- Acoso escolar
- Falsa amistad
- Machacar a los pobres
- Caza de brujas
- La invasión de las compus
- El tesoro al final del Arco Iris
- El Bosque de las hadas
- La llorona: una leyenda de muerte y de vida
- La Leyenda de la Novia sin Cabeza
- Leyendas de Nayarit
- Una cita arriesgada
- La Muñeca en el Bosque
- La ?Carreta sin Bueyes
Acoso escolar
Zaira notaba como su corazón comenzaba a latir al compas de sus pasos…ahora más rápido…ahora mucho más rápido. Parecía que no era capaz de controlar ni su corazón ni su miedo. No entendía que estaba ocurriendo ni que estaba pasando con su vida. Siempre había sido una niña normal, sin problemas. Y ahora, a sus 15 años, su vida era un caos y lo peor es que no lograba comprender el por qué. No era una chica excesivamente abierta, pero si se podía decir que tenía amigas y sus compañeras de clase hasta hace un año, eran buenas compañeras de clase. La cosa cambió cuando llegó nueva al colegio, Ainoa. Era una niña líder en todos los aspectos. Le gustaba llamar la atención y acaparar todas las miradas por el motivo que fuera. Ainoa llegó al nuevo colegio pisando fuerte, demasiado fuerte….y pronto se hizo la líder de la clase. Por supuesto, era una chica muy lista, y los profesores poco intuían de lo que detrás de esa mirada tierna y dulce se escondía.
Todo comenzó una mañana en la que Zaira estaba en el baño del colegio, y la puerta estaba estropeada, por lo que apoyó el pie para que nadie entrara y poder hacer sus necesidades sin ser vista. Pero…cuándo estaba sentada en la taza del wáter, la puerta se abrió de golpe y móvil en mano estaba allí Ainoa con un grupo numeroso de chicas, que habían entrado en silencio. Zaira, comenzó a subirse su ropa interior y sus pantalones apresuradamente muy nerviosa, pero la escena se estaba grabando con el móvil y las risas ya eran estridentes. Ese fue el comienzo del acoso a Zaira. Las imágenes grabadas fueron de móvil en móvil por todo el colegio. Era el hazme reír de todo el mundo. Pero era solo el comienzo y Zaira estaba muy lejos de saberlo. No contó nada en casa, por miedo a que también se rieran de ella. Y ese fue su gran fallo. Ainoa, sabedora de que Zaira no iba a hacer nada, comenzó a hacerle la vida imposible, era motivo de mofa por cualquier cosa que hiciera. Un día, iba para el colegio y de pronto le aparecieron un montón de chicas. Le hicieron un círculo y la pusieron en el medio. Le dieron vueltas como a una peonza, la empujaron de un lado al otro y de unas manos a otras…Zaira aterrada comenzó a vomitar y las risas y las burlas eran todavía más escandalosas. Cuánto más miedo ella tenía…las otras más se reían y más parecían divertirse. Cuándo se aburrieron, la dejaron tirada en el suelo en el medio de sus vómitos y de sus orines, y se fueron para el colegio, con cara de niñas dulces y buenas, mientras Zaira permanecía tirada en el medio de la acera sin saber qué hacer. Ese episodio por supuesto también fue grabado y fue de móvil en móvil.
Cada día de clase era un sufrimiento y cada día que amanecía era una pesadilla. Zaira no encontraba motivos por los que salir adelante y afrontar el nuevo día. Sus pensamientos eran cada día más negros y sus motivos para seguir adelante eran nulos. Solo veía problemas a los que no encontraba solución, Hiciera lo que hiciera estaría siempre Ainoa amargándole la vida. Hundida y abatida se enfrento de nuevo a su día de clase y fue uno de los peores. La hicieron ir al cuarto de baño y recibió golpes por todas partes entre risas y jolgorios…entre móviles grabando y patadas en el estomago. Era el peor día de su vida. Cuándo se cansaron, la dejaron tirada en el suelo y se retiraron para asistir a clase, no sin antes advertirle que a la más mínima palabra volverían por ella. Pero aunque Zaira se equivoco desde el principio en no contar nada ni a su familia ni en el colegio, un angel blanco se le iba a presentar en su vida y le iba a poner las cosas más fáciles. Se abrió de pronto la puerta del baño y entró una chica, un curso anterior al de ella. La miró con cara de pena y la ayudó a levantarse en silencio. Le arregló la ropa y le dio la mano.
– Me acaba de llegar un video tuyo….te lo grabaron las de tu clase…mi padre es policía. Vamos a llevárselo.
Zaira no quería problemas, pero su nueva y mejor amiga, Sonia, era la que en estos momentos llevaba la voz cantante en su vida y ella necesitaba que alguien la ayuda…que alguien la guiara y le dijera que tenía que hacer, ya que sus pensamientos se estaban convirtiendo en algo muy oscuro y le venían cosas a la cabeza que ella no quería hacer pero no veía otra salida. Pero sí la había. Sonia sabía que lo peor que podía hacer era quedarse callada y tomo las riendas en la vida de Zaira. El video fue visto por el padre de Sonia y ahí empezó el calvario para Ainoa y su pandilla. Fueron expulsadas del colegio, con una orden de alejamiento. No se podían acercar a Zaira. La noticia salió en los periódicos y aunque los nombres no se podían poner por ser menores de edad, todo el mundo sabía quiénes eran las culpables de amargarle la vida. La noticia corrió como la pólvora…en las radios…en la televisión…en el telediario… Zaira, pensaba que gracias a que Sonia se había presentado a tiempo en su vida, podía contar lo ocurrido.
