- ¿Qué es el centro
Espírita? - Los
servicios del centro: La educación - Los
servicios del Centro: La dignificación
Humana - Los
servicios del Centro: El ejemplo - Los
servicios del Centro: Los pases - Los
servicios del Centro: Las tareas
mediúmnicas - Otras
consideraciones El surgimiento del centro
espírita - Otras
consideraciones – La oración - Otras
consideraciones – La disciplina - Otras
consideraciones – Ataques a Religiones, Creencias o
Filosofías - Otras
consideraciones – La política en el centro
espírita
Parte 1
¿Qué es el centro
Espírita?
En primer lugar, comenzamos por responder a la pregunta
¿qué es el centro espírita?
La respuesta a esta pregunta no entraña demasiada
complejidad. Podemos definir el centro espírita como la
asociación de un grupo de personas cuya finalidad es la
práctica del espiritismo.
En la simplicidad de esta definición, encontramos
que el centro espírita no es en realidad el lugar
físico, (que también tiene importancia) sino sobre
todo, las personas que lo componen. Por lo tanto, la calidad de
los trabajos que se realicen en el centro espírita va a
depender del compromiso, la dedicación, la seriedad y el
respeto con que los miembros del centro realicen las
actividades.
Es por esto, y considerando la importancia que tiene el
centro espírita para la marcha y divulgación del
espiritismo, que nos proponemos escribir este estudio, sin la
pretensión de dar por agotado el tema ni de establecer
puntos indiscutibles. Todo lo contrario, son simplemente
reflexiones que nos ayudaran a meditar, con las que se
podrá estar de acuerdo o en desacuerdo, que podrán
ser acertadas o erróneas, pero que indudablemente nos
ayudarán a ir comprendiendo cada vez mejor el centro
espírita y su importante papel en el movimiento
espírita.
Al ser un tema complejo, la extensión de este
será considerable, por eso lo vamos a dividir en partes
como hemos hecho con otros estudios de modo que se facilite la
lectura a los usuarios.
Hemos contestado a la primera pregunta,
¿Qué es el centro espírita? Pasamos a
ver algunos aspectos importantes en relación a el centro
espírita.
El primero de ellos está relacionado con la
organización del centro espirita. ¿Cómo se
organiza? ¿Quién lo dirige? ¿Qué
orientación debe tener el centro
espírita?
En cuanto a cómo se organiza, consideramos que el
centro espírita no deja de ser una asociación, y
como toda asociación, estará organizada por una
serie de normas y reglamentos que serán los que determinen
las características de dicha asociación. A estas
normas y reglamentos se les llama estatutos.
Por lo tanto, el primer paso para la formación
del centro espírita, es la elaboración de unos
estatutos, que serán revisados y aprobados por todos
los miembros del centro espírita y posteriormente por
la administración para la inclusión del centro
espírita en el registro de asociaciones. Ponemos en
negrita que los estatutos deberán ser revisados y
aprobados por todos los miembros del centro espírita,
porque es muy común en los centros copiar los estatutos de
otros centros y darlos a los socios para que los firmen sin
más. Con todo el respeto, esto me parece una
ligereza.
Si consideramos que la dirección del grupo
será totalmente democrática y basada en los
acuerdos a los que se lleguen por todos los socios, el primer
acuerdo y más importante será establecer unas
normas en relación con la asociación, sobre las
cuales ésta va a establecer su actuación futura.
Todo el tiempo y dedicación que se emplee en la
elaboración de estas normas, procurando que ellas puedan
solventar posibles situaciones en el grupo será una
seña de calidad en el grupo.
Hemos podido comprobar en nuestra experiencia en centros
espíritas, que muchos de los problemas que surgen en los
mismos lo hacen simplemente por no tener unas normas claras y
bien establecidas. Cuando esto sucede, unas personas,
(generalmente el presidente y algunos cercanos a él) toman
decisiones en base a sus propios criterios, y estas decisiones
podrán ser correctas o incorrectas. No podemos olvidar que
todos nosotros no dejamos de ser seres humanos, con las virtudes
y defectos propios de los seres humanos, y que es natural que en
determinadas ocasiones nos equivoquemos. Si el presidente y sus
allegados lo ven así, comprenderán que pueden
equivocarse y tendrán siempre en cuenta la opinión
de todos para quedarse con la mayoritaria para decidir, pero si
consideran, como desgraciadamente muchos lo hacen, que
están tocados por la espiritualidad superior, que sus
decisiones son inspiradas por los guías, generarán
un problema en relación a sus compañeros que no
siempre van a estar de acuerdos con su decisiones, y como no se
les pregunta, se empieza a genera un estado de animosidad entre
ellos y los que toman las decisiones.
Esto podría solucionarse muy fácilmente si
aprendiéramos a escuchar a nuestros compañeros,
pero en vez de eso tomamos una actitud infantil y comenzamos a
decir que quieren crear polémica, que no nos respetan, que
están influenciados por la espiritualidad inferior y cosas
como estas, es decir, transferir hacia los demás nuestras
propias responsabilidades.
