Los hornos de hitler libro completo
OLGA LENGYEL
PRIMERA PARTE
CAPITULO I
8 Caballos… o 96 hombres, mujeres y niños.
¡Mea culpa! ¡Fue culpa mía, mea máxima culpa! No puedo acallar el remordimiento, por ser, en parte, responsable de la muerte de mis padres y de mis dos hijos. El mundo comprende que no tenía porque saberlo, pero en el fondo de mi corazón persiste el sentimiento terrible de que pudiera haberlos salvado, de que acaso me hubiese sido posible.
Corría el año de 1944, casi 5 años después de que Hitler invadió Polonia. La Gestapo lo gobernaba todo, y Alemania se estaba refocilando con el botín del continente, porque dos tercios de Europa habían quedado bajo las garras del Tercer Reich. Vivíamos en Cluj, ciudad de 100,000 habitantes, que …ver más…
Estos individuos estaban llenos de resentimiento y desechos moralmente: sin duda, debían de exagerar.
Hasta 1943 no nos llegaron relatos estremecedores de las atrocidades que se estaban cometiendo dentro de los campos de concentración de Alemania. Pero, al igual que tantos de los que me escuchan a mí hoy, no nos cabía en la cabeza tan horripilantes historias. Seguíamos considerando a Alemania como una nación como una nación que había dado una gran cultura al mundo. Si aquellas historias eran verídicas, indudablemente tenían que haber sido perpetradas por un puñado de locos; era imposible que se debiesen a una política nacional y que constituyesen parte de un plan de dominio y supremacía mundial. ¡Qué equivocados estábamos!
Ni siquiera cuando un comandante alemán de la WEHRMACHT, a quien habían aposentado en nuestra casa, nos hablaba de la ola de terror que su nación había desencadenado en Europa, fuimos capaces de darle crédito. No era un hombre que carecía de estudios; por eso estaba yo convencida de que trataba de asustarnos. Intentamos vivir separados de él, hasta que una noche nos pidió que lo admitiésemos en nuestra compañía. Por lo visto, no buscaba más que tener alguien con quién hablar, pero mientras más cosas nos contaba, mayor era el rencor y la amargura que dejaba en nuestras almas. Por todas partes, declaraba, las gentes sometidas lo miraban con ojos llenos de odio. ¡Y sin embargo, de su familia no recibía más que