- Lugares
- Personajes y
oficios - Actividades
sociales, laborales, lúdicas, religiosas,
familiares - Objetos
- Atuendos
humanos - Alimentos y
bebidas - Detención
- Citaciones-investigaciones
- Familia
- Abogado
- Abandono-contradicción-angustia
- La muerte,
situación inevitable - Letargo,
entumecimiento - Oficinas del
tribunal - Estudio de
Titorelli - Referencias
Este escrito es el resultado de un rastreo de elementos
que se realizó a través de la lectura del libro de
cuentos "Calor intenso" de José Guillermo Ánjel,
publicado en 2012, y de la novela "El proceso" del escritor Franz
Kafka, publicada en 1925. Los elementos que se buscaron en los
cuentos de Memo Ánjel incluyen clima, fauna, flora,
lugares, personajes, objetos, actividades, comidas, bebidas,
entre otros; su búsqueda cumplió el
propósito de configurar una concepción de
qué es el Caribe. La indagación del texto de Kafka
estuvo guiada por la identificación de situaciones que
permitieran confrontar esta novela con los elementos rastreados
en los cuentos y la concepción que se formó del
Caribe a partir de su lectura.
Los 18 cuentos de "Calor intenso" no se desarrollan en
el mismo sitio (en algunos se habla de un pueblo llamado Salinas,
en otros se menciona la selva), ni en el mismo período de
tiempo (en "Lazos de familia" se habla de 1965, en "El barco de
los alemanes" se hace referencia a 1937, en "La iguana" y la
"Cacería" se mencionan objetos actuales, celulares y
computadores), lo cual no impide que se perciban escenarios
cercanos que reúnen paisajes, personajes, animales,
condiciones climáticas, que enmarcados en historias
desembocan en una concepción del Caribe. El calor es uno
de los principales escenarios de los cuentos que contribuye a
alimentar alguna idea de qué es el Caribe. Las
descripciones que se hacen de este elemento no son extensas y se
distribuyen aleatoriamente a través de la obra, lo cual
permite la reubicación continua en un ambiente donde el
sol intenso achiquita sombras, hace sudar y obliga a buscar la
sombra de los alares de las casas, y donde el vapor caliente
humedece las piernas y seca la nariz. El calor parece expresarse
no sólo a través del sol y el vapor, sino
también a través de la lluvia, pues, en ocasiones,
los efectos de estos tres factores son los mismos: letargo,
estupor, abandono. Estos efectos del calor seco, el calor
húmedo, las lluvias, se describen en varios
cuentos:
En "El lector de la tabacalera": "Cuando llegaban los
días de calor rabioso, en los que ni el aire ni las
lagartijas se movían y el sopor aumentaba el olor del
tabaco…" (Ánjel, 2012, pág. 10).
En "Lovelito": "Hacía un calor sofocante y,
según la radio, seguiría el clima seco. Pero
hoy tiene que llover como castigo de Dios…"
(Ánjel, 2012, pág. 29). "Y en ese calor seco donde
no se movía la rama de ningún árbol,
[Arístides Loaiza] se imaginó a Lovelito besando al
otro" (Ánjel, 2012, pág. 40).
En "El hombre que habló en Yidisch": "[los
turpiales] cantaron cuando no debían hacerlo porque a esa
hora el calor lo dejaba todo en reposo en la casa y aumentaba el
olor a humedad proveniente de las paredes, mezcla de tierra,
caña brava y cal" (Ánjel, 2012, pág.
97).
En "El viaje": "A las siete de la mañana
hacía ya un calor que acobardaba…" (Ánjel,
2012, pág. 125). "…dormir con el calor que
hacía era difícil a menos que uno fuera borracho"
(Ánjel, 2012, pág. 129).
En "De la sombra que tocaba el violín": "Y
quizá el cansancio y el calor acaben durmiendo por un rato
al que está sentado en la silla [mecedora], hasta que lo
llamen a la mesa" (Ánjel, 2012, pág.
187).
Las condiciones climáticas del Caribe que los
cuentos evocan, remiten al hábitat de animales y plantas
que complementan el ambiente de sudor y sofoco con la presencia
de seres que, como los mosquitos, se convierten en exponentes
privilegiados de las sensaciones que se relacionan con el calor.
