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Las mentiras históricas en la educación




Enviado por Luis Ángel Rios



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    Las mentiras históricas en la educación
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    Las mentiras históricas en la
    educación

    La mentira, que pareciere formara parte de la esencia
    humana, no es ajena a la dinámica educativa. Según
    expertos, al ser humano lo caracteriza su disposición
    intrínseca y cultural para mentir. Si tenemos en cuenta
    que la mentira es una forma de supervivencia, que en ocasiones
    nos resulta provechosa, acudimos a ella cuando necesitamos que
    esté al servicio de nuestros intereses o conveniencias.
    Pareciere que las mentiras fueren inherentes a la
    condición humana. "Las mentiras, pequeñas y
    grandes, constituyen el lubricante de nuestra vida
    social"[1]. Nuestra cultura se construyó
    sobre mentiras. "¡Por qué la humanidad habrá
    tomado tan en serio las afecciones cerebrales de sutiles
    enfermos!", sentenció Nietzsche[2]Y de las
    mentiras históricas, ¿qué? Si nuestra
    civilización se ha construido sobre mentiras,
    ¿entonces por qué pensar ingenuamente que las
    personas no vayan a mentir? ¡Claro que mienten cada vez que
    les resulte de utilidad! El conocido médico Gregory House
    afirma que "todo el mundo miente"[3]. El brillante
    intelectual colombiano Fernando Vallejo plantea que la capacidad
    de mentir es la esencia del ser humano. "El ser humano es una
    bestia bípeda entrenada… para mentir en las formas
    más sutiles, de las cuales hoy por hoy es la palabra y las
    ecuaciones"[4]. Fedor Dostoievski sentenció
    que no podemos imaginar hasta qué punto somos capaces de
    mentir. "¿Cree usted que me irrito porque dicen mentiras?
    ¡No! ¡A mí me gusta que mientan! Mentir es el
    único privilegio del hombre frente a las instituciones.
    ¡Quién miente llega a la verdad! Por eso soy hombre,
    porque miento. No se ha llegado a ninguna verdad sin haber
    mentido antes unas catorce veces, y quien sabe si ciento catorce,
    y eso es honroso a su modo. ¡Pero nosotros ni siquiera
    sabemos mentir por inspiración propia! Miente todo lo que
    quieras, pero miente por ti mismo, y entonces te cubriré
    de besos. Mentir según dicta el ingenio propio es casi
    mejor que decir la verdad de otro. En el primer caso, se es
    persona; ¡en el segundo, un loro!"[5].
    ¿El ser humano es, por naturaleza, un ser falaz? ¡He
    ahí la cuestión!

    Como la educación que se imparte en nuestro
    país, es una educación para la
    "domesticación", para sujetar al sujeto, además de
    "enseñar" algunas mentiras históricas, se
    "enseña" sin filosofía y sin articulación
    crítica con los demás saberes. En el caso de la
    llamada "historia patria", que no es otra cosa que "leyenda
    patria", se "ensalzan" y se "enaltecen" a determinados
    héroes y heroínas como adalides absolutos de
    nuestra "independencia". No se puede desconocer que su aporte fue
    valioso en el plano revolucionario, ideológico y militar.
    Pero pretender hacernos "creer" que sin ellos no nos
    hubiéramos "liberado" tan fácilmente del dominio
    español, es un asunto que hay que replantear. La derecha
    ensalza sus héroes y la izquierda llora sus
    mártires.

    Los verdaderos adalides, paladines, héroes,
    heroínas y próceres de nuestra "independencia"
    fueron las ideas de la Ilustración, alimentadas con el
    pensamiento filosófico, con el filosofar, de Descartes,
    Locke, Voltaire, Diderot, D"Alembert, Rousseau, Kant y otros
    más. "Los intelectuales de las colonias, representantes de
    los intereses de la aristocracia criolla, reciben el influjo del
    liberalismo inglés y del iluminismo enciclopédico
    francés. Los teóricos de la Revolución
    Francesa y de la independencia norteamericana sirven de fuente a
    nuestros ideólogos independentistas, Locke, Montesquieu,
    Rousseau, Voltaire y otros pensadores del iluminismo y de la
    ilustración se imponen como maestros del pensamiento desde
    comienzos del siglo diecinueve en nuestro continente. La
    Declaración de los derechos humanos en la
    Revolución Francesa sirve de bandera para la
    reivindicación de los derechos del pueblo
    colonizado…"[6] La filósofa e
    historiadora Diana Uribe Forero nos dice que lo que llamamos
    modernidad, América e independencia es el resultado del
    pensamiento. "Todo lo que va a sacudir el mundo, lo que va a
    formar la modernidad, lo que va formar el nacimiento de todos
    estos países tiene su origen en algo que llamamos la
    modernidad
    , y eso es un grupo de filósofos
    Las ideas son las fuerzas más poderosas que inventa el ser
    humano; las ideas viajan en el tiempo, entran en los corazones,
    transforman los pensamientos, inflaman las pasiones, generan
    utopías, hacen que las personas se entreguen por completo
    a una causa; detrás de una causa hay una idea. Por eso las
    ideas de la Ilustración son el laboratorio que va sacudir
    a Europa y que va a producir el nacimiento de nuestro
    continente… ¡Cómo serán de poderosas,
    cómo serán de fuertes, que logran atravesar
    océanos, cordilleras, continentes, civilizaciones y
    tiempos! Una de las fuerzas más grandes que tiene la
    historia es la fuerza de las ideas… Esas ideas se van a
    concretar en revoluciones"[7]. Las verdaderas
    revoluciones, en concepto del filósofo José
    María Samper, son de ideas. La enciclopedia la
    Historia de Colombia señala que "no es
    difícil que en un país como el nuestro se haya
    escogido una pelea a puñetazos y pescozones como el
    momento clave de nuestra libertad"[8]. Comparto el
    planteamiento de Ricardo Peter, que afirma que la
    filosofía aunque parezca inútil, es apta para el
    cambio, social e individual. "Por esto la filosofía puede
    ser más poderosa que las armas y más revolucionaria
    que las guerrillas. Primero se gestan las filosofías y
    luego las revoluciones"[9].

