LOS INMIGRANTES El hombre y la mujer caminaban desde las cuatro de la mañana. El tiempo, descompuesto en asfixiante calma de tormenta, tornaba aún más pesado el vaho nitroso del estero. La lluvia cayó por fin, y durante una hora la pareja, calada hasta los huesos, avanzó obstinadamente. El agua cesó. El hombre y la mujer se miraron entonces con angustiosa desesperanza. -¿Tienes fuerzas para caminar un rato aún? -dijo él-. Tal vez los alcancemos... La mujer, lívida y con profundas ojeras, sacudió la cabeza. -Vamos -repuso prosiguiendo el camino. Pero al rato se detuvo, cogiéndose crispada de una rama. El hombre, que iba delante, se volvió al oír el gemido. -¡No puedo más!... -murmuró ella con la boca torcida y empapada en…ver más…
No arribó a pensar nada; pero cuando la tarde caía cargó a su mujer en los hombros y emprendió el camino de vuelta. Bordeaban otra vez el estero. El pajonal se extendía sin fin en la noche plateada, inmóvil y toda zumbante de mosquitos. El hombre, con la nuca doblada, caminó con igual paso, hasta que su mujer cayó bruscamente de su espalda. El quedó un instante de pie, rígido, y se desplomó tras ella. Cuando despertó, el sol quemaba. Comió bananas de