Quien Invento El Mambo?
—Le aseguro, señora, que no estoy vendiendo Biblias ni nada por el estilo. Yo soy el Rey del mambo.
—¿El Rey de qué?
—Del mambo, señora, ¡del mambo!
—¿Y éso qué es?
La mujer mira con sospecha al hombrecito que le ha tocado la puerta, con apremio de amigo. Solamente protestantes y sinvergüenzas se atreven a golpear la puerta de gente decente a las diez de la mañana un sábado, cuando ella se ocupa de hervir la ropa sucia y asolear colchones.
—Es música, señora, música que está arrasando en México, Cuba y ahora aquí en Panamá.
Los ojos detallan el saco que parece pertenecer a alguien mucho más alto, los pantalones amplios, ajustados en el tobillo, dándoles aspecto de ropa de harem, la cadena de oro colgada …ver más…
Lo deja pasar y se arrepiente enseguida, pero es demasiado tarde. El hombrecito se apodera del piano, con un deseo que no deja lugar a dudas de su apremio en ensayar el mambo.
Abre la tapa que se desliza con facilidad y con una mano acaricia las teclas, asegurándose de paso que todas están a tono; para arriba y para abajo, dos o tres veces, los dedos se encaraman por las negras con una agilidad asombrosa, como el niño que encuentra su juguete favorito: Sol, acorde, escala, trino. Satisfecho, se quita la levita, acomoda los papeles y con el lápiz detrás de la oreja comienza su trabajo, sin darse por enterado del asombro de doña Isabel, que desde una esquina de la sala procura asegurarse de que es ella la propietaria de tan divino instrumento...
—Y por favor, señor Pradoff, ni se le ocurra poner nada húmedo sobre la tapa; es un mueble muy fino, traído especialmente de Nueva York para mi hija, que algún día será una gran pianista y no de mambos, puedo asegurarle.
Pero el otro, ensimismado en su música no le hace el menor caso y la mujer termina por retirarse a la cocina de mala gana, no sin antes advertirle a la empleada que no le quite el ojo de encima al señor Pradoff, porque no está segura de sus intenciones.
Es sábado por la mañana: En el patio, los chiquillos juegan, celebrando el día de asueto, las mujeres lavan la ropa de la semana y asolean colchones manchados de orín por los