En 1662 la Asamblea de Virginia aprobó una ley que
debía decidir si un niño era esclavo o libre, "de
acuerdo a la condición de la madre". Esto fue para cumplir
con el caso de los hijos mulatos, nacidos de madres negro, en la
colonia. Se pensó que los paganos africanos eran esclavos,
pero, los mulatos tendrían una parte cristiana. Sin embargo
la ley inglesa en relación con la condición de siervo,
declaró que el estado del niño debe ser determinado por
el del padre. La ley de Virginia se opuso a esta doctrina en
favor de los esclavistas. Algunos de los negros traídos a
Virginia se convir- tieron al cristianismo y fueron bautizados.
Se planteó la cuestión, "¿Es líci- to
mantener a los cristianos como esclavos?" La Asamblea General
llegó a la franquicia de los esclavistas mediante la
promulgación de una ley que los esclavos, aunque los
convertidos y bautizados deberían ser libres. Se pro-
mulgó también que matar a un esclavo de su amo por la
"corrección extre- ma" no debe ser considerado un delito
grave, ya que no puede presumir que "premeditada malicia"
podría "inducir a cualquier hombre para destruir su propia
hacienda". Se promulgó también, como una evasión
la ley que pro- híbe la explotación de los indios como
esclavos " que todos los funciona- rios, al no ser cristianos,
importados por el envío, serán esclavos de por vida".
Los esclavos liberados fueron sometidos luego a incapacidad
civil.
En 1663 la legislatura de Maryland aprobó una ley
que "todos los negros y otros esclavos dentro de la provincia, y
los negros esclavos y todos los demás a ser posteriormente
importados en la provincia, tiene como objetivo durante la vida,
y todos los niños nacidos de cualquier negro debe ser
esclavos, como sus padres eran, por el término de sus vidas
". La misma ley dice que: "las mujeres, olvidándose de su
condición de libre, y para desgracia de la nación, se
casan con negros esclavos", se promulgó para disuadir de tal
"vergonzoso partido" que, "las mujeres blancas para matrimonios
mixtos deben ser sirvientas de los amos de sus maridos, y que
estos matrimonios deberían ser esclavos de por
vida".
En 1681 la legislatura de Maryland aprobó una nueva
ley para remediar los males de matrimonios mixtos de blancos y
negros. La exposición de motivos que recita tales encuentros
fueron traídos a menudo acerca de la instigación o
complicidad del amo o ama, que se aprovecharon de la ley anterior
para prolongar la servidumbre de sus agentes femeninos en blanco
y, al mismo tiempo para levantar a una cría de mulato
esclavos. La nueva ley promulgada que todos los funcionarios
femenina blanca se casaron con esclavos negros eran libres, a la
vez, después de las nupcias, y sus hijos también, y que
el ministro celebrante y el amo o ama la promoción o
connivencia con esos matrimonios fueron sometidos a una multa de
10.000 libras de tabaco.
En 1682 el código de esclavos de Virginia
recibió adiciones. Se promulgó que escapan de sus
hogares que se negaron a ser detenidos podría ser legalmente
asesinados. Los esclavos tenían prohibido llevar armas,
ofensivas o defensivas, o para ir fuera de las plantaciones de
sus amos sin aprobar un examen escrito, o de levantar la mano
contra un cristiano, ni siquiera en defensa propia. La
condición de la esclavitud fue impuesta a todos los
funcionarios, ya sean "negros, moros, mulatos o indios que se
introduzcan en la colonia por mar o por tierra, si se
convirtió al cristianismo o no, siempre que no eran de
filiación cristiana o país, o, si turcos o moros, en
amistad con su Majestad ". Casi un siglo después de Virginia
intentó suprimir la trata de esclavos africanos, y en 1761
se propuso en su poder legislativo para suprimir la
importación de africanos mediante la imposición de un
derecho de prohibición. El peligro para los intereses
políticos de esa colonia se presagiaba por sus hombres
más sabios en la continuidad del comercio. Una ley para la
recaudación de impuestos fue aprobada por la Asamblea, pero
en Inglaterra se reunió con el destino de los proyectos de
ley similares de otras colonias para suprimir el tráfico
infame. Fue enviado de vuelta con un veto.
El rey Joge III ,en el consejo, el 10 de
diciembre de 1770, emitió una instrucción, de su propia
mano, al gobernador de Virginia, " so pena del mayor descontento,
a asentir y permitir la importación de esclavos que no debe
ser, en ningún caso, prohibido u obstaculizado". En 1772 la
Asam-
blea de Virginia debatió la
cuestión con seriedad:"¿Cómo nos deshacemos del
gran mal?" Jefferson, Henry Lee, y otros hombres importantes
ansiosos por librar la colonia de la esclavitud "manifiestamente
exige la expulsión total de los mismos." La Asamblea
finalmente resolvió abordar el mismo rey en este asunto,
que, en el consejo, había llevado a la tolerancia con el
tráfico, le suplicaron para eliminar todas las restricciones
sobre sus esfuerzos para detener la importación de esclavos,
a la que llamaron "un comercio pernicioso". En este asunto de
Virginia, representaba los sentí-mientos de todas las
colonias, y el rey lo sabía, pero el monarca "se
convirtió en el pilar de la esclavitud colonial y de su
comercio". La conducta del rey hizo que Jefferson escribiera lo
siguiente en su primer borrador de la Declaración de
Independencia: "Él (el rey) ha hecho la guerra cruel contra
la naturaleza humana misma, violando sus derechos más
sagrados de la vida y la libertad en las personas de un pueblo
lejano que nunca nos había ofendido, capturar y llevar la
esclavitud a otro hemisferio, o sea castigar con una muerte
miserable a cientos de seres en su transporte hasta allí.
Esta guerra de piratería, el oprobio de los poderes
infieles, es la guerra del rey de Gran Bretaña. Decidido a
mantener abierto un mercado en el que los hombres deben ser
comprados y vendidos, su negativa para la supresión de la
esclavitud en todos los intentos legislativos para prohibir o
restringir este comercio execrable lo hace responsable directo de
todos estos males".
Para completar la esclavización de las colonias
americanas-inglesas, el Parlamento británico, en 1750, dio
libertad al comercio de negros, como esclavos, desde y hacia
cualquier parte de África entre Sallee, en el sur de
Berbería, y el Cabo de Buena Esperanza, a todos los
súbditos del rey de Inglaterra. Este fue diseñado para
llenar las colonias de esclavos, que no debían causar
problemas para Gran Bretaña con los temores de alentar la
independencia política, ni competir con sus talleres a la
industria británica, ni iban a dejar a sus empleadores toda
la seguridad que podrían permitirles preparar una
revuelta.
El esclavo, James Somersett , era propiedad
de Charles Stewart, un funcionario de
aduanas de Boston , Provincia de la
Bahía de Massachusetts, un británico de la
colonia de la Corona en América del Norte. Stewart
trajo a Somersett a Inglaterra en 1769, pero en 1771 se
escapó. Fue capturado en noviembre y encarcelado en el
barco y Ann Mary (el capitán John Know-
les ) con destino a la colonia británica
de Jamaica . Sin embargo, tres perso- nas que
dicen ser los padrinos de Somersett,John Marlow , Thomas
Walkin y Cade Isabel , presentaron una solicitud
ante el Tribunal de Banco del rey de un recurso
de hábeas corpus , y Knowles, el capitán,
recibió la orden de conducir a Somersett ante el Tribunal de
Banco del rey,que determinar si su detención era
legal.
El Presidente del Tribunal Supremo de Banco del
rey, Lord Mansfield , ordenó una audiencia para el
mes de enero siguiente. De hecho, tras un aplazamiento, no
fue hasta febrero de 1772 cuando el caso fue escucha-do. En
el ínterin, este caso había atraído una gran
atención en la prensa, y los miembros del público
aportaban donaciones para financiar los abogados de ambos lados
del argumento.Un laico militante,Granville Sharp,que buscaba
continuamente los casos de prueba en contra de las
justificaciones legales para la esclavitud, era partidario de
Somersett, y cuando el caso fue visto, no menos de cinco abogados
defensores apoyaron al esclavo.Estos abogados incluían a
Francis Hargrave, un joven abogado que se hizo famo-so con este,
su primer caso.
En nombre de Somersett se argumentó que, si bien
las leyes coloniales podrían permitir la esclavitud, ni el
derecho común de Inglaterra,ni ninguna ley hecha por el
Parlamento reconocía la existencia de la esclavitud, la
esclavitud era, por lo tanto, ilegal. Por otra parte,
la ley de contrato inglés no permitía la esclavitud, ni
tampoco ningún contrato vinculante sin el consentimiento de
la persona. Los argumentos se concentraron en los detalles
legales en lugar de los principios humanitarios. Cuando los
dos abogados de Charles Stewart espusieron su caso, argumentaron
que la propiedad era de suma importancia y que sería
peligroso liberar a todo el pueblo negro de
Inglaterra.
