- El problema central de la
sociología - La
sociedad - La comunicación como
elemento constitutivo de la sociedad - Consideraciones
metodológicas sobre los sistemas - Sistemas que procesan
sentido - La sociedad como sistema
social - Primer
avance
NOTA A LA VERSIÓN EN
ESPAÑOL
Objetivo de
Luhmann: desarrollar la lógica
fundamental sobre la que está cimentada la sociedad
contemporánea, a partir de conceptualizaciones
novedosas.
El
problema central de la sociología
Cómo poder explicar
las estructuras
constantes de la experiencia y la acción
social.
Si se parte de los individuos se observa que cuando
eligen, lo hacen de una manera impredecible. Los actores tienen
una forma constitutiva de elección que se puede
designar bajo el término de digitalizada. Cada
individuo
opera bajo principios de
elección alternos: el polo positivo o negativo de
la elección varía conforme a mecanismos que no son
observables en el interior de las conciencias.
Este hecho fundamental de la binariedad del
elegir, conduciría directamente a la
consideración de la imposibilidad de la construcción social, dado que el mundo
de las posibilidades individuales se manifiestan de manera
contingente. Lo social se dispararía en un haz infinito
de posibilidades en las que nadie podría
coincidir.
La tradición de occidente trató de
resolver el problema mediante una especie de coacción. Se
impuso la tradición humanista y ética
a partir de la cual lo social fue tratado en calidad de una
teoría normativa de las elecciones correctas y
prudentes. Frente a la binariedad constitutiva de la
elección, lo moral
privilegio sólo un lado de los polos: el
positivo.
Hobbes redefine el problema. Los individuos se
deciden preferencialmente por la elección no ética, es
decir, la guerra. De aquí la necesidad de un
Estado que
estableciera y garantizara el orden en las relaciones sociales.
El instrumento que transforma la naturaleza en
orden es de carácter legal, el contrato
social; y la ciencia que
reconstruye conceptualmente el establecimiento del orden es,
naturalmente, ley y política.
La sociología, hasta Parsons, se
quedó atascada con respecto al problema de la doble
contingencia del elegir, ya que trató de resolverlo en
términos de relación entre seres
humanos.
Durkheim
postuló el mecanismo de la solidaridad moral
en la base de la constitución social; Weber aferra
el devenir del mundo moderno a manera de incremento de
racionalización según el esquema de fin/medios, y la
acción social sólo es concebible provista de
sentido con tal de que se le reconstruya en términos de
dicha racionalidad.
Luhmann sitúa la solución fuera de este
círculo contingente de referencias:
La situación básica de la doble
contingencia es, entonces, sencilla: dos cajas negras, a causa de
quién sabe qué casualidad, entablan relación
una con otra; cada una determina su propia conducta por
medio de operaciones
autorreferenciales complejas dentro de sus propios límites.
Lo que queda a la vista es por lo tanto, y
necesariamente una reducción de complejidad. Cada una
presupone lo mismo respecto de la otra…Por medio de una simple
suposición generan certeza de realidad, puesto que esta
suposición lleva a suponer la suposición en el
alter ego. Las dos cajas negras permanecen separadas, no se
funden, no se comprenden mejor que antes; se conccentran en lo
que pueden observar en el otro como sistema-en-un-entorno, como imput y output, y
aprehenden en cada caso su forma autorreferencial desde su propia
perspectiva de observador.
Pueden tratar de influir en lo que observan por su
propia acción; y nuevamente aprender del feedback. De este
modo se puede generar un orden emergente condicionado por
complejidad de los sistemas que lo
hacen posible, lo cual no depende de si esta complejidad
también se pueda calcular y controlar.
A este orden emergente lo llamaremos sistema
social.
Luhmann logra aislar lo social de tal manera que la
sociedad aparece como sistema y el ser humano como
entorno de ese sistema. Un sistema se caracteriza sobre
todo:
1.- Por una unidad de
operación. La reproducción de un sistema depende, por lo
tanto, de una homogeneidad suficiente de operaciones que
defina la unidad de un determinado tipo de sistema. El hombre
aparecerá para sí mismo o para otro observador como
unidad, pero no como sistema. Y mucho menos se puede constituir
un sistema con una pluralidad de hombres.