Entre los integrantes de la fauna que el autor recoge en sus
cuentos están las lagartijas a las que les escupen en una
fábrica de tabaco; los mosquitos, que después de la
lluvia nacen y son tan abundantes como el aire, y con
relación a los cuales se debe recordar que "a un hombre
casado y bien atendido, no hay mosquito que lo pique"
(Ánjel, 2012, pág. 12); las guacamayas que
sobrevuelan la niebla blanca y espesa que brota del
corazón de los árboles de la selva. Los micos y los
pájaros con sus ruidos; los burros, chivos, grillos,
gallinas, ranas y sapos; el ganado cebú blanco que se
cría en las fincas; las iguanas, cuyos machos mueven la
cabeza de abajo a arriba; los perros y cangrejos rojos que andan
por la calle; los turpiales encerrados en jaulas, que pueden
cantar a la hora que no es y que para Arístides Loaiza
tienen poca probabilidad de sobrevivir porque son de tierra
fría. Las garzas blancas y los patos de la ciénaga
que se comen los caimanes; los novillos y los cerdos flacos; el
sinsonte negro y amarillo del padre Lorenzales, y el
currucutú que canta por la noche. A la flora
también se alude, se mencionan las bifloras, los
árboles de almendra, de mango, los limoneros sembrados en
los patios traseros, las ceibas enormes y los palos de
mamoncillo. También se hace referencia a sembrados de
cebolla y cilantro, y a la zanahoria y el perejil que crecen en
una caja de madera.
El escenario del calor con sus animales y plantas
está acompañado por los lugares del Caribe, lugares
que parecen tomar el referente de su cercanía al mar para
recibir y anidar negros, putas, comerciantes, contrabandistas,
extranjeros (italianos, turcos, judíos, ingleses, etc.), y
demás personajes cuyos oficios, costumbres, actividades,
juegos, alimentos, objetos, formas de vestir, de hablar, de
querer, se suman a la configuración del Caribe. He
aquí un inventario del rastreo de algunos de estos
elementos:
Lugares
La selva del Caribe, vista por los ojos de un
geólogo, "selva abundante y en cambio continuo, cada vez
más apretada y ruidosa" (Ánjel, 2012, pág.
17), plagada de mosquitos, micos y calor.
Las calles, de día y de noche: "Cuando dieron las
ocho, [Arístides Loaiza] sacó un taburete, se
sentó a un lado de la puerta y miró con
atención a la calle. Era realmente una calle bonita, de
paredes blancas y ventanas de colores, con macetas florecidas
colgando de las paredes y árboles de almendra bordeando
las aceras. Casi había olvidado esa calle de día,
con el sol saliendo por entre los techos de teja de barro.
Tenía bien clara la calle de noche, cuando salía a
jugar al dominó con el turco Abecássis, y las
paredes eran amarillas" (Ánjel, 2012, pág. 37); las
calles empinadas, "con casas blancas de ventanas verdes y rojas
donde las mujeres se asomaban para mostrar los senos a los que
iban por esas aceras estrechas" (Ánjel, 2012, pág.
66).
Los bailaderos: "El Costa Azul era un bailadero oscuro y
estrecho, con mesas de todos los colores y lámparas que
apenas si daban luz para que los clientes no se dieran unos
contra otros en esa semioscuridad. Olía a linóleo y
a limón, a perfumes baratos y a sudor. Y el calor era
intenso a pesar de los abanicos que revolvían humo de
cigarrillo y tabaco, y palabras, cuando estaba girando. No
tenía buena cara ese local. Pero el negocio gustaba por
las orquestas que iban allí, todas de más de diez
músicos" (Ánjel, 2012, pág. 57).
El puerto sobre el río, "donde siempre
olía a pescado podrido y a aceite quemado, se traficaba
con marihuana, café, madera y gente" (Ánjel, 2012,
pág. 62); el "muelle repleto de barcazas y de hombres que
entregaban baldes repletos de peces plateados todavía
moviendo la cola (Ánjel, 2012, pág.
129).
La plaza de mercado: "Mundo multicolor donde abundaban
frutas, legumbres, pescado y mujeres gordas que metían y
sacaban dinero de los bolsillos de los delantales" (Ánjel,
2012, pág. 128).