Es importante comprender que todo el mundo tiene derecho
de poder opinar, y esa opinión es libre. Pensar que
alguien está influenciado por la "espiritualidad inferior"
porque simplemente opine de forma distinta a nosotros es
evidencia clara que de asumimos nuestra superioridad con respecto
a él, siendo este comportamiento ajeno al espíritu
del espiritismo, mientras que si concedemos al otro la
posibilidad de opinar y elaborar las normas que van a regir el
grupo, discutirlas, revisarlas y analizarlas, estaremos poniendo
en práctica hacia nuestros compañeros los
principios de respeto, fraternidad y caridad que nos
enseña la doctrina espírita.
A partir de aquí, el centro actuará como
una sociedad democrática dentro de un estado de derecho,
es decir, no tendrá un líder que tome decisiones
relacionadas con el centro, sino serán los estatutos y el
reglamento interno los que determinen la dirección y
organización del centro espirita. Si de verdad
aprendiéramos a obrar de esta forma, ¡Cuantos
problemas no se evitarían! ¡Cuántas
situaciones embarazosas no serían sofocadas! Y
¡Cuantas personas, con un buen potencial y capacidad no
abandonarían los grupos espíritas!
Cuando hablamos de los estatutos y del reglamento
interno muchos espíritas se sorprenden, puesto que un
centro espírita es un lugar de trabajos espirituales, y la
cuestión de los estatutos lo liga a un terreno más
administrativo. Esto, desde mi modesta opinión, es un
error, ya que los estatutos no implican una reglamentación
puramente administrativa sino también doctrinaria.
Además, cuando un centro, (y hablamos por experiencia y a
riesgo de ser repetitivos) ha elaborado unos estatutos totalmente
democráticos, racionales, buscando en todo momento el bien
del centro y de las personas que lo componen, y se guía
por esos acuerdos, son ahorrados muchos problemas posteriores,
que vienen de la falta de previsión y de la toma de
decisiones individuales, con las que no siempre todo el mundo
está de acuerdo.
Por lo tanto, siempre serán pocos los esfuerzos
que hagamos para elaborar un reglamento de actuación para
nuestro centro, de forma que todo el mundo sepa cómo
actuar en un momento determinado.
Además, como los estatutos y el reglamento
interno son redactados por todos los miembros del grupo, son
votados por todos ellos, la dirección del grupo siempre
será democrática, y no recaerá en una sola
persona, que siempre puede equivocarse a la hora de tomar
determinadas decisiones.
Así pues, y siguiendo con la dirección del
centro, esta recae sobre la Asamblea General, es decir, en
todos los miembros del grupo. Esto es FUNDAMENTAL para la
armonía y el buen hacer de un centro espírita. Por
lo tanto, se hace necesario que todos los miembros del grupo
tengan acceso a toda la información que el grupo dispone,
para que puedan tomar decisiones con conocimiento de causa. Esto
es fundamental para la salud de un grupo espírita, ya que
si el grupo mantiene informados a todos sus miembros, ellos se
van a sentir cómodos en el grupo, van a ver que se
confía en ellos y que se les tiene en cuenta, mientras que
si un miembro de un grupo observa que no se le informa de nada,
se toman decisiones sin consultarlo y no participa activamente
del grupo, se sentirá excluido y esto le llevará a
ir apartándose poco a poco del grupo, al comienzo
emocionalmente y posteriormente físicamente. Evitar esto
es deber del grupo espírita y la única forma es la
claridad y la transparencia en todos los enfoques del
grupo.
Por ello mismo, la Asamblea General debe reunirse
periódicamente, en intervalos de tiempo que serán
expuestos en los estatutos y el reglamento interno. Esta
reunión tendrá una doble finalidad, por un lado
será informativa y por otro resolutiva, es decir, en esta
reunión, a la que estarán convocados todos los
miembros del grupo, se informará de todo lo relacionado
con el grupo durante el periodo que va desde la última
reunión a la actual, y se tomarán las decisiones
correspondientes al próximo periodo. De esta forma la
Asamblea General será siempre la que velará y
determinará la dirección del grupo, en un ejercicio
de democracia y respeto.
Entonces, ¿Para qué un presidente?
¿Para qué una junta directiva?
Lógicamente, la junta directiva es necesaria,
puesto que si es cierto que hay un reglamento que va a determinar
la dirección del centro y una Asamblea General que
determinará las actividades y actuaciones del grupo, es
necesario que existan unas personas que se encarguen de hacer que
todo esto se cumpla. Esta es la labor de la junta directiva, que
por supuesto, no estará compuesta solo por el presidente,
sino también por un vicepresidente, un secretario y un
tesorero, además de vocales en función del
número de socios del centro. Será en los propios
estatutos, donde se enumeran y relacionan las actividades de cada
miembro de la junta directiva así como los plazos de
reuniones ordinarias, tanto de la asamblea general como de la
junta directiva.