2.- Por producir una constante diferencia con
respecto al entorno, de lo contrario el sistema
tendería a diluirse:
Los sistemas están estructuralmente
orientados al entorno y sin él no podrían
existir. Por lo tanto no se trata de un contacto ocasional ni
de una mera adaptación. Los sistemas se constituyen y se
mantienen mediante la creación y conservación de la
diferencia con el entorno, y utilizan sus límites para
regular dicha diferencia. Sin diferencia con respecto al
entorno no habría autorreferencia, ya que la
diferencia es la premisa para la función de
todas las funciones de
todas las operaciones.
La interacción, reflejo, reciprocidad de las
perspectivas dan por supuesto demasiada simetría en las
perspectivas de los actores, en un contexto teórico
moderno en el que se supone auto selectividad de los
puntos de vista y sobre todo la incomprensibilidad del
otro.
Lo social no surge del otro. Consiste en una
solución emergente de tipo evolutivo que
precede a los sujetos, y que está encaminada a
proveer estructuras de sentido que se imponen a la
tendencia radical de la desintegración. El sistema
social es parcialmente mundo del hombre y
totalmente mundo de lo social. Estos dos mundos no coinciden
punto por punto. Lo social no está construido a imagen y
semejanza del hombre, sino que es el resultado de una
coacción práctico evolutiva. El sistema
sólo puede reconstruirse en términos de un
dinamismo preestablecido mediante procesos de
acumulación evolutiva. Lo social y el ser humano
son entidades autónomas.
Entre ser humano y sociedad existe un acoplamiento
estructural, lo que significa que la evolución ha
encontrado en la
comunicación de la sociedad el medio de socialización del hombre. La
sociedad no está compuesta de seres humanos, sino
sólo de comunicación. Lo que quiere decir que
el mundo de las posibilidades sociales está circunscrito a
las posibilidades de la comunicación. Los diverso grados
de profundidad con que un individuo puede experimentar la
sociedad no pertenecen propiamente al ámbito de lo social:
son el entorno de lo social.
La
comunicación como elemento constitutivo de la
sociedad
Todo lo que es comunicación es
sociedad[1]. La comunicación es genuinamente social, ya
que tiene como supuesto la existencia de un sistema social de
comunicación, para que cada individuo lo actualice. La
comunicación no se distingue porque produzca una conciencia
común colectiva, en el sentido de una total compatibilidad
con toda la complejidad subjetiva de los individuos; la
comunicación no puede operar un consenso en el sentido de
un acuerdo completo, y sin embargo, la comunicación
funciona Es decir, la comunicación se sitúa por
encima de estados psíquicos divergentes. No es posible
supone una total simetría en los estados subjetivos. Este
sistema de orden superior es el sistema de comunicación
llamado sociedad.
La comunicación condensa posibilidades, determina
lo que es factible evolutivamente, establece formas
preestructuradas que significarán el punto de partida
restringido de toda experiencia subjetiva human. El lenguaje
limita las posibilidades.
Estos sistemas (economía,
política, religión, educación) tienen la
peculiaridad de limitar el proceso de la
información, y además imponen un
modelo
comprimido de coordinación de motivaciones que no son
relacionables entre sí. Los sistemas sociales no designan
estados psicológicos, sino construcciones sociales, para
las cuales es suficiente con que se presupongan estado de
conciencia correspondientes.
La comunicación individual es posible, si
previamente existe un sistema comunicacional. Este sistema por
más que suponga la conciencia de los individuos, no puede
reducirse a la acción individual, ni mucho menos a la
colectiva; es resultado emergente de una disposición
evolutiva. La comunicación constituye una realidad
emergente sui generis.
Consideraciones
metodológicas sobre los
sistemas
Los sistemas son unidades estructuradas de forma
variable con respecto al tiempo; y se mantienen frente a un
entorno complejo y cambiante gracias a la posición de una
diferencia con respecto al entorno. La conservación del
sistema se entiende como una operación ordenadora del
propio sistema, conforme a su propia organización y en la que el entorno es
fuente de constantes estímulos.
Estimular es un rango de operación radicalmente
distinto que el causar. De aquí que se conciba al sistema
en calidad de autopoiético: para poder susbsistir
ha de resolver permanentemente la tarea de mantener, frente a un
entorno cambiante, cuya dinámica le es contraria, una lógica
de operación en la que el sistema mismo determina sus
propios límites y estructuras.
La conservación de la propia
dinámica es el problema fundamental del
sistema.
El concepto de
complejidad sirve para determinar formalmente la relación
sistema/entorno. Llamamos complejo a un sistema que para
operar se ve forzado a poner en marcha una selección.