Zaira y Sonia fueron amigas el resto de sus días. Zaira, estudió una carrera volcada en la ayuda al prójimo, pensaba que gracias a su amiga ella ahora era feliz y necesitaba ayudar a los demás igual que habían hecho con ella. Ainoa y su grupo, no se volvieron a acercar a ella. La vida las llevó a todas por diferentes caminos. Zaira puede decir ahora que es feliz y que su felicidad se la debe en una parte muy grande a su amiga, que ese día se presento y le tendió una mano. Ahora con el tiempo, se daba cuenta de su equivocación…tenía que haberlo dicho en casa…a los profesores….ese acoso habría parado. Aprendió la lección y ahora pretendía enseñársela a mucha gente que como ella, pasaban por esa situación.
Falsa amistad
Adela pensaba en la palabra amistad en todo su amplio aspecto. ¿Realmente existe el amor desinteresado….el sacrificio…la unión….?¿eso es la amistad?. Desde luego Adela creía en la amistad. Estaba segura de que tanto con Ana, como con Pilar, existía una relación de amistad que nada ni nadie podía romper. Eran amigas desde la niñez, las tres, aunque podría parecer algo complicado, pues los tríos nunca fueron bien avenidos….eso dice la cultura popular. Sin embargo Adela contaba con sus amigas para todos, tanto cumpleaños, como viajes…como cenas los fines de semana. Los tres matrimonios salían juntos y entre ellos también se había creado un vínculo de unión. Ellos también tenían sus días libres, como ellos lo llamaban, en el que salía a pasear en bicicleta y hacían un montón de quilómetros para después rematarlo con unas cañas. Mientras nosotras disfrutábamos de nuestras charlas y nos contábamos nuestros problemas. Era una amistad perfecta. Todo se daba y se recibía desinteresadamente. Sin pedir nada a cambio. Era querer por querer, sin importar los defectos ni tenerlos en cuánta. Nunca nos llegamos a enfadar seriamente, si discusiones sin importancia que enseguida se solucionaban. Había temas que para nosotros resultaban un tanto complicados de abordar por la diferencia de opiniones, pero jamás llegamos a marcharnos a casa enfadadas las unas con las otras. Lo sabíamos todo, absolutamente todo las unas de las otras….o…..eso creíamos.
Un viernes, Pilar dijo que no podían bajar a cenar ya que no se encontraba muy bien. No pasó nada. Le dijimos si quería que fuéramos allí a cenar y llevábamos nosotros las cosas pero declinó nuestra oferta por dolerle demasiado la cabeza. Salimos los otros dos matrimonios, Ana y su marido y nosotros. Esa semana no supe nada de Pili ya que no hablábamos todos los días ni mucho menos. Pero el siguiente viernes volvieron a faltar a la cena, esta vez con la escusa de que el niño tenía fiebre. A mediados de semana, me pasé por su casa, para comprobar que todo estaba bien. Pili estaba muy nerviosa ante mi presencia y eso me trastocó. No había ocurrido nada entre nosotras. No podía comprender que le estaba pasando, pero ahora si estaba segura de que tenía que ver conmigo. Hablamos mucho toda la tarde y…..lo extraño es que parecía que no había ocurrido nada entre nosotras, pero ella seguía estando intranquila con mi presencia. Le dije que los echábamos de menos los fines de semana, que si todo iba bien…si había pasado algo entre nosotros. Ella muy seria contento que la echaría yo de menos, pero que los demás no creían, que no todo lo que relucía era oro. No entendía nada pero de ahí no había forma de sacarla. En vista del mal rollo que le producía decidí marcharme ante la incredulidad de lo que estaba pasando. Sencillamente Pili no quería hablar, de eso si estaba segura, y de que algo pasaba, algo relacionado conmigo porque mi sola presencia la ponía nerviosa.
Llegué a mi casa nerviosa y preocupada. Llamé a Ana por teléfono y le conté lo que había ocurrido, a lo que ella dijo que no le diera importancia, que ya le pasaría, que le estaba dando demasiada importancia a un hecho aislado, que igual Pili quería una temporada de aislamiento, ya que a lo mejor se había saturado. No, no era la respuesta que yo quería oír de Ana, pues no era así. Tanto la una como la otra me estaban ocultando algo y no sabía que podía ser. Nuestros vínculos de amistad habían sido siempre muy fuertes, estábamos muy unidas tanto para lo bueno como para lo malo y siempre habíamos tenido una comunicación muy fluida entre nosotros. Esto era distinto. Sonó mi móvil con un mensaje y fui a mirarlo. No era el mío, era el de mi marido y ….creo que por curiosidad ante la frase de "no es oro todo lo que reluce"…decidí ir a mirar su móvil.¡Era un mensaje de Ana a mi marido!. Eso sí que ya era raro…Palabras textuales:
– Esto se tiene que acabar, te quiero, pero tú mujer lo va a descubrir. O se lo dices tú o lo hará Pili, creo que lo sabe.
