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La revolución de las consciencias. Parte final




    La revolución de las consciencias –
    Monografias.com

    La revolución de las
    consciencias
    Parte final

    Pertenezco a una generación que inició el
    cambio social al intentar cambiar el mundo en el siglo pasado
    utilizando todo tipo de recursos, música, flores,
    literatura, poesía, filosofía, psicología,
    contracultura e inclusive con el uso de las armas, a
    través del foquismo revolucionario.

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    Sin embargo estos intentos de rebelión que eran
    alimentados por las aspiraciones de libertad de aquellos
    jóvenes idealistas de la década de los setentas
    fueron sofocados, contenidos y reprimidos. Sus ideales y metas
    fueron asimiladas y deformadas por la sociedad de consumo a
    través de un proceso de enajenación social en el
    que los medios masivos jugaron un papel importante.

    Los numerosos integrantes de aquella generación
    rebelde que luchaba contra el autoritarismo fueron dispersados y
    diezmados en diversas formas: por la represión militar, el
    desencanto del no cambio inmediato, el abuso de drogas, el
    alcoholismo, la compra de sus ideas por el sistema, muerte
    natural, etc.

    Pocos somos los integrantes de esa generación que
    hemos mantenido hasta la fecha (2,014 y fortalecido con la
    experiencia) con integridad y vigencia, nuestros valores e
    ideales de lucha que nos impulsaron en aquel entonces.

    Por esto mismo confieso que soy un soñador,
    durante muchos años (casi toda mi vida) he soñado
    con un mundo diferente al que vivo actualmente, un mundo donde
    exista igualdad social, donde realmente la democracia impere,
    donde la justicia sea para todos y que no se venda al mejor
    postor, donde exista libertad de expresión, de
    movilización y de manifestación, donde no exista la
    pobreza, donde no haya discriminación por condiciones
    económicas, raciales sexuales o de orientación
    sexual, donde no exista exclusión, injusticias ni
    autoritarismos. Por dar unos ejemplos de este sueño que ha
    permanecido en i mente durante décadas enteras:

    Sueño con mundo en el cual el voto de cada
    ciudadano sea efectivamente respetado y los gobernantes sean
    realmente electos por el pueblo y se preocupen por gobernar a
    favor del pueblo. Es decir, donde la democracia se
    real.

    Sueño con un mundo donde los recursos
    públicos no sean robados por quienes nos gobiernan y el
    presupuesto sea realmente destinado para obras públicas y
    sociales que satisfagan las necesidades de la
    población.

    Sueño con un mundo donde los jefes y directivos
    de las dependencias gubernamentales federales, estatales y
    municipales, sean las personas más capacitadas para
    desempeñar esos puestos y no que sean los amigos,
    parientes, compadres o amantes del gobernante en
    turno.

    Sueño con un mundo en el que los medios masivos
    de difusión no sean utilizados como armas o instrumentos
    de dominación que producen enajenación y control
    social de la población al servicio de quienes están
    en el poder que buscan perpetuarse en el mismo.

    Sueño con un mundo en el que la policía y
    las autoridades de tránsito realmente cumplan sus
    funciones de hacer respetar las leyes de tránsito y
    sancionen a quienes las violen para poder reducir así el
    número de muertes por accidentes de
    tránsito.

    Sueño con un mundo en el que la educación
    sea una prioridad en la distribución del presupuesto
    público y se destinen fondos a mejorar las escuelas, el
    sueldo de los maestros, las condiciones de estudio de los
    estudiantes, etc., y que no se utilice el presupuesto para
    educación para enriquecer las cuentas de los altos
    funcionarios de las autoridades educativas.

    Sueño con un mundo donde los rectores de las
    universidades públicas sean realmente académicos
    que conozcan el mundo de la docencia y lleguen a esos cargos por
    haber sido electos por los integrantes de sus comunidades
    universitarias, es decir, por los maestros, los trabajadores y
    los estudiantes.

    Todo eso y más se presentan en mi actividad
    onírica, lo curioso es que mis sueños se presentan
    tanto de día como de noche, ya sea dormido o
    despierto.

    Al igual que John Lennon lo hizo cuando escribió
    en la década de los setentas la letra de su
    famosísima canción Imagine, reconozco que soy un
    soñador, pero también reconozco que no soy el
    único y más adelante les diré porqué
    digo esto.