La complejidad no sólo se determina por el incremento
cuantitativo de los elementos, sino por el hecho de que para
realizar una operación, estos sistemas se ven coaccionados
a seleccionar entre sus proppios elementos: un sistema complejo
no puede poner todo en marcha, al mismo tiempo.
La estructura de
un sistema es menos compleja, cuantitativamente, que la
complejidad del entorno; esto porque en el entorno existen otros
sistemas. Sin embargo, cualitativamente, un sistema puede ser
más complejo que el entorno, ya que gracias a su forma
específica de complejidad el sistema compensa las ventajas
de complejidad por parte del entorno. Debido a esta
complejidad cualitativa el sistema puede responder a los posibles
cambios que se efectúen en el entorno y que puedan afectar
el sistema.
Este intercambio entre sistema y entorno queda expresada
bajo la ley de la variedad requerida que designa la manera
en que un sistema construye una complejidad adecuada para el
comercio con
el entorno, cuando éste es más complejo. El
sistema reduce complejidad.
Reduce complejidad cuantitativa; pero al hacerlo
aumenta para sí complejidad cualitativa.
El sistema afirma su propia consistencia en la medida
que aferra y domina operativamente el fragmento de entorno que es
efectivamente relevante para la conservación de su
patrimonio
sistémico.
Por tanto el comportamiento
del sistema no es adaptativo, sino más bien como
coacción especial hacia su propia autonomía, con el
resultado de que el sistema dejaría de existir, aun en un
entorno favorable, si en la reproducción de sus elementos
no les proveyeran de sentido.
La característica de estos sistemas
sociales es que operan en el medio del sentido. Luhmann entiende
el sentido como una categoría prelinguística que
funda, a su vez, el lenguaje. El
sentido se impone en calidad de horizonte. Precede a todo lo que
se pueda preguntar o saber sobre él. Cualquier intento de
negación de sentido, es posible, pero supondría de
manera general, sentido y tendría lugar en el mundo. El
sentido es pues una categoría innegable y sin
diferencia.
En Luhmann el sentido no tiene otro fundamento ulterior
que el mismo sentido (por lo tanto autorreferencial) y no es
abordable en calidad de todo. El sentido en general sólo
puede ganar realidad actual en la remisión a un sentido
diferente.
La única delimitación de tipo general
que es posible hacer es que el sentido es la solución
emergente de carácter evolutivo con respecto a la
socialización. Por tanto el sentido es la
categoría fundante de todo el proceso de
socialización. Entendido así, el sentido es el
mundo operativo del hombre. El mundo del sentido es una
operación de reducción de complejidad que el hombre
ha obtenido en conjunción con fuerzas que lo sobrepasan.
La contingencia ya no puede pensarse como una
confrontación de este mundo frente a otro posible, sino
únicamente en relación a lo que la sociedad como
sistema selecciona.
La complejidad contingente de las posibiliadades de la
experiencia y la acción, y sobre todo la complejidad de un
futuro abierto, deben realizarse en la interacción social
-de no ser así se trataría sólo de una
complejidad indeterminada.
El mundo del sentido no es sólo acertante, sino
también negante. Esta peculiaridad binaria es exclusiva
del sentido, ya que en el mundo externo no existe nada
negativo. El sentido es complejo e impulsa a la
selección. Todo acto de selección
lleva implícita una negación recurrente. Debido
a esta alternancia el sentido se revela autorreferencial,
autopoiético.
De aquí que Luhmann entienda el sentido, en
calidad de categoría prelinguística que funda,
a
su vez, el lenguaje y le confiera características
de codificación binaria.
LA
SOCIEDAD COMO SISTEMA SOCIAL
I.- La teoría
de la sociedad en la sociología
El objeto de nuestar investigación es el sistema social de la
sociedad moderna.
Cada teoría de la sociedad debe presentar un
componente autológico. Esto es, la
definición de la sociedad y lo social es ya una
operación del objeto. La descripción realiza lo descrito: en el
momento en que tiene lugar, debe describirse a sí
misma.
Hasta hoy la sociología no ha sabido plantearse
este problema.
El aislamiento del objeto, sin embargo, implicaba
también el aislamiento del sujeto y, consecuentemente, las
alternativas que se perfilaban no podían sino oscilar
entre el cientificismo ingenuo y el trascendentalismo. De
esta manera se pueden explicar las extrañas conexiones
entre el trascendentalismo y la psicología
social de Gerge Simmel; pero también así se
explica el concepto de acción que se encuentra en Max Weber y su
relación con el neokantismo y con la teoría del
valor.
