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La Agricultura Orgánica como espada en la protección del Medio Ambiente




    La Agricultura Orgánica como espada en la
    protección del Medio AmbienteMonografias.com

    La Agricultura Orgánica como
    espada en la protección del Medio Ambiente

    El inicio de la agricultura se encuentra en el
    período Neolítico, cuando la economía de las
    sociedades humanas evolucionó desde la recolección,
    la caza y la pesca a la agricultura y la ganadería. Las
    primeras plantas cultivadas fueron el trigo y la cebada. Sus
    orígenes se pierden en la prehistoria y su desarrollo se
    gestó en varias culturas que la practicaron de forma
    independiente, como las que surgieron en el denominado Creciente
    fértil (zona de Oriente Próximo desde Mesopotamia
    al Antiguo Egipto), las culturas precolombinas de América
    Central, la cultura desarrollada por los chinos al este de Asia,
    etc.

    Se produce una transición, generalmente gradual,
    desde la economía de caza y recolección a la
    agrícola. Las razones del desarrollo de la agricultura
    pudieron ser debidas a cambios climáticos hacia
    temperaturas más templadas; también pudieron
    deberse a la escasez de caza o alimentos de recolección, o
    a la desertización de amplias regiones. A pesar de sus
    ventajas, según algunos antropólogos, la
    agricultura significó una reducción de la variedad
    en la dieta, creando un cambio en la evolución de la
    especie humana hacia individuos más vulnerables y
    dependientes de un enclave que sus predecesores.

    La agricultura y la dedicación de las mujeres a
    una maternidad intensiva permitieron una mayor densidad de
    población que la economía de caza y
    recolección por la disponibilidad de alimento para un
    mayor número de individuos. Con la agricultura las
    sociedades van sedentarizándose y la propiedad deja de ser
    un derecho sólo sobre objetos móviles para
    trasladarse también a los bienes inmuebles, se
    amplía la división del trabajo y surge una sociedad
    más compleja con actividades artesanales y comerciales
    especializadas, los asentamientos agrícolas y los
    conflictos por la interpretación de linderos de propiedad
    dan origen a los primeros sistema jurídicos y
    gubernamentales.

    La nueva situación de la mujer, recluida ahora a
    un espacio doméstico, la excluye de la economía y
    de la vida social dando origen al patriarcado.

    En los primeros tiempos de Roma se cultivaban
    principalmente cereales, leguminosas y hortalizas, pero en la
    época de la expansión republicana e imperial la
    agricultura incluía, además del trigo (el pan fue
    siempre la base de la alimentación) los otros dos
    elementos de la llamada tríada o trilogía
    mediterránea.

    El campesino trabajaba con su familia, en un modelo
    literariamente idealizado de vida sencilla (base de los valores
    morales, familiares y públicos, y de la
    participación en la res publica); pero con la
    expansión territorial, la continuidad del esfuerzo
    bélico, que exigía un prolongado servicio militar
    de los ciudadanos, arruinó las pequeñas
    explotaciones en beneficio del modo de producción
    esclavista. En ese sistema se incluía la mayor parte de la
    producción agrícola, tanto la de los modestos lotes
    de tierras repartidos a soldados veteranos como los grandes
    latifundios en manos de la aristocracia senatorial. En la lenta
    transición del esclavismo al feudalismo, a partir de la
    crisis del Siglo III, se sustituyeron los esclavos por siervos, y
    el Imperio se ruralizó, pasando las villae rurales a ser
    centros autosuficientes, en perjuicio de las decadentes
    ciudades.

    Las técnicas agrícolas se basaban en el
    uso del arado romano, tirado habitualmente por bueyes, y en el
    sistema de barbecho. Otros aportes fueron las prensas de aceite,
    algunas técnicas de regadío y de abono.

    A lo largo de la Edad Media europea surgen importantes
    innovaciones tecnológicas que aportarán algunos
    elementos positivos al trabajo de los campesinos. Las principales
    innovaciones en la agricultura medieval se debieron al mayor
    dinamismo del modo de producción feudal, que
    suponía para los siervos un mayor incentivo en la mejora
    de la producción que para los esclavos. Las Partidas de
    Alfonso X de Castilla definen a los campesinos dentro de la
    sociedad estamental como los que labran la tierra e fazen en ella
    aquellas cosas por las que los hombres han de vivir y de
    mantenerse. Este campesinado activo fue la fuerza fundamental del
    trabajo en la sociedad medieval.

