- Algunos
problemas - Orígenes
- Advenimiento y
consolidación del yrigoyenismo - Impasse, cambios de
hábitos y segundo gobierno - Conclusiones
- Bibliografía
consultada
El periodo 1915 – 1930 en Argentina se caracteriza
por una crisis de
representatividad como consecuencia de las contradicciones
propias del capitalismo
tardío en sus modos de manifestación política, cuyo
desarrollo
trajo aparejada una distinción social muy marcada,
propiciada por la distribución desigual de los medios de
subsistencia.
En efecto, la conformación de un esquema
productivo en torno a la
dependencia económica unilateral, en el sentido de un
intercambio que involucraba primordialmente sólo a Gran
Bretaña, determinó un estado
particular de relaciones sociales, lo que también
derivó en la conformación de una cultura
coherente, pero referida a Francia, en la
medida en que se la definía como árbitro cultural
de la modernidad
tardía que asumió la clase social
dominante del país.
Partiendo del axioma que la representatividad es un
fenómeno inherente al parlamentarismo occidental y que la
misma depende de los grados de desarrollo que experimenta una
sociedad, es
factible postular que la crisis de representatividad del periodo
aludido es una con-secuencia lógica
de las contradicciones propias al modelo
económico dependiente y de la
organización social que del mismo deriva.
Con atención a lo expresado, este trabajo se
funda metodológicamente en el modelo
hipotético-deductivo sustentado en el materialismo
histórico. De acuerdo con esto, se analizarán
las causas y el desarrollo del fenómeno en el marco de las
condiciones en las cuales adquiere objetividad. En función de
ello, se aplicará la técnica de indagación
bibliográfica en documentos
pertinentes, cuyos datos se
analizarán dialécticamente. Este trabajo aspira a
aportar un nuevo enfoque para el abordaje del objeto.
En primera instancia, resulta necesario definir algunos
aspectos propios de este trabajo, a saber: capitalismo
tardío y representatividad, categorías
operativas que sirven para marcar estadios específicos en
las relaciones productivas y sociales en las que se halla un
sujeto dado.
Efectivamente, capitalismo tardío define
el estado
concreto de un
aparato productivo en un entorno, el capitalismo mundial, cuyo
desarrollo implica fases desiguales y heterogéneas. Al
hacer lugar a estas consideraciones, se tiene en cuenta que este
modelo de producción no se impuso
homogéneamente en el mundo, sino que su
implantación fue el resultado de un proceso
histórico que tuvo como sujeto activo principal a una
clase social específica: la burguesía. Por lo
mismo, esta clase social, y su consolidación como factor
económico y políticamente hegemónico,
comportó un desarrollo ligado a una paulatina
transferencia y desarrollo de los medios de
subsistencia.
Si se aceptan estas postulaciones, la modernidad
implicada en este proceso se desarrolló
asimétricamente, razón por la cual todas las
sociedades no
accedieron al mismo tiempo a las
prácticas implicadas en ella, lo que produjo obviamente
desarrollos desiguales.
Las Provincias Unidas del Río de la Plata, como
configuración económica y social, derivaron de
Virreinato y su conformación como estado-nación
comenzó a producirse recién en 1853, al final de la
guerra civil
que comportó factores económicos y políticos
contrapuestos. La cristalización de la dominación
de uno de esos factores, los unitarios, implicó la
institucionalización de un modelo económico
específico y una organización política al efecto. De
acuerdo con el año citado y los sucesivos hasta la
constitución concreta del estado, la
incorporación de la República Argentina al
concierto mundial se produjo tardíamente respecto de los
países europeos, dentro de cuyos límites
venía consolidándose un modelo productivo que,
posterior-mente, fue mundializado y dio como resultado una nueva
configuración de la división del trabajo, pero a
escala
mundial.
De esta asunción retrazada del capitalismo,
surgieron: el desarrollo y consolidación de un sujeto
identificado a partir de una acumulación histórica
de los medios de producción: la oligarquía
terrateniente, cuya prosapia se ubica en la praxis
colonial del latifundio; y otro, conexo a este modo de
producción, en la medida en que su crecimiento
económico estuvo en función del comercio
portuario, la burguesía.
