La Hija Del Capitan, Alexander Pushkin
(Aguiar e Silva: 338). Por último, los escritores románticos se sirven de la caracterización de los escenarios para exteriorizar la inestabilidad psíquica y espiritual de los personajes, prefiriendo los paisajes desolados, fríos y tormentosos para magnificar la sensación de aislamiento y angustia que abruma a sus protagonistas. Todo esto se puede observar en el siguiente fragmento de La hija del capitán, que ilustra su espíritu romántico:
El camino se extendía por la abrupta orilla del Yaik, que todavía no estaba helado, y cuyas turbias aguas creaban una imagen oscura entre las monótonas márgenes cubiertas de blanca nieve. Al otro lado se dilataban las estepas kirguises. Iba yo sumido en hondos pensamientos, tristes en su mayor parte. (Pushkin: 33)
La naturaleza sirve como espejo de la soledad del protagonista, y al mismo, tiempo, la contempla con indiferencia. En el mismo sentido se vale el autor de las atmósferas para crear sensaciones ominosas. Así, la oscuridad y la quietud aparecen ligadas al peligro que acecha al protagonista:
Siguieron mis ojos igual dirección y vi medio en tinieblas algo que venía río abajo. Aquella cosa desconocida se acercaba, y ordené a los remeros que parasen y esperaran. Se ocultó la luna detrás de una nube y la visión se hizo todavía más difícil de percibir (…)