Las piruetas de la vida – Monografias.com
Las piruetas de la vida
El destino. Mi destino, tu
destino,nuestro destino, el plan de vida.
¿El Dios justo o el Dios
injusto?
Pregunta del amigo de
Cristo
Gabriele, hoy te voy a plantear una pregunta inusual.
¿Crees en el horóscopo, o sea, en la
astrología? Cada vez que abro una revista encuentro dentro
un horóscopo. De vez en cuando leo lo que los astros me
quieren decir hoy y a veces pienso que algunas cosas que leo en
ese momento podrían ocurrir; pero casi siempre está
dicho de forma tan general que podría valer también
para cualquier otra persona. ¿Tu te ocupas algo de la
astrología?, ¿crees en ella?
Respuesta del profeta:
En un sentido amplio sí creo en la
astrología clásica, pero no en el horóscopo
que se puede encontrar en muchas revistas. La astrología
se dedica a estudiar los fundamentos de la vida humana, el camino
de la vida, los acontecimientos y destinos que resultan del
minuto en que uno nace y por tanto de las constelaciones
planetarias.
Según estoy informada, la astrología se
ocupa no obstante sólo de los planetas de nuestro sistema
solar al que pertenece nuestro planeta Tierra.
La voz del corazón no habla de la
astrología, o sólo en un contexto muy amplio, entre
otras cosas, de los planetas de nuestro sistema solar material.
Ella se refiere a la parte del ser puro que todo lo abarca y a
las cuestiones del alma cargada; habla de los planetas de la
existencia pura, de las constelaciones planetarias de los planos
de purificación y de todo el cosmos material, de la
relación entre estos universos, el alma y el hombre.
También explica que cada alma que va a convertirse en
hombre, trae consigo su plan de vida para reconocer en él
los pasos de aprendizaje espiritual durante su existencia como
hombre en la Tierra. Estas son sus tareas que siendo hombre
debería superar en este ciclo de vida terrenal. La voz del
corazón aclara también que cada hombre que se
encuentra en la escuela de la vida en la Tierra, la
debería concluir etapa por etapa con éxito
espiritual. Del Espíritu Divino también sabemos que
cada hombre posee el libre albedrío de decidirse a favor
de lo bueno, de lo menos bueno o de lo malo, y que nuestro ser
puro, lo más interno de nuestra alma, proviene de la
existencia eterna, es decir, de lo bueno, que es la ley de la
vida eterna. La ley de la vida es el amor a Dios y al
prójimo, el ser feliz, el estar sano, el ser libre, el ser
pacífico, la armonía, el vivir los unos con y a
favor de los otros y al fin y al cabo, visto de forma global, el
bien común, el bien para todos. De ahí resulta que
todos los hombres son portadores de la herencia del infinito, ya
que en todos está lo divino. La ley divina eterna del amor
a Dios y al prójimo, de la libertad y la vida eterna en la
gloria de Dios constituyen el cuerpo divino de cada alma. La
libertad conlleva también la responsabilidad de nuestro
comportamiento que se compone de nuestra forma de sentir,
percibir, pensar, hablar y actuar.
Por lo tanto, nosotros mismos somos responsables de
nuestra vida, lo que significa que si actuamos bien, menos bien o
mal, emitimos unas energías determinadas. De acuerdo con
el principio de que lo que sentimos, percibimos, pensamos,
hablamos y hacemos, nuestras pasiones y añoranzas, vuelve
de nuevo a nosotros, parecido al eco que lanzamos a la
montaña y nos contesta de forma correspondiente,
recibiremos lo mismo o algo similar. Esto es la ley de la
atracción, denominada también la ley de causa y
efecto o la ley de siembra y cosecha que dice "lo que el hombre
siembra, cosechará".
De la responsabilidad por nosotros mismos que hemos
recibido de Dios, nuestro Padre, como seres independientes y
maduros, herederos del infinito, resulta también el libre
albedrío que Dios nos ha dejado también a nosotros
los hombres. De acuerdo con el principio de la ley del reino de
Dios de que todo pertenece a todos los seres puros, cada ser
espiritual es también responsable del infinito, de la
existencia eterna. Dado que somos portadores de la ley eterna de
la libertad y así herederos de la existencia pura, la
libertad es un hecho irrevocable. Por ello nosotros como hombres
tenemos también la responsabilidad por nuestro
comportamiento, también por el comportamiento
egoísta que resulta de nuestro mundo de deseos y pasiones,
y que a su vez tiene su punto de partida en nuestra manera de
sentir, percibir, pensar, hablar y actuar.
Al coincidir varias o muchas infracciones similares
contra nuestra herencia divina de la libertad, cuyo principio
supremo es el amor a Dios y al prójimo, se va construyendo
nuestro destino según la ley de siembra y cosecha. No es
nuestro prójimo el que manda lo que nos pasa, no es
él el que nos transmite algo que no nos pertenece, sino
que todo lo que nos pasa es la consecuencia directa de lo que
hemos introducido en nuestra alma, en el cosmos material, y
también en los astros de los planos de
purificación, donde vivirá el alma después
de la muerte del cuerpo físico. Por lo tanto, cada hombre
está en comunicación con sus propias emisiones o
grabaciones, con las constelaciones planetarias correspondientes
al volumen de sus frecuencias. Si un alma va a encarnarse
saliendo de su contexto causal en los planos de
purificación, que es su hábitat actual, entonces en
los diferentes planetas, que se juntan en constelaciones
planetarias especiales condensadas, y que van a un punto
culminante, se activan las grabaciones de su vida terrenal
anterior que constituyen el camino del alma a la
encarnación. En el alma que inicia una nueva vida terrenal
empiezan a activarse paso a paso estas grabaciones que son
energías. Esto constituye entonces la cadena causal del
alma y en lo sucesivo del hombre en el cual se ha
encarnado.
