Las mentiras históricas en la educación –
Monografias.com
Las mentiras históricas en la
educación
La mentira, que pareciere formara parte de la esencia
humana, no es ajena a la dinámica educativa. Según
expertos, al ser humano lo caracteriza su disposición
intrínseca y cultural para mentir. Si tenemos en cuenta
que la mentira es una forma de supervivencia, que en ocasiones
nos resulta provechosa, acudimos a ella cuando necesitamos que
esté al servicio de nuestros intereses o conveniencias.
Pareciere que las mentiras fueren inherentes a la
condición humana. "Las mentiras, pequeñas y
grandes, constituyen el lubricante de nuestra vida
social"[1]. Nuestra cultura se construyó
sobre mentiras. "¡Por qué la humanidad habrá
tomado tan en serio las afecciones cerebrales de sutiles
enfermos!", sentenció Nietzsche[2]Y de las
mentiras históricas, ¿qué? Si nuestra
civilización se ha construido sobre mentiras,
¿entonces por qué pensar ingenuamente que las
personas no vayan a mentir? ¡Claro que mienten cada vez que
les resulte de utilidad! El conocido médico Gregory House
afirma que "todo el mundo miente"[3]. El brillante
intelectual colombiano Fernando Vallejo plantea que la capacidad
de mentir es la esencia del ser humano. "El ser humano es una
bestia bípeda entrenada… para mentir en las formas
más sutiles, de las cuales hoy por hoy es la palabra y las
ecuaciones"[4]. Fedor Dostoievski sentenció
que no podemos imaginar hasta qué punto somos capaces de
mentir. "¿Cree usted que me irrito porque dicen mentiras?
¡No! ¡A mí me gusta que mientan! Mentir es el
único privilegio del hombre frente a las instituciones.
¡Quién miente llega a la verdad! Por eso soy hombre,
porque miento. No se ha llegado a ninguna verdad sin haber
mentido antes unas catorce veces, y quien sabe si ciento catorce,
y eso es honroso a su modo. ¡Pero nosotros ni siquiera
sabemos mentir por inspiración propia! Miente todo lo que
quieras, pero miente por ti mismo, y entonces te cubriré
de besos. Mentir según dicta el ingenio propio es casi
mejor que decir la verdad de otro. En el primer caso, se es
persona; ¡en el segundo, un loro!"[5].
¿El ser humano es, por naturaleza, un ser falaz? ¡He
ahí la cuestión!
Como la educación que se imparte en nuestro
país, es una educación para la
"domesticación", para sujetar al sujeto, además de
"enseñar" algunas mentiras históricas, se
"enseña" sin filosofía y sin articulación
crítica con los demás saberes. En el caso de la
llamada "historia patria", que no es otra cosa que "leyenda
patria", se "ensalzan" y se "enaltecen" a determinados
héroes y heroínas como adalides absolutos de
nuestra "independencia". No se puede desconocer que su aporte fue
valioso en el plano revolucionario, ideológico y militar.
Pero pretender hacernos "creer" que sin ellos no nos
hubiéramos "liberado" tan fácilmente del dominio
español, es un asunto que hay que replantear. La derecha
ensalza sus héroes y la izquierda llora sus
mártires.
Los verdaderos adalides, paladines, héroes,
heroínas y próceres de nuestra "independencia"
fueron las ideas de la Ilustración, alimentadas con el
pensamiento filosófico, con el filosofar, de Descartes,
Locke, Voltaire, Diderot, D"Alembert, Rousseau, Kant y otros
más. "Los intelectuales de las colonias, representantes de
los intereses de la aristocracia criolla, reciben el influjo del
liberalismo inglés y del iluminismo enciclopédico
francés. Los teóricos de la Revolución
Francesa y de la independencia norteamericana sirven de fuente a
nuestros ideólogos independentistas, Locke, Montesquieu,
Rousseau, Voltaire y otros pensadores del iluminismo y de la
ilustración se imponen como maestros del pensamiento desde
comienzos del siglo diecinueve en nuestro continente. La
Declaración de los derechos humanos en la
Revolución Francesa sirve de bandera para la
reivindicación de los derechos del pueblo
colonizado…"[6] La filósofa e
historiadora Diana Uribe Forero nos dice que lo que llamamos
modernidad, América e independencia es el resultado del
pensamiento. "Todo lo que va a sacudir el mundo, lo que va a
formar la modernidad, lo que va formar el nacimiento de todos
estos países tiene su origen en algo que llamamos la
modernidad, y eso es un grupo de filósofos…
Las ideas son las fuerzas más poderosas que inventa el ser
humano; las ideas viajan en el tiempo, entran en los corazones,
transforman los pensamientos, inflaman las pasiones, generan
utopías, hacen que las personas se entreguen por completo
a una causa; detrás de una causa hay una idea. Por eso las
ideas de la Ilustración son el laboratorio que va sacudir
a Europa y que va a producir el nacimiento de nuestro
continente… ¡Cómo serán de poderosas,
cómo serán de fuertes, que logran atravesar
océanos, cordilleras, continentes, civilizaciones y
tiempos! Una de las fuerzas más grandes que tiene la
historia es la fuerza de las ideas… Esas ideas se van a
concretar en revoluciones"[7]. Las verdaderas
revoluciones, en concepto del filósofo José
María Samper, son de ideas. La enciclopedia la
Historia de Colombia señala que "no es
difícil que en un país como el nuestro se haya
escogido una pelea a puñetazos y pescozones como el
momento clave de nuestra libertad"[8]. Comparto el
planteamiento de Ricardo Peter, que afirma que la
filosofía aunque parezca inútil, es apta para el
cambio, social e individual. "Por esto la filosofía puede
ser más poderosa que las armas y más revolucionaria
que las guerrillas. Primero se gestan las filosofías y
luego las revoluciones"[9].