¡¡¡¡¡¡Bonita amistad la nuestra!!!! Lo habíamos compartido todo, hasta mi marido. Fue cruel ver como todo mi entorno se desmoronaba y la palabra amistad desaparecía de mi mundo, al igual que mi marido. Cuando llegó a casa le tenía puesta su ropa en el rellano de la escalera. Nunca más volví a verlo. Sé que se fue a vivir con Ana…bonita amistad la que tenían ellos. De Pili tampoco quise volver a saber nada, hubiera sido mejor ir derecha al grano y que me dijera que pasaba. Había confiado en mis amigas y….¡¡¡¡una se estaba acostando con mi marido!!! Ni seré la primera ni la última persona a la que le ocurra esto, pero….¡¡¡¡¡ojooooo con las amistades!!!!!!!! No es oro todo lo que reluce………….
Machacar a los pobres
Nengué recogía las raíces de los geranios para llevárselos al jefe. Era un trabajo que hacía con sumo cuidado y dedicación. Todas las mañanas, antes de salir el sol, iba a recoger las raíces de los geranios y también del jengibre. Era lo único que África aún conservaba, su naturaleza. Y Bissau, decía que de ella se podían beneficiar muchas personas, ya que del extracto de los geranios, había logrado extraer una pócima para calmar la tos. Y del jengibre, sacaba un líquido que era muy bueno para calmar la piel quemada. Las raíces las etiquetaban y en una libreta, iban poniendo los resultados de los estudios realizados. Tenían una habitación repleta de papeles y de plantas. Pero no tenían nada más. Poco podían hacer con los resultados de sus estudios….o mejor dicho…bastante hacían con las pocas herramientas que poseían para hacer adelantos en cuándo a enfermedades se refiere. Bissau tenía la costumbre de cerrar con llave siempre la puerta donde tenía almacenadas sus recetas, que eran cientos, formulas magistrales y recetas caseras para curar diversas enfermedades. Bissau decía que podían vender las formulas a las grandes farmacéuticas de Europa o América, de países donde fuera más fácil crear medicamentos. A nosotros nos costaba mucho trabajo, porque poseíamos lo imprescindible para vivir. El había conseguido hablar con una de las grandes farmacéuticas a nivel mundial y decirle sus adelantos con diversas raíces de plantas africanas, y quedaron de venir a realizar una visita para que nosotros les mostráramos lo que teníamos.
Los días previos a la visita estábamos muy nerviosos porque sabíamos que de ella dependía el que nosotros pudiéramos vender las patentes de nuestras formulas y con ello conseguir parte de dinero que nos ayudaría mucho en la labor de seguir recolectando raíces y estudiando nuevas formulas y nuevas pomadas…nuevos medicamentos. Nos jugábamos mucho en un país donde solo tenemos lo esencial para vivir, y cualquier extra es recibido con júbilo y alegría.
El día de la visita, aparecieron unos hombres muy bien trajeados a pesar del inmenso calor que hacía. Hablaron con Bissau durante muchas horas. Yo los veía de lejos y ellos solo tenían ojos para él. Escuchaban y anotaban y el día se les quedó muy corto. Decidieron quedarse a dormir con nosotros y les buscamos un lugar donde poder pasar unas noches. Durante días Bissau recorrió con ellos la selva y les enseñó sus descubrimientos realizados con las raíces de las plantas, les mostró los progresos que él solo había realizado y les enseñó la piel de la anciana quemada por agua hirviendo, como había ido mejorando con la pomada que él había logrado hacer. Bissau les enseñó su cuarto secreto y sus formulas…les enseño sus anotaciones y sus raíces. Les mostró todo nuestro esfuerzo. Los hombres anotaban y casi no hablaban. Bissau les dijo que quería venderles la patente de sus últimos descubrimientos. Y con ese dinero poder seguir investigando. Bissou había estudiado medicina y era un hombre culto. Pero decidió volver a África para ayudar a su gente. Estas cosas eran habituales en África. La gente cuándo lograba irse y tener unos estudios, decidía volver para ayudar a los suyos. El pueblo entero le agradecía a Bissau todos sus esfuerzos. El siempre tenía un plato de comida en cualquiera de las casas del poblado. Todos nos ocupábamos de él y de esa forma le agradecíamos su esfuerzo.
Los hombres cedieron marcharse y hablar con sus jefes sobre todo lo que Bissau les había comentado. Quedaron en volver y darle noticias. Esos días Bissau estaba radiante pues pensaba que serían buenas noticias y que por fin podría tener un laboratorio en condiciones. Les vendería la patente a este gran laboratorio. A los pocos días de la visita de los hombres blancos, el cuarto que tan celosamente guardábamos con llave, apareció abierto y las recetas mágicas que se guardaban en carpetas, no estaban. Las carpetas aparecieron por el suelo y todas las hojas se las habían llevado así como las raíces de las plantas y las hojas de las flores con las que con tanto esmero se había logrado hacer pomadas. Bissau entró en un estado de locura. No hablaba y no comía. Decía que le habían robado todos sus estudios la empresa farmacéutica más importante del mundo.
