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El poder de la alabanza



Partes: 1, 2

  1. Primer caso
    real
  2. Qué es
    alabar?
  3. Segundo
    caso
  4. Cómo alabar
    a Dios y para qué alabarlo
  5. Tercer
    caso
  6. Ideas para ayudarte
    a entrar en alabanza
  7. ¡Fuera las
    murmuraciones y las quejas!

Inicio este documento con un caso real y, a medida
que vaya adentrándome al tema en cuestión,
incluiré otros dos casos. En la segunda parte de este
documento, incluí el tema: "Las murmuraciones y las
quejas" pues está estrechamente unido a lo que es la
"Oración de Alabanza".

Dios permita que este pequeño documento les
sea de interés y utilidad en vuestra vida. Si consideran
que puede ser un aporte a familiares, amistades, amigos,
entonces, háganlo llegar que de esa manera, contribuimos a
propagar la Palabra de Dios.

Reciban de nuestro Padre Dios
bendiciones.

Jorge E. Oportus Romero

Primer caso
real

Durante treinta años el padre de Jim había
sido alcohólico. Todos aquellos años, la madre de
Jim y, más tarde, Jim y su esposa, rogaron a Dios que le
sanara, pero sin resultado. El padre de Jim no quería
admitir su problema con el alcohol y se ponía furioso si
alguien le mencionaba algo sobre religión.

Jim me oyó decir algo sobre el poder que se
experimenta cuando empezamos a alabar a Dios por cada cosa en
nuestra vida, en lugar de interceder para que cambia las
circunstancias que nos son dolorosas.

Un día Jim se dio cuenta de que él mismo
nunca había intentado dar gracias a Dios por la
condición de su padre. Enseguida, fue a buscar a su esposa
para hacerle partícipe de este pensamiento. ¡Querida
-le dijo- demos gracias a Dios porque, El ha permitido que mi
padre tenga esta tentación con el alcoholismo y
alabémosle porque ello es parte de su plan maravilloso
para su vida!!!…

Durante el resto de aquel día dieron gracias y
alabaron a Dios por cada aspecto de esta situación y, al
anochecer: sintieron una emoción y una expectación
nuevas.

Al día siguiente, los padres fueron a comer a
casa del hijo como tenían la costumbre de hacer todos los
domingos. De ordinario, el padre de Jim se quedaba el menor
tiempo posible después de la comida, marchándose
enseguida. Pero esa vez, de repente, y mientras tomaba una taza
de café, hizo una pregunta muy significativa.

¿Qué piensan en cuanto a ese movimiento
denominado Renovavión Carismática?
-preguntó dirigiéndose a Jim-. ¿Se trata
sólo de una novedad o es algo real que experimentan esas
personas que sufren enfermedades, abandono, blasfemados,
insultados, acusados injustamente…?

La pregunta llevó a una larga discusión
acerca del cristianismo, y el matrimonio mayor no se
marchó hasta bien entrada la noche.

Después de algunas semanas, el padre de Jim
reconoció su problema respecto de la bebida, se
volvió a Jesucristo y fue completamente curado. Ahora,
él se une al resto de la familia para contar a otros lo
que puede resultar de la alabanza a Dios.

Jim dijo a su esposa-, durante treinta años le
pedimos a Dios que cambiara a mi padre. Sólo durante un
día le alabamos por su sabiduría de hacernos vivir
con este problema, y mira lo que ha ocurrido.

Muchos de nosotros usamos las frases "¡Alabado
sea Dios!" y "¡Gracias a Dios!", con tanta soltura, que
llegan a perder su verdadero significado.

Qué es
alabar?

Según el diccionario, significa ensalzar,
celebrar, elogiar, aclamar expresando también
aprobación. El alabar, entonces significa que aceptamos, o
que estamos de acuerdo con lo que nos pasa. De modo que, alabar a
Dios por una situación difícil, una enfermedad o
una desgracia, significa literalmente que aceptamos o aprobamos
lo que está ocurriendo como parte del plan de Dios para
nuestra vida.

Realmente, no podemos alabar a Dios sin estar
agradecidos por aquello por lo cual le estamos alabando. Y,
realmente, no podemos estar agradecidos sin sentirnos gozosos por
todo aquello por lo que le damos gracias. La alabanza, entonces,
comprende la gratitud y el gozo.

San Pablo le decía a los efesios:

"Den gracias a Dios por todo porque esta es la voluntad
de Dios" (1 Ts:16-18). La oración de alabanza nace de una
fé profunda que confía en que la Providencia de
Dios está en todos los acontecimientos; en los buenos y en
los malos.Ciertamente Dios no envía el mal; Dios permite
que ciertos males se acerquen a nosotros porque tiene un plan de
amor para sus hijos.Creer eso no es nada fácil. Se
necesita crecimiento espiritual.

Jesús dice:

"TU, CUANDO ORES, ENTRA EN TU HABITACIÓN, CIERRA
LA PUERTA, Y REZA A TU PADRE, QUE ESTÁ PRESENTE EN LO
SECRETO; Y TU PADRE, QUE VE EN LO SECRETO, TE
RECOMPENSARÁ". (Mateo 6:6).