    Un manual didáctico aclara que "los
    intelectuales, representantes de la aristocracia criolla,
    recibieron el influjo del liberalismo inglés y del
    iluminismo francés: Locke, Mostesquieu, Rousseau,
    Voltaire"[10]. El filósofo Sergio Arboleda
    pensaba que para que las revoluciones fueran hechos
    auténticos y consecuentes tenían que estar
    fomentadas por las ideas. En su Historia del mundo,
    Uribe Forero dice que "la independencia que van a tener las
    colonias americanas será hija de la Ilustración", y
    agrega que "serán las ideas de la Ilustración, a
    través de Francisco de Miranda, las que animarán e
    instigarán los procesos de independencia de América
    Latina". Los movimientos libertarios estuvieron animados por las
    ideas de la Ilustración. El poeta José María
    Vargas Vila, testigo de la época (un intelectual
    iconoclasta, mordaz e irreverente), dice en Los divinos y los
    humanos
    que el espíritu libertario no vino como el
    del "creador" en las narraciones fabulescas de la Biblia sino en
    "alas de la filosofía".

    Antonio Nariño, Camilo Torres, Simón
    Bolívar y Francisco de Paula Santander emanciparon las
    multitudes, los filósofos intentaron emancipar las
    conciencias. La referida Historia de Colombia aclara que
    "a pesar de todos los esfuerzos del gobierno español por
    impedir que las ideas de libertad proclamadas por los
    intelectuales ingleses y franceses prendieran en América,
    la revolución francesa y los derechos del hombre
    incentivaron en las colonias el deseo de sacudirse el yugo de las
    potencias europeas", razón por la que, en "el equipaje de
    los pensadores y hombres de ciencia forjados en Europa, que se
    acercaban a Nuevo Mundo, traían uno que otro libro que al
    juntarse fueron abriendo los apetitos intelectuales de los que
    más adelante serían padres de la Independencia". No
    obstante la intención de la corona española de
    impedir por todos los medios la propagación de las ideas
    de la Ilustración, pensadores españoles como Benito
    Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos, Pedro Rodríguez de
    Campomares y el conde Aranda incendiaron la mentalidad ilustrada
    "por medio de escritos en los cuales se daban a conocer los
    progresos de las ciencias y el adelanto técnico en otros
    países"[11].

    La misma dinámica oprobiosa de la conquista y la
    colonización impuesta a la fuerza por España,
    reflejada a través de la violencia, el saqueo y la
    domesticación religiosa, dieron origen a la inconformidad
    que incubaron los procesos de independencia y
    emancipación. José María Samper reconoce que
    la lógica de la conquista y posterior colonización
    dinamizó la lógica de la independencia americana.
    Fue así que España al desarrollar injustamente la
    conquista y la colonia preparó, sin proponérselo,
    la revolución. "Sin quererlo, España dio a luz uno
    de los fenómenos más extraordinarios de la historia
    política moderna: la revolución
    americana"[12].

    Los "independizados", los "emancipados", siempre se han
    preguntado y nos hemos preguntado: ¿Cuál
    "Independencia"? Y La "Independencia" ¿para
    qué? El cuento "histórico" de la "independencia" no
    es más que mentitas, puras mentiras.