Pasó el tiempo y Bissau y yo decidimos seguir con nuestra labor. De otros poblados nos comentaban que ahora, había hombres blancos recogiendo raíces de plantas por la selva. Un día, apareció en el poblado, un niño, que llevaba días y días andando para poder traernos un periódico. Querían que lo viera Bissau.
Caza de brujas
Siglo XVYrinis recogía sus pocas pertenencias apresuradamente. Desde hacía unos meses era una mujer marcada por su sabiduría, heredada de sus abuelos y bisabuelos. Con las hierbas podía hacer ungüentos para las heridas e incluso pócimas bebibles para curar ciertas enfermedades. En esos tiempos, los médicos solo asistían a los señores feudales y les estaba prohibido revisar a una mujer, por lo que eran las comadronas o improvisadas parteras las que ayudaban en el alumbramiento y proveían de hierbas para evitar nuevos embarazos. Su afán de ayudar a sus vecinos la había hecho muy conocida en su pueblo. Hasta hacía poco era una mujer muy querida por todo el mundo y le estaban muy agradecidos por las numerosas veces que había curado heridas o tratados sus fiebres. Ella salía al campo y sabía que encontraría el remedio para muchos males. Sus abuelos le habían enseñado que el campo está lleno medicinas, solo hay que ir detrás de las que realmente hacen falta para cada situación.Hacía unos días, había acudido a la puerta de su casa, a altas horas de la madrugada, uno de los monjes que habitaban en el monasterio. Venía con un joven que tenía en la pierna una infección. La fuerte fiebre era la que había obligado al monje a acudir con ella a casa de Yrinis, la cual le había dado un brebaje de hierbas calientes y le había hecho un corte para que saliera la infección. La joven, se quedó en casa de Yrinis unos días mientras la curaba y así se enteró de que era la hija del monje. Pero ella era una mujer prudente y no iba a decir nada de lo que la joven había contado en sus delirios con la fiebre. Pero su problema acababa de comenzar. El monje, conocedor de la noticia por su hija, decidió acusarla de brujería, cosa que en esos tiempos no era muy difícil.Krammer, que era como se llamaba el monje, había tenido a su hija fruto de su unión con una mujer que les ayudaba en las tareas del monasterio. Una noche, la había forzado a mantener relaciones con él y fruto de esa unión, había nacido esa niña, a la que tenía también acogida en su morada. Pero nadie sabía nada de lo ocurrido, tan solo la madre y la criatura y si alguien se enteraba, su carrera se vería en peligro, por lo que decidió ir en contra de Yrinis y acusarla de brujería.Yrinis fue encarcelada y a base de torturas llegó a confesar lo que no era, una bruja. La acusaron de pactar con el diablo, y decían que al concluir el pacto, el Diablo marcaba el cuerpo de la bruja y en una inspección detenida se podía permitir la identificación de las hechiceras. Mediante el pacto, Yrinis, se comprometió a rendir culto al diablo a cambio de la adquisición de poderes naturales. Se le acusó de poder volar, sobre palos, animales y demonios con ayuda de ungüentos e incluso se llego a acusarla de transformarse en un lobo. Según Krammer, Yrinis acudía en fechas determinadas a reuniones nocturnas denominadas aquelarres, en donde las orgías sexuales estaban muy presentes y el canibalismo infantil era una práctica que Yrinis realizaba cada vez que acudía a un aquelarre.Pasó de ser una mujer querida y apreciada a ser odiada. Su casa fue pasto de las llamas una mañana fría de invierno, donde sus vecinos se juntaron y decidieron tomarse la justicia por su mano. Le prendieron fuego a todas las pertenencias de Yrinis, en un acto de odio y rabia y después prendieron fuego a su casa. Mientras tanto Yrinis era torturada a diario para que firmara su culpabilidad, cosa que después de varios días torturándola no le costó mucho. Su escasa familia tuvo que huir del pueblo porque si no harían lo mismo con ellos e Yrinis estaba desolada. La iban a matar porque había descubierto los trapos sucios del monje, la estaban acusando de cosas que nunca en su vida había realizado y todo a base de torturas.Yrinis permaneció en la cárcel durante un año, pasando todo tipo de vejaciones y humillaciones. Un 24 de junio, salió de la cárcel metida en un carro con barrotes. La llevaban a la plaza del pueblo. Cuándo se iba acercando a su destino, Yrinis comenzó a rezar en voz alta y la gente que se agolpaba a su alrededor le gritaba y tiraba piedras enfurecida. La mujer ensangrentada seguía rezando, y eso aumentaba el griterío de las personas que estaban a su alrededor, entre ellos vecinos a los que había ayudado e incluso Krammer, se encontraba allí, con otros monjes, y unos pasos detrás de él, su hija con su madre.La gente se había reunido en la plaza para celebrar la muerte de una bruja y se habían puesto sus mejores galas para la ocasión. Estaban exaltados y pletóricos de alegría. Gritaban y festejaban con grandes espavientos la caída del demonio. Ayer, reclamaban su presencia en sus casas, y hoy la iban a asesinar.Yrinis fue bajada del carro y la ataron a un palo que estaba rodeado de paja. Lo último que vio antes de que le prendieran fuego, fue la mirada llorosa de la niña a la que había curado.El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo.Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592) Escritor y filósofo francés.
