Universidad de la Habana, 2013. – Monografias.com
Universidad de la Habana,
2013.
Toda la verdad sobre el hombre y el medio que le rodea,
el hombre tuvo que haberlo sabido siempre; aunque la iba
descubriendo poco a poco, adquiriendo experiencia, sabía
todo sobre él y su alrededor. Como también seria
agradable pensar, que nunca tuvo que saber la verdad. El
conocimiento es un concepto creado por el hombre, como todos los
conceptos de las cosas, aunque la cosa, también tiene su
concepto; esto lo realiza el hombre, para poder entender mejor,
los fenómenos que acontecen a su alrededor; sin
embargo, el hombre elaboró un concepto a esta palabra.
Entonces como bien decía Marx, que los filósofos,
no han hecho más que interpretar el mundo, pero lo que se
trata es de transformarlo; el hombre como centro de todo,
interpreta y transforma las cosas a su alrededor, según
sus necesidades. Pensar implica la realización de una
serie de complicadas operaciones mentales, de las que sin embargo
no somos conscientes, y ejecutamos casi mecánicamente. Los
seres humanos crean palabras para nombrar las cosas con las que
interactúan y para designar sus actividades, y poder
así transmitir sus experiencias a otras personas. Las
palabras son conceptos. Y los conceptos son el resultado de un
proceso de generalización. Los individuos acumulan la
experiencia de su confrontación cotidiana con una
multiplicidad de fenómenos singulares, todos diferentes
entre ellos, y haciendo uso de su capacidad racional realizan un
proceso de abstracción, mediante el cual descartan lo
secundario y destacan lo común esencial a un conjunto de
objetos, y lo plasman en una palabra, en un concepto. Así
surgen conceptos simples, como pueden ser el de perro, o mango, o
algarrobo. No hay dos perros idénticos, ni tampoco dos
algarrobos. Pero el ser humano ha logrado discriminar y desechar
las características individuales para destacar lo esencial
común, y poder así, como resultado de la
realización de un proceso de generalización, crear
un concepto[1]
El hombre ha estudiado el pensamiento de otros, para
elaborar otros pensamientos. Ejemplo de esto, se expresaban:
en sus Cuadernos Filosóficos, Lenin había
estampado la siguiente afirmación: "Es completamente
imposible entender ¨El Capital¨ de Marx, y en especial su
primer capítulo, sin haber estudiado y entendido a fondo
toda la ¨Lógica¨ de Hegel. Por consiguiente, hace
medio siglo ninguno de los marxistas entendió a Marx. Con
ello había subrayado la necesidad de conocer a profundidad
el pensamiento de Hegel, y en general de la filosofía
clásica alemana, para poder comprender la esencia del
pensamiento de Marx. En su obra titulada Ludwig Feuerbach y el
fin de la filosofía clásica alemana, Engels
había expresado una idea similar, al catalogar al
movimiento obrero alemán como el heredero de la
filosofía clásica alemana. La indicación era
clara: sin tener en cuenta los resultados alcanzados por la
filosofía clásica alemana en la reflexión
sobre el proceso de producción del pensamiento, no
podía crearse una teoría revolucionaria. Era
preciso asumir los resultados elaborados por el pensamiento
filosófico moderno[2]Pero a la vez,
siente el hombre, la necesidad de evolucionar el curso del
pensamiento imperante hasta ese momento, por diversas causas,
para crear uno nuevo en beneficio, ya sea para una mayoría
o una minoría de personas. En el caso del marxismo,
para Grasmci, resultó evidente que el marxismo de la
III Internacional era incapaz de ofrecer los instrumentos
conceptuales idóneos para pensar la realidad.