El retrazo en el desarrollo del capitalismo en Argentina
fue consecuencia de la existen-cia de elementos residuales
–coloniales– y tradicionales
–dependientes–, cuya confrontación
imposibilitó la cristalización de un modo
particular de capitalismo vernáculo. La asimilación
histórica del país a la división
internacional de trabajo configuró la
institucionalización del modelo tradicional de relaciones,
basadas en relaciones asimétricas con Gran Bretaña,
cuyo capitalismo ya tenía casi cien años de
antigüedad.
De acuerdo con el axioma citado, la
representatividad constituye un fundamento objetivo de la
conformación del contrato social.
Por ello, comporta la existencia de sujetos ya definidos por su
ubicación dentro de una distribución social fundada
en su capacidad de apropiación de medios de
producción. Esta composición preexiste al contrato y se
configura como statu quo, es decir, un estado de cosas
particularmente dado, donde los sujetos asumen las
características que los definen con relación al
resto de los implicados en un modo de
producción.
Estos sujetos colectivos constituyen clases o
formaciones sociales dentro de las cuales se nuclear individuos,
según grados de afinidad derivados por la asunción
de una pertinencia a la clase o formación. Dentro de la
organización que presupone el orden democrático, la
representatividad implica un proceso de delegación de
autoridad del
conjunto a determinados sujetos, los cuales asumen la responsabilidad de investirse con los
requerimientos y expectativas de quienes le confieren tal
capacidad de representar. Así, un sujeto adquiere una
representatividad que se expresa en grados relativos, en la
medida en que puede darse en un espectro que va desde la total
hasta la nula, o irrepresentatividad, respecto de cierto sujeto
individual o colectivo.
Según lo expresado, la representatividad comporta
la existencia de un plural de sujetos dentro de un entorno dado,
los cuales, en el caso de la práctica parlamentaria,
poseen un composición interna igualmente plural, derivada
de la intersección de una diversidad de intereses. Ello
define la naturaleza
dialéctica de las relaciones que se tejen dentro de cada
espacio y, a su vez, dentro del entorno, en la medida en que
éste se erige como lugar relacional en el que convergen
sujetos representados, lo que impone una dinámica particular al conjunto de
relaciones que se ponen en funcionamiento en el proceso de
representar. En la medida en que tanto los contextos, como el
entorno, se hallan sometidos a relaciones dialécticas, las
vinculaciones sistémicas, que se fundan en la
acumulación de renta, operan la dinámica de la
movilidad social, lo que relativiza la representatividad,
como lo prueban las diversas migraciones de sujetos que, habiendo
sido representativos de una clase o formación social, su
acumulación rentística determinó mutaciones
en su ubicación dentro del esquema productivo y,
consecuentemente, de identificación social.
Uno de los aspectos que da cuenta de la contingencia en
la que se encuentra la represen-tatividad se expresa en las
colusiones o alianzas estratégicas de clase respecto de la
hegemonía dentro de un orden dado, o la revolución
del mismo. La experiencia histórica pone de relieve la
transitoriedad de tales formaciones, con ejemplos tales como: La
Revolución
Francesa y la alianza entre jacobinos y sans cullotes;
la Revolución Soviética y la colusión entre
bolcheviques y mencheviques.
En 1880 existía un sistema
político restringido, autoritario y orientado a
maximizar los beneficios de un grupo de
familias, cuyos negocios
estaban relacionados con el rol de país exportador de
materias primas, en el mercado
mundial.
Los reclamos por la modificación de este sistema
político, fueron canalizados por la Unión
Cívica, de la que sobresalieron Bartolomé Mitre y
Leandro Alem. En al década de 1890 la Unión
Cívica impulsó la denominada "Revolución del
Parque" o "Revolución del 90", levantamiento armado contra
el gobierno de
Juárez Celman que tuvo, entre sus consecuencias políticas,
la renuncia del Presidente de la Nación
y su reemplazo por Carlos Pellegrini. El levantamiento del 90
movilizó cambios en el sistema político, en la
medida en que se abría a la participación de los
sectores de la pequeña burguesía urbana.
