La estructura de poder – Monografias.com
La estructura de poder
Partiendo de las características estructurales
del movimiento político-cultural y las condiciones
específicas conjugadas para la creación de la GAN,
no podemos definirla como "sistema abierto", "caja negra" ni
mucho menos, "sistema cerrado" autopoiètico.
Vemos al Proyecto GAN como la constitución de una
singular cristalización de fuerzas político –
culturales y prácticas discursiva inscritas en la
multiplicidad de relaciones desiguales, y por lo tanto, en
tensión constante, de poder inmanentes al dominio de la
"arena política"[1] de la
Administración Pública Venezolana.
Los estados de poder[2]inestables
contraídos por su medio por las fuerzas impulsoras del
Proyecto, determinaron que las elecciones intencionales que
organizaron los sentidos con los que se elaboró su
discurso, permitieran articular a su favor las condiciones
objetivas y subjetivas de una concertación con los
sectores burocráticos y estamentales, y "clavar su
bandera" en el espacio institucional que se materializó en
lo que denominamos el museo sin paredes sea la GAN.
Ahora bien, no obstante haberlo ganado en la lucha
política, lo cual da cuenta del no – monolitismo del
aparato burocrático público, dicho espacio no es
campo magnético que la aísla e inmuniza contra las
"malas influencias". Al contrario, en su seno juegan
diferencialmente la presencia y ausencia reales o
simbólicas de una multiplicidad de determinaciones y
condicionamientos de muy diverso signo, orden y complejidad;
éstos introducen una pluralidad de mediaciones,
mediatizaciones, desplazamientos y condensaciones al interior
mismo de los radios de operaciones en y a través de los
cuales se expresa lo específicamente interno del Proyecto
– GAN, la policromía de sus relaciones con el cuerpo
social e institucional y los actores sociales que expresan
proyectos diferentes, antagónicos o no.
Estos reconstruyen, más o menos consciente o
más o menos inconsciente, esa realidad relacional,
objetiva a sus aspiraciones, necesidades, valoraciones y
posiciones, y plantean objetivos y funciones diferencial,
generalmente opaca, que intentan articular la lógica del
Proyecto a otros discursos que luchan por su hegemonía en
el campo de la producción cultural.
La lucha intraburocrática es el modo en que
operan los aparatos estatales públicos y privados. Ante
ella la GAN elabora respuestas concretas, la endogeniza, procesa
y rearticula estratégicamente, en tanto y en cuanto afecta
su propia autonomía relativa y la viabilidad de sus
relaciones internas y externas.
Lo anterior no autoriza a argumentar que la GAN
está compuesta por dos estructuras la "formal"
correspondiente a la burocracia y la "informal" a las instancias
de mediación colectiva – que conviven y se comunican
más o menos fluidamente. Esta no es una
organización dual en cuyo caso se tendría como
tarea prioritaria ensamblar exterioridades que existen
independientes una de la otra, y, aunque tenga algún
sentido afirmarlo, la "organización informal" no
surgió dentro de la "formal" gracias a las condiciones
naturales que esta le ofreció; tampoco a su costa hasta
alcanzar cuerpo propio en virtud de los cual se le concede un
salvoconducto institucional más no la legitimación
ciudadana.
Esta vía es reduccionista y mitificadota. No nos
permite visualizar lo específicamente original en la
constitución connotativa de los significados a que se
refieren los términos formal e informal dentro del
universo vocabular de la GAN. En este sentido, lo formal viene
siendo desformalizado y lo informal formalizado de tal manera que
estos desplazamientos convergen en la sustitución de unos
contenidos por otros; ello no significa la exclusión
victoriosa de los formal por lo informal, sino la
redimensionalización de sus funciones diferenciales. Ambas
desaparecen como estructuras y se articulan como elementos de
poder-hacer del conjunto vital de la comunidad
laboral.
En otras palabras, si bien es cierto las reglas del
juego institucional determinaron la configuración formal
de la estructura jerárquico-administrativa que define la
GAN como entidad pública dependiente del CONAC, ella
responde por su autonomía relativa a través de una
administración delegada.