Personajes y
oficios
La mosca, un lector de novelas que no sabe leer y antes
había sido vendedor de frutas y pescados, marinero y
contrabandista; un supervisor que juega solitario en una
fábrica de tabaco; un director jefe inglés que
internado en la selva luce una corbata azul a rayas para
distinguirse como miembro de los civilizados; el capitán
de la base militar de San Luis de Luz, que, junto a un cura y
unas monjas, ejerce la soberanía estatal y divina de un
sitio que había sido devorado por la selva. Un marica,
Lovelito, que va por la calle principal disfrazado de Baco,
montado en un burro, con una grabadora de pilas al hombro sonando
a todo volumen y bebiendo ron a pico de botella. Arístides
Loaiza, un relojero que toma jugo de guanábana mientras
invita a cine a su hija Alcira, que está más
hermosa que su madre cuando tenía esa edad. Algún
padre jesuita que había venido a educar indios; otro cura,
que en compañía de sus acólitos y mujeres
viejas pasa en procesión por la puerta de la casa de Marta
y su madre, judías que se acostumbraron al acoso de
quienes buscan su conversión, y Emilio Lorenzales, "cura
entrado en años que todavía añoraba las
misas en latín y las sotanas pesadas, la tonsura en la
cabeza y el bolsillo con estampitas y medallas de la Virgen"
(Ánjel, 2012, pág. 182)
El Johnny que contrata músicos para las fiestas:
"acordeonistas y timbaleros, cantores de historias y maraqueros y
guitarristas capaces de producir música por horas y sin
parar, solo a punta del ron que bebían como si fuera agua
fresca" (Ánjel, 2012, pág. 46). El guarachero que
hace sonar el clarinete y está invadido por la guaracha.
El doctor Lizandes, viejo, gordo, chismoso y viudo; Berta, la
limpiadora de pisos que huele a ceniza y parpadea seguido como si
tuviera los ojos llenos de polvo; Samuel Arditi, judío y
viajante de comercio especializado en telas y ropones finos, cuya
profesión le permite atiborrarse de grasas, ajos, carnes
asadas, aguardiente y harinas, y quien el día que se
dirigía al aeropuerto tenía una mezcla de mal humor
y modorra por haber pasado una mala noche debido a la
música que provenía de la calle y a un mosquito que
lo picó donde quiso. Fitachi, italiano con el ánima
madurada por el río, los calores, el caucho y los rones
malamente destilados, quien busca peones para las caucheras de la
sierra y logró conquistar a la maestra Elisa Franco, quien
durante dos años no saludó y miró con furia
a los hombres que le miraban las caderas y las
piernas.
Tang Shi, chino que despacha en la oficina de transporte
fluvial y que a pesar de ser feo, acabó de novio de la
más grande y bonita de las hermanas Ferrel, con quien
habla en inglés. Turcos dueños de negocios
(compraventa de algodón, venta de telas), con amante india
o abandonados por su mujer y sus hijos, o como Leónidas
Bejara, preñador profesional, dueño de tres fincas
de ganado, los depósitos de gasolina de Salinas y un
almacén de telas. Celina, mujer aindiada, madre de tres
hijos, refugiada y prostituta en un albergue; indias como la que
limpia el sudor de la frente y las axilas del turco Balín,
ese que vende novelas de amor y detectives; indios que se
multiplican como la guerrilla, que observan –como en
Centroamérica y Brasil– el desarrollo del trabajo
(ejemplo: un levantamiento topográfico para la
construcción de torres petroleras y bocas de oleoducto),
"y ni una palabra, solo las caras cambiantes, los cuerpos
cobrizos, en ocasiones brillantes y en otras arrugados, filados
en desorden y a la espera de órdenes" (Ánjel, 2012,
pág. 19).
Actividades
sociales, laborales, lúdicas, religiosas,
familiares
Jugar naipes, jugar dominó, jugar billar. Fumar
cigarrillo o tabaco; beber cachaza brasilera en la selva y
cerveza o ron en un bar. Vender fritanga, vender yuca o
ñame por la calle y cargar con lo que sea, vender frutas,
remendar zapatos, abrazar a clientes borrachos. Manejar un
negocio de importaciones en el puerto. Tocar la imagen de la
virgen de Atocha para sacar sustos del cuerpo. Bailar porro, ir a
un bailadero como el Costa Azul a bailar mambo o un bolero
baldosero. Tomar y revelar fotos en un estudio ubicado en la
calle de los zapateros. Hacer compotas, tortas, bizcochos,
galletas, embutidos y secar carne para las fiestas de fin de
año. Cargar frituras, queso de leche de cabra y
plátano asado en bicicletas. Reparar ollas de aluminio y
afilar cuchillos.