    Siento que me sucede algo parecido a lo que
    escribió el maestro de la literatura latinoamericana
    Gabriel García Márquez en su cuento Ojos de perro
    azul, cuya lectura disfruté ampliamente hace ya muchos
    años, donde describe la existencia de dos personas (hombre
    y mujer) que en su vida cotidiana no se conocen entre sí,
    pero cuando duermen, en sus sueños se encuentran y
    descubren que son el uno para el otro, disfrutan entre sí
    durante el sueño, pero cuando despiertan se olvidan de
    sí mismos.

    Cuando vuelven a soñar buscan la forma de
    recordarse entre sí cuando despierten y acuerdan una
    contraseña para reconocerse y encontrarse en estado de
    vigilia, la clave que escogieron fue precisamente el
    título del libro Ojos de perro azul, así cuando
    despiertan donde quiera que iban escribían ojos de perro
    azul.

    En mi caso, siento que mi sueño es compartido por
    millones de personas en México, Latinoamérica y el
    mundo entero. Lo percibo al enterarme de los movimientos
    colectivos que luchan contra el autoritarismo, la antidemocracia
    y la imposición en varias partes del mundo. Me siento
    ligado a esas multitudes y creo que la clave que tenemos para
    reconocernos aquellos que deseamos un mundo mejor son
    precisamente las palabras democracia, justicia, libertad,
    igualdad.

    Sé con certeza que vivir en un mundo donde impere
    la democracia real, la libertad y la justicia es el sueño
    de millones de personas, por eso en mis escritos incluyo esas
    palabras e intento contribuir al cambio social utilizando como
    arma la palabra escrita, porque sé que quien las lea y
    tenga el mismo anhelo reconocerá que somos parte del mismo
    sueño, que vamos por el mismo camino y ya no nos
    sentiremos solos nunca más, lo cual nos dará mayor
    fuerza para seguir adelante.

    Por ello sigo creyendo que el cambio social en
    México y en Latinoamérica es posible, creo
    sinceramente que podemos eliminar la corrupción, la
    impunidad, la injusticia social, la pobreza y el autoritarismo en
    nuestros países y estoy convencido de que el primer paso
    para lograrlo es eliminar gradualmente de nuestro comportamiento
    individual toda aquella conducta que pueda promover, aceptar o
    tolerar cualquier acto de corrupción, de injusticia, de
    discriminación, de intolerancia o de desigualdad
    social.

    Reconozco que el reto es grande pero estoy seguro de que
    es posible si logramos revolucionar nuestras consciencias en el
    sentido de que vayamos gradualmente incorporando en nuestra
    conducta los valores de la solidaridad, generosidad, honestidad,
    franqueza, tolerancia, honestidad, humildad, respeto a los
    demás, etc.

    A través de la revolución de nuestras
    consciencias podremos ir construyendo poco a poco comportamientos
    auténticos que consisten en el hecho de que cada persona
    pueda expresar lo que realmente piensa y decir lo que realmente
    siente, actuando de esta manera en forma inevitable
    llegará el momento en que no nos quedaremos callados,
    indiferentes o pasivos cuando seamos testigos de una injusticia,
    de una imposición, o cualquier acto de
    corrupción.

    Al desarrollar estos nuevos comportamientos utilizando
    el proceso de interinfluencia que existe en las relaciones
    interpersonales, de una forma gradual, quizá lenta pero
    segura y constante, podremos influir para ayudar a cambiar el
    comportamiento de nuestras gentes más cercanas, a la
    manera de efecto de mariposa, empezando con nuestras familias,
    después con nuestros amigos, con nuestros
    compañeros de trabajo, vecinos, etc., para ir construyendo
    poco a poco una cultura de tolerancia cero para los actos de
    corrupción e injusticia.

    Con esta nueva actitud lograremos construir una nueva
    figura del individuo latinoamericano, una nueva figura del hombre
    y mujer, que se caractericen por una gran sensibilidad social y
    sobre todo por una gran participación y compromiso social.
    Una nueva figura basada en una nueva identidad social que incluya
    un sentimiento de pertenencia a los diversos grupos sociales a
    los que estamos integrados, así como a las organizaciones
    formales a las que pertenecemos formalmente.

    Una identidad social basada en un sentimiento amplio de
    pertenencia a un país y sobre todo, una identidad
    latinoamericana que nos permita integrar a los pueblos que
    pertenecemos a América Latina y poder utilizar el lenguaje
    de "nosotros", dejando atrás el uso del "yo".