Con posterioridad, se produjo un pacto entre el sector
de la Unión Cívica que respondían a Mitre y
sectores oficialistas cercanos a Roca, sobreviniendo la fractura
del partido y el advenimiento de la Unión Cívica
Radical, calificativo de autoría de Leandro Alem. El 2 de
Julio de 1891 la mayoría del Comité Nacional de la
Unión Cívica lanzó un manifiesto anunciando
la ruptura de la agrupación y el repudio al acuerdo
Roca-Mitre. En 1902 se aplicaba, por primera vez, el "Estado de
sitio", que conculcaba los derechos constitucionales e
individuales. Ese mismo año se dictó,
además, la denominada Ley N° 4.144
(de Residencia). La misma permitiría a la oficialidad la
deportación de todo extranjero indeseable a sus
intereses.
En 1904, se llevó a cabo elecciones bajo la nueva
ley que preveía sufragios por circuito. En aquella
oportunidad, resultó electo por el distrito La Boca
Alfredo Palacio, primer diputado socialista argentino.
Al año siguiente, la UCR retomó las
armas, en su
Manifiesto indicaba que "… ante la evidencia de una
insólita regresión que, después de 25
años de transgresiones a todas las instituciones
morales, políticas y administrativas, amenaza retardar
indefinidamente el restablecimiento de la vida nacional; ante la
ineficacia comprobada de la labor cívica electoral, porque
la lucha es la opinión contra gobiernos rebeldes alzados
sobre las leyes y respetos
públicos; y cuando no hay en la visión nacional
ninguna esperanza de reacción espontánea, ni
posibilidad de alcanzar normalmente, es sagrado deber de
patriotismo ejercitar el supremo recurso de la protesta
armada…" Ese año, la respuesta programática
la dio el V Congreso de la FORA, a partir del cual la lucha
obrera se radicalizó aún más. Solamente "…
en 1906 hubo en Buenos Aires 39
huelgas, en las que participaron 137.000 trabajadores. Las
estadísticas señalaban que un
promedio de 600 obreros estaban constantemente en conflicto con
la burguesía."
De lo expresado puede inferirse aspectos sustanciales:
en primer lugar, el proceso de in-tegración de las masas
de inmigrantes al esquema socio-productivo argentino por medio de
diversas medidas, especialmente la aplicación de la Ley
N° 1420, de enseñanza obligatoria, lo que
permitió, mediante la transmisión de la
lecto-escritura
española, la comprensión de los derechos civiles,
ignorados por gran parte de la población; en segundo lugar, y como
consecuencia de ello, la aparición de formaciones sociales
que se atribuyen representatividad de ciertos sectores de la
sociedad, opuestos al dominante, y la asimilación de
formas de lucha respecto a la composición de fuerzas
sociales.
En este sentido, resulta relevante el accionar de
diversas asociaciones y gremios, desarrollados a partir de la
importación de postulados por medio de la
inmigración, muchos de cuyos integrantes
portaban la tradición de lucha de los levantamientos
populares europeos de 1848, y que se expresaron mediante las
diversas huelgas desarrolladas a finales del siglo XIX. Sin
embargo, aunque la actividad de estas formaciones contribuyen al
proceso de emergencia de nuevos sujetos en la política
argentina, se debe reconocer que resulta un fenómeno
colateral y ajeno a la conformación de la UCR, porque,
aunque si bien es cierto que compartían aversión
por el sujeto dominante, el propio Manifiesto de
constitución de la Unión Cívica
establecía que ésta "…fue desde el principio la
coalición de los hombres de bien, vinculados para
destruir el sistema de gobierno imperante que ha producido tan
graves perturbaciones en la República…",
calificación impensada para los militantes anarquistas y
sólo asequible a un determinado tipo de sujeto social con
un ejercicio cívico relativo,
que no era el caso del proletariado urbano y rural.
