Hipotesis De 100 Años De Soledad
Todo el cuento es eso, precisamente: “una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras”; o, mejor, “una realidad inmediata que entonces le resultó más fantástica que el vasto universo de su imaginación”.
Y, en efecto, comienza allí la historia de los hijos de los Buendía-Iguarán: la de José Arcadio, Aureliano, Amaranta, y con ella la vicisitud de las consortes, de los hijos, de las amantes, de los amigos y de los enemigos, la historia mil veces contada y repetida de generación en generación, con una Úrsula que como matrona custodia la casa --primero de barro y cañabrava y luego de ladrillo-- que es ese lugar originario al que todos regresan, esa residencia “hospitalaria y fresca”. Como el Edén. En esos primeros capítulos, ya digo, está TODOcondensa en pocas páginas: Dios y su silencio; la fundación del mundo y el tabú del incesto; el homicidio original, y con él, el peso del linaje y de la tradición; la llegada de tantas y tantas novedades que no alteran el destino; el sexo furioso y el amor no siempre correspondido, folletinesco; el poder como disputa de suma cero, esa tensión entre la comunidad y el Estado; la violencia como partera de la historia, origen de una guerra inacabable; el apetito, la rapiña, el egoísmo, condenados al modo bíblico, con plagas; la soledad del ser humano, es decir, la muerte y la fantasía de la inmortalidad.
Los varones de la casa son de dos tipos: atolondrados y machotes, incluso monumentales,