    Hablar de "independencia" y de "mancipación" es
    decirnos mentiras. Somos una prolongación de la
    subjetividad, no sólo española, sino europea. Como
    colombianos, tenemos un cuerpo cuya cabeza está en Europa.
    La subjetividad europea nos sujeta. ¿Acaso la
    "democracia", la política, la filosofía, la
    religión, la ciencia, el capitalismo y los demás
    saberes no proceden de Europa? Por no pensar críticamente,
    por falta de espíritu crítico, de criticidad, nos
    "echamos" mentiras a nosotros mismos, y lo más grave es
    que nos las creemos. Sí, es cierto, España, y en
    general Europa, retiró sus ejércitos y sus
    autoridades y cesó la dominación militar y
    política, pero el colonialismo continuó de otra
    manera: a través de la mercancía. El capitalismo
    europeo, con toda su rebatiña económica,
    prosiguió con su dominación colonialista. Si bien
    es cierto que también nos somete el capitalismo
    norteamericano, éste es hijo del capitalismo del viejo
    continente. España y Europa en general, con la enorme
    influencia de los Estados Unidos, nos tienen colonizados con las
    leyes del mercado, con la lógica del mercado.
    ¿Cuál fin del colonialismo? ¿Cuál
    emancipación? ¿Cuál independencia?
    ¡Falacias, puras falacias! Colombia, como país
    "tercermundista", aún se encuentra bajo las
    tácticas colonialistas de Europa. El tercer mundo "ya se
    sabe que no es homogéneo y que todavía se
    encuentran dentro de ese mundo pueblos sometidos, otros que han
    adquirido una falsa independencia, algunos que luchan por
    conquistar su soberanía y otros más, por
    último, que aunque han ganado la libertad plena viven bajo
    la amenaza de una agresión
    imperialista"[13]. Un sector de la izquierda
    revolucionaria colombiana opina que Colombia aborda el siglo XIX
    con una situación económica y social heredada de
    las formas de dominación colonial sobre la cual
    asentaría los modelos de desarrollo económico que
    le impondría el capitalismo. "Considera que una
    de las características estructurales inherente a la
    formación social es la tendencia a vivir en
    condición de dependencia
    histórica"[14]. La izquierda pretende, con
    fundamento en un pensamiento europeo, trocar el orden
    establecido, también fundado en el pensamiento del viejo
    continente. Los partidos políticos tradicionales tienen su
    ideología en el pensamiento liberal (partido Liberal) y la
    doctrina cristiana (partido Conservador), irrefutablemente de
    origen europeo. Si la derecha, el centro y la izquierda buscan
    instaurar un establecimiento con base en el pensamiento europeo,
    ¿entonces dónde está la llamada
    "independencia" de Europa, específicamente de
    España? ¡Otra mentira más que nos creemos
    porque somos ingenuos, porque no tenemos espíritu
    crítico, porque no pensamos por nosotros
    mismos!

    ¡No nos digamos más mentiras! ¡Basta
    ya de mentiras! Seguimos siendo colonia española y, por
    ende, europea. En pensamiento, en ideas políticas, en
    ciencia, en religión, en idioma, en costumbres, en
    tradiciones, en convencionalismos, en rituales, en ceremoniales y
    en filosofía seguimos dependiendo de Europa. "Esta
    dependencia, de la cual a su vez depende el subdesarrollo que
    sufrimos, como efecto de causa, es una historia larga de contar.
    En líneas generales, el Yo europeo moderno se
    convierte en un Yo–conquisto, Yo–domino,
    Yo–decido, Yo–pienso.
    Los demás son entes
    conquistados, dominados, colonizados, pensados, es decir,
    oprimidos"[15].

    No tenemos identidad nacional. El hecho de que los
    europeos, maquiavélicos y pragmáticos, hayan
    permitido a Colombia y a los demás países
    latinoamericanos tener su propia bandera, su propio himno
    nacional, su propia moneda y otros sucedáneos para
    ensalzar nuestra supuesta "independencia", no implica que estemos
    exentos de la colonización europea. ¿Será
    posible emanciparnos del colonialismo cultural europeo?
    ¿Pero cómo lograrlo si ni siquiera el nombre de
    América, Latinoamperica o Colombia es nuestro? Europa fue
    la que nos nombró. ¡Cuál independencia si ni
    siquiera tenemos un nombre propio! Europa nos bautizó, nos
    impuso nombre, pero nos negó nuestra identidad. "A Europa,
    en el juego de la historia universal, le tocó el destino,
    la responsabilidad, de ser los dominadores. Ellos son los que
    descubrieron otras "ecúmenes", las que dominaron gracias a
    la técnica y gracias a la fuerza de las armas, de la
    pólvora, de los caballos y las
    carabelas…"[16].

    La filosofía, por ejemplo, cuyas ideas han
    movido, mueven y moverán al mundo, nos tiene "colonizados"
    hasta la médula, así, quienes carecen de
    espíritu crítico, no se den cuenta.
    Aristóteles, considerado por el consenso intelectual como
    el filósofo más genial de Occidente, nos
    condicionó con su extraordinario e influyente sistema de
    pensamiento. "Nuestra historia fue políticamente
    dependiente, y lo es aún económica y culturalmente,
    porque en el fondo fuimos y seguimos siendo
    ontológicamente dependientes… Latinoamérica,
    como continente independiente, ha vivido en el limbo de las
    pesudounidades impuestas por el imperio de turno. Como entes
    dominados, hemos ocupado un puesto periférico en
    relación a un centro. La unidad en la que hemos vivido
    nunca ha sido nuestra. No se niega que nuestras naciones
    políticamente hayan nacido a la historia, pero la
    independencia política sigue mediatizada por otras
    tendencias más profundas y difíciles de
    romper… Nuestro problema latinoamericano no es solamente
    el de falta de unidad propia, y por tanto, de identidad, sino
    también, como consecuencia inevitable, es la falta de
    verdad. No hemos sido auténticos porque hemos vivido de
    las verdades ajenas y formales dictadas desde el centro.
    Ofuscados por la claridad y distinción cartesiana de las
    verdades importadas, nuestra realidad nos parecía
    vacía de verdad, opaca, ininteligible sin
    interés… Secularmente hemos carecido de un proyecto
    histórico propio. Otros han hecho nuestra historia…
    Durante siglos no se nos dejó ser desde nosotros mismos.
    Aún hoy seguimos siendo dependientes. De ahí
    nuestra querencia a la fuga de la realidad que nos cupo en suerte
    y nuestros sueños de ser, apoyados en realidades
    extrañas"[17]. En palabras de Oswaldo
    Ardiles, "confundiendo las nociones de realidad y de ser, el
    pensar de la dominación obtuvo un reaseguro
    ontológico de la permanencia de lo
    existente"[18].