Un manual didáctico aclara que "los
intelectuales, representantes de la aristocracia criolla,
recibieron el influjo del liberalismo inglés y del
iluminismo francés: Locke, Mostesquieu, Rousseau,
Voltaire"[10]. El filósofo Sergio Arboleda
pensaba que para que las revoluciones fueran hechos
auténticos y consecuentes tenían que estar
fomentadas por las ideas. En su Historia del mundo,
Uribe Forero dice que "la independencia que van a tener las
colonias americanas será hija de la Ilustración", y
agrega que "serán las ideas de la Ilustración, a
través de Francisco de Miranda, las que animarán e
instigarán los procesos de independencia de América
Latina". Los movimientos libertarios estuvieron animados por las
ideas de la Ilustración. El poeta José María
Vargas Vila, testigo de la época (un intelectual
iconoclasta, mordaz e irreverente), dice en Los divinos y los
humanos que el espíritu libertario no vino como el
del "creador" en las narraciones fabulescas de la Biblia sino en
"alas de la filosofía".
Antonio Nariño, Camilo Torres, Simón
Bolívar y Francisco de Paula Santander emanciparon las
multitudes, los filósofos intentaron emancipar las
conciencias. La referida Historia de Colombia aclara que
"a pesar de todos los esfuerzos del gobierno español por
impedir que las ideas de libertad proclamadas por los
intelectuales ingleses y franceses prendieran en América,
la revolución francesa y los derechos del hombre
incentivaron en las colonias el deseo de sacudirse el yugo de las
potencias europeas", razón por la que, en "el equipaje de
los pensadores y hombres de ciencia forjados en Europa, que se
acercaban a Nuevo Mundo, traían uno que otro libro que al
juntarse fueron abriendo los apetitos intelectuales de los que
más adelante serían padres de la Independencia". No
obstante la intención de la corona española de
impedir por todos los medios la propagación de las ideas
de la Ilustración, pensadores españoles como Benito
Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos, Pedro Rodríguez de
Campomares y el conde Aranda incendiaron la mentalidad ilustrada
"por medio de escritos en los cuales se daban a conocer los
progresos de las ciencias y el adelanto técnico en otros
países"[11].
La misma dinámica oprobiosa de la conquista y la
colonización impuesta a la fuerza por España,
reflejada a través de la violencia, el saqueo y la
domesticación religiosa, dieron origen a la inconformidad
que incubaron los procesos de independencia y
emancipación. José María Samper reconoce que
la lógica de la conquista y posterior colonización
dinamizó la lógica de la independencia americana.
Fue así que España al desarrollar injustamente la
conquista y la colonia preparó, sin proponérselo,
la revolución. "Sin quererlo, España dio a luz uno
de los fenómenos más extraordinarios de la historia
política moderna: la revolución
americana"[12].
Los "independizados", los "emancipados", siempre se han
preguntado y nos hemos preguntado: ¿Cuál
"Independencia"? Y La "Independencia" ¿para
qué? El cuento "histórico" de la "independencia" no
es más que mentitas, puras mentiras.
Hablar de "independencia" y de "mancipación" es
decirnos mentiras. Somos una prolongación de la
subjetividad, no sólo española, sino europea. Como
colombianos, tenemos un cuerpo cuya cabeza está en Europa.
La subjetividad europea nos sujeta. ¿Acaso la
"democracia", la política, la filosofía, la
religión, la ciencia, el capitalismo y los demás
saberes no proceden de Europa? Por no pensar críticamente,
por falta de espíritu crítico, de criticidad, nos
"echamos" mentiras a nosotros mismos, y lo más grave es
que nos las creemos. Sí, es cierto, España, y en
general Europa, retiró sus ejércitos y sus
autoridades y cesó la dominación militar y
política, pero el colonialismo continuó de otra
manera: a través de la mercancía. El capitalismo
europeo, con toda su rebatiña económica,
prosiguió con su dominación colonialista. Si bien
es cierto que también nos somete el capitalismo
norteamericano, éste es hijo del capitalismo del viejo
continente. España y Europa en general, con la enorme
influencia de los Estados Unidos, nos tienen colonizados con las
leyes del mercado, con la lógica del mercado.
¿Cuál fin del colonialismo? ¿Cuál
emancipación? ¿Cuál independencia?
