En el siglo XVII, el inglés
Robert Hooke dio a conocer la estructura del
corcho y otros tejidos
vegetales, y llamó células a
los pequeños huecos poliédricos que lo integraban a
modo de celdillas de un panal. Tuvieron que pasar dos siglos para
que los biólogos dieran la importancia que se merece al
contenido de esas celdillas. En el siglo XIX, el concepto de
célula
experimenta una considerable variación: la célula
ya no es la estructura
poliédrica de Hooke, sino lo que hay en su interior. Es
más, muchas células
carecen de esa pared y no por eso dejan de ser células.
Pero el hecho fundamental del siglo XIX es el establecimiento de
la teoría
celular, que afirma y reconoce la célula
como la unidad básica de estructura y
función de todos los seres vivos. Es decir, a pesar de la
diferente diversidad de formas, tamaños y funciones de los
seres vivos, en todos hay un fondo común elemental:
la
célula.
Esta idea revolucionaria constituye uno de los
pilares fundamentales sobre los que se apoya la Biología moderna, y
sirvió para desplazar en gran medida el centro de gravedad
de las investigaciones
hacia el terreno microscópico. Pronto se descubrieron el
núcleo, los cromosomas, el
aparato de Golgi y otros orgánulos celulares, y la
introducción en Biología del microscopio
electrónico reveló innumerables detalles de las
ultraestructura celular, poniendo aún en más de
manifiesto esa unidad existente entre todos los seres vivos, a
pesar de la aparente diversidad. Los hallazgos conseguidos por
este procedimiento,
junto con los descubrimientos iniciados a finales del siglo XIX
sobre la relación existente entre la estructura y
la función de los orgánulos celulares, resultaron
en parte de la unión de técnicas
histológicas, citológicas y químicas, cuyo
resultdo fue la aparición de la histoquímica y de
la citoquímica. Al descubrirse que la base material de la
herencia son
los cromosomas y que
la molécula portadora de la información que se transmite de una
generación a otra es el ADN, se
establecieron las bases de la citogenética. En la
actualidad son tantos los campos de la Biología que han
enriquecido a la citología, y han sido tan importantes y
transcendentales las repercusiones de estos conocimientos a todos
los niveles de organización, que la célula
ha pasado a ser el centro de la atención de muchos
investigadores y a constituir por sí sóla un
capítulo importante entre las ciencias
biológicas, al que por mérito propio se llama
"Biología
celular". *********
Métodos
citológicos.
Las primeras técnicas utilizadas para el
estudio de la célula
fueron rudimentarias: una simple cuchilla de barbero, para
obtener una capa muy delgada de material biológico, y una
lupa más o menos modificada, para aumentar el
tamaño aparente de las estructuras
que se querían observar. Hasta prácticamente
mediados del siglo XIX todo lo que se sabía de las
células
se había logrado por estos procedimientos.
Por supuesto la construcción de instrumentos
científicos se había perfeccionado, pero,
comparados con los actuales, los microscopios de 1800 son
primitivos.
Cuando se observan células o
cualquier otro material, con un microscopio, cabe
la duda de si aquello que se corresponde a la realidad o es un
artificio introducido por la técnica, o, simplemente, el
resultado de la destrucción y transformación
parcial que provocamos con nuestras manipulaciones. Para salvar
todos estos inconvenientes, los citólogos han desarrollado
métodos
especiales que pretenden preservar el material que va a ser
estudiado. Son las técnicas de fijación, con las
que se intenta conservar sin cambios la estructura
global de la célula tal
como era antes de nustra intervención.
Una vez fijado el material, se hace
imprescindible obtener piezas muy delgadas, del espesor de una
sóla célula si
es posible, para que, al obtenerlas al microscopio, no
se superpongan demasiados planos, sea más fácil la
iluminación y, en fin, obtengamos una imagen más
nítida y precisa del producto
biológico que pretendemos estudiar. La obtención de
cortes de esas características se logra con aparatos
llamados microtomos, que exige previamente la inclusión
del tejido en una sustencia de suficiente consistencia, tal como
la parafina. Para evitar esta larga y costosa operación no
exenta de posibles errores, se han desarrollado otros aparatos:
criomicrotomos, en los que el tejido adquiere la suficiente
consistencia como para ser cortado mediante su
congelación.