    La introducción del uso de arados pesados (con
    ruedas y vertedera) permitió un cultivo más
    profundo de los suelos del norte de Europa (se incorporó a
    lo largo del siglo XI en las regiones al norte de los Alpes,
    mientras que los suelos frágiles de la zona
    mediterránea seguían vinculados al arado romano).
    Los molinos hidráulicos (posteriormente los de viento
    introducidos desde Persia) incrementaron de forma importante la
    productividad del trabajo, al igual que la mejora paulatina de
    los aperos agrícolas, como nuevos tipos de trillos, hoces
    y guadañas.

    El cambio del buey por el caballo como animal de tiro
    fue el resultado de dos avances tecnológicos —el uso
    de la herradura y el desarrollo de la collera— que
    permitían al caballo tirar de mayores cargas más
    fácilmente. Esto aumentó la eficiencia del
    transporte por tierra, tanto para el comercio como para las
    campañas militares, y sumado a la mejora general de la red
    de carreteras aumentó las oportunidades comerciales para
    las comunidades rurales mejor comunicadas. En algunas zonas con
    tierras especialmente fértiles, se introdujo la
    rotación de cultivos de tres hojas (rotación
    trienal, asociando un cereal de primavera o una leguminosa a un
    cereal de invierno), lo que reducía al 33% en vez de al
    50% la necesidad de barbecho frente al sistema de año y
    vez, aumentando la producción y haciéndola
    más diversificada. La posibilidad de abonado, estaba
    restringida a la disponibilidad de ganadería asociada,
    que, en las zonas y periodos en que se incrementó, tuvo un
    importante impacto en la vida campesina, aunque no siempre
    positivo para los agricultores, cuyos intereses estaban en
    contradicción con los de los ganaderos, habitualmente de
    condición privilegiada (el Concejo de la Mesta y
    asociaciones ganaderas similares en los reinos cristianos
    peninsulares).

    El ejemplo de los monasterios, especialmente de la orden
    benedictina expandidos por toda Europa occidental (Cluny y
    Císter), extendió prácticas
    agrícolas, de gestión de las propiedades y de
    industria alimentaria. En zonas de Europa meridional (la Sicilia
    y la España musulmanas), los árabes introdujeron
    mejoras agrícolas, especialmente en sistemas de
    regadío (norias de Murcia, acequias de Valencia), el
    aprovechamiento de las laderas (bancales de las Alpujarras),
    zonas inundables (arroz) y el cultivo intensivo de huertas, con
    la generalización de los frutales mediterráneos
    (naranjos, almendros) y todo tipo de verduras, que
    caracterizarán el estereotipo de la alimentación de
    los campesinos sometidos de estas zonas, de origen
    musulmán, frente a los conquistadores cristianos (villano
    harto de ajos llamaba Don Quijote a Sancho).

    Estos cambios causaron un crecimiento, tanto en la
    variedad como en la cantidad de las cosechas, que tuvo efectos
    importantes en la dieta de la población. El campo fue el
    gran protagonista en Plena Edad Media Europea. Los recursos que
    aportaba la agricultura y la ganadería eran la base de la
    economía y la tierra era el centro de las relaciones
    sociales, siendo la distribución de sus excedentes la que
    permitió la revolución urbana que se vivió
    entre los siglos XI y XIII, cumbre del periodo denominado
    óptimo medieval, beneficiado por un clima especialmente
    benigno. La tasa de crecimiento promedio interanual de la
    población europea durante el período 1000-1300 fue
    de 0,2%. Entre las causas de la reducción de la tasa de
    mortalidad que permitió ese crecimiento, leve pero
    sostenido, se ha sugerido la mejora en la alimentación
    producto de la incorporación del octavo aminoácido,
    gracias al consumo de la lenteja.

    La expansión agrícola de las tierras
    cultivables se hizo a costa de la reducción de la
    superficie del bosque y de la incorporación de tierras
    marginales y aunque contribuyó al crecimiento de la
    producción de alimentos, inevitablemente conducía a
    las consecuencias negativas de la ley de los rendimientos
    decrecientes, lo que estuvo entre las causas lejanas o
    precondiciones de la crisis del siglo XIV.

    A pesar de los progresos, la agricultura medieval
    manifestó siempre signos de precariedad debido a la
    imposibilidad de realizar la inversión productiva de los
    excedentes (extraídos en forma de renta feudal por la
    nobleza y el clero) y su estrecha dependencia de las condiciones
    naturales.

