Planificación lingüística y constitución de un bloque regional: el caso del Mercado común del Sur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y de Chili
INDICE
Fundador del modo de comunicación moderno con ferrocarriles, el
telégrafo eléctrico, el teléfono, etc., el siglo XIX, que ve el
libre comercio
hacer sus primeros pasos sin siempre triunfar sobre los
proteccionismos mutuos de los principales poderes rivales,
también asiste al nacimiento de los primeros discursos
sobre la virtud aglomerante de las redes de comunicación.
Alrededor de los años sesenta, las nociones de
« pueblo global » (o « pueblo
planetario ») y de « sociedad
global » hacen su aparición. Como lo evocan
Mary Beth Norton y Paul Escott en su historia de los Estados Unidos,
A people and a nation, a history of the United States
(1988, p. 230) en 1969, el analista político Zbigniew
Brzezinski, el futuro consejero en seguridad
nacional del Presidente de los Estados Unidos
Jimmy Carter, publica Between two ages. America’s
role in the technetronic era. Con este trabajo, uno penetra
en la geopolítica a la edad de la revolución
cientifico–tecnológica. El autor habla del
espacio–mundo y del lugar que ocupa allí y que
allí debería ocupar en las próximas
décadas la superpotencia Estados Unidos en su competencia
contra otra superpotencia, la Unión Soviética. Como
lo indica el título inglés
del trabajo, los Estados Unidos atravesan entonces un
período de transición. Son los primeros quienes
salen de la era industrial para entrar en la era de la
complejidad cultural y social que da a los procesos
políticos un carácter
global. Los cuatro factores del poder y de la
integración – las armas, los medios de
comunicación, las economías, la ideología – se hacen mundiales. La
noción de naturaleza global
es central. El mundo no es un « pueblo
global » sino una « ciudad
global » porque los medios de
comunicación y la informática crearon una sociedad con
elementos extraordinariamente ligados, un nudo de relaciones
interdependientes, nerviosas, agitadas y tensas contrariamente a
la estabilidad que caracteriza la intimidad de un
pueblo.
En este mundo entrelazado, los Estados Unidos
representan la primera sociedad global de la historia, el centro
principal de distribución de la revolución
tecnetrónica. Hablamos de la sociedad que más
comunica porque la mayoría de todas las comunicaciones
mundiales parten de ella y porque es la más avanzada en la
puesta en marcha de una red mundial de información. Pero, y es el punto decisivo
del análisis del Brzezinski, esta es la
única que logró proponer un modelo global
de modernidad,
así como esquemas de comportamientos y valores
universales, por sus producciones culturales y/o sus modos. Es
exactamente debido a este carácter
global que parece cada vez más inadecuado hablar de su
influencia sobre el mundo y de sus conexiones con los otros
pueblos en términos de imperialismo.
Este término está además solamente
válido, según Zbigniew Brzezinski, durante el corto
período de reacción al vacío creado por
la Segunda guerra
mundial y al miedo del comunismo. El
esplendor del tecnológico–científico made
in U.S.A. cambió radicalmente los datos del
problema. La fuerza de esta
revolución es tal que incita los países menos
desarrollados a imitar los demás y a importar técnicas,
métodos y
prácticas de organización. Esta nueva era, colocada bajo
los auspicios de la única sociedad global existente, hace
pasar la humanidad de la diplomacia clásica a la
diplomacia de redes, de una sociedad de
confrontación a una sociedad mundial basada en la
búsqueda de un nuevo acuerdo general.
No hay dudas de que el mundo se convierte en un mercado enorme.