Los análisis que tematizaban las formas de la
gradualidad de las transformaciones evolutivas son sustituidos
por análisis que se apoyan en conceptos
históricamente plausibles: análisis de la
diferenciación social, de la dependencia de la
organización, de las estructuras del rol. Se abandona
el concepto de sociedad propio de la economía
política, centrado en la economía, prevaleciente
desde los últimos decenios del siglo XVIII, y se pasa a
una fundación más espiritual (cultural) o
más material (económica) de la sociedad. Y se
preocupan del lugar del individuo en la sociedad moderna. Este
llega a ser el tema central del análisis
sociológico. Ya no es considerada como una totalidad
tendiente al progreso.
Sociolaización / rol marca la
mediación entre individuo y sociedad. Con Max Weber se
llega a una condena del racionalismo
occidental moderno.
Después de los clásicos, desde hace casi
80 años, en la teoría de la sociedad, la
sociología no ha hecho progresos dignos de mención.
Se ha evitado la descripción de la sociedad como un
todo.
La única teoría sociológica
sistemática que existe hasta el momento es la de
Talcott Parsons como teoría general de sistema de
acciones.
Obstáculos que impiden el
conocimiento de la sociedad:
– Que una sociedad está constituida por
hombres concretos y por relación entre los
hombres.
– Que las sociedades son
unidades regionales, territorialmente delimitadas.
– Y que las sociedades, por tanto, pueden ser
observadas desde el exterior como grupos de hombres
o como territorios.
Las dos primeras impiden una
determinación conceptual del objeto sociedad. Estos
errores se condensa por su terquedad en aferrarse a un
concepto humanístico de sociedad, es decir, un
concepto que tiene su referencia esencial en el
hombre.
Luhmann contra tradición: humanista /
regionalista. Por tanto es una teoría antihumanista y
antiregionalista.
II.- Distinción entre sistema y
entorno
La sociología no ha logrado la
autoimplicación de la teoría de la sociedad y, por
consecuencia, no ha podido renunciar a las implicaciones del
esquema sujeto-objeto. Luhmann aportara desde fuera de la
sociología, con avances producidos en:
– Teoría de
sistemas
– Cibernética
– Ciencias
cognitivas
– La teoría de la
comunicación
– La teoría de la evolución.
Estos avances permite escarparse de la
contraposición entre las ciencias de la naturaleza y
ciencias del espíritu, o ámbitos objetuales dados
en forma de leyes, y
ámbito objetuales dados en forma de textos (hermenéutica).
Entonces:
Ya no hablamos de objetos, sino de
DISTINCIONES. La importancia de esta trasnformación
la llevará a cabo a través del concepto de FORMA
de George Spencer Brown. La forma no es una forma más
o menos bella. La forma es la forma de una distinción,
por tanto de una separación, de una diferencia. Cuando
se efectúa una distinción, se indica una parte de
la forma; sin embargo, con ella se da, al mismo tiempo, la otra
parte. Es decir se da simultaneidad y diferencia
temporal. Indicar es al mismo tiempo distinguir,
así como distinguir es al mismo tiempo indicar.
Ninguna parte es algo en sí misma. Se actualiza por el
hecho de que se indica esa parte y no la otra. En este sentido
la forma es autorreferencia desarrollada, más
precisamente, es autorreferencia desarrollada en el
tiempo. Atravesar es un acto creativo. La forma es
la distinción misma, en cuanto que apremia a indicar
(por tanto a observar) una u otra parte, y por esta razón
no puede ella misma realizar su propia unidad. La unidad de
la forma es la del tercero excluído que no puede ser
observado hasta que se observa con la ayuda de la
forma.
Determinar, indicar, conocer y actuar, en cuanto
operaciones, consisten en esto: en que se fija una forma, con la
consecuencia de que se instaura una diferencia, que produce al
momento una simultaneidad y una necesidad de tiempo.
El procedimiento del
que nos servimos, entonces, no es deductivo sino inductivo:
consiste en el intento de establecer qué significan las
generalizaciones de una forma para las otras formas. Aquí,
entonces, consistencia no significa sino producción de suficientes
redundancias, tratamiento parsimonioso de las
informaciones.
La teoría de sistema se preocupa de la forma de
la forma, se podría decir, que explicita, con referencia
al caso sistema-entorno, las propiedades generales de toda forma
de dos partes. LA UNIDAD DE LA FORMA PERMANECE PRESUPUESTA
COMO DIFERENCIA, pero no es fundamento de las operaciones.