Administración delegada tiene, dentro de los
términos de la "arena política", el carácter
de un convenio de no-intervención en los asuntos internos
de la GAN. Ello le ha permitido a ésta utilizar
discretamente el andamiaje burocrático, mediatizar la
lógica de dominación de la racionalidad
tecnocrática y avanzar, en armonía con los
postulados y principios endógenos del Proyecto mismo,
hacia la conformación de una estructura organizacional
que, lejos de generar comportamientos acomodaticios, fuera
funcional al cumplimiento de sus objetivos, la creatividad,
compromiso existencial, espíritu de servicio y solidaridad
en la convivencia humana del equipo de trabajo que le da
vida.
La estructura de poder de la GAN está sustentada,
no en el principio implacable del poder monolítico
tecnocrático y autoritario que reduce y automatiza el
proceso de trabajo, separa al productor de su producto y
esquizofreniza la personalidad humana. Al contrario, está
fundada firmemente en los procesos decisionales de un sujeto
colectivo que ejercita voluntariamente la colaboración
solitaria y practica cotidianamente su voluntad de
poder.
En este sentido, la estructura no es monolítica,
sino pluridimensional en el sentido de la constitución de
una constelación de relaciones de poder que no significan
esferas puras de acción fácilmente delimitables y
separables -excepto para efectos de análisis– a las que se
les atribuyen intereses estamentales apriorísticos que
responden a la presencia de estructuras interesadas de fuerzas
que luchan por el control de aparato del estado.
Ninguna de ellas existe en su propia materialidad
física por sí y ante sí con un significado
absoluto, sino, en cuanto que cada una está constituida
"en teoría" como un referente nunca puro ni inmutable,
respeto del cual las diversas prácticas de los distintos
oponentes al interior de la GAN generan sus propias resistencias
y adquieren identidad y carácter cotidiano.
En otras palabras, no hay una relación de poder
determinante en última instancia de las otras. Cada una es
elida con una variedad de sentidos que se inscriben en la lucha
discursiva de los diferentes actores que componen la comunidad
laboral de la GAN, lucha a través de la cual se le
imprimen a éstas orientaciones, estilos de trabajo,
reestructuraciones, nuevos significados y prácticas
organizacionales para la creación cultural.
Evidentemente, su especificidad es lo que crea la
posibilidad de sustituciones y desplazamientos -reales,
imaginarios o simbólicos- del conjunto de significaciones,
hechos, elementos y relaciones que la componen; por lo tanto, el
juego de las diferencias[3]la pluralidad de
opciones y mediaciones encuentran en ella un amplio espectro para
su potencialización, procesamiento y sinterización
en y a través de la discusión reflexiva, pero
fundamentalmente, por la red de relaciones íntersubjetivas
de carácter espontáneo y profundamente humano que
recubre el cuerpo de la Institución e irriga sus
más recónditos intersticios.
Esta es la razón por la que, contrariamente a la
secular tradición burocrática, la
problemática organizacional de la GAN plantea la
constitución de una peculiar división de trabajo
cultural. Esta se responde con la experiencia voluntaria de
cooperación fraterna e intercambios sensibles para la
producción colectiva de bienes y servicios
artístico-culturales que, por definición, son de
propiedad societal y, en consecuencia, socialmente
administrados.
Si tradicionalmente la organización del proceso
de trabajo es función exclusiva de oficinas de
programación u organización y métodos, en la
GAN se encuentra "socializada" en cuanto pertenece al poder real,
sea, la comunidad laboral misma constituida en
sujeto-colectivo.
En este sentido, la posición de los
cargos-funciones está detentada exclusivamente por la
autoridad colectiva, aunque evidentemente ha habido nombramientos
impuestos por el CONAC. No obstante, tanto las jefaturas como
todo puesto, son delegados por consenso en personas a quienes se
les reconoce ciertas capacidades, habilidades, representatividad,
rasgos de personalidad, etc. De forma tal que los niveles
jerárquico-administrativos manejen ciertas variables de
libertad que les dan capacidad de movimiento e iniciativa en
todos los momentos de los procesos conducentes a la toma de
decisiones que se materializan en y a través de las
instancias de mediación colectiva.