Mientras las primeras formulaciones sobre el
« global » habían sido elaboradas
por Brzezinski, son los estrategas de la geo–economía quienes
inspiran de allí en adelante este concepto. Una
nueva fase de extensión de la economía mundial es
entonces establecida: el espacio de la concepción, de la
producción y de la comercialización de los productos y
servicios de
las grandes empresas se
extiende a un mercado concebido en términos planetarios. A
la base de este nuevo modelo de
organización, se encuentran redes mundiales
de información que transforman las empresas en
empresas–redes, o integradas. Para la dicha doctrina de la
« estandarización universal », de la
cual uno de los primeros iniciadores es, en 1983, Theodore
Levitt, director de la Harvard Business Review, pensar en
términos de globalización se fundamenta en tres
hipótesis: la homogeneización de las
necesidades mundiales, la preferencia universal para productos de
bajo precio con una
calidad
aceptable, una necesidad de economías de escalas en
producción y en
marketing.
Al nivel cultural, esta situación se traduce por
la creación de un mercado único de imágenes
que implica despliegues industriales. Los productos culturales
deben satisfacer ciertas normas internas
(en cuanto a su temática, su legibilidad, su estilo) y
externas (deben amoldarse en un marco espacial y temporal
prefijado). De hecho, las reglas que juegan en la industria para
la producción de un objeto de consumo grande
son iguales en la industria
cultural, estimulada por la búsqueda del público,
es decir el beneficio máximo. Con la cultura de
masas, el sistema
industrial de producción invade el campo de las obras del
espíritu. Las técnicas
de racionalización que apuntan a la rentabilidad
ingresan los grandes periódicos, la producción de
películas, las emisiones de radio y la
televisión, etc.
Al nivel lingüístico, la
globalización de los negocios crea
una necesidad de locutores multilingües que se pueden
encargar de la distribución en los mercados locales.
Es lo que lleva Pierre Bourdieu (1982) y Albert Breton (1998),
entre otros, a considerar la lengua como un
bien y como un elemento del capital humano.
Es también lo que contribuye en modificar las opciones de
los estudiantes trantándose de las lenguas concentrando
las inversiones
hacia el aprendisaje de los idiomas que tienen el más
grande « valor
económico ».
Encontramos otra vez la noción de mercado de
bienes
simbólicos de Pierre Bourdieu, mercado en lo cual cada
lengua tiene
un valor
relativo. El mercado no concede el mismo valor a las lenguas
estandard, por ejemplo, que a las lenguas vernáculas y el
valor de una lengua cambia cuando uno pasa de un mercado a
otro.
La estandarización, sin embargo, no puede
triunfar absolutamente porque significaría la muerte de
las lenguas y las culturas. Implica una doble
contradicción, permanente y vital, dentro de las industrias
culturales y lingüísticas, una que juega al nivel
económico, la otra que juega al nivel
lingüístico–cultural. Los años ochenta,
que vieron el nacimiento de de las doctrinas de globalización financiera y la
estandarización cultural, también coincidieron con
un movimiento de
pensamiento
que se interesa a las tensiones y a los defasajes entre las
fuerzas centrípetas de la « República
económica universal » y la pluralidad de las
culturas. Los antropólogos – de quienes muchos son
originarios de países del Tercero Mundo – comenzaron
la crítica de los discursos
existentes sobre las relaciones entre los flujos culturales
transfronterizos y las culturas singulares Para ellos, la
intensificación del tráfico de los flujos
culturales, la verdadera existencia de una tendencia a la
globalización de la cultura no
llevan a la homogeneización del globo, pero hacia un mundo
cada vez más mestizo. Es por eso que si una de las
principales apuestas de la globalización es lograr la
puesta en práctica de una conciencia de la
dimensión mundial como lugar de la ciudadanía; la
principal apuesta de la planificación lingüística es
acompañar y ayudar este proceso
contribuyendo a dar el derecho y la posibilidad a las poblaciones
de hablar como ellos hablan, y de hacerse escuchar.
