Ensayo- romeo y julieta
Hans Ruesch
I
LOS HOMBRES
Cuando al despertarse Ernenek levantaba la cabeza del saco de pieles, su primer pensamiento era habitualmente para el montón de carne puesta a podrir cerca de la lámpara para que se hiciera tierna y gustosa. Pero no aquel día. Aquel día viendo a Siksik en un rinconcito del pequeño iglú, dispuesta a estregar las ropas de su marido, tomó una súbita decisión antes de satisfacer las exigencias de su estómago: puesto que contribuía más de lo que era su deber al mantenimiento de la minúscula comunidad, bien podía pretender participar también de los derechos conyugales de Anarvik, sin necesidad de pedirle permiso cada vez que le hacían falta los servicios de Siksik. Ernenek …ver más…
Sobre éste se puso un pesado sayo de piel de oso, con el pelo hacia afuera, y metió el extremo de las calzas en un par de botines de cuero de foca. Encorvado, porque la bóveda de hielo era demasiado baja para él, cortó con el cuchillo circular gruesas tajadas del montón de carne sobada y pasada de sazón y con la palma de la mano se llenó la boca. Se deslizó gateando por el estrecho túnel de nieve, apoyándose en los codos y las rodillas, y arrastrando detrás de sí, tomado de las orejas, al perro cabeza de trineo, salió del iglú. El resto del tiro los siguió, sacudiéndose la escarcha del espeso pelo, ladrando por el hambre y descubriendo los dientes, aplanados a golpes de piedra para que no devorasen los arreos del trineo; con más de lobos que de perros, mostraban agudos hocicos y ojos amarillos y relucientes. Ernenek se aseguró de que todos llevaban las abarcas que debían protegerles las patas de la mordedura de los hielos y de la sal marina. Luego los enganchó al trineo, subió a éste, retiró el ancla sepultada en un montón de hielo y agitó el látigo. Los perros avanzaron sobre el mar congelado, mientras se abrían en abanico y hacían crujir las correas con que cada uno estaba atado separadamente al trineo. Hacía calor, apenas unos quince grados bajo cero, de manera que Ernenek no se veía obligado a trotar junto al trineo para calentarse, sino que podía gozar del paseo, sentado cómodamente en el pescante. Al sur, el