Las operaciones son posibles como las operaciones de un sistema.
Pero el sistema puede operar también como observador de
la forma. Puede observar la unidad de la diferencia,
la forma de dos partes como forma: puede hacer esto si la forma
puede operar otra distinción. Si los sistemas son lo
suficientemente complejos pueden aplicarse a sí mismos la
distinción sistema-entorno.
Los sistemas pueden distinguirse a sí mismo
respecto a su entorno, pero sólo como una operación
que se verifica en el mismo sistema. La forma que ellos, por
así decirlo, producen ciegamente, operando
recursivamente y por tanto diferenciándose, de nuevo
está a su disposición cuando se observa a sí
mismo como sistema en un entorno. Teoría de sistemas
como praxis del
distinguir y del indicar.
La teoría de sistemas utiliza la
distinción de sistema y entorno como forma de sus
observaciones y descripciones; pero para poder hacerlo debe ser
capaz de distinguir esta distinción respecto a otras
distinciones, por ejemplo, respecto de la teoría de la
acción y, en general, para operar de este modo, debe
constituir un sistema: es decir, que en este caso,es una ciencia.
Antes el intercambio de la materia en
terminos de input – output, nos ponía ante la paradoja de
que existían sistemas que no están sujetos a la ley
de la entropía, sino que estaban en condiciones
de una neguentropía, esto es mantener su
diferenciación con respecto del entorno, e incluso
poder complicarse aún más. Por tanto debían
acentuar su diferencia con el entorno.
Inclusión de relaciones autrorreferenciales y,
por tanto, circulares. Autopoiesis de Humberto Maturana
significa un elemento nuevo, ya que el entorno sólo
determinaba en terminos casuales al sistema, por tanto a mayor
complejidad del sistema mayor casualiadad de
determinación.
Los sistemas autopoiéticos son los que
producen por sí mismo no sólo las estructuras, sino
también los elementos de que están compuestos,
precisamente en la trama de estos elementos. Los elementos
son informaciones, son distinciones que producen la diferencia en
el sistema. Y en este sentido son una unidad de uso para la
producción de unidades de uso, para los cuales en el
entorno no existe correspondencia.
Todas las relaciones entre un sistema
autopoiético y el entorno tienen un modo no
específico. Cada especificación presupone que
el sistema tenga una actividad propia y que haya una
situación histórica como condición de esta
actividad suya.
La especificación, en efecto, es ella misma una
forma, es decir, una distinción. Está constituida
por una elección efectuada en un ámbito de
elección autoconstituido (información): una forma
así puede estar constituida sólo en el mismo
sistema.
No hay input ni output de elementos en el sistema o
desde el sistema: esto es lo que se entiende con el concepto de
autopoiesis. El sistema es autonómo no
únicamente en el plano estructural, sino también en
el plano operativo. El sistema puede constituir
operaciones propias sólo empalmándose a operaciones
propias y como anticipación respecto a ulteriores
operaciones del mismo sistema.
¿Cómo es posible distinguir, por un lado,
esta dependencia recursiva de la operación a partir de
sí y, por otro, las dependencias respecto al entorno, las
cuales indudablemenete siguen existiendo? Estas reflexiones nos
llevarán a atribuir al concepto de comunicación un
significado central para la teoría de la
sociedad.
Clausura operacional (o autorreferencial) del
sistema. Con este concepto no hay referencia a lo que
podría ser entendido como aislamiento causal, como
falta de contacto o como una especie de segregación del
sistema. Sin embargo, permanece válido el principio, ya
adquirido gracias a la teoría de los sistemas abiertos,
que independencia
y dependencia pueden acrecentarse mutuamente, una a través
de la otra. Hoy se formula este principio de una manera
distinta y se dice que cada apertura se apoya en la cerradura del
sistema. Esto significa que sólo los sistemas
operativamente cerrados pueden construir una alta complejidad
propia, la cual puede servir para especificar bajo qué
aspectos el sistema reacciona a las condiciones de su entorno,
mientras que desde los demás aspectos se puede permitir
indiferencia gracias a su autopoiesis. El conccepto de sistema
remite al concepto de entorno y que por eso no puede ser aislado
ni lógica, ni analíticamente.
Observar significa simplemente distinguir e
indicar. El observador es el tercero excluído de su
observación.