    La lógica con que pensamos y razonamos a cada
    instante es aristotélica. "Es notable el hecho de que esta
    compleja ciencia de la estructura interna del pensamiento fue
    descubierta y expuesta casi en su totalidad por
    Aristóteles, sin que toda la humanidad posterior haya
    podido añadir otra cosa que leves detalles o aspectos.
    Toda la minuciosa doctrina de las formas generales del
    pensamiento (concepto, juicio y raciocinio) con sus
    clasificaciones, leyes y combinaciones, y toda la teoría
    de las formas particulares del pensamiento científico
    (definición, división, método), aparecen en
    el Organon aristotélico casi en la forma en que
    son estudiadas hoy mismo"[19]. Las bases de la
    ciencia biológica son aristotélicas. La estructura
    gramatical del idioma castellano (con el que nos comunicamos,
    también procedente de España) es producto de la
    genialidad aristotélica. Los tres poderes públicos
    de nuestra "democracia" son aristotélicos. Inclusive (sin
    que Aristóteles se lo hubiera propuesto) el fundamento de
    la doctrina católica, establecida por Santo Tomás
    de Aquino (otro filósofo que bebió de las fuentes
    del pensamiento de este singular filósofo griego),
    también es aristotélico. Ni qué decir del
    pensamiento platónico, fundamentador (también sin
    que Platón se lo propusiera) de la doctrina de la
    religión que nos impuso, a sangre y fuego, España:
    el catolicismo. "Todos los hombres nacen aristotélicos o
    platónicos", sentenció el poeta Samuel Taylor
    Coleridge. Para los aristotélicos las ideas son meras
    generalizaciones de observaciones puntuales… Los
    platónicos consideran que las ideas tienen entidad real;
    que lo fundamental son los universales, los conceptos abstractos.
    Sobre cualquiera de estas dos inveteradas y arraigadas tendencias
    filosóficas, el hombre de Occidente organiza su
    cosmovisión de su mundo y el mundo que lo rodea. El
    realista aristotélico ve un mundo de realidades. El
    idealista platónico ve un mundo de ideas. Algunos ven los
    dos mundos a la vez. Europa produce el conocimiento que nosotros
    consumimos. Ponemos en práctica las ideas pensadas en el
    viejo continente.

    Saturados de lo pensado por estos pensadores y los
    demás pensadores europeos, ¿cómo vamos a
    lograr nuestra emancipación del colonialismo intelectual?
    ¿Cómo vamos a tener una identidad como
    latinoamericanos y como colombianos? "Liberarnos" del pensamiento
    de la filosofía europea, implicaría elaborar una
    manera propia y nueva de pensar, y nuestras mentes, "colonizadas"
    por el pensar del viejo continente, por ahora, no tienen la
    capacidad y madurez filosófica para producir un
    Platón, un Aristóteles, un Descartes, un Kant, un
    Marx o un Nietzsche latinoamericano ni mucho menos colombiano.
    ¿Cómo vamos a tener un pensador nuestro de esa
    genialidad, si los textos o manuales de filosofía no
    reseñan, ni tan siquiera hacen alusión, de
    pensadores latinoamericanos, y menos de filósofos
    colombianos? Latinoamérica, incluyendo a Colombia, ha
    producido grandes filósofos (eso sí originales
    ninguno), pero no aparecen en los manuales de enseñanza ni
    los profesores se detienen a reseñarlos, aunque fuera a
    nombrarlos. ¿Qué joven, luego de concluir su
    educación secundaria, sabrá que Colombia tuvo
    connotados pensadores como Fernando González Ochoa, Danilo
    Cruz Vélez, Roberto José Salazar Ramos, Eudoro
    Rodríguez Albarracín, Germán
    Marquínez Argote, Rafael Carrillo Lúquez, entre
    otros? ¿Así cómo nos atrevemos a hablar de
    "independencia", "emancipación" y
    "descolonización"?

