Literatura

8980 palabras 36 páginas
rfol.
Kerfol, Edith Wharton (1862-1937)

―Deberías comprarla ―dijo mi anfitrión―; es precisamente el lugar ideal para un solitario impenitente como tú. Vale la pena poseer la casa más romántica de Bretaña. Sus dueños actuales están sin un céntimo y la dan por una ridiculez... Deberías comprarla.

No fue ni mucho menos con idea de vivir conforme al carácter que mi amigo Lanrivain me atribuía (de hecho, bajo mi apariencia insociable, siempre he tenido secretos anhelos de vida doméstica), por lo que hice caso de su sugerencia una tarde de otoño, y fui a Kerfol. Mi amigo iba en automóvil a Quimper por cuestiones de negocios: me dejó, de camino, en un cruce que había en un páramo; y me dijo:

―Tuerce primero a la derecha y luego a la
…ver más…

Desde luego, ninguna casa señalaba una ruptura más completa y definitiva con el presente. Tal como alzaba el cielo sus tejados y sus hastiales orgullosos, habría podido ser su propio monumento funerario. «¿Las tumbas de la capilla? ¡El lugar entero es una tumba!», pensé. Cada vez deseaba más que no saliese el guarda. Los detalles del entorno, aunque sorprendentes, parecían triviales comparados con el impresionante conjunto; y lo único que quería era seguir sentado allí y dejar que me penetrase el peso de su silencio.

«¡Es el lugar ideal para ti!», había dicho Lanrivain; y me sentí abrumado ante la casi blasfema frivolidad de que ningún ser viviente sugiriese que Kerfol fuera el lugar para él. «¿Es posible que alguién pueda no ver...?», me iba a preguntar. No acabé el pensamiento: lo que yo quería decir era inefable. Me levanté y me acerqué a la entrada. Empezaba a desear saber más; no ver m{s ―ahora estaba seguro de que no era cuestión de ver―, sino de sentir más: sentir todo lo que el lugar tenía que comunicar. «Pero para entrar habrá que llamar al guarda», pensé con renuencia, y vacilé. Finalmente, crucé el puente y probé a abrir la verja. Cedió, y me adentré en el túnel que formaba el espesor del chemin de ronde. En el otro extremo habían puesto una barrera de madera que cruzaba el acceso y más allá se veía el patio cerrado por la noble arquitectura. El edificio principal estaba de cara a mí, y

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