Advenimiento y
consolidación del yrigoyenismo
En 1912, durante el gobierno de Roque Sáenz
Peña se sancionó la ley de voto secreto y
obligatorio, la cual abrió posibilidades electorales a la
pequeña burguesía; También, en ese periodo
fue electo diputado nacional Juan B. Justo. Mientras en Santa Fe
se produjo la revuelta de los chacareros de la pampa gringa, que
protestan los altos precios de los
arrendamientos rurales y los altos intereses por los créditos que solicitan para producir. La
protesta pasó a la historia como el "Grito de
Alcorta", en referencia a la localidad santafecina epicentro de
los acontecimientos y primera sede la recién fundada
Federación Agraria Argentina.
En el manifiesto sometido a la ciudadanía ante los comicios, el 30 de
marzo de 1916, el radicalismo expresaba los fines de su acción
política: "La UCR es la Nación misma bregando hace
veintiséis años para libertarse de gobiernos
inspiradores. Es la Nación misma y, por serlo, caben
dentro de ella todos los que luchan por los elevados ideales que
animan sus propósitos." La moral como
principio conductor en la acción
política.
El 12 de octubre de 1916 asumió como presidente,
y buscó a sus funcionarios entre la clase media, hasta
entonces poco vinculada a las grandes corporaciones de capital
internacional. Sustituidos los gobiernos oligárquicos de
"régimen" en 1916, pareció abrirse una nueva e-tapa
para los trabajadores; el nuevo gobierno, defensor de la democracia y
el sufragio
universal, sustentado políticamente en la pequeña
burguesía y la clase media, promulgó algunas
mejoras para los obreros industriales. En lo sustancial, sin
embargo, las cosas no variaron. Durante su primera presidencia,
Yrigoyen encontró hostilidad en el Senado con
mayoría conservadora, que lo llevó a ordenar la
intervención a las provincias por decreto, dentro de las
cuales, diez recayeron sobre gobiernos radicales. De este modo,
trabado sus movimientos por el ordenamiento legal subsistente del
"Régimen", no pudo realizar sino parcialmente su obra de
"reparación".
"No fue, por cierto, un gobierno revolucionario. No
modificó el régimen de tenencia de la tierra, ni
atacó las bases económicas de la oligarquía,
ni produjo cambios en la estructura
económica o en la relación con los países
centrales. Pero es obvio que ni el radicalismo estaba animado por
una concepción revolucionaria ni el país necesitaba
en ese momento un cambio total
en el esquema que venía funcionando pasablemente bien
desde 1880… En cambio, la presencia radical en el poder
aparejó una mayor democratización de la sociedad
argentina. Hijos de inmigrantes participaban en los cuerpos
representativos o desempeñaban cargos importantes en la
administración
pública, acentuando el igualitarismo en la vida
nacional. Una intensa vida política se desarrollaba a lo
largo del país (…) Crecía la sensación de
que existía en las alturas del poder una mayor
preocupación por la suerte de la gente común. En
algunas provincias de características especialmente
feudales, el radicalismo operó en un sentido de apoyo
decidido por los humildes, desatando la ira de las clases
poseedoras…"
Su gobierno se enmarca en las condiciones
internacionales del desarrollo de la Primera Guerra
Mundial, frente a la cual Argentina mantuvo su
histórica postura neutralista, y Revolución
Soviética de 1917. Las repercusiones de esta última
se patentizan en el levantamiento de estudiantes universitarios
en la Universidad de
Córdoba, en 1918, cuyo Manifiesto, conocido como
Reforma Universitaria, exigía: revisar los planes
de estudio, renovar sus métodos,
jerarquizarse culturalmente y enrolarse en las inquietudes
progresistas del quehacer contemporáneo. Pero
también repercute en las organizaciones
sindicales proletarias, cuyas medidas de fuerza
afectaron a la economía nacional:
ferroviaria, portuaria, metalúrgica. Entre ellas, se
destacó la iniciada en 1919 por demandas salariales y
horarios de trabajo en los talleres metalúrgicos Vasena,
la "Semana Trágica", que puso en peligro la estabilidad
del gobierno. Otro hecho fue el llamado "drama
patagónico", en Río Gallegos, donde los obreros de
la lana se alzaron con similares reivindicaciones, en 1920.
Intervinieron fuerzas del Ejército al mando del teniente
coronel Varela, quien impuso la ley marcial sin haberlo dispuesto
los poderes públicos. En tres meses sometió a los
huelguistas.