Una condición para optimizar la división y
organización del trabajo, es prescindir precisamente de la
práctica legitimadora del poder monocrático y
autoritario; desacralizar el mito de la superioridad
tecnológica de la estructura jerárquica de la
producción y especialización parcelaria, las cuales
hacen perder a los funcionarios y trabajadores en general su
sentido de contexto, les embota su inteligencia y atrofia la
imaginación en aras de su supuesto ilusorio: el incremento
de la habilidad de cada individuo aislado.
La experiencia misma de la GAN demuestra que la
exigencia de un sistema fundado sobre una estructura
rígidamente jerarquizada, no prueba en modo alguno la
superioridad técnica de la subdivisión,
atomización y desintegración del proceso productivo
-con lo cual se hace imprescindible el papel organizador del jefe
o patrón- sobre la combinación de tareas realizadas
por los propios empleados.
Demuestra, eso sí, que la vigencia del sistema
burocrático se mantiene -pese a que intelectualmente la
teoría que lo sustenta se ha desprestigiado a sí
misma- por la fuerza de la represión
ideológico-política e incluso militar como lo
demuestran los regímenes" burocrático-autoritarios"
del Cono Sur. Es, por lo demás, la prueba objetiva de la
eficiencia y eficacia alternativa de la combinación de
tareas realizada por los trabajadores-productores
directos.
Demuestra, que para que ésta sea
eficaz,
"……..no son necesarios ni la
parcelación y la especialización de los trabajo, ni
la división del trabajo intelectual y manual, ni el
monopolio de la ciencia por unas "élites", ni el
gigantismo de la instalaciones y la centralizaciones que de se
deriva."[4]
Atrás señalamos el carácter
contestatario del proyecto GAN que ubica a éste en la
crítica al "síndrome de la alienación"
provocado por la moderna sociedad tecnológica.
El modelo organizacional adoptado por ésta fue
estudiado y sistematizado por Max Weber a comienzos del presente
siglo, se conoce con el nombre de "creciente
burocratización".
Dicho modelo ha sido objeto de múltiples
modificaciones, relativizaciones y "enriquecimientos" a
través de los cuales se reorganizan sus elementos y
enfatizan aspectos excluidos del análisis
weberiano.
Tanto dentro de las teorías de
administración como de organización, existen
modelos que incorporan los avances de la sicología,
sociología, cibernética, etc., pero ninguno de
ellos abandona ni la razón de la racionalización
técnica, ni la razón de subordinación de la
estructura monocrática de la organización
burocrática.
Esta afirmación es válida para todo el
espectro que va desde las teorías "X" (el fayol-taylorismo
cuya aplicación en la URSS fue promovida por el mismo
Lenin, y el fordismo del que Gramsci exaltó sus bondades),
pasando por las teorías "Y" (la escuela de las relaciones
humanas, el enriquecimiento de tareas, autonomía
responsable y todas las teorías "Z" lanzadas al estrellato
por el "milagro económico" del
Japón[5]
En virtud de lo anterior, aquí no entraremos al
abordaje de ninguna de estas variantes. Creemos que la
exposición de las características más
sobresalientes para nuestros efectos del modelo clásico u
ortodoxo, engarza mejor con los objetivos del presente
trabajo.
Además, el modelo burocrático tiene
todavía una presencia simbólica, real e imaginaria
cuyos efectos prácticos pueden estudiarse con holgura en
todas las organizaciones públicas y privadas.
Basten, pues, las líneas siguientes para
introducir temáticas de importantes dimensiones que pueden
empujar la reflexión de los espíritus inquietos
preocupados por la búsqueda de caminos alternativos a los
tradicionales.