Una vez obtenidos los cortes, se someten a
técnicas de tinción, que son muy variadas, pero en
general todas persiguen el mismo objetivo:
lograr que el índice de refracción de las distintas
estructuras
celulares sea diferente, para que al ser atravasadas por la
luz den una
imagen no
homogénea. Si no se usaron colorantes, los rayos de
luz
pasarían a través de las células sin
modificar su trayectoria, o modificándola muy poco, y nos
darían una imagen muy
homogénea, casi sin ningúna accidente. El microscopio
electrónico sustituye los rayos de luz por haces de
electrones. Para aumentar el contraste de una estructura celular
respecto de otras, no es entonces suficiente un colorante. En
estos casos se usan metales pesados, como el
osmio, que al depositarse sobre un determinado componente celular
impiden total o parcialmente el paso del haz de electrones y
proporcionan una imagen
diferencial.
Otras técnicas de introducción
relativamente recientes, que estás suministrando gran
cantidad de información, son: la
autorradiografía, que permite averiguar la
localización precisa de moléculas marcadas con
isótopos radiactivos suministrados previamente a la
célula, y
las técnicas citoquímicas, que persiguen el
objetivo de
localizar un tipo particular de moléculas, usando para
ello reacciones coloreadas específicas de una determinado
grupo
químico.
Orgánulos
celulares.
El citoplasma de las células eucariotas se
encuentra atravesado por un conjunto de tubos, vesículas y
cisternas, que presentan la estructura básica de la
membrana citoplásmica. Entre esos elementos existen
frecuentemente intercomunicaciones, y adoptan la forma de una
especie de red, entre cuyas mayas se
encuentra el citoplasma. Este sistema
membranoso es llamado en la actualidad sistema vacuolar
citoplásmico, integrándose en él la membrana
nuclear, el retículo endoplásmico y el complejo de
Golgi. El retículo endoplásmico se denomina
así por encontrarse más encontrado en esa
región de la célula, si
bien su desarrollo
puede veriar considerablemente de unos tipos celulares a otros,.
Se ha podido comprobar que las células en las que existe
una biosíntesis proteica activa tiene un
retículo endoplásmico bien desarrollado y con
muchos ribosomas adheridos, por lo que se denomina
retículo endoplásmico rugoso. Por el contrario, en
las células con metabolismo
predominante lipídico, el retículo
endoplásmico está poco desarrollado. En
células que acumulan glucógeno, tales como las
células hepáticas, existe una variedad de
retículo endoplásmico sin ribosomas adheridos, el
retículo endoplásmico liso o
agranular.
La llamada membrana nuclear parece ser, en
relidad, una cisterna aplanada que se encuentra aplicada sobre la
superficie del núcleo. Hay, por tanto, en ella dos
unidades de membrana, una externa y otra interna. La capa externa
es porosa, mientras que la interna es continua. No obstante, los
poros están normalmente obturados. Un detalle importante
es que en la superficie externa de la membrana hay gran cantidad
de ribosomas. Al perecer, la membrana nuclear presenta
también permebilidad selectiva y delimita dos zonas, el
carioplasma y el citoplasma, entre la que existe una diferencia
de potencial.
El complejo de Golgi está formado
por sacos aplanados, vesículas densas y grandes vacuolas
claras. Estos dos últimos componentes pueden ser el
resultado de la modificación de los sacos aplanados. Es
característico que el complejo de Golgi,
que se tiñe relativamente con tetróxido de osmio y
sales de plata, tenga una localización, un tamaño y
un desarrollo
característico en cada estirpe celular,
aunque puedan variar de acuerdo con el estado
fisiológico. El complejo de Golgi está relacionado
con procesos de
secreción celular.
Las mitocondrias son orgánulos
granulares y filamentosos que se encuentran como flotando en el
citoplasma de todas las células eucariotas. Aunque su
distribución dentro de la célula es
generalmente uniforme, existen numerosas excepciones. Por otro
lado, las mitocondrias pueden desplazarse de una parte a otra de
la célula. El tamaño es también variable,
pero es frecuente que la anchura sea de media micra, y de
longitud, de cinco micras o más. En promedio, hay unas
2000 mitocondrias por célula, pero las células que
desarrollan trabajos intensos, como las musculares, tienen un
número mayor que las poco activas, como por ejemplo las
epiteliales.