Estos hechos también pusieron de manifiesto la
emergencia de grupos
parapoliciales, como es el caso de la Liga Patriótica
Argentina, financiados por la oligarquía terrateniente y
la burguesía ligada al capital transnacional.
Impasse, cambios
de hábitos y segundo gobierno
La conclusión del primer mandato se llevó
a cabo en 1922 y lo sucedió Marcelo T. de Alvear. Al
año siguiente, Leopoldo Lugones denostó la
acción de los extranjeros, propició el control de la
inmigración, la expulsión de los extranjeros
indeseables y el fortalecimiento del Ejército, lo que puso
en evidencia la emergencia de las primeras logias militares, que
se constituyeron por separado y se fusionaron con el nombre de
Logia General San Martín, en 1921, logrando el control del
Círculo Militar y posteriormente, a través del
mismo, impusieron al Presidente Alvear al entonces coronel
Agustín P. Justo, como ministro de Guerra.
Este gobierno se diferenció del anterior por la
influencia europea respecto del concepto de
gobierno y de partido. Dio más importancia a los
ministros, mostrando figuras relevantes del "antipersonalismo",
en lugar de los "ilustres desconocidos" que rodearon a Yrigoyen.
Según Félix Luna, el gobierno "… de Alvear
fue una presidencia suertuda, deslizada suavemente en años
de gran prosperidad, sin sobresaltos ni dificultades. El periodo
1922-1928 estuvo ubicado cómodamente entre dos crisis: la
de posguerra, y la que afligió al mundo desde 1929…
Durante su administración… no hubo grandes
alteraciones económicas, ni en el país ni en el
mundo. Moneda estable, ocupación plena, abundancia de
vivienda, afluencia de capitales… No hubo grandes conflictos
sociales y se pudieron solucionar algunos entredichos como el de
los cañeros… Si hubiera que calificar su administración, el adjetivo que le
cuadraría sería el de
‘correcta’."
Desde 1926 el yrigoyenismo se lanzó a la
reconquista del gobierno, centrando su campaña en la
figura del lider y la promesa de prosperidad general. Contando
con el apoyo de la sociedad contraria a los intereses
norteamericanos de Standard Oil, proponía la
nacionalización del petróleo, nueva fuente para impulsar la
industria.
Ante el crecimiento del yrigoyenismo, muchos conservadores
apoyaron a la UCR antipersonalista (Frente Único).
También los grandes diarios hicieron una campaña
para desprestigiarlo. Apoyado por los sectores
medios y obreros, y con 76 años y
su salud
comprometida, asumió por segunda vez la presidencia de la
Nación, el 12 de Octubre de 1928. Luego del triunfo
electoral, Hipólito
Yrigoyen llegó al gobierno precedido no sólo de
la simpatía popular, sino de una fama y un poder de
convocatoria como ningún gobernante había
poseído.
Sin embargo, el radicalismo comenzó a girar cada
vez más en torno a los sectores me-dios urbanos. El centro
de la acción política recayó en los
profesionales de la clase media y hombres salidos de los
comités y el gabinete contuvo a varios provincianos en
representación de todas las regiones argentinas, cosa que
el espíritu portuario no perdonó. La lentitud de su
primer gobierno se volvió desesperante en el segundo. El
personalismo excesivo, que lo llevaba a resolver solo los
problemas,
paralizaba la
administración. Se extendió así la idea
de un gobierno integrado por ministros y legisladores genuflexos,
incapaces de decirle la verdad al presidente.
El creciente clima opositor
dentro de un conglomerado de grupos democráticos y
nacionalistas aportó al clima conspirativo. Mientras
tanto, el ejercito era recorrido por una ola de
ad-miración con respecto al ejercito alemán y su
particular ideología, además del vicio de
presionar al poder político. Entonces, parecía
fácil adaptar la forma en que se desarrollaron los hechos
en Europa a la
Argentina ; la acción propagandística de los
conspiradores apuntaba a demostrar que el clima de desorden
creado por el gobierno era intencional y beneficiaba a los
sectores maximalistas o revolucionarios. La complicidad,
según ellos, estaba simbolizada en la falta de una mayor
represión sobre los trabajadores y que fue suplantada por
grupos paramilitares que se dedicaban a romper huelgas, apalear
obreros y judíos,
como fue el caso de La Liga Patriótica. A esto se
agregaron todos los partidos políticos y hasta los
sectores universitarios reformistas beneficiados anteriormente
por la política radical. La prensa
jugó un papel fundamental en el derrocamiento de Yrigoyen,
posteriormente muchos de los medios que tan duramente castigaban
al gobierno, fueron clausurados por el gobierno
militar.