Por mucho que la esclavitud y la
servidumbre habían desaparecidos en Europa, la clase
dominante había desarrollado un sistema jurídico tan
favorable a los grandes terratenientes que la mayoría del
campesinado había, en esencia, cambiado una situación
de servidumbre de derecho, por otra servidumbre de hecho. La
sociedad occidental estaba totalmente jerarquizada y
estratificada, y dominado, en los países católicos, por
la Inquisición cuya función no se limitaba a perseguir
"herejes y brujas", sino a imponer un fuerte control social,
además de asegurar la Armada – a través de condenar
muchos "herejes" varones a "galeras" – de una fuente continua de
esclavos/remeros. Añadamos a esto la posición favorable
de la Iglesia católica, y la mayoría de los
protestantes, al concepto de esclavitud para "moros, paganos e
infieles" (entre estos últimos se incluían los herejes
condenados), y no es de sorprender que el tráfico de
esclavos (y la esclavitud en general) fue aceptado con toda
naturalidad. Los marineros que físicamente hicieron posible
el tráfico (los traficantes se limitaban a financiarlo)
tenían ya por sí una vida durísima. Por mucho que
los barcos de vela mejoraron considerablemente a través de
los siglos, seguían siendo bastante primitivos y los
marineros que servían en ellos tenían una esperanza de
vida muy corta. Muy frecuentes fueron los accidentes mortales por
caídas de los mástiles (hasta 30 metros de altura),
muertes por caídas al mar (los barcos de vela tardaban mucho
en poder parar su marcha, para no hablar de dar la vuelta), y mil
cosas más. Si a esto añadimos el incesante trabajo –
especialmente durante los frecuentes periodos de mal tiempo y
tormentas, en los cuales no se podían ni quitar la ropa
mojada de encima – la comida putrefacta durante gran parte del
viaje, la escasez de agua, y el brutal régimen disciplinario
a que estaban expuestos – los capitanes tenían poder
absoluto en alta mar y cualquier infracción o acto de
indisciplina era castigada duramente con el látigo – podemos
entender que la profesión de marinero no era para los
sentimentales o blandos de corazón. Servir en los barcos
traficantes fue todavía más duro. La explicación
reside en el hecho de que para hacer rentables los viajes
había que destinar no solamente gran parte de las bodegas de
los barcos al "alojamiento" de los esclavos sino además
grandes cantidades de comida y agua para su manutención; el
resultado lógico fue que las tripulaciones fueron
recortadas, literalmente por falta de espacio, a la mínima
necesaria para poder manejar y defender los barcos. Si los
marineros se prestaban a alistarse bajo estas condiciones –
trabajaban casi sin dormir durante toda la travesía – fue
gracias a la doble paga que recibían junto con una
pequeña participación en los beneficios (los capitanes
recibían tanto como el resto de la tripulación junta, y
podían hacerse rico con 8 ó 10 viajes) y confiaban en
poder retirarse en pocos años. Como los beneficios del viaje
estaban directamente relacionados con la cantidad de esclavos que
llegaban vivos y sanos al mercado de destino, y como de los
beneficios dependían en gran parte los ingresos de los
marineros, estos tenían intereses creados en asegurar,
dentro de lo posible, el bienestar de su carga. Por lo tanto, no
había lugar al mal trato sistemático y cruel de los
esclavos. Que al cargar el barco los marineros repartieron
latigazos para domar y controlar a los esclavos, no hay que
interpretarlo como exceso de crueldad, ya que ellos mismos
estaban continuamente expuestos a la vara de su
contramaestre.
De la misma forma se puede
desmentir otra de las leyendas sobre el tráfico de esclavos;
la supuesta caza de africanos tan aventureramente retratado en la
serie televisiva "Raíces" y en bastante películas.
Hasta en el caso que los traficantes hubieron sido lo bastante
insensatos para intentarlo, con unas tripulaciones tan reducidas
no les sobraban hombres para arriesgarlos en tales estupideces.
Los portugueses se daban cuenta, desde el principio, que las
costas de África occidental más abajo de Senegal
forma-ban un territorio muy peligroso para el desembarque. La
selva impenetrable y pestilente, escondía una jabalina o una
flecha detrás de cada árbol, y las primitivas armas de
fuego de los europeos más que darles ventaja servían,
en estas circunstancias, para poco. Para solventar el problema de
su enorme inferioridad numérica y al mismo tiempo optimizar
sus armas de fuego, los traficantes levantaron sus factorías
fortificadas en pequeños islotes cerca de la costa o en las
embocaduras de los grandes ríos si había suficiente
campo abierto alrededor. Primero los portugueses y después
los demás países que se dedicaban al tráfico de
esclavos (España, Holanda, Inglaterra, Francia, Suecia y
Dinamarca) se instalaron poco a poco a lo larga de la costa (unos
4.000 Km.), desde Senegal-Gambia en el norte hasta Gabón en
el sur. Esta larga franja de costa estaba habitada por un mosaico
de unas 60 etnias muy guerreras (incluyendo nombres que con el
tiempo se han hecho famosos como Mandinga, Limba, Ewe, Fante,
Ashante, Benin y Ndungo) que, salvo excepciones, no
compartían ni cultura, ni religión, ni lengua
(actualmente se sigue hablando más de mil idiomas en
África) con sus vecinos, y que con regularidad se dedicaban
al "noble arte" de la guerra tribal. Lejos de cazar africanos,
los traficantes se limitaban a intercambiar, con la tribu que
ocupaba el territorio lindante con su factoría,
mercancías baratas contra presos de guerra. Como ya hemos
visto antes, las tribus primitivas no tenían mucho uso para
esclavos y acostumbraban a matar sus prisioneros. Con la llegada
de los traficantes esto cambiaba, ahora un prisionero vivo
tenía un importante valor comercial. En el comercio (y para
los traficantes se trataba de esto) a un aumento de demanda
siempre corresponde un aumento de oferta; es difícil saber
si la demanda simplemente evitó la masacre de los
prisioneros en las guerras tribales habituales o si la demanda
tenía el efecto de aumentar la frecuencia de dichas guerras.
Tomando en cuenta la enorme variedad étnica de los esclavos
africanos en América a través de los siglos, hay
que llegar a la conclusión que las suertes de la guerra
estaban muy repartidas, y que a las tribus unas veces les tocaba
vender sus enemigos y otras veces a ser vendidos por
ellos.
Los traficantes normalmente no lograban hacer más
que dos viajes al año por barco. La ruta a cubrir era un
inmenso triángulo, con un lado desde Europa occidental a una
de las factorías en la costa africana (con mercancía
barata), el segundo lado desde a ahí a los mercados en
América (Brasil, el Caribe o Norteamérica) y el tercero
(invirtiendo parte de los beneficios de su carga de esclavos en
café, azúcar y tabaco) desde ahí de vuelta a
Europa. Un viaje de unos de 25.000 Km. que aprovechaba los
vientos del noroeste y alisios de la mejor forma posible. La
intención era de dejar coincidir la ruta
África-América, el segundo lado del triángulo, con
las mejores condiciones climatológicas en el Atlántico
sur para asegurar una travesía lo más rápida
posible. Esto era imperativo para no exponer la carga a un
sufrimiento excesivo. Hay que saber que los esclavos estaban
hacinados, encadenados lado a lado, en plataformas que ocupaban
diferentes niveles en sentido vertical. Para que tengan una idea
se puede decir que era comparable a que 4 hombres tuvieron que
compartir, unas 22 horas al día (fueron subidos 2 horas al
día a cubierta en pequeños grupos) – y durante casi un
mes- una cama doble moderna. Esto, más que crueldad, fue una
necesidad comercial; el mundo era cruel y en la famosa
cárcel de Venecia hubo presos que pasa-ban decenas de
años en "celdas" más pequeñas. Ya he indicado que
la mortandad media fue de un 10%, exactamente la misma de lo que
hubo entre los tripulantes. La media es engañosa ya que
incluye los barcos que se habían ido a pique con todos sus
ocupantes, tanto esclavos como tripula-ción. Estas
estadísticas moderadas chocan con otras más elocuentes
y, al parecer, más verídicas.
Este diseño, pertenece al barco
negrero Brookes cuya capacidad máxima era de 451
esclavos, destinando a cada uno de ellos un espacio de 183 cm.
por 40 cm. (menos espacio para las mujeres y niños).
Según acusaciones de la Asociación Abolicionista en
1789, el Brookes llegó a llevar
"cargamen-
to" de 609 esclavos. El transporte en estas condiciones
llevaba consigo un alto índice de mortandad, que queda bien
dramatizado en los siguientes datos de cuatro barcos negreros
capturados durante el inicio de la prohi-bición de la trata
en la década de los 30 del S.XIX (Martínez
Montiel).
Buques | Embarcados | Muertos |
Cintra | 970 | 214 |
Brillante | 621 | 214 |
Commodore | 685 | 300 |
Explorador | 560 | 300 |
Si el tráfico de esclavos nos parece muy cruel,
según podemos observar en este cuadro
estadístico,llegando la mortandad a superar el 50%, en
algu-nos casos; vale la pena compararlo con lo que
ocurría en otros lugares. Durante la construcción de
las murallas de Marrakech en el siglo XVII, decenas de miles de
esclavos españoles (no todos fueron rescatados como
Cervantes) murieron y sus cuerpos fueron incrustados en los muros
como una temprana y macabra forma de hormigón
armado.
Aparte del envío de esclavos a
Portugal por parte de sus navegantes para suplir la falta de mano
de obra para el campo, el verdadero tráfico de esclavos a
gran escala empezó cuando Carlos I estableció en
1517 un sistema de concesiones a particulares para introducir y
vender esclavos africanos en América, regulando de esta
forma el incipiente tráfico en el Caribe. Ahí el uso de
esclavos indígenas en las plantaciones y minas había
sido un fracaso, parcialmente porque los indios no soportaban un
trabajo duro y continuado al cual no estaban acostumbrados, pero
más todavía por su falta de resistencia frente a las
enfermedades europeos, en especial la viruela, que eliminaron
antes de la mitad del XVI la totalidad de la población
indígena de las Antillas. En toda la Nueva España la
esclavitud indígena como institución jurídica
desapareció en casi la misma fecha. Surgieron otras
modalidades, como el endeudamiento o la encomienda.
A partir de entonces la esclavitud fue exclusivamente
africana, tanto en la Nueva España como en Brasil. En las
colonias británicas la esclavitud fue introducida casi desde
sus principios. El primer caso conocido fue en 1619 cuando en
Jamestown (la primera villa que había logrado mantenerse en
Virginia) un barco holandés cambió 17 africanos por
agua y comida. Estos esclavos estaban sujetos a la llamada
"servidumbre limitada" (contractual) una situación legal
propia de los siervos blancos (a cambio de haberles pagado su
pasaje desde Inglaterra), e indígenas, que era precursora de
la esclavitud en la mayoría de las colonias inglesas del
Nuevo Mundo e implicaba prestar su trabajo durante un periodo de
7 años. A medida que las plantaciones fueron adquiriendo una
mayor relevancia (especialmente en el sur) se consideraba
más necesario el uso de esclavos y se hizo necesario
modificar la legislación sobre la servidumbre en favor de la
esclavitud total.