La invasión de las compus
AMOR A LO NUESTRO
Hace no mucho tiempo, existìa un pueblo donde todos eran felices. Un dìa, un viajero venido de la capital, llegò con un montòn de cajas, anunciando que traìa una gran ganga para los moradores del poblado.
"Computadoras nuevas" dijo el hombre, " Si no tienen computadoras, entonces estàn en la edad de piedra."
Pronto, las abuelitas, niños, adultos, y jòvenes, estaban conectados a la red las 24 horas del dìa, los 365 dìas del año.
Hasta ahì todo estaba bien. Pero, como suele pasar cuando algo se vuelve una obsesiòn, pronto la vida pacìfica y risueña de los pobladores se transformò radicalmente.
La gente ya no le importaba salir de la casa, platicar con los vecinos, o pasear al chucho, porque lo ùnico que querìan era estar frente a la compu todo el tiempo posible. Ahì podìan ver sus programas favoritos, bajar canciones y archivos, platicar con el novio, o pagar las cuentas y consultar el pronòstico del clima.
Pronto, el pueblo pareciò volverse fantasma. Sus calles estaban vacìas la mayor parte del tiempo, y los màs afectados fueron los niños. De pronto, de tanto tiempo de estar encerrados, y sentados sin parpadear, sus ojos se volvieron opacos y rojos, sus cuerpos fofos, como gelatina, y sus caras pàlidas por falta de la luz del sol.
Los doctores, alarmados, pensaron en una epidemia, y recetaron vitaminas, jarabes y comidas especiales para los niños del pueblo. Luego se culpò a la contaminaciòn ambiental, y, como suele pasar, al gobierno. Pero los niños no mejoraban.
Un mañana de primavera, llegò al lugar una familia que venìa del campo, con su hijo Esteban. Era un niño muy diferente a ellos, con la piel bronceada, los ojos brillantes, y la sonrisa en el rostro. Los niños de la escuela lo rodearon, preguntàndole:
– ¿ Tienes tu compu portàtil, o en casa?
– No sè de què me hablan- dijo el niño- De donde vengo, no tenìamos eso.
" Què raro es" pensaron todos, vièndolo como si fuera un extraterrestre con siete patas y cinco ojos morados. Lo dejaron solo, mientras se iban a sus casas a seguir conectados a sus màquinas. Uno de ellos, Andrès, se sintiò curioso por ver lo que hacìa el nuevo para divertirse, y lo siguiò a escondidas.
Esteban caminò hacia el jardìn, y adentràndose entre los arbustos, se puso a platicar con alguien. Cuando Andrès intentò mirar, Esteban lo cachò, y le dijo,
amablemente:
– Estoy platicando con los grillos. Dicen que han tenido una noche magnìfica, de concierto. ¿Quieres venir a echarte el chal con ellos?
– Pero yo no sè còmo hablar su lenguaje– dijo Andrès.
– ! Todos sabemos còmo hablar con los animales, nada màs que se nos olvida! – le dijo Esteban.
Pasaron una tarde deliciosa, brincando charcos, platicando con las ranas y animales de los alrededores, y trepando a los àrboles. Cuando llegò la hora de la cena, y Andrès entrò corriendo a su casa, su mamà pegò un grito:
" !! Dios Santo, este niño està enfermo!!"
Sus cachetes estaban colorados, sus ojos ya no estaban hundidos y su piel habìa dejado de ser pàlida. Cuando el doctor lo vio, dijo, muy asombrado:
– Este niño està completamente sano, y muy recuperado.
Andrès les confesò su pequeña aventura de la tarde, y pronto la voz se corriò de lo que habìa sanado a este pequeño. Esteban y su familia fueron abordados por cientos de papàs y sus hijos, y el papà de Esteban sòlo atinò a decirles:
– Yo creo que si los niños de este pueblo vuelven a ser niños, a brincar, a jugar, y a volar cometas por los parques, ahì està la soluciòn.
Desde entonces, las compus dejaron de ser las reinas del poblado, y se volvieron lo que estaban destinadas a ser de entrada, una herramienta para la vida, pero no màs importante que los mismos seres humanos. Y los bosques, y los parques, y las calles del pueblo, volvieron a llenarse de vida, de risas y de gente, como antes de la invasiòn de las compus…
Y COLORÌN, COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO…
El tesoro al final del Arco Iris
AMISTAD
Había una vez, en un pueblo rodeado de montañas azules y desiertos, tres amigas que se querían mucho: se llamaban Rosy, Regina y Sofía ¡ Eran las mejores amigas del Mundo! Por las tardes, al salir de la escuela, se iban caminando juntas a sus casas.Un día, luego de salir de clases, se dieron cuenta que Sofía estaba llorando. De inmediato le preguntaron qué le pasaba.
Es que estoy muy triste porque mi papá no podrá venir para mi cumpleaños.-respondió ella.