Entre los numerosos desafíos de la
globalización es en realidad la gestión
del riesgo de
« monocultura » que pone en peligro los
ecosistemas
culturales. En efecto, la tendencia a la estandarización
se hace tan intensa que al principio de los años noventa,
ciertos analistas comienzan a hablar de la lógica
del « Mc World » (Benjamin Barber, agosto
1998, p.p. 14–15). El problema principal de esta
visión transfronteriza de la cultura inspirada por una
pragmática geo–economista es que se encierra en un
mundo aislado, el universo de
los sectores confiables: los Estados unidos, la Unión
europea y Asia oriental
donde se ubica gran parte del poder
adquisitivo y de las inversiones
mundiales. Anula cualquier noción de identidad
singular. En los países del Sur, existe el mismo principio
de división social: en Brasil, la
avenida Paulista de São Paulo está más cerca
de Madrid que de
Recife.
A partir de estos comentarios, decidimos estudiar las
apuestas lingüísticas de la mundialización y,
en particular, el tema de la planificación lingüística en
contexto regional. Para llevar a cabo este análisis, decidimos estudiar la
planificación lingüística del Mercado
común del Sur (Mercosur),
unión regional creada por Argentina,
Brasil, Uruguay y
Paraguay, cuyo
origen corresponde a la firma del Tratado de
Asunción del 26 de marzo de 1991, al cual se asociaron
en 1996 Chile y
Bolivia.
El Mercosur
representa un total aproximado de doscientos millones de
habitantes, sea el 44% de la población entera de América
latina, y el 59% de su territorio. Cuarto mercado del mundo
después de la A.L.E.N.A., la Unión
europea y Japón,
su P.I.B. ascendió al 54,3% de la región en 1997.
Ahora, es aconsejable notar la existencia de contrastes profundos
entre los cuatro países–miembros y, al mismo
tiempo, dentro
de cada uno de ellos. Así, Brasil, cubre más del
70% del territorio, más del 80% de la población y más del 60% del total du
P.I.B. del Mercosur. Sin embargo, hoy en día, más
del 30% de la población brasileña se encuentra en
un estado de
pobreza
absoluta, mientras una minoría monopoliza la parte
más grande de la riqueza del país.
Hablar del Mercosur de las lenguas y de las culturas
representa entonces una apuesta ya que si el Mercado común
es un éxito
económico cuyas grandes empresas son los actores
fundamentales y los beneficiarios principales, no se puede perder
de vista que, para sus opositores, el Mercosur representa sobre
todo una victoria del neoliberalismo
a la cual asocian la profundización de la
desintegración y de la exclusión social. Se trata,
sobre todo, de un proyecto
tecnócrata, conectado a los intereses del gran capital.
Además, girando alrededor de las ideas de libre competencia y de
competitividad, el proyecto
también llevó a la bancarrota de amplios sectores
de la producción regional. La creación del Mercosur
no cambió las conexiones entre el Estado y la
sociedad
civil, tampoco redujo las disparidades sociales dentro de
esta sociedad a pesar de un crecimiento
económico. Se deja poco lugar a las preguntas sociales
y culturales en las estructuras
del Mercado común.
En la construcción del Mercosur, los Estados
juegan un doble papel
casí contradictorio ya que, por un lado, como
únicos actores, establecen los mecanismos institucionales
y fijan sus contornos y, por otro, en la arquitectura
estrictamente liberal que es el Mercado común de Sur,
cualquier intervención pública es excluída,
contrariamente a la experiencia de la Comunidad
económica europea (C.E.E) y de la Unión. Las
políticas comunitarias de apoyo a las
regiones menos desarrolladas o a las ramas de industria en
problemas
– gracias a los fondos estructurales –, así
como las ayudas nacionales, están inconcebibles en este
nuevo bloque comercial. Tampoco se puede imaginar la existencia
de programas de
reconversión industrial, de investigación tecnológica o de
desarrollo
regional del tipo de los que existen en la U.E. « Es
el mercado, y él sólo, que debe designar a los
ganadores y a los perdedores dentro del Mercado
común » (N.T.) (Richard Seitenfus, febrero,
1998)
Sin embargo, es olvidar que la regionalización
tiene una incidencia sobre la evolución de las identidades sociales. En
efecto, hoy en día los movimientos humanos se hacen cada
vez más intensos y la información verbal circula
fácilmente independemente de la distancia. Entonces las
posibilidades de ver las lenguas y las culturas ponerse en
contacto en un mismo espacio se multiplican, creando sociedades
cada vez más cosmopolitas. Los diferentes grupos
sociales, los individuos y las culturas tienen una
posición diferente con respeto a estos
flujos e interconexiones. Unos son muy favorecidos, mientras que
otros son castigados, condenados seriamente hasta desaparecer.