Durante la guerra de la Independencia estadounidense
(1776-1783) los africanos eran esclavos en el más amplio
sentido de la palabra, con una legislación, basada en gran
parte en la romana, que definía claramente su situación
legal, política y social. Durante el periodo colonial no
hubo entre los blancos ninguna oposición a la esclavitud. De
Europa habían heredado una sociedad muy jerarquizada en
donde los ricos explotaban a los pobres salvajemente y donde el
concepto de igualdad humana hubiera sido considerado como
ridículo y peligroso. Hombres de Estado como Washing-ton y
Jefferson consideraban normal tener varios centenares de
esclavos. No es que no hubo voces discrepantes, varias iglesias
protestantes como los anabaptistas, los cuáqueros y otros
mantuvieron ya desde el siglo XVII la inmoralidad de la
esclavitud. No sólamente hubo ya un estado que abolió
el sistema (Vermont, 1770)- probablemente porque tuvo muy pocos
esclavos – sino, hasta en los estados sureños, algunos
plantadores empezaron a cuestionar su legalidad y moralidad. De
todas formas no fue muy sorpren- dente que la famosa
"Declaración de Independencia" tan llena de palabras bien
intencionadas y cristianas, no abolió la esclavitud y
admitía implíci- tamente que había gente mucho
menos "iguales" que otros.(Tampoco hay que rasgarse las
vestiduras considerando que la rebelión contra el Reino
Unido poco tuvo que ver con la libertad, ni con la opresión,
sino con la ambición de una nueva clase media dominante que
ansiaba quitarse cual- quier tutela británica de encima y
tomar las apetecibles riendas del poder en sus propias manos. Por
cierto, una vez independiente, los tan odiados impu- estos
indirectos británicos anteriores se multiplicaron por diez
en la nueva República,mientras que al mismo tiempo, y
gracias a la especulación, la misma clase media había
multiplicado su fortuna proporcionalmente).
No obstante, el movimiento abolicionista empezaba a
cobrar más y más vigor hasta convertirse en la
auténtica moda humanitaria de la época. Tanto, que a
finales del siglo, la Iglesia católica, manteniendo su
posición contra cualquier marea, incluyó los panfletos
abolicionistas en su Indice de obras prohibidas. He usado el
término moda porque gran parte del movimiento fue
intrínsecamente hipócrita. Ninguno de sus
representantes más representativos, tanto en el Reino Unido
que en los Estados Unidos, se molestó nunca en criticar la
otra lacra de la época; la situación laboral y social
de las clases bajas – el 80% de la población – provocado por
la incipiente Revolución Industrial, en donde niños de
solamente 5 años traba- jaban en los túneles más
estrechos de las minas,y en las fábricas,en jorna- das de
hasta 18 horas. Pero hubo más hipocresías todavía,
cuando los Gobiernos se juntaron al movimiento, no por razones
morales, sino por considera-ciones comerciales y
económico-financieras. El resultado no fue la
aboli-ción sino la prohibición del comercio de esclavos
por parte del Reino Unido (1807) y de Estados Unidos
(1810).
Resumiendo, con el paso del tiempo la producción y
comercio de azúcar se había desplazado de las Antillas
británicas a islas francesas como Haití. En las
británicas el cultivo se había convertido en un negocio
ruinoso que necesitaba de grandes subsidios por parte de Londres,
convirtiéndolo en una auténtica carga para el Tesoro.
Como en el Tratado de Utrecht (1713) – el mismo por el cual la
"Pérfida Albión" se quedó con Gibraltar – el Reino
Unido se había quedado con el Monopolio del tráfico de
esclavos con América, su abolición dañaba
mucho a los intereses francesas, incapaces de restituir la muy
alta mortandad de esclavos en sus islas, y al mismo tiempo
mejoraba mucho la competitividad de las islas británicas-
con positivos resultados para las arcas del Tesoro- que no
necesitaban de más influjos de esclavos. Hay que admirar la
previsión de los ingleses, ya que la legislación se
pasó en plena Guerra Napoleónica cuando ellos de todas
formas controlaban el Caribe, lo que significaba que la ley
solamente empezaba a surtir efectos prácticos a partir del
final de la guerra.
Abolir el tráfico sin simultáneamente abolir
la esclavitud, solamente empeoró las cosas ya que
convirtió un comercio legal, y de cierta forma regulado y
supervisado, en un comercio de contrabando. Como los pocos barcos
de guerra dedicados al control y a la inspección, no
podían inspeccionar barcos bajo bandera ajena, los barcos de
los traficantes ingleses y, ahora también, estadounidenses,
navegaban bajo banderas brasileñas y de otros países
sudamericanos, y muchas veces estaban hasta registrados a nombre
de testaferros de estos países. Fue curioso como muchos
antaños fervorosos esclavistas se convirtieron en pocos
años en igualmente fervorosos abolicionistas, al mismo
tiempo que estaban financiando el contrabando de esclavos,
negocio mucho más rentable todavía que el tráfico
legal anterior.
La posición de muchos abolicionistas ingleses fue
tan paradójica, que los mismos que clamaron por la
abolición total en las Antillas británicas, lo que
lograron en 1833,fueron posterior-mente los que defendieron la
necesidad de esclavitud en Cuba y Brasil, con el argumento que
abolirla atrasaría el desarrollo de estos "países", lo
que afectaría "negativamente a los intereses comerciales
británicos". Como dijo un crítico ingles de entonces:
"Donde está tu bolsa, estará también tu
corazón". A finales del siglo XVIII y principios del siglo
XIX hubo, consecutivamente y separados por unos 30 años, dos
hechos opuestos de singular importancia. En las últimas
décadas del XVIII, el cultivo de tabaco entró en plena
crisis de la cual no se recuperó hasta el último tercio
del XIX, con la invención de máquinas que liaban
cigarrillos de forma automática. El exceso de mano de obra
resultante fue resuelto por los plantadores liberando muchos
esclavos, no tanto por razones humanitarias sino para ahorrar
gastos. Estos libertos se convirtieron con el tiempo en artesanos
y mecánicos independientes y se formó hasta una
incipiente élite de raza negra que no tuvo ningún
reparo en adquirir sus propios esclavos (no hay que sorprenderse
por esto, hay varios casos conocidos en Louisiana, de esclavos
jóvenes que fueron educados y adoptados por plantadores
viudos sin descendencia, quienes antes de morirse no solamente
los libraban, sino además les declaraban herederos
universales de sus bienes; estos repentinos propietarios de
plantaciones y esclavos, trataban tan mal a sus esclavos – igual
que muchos capataces llegados a más se convierten, muchas
veces, en los peores patrones – que los plantadores blancos les
echaban de su Círculo, no por negros sino por
indeseables).
Algunas décadas después, ya en plena
prohibición del comercio de esclavos, ocurrió lo
contrario. La invención, en los principios de la
Revolución Industrial, del telar industrial por Arkwright
había hasta tal punto aumentado la producción que el
suministro de algodón crudo desde Brasil y las Antillas ya
no cubría la demanda; y ahí estaban los estados
sureños con el clima perfecto para el cultivo de
algodón (más de 200 días de sol al año y 65
cm de lluvia). Para poder atender este nuevo cultivo la demanda
de esclavos en Estados Unidos subió enorme-mente justo
cuando el tráfico (marítimo) había sido prohibido.
El efecto fue doble, por una parte los traficantes (ahora,
contrabandistas) se cuidaban de que su oferta se quedara siempre
muy por debajo de la demanda y de este forma lograron multiplicar
hasta por diez el valor de sus cargas, y por otra parte
aumentó fuertemente el comercio de esclavos entre los
estados, que seguía siendo completamente legal.
Durante las siguientes décadas el movimiento
abolicionista creció continuamente, especialmente en los
estados norteños, en donde la esclavitud había
desaparecido por completo, gracias, en parte, a la creciente
inmigración desde Europa que creaba una mano de obra
abundante y barata. En el cincuenteno entre 1810 y 1860, cuando
fue elegido Lincoln, la expansión hacia el Oeste fue tan
enorme, que los 15 estados de aquel año (los mismos del
año 1795) se convirtieron en 34. Como el diseño de la
bandera – la famosa "stars and stripes" (estrellas y barras)-
estaba basado en una barra para cada una de las 13 colonias
originales y una estrella para cada una de los estados a partir
de la independencia, esto implicaba que cada vez que uno o varios
estados nuevos fueron admitidos en la Unión, la bandera
sufría su correspondiente modificación. Más que en
ningún otro país la historia de los Estados esta
escrita en su bandera. Desde el año de la independencia la
bandera fue modificada en no menos de 24 ocasiones (la
última vez en 1960) de los cuales 12 veces entre 1819 y
1861.
Como los nuevos estados se alinearon
en el bando esclavista o abolicio-nista según sus
tendencias, no es sorprendente que el problema de la escla-vitud
fue, durante toda estas décadas, el asunto político y
religioso más ardiente de la Unión. Las posiciones cada
vez más radicales de los aboli-cionistas fueron contestadas
con una similar radicalización por parte de los esclavistas
(de la misma forma que siglos antes, la Contrarreforma, como
reacción a la Reforma, aumentó el fundamentalismo
dentro de la Iglesia católica). También el impacto
religioso fue muy importante. Muchos abo-licionistas, una vez que
su conciencia negaba la validez de los preceptos esclavistas de
la Biblia, empezaban a cuestionar abiertamente la validez y
verdad de otros preceptos también. La Iglesia católica
y la inmensa mayo-ría de las iglesias protestantes
contestaron a este desafío con una huída hacia adelante
defendiendo hasta la insensatez la inspiración divina de la
esclavitud.