El mero hecho de que alabamos a Dios y no a un destino o
azar desconocidos significa también que aceptamos el hecho
de que Dios es "responsable" (conoce) de lo que sucede. De otro
modo, no tendría objeto darle gracias.

"Estén siempre alegres, oren sin cesar y en toda
ocasión den gracias a Dios: ésta es, por voluntad
de Dios, vuestra vocación de cristianos" (1 Tesal
5:16-18)

La oración de alabanza lleva a la persona a
olvidar de sí misma, de sus intereses personales, para
centrar su atención en Dios mismo, para alabarlo con todo
el corazón, para manifestarle su agradecimiento, su
admiración por su bondad y misericordia.

El Salmo 103 es un modelo de lo que debe ser una
oración de alabanza. David era un poeta magnífico.
El Espiritú Santo se sirvió de él en el
Salmo 103 para exponer los motivos que deben provocar la
oración de alabanza, y la manera de expresarla con la
mente, el corazón y el cuerpo.

El Salmo inicia con una invitación a bendecir al
Señor:

Bendice, alma mía, al
Señor,y todo mi ser a su santo nombre.Bendice, alma
mía, al Señory no olvides ninguno de sus
beneficios.El perdona todas tus culpasy cura toda sus
enfermedades;él rescata tu vida de la fosay te colma de
gracia y de ternura:él sacia de bienes tus anhelos,y como
un águila se renueva tu juventud.El Señor hace
justiciay defiende a todos los oprimidos;enseña sus
caminos a Moisésy sus hazañas a los hijos de
Israel.

Muchas personas alaban a Dios por sus circunstancias,
simplemente porque aceptan la palabra de la Biblia que
enseña a alabar a Dios por cada cosa. Alabando a Dios,
experimentan pronto el resultado de una actitud de constante
gratitud y gozo, y, a su vez, su fe es fortalecida y pueden
continuar viviendo de este modo.

Otras personas lo encuentran algo más
difícil. "Yo no comprendo", dicen, "Trato de alabar a
Dios, pero, ¡me es tan difícil el creer que
él haya en realidad permitido que me sucedieran cosas tan
terribles últimamente!".

Decimos que no comprendemos, y aún algunos de
nosotros dudamos; nuestro entendimiento se vuelve un
obstáculo en nuestra relación con Dios. Pero Dios
tiene un plan perfecto para nuestro entendimiento, y si lo
seguimos de la forma que él quiere, no es un
obstáculo, sino una ayuda maravillosa para nuestra fe.
"Porque Dios es el Rey de toda la tierra", dice el salmista.
"Cantad alabanzas con inteligencia" (Salmo 47:8 ).

No se trata de forzar nuestro entendimiento fuera de
lugar, y decir: "No lo comprendo, pero alabaré a Dios
aunque me resulte difícil, si éste es el
único modo de salir del atolladero". No, esto no es
alabar, sino manipular.
Todos hemos tratado, en una u otra
ocasión, de manejar a Dios, y es maravilloso saber que
él nos ama demasiado para abandonarnos. Hemos de alabar
a Dios con entendimiento, y no a pesar de ello. Pero cuidado,
nuestro entendimiento nos puede lleva a confusión, cuando
tratamos de querer comprender el por qué y el cómo
permite Dios ciertas circunstancias en nuestra vida. Nunca
podremos comprender el por qué y el cómo hace Dios
algunas cosas, pero él quiere que aceptemos con nuestro
entendimiento que él las hace. Esta es la base para
nuestra alabanza. Dios quiere que comprendamos que él nos
ama y que tiene un plan para nosotros: "También sabemos
que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman"
(Romanos 8:28).

Lamentablemente nuestra tendencia es a brincarnos
inmediatamente a las peticiones, si fuéramos el Rey
Josafat diríamos: "¡Señor ayúdanos a
vencer a los amonitas y moabitas!". Pero notemos que este rey
comenzó reconociendo quien era Dios. Incluso el Padre
Nuestro de Jesús comienza diciendo: Padre Nuestro que
estás en los cielos, santificado sea tu nombre…",
¡Las peticiones llegan mucho después!

Debemos reconocer que es Dios el que está al
mando de nuestras vidas de tal manera, no deberíamos tener
temor alguno. Todos tenemos problemas que son propios de la vida,
tú no eres el único/a. Yo te pregunto derechamente:
¿Estás ahora rodeado de circunstancias
difíciles?, ¿Has estado luchando por entender, el
por qué se nos han venido encima? Entonces, intenta
aceptar con tu entendimiento que Dios te ama y que ha permitido
esas circunstancias porque sabe que son buenas para ti.
Alabémosle por lo que él ha puesto en nuestras
vidas; hagámoslo deliberadamente y con nuestro
entendimiento.

No solamente debemos empezar adorando porque
Él sea completamente digno de ello, sino porque algo
sucede en nosotros cuando oramos así. Nos convertimos
en lo que realmente debemos ser, colocamos nuestras almas bajo su
señorío y autoridad, obtenemos el punto de vista
correcto, nuestra fe se levanta, empezamos a ver a Dios como
realmente es y a nuestras necesidades del tamaño que en
verdad son.