Esta realidad no se encuentra solamente en el Mercosur pero en
todo el mundo.
El análisis de los contextos políticos,
socioeconómicos y socioculturales muestra que uno
de los desafíos más importantes del Mercosur es la
creación de una identidad
regional bajo la presión
del desarrollo de
la sociedad de la información, de la mundialización
de los intercambios, y de la continentalización, hasta la
internacionalización de los mercados y de la
aceleración de la estandarización sociocultural.
Identidad regional sí, pero no en cualesquieras
condiciones. Tanto antes, era bastante fácil definir esta
noción ya que presentaba una cierta homogeneidad, tanto
hoy la identidad en el contexto de
regionalización/mundialización es más el
resultado de un cierto equilibrio
entre la unidad y la variedad. En otras palabras, la unidad se
explica sólo en lo que es la respuesta a la variedad, y a
la inversa, la variedad se justifica sólo en lo que es la
respuesta a la unidad. También, cuando uno piensa en la
construcción del Mercado común de
Sur, debe preguntarse acerca del tema de la articulación
entre el ser y el hacer juntos, entre el político y el
cultural, entre la ciudadanía y la
partenencía.
La lengua no solamente representa un medio poderoso de
comunicación y de apropiación de la realidad, sino
también de identificación jugando un papel
importante de cohesión social. La planificación
lingüística constituye de hecho una de las
condiciones esenciales a la puesta en práctica de esta
identidad común buscada.
Quand on songe à la variété
des éléments qui doivent être
rassemblés et harmonisés pour créer une
solide identité, on est pris de vertige. Les
gènes, l’histoire – personnelle et
collective –, l’économie, la
société, la religion, tout entre dans la formule
qu’on appelle soi. L’importance particulière
de la langue dans cette alchimie tient au fait qu’elle
est par excellence l’outil qui sert à harmoniser
les autres éléments. (Jacques Dufresne, 1995,
« Langue et identité » in
L’Agora, http://agora.qc.ca)
El Mercosur – debido a su estructura y a
su funcionamiento, pero también porque no es su objetivo
– no constituye el motor central de
su planificación lingüística sino la
demarcación de un espacio en movimiento
donde trabaja como revelador y acelerador para una
reflexión e iniciativas que interesan la política de las
lenguas.
En efecto, la modestia de su estructura
institucional organizada según el Tratado de
Asunción (un Consejo del Mercado común,
constituído por los Ministros de la Economía y de
las Relaciones exteriores, y un Grupo del
Mercado común, órgano ejecutivo) fue confirmada por
el Protocolo de Ouro Preto que dio al Mercosur su
organización definitiva, ya que sus fundadores
querían evitar un burocratismo del proceso de
integración. Las normas adoptadas
por las diferentes instituciones
regionales no son de aplicación directa sino que deben ser
recibidas en los sistemas
jurídicos nacionales lo que aplaza su aplicación y
aumenta los riesgos de
interpretaciones divergentes entre las legislaciones
nacionales.
De hecho, la planificación
lingüística del bloque descansa en sus Estados
miembros y, en una menor medida, asociados porque sólo
Chile
participa en ella. Esta observación nos lleva directamente al
problema de la oposición entre Estado–nación
y bloque regional.
La nueva interrogación centrada en una ética de
la diversidad lingüística y de la paz siempre ha sido
el punto débil del Estado–nación.