Por último, en esta primera parte, me
gustaría hablar de la orientación del centro
espírita. Es un tema fundamental, y les cabe tanto a la
Junta Directiva como a la Asamblea General velar por que esta
orientación esté basada en los principios
fundamentales de la Doctrina Espírita. Un Centro
Espírita es un lugar de estudio y de práctica del
Espiritismo, por lo que se velará que sea mantenida la
pureza doctrinaria, sin mezclar ideas que puedan venir de otras
doctrinas de vida, que son totalmente respetables y
válidas, y en muchas ocasiones similares a las ideas que
la doctrina espírita propone, pero es importante
diferenciar claramente la procedencia de las mismas, para que no
se pueda confundir las ideas espíritas con otras que no lo
son.
¿Significa esto que se evitará hablar de
todas estas ideas? Por supuesto que no. En el centro
espírita, y siempre que se haga con respeto, se puede
hablar de todo, pero siempre desde la claridad, indicando
qué ideas pertenecen al espiritismo y que ideas no
pertenecen a él. Esto evita que poco a poco iniciemos una
mezcla de ideas que al final desemboca en algo totalmente ajeno
al espiritismo, como desgraciadamente estamos viendo en algunos
casos.
Si estudiamos con atención a Kardec,
comprobaremos que él siempre estuvo abierto a todo tipo de
ideas. El espiritismo es esencialmente una doctrina de
análisis y lógica, por lo que prohibir dentro del
espiritismo esto o aquello estaría en contra de su
esencia. Más esto no impide que mantengamos la claridad en
cuanto a lo que es y no es el espiritismo. Estudiar todo, leer de
todo y analizar todo no significa caer en sincretismos
injustificados que solo crean confusión y desnaturalizan
lo que es la doctrina espírita, sobre todo cuando se
incluyen aspectos esotéricos que no hacen parte del
espíritu de la propia doctrina.
Bastante confusión existe hoy en día sobre
el espiritismo, como para que nosotros, los espíritas, nos
sumemos a esa confusión. Yo creo que una de las labores
actualmente más importantes de los espíritas,
consiste en mostrar qué es y qué no es espiritismo.
Por lo tanto, el centro espírita presentará siempre
el espiritismo con fidelidad a lo que él es.
Hace años fui invitado para realizar unos
programas de radio. Después de hacer el primero, el
director de la cadena me llamó a su despacho y me dijo que
todo eso estaba muy bien, pero que él quería otra
cosa. Más o menos era que yo hablara de los
espíritus y que la gente me llamara para hacerme consultas
sobre su vida. Le indiqué que no lo haría, que yo
tenía que ser fiel al espiritismo. Él me dijo que
lo entendía, pero que intentara también atender a
sus indicaciones. Por supuesto no lo hice, y después de
algunos programas me llamó para indicarme que no
seguiría la cadena con esa emisión. En ese momento
entendí que para mí era preferible no seguir
haciendo el programa, a continuar y desvirtuar lo que realmente
es el espiritismo, que no tiene nada que ver con la visión
morbosa que el director del programa quería
darle.
¿Por qué cuento esto? Porque muchas veces
podemos caer en la tentación de ajustar el espiritismo a
lo que los demás quieren que sea, con la excusa de que se
queden en el grupo espírita, es decir, dar al
público lo que el público quiere, sin tener en
cuenta que a veces lo que el público quiere no es
espiritismo, sino otra cosa. "Que no pase esto en nuestros
centros espíritas, que lo que se enseñe ahí
sea realmente espiritismo, y si lo que una persona busca no
está dentro de lo que el espiritismo ofrece, tiene
libertad absoluta de buscar en otro sitio, en un respeto total
por sus ideas y libertad".
Parte 2.1
Los servicios del
centro: La educación
Una vez que tenemos un centro espírita
constituido, con unos reglamentos claros que regirán las
actividades y que son obra de todos los miembros del grupo, y con
la certeza de que la orientación habrá de ser
espírita, llegamos a uno de los asuntos más
importantes: ¿Qué servicios ofrecerá el
centro? O dicho de otro modo: ¿Cuál será la
finalidad de las actividades que se realicen
allí?
Sin lugar a dudas, los servicios que el centro
espírita puede ofrecer a la sociedad son múltiples
y variados, pero si tenemos que quedarnos con uno como más
importante, sin lugar a dudas elegimos su labor
educativa.
No nos cansaremos de insistir sobre este punto. Solo
cuando en los grupos espíritas nos concienciemos del papel
educativo del espiritismo, cuando veamos su acción en la
humanidad por el conocimiento que ofrece y seamos conscientes de
la importancia de nuestro cambio de pensamiento para nuestro
crecimiento, solo ahí, decimos, estaremos situando al
espiritismo en su verdadero papel histórico y social,
así como ofreciendo a la humanidad una visión
cierta del mensaje que el espiritismo ofrece al
hombre.