    Todo esto sucederá en la medida que recobremos la
    confianza en nosotros mismos, que nos demos cuenta de que tenemos
    una capacidad para contribuir a un cambio social, y sólo
    lo lograremos cuando identifiquemos y terminemos con nuestras
    inseguridades personales, con nuestros complejos individuales,
    con nuestra timidez y sobre todo con nuestra indiferencia social,
    todo lo cual ha sido construido por haber recibido una
    educación basada en el autoritarismo, por vivir en una
    sociedad que promueve el consumo como modelo "vida ideal",
    utilizando figura del hombre y la mujer que promueven la
    discriminación y generan inseguridades
    individuales.

    De una manera natural iremos construyendo una actitud en
    la que nos irá pareciendo cada vez más inaceptable
    el orden social actual que existe en México, caracterizado
    por un gobierno corrupto que promueve la impunidad y la constante
    violación de los derechos humanos, laborales, educativos
    de la población mexicana.

    La revolución de nuestras consciencias nos
    permitirá desarrollar paso a paso una consciencia social
    que nos permitirá abrir los ojos y darnos cuenta de que no
    es normal que existan ricos y pobres, que no es natural que los
    políticos se hagan millonarios con los recursos
    públicos que generamos con el pago de nuestros impuestos,
    que es inaceptable la corrupción que estamos viendo hoy en
    día en todos los niveles (federal, estatal y municipal),
    que no podemos quedarnos más tiempo siendo pasivos e
    indiferentes ante la violación de nuestros derechos
    más elementales.

    Surgirá en nosotros el deseo de recuperar nuestra
    dignidad como seres humanos, que no podemos permitir que pisoteen
    nuestros derechos y que condenen a las nuevas generaciones de
    mexicanos a un futuro de pobreza, violencia, corrupción e
    impunidad.

    Con ese nuevo sentimiento y nueva actitud, nos
    incorporaremos a los grupos a los que pertenecemos y aumentaremos
    nuestra participación en los mismos desarrollando una
    nueva identidad psicológica, ya no una identidad
    individual, sino una nueva identidad grupal, en la que
    desarrollaremos un sentimiento de pertenencia y actuaremos en
    forma conjunta para lograr nuestros objetivos comunes.

    La revolución de nuestras consciencias implica un
    cambio radical en nuestras formas de pensar, sentir y actuar.
    Incluye el reconocimiento y aceptación de uno mismo como
    agente de cambio social. En ese sentido, predicando con el
    ejemplo, veremos que la lucha por la democracia social empieza
    por la construcción de la democracia en la dinámica
    del grupo familiar. La familia como grupo primario en el que
    prevalecen los lazos afectivos es la instancia donde se
    desarrollan las bases de nuestra personalidad psicosocial. Por
    ello debemos empezar por modificar las relaciones entre el hombre
    y la mujer, entre los padres e hijos. Buscando mejorar la
    comunicación interpersonal, aumentar la interacción
    con la pareja, entre padres e hijos, entre hermanos y sobre todo,
    mas allá de la familia nuclear, interactuar con la familia
    extensa.

    Si anhelamos la democracia y la igualdad social debemos
    empezar por cambiar las relaciones entre hombre y mujer,
    terminando con la desigualdad y discriminación que
    actualmente sufren las mujeres en una sociedad caracterizada por
    el machismo y una doble moral sexual. Debemos terminar con los
    privilegios que los hombres tenemos por el solo hecho de ser
    hombres y terminar con aquel dicho que sentencia que el peso de
    un hogar no descansa en los cimientos de la casa, sino que recae
    en las espaldas de una mujer.

    Esta es la forma en que debemos educar con el ejemplo a
    nuestros hijos, inculcándoles una actitud de profundo
    respeto a todas las personas, sin importar su condición
    económica, sexual o educativa. Una actitud que incluya
    tolerancia a las diferencias y a la diversidad y especialmente un
    profundo respeto hacia las mujeres.

    Pero sobre todo una actitud que valore la importancia de
    una justicia para todos, sin excepción alguna, de tal
    forma que predomine la idea de que nadie está por encima
    de la ley, para que cuando sean testigos de alguna injusticia,
    sean capaces de cuestionar, criticar y reclamar
    justicia.