En efecto, la elaboración del modelo stato–nacional
en los países que nos interesan nunca ha tenido tales
exigencias. Al contrario, siempre descansaba en la
construcción de un espacio universal más
allá de los particularismos consagrando un espacio
más o menos grande, poderoso, de homogeneización
sistemática. Ahora, una dificultad surge cuando este
espacio, haciendo la unicidad, domina la diversidad en la que
descansa, cuando la usa para sus propios objetivos de
poder.
Al nivel lingüístico, el advenimiento del
modelo stato–nacional como modelo de organización
sociopolítica contribuyó bastante a la
disminución del número de lenguas habladas y las
lenguas hicieron parte de los instrumentos políticos
usados por las clases y los espacios dominantes para reforzar su
poder y sus burocracias. Entonces la opción de una o
varias lenguas oficiales se hizo una apuesta determinante en la
construcción o la evolución de un Estado–nación
y las lenguas no reconocidas fueron, sea relegadas a las zonas de
la sociedad civil y
la esfera privada, sea usadas en objetivos
estratégicos. No hay, desde un punto de vista
demográfico, un Estado que sea monolingüe, solamente
se encuentran Estados que, históricamente, con políticas
lingüísticas de monolingüísmo –
explícitas o implícitas – intentaron
disminuir, oscurecer o desviar la diversidad
lingüística. Agregamos que si la noción
central de « diversidad » hizo su entrada
durante el siglo XIX en los campos de la geografía humana y de
la biología,
su desarrollo como noción científica en todas las
ciencias
humanas todavía se hace esperar y, como lo nota el Guy
Jucquois (1991, p. 1), pocas reflexiones existen acerca de lo que
es la diversidad en nuestras sociedades
contemporáneas, bajo que formas y en cuales condiciones se
manifesta, quien habla sobre ella, con cuales objetivos,
etc.
En resumen, la diversidad lingüística
siempre ha existido, al margen, oscurecida por las aspiraciones
homogeneistas que, en las relaciones de poder, se preocuparon
para mantener las ventajas que los confiría la propiedad de
la llave de la homogeneidad. Hoy, lo nuevo es que la diversidad
también busqua la legitimidad y el
reconocimiento.
La problemática en la cual se ubica la diversidad
mercosuriana y, de hecho, la planificación
lingüística regional, es doble. Por un lado, toca la
pluralidad lingüística, por el otro, toca la
necesidad de reconocimiento sociopolítico de la
noción de diversidad sin la cual nada es posible y que
implica un cambio
ideológico dentro del modelo stato–nacional y la
reconciliación entre sus bases racionales (modificadas por
la creación del Mercosur) y las ideologías
comunitarias e individuales.
Para llevar a cabo este trabajo, sugerimos comenzar con
un panorama general de la situación
lingüística de la región que permitirá
subrayar ciertos rasgos fundamentales. Así, veremos que la
gran diversidad lingüística regional va más
allá de la pareja oficial castellano–portugués más
algunos lenguajes indígenos (el más conocido siendo
el guaraní) y distinguiremos de hecho las minorías
nacionales de las diásporas o « nuevas
minorías ». También nos acercaremos a
las nociones de fragmentaciones dialectales, de variedades
regionales, de estandarización y de norma, fundamentales
en el marco de una planificación lingüística
apuntando al respeto de la
diversidad.