Objetos
Abanicos que cuelgan del techo y revuelven olores, unos
-como los de la selva- movidos por una planta eléctrica,
otros más viejos que sus dueños, y otros que
producen más ruido que frescura. Cintas atrapamoscas que
también cuelgan del techo y exhiben orgullosamente moscas
pegadas. Sillas de mimbre, sillas mecedoras, como en la que
dejaban al Johnny todas las mañanas al viento, al calor y
las moscas, o en la que se sentaba frente a la ventana abierta
Martica Duflés para que entrara la brisa cuando llegaba la
noche tibia. Libros que tienen alguna relación con
Francia, ya sea porque hablan de su historia o porque fueron
impresos allí.
Atuendos
humanos
El sombrero panamá. El atuendo de Johnny: "La
camisa nueva que estaba luciendo había sido bordada con
dibujos que representaban todos los peces de los mares y le iba
muy bien con el pantalón de lino, el sombrero de ala ancha
y los zapatos combinados" (Ánjel, 2012, pág. 48).
El atuendo del guarachero: zapatos combinados y de moño
rojo, torcidos adelante y mordidos por ambos lados, sombrero de
paja, saco azul grande, anillo de hierro con calavera con ojos de
vidrio rojo, pantalones anchos, medias blancas y gafas de marco
redondo de carey. El traje blanco de lino del fotógrafo
Abraham y el vestido de cuadros azules y verdes muy
pequeños de la mujer alta, gorda y rapada a la que
fotografiaba.
Alimentos y
bebidas
Frutas de colores asombrosos y tamaños inmensos,
como los mangos, los bananos, los mamones, las naranjas, las
guayabas, y por supuesto las papayas enormes que bajan de los
barcos y cuyas cáscaras las mujeres que saben de
brujería las cocinan en agua de coco y un poco de orina
para obtener una bebida que escupen en medio del patio de la
casa, cuando hay luna llena, para atraer a los hombres que les
interesan. La sopa de mote o de yuca para el Jhonny enfermo.
Pescado frito relleno con papas y ajos o carne asada al estilo de
los ganaderos, con yuca y queso crema, tentaciones que se pueden
encontrar en cualquier restaurante popular. Quesos de leche de
cabra, kibes recién hechos, todavía oliendo a trigo
negro, cebolla frita y manteca de cerdo. Bocachico preparado en
hojas de bijao, adobado con hierbas aromáticas y cocido en
su propia salsa. Canela, jengibre, nuez moscada, comino, especias
que hacen más que dar sabor. Un desayuno con pescado
frito, patacón, café y jugo de papaya, y una comida
para un ministro de la República con pastel de carne con
aceitunas, queso fino, caviar, frutas acarameladas, mariscos,
langosta y whisky.
En este inventario, los negros y los indios
acompañan a blancos, ingleses, italianos, turcos,
judíos, y comparten formas de comer, vestir, querer,
soñar, divertirse, tener, trabajar, de concebir el origen
y el funcionamiento del mundo, formas que se fortalecen o
devienen otras a medida que se combinan. Estos elementos, sumados
al elemento protagónico del calor, configuran una idea del
Caribe como una mezcla de seres animados e inanimados que se
particularizan y se diluyen continuamente, en variedad de formas,
tamaños y colores. Este sería uno de los Caribes
que se desprende de la lectura de "Calor intenso".