Los principios estructurales definitorios de una
organización burocrática, sea, la moderna empresa
pública o privada, son, siguiendo a Max
Weber[6]los siguientes:
La existencia inevitablemente objetiva y
absolutamente racional e impersonal de un "mecanismo" de
poder autoritario, tecnocrático y autocrático
cuya razón de dominio se expresa en la
imposición indiscutiblemente unidireccional, de una
forma específicamente burocrática de relaciones
(p.741) de subordinación.Esta concepción de organización
burocrática es una derivación directa del
misticismo de la racionalidad
científico-técnica de la Revolución
Industrial, cuya representatividad está conferida
autónomamente a la moderna dirección
empresarial pública y privada. Es decir, en palabras
de Weber, el principal pilar en que se fundamenta el poder
burocrático es "absoluta necesidad técnica
basada en los conocimientos especializados" (p.753) que tiene
irresistiblemente a un ineluctable y absoluto control
restrictivo de la vida material y humano – social.El "carácter cotidiano" y la "continuidad de
su subsistencia" (p.753) hacen de la dominación
burocrática "un instrumento de precisión"
(p.743) – es decir, un medio que como tal sirve
funcionalmente a un poder extraburocrático – sumamente
ágil, e eficiente, tecnológicamente superior a
cualquier otro tipo de organización, uniforme (p.
731), productivo y prácticamente inquebrantable de
forma tal que es imposible para los dominados desprenderse y
prescindir de él (p.
741)[7].El carácter racionalista y totalitario del
modo de organización burocrática del trabajo
alienado encuentra su fuente de legitimidad en la validez
abstracta de un derecho objetivo que subordina totalmente el
ejercicio del mando (p. 738) y gobierna "según las
reglas previsibles" (p. 732), "abstractas" (P. 738) y "sin
aceptación de personas" (p.785).
Esta concepción del derecho, absolutamente
afincada en las indeterminaciones insensibles del plano universal
abstracto, aniquila todas las especificidades o caracterizaciones
particulares, todos los rasgos contingentes del hombre de carne y
hueso que hace la historia en la situación concreta de
múltiples determinaciones. Despersonaliza, deshumaniza y
devora a los individuos en la abstracción etérea de
los principios jurídicos universales. Congela
arbitrariamente el saber y el querer de éstos en la
razón inerte de los intereses perennes, inmutables y sin
historia.
Esto quiere decir, en la lógica del pensamiento
weberiano, que las "atribuciones legales" distribuidas en
abstracto para que los puestos de mando burocrático
ejerzan el control restrictivo sobre los dominados, no autorizan
en modo alguno a ningún funcionario en concreto, a
decretar normas especiales para cada caso particular.
(p.718).
No obstante, la moderna empresa burocrática se
legitima su perimida superioridad tecnológica sobre
cualquier otro modo de organización, sino, precisamente, a
través de su razón de dominio expresada formalmente
en normas racionales de cálculo y acción previsible
que someten coactivamente al hombre a la voluntad irracional del
hombre.
En virtud de ese derecho abstracto y valorativamente
neutro que le da la legitimidad, el aparato burocrático
tiene impuesto el "deber objetivo" de servir a una "Finalidad",
también objetiva e impersonal (p. 719) que puede
traducirse en el servicio a "intereses de dominio" de tipo
económico, político, financiero o de cualquier otra
índole (p.743) así como en la disposición de
trabajar en la dirección de los poderes necesariamente
burocráticos que se sirven de él (742).
Para Weber, "el capitalismo y la burocracia se han
encontrado y se pertenecen íntimamente"[8],
en virtud de la superioridad científico-técnica del
modo de organización burocrática del trabajo
alienado. Entre las múltiples condiciones necesarias para
la plena realización de éste, se cuenta su
coincidencia adscriptiva con los imperativos de la
producción mecanizada y de la competencia irresistible que
obligan a las unidades de producción pública y
privada a la maximaciòn compulsiva de la tasa de ganancia
y, en consecuencia, de la eficiencia en su
funcionamiento.
Es esta "peculiaridad específica tan bienvenida
para el capitalismo" (p. 732) la que es desarrollada por la
burocracia.
"en tanto mayor grado cuando más se deshumaniza,
cuanto más completamente alcanza…. la eliminación
del amor, del odio y de todos los elementos sensibles puramente
personales, de todos los elementos irracionales que se sustraen
al cálculo". (p.732)
El control restrictivo contiene en sí mismo un
aspecto funcional que implícitamente hace depende a la
organización burocrática de la orientación
que la "capa dominante" le imprime a la sociedad
industrial.