Una mitocondria está rodeada por una
membrana mitocondrial externa, dentro de la cual hay otra
estructura membranosa, la membrana mitocondrial interna, que
emite pliegues hacia el interior para formar las llamadas crestas
mitocondriales. Éstas a su vez se encuentran tapizadas de
pequeños salientes denominados partículas
elementales. Entre las dos membranas mitocondriales queda un
espacio llamado cámara externa, mientras que la
cámara interna es un espacio limitado por la membrana por
la membrana mitocondrial interna, que se encuentra llena de una
material denominado matriz
mitocondrial. En el interior de las mitocondrias, localizadas en
distintas porciones, se han podido identificar las enzimas que
intervienen en el ciclo de Krebs, así como las que
participan en las cadenas de transporte de
electrones y la fosforificación oxidativa. Esto ha hecho
que se compare a las mitocondrias con calderas en
las que los seres vivos queman (oxidan) diferentes componentes
para recuperar la energía que contienen y convertirla en
ATP (ácido adenosín trifosfótico). Es muy
probable que la mayoría de las mitocondrias, si no todas,
se originen por fragmentación de otras ya existentes,
antes de la división celular.
Los cloroplastos son orgánulos
celulares exclusivos de las células vegetales. Tienen un
tamaño variable de unas plantas a otras,
pero en las plantas
superiores es de alrededor de cinco micras de diámetro. Al
igual que las mitocondrias, los cloroplastos tienen la capacidad
de multiplicarse por división. El número de
cloroplastos varía de unas especies a otras, desde las que
tienen una sóla por célula, que se divide
sincrónicamente con el núcleo, hasta las que tienen
cincuenta o más. Los cloroplastos tienen también
una doble membrana limitante. La membrana interna emite
prolongaciones al espacio interior. Estas prolongaciones son
tubulares, pero de trecho en trecho se ensanchan y aplanan
formando discos. Los discos, a su vez, pueden apilarse para
formar una estructura llamada grana, en las que son muy
abundantes sustancias tales como las clorofilas y los
corotenoides. En los cloroplastos se lleva a cabo la
función clorofílica, de la que depende en la
actualidad toda la vida del planeta. Es frecuente encontrar en
muchos de ellos acúmulos de almidón, formados al
polimerizarse la glucosa obtenida durante los procesos de
asimilación fotosintética del anhídrido
carbónico.
Los lisosomas son pequeños sacos,
de media micra aproximadamente, provistos de una membrana.
Están llenos de enzimas
digestivas del grupo de las
hidrolasas, por lo que se pueden considerar como paquetes de
enzimas listas
para actuar en el momento oportuno. Se piensa que están
emparentados con el retículo endoplásmico y con el
complejo de Golgi. En las células que se alimentan por
fagocitosis, la vacula digestiva se forma por la
asociación de uno o más lisosomas con la vacuola
primitiva o fagosama resultante de la ingestión de
partículas. Durante el ayuno, las células animales utilizan
parte de sus estructuras
para obtener la energía que les permita subsistir. A tal
fin forman una vacuola autofágica, en la que se lleva a
cabo la digestión de algunas porciones del citoplasma y
algunos orgánulos.
Muchas cñelulas animales,
vegetales y de protistas poseen cilios y flagelos. En la base de
todos ellos existe una estructura semejante al centriolo.
Este orgánulo se ha encontrado hasta ahora en las
células animales y en
algunos vegetales inferiores. Al microscopio
electrónico, el centriolo aparece como un cilindro de unas
150 milimicras de diámetro. La porción
periférica es más densa a los electrones que la
porción central, que tiene escasa densidad electrónica. La porción
periférica contiene pequeños cilindros de un
diámetro que oscila entre las 15 y las 20 milimicras,
orientados paralelamente al eje del cilindro mayor. Existen nueve
grupos de
túbulos, cada uno de los cuales tiene tres subunidades
cilíndricas. La posición del centriolo suele ser
fija para cada tipo de células. Se ha observado que de un
centrilo pueden surgir centrilos hijos. Éstos parecen
originarse como brotes en ángulo recto y forman, junto con
el centriolo materno, una estructura denominada diplosoma, que
participa en la formación del huso acromático que
se desarrolla durante la mitosis.
Núcleo.
Con la excepción de unos pocos casos, como
por ejemplo los glóbulos rojos de la sangre de los
mamíferos, todas las células tienen por lo menos un
núcleo. En las células eucariotas (con
núcleo verdadero), éste se encuentra separado del
citoplasma por la membrana nuclear, que lo delimita. La forma del
núcleo es frecuentemente esférica o
elíptica, aunque en algunas células es
completamente irregular. En general, acupa una posición
característica y constante para cada tipo
de célula. El tamaño del núcleo guarda
relación con el volumen
citoplasmático. En las células procariotas no
existe una membrana nuclear definida, pero con técnicas
adecuadas se puede demostrar la presencia de microfibrillas de
ADN
(ácido desoxirribonucleico), organizadas en un solo
cromosoma.
