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La racionalidad económica: The framing of decisions and the psichology of choice



  1. Abstract
  2. Introducción
  3. La
    Racionalidad Económica y sus Implicaciones en los
    Procesos Psicológicos Superiores
  4. La
    Economía Experimental y La Economía del
    Comportamiento
  5. Decisiones y Psicología de la
    Decisión (Decisions and the Psychology of
    Choice)
  6. Referencias
    bibliográficas

Abstract

Economic rationality, within the overall framework of
theories that approaches can be understood generally as a method
of choice among alternatives, or, which is the same, a management
system of preferences among different economic objects. The
economic rationality implies then, the necessary connection
between economics and psychology of behavior, which opens the
possibilities for analysis, using a knowledge dialogue, for
understanding the motivational source of economic phenomena,
methods or forms of election and the different arrangements that
the individual states of the heterogeneous options that are
presented.

Introducción

La racionalidad económica, dentro de
todo el marco de teorías que la abordan, puede entenderse
generalmente como un método de elección entre
diferentes alternativas, o, lo que es lo mismo, un sistema de
ordenación
de preferencias entre diferentes objetos
económicos. La Racionalidad económica, implica
entonces, la necesaria conexión entre la ciencia
económica y la Psicología del comportamiento, que
abrirá las posibilidades de análisis, mediante un
dialogo de saberes, para la comprensión del origen
motivacional de algunos fenómenos
económicos, métodos o formas de elección y
las diferentes ordenaciones que el individuo establece sobre las
heterogéneas opciones que se le presentan. En este texto
consideraremos como punto de partida una idea importante: las
preferencias se refieren a objetos económicos
(podemos decir necesidades y recursos) y la forma en la que el
individuo decide su ordenación, se basa generalmente en
estimaciones sobre su valor y coste. No es la intención en
este momento generar una discusión acerca de una
definición muy amplia o de adentrarse en una teoría
del valor. Esto porque cada sistema económico tiene
asociada una forma distinta de estimar valores y costes, de lo
que se podría inferir que necesariamente cada sistema
económico asocia a si mismo una racionalidad
diferente. Un conjunto de lo que nosotros hemos llamado hasta
ahora objetos económicos puede presentar
diferentes ordenaciones bajo diferentes sistemas
económicos.

Para Streb (1998), se puede distinguir entre
racionalidad en sentido limitado (maximización de
beneficio
), y racionalidad en sentido amplio
(optimización). Considera que la racionalidad es
un principio a nivel individual, que no necesariamente
debe coincidir con la racionalidad colectiva. Las fallas de esta
racionalidad se pueden ligar con problemas de racionalidad
acotada
y con inconsistencias en nuestras preferencias. Sin
embargo, sin distinción frente a la racionalidad de la que
se hable, es importante reconocer que esta debe contener algunos
elementos o criterios básicos de coherencia y
consistencia. Para Tversky y Kahneman (1981): "The definition
of Rationality has been much debated, but there is general
agreement the rational choices should satisfy some elementary
requirements of consistency and coherence".
(Pág.,
453).

Más adelante nos referiremos a estos criterios.
Bunge (Citado por Streb, 1998), por ejemplo, llama al principio
de racionalidad: extremismo economicista, y lo compara
con la codicia. Parece existir una confusión entre el
deseo de maximizar el lucro con el de racionalidad.
Realmente, lo que supone la racionalidad individual es
que los individuos saben o aprenden debido a la llamada
racionalidad expost; al evaluar sus propios intereses y
aprender de ellos mismos. Incluso economistas que defienden en
extremo la libertad de elegir reconocen limitaciones al
principio de racionalidad. Friedman (1962), por ejemplo,
sostiene que las decisiones exigen de individuos responsables,
por lo que los locos y los menores de edad están limitados
para ejercer la libertad y agrega que es difícil encontrar
el límite en el cual un ser humano sea realmente libre
para elegir.

Se plantean, las siguientes preguntas: ¿Puede
resolver parte de la idea de racionalidad en economía, el
hecho de observar el grado de maduración en el ciclo vital
que va teniendo el individuo?, ¿De que forma influyen los
procesos psicológicos en las decisiones
económicas?. Una persona racional sabe qué
prefiere, cuáles son sus gustos, esto es lo que le permite
tomar una decisión. El individuo racional debe ser por lo
tanto un individuo inteligente y emocionalmente maduro
(Streb, 1998). Se puede pensar en muchos contraejemplos a la
racionalidad individual, empezando por nuestra propia conducta, o
tal vez aún mejor la de nuestra familia, que podemos
también ver de cerca pero con más objetividad, para
promover aun más la discusión.