En todo el universo no existen casualidades. Una vez que
el camino de la vida, que es la cadena causal de un alma, se haya
activado, también dos seres humanos, una mujer y un
hombre, que están involucrados en la cadena causal de este
alma preparada para encarnar, se encuentran en la Tierra; en
ellos se activan de la misma manera aspectos parecidos de sus
grabaciones. Entonces el hombre engendra un hijo y la mujer lo da
a luz. Así se puede afirmar que ya desde el momento de
haberse anidado el óvulo fecundado en la matriz de la
mujer empieza a activarse el plan de vida del alma que quiere
encarnarse; es decir, se pone en marcha a nivel energético
y conforma la forma de vida que está
desarrollándose. El plan de vida del alma que va llegando
contiene también el plan de construcción de su
cuerpo terrenal.
El amigo de Cristo
Una pregunta: Si la fecundación y el anidamiento
de un óvulo en la matriz de una mujer tienen que ver con
un alma dispuesta a encarnarse, cuando estos dos seres humanos
están conectados a la cadena causal de este alma y
ésta a su vez los que van a ser sus padres,
¿qué ocurre entonces si estos abortan?
Respuesta del profeta:
Entonces estos dos seres humanos no solamente irrumpen
en su propio plan de vida, de lo cual puede resultar para ellos
una nueva ramificación kármica para una o
más encarnaciones, sino que también impiden que un
alma que está conectada a sus cadenas de
comunicación pueda cumplir su plan de vida. De ahí
surgirá -sobre todo para los padres que estaban previstos
y que abortan- una nueva cadena causal que va a conducirlos
según las circunstancias a otra encarnación, en la
cual estas grabaciones pecaminosas se fusionarán en un
punto culminante formando un complejo de culpas que
volverá a ellos como un golpe de destino. Es decir, el
destino de ambos conlleva como efecto lo que han causado en
encarnaciones previas. Sin embargo, antes de que sus grabaciones
caigan sobre ellos fortuitamente, la misericordia de Dios les da
señales que a su vez naturalmente corresponden al plan de
vida que han traído, es decir, que son aspectos de su
destino. Lo que cada uno hace de ello, lo determina otra vez
él mismo mediante la ley del libre
albedrío.
Cada día recibimos señales avisadoras que
proceden de nuestro plan de vida. No existen las casualidades,
sino que todo con lo que nos encontramos, por ejemplo hacia
dónde va nuestra mirada, está en conexión
con nuestro plan de vida, de otra manera no podría
sucedernos. Todo, cada acontecimiento, cada situación que
nos irrita, tiene algo que decirnos personalmente. También
el momento que nos estimula a reflexionar, nos permite que
según las circunstancias escuchemos esto o lo otro de
forma que podamos reconocer de ello algunos aspectos de nuestro
plan de vida. Este impulso de la energía de nuestro
día puede actuar también a través del
funcionamiento del resto de las funciones de percepción
como oler, degustar, o palpar, para que podamos reconocer de lo
que nos estimula, de lo que pensamos y decimos a
continuación y cómo actuamos, aquellos aspectos que
hay por purificar en ese día, es decir, para dar los pasos
de aprendizaje antes de que recaiga el destino sobre
nosotros.
Como todo lo que nos sucede en nuestro caminar por la
vida son impulsos surgidos de nuestro plan de vida, cada hora,
incluso cada minuto nos exige vivir conscientemente, para captar
estos impulsos, estas energías que nos muestran lo que
hemos de cambiar. Si aprendemos de ello y en adelante nos
comportamos tal y como Dios nos lo ha ofrecido en los Diez
mandamientos y Jesús en el Sermón de la
Montaña, entonces disolvemos poco a poco nuestro
comportamiento erróneo que hemos traído. Con la
fuerza de Cristo en nosotros éste se va transformando en
vida espiritual, en libertad y en amor a Dios y al
prójimo. Así habremos conseguido una
maestría en nuestro camino terrenal y hemos cumplido
nuestro plan de vida.
Nos sucederá sólo lo que está
activo en nuestro plan de vida. Sean situaciónes,
problemas, destinos, o personas agradables y desagradables,
nosotros mismos y nadie más (y mucho menos Dios) somos los
que predestinamos todo. Todo ello no son otra cosa que tareas de
aprendizaje que nos hemos dado a nosotros mismos para
resolverlas, para seguir el camino hacia nuestro origen que es
divino y que significa ser libre, la libertad misma.