Contrariamente, en la política hubo algunas mentes
que trataban de moderar las cosas, y algunos de los estados de
nueva incorporación en donde la esclavitud tuvo poca
importancia se declararon a favor de uno de los dos bandos,
según el momento, no por convicción sino para no
deshacer el frágil equilibrio político existente. No
obstante la cosa se complicó mucho por la insensatez de los
sureños. Se ha defendido muchas veces que, durante la Guerra
Civil, la Confederación no luchaba tanto para defender la
esclavitud sino para defender los derechos constitucionales de
los estados contra los abusos de la Constitución por parte
de las autoridades federales. Pero los hechos demuestran lo
contrario. Usando, en ciertos momentos, su mayoría en el
Congreso y su control del Tribunal Supremo, impusieron la Ley
sobre Esclavos Fugitivos, que autorizaba a los sureños a
entrar en los estados del Norte para recuperar su "propiedad" a
través del secuestro y en 1842 el Tribunal Supremo
convirtió este derecho en un derecho constitu-cional,
denegando, por lo tanto, a los estados del Norte de aplicar sus
leyes estatales para defender cualquier persona dentro de sus
fronteras contra abusos ajenos. Peor, todavía peor, fue una
decisión judicial del año 1857 en la cual el Tribunal
declaró que propietarios sureños tenían el derecho
a introducir sus esclavos en los estados abolicionistas y
mantenerlos como tales en flagrante oposición a las leyes
abolicionistas locales. Como vemos los estados sureños,
más que nadie, estuvieran perfectamente dispuestos a abolir
los derechos estatales, por lo menos los ajenos, a favor de una
legislación federal. Esta legislación combinada con el
"ferrocarril" hacia la libertad creado por grupos abolicionistas
para ayudar a esclavos a escapar hacia el Norte, creó el
peor invento del sistema esclavista: la caza del hombre. Los
elementos más canallescos de los estados sureños,
auténtica "basura blanca", se organizaron en grupos y,
acompañados por perros de presa, se dedicaron, como
cazadores de recompensa, a la persecución de esclavos
escapados con incomparable saña y crueldad.
Dicho todo esto, igual como con la
prohibición del tráfico marítimo de esclavos de
principios de siglo, en las últimas décadas antes de
estallar la Guerra Civil también hubo mucha hipocresía
en el movimiento abolicio-nista. No hay duda que hubo muchos
abolicionistas sinceros y humanitarios (y bastante subjetivos),
pero no fueron ellos, menos en apariencia, lo que formaban la
fuerza motriz del movimiento sino oscuros intereses
económi-cos, financieros y sociales. Para estos intereses la
esclavitud fue una auténtica amenaza comparativa, ya que,
por sorprendente que pueda parecernos, la situación de los
esclavos, olvidándonos por un momento de las implicaciones
morales y éticas, fue en casi todos los demás aspectos
mejor que la de los millones de inmigrantes que estaban llegando
a la "tierra prometida" convirtiéndose desde el momento
mismo de su llegada en un lumpen proletariado. Ya he indicado
antes que los Padres ingleses del abolicionismo nunca se
molestaron en criticar la situación social de los hombres y
mujeres ( y niños) en su propio país, y de la misma
forma el movimiento abolicionista en los estados
norteños,maquiavélica- mente dirigida desde las
sombras, en vez de centrarse en el aspecto moral de la esclavitud
se ocupó principalmente en denunciar su aspecto laboral,
sanitario y humano. Esta actitud sigue siendo la norma actual no
tanto por la falta de objetividad de los años anteriores a
la Guerra Civil sino por un total desconocimiento
histórico.
Analizamos las críticas más
comunes:
1. Nutrición: Casi todos admiten que en general la
comida fue suficiente y hasta abundante, pero se critica las
deficiencias vitamínicas de la misma. No dudo que sea
así desde nuestra punto de vista moderno, pero la obser-
vación es totalmente sin sentido del punto de vista de
aquellos tiempos. No solamente el concepto de vitaminas era
totalmente desconocido, sino, como es sabido, la nutrición
de los ricos, por excesiva, era mucho más deficiente e
insana todavía. El hecho de que la comida de los esclavos
era por lo menos suficiente comparaba favorablemente con el
auténtico hambre que pasaban la mayoría de los nuevos
inmigrantes "libres".
2. Trabajo: Se critica las jornadas laborales de 12
horas de los esclavos, una verdad a medias que aparte de un
desconocimiento de la realidad histórica demuestra un
desconocimiento total del campo. Durante la cosecha del
algodón – principio de Septiembre hasta mitades de Octubre –
todo el mundo, incluyendo los propietarios, trabajaban jornadas
de hasta 18 horas ya que la recogida antes de las lluvias era
casi cuestión de vida o muerte. Por otra parte, durante la
época de lluvia y en invierno, la jornada de trabajo muchas
veces no llegaba ni a las 6 horas. De todas formas jornadas mucho
más largas fueron la norma en las fábricas ingleses y
americanas. Mientras que los hijos de los esclavos empezaban a
trabajar en el campo a los 10 ó 12 años, ya hemos visto
que en Inglaterra niños mucho más pequeños ( 5
ó 6 años) fueron explotados en las
minas.
3. Descanso: También se ha criticado que los
esclavos solamente tuvieron el domingo como día de descanso
(había plantaciones en donde también se libraba los
sábados). Los críticos que dicen estas tonterías
parecen no saber que, por ejemplo, en España cuando en 1904
el Gobierno de turno quiso imponer la semana laboral de 6
jornadas el proyecto se tuvo que enfrentar al rechazo total por
parte de ambas la UGT y la Iglesia, por razones lógicamente
diferentes. La UGT estuvo en contra porque los obreros no
podían vivir con solamente 6 jornales a la semana ( así
de bajo eran los jornales) mientras que la Iglesia objetó
que si los obreros tuvieron un día libre a la semana
solamente iban a dedicarlo a "emborracharse e ir de
putas".
4. Alojamiento: Las cabañas de madera en que se
alojaba cada familia de esclavos comparaban, gracias al buen
clima de los estados sureños, también favorablemente
con las chabolas de los obreros norteños para no hablar de
las condiciones de vida de los primeros pioneros en el salvaje
Oeste.
5. Castigo: Se ha hablado mucho de los crueles
castigos a que fueron expuestos los esclavos con un liberal uso
del látigo. Estas leyendas tuvieron mucho que ver con el
comportamiento de los caza- recompensas, que se ensañaron a
gusto con sus cautivos ya que el sistema de recompensas se basaba
en el concepto de "vivo o muerto" y que su fin no era tanto la
recu-peración del esclavo huido sino de servir como
disuasivo para otros. No hay duda que se castigaba de vez en
cuando a esclavos desobedientes o revoltosos pero el látigo
se usaba infinitamente menos que en las Armadas de los
países marítimos en donde el castigo corporal estaba
regulado en los "Artículos de Guerra" (también
aplicable en tiempo de paz) y aplicado hasta por infracciones
mínimas.
Todo esto prueba que lejos de ser unos ogros
sádicos y desalmados, la inmensa mayoría de los
plantadores fueron racionales hombres de negocios que cuidaban
sus esclavos que formaban por mucho la parte más importante
de su inversión y, por lo tanto, de su negocio. Por esta
razón casi todos – siempre hay excepciones- evitaron como la
peste los castigos indiscriminados y arbitrarios, y la
separación de las familias, y trataban, dentro de lo
posible, tener sus esclavos si no felices, por lo menos
contentos. Como dijo uno de ellos: "Un esclavo infeliz es un
esclavo improductivo; y un esclavo improductivo es una mala
inversión". Hace unos 25 años dos investigadores,
economista y sociólogo, pretendieron demostrar las maldades
del sistema esclavista haciendo un estudio pormenorizado de los
libros de contabilidad de una de las grandes plantaciones a que
tenían acceso. Una vez terminado el estudio resultó,
para su gran sorpresa, que las plantaciones esclavistas fueron un
negocio ruinoso con una rentabilidad mínima en relación
con su nivel de inversión. Los plantadores vivían muy
bien, pero ganaban proporcionalmente muy poco dinero. La
conclusión del estudio fue que con el uso de mano de obra
libre y con los jornales vigentes en la época las
plantaciones hubieron sido hasta 6 ó 7 veces más
rentables.
A esta situación se llegó efectivamente varios
años después de la terminación de la Guerra, por
las razones que ya veremos más abajo. Antes hemos visto la
política insensata de los estados sureños en manipular
la legislación para sus propios fines, por mucho que durante
casi 20 años habían logrado imponer sus "intereses",
pero la elección de Abraham Lincoln como Presidente de la
Unión representando el partido republicano- constituido
solamente 3 años antes- con una plataforma abolicionista
(1859), les llevó por un camino más insensato
todavía, el de la secesión. De cierta forma Lincoln no
era tanto un abolicionista sino un pragmático, y al ser
elegido se comprometió a no tocar la esclavitud en los
estados esclavistas, y limitarse a cambiar las leyes aprobados
durante las últimas décadas que infringían los
derechos de los estados abolicionistas. Lo malo era que los
sureños no se fiaban de él, no obstante de que Lincoln
hubiera demostrado,en otras ocasiones, ser un hombre de palabra.
Antes de que Lincoln jurase su cargo, y todavía bajo la
presidencia de Buchanan, siete estados sureños (Alabama,
Carolina del Sur, Georgia, Mississipi, Louisiana, Texas y
Florida) se separaron de la Unión y formaron los Estados
Confederados de América (Confederación). Pronto se
juntaron a ellos 4 estados más (Carolina del Norte,
Virginia, Tennessee y Arkansas).
No es que Missouri, Kentucky, Maryland, y Delaware, los
otros 4 estados esclavistas, se mantuvieron fieles a la
Unión, sino que fueron militarmente ocupados y puestos bajo
Ley Marcial para que no pudieran seguir el ejemplo de los
demás, y esto antes de que se declaró la Guerra. Queda
claro que la Guerra Civil resultante no empezó para abolir
la esclavitud, sino única y exclusivamente porque la
Unión no estaba dispuesta a tolerar la secesión y no
por ser anticonstitucional, al contrario. Tan ambigua fue
la situación que cuando al empezar la guerra decenas de
miles de libertos y esclavos huidos quisieron alistarse en las
filas del ejercito Federal, fueron rechazados con
indignación con el argumento de que se trataba de un asunto
de blancos (White Man's War).Solamente un año después,
y más por razones de necesidad (las enormes perdidas
sufridas por el ejército de la Unión) que por razones
éticas, los primeros regimientos de soldados "de color"
fueron finalmente incorporados. En todo este periodo la
mayoría de los partidarios de la Unión no solamente les
importaba un bledo la abolición, sino que estaban totalmente
opuestos a dar derechos cívicos a los libertos.