    Durante el Antiguo Régimen los países del
    sur y este de Europa prolongaron el sistema económico
    feudal, especialmente en la agricultura, pudiéndose hablar
    de una refeudalización evidente desde la crisis del siglo
    XVII, en que se reafirmó la posición predominante
    de los señores frente a los campesinos, que seguían
    siendo la inmensa mayoría de la población, pero que
    no tenían posibilidad de iniciar la acumulación de
    capital necesaria para la transformación agraria. En
    cambio, en la Europa noroccidental, especialmente en Holanda e
    Inglaterra, los cambios sociales y políticos
    (revolución burguesa) se vieron acompañados en el
    campo por una revolución agrícola previa a la
    revolución industrial del siglo XVIII, que
    intensificó los cultivos, aumentando los rendimientos
    gracias a mejoras técnicas y productivas (rotación
    de cultivos de cuatro hojas de Waasland; aperos de Jethro Tull) y
    a la introducción de nuevos cultivos.

    La integración de la economía mundial tras
    la era de los descubrimientos permitió un intercambio de
    cultivos a nivel planetario: productos del Viejo Mundo, tanto de
    zonas templadas como el trigo y la vid, como de zonas
    cálidas como la caña de azúcar, el
    algodón y el café, fueron introducidos con
    éxito en América; mientras que productos del Nuevo
    Mundo como el maíz, la patata, el tomate, el pimiento y el
    tabaco diversificaron la agricultura europea y del resto de los
    continentes. Ya en época industrial, la explotación
    del caucho, restringida inicialmente a la silvicultura
    amazónica, también se acabó extendiendo a
    otras zonas ecuatoriales a pesar de todo el cuidado que se puso
    en impedirlo.

    La ideología del liberalismo económico
    propugnó la liberación del mercado de tierras y la
    imposición de la propiedad privada sobre ellas, con
    distintas manifestaciones según los países
    (enclosures en Inglaterra desde el siglo XVIII; en España
    supresión de mayorazgos y señoríos desde las
    Cortes de Cádiz, desamortización de
    Mendizábal en 1836). La formación de mercados
    nacionales unificados implicaba la unificación de los
    pesos y medidas, y la liberalización de los precios frente
    al anterior proteccionismo mercantilista, tarea que el despotismo
    ilustrado había iniciado desde supuestos
    fisiócratas a mediados del siglo XVIII.

    La división del mundo en países
    desarrollados y subdesarrollados tuvo en la agricultura uno de
    sus aspectos: los primeros caracterizados por una agricultura
    especializada y de mercado con altos rendimientos (incluso en los
    denominados países nuevos donde la presión de la
    población sobre la superficie es menor); mientras que en
    los segundos se produjo una división por zonas entre una
    agricultura de subsistencia de explotaciones familiares con
    tecnología tradicional y sometida a la presión del
    crecimiento demográfico, y una agricultura de
    plantación de monocultivos destinados al mercado
    internacional, que también presiona sobre los cada vez
    más reducidos espacios naturales
    (deforestación).

    La agricultura tiene un gran impacto en el medio
    ambiente.

    En los últimos años, algunos aspectos de
    la agricultura intensiva a nivel industrial han sido cada vez
    más polémicos. La creciente influencia de las
    grandes compañías productoras de semillas y
    productos químicos y las procesadoras de comida preocupan
    cada vez más tanto a los agricultores como al
    público en general. El efecto desastroso sobre el entorno
    de la agricultura intensiva han causado que varias áreas
    anteriormente fértiles hayan dejado de serlo por completo,
    como ocurrió en tiempos con Oriente Medio, antaño
    la tierra de cultivo más fértil del mundo y ahora
    un desierto.

    La Agricultura Orgánica tiene como principales
    objetivos la obtención de alimentos saludables, de mayor
    calidad nutritiva, sin la presencia de sustancias de
    síntesis químicas y obtenidos mediante
    procedimientos sustentables. Este tipo de agricultura es un
    sistema global de gestión de la producción, que
    incrementa y realza la salud de los agrosistemas, inclusive la
    diversidad biológica, los ciclos biológicos y la
    actividad biológica del suelo. Esto se consigue aplicando,
    siempre que sea posible, métodos agronómicos,
    biológicos y mecánicos, en contraposición a
    la utilización de materiales sintéticos para
    desempeñar cualquier función específica del
    sistema.