¡Falacias, puras falacias! Colombia, como país
"tercermundista", aún se encuentra bajo las
tácticas colonialistas de Europa. El tercer mundo "ya se
sabe que no es homogéneo y que todavía se
encuentran dentro de ese mundo pueblos sometidos, otros que han
adquirido una falsa independencia, algunos que luchan por
conquistar su soberanía y otros más, por
último, que aunque han ganado la libertad plena viven bajo
la amenaza de una agresión
imperialista"[13]. Un sector de la izquierda
revolucionaria colombiana opina que Colombia aborda el siglo XIX
con una situación económica y social heredada de
las formas de dominación colonial sobre la cual
asentaría los modelos de desarrollo económico que
le impondría el capitalismo. "Considera que una
de las características estructurales inherente a la
formación social es la tendencia a vivir en
condición de dependencia
histórica"[14]. La izquierda pretende, con
fundamento en un pensamiento europeo, trocar el orden
establecido, también fundado en el pensamiento del viejo
continente. Los partidos políticos tradicionales tienen su
ideología en el pensamiento liberal (partido Liberal) y la
doctrina cristiana (partido Conservador), irrefutablemente de
origen europeo. Si la derecha, el centro y la izquierda buscan
instaurar un establecimiento con base en el pensamiento europeo,
¿entonces dónde está la llamada
"independencia" de Europa, específicamente de
España? ¡Otra mentira más que nos creemos
porque somos ingenuos, porque no tenemos espíritu
crítico, porque no pensamos por nosotros
mismos!
¡No nos digamos más mentiras! ¡Basta
ya de mentiras! Seguimos siendo colonia española y, por
ende, europea. En pensamiento, en ideas políticas, en
ciencia, en religión, en idioma, en costumbres, en
tradiciones, en convencionalismos, en rituales, en ceremoniales y
en filosofía seguimos dependiendo de Europa. "Esta
dependencia, de la cual a su vez depende el subdesarrollo que
sufrimos, como efecto de causa, es una historia larga de contar.
En líneas generales, el Yo europeo moderno se
convierte en un Yo–conquisto, Yo–domino,
Yo–decido, Yo–pienso. Los demás son entes
conquistados, dominados, colonizados, pensados, es decir,
oprimidos"[15].
No tenemos identidad nacional. El hecho de que los
europeos, maquiavélicos y pragmáticos, hayan
permitido a Colombia y a los demás países
latinoamericanos tener su propia bandera, su propio himno
nacional, su propia moneda y otros sucedáneos para
ensalzar nuestra supuesta "independencia", no implica que estemos
exentos de la colonización europea. ¿Será
posible emanciparnos del colonialismo cultural europeo?
¿Pero cómo lograrlo si ni siquiera el nombre de
América, Latinoamperica o Colombia es nuestro? Europa fue
la que nos nombró. ¡Cuál independencia si ni
siquiera tenemos un nombre propio! Europa nos bautizó, nos
impuso nombre, pero nos negó nuestra identidad. "A Europa,
en el juego de la historia universal, le tocó el destino,
la responsabilidad, de ser los dominadores. Ellos son los que
descubrieron otras "ecúmenes", las que dominaron gracias a
la técnica y gracias a la fuerza de las armas, de la
pólvora, de los caballos y las
carabelas…"[16].
La filosofía, por ejemplo, cuyas ideas han
movido, mueven y moverán al mundo, nos tiene "colonizados"
hasta la médula, así, quienes carecen de
espíritu crítico, no se den cuenta.
Aristóteles, considerado por el consenso intelectual como
el filósofo más genial de Occidente, nos
condicionó con su extraordinario e influyente sistema de
pensamiento. "Nuestra historia fue políticamente
dependiente, y lo es aún económica y culturalmente,
porque en el fondo fuimos y seguimos siendo
ontológicamente dependientes… Latinoamérica,
como continente independiente, ha vivido en el limbo de las
pesudounidades impuestas por el imperio de turno. Como entes
dominados, hemos ocupado un puesto periférico en
relación a un centro. La unidad en la que hemos vivido
nunca ha sido nuestra. No se niega que nuestras naciones
políticamente hayan nacido a la historia, pero la
independencia política sigue mediatizada por otras
tendencias más profundas y difíciles de
romper… Nuestro problema latinoamericano no es solamente
el de falta de unidad propia, y por tanto, de identidad, sino
también, como consecuencia inevitable, es la falta de
verdad. No hemos sido auténticos porque hemos vivido de
las verdades ajenas y formales dictadas desde el centro.
Ofuscados por la claridad y distinción cartesiana de las
verdades importadas, nuestra realidad nos parecía
vacía de verdad, opaca, ininteligible sin
interés… Secularmente hemos carecido de un proyecto
histórico propio. Otros han hecho nuestra historia…
Durante siglos no se nos dejó ser desde nosotros mismos.
