El amor de los conquistadores – Monografias.com
El amor de los
conquistadores
Dos seres misteriosos se descubren en esta
vida: Dios y el hombre.
Nuestra vida puede ser pintada y escrita,
sin que nosotros nos demos cuenta de esta proeza.
El amor puede conquistar con el pincel y la
espada.
El Autor.
Como caído del cielo, Dios me dio la
oportunidad de inspirarme en una obra colonial que representa el
matrimonio de un noble español(Martín Loyola) con
una ñusta incasca,lienzo de 1,715, para pintar el cuadro
de "El amor de los conquistadores"y a la vez escribir el cuento
novelesco que estás leyendo, donde solamente usted, amigo
lector, me hace famoso con su propia lectura.
Me imaginé que Martín Loyola
decía:"Dios es quien ha querido que nos casemos. Su ley
divina es la que me ha traído hasta estas tierras para
encontrar el amor que no lo pude descubrir en mi lejana
España".
Como no voy amarte
India hermosa,
si tus besos,
nunca los encontré en
Tolosa.(Declama un poema mío)
Mi padre no tenía buenas relaciones
afectivas con el propietario de la quinta en que vivíamos,
porque era andino y ambicioso. Por otro lado mi hermano mayor,
tampoco tenía buenas relaciones con su esposa de ese
entonces, porque asociaba sus defectos humanos a su raza
andina.
Estas dos influencias racistas
confundían mi romances de adolescente al inclinar mis
sentimientos hacia jovencitas de etnia serrana, aunque
acriolladas a la limeña. Al entrar a la juventud, me
valía de las pobres cholitas para pasar el
tiempo.
Pero nunca hay que decir:"De esta agua no
he de beber". Muchas veces me apasioné de bellezas
serranas e idealicé hasta los cielos. Yo era un
soñador. Me sentía un inglés por mi origen
materno. Para justificar mis sentimientos por las
tawantinsuyenses, solía decir:
"Pero si a lo mejor, una de esas cholitas,
es descendiente de la nobleza incaica.Tal
vez de una reina colla o una princesa
ñusta. Entonces estamos en el mismo nivel de noble a
noble(Hecho real).
Preguntaba por unos óleos en un
acogedor pasaje miraflorino, cuando descubrí, abrigado
entre sus colores primos, un acrílico dorado.
Instantáneamente mentalicé:"Este es el dorado que
necesito para la lira y la coronilla de mi Santa Cecilia".
Ahí me acordé que ese era el dorado de la
técnica del estofado de la Escuela mestiza
cusqueña. En esta escuela también predominó
el café. Un café colonial que irradiaba paz,
recogimiento, veges acogedora y un no se qué, que no dejo
de saborearlo.
Otros recuerdos que coronaron mi corona
principesca(Cabeza) fue la pintura de un amigo. que acabó
con su vida.Con su hermano acordamos venderla,en la creencia que
era auténtica, pero los mercaderes anticuarios nos
revelaron el secreto de la modernidad.
El fraterno deudo se apenó por no
lograr obtener el dinero ambicionado. Le cambié el
panorama de su monetarismo con la "Visión de los
artistas"_Jorge tienes una reliquia en las manos. Es la herencia
histórica de tu hermano. No importa que sea una
réplica.
Jorge me miró entre triste y
sorprendido. Me dio la mano. Decidió regalárselo a
su madre, que hoy en día está disfrutando la gloria
con mi amigo.
Entre mis hojas cerebrales
sobresalió un dibujo de un libro de historia colonial que
siempre me llamó la atención. Era una
reproducción de una oleografía, del famoso cuadro
del "Matrimonio de Martín Loyola con una
ñusta"(1,715) en el Chusco,donde se puede apreciar a los
novios, transfondadas por las familias reales de ambos consortes
y por los personajes religiosos, concelebrantes del sacramento.
En mi interior alguien me habló:"Neko esa es la pintura
que tienes que hacer". Algo me detenía. Tal vez ese temor
terioso que tenemos todos los artistas.
Finalmente la orden vino providencialmente
del cielo, cuando cayó el pincel que traspasó mis
dudas,y abrió una luz por el agujero que había
creado. Mi colega Santiago Muñoz, profesor de literatura
del colegio donde yo enseñaba, me mostró unas
fotografías de las pinturas de su papá sobre La
Escuela mestiza cusqueña."Todo está
claro.
Órdenes son órdenes. Tengo
que pintar ese matrimonio".
Días después seleccionaba a
la pareja matrimonial y al obispo celebrante, quitándole
la calavera al otro cura. En mi boceto agregué un cupido
moreno al Dios padre. Abajo, el altar de candelabros, ofrendas
florales y dos cuadritos: Uno con la carabela en los mares y el
otro, de un paisaje andino. No quize poner a las familias de los
novios, porque noté mucho la discriminación racial
que se le hizo a nuestros antepasados. Los artistas somos muy
sensibles.
En los tiempos libres paseo por las
galerías miraflrorinas, y contemplo el dorado de los
santos y los arcángeles para saborear mejor ese "Estofado"
y aprender a digerirlo en el momento que celestialmente tenga que
aplicarlo.
