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El abuso sexual infantil



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Conceptualización del abuso sexual
    infantil
  3. Epidemiología
  4. Etiología
  5. Valoración y
    diagnóstico
  6. Consecuencias del abuso sexual
    infantil
  7. Factores de protección y de
    riesgo
  8. Estudios sobre la relación de abuso
    sexual infantil y fármaco
    dependencia
  9. Tratamiento legal de los delitos contra la
    libertad sexual sufridos por menores de
    edad
  10. El
    proceso judicial: la victimización secundaria del
    menor
  11. Detección e indicadores de abuso sexual
    infantil
  12. ¿Cómo prevenir la
    revictimización?
  13. ¿Cómo prevenir la
    reincidencia?
  14. Bibliografía

INTRODUCCIÓN

El abuso sexual infantil es una cuestión
raramente tratada con toda la veracidad posible, pues se trata de
sucesos generalmente secretos, siendo los datos de los que se
dispone, una pequeña parte de los casos que realmente
ocurren. Ello es así por las características o
situaciones propias del abuso: casos se producen dentro de la
familia, cuestiones referentes a la sexualidad del individuo,
sobre la que se mantiene el secreto, el miedo y las falsas
creencias; la no autonomía de los niños
pequeños para denunciarlo; el miedo en muchos
profesionales y ciudadanos a las implicaciones que puede originar
la denuncia; y el gran desconocimiento del tema, de sus
diferentes manifestaciones, así como