    A través de la revolución de nuestras
    consciencias podremos también cambiar también
    nuestra actitud al interior de los grupos laborales. Considerando
    que una de las causas del subdesarrollo de los países
    latinoamericanos es la falta de una cultura de trabajo en equipo,
    ya que las personas formalmente son parte de un grupo laboral,
    pero guían su comportamiento en base a intereses
    individuales, necesitamos revalorar nuestro desempeño en
    el trabajo y verlo con otros ojos, con una percepción en
    la que valoremos nuestra contribución individual a las
    tareas grupales y mejorar nuestro desempeño en los mismos.
    La manera de lograrlo es desarrollar ese sentimiento de
    pertenencia y cambio cualitativo de nuestra identidad, para
    lograr la construcción de una identidad grupal que
    fortalezca la integración de los grupos formales en
    verdaderos equipos de trabajo.

    Mediante la revolución de nuestras consciencias,
    como ciudadanos debemos crear nuevos comportamientos en el
    sentido de dejar atrás el conformismo y timidez social
    para crear una cultura de defensa de los derechos del consumidor
    que nos permita realizar los reclamos pertinentes cuando un
    servicio esté mal hecho, sobre todo en el ámbito de
    los servicios públicos. Si las calles de nuestra ciudad no
    están bien pavimentadas, debemos reclamar que las
    autoridades respectivas hagan su trabajo, debemos exigir que el
    presupuesto público sea destinado para obras viales, para
    mejorar la educación, para mejorar la seguridad, etc. Es
    vox populi que los políticos roban los presupuestos
    públicos, ya no permitamos esto y la manera de lograrlo es
    aumentando nuestra participación social y fiscalizando el
    desempeño de quienes ocupan puestos de
    autoridad.

    Un asunto de gran importancia es que todos debemos
    exigir que se reduzca la distancia entre los salarios de los
    trabajadores y los altos sueldos que reciben los funcionarios de
    primer nivel cuyos ingresos son estratosféricos, mientras
    que el sueldo del personal de base es sumamente inferior. Es
    decir, pidamos una mayor participación en la toma de
    decisiones en la forma como se va a distribuir el presupuesto en
    las organizaciones a las que pertenecemos.

    Bajo esta nueva percepción, las organizaciones
    sociales juegan un papel muy importante, considerando que los
    partidos políticos se encuentran en crisis, que no
    representan realmente los intereses de la población sino
    que en realidad han cometido actos de traición a la patria
    y al pueblo mexicano, los sindicatos deben jugar un papel muy
    importante en la construcción de este mundo
    nuevo.

    Los trabajadores sindicalizados deben construir la
    democracia al interior de sus organizaciones de tal forma que el
    funcionamiento de los mismos realmente corresponda a la
    función social que deben cumplir los sindicatos, es decir,
    la defensa de los intereses y derechos de los trabajadores
    sindicalizados.

    En el marco de nuestra realidad actual, los intereses y
    derechos de los trabajadores están siendo afectados por
    las reformas a la constitución que aprobaron los
    integrantes del cártel de senadores y diputados que cual
    viles prostitutas (con perdón de estas últimas)
    vendieron sus votos a la oligarquía financiera y
    política enquistada en el poder.

    Esto nos pone de frente ante la necesidad de actuar en
    el terreno político para actuar en forma organizada en la
    lucha por echar atrás estas reformas implementadas por la
    oligarquía financiera y política. Las banderas de
    lucha que debemos utilizar en el ámbito nacional son en lo
    inmediato:

    • a) Abrogación de las contrarreformas
      (laboral, educativa, financiera y
      energética)

    • b) Renacionalización de las empresas
      privatizadas

    • c) Juicio político a los responsables de
      estas reformas

    • d) Rechazo total a los partidos
      políticos que aprobaron las reformas (PRI, PAN, PRD,
      Partido Verde, Nueva Alianza)

    • e) Respeto al voto popular y ni un solo voto en
      las próximas elecciones para estos partidos

    No debemos tener tolerancia para un gobierno corrupto
    que se está enriqueciendo con el hambre de nuestro pueblo
    y con la venta de nuestro país al capital extranjero.
    Recuperemos nuestra dignidad como seres humanos y luchemos por
    hacer realidad este sueño colectivo: un mundo donde exista
    la democracia, la justicia y la libertad. El cambio social en
    México es posible y la manera de hacerlo es a
    través de la revolución de nuestras
    consciencias.

     

     

    Autor:

    Oscar Yescas
    Domínguez

     

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