Al terminar de pintar "El Amor de los
conquistadores", pensé en las manos indígenas, o
mestizas, del artista anónimo que hizo esta grandiosa
obra.¿Qué de semejante o de diferente sintió
con respecto a mi en esta creación estética? Me
hubiera gustado conocerlo para escribir juntos esta obra. Una
amistad de pluma y pincel.
Me acuerdo que años atrás mis
pinturas religiosas eran atacadas por un amigo,que
aliándose doctrinalmente con la hija de un pastor
evangélico, tildaban de idolatría a las
imánes católica. Mi amigo y la joven protestante se
sentían atraídos románticamente. El le
declaró románticamente sus sentimientos. No lo
rechazó, pero la última respuesta la tenía
Dios. Había que esperar la respuesta del Padre eterno a
las oraciones de los fieles, presididos por el pastor.
A mi amigo se le consumía la
paciencia por la incertidumbre de la respuesta divina. Por esos
días cambió su posición iconoclasta:"Neko yo
no creo en tus santos,pero rézale por si acaso, para que
me den una mano". Tuve que ayudarlo, pidiendo misericordia divina
por sus ataques sacrílegos". Ni el Dios de los
católicos, ni el Dios de los protestantes quizieron la
realización de su romance.
En una pequeña asamblea de fe, el
pastor ,en presencia de la amada comunicó a mi amigo que
él no era el elegido por Dios para ser pareja de su hija.
Los hermanos evangélicos no sintieron la voluntad divina
en esa relación afectiva.
Mi amigo coléricamente
abandonó la asamblea. Constantemente renegaba de la fe
protestante y de la fe católica. Un día me trajo el
diario donde decía que el Pastor, padre de su amada, fue
sorprendido en amores con su secretaria.
_Yo se lo voy a enseñar a ella para
que me diga "Donde está la fuerza de oración de su
padre". Seguramente Dios ha separado a ese corrupto de su madre,
como él nos separó a nosotros.
Logré disuadir su propósito
de venganza.
Pintando el cuadro del "Matrimonio de
Martín Loyola y la Ñusta", recuerdo con pena ese
romance frustado entre mi amigo y la hija del bígamo
pastor.
Nelson le tuvo devoción a la imagen
que pintó. Le rezaba, pidiéndole a Dios
éxito en todas sus realizaciones humanas. También
rezaba por las almas difuntas de los novios, del sacerdote y del
anónimo pintor. Quería que todas estas almas
pasaran rápido al cielo, si es que se encontraban en el
purgatorio. Practicó los ejercicios espirituales de San
Ignacio de Loyola. Contemplaba y contemplaba el cuadro,
saboreando los colores, formas , sombras y el dorado del
estofado. Le daba mucha paz. Se imaginaba como uno de
los personajes de la pintura. Se sentía Don
Martín Loyola, orgulloso noble español, buen mozo
digno de una ñusta de la corona incaica. Ponía de
ñusta a todas aquellas enamoradas que lo amaron con
frenesí. Otras veces se imaginó como el obispo
celebrante.
La obsesión se desplazó a su
colegio. Organizó un concurso de "Mis Ñusta" para
las alumnas de etnia indígenas. Algunos colegiales de raza
blanca, que las pretendían, quisieron ser "Mister
conquistadores".
En un colegio limeño, donde
enseñaba religión, una alumna huarasina contrastaba
con la criollada de un discipulado bullicioso y vulgar. Ella muy
silenciosamente tomaba atención a mis clases de fe.
Presentaba una conducta tímida y misteriosa. Otras veces
agresiva.En una oportunidad se peleaba a golpes con su
condiscípula en el suelo del patio del plantel. Por
intentar separarlas me caí encima de ellas.
Una mañana practicamos en el colegio
los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Al
figurarnos a Cristo y a la Virgen María, con los ojos
cerrados, ella se puso a llorar. El salón de clase se
burló de la discípula asustada. Minutos
después, confidencialmente, me reveló lo que
supuestamente le decía el demonio:"Ven acá. Te
quiero mucho. Tú tienes que ser mía".
En otra oportunidad cuando dirigí un
test vocacional, me dio a conocer que quería ser monja. Un
alumno descubrió el secreto, al hurtar su ficha personal.
Otra vez el aula de clase comenzó a burlarse de ella. Le
decían:_¡Loca! ¡Monja loca! ¡Chola Santa
Rosa!
¡Santa chola!_ calmé el
escándalo con un parte disciplinario a la
dirección.
Al poco tiempo soñé, que
estando acolitando una misa con el capellán del colegio,
mi cuerpo ensotanado se elevó unos metros y mis manos se
ensangretaron a lo igual que los estigmas de San Francisco. Las
gotas de sangre caían sobre el blanco mantel del altar.
Todos los alumnos gritaban:
_¡Milagro! ¡Milagro!
¡Milagro!_la alumna no despegaba sus labios. Solamente me
miraba con lágrimas en los ojos. Estaba vestida con el
hábito de monja franciscana.