Para complicar todavía más el panorama, muchos
de los descendientes de los libertos de principio de siglo que
con el paso de los años se había convertido en una
próspera élite negra, con esclavos propios, se
ofrecieron para luchar en las filas de la Confederación.
Cuando finalmente Lincoln, bajo la presión de
abolicionistas, con muchos especuladores y aprovecha-dos en sus
filas, firmó la Proclamación de Emancipación en
Septiembre de 1862, esta no tuvo ningún efecto ya que
solamente iba dirigida a los estados "rebeldes" y no a los
estados esclavistas que se habían quedado dentro de la
Unión. El símbolo de la Guerra no fue unas cadenas
rotas.
No obstante, una vez ganado la Guerra Civil por la
Unión, después de que las dos bandas habían
sufrido terribles pérdidas, se podía ya ver con
claridad que la guerra no había tenido lugar para abolir la
esclavitud, por mucho que esto fuese uno de sus resultados, ni
tampoco para luchar contra la secesión, sino que en esencia
había sido una lucha a muerte entre la nueva sociedad
industrial emergente del Norte y la antigua sociedad
agrícola del Sur. Una de los eslóganes de esta nueva
sociedad fue el viejo adagio de siempre: "cambiar todo para que
no cambie nada", o mejor dicho, para que todo empeore mucho. Para
esta sociedad la abolición de la esclavitud fue la mejor
forma para poder explotar de verdad al negro africano. Ya veremos
lo que ocurrió casi inmediatamente, durante la guerra en los
territorios ocupados por las tropas federales, y después de
terminar la guerra en todo el territorio de la
Confederación.
El impacto de la guerra fue enorme.
En 1800 la población de los 15 estados fue de 5
millones. En 1861, la de los 34 estados fue de 31millo-nes
divididos en 22 millones en el Norte y 9 millones en el Sur,
incluyendo a 3,5 millones de negros, la mayoría esclavos.
Estos fueron los descendien-tes de los 650.000 que habían
sido "importados" durante los últimos dos siglos y
medio.(Existe la errónea impresión de que Estados
Unidos ha sido el país de la esclavitud por excelencia
durante este periodo, pero nada más lejos de la verdad.
Aquellos 650.000 solamente formaban el 6,5% de los 10 millones
transportados a las Américas) De la población de 31
millones, un 30% o 9 millones fueron hombres adultos y de estos
casi un tercio sirvió en la guerra, 2.200.000 al lado de la
Unión (30%) y 900.000 al lado de la Confederación (un
increíble 42% de sus hombres blancos). De estos más de
3 millones de hombres, 650.000 murieron en la contienda. Hay que
admitir que la sociedad americana pagó un precio muy caro
por el pecado de la esclavitud, un hombre muerto por cada esclavo
llegado de África.
La primera parte de la guerra fue en
general favorable a la Confedera- ción, que tuvo a su favor,
como sociedad básicamente rural, que todos sus hombres eran
jinetes y tiradores de primera a partir de muy temprana edad. Se
ha dicho que, junto a la de los mongoles y de los apaches, su
caballería ligera fue la mejor de la historia.
No obstante, a la larga, la ventaja de
la Unión en población, financiación y capacidad
industrial fue decisiva. De cierta forma, cada batalla ganada por
la Confederación constituía una victoria pírrica,
ya que sus bajas fueron insustituibles, mientras que las bajas
Federales (mucho más altas) fueron cubiertas por el
incesante influjo de inmigrantes, en aquellos momentos,
mayoritariamente irlandeses. A partir del año ´63, la
balanza se inclinó definitivamente a favor de la
Unión con la paulatina ocupación de territorio
confederado hasta la terminación de la guerra. La
ocupación de territorio implicaba la inmediato
proclamación de la Ley Marcial, la privación de todos
sus derechos cívicos y legales a los ciudadanos confederados
blancos, la manumisión de los esclavos y la aplicación-
durante poco tiempo por cierto- de las enmiendas XIV y XV (1863)
de la constitución (dando a los libertos plenos derechos
cívicos y de voto). El resultado fue un auténtico
régimen de terror (llamado "Reconstrucción"), en donde
por una parte se usaba el voto negro y los votos de los soldados
federales para cambiar totalmente la Constitución de los
estados sureños, y al mismo tiempo les exponía a un
expolio brutal a través del saqueo sistemático de todos
sus bienes, hasta tal punto, que se ha podido demostrar que no
solamente todos los muebles, cuadros, servicios de plata y
vajilla de las mansiones de los nuevos ricos californianos
procedían de aquel pillaje, sino hasta sus trajes, vestidos,
zapatos y carruajes. No es creíble que estas actitudes de
corrup-ción pura fueron el resultado de una sana
indignación contra la esclavitud. Si hubiera sido así
se hubieran limitado a los grandes propietarios de esclavos y no
se hubieran aplicado a la población blanca en general. No
hay que olvidar que la inmensa mayoría de la población
sureña no tuvo esclavos, estos (3.500.000) pertenecían
en casi un 90% a unas 5.000 grandes plantaciones a un medio de
600 por plantación. Durante esta época el antiguo
territorio de la Confederación fue dividido en 5
comandancias generales bajo sus respectivos generales de
división (¡reminiscencias cromwellianas!). Para dar una
idea del cinismo y la inmoralidad de muchos de los generales de
la Unión basta citar algunas frases de una carta del muy
laureado General Sherman a su, igualmente laureado, subordinado
el General Sheridan: "Para los secesionistas persistentes la
muerte debe de ser un alivio, y lo mejor que podemos hacer es
ayudarles, tanto a los hombres como a las mujeres, a alcanzarla
cuanto antes; Usted ,yo, y todos los que estamos al mando tenemos
la obligación de cometer todos los crímenes necesarios
para alcanzar nuestra meta".
A terminar la guerra el Norte exigía a
los sureños el pago retroactivo de todos los impuestos que
habían estado vigentes en la Unión durante la Guerra
Civil y por otra, un decreto por el cual las tierras confiscadas
debían ser repartidas en lotes de 40 acres (16
hectáreas) entre los esclavos libera-dos-¡ además
de darles una mula!-decreto que, lógicamente no fue
cumpli-do nunca. En lo que se refiere al pago de los impuestos,
muy contados plantadores podían hacer frente a esta
exigencia gracias a amistados extranjeras o por haber puesto
fondos a buen recaudo en tiempos pasados, pero la mayoría,
después de haber sido expoliada de todos sus bienes
mobiliarios- aparte de lo que les había costado ya la guerra
en impuestos confederados y cosechas perdidas- no tenían con
qué pagar y si algún banco en algún momento
estuviera dispuesta a prestarles dinero contra cosechas futuras,
ya se ocupaban los coroneles que ejecutaban el poder militar,
civil y judicial en los distintos condados, de indicarles (sic)
lo erróneo de tal actitud. El resultado de la incapacidad de
hacer frente a este robo fiscal era la subasta de los bienes y la
gran oportunidad – ya intuida hace años- para los militares
y especuladores, en íntima colisión, de hacer
todos los agostos de su vida a la vez. Se cuidaban mucho de pujar
entre si y a todos – no hay que dudar de los milagros- les tocaba
"su plantación" al precio de salida, o sea por una
fracción de su valor real.
Habrá personas que consideren
todo esto como el derecho del ganador y que a los sureños se
les había aplicada una justicia si no divina (no olvidan que
Díos sancionaba la esclavitud) por lo menos "humana", y que
los des-graciados esclavistas se lo habían ganado a pulso.
Pero queda la pregunta: ¿Qué pasó entretanto con
los esclavos recién liberados? Aparte de los que antes,
durante y después de la guerra se habían desplazado al
Norte (por cierto con gran recelo de los recién llegados
inmigrantes alemanes e irlandeses que temían una bajada de
sus ya miserables jornales por exceso de oferta de mano de obra),
y otros que prestaban servicios al ejercito ocupante, la
mayoría, o no habían nunca dejado las plantaciones, o
al terminar la guerra volvieron a ellas. No hay que olvidar que
allí estaba la única casa que habían conocida. No
pasaba nada hasta que los"carpetba-ggers" se apoderaban de las
plantaciones, cuando sí hubo un cambio
fundamental.
Los nuevos propietarios les invitaban a desalojar las
cabañas y abandonar su tierra, bajo el argumento de que como
personas libres ya no pintaban nada en propiedad ajena. Este fue
el momento exacto, antes de finales de 1866, del gran éxodo
de los antiguos esclavos de las plantaciones que les habían
visto nacer. Toda esta masa humana tuvo que instalarse en
terrenos marginales y pestilentes y allí fabricar sus
chabolas, comparadas con las cuales sus antiguas cabañas les
parecían viviendas de primera.
Ya he dicho antes de que uno de los fines de la guerra –
además de cambiar la Unión de una Federación de
Estados libres, en una Federación centralista de estados
subyugados – era liberar los esclavos para poder
explotarles mejor a través de una dependencia
(¿esclavitud?) económica total. Una vez echados los
libertos de sus tierras, los nuevos plantadores contrataban
más o menos la mitad de ellos a jornales de escándalo
(pagaban mucho menos de lo que a los plantadores esclavistas les
había costado simplemente la manutención). ¡Que
gran negocio! Habían compra-do las plantaciones por casi
nada, no tenían que hacer ninguna inversión (compra de
esclavos) en su mano de obra, mantenían la mitad de los
libertos en el paro forzoso y la miseria total, y de esta forma
mantuvieron los jornales al mínimo posible. Es verdad que el
sur entró en una profunda recesión de la cual solamente
ha empezado a salir a partir de la segunda mitad del siglo XX,
pero los plantadores durante muchas décadas prosperaban
mucho.