A partir de la informaciones del capítulo II,
veremos que las situaciones de multilingüismo,
multidialectalísmo, o simplemente de
bilingüísmo, crean situaciones complicadas,
generalmente debidas a las relaciones jerárquicas
complejas que existen entre los idiomas vernáculos, las
lenguas regionales estándares y la lengua oficial nacional
estándar – contradicciones estrictamente conectadas
a los problemas de
la estructura social. Así, el capítulo III nos
permitirá presentar los principales problemas de
políticas lingüísticas que surgen en el
Mercosur y en Chile al nivel nacional. Veremos que la
cuestión de las lenguas es el reflejo de las tensiones
sociales. También notaremos que cualquier poder
político tiene, aún implícitamente, una
política
lingüística, sería sólo porque tiene
que comunicarse con sus administrados, lo que está
imposible en todas las lenguas habladas en el territorio
considerado. La elección de una o varias lenguas es el
objeto de equilibrio de
poder, capaz de cristalizar los antagonismos y de hacer a su
turno explotar los Estados, sobre todo por que la lengua es
estrechamente ligada a la identidad y a la cultura. Este
análisis que también será histórica
subrayará las grandes evoluciones que determinaron, o al
menos que modificaron el futuro de las lenguas de la
región y el nacionalismo
lingüístico, describiendo hechos que son actualmente
todavía considerados de un modo apasionado ya que siguen
marcando la época contemporána.
Este inventario hecho,
notaremos que los Estados considerados, cuya lógica
es generalmente unitaria y cuya vocación tiende hacia la
uniformización, reaccionan con más o menos
felicidad al multilingüismo que siempre parece a
priori cuestionar su existencia. Estudiaremos la
relación
« Estado–nación » –
« lengua nacional » y la influencia de los
organismos internacionales sobre las políticas
lingüísticas nacionales y la preservación de
los derechos
lingüísticos. Tocaremos ciertas nociones claves tales
como la « diglosia », el
« bilingüismo », la
« inseguridad
lingüística », el
« estatuto » de las lenguas y sus
« funciones ».
El capítulo IV debe permitirnos entender la
manera de la cual es comprendida y tratada la cuestión
lingüística dentro del Mercosur y en Chile.
Analizaremos por un lado los principios
lingüísticos mercosurianos tales como los que son
evocados por los textos oficiales y el Grupo de
Especialistas en Políticas lingüísticas
(G.T.E.P.L) y, por otro, las evoluciones de las políticas
lingüísticas nacionales e/o internacionales de los
Estados–miembros y de Chile. También examinaremos
las iniciativas puestas en marcha por España y
Portugal cuyo alcance no puede ser ignorado y que deberían
encontrar algunas ventajas en el establecimiento, la
preservación y la difusión de sus lenguas en
Sudamérica, desde un punto de vista económico
(aumento de los intercambios, firmas de acuerdos diversos) o
cultural (extensión de las zonas de influencia hispano y
luso–hablantes). Así, notaremos la existencia de
diversos corrientes de políticas lingüísticas
que nada une entre sí y que nos traeran finalmente a la
cuestión de la existencia verdadera de una
planificación y de políticas
lingüísticas mercosurianas.
Si los capítulos II, III y IV deben permitirnos
mostrar que las políticas lingüísticas deben
ser organizadas sobre el modo de la cooperación
« vertical » (yendo del Estado a la
sociedad civil), también deben, para ser realmente
eficaces, ser llevadas sobre el modo de la cooperación
« horizontal », notablemente cuando, como
en el caso del Mercosur, uno de los objetivos apuntados es la
difusión de dos lenguas – el español y
el portugués – fuera sus fronteras. Insistimos en
particular en este punto porque notamos que, hasta ahora, las
tentativas de políticas lingüísticas llevadas
por los Estados considerados y por el Mercosur mismo casi
sólo han sido basadas en la política de enseñanza de las lenguas oficiales. La
enseñanza de las lenguas ocupa, es muy
cierto, un lugar privilegiado en la puesta en práctica de
las políticas lingüísticas pero no se debe
olvidar de sus otros vectores tales
como las industrias
culturales, los medios de
comunicación y las empresas. Como lo recuerda Louis
Porcher en Les cahiers de l’A.S.D.I.F.L.E. nº7
(1996, p. 10):
L’important consiste ici à souligner
qu’une politique linguistique véritable
s’attache à faire converger ces quatre forces et
non pas à laisser chacune d’entre elles aller son
chemin, ni à confisquer l’action globale au profit
d’un seul de ces paramètres.