Las exploraciones de las limitaciones de racionalidad
todavía no están plenamente integradas en la
teoría económica. Simon (1979), contrasta la
racionalidad perfecta, que supone que no existen
limitaciones computacionales o analíticas para encontrar
la solución óptima a un problema, con la idea de
racionalidad acotada. Se pueden acercar ambos enfoques
agregando limitaciones informativas y computacionales a las
restricciones que enfrentan decisores perfectamente
racionales. Simon (1979), enfatiza que los seres humanos a lo
sumo, podemos aspirar a encontrar una solución
satisfactoria para la mayoría de los problemas, ya que son
demasiado complejos para poder ser resueltos a la
perfección.

En realidad, la racionalidad acotada resume lo
que John M. Keynes entendió era su contribución
fundamental a la economía, y que marca su principal corte
con la teoría económica anterior. Para Keynes
(1937), es imposible conocer el futuro. La base poco firme de
nuestras expectativas individuales sobre el futuro, las
flimsy foundations de puntos de vista fundados en
extrapolaciones del presente y en las opiniones existentes en la
sociedad, lleva a que estas expectativas estén sujetas a
cambios bruscos y violentos.

Esto a su vez determina la inestabilidad de la
inversión y del sistema económico (Keynes, 1937).
Algo todavía menos explorado que la racionalidad
acotada
es el problema de conocer bien los propios gustos,
que es parte de la madurez emocional que discute Akerlof (1991).
Sabemos a veces que si no limitamos nuestras opciones, podemos
tomar decisiones que después vamos a lamentar. El ejemplo
clásico es el de Ulises: sabía este que no iba a
poder resistir el canto de las sirenas, por lo que pidió
ser atado por sus marineros, lo que nos introduce obviamente en
la contradicción entre los gustos y nuestra racionalidad.
Además de ser inconsistentes con nuestros propios gustos,
podemos ser demasiado influenciables cuando tomamos decisiones
dentro de un grupo. El caso más extremo son los grupos
cerrados: de a poco, puede ir cambiando nuestra personalidad, y
terminamos haciendo cosas que nunca hubiéramos sido
capaces de hacer por nuestra propia cuenta, que pueden
desagradarnos mucho hacer, fenómenos que conocemos bien
como la obediencia indebida.

Los problemas de racionalidad se han empezado a analizar
con el enfoque de la llamada Economía experimental, que
trata de ver cómo individuos reales toman decisiones bajo
diferentes condiciones de laboratorio, y en qué medida se
violan o se confirman los postulados de racionalidad (Davis y
Holt, 1993).

Los economistas han considerado casi siempre como un
axioma implícito de la ciencia la existencia de una
única racionalidad capaz de explicar todo el
comportamiento humano, incluidos los instintos y los sentimientos
de odio o de filantropía y solidaridad, etc. De hecho, el
concepto de homo economicus ha sido utilizado siempre
como equivalente o muy cercano al de racionalidad
económica
. Un homo economicus
consistiría en un conjunto de supuestos que
describirían los criterios que llevarían a la
decisión económica de los individuos. Se
podría argumentar que han existido y pueden existir
diversos homo economicus, pero cada uno de ellos quedaba
definido por su racionalidad, por su forma de ordenar
preferencias, y por tanto cada homo economicus
tendría una única y diferente
racionalidad.

Hayek (1990), por ejemplo, fue el primero en cuestionar
la actitud de intentar considerar al comportamiento instintivo
como irracional y sugirió la existencia de una especie de
racionalidad intermedia o semiracionalidad que
estaría situada según sus propias palabras entre
el instinto y la razón. En su obra La fatal
arrogancia: errores del socialismo,
se recalca un supuesto
carácter antisocial de la moral existente en la sociedad
tribal y una especie de moral antitribal de la sociedad
capitalista: "Si pretendiéramos aplicar las
rígidas pautas de conducta propias del microcosmos (es
decir, del orden que caracteriza a la convivencia en la
pequeña banda o mesnada, e incluso en la propia unidad
familiar) al macrocosmos (es decir, al orden propio de la
sociedad civilizada en toda su complejidad y
extensión)—como tan reiteradamente nos recomiendan
nuestras profundas tendencias— pondríamos en peligro
a ese segundo tipo de orden. Y si, a la inversa,
pretendiéramos aplicar la normativa propia del orden
extenso a esas agrupaciones más reducidas,
acabaríamos con la misma cohesión que las
aglutina"
(Hayek, 1990, pág. 50).