No obstante de exigir jornadas de trabajo muy largas a
sus "trabajadores", la producción de algodón bajó
un tercio. Pero gracias al aumento del precio de venta, provocado
por la baja oferta, y los bajos costes de producción, la
rentabilidad sobre inversión fue increíblemente alta.
Entre 1867 y 1870 los estados sureños, una vez cambiadas sus
constituciones y sustituidos sus clases dominantes, fueron
readmitidos en la Unión. Como ya habrán anticipado,
casi inmediatamente después, la aplicación de las
enmiendas XIV y XV fue, en la práctica, suspendida y los
negros no recuperaron sus derechos cívicos plenos hasta casi
100 años después. Hubo antiguos esclavos que 40
años después, ya viejos, manifestaron que la "libertad"
que les habían impuesto fue infinitamente peor que la
esclavitud que habían sufrido antes.
Considerando la enorme migración
de sureños hasta los estados del Oeste en la década
siguiente a la terminación de la Guerra Civil, hay que
llegar a la conclusión que muchos de los más conocidos
políticos racistas sureños actuales – y muchos de los
componentes de la supuesta aristocracia sureña – son en
efecto los descendientes de aquellos oficiales federales y de los
"carpetbaggers" que expoliaron el Sur hace 150
años.
Hemos visto que la esclavitud ha
sido una constante a través de todas civilizaciones y
culturas desde tiempos inmemoriales, y que por lo tanto la
esclavitud negra en América no fue ninguna novedad ni
ninguna excep-ción. Pero entonces queda la pregunta:¿
por qué esta dejó tantos cicatrices mientras que otras
desaparecieron sin dejar ningún rastro?. Creo que la
respuesta tiene dos vertientes: raza y número. En otros
tiempos la escla-vitud no tuvo ninguna implicación racial,
los esclavos pertenecían a todas las etnias imaginables y,
cuando la esclavitud desapareció, se incorporaron
posteriormente a la sociedad sin que ningún rasgo
físico les marcaba como antiguos esclavos. En aquellas
sociedades los esclavos fueron considerados inferiores por sus
amos, pero, por arte de magia, al obtener su libertad dejaban de
ser, en el mismo acto, inferiores. La mayoría de los
habitantes de Europa Occidental somos descendientes remotos de
esclavos, siervos y villanos, sin que ni nosotros mismos tengamos
constancia de ello.
En Estados Unidos la situación fue diferente,
exceptuando un cierto número de esclavos o semi-esclavos
blancos e indios en los siglos XVI y XVII, la población
esclava fue exclusivamente negra. Partiendo desde el concepto de
la inferioridad nata del esclavo y si durante mucho tiempo todos
los esclavos son exclusivamente negros africanos, el concepto
cambia y los esclavos son considerados inferiores no por esclavos
sino por negros. Si los esclavos sureños en vez de ser
negros hubieron sido, por ejemplo, eslavos, su estigma de
antiguos esclavos o descendientes de ellos hubiera desaparecido
en el acto. Pero siendo negros siguen marcados con la marca (el
color) de su supuesta inferioridad. Lo mismo ocurrió en el
Caribe y en parte de Sudamérica, especialmente Brasil, pero
a la larga la actitud racial fue insostenible por ser la raza
negra, en estos países, mayoritaria. Aquí tenemos la
otra vertiente antes mencionada, la del número. En Estados
Unidos el número de esclavos fue siempre muy inferior al de
los habitantes libres.
Al empezar la Guerra Civil, los esclavos formaban el 35%
de la población en los estados sureños, mientras que en
todo el país superaban en muy poco el 10%.Podemos ver
entonces que el racismo depende mucho de la combinación de
raza y minoría, por lo menos dentro del propio país. En
Brasil donde la población blanca es muy minoritario y el
resto de la gente van desde el negro más oscuro al moreno
más clarito, actitudes abiertamen-te racistas serían
francamente suicidas. En Sudáfrica los minoritarios blancos
trataron durante más de cincuenta años de mantener un
régimen abiertamente racista (el apartheid) y al final
sucumbieron, y mientras que en Brasil la pequeña
minoría blanca ha logrado mantener en sus manos gran parte
del poder político, en Sudáfrica lo ha perdido
totalmente. En Estados Unidos la actitud racista por parte de la
población blanca basada en la supuesta inferioridad
intelectual de los negros es reforzada por la clarísima
inferioridad económica de la población negra, una
observación a todas luces injusta por que olvida que el
bienestar de gran parte de la población blanca – la de los
estados del oeste y medio oeste – se basa en el reparto de
tierras (robadas a los indios) en la segunda mitad del siglo XIX
por parte del Gobierno Federal a pioneros blancos, del cual los
negros fueron, con mil artimañas, excluidos.
Mujeres esclavas trabajando el
algodón
El actual "espíritu de Durban", un supuesto-por muy
politizado- conclave antirracista, ha reactivado el movimiento
pro-indemnización que empezó a manifestarse hace ya
algunos años en Estados Unidos con la pretensión de
exigir indemnizaciones para todos los descendientes de los
antiguos esclavos. Como era previsible, a este movimiento se han
incorpo-rado muchos de los más afamados abogados
norteamericanos – siempre dispuestos a liderar juicios
"populares"- no muy sorprendente ya que están acostumbrados
a quedarse con gran parte del botín ( un 35% y más),y
aquí estamos hablando de un auténtico mega botín
de unas 1400 billones de pesetas. Han subido al tren todos los
que nunca desaprovechan la oportuni-dad de hacer demagogia
barata, como muchos políticos "políticamente
correctos", dictadores y dictadorcillos africanos, y, como
podía no faltar, el mismísimo Gran Hermano Fidel,
olvidándose que él solito tiene esclaviza-do
políticamente al 90% de los cubanos. Dicho esto hay que ver
si todo esto de las indemnizaciones tiene el más mínimo
mérito.Considerando que los traficantes europeos no
esclavizaron nunca ningún africano sino se limitaron a
comprar africanos ya esclavizados por otros africanos,
parecería lógico que los descendientes de estos
debieran pagar, en primer lugar, una indemnización a los
descendientes de los esclavos. El problema es que es casi
imposible distinguir entre unos y otros, ya que, como he dicho
más arriba, los vendedores muchas veces se convirtieron poco
después en vendidos por el mero azar de las guerras
tribales. Hemos visto que la alternativa a la esclavitud hubiera
sido la muerte, en cuyo caso la escla- vitud negra en Occidente
nunca hubiera existido y Occidente tampoco se hubiera enterado de
la muerte de millones de prisioneros de guerra. La con-
clusión que podemos sacar de esto es terrible pero clara:
sin la esclavitud los descendientes actuales de los esclavos ni
siquiera hubieran existido.
Si a los primeros culpables del tráfico de esclavos
no se les puede exigir responsabilidades por el simple hecho
de que es imposible identificar cul-pables y víctimas,
entonces queda la pregunta a quién haya que exigir las
oportunas indemnizaciones. ¿ A los árabes que
controlaban dos tercios del tráfico total? ¿A los
países (Portugal, España, Holanda, Dinamarca, Suecia e
Inglaterra) bajo cuyas banderas navegaban los barcos de los
traficantes? ¿Y qué decir de los países
caribeños, de Brasil y de otros países
súdame-ricanos, destino del 94% del tráfico, en donde
los descendientes de los esclavos forman la inmensa mayoría
de la población, se van ellos a auto- indemnizarse? Como
vemos la cuestión es peliaguda e insostenible. Menos, como
siempre, en Estados Unidos en donde se está tomando el
asunto muy en "serio". Entre los negros el 80% esta a favor, lo
que no es muy sorprendente ya que a nadie le disgusta un dulce
($50.000 por familia), al otro 20% que está en contra hay
que felicitarles por su sentido ético y moral. Legalmente la
cosa no tiene ni pies ni cabeza. ¿ Alguien se puede
imaginar de verdad que el Tribunal Supremo vaya a ilegalizar
retroactiva-mente toda la legalización sobre la esclavitud
que existió en los Estados Unidos anterior a la Guerra
Civil? Una cosa es que Lincoln abolió la esclavitud a partir
de 1863, otra cosa es declararla ilegal anterior a esta fecha;
además de ser un imposible jurídico, no dejaría en
muy buen lugar a los Padres de la Patria como Washington,
Jefferson y otros. La sociedad evoluciona continuamente y no
podemos aplicar nuestras ideas, opiniones y sensibilidades al
pasado.
Pero imaginemos por un momento que el Tribunal Supremo
de los Estados Unidos cometiera tal atropello judicial, ¿a
quién atribuiría la responsabilidad de las
hipotéticas indemnizaciones?, ¿a los descendientes de
los esclavistas -de muy difícil identificación-
incluyendo en estas los 12000 libertos que tuvieron
esclavos (la mayoría de los esclavos a través de los
tiempos nunca estuvieron en contra de la esclavitud como tal,
sino en contra de su esclavitud)?, ¿a todos los
descendientes de la población blanca anterior a la Guerra
Civil que ni siquiera tuviera esclavos?, o extendiendo la
responsabilidad hasta el absurdo total:¿también a los
descendientes de todos los inmigrantes que llegaron a la "tierra
prometida" después de la abolición, obviando por
completo que el 90% de la población blanca actual son
descendientes de las capas más pobres de la población
europea de los siglos XVIII y XIX, y por lo tanto todos ellos
también descendientes remotos de esclavos, siervos y
villanos? ¡ Qué despropósito y que
sandez!
La primera rebelión de esclavos importante en el
sur fue conducido por un esclavo de veinticuatro años de
edad llamado Gabriel Prosser. Todas las grandes revueltas de
esclavos en el sur fueron dirigidos por gente como Prosser, que
eran profundamente cristianos y fueron despedidos por la
intransigencia religiosa contra la esclavitud. Prosser fue el
primero. En 1800, comenzó a hacer planes de tomar la ciudad
de Richmond, Virginia, por la fuerza. Él planeaba invadir
Richmond, atacar el arsenal, con la ayuda de esclavos rebeldes.