La novela "El proceso" se desarrolla en una ciudad cuyo
nombre no se menciona, la ubicación se da en lugares como
la casa donde vive Josef K., las oficinas del tribunal, el banco
donde trabaja K., la casa del abogado Huld, la catedral donde K.
conoce al capellán de la prisión, y la cantera
donde K. muere. El tiempo de duración de la historia que
cuenta la novela es un año, desde la detención de
K., cuando cumple 30 años, hasta su muerte a los 31
años. En este texto, los elementos que se resaltan no son
los personajes, los lugares, la fauna o la flora, son las
situaciones, que hacen visible la presencia protagónica de
un elemento que, como el calor en el libro de cuentos de Memo
Ánjel, configura el ambiente de la obra, se trata del
proceso judicial, del cual las situaciones no pueden
desvincularse. En comparación con los elementos rastreados
en los cuentos del calor, las situaciones no se particularizan y
diluyen continuamente, en diversas formas, tamaños y
colores, las situaciones están particularizadas, no se
diluyen, se quedan ahí, esperando que otro K., en su
proceso, viva cada situación. A continuación se
describen algunas de estas situaciones de "El
proceso":
Detención
"K no prestaba apenas atención a esas palabras;
no le importaba demasiado el derecho que pudiera tener aún
a disponer de sus propias cosas y le resultaba mucho más
importante comprender con claridad su situación" (Kafka,
2003, pág. 17). En esta situación que enfrenta K.
con los guardianes que lo detienen, se ponen en evidencia la
pérdida de privacidad y propiedad, y la incertidumbre que
producen la incomprensión y la ignorancia frente a los
hechos. Es la situación de un hombre que está
perdiendo la privacidad, la propiedad, la seguridad de lo suyo, y
que frente a la inverosimilitud de la situación, le resta
importancia al hecho porque en la lógica de su
entendimiento necesita comprender primero qué le
está sucediendo; los hechos no responden al sentido de lo
que resulta viable para él dentro de su realidad:
"¿Qué gente era aquella? ¿De qué
hablaban? ¿A qué administración
pertenecían? K. vivía sin embargo en un Estado de
Derecho, por todas partes reinaba la paz y se respetaban las
leyes, ¿quién se atrevía a asaltarlo en su
propia vivienda?" (Kafka, 2003, págs. 17-18).
Citaciones-investigaciones
A K. le avisan por teléfono que habrá
investigaciones regulares, frecuentes, minuciosas, breves, que la
primera se llevará a cabo un domingo para no perturbar su
trabajo profesional, de la perturbación en otros aspectos
de su vida no se hace mención. Pero las perturbaciones las
sentirá K. en su vida familiar, social, laboral. Estar
implicado en un proceso judicial conduce a establecer relaciones
con quienes administran la justicia, sean jueces, abogados o
funcionarios de naturaleza muchas veces indefinida. Estas
relaciones asumen la disponibilidad espacial, temporal y vital
del involucrado. Continuar con su vida mientras su proceso
seguía su curso es para K. una tortura que hace parte del
mismo proceso. El comerciante Block, cliente/perro del abogado
Huld, da testimonio también de la casi obligatoriedad de
reducir todos los aspectos de la vida al proceso, y así lo
afirma: "Si uno quiere hacer algo por su proceso, no se puede
ocupar mucho del resto" (Kafka, 2003, pág.
163).
Familia
Su tío Albert le reclama a K: "Josef, querido
Josef, piensa en ti, en tus parientes, en nuestro buen nombre.
Hasta ahora has sido nuestro orgullo, no puedes convertirte en
nuestra vergüenza" (Kafka, 2003, pág. 91). Su
tío es quien toma la decisión de buscar al abogado
Huld, frente a lo cual k. solo dice: "Me parece bien lo que
hagas, […] aunque la forma apresurada y apremiante con que
su tío se ocupaba de su asunto le causaba desazón"
(Kafka, 2003, pág. 94). Preocupación por las
apariencias y pérdida del control de la situación,
este es el apoyo que K. recibe de su familia.
Abogado
Desde el principio de su relación, K. parece
estar en desventaja frente a su abogado, pues éste tiene
conocimiento de su caso con anticipación: "Soy abogado, me
muevo en los medios judiciales; se habla de diversos procesos y
los más notables, especialmente si afectan al sobrino de
un amigo, se recuerdan. No tiene nada de extraordinario" (Kafka,
2003, pág. 99). K. no sabe qué hace su abogado,
durante todo un mes no lo cita y en sus entrevistas K. no percibe
que aquel hombre pueda hacer algo por él, ni siquiera le
hace preguntas: "Cuando el abogado creía haberlo humillado
lo suficiente, comenzaba normalmente a animarlo un poco.