Desgraciadamente muchos aún no ven al espiritismo
como una doctrina educativa, y lo vinculan más a
fenómenos mediúmnicos, a percepciones y sensaciones
espirituales y a transmisión de energías que al
contenido lógico y racional de lo que enseña,
cuando el propio Kardec, en todo momento, apuntó con
inigualable certeza, que su fuerza residía en su
filosofía y en la forma en que tenía de encarar los
problemas existenciales que importan al ser humano. Si recordamos
su acercamiento al espiritismo, vemos que en el momento que
comprueba la realidad del fenómeno que estaba estudiando,
decide usar el fenómeno para obtener respuesta a preguntas
filosóficas y existenciales que durante toda su vida
habían sido el foco de su atención, y él,
que precisamente era pedagogo, realiza una investigación
para sintetizar en sus obras el contenido de la enseñanza
que dieron los espíritus, presentando esas ideas de forma
didáctica y metódica.
Por eso mismo, el grupo espírita estará
fuertemente vinculado a la labor educativa del espiritismo. No se
trata de realizar reuniones donde se hable de los principios de
la doctrina espírita, del evangelio de Jesús, de la
mediúmnidad. La finalidad principal del centro será
abordar esos temas de forma didáctica, de modo que cuando
alguien llegue al grupo tenga la oportunidad de
aprender.
Para ello es condición necesaria la
preparación de las personas que están encargadas de
llevar la reunión. Nada hay peor en un grupo
espírita que la falta de preparación en cualquiera
de sus facetas. Por eso, cuando una persona está encargada
de una tarea, principalmente de las relacionadas con la
enseñanza, es fundamental que se prepare convenientemente
para la reunión.
Ni que decir tiene que los encargados de dirigir las
reuniones doctrinarias en el grupo han de ser personas con
sólidos conocimientos espíritas.
¿Cómo vamos a trasmitir un conocimiento que no se
tiene? Por lo tanto, la elección de la persona encargada
de impartir los temas en una determinada reunión,
habrá de ser un proceso reflexivo en el grupo, que
elegirá a la persona con más aptitudes para la
tarea. Esto no significa discriminación sino velar por la
calidad en la enseñanza, que ha de ser la
preocupación fundamental del grupo. Cuando así
actuamos, dejando de lado actitudes infantiles de prejuicios
personales, conseguimos dotar al centro de calidad, dinamismo,
seriedad y lo que es más importante, UTILIDAD para las
personas que acuden allí con el deseo de
conocer.
Por eso mismo, a la persona encargada de llevar la
reunión de estudio, habrá de prepararse
convenientemente la reunión, de forma que los que asistan
salgan de ella con la sensación de que no han perdido el
tiempo.
Pensemos que muchas personas vienen por primera vez al
grupo espírita sin saber realmente lo que se van a
encontrar. Muchos esperan ver los objetos moverse por la
influencia de los espíritus, otros esperan ver a un
médium entrar en trance y vaticinarles el futuro, pero hay
otros que asisten son seriedad, buscando respuestas a cuestiones
transcendentales. Si estas últimas personas encuentran un
grupo donde el encargado de guiar la reunión no trae el
tema preparado, además de que no emplea un mínimo
de didáctica haciendo la clase amena y comprensible, lo
más probable es que esa persona no asista más al
grupo.
Ante esto se me puede objetar que la labor del
espírita no es el proselitismo. Estoy totalmente de
acuerdo, nuestra labor no es convencer a nadie, pero aquí
el tema es otro.
El no hacer proselitismo no implica que no se
enseñe correctamente el espiritismo. Nuestra labor como
espíritas pertenecientes a un grupo espírita no es
buscar la forma de que la gente venga a nuestro grupo para que
crezca el número de asistentes, pero si la de ofrecer un
entorno educativo propicio para aquellos que acuden con seriedad
y con el firme propósito de aprender, permitiendo que
estos encuentren los recursos para llevar a cabo ese aprendizaje.
Aquí debemos ser muy racionales y no confundir los
términos, sabiendo diferenciar proselitismo con calidad en
la enseñanza y en las reuniones
espíritas.
Vivimos en la actualidad una época marcada por
las nuevas tecnologías. Las TIC's se están
implantando en todos los medios educativos como un recurso
valioso para facilitar el aprendizaje.
Estudios recientes informan que hay mayor
asimilación de conceptos si estos, además de la
forma verbal, llegan por otros sentidos, como por ejemplo el
visual. No será de más, si las condiciones del
local de las reuniones lo permiten, usar estos elementos en el
grupo. Es verdad que es mucho más cómodo leer un
par de veces la lección, (cuando se hace) que tomarnos la
molestia de prepararla en algún medio audiovisual, pero si
lo que de verdad queremos es buscar que los que asisten a la
reunión aprendan, es un acto noble el dedicarle tiempo a
las reuniones, ofreciendo un entorno propicio al
aprendizaje.
Esta providencia no solo tiene la finalidad de permitir
que las personas que acuden al centro encuentren estímulos
propicios para que se queden en el grupo. La finalidad mayor es
formar correctamente a las personas interesadas en el
conocimiento del espiritismo, ofreciendo una visión
correcta y profunda del contenido de la doctrina codificada por
Allan Kardec.
Esto es de vital importancia y la base para ir separando
poco a poco el espiritismo de la idea absurda y ridícula
que la sociedad tiene aún de él. Ante esto, debemos
preguntarnos: ¿Qué parte de responsabilidad tenemos
los espíritas en relación a la visión de
él que tiene la sociedad? Solo aumentando la calidad y la
seriedad de nuestras reuniones, junto con la vivencia real de los
principios que propone la doctrina espírita, (tanto los
morales como los relacionados con la actitud racional) podremos
ir cambiando esa visión y acercando el espiritismo a
quienes estén interesados en él.