Asimismo, plantea como necesidad técnica el
indiscutible sometimiento sumiso[9]de los
funcionarios a la disciplina domesticadora inmanente al modo de
organización que nos ocupa.
En razón de lo anterior, para Weber los puestos
de mando de la organización burocrática se
encuentran rígidamente estratificados en correspondencia
funcional con los niveles de jerarquía administrativa
monocráticamente dispuestos, de forma tal que la "marcha
incesante" de su propia racionalidad, únicamente puede ser
movida o detenida por la "autoridad superior" que es la que le
prescribe la ruta determina (p. 741).
Estaturariamente, se traduce en la imposición de
una constelación de "deberes oficiales" (p. 716) que
obligan a los funcionarios de "arriba" y de "abajo" a rendir,
dentro de su labor habitual, obediencia ciega a la autoridad
jerárquicamente superior, subordinarse totalmente a las
normas y reglamentos fijos (p. 742), maximizar la eficiencia y la
productividad, y permanecer lealmente al servicio de las "tareas
objetivas" para las que fueron nombrados (pp.719, 753,
776).
La creación de "las competencias especiales" dan
vigencia a las "ordenes concretas" emanadas de los poderes de
mando (p. 792), garantizan su estricto acatamiento y delimitan el
alcance y contenido de la "fidelidad objetiva" al cargo
(p.776).
Finalmente, en virtud de la "razón
administrativa" todos los poderes de mando son ocupados
indefectiblemente por el prototipo del calculista puro, por el
"especialista, rigurosamente, objetivo y tanto menos interesado
en las cosas propiamente humanas cuanto más complicada sea
la civilización en referencia" (p. 732).
Estos, gracias a las "atribuciones oficiales fijas" que
les son abstractamente conferidas por el estatuto para el
ejercicio del control restrictivo, concentran en sus manos los
medios de coacción administrativa, material,
física, sabrada o de cualquier otra índole (pp.
717, 736, 737).
En este enfoque, para la organización
burocrática existe un único procedimiento normativo
que asegura la permanencia de los "de abajo" severamente
subordinados "al interés común de los funcionarios"
(p. 741), y sin opción de independencia frente a los "de
arriba" (p. 720): es el nombramiento tecnocrático y
formalista de personas con aptitudes y destrezas profesionales
bien determinadas (p.717) por parte de una autoridad superior
competente (p. 720).
Así lo afirma Weber:
"El funcionario no elegido, sino designado por un jefe,
desempeña su función con más exactitud desde
el punto de vista técnico, pues en las misma
circunstancias, los puntos de vista puramente profesionales y las
aptitudes técnicas determinan con mayor probabilidad su
elección y su carrera" (p. 720).
La objetividad de este tipo de procedimiento garantiza
la sumisión técnica y económicamente
necesaria a la disciplina del trabajo asalariado, y permite
exigir "un deber específico de
fidelidad"[10] (p.719) absoluta del puesto, a
cambio de lo cual los empleados reciben "la garantía de
una existencia asegurada" (p. 719), la "perpetuidad al cargo"
(p.721) y, por supuesto, la amputación de sus capacidades
mentales y afectivas.
"Perpetuidad al cargo" es la garantía
jurídica o de hecho que tiene por "finalidad principal
ofrecer una seguridad con vistas al cumplimiento objetivo y
exento de toda consideración personal del deber
específico impuesto por el correspondiente cargo" (pp.
721-722). No significa un "derecho de posesión" puesto que
un derecho tal es irreconciliable con la relación
salarial; por lo demás, trabaría "las posibilidades
de carrera de los candidatos afanosos" y "la provisión de
vacantes de acuerdo con las consideraciones de utilidad
técnica" (p. 722).