Esa misma semana del sueño, la
mamá de la alumna fue al colegio y me culpó,
delante de la directora, de haber influído para que su
hija abandonara la idea de ser arquitecta para convertirse en
religiosa. Tiempo después me enteré que siendo
novicia había sido sido envenenada en su propia
congregación.
Mis clases de Historia del Arte en el
Taller de Federico Esquerre, fueron para mí muy
trascendentes en mi creatividad artística. Alucinaba a
Federico Esquerre como un joven cobrizo de La Escuela Mestiza
cusqueña, que había llegado a ser maestro de arte
de un discipulado español y mestizo de la colonia. Ese
alucinamiento lo volcaba tambien hacia los profesores de etnia
incaica de la facultad de arte de la católica. Los
soñaba como Amautas que enseñaban arte a un cuerpo
discente exclusivamente español en la referida escuela
colonial.
Providencialmente, por esos tiempos,
conocí a mi amigo el anticuario Julio Gonzales.
Recuaíno que me dio la gran oportunidad de dictar
conferencias de arte y declamar poesías. Tenía las
fuentes de inspiración en sus pinturas y
antigüedades. No sé porque tenía la idea de
una comunicación del pasado al contemplar sus vetustas
colecciones y leer sus añejos libros. Julio era para
mí, otro de los supuestos descendientes de La Escuela
Mestiza cusqueña.
Siempre estuve agradecido de La Casa
Gonzales, por privilegiarme con su literatura artística.
Igualmente del Taller de Federico Esquerre, por haberme dado la
oportunidad de enseñar historia del arte.
Simultáneamente al Taller de
Federico Esquerre, enseñé Historia del Perú
y Universal en academias y colegios. Mi error fue enseñar
lo que a mí me gustaba y no lo que debería
enseñar.
Unos de mis alumnos inevitablemente se tuvo
que casar. Al pie del altar puso una réplica del cuadro de
"Martín Loyola y la Ñusta" que él mismo
había pintado. En las felicitaciones connubiales me
preguntó
_¿Profe con qué música
bailaron los novios del cuadro: Con huayno o con un vals
español, porque en esa época aún no estaba
compuesto el Danubio azul?
El profesor Nelson Nataniel Cornejo Jones
continuaba olvidándose de lo señalado en los
programas curriculares. Se sentía extasiado al
enseñar sobre El heroísmo de Juana de Arco, La
creación de la vida por Dios o Las cinco pruebas de Santo
Tomás de Aquino.
En otros casos un tema de historia que se
tenía que enseñar en un solo día(dos horas
escolares) lo dictaba en dos o tres días. Al cabo de un
tiempo lo volvía a repetir. Una vez se pasó cerca
de un mes hablando sobre las cruzadas y el feudalismo.
Contrariamente, los temas que no le gustaba:O muy poco los
enseñaba o no los enseñaba.
Los alumnos no protestaban por la
simpatía que le tenían al docente y por lo
interesante que les resultaba su clase. Sin embargo a los
directores no les pareció bien su conducta, y
después de constantes advertencias fue finalmente
expulsado de los claustros estudiantiles. Otras de las
expulsiones se debieron al frecuente olvido de la letra del Padre
nuestro y del Himno nacional en plena actuación
escolar.
En su intento por sobrevivir en esta tierra
alejada del paraíso terrenal, el profesor se metió
de modelo en la facultad de arte de la Universidad
Católica. Entre modelaje y modelaje intentaba vender su
cuadro "El Amor de los conquistadores" a los discípulos
que lo dibujaban. Fue exiliado de esta casa de estudios, por
confundir su actividad de modelo con la de mercader
pictórico, y a la vez distraer la atención del
alumnado de la clase de modelado, tan importante para los futuros
artistas.
Triste y decepcionado por su
situación de Caballero de poca fortuna, estuvo a punto de
quemar su pintura, culpándola de su pérdida de
trabajo. Quiso hacer lo mismo con los libros de la obra de arte,
ya que tampoco pudo venderlos.
Se embriagaba con el vino de la misa que
compraba en la librería Salesiana. Pensó que por
ese medio el espíritu de Dios lo ayudaría. Fumaba
cigarrillos árabes, fantaseando que si no era Jesucristo,
sería Mahoma.
Supuestamente, tiempo después, una
luz providencial lo sacó de las tinieblas. Por esa
época su único entretenimiento era ver por las
noches el programa TV.U.S.A de "Beyond James Van Praght" en canal
80 infinito. Este personaje se comunicaba con los
espíritus de los muertos, por solicitud del
público. Y fue así que viendo a James
comunicándose con una señora por telefonía
televisada, se sorprendió como este individuo podía
contactarla a la señora con los espíritus de sus
propios familiares,estando ella a cientos de kilómetros de
distancia del canal. Solamente le bastaba al médium verle
la cara televisada y escucharle la voz. Recordó, por
asociación, que meses atrás vio en el mismo canal
un programa esotérico donde una persona se comunicaba con
el alma de un pintor fallecido y con la de los personajes de su
pintura que vivieron hace siglos.