Él, decía entonces, había ganado ya, total o
parcialmente, muchos procesos semejantes, procesos que, aunque en
realidad no eran quizá tan difíciles como aquel,
aparentemente eran más desesperados aún" (Kafka,
2003, pág. 109). K. está seguro de despedir a su
abogado, siente que éste lo engaña con esperanzas
indefinidas y que lo atormenta con amenazas ambiguas.
Abandono-contradicción-angustia
K. sabe que el tribunal es impermeable a la inocencia y
a las pruebas, parece solo vulnerable a las influencias dentro de
las relaciones jerárquicas, teniendo en cuenta que a las
grandes esferas es imposible llegar, el tribunal superior es
inalcanzable y los grandes abogados también, son
presencias fantasmales de las que no se tiene prueba de
existencia. Titorelli le confirma esta apreciación y le
describe la contradicción que hay entre lo que dice la Ley
y lo que muestra la experiencia: "En la Ley, aunque no la he
leído, dice naturalmente, por una parte, que el inocente
será absuelto, y por otra no dice que se pueda influir en
los jueces. Ahora bien, mi experiencia es exactamente la
contraria. No conozco ninguna absolución auténtica,
pero sí, en cambio, muchas influencias" (Kafka, 2003,
pág. 145).
La muerte,
situación inevitable
Si se asumiera el final de Josef K. desde la
explicación psicológica de un proceso humano,
habría que decir que K. pasa por tres fases antes de
morir: la resistencia, la aceptación y la esperanza. Se
resiste a ser conducido a la cantera, y actúa como "las
moscas cuyas patitas se desgarran cuando se esfuerzan por escapar
del papel matamoscas" (Kafka, 2003, pág. 210). Acepta su
situación y es consciente de la inutilidad de su
resistencia, decide mantener hasta el final la cabeza fría
y tranquila. Ante la visión de la incompetencia de los
funcionarios para clavarle el cuchillo de carnicero, largo y
delgado, aparece otro espectador en el proceso de K. Estos
espectadores lo han acompañado desde el inicio de su
proceso, sin intervenir, solo están ahí, siendo
hombres, mujeres, ancianos, niños. Ahora K. concibe a su
último espectador como la esperanza de que aún cabe
esperar ayuda: "Al igual que brota una luz, los batientes de una
ventana se abrieron, un hombre delgado y débil a aquella
distancia y altura se inclinó con una sacudida hacia
adelante y estiró el brazo más aún.
¿Quién era? ¿Un amigo? ¿Un hombre
bueno? ¿Alguien que se compadecía? ¿Alguien
que quería ayudar? ¿Era uno solo? ¿Eran
todos? ¿Cabía esperar ayuda aún?
¿Había objeciones que se habían olvidado?
Sin duda las había. La lógica es sin duda
inconmovible, pero no resiste a un hombre que quiere vivir.
¿Dónde estaba aquel juez al que no había
visto nunca? ¿Dónde el alto tribunal al que nunca
había llegado? Levantó las manos, separando los
dedos" (Kafka, 2003, pág. 213).
Además de rastrear situaciones en la novela de
Kafka e indicar su relación con el proceso, elemento que
-como el calor de Memo Ángel para el Caribe- configura el
escenario principal de la obra, hay otro factor que sirve para
confrontar los dos textos literarios, se trata de la
búsqueda del calor en "El proceso". Como ya se dijo, el
período de tiempo en el que transcurre la novela es un
año, si la historia se ubica en una ciudad con estaciones
climáticas, se deberían experimentar las cuatro
estaciones, lo cual sucede porque se hace referencia a ellas. El
calor, elemento protagónico de los cuentos del Caribe, se
evidenciaría con mayor fuerza en el verano y en la
primavera. Estas dos estaciones se mencionan en la novela, el
verano para referirse a un recuerdo y la primavera para indicar
la detención -inicio del proceso judicial- y describir los
días normales de la vida de Josef K., antes de que
empezara el proceso. Sin embargo, en estas alusiones al verano y
a la primavera no se hace referencia al calor. En cuanto al
invierno y al otoño, se debe anotar que, aunque tampoco se
hace alusión al calor, cuando se habla de ellos hay
indicios de condiciones que pueden generar los efectos de letargo
y entumecimiento que produce el calor, condiciones que emergen no
tanto del clima y las circunstancias exteriores de calor o
frío, sino más bien de las situaciones relacionadas
con el proceso. A continuación un ejemplo:
Letargo,
entumecimiento
"Una mañana de invierno –fuera caía
la nieve en un día nublado–, K. estaba en su
oficina, sumamente fatigado ya a pesar de la hora temprana. Para
protegerse al menos de los empleados subalternos, había
dado instrucciones al ordenanza que no dejara pasar a nadie,
porque estaba ocupado en un trabajo importante. Sin embargo, en
lugar de trabajar, se dio la vuelta en el sillón,
desplazó lentamente algunos objetos sobre su mesa, y
luego, sin darse cuenta, extendió por completo el brazo
sobre ella y permaneció inmóvil, con la cabeza
baja. El pensamiento del proceso ya no lo abandonaba" (Kafka,
2003, pág. 108).