Es decir, para matizar el debate, es imposible hablar de
una única y general racionalidad y la influencia en ella
dependerá no solo de los contextos sociales, sino
además de las condiciones emocionales y
psicológicas de quien toma la decisión.

Nuestro análisis, nuestra línea
argumental, debe ir mucho mas lejos de lo que plantea Hayek y se
sustenta obviamente en el reconocimiento de diversas y variadas
racionalidades, cada una de ellas asociada a una forma o sistema
económico, muchas de ellas conviviendo de manera
simultanea y como resulta obvio, muchas de ellas generando
situaciones conflictivas. El presente texto, intenta realizar una
breve exposición acerca de la importancia que tienen los
mecanismos de acción de los procesos psicológicos
fundamentales en la toma de decisiones, la racionalidad
económica, a través de la obra de Amos Tversky y
Daniel Kahneman, y que le hicieron merecedor al segundo del
premio Nobel de Economía.

La Racionalidad
Económica y sus Implicaciones en los Procesos
Psicológicos Superiores

Si se estudiara reconociendo las bases etológicas
subyacentes, aspectos relativos a la toma de decisiones, se
podría argumentar que existe una especia de
racionalidad natural, asociada a un sistema de
economía natural, en la que las leyes naturales y
físicas son las que efectivamente toman
decisiones,
seleccionando individuos de especies
biológicas que toman determinadas decisiones. Existe una
especie de racionalidad instintiva, asociada de nuevo a un
sistema de economía instintiva, en la que el individuo
toma de manera inconsciente sus decisiones en
función de informaciones que poco a poco va adquiriendo en
su ciclo vital.

En la sociedad contemporánea, existe una
racionalidad que podríamos llamar tradicional, asociada
sobre todo al sistema de economía tradicional, en la que
las decisiones las toman los individuos según las
estimaciones de coste y valor basadas en criterios que han sido
recibidos por la tradición. Existe además una
racionalidad política, asociada al sistema de
economía política, en la que las decisiones
generalmente se basan en esquemas de coste y valor y sustentadas
en cálculos articulados expresables en términos de
los derechos. Podría hablarse incluso de la existencia de
una racionalidad financiera, que estaría asociada
a un sistema de economía financiera, en la que las
decisiones las toman los individuos según algunas
estimaciones de coste y valor basadas en cálculos formales
que generalmente se expresan en términos
monetarios.

Las diversas racionalidades se apoyan unas en otras. La
racionalidad financiera se supondría que requeriría
el reconocimiento y necesidad de los derechos, es decir, en
últimas de la racionalidad política. A su vez, la
racionalidad política, debería estar apoyada en los
principios de autoridad y tradición sin los cuales los
derechos no existirían. Y la aceptación de la
autoridad y la tradición como criterio de
valoración y adopción de decisiones, lo que hemos
llamado la racionalidad tradicional, está fundamentada en
el instinto y posteriormente en el habito, o por lo menos
tendría un fuerte influjo de este.

A pesar de que estas racionalidades, estén
interrelacionadas, estas diferentes formas convivirían de
manera simultánea, pero de forma independiente en todos
los individuos. Ante un conjunto de alternativas es posible que
el instinto nos proponga una ordenación racional
(transitiva) determinada, la tradición proponga
una ordenación diferente, el sistema de derechos proponga
otra y así sucesivamente. Es posible que las diversas
racionalidades propongan ordenaciones diferentes y estas entren
en conflicto, sobre todo porque utilizan diferentes sistemas para
las mediciones de costes y estimaciones de valores. Es por eso
que frecuentemente los seres humanos actuales dudamos sobre
qué decisión debemos o queremos adoptar.

De tal forma que el científico social,
llámese Psicólogo o Economista, encuentra de manera
habitual comportamientos que no pueden explicar con un
único sistema de racionalidad. Los economistas hemos
intentado habitualmente conciliar esas contradicciones, tratar de
explicar una racionalidad acudiendo a otras racionalidades, se ha
tratado de convencer a propios y ajenos de que había una
única racionalidad: la racionalidad que estudiaba y
trataba de comprender la ciencia económica. Lo que sugiere
este texto principalmente es abandonar toda posible esperanza de
conciliación entre las diversas racionalidades y, por el
contrario, lo que se necesita es entender los diferentes
instantes en los que una racionalidad prevalece sobre las otras.
Para comprender estos puntos se hace fundamental el
reconocimiento de la Obra de Amos Tversky y Daniel Kahneman, pero
antes acercarnos a los conceptos de Economía Experimental
y la Economía del Comportamiento.