Buscó el correo electrónico
de James Van Praght, y al cabo de dos días ya estaba
comunicándose con el vidente. Mediante un traductor le
envió la imagen impresa de la obra auténtica que
había reproducido de una enciclopedia de historia del
Perú.
James le dio a conocer que era muy
difícil un contacto tan indirecto. Se tenía que
tener presente que la obra era anónima, ya que estaba a
nombre de una escuela de arte, y que los personajes de la
pintura, de hace tres siglos, no eran familiares de él.
Pero de todas maneras lo iba a intentar.
_Lo tomo como si fuese un reto para mi
realización de clarividente del más allá,
delante de este público que me mira a mí y a la
pintura_asumió su responsabilidad el médium con un
cierto nerviosismo e inseguridad.
Minutos de silencio apagaron la voz de
Nelson, en el Perú, y la de James en los Estados
Unidos.
James contemplaba absorto la pintura, y
cada minuto miraba a Nelson, que parecía otra pintura
impresa en la pantalla. No se movía. No pestañaba.
Su corazón latía de esperanza y su cara estaba roja
como una ciruela.
Al fin el pequeño James
rompió el silencio.
_Hay una persona de etnia indígena
que me dice que es el pintor del cuadro, pero no me quiere dar su
nombre porque sino se perdería la tradición del
anonimato de la Escuela mestiza cusqueña. Ahora me dice
que está al lado de sus modelos. Los novios y el cura, que
tiene la calavera en la mano, me dicen que están contentos
con tu trabajo artístico de la nueva pintura
transfigurada. El pintor, los novios y el cura, manifiestan estar
de acuerdo en que no hayas incluído ,en tu obra, a las dos
familias connubiales, porque nunca aceptaron ese matrimonio.
Tampoco lo estuvo el obispo, ni el otro cura que está con
el pergamino. Me dan a conocer que no es digno que lleve la
aureola de santo. Solamente el cura amigo debió tenerla.
El pintor se las puso en honor a San Ignacio de Loyola, ya que
los curas son Jesuitas. Los novios piensan que el
obispo celebrante del matrimonio debió ser el cura amigo.
Me informan que fue una buena elección, ponerle a
él la mitra episcopal en tu pintura. Los otros personajes
de la pintura no se encuentran presentes porque se encuentran
aún en el purgatorio y otros se han condenado en el
infierno. Se están enterneciendo con el angelito de etnia
negra, porque fue una raza, a lo igual que la indígena,
muy sufrida en la colonia. Ahora todos te hablan en coro:"Tu vida
estará oscilando entre la fe religiosa, el arte, la
literatura y la historia". Eso es lo único que me han
dicho. Se fueron tus amigos del tiempo. Gracias Nelson por
concederme esta maravillosa oportunidad.
El público presente del canal lo
aplaudía estruendosamente a James. El médium
lloraba por su gran logro metafísico, mientras Nelson
sollosaba por todo lo maravilloso que había experimentado.
Los dos se agradecieron mutuamente.
Nelson no estaba muy seguro si había
hecho bien o mal al comunicarse con el alma de los muertos. El
Espiritismo no lo acepta la iglesia católica. Solamente
acepta la comunicación con las almas difuntas, si es que
es la voluntad divina. Entonces se justificó
intrigadamente._Y si a lo mejor cuando se me cruzó la idea
de recurrir a James, fue la voluntad de Dios que ingresó a
mi alma.¿Quién sabe? ¿Debo rezar por las
almas difuntas de aquellos que tuvieron en contra de ese
matrimonio? ¿Habré caído en el pecado de la
idolatría? ¿No será el demonio el que ha
hecho hablar a James?
En algún momento pensó en
tener el cuadro en sus manos para recibir milagros, pero a la
misma vez le asustaba la idea. Ante tanta confusión le
pidió a Dios, en oración, que su vida fuera de la
voluntad divina, y que si pudiera lo ayudara en su difícil
existencia de conseguir logros espirituales, intelectuales y
económicos.
Nadie sabe si fue Dios con su providencia o
James, o tal vez las leyes de la naturaleza, o simplemente el
esfuerzo de él mismo, el que lograra algunos cambios
significativos en su vida, llenos de contratiempos pero libres de
rutinas y ricos de aventura.
Conoció a una pareja de esposos que
eran artistas. Sus obras sagradas significaban para ellos
símbolos providenciales o mensajes divinos de acuerdo a lo
que estaban viviendo.
Se vio motivado a pintar más obras
religiosas. Escogió al consorte varón como su
padrino de confirmación.
En sus tiempos libres visitaba, en una
tienda de ropa, a una joven morena. Le llamaba la Atención
su gracia femenina e inocente. Tenía un polo con la imagen
impresa de "La Creación del hombre por Dios" de Miguel
Angel, pero que solamente detallaba el encuentro de los dedos
índices del creador y del creado. Tuvo una estrecha
amistad con esa doncella, y ella terminó
eligiéndolo su padrino de confirmación.