La estructura del núcleo
eucariótico varía considerablemente a lo largo de
la vida de una célula. Por este motivo, llamó
poderosamente la atención a los citólogos desde su
descubrimiento como elemento constante de la célula. Esto
hizo que le dedicaran, y le sigan dedicando, gran parte de su
atención. Los cambios de la estructura del núcleo
son regulares y constantes, y están relacionados con la
división celular. Cuando la célula llega a esa fase
de su ciclo vital, se comprueba que desaparecen la membrana
nuclear y el nucléolo, al mismo tiempo que se
hacen aparentes los cromosomas.
Cada especia biológica tiene un
número constante de cromosomas en sus
células somáticas que, si bien sólo se
distinguen como unidades independientes durante la
división celular, conservan su individualidad permanente.
Se considera que durante el período que transcurre entre
dos divisiones celulares, etapa a la que se llama interfase, los
cromosomas
están representados por unos filamentos o grupos retorcidos
de cromatina, sustancia llamada así por que se tiñe
especialmente con determinados colorantes básicos. La
cromatina, al igual que el nucléolo, se encuentra dispersa
en el jugo nuclear o carioplasma.
Cromosomas.
Los cromosomas son el soporte físico y
material de la herencia. En el
momento de su máxima complejidad estructural, durante la
división de la célula, los cromosomas aparecen como
cuerpos alargados que se tiñen intensamente con los
colorantes básicos. Están formados por ácido
desoxirribonucleico (ADN) y proteínas.
Es muchos casos, los cromosomas están acodados o doblados,
mientras que en otros son completamente rectos. No obstante, en
todos existe una especie de estrangulación, la llamada
constricción primaria, que separa dos ramas o brazos del
cromosoma, dejando entre ellas dos una porción llamada
centrómero.
Por la posición del centrómero, los
cromosomas se pueden clasificar en tres grandes grupos: 1)
Metacéntricos, cuando las dos ramas o brazos son
aproximadamente iguales por ser el centrómero medial. Los
cromosomas toman en este caso la apariencia de una V; 2)
submetacénticos, cuendo el centrómero separa dos
brazos de distinta longitud, por lo que el cromosoma aparece en
forma de L, y 3) acrocéntricos, si el centrómero se
encuentra en un extremo y uno de los brazos es muy pequeño
o incluso no existe. En estos casos, el cromosoma tiene forma de
bastón.
En algunos cromosomas existe otra
estrangulación, la constricción secundaria, que
separa un fragmento cromosómico llamado satélite,
de tamaño y localización fijos cuando existe.
Dentro del cromosoma se pueden visualizar, en algunos momentos,
unos filamentos trenzados en espiral. Pueden ser simples o estar
constituidos por dos o cuatro unidades, a las que se llama
cromonemas. El cromonema aparece en ciertas etapas de su ciclo
como un collar o un rosario, formado por regiones delgadas que se
alternan con otras más gruesas. Estas últimas se
llaman cronómeros y representan zonas en las que se
produce una superposición de espirales. El microscopio
electrónico ha permitido demostrar que, en contra de
algunas opiniones antiguas, el cromosoma carece de una envuelta
membranosa, y entre las vueltas de la espiral no existe
ningún tipo de matriz amorfa
que las separe.
La forma de cada cromosoma se mantiene constante
de una generación a otra, y es la misma para todos los
individuos normales de la misma especie. Las proporciones
relativas de los brazos entre sí y el tamaño
relativo de los cromosomas son también constantes. Cada
especie biológica tiene un número característico de cromosomas en todas sus
células, a excepción de los gametos. La especie
humana tiene por ejemplo 46 (44 autosonas y 2 heterocromosomas o
cromosomas sexuales). Los autosomas son iguales dos a dos, por lo
que se puede decir que, en la especie humana, hay 22 pares de
autosomas y un par de cromosomas sexuales. Los miembros de un par
de cromosomas se denominan homólogos. El número de
parejas de cromosomas homólogos (23 en la especie humana)
es el número haploide de la especie. El número
total de cromosomas (46 en la especie humana) es el número
diploide.
Se denomina cariotipo al grupo de
características que pueden tomarse en cuenta para
identificar un juego
cromosómico particular. El cariotipo es
característico de cada individuo, de la especie, del
género o incluso de grupos más
grandes. El cariotipo se puede representar por medio de un
diafragma llamado idiograma, en el que se ordenan los pares
homólogos en series de tamaño
decreciente.