Constató la insolvencia de aquella doctrina que se
presentaba como el marxismo oficial del movimiento comunista
internacional, y comprendió que para salvar las profundas
limitaciones existentes en el pensamiento revolucionario respecto
al Estado y la política no solamente tenía que
construir una nueva teoría política, sino que
también necesariamente tenía que recuperar los
fundamentos teóricos del pensamiento de Marx. Era preciso
emprender la reconstrucción del marxismo sobre la base de
liberar a la herencia intelectual de Marx de todas las
excrecencias positivistas para recuperar el empuje crítico
y revolucionario original. No fue el único en esa
época que se percató de ello. La derrota del
movimiento revolucionario europeo y la pobreza conceptual del
marxismo de la III Internacional llevaron a otros pensadores de
la época a intentar la construcción de un marxismo
diferente, que pudiera colocarse a la altura de las demandas que
la época planteaban a la humanidad. Frente al marxismo
dogmático que cobraba carta de ciudadanía en el
movimiento comunista organizado, figuras como Karl Korsch, Georg
Lukacs, Ernst Bloch, Max Horkheimer y otros pocos emprendieron
también una tarea similar. Ya en esa década de los
años 20 podía hablarse de la existencia de dos
marxismos[3]La tarea de la filosofía es
comprender en qué medida cada uno de los objetos de
nuestra actividad espiritual expresa no sólo la existencia
de un fenómeno independiente de nosotros, sino es
también expresión y manifestación de
nuestras características[4]
Hasta ahora, se ha entendido al hombre como centro de
estudio, y el análisis, que se ha hecho, responde a esta
afirmación. Difiere de esto, la posición que
había adoptado el mismo hombre, de su época, en la
Edad Media, no para poner al hombre en el centro de las cosas,
sino a la vida divina, a lo espiritual, todo estaba
predeterminado por la voluntad divina; es decir, que el sujeto es
el mismo, pero aquí el objeto cambia; si se tiene en
cuenta que el sujeto piensa y transforma al objeto. Pero la
nueva época que se abrió a partir del siglo XVI
demostró la posibilidad del dominio racional del hombre
sobre la naturaleza, la posibilidad no sólo de
transformarla, sino incluso de crearla, y también a la
sociedad, y todo ello sobre la base de su conocimiento. Si la
filosofía medieval colocó en el centro de su
interés la reflexión sobre la relación del
hombre con un mundo entendido como algo estático y ya
creado, y como expresión de una fuerza trascendente, la
filosofía moderna replanteó este problema y se lo
representó como problema de la relación entre el
sujeto y el objeto. La centralidad de la cuestión de la
relación sujeto-objeto marca lo específico de la
filosofía moderna[5]La máxima
expresión histórica del materialismo tuvo lugar en
el siglo XVIII. Tanto para sus representantes como para sus
críticos, era evidente que aquel materialismo se
identificaba con el naturalismo. Estuvo orientado ante todo hacia
la mecánica, la ciencia más avanzada de su
época. El mundo fue concebido como un sistema concatenado
de cuerpos materiales que se mueven en el espacio y el tiempo de
acuerdo con las leyes de la mecánica, y que no necesita
para su existencia y movimiento de fuerzas
extra-naturales[6]El materialismo francés
del siglo XVIII encontró una de sus expresiones
fundamentales en la idea formulada por Helvetius en 1738: el
hombre es única y exclusivamente lo que los objetos que lo
rodean lo hacen ser. Es decir, el ser humano es el producto de
las circunstancias materiales que lo
rodean[7]
La vida va tomando otro curso, hacia otro tipo de
perfeccionamiento, hacia otra verdad, creada por el hombre, que
no sabe que significa lo bueno o lo malo, verdad o mentira.
Más adelante, la filosofía clásica
burguesa liberó al problema de la relación
sujeto-objeto de los estrechos marcos de la cuestión sobre
la adecuación del mundo de objetos con el conocimiento, y
trasladó su concepción sobre las relaciones
cognoscitivas a la región de la objetividad en la esfera
de la constitución humana de la realidad por medio de la
razón[8]El tema del sujeto y de sus formas
de actividad y manifestación constituyeron el objetivo
central de la filosofía clásica alemana, que con
razón ha sido considerada una teoría de la libertad
y la capacidad racional creadora del ser humano. Esto se
debió al desafío que tuvieron que encarar estos
pensadores, desafío emanado del momento histórico
en que vivieron, que no fue otro que el del estallido de la
Revolución francesa[9]Por otro lado, en
tanto ideología burguesa, aquella filosofía se
representaba al hombre como "el burgués", es decir, como
un tipo específico de individuo interesado no en la
transformación total y radical de la sociedad, sino tan
sólo en la eliminación de aquellos elementos
"irracionales" de la misma, que impedían el desarrollo
consecuente de un modo de producción (el capitalista) ya
en existencia. La actividad transformadora que este materialismo
postulaba se limitaba a la crítica de los "prejuicios", y
al crecimiento del conocimiento "certero" como premisa de la
mayoría de edad individual y del progreso
selectivo[10]
La gnoseología conlleva un juego de palabras,
donde intervienen, las palabra bueno y malo, verdad o mentira,
sin ser lo bueno, bueno, lo malo, malo, la verdad, verdad, la
mentira, mentira. El análisis sobre esto, es la
dialéctica, que han construido, aquellas personas, que se
han interesado, por descubrir, el origen de los actos
(movimientos) de fenómenos (desconocido) y el resultado de
lo originado. Son personas que se han preocupado, han sentido
interés, se han esforzado por descubrir y darle nombre a
lo que siempre ha existido en transformación. De
ahí la importancia que adquiere la categoría
filosófica de lo objetivo, pues designa la existencia de
una realidad que es independiente de la conciencia y voluntad de
las personas, pero sólo existe por y a través de
ellas. Es de por si evidente que enfocar ahora no la
relación del hombre con la realidad, sino la
relación de los sujetos sociales con la realidad objetiva,
establece un desafío mucho más profundo a la
reflexión filosófica, y proporciona una nueva
dimensión a la comprensión acerca de lo que es la
producción del conocimiento[11]Pero
además, el hombre, no es el hombre, sino el resultado de
los factores que le rodean.
Autor:
Lic. José Antonio Boudet
Benito.
[1] Traducir a Gramsci. Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 2007, p. 16.
[2] idem.p.1.
[3] Ibídem, pp. 1-2.
[4] ídem., p. 9.
[5] ídem., p. 3.
[6] ídem., p. 5.
[7] ídem., p. 6.
[8] ídem., p. 4.
[9] ídem., p. 8.
[10] ídem., pp. 6-7.
[11] ídem., p. 12.