    ¿Entonces seguir afirmando que "logramos la
    independencia de España"? Mientras no prescindamos del
    pensamiento y de las instituciones europeas, seguiremos siendo
    colonia de Europa y dependiendo de ésta. Pareciera que
    Europa nos hablara en términos goethianos: "No es tiempo
    aún de emanciparnos; sed, pues,
    sumisos"[20]. No hemos escuchado las palabras de
    Sartre, cuando en el prólogo a los condenados de la
    tierra,
    nos invitaba a abandonar "a esa Europa que no deja
    de hablar del hombre al mismo tiempo que lo asesina por
    dondequiera que lo encuentra, en todas las esquinas de sus
    propias calles, en todos los rincones del
    mundo"[21]. El mismo intelectual, precisamente un
    europeo, reconoce la voracidad colonialista de Europa. "Ustedes
    saben bien que somos explotadores. Saben que nos apoderamos del
    oro y los metales y el petróleo de los "continentes
    nuevos" para traerlos a las viejas metrópolis. No sin
    excelentes resultados: palacios, catedrales, capitales
    industriales; y cuando amenazaba la crisis, ahí estaban
    los mercados coloniales para amortiguarla o desviarla. Europa,
    cargada de riquezas, otorgó de jure la humanidad a todos
    sus habitantes: un hombre, entre nosotros, quiere decir un
    cómplice puesto que todos nos hemos beneficiado con la
    explotación colonial… el europeo no ha podido
    hacerse hombre sino fabricando esclavos y
    monstruos"[22]. En un tono parecido resuena Erich
    Fromm, cuando afirma que no se necesita demostrar que la historia
    de Europa es una historia de conquistas, explotación,
    fuerza, subyugación. "Casi no existe un periodo que no se
    caracterice por estos factores, ninguna raza ni clase se
    exceptúan. A menudo esto incluye el genocidio, como el de
    los indios norteamericanos, y ni aun las empresas religiosas,
    como las Cruzadas, son una excepción. Esta conducta
    ¿fue sólo aparentemente motivada por la
    economía y la política, y los traficantes de
    esclavos, los gobernantes de la India, los asesinos de los
    indios, los ingleses que obligaron a los chinos a abrir sus
    territorios para importarles opio, los instigadores de las dos
    Guerras Mundiales y los que preparan la próxima guerra,
    son cristianos de corazón? O ¿quizá los
    dirigentes sólo eran unos paganos rapaces, mientras que
    las grandes masas de la población seguían siendo
    cristianas? Si fuera así, podríamos sentirnos
    contentos. Por desgracia, no es así. Seguramente los
    dirigentes a menudo eran más rapaces que sus seguidores,
    porque tenían más que ganar, pero no podrían
    haber realizado sus planes si el deseo de conquista y de victoria
    no hubiera sido –y sigue siendo– parte del
    carácter social"[23]. ¿Emancipados,
    libres e independientes? ¡Ese cuento sólo lo acepta
    sin ponerlo en cuestionamiento el rebaño! Los
    filósofos no, porque éstos, con su actitud
    iconoclasta, contestataria, anticonvencional, libertaria,
    irreverente, caustica, mordaz, controversial y desmitificadora,
    cuestionan todo aquello que los demás dan por sentado o
    prefieren no cuestionar. Esto no es que sirva de mucho para
    cambiar el estado de cosas, de modificar nuestra soterrada
    dependencia de Europa, pero sí para no tragar entero y
    darnos cuenta de la realidad en que vivimos. ¿De
    quién depende transformarla? ¡Quien no nos deje
    soñar, nosotros no estamos dispuestos a dejarlo
    dormir!

    El mismo texto escolar[24]señala
    que a pesar de la independencia política el cambio
    cultural no es significativo, razón por la cual los
    hábitos de dependencia forjados durante la colonia
    permanecen, y que en la actualidad a nivel cultural somos
    consumidores acríticos de todas las corrientes
    artísticas, filosóficas, científicas,
    políticas y religiosas que se ponen de moda en Europa o
    Estados Unidos. José María
    Samper[25]dice que la vieja España
    todavía nos combate sin quererlo por medio de sus
    representaciones, es decir, de los elementos que nos dejó
    profundamente arraigados en las instituciones, tradiciones y
    costumbres coloniales. Fernando González Ochoa
    señala que copiamos constituciones, leyes, costumbres,
    pedagogía, métodos y programas. "La
    imitación ha sido nuestro vicio colombiano y
    latinoamericano. Imitamos versos, modas, catedrales,
    filosofía, modos de vida. Somos, por ello, vanidosos o
    vacíos de lo nuestro y de nosotros mismos. Todo es ajeno y
    simulado"[26]. El reconocido intelectual Luis
    López de Mesa Gómez aconseja una síntesis
    cultural más universal para superar la cultura europea que
    nos ha servido de mentor espiritual, porque, tal como nos dice
    "es una verdad ineludible el que carecemos de una rica
    imaginación aún: en cuatro siglos no hemos
    inspirado una religión, una filosofía, un drama
    universal, un poema épico, ni en pintura un cuadro de
    composición original, ni en música una
    interpretación eminente de lo humano. Hasta hoy vivimos de
    prestado en grandes proporciones… Nos independizamos
    oportunamente, pero sin la adecuada preparación racial,
    territorial, cultural y económica. Continuamos siendo
    colonia… de España, en literatura y
    legislación; de Francia, en literatura e ideología
    general; de Inglaterra, en lo económico y en algunas
    normas sociales… de Roma, en religión y preceptos
    morales…"[27]. López de Mesa
    advierte que mientras no superemos esa dependencia tendremos
    problemas de identidad cultural. William Ospina, un intelectual
    con sentido crítico, al respecto, señala lo
    siguiente:

    "Es innegable nuestra pertenencia al orden mental
    europeo. Un país cuya lengua es hija del latín y
    del griego; que ha profesado por siglos una religión de
    origen hebreo, griego y romano; que se ha propuesto el modelo
    democrático debido a la Revolución francesa y que
    se reclama defensor de la Declaración de los Derechos del
    Hombre; una sociedad que se ha formado instituciones siguiendo el
    modelo liberal europeo, no puede pretender encontrar soluciones
    ignorando esa tradición. La democracia sigue siendo para
    nosotros una promesa y aún necesitamos en Colombia una
    crítica lúcida, vigorosa, implacable, de las
    iniquidades del poder imperante, como la que emprendió
    Voltaire en su día, y una propuesta seria de sensatez, de
    lógica, de generosidad y de valor civil. Lo que requerimos
    es comprender que una cosa es ser hijos de Europa y otra
    confundirnos con ella, cuando pertenecemos a un territorio tan
    distinto, cuando les debemos respeto profundo a los viejos padres
    que poblaron este territorio por siglos y de los cuales
    también descendemos, cuando sabemos que la diversidad de
    nuestra composición natural, étnica y cultural es
    un privilegio, y no permite la arbitraria imposición de un
    solo modelo, de una sola verdad, de una sola estética.
    Ningún país podrá construir jamás un
    orden social justo y equilibrado si no es capaz de reconocerse a
    sí mismo y de diseñar su proyecto económico,
    político y cultural a partir de esa conciencia de sus
    posibilidades y sus
    limitaciones"[28].

    Historiadores, que disienten de la "historia oficial"
    (de los historiadores a "sueldo"), historiadores con
    espíritu crítico, como Hugo Rodríguez
    Acosta, Álvaro Tirado Mejía, Diego Montaña
    Cuellar, Antonio García, Indalecio Liévano Aguirre,
    entre otros, "cuentan" que a la denominada "aristocracia criolla"
    (entre los que se encontraban Nariño, Torres,
    Bolívar, Santander, etcétera, etcétera, "los
    libertadores") la movieron otros intereses distintos al de los
    mestizos, indios, campesinos y esclavos, es decir, el "pueblo":
    el poder político y económico. Los criollos
    deseaban tener los mismos derechos que los blancos peninsulares.
    "Los compromisos pactados en la noche del 20 de julio no
    implicaron, como suele pensar una declaración de
    independencia, sino que ellos se limitaron a institucionalizar el
    gobierno de responsabilidad compartida entre el Virrey y los
    grandes voceros del estamento criollo. En esa alianza, acordada a
    espaldas del pueblo, los dos socios se beneficiaron mutuamente:
    el Virrey continuaba de Jefe de Gobierno… y los notables
    criollos ingresaban en la Administración… para
    compartir el poder con quien representaba la
    Corona…"[29]. La historia oficial esboza
    una orientación colonial, señorial, racista y
    eurocéntrica, "que sólo le interesa la
    memorización de cronologías y la descripción
    aislada de los hechos, con el objetivo de resaltar las
    hazañas de los grandes héroes, que casi siempre
    forman parte de los grupos privilegiados de la
    sociedad…"[30]. Los "descastados" no fueron
    más que fichas hábilmente "jugadas" y manipuladas
    por la aristocracia criolla en la consecución de sus
    pragmáticos logros.

    Esta última tesis la sustentan algunos
    interrogantes: Si los criollos estaban "cansados" del dominio
    español, ¿entonces por qué, luego de la
    "independencia", no se liberaron de la religión
    católica, que había sido utilizada como instrumento
    de dominio, sometimiento, y como ideología de poder por
    parte del imperio español? ¿No había sido
    impuesto, "a sangre y fuego", el dogma religioso de la iglesia
    católica sobre los nativos y los esclavos?
    ¡Qué iban a liberarse de la religión los
    criollos, si en Dios cifraban sus esperanzas de "independencia"!
    O si no leamos lo que escribió en ese tiempo uno de los
    denominados "próceres" de la "independencia". "En tal
    conflicto recurrimos a Dios, a este Dios que no deja perecer la
    inocencia, a este nuestro Dios que defiende la causa de los
    humildes; nos entregamos en sus manos; adoramos sus inescrutables
    decretos; le protestamos que nada habíamos deseado sino
    defender su santa Fe, oponernos a los errores de los libertinos
    de Francia, conservarnos fieles a Fernando, y procurar el bien y
    libertad de la patria
    "[31]. ¿Los
    criollos ofrecieron alguna participación en la
    administración a los "guerreros" que habían
    intervenido, ya sea con apoyo logístico o luchando en el
    frente de combate para conquistar la "independencia"? ¿A
    los criollos les interesaba la "independencia" o el poder
    político y económico? ¿Por qué los
    "descastados" no pasaron a ocupar cargos de gobierno de los
    territorios "independizados"?

    Los "patriotas" criollos no hicieron otra cosa que
    reemplazar la oligarquía española por la
    oligarquía criolla con todos los vicios y formas de
    sometimiento. En eso consistió, para ellos, la
    "independencia". "Los criollos habían tomado conciencia de
    su identidad y de la posesión de sus recursos. La
    política española y el fuerte monopolio impuesto
    herían los intereses locales"[32]. El nuevo
    gobierno no era más que el gobierno conjunto de las
    autoridades coloniales y los patricios criollos. Establecidos los
    pactos, "se produjo automáticamente un nuevo
    encuadramiento de fuerzas y sobre las viejas
    disputas"[33].

    Basta consultar cualquier texto de "historia patria"
    para colegir que el llamado "Grito de Independencia"
    estuvo matizado de intereses, componendas, conflictos y pugnas
    por el poder que se disputaban con intrigas y violencia los
    "próceres" criollos de la nueva oligarquía. Entre
    los próceres surgieron discrepancias y conflictos por
    ansias de poder, por la repartición de la "torta
    burocrática". Tanto a los "próceres" "defendidos"
    por la historia oficial como a los "condenados" por la misma,
    solo los animaba una motivación: el poder; el destino del
    pueblo que participó en las revueltas, en las batallas, en
    las guerras y en la lucha no importaba para ellos. Al fin y al
    cabo pertenecían a la oligarquía
    criolla.