La mayoría de los hombres pasan su vida
irreflexiva y despreocupadamente, aunque todos sepan que la vida
terrenal es un caminar "por la vida", pues un día le llega
a cada uno la hora de la muerte. Muy pocos reflexionan sobre lo
que pasará después de su vida terrenal, en el
momento en que han acabado su caminar por la vida y han pasado
por el portal de la muerte. Es indudable que cada cual vive su
propia muerte y no la de otro. Así también cada
cual vive su propia vida. En esta existencia terrenal
experimentamos una parte de lo que en existencias previas hemos
grabado, es decir, sembrado, y no hemos purificado. Nuestro plan
personal de vida está formado por partes del pro y contra
de nuestras vidas anteriores, está registrado en los
astros del cosmos material y en los del cosmos de materia sutil
de los planos de purificación; por lo tanto no está
relacionado únicamente con los planetas de nuestro sistema
solar.
Raramente nos planteamos la pregunta: ¿por
qué el fin de mi vida transcurrirá de forma
diferente al de todas las demás personas? Más de
uno dirá: "muerto es muerto". Pero ¿por qué
la muerte tiene diferentes señales para cada hombre?
¿Quién puede afirmar que la muerte es la muerte, el
final? Ninguno de nosotros puede demostrar que la muerte es el
final de la vida, ni tampoco nadie puede probar que cada uno de
los muchos miles de millones de hombres antes de morir tiene
pensamientos diferentes. Pero cada uno puede experimentar que la
vida terrenal de cada ser humano transcurre de manera diferente,
ya que en la Tierra no hay dos personas cuyos sentimientos,
sensaciones, pensamientos, palabras y actos coincidan
completamente. Una respuesta superficial podría ser: Somos
individuos que hemos sido marcados por las aptitudes y por la
educación. Los individuos tienen precisamente sus
costumbres y modos de vida individuales y específicos.
Además cada uno tiene su masa hereditaria anclada en los
genes, que se activa en un momento no previsible que el hombre
tampoco puede determinar.
El amigo de Cristo:
Todo esto puede ser cierto, Pero ¿quién
nos ha transferido la masa hereditaria? Dices que todos
procedemos de la existencia pura, de Dios, y que nos hemos
cargado. Por lo tanto, por lo menos algunas partes de esta masa
hereditaria son cargas. ¿Cómo han llegado a
nuestros genes?
Respuesta del profeta:
Naturalmente podríamos seguir especulando y
argumentando intelectualmente y decir: Nosotros los hombres
tenemos una larga cadena genealógica. Sea tan larga como
fuere, tiene que haber sido implantada en algún momento en
el hombre por alguien que ha intervenido en la
determinación de la línea de nuestra vida, de las
sustancias hereditarias. Nosotros los hombres buscamos siempre un
culpable. Muy raras veces decimos: "Es mi culpa". En este caso
podríamos echar la culpa por ejemplo a Adán y Eva.
Sin embargo, si observamos a la humanidad actual
tendríamos que defender a Adán y Eva, porque es
imposible que Adán y Eva tengan la culpa de todo este
engendro diabólico de la humanidad, como es el abuso de
seres humanos, abuso de niños, abortos, violencia,
tráfico de drogas y toda la miseria en el mundo de la
droga, fraude y corrupción por todas partes, divorcios,
mutilación de plantas y animales por medio de cultivos,
cruzamientos, manipulación genética,
vivisección, contaminación de las aguas,
destrucción de la atmósfera terrestre, y muchas,
muchas más cosas. Nosotros somos los
malhechores.
Se dice que provenimos del mono. ¿No
tendríamos que proteger entonces también a estas
formas de vida superiores? Si se controlara su material
genético, seguramente no se encontraría en
él lo inferior humano, lo egoísta y el afán
destructor de la vida.
Cuando hablamos de la destrucción de la
atmósfera terrestre o de la contaminación de las
aguas, nadie dirá que la culpa la tienen los
"extraterrestres". En este punto sí aceptamos la ley de
causa y efecto. Si alguien dijese que el autor de un abuso a un
menor no es culpable sino otra persona ajena, nos
echaríamos las manos a la cabeza y diríamos "que no
se puede condenar a un inocente habiendo ya localizado al autor".
Sin embargo, cuando se trata de nuestras propias culpas, de las
cadenas de cargas personales que se componen de nuestra manera
egoísta y desconsiderada de sentir, percibir, pensar,
hablar y actuar, así como de nuestros deseos y ansias
perversos, de lo cual van resultando los planes para nuestras
sucesivas encarnaciones, muchos gritan diciendo: "¡Esto no
puede ser!". O sea que cuando se trata de nosotros mismos somos
ilógicos. ¿Por qué?
Porque no queremos admitir que somos realmente tal y
como somos. Queremos aparentar ser de otra manera a lo que
corresponde actualmente nuestro carácter. En base a la ley
del libre albedrío cada uno ha forjado su propia cadena de
cargas, de la cual resulta el plan de vida para sus vidas
terrenales. El que conozca algo sobre estas intercomunicaciones
causales puede decir con razón que ayer fuimos lo que hoy
somos.
Cada ser humano está marcado por lo que le
sucede, tanto en el aspecto positivo como en el negativo. Lo que
hoy es y lo que hoy se encuentra en su camino de la vida, lo
originó en el "ayer". El "ayer" significa las
encarnaciones previas. Cada uno de nosotros se encuentra en la
Tierra como en una escuela para aprender de lo que la vida le
muestra. Esto significa que estamos ahora otra vez en la Tierra
para aprender de nuestros errores pasados, de lo que
todavía no ha sido purificado por nosotros, de lo que no
hemos sacado todavía las enseñanzas para nuestra
vida. Deberíamos tomar consciencia una y otra vez de que
sólo nos puede suceder lo que está ya presente en
nuestro plan de vida. Se trata siempre de cosas que no hemos
aprendido en nuestras encarnaciones anteriores o como almas en
los planos de purificación.