Dios es todo lo que necesitamos, redentor, sanador,
pastor, proveedor, consuelo, protección, amigo, es incluso
¡mucho más de lo que podemos darnos cuenta! La
realidad de quien es Dios mueve nuestros pensamientos a nuestro
corazón, nos damos cuenta de que Él s
 nuestro redentor, nuestro proveedor, nuestro sanador,
etc. Nos ayuda a despertar a la realidad al declarar verbalmente
su carácter.

Para que preocuparse si Dios está en el
control de nuestra vida?. Hagamos oraciones de alabanza
diariamente pues ella es la mejor de las medicinas del alma. Es
tan impiortante realizarla diariamente puesto que, en este tipo
de oración exaltamos la grandeza de Dios, es decir,
reconocemos por encima de cualquier necesidad, emoción,
idea o preocupación, lo grande que es Dios. Dicho de otro
modo, decidimos enfocarnos en Él por encima de cualquier
cosa que estemos pasando, para adorarlo y expresarle nuestro
amor.

Nota: El no preocuparse de un problema no significa
que debemos sentarnos a esperar que la providencia de Dios
resuelva todo. No mi amigo/a. Las preocupaciones son
innecesarias, nos cansan, estresan… sin embargo debemos
OCUPARNOS del o los problemas, es decir, hacer algo, actuar y,
una vez hemos hecho lo necesario, empleando nuestras capacidades
al máximo, quedarse quieto y esperar que sea Dios el que
tome el control.

Intenta esto la siguiente vez que
ores.

Durante los primeros 10 minutos no le pidas nada a Dios,
en lugar de eso, ora expresiones de amor y adoración a
Dios. Enfócate en sus cualidades, concéntrate en
que Él es digno. ¿Sabes qué sucederá?
Comenzarás a pedir cosas a Dios antes de que pasen 10
minutos. Hacer este tipo de oraciones es todo un reto porque se
nos acaban las cosas qué decir:

  • 1. A veces, sientes que no eres sincero/a, que
    solo dices cosas por decir.

  • 2. Has asociado la oración
    con petición de cosas.

  • 3. La oración que hacemos ¡tiene
    que ver más con nosotros y nuestras
    necesidades!.

No te alarmes, eso pasa con frecuencia pero, con la
práctica diaria, ya verás como te complace alabar a
Dios y los resultados en tu vida serán positivamente
notorios: paz, alegría, felicidad y Gozo
Espiritual.

Veamos un ejemplo de Oración de
Alabanza:

Señor, te alabo y te bendigo,
pues tú conoces todo;

tú conoces las luchas que tengo
cada día de mi vida,

y siempre has estado a mi
lado,

para asistirme con tu fuerza y tu
sabiduría.

Señor, yo te alabo y te
bendigo, pues tú eres mi buen Pastor,

que tomas a esta frágil oveja
entre tus brazos, y,

en los momentos de cansancio y de
quebranto,

me cargas sobre tus
hombros.

Señor, yo te alabo y te
bendigo, porque tú eres mi roca firme,

sobre la cual puedo apoyar mi
frágil vida,

y saber que los vientos huracanados no
la derribarán,

pues tú eres mi
protector.

Y si las tormentas de la vida llegaran
a derribarla,

tú la
restaurarás,

pues tú eres el divino
constructor.

Señor, te albo y te bendigo,
pues tú eres mi escudo

y la fuerza de mi
salvación,

mi alto refugio, mi
libertador.

Segundo
caso

Un matrimonio me oyó hablar sobre la alabanza a
Dios por todas las cosas y se fue a su casa totalmente turbado.
Durante muchos meses habían sufrido a causa del estado
físico de su hija, a la que habían tenido que
internar en una institución para alienados y el
diagnóstico había sido que su enfermedad era
incurable.

Se pidió a diferentes grupos de oración
que intercedieran por ella, y diariamente los padres oraban de
rodillas, a fin de que su hija fuera sanada. Pero su
condición seguía invariable.

Su actitud inicial al reto de que habían de
alabar a Dios por el estado de su hija les dejó aturdidos
y tristes.

-Sería una blasfemia -dijo la esposa- dar gracias
a Dios por algo tan obviamente malo. Si le damos gracias,
¿no significa esto que le acusamos de haber hecho el
daño deliberadamente a nuestra hija? Esto no me cabe en la
mente en relación a un Dios de amor.

– No parece razonable -confirmó el marido- Pero
¿qué sucedería si aquel orador tuviese
razón?

La mujer miró desesperanzada a su
esposo.

-No lo sé- dijo ella.

-Nada tenemos que perder. ¿no es así?
Manifestó el marido que seguía pensativo. -Podemos
intentarlo continuó diciendo-.

Se arrodillaron juntos.

"Amado Señor", comenzó diciendo el
marido, "sabemos que tú nos amas y que amas a nuestra hija
aún más que nosotros. Ayúdanos a confiar en
que tú estás obrando en su vida lo que sabes es
mejor para ella; de modo que te damos las gracias por su
enfermedad, gracias porque ella está en el hospital,
gracias por los médicos que no han hallado un remedio para
ayudarla. Te alabamos, ¡Oh Dios!, por tu sabiduría y
amor para con nosotros.

Cuanto más oraban aquel día, tanto
más se convencían de que Dios hacía lo que
era mejor.