En una administración severamente
burocrática nos dice Weber se optimizan las posibilidades
de realización del principio de la división
técnica del trabajo, "según puntos de vista
objetivos, distribuyendo los trabajos especiales entre
funcionarios especializados…que se van adiestrando con la
práctica constante" (pp. 731-732)
En realidad, dicho principio es el fundamento mismo de
la única que postula el modo de organización
burocrática del trabajo alienado: la monolítica
unidad de mando del poder autocrático y
tecnocrático sustentado en el uso de las innovaciones
tecnológicas compatibles con su supervivencia
estamental.
Para su mantenimiento incólume la disciplina del
control restrictivo exige de principio, la separación
tajante entre vida privada y actividad oficial, entre patrimonio
público y privado, entre atribuciones públicas y
privadas[11](pp. 726, 784).
En otras palabras, al interior de la empresa
burocrática, se naturaliza la separación artificial
entre las fuerzas del trabajo intelectual y las del trabajo
manual, con lo cuál el trabajador queda sin
solución de continuidad, automáticamente excluido
del control sobre los procesos de la producción, y
separado radicalmente tanto del producto de su trabajo como del
uso que se le da a éste.
Asimismo, se legitiman las supuestas bondades de una
singular "especialización" que, asentada en el
desmembramiento extremo de las tareas impuestas a cada dominado,
lejos de capacitar descalifica a la fuerza de trabajo manual e
intelectual.
El refrán popular que dice "zapatero a tus
zapatos" expresa con nitidez la crudeza del pensamiento
burocrático; viendo en el hombre la plenitud de una
tuerca, le asigna "cometidos especializados" (p. 741) que lo
asilan en el desempeño rutinario de tareas tan
minuciosamente detalladas que lo relevan de su práctica
reflexiva y transfieren, por la vía de la
expropiación, su mente y su alma a la dirección
burocrática de la moderna empresa pública y
privada.
En el análisis weberiano, la racionalidad
burocrática supone que el burócrata aspira a un
estilo de "vida estamental" y a la posesión de un
"estatuto de funcionarios que, con la seguridad material en la
vejez, aumenta las garantías (jurídicas) contra la
privación arbitraria del cargo" (p.722)
El cumplimiento cabal del "código de honor"
correspondiente y la adscripción a la "convenciones
sociales"[12] (28) establecidas confieren, ante
"los ojos de la capa dominante" (p.722) un "rango social" y una
"estima convencional" que inducen en el dominado la creencia
ilusoria de que cuanto más rigurosa es su
subordinación al poder de la enérgica
dirección de la moderna empresa burocrática
pública o privada, tanto mejor queda garantizada la
satisfacción de sus aspiraciones (p.722) y gratificado "su
sentimiento de dignidad personal (p.726).
Es esta compatibilidad entre la "sólida
conciencia estamental" del funcionamiento con su " voluntad de
subordinación completa a los jefes" (p.726, lo que
determina su domesticación, es decir, su "
incorporación en las condiciones objetivas, dada de una
vez para siempre, del mecanismo fundado en la disciplina" (p.
726) del control restrictivo.
Del funcionamiento de este circuito completo depende la
transmutación del principio de la razón inerte en
principio de eficiencia al servicio automático de la
supervivencia de la estructura de dominación. El control
restrictivo aparece entonces como la inercia misma del sistema
burocrático que lo lleva a la rutinización y, por
tanto, a su integración total.
Esta es la razón por la cual la estructura
autoritaria de la organización burocrática
encuentra su apoyo leal según Weber, en la obediencia
ciega a normas fijas y reglamentos obligatorios por parte de los
que quedan sometidos unidimencionalmente a su poder (pp. 753 y
775), y por la cual "el funcionario profesional está
encadenado a su labor con toda su existencia material e ideal."
(p.741).
Finalmente, diremos, parafraseando a Sartre, esta es la
razón por la cual el hombre deja de ser el hijo del hombre
para degradarse en producto de su propio
producto[13]
Autor:
César A. Barrantes A.
Luisa Bethencourt G.
(1982), tercer capítulo del texto, La
Galería de Arte Nacional. Una experiencia de
planificación estratégica, Consejo Nacional de
la Cultura, Galería de Arte Nacional, Caracas.