A los 76 años, afrontó la crisis mundial
de 1929, en la que la recesión económica
norteamericana repercutió en los mercados europeos
y sudamericanos, con el consecuente retorno de los capitales
extranjeros a sus orígenes y el gran deterioro de la
dependiente economía nacional. Las consecuencias de crack
provocaron una profunda conmoción y acarrearon reajustes
que intentaron contener el colapso y acomodar las nuevas
relaciones económicas con el resto del mundo, aunque el
excesivo personalismo del presidente, que ocasionaba la lentitud
de su administración, pronto mostró los efectos de
la dependencia económica del país a través
de la exacerbación de las contradicciones sociales con la
consecuente profundización de la distinción de los
sujetos sociales.
La incapacidad del gabinete de clase media puso en
movimiento la
colusión estratégica de la oligarquía, la
gran burguesía portuaria y la logia General San
Martín, ligada históricamente a la los sectores
tradicionales de la economía
argentina. Al desgaste político se sumaron los cambios
ideológicos en la sociedad argentina. El miedo al comunismo
instaurado en Rusia, la
decepción de ciertos sectores con los partidos por la
disminución de calidad de los
elencos gobernantes y el ejemplo de los movimientos totalitarios
europeos, especialmente el fascismo italiano
y el falangismo español,
dieron origen a corrientes totalitarias cobijadas bajo el
rótulo de nacionalismo,
con el denominado ‘revisionismo histórico’
como mascarada cultural.
El 6 de septiembre de 1930, un grupo de civiles armados
y cadetes del Colegio Militar depusieron y encarcelaron al
presidente, inaugurando el periodo de golpes militares que
caracterizarían a la vida política del país
en años sucesivos. Esta alianza prontamente mostró
la relatividad de tales asociaciones, porque, una vez depuesto el
gobierno, "…dos líneas se definieron
rápidamente entre los vencedores: mientras los viejos
sectores políticos rodearon a al general Agustín P.
Justo, los reducidos pero muy activos grupos
nacionalistas apoyaron al presidente José Félix
Uriburu, que propugnaban una renovación profunda de los
moldes institucionales del país, con la intención
de convertirlo en una réplica del estado corporativo de
inspiración mussoliniana…"
En realidad, hubo "… dos intentos: el de
Agustín Justo, que buscó una solución
institucional, como en el 90, con la asunción del vice o
un senador… ya que los personalismos llevaban a la
anulación de las capacidades políticas. El otro
intento fue el de Félix Uriburu, que pretendió algo
más que derrocar a Yrigoyen. En realidad, quiso terminar
con la democracia; y la audacia del aventurero logró
derrocar a un gobierno que no atinó a ordenar la
represión a los once mil soldados leales a la
Constitución concentrados en el Arsenal de Guerra. El del
treinta, más que un derrocamiento, fue una
abdicación.
Estas manifestaciones concretas pusieron en evidencia
las maniobras de la burguesía mundial para conservar los
fundamentos de su hegemonía, desarrollando formaciones
sociales de nuevo tipo, que apuntaban a superar la crisis
económica, frenar el desarrollo del comunismo y garantizar
un orden dado. La condición dependiente de la
economía argentina y la referencia cultural hacia Europa
facilitaron la cristalización de formas conspirativas en
el seno de las clases dominantes argentinas, a lo que
contribuyó la orfandad del gobierno, como consecuencia de
su rápido divorcio con
el proletariado y la pequeña burguesía que
habían apoyado entusiasta-mente su ascensión en
1926.
