La vaca
- Historia de la
vaca - Definamos la
vaca - Algunas de las
vacas más comunes - Los
orígenes de las vacas - Cuando nuestras
vacas han sido regalos de otras personas - Cómo matar
nuestras vacas - Una vida libre de
vascas
CAPÍTULO
UNO – Historia de la
vaca
La historia cuenta que un viejo maestro deseaba
enseñar a uno de sus discípulos por qué
muchas personas viven atadas a una vida de mediocridad y no
logran superar los obstáculos que les impiden triunfar. No
obstante, para el maestro, la lección más
importante que el joven discípulo podía aprender
era observar lo que sucede cuando finalmente nos liberamos de
aquellas ataduras y comenzamos a utilizar nuestro verdadero
potencial.
Para impartir una lección al joven aprendiz,
aquella tarde el maestro había decidido visitar con
él los lugares más pobres y desolados de aquella
provincia. Después de caminar un largo rato encontraron la
que consideraron la más humilde de todas las
viviendas.
Aquella casucha a medio derrumbarse, que se encontraba
en la parte más distante de aquel caserío
debía ser –sin duda- alguna de las más pobre
de todas. Sus paredes milagrosamente se mantenían en pie,
aunque amenazaban con derribarse en cualquier momento; el
improvisado techo dejaba filtrar el agua, y la
basura y los
desperdicios que se acumulaban a su alrededor daban un aspecto
decrépito a la vivienda. Sin embargo, lo más
sorprendente de todo era que en aquella casucha de 10 metros
cuadrados pudiesen vivir ocho personas. El padre, la madre,
cuatro hijos y dos abuelos se las arreglaban para acomodarse en
aquel lugar.
Sus viejas vestiduras y sus cuerpos sucios y malolientes
eran prueba del estado de
profunda miseria reinante.
Curiosamente, en medio de ese estado de escasez y
pobreza total,
esta familia contaba
con una posesión poco común en tales
circunstancias; una vaca. Una flacuchenta vaca que con la escasa
leche que
producía, proveía a aquella familia con el poco
elemento de un valor
nutricional. Pero más importante aún, esta vaca era
la única posesión material de algún valor
con que contaba aquella familia. Era lo único que los
separaba de la miseria total.
Y allí, en medio de la basura y el
desorden, pasaron la noche el maestro y su novato
discípulo. Al día siguiente muy temprano y sin
despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su
camino. Salieron de la morada y antes de emprender la marcha, el
anciano maestro le dijo a su discípulo: "Es hora de que
aprendas la lección que has venido a aprender".
Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlo, el
anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y
degolló la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta
de la vivienda, ante los incrédulos ojos del
joven.
Maestro, dijo el joven: "¿Qué has hecho?
¿Qué lección es esta, que amerita dejar a
esta familia en la ruina total? ¿Cómo has podido
matar esta pobre vaca, que representaba lo único que
poseía esta familia?
Haciendo caso omiso a los interrogantes del joven, el
anciano se dispuso a continuar la marcha, y maestro y
discípulo partieron sin saber que suerte aquella familia
ante la pérdida de su única
posesión.
Durante los siguientes días, una y otra vez, el
joven era conformado por la nefasta idea, de que, sin la vaca,
aquella familia seguramente moriría de hambre.
Un año más tarde, los dos hombres
decidieron regresar nuevamente por aquellos senderos a ver
qué suerte había corrido aquella familia. Buscaron
la humilde posada nuevamente, pero en su lugar encontraron una
casa grande. Era obvio que la muerte de
la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella
familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar
aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones,
se había adueñado de aquel lugar, y había
construido una mejor vivienda.
¿Adónde habrían ido a parar aquel
hombre y sus
hijos? ¿Qué habría sucedido con ellos? Todo
esto pasaba por la mente del joven discípulo mientras que,
vacilante, se, debatía entre tocar a la puerta y averiguar
por la suerte de los antiguos moradores o continuar el viaje y
evitar confirmar sus peores sospechas.
Cual sería su sorpresa cuando del interior de
aquella casa salió el hombre que
un año atrás le diera morada en su vivienda.
¿Cómo es posible? preguntó el joven. Hace un
año en nuestro breve paso por aquí, fuimos testigos
en la profunda pobreza en que ustedes se encontraban.
¿Qué ocurrió durante este año para
que todo esto cambiara?
Ignorante del hecho de que el discípulo y su
maestro habían sido los causantes de la muerte de su
vaca el hombre relató como, coincidencialmente, el mismo
día de su partida, algún maleante, envidioso de su
vaca, había degollado salvajemente su animal.
El hombre continuó relatándole a los dos
viajeros como su primera reacción ante la muerte de la
vaca había sido la desesperación y angustia. Por
mucho tiempo, la
vaca había sido su única fuente de sustento. El
poseer esta vaca le había ganado el respeto de sus
menos afortunados vecinos, quienes envidiaban no contar con tal
preciado bien.
Sin embargo, continuó el hombre, poco
después de aquel trágico día, decidimos que
a menos que hiciéramos algo, muy probablemente, nuestra
propia supervivencia estaría en peligro. Así que
decidimos limpiar algo el terreno de la parte de atrás de
la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar
vegetales y legumbres con los que pudiésemos
alimentarnos.
Después de algún tiempo comenzamos a
vender algunos de los vegetales que sobraban y con este dinero
compramos más semilla y comenzamos a vender nuestros
vegetales en el puesto del mercado.
Así pudimos tener dinero suficiente para comprar mejores
vestimentas y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco,
este año nos ha traído una nueva vida.
El maestro, quien había permanecido en silencio,
prestando atención al fascinante relato del hombre,
llamó al joven a un lado y en voz baja le
preguntó:
¿Tú crees que si esta familia aún
tuviese la vaca, estaría donde ahora se
encuentra?
Seguramente no, respondió el joven.
¿Si ves? Su vaca, fuera de ser su única
posesión, era también la cadena que los
mantenía atados a una vida de mediocridad y
miseria.
Al no contar más con la falsa seguridad que les
proveía el sentirse poseedores de algo, así no
fuese más que una flacuchenta vaca, debieron tomar la
decisión de buscar algo más.
En otras palabras, la misma vaca que para sus vecinos
era una bendición, les había dado la
sensación de poseer algo de valor y no estar en la miseria
total, cuando en realidad estaban viviendo en medio de la
miseria.
Así es cuando tienes poco. Lo poco que tienes se
convierte en un castigo, ya que no te permite buscar más.
No eres feliz con ello, pero no eres totalmente miserable. Estas
frustrado con la vida que llevas, más no lo suficiente
como para querer cambiarla. ¿Ves lo trágico de esta
situación?
Cuando tienes un trabajo que
odias, que no suple tus necesidades económicas
mínimas y no te trae absolutamente ninguna
satisfacción, es fácil tomar la decisión de
dejarlo y buscar uno mejor. NO obstante, cuando tienes un trabajo
del cual no gustas, que suple tus necesidades básicas pero
no te ofrece la oportunidad de progresar; que te ofrece cierta
comodidad pero no la calidad de
vida que verdaderamente deseas para ti y tu familia, es
fácil conformarte con lo poco que tienes.
Muchos de nosotros también tenemos vacas en
nuestra vida, ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen
atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de
estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de
oportunidades por descubrir. Oportunidades que sólo
podremos apreciar una vez hayamos matado nuestras
vacas.
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