recordar a Jacobo Boheme), tocar tambor o recoger frutas. En todos estos trabajos será generada la energía superior, pues ella es generada del ritmo del Cosmos. Solamente una conciencia baja teme el ritmo del trabajo y así construye su prisión. Con dificultad, la Humanidad comprende que un rey y un zapatero pueden ser comparados en todos los aspectos".
Con todo, cada uno debe analizar cuidadosamente cuál es su vocación, o sea aquel tipo de actividad que hace vibrar el alma, y comenzar a recorrer ese camino, primero lentamente y después más rápido, hasta consolidarse en él. El autor tiene la inmensa satisfacción de manifestar a los lectores que su misión particular está precisamente en la preparación de estas monografías y libros anteriores. . Nunca es tarde para comenzar a transitar en esta misión, por un motivo muy simple: lo que dejemos incompleto en esta encarnación por falta de tiempo lo retomaremos en la otra. Por lo tanto, aunque usted tenga 60, 70 u 80 años, está aún a tiempo de hacer el gran cambio de su vida: decidir cual es su misión particular y comenzar a desarrollarla, a cualquier precio.
Tanto la misión fundamental como la particular están edificadas sobre el nuevo principio que el Maestro difundió en el mundo hace 2000 años: el Amor. Cuando la capacidad de amar llegue en nosotros al nivel necesario, las malezas que crecen al amparo de la ignorancia, de las tinieblas espirituales y de las ansias de dominación y explotación, serán extinguidas y entonces seremos capaces de crear, o mejor dicho, de re-crear el Paraíso en la Tierra.
¿Utopía? Tal vez hoy, pero si continuásemos luchando sin desmayar por lo que es bueno, justo, noble, elevado, armonioso, amoroso, bello y pleno de luz, la utopía en algún momento se transformará en realidad. Y esto acontecerá – simplemente – porque ese es el destino del Hombre, decretado por el Creador. En esa oportunidad, nuestra misión estará cumplida y nuestro trabajo fructificará; desde el Refugio del Altísimo una centella de Luz nos será dirigida para indicar que las palabras del Maestro Jesús, el Cristo también se refieren a nosotros: "Por sus frutos les conoceréis".
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Autor:
Prof. José Antonio Bonilla Castillo
(Universidad de la República, Uruguay; Universidad Nacional de
Tucumán, República Argentina, Universidad Federal de Minas Gerais,
Brasil)
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