Poco a poco fue recuperando algunos
dictados de historia. Las clases del heroíco pasado le
daban fuerza y energía para seguir viviendo.
Regresó al taller de Federico Esquerre y continuó
dando conferencias de arte en la Casa Gonzales de la cuadra
cuatro de la Avenida Larco. Tiempos aquellos de nunca
olvidar.
Conoció a un amigo actor de teatro
que le llamaban Bachi. Le presentó a una colega actriz de
nombre Esperanza. El racismo y el clasismo perseguía a la
histriónica. No quería papeles donde ella saliera
de chola, pobre o sirvienta.
El camino de la amistad se deslizaba
misteriosamente. Inició una amistad con su exalumna
predilecta. Ella había dejado temporalmente el convento.
Ahora tenía costumbres muy liberales y estaba en busca de
emociones muy intensas. Pintaban y pintaban.
De pintura en pintura se fueron hasta las
serranías. Ella tenía unas ideas muy raras.
Quería morirse para conocer el más allá.
Pero no tenía el valor para matarse. Por eso renegaba
ásperamente. Dentro de sus estrambóticos planes
estaba el volverse loca para saber como era la locura. Sus ansias
de sabiduría la hacían pensar también en
volverse prostituta, lesbiana y drogadicta. Vivía tanto la
experiencia del cine, que una vez al ver que clavaban a Cristo,
gritó llorando:¡No! ¡No! ¡No!
Después supe que de atea
volvió a ser creyente. Fui padrino de un segundo bautizo
que ella se imaginó. Luego inventó su propia
confirmación. De novicia repetitiva pasó a ser
loca. Ella fue una de las personas más extrañas que
conocí en mi vida.
Me acuerdo que cuando le conté que
había visto sonreír la imagen de la Virgen de
Lourdes en la casa de mi padrino, ella quizo también ver
sonreír a los personajes de mi pintura. Pasaba por su lado
con los labios alegres. Una vez la encontré
haciéndole cosquillas a uno de mis santos. Me decía
que los había escuchado caminar en mi atellier cuando
estábamos en la sala de abajo. Después me
decía que no creía en nada de eso. Se sentía
orgullosa de ser contradictoria porque la sacaba de la
monotonía de la verdad absoluta. Siempre estaba
intranquila por conocer el misterio de la
confusión.
En un impulso de entusiasmo quizo llevar el
lienzo del " Amor de los conquistadores" a la Procesión
del Señor de los Milagros para exhibirlo como emblema
religioso, pero le disuadí la idea. Se contentó con
llevar una pequeña mano de cerámica, que se
había encontrado, y que creía que le
pertenecía a una imagen de Santa Rosa de Lima.
Me encontraba en el Cusco, gracias a mis
ahorros. Quería conocer personalmente la pintura del
matrimonio de Martín Loyola y la Ñusta, para
encontrar nuevos mensajes del más allá y orientar
mi confundida vida.
Planifiqué ir a la misa del
santuario colonial de la Compañía de Jesús y
pedirle a Dios alguna luz, para comunicarme con los personajes
del cuadro y luego realizar el ejercicio espiritual respectivo al
contemplar la pintura. Pero como los planes de Dios o tal vez de
las leyes naturales, no son los del hombre, las cosas se
transfiguraron en el teatro de mi vida. La tragicomedia se hizo
presente.
Al final de la misa me encontré,
después de un largo tiempo, con mi amiga
Esperanza.
Era toda una actriz esotérica y
nerviosa. Me presentó a su novio, un rubio inglés
que apenas hablaba el castellano. Estaban en el Cusco de paseo
turístico y al día siguiente se iban a
Machupicchu.
Me contó que dos de mis amigas, que
les había presentado, las encontró en Lima, juntas
como hermanas. Le cayeron algo antipáticas, porque
según ella la morena y la monja indígena de cara de
loca, así la calificó, habían mirado con
deseo a su gringo idolatrado.
_¿No será lo
contrario?_intuí con cierta sorna.
_No. El es muy fiel a su novia blanca,
rubia y peruana. Ja-ja-ja-ja-ja_respondió con su
típico orgullo tradicional y su risa burlesca.
La risa la cortó tajantemente, al
contarme que me había visto comunicándome con las
almas de la pintura colonial en el programa de James Van Praght.
Como ella se encontraba, en ese entonces, en los Estados Unidos,
fue al mismo canal del programa para pedirle una
comunicación con el alma de su padre. Lamentablemente
James la decepcionó.
Le dijo que los mensajes de su padre eran
solamente de los últimos años de su vida que
compartió con ella, y no le decía nada de la vida
en el más allá. Tampoco la ponía en contacto
con las almas de los faraones y de María Antonieta. Menos
aún con la Virgen María y el mismo Dios. Con
más razón, ni se le pronosticó el futuro.
James le había dicho que más no se podía
hacer.
_¿De aquí qué vas
hacer?_me preguntó.
_Voy a contemplar espiritualmente la
pintura que viste en el programa_le repondí
inmediatamente. No sé porqué tenía algo de
vergüenza.