La
Economía Experimental y La Economía del
Comportamiento

Tversky y Kahneman, se inscriben comúnmente
dentro de lo que se ha dado en llamar la economía del
comportamiento, que consiste en la incorporación de ideas
y resultados de la psicología, la sociología y la
antropología en la modelización teórica de
diversas cuestiones económicas (Brandts, 2007).

La concesión del premio Nobel de Economía
de 2002 a Daniel Kahnemann significó un reconocimiento
importante a estas dos aproximaciones al estudio de la
economía y los aportes que las ciencias del comportamiento
pueden realizar en el estudio de conductas como la
aversión o cercanía al riesgo, la toma de
decisiones y la búsqueda de la maximización de
beneficios. Ambos se consideran los padres de la behavioral
Economics
y de la llamada prospect theory
(1979).

Tversky y Kahneman (1979), pueden incluirse en el grupo
de teóricos que consideran que no siempre las elecciones
de los humanos están regidas por sus intereses personales
y la racionalidad perfecta, contribuyendo con esto a clarificar
la idea propuesta en el texto consistente en el reconocimiento de
la existencia de múltiples racionalidades. Ambos
establecen límites para el modelo de la utilidad basado en
la maximización de la satisfacción.

En el año de 1974, ambos autores desarrollaron
una postura a partir de la cual se comienza a considerar a los
seres humanos con capacidades racionales más restringidas
y con un conjunto de herramientas de afrontamiento y de sesgos
llamados heurísticos, los cuales se apartan de lejos de
las nociones practicas de la probabilidad. Ambos han incluido
procesos como el de la memoria, la motivación, la
emoción, dentro de un concepto más amplio de
racionalidad, haciéndola por lo tanto, más realista
y fiel a la cotidianidad.

La discusión existente sobre el estatus de
ciencia de la Economía, que aun agita debates y
comentarios como el de Paul Krugman al realizar un chiste
cruel al respecto afirmando que la Economía
aspira a tener la certeza de la física y reniega
constantemente de la sociología, planteando de nuevo el
tema de la imposibilidad de la experimentación, debido a
la incapacidad de establecer dos criterios básicos de
esta: el Control, que se refiere a las circunstancias
bajo las cueles se realiza y se obtiene una evidencia, se conocen
bien y deliberadamente las condiciones de experimentación
y la replicabilidad, que es la capacidad de repetir un
experimento bajo las mismas condiciones, obteniendo el mismo
resultado. Existe además un fuerte debate en torno al
carácter científico y de la posibilidad de la
falsicability popperiana de la ciencia
económica
(Sorman, 1999).

Como es obvio, las experimentaciones en Economía,
no pueden generar los mismos resultados que la
experimentación en Ciencias Naturales. Brandts (2007),
realiza un recorrido acerca de los experimentos más
sobresalientes en Economía. Muchos de ellos referidos a la
teoría de la elección racional. Un ejemplo de
experimentación en Economía, puede ser el
siguiente: un grupo de personas recibe unas instrucciones que les
sitúan ante una representación esquemática
de una situación económica en la que tienen el
papel de ciertos agentes como, por ejemplo, empresas,
consumidores o trabajadores. Estas personas han sido invitadas
expresamente al experimento y saben que se trata de una
situación con un cierto carácter artificial en la
que las únicas reglas explícitas vienen dadas por
las instrucciones.

En un experimento típico cada participante puede
escoger entre varias opciones y cada una de éstas implica
ciertas ganancias monetarias, dependiendo de la decisión
del participante en cuestión y posiblemente también
de lo que hagan los demás participantes (Brandts, 2007).
Como se observa se encuentra explicita la capacidad de
elección, como expresión en lo real de la
racionalidad económica tal y como se entiende
tradicionalmente. El Handbook of Experimental Economics,
de Kagel y Rock (1995), recoge y compila muchos de estos
estudios. Los estudios de mercado también han tenido
importante relevancia en la Economía experimental con los
estudios pioneros de Chamberlin (1948) y de Smith (1962), quienes
han consolidado estudios importantes, a partir de varios
experimentos. A modo de ejemplo, en un experimento de mercado
algunos participantes tienen el papel de vendedores y otros de
compradores. A cada vendedor se le dota inicialmente de
unidades de una mercancía ficticia y a cada una
de esas unidades le corresponde un nivel de coste. A
cada comprador se le dota inicialmente de uno o varios
valores que representa el valor monetario que la
obtención de una unidad de la mercancía
tiene para el comprador en cuestión. El mercado pone en
contacto de acuerdo con unas determinadas reglas a vendedores y
compradores y lleva a acuerdos de transacción. Para un
vendedor suministrar una unidad al comprador le implicaría
el coste correspondiente a esa unidad. Eso se refleja en que si
un participante que tiene el papel de vendedor en el experimento
vende una unidad aun cierto precio obtendrá una
remuneración correspondiente al precio menos el coste de
la unidad vendida. Para un participante que tenga el papel de
comprador la compra de una unidad implica una remuneración
igual al valor de la unidad, inducida de forma
controlada por los organizadores del experimento, menos el precio
que pague por la transacción.