Aún hoy seguimos siendo dependientes. De ahí
nuestra querencia a la fuga de la realidad que nos cupo en suerte
y nuestros sueños de ser, apoyados en realidades
extrañas"[17]. En palabras de Oswaldo
Ardiles, "confundiendo las nociones de realidad y de ser, el
pensar de la dominación obtuvo un reaseguro
ontológico de la permanencia de lo
existente"[18].
La lógica con que pensamos y razonamos a cada
instante es aristotélica. "Es notable el hecho de que esta
compleja ciencia de la estructura interna del pensamiento fue
descubierta y expuesta casi en su totalidad por
Aristóteles, sin que toda la humanidad posterior haya
podido añadir otra cosa que leves detalles o aspectos.
Toda la minuciosa doctrina de las formas generales del
pensamiento (concepto, juicio y raciocinio) con sus
clasificaciones, leyes y combinaciones, y toda la teoría
de las formas particulares del pensamiento científico
(definición, división, método), aparecen en
el Organon aristotélico casi en la forma en que
son estudiadas hoy mismo"[19]. Las bases de la
ciencia biológica son aristotélicas. La estructura
gramatical del idioma castellano (con el que nos comunicamos,
también procedente de España) es producto de la
genialidad aristotélica. Los tres poderes públicos
de nuestra "democracia" son aristotélicos. Inclusive (sin
que Aristóteles se lo hubiera propuesto) el fundamento de
la doctrina católica, establecida por Santo Tomás
de Aquino (otro filósofo que bebió de las fuentes
del pensamiento de este singular filósofo griego),
también es aristotélico. Ni qué decir del
pensamiento platónico, fundamentador (también sin
que Platón se lo propusiera) de la doctrina de la
religión que nos impuso, a sangre y fuego, España:
el catolicismo. "Todos los hombres nacen aristotélicos o
platónicos", sentenció el poeta Samuel Taylor
Coleridge. Para los aristotélicos las ideas son meras
generalizaciones de observaciones puntuales… Los
platónicos consideran que las ideas tienen entidad real;
que lo fundamental son los universales, los conceptos abstractos.
Sobre cualquiera de estas dos inveteradas y arraigadas tendencias
filosóficas, el hombre de Occidente organiza su
cosmovisión de su mundo y el mundo que lo rodea. El
realista aristotélico ve un mundo de realidades. El
idealista platónico ve un mundo de ideas. Algunos ven los
dos mundos a la vez. Europa produce el conocimiento que nosotros
consumimos. Ponemos en práctica las ideas pensadas en el
viejo continente.
Saturados de lo pensado por estos pensadores y los
demás pensadores europeos, ¿cómo vamos a
lograr nuestra emancipación del colonialismo intelectual?
¿Cómo vamos a tener una identidad como
latinoamericanos y como colombianos? "Liberarnos" del pensamiento
de la filosofía europea, implicaría elaborar una
manera propia y nueva de pensar, y nuestras mentes, "colonizadas"
por el pensar del viejo continente, por ahora, no tienen la
capacidad y madurez filosófica para producir un
Platón, un Aristóteles, un Descartes, un Kant, un
Marx o un Nietzsche latinoamericano ni mucho menos colombiano.
¿Cómo vamos a tener un pensador nuestro de esa
genialidad, si los textos o manuales de filosofía no
reseñan, ni tan siquiera hacen alusión, de
pensadores latinoamericanos, y menos de filósofos
colombianos? Latinoamérica, incluyendo a Colombia, ha
producido grandes filósofos (eso sí originales
ninguno), pero no aparecen en los manuales de enseñanza ni
los profesores se detienen a reseñarlos, aunque fuera a
nombrarlos. ¿Qué joven, luego de concluir su
educación secundaria, sabrá que Colombia tuvo
connotados pensadores como Fernando González Ochoa, Danilo
Cruz Vélez, Roberto José Salazar Ramos, Eudoro
Rodríguez Albarracín, Germán
Marquínez Argote, Rafael Carrillo Lúquez, entre
otros? ¿Así cómo nos atrevemos a hablar de
"independencia", "emancipación" y
"descolonización"?