Cuando en diversas ocasiones hemos dado esta
conferencia, por lo general encontramos reticencia a la hora de
aceptar estos conceptos. Se nos dice, por lo general, que lo
más importante es la buena voluntad, que lo importante es
el sentimiento con el que se lleva la reunión. Estoy de
acuerdo en ambas cosas, pero ninguna invalida la
preparación. Es más, personalmente considero una
prueba de buena voluntad el hecho de dedicar unas horas a
preparar convenientemente la clase.
Vivimos, por lo general en la cultura del "o" (o esto o
aquello) cuando deberíamos cambiar a la cultura del "y"
(esto y aquello). Es decir, si consideramos que algo es bueno,
¿porque no aceptar que es bueno sin más? Pero no,
generalmente tendemos a la comparación: -Lo más
importante es tener buena voluntad. -Bien, lo admitimos, pero
¿quita un ápice de buena voluntad el buscar
preparar bien las reuniones del grupo? -Que yo sepa no son cosas
incompatibles.
Siempre me ha sorprendido esta reacción, porque
lo que se está proponiendo es evidentemente bueno para el
grupo, para los asistentes e incluso para el que lleva la
reunión.
Por último, me gustaría hablar en
relación a la dinámica educativa. Sin entrar en
detalle, ya que eso daría para un estudio completo que no
entra dentro de los parámetros de este trabajo, me parece
que todos los encargados de llevar las reuniones de estudio nos
debíamos plantear es la participación activa de los
asistentes a las reuniones. Esto es un trabajo sobre el que se
debe pensar y meditar mucho, ya que la participación
activa de los asistentes no deja de ser un elemento de estudio y
aprendizaje para todos.
Entramos ahí en un concepto muy importante
también, y es que en un grupo espírita no
habrá "maestros" encargados de transmitir conocimientos a
los "alumnos". En realidad todos somos aprendices y como tales,
todos podemos aprender unos de otros. Permitir la
interacción y la participación de todos los
participantes de la reunión es un factor propiciatorio
para que el aprendizaje y la integración sean efectivos, y
nos dará la posibilidad de aprender todos de
todos.
Esto no implica que las reuniones sean una amalgama de
ideas sin control. Lógicamente habrán de ser
observados unos parámetros para que la reunión sea
homogénea y tienda a una finalidad. Si todos hablamos de
lo que nos parece, saliéndonos del tema y trayendo a la
reunión temas que no pertenecen a la clase del día,
al final las reuniones pierden su finalidad, que es el
aprendizaje. Por esto mismo el encargado de llevar la
reunión hará de moderador de la misma, estando
atento siempre a que las participaciones se adapten al programa
de la reunión, sin lo cual el propósito y finalidad
se perdería.
Esta tarea de moderador no puede ser hecha de forma
dictatorial y austera, lo que siempre crea un clima de
incomodidad en todos los asistentes, que repercute negativamente
en el ambiente espiritual de la reunión. Por esto mismo,
moderar implica tener tacto en el trato con los demás,
saber direccionar correctamente los comentarios a la finalidad de
la reunión y buscar siempre el bien del grupo. Si
aprendemos a realizar esta tarea con equilibrio, las clases
serán atractivas para los interesados en aprender y el
clima de cordialidad permitirá que los buenos
espíritus nos ayuden e inspiren, mientras que si
pretendemos imponer un comportamiento en base a criterios propios
y sin considerar las necesidades de los asistentes, el clima
será tenso y dificultará lógicamente la
interacción entre el plano espiritual y el
nuestro.
Parte 2.2
Los servicios del
Centro: La dignificación Humana
Uno de los objetivos que evidentemente se desprenden de
la educación espírita, es, sin lugar a dudas, la
dignificación humana.
Podemos definir la dignidad humana como el valor que
hace parte del ser humano por ser inherente a él. La
dignidad dota al ser humano de la cualidad de ser racional, y esa
racionalidad le otorga libertar para decidir y conducir su vida.
Además, le otorga poder creador, pues las personas pueden
modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el
ejercicio de su libertad.
Si analizamos objetivamente los principios fundamentales
de la doctrina espírita, veremos cómo en ella la
dignificación del ser humano está ampliamente
recogida, mucho más que desde los estrechos límites
de la ciencia materialista, que a la larga, consideran a ser
humano como resultado de una serie de factores externos, como la
genética, el medio ambiente, la educación que
recibe y los estímulos ajenos a él que lo
condicionan.
Desde esta visión materialista, el ser humano no
sería libre de conducir su vida, ya que los factores
determinantes que constituyen su ser serían externos a
él, y por lo tanto, cada uno de nosotros sería
resultado de fuerzas casuales que han interactuado para hacernos
como somos, sin que en este proceso haya habido una
participación activa de nuestra parte. Incluso cuando hay
una conciencia de esa necesidad, ella viene determinada por
factores genéticos, ambientales o educacionales que nos
han condicionado de una forma u otra.