    Así mismo, de los textos se desprende que el
    pueblo, instado por los "próceres", sólo
    sirvió como medio para el logro utilitario y
    pragmático de un fin. Y desde entonces se establecieron
    las fronteras entre la oligarquía triunfante y un pueblo
    "que buscaba confusamente su liberación y confiaba en que
    aquella profunda crisis del orden colonial no habría de
    reducirse a simple oportunidad para que las clases acaudaladas se
    apoderaran de los centros nerviosos del
    Estado"[34]. No bien el pueblo puso la cara, la
    oligarquía corrió a reclamar sus privilegios. El
    pueblo de los arrabales, hombres y mujeres, dejaron sus
    míseras covachas, "donde vivían como fieras
    olvidadas de Dios"[35], para acudir al llamado
    revolucionario de los "próceres" criollos. "José
    María Carbonell realizó uno de los actos más
    trascendentales de nuestra historia: acompañado de un
    grupo de estudiantes y de amigos se encaminó a los
    arrabales de Santafé, a las míseras barriadas de
    extramuros, donde habitaban en guaridas millares de artesanos, de
    mendigos, de indios y mulatos, de gente desesperadas y
    míseras, y las invitó, con su extraordinaria
    elocuencia, a trasladarse al centro de la ciudad para solicitar
    no una Junta de Notables, sino Cabildo Abierto….
    Montoneras de hombres y mujeres, la "hez del pueblo", como
    decían los oligarcas, entraban así en el camino de
    la historia…"[36]. Pero sería a
    fundar la historia de los caudillos, de los "próceres",
    porque la historia oficial "sólo ha otorgado el apelativo
    de "próceres" a los servidores sumisos de la
    oligarquía, y para los defensores del pueblo y los voceros
    de sus intereses, ha reservado invariablemente los calificativos
    de "demagogos", "agitadores" y "tiranos""[37]. En
    el escenario de la "independencia", el pueblo no hizo otra cosa
    que desempeñar el papel de mudo espectador de la comedia
    de los notables. ¿Cuándo será la hora de los
    pueblos? "Ellos fueron los que combatieron y combaten, los que
    aportaron y aportarán miles de héroes estelares o
    anónimos", recuerda una proclama revolucionaria. Pareciere
    que el pueblo nunca llega al poder; a éste sólo
    llegan sus dirigentes, sus caudillos, sus caciques, sus
    políticos, sus próceres. Con sarcasmo e
    ironía, Álvaro Salom Becerra aclaró que al
    pueblo nunca le toca, porque el pueblo "no es más que un
    rebaño manso y sumiso, manejado por unos pastores audaces
    e inescrupulosos que son los políticos de uno y otro
    partido, que hacen con él lo que se les da la
    gana…"[38]. Los pueblos son como los
    hombres: se atienen más a las apariencias que a la
    realidad de las cosas.

    La historia patria, tratando de defender a uno de sus
    "próceres", señala que José María
    Carbonell "no estaba dispuesto a dejar sin definir el problema
    básico de la Independencia, ni a tolerar que aquella
    batalla, ganada por el pueblo, no tuviera alcances distintos de
    un simple traslado del poder, de manos del Virrey y a la poderosa
    oligarquía criolla de grandes hacendados, comerciantes,
    plantadores esclavistas y abogados, que constituían la
    verdadera clase opresora de la sociedad granadina, la clase cuyas
    divergencias con la Metrópoli no tenían otro
    sentido que su deseo de derogar aquellas instituciones de la
    legislación española que otorgaban alguna
    protección a los indios y a los desposeídos, para
    lo cual trataban de adueñarse del
    Estado"[39]. Ensalzando a otro "prócer",
    también afirma que liberados de la oposición de
    Antonio Nariño, "quien insistió siempre en la
    necesidad de deponer a las autoridades con un auténtico
    levantamiento popular, los principales personeros de la
    oligarquía criolla –José Miguel Pey, Camilo
    Torres, Acevedo Gómez, Joaquín Camacho, Jorge Tadeo
    Lozano, Antonio Morales, etc.–, pudieron consagrarse a
    idear la táctica política de que se servían
    para provocar una limitada y transitoria perturbación del
    orden público, que habría de permitir al Cabildo
    capturar el poder por sorpresa y tomar a continuación las
    providencias indispensables para el pronto restablecimiento del
    orden, de manera que el pueblo no pudiera desviar el movimiento
    de los rumbos que la oligarquía, pensando sólo en
    sus intereses, trataba de darle
    anticipadamente"[40].