III.- La sociedad como sistema social
omniabarcador
La teoría de la sociedad es la teoría del
sistema social omniabarcador, que incluye en sí los
demás sistemas sociales. Esta definición es
casi una cita de las notas introductorias de la Política
de Aristóteles. Con esto nos ponemos en
conexión con la tradición
véteroeuropea por lo que respecta al concepto de
sociedad.
La sociedad será entendida como un sistema y,
como se ha dicho la forma del sistema no es otra cosa que la
distinción entre sistema y entorno. Sin embargo, esto no
significa absolutamente que sea suficiente la teoría general
de sistemas para que en virtud de un procedimiento
lógico se pueda deducir qué se ha de entender como
sociedad.
Más bien es necesario proceder a ulteriores
determinaciones, especificando primero la peculiaridad de los
sistemas sociales y luego, dentro de la teoría de sistemas
sociales, especificando la peculiaridadd del sistema de la
sociedad. Sólo así se podrá explicar
qué se esta implicando cuando se designa a la sociedad
como sistema social omniabarcador.
Por eso debemos distinguir tres diversos niveles en
el análisis de la sociedad:
– La teoría general de sistemas, y en ella la
teoría general de los sistemas
autopoiéticos;
– La teoría de sistemas
sociales;
– La teoría del sistema de la sociedad como
caso particular de la teoría de sistemas
sociales.
La teoría general de los sitemas
autopoiéticos exige que se indique con precisión la
operación que realiza la autopoiesis del sistema y que de
este modo delimita al sistema con respecto a su entorno. En el
caso de los sistemas sociales, esto sucede mediante la
comunicación. La comunicación tiene todas las
propiedades necesarias para la autopoiesis del
sistema:
– Es una operación genuinamente
social.
– Es una operación social porque presupone el
concurso de un gran número de sistemas de conciencia,
pero precisamente por eso, como unidad, no puede ser imputada a
ninguna conciencia sola.
– Es social porque de ningún modo puede ser
producida una conciencia común colectiva, es decir,
no se puede llegar al consenso en el sentido de un acuerdo
completo; y sin embargo, la comunicación
funciona.
Es autopoiética porque (otra versión del
mismo argumento):
– En la medida que sólo puede ser producida
sólo en un contexto recursivo con otras comunicaciones
y, por tanto, sólo en una trama cuya reproducción
concurre cada una de las comunicaciones.
Distinción entre un proceso biológico y la
comunicación es que esta última es una
operación provista de la capacidad de
autoobservarse.
La comunicación, como operación, no
produce sólo una diferencia. Sin duda que lo hace; pero
para observar que esto sucede, también usa una
distinción específica: la que existe entre el acto
de comunicar y la información. Esto no significa
sólo que la identificación del acto de comunicar
como acción es elaboración de un observador, es
decir, la elaboración del sistema de la
comunicación que se observa a sí mismo. Esta idea
significa, además, que los sistemas sociales (incluida la
sociedad) pueden construirse sólo como sistemas que se
observan a sí mismos.
Así ninguna autoobservación
está en condiciones de comprender la plena realidad del
sistema que ella realiza: puede sólo elegir soluciones
sustitutivas. Lo cual sucede mediante la elección
de las distinciones con las cuales el sistema efectúa
autoobservaciones. En este caso el sistema debe poder fundamentar
la distinción sistema-entorno, es decir, debe poder
distinguir entre autorreferencia y heterorreferencia. Esta
distinción es efectuada en el sistema. Podemos decir
también que ella misma es una construcción del
sistema.
En consideración a esta imposibilidad de captar
la plenitud del ser y de hacer al sistema transparente para
consigo mismo, surge un complejo producto de
distinciones, que guían el proceso de observación
del sistema, lo orienta hacia adentro o hacia afuera,
según sea la parte de la distinción dentro-fuera
que esté indicada.
Un sistema social y, naturalmente, de modo especial, una
sociedad puede observarse a sí misma, simultánea o
sucesivamente, de maneras muy diversas, que aquí
llamaremos policontextuales. No existe, pues, ninguna
coacción de parte del objeto para la integración de la observación. El
sistema hace exactamente lo que hace. Si ahora pasamos al tercer
nivel, en el que se debe tratar la especificidad del sistema de
la sociedad, se hace posible observar, en toda su evidencia e
importancia, los problemas de
la multiplicidad de las posibles autoobservaciones. Y en
efecto la sociedad, como sistema social omniabarcador, no conoce
sistemas sociales más allá de sus fronteras.