La visión espírita, por el contrario, con
la admisión de la reencarnación, nos otorga la
libertad de nuestras vidas, que son siempre el resultado de
nuestro comportamiento. Eso nos hace libres y también
responsables, lo que no gusta mucho a las personas que no han
despertado aún a responsabilizarse consciente y
maduramente de sus actos, ni a aquellos que aún deambulan
por periodos de infantilismo psicológico, donde la
responsabilidad está siempre en los demás, en el
medio ambiente, en la genética, en la
casualidad…
Lógicamente es mucho más fácil
transferir la responsabilidad de nuestras vidas a factores
externos a nosotros que a nosotros mismos, ya que admitir que
somos los responsables de nosotros implica que lo que tenemos es
consecuencia de lo que hemos hecho. Cuando asumimos esto,
aprendemos a valorar siempre nuestras vidas por lo que ellas son,
sin transferir al exterior, -en interminables fugas
psicológicas-, nuestra realidad. Esto nos capacita
para el trabajo de crecimiento, asumiendo nuestro estado como
consecuencia de nosotros mismos, pero sabiendo también,
que tenemos un potencial inmenso para desarrollar, y que
dependerá exclusivamente de nuestro trabajo que ese
potencial habrá de desarrollarse.
El conocimiento de esto no implica que debamos caer en
procesos de culpa y remordimiento. Saber que somos los
responsables de nuestra evolución no significa que debamos
amargarnos incesantemente por las experiencias fallidas. La
postura espírita no es de culpabilidad sino de
responsabilidad.
La diferencia entre un concepto y otro es fundamental.
La culpabilidad es un concepto arraigado en las creencias
religiosas dogmáticas: "Somos culpables y por ello
tenemos que sufrir, ya que la culpa lleva implícito el
castigo". Si hablamos por el contrario de responsabilidad:
"no tenemos por qué sufrir, sino simplemente asumir
con dignidad la parte de responsabilidad que nos toca y trabajar
para superar los conflictos que tenemos".
No voy a extenderme mucho más en estos conceptos.
Los hemos puesto aquí como preámbulo a la labor de
dignificación del ser humano que debe realizarse en el
centro espírita, labor esta que es fundamental para dotar
al grupo de la verdadera dimensión que el espiritismo
tiene, y que nos brinda a todos.
Ya hablamos en este trabajo sobre los "maestros" en el
centro espírita. Volvemos al tema ya que tiene mucho que
ver con esta parte, pues uno de los problemas más
acuciantes y graves de un grupo espírita, es cuando en
él hay erigidos, ya sea objetivamente o subjetivamente,
los pretendidos "maestros", que tienen la finalidad de
enseñar a los demás, y enseñar sería
en el mejor de los casos, ya que hay otros que van más
lejos y pretenden convertirse en guías de
otros.
Pero no nos adelantemos, veamos el concepto de
"enseñar".
Enseñar es transmitir una serie de ideas,
conceptos, conocimientos y habilidades a personas que no los
poseen, esto, de forma clara y comprensible para permitir su
asimilación. Visto así, cuando nos preparamos una
clase o reunión, nuestra finalidad es enseñar, y
esto es algo muy noble y muy positivo.
El problema en el grupo espírita radica no en el
concepto de enseñar, sino en el concepto de imponer mi
enseñanza y mis criterios como los únicos o
mejores.
¿Cuántas veces hemos oído en los
grupos espíritas: "El espiritismo es la
verdad"?
Desgraciadamente esto se oye en muchas ocasiones, cuando
es una afirmación destituida de lógica y
razón. Cuando hablamos de "La Verdad" englobamos todo el
conocimiento, todo el saber… y preguntamos: ¿Ha
dicho el espiritismo la última palabra en todo?
-Obviamente no, por lo tanto, no se puede considerar como la
verdad.
Tanto valdría decir: -La física es la
verdad, la biología es la verdad, la astronomía es
la verdad y así para cada una de las disciplinas
científicas, filosóficas o religiosas que existen.
¿Veríamos lógico hablar así?
¿Estaríamos de acuerdo con eso? -Por supuesto que
no. -Entonces, ¿por qué hablamos de esa forma al
respecto del espiritismo?
El espiritismo ha realizado una serie de estudios en
relación con la espiritualidad del ser humano y las
consecuencias que su naturaleza espiritual tienen para su vida.
Se ha basado en el fenómeno de la comunicación con
los espíritus para llegar a esas conclusiones y ofrece un
conocimiento de una realidad. Este conocimiento no es aún
completo, ya que todavía nos falta mucho por saber, por lo
que hay un proceso de crecimiento y de aprendizaje constante en
el espiritismo, y por lo tanto, el espiritismo no es "La verdad".
Presenta una realidad, una verdad, como otras disciplinas
científicas presentan otras realidades y
verdades.
En una ocasión le preguntaron a Chico Xavier
qué era la verdad, y él
respondió:
-Imaginemos la verdad como un espejo que dejamos caer
desde determinada altura, rompiéndose en muchos pedazos.