Cada paso de aprendizaje que nos saca fuera del enredo
causal en que nos hemos metido, nos acerca un paso más
hacia la libertad. En la medida en que nos liberamos de nuestras
cargas del alma, transformando con la ayuda del Cristo de Dios,
nuestro Redentor, los programas pecaminosos, es decir, negativos,
y no volviendo a caer en ellos, tanto más nos acercaremos
a la libertad. Así se nos presentarán
también cada vez menos lecciones para aprender, porque nos
hemos acercado más a nuestra herencia divina, al amor a
Dios y al prójimo, a la pureza, la libertad y la
justicia.
Pregunta del amigo de Cristo:
Si existe ese plan de vida o plan de construcción
para nuestra existencia terrenal, tampoco existen las
casualidades. Casualidad significa: a mí me sucede algo
por azar. La mayoría de las veces creemos que los sucesos
nos vienen desde fuera, causados por otros que nos quieren mal.
Pero ahora escuchamos que todo lo que nos sucede o con lo que nos
encontramos no es otra cosa que nuestras propias emisiones
positivas o negativas de acuerdo con nuestro plan de vida. Mi
pregunta es: ¿Cómo vuelven nuestras emisiones
positivas y negativas a nosotros? ¿Quién establece
este plan de vida?
Respuesta del profeta:
Muchas cosas nos suceden y sin embargo no vienen de
fuera; los causantes no son las demás personas sino que
solamente nos sucede aquello que en vidas anteriores ya
habíamos grabado en los astros, en la computadora
cósmica, y de lo que hemos de reconocer y purificar en
esta vida terrenal la parte que pertenece al plan de vida de la
existencia actual en la Tierra. Esto significa que la
irradiación de aquellos planetas que llevan una parte
determinada de nuestras causas, que se ha activado o que
está a punto de activarse, nos conduce a la
encarnación. Por lo tanto nosotros, siendo almas, traemos
a la existencia terrenal el plan de vida activado, en el cual
también está contenido el plan de
construcción de nuestro cuerpo.
Has preguntado de qué manera vuelven a nosotros
nuestras grabaciones positivas y negativas y quién
establece nuestro plan de vida. Según las leyes
cósmicas, los universos de la existencia pura, el cosmos
de los planos de purificación y el cosmos material
están en constante movimiento. Tanto los planos de
purificación y el cosmos material como las almas y los
hombres están entre sí constantemente en
comunicación. Cada alma está en comunicación
con sus grabaciones.
En las órbitas rítmicas de los astros se
activan en los distintos planetas de los planos de
purificación las grabaciones, es decir, impulsos que
actúan como emisoras. Estos conectan inmediatamente con
las grabaciones de igual vibración en el receptor
correspondiente. La energía activa, la radiación
específica que proviene en ese momento de algún
planeta de otras esferas, encuentra de forma precisa a su
receptor, -no a alguno que quizá tenga una
vibración igual o similar-, encuentra exactamente a
aquél del que proceden las grabaciones, porque éste
está en comunicación con todas ellas. Así se
producen fuentes de radiación activas, emisores de
impulsos energéticos, que actúan durante tanto
tiempo como algunos planetas vayan formando las constelaciones
correspondientes que anuncian un destino o propician el camino
para un determinado destino. Estas energías activas
constituyen También el plan de vida para el alma que
emprende su camino a la nueva encarnación conducida por
estas vías de radiación. El camino de vida, el
fluido energético que acompaña al alma a su
encarnación, es idéntico en su volumen vibracional
al plan de vida del alma en el hombre.
Por lo tanto, el plan de vida viene a SER establecido
por la órbita rítmica de los astros y al fin y al
cabo también por el alma en los planos de
purificación a la que se presentan en imágenes
situaciones determinadas, -ya que la vida de las almas transcurre
en imágenes-, que ella ha grabado con las faltas que
cometió cuando fue hombre. De ahí el alma reconoce
un ciclo de expiación que a su vez la conduce a la
encarnación, por un lado si lo desea, y por otro, si ha de
enmendar muchas cosas en la Tierra, también junto con sus
semejantes. Algo análogo es válido también
para un alma luminosa que tiene una misión divina.
También esta alma tiene su plan de tareas para esta Tierra
que se activa tan pronto como lo previsto entra en acción.
Entonces también esta alma va a la encarnación. Su
camino de vida constituye en esta Tierra un plan de tareas para
Dios.
Por lo tanto somos nosotros mismos los responsables por
nuestra vida en la Tierra. Lo que sembremos también lo
cosecharemos. Si nos comportamos de forma insensata actuando
contra nuestra herencia divina, la ley del amor a Dios y al
prójimo y la libertad, tendremos que soportar
también lo que resulta de ello. Es decir, el destino de
cada uno es su propio destino. Este se compone de todo su sentir,
percibir, pensar, hablar, querer y hacer individual. No se graba
el mero pensamiento o la palabra "adornada" sino los contenidos.