¿Entonces seguir afirmando que "logramos la
independencia de España"? Mientras no prescindamos del
pensamiento y de las instituciones europeas, seguiremos siendo
colonia de Europa y dependiendo de ésta. Pareciera que
Europa nos hablara en términos goethianos: "No es tiempo
aún de emanciparnos; sed, pues,
sumisos"[20]. No hemos escuchado las palabras de
Sartre, cuando en el prólogo a los condenados de la
tierra, nos invitaba a abandonar "a esa Europa que no deja
de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina por
dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus
propias calles, en todos los rincones del
mundo"[21]. El mismo intelectual, precisamente un
europeo, reconoce la voracidad colonialista de Europa. "Ustedes
saben bien que somos explotadores. Saben que nos apoderamos del
oro y los metales y el petróleo de los "continentes
nuevos" para traerlos a las viejas metrópolis. No sin
excelentes resultados: palacios, catedrales, capitales
industriales; y cuando amenazaba la crisis, ahí estaban
los mercados coloniales para amortiguarla o desviarla. Europa,
cargada de riquezas, otorgó de jure la humanidad a todos
sus habitantes: un hombre, entre nosotros, quiere decir un
cómplice puesto que todos nos hemos beneficiado con la
explotación colonial… el europeo no ha podido
hacerse hombre sino fabricando esclavos y
monstruos"[22]. En un tono parecido resuena Erich
Fromm, cuando afirma que no se necesita demostrar que la historia
de Europa es una historia de conquistas, explotación,
fuerza, subyugación. "Casi no existe un periodo que no se
caracterice por estos factores, ninguna raza ni clase se
exceptúan. A menudo esto incluye el genocidio, como el de
los indios norteamericanos, y ni aun las empresas religiosas,
como las Cruzadas, son una excepción. Esta conducta
¿fue sólo aparentemente motivada por la
economía y la política, y los traficantes de
esclavos, los gobernantes de la India, los asesinos de los
indios, los ingleses que obligaron a los chinos a abrir sus
territorios para importarles opio, los instigadores de las dos
Guerras Mundiales y los que preparan la próxima guerra,
son cristianos de corazón? O ¿quizá los
dirigentes sólo eran unos paganos rapaces, mientras que
las grandes masas de la población seguían siendo
cristianas? Si fuera así, podríamos sentirnos
contentos. Por desgracia, no es así. Seguramente los
dirigentes a menudo eran más rapaces que sus seguidores,
porque tenían más que ganar, pero no podrían
haber realizado sus planes si el deseo de conquista y de victoria
no hubiera sido –y sigue siendo– parte del
carácter social"[23]. ¿Emancipados,
libres e independientes? ¡Ese cuento sólo lo acepta
sin ponerlo en cuestionamiento el rebaño! Los
filósofos no, porque éstos, con su actitud
iconoclasta, contestataria, anticonvencional, libertaria,
irreverente, caustica, mordaz, controversial y desmitificadora,
cuestionan todo aquello que los demás dan por sentado o
prefieren no cuestionar. Esto no es que sirva de mucho para
cambiar el estado de cosas, de modificar nuestra soterrada
dependencia de Europa, pero sí para no tragar entero y
darnos cuenta de la realidad en que vivimos. ¿De
quién depende transformarla? ¡Quien no nos deje
soñar, nosotros no estamos dispuestos a dejarlo
dormir!
El mismo texto escolar[24]señala
que a pesar de la independencia política el cambio
cultural no es significativo, razón por la cual los
hábitos de dependencia forjados durante la colonia
permanecen, y que en la actualidad a nivel cultural somos
consumidores acríticos de todas las corrientes
artísticas, filosóficas, científicas,
políticas y religiosas que se ponen de moda en Europa o
Estados Unidos. José María
Samper[25]dice que la vieja España
todavía nos combate sin quererlo por medio de sus
representaciones, es decir, de los elementos que nos dejó
profundamente arraigados en las instituciones, tradiciones y
costumbres coloniales. Fernando González Ochoa
señala que copiamos constituciones, leyes, costumbres,
pedagogía, métodos y programas. "La
imitación ha sido nuestro vicio colombiano y
latinoamericano. Imitamos versos, modas, catedrales,
filosofía, modos de vida. Somos, por ello, vanidosos o
vacíos de lo nuestro y de nosotros mismos. Todo es ajeno y
simulado"[26]. El reconocido intelectual Luis
López de Mesa Gómez aconseja una síntesis
cultural más universal para superar la cultura europea que
nos ha servido de mentor espiritual, porque, tal como nos dice
"es una verdad ineludible el que carecemos de una rica
imaginación aún: en cuatro siglos no hemos
inspirado una religión, una filosofía, un drama
universal, un poema épico, ni en pintura un cuadro de
composición original, ni en música una
interpretación eminente de lo humano. Hasta hoy vivimos de
prestado en grandes proporciones… Nos independizamos
oportunamente, pero sin la adecuada preparación racial,
territorial, cultural y económica. Continuamos siendo
colonia… de España, en literatura y
legislación; de Francia, en literatura e ideología
general; de Inglaterra, en lo económico y en algunas
normas sociales… de Roma, en religión y preceptos
morales…"[27]. López de Mesa
advierte que mientras no superemos esa dependencia tendremos
problemas de identidad cultural. William Ospina, un intelectual
con sentido crítico, al respecto, señala lo
siguiente:
"Es innegable nuestra pertenencia al orden mental
europeo. Un país cuya lengua es hija del latín y
del griego; que ha profesado por siglos una religión de
origen hebreo, griego y romano; que se ha propuesto el modelo
democrático debido a la Revolución francesa y que
se reclama defensor de la Declaración de los Derechos del
Hombre; una sociedad que se ha formado instituciones siguiendo el
modelo liberal europeo, no puede pretender encontrar soluciones
ignorando esa tradición. La democracia sigue siendo para
nosotros una promesa y aún necesitamos en Colombia una
crítica lúcida, vigorosa, implacable, de las
iniquidades del poder imperante, como la que emprendió
Voltaire en su día, y una propuesta seria de sensatez, de
lógica, de generosidad y de valor civil. Lo que requerimos
es comprender que una cosa es ser hijos de Europa y otra
confundirnos con ella, cuando pertenecemos a un territorio tan
distinto, cuando les debemos respeto profundo a los viejos padres
que poblaron este territorio por siglos y de los cuales
también descendemos, cuando sabemos que la diversidad de
nuestra composición natural, étnica y cultural es
un privilegio, y no permite la arbitraria imposición de un
solo modelo, de una sola verdad, de una sola estética.