Al día siguiente, les llamó por
teléfono el psiquiatra del hospital: -Señor -dijo-
ha habido un cambio notable en su hija, y yo le ruego que venga y
la vea.

Después de dos semanas, salía del
hospital, curada. Un año más tarde, vino a verme un
joven después del grupo. Se presentó como el
hermano de dicha joven, y me manifestó que ella se
había casado, que estaba esperando un niño, y que
era "la muchacha más feliz del mundo"

Cómo
alabar a Dios y para qué alabarlo

  • 1. Alabar a Dios no es una medicina
    exclusiva, un cúralo todo, o una fórmula
    mágica para obtener el éxito. ES UN MODO DE
    VIDA QUE ESTÁ RESPALDADO POR LA PALABRA DE
    DIOS.

  • 2. Alabamos a Dios no por el resultado
    esperado, sino por la situación tal y como es. En
    tanto que alabamos a Dios, mirando de reojo, en secreto, al
    resultado deseado, estamos engañándonos a
    nosotros mismos y podemos estar seguros de que nada
    ocurrirá que nos cambie nuestra
    situación.

  • 3. La alabanza está basada en una
    aceptación total y gozosa de lo presente como parte de
    la voluntad perfecta y amorosa de Dios para
    nosotros.

  • 4. La alabanza NO está basada en lo
    que pensamos o esperamos que acontezca en el futuro. Es una
    "ley" absoluta, que claramente puede observarse en la
    práctica de la alabanza.

  • 5. ¡Alabamos a Dios, no por lo que
    esperamos que ocurra en nosotros o a nuestro alrededor, sino
    que le alabamos por lo que él es y por el lugar y la
    forma en que nos encontramos ahora mismo!

  • 6. Cuando alabamos honestamente, es, por
    supuesto, un hecho que Dios obrará en nosotros para
    bien, algo ocurrirá como resultado. Su poder fluye
    obviamente en la situación y observaremos, tarde o
    temprano, un cambio en nosotros o alrededor de nosotros. El
    cambio puede consistir en que experimentemos un verdadero
    gozo y una verdadera felicidad en medio de lo que antes se
    nos aparecía como una situación miserable, o
    que haya un cambio de la situación. Pero esto ha de
    ser un resultado de la alabanza, y no debe ser el motivo de
    la alabanza. No alabamos a Dios por el interés. No
    decimos: "Te alabaré a fin de que puedas bendecidme,
    oh Señor"

  • 7. Alabar a Dios es deleitarnos en
    él, y el salmista escribió: "Deléitate
    asimismo en el Señor, y El te concederá las
    peticiones de tu corazón" (Salmo 37:4)

Nótese el orden de importancia. No
hacemos una lista de los deseos de nuestro corazón,
y luego nos deleitamos en el Señor a fin de
conseguirlos. Primeramente, hemos de deleitarnos, y una
vez, que, realmente experimentemos este deleite de la
comunión con Dios, descubriremos que todas las
demás cosas son secundarias. También es
verdad que Dios quiere darnos todo lo que nuestro
corazón anhela. Nada menos que esto es su deseo y su
plan para nosotros. ¡Si tan sólo
pudiésemos aprender a deleitarnos en el Señor
en todas las cosas!

Dios tiene un plan perfecto para tu vida y la
mía. Quizá mientras miremos las
circunstancias que nos rodean y pensamos que nos hemos
quedado para siempre inmóviles en un lugar doloroso.
Cuanto más pedimos y clamamos a Dios que nos ayude,
entonces más parecen amontonarse las circunstancias.
El punto culminante no puede llegar hasta tanto no
empecemos a alabar a Dios por nuestra situación en
lugar de clamar a Dios para que nos las
quite.

Dios tiene un perfecto plan para nuestras
vidas, pero no nos puede impulsar a dar el próximo
paso de su plan hasta que aceptemos gozosamente nuestra
situación presente como parte de ese plan. Lo que
haya de ocurrir después, es cosas de Dios, no
nuestra.

A algunas personas les gustaría negar este hecho.
Miran la transformación operada en las vidas de las
personas que han aprendido a alabar a Dios por cada cosa e
insisten en que la explicación sea algo
sencillo.

"Un cambio de actitud lleva consigo circunstancias
distintas", dice. "Es simplemente algo psicológico. Si
dejamos de quejarnos, y empezamos a reír, nos sentimos
diferentes, otras personas nos tratan de modo distinto, y toda
nuestra vida puede experimentar un cambio dramático para
bien". Esto de acuerdo que este lema: "Ríe, y el mundo
reirá contigo; llora, y llorarás sólo",

es una advertencia razonable, hasta cierto punto. Pero, alabar a
Dios es algo más que un cambio en nuestra propia
actitud.

No hay poder en nuestras palabras de alabanza como
tales. No hay poder en nuestra actitud de gratitud y gozo.
Todo el poder en la situación viene de Dios. Cuando
aceptamos sinceramente nuestra situación, y le damos las
gracias a Dios, creyendo que El la ha originado, luego interviene
en esa situación una fuerza divina y sobrenatural que
proporcionará cambios inexplicables en lo
natural
.