_Vamos pues. Si se puede_me
respondió entre burlona, seria y pensativa.
El silencio de mi visualización era
interrumpido con las interrogantes, en inglés, del
anglosajón, y las apreciaciones racistas de Esperanza con
respecto a la ñusta. La comparaba con una antigua empleada
de su casa. Su risa y sus burlescas impresiones etnicistas,
acabaron con desconcentrarme. Propuse una cristiana retirada.
Pensé:"Mañana vengo solo".
_¿No te has molestado,
verdad?
_No_ le respondí_.Tú siempre
fuiste alegre.
Me invitó a almorzar, y ostentando
su lingüística inglesa, para que la vieran los
turistas y los connacionales, le hablaba fuerte al
británico sobre todas mis cualidades intelectuales, que
luego me traducía, como para que yo me sintiera bien ante
el disgusto que me habían provocado sus ridículas
interrupciones en la contemplación del cuadro.
Quizo regresar otra vez al
templo.
Entre los pasadisos , la portada y las
gradas del santuario, me contó un problema muy grande que
tenía. Su alma la sentía atormentada con visiones
extrañas. Se le presentaban indígenas
diabólicos y ñustas poseídas, que con voces
de dolor le pedían que se matara. Las depresiones eran
horrorosas. Por las noches veía caras diabólicas de
negros esclavos. También llegó a ver la escultura
de su gordo Buda de tamaño gigantesco. Los vecinos, que
eran protestantes en su mayoría, atribuían estos
malestares satánicos a sus prácticas
esotéricas que realizaba, fundamentadas en los libros que
leía.
Pero la supuesta endemoniada rechazaba la
propuesta de conversión, argumentando que era una
cristiana esotérica, víctima de una posesión
luciferiana.
Ella había leído que los
jesuitas eran especialistas en exorcizar, y ya que estaban en la
parroquia respectiva, quería aprovechar la ocasión
para que un cura de la Compañía de Jesús le
expulsara el demonio. Como a mí me gustaba sentirme
importante en el drama que se estaba viviendo, quien sabe,
identificado con el padre Carras de la película del
Exorcista, acepté ir con ella al despacho parroquial para
solicitar una entrevista con un sacerdote disponible.
Pasamos a una oficina oscura, donde nos
atendió un padre jesuita de nacionalidad francesa, pero
hablaba bien el castellano. Yo hice la introducción del
problema de mi amiga, y ella dilató su situación
con centenares de ejemplos infernales vividos dentro y fuera de
su alma. El inglés solamente miraba.
El padre nos aconsejó que primero se
tenía que recurrir a la ciencia humana, porque el problema
podía ser sicológico, siquiátrica,
orgánico o sociológico. Si después de estos
análisis profesionales se agotaban las causas evidentes,
entonces se recurría a la oración o a una misa de
sanación. Solamente en casos muy extremos se recurre al
exorcismo.
Nos dijo que los exorcismos en la iglesia
se han realizado muy poco, menos aún en los últimos
tiempos que la ciencia está muy desarrollada.
Esperanza se molestó mucho. Yo
trataba de calmarla. Insistió para que el sacerdote la
exorcisara en ese momento. El alegó que no era exorcista y
que encontrarlo en la congregación no sería
fácil. Se levantó enfurecida y gritoneó al
despedirse
_¡Muchas gracias padre por ayudarme!
¡Buenas tardes!_salió violentamente de la oficina,
seguida
por el forastero. Le pedí que me
esperara afuera un momento.
Me disculpé ante el padre, que
estaba sorprendido, y como para calmar las aguas bravas le
conté que había tenido un sueño en donde se
abría una gran puerta de tallado colonial, y en el fondo
oscuro de la habitación ví una cruz, formada por
estrellas, y escuché una voz que decía:"Yo soy el
padre Mojica"
_¿Me habrá querido decir algo
ese futuro santo, padre?_el religioso apretando los labios, para
contener la risa, me respondió:
_mire joven los santos o futuros santos no
suelen hablar entre sueños. Es sólo un
sueño.
Con esta simple repuesta, ya no le quise
contar al cura sobre mi relación trascendental con la
pintura. Me despedí, sintiéndome ridículo y
avergonzado.
Saliendo del templo acordamos de mutuo
acuerdo con Esperanza, no hablar nada del a sunto para no
terminar discutiendo y arruinando el turismo cusqueño. En
otras oportunidades habíamos peleado hasta quitarnos el
habla.
Paseamos por algunas callejuelas. El gringo
compró artículos de artesanía incaica. Al
pasar por la puerta de una discoteca, que estaba cerrada,
decía:"Esta noche fiesta de Halloween, ven con tu
disfraz".
Esperanza se alocó de
alegría_yo quiero ir a esa fiesta.¿Buscamos tienda
de disfraces?
Le expliqué que no tenía
plata para alquilar un disfraz y menos para entrar a la
discoteca. Me miró sarcásticamente de arriba abajo.