Ningún país podrá construir jamás un
orden social justo y equilibrado si no es capaz de reconocerse a
sí mismo y de diseñar su proyecto económico,
político y cultural a partir de esa conciencia de sus
posibilidades y sus
limitaciones"[28].
Historiadores, que disienten de la "historia oficial"
(de los historiadores a "sueldo"), historiadores con
espíritu crítico, como Hugo Rodríguez
Acosta, Álvaro Tirado Mejía, Diego Montaña
Cuellar, Antonio García, Indalecio Liévano Aguirre,
entre otros, "cuentan" que a la denominada "aristocracia criolla"
(entre los que se encontraban Nariño, Torres,
Bolívar, Santander, etcétera, etcétera, "los
libertadores") la movieron otros intereses distintos al de los
mestizos, indios, campesinos y esclavos, es decir, el "pueblo":
el poder político y económico. Los criollos
deseaban tener los mismos derechos que los blancos peninsulares.
"Los compromisos pactados en la noche del 20 de julio no
implicaron, como suele pensar una declaración de
independencia, sino que ellos se limitaron a institucionalizar el
gobierno de responsabilidad compartida entre el Virrey y los
grandes voceros del estamento criollo. En esa alianza, acordada a
espaldas del pueblo, los dos socios se beneficiaron mutuamente:
el Virrey continuaba de Jefe de Gobierno… y los notables
criollos ingresaban en la Administración… para
compartir el poder con quien representaba la
Corona…"[29]. La historia oficial esboza
una orientación colonial, señorial, racista y
eurocéntrica, "que sólo le interesa la
memorización de cronologías y la descripción
aislada de los hechos, con el objetivo de resaltar las
hazañas de los grandes héroes, que casi siempre
forman parte de los grupos privilegiados de la
sociedad…"[30]. Los "descastados" no fueron
más que fichas hábilmente "jugadas" y manipuladas
por la aristocracia criolla en la consecución de sus
pragmáticos logros.
Esta última tesis la sustentan algunos
interrogantes: Si los criollos estaban "cansados" del dominio
español, ¿entonces por qué, luego de la
"independencia", no se liberaron de la religión
católica, que había sido utilizada como instrumento
de dominio, sometimiento, y como ideología de poder por
parte del imperio español? ¿No había sido
impuesto, "a sangre y fuego", el dogma religioso de la iglesia
católica sobre los nativos y los esclavos?
¡Qué iban a liberarse de la religión los
criollos, si en Dios cifraban sus esperanzas de "independencia"!
O si no leamos lo que escribió en ese tiempo uno de los
denominados "próceres" de la "independencia". "En tal
conflicto recurrimos a Dios, a este Dios que no deja perecer la
inocencia, a este nuestro Dios que defiende la causa de los
humildes; nos entregamos en sus manos; adoramos sus inescrutables
decretos; le protestamos que nada habíamos deseado sino
defender su santa Fe, oponernos a los errores de los libertinos
de Francia, conservarnos fieles a Fernando, y procurar el bien y
libertad de la patria"[31]. ¿Los
criollos ofrecieron alguna participación en la
administración a los "guerreros" que habían
intervenido, ya sea con apoyo logístico o luchando en el
frente de combate para conquistar la "independencia"? ¿A
los criollos les interesaba la "independencia" o el poder
político y económico? ¿Por qué los
"descastados" no pasaron a ocupar cargos de gobierno de los
territorios "independizados"?
Los "patriotas" criollos no hicieron otra cosa que
reemplazar la oligarquía española por la
oligarquía criolla con todos los vicios y formas de
sometimiento. En eso consistió, para ellos, la
"independencia". "Los criollos habían tomado conciencia de
su identidad y de la posesión de sus recursos. La
política española y el fuerte monopolio impuesto
herían los intereses locales"[32]. El nuevo
gobierno no era más que el gobierno conjunto de las
autoridades coloniales y los patricios criollos. Establecidos los
pactos, "se produjo automáticamente un nuevo
encuadramiento de fuerzas y sobre las viejas
disputas"[33].
Basta consultar cualquier texto de "historia patria"
para colegir que el llamado "Grito de Independencia"
estuvo matizado de intereses, componendas, conflictos y pugnas
por el poder que se disputaban con intrigas y violencia los
"próceres" criollos de la nueva oligarquía. Entre
los próceres surgieron discrepancias y conflictos por
ansias de poder, por la repartición de la "torta
burocrática". Tanto a los "próceres" "defendidos"
por la historia oficial como a los "condenados" por la misma,
solo los animaba una motivación: el poder; el destino del
pueblo que participó en las revueltas, en las batallas, en
las guerras y en la lucha no importaba para ellos. Al fin y al
cabo pertenecían a la oligarquía
criolla.