Por lo tanto, no puede ser observada desde fuera. En otras
palabras, la sociedad constituye el caso extremo de la
autoobservación policontextual, el caso extremo de
un sistema que esta constreñido a la
autoobservación, sin actuar para esto como un objeto,
sobre el que pueda existir sólo una única
opinión correcta, de modo que todas las desviaciones
puedan ser tratadas como error. Las autodescripciones no se
producen de un modo casual.
La plausibilidad de las representaciones tienen
condiciones estructurales y, en la evolución de las
semánticas, existen tendencias históricas que
delimitan fuertemente el espacio de las
variaciones.
IV.- Clausura operacional y acoplamiento
estructural
Cada observación sobre el entorno debe realizarse
en el mismo sistema como actividad interna, mediante distinciones
propias (para las cuales no existe ninguna correspondencia en el
entorno). Toda observación del entorno presupone la
distinción entre autrorreferencia y heterorreferencia,
la cual puede hacerse sólo en el sistema. Toda
observación del entorno estimula la autoobservación
y toda distancia ganada respecto al entorno trae consigo la
pregunta por sí mismo, por la propia identidad.
La clausura operacional trae como consecuencia que el
sistema dependa de la autoorganización. Juntas, la
clausura y la autoorganización, hacen que el sistema se
vuelvan – y aquí se manifiesta la ventaja que proviene de
la evolución- altamente compatible con el desorden del
entorno o, más precisamente, con entornos ordenados
fragmentariamente, en sistemas varios, pero sin formar una
unidad. Podemos decir que la evolución lleva
necesariamente a la clausura de los sistemas, la cual a su vez
contribuye para que se instaure un orden general respecto al cual
se confirmen la eficacia de la
clausura operacional y la autoorganización. Precisamente
en este sentido también la clausura operacional del
sistema de comunicación que es la sociedad, corresponde al
hecho de que surgen organismos móviles provistos de
sistemas nerviosos y, por último, de conciencia; y la
sociedad refuerza, precisamente porque la tolera, la
multiplicidad desorganizada de las perspectivas de cada uno de
estos sitemas de intranquilidad endógena.
Si se toma en consideración la tradición
de teorías
de sistemas, la tesis de la
clausura suscita una cierta admiración. Y, en efecto,
con la mirada dirigida hacia la ley de la entropía, la
teoría de sistemas se había constituido en
teoría de sistemas abiertos (y por tanto,
neguentrópicos). Con clausura no se entiende aislamiento
termodinámico, sino cerradura operacional, es decir
que las operaciones propias del sistema se vuelven
recursivamente posibles por los resultados de las
operaciones propias del sistema.
Relaciones recursivas como éstas, en las que la
conclusión de una operación es la condición
de posibilidad de otra, llevan, sin embrago, a una
diferenciación de los sitemas, en los que todo esto se
realiza en un modo que con frecuencia es estructuralmente muy
complejo, y llevan a una diferenciación de su entorno que
existe en la simultaneidad. Llamamos clausura operacional al
resultado de este proceso.
La sociedad es un sistema comunicativamente
cerrado. Produce comunicación a través de
la comunicación. Sólo la sociedad puede
comunicar, pero no consigo misma ni con su entorno.
Produce su unidad realizando operativamente comunicaciones a
través de la reiteración recursiva y la
anticipación recursiva de otras comunicaciones. Si se
pone como fundamento el esquema de observación
sistema-entorno, la sociedad puede comunicarse en sí misma
sobre sí misma y sobre su entorno, pero nunca consigo
misma y nunca con su entorno, porque ni ella misma ni su entorno
pueden comparecer de nuevo en la sociedad, por así
decirlo, como interlocutor. En efecto, la sociedad es posible
sólo como sistema autopoiético.
Estar cerrado significa siempre estar incluido en algo
que, visto desde dentro, constituye algo externo. En otras
palabras, la construcción y el mantenimiento
de los límites de un sistema -también vale para los
seres vivientes- presuponen un continuo de materialidad
que no conoce y no respeta estos límites. La
cuestión que surge aquí es ¿cómo se
configura un sistema? y, en nuestro caso, ¿cómo
configura el sistema de la sociedad sus relaciones con el
entorno, si no puede mantener ningún contacto con el
entorno? Toda la teoría de la sociedad de la respuesta que
se dé a esta pregunta. Por lo pronto podemos ver
cómo el concepto humanístico y
regionalístico de sociedad ha evitado el plantearse esta
pregunta.