Le habló al inglés. Ya no tenía porque
preocuparme. El día de la canción criolla lo
celebraríamos a nuestra manera.
El Británico escogió uno de
conquistador español. Tenía morrión, coraza,
calzas y botas. Yo escogí uno muy parecido al de
Martín Loyola, es decir del siglo XVIII. Me ayudaba el
cabello largo. Ella no encontró ni el de Cleopatra, ni el
de María Antonieta.Triste, colérica y de compromiso
escogió uno de bruja medioeval. Al menos le calmaba un
poco los ánimos, ya que iba con sus creencias
ocultistas.
En la noche fui a recogerlos al hostal.
Esperanza no se había levantado de la cama. Decía
que estaba cansada del paseo de la tarde, y que la disculparan.
Ella no iría a la fiesta porque quería dormir.
Manifestó que no tendría ningún problema, si
el británico solamente fuese conmigo al
Halloween.
Siempre me acordaré que nuestra
caminata disfrazada por las calles del Cusco, fue todo un
espectáculo de admiración pública. Un
provinciano al vernos expresó:_otra vez nos van a
conquistar los gringos. Ja-ja-ja-ja-ja-ja.
La fiesta fue fascinante. Adentro era todo
un castillo que se confundía entre lo medioeval y lo
terrorífico. En medio de telas de arañas,
murciélagos y calaveras, sobresalían por sobre los
humos mortuorios, los personajes disfrazados, prevaleciendo
más conquistadores españoles, como el
anglosajón, tapadas limeñas y ñustas
incaicas.
Era una verdadera obra de arte, donde los
elementos humanos salían de sus cuadros para alegrarse con
los bailes de la festividad. Se tocaba más la
música del huayno rock del grupo Ushpa. Tres etnias
fraternizaban en el jolgorio:Gringos foráneos, mestizos
criollos e indígenas cusqueñas. Se veía a un
Perú danzando. Se espectaba una Escuela mestiza
cusqueña, en movimiento, que enseñaba a pintar la
alegría compartida.
Pensaba y pensaba en el cuadro de Don
Martín Loyola y la Ñusta_Como no están
aquí para bailar con ellos. Nos alegraríamos los
tres. Mañana tengo que verlos.
Los turistas conquistadores cortejaban a
las ñustas. Los limeños a sus tapadas. A mí
no me hacían caso ni las ñustas, ni las tapadas,
entonces bailé con una monja pero esta se fue temprano.
Seguramente su convento la estaba solicitando.
Por último terminé bailando
sólo. El británico se olvidó de Esperanza.
Toda la noche lo ví en un apasionado romance con una
bonita ñusta, auténtica de raza. El se quiso quedar
en la fiesta. Solitariamente regresé a mi
hospedaje.
A las siete de la mañana me llamaron
por teléfono a mi posada_Es urgente_me apuró la
empleada. Era Esperanza. Me contó la triste historia de la
infidelidad que yo presencié en la fiesta. El
británico se había enamorado de la ñusta
como el capitán Smith de Pocahontas. Decidió romper
su noviazgo con mi amiga. Ya no regresaría a Lima con
ella.
Recogió su equipaje. Entre
cóleras y llantos me pidió que la fuera a ver al
hostal al mediodía. Cuando fui a verla a esa hora, su
recámara estaba llena de policías, periodistas y
turistas. Yacía muerta en la cama. Era el día de
todos los santos y de los santos difuntos. El diagnóstico
médico fue: Un paro cardiaco producido posiblemente por
los excesivos Somníferos, cigarros y sorbos de licor que
consumió en sus últimas horas de vida.
¡No! Había muerto por
cólera de orgullo, más que por amor y tristeza. No
soportó perder la batalla ante los ejércitos
incaicos. El triunfo del Tawantinsuyo eclipsó su
corazón de conquistadora derrotada.
Después de unas declaraciones
policiales, fui a la iglesia a rezar por el alma de mi amiga, y
continuar con mis ejercicios espirituales del cuadro. Pero estaba
muy triste, nervioso y confundido. No pude concentrarme. Me
sentí incómodo de estar en el Cusco por lo que
había ocurrido. Decidí regresar a Lima.
Llegué a la Ciudad de los Reyes. Fui
a verlo a Bachi. Ya estaba enterado de la noticia.
La iba a inmortalizar presentando una obra
dramática de tragicomedia. Ella aparecía en las
tablas, viviendo sus últimos momentos en el Cusco. Por eso
participaban personajes que representaban al inglés, al
jesuita y al que les habla.
Busqué a Angela, mi ahijada de
confirmación. Ella fue la morenita que me sirvió de
modelo para pintar a la Angelita Cupido. Me contó que
Esperanza las había mirado con discriminación, pero
que si reconocía que se quedó estuperfacta con la
belleza del Adonis británico, y que también se
impactó la siquiátrica Bony.
_¿Cómo que
siquiátrica?_me sorprendí con la
calificación.
_Es una historia muy larga, pero hay que
contarla_en mi atellier empezó el relato.