Tercer
caso

Un sacerdote cuenta su priopia
experiencia:

Yo he rogado a Dios que me haga más lleno de
amor, y he llegado a pensar de mi mismo, que soy una persona sin
amor. Realmente cuando viajaba y atendía a miles de
personas, que parecían estar siendo bendecidas, yo me
alegraba de poder sentir más amor para otros en todo
momento. Entonces un día tuve que enfrentarme con una
persona tan repulsiva y miserable que me horroricé al
verla, y me di cuenta de que no sentía amor hacia dicha
criatura, que lo único que deseaba es que desapareciera de
mi vista lo antes posible.

Se trataba de una joven que había sido
traída a mi despacho con un soldado que era su novio. En
su rostro se veía una especie de costra de su antiguo
maquillaje, aparecía sucia, su cabello colgaba como
alambre y su ropa estaba mugrienta y haraposa. Sus piernas
tenían cicatrices, se hallaban llenas de barro, y el olor
de su cuerpo llenaba la habitación. La expresión de
su cara era adusta, llena de odio y sus ojos estaban hinchados de
tanto llorar.

Esta pobre joven había llegado hasta Fort Benning
para decirle al soldado que estaba esperando un niño. El
soldado reconoció que era responsable por la
condición en que la joven se encontraba, pero, claramente,
rehusó a casarse con ella. La joven se puso furiosa y
amenazó con matarle y con matarse después
así misma. Ya había tenido otro niño, sin
haber estado casada, y esta vez estaba decidida a casarse o a
morir.

Yo la miré, y pensé que jamás
había visto una persona tan poco amable, tan desesperada,
tan amilanada, tan solitaria. Sin embargo, el solo hecho de orar
por ella me horrorizaba. No quería acercarme a
ella.

– Señor -grité interiormente-
¿porqué la has traído a
mí?

– Ella es uno de mis hijos -oí que se me
respondía- está perdida y necesitada de mi amor y
de mi santidad. Te la he traído para que la ames y para
que le hables de mi amor.

– ¡Oh Señor! -clamé nuevamente en mi
interior- perdóname, y te doy las gracias por mostrarme
cuán superficial y egoísta es mi amor. Toma mi
corazón falto de amor y llénalo con tu amor para
ella.

La joven estaba sollozando y sus ojos tenían un
mirar opaco, tras los párpados hinchados, tiznados con el
rimel. Por favor -me dijo- haga usted algo.

– ¿Cree en Dios? –le
pregunté.

Ella inclinó su cabeza y respondió:
-Sí

-¿Cree que puede ayudarle ahora mismo?

Vaciló unos instantes, y, luego, dijo
despacio:

– Sé que Dios me puede ayudar, pero no creo que
quiera. Yo fui creyente, pero míreme ahora. Aunque Dios
deseara ayudarme, ¿qué podría hacer para
sacarme de este lío?

– Dios puede ayudarle, y desea ayudarle -le dije con una
seguridad que no había sentido hasta entonces-.

Ella movió la cabeza y sus hombros se hundieron
desesperadamente.

– Procure comprender que Dios la ama -exclamé, y
continúe diciendo- El quiere darle gozo y paz, y remediar
todas sus necesidades antes de que abandone hoy este
despacho.

La joven se quedó mirándome con la boca
abierta, y el soldado parecía pensar que yo iba a trata de
obligarle a que se casar con la muchacha.

– Dios la trajo hoy hasta aquí -proseguí-
y ha permitido toda esta preocupación en su vida, a fin de
que pueda comprender cuánto la ama. El tiene un plan
maravilloso para su vida, y si empieza a confiar en Dios, y a
darle gracias por todas las cosas que le han ocurrido, se
dará cuenta de que quiere ayudarla ahora mismo.

– ¿Darle gracias por esto?

– sus ojos se inflamaron de nuevo con una repentina ira,
y añadió: -Lo único que deseo es casarme con
este hombre, para que mi hijo tenga un nombre-.

– Mire aquí –le dije, indicándole un
versículo subrayado en mi Biblia (1 Tesalonicenses
5:18) "Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de
Dios para con nosotros en Cristo Jesús",
y luego le
mostré Romanos 8:28 "Sabemos que a los que aman a Dios,
todas las cosas les ayudan a bien"

Sus ojos, en blanco, miraban en forma extraña, y,
de repente, llegué a pensar cuán inútil era
hablar con esa criatura tan herida, acerca del amor de Dios, como
de cualquier amor. Ella no conocía el significado de la
palabra. Sólo Dios podía iluminar el entendimiento
en su mente.

– ¿Quiere que ore por usted? -le
pregunte-.

Tartamudeó un poco al responderme: -ciertamente,
¿porqué no-?

Puse mis manos sobre su cabeza, y, al mirar hacia abajo,
vi cuán sucia estaba y cuánto precisaba de un buen
lavado. El olor, de tanta repugnancia me hizo
estremecer.

