Memoriales de derecho colombia
Los espíritus no son sino los dioses antiguos, la brava Diana, la tenebrosa Hécate, el cornado Cerunnos, quienes han decidido esconderse en la floresta ante la expansión de la religión de la cruz. Pero, para ella, siguen presentes. Ninguna noche falta un pocillo con leche o miel para que se alimenten, ni una brasa en el hogar para que no sufran por el frío. Ellos, los espíritus, las hadas, las prixis, los elfos, los gnomos la escuchan, son su compañia. A ellos los siente, los percibe en la naturaleza. A diferencia de los santos católicos, son cercanos. No están en el cielo, sino a su alrededor.
La vida para ella y su esposo es más dificil día con día. El señor feudal y su corte se vuelven cada día más agresivos, prepotentes y crueles. Cada mes el impuesto crece para financiar las guerras y un ejercito cada vez más abultado. La pobreza, ya antes invitada en casa, llama a su pariente la miseria. A ello, se aunan las prerogativas cada vez más grandes del amo. La tierra es de él, y por lo mismo, un día decide que la mujer del siervo es una extensión de su propiedad. Ella sufre los ujtrajes, y desesperada, se refugia en sus espíritus. Uno de ellos en particular se le revela. Es el príncipe del mundo. Le enseña las lenguas antiguas, los mecanismos de la naturaleza y la manipulación de los mismos. Ella se vuelve poderosa, y se puede defender, puede proteger a su esposo y a su casa. Pero todo tiene un costo: la antes inocente mujer se