Hacía tres años que su papá se había tenido que ir a trabajar en la pizca, al otro lado de la frontera. Cada cumpleaños de su hijita, el señor volvía sin falta para festejarla, y era la época más feliz para la niña. Pero una noche antes, había escuchado sin querer una conversación en la cual su mamá le decía a su abuelita que la cosecha de tomate se había arruinado con las nevadas, y por tanto, su papá no tenía dinero para regresar al pueblo. Desafortunadamente, la familia tampoco tenía dinero para mandarle.
¡ Tengo una idea! – exclamó Rosy:- Mi abuelita Cuquita, que está en el cielo, me platicó una vez que al final del arcoiris hay
un tesoro de monedas de oro. Si lo encontramos, ese tesoro será suficiente para traer a tu papá de vuelta. Iremos juntas a buscarlo.
Los días pasaron, sin rastro del arcoiris. Una tarde al finalizar las clases, luego de la lluvia cantarina, el sol asomó su carita entre las nubes, y un arcoiris precioso apareció .Las niñas estaban emocionadas. ¡ Ahora, tenían que emprender el camino para hallar el tesoro!
Por primera vez en su vida, en lugar marcharse hacia sus hogares, se dirigieron hacia el Cerro de las Noas, detrás del cual estaba la Gran Ciudad. Ahí parecía estar el final del arcoiris. Las niñas iban admirando las florecillas que la lluvia había adornado con gotitas de diamantes.Caminaron por mucho tiempo, y Regina preguntó:
¿Cuánto falta para llegar? Me duelen los pies, y ya me está dando hambre.
Hay que preguntarle a la señora ardilla.- sugirió Rosy, divisando a uno de estos animalitos, que observaba curioso al trío de chiquitas :- Hola,
señora ardilla…¿Falta mucho para llegar al final del arcoiris?
La ardilla sacudió la cabeza como diciendo " NO".
Ya ven – dijo Rosy :- Al ratito llegamos
Siguieron, ahora de subida, llenas de esperanza. Avanzaron entre los cactus y los conejitos que se asomaban a verlas, y ayudándose las unas a las otras cuando era necesario. De repente, el sol y el arcoiris se esfumaron, y se hizo de noche.
– ¡ Ya se fue el arcoiris! – dijo muy decepcionada Sofía. Fue cuando se dieron cuenta que no podrían regresar a casa, ya que la oscuridad se los impedía, y Rosy, que era la más decidida, determinó:
Ya casi llegamos a la cima. Pasaremos ahí la noche, y mañana, encontraremos el tesoro. No te apures, Sofía
Sí – afirmó Regina:- No te apures, Sofis, que vamos a encontrar ese tesoro para tu papá.
A pesar de los ruidos del viento y los aullidos de los coyotes, las niñas trataron de ser valientes, y tomándose de la mano, llegaron a lo más alto del Cerro. Ahí, la imagen enorme y silenciosa de un Cristo con los brazos abiertos las esperaba.
Él nos cuidará. ¡ Qué altote está! – dijo Sofía, muy animada. Bajo sus pies, la Gran Ciudad se desplegaba llena de luces de colores. Las niñas se sentaron al pie de la imagen, y abrazándose trataron de darse calor. De pronto, unos gritos las asustaron. ¿Quién sería, en medio de la noche? Unos hombres se acercaron a las pequeñas, con linternas en la mano.
¡ Niñas! – les dijo uno de ellos, bigotón y de cara bondadosa:- ¡ Mucha gente las ha estado buscando, gracias a Dios que las encontramos!
Las llevaron en un automóvil a la Gran Ciudad, para que pasaran la noche bajo techo. Mientras les daban de cenar, las niñas explicaron a sus salvadores su odisea, y el motivo que las había llevado a emprender la excursión tan lejos de casa. La noticia del salvamento de las pequeñas y su historia se regó hasta en los programas de radio y televisión de la localidad. Al día siguiente, cuando las llevaron de vuelta a casa, las niñas pidieron perdón a sus familias por haberse ido sin permiso, y el señor bigotón las había encontrado expresó:
Ahora que están todos reunidos, y que ya pidieron perdón a sus papás, ¡les tenemos una sorpresa!
La historia de amistad de las pequeñas habían conmovido tanto a los habitantes de la ciudad, que habían organizado una colecta para traer de vuelta al papá de Sofía. ¡ Qué alegría! Había dinero más que suficiente para ello, y las niñas brincaban de contento.
Después de todo, la abuelita Cuquita había tenido razón. Al final del arcoiris, estaba el tesoro más maravilloso que cualquier ser humano pudiera desear: ¡ El tesoro de la verdadera AMISTAD!
Y colorín colorado, este cuento, se ha acabado.
El Bosque de las hadasErase una vez dos niñas de 11 años, llamadas Jennifer y Yaisa. La primera de ellas era buena estudiante y con un gran corazón; por el contrario Yaisa era una pésima estudiante y bastante creída.Jennifer vivía en una casa al lado del bosque azul, sus padres eran campesinos y aunque pobres no pasaban penurias económicas. Yaisa en cambio vivía en una gran casa situada en la colina, sus padres eran ricos y por tanto tenía todos los caprichos que ella quería.Aunque provenían de mundos tan opuestos, se habían hechos grandes amigas y desde la guardería habían estado juntas.Los padres de Yaisa se habían opuesto a esta amistad pero nada pudieron hacer ante el empeño de las chicas de seguir siendo amigas.