"¡Oh Señor!", Pensé, "cuán
infinito es tu amor por nosotros, mucho más grande que el
insignificante que pueda haber en nosotros. ¡Ho,
Señor!, que esta joven pueda ser conmovida por tu amor
ahora mismo, y, a mí, enséñame a
amarla"

Entonces, puse mis manos firmemente sobre su cabeza y
empecé a orar así en voz alta: "Oh Dios, yo
sé que es tu voluntad que te alabemos por todas las cosas,
pues nada ocurre en este mundo sin tu voluntad y sin tu permiso.
Esta querida joven ha sido herida. Está enferma,
confundida, desamparada, y sin el amor del hombre, pero yo
sé que tú la amas. Gracias por todo lo que le ha
sucedió en su vida hasta este día. Ayúdala
Señor"

"Creo que ya le estás ayudando para que vea tu
amor, y para que te alabe ahora mismo" -le dije-

Sentí como la muchacha comenzaba a temblar bajo
mis manos. Dios la estaba bendiciendo con su amor.

– ¿Puede darle gracias a Dios por
todo?

– Oh, sí exclamó ella- Te doy gracias, oh
Dios, verdaderamente te doy gracias por todas las
cosas.

Yo continué orando de este modo: "Oh, Dios,
creo que estás sanando este espíritu destrozado,
que pondrás una nueva vida en ella, que le darás
gozo en lugar de tristeza, victoria en lugar de
derrota"

Cuando yo terminé de orar, y la miré,
vi su rostro inundado de lágrimas.

– ¿Qué ha ocurrido? -exclamó la
joven-. ¡Me siento tan diferente! Ya no estoy agitada; por
el contrario, siento una calma muy grande dentro de mí.
Nunca antes me había sentido así. Me siento feliz,
sí, realmente feliz.

Sus ojos estaban por completo abiertos.
¿qué había sucedido?

– Dios lo ha hecho, porque hemos creído en
él y le hemos alabado -contesté de repente
dándome cuenta igualmente de que algo maravilloso
había sucedido dentro de mí. Miré a la joven
y, en verdad, parecía una persona distinta. Quería
poner mis brazos alrededor de ella. ¡Parecía tan
bonita, tan limpia, tan santa!

"Te doy gracias Señor" dije, y sentí
cómo mi espíritu se elevaba". "Ahora amo a esta
joven, Gracias Señor, por haberme cambiado"

Por mí mismo nunca hubiera podido cambiar mi
actitud hacia esa joven, amándola. Dios efectuó el
cambio. Y a mí, me correspondía reconocer y
confesar mi falta de amor, y, luego someterme en fe al poder
transformador de Dios para estar en disposición de
amar.

Cuánto más tratemos de cambiarnos
nosotros mismos, más frustrados nos veremos, y más
culpables nos sentiremos a causa de nuestras propias
limitaciones.
Dios pone ciertas personas en nuestra vida para
demostrarnos cuán incapaces somos de amar a otros por
nuestros propios esfuerzos. El no lo hace para que nos sintamos
mal; lo hace para darnos una oportunidad de experimentar su amor
transformador en nuestras vidas, y en las vidas de las personas
que nos ha llamado a amar.

Mis amigos(as): ¿Han dado gracias a Dios por las
personas que ha puesto en sus vidas, y las cuales son
difíciles de amar? ¿Tienen un vecino difícil
de tratar? Den gracias, porque Dios les ama y desea que el amor
de ustedes sea perfecto, concediéndoles la posibilidad de
amarle. Dios también te ama y desea que seas un canal de
su amor hacia ese vecino difícil.

Yo creo que la más maravillosa oportunidad para
amar, y las más desafiantes, se presentan en nuestros
hogares, allí donde vivimos. ¿Tiene tu esposo o
esposa ciertas actitudes que te incomodan? ¿Se te hace
difícil convivir con tus padres, hermanos o parientes?
¿Son rebeldes tus hijos? ¿Te cuesta mantener una
relación sentimental con fines serios?. ¿Te sientes
mas segura con tus bienes materiales que las bendiciones de Dios?
Ámense unos a otros, dijo Jesús. Sopórtense
unos a otros. Den gracias los unos a los otros.

No es fácil dar gracias por un marido
alcohólico, o por un hijo rebelde o indiferente, un
cónyuge que se va y un montón de otros problemas.
No es fácil amar a quien dice que no necesita ni quiere
nuestro amor. No es fácil admitir la propia
justificación, la compasión, el papel que hemos
hecho como mártires, habiendo sufrido
mucho
.

¿Podemos dar gracias a Dios por esas personas,
tales como son, y especialmente, por las cosas que nos hacen
difícil amarlas? ¿Podemos confesar nuestra
ineptitud para amarlas a causa de sus irritantes costumbres?,
¿Podemos decir a Dios que deseamos amarlas y someternos a
él para que nos cambie, a fin de poder amar entonces
perfectamente, de acuerdo con la voluntad de Dios y con su plan
para nosotros?

Entonces, podemos esperar confiadamente que Dios obre
un milagro en nosotros. Nos hace felices al instante, sentimos
una maravillosa chispa de amor y, por supuesto, nos regocijamos y
alabamos a Dios por ello.
Pero, esperen, y no dependan de sus
sentimientos. Esta primera chispa puede desvanecerse y podremos
sentarnos esperando una segunda sin hacer nada entre
tanto.