El objetivo del
capítulo la V que toca el tema de la educación
será de saber en que medida la escuela puede
trabajar en el campo lingüístico. Analizaremos como,
en el alba de la creación del Mercosur, en una
región donde el tráfico de los bienes y de
las personas tiende a aumentar, las esferas de influencia deben
ser redistribuídas, la educación y la
investigación deben hacer del dominio de las
lenguas una prioridad particular para los intereses
público y privados, nacionales, regionales y locales,
colectivos e individuales. Trataremos tocar la mayor parte de las
preguntas acerca de las políticas lingüísticas
educativas, concentrándonos al principio sobre la educación de las
lenguas antes y después de la creación del
Mercosur. Demostraremos que e intentaremos saber por qué,
a pesar de un deseo evidente de plurilingüismo y una
necesidad de integración regional implicando cada vez
más una generalización de la reciprocidad
lingüística, los sistemas
educativos de los países miembros y asociados al Mercosur
siguen infatigablemente manteniendo la omnipresencia del inglés.
También veremos que de la misma manera como la
educación,
las industrias de la cultura y los medios de
comunicación, verdaderos instrumentos de
difusión de las lenguas, deben ser directamente
concernidos por la planificación lingüística
del Mercosur y de Chile. La cultura pasa de ahora en adelante por
varios canales y modos de comunicación: los soportes
escritos y electrónicos, eventos,
espectáculos, televisión, juegos
interactivos, redes, etc., estableciendose, en cierto modo, en
escuela virtual.
Sin embargo, abriendo sus puertas a los medios de
comunicación extranjeros, los Estados concernados
también abren sus puertas a otras culturas. La
evolución de telecomunicaciones y la difusión de
vídeos y de la
televisión satelital facilita el contacto con otras
lenguas, estimula a la vez el desarrollo de una cierta forma de
competencia lingüística creando la necesidad de
conocer y de usar idiomas extranjeros. Esta tendencia favorece
sobre todo las lenguas más
« importantes », las que se convierten en
lenguas de comunicación internacional, y en primer lugar,
el inglés. Pero al mismo tiempo, vemos la
creación de una tendencia inversa. Así, tendremos
que hacer una revisión de los modos de difusión
existentes que no se limitan al trío tradicional
« televisión–radio–diarios » sino que
también consideran medios
más recientes tales como la Internet o los satélites.
Esta tarea hecha, entonces podremos intentar analizar el papel de
las industrias de la cultura y de la
comunicación en del marco de la planificación
lingüística, y también los peligros
constituídos por el nuevo mundo de la
comunicación, notablemente en cuanto al futuro de las
lenguas de minoritarias.
Finalmente, concluiremos nuestro análisis por un
estudio de las relaciones existentes entre regionalización
(término que, en todas partes de esta tesis, se
refiérará a la construcción del Mercosur) de
los mercados nacionales (trabajo, consumo y
industria) y difusión de las lenguas. Para dar la
sustancia a este estudio será aconsejable primero recoger
datos
empíricos. El análisis concernirá todos los
intercambios lingüísticos que ocurren en los campos
directamente tocados por el proceso de regionalización,
para determinar las obligaciones
que los modelan y los regulan, y hacer aparecer la dinámica de las alteraciones que tocan las
exigencias en formaciones lingüísticas pero
también en la normalización
terminológica.
A.S.D.I.F.L.E., janvier 1996, Les Politiques
linguistiques, Actes des 15e et 16e
rencontres (Paris, janvier 1995 – Montpellier, septembre
1995), Les cahiers de l’A.S.D.I.F.L.E. n°7,
Paris.
BARBER Benjamin, août 1998, « Culture
Mc World contre démocratie » in Le Monde
diplomatique, Paris, p.p. 14–15.
BOURDIEU Pierre, 1982, Ce que parler veut
dire : l’économie des échanges
linguistiques, Fayard, Paris.
Breton Albert (sous la direction de), 1998, Langues
et bilinguisme, les approches économiques,
Ministère du Patrimoine canadien, collection
« Nouvelles perspectives canadiennes »,
Ottawa–Canada.