Volveremos a Humberto Maturana, hablaremos de
acoplamiento estructural. Este concepto presupone que todo
concepto autopoiético opere como sistema determinado
por la estructura, es decir, como un sistema que puede
determinar las propias operaciones sólo a través de
las propias estructuras. El acoplamiento estructural, entonces,
excluye el que datos existentes
en el entorno puedan especificar, conforme a las propias
estructuras, lo que sucede en el sistema. Maturana
diría que el acoplamiento estructural se encuentra de modo
ortogonal con respecto a la autodeterminación del
sistema. No determina lo que sucede en el sistema, pero
debe estar presupuesto, ya
que de otra manera la autopoiesis se detendría y el
sistema dejaría de existir. En este sentido todos los
sistemas están adaptados a su entorno (o no
existirían), pero hacia el interior del radio de
acción que se les confiere, tienen todas las posibilidades
de comportarse de un modo no adaptado.
En este sentido toda la comunicación está
estructuralmente acoplada a la conciencia. Pero la conciencia no
es ni el sujeto de la comunicación, ni en cualquier otro
sentido, el sustrato de la comunicación. Para esto
debemos abandonar también la metáfora
clásica según la cual la comunicación es una
especie de transferencia de contenidos semánticos de un
sistema psíquico, que ya los posee, a otro
sistema. No es el hombre quien puede comunicarse;
sólo la comunicaciòn puede comunicar. La
comunicación constituye una realidad emergente sui
generis. Los sistemas de conciencia también son sistemas
operacionales cerrados. No pueden tener contacto unos con otros.
No existe la comunicaición de conciencia a conciencia y no
existe ninguna comunicación entre el individuo y la
sociedad. Solamente la sociedad puede
comunicar.
Para comprender la conexión entre conciencia y
comunicación utilizamos el concepto de acoplamiento
estructural. Este funciona siempre e imperceptiblemente. El
acoplamiento estructural entre comunicación y conciencia,
por su modo de funcionar sin ruido y sin
visibilidad, no excluye absolutamente que quienes forman parte de
la comunicación sean identificados en la
comunicación o que además sea a ellos a quienes
dirija la palabra. Los llamaremos personas, es decir, diremos que
el proceso de comunicación está en condiciones de
personificar referencias externas. Toda comunicación debe
poder distinguir entre la información y el acto de
comunicar o no sería posible distinguir la misma
comunicación. En conceptos de Spencer Brown se
podría llegar a decir que la utilización de estas
referencias condensa personas o cosas, es decir, las fija como
idénticas y al mismo tiempo las confirma, es decir, las
enriquece con nuevas referencias de sentido que derivan de otros
actos de comunicación.
A través de acoplamientos estructurales un
sistema puede empalmarse a sistemas altamente complejos del
entorno, sin que éste deba alcanzar o reconstruir la
complejidad de aquél. La complejidad de estos sistemas
del entorno permanece opaca para el sistema. Se trata de utilizar
la complejidad ordenada (estructurada, pero no calculable) a la
medida de las propias posibilidades de operación, lo cual
en las sociedades significa linguísticamente. En el caso
de que tales relaciones se desarrollen conforme a una
recíproca coevolución, por lo que ninguno de los
sistemas acoplados estructuralmente de esta manera podría
existir sin ellas, se puede hablar también de
interpenetración. El acoplamiento estructural
regular entre sistemas de conciencia y sistemas de la
comunicación se hace posible a través del
lenguaje. Desde el punto de vista de la evolución, el
lenguaje es un tipo de ruido extremadamente improbable. Al mismo
tiempo, las posibilidades de especificación del lenguaje
vuelven posible la construcción de estructuras de
comunicación altamente complejas. Es decir, por una parte
permiten que las mismas reglas del lenguaje se vuelvan complejas
y luego caigan en desuso, y por otra parte permiten que se
construyan semánticas sociales para la reactivación
situacional de importantes posibilidades de la
comunicación. Hay que aludir al hecho de que nos
encontramos en contradicción con los presupuestos
fundamentales de la linguística sausseriana: el
lenguaje no posee ningún modo propio para operar, no debe
ser manejado como el acto de pensar o como el acto de comunicar;
y, consecuentemente, el lenguaje no constituye un sistema propio.
Es y seguirá siendo dependiente del hecho de que los
sistemas de conciencia, por una parte, y el sistema de
comunicación de la sociedad, por otra, prosigan la propia
autopoiesis mediante operaciones propias completamente
cerradas.
Richard Pérez