    Esta forma de producción, además de
    contemplar el aspecto ecológico, incluye en su
    filosofía el mejoramiento de las condiciones de vida de
    sus practicantes, de tal forma que su objetivo se apega a lograr
    la sustentabilidad integral del sistema de producción
    agrícola o sea, constituirse como un agrosistema social,
    ecológico y económicamente sustentable.

    La agricultura biodinámica, la permacultura, la
    agricultura natural, la agricultura indígena, la
    agricultura familiar, la agricultura campesina, son tipos de
    agricultura natural que buscan el equilibrio con el ecosistema,
    son sistemas agrícolas sostenibles que se han mantenido a
    lo largo del tiempo en distintas regiones del mundo buscando
    satisfacer la demanda de alimento natural y nutritivo a las
    personas y los animales, de manera que el agroecosistema mantenga
    el equilibrio.

    Al contrario de lo que se pretendió demostrar
    acerca de que la agricultura ecológica favorecía a
    la deforestación del planeta debido a que se necesita una
    mayor explotación del terreno para alcanzar los resultados
    de la agricultura convencional(se hablaba de que los resultados
    eran 3 veces inferiores), numerosos estudios (más de 200
    estudios en los Estados Unidos y Europa) han logrado confirmar
    que las explotaciones de agricultura ecológica tienen un
    rendimiento de 80% comparado con la agricultura convencional.
    Esto se ejemplifica bien a través de un estudio de siete
    años llevado a cabo en el distrito de Maikaal en la India.
    Con él se estableció que el promedio de
    producción de algodón y maíz fue un 20%
    mayor en las granjas de agricultura ecológica que en las
    explotaciones convencionales. Otro ejemplo sería un
    estudio realizado 20 países del África subsahariana
    donde los rendimientos aumentaron en un 214% en 44 proyectos
    usando técnicas de agricultura ecológica, un dato
    muy superior a lo que jamás logró ningún
    cultivo genéticamente modificado.

    Uno de los cultivos más usado, por ser muy
    practico, es el empleo de bancales este sistema es básico
    de la agricultura biodinámica, establecida por Rudolf
    Steiner en 1924.

    El cultivo ecológico debe estar basado en
    métodos preventivos, potenciando el buen desarrollo de las
    plantas y por tanto su resistencia natural a plagas y
    enfermedades. Debe potenciarse al máximo la
    prevención mediante unas adecuadas prácticas de
    cultivo que aseguren el buen desarrollo de las plantas y, por
    tanto, que éstas sean más resistentes. Las especies
    autóctonas y un abonado adecuado hacen las plantas
    más resistentes.

    La fertilización del terreno dedicado a la
    agricultura ecológica es uno de los pilares ISSAAC lo
    dice; de esta forma de cultivo. Es muy práctico que el
    fertilizante sea de producción propia, uno de los
    más utilizados es la producción de
    compost.

    En la agricultura ecológica no se pretende nutrir
    directamente la planta, sino estimular el conjunto, es decir el
    suelo y la planta, manteniendo o mejorando la fertilidad del
    suelo «favoreciendo el complejo arcillo-húmico y el
    desarrollo de los microorganismos del suelo».

    La materia orgánica es la base de la
    fertilización, aunque también se pueden utilizar
    como fertilizantes el abonado en verde que consiste en cultivar y
    enterrar una planta, para que al descomponerse se convierta en
    abono, especialmente utilizando leguminosas, éstas
    enriquecen el suelo especialmente en nitrógeno gracias a
    bacterias que viven en sus raíces y que fijan el
    nitrógeno atmosférico, y que la planta al ser
    enterrada cede al suelo en forma de abono.

    Contrariamente a lo que se cree, mantener el suelo
    cubierto, ayuda a conservarlo mejorando el aprovechamiento del
    agua y los nutrientes. Se emplearán cubiertas vegetales
    vivas, acolchado, etc.

    Concluimos que la agricultura ecológica, o
    sus sinónimos orgánica o
    biológica, es un sistema para cultivar una
    explotación agrícola autónoma basada en la
    utilización óptima de los recursos naturales, sin
    emplear productos químicos de síntesis, u
    organismos genéticamente modificados, ni para abono, ni
    para combatir las plagas, logrando de esta forma obtener
    alimentos orgánicos a la vez que se conserva la fertilidad
    de la tierra y se respeta el medio ambiente. Todo ello de manera
    sostenible y equilibrada.

     

     

    Autor:

    Msc. Jorge Félix Gual Ramos.

     

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