Cada uno de nosotros cogemos un pedazo del espejo.
¿Quién tiene el espejo? -Nadie y todos. Nadie tiene
el espejo completo, y todos tenemos partes del espejo.
La verdad sería el conocimiento absoluto, y este
solo lo posee Dios. El hombre, poco a poco, gracias al trabajo y
al esfuerzo por ir aprendiendo, va acercándose poco a poco
a esa verdad dentro del campo de investigación que le es
propio.
Con esto queremos decir, que la mejor forma de
"enseñar" el espiritismo en los grupos espíritas es
mediante la exposición clara y lógica de sus
argumentos, permitiendo el análisis lógico y
racional de todos los demás, tal y como lo hacía
Allan Kardec. Él nunca dijo que el espiritismo era la
verdad y por lo mismo que había que acatarlo sin
análisis. Todo lo contrario, en todo momento Kardec nos
invitó al análisis, a reflexionar sobre los
principios que nos enseñaron los espíritus, porque
él sabía, que solo cuando admitimos algo porque
hemos llegado a la convicción que nace del análisis
y del razonamiento, es que pasa a formar parte de nuestra
estructura mental.
Por eso es realmente importante que en los centros
espíritas se cultive el libre análisis de los
principios espíritas, se permita a los concurrentes pensar
y analizar todo cuando se dice, se les dé la oportunidad
de no estar de acuerdo si es que realmente no están de
acuerdo, -lógicamente siempre que se haga con el debido
respeto al lugar donde nos encontramos,- y de admitir solo lo que
podamos comprender. En otras palabras: Educar para
pensar, de modo que podamos conducir cada uno nuestra
vida en base a los principios con los que nos sentimos afines, y
a tomar decisiones basándonos en la libertad de
conciencia.
Por lo tanto en papel del maestro sobra en el grupo
espírita. En realidad, todos somos aprendices, primero del
espiritismo y en segundo lugar unos de otros. Nada hay peor en un
grupo donde unos se convierten en maestros de otros,
diciéndoles lo que deben o no deben hacer o
decir.
Visto esta cuestión, que me parece de suma
importancia, y recordando una vez más que esta
opinión es personal, y que no pretendo en ningún
momento que sea tenida por absoluta, permitiendo el
análisis de mis palabras y la aceptación o no de
ellas, paso a otro tema capital en un grupo espírita: El
guía espiritual del grupo.
Aprendemos con la doctrina espírita que el mundo
espiritual no es un mundo ajeno a este, sino que es un mundo que
se relaciona con este y con el que podemos interaccionar.
Nosotros podemos, gracias a nuestros pensamientos, sintonizar con
los espíritus que nos rodean y recibir sus sugerencias en
forma de inspiración. Todo el mundo, independientemente de
sus creencias y opiniones al respecto de la espiritualidad recibe
esa influencia, y la calidad de la misma depende de nuestros
pensamientos, ya que el proceso de sintonía se da por
afinidad.
Además sabemos, que hay espíritus buenos
que nos quieren bien y se interesan por nosotros,
ayudándonos en nuestras luchas y dificultades. No
significa que nos libren de las experiencias por las que tenemos
que pasar, puesto que son estas experiencias las que nos
propician los elementos necesarios para nuestro aprendizaje. Su
labor es más de apoyo, inspirándonos buenos
sentimientos y orientándonos para que sepamos aprovechar
la vida.
Los grupos espíritas también tienen sus
espíritus afines que les orientan y ayudan. Esto es
natural y debemos decir que no solo los grupos espíritas,
sino cualquier institución que se dedique al bien
tendrá espíritus buenos ayudándole en sus
trabajos, por lo que la cuestión del guía no es
exclusiva de los grupos espíritas.
Este hecho, que es un estímulo para la
realización de los trabajos, debe ser encarado por un
sentimiento de respeto hacia ellos, sin mezclarlos en las
decisiones que debemos tomar nosotros y mucho menos
responsabilizándolos de nuestras tareas en los grupos.
Decimos esto porque hay un acentuado guiísmo en diversos
grupos espíritas, que todo lo consultan a los
espíritus, y lo que es peor, aceptan todo lo que ellos
proponen, sin someterlo, la mayoría de las veces, al
análisis y al control de la razón.
Consideramos que esto es perjudicial para el grupo, ya
que la dirección de la parte material del grupo, es decir,
de todo lo que está relacionado con nosotros, con nuestros
trabajos, con nuestras decisiones, pertenece a nosotros, y
pretender que los espíritus están ahí para
atender y solucionar todas nuestras tareas sería conocer
muy poco el espiritismo. Un grupo que todo lo confía a los
espíritus sería semejante al alumno que todo lo
confía a su maestro, y deja que sea este quien se examine
por él. ¿Qué pensaríamos de un
maestro así? Entonces, ¿por qué acreditar
que los espíritus si lo hacen?
