Los ingleses habían mantenido tradicionalmente
buenas relaciones con las trece colonias que habían
formado en la costa atlántica de América
del Norte.
Unas fueron fundadas directamente por la Corona o
explotadas por compañías que comerciaban con
productos
tropicales; otras nacieron tras el establecimiento de colonos
exiliados de la metrópoli por motivos políticos o
religiosos. Todas gozaban de un grado aceptable de libertad,
regidas por gobernadores de la metrópoli, pero con
asambleas o parlamentos que les aseguraban su
autonomía.
Pero en 1765, el gobierno inglés
de Jorge III cometió el error de aumentar los impuestos,
estableciendo primero un impuesto del
timbre, sello que tenían que llevar los documentos
jurídicos y que fue suprimido; y después un
impuesto sobre el té, que acabaría desencadenando
la revolución . En el puerto de Boston, un
buque cargado de té fue saqueado por americanos
disfrazados de pieles rojas. Ambos impuestos habían sido
promulgados sin consultar a las colonias e Inglaterra
trató de mantenerlos haciendo uso de la fuerza. Los
colonos, considerándolos abusivos, se reunieron en el
Congreso de Filadelfia y, tras proclamar la Declaración de
Derechos (1774),
se declararon independientes (1776). Habían nacido los
Estados Unidos
de Norteamérica.
La Declaración de Independencia,
leída solemnemente en Filadelfia, constituye
todavía hoy uno de los textos más innovadores y
trascendentes de la historia
contemporánea. En él quedaron proclamados los tres
principios
básicos que constituirían el lema de la Revolución
Francesa: "libertad, igualdad y
fraternidad ".
De acuerdo con ello, los nuevos estados formaron una
república, regida por un presidente y una asamblea o
congreso, elegido ambos por todos los habitantes mayores de edad.
Se había instituido, pues, un régimen
democrático, fijándose los derechos y deberes de
gobernantes y gobernados en una ley fundamental o
Constitución.
El destino de la nueva nación
se libró en una guerra con
Inglaterra que fue difícil para los americanos durante los
tres primeros años. Después, con la ayuda de
franceses y españoles y conducidos por George Washington,
lograron derrotar a su antigua metrópoli en Saratoga
(1777) y Yorktown (1781). Dos años después se
firmaba la Paz de Versalles por la que Gran Bretaña
reconocía la independencia de los Estados
Unidos.
"…Nosotros los representantes de los Estados
Unidos de América, reunidos en Congreso general, acudimos
al juez supremo del mundo para hacerle testigo de la rectitud de
nuestras intenciones.
En el nombre y con el poder pleno
del buen pueblo de estas colonias damos a conocer solemnemente y
declaramos que estas colonias unidas son y por derecho han de ser
Estados libres e independientes; que están exentas de todo
deber de súbditos para con la Corona británica y
que queda completamente rota toda conexión política entre ellas
y el Estado de
la Gran Bretaña, y que, como Estados libres e
independientes, poseen pleno poder para hacer la guerra,
concertar la paz, anudar relaciones comerciales y todos los
demás actos y cosas que los Estados independientes pueden
hacer por derecho. Y para robustecimiento de esta
declaración, confiados a la protección de la
Providencia divina, empeñamos unos a otros nuestra vida,
nuestra fortuna y nuestro sagrado honor.
Tomás Jefferson, Benjamín Franklin, John
Adams."
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