Para Brandts (2007), este tipo de experimentos permiten
apreciar y cuantificar la eficiencia del sistema de mercado en
diferentes formas de funcionamiento. Sin embargo, los datos de
análisis pueden ser llevados a cabo con datos surgidos de
la propia realidad económica, lo cual seria mucho mas
difícil y complicado e implicaría que los
experimentadores utilizaran los llamados datos de
campo
.

Para Brandts (2007), existen cuatro ejemplos importantes
y significativos, en los cuales se pone de manifiesto el uso de
la llamada utilidad de comparaciones experimentales de
eficiencia
. El primero de ellos es el realizado por ver
Abbink, Irlenbusch, Rockenbach, Sadrieh y Selten, (2005), el
segundo es el de los nuevos mercados de electricidad (ver
Rassenti, Smith y Wilson, (2002) y (2003), y Brandts,
Pezanis-Christou and Schram, (2006), el tercero es el de las
subastas de bonos del Estado (ver Abbink, Brandts y
Pezanis-Christou, 2006) y los mecanismos de matching que
se emplean para asignar médicos residentes a hospitales,
(Pais y Pinter 2006).

Otro campo de estudios tiene que ver con la
interdependencia de las preferencias. La Economía
ortodoxa, en términos de Brandts (2007), considera que las
preferencias contienen una consistencia interna,
mientras que no considera ni presupone nada sobre los contenidos
de las preferencias, es decir, sobre los argumento concretos que
inciden en las utilidades de los seres humanos. El homo
oeconomicus
se define precisamente por el hecho observable
de que la conducta humana esta determinada por la presencia de
preferencias individuales fijas que depende básicamente
del consumo propio de bienes y servicios.

Estudios posteriores como los de Ledyard (1995), han
introducido el concepto de preferencias sociales, en el
cual no es solo la preferencia individual la que prevalece, sino
la presencia de una tendencia de contribuir considerablemente en
el bien público. Uno de estos experimentos de juegos
públicos, es precisamente el dilema del
prisionero.
Uno de lo problemas que plantea el equilibrio de
Nash (1998), se halla en que no conduce necesariamente a
situaciones eficientes en el sentido de Pareto. El dilema del
prisionero, plantea un juego en el que dos individuos
(prisioneros), tienen las opciones de confesar o negar. Si solo
confesaba uno de los prisioneros, este quedaba en libertad y las
autoridades culpaban al otro, condenándolo a seis meses de
prisión. Si ambos prisioneros negaban su
participación en los hechos, ambos eran condenados a un
mes por algún argumento estrictamente técnico, y si
ambos confesaban, ambos eran condenados a tres meses. Si el
segundo prisionero decide negar su participación en el
delito, es evidente que lo mejor para el primer prisionero
será confesar, ya que de esa manera quedara en libertad.
De igual manera, si el segundo prisionero confiesa, lo mejor para
el segundo prisionero será confesar, ya que de esa manera
será condenado a una sentencia de tres meses en lugar de
seis. Si ambos pudieran aguantar, mejoraría el bienestar
de ambos. La estrategia (negar – negar), es suficiente en
el sentido de Pareto, ya que no existe otra opción que
mejore el bienestar de los dos jugadores, mientras que la
estrategia (confesar – confesar), es ineficiente en el
sentido de Pareto.

El dilema del prisionero, suscita numerosas
críticas, en cuanto a la forma correcta o acertada de
jugar o sobre la forma razonable de jugar. La respuesta
parece ser que el juego depende de que este se realice una sola
vez o un número infinito de veces y encierra de igual
manera un problema de elección sobre la base de reconocer
las referencias del otro y las expectativas propias.