En agosto de 1800, había miles de esclavos alistados y
había almacenado un arsenal de armas, incluidas armas de
fuego. Pero fue traicionado por dos de sus seguidores y, en el
día de su rebelión, con más de un millar de
seguidores dispuestos a atacar Rich- mond, además los
puentes de acceso a Richmod habían sido destruidos por una
inundación. La milicia estatal le atacó al día
siguiente y él y sus segui-dores fueron
ahorcados.
Dinamarca Vesey, como tantos muchos otros líderes
afro-americanos del siglo XIX, procedía de la "clase alta"
de los esclavos: los ingenieros y artesanos que se les dio un
alto grado de autonomía y autorrealización, en
contraste con los trabajadores de campo o casa los
domésticos. Compró su propia libertad, y
permaneció como un carpintero en Charleston, Carolina del
Sur.
A pesar de la placidez de su vida libre, mostraba un
profundo odio por la sociedad esclavista en la que vivía y
la situación en la que vivían sus hermanos negros. A lo
largo de toda su existencia libre, planeó y pensó en
liberar a sus compañeros de la esclavitud. Estaba tan lleno
de ira que los compañeros dicen que ni siquiera podía
permanecer en la presencia de un europeo-americano.
Al igual que Prosser, Vesey estuvo también
profundamente inspirado por el cristianismo, en particular, el
Antiguo Testamento. Un aspecto inte-gral de esclavos y libres
cristianos fue su énfasis en la entrega de los "hijos de
Israel" de la esclavitud en Egipto. Esta historia fue tal vez la
influencia más poderosa, religiosa y cultural, en la
visión del mundo de los estadouni- denses del siglo
XIX.
Aunque la mayoría de los historiadores insisten en
el carácter pasivo de la liberación israelita, que la
liberación fue uncido también a la invasión
israelita de la tierra de Canaán. Mientras que esta
invasión fue apenas exitosa, los libros del Antiguo
Testamento cuentan la historia de la ocupa- ción de
Canaán y sus secuelas son despiadadamente violentas,
presentando un dios guerrero sin piedad hacia los no israelitas.
Toda la evidencia que tenemos sugiere que los esclavos entendidos
en estos dos eventos fueron conectados y que la liberación a
lo largo de líneas israelitas serían compra-dos con
sangre humana. Vesey, que andaban citando textos bíblicos a
los esclavos para inspirar a la rebelión, sobre todo le
gustaba citar las instrucciones de Yahvé a Josué cuando
exige que Josué mate a todos los ocupantes de las ciudades
de Canaán entre ellos mujeres y niños.
Su tarea, como él lo veía, era incitar a los
esclavos a la rebelión. En 1821, cambia radicalmente y
comenza a organizar su propia rebelión. Organizó un
grupo de trabajo de los lugartenientes que incluyó Gullah
Jack, un hechiceroque se considera absolutamente invulnerable y
Poyas Pedro, que fue uno de los grandes genios militares y de
organización de principios del siglo XIX. Poyas
organizó la revuelta en celdas separadas en virtud de los
líderes individuales. Sólo sabía que los
líderes de la parcela y, si alguno de los esclavos
traicionaba la trama, sólo uno delate a sus celulares. En
1822, casi todos los esclavos en las plantaciones alrededor de
Charleston se habían sumado a la revuelta. El plan de Poyas
fue brillante-mente simple. Los rebeldes que todos se la
estación a las puertas de los euroamericanos y, a altas
horas de la noche, un grupo de rebeldes que iniciar un incendio.
Cuando los hombres salieron de sus puertas, los rebel-des los
mataban con hachas, picos, o armas de fuego. Luego entraría
en las casas y matar a todos los ocupantes. Al igual que la
revuelta Prosser, casi ganado. Fueron traicionados temprano en el
juego, pero la estructura de la célula impidió a los
funcionarios descubrir la trama en sí o la identifi-
cación de alguno de los líderes. Fue sólo el
día antes de que un esclavo, que conocía toda la trama,
traicionado Vesey. Él y sus colíderes fueron ahorcados,
pero sólo uno confesó.
La revuelta Vesey fue inmensamente alarmante para el sur
de los propietarios de esclavos. No sólo era difícil de
descifrar la trama, a pesar de que miles de esclavos estaban
involucrados, pero el rigor absoluto de la violencia planificada
refrigerados los corazones de los dueños de esclavos,
incluso con más confianza. Que tantos esclavos estarían
dispuestos a exter-minar a todas y todos los americanos europeos,
independientemente del sexo o la edad trajo a casa la profundidad
del sentimiento, la ira y la resistencia a los dueños de
esclavos. Ni Prosser, ni las rebeliones Vesey en realidad
sucedió, a pesar de su miedo, europeo-americanos considera
que, al final, Dios los había protegido. Todo esto
podría cambiar, sin embargo, cuando un hombre que los
esclavos simplemente llamado Profeta, Nat Turner, encabezó
una breve rebelión en la que Dios no protegería a los
propietarios de esclavos.
Turner, como Vesey, era de la "clase alta" de los
esclavos. Había crecido odiando profundamente la esclavitud,
y su madre, una esclava africana, intentó matarlo cuando
él nació en el año 1800 para que no viviera como
un esclavo. También él era un hombre religioso, de
hecho, mucho más que Vesey y Prosser. Su cristianismo se
basaba en una religión de visiones y experiencias
místicas. En el momento en que él era un hom-bre joven,
Turner se había convertido en el líder, no oficial , de
las religio- nes principales en el condado de Southampton, en
Virginia. A diferencia de Vesey, el cristianismo de Turner no
hizo hincapié en la liberación de los israelitas, pero
sí en los últimos días de Cristo en Jerusalén
y la promesa apocalíptica de una Nueva Jerusalén. Su
retórica tenía un lugar, así como un sentido
espiritual: Jerusalén, era Virginia, que estaba
cerca.
Todos sus discípulos, siete de ellos, fueron
despedidos por la ira y la pasión religiosa. Uno de ellos,
Will, había sido tan maltratado por su amo que estaba
cubierto de cicatrices. En la noche del domingo, 31 de agosto de
1831, Nat Turner salió de su casa y entró en la de su
amo, donde, con sólo un hacha, ejecutó a todos los
miembros de la familia de su amo, entre ellos dos adolescentes,
con la excepción de un bebé. Luego se mudó de casa
en casa durante toda la noche ejecutando a todos los
europeos-americanos que pudieron encontrar, con la excepción
de una familia blanca que no poseían esclavos. A medida que
se fue de casa en casa se reunían los esclavos y se
aprovisionaban de armas. Al día siguiente, lunes, fueron
repelidos por un regimiento de europeos-americanos. Turner
excavó un túnel y se fugó pasando a la
clandestinidad, pero cuando las tropas llega-ron, recorrieron el
campo y ejecutaron a cien esclavos. Turner, no sería
atrapado hasta pasados 2 meses y durante todo este tiempo, los
ciudadanos de Virginia fueron presa del pánico. La banda de
Turner causó más de 50 víctimas. El Sur
estalló de temor y rabia ante estos hechos, culpando a los
del Norte de todo lo ocurrido. Cientos de personas huyeron del
condado y muchos se fueron del estado para siempre. Turner, al
final, fue capturado y colgado.
Unos años más tarde se produce un hecho
destacado que ahondará más aún las diferencias
entre los abolicionistas y anti-abolicionistas
nortéame-ricanos. El Amistad era un barco de esclavos cubano
que zarpó de La Habana, Cuba, el 27 de junio de 1839 con 49
hombres africanos y cuatro niños como cargo. Los africanos
habían sido abducidos de Sierra Leona por comerciantes
de esclavos portugueses en febrero de 1839, un acto que "violaba
todos los tratados que existían en ese entonces," según
indica National Archives.
El buque, manejado por una tripulación que
consistía de un capitán, dos tripulantes
españoles, un esclavo criollo, un esclavo mulato y los
dueños de los esclavos, se dirigía a Puerto
Príncipe, Cuba. El viaje supuestamente debería haberles
tomado sólo dos o tres días, pero el buque fue
retrasado por tormentas.
La tripulación comenzó a abusar de los
esclavos africanos, y durante el cuarto día el cocinero dijo
a algunos de los esclavos que serían asesinados y
comidos una vez que llegaran a su destino. Liderados por Sengbe
Pieh, popularmente conocido como "Cinque," los esclavos
resolvieron tomar control del buque.
Cinque comenzó la rebelión abriendo sus
propias cadenas utilizando un clavo suelto, y luego liberó a
los otros esclavos. Los hombres descubrieron cuchillos para
cortar caña de azúcar y asesinaron al
capitán y al cocinero. Cinque tomó el control del
buque, y ordenó que se dirigiera de vuelta al África,
pero el dueño del buque lo dirigió al este durante el
día y al noroeste durante la noche, por lo que terminaron en
Long island Sound, donde fueron capturados por los marineros a
bordo del buque Washington, de la Armada de los Estados Unidos,
el 26 de agosto de 1839.
Los africanos fueron aprisionados en New Haven,
Connecticut, e inicial-
mente culpados de asesinato y piratería. Los dos
tripulantes españoles sobrevivientes, José Ruiz y Pedro
Montez, fueron liberados.
Los abolicionistas apoyaron la causa de los africanos, y
el caso del Amistad se convirtió en un punto clave para el
movimiento. Un grupo llamado "Comité Amistad," conformado de
varios abolicionistas promi-
nentes, organizó un equipo legal, encontró
interpretes de Mende y ofreció cuidados a los
africanos.
El Presidente Martín Van Buren ordenó una
apelación de la decisión inme- diatamente después.
Los abolicionistas persuadieron al ex Presidente John Quincy
Adams para liderar el equipo de defensa durante el tercer y final
juicio ante la Corte Suprema de los Estados Unidos. Dos años
después,la corte llegó a una decisión, los 38
africanos fueron liberados en 1841.