Los sucesivos gobiernos que se desarrollaron desde los
primeros años del siglo XX hasta la caída del
segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen pusieron de relieve
la dinámica que desplegó el modelo de
producción capitalista a nivel mundial, como consecuencia
de sus propias coyunturas. En efecto, como pudo comprobarse, el
paulatino abandono de una economía basada en la exportación exclusivamente agrícola
y la asunción de los procesos de
industrialización subordinados a la producción de
materias primas con arreglo al mercado internacional y
principalmente al británico, trajo como consecuencia la
necesidad de un aumento demográfico, lo que derivo en la
llegada de sujetos con determinadas capacidades adquiridas en sus
países de origen.
La "diversificación" de la producción
económica argentina trajo consigo el desarrollo de nuevos
sujetos sociales que, con la cristalización de sus
posiciones dentro del esquema productivo, asumieron un tipo
particular de identificación, razón por la cual,
articularon relaciones sociales determinadas por una
ubicación específica dentro del tal esquema socio
productivo. El desarrollo de formaciones sociales, como el caso
de las asociaciones mutuales y los gremios, puso de manifiesto la
presencia de este nuevo sujeto, el proletariado, y su devenir
histórico definió líneas complejas de
asociación interna y externa, de modo tal que, su
emergencia fue el resultado de prácticas materiales y
sociales concretas.
La Argentina y su complejo de relaciones
políticas otrora excluyente sufrió cambios
inherentes a su propia condición dependiente, lo que
favoreció el advenimiento de una heterogeneidad social
exigente de un espacio donde expresarse políticamente. La
divergencia con las políticas del régimen
congregaron diversas expresiones sociales que se fueron
articulando conforme cristalizaban nuevas formas de
representatividad. De esta manera, la pequeña
burguesía desarrolló una política de
acercamiento al proletariado montada en reivindicaciones
materiales, institucionalistas y moralistas, lo que le
permitió acceder a la presidencia de la
nación.
Si bien es cierto que el primer gobierno de
Hipólito Irigoyen respondió a necesidades
proletarias reivindicadas por largo tiempo, consiguiendo el apoyo
de esta clase social y redefiniendo su valor en
cuanto sujeto político, también es cierto, que su
segundo gobierno rápidamente migró hacia una
identificación con los sectores de la pequeña y
mediana burguesía, lo que derivó en el
desmembramiento de la base social que lo ungiera como el primer
presidente con un apoyo popular inusitado. Sin lugar a dudas,
esto no es sólo consecuencia de la constitución
social que el propio radicalismo comportó desde su origen,
eminentemente pequeño burgués, sino también,
y fundamentalmente, de las condiciones históricas en la
que tuvo lugar su emergencia.
Efectivamente, el proceso de emergencia y
consolidación de la UCR se halla determinado por las
condiciones históricas en la que las prácticas
socioproductivas mundiales inciden en la constitución del
campo de relaciones políticas nacionales, lo que se
expresa en las convulsiones propiciadas por el advenimiento de
nuevos sujetos surgidos de la reconfiguración del entorno
argentino. Al mismo tiempo, la presencia del radicalismo como
formación social representativa de cierto sector de la
población pone en evidencia dos aspectos básicos:
primero, la asunción definitiva por un sujeto de una
ubicación dentro de relaciones productivas
dinámicas, con lo cual se define respecto de los
demás miembros del sistema; segundo, tal sunción se
lleva a cabo dentro de un marco de relaciones sociales, cuya
lógica define posiciones y necesidades de un sujeto, lo
que le permite practicar diversos grados de asociación
contingente como res-puesta dentro de un conjunto
específico de prácticas sociales.
Ambos aspectos sirven para explicar por qué el
radicalismo tuvo grados diversos de representatividad dentro del
periodo histórico estudiado, los cuales fueron
consecuencia lógica de las necesidades de la clase social
que hegemonizó la conducción del partido. El propio
proceso de descrédito del segundo gobierno y la orfandad
de su final dan cuenta de la consolidación de la
pequeña burguesía como factor dominante dentro del
partido y marcan la separación del mismo del proletariado
urbano y rural, el cual habría de retornar a sus antiguas
prácticas hasta el advenimiento de otra formación
política que diera organicidad a su lucha.
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Eduardo Daniel