Así mismo, de los textos se desprende que el
pueblo, instado por los "próceres", sólo
sirvió como medio para el logro utilitario y
pragmático de un fin. Y desde entonces se establecieron
las fronteras entre la oligarquía triunfante y un pueblo
"que buscaba confusamente su liberación y confiaba en que
aquella profunda crisis del orden colonial no habría de
reducirse a simple oportunidad para que las clases acaudaladas se
apoderaran de los centros nerviosos del
Estado"[34]. No bien el pueblo puso la cara, la
oligarquía corrió a reclamar sus privilegios. El
pueblo de los arrabales, hombres y mujeres, dejaron sus
míseras covachas, "donde vivían como fieras
olvidadas de Dios"[35], para acudir al llamado
revolucionario de los "próceres" criollos. "José
María Carbonell realizó uno de los actos más
trascendentales de nuestra historia: acompañado de un
grupo de estudiantes y de amigos se encaminó a los
arrabales de Santafé, a las míseras barriadas de
extramuros, donde habitaban en guaridas millares de artesanos, de
mendigos, de indios y mulatos, de gente desesperadas y
míseras, y las invitó, con su extraordinaria
elocuencia, a trasladarse al centro de la ciudad para solicitar
no una Junta de Notables, sino Cabildo Abierto….
Montoneras de hombres y mujeres, la "hez del pueblo", como
decían los oligarcas, entraban así en el camino de
la historia…"[36]. Pero sería a
fundar la historia de los caudillos, de los "próceres",
porque la historia oficial "sólo ha otorgado el apelativo
de "próceres" a los servidores sumisos de la
oligarquía, y para los defensores del pueblo y los voceros
de sus intereses, ha reservado invariablemente los calificativos
de "demagogos", "agitadores" y "tiranos""[37]. En
el escenario de la "independencia", el pueblo no hizo otra cosa
que desempeñar el papel de mudo espectador de la comedia
de los notables. ¿Cuándo será la hora de los
pueblos? "Ellos fueron los que combatieron y combaten, los que
aportaron y aportarán miles de héroes estelares o
anónimos", recuerda una proclama revolucionaria. Pareciere
que el pueblo nunca llega al poder; a éste sólo
llegan sus dirigentes, sus caudillos, sus caciques, sus
políticos, sus próceres. Con sarcasmo e
ironía, Álvaro Salom Becerra aclaró que al
pueblo nunca le toca, porque el pueblo "no es más que un
rebaño manso y sumiso, manejado por unos pastores audaces
e inescrupulosos que son los políticos de uno y otro
partido, que hacen con él lo que se les da la
gana…"[38]. Los pueblos son como los
hombres: se atienen más a las apariencias que a la
realidad de las cosas.
La historia patria, tratando de defender a uno de sus
"próceres", señala que José María
Carbonell "no estaba dispuesto a dejar sin definir el problema
básico de la Independencia, ni a tolerar que aquella
batalla, ganada por el pueblo, no tuviera alcances distintos de
un simple traslado del poder, de manos del Virrey y a la poderosa
oligarquía criolla de grandes hacendados, comerciantes,
plantadores esclavistas y abogados, que constituían la
verdadera clase opresora de la sociedad granadina, la clase cuyas
divergencias con la Metrópoli no tenían otro
sentido que su deseo de derogar aquellas instituciones de la
legislación española que otorgaban alguna
protección a los indios y a los desposeídos, para
lo cual trataban de adueñarse del
Estado"[39]. Ensalzando a otro "prócer",
también afirma que liberados de la oposición de
Antonio Nariño, "quien insistió siempre en la
necesidad de deponer a las autoridades con un auténtico
levantamiento popular, los principales personeros de la
oligarquía criolla –José Miguel Pey, Camilo
Torres, Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo
Lozano, Antonio Morales, etc.–, pudieron consagrarse a
idear la táctica política de que se servían
para provocar una limitada y transitoria perturbación del
orden público, que habría de permitir al Cabildo
capturar el poder por sorpresa y tomar a continuación las
providencias indispensables para el pronto restablecimiento del
orden, de manera que el pueblo no pudiera desviar el movimiento
de los rumbos que la oligarquía, pensando sólo en
sus intereses, trataba de darle
anticipadamente"[40].