Este caso galvanizó el movimiento abolicionista en
los Estados Unidos y polarizó aún más el Norte
anti-esclavitud y el Sur con esclavos. Este caso es acreditado
por algunos como uno de los eventos que llevó a la Guerra
Civil en 1861.
El caso del Amistad contribuiría al desarrollo de
la cultura africano-americana. La liberación de los
africanos también inspiró trabajo misionero que
llevaría a la fundación de la Asociación Misionera
Americana en 1846, que se convirtió luego en la sociedad
abolicionista más grande y organizada en los Estados Unidos
antes de la guerra. Y en Sierra Leona, la actividad misionera
norteamericana eventualmente se convertiría en un movimiento
nacionalista para conseguir la independencia.
Esclavos africanos matando al
Capitán Ferrer y tomando control del buque Amistad en
1839.
La prohibición
de la esclavitud en el mundo
En 1783 en Gran Bretaña, y la mayor parte del
mundo, la esclavitud era una práctica aceptada y legal.En
ese año, un caso se vio ante los tribunales británicos.
El asegurador del barco de esclavos Zong, que llevó a los
esclavos africanos procedentes de África a las
Américas, se negó a pagar una reclamación por
"pérdida de carga". Que la carga se perdió
más de 100 esclavos enfermos que habían sido arrojados
al mar por el capitán del barco, por lo que su valor
podría ser reclamado contra las aseguradoras. Si los
esclavos habían muerto de causas naturales (su enfermedad),
ninguna reclamación puede ser interpuesta contra las
aseguradoras. Los esfuerzos para presentar cargos de asesinato
contra los propietarios del barco fallaron. Los esclavos no eran
seres humanos eran bienes.
La creciente toma de conciencia por un pequeño
número de personas del horror de la esclavitud y la
brutalidad de la trata de esclavos llevó a la acción.
Los abogados, como Granville Sharp trabajaban para los cambios a
la ley. Los antiguos esclavos como Olaudah Equiano escribió
sus historias y trabajó por la libertad. Los cuáqueros
habían hecho campaña en América del Norte y Gran
Bretaña contra la esclavitud durante casi un siglo. En 1783
los cuáqueros británicos solicitaron el Parlamento la
abolición del comercio. En 1785 Peter Peckard, el
vicerrector de la Universidad de Cambridge establece un concurso
sobre el tema ¿Es conveniente hacer esclavos a otros
contra su voluntad? Un joven de 24 años llamado Thomas
Clarkson en el concurso y ganó. Lo que aprendió a
cambiar su vida y a dedicarse a la abolición de la trata de
esclavos. Él y otros, después de una lucha de
casi 20 años lograron su objetivo y se abolió el
comercio de esclavos.
En el transcurso del siglo XIX Inglaterra fue agrandando
incesantemente su imperio colonial, pero respetando siempre los
principios del liberalismo, hasta el extremo de conceder una
considerable autonomía a las colonias de población
blanca. El Canadá se presentaba particularmente peligroso en
este concepto, a causa de su proximidad con los Estados Unidos.
En 1791 aquel territorio había recibido una
constitución, y cuando, en 1839, se produjo allí una
sublevación, dejóse al Parlamento canadiense, a
propuesta de Lord Durham, el privilegio de designar a los
miembros del Ministerio, facultad privativa hasta entonces de la
Corona británica. En 1849 cedióse a la colonia, no
sólo la administración financiera, sino también la
comercial. En 1867 las colonias británicas norteamericanas
se unieron para formar un Estado federativo. Australia y Nueva
Zelanda obtuvieron un Gobierno autónomo en 1855, mientras El
Cabo lo lograba en 1872. En cambio, después de la
sublevación de los cipayos (1857) fue suprimido el
privilegio de la Compañía de las Indias Orientales,
haciéndose cargo el Estado de la administración
después de haber sido concedida la libertad de comercio, en
1793 con la India y en 1833 con China. La ocupación de
Egipto en 1882 aseguró a Inglaterra el camino del
Indostán.
En Inglaterra, una parte de la población arrancada
del campo por la revolución agraria fue absorbida por la
industria de las ciudades, mientras la parte restante
emigró. Wakefield demostró que las colonias estaban
llamadas a complementar la economía nacional inglesa.
Mientras en la metrópoli se iba reduciendo el suelo
laborable y crecía, en cambio, el capital y la mano de obra,
en las colonias ocurría el caso inverso, es decir, la sobra
de tierras y la falta de mano de obra y de capital.
Tratábase, pues, de proporcionarles estos elementos. A fin
de atenuar en las colonias la oposición de los factores
productivos, Wakefield recomendaba qua las tierras no fuesen
cedidas gratuitamente, sino vendidas. El producto obtenido se
destinaría a facilitar el traslado de los trabajadores y
colonos. Los razonamientos de Wakefield hallaron aplicación
principalmente en la colonización de Australia meridional y
de Nueva Zelanda (1839).
La demanda de emancipación de la personalidad no se
detuvo ante los individuos de raza negra. A pesar de los tratados
internacionales que prohibían el comercio de esclavos y de
la caza de que los cruceros británicos hacían objeto a
los barcos negreros, en el período qua va de 1819 a 1847 se
calcula en cerca de 3 millones de esclavos el número de los
que fueron transportados de Africa a América. Era pues
cuestión de abolir la esclavitud como institución.
Inglaterra llevó la delantera; en 1832 declaráronse
emancipados los esclavos de la Corona, y al año siguiente
quedó suprimida la esclavitud en todas las colonias
inglesas, con indemnización de los propietarios. Estas
medidas no pudieron llevarse a la práctica sin que fuese
preciso sortear dificultades económicas. Los plantadores de
las Indias Occidentales viéronse expuestos, con la
abolición de la esclavitud, a una peligrosa competencia por
parte de Cuba y del Brasil, países que continuaban
explotando a los negros. La aparición del azúcar de
remolacha dió totalmente al traste con la prosperidad de
aquellas colonias británicas, de máximo valor en otros
tiempos. Privados de su mano de obra por efecto de la
supresión absoluta de la esclavitud, los
boers comenzaron en 1836 a emigrar hacia el Norte, para
establecer allí posesiones autónomas. Francia
libertó a los negros de sus colonias en 1848, indemnizando a
sus propietarios. La resolución definitiva tomada en la
cuestión de la esclavitud, produjo en los Estados Unidos la
Guerra Civil.
En este país los propietarios de plantaciones
habían venido represen-tando el principal papel desde el
día de su fundación. A instancias suyas la capital
federal fué trasladada en 1790 a un territorio entresacado
de los Estados no abolicionistas de Maryland y Virginia. Siendo
el algodón el principal de los artículos de
exportación de los Estados Unidos, los habitantes del Sur
tuvieron una influencia predominante en los esfuerzos
expansionistas a costa de Méjico, el cual, en 1848,
cedió los territorios de Texas, Nuevo Méjico y
California. Con todo, la inmigración y los progre-sos
industriales habían fortalecido también a los Estados
del Norte, y ambas partes se disputaban el destino de los de
reciente creación: tratábase de ver si el predominio
iba a corresponder o no a los Estados antiaboli-cionistas del
Sur. Cuando, en 1860, Lincoln fue elevado a la silla
presiden-cial, los Estados meridionales se separaron de la
Unión, mientras los republicanos septentrionales luchaban
por el mantenimiento de la integridad federativa y contra la
extensión de la esclavitud, pero de ningún modo por su
supresión, la cual era considerada como un problema
particular de cada Estado. Así, de los territorios
limítrofes, mantuviéronse fieles a la Unión
Delaware, Maryland, Kentucky, Missouri y Virginia occidental.
Sólo los éxitos Bélicos de los Estados del Sur
obligaron a los del Norte a considerar a los negros como sus
aliados. En 23 de septiembre de 1862 concedióse la libertad
a los esclavos de los territorios ocupados, pero la
manumisión no tuvo carácter de ley constitucional hasta
1865. Para los Estados del Sur, esta modificación de la
antigua organización del trabajo constituía un serio
perjuicio económico. Los plantadores perdían sus
capitales, invertidos en los esclavos, y en la deuda
pública, totalmente desvalorizada, de la Confederación,
mientras los negros manumitidos mostraban muy poca
disposición para el trabajo. Para el Sur no empezó un
nuevo florecimiento hasta después de 1880, gracias a la
industrialización.
De igual modo que en Occidente, también los
años subsiguientes a 1860 aportaron en Oriente la
eliminación de la antigua servidumbre. La derrota de Rusia
en la guerra de Crimea señaló la necesidad de reformas
interiores. En 1861 Alejandro II decretó la
emancipación de los siervos. Esta liberación de los
campesinos, empero, no suponía, como en el Oeste, la
instauración de empresarios independientes, agricultores y
propietarios, sino que los campesinos rusos, en su mayor parte,
continuaron ligados en la vieja forma de la propiedad comunal en
tierras reducidas y gravadas por cuotas de rescate. El
terrateniente vióse privado de la clase trabajadora que
había proporcionado al propietario prusiano la no
regulación de los campesinos sujetos a servidumbre personal;
de modo que si quiso seguir explotando sus tierras, no le
quedó otro recurso que acudir a los servicios de los
labriegos con sus propias yuntas, sistema retrógrado,
totalmente equivalente al empleado en el viejo régimen de
servidumbre, sin otra diferencia que la de formas jurídicas.
Hasta fechas bastante más recientes no se constituyó
una clase de empresarios agrícolas que arrendaban o
compraban tierras de labor, e integrada, ya por elementos
ciudadanos, ya por campesinos que habían logrado reunir un
capital trabajando en el Sur como obreros temporeros. La derrota
de Rusia en la guerra con el Japón volvió a poner a la
orden del día, junto con la cuestión de la
constitución del Imperio, el problema agrario, tan mal
resuelto antes. Las Leyes de 1906 y 1910 abolían las
antiguas trabas de la propiedad territorial y creaban para Rusia
la base de la agricultura capitalista-individualista.
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