No podemos olvidar que el trabajo del grupo, sus
dificultades, problemas, desafíos… son elementos
que nos van a ir permitiendo aprender y que nos ayudarán a
desarrollar cualidades de orden moral y espiritual, es por eso
que los espíritus nos dejan a nosotros la responsabilidad
de nuestra parte de la tarea, cabiéndonos cuidar muy bien
nuestros actos para que las actividades sean hechas de la mejor
forma posible. Descuidarnos con la pretensión de que
están los espíritus para suplir nuestras
deficiencias es ligereza y falta de buena voluntad, actitudes que
diariamente nos enseñan los espíritus que debemos
combatir.
Esto no implica que en determinados momentos ellos nos
den sugerencias valiosas, nos ayuden en las horas de dificultad,
nos estimulen exhortándonos al buen ánimo, pero
siempre lo hacen desde la prudencia y el respeto,
dejándonos en todo momento la libertad de análisis
de lo que nos proponen bajo los parámetros
democráticos de los que ya hablamos anteriormente.
Confiemos por lo tanto en ellos, pidámosles ayuda e
inspiración en la certeza de que nos la ofrecerán,
sintámoslos a nuestro lado acompañándonos,
como amigos y consejeros, pero no perdamos la objetividad, seamos
analíticos y actuemos en base a criterios racionales. Esta
será siempre la mejor guía en nuestros
trabajos.
Terminamos esta parte de la dignificación del ser
humano reco rdando una enseñanza, -me parece que es
oriental: "Si alguien te pide un pez, dáselo. Si te lo
vuelve a pedir, dale una caña y enséñale a
pescar" Esta es, sin duda, la mejor forma de ayudar: No
hacer el trabajo por los demás, que por otro lado es
siempre imposible, sino ofrecer los elementos para que todos lo
podamos hacer por nosotros mismos.
Parte 2.3
Los servicios del
Centro: El ejemplo
Allan Kardec afirma que se conoce al verdadero
espírita por los esfuerzos que hace para su
renovación moral. En esta sentencia, el codificador hace
una perfecta definición de lo que implica ser
espírita y de la verdadera moral del
espiritismo.
En el espiritismo, debido a su propia naturaleza, la
moral no puede ser algo externo, y mucho menos, algo vinculado a
ciertas prácticas sacramentales o rituales, puesto que la
verdadera esencia de la doctrina que traen los espíritus
es la vivencia profunda e íntima del bien. Al situar el
cielo o el infierno en lo profundo de cada uno de nosotros, por
intermedio de una conciencia tranquila o perturbada, la conquista
del cielo solo se puede realizar por el progreso adquirido y
nunca por factores que nos desvinculen del buen proceder, una
forma de que nuestra conciencia esté en paz, por eso
mismo, el ejemplo en el centro espírita se torna factor
decisivo para el éxito del grupo.
Pero antes de seguir, cabe preguntar:
¿Qué puede entenderse como el éxito del
grupo? -Para responder a esta pregunta debemos mirar a lo ya
expuesto y preguntarnos cuál es la finalidad del grupo, o
dicho de otra forma, la labor que el grupo debe realizar de cara
al ser humano. Si consideramos que esa labor es la de prestar un
servicio real y positivo a la sociedad, fundamentalmente por
medio de la educación en los principios espiritualistas
que presenta la doctrina, el éxito del grupo será
la realización correcta de esos servicios, y pensamos que
será muy difícil que ese servicio se pueda realizar
correctamente si no está basado en el ejemplo. Es decir,
el grupo espírita, (las personas que lo componen)
habrán de poner en práctica, entre ellas mismas,
los principios morales que la doctrina espírita propone.
De lo contrario el grupo está abocado inevitablemente al
fracaso por no haber coherencia entre lo que se dice y lo que se
hace.
En primer lugar, para la buena marcha del grupo,
hablaremos de la fraternidad.
La fraternidad, desde un punto de vista
filosófico es la hermandad, la buena camaradería,
el buen proceder entre las personas. Un sentimiento fraterno es
un sentimiento de amor totalmente desinteresado hacia otras
personas, donde no existen rivalidades, resentimientos, rencillas
de ningún tipo.
Históricamente se ha usado la palabra fraternidad
para designar a agrupaciones de humanos que se hermanan por un
mismo sentimiento, idea, filosofía… El hecho de
participar de las mismas inquietudes espirituales genera lazos de
afinidad que nos vinculan los unos a los otros, y por eso es que
se suele emplear el término de "hermanos", para
designar a esas personas, aunque desgraciadamente, por lo
general, los sentimientos han ido por un lado y las definiciones
por otra, y en el seno de todas esas asociaciones han surgido
múltiples disputas, rivalidades y encontronazos,
demostrando que no siempre ha habido un sentimiento fraterno
real.
En el grupo espírita el sentimiento fraterno debe
estar presente en todas las actividades. Eso implica que todos
los miembros del grupo buscarán el bien del grupo,
trabajarán por que sean cumplidas correctamente las
labores del grupo y mirarán, en todo momento, que la buena
armonía y la estabilidad reinen en él, sabiendo,
que solo se podrán conseguir buenos resultados cuando se
viva claramente la fraternidad y el buen comportamiento entre los
miembros del mismo.
Página siguiente |