Todo lo que introducimos en nuestros sentimientos, sensaciones,
pensamientos, palabras y actos son los elementos que constituyen
nuestro destino. Estos los almacenamos, como ya he explicado, en
nuestra alma y en los astros correspondientes.
Si nuestra alma vuelve a encarnarse, entonces se
acoplará de acuerdo con su plan de vida a su árbol
genealógico, a partir del cual se inicia su nuevo ciclo de
vida con situaciones, problemas, avisos, destinos y encuentros
con personas.
Desde el momento de la fecundación, y así
desde que el óvulo se instala en la matriz, nuestra vida
terrenal la determinamos nosotros mismos y nadie más.
Nosotros fuimos hombres dentro de nuestro árbol
genealógico, el cual también puede trascender a
otros árboles genealógicos si ejercemos influencia
sobre nuestros semejantes involucrándolos así en
nuestra cadena kármica, en el caso de que, obligados por
nosotros, hagan lo que nosotros queremos.
El momento de la primera acción en nuestro plan
de vida no lo podemos percibir. Por eso la astrología
parte del primer minuto del nacimiento, que también es
decisivo para la apertura del abanico de posibilidades de nuestro
plan de vida. Con el primer grito del recién nacido el
alma toma el primer contacto intenso con su cuerpo físico.
En ese momento se conecta al ritmo respiratorio de su nuevo
vestido terrenal que hasta el fallecimiento del cuerpo es
también el ritmo vital. Con el primer grito del
niño el nuevo habitante de la Tierra se separa del cuerpo
de la madre y obtiene así una vida propia, que sin embargo
sigue estando conectada con el padre y la madre a través
de la cadena genealógica.
El amigo de Cristo:
Por lo tanto, nosotros lo determinamos todo y por
consiguiente ya no podemos intervenir en nuestro plan para
cambiarlo, es decir, para eliminar e invalidar aquello que nos
dirige.
Respuesta del profeta:
Eso no es así. La conducción es nuestro
comportamiento erróneo que al fin y al cabo se pone en
contra de nosotros mismos, porque por Dios, partiendo de nuestro
origen, hemos sido creados de forma diferente, esto es sobre la
base de la unidad y libertad, del amor a Dios y al
prójimo. Como seres puros hemos aceptado estas
legitimidades libremente. Y esto sigue siendo válido
así porque somos y seguiremos siendo hijos de Dios. Cada
uno de nosotros actuamos contra nuestra herencia divina, contra
el trascurso irrefutable de las leyes eternas, cuando obramos en
contra de ellas, en contra de nuestra herencia divina, por lo que
estamos actuando en contra de nosotros mismos. Cada día
las diferentes situaciones, todo lo que nos sucede, nos
está colocando ante nosotros mismos, ante un aspecto de
nuestro plan de vida terrenal que está activo, o bien ante
los pecados que hemos ido grabando antaño, o aspectos
positivos en los que hemos sentido la libertad y la
cercanía de Dios. O sea, como ya se ha explicado, nosotros
aprendemos de todas las adversidades y si damos los pasos hacia
la libertad, nos liberaremos disolviendo nuestra cadena causal. O
por otro lado, vamos creando en cada situación que se nos
presenta y que no arreglamos otras grabaciones, es decir,
componentes de un nuevo plan para una o más encarnaciones
futuras o para la cadena astral que significa expiación en
los planos de purificación, en los reinos de las almas, a
las que llegaremos cuando abandonemos nuestro cuerpo
físico. Tal como nos comportamos hoy, así
volveremos a ser mañana. De estos procesos relacionados
entre sí resulta por lo tanto la responsabilidad de cada
uno por su propia vida, la responsabilidad por lo que siente,
percibe, piensa, dice y hace. Esto nos indica que
deberíamos controlar nuestros comportamientos y aprender a
reconocer lo que las situaciones del día nos quieren
decir. Todo lo que nos empuja a pensar, decir y hacer, nos quiere
comunicar algo. La presión, la necesidad acuciante en
nosotros, procede de los programas contrarios a la ley de Dios,
de las grabaciones activas que nos quieren dirigir en
dirección a nuestro destino. Si sentimos presión o
deseos impetuosos, esto puede ser también un aviso que nos
hace intuir lo que hemos de aprender para disminuir o eliminar a
tiempo nuestros golpes del destino. Los avisos también
pueden presentarse en forma de pequeños acontecimientos o
sucesos que nos ocurren y que tienen relación con nosotros
o con lo que estamos haciendo. Más tarde reconocemos que
hubiera sido mejor no haberlo hecho así. Lo mismo que
caídas o irrupciones mayores o menores en nuestra vida
indican que hemos de aprender algo, es decir, cambiar
algo.
Si no tomamos en serio los avisos, o incluso nos dejamos
llevar cediendo a la presión, al acucio en nosotros, que
procede de nuestro plan de vida y que nos quiere advertir, nos
dejaremos empujar hacia el destino y a los correspondientes
acontecimientos o situaciones de nuestra vida.