Así, pues, aunque el lugar común de las
estaciones climáticas no ofrezca elementos rastreables
evidentes para encontrar el calor en "El proceso", las
situaciones sí los ofrecen. Hay por lo menos dos
situaciones en el texto donde se ve emerger el calor como un
elemento que, al igual que el calor del Caribe, produce sofoco,
estupor, abandono:
Oficinas del
tribunal
La situación en la que se encuentra K. cuando
descubre que las oficinas del tribunal se hallan en el
desván de un edifico pobre de alquiler es sofocante. El
tribunal judicial debe infundir respeto y a través de este
espacio físico no lo logra. Los acusados que se encuentran
en los pasillos pueden ser hombres de mundo, con una superioridad
ganada sobre muchos, pero en aquel lugar se ven humillados. K. va
a esas oficinas "por el deseo de comprobar que el interior del
sistema judicial era tan repulsivo como su exterior" (Kafka,
2003, págs. 74-75), y al comprobar que su
suposición es exacta, no quiere seguir en ese lugar, se
debilita, enfrenta su fragilidad y pide ayuda: "…no
padezco esta clase de indisposiciones y a mí mismo me
sorprende. Soy funcionario también y estoy acostumbrado al
aire de las oficinas, pero este de aquí parece demasiado
viciado, ustedes mismos lo han dicho. Tengan la amabilidad de
acompañarme un poco, me dan mareos y me siento mal si me
levanto solo" (Kafka, 2003, págs. 76-77).
Estudio de
Titorelli
"´La absolución aparente y el aplazamiento
indefinido. Sólo puede tratarse de ellas`, dijo el pintor.
´Pero antes de que hablemos, ¿no quiere quitarse la
chaqueta? Sin duda tiene calor`. ´Sí`, dijo K., que
hasta entonces no había prestado atención
más que a las explicaciones del pintor, pero que, ahora
que le había recordado el calor, sentía la frente
inundada de sudor. ´Es casi insoportable`. El pintor
asintió, como si comprendiera muy bien el malestar de K.
´¿No se podría abrir la ventana?,
preguntó K. ´No`, dijo el pintor. ´No es
más que un cristal encastrado, no se puede abrir`" (Kafka,
2003, pág. 147). El estudio de Titorelli hace parte del
tribunal y, como en sus oficinas, K. se indispone y busca aire
fresco.
La confrontación de dos textos literarios, un
libro de cuentos y una novela, supuso el rastreo de elementos en
ambos. En el primero, la flora, la fauna, los lugares, los
personajes, los alimentos, los atuendos, entre otros; en el
segundo, las situaciones. Se hizo visible que estos elementos
construyen escenarios atravesados por dos factores que son
protagónicos en sus respectivos textos: el calor en "Calor
intenso" y el proceso en "El proceso". Esta confrontación
implicó además, por una parte, la definición
de una concepción del Caribe con base en los elementos
rastreados en los cuentos de Memo Ángel, y, por otra
parte, la búsqueda del calor en la novela "El proceso",
búsqueda que condujo a la conclusión de que aunque
es muy difícil encontrar el Caribe en un proceso judicial,
por lo menos se puede decir que las situaciones de un proceso
judicial pueden producir los efectos del calor sofocante del
Caribe.
Referencias
Ánjel, M. (2012). Calor
intenso. Medellín: Universidad Pontificia
Bolivariana.
Kafka, F. (2003). El proceso.
Barcelona: Galaxia Gutenberg.
Autor:
Martha Silvia Congote
García
Medellín, Colombia
2012