[1] Sobre la burocracia como arena
política ver Oscar Oszlak, “Políticas
Públicas y Regímenes a partir de algunas
experiencias latinoamericanas”, Ediciones CEDES. Vol. 3 N
º 2, 1980. Buenos Aires.
[2] Para una conceptualización
apropiada para nuestros fines ver Michel Foucault. Historie de
la sexualité. La volonté de savoir. Gallimard,
París, 1976. Pp. 121 a 128 (hay traducción al
español por siglo XXI). Asimismo, del mismo autor, Un
diálogo sobre el Poder, Alianza Editorial, Madrid, 1981,
Pp.81 a 83.
[3] Cfr. Henri Lefebvre. Manifiesto
Diferencialista, Editorial Siglo XXI México, 1971.
[4] André Gorz. Crítica de la
División del Trabajo. Editorial Laia, Barcelona, 1977.
P. 11.
[5] Cfr. William Ouchi. La Teoría Z,
Fondo Educativo Interamericano Colombia, 1981. Para un intento
de “venezolanización” en la industria
petrolera, ver Liliana Romo Gallegos. “Maraven
está creando círculos de calidad”, El
Diario Económico, Caracas, 9 de septiembre de 1983, p.
10. Para un tratamiento metódico y crítico de la
teoría administrativa, ver Bernardo Kliksberg. El
pensamiento organizativo de taylorismo a la teoría de la
organización (2 tomos), Paidós, Buenos Aires,
(varias ediciones).
[6] Max Weber. Economía y Sociedad.
FCE., México, 1974, tomo 2, pp. 106-810. En este
acápite las comillas indican las palabras textuales de
Weber y los paréntesis con una p. y tres dígitos
indican la página correspondiente. Para una
crítica, ver Bernardo Kliksberg y otros, Cuestionario en
Administración; Paidós, Buenos Aires, varias
ediciones. También, Herbert Marcuse,
Industrialización y Capitalismo, capítulo
“La sociedad Opresora”, Editorial Tiempo Nuevo,
Caracas, 1970, pp. 11-36.
[7] “ Si las leyes de las naciones
pueden tener como las de la naturaleza, una inflexibilidad que
jamás fuerza humana alguna pueda vencer, la dependencia
de los hombres se volverá entones la de las
cosas”. J. J. Rousseau, Emilio, Editorial Costa Rica, San
José, 1979. P. 26.
[8] Citado por Eugene Kamenka y otros, La
Burocracia. Trayectoria de un concepto, FCE, Breviarios,
México, 1981, p.125.
[9] “Es una convención vana y
contradictoria estipular por un lado una autoridad absoluta y
por otro una obediencia sin límites”. J. J.
Rousseau, Del contrato social, Alianza Editorial, Madrid, 1980,
pág. 16.
[10] “Ceder a la fuerza es un acto de
necesidad, no de voluntad; es todo lo más un acto de
prudencia. ¿En qué sentido podrá ser un
deber?….Yo hago contigo un convenio enteramente en perjuicio
tuyo y enteramente en beneficio mío, que yo
observaré mientras me plazca, y que tú
observarás mientras me plazca“. J. J. Rousseau.
Op. Cit. pp. 13 y 22.
[11] “los charlatanes del Japón
despedazan, según dicen, a un niño a la vista de
los espectadores, y luego, arrojando todos sus miembros uno
tras otro al aire, hacen que vuelva a caer el niño vivo
y totalmente entero. Así son más o menos los
juegos de manos de nuestros políticos; después de
haber desmembrado el cuerpo social mediante una
prestidigitación digna de feria, vuelven a juntar las
piezas no se sabe como”. J. J. Rousseau, Op. Cit. P.
32.
[12] “Puesto que ningún hombre
tiene una autoridad natural sobre su semejante, y puesto que la
fuerza no produce ningún derecho, quedan, pues, las
convenciones como base de toda autoridad legítima entre
los hombre” J. J. Rousseau, Op. Cit. Pp.14-15.
[13] Simone de Beauvoir, La ceremonia del
adiós, Editorial EDHASA, Barcelona, 1982, p. 24.