El reconocimiento, la introspección y la enmienda
a tiempo hubiesen podido evitar o por lo menos suavizar el golpe
del destino. Sin embargo no hemos aprendido nada de ello. En
consecuencia no nos queda otro remedio que tener que sufrir lo
que en este momento está activo en nuestro plan de vida,
en nuestra cadena kármica, recayendo sobre nosotros. Estos
acontecimientos fatales en nuestra vida no tienen que suceder
inmediatamente a continuación de las necesidades
acuciantes o presiones que sentimos dentro de nosotros.
También es posible que estos sucesos o golpes del destino
tengan lugar en la próxima encarnación o en los
planos de purificación, aunque los avisos nos hayan
advertido ya en esta vida terrenal.
Los avisos anuncian lo que está literalmente
activo en los astros y nuestra alma, pero también en la
cadena genealógica a la que pertenecemos y la cual nos ata
a personas. Los golpes del destino que ya tuvieron sus avisos en
esta vida terrenal pueden llegar a SER activos en la
próxima encarnación según sean las
circunstancias ya en la niñez o en la juventud del SER
humano. La escuela de la vida en la que se encuentran todos los
hombres está organizada de tal manera, que con la ayuda
del Cristo de Dios, nuestro Redentor, el Espíritu del amor
y de la libertad, a podemos aprender a reconocer lo que nos ata y
separa, lo doloroso, a reconocer los pecados y a arrepentirnos de
ellos, a reparar lo cometido y a no volver a hacerlo
más.
El amigo de Cristo:
Muchas veces decimos: Si hubiese hecho caso a los avisos
que me indicaron este u otro destino, yo hubiera actuado de otra
manera. O también: Lo he intuido, pero no hice
caso.
Respuesta del profeta:
Sí, frecuentemente es así porque no
tomamos las riendas de nuestra vida, en nuestras manos, es decir,
porque no vivimos con la necesaria responsabilidad por nosotros
mismos. Cuando tenemos que sufrir un golpe de destino o lo
experimentamos con algún prójimo muy cercano, nos
damos cuenta de ello durante o después del sufrimiento. De
pronto tomamos consciencia de que esto que nos ha sucedido a
nosotros o a nuestro prójimo se había anunciado ya
anteriormente por medio de diferentes indicios. Pero nosotros no
cambiamos a tiempo nada, el destino siguió su
curso.
Pregunta del amigo de Cristo:
A este respecto quisiera hacerte una pregunta: Si sufro
las consecuencias de lo que he causado por no haber observado los
avisos y no haber hecho caso a las indicaciones de la
energía del día, ¿está con esto
borrada esta parte de mi potencial pecaminoso, este aspecto de mi
plan de vida? ¿Se han anulado entonces estas grabaciones
negativas? ¿O me volverá a suceder todo otra vez en
esta o en otras vidas terrenales?
Respuesta del profeta:
Esta pregunta seguramente se la plantearán muchas
personas, pues ¿quién desea vivir cargado por la
fatalidad? Si la fatalidad, es decir, el potencial pecaminoso que
tuvimos que sufrir o sufrimos anulado está expiado depende
únicamente de nuestro comportamiento. Está
definitivamente expiado cuando en nuestro golpe del destino hemos
reconocido cuál es la tarea que nos hemos puesto al fin y
al cabo nosotros mismos a través de nuestras grabaciones
pecaminosas alejadas de Dios. Si en la fatalidad hemos dado
nuestros pasos de aprendizaje, entonces este aspecto del plan de
vida se podría decir que está liquidado y
transformado en energía positiva que entonces va
entablando poco a poco comunicación con el ser eterno, con
nuestra verdadera vida.
Pero si hacemos responsables a nuestro prójimo de
nuestro destino, si acusamos por ello a nuestros semejantes y
nuestros sentimientos, pensamientos, palabras y actos siguen
siendo los mismos, es decir, no hemos aprendido nada de nuestro
destino ni hemos dado los pasos de aprendizaje, entonces puede
que hayamos expiado, o sea, borrado sólo elementos
mínimos de nuestro destino, habiendo añadido sin
embargo muchas más cargas al seguir comportándonos
de forma errónea. No nos hemos reconocido en las
adversidades ni hemos captado los pasos de aprendizaje que
resultaron de ello, es decir, nuestra vida no ha sido encauzada
en un nuevo rumbo. Con esto seguimos elaborando un plan de vida
para nuevas encarnaciones o configuramos una cadena de
expiación que hemos de sufrir como alma en los planos de
purificación.
Pregunta del amigo de Cristo:
¿Es posible, además de lo que mi plan de
vida prevé para esta vida terrenal, poder reconocer y
borrar ya hoy aspectos de las cargas de mi ego que están
grabados en los astros pero que no están activos
todavía?, ¿puedo liberarme por anticipado de cargas
llenas de reveses del destino de otro planes de vida?