    Hugo Rodríguez Acosta precisa que la historia
    tradicional hace apología desmedida de los "libertadores"
    y les brinda aplausos por parte de los "historiadores a sueldo",
    construyendo verdaderas leyendas en torno de aquellos personajes,
    elevados a una dignidad que excede su verdadera dimensión
    histórica. "Estos fueron los "libertadores", es decir,
    aquellos que hicieron del Estado un instrumento, colocado al
    servicio de las clases privilegiadas y de sus egoístas
    conveniencias". Este historiador crítico agrega que la
    aristocracia criolla fue incapaz de demoler el caduco orden
    colonial y sentar las bases de la nueva sociedad. Todo el proceso
    independentista sólo trajo consigo la transferencia del
    poder político de los funcionarios españoles a la
    aristocracia neogranadina. "Lo demás permaneció
    inmodificable: los indios continuaron siendo explotados por los
    intermediarios, los hacendados, el Estado, etc.; los negros
    continuaron siendo esclavos, y sirviendo por lo tanto a los
    intereses económicos de los terratenientes, hacendados,
    etc.; los peones, jornaleros, etc., continuaron ligados al grande
    o mediano propietario rural, en calidad de asalariados; en fin,
    las masas populares, conservaron, –gracias a la continuidad
    del ordenamiento colonial– el status social que
    tenían en la Colonia"[41]. Cuánto
    fundamento le asistía a Michel Focautl cuando afirmaba que
    la historia no se debe explicar a través de grandes hechos
    protagónicos de la historia, sino que la historia
    está en las pequeñas luchas también, que son
    en última instancia, las que van a definir ese transcurso
    de la historia. "La tragedia de la historia real consiste,
    generalmente, en que sus intérpretes encargados de
    narrarla a generaciones que no la conocieron objetivamente suelen
    distorsionarla vertiéndola al través de su prisma
    subjetivo, parcializado o unilateral, negando de esta manera en
    su historia escrita el derecho de los acontecimientos de haber
    sucedido así como se
    presentaron…"[42]. El legendario
    líder insurgente de izquierda Manuel Pérez
    Martínez decía que "la historia ha sido escrita
    para colocar de presente el significado de las clases dominantes,
    como clases dirigentes y hegemónicas que representan el
    interés nacional, en abierto desconocimiento de las clases
    populares y trabajadoras…"[43].

    Manuel María Madeido señala que los
    criollos sustituyeron a los españoles y el pueblo
    siguió siendo la plebe. La Historia de Colombia
    refiere que el llamado "Grito de Independencia" no fue "una
    verdadera demostración del deseo de autonomía de
    las provincias, sino, mejor, la puesta en marcha de un proceso
    con el que se esperaba que criollos y chapetones tuvieran los
    mismos derechos en el Nuevo Reino", y agrega que este
    acontecimiento tan renombrado y exaltado estaba "muy lejos de
    representar el verdadero momento de la independencia de nuestra
    patria"[44]. Es bien sabido que la historia es
    escrita y manipulada por los vencedores. La historia, nos dice
    Eduardo Galeano, es una "dama de rosados velos, besadora de los
    que ganan"[45]. El industrial Henry Ford
    afirmó que la "historia es charlatanería". Herman
    Hesse pensaba que lo que en los colegios se llama Historia
    Universal,
    y que hay que aprendérsela de memoria para
    la cultura, con todos los héroes, genios, grandes acciones
    y sentimientos, eso es sencillamente una superchería,
    inventada por los maestros de escuela, para fines de
    ilustración y para que los niños durante los
    años prescritos tengan algo en qué ocuparse", y
    agrega que ello "siempre ha sido así y siempre será
    igual, que el tiempo y el mundo, el dinero y el poder, pertenecen
    a los mediocres y superficiales, y a los otros, a los verdaderos
    hombres, no les pertenece nada. Nada más que la
    muerte"[46]. En su autobiografía este
    brillante intelectual alemán señala lo
    siguiente:

    "Cierto que nuestros maestros, en aquella divertida
    asignatura que llamaban Historia Universal, nos enseñaban
    que el mundo siempre había sido gobernado, dirigido y
    cambiado por ese tipo de personas que imponían su propia
    ley y que rompían con las leyes tradicionales, y nos
    decían que esas personas eran honorables. Pero eso era tan
    mentira como todo el resto de la enseñanza, pues cuando
    uno de nosotros, con buena o con mala intención, mostraba
    alguna vez valentía y protestaba contra cualquier
    mandamiento, o siquiera contra una costumbre estúpida o
    una moda, ni era honrado ni se nos recomendaba como modelo, sino
    que era castigado, escarnecido y oprimido por la cobarde
    prepotencia de los maestros"[47].

    El "orden establecido" durante el proceso de
    "Independencia" y la conformación de nuestra
    nación, salvo algunas modificaciones, continúa
    vigente en nuestra sociedad. La falta de personas con sentido
    crítico, de personas con "mente abierta", de personas que
    piensen por sí mismas, es decir, que sepan filosofar, es
    la consecuencia de que este "orden" establecido continúe
    así, con la concomitante alienación,
    opresión, masificación y cosificación de los
    "descastados".

    Quienes pensamos con espíritu crítico,
    cada vez que oímos hablar de "nuestra independencia" a los
    educadores, los "historiadores", presidentes de la
    República y medios de información, no podemos
    más que sonreír por la farsa histórica. "A
    muchos se nos metió en la cabeza que la independencia en
    Colombia es un chiste, un mal chiste, una pésima
    ilusión y sobretodo una gran mentira"[48].
    Es un imperativo que el estudiante comprenda que los relatos
    históricos legitiman la ideología y poder
    dominantes, cuestionando y refutando las supuestas "verdades"
    históricas contadas por los historiadores oficiales, los
    historiadores "a sueldo", con el propósito que
    desinterprete y reinterpreta la historia.

    Partes: 1, 2

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