Como había dicho antes Jennifer vivía al lado del bosque azul. Este bosque era llamado así por los lugareños, ya que una gran cantidad de mariposas azules habitaban en él.Muchos creían que esas mariposas eran en realidad ninfas y que se apoderarían de todo aquel que se adentrará en el bosque al anochecer.Esta maldición era alimentada desde hacía muchísimos años, cuando desapareció una chica en el bosque y nunca se supo nada de ellas.Se organizaron batidas en el bosque y no se halló rastro de ella, ni siquiera sus huesos u objetos personales aparecieron, por lo que se descartó que fuera comida por las alimañas.Este suceso hizo que naciera la leyenda del bosque azul, leyenda que duraba hasta nuestros días, pasando de generación en generación.
Una tarde Yaisa propuso ir al bosque.-¡No!, es peligroso. – respondió Jennifer.- ¿Porqué?, ¿Tú crees el cuento ese?-.-Umm… Sí, una vez se lo oí contar a mi abuelo -.-Eso son mentiras, lo que pasa es que tienes miedo y no lo quieres reconocer.–¡¡No tengo miedo!!-Sí que lo tienes, ¡¡Eres una cobardica!!-¡No soy cobarde!
Esta bien iremos, pero me tienes que prometer que volveremos antes del anochecer.–Esta bien, lo prometo.-Mientras entraban en el bosque Jennifer se iba arrepintiendo de haber aceptado.-¿Y si fuera verdad la leyenda?. ¿Y si no veo más a mis padres?- pensaba.-Oye Yaisa, me vuelvo a casa.–¿Qué?–Que paso, lo siento me voy –Venga ya, si estamos dentro, me vas a dejar sola ahora.-Si, me voy. ¿Vienes?-Esta bien me voy contigo.-Bienvenidas a mi reino.-¿Quién ha dicho eso?-Yo no he sido- contestó Yaisa asustada.-¡¡Allí arriba!!! – exclamo Jennifer.-¡Pe.. pero qué es eso!Miraron hacia arriba y vieron a un ser etéreo que se mantenia suspendida en el aire. Alrededor suyo cientos de mariposas azules con una extraña forma humana la iluminaban y le daban un aspecto tétrico a la figura.-¿Quién eres?.-Soy Ethea, reina de este lugar, seguramente me conoceréis por el hada de los bosques.
Las mariposas son Suthereis, son mis ninfas. ¿Qué hacéis aquí?-Nada, solo pasamos a jugar un poco, pero ya nos íbamos.-A jugar, eh. Ajá, os propongo yo un juego.–A ver díganos.-De las dos la que me traiga el objeto que pese menos ganará y será conducida fuera del bosque, la perdedora se quedará conmigo para siempre y será convertida en una hermosa mariposa azul.-Señora, no nos puede hacer eso- suplicaron al unísono las dos chicas.-¿Porqué? Habéis invadido mi reino y esta es la única forma de salir. Todas estas mariposas eran personas como vosotros que osaron entrar. Ellas fueron perdedoras. Tenéis una hora. Id cada una en dirección opuesta y traedme ese objeto.
El tiempo empieza ya.-No, Yaisa no te muevas tengo la solución.-Venga Ya. Solo quieres ganarme, pero yo conseguiré arrebatarte ese honor. -Tú te quedarás aquí- Contestó enfurecida Yaisa.Yaisa salió corriendo dirigiéndose a la izquierda, mientras que Jennifer se quedó quieta.-¿Dices que tienes la solución? Espero que sea así, aunque dentro de una hora saldremos de duda.El tiempo pasó inexorable y al cabo de una hora, Yaisa fue traída en volandas por las ninfas.-Bien, que tenéis.-Yo, esta pluma, ligera como el viento. – Gritó entusiasmada Yaisa.–¿Y tú?-Yo, aquí lo tenéis- y cerrando el puño se lo entregó al hada.-Pero es una broma, aquí no hay nada.–Si que lo hay.
Hay aire. Ese es mi objeto. Más ligero que él no hay nada.-¡Ingenioso!- Exclamó el hada. He aquí mi decisión.-Tú Yaisa, para ganar me has traído efectivamente un material muy ligero pero has tenido que matar un pajarillo. -Has agredido a la naturaleza. Tu Jennifer, en cambio has conseguido el material más ligero que existe sin agredir el entorno. Jennifer eres libre de irte.-¡No! Quiero que mi amiga se vaya, prefiero quedarme yo.-Me sigues sorprendiendo. ¿Cambias tu vida por la de tu amiga?–Sí, ella es hija única, yo en cambio tengo 2 hermanos más, además durante el resto de mi vida no me perdonaría que deje a mi amiga aquí.–Jennifer, perdóname. Yo solo he pensado en mí y tú en cambio das tu vida por la mía.
No puedo aceptarlo, he perdido y me quedo.-¡Increíble!, en mis 500 años de vida es la primera vez que me ocurre algo parecido. Después de esto, creo que las dos merecéis iros a casa. Podéis marchad.–Gracias, señora- Contestaron al unísono.-Podéis volver cuando queráis. Habéis aprendido la lección más importante de vuestra vida. Vuestra amistad os ha salvado.-Las dos chicas volvieron a casa y siguieron siendo amigas durante toda su vida.