Respuesta del profeta:
Sí, esto es posible, pues el amor de Dios y Su
Misericordia están siempre presentes para ayudarnos a
todos nosotros. No en vano Dios nos dio los Diez mandamientos a
través de Moisés; no en vano Jesús, el
Cristo de Dios en vestido terrenal, nos enseñó el
mandamiento principal del amor a Dios y al prójimo; no en
vano habló de la viga en nuestro ojo y de la paja en el
ojo ajeno, y nos regaló el Sermón de la
Montaña que contiene las reglas para toda nuestra vida
terrenal, para el estudiante, el trabajador, la familia, para los
compañeros en el lugar de trabajo, para todas las
situaciones y problemas de la vida cotidiana. El que se orienta
por los mandamientos de Dios y la enseñanza de
Jesús, no tardará mucho en preguntarse una y otra
vez a sí mismo: ¿Puedo pensar, hablar y actuar
así? ¿Corresponde lo que siento, pienso y quiero
hacer o hago a los mandamientos de Dios y la enseñanza de
Jesús? En la vida del hombre cambiarían muchas
cosas para bien, si se planteara a diario estas preguntas con
frecuencia, si comparara su comportamiento con los mandamientos y
a la enseñanza de Jesús para averiguar cuál
es la voluntad de Dios y cuál es la voluntad del hombre;
si él entonces diera preferencia a la voluntad de Dios,
arrepintiéndose de sus aspectos adversos a la ley, -es
decir, lo que está en contra de los mandamientos y de la
enseñanza de Jesús-, pidiendo perdón a su
prójimo, perdonando al que le ha hecho daño,
reparando los actos pecaminosos en tanto sea posible, y no
volviendo a repetir estos pecados ya arrepentidos y
purificados.
Con la ayuda del Cristo de Dios más de uno
podría eliminar de esta manera en el trascurso de pocos
años no solamente algunos aspectos esenciales de su plan
de vida, sino que mediante la purificación diaria
podría establecer el contacto con otras informaciones que
había grabado en los astros y que están a punto de
fusionarse paulatinamente para formar un nuevo camino de
encarnación o de expiación para su alma. Una
persona que obrando en concordancia con la enseñanza de
Jesús aprovecha activamente sus días en la Tierra,
eliminando las piedras del sendero de su vida y transformando por
lo tanto los programas cargados con la ayuda de la fuerza de
Cristo en energías positivas de vida, liberará
más y más. La luz de su alma aumenta y su
consciencia se amplía. Así le es posible emitir y
atraer anticipadamente partes de las secciones de sus
informaciones grabadas, que fusionan para un nuevo camino de
encarnación o expiación. Estas se mostrarán
entonces en sus sensaciones, sentimientos y pensamientos, pero
también aparecerán a través de los cinco
sentidos. Al igual se producirán situaciones y
acontecimientos que le querrán dar indicaciones, y entre
ellos algunos sucesos de los que supuestamente eventualmente
podrá decir con seguridad: "En esta vida ni he pensado ni
he querido hacer algo igual o parecido".
Si a esta persona se le presentan en un momento dado
situaciones difíciles y problemáticas o
también de repente le surgen pensamientos masivos, deseos
fuertes, incluso pasiones, entonces es posible que estos
provengan del plan de esta vida terrenal, pero también
puede ser del potencial de programas e informaciones procedente
de la vía de una nueva encarnación o
expiación que se está formando. El interesado
apenas puede distinguir si el impulso que ha traído el
día proviene de su plan de vida o no. ¿Pero es eso
acaso esencial saberlo para nuestro crecimiento
espiritual?
Lo importante es que tomemos activamente la
responsabilidad por nuestra vida y demos a diario los pasos de
aprendizaje correspondientes.
Nuestra vida está en nuestras manos. Nosotros
determinamos lo que vamos a hacer de ella. Recordemos que el
Espíritu de Dios vive en nosotros, que sabe todas las
cosas y que desea ayudar y apoyarnos de manera que volvamos a
recuperar nuestra verdadera vida, que es la libertad.
El amigo de Cristo:
De lo que has dicho me parece que lo más esencial
es que nos volvamos activos. Esto es la fe activa que el Cristo
de Dios nos enseña en Sus manifestaciones. En el fondo es
muy fácil. Sólo estoy sorprendido de que no lo he
hecho así durante tantos años de mi vida como
cristiano de iglesia. En este sentido dice la Biblia,
especialmente en el Sermón de la Montaña,
cómo hemos de comportarnos en la vida diaria para
acercarnos a Dios, y cómo logramos la paz en nosotros y
con nuestros semejantes. Pero ahora he podido experimentar muchas
veces qué pasa cuando sigo al Nazareno aprovechando de
forma activa los impulsos de mi plan de vida. Es decir: El
corazón se alivia, en lo externo se presentan caminos y
soluciones; la confianza en Dios y en Cristo crece y nace la
esperanza. ¿No hubiera podido hacerlo así ya antes
en mi vida? ¿Por qué no lo hice? ¿Por
qué la mayoría de los cristianos no lo hacen
así? ¿Cuál es la razón de este
comportamiento básicamente pasivo? Ahí debe existir
algún programa erróneo, y quizá se encuentre
ya la respuesta en lo que voy a decir a
continuación.
Cuando tú, Gabriele, hablabas de la libertad,
pensé en las instituciones católica y protestante.
Ahí se lleva discutiendo desde hace siglos sobre la
doctrina de la predestinación que dice en su forma
más consecuente ("duplicada") lo siguiente: Dios ha
elegido en virtud de Su decisión y voluntad eterna a
determinados hombres para la gloria eterna, y a otros los ha
predestinado a la condenación eterna a causa de sus
pecados ya previstos. En su versión más suave
("sencilla") la doctrina dice que Dios ha elegido a determinados
hombres para la gloria eterna y ha previsto, aunque no
predestinado que los otros sean condenados a causa de sus
pecados.
