Cuento De Ramon Fonseca Mora
Por Ramon Fonseca Mora
El hombre descendio de la puerta de atras de su auto y con gesto torpe de su mano intento imitaar la instruccion ussual al chofer de que esperara. Este lo miró y asintió con la cabeza, sonriendo levemente y achicando los ojos. Avanzó lentamente por la losa de la entrada, arrastrando un poco los pies, con su cuerpo delgado y fibroso un poco encorvado y con la cabeza baja y las manos en los bolsillos. Al llegar a la puerta del café levantó los ojos y volvió la cabeza, observando a través de sus lentes de cristales gruesos su auto de lujo con vidrios oscuros, y la silueta de la cara del chofer por la rendija sin papel del vidrio delantero, sonriendo todavía y mirándolo con sus ojos chicos y …ver más…
Entonces dijo: - No me das lástima Miguel. Te lo tienes merecido por hablar tanto... ¡Y tanta paja! El viejo se llevo las manos a los bolsillos,, sacó una pitillera y tomando un cigarro dijo: - ¡Me lo tengo merecido! Eso es lo que me dices todo el tiempo, pero por lo menos me lo dices... - ¡Claro que te lo digo! Te lo digo hoy y te lo dije ayer, cuando estabas encaramado por allá aariba, entre nubes de humo, y ni te acordabas de tus amigos... ¡Más bien, nos mandabas todo los días al paredón! - Y nunca me pediste un favor - Nunca te pedí un favor, es cierto. ¿Y para qué? Tengo todo lo que necesito y no necesito nada de nadie, y menos de ti. El viejo levantó los ojos, miró atentamente a sus amigo e intentó sonreir.
Tienes el local vacio
El Amor de la Abuelita
Por Ramón Fonseca Mora
La señora recorría la habitación con paso lento, arrastrando los pies, y produciendo con ellos un sonido rítmico con sus chancletas, que resonaban en las paredes de la vieja casa. Con una mano armada de un plumero de plumas de gallina atacaba cuanto se le poní delante, levantando pequeñas nuebes de polvos azuloso y blanco, y con la otra mano pasaba un trapo humedo por lo que ya habia sido desempolvado, quitando con ello las poquitísimas partículas de polvo que habian logrado salvarse del asalto del plumero.
- Que día mas lindo es hoy, ¿verdad? - preguntó con tono jobial pero apagado, pues hablar le costaba esfuerzo con el