La llorona: una leyenda de muerte y de vida
Dicen que en las noches se escuchaba su lamento. Que principalmente cuando había luna, y apenas las campanas de la catedral habían dado la queda, la quietud nocturna se rompía con largos y doloridos gritos de tristeza. Eran sonidos de ultratumba, tan agudos que se escuchaban a la vez lejanos, a la vez cercanos, como si aquella mujer les estuviera llorando al oído. Entonces la piel se llenaba de miedo y el corazón latía con rapidez. Nadie se atrevía a salir; todos cerraban sus puertas y ventanas mientras rezaban Padres Nuestros y se invocaba el nombre de Dios para tratar de alejar a los espíritus malos.
Era el siglo XVI, consumada ya la conquista de México. Los vecinos de la ciudad de México despertaban a media noche, llenos de temor, a causa de un dolor muy hondo que recorría las calles; un dolor que llegaba transformado en gritos de remordimiento. Era una mujer, quizá un fantasma, o un ánima en pena atormentada por los siglos de los siglos, cuyo castigo era no encontrar descanso.
Los más valientes se asomaban por los resquicios de las ventanas; algunos se animaron a salir, a mirar de lejos y ser testigos de aquella aparición que vagaba por callejuelas, por plazas y por callejones, y que se dirigía hasta la catedral. Allí, se hincaba lentamente, mientras su vestido blanco y su velo blanquísimo la cubrían completamente. Ella parecía rezar, pedir perdón por algo que traía clavado en lo más profundo de su pecho, y entonces gritaba nuevamente. Mirado hacia el terreno consagrado, lanzaba su grito atormentado que llenaba el aire y el terror de todos.
¡Ay, mis hijos…!
Ése era su grito, su dolor intenso que debía exclamar todas las noches, como si fuera una penitencia impuesta por Dios o por el diablo.
Nadie sabía quién era esa mujer, pero todos la llamaban La Llorona.
Esta leyenda se remonta siglos atrás. En un principio, se aseguraba que su pena se debía a una traición; a asuntos inconclusos que había dejado en vida, por eso debía recorrer todas las noches las largas y oscuras calles de la capital mexicana: caminar despacio, trabajosamente, como si arrastrara un costal lleno de culpas, o como si sus pies estuvieran amarrados con cadenas, pesadas y punzantes, hechas con el metal de sus pecados.
Su condena sería no encontrar jamás el descanso eterno; ése que se destina a los justos y a los santos. En su lugar, tendría que pasear sus culpas, gritar el motivo de su suerte para que todos se enteraran. Por eso hincaba sus rodillas frente a la catedral; por eso lloraba con esa pena amarga y sin consuelo; por eso se dirigía hacia el gran lago y allí desaparecía. Ésa era su penitencia… aunque nadie sabía el motivo de aquella sentencia.
En realidad, la tradición de La Llorona se remonta a tiempos prehispánicos. Según narran Sahagún y Muñoz Camargo, en relatos recogidos de boca de los propios indios, diez años antes de la llegada de Cortés, sucedieron ocho presagios que anunciaron la destrucción del gran imperio. Los dos últimos fueron comunicados a Moctezuma, quien se llenó de terror y supo que su fin estaba cerca.
Tales presagios o señales se trataron de una columna de fuego ardiente que comenzaba en la tierra y se alargaba hasta el cielo, sin que nadie lograra ver dónde acababa. Esta visión, que aparecía al mediodía y terminaba al alba, duró un año entero, tiempo en el que los mexicas hicieron actos de penitencia y gritaron angustiosamente.
El segundo presagio fue el incendio del templo de Huitzilopochtli, su dios de la guerra, el cual, sin aviso alguno, comenzó a arder con llamas tan intensas, que los esfuerzos por apagarlas fueron infructuosos: quedó convertido en cenizas.
El tercero se trató de la caída de un contundente rayo sobre el templo de Tzonmolco, consagrado a Xiuhtecutli. Era un día claro, sin nubes en el cielo, y no existió otro relámpago. Pero el templo quedó destruido.
El siguiente presagio fue una oleada de cometas, cuyas caudas eran tan largas y tan delgadas, que no se lograba ver el final. El quinto fue una gran tempestad en el lago, cuyos efectos ocasionaron inundaciones desastrosas. Sin embargo, ni un solo viento, ni pequeño ni grande, anunció la catástrofe.
El séptimo presagio consistió en la captura de un ave parecida a una grulla, con plumaje gris. Lo que la hacía particular era que sobre su cabeza se levantaba una diadema similar a un espejo, en el que Moctezuma observó las estrellas. En una segunda mirada, encontró a hombres extraños, levantados y listos para la guerra, que eran acompañados por animales desconocidos.
La señal número ocho fue la aparición de fenómenos inquietantes: dos hombres unidos en un solo cuerpo; o bien, hombres con dos cabezas. Estas visiones fueron frecuentes, pero apenas eran llevadas ante el gran Moctezuma, desaparecían frente a los ojos llenos de temor de la corte imperial.
Pero quizá el presagio más angustioso y desconcertante, y el único que sobrevivió a la llegada de los españoles, fue la señal número seis.
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