Casi ningún cristiano de hoy sabe que esta
doctrina en su forma más consecuente es no solamente el
resultado de los pensamientos del reformador suizo Juan Calvino
(1509-1564), sino que también Martín Lutero
(1483-1546) pensaba así y que este tema ha ido ocasionando
una y otra vez nuevas reflexiones en la iglesia católica.
Lutero y Calvino se apoyaron en las palabras de Pablo y del padre
de la iglesia Agustín (354-430), quien por su actitud
altamente ortodoxa es altamente estimado por las grandes
instituciones eclesiásticas y también se
basó en Pablo. Pablo a su vez interpretó citas del
llamado "Antiguo Testamento", creyendo poder derivar de ello la
siguiente conclusión: "Por consiguiente, no depende del
querer o del aspirar del hombre, sino de la misericordia de Dios.
Así El tiene misericordia de quien quiere y a quien quiere
le hace obstinado". (Epist. Romanos 9, 16.18)
Respuesta del profeta:
Si entiendo bien lo que has dicho, a pesar de los
esfuerzos de enderezar aquí o allá lo torcido,
permanece invariable la opinión de que los designios del
Eterno dicen que a unos los elige para la gloria eterna y a los
otros los predestina o por lo menos prevé como eternamente
réprobos y condenados.
Qué triste son tales designios, que seguro que no
provienen de Dios, nuestro Padre eterno, ni de Cristo, nuestro
Redentor Más de alguno dirá que estos designios
eternos de Dios se han sacado de la Biblia. El que saca tales
conclusiones de la Biblia no ha revisado su voluntad personal, su
voluntad egocéntrica. Tanto la institución
católica como la protestante se remiten más a Pablo
que a Jesús. En las citas en que Pablo interpreta las
cosas de este modo, se ha equivocado. Que yo sepa, Jesús
no dijo nada de eso.
Estoy sorprendida de lo que las personas que se
denominan cristianas, y que por tanto pretenden conservar y
comunicar las enseñanzas de Jesús de Nazaret
literalmente conforme a Su espíritu, han hecho y hacen de
Su enseñanza simple y sencilla. Se podrían sacar
todavía muchas verdades de la Biblia, -y quizás
todavía más de los Evangelios originales-, si se
acogiesen las palabras con el corazón.
Sin embargo, las palabras de la Biblia han sido y siguen
siendo estiradas y tergiversadas por el intelecto de los
teólogos como una goma elástica, según sus
opiniones humanas. Los administradores de ambas instituciones
eclesiásticas han vuelto a retocar las palabras de la
Biblia que ya Jerónimo había "reformado", para
adaptarlas a su voluntad y atar al pueblo a las
instituciones.
El "pueblo" es el foro para aquellos que quieren ejercer
el poder. ¿Qué sería el poder sin los
objetos sobre los que se practica el poder, – el pueblo
obediente, ignorante, una masa controlable? ¿No son
considerados y utilizados así muchos hombres por esa
institución que se llama cristiana?
Sin embargo, ¿cómo vio el Nazareno a Sus
semejantes y cómo nos ve a nosotros el Padre Eterno? Cada
uno de nosotros es un hijo Suyo, nacido de Su amor eterno. Aunque
nos hayamos ensombrecido y cargado de pecados, pero cada hombre y
cada alma sigue siendo en su interior un el ser
divino.
Como tal retornará de nuevo a la existencia
eterna, pues somos hijos del amor eterno, hijos de Dios que es el
amor, que nunca rechaza ni condena a nadie. Jesús nos
enseñó el retorno de todas las almas cuando dijo
según el sentido: A noventa y nueve justos dejo para
seguir al uno que se ha perdido. Se refirió a una cifra
completa, o sea, a todas las almas.
Pregunta del amigo de Cristo:
Tengo entendido que las instituciones católica y
protestante también afirman que el hombre, o sea el alma
son creados por Dios en el momento de la fecundación del
ser humano.
Respuesta del profeta:
Dios, el Eterno, que es el SER puro, eterno y el amor
perfecto, nunca ha creado a un alma, ni antes ni durante la
fecundación. La palabra "alma" siempre es una
expresión de carga, no importa de qué grado. Dios,
el gran amor, creó seres puros, divinos, de los cuales
algunos se han cargado a causa de la caída, es decir, de
la separación de Dios. En la terminología
espiritual se denominan "almas" a los que se han apartado de
Dios. A las almas o seres espirituales encarnados en un cuerpo
físico en la Tierra se les llama "hombres". Por tanto,
Dios nunca ha creado almas, ni para el Cielo ni para el
infierno.
Repito: Dios creó y crea seres divinos, cuerpos
espirituales puros en la existencia eterna, seres del amor y de
la paz, que viven con El en la unidad y la armonía
absolutas. El que un alma se esfuerce para llegar al Cielo, pero
otra siga cargándose y tenga que sufrir sus reveses del
destino como si fuesen torturas en el infierno, no es la voluntad
de Dios sino el libre albedrío del hombre egoísta
cuyo núcleo más interno es, a pesar de todo, lo
puro, la ley eterna del amor y de la libertad; es la herencia del
ser puro que cada hombre lleva en lo profundo de su alma y que
cada hombre puede volver a recuperar.
El amigo de Cristo:
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