Amar deliberadamente e intencionalmente como Cristo nos
ama, requiere siempre el apoyo de nuestra voluntad. Si no la
tenemos, entonces pidámosla. Si sentimos, o no,
algún amor al empezar, no debe cambiar el hecho de que
tenemos que amar. Dios nos mostrará el modo
práctico y específico para comunicar a esa persona
el amor que ha puesto en nuestra vida, y pronto experimentaremos
y sentiremos un amor más profundo del que hayamos sentido
hasta entonces.
Nuestro amor será estable y
consecuente, pues fluye de una fuente más allá de
nuestros limitados recursos. Es el amor de Dios
llenándonos la superabundancia, derramándose sobre
otros por medio de nosotros. Esto es lo que significa estar
enraizados en el amor de Dios, y en ese suelo fértil,
nuestra propia capacidad de amar crecerá más y
más. Así es como el Espíritu Santo lleva
fruto en nuestras vidas.

Unas relaciones difíciles o una serie de
circunstancias penosas pueden ser un medio amoroso de Dios para
darnos la oportunidad de crecer, para ejercitar nuestros
músculos espirituales o para darnos a conocer alguna
debilidad particular, o un error en nosotros.
Cualquiera que
sea la razón, tenemos un motivo para
regocijarnos.

"Por tanto, os será este pecado como grieta
que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada,
cuya caída viene súbita y repentinamente"
(Isaías 30:13)

Más tarde o más temprano, la grieta en el
fundamento, causará el derrumbamiento de todo el edificio.
Cuando nos damos cuenta de la hendidura, podemos hacer algo para
remediar tal estado de cosas. Podemos confesar todos los
pecados y todas las debilidades conocidas teniendo la seguridad
de que una vez que los confesemos son también perdonados,
y que el amor de Dios cubre y sana las heridas y los recuerdos
pero, ¿Qué hay de las hendiduras escondidas, de los
pecados ocultos que salen de la superficie sólo como un
vago sentido de desasosiego, de inseguridad, de confusión,
de resentimiento, o con cualquier otro nombre de tales
síntomas que todos conocemos por
experiencia?

La inequidad particular a que Isaías se
refería en el texto antes citado, era la repetida repulsa
del pueblo de Israel a obrar según la Palabra de Dios. En
lugar de hacerlo así, buscaba el consejo de sus propios
profetas y de sus consejeros humanos, prefiriendo confiar en
sí mismos en vez de poner su confianza en Dios.

La confianza y la seguridad en sí mismos
son siempre serías hendiduras en nuestro fundamento.
Si Dios nos coloca en circunstancias que revelan un
área de vida en la que hemos estado confiando en
nosotros mismos ¿no deberíamos dar gracias
por nuestro desasosiego y regocijarnos en nuestra fuerza y
en el poder que Dios puede darnos?

Esta clase de cambio no puede operarse por una actitud
nueva o un determinado esfuerzo de voluntad. Es el poder de Dios
obrando en las vidas humanas.

Cualquier forma de oración sincera abre las
puertas al poder de Dios para entrar en nuestra vida. PERO LA
ORACIÓN DE ALABANZA PONE EN ACCIÓN EL PODER DE DIOS
MAS QUE CUALQUIER OTRA FORMA DE PETICIÓN. La Biblia nos da
ejemplos que nos demuestran, una y otra vez, este
hecho.

  • "Pero tú eres santo, tú que habitas
    entre las alabanzas de Israel",
    leemos en el Salmo
    22:3.
    No debería extrañarnos que el poder y
    la presencia de Dios estén cerca cuando le alabamos.
    ¡El mora, reside, vive en nuestras
    alabanzas!

  • Un ejemplo notable de cómo Dios obra mientras
    le alabamos se encuentra en 2 Crónicas 20: "Josafat
    era rey de Judá y un día descubrió que
    su pequeño reino estaba rodeado de enemigos poderosos,
    los moabitas y los amonitas. Josafat sabía que la
    pequeña nación de Judá no podía
    luchar con su propio poder y clamó a Dios: "Porque en
    nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene
    contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos
    nuestros ojos" (2 Crónicas 20:12)

UN IMPORTANTE PASO EN EL HECHO DE ALABAR A DIOS
ES APARTAR NUESTROS OJOS DE LAS CIRCUNSTANCIAS QUE NOS
AMENAZAN Y, EN SU LUGAR, MIRAR A DIOS.

Observemos que Josafat no estaba cerrando sus ojos para
no ver lo que amenazaba a su reino, o pretendiendo que los
enemigos no estuvieran allí. El hizo un examen cuidadoso
de la situación, reconoció su propia impotencia, y
se volvió a Dios buscando ayuda.

No tenemos que ser ciegos a las amenazas del mal en
nuestras vidas. Comprendiendo lo que son, nos proporcionan un
mayor motivo de alabanza y gratitud a Dios por ejercer sobre
ellas perfecto control y autoridad. Pero no hemos de estar
preocupados con la apariencia del mal que se halla en nuestro
alrededor.Mirémoslo, reconozcamos nuestra impotencia para
luchar con nuestras propias fuerzas en contra de ello, y
entonces, volvámonos a Dios.

Dios dijo a Josafat: "No temáis ni os
amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no
es vuestra batalla sino de Dios".