Hugo Rodríguez Acosta precisa que la historia
tradicional hace apología desmedida de los "libertadores"
y les brinda aplausos por parte de los "historiadores a sueldo",
construyendo verdaderas leyendas en torno de aquellos personajes,
elevados a una dignidad que excede su verdadera dimensión
histórica. "Estos fueron los "libertadores", es decir,
aquellos que hicieron del Estado un instrumento, colocado al
servicio de las clases privilegiadas y de sus egoístas
conveniencias". Este historiador crítico agrega que la
aristocracia criolla fue incapaz de demoler el caduco orden
colonial y sentar las bases de la nueva sociedad. Todo el proceso
independentista sólo trajo consigo la transferencia del
poder político de los funcionarios españoles a la
aristocracia neogranadina. "Lo demás permaneció
inmodificable: los indios continuaron siendo explotados por los
intermediarios, los hacendados, el Estado, etc.; los negros
continuaron siendo esclavos, y sirviendo por lo tanto a los
intereses económicos de los terratenientes, hacendados,
etc.; los peones, jornaleros, etc., continuaron ligados al grande
o mediano propietario rural, en calidad de asalariados; en fin,
las masas populares, conservaron, –gracias a la continuidad
del ordenamiento colonial– el status social que
tenían en la Colonia"[41]. Cuánto
fundamento le asistía a Michel Focautl cuando afirmaba que
la historia no se debe explicar a través de grandes hechos
protagónicos de la historia, sino que la historia
está en las pequeñas luchas también, que son
en última instancia, las que van a definir ese transcurso
de la historia. "La tragedia de la historia real consiste,
generalmente, en que sus intérpretes encargados de
narrarla a generaciones que no la conocieron objetivamente suelen
distorsionarla vertiéndola al través de su prisma
subjetivo, parcializado o unilateral, negando de esta manera en
su historia escrita el derecho de los acontecimientos de haber
sucedido así como se
presentaron…"[42]. El legendario
líder insurgente de izquierda Manuel Pérez
Martínez decía que "la historia ha sido escrita
para colocar de presente el significado de las clases dominantes,
como clases dirigentes y hegemónicas que representan el
interés nacional, en abierto desconocimiento de las clases
populares y trabajadoras…"[43].
Manuel María Madeido señala que los
criollos sustituyeron a los españoles y el pueblo
siguió siendo la plebe. La Historia de Colombia
refiere que el llamado "Grito de Independencia" no fue "una
verdadera demostración del deseo de autonomía de
las provincias, sino, mejor, la puesta en marcha de un proceso
con el que se esperaba que criollos y chapetones tuvieran los
mismos derechos en el Nuevo Reino", y agrega que este
acontecimiento tan renombrado y exaltado estaba "muy lejos de
representar el verdadero momento de la independencia de nuestra
patria"[44]. Es bien sabido que la historia es
escrita y manipulada por los vencedores. La historia, nos dice
Eduardo Galeano, es una "dama de rosados velos, besadora de los
que ganan"[45]. El industrial Henry Ford
afirmó que la "historia es charlatanería". Herman
Hesse pensaba que lo que en los colegios se llama Historia
Universal, y que hay que aprendérsela de memoria para
la cultura, con todos los héroes, genios, grandes acciones
y sentimientos, eso es sencillamente una superchería,
inventada por los maestros de escuela, para fines de
ilustración y para que los niños durante los
años prescritos tengan algo en qué ocuparse", y
agrega que ello "siempre ha sido así y siempre será
igual, que el tiempo y el mundo, el dinero y el poder, pertenecen
a los mediocres y superficiales, y a los otros, a los verdaderos
hombres, no les pertenece nada. Nada más que la
muerte"[46]. En su autobiografía este
brillante intelectual alemán señala lo
siguiente:
"Cierto que nuestros maestros, en aquella divertida
asignatura que llamaban Historia Universal, nos enseñaban
que el mundo siempre había sido gobernado, dirigido y
cambiado por ese tipo de personas que imponían su propia
ley y que rompían con las leyes tradicionales, y nos
decían que esas personas eran honorables. Pero eso era tan
mentira como todo el resto de la enseñanza, pues cuando
uno de nosotros, con buena o con mala intención, mostraba
alguna vez valentía y protestaba contra cualquier
mandamiento, o siquiera contra una costumbre estúpida o
una moda, ni era honrado ni se nos recomendaba como modelo, sino
que era castigado, escarnecido y oprimido por la cobarde
prepotencia de los maestros"[47].
El "orden establecido" durante el proceso de
"Independencia" y la conformación de nuestra
nación, salvo algunas modificaciones, continúa
vigente en nuestra sociedad. La falta de personas con sentido
crítico, de personas con "mente abierta", de personas que
piensen por sí mismas, es decir, que sepan filosofar, es
la consecuencia de que este "orden" establecido continúe
así, con la concomitante alienación,
opresión, masificación y cosificación de los
"descastados".
Quienes pensamos con espíritu crítico,
cada vez que oímos hablar de "nuestra independencia" a los
educadores, los "historiadores", presidentes de la
República y medios de información, no podemos
más que sonreír por la farsa histórica. "A
muchos se nos metió en la cabeza que la independencia en
Colombia es un chiste, un mal chiste, una pésima
ilusión y sobretodo una gran mentira"[48].
Es un imperativo que el estudiante comprenda que los relatos
históricos legitiman la ideología y poder
dominantes, cuestionando y refutando las supuestas "verdades"
históricas contadas por los historiadores oficiales, los
historiadores "a sueldo", con el propósito que
desinterprete y reinterpreta la historia.
Página siguiente |