Mitosis.
El crecimiento y el desarrollo de
los organismos pluricelulares depende de la multiplicación
de las células. El volumen de las
células individuales tiende a ser constante para cada
estirpe celular y está relacionado con el núcleo
mediante la llamada relación o índice
nucleocitoplasmástico. A su vez, el tamaño de
núcleo guarda relación con su contenido en ADN, que contiene
la información precisa para regular los
procesos
morfogenéticos y las características generales de
cada organismo. Por todo ello es necesario presevar el
número original de cromosomas de cada célula,
durante las sucesivas divisiones implicadas en el crecimiento y
el desarrollo.
Esto se logra por medio de un especial de distribución del material genético,
denominado mitosis.
La mitosis
comprende una serie de acontecimientos nuclearer y
citoplásmicos agrupados en fases. Éstas han
recibido en nombre de profase, prometafase, metafase, anafase y
telofase. En realidad, el proceso
visible al microscopio es continuo y representa sólo la
parte final de un conjunto de cambios ocurridos a nivel
molecular. Previamente a la división de la célula
por mitosis se han
duplicado todos los componentes fundamenteles, especialmente, los
relacionados con la herencia de
caracteres.
Al comienzo de la profase, los cromosomas
aparecen como filamentos extendidos y delgados, distribuidos al
azar dentro de la cavidad nuclear. Cada cromosoma está
formado entonces por dos filamentos llamados cromátidas,
íntimamente asociados a lo largo de toda su longitud. A
medida que progresa la profase, los cromosomas se convierten en
bastones cortos y compactos, y se desplazan hacia el borde de la
membrana nuclear, dejando vacía la cavidad central del
núcleo. Mientras ocurren estos cambios nucleares, en el
citoplasma los centrilos se rodean de una zona clara, la
centrosfera, de la que irradian una serie de fibrillas que
constituyen la astrosfera o áster. Cada centriolo, que
suele ser en realidad doble (diplosoma), migra, describiendo un
camino semicircular, hasta quedar ambos en posición
antipodales. Entre los ásteres de los dos centriolos se
forman una serie de filamentos, que en conjunto adoptan la forma
de un huso, por lo que se denominan huso acromático. Este
tipo de mitosis, en la
que el aparato acromático está formado por los
centriolos y ásteres, recibe el nombre de mitosis astral o
anfiastral, y es la más frecuente en las células
animales.
Existe otro tipo de mitosis, llamada anastral, en el que los
centriolos se encuentran ya colocados en los polos de la
célula, antes que comienca la división y de que se
forme el huso acromático. Este tipo de mitosis se observa
en la mayoría de los vegetales.
El final de la profase y el comienzo de la
prometafase quedan marcados con la desaparición del
nucléolo y la desintegración de la membrana
nuclear. Queda entonces en el centro de la célula una zona
más fluída, es la que los cromosomas se mueven con
mayor libertad. En
esta fase, cada cromosoma se dirige, con independencia
de los demás, hacia el ecuador de la
célula.
Se considera que comienza la metafase cuando los
cromosomas han alcanzado el plano ecuatorial. En él se
disponen radialmente, en la periferia del huso, formando la
llamada placa ecuatorial. En esta situación, los
cromosomas establecen conexión con algunas fibras del huso
a través de los centrómeros. En ese momento, el
centrómero de cada cromosoma de duplica, y los
centrómeros hijos se separan, arrastrando tras de
sí una cromátida cada uno.
La separación marca el comienzo
de la anafase. Durante la misma, cada cromátida,
procedente de un determinado cromosoma, emigra a un polo
diferente, por lo que se van a separar los dos grupos de
cromátidas, llamadas ahora cromosomas hijos,
idénticos entre sí e iguales al de cromosomas de la
célula madre.
La telofase comienza cuando los cromosomas hijos
terminan de migrar hscia los polos. En el transcurso de la misma
ocurren cambios inversos a los de la profase: reaparecen la
membrana nuclear y los nucleótidos, al mismo tiempo que los
cromosomas se van desdibujando y se vuelven invisibles al
observador. Simultaneamente se produce la distribución de los componentes
citoplásmicos, incluyendo las mitocondrias y el complejo
de Golgi, así como los cloroplastos en las células
vegetales, y la segmentación del citoplasma o citocinesis,
con lo que se consuma la división
celular.
Meiosis.