"No habrá motivo para pelear entre vosotros en
este caso; paraos; estad tranquilos y ved la salvación de
YAVE con vosotros" (2 Crónicas 20:17)

¡Qué promesa! ¿Cuál era la
posición que esperaba Dios de Josafat mientras
tenía que estar quieto y esperar que Dios
actuara?

Al día siguiente, Josafat dio órdenes a su
ejército.

"Puso a algunos que cantasen y alabasen a YAVE,
vestidos de ornamentos sagrados, mientras salía la gente
armada, y que dijesen: Glorificad a YAVE, porque su misericordia
es para siempre" (2 Crónicas 20:21)

La escena tuvo lugar justamente enfrente de las filas de
los ejércitos enemigos dispuestos a matar a los hombres de
Judá. ¿Podemos imaginarnos la reacción de
sus capitanes cuando vieron al pequeño grupo de cantores
acercándose al campo de batalla en contra e
ellos?

Conozco algo de la profesión militar y se como se
preparan para la guerra, pero jamás he sabido de un
general dando orden a sus tropas de quedarse quietas en frente de
las líneas enemigas mientras una banda de cantores
marchaban delante cantando alabanzas al Señor. Parece una
idea singular, ¿no es así? Es en esta
situación cuando nuestro entendimiento se
resiste.

"Está muy bien alabara a Dios cuando estamos en
una situación difícil", podríamos decir,
"pero no seamos ridículos; Dios ayuda a aquellos que se
ayudan a sí mismos. Lo menos que podemos hacer es luchar
lo más valientemente que podamos. Recién entonces
dejaremos el resto en las manos de Dios". Este es un pensamiento
muy terrenal, muy cerebral pero, ¿qué les
ocurrió a Josafat y a sus hombres?

"Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza,
YAVE puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de
Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra
Judá, y se mataron los unos a los otros…. Y
…. Cada cual ayudó a la destrucción de su
compañero" (2 Crónicas 20: 22-23)

Yo creo que es admisible pensar que si Josefat hubiera
decidido "tomar sus precauciones" y hubiese ordenado a sus
hombres que luchasen, el resultado habría sido muy
diferente.

Muchos de nosotros estamos constantemente derrotados
por las circunstancias que nos rodean, porque no estamos
dispuestos a aceptar que la lucha es de Dios y no nuestra.
Aún cuando admitimos nuestra propia impotencia para
enfrentarnos con el "enemigo" (problema), tenemos que dejar todo
y confiar al poder de Dios. No hay otra alternativa para el
cristiano porque lo que nos pase, es para bendición aunque
ahora no lo entendamos. Llegará el día en que si
comprenderemos que nuestras penas y sufrimientos fueron
necesarias porque, es venido o permitido de Dios y el nos ama y,
si nos ama, desea bendecirnos pero, antes de recibir tal
bendición, debemos pasar por pruebas muy duras -a veces-
pero necesarias. Si ahora no comprendes nada, si no puedes
comprender tu sufrir, no busques explicaciones de hombres pues no
las vas a encontrar. Ruega para que el Espíritu Santo te
de a conocer que por lo que ahora pasas es lo mejor para tu vida.
El Espíritu Santo te dará las explicaciones que tu,
con tu racionalidad no encuentras lógica.

La palabra de Dios nos muestra claramente que el
único camino para salir de este dilema es andar en fe. El
creer que las promesas de Dios son válidas, el aceptarlas
y el tener el valor para confiar en ellas. Recuerda que el
principio de la Biblia es muy claro, la aceptación es
antes de la comprensión y, la razón para ello es
sencilla. Nuestro entendimiento humano es tan limitado que no
podemos captar la magnitud de los propósitos y del plan de
Dios para su creación. Si nuestro entendimiento hubiese de
ir antes de la aceptación, no podríamos aceptar
muchas cosas.

Josafat nunca hubiese tenido el valor de seguir el plan
de Dios para la batalla, si hubiese insistido en comprenderlo
primero. Los propósitos y las promesas de Dios asombraban,
indudablemente, su entendimiento; pero Josafat, -leemos en el
relato-, era un hombre que creía y confiaba en Dios. Con
su entendimiento él se fiaba totalmente de
Dios.

Josué fue otro líder que recibió de
Dios órdenes de lucha, que deben haber asombrado su
entendimiento y puesto en reto su voluntad para aceptar lo que
debió parecer absurdo a muchos que le observaban. Todos
hemos cantado, en una u otra ocasión: "Josué
libró la batalla de Jericó, y los muros se
derrumbaron".
La ciudad de Jericó estaba
sólidamente edificada, y los israelitas que habían
caminado durante cuarenta años por el desierto, no
tenían, ciertamente, ni las armas ni el poder para
conquistar la ciudad. Pero Josué creyó en
Dios
cuando El prometió entregar a los enemigos a
Israel en sus manos.

Josué confió en Dios, pero me
pregunto lo que habríamos pensado nosotros, si
hubiésemos estado entre sus seguidores. ¿No
hubiéramos murmurado y nos habríamos rebelado
contra sus temerarias sugerencias? Me pregunto lo que
pensarían los habitantes de Jericó cuando estaban
sobre los muros fuertemente fortificados y observaban a los
israelitas cómo marchaban alrededor de la ciudad llevando
con ellos el arca del pacto.

Nota:

Partes: 1, 2

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