Decisiones y
Psicología de la Decisión (Decisions and the
Psychology of Choice)

Uno de los trabajos pioneros de Tversky y Kahneman
(1981), tiene que ver con el estudio de la psicología de
la elección, a partir de situaciones en las cuales sujetos
experimentales debían tomar decisiones. Para Tversky y
Kahneman (1981): "A decision problem is defined by the acts
or options among which one must choose, the possible outcomes or
consequences of these acts, and the contingencies or conditional
probabilities that relate outcomes to acts. We use the term
"decision frame" to refer to the decision-maker's
conception of the acts, outcomes, and contingencies associated
with a particular choice".
(Tversky y Kahneman, 1981, pag,
453). Un problema de decisión implica por lo tanto, la
presencia de una racionalidad ante las posibles opciones
existentes y encierra el reconocimiento de posibles consecuencias
de una elección particular. En ultimas la coherencia
propia e interna de esa escogencia. Para Tversky y Kahneman
(1981): "The frame that adecision-maker adopts is controlled
partly by the formulation of the problem and partly by the norms,
habits, and personal characteristics of the decision-maker".

(Ibid, Pag, 453). Ambos autores reconocen la influencia que los
aspectos psicológicos expresados en las normas, los
hábitos y las características personales tienen en
las decisiones adoptadas por los sujetos de
experimentación y o los decisión-makers.
Estas condiciones psicológicas son las que realmente
proporcionan la coherencia interna que garantiza la
elección de los sujetos y es en estas en las que se
sustentaría cualquier concepción cercana a la
realidad acerca de la racionalidad económica.

Sin embargo, ambos autores reconocen que en situaciones
de riesgo y en estudios de aversión al riesgo, la
teoría que mejor explica el comportamiento en
términos de elecciones internas es el modelo de
utilidad esperada.
Para Tversky y Kahneman (1981): "The
major theory of decision-making under risk is the expected
utility model….The choices of an individual who conforms
to the axioms can be described in terms of the utilities of
various outcomes for that individual"
(Ibid, pág,
453).

Los experimentos realizados en la lectura de Tversky
Kahneman, nos muestran un nuevo campo de análisis y de
relación entre la Ciencia Económica y los procesos
de Psicológicos Superiores que generan por lo tanto un
nuevo campo de acción para investigar en términos
de la ampliación del concepto de Racionalidad
Económica.

Referencias
bibliográficas

– Brandts J. (2007). "La Economía Experimental y
la Economía del Comportamiento". Instituto de
Análisis Económico (CISC), Barcelona. Junio 2007.
Preparado para: Filosofía y Economía: Un mirada
metodológica. Enciclopedia Iberoamericana de
Filosofía.

-Cruz, J. (2003). "Daniel Kahneman: Un nuevo premio
Noble de Economía para la Psicología". Revista
Latinoamericana de Psicología.
Año/Vol. 35.
Nº 001. Fundación Universitaria Konrad Lorenz.
Bogotá. Colombia. Págs. 119 – 121.

-Friedman, M (1963), "Capitalism and Freedom". Chicago:
University of Chicago Press.

-Hayek, F. A. (1990). "The Fatal Conceit: The Errors of
Socialism". London. Routledge.

-Keynes, J. (1974). "Teoría General de la
Ocupación el Interes y el Dinero". Fondo de Cultura
Económica. México.

-Smith, V. (1962), "An Experimental Study of Competitive
Market Behavior", 70, 111-137.

-Sorman, G. (1999). "Los Grandes Pensadores de nuestro
tiempo". Ed. Planeta.

-Simon, H (1979). "Rational decision making in business
organizations". American Economic Review 69, 493-513. Septiembre
1979.

-Streb, J. (1998). "El significado de la Racionalidad
Económica". Documento de Trabajo Universidad de CEMA.
Noviembre de 1998.

-Varian, P. (1998). "Microeconomía Intermedia un
enfoque Actual". Ed. Antonio Bosch. 4º Edicion.
España.

-Tversky A, y Kahneman, D. (1981). "The Framing of
Decisions and the Psychology of Choice". En : Science,
New Series, Vol. 211, No. 4481. (Jan. 30, 1981), pp.
453-458.

 

 

Autor:

Henry Daniel
Vera-Ramírez[1]

Docente Corporación Universitaria
Minuto de Dios.

 

[1] Docente Corporación Universitaria
Minuto de Dios. E-mail: davera01[arroba]yahoo.com

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