En los seres vivos que se repruducen sexualmente,
el nuevo organismo se forma tras la unión de dos
células, los gametos, procedentes cada una de un
progenitor. Puesto que las células de los individuos de la
misma especie tienen el mismo número de cromosomas, hay
que pensar que durante la gametogénesis, o proceso de
formación de los gametos, existe un mecanismo que reduce a
la mitad la dotación cromosómica de las
células germinales precursoras, de modo que el
número diploide de la especie quede comvertido en haploide
en los gametos. Ese mecanismo en la meiosis,
consistente en dos divisiones nucleares sucesivas con una
sóla división de los cromosomas. Cada una de las
divisiones meióticas es equiparable a una mitosis, si bien
la primera de ellas es mucho más larga y complicada,
desarrollándose con algunos rasgos
diferenciales.
Mientras que en una mitosis típica cada
cromosoma tenía un comportamiento
independiente de los demás y se duplicaba individualmente,
en la primera divión de la meiosis los
cromosomas homólogos se ponen en contacto íntimo
durante la profase, intercambiándo segmentos las
cromátidas de un cromosoma con las de su homólogo.
En vez de migrar aisladas hacia el ecuador de la
célula, lo hacen también agrupados, para formar una
placa ecuatorial en la que cada pareja de cromosomas
homólogos, con sus dos cromátidas cada uno, se
sitúa de tal forma que el centrómero de uno,
todavía sin dividir, queda en la región celular de
opuesta al centrómero del otro, separados ambos por el
plano ecuatorial ideal. De esta manera, en la anafase de la
primera división de la meiosis migran
a cada polo cromosomas enteros formados por dos
cromátidas, que serán en parte híbridas como
consecuencia del sobrecruzamiento o intercambio de material que
ocurrió en la profase. Cada célula resultante
tendrá un juego haplide
de cromosomas, por lo que se acostumbra a decir que la primera
división de la meosis es una división
reduccional.
La segunda división de la meisis es una
mitosis típica, en la que cada cromosoma se escinde en dos
cromátidas después de dividirse en dos el
centrómero, y cada una de ellas se transforma en un
cromosoma hijo. Pero como cada célula de las que hacen de
progenitores en el inicio de esta segunda división es
haploide, las células hijas resultantes, que luego se
transformarán en gametos, son también
haploides.
Célula
vegetal.
La célula vegetal típica se
caracteriza por estar envuelta en una membrana celular de
naturaleza
celulósica y por tener plásticos,
unos orgánulos especiales que contienen pigmentos y a los
que deben las plantas su
color.
Normalmente los plastos contienen clorofila, el pigmento verde
que da color a las
hojas, y entonces se llaman cloroplastos; pero pueden tener otros
pigmentos, como carotina, de color anaranjado,
y xantofila, de color amarillo,
que son lo que dan color a las hojas
en otoño, a la raíz de la zanahoria y a los
pétalos de algunas flores, se llaman cromoplastos. Los
plastos que no están impregnados de pigmento y que por eso
están en células incoloras se llaman
leucoplastos.
Las células vegetales contienen granos de
almidón como sustancia de reserva, y en las células
jóvenes hay vacuolas pequeñas; más tarde se
fusionan formando una vacuola grande que contiene jugo vacuolar
con sustancias en disolución; al secarse las vacuolas
aparecen, frecuentemente, granos de aleurona, sustancia de
reserva alimenticia de naturaleza
albuminiodea, que el embrión de la semilla utiliza durante
la germinación; estos granos son muy frecuentes en
leguminosas y cereales y de otras semillas que sirven de alimento
al hombre. Las
células vegetales tienen otras muchas sustancias, como
aceites (en la aceituna, semilla de ricino), azúcares (en
las frutas, caña de azúcar, remolacha),
ácidos (en naranjas y limones) y otros
compuestos.
Aunque en las plantas la
membrana celular típica es la celulosa, a veces puede
quedar impregnada de sustancias minerales u otras
sustancias, como lignina, que es muy consistente y forma el
leño; suberina, que es impermeable y forma el corcho, y
cutina, que cubre los tallos jóvenes y las hojas. A las
transformaciones correspondientes se les llama
mineralización, lignificación, suberización
y cutinización, respectivamente.
Las células vegetales propiamente dichas
no tienen ninguna dimensión predominante; las que son muy
alargadas y fusiformes se llaman fibras, y las que sirven para
conducir las sustancias alimenticias se llaman tubos, si
están vivas, y vasos, si están
muertas.