_Encontré un trabajo de celadora o
guardiana de locas jovencitas en el manicomio del Larco Herrera.
Ahí me sorprendió verla a Bony. Ella no me
reconoció. De ti si se acordaba por las pinturas de tu
casa, las iglesias que visitaban y los viajes que
emprendían.
Solía decir:"Mi amigo el pintor. Mi
amigo el creyente. Mi amigo el viajero".
Simpatizé con ella. En su ficha
personal decía que después de haber estudiado
Educación física en la Universidad Villareal, tuvo
diversos trabajos. Le gustaba el cine. Llegó a bautizarse
y confirmarse. Tardíamente ingresó como novicia en
el convento de las Clarisas de Lima, pero su enfermedad
sicosomática del hígado, conocida como
Encefalopatía hepática, la había llevado a
la demencia. La congregación, con autorización de
su familia, se vio obligada a internarla en este manicomio.
Cuando le quisieron quitar el hábito, gritó y
agredió como una fiera. Entonces tuvieran que internarla
con su hábito. Su imagen de religiosa calmaba las
alteraciones de algunas dementes. Se convirtió en una
especie de santa de los loquitos. Al manicomio le convenía
tenerla. Pero ella lloraba con frecuencia porque quería
regresar a la congregación. La madre superiora
decía que tenerla en el convento significaba un gran
problema porque en cualquier momento se le presentaban sus
ataques de irascibilidad.
Su familia simpatizó conmigo desde
el primer momento que me conoció. Me converti en su
confidente. Más supe de Bony por su familia, que por ella
misma que estaba loca. Al cabo de un tiempo la madre superiora se
compadeció de Bony. Decidió regresarla a la
congregación, poniéndola en una celda especial. Fui
contratada para cuidarla en su convento. Hasta ahora trabajo
ahí. Estoy de lunes a sábado de ocho de la
mañana a las seis de la tarde. A las ocho de la noche la
hacían dormir con agua de wawasana. Ya de todo eso se
encargan las mismas monjas.
Bony ya no es religiosa, pero le hacen
creer que lo sigue siendo. El hábito le ayudó a
vivir esa fantasía. Un siquiatra la visita de vez en
cuando. Con su medicamento está tranquila. Le gusta leer,
orar y pintar. Esta actividad la relaja bastante, a lo igual que
la música clásica que escucha. Eso sí, no
comparte la vida comunitaria con las hermanas clarisas. Algunas
de ellas le tienen miedo.
Su celda está llena de todas las
pinturas que tú le regalaste. Casi todas son
religiosas.
Es una gran devota de Santa Clara, la
fundadora, de Santa Rosa de Lima, de San Francisco de Asís
y Santa Juana de Arco. Por eso ha pintado muchos cuadros sobre
estos santos. Ora ante estas imágenes. Últimamente
está pintando arcángeles de la Escuela mestiza
cusqueña.
Pero el problema siquiátrica se
recrudeció cuando vio, en una enciclopedia de arte, la
oleografía del Matrimonio de Martín Loyola con la
ñusta.
_Yo quiero tener un novio así, noble
europeo, porque yo soy una ñusta.
Entonces intenté cambiarle la
idea_Pero tú eres una monja. Las monjas no se pueden
casar. Además las monjas franciscanas no pueden aspirar a
las vanidades de los ricos.
_¿Y cómo las ñustas se
casaban? Las ñustas eran las princesas, hijas del Inka. Un
Inka era considerado un dios o un supremo sacerdote. Entonces las
ñustas eran religiosas.
Luego rompió a llorar y
exclamaba:¡Yo soy una ñusta! ¡Soy una
religiosa!¡Hija de Dios y esposa de Cristo!_asi eran los
comienzos de sus rabietas.
Luego se calmaba y yo aprovechaba otra vez
para hacerla entrar en razones.
_¿Pero si eres esposa de Cristo, no
puedes casarte?
_No, no, el Señor me ha dicho que
tenga un novio, pero que no me case.
Como las hermanas en ese momento, se
encontraban en la parte del fondo del convento, haciendo sus
oficios religiosos, le sugerí que no llorara porque sino
se iban a enterar del asunto, especialmente la madre superiora, y
podían regresarla al Larco Herrera. Mi suplicó
guardar el secreto y así creamos el
tabú.
Con Bony salimos algunas veces a la calle.
Era parte de la terapia siquiática. Ibamos a las iglesias
antiguas de Lima. Paseábamos por el Jirón de la
Unión, Miraflores, el Parque de Lima y otros lugares de
recreación.
En una de esas salidas me encontré
con tu amiga. Bony miraba y miraba al inglés. Al
despedirnos me dijo:_Ese inglés se parece a mi amigo Neko.
El será mi novio. Con él me voy a
casar_traté de transfigurar sus desquisamientos, pero se
obsesionó y constantemente repetía:_Neko es mi
novio. Mi novio es Neko. El es Martín Loyola.
Consultando al siquiatra, comprendí
que ella llamaba novio a un amigo muy querido. A un amigo de amor
de hermano. Tal vez nunca lo había tenido.
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