Lexema, gramema, morfema.
Hace un año y, a instancias de sus amigos y colegas, me decidí a abrir un taller y preparar un curso de arquitectura pública. Lo único que parece importante para aquellos que quieran entrar en la tienda o asistir a clases. Así que pensé ingenuamente que era suficiente para alquilar un estudio y se preparan para hacer un curso oral, así como pude, pero en la república de las artes (como la república de Venecia), las empresas no se ocupa tan fácilmente. En primer lugar, en todos los lados, me ofrecieron las habitaciones de mi clase, todos querían enviar a los estudiantes. Cuando estaba listo, las habitaciones no estaban, nos comprometemos a hacer algunos pasos, he recibido muchas buenas palabras, pero nada …ver más…
Un grito de alarma cuando los enemigos de reparto no existen o que sus fuerzas y medios de ataque no son reconocidos, sólo puede causar confusión en el ejército.
Por todos lados, mis amigos informó de una protesta, una lucha feroz, de ambos lados se esperaba romper lanzas fuerza. El ruido es el enemigo del estudio, estudio, me gusta el ruido. Dejé pasar la tormenta, que, sin encontrar nada para revertir, era para sus chips y perdió su trueno, que adjunta el texto preparado por mi curso en mi cartera y se piensa que los demás casos. Hoy en día, me voy de buena gana la presidencia a los que se ocupan con un talento que yo no pretendo lograr y una autoridad clara.
Nuestro arte no es adquirida por la estéril lucha que realizan las palabras en lugar de los hechos, y los artistas pierden parte de ese sentido que todos necesitamos. Pero es eternamente verdaderos principios que todo el mundo tiene que brillar, de acuerdo con su fuerza, por encima de las pasiones de la escuela, por lo que rápidamente olvidado, y tan indigno de ocupar a los hombres sinceros. Renunciar a una silla, que sé que sería un escenario, a las luchas que mi trabajo no me permite el apoyo y creo que por lo menos inútil, decidió entregar a mis amigos, mis colegas a mis alumnos y mis corresponsales en las provincias y en el extranjero, cuya simpatía y aliento me han apoyado tan preciosa, estas Conversaciones de