Brzezinski Zbigniew, 1970, La Révolution
technétronique, Calmann–Lévy,
Paris.
CHAREILLE Samantha (sous la direction
d’Elisabeth Guimbretière), juin 1997, Statut du
français en Uruguay à la fin des années
1990 : raisons du déclin, Mémoire de D.E.A.,
Université de Mont–Saint–Aignan –
U.F.R. D.E.S.C.I.L.A.C., Rouen, 390 p.
CHAREILLE Samantha (sous la direction de Daniel
Coste), mai 2001, Aménagement linguistique et
constitution d’un ensemble régional : le cas
du Mercosur (Argentine, Brésil, Paraguay et Uruguay) et
du Chili, Mémoire de Thèse de Doctorat en
deux volumes, Université Paris III–La Sorbonne
Nouvelle – Ecole normale supérieure de Lettres et
Sciences humaines de Lyon, 660 p.
Dufresne Jacques,
1995, « Langue et
identité » in extrait du site Internet de
L’Agora : http://agora.qc.ca.
JUCQUOIS Guy, 1991, « la diversité
linguistique européenne » in La
linguistique nº27, Paris.
Levitt Theodore, may 1983, « The
globalization of markets » in ,
Boston–U.S.A.
MERCOSUR, 26 de marzo de 1991, Tratado de
Asunción : tratado para la constitución de un mercado común
entre la República argentina, la República
federativa del Brasil, la República del Paraguay y la
República oriental del Uruguay,
Asunción–Paraguay.
MERCOSUR, 17 de diciembre de 1994, Protocolo Ouro
Preto : Protocolo
adicional al Tratado de Asunción sobre la estructura
institucional del Mercosur, Ouro
Preto–Brasil.
NORTON Mary Beth and ESCOTT Paul, 1988, A people
and a nation, a history of the United States, brief
edition, 2nd edition, Houghton Mifflin Company,
Boston–U.S.A.
Seitenfus Ricardo, février 1998,
« Les
dilemmes de l’intégration
latino–américaine : Washington manœuvre
contre le Mercosur » in Le Monde
diplomatique, Paris.
Nueva área política, económica
y profesional, el Mercado común del Sur también
constituye una nueva área lingüística y
cultural, un lugar de muchas referencias. La idea que el
sentido de pertenecer al Mercado común se puede
encontrar en forma embrionaria en cada cultura nacional, es
pura ficción. Además, el resurgimiento de las
identidades íntimas dentro de cada
estado–miembro demuestra que la identidad mercosuriana
no puede ser universal, lo que significaría negar las
diferencias, ni específica, lo que ayudaría a
exacerbarlas. Es obvio que el problema no es simple. El
resultado de esta búsqueda de una identidad
común dependerá de la capacidad para conservar
la diversidad cultural sin perder el sentido de lo que debe
ser la ciudadanía mercosuriana: un objetivo
común. Con esta investigación, nos preponemos
abordar, a partir del caso del Mercosur y de Chile, una serie
de preguntas con respecto a la articulación entre las
políticas lingüísticas nacionales (o la
aparente carencia de políticas
lingüísticas nacionales) y los desarrollos
económicos macro–regionales, en el contexto de
regionalización/mundialización por un lado, de
afirmaciones colectivas, de identidades y locales por otro.
De este punto de vista, veremos que el Mercosur – por
su esencia y lo que representa – constituye menos una
fuerza
central que el límite dinámico de un
área móvil donde procede como un puntero y
catalizador, o aún como instrumento al sentido, hacia
una reflexión y a la iniciativa referente a la
política de lenguajes.
Autor:
Samantha Chareille.
Doctora en Didactología de las lenguas y de las
culturas.
Université Paris III–la Sorbonne
Nouvelle.
Ecole normale supérieure de Lettres et Sciences
humaines de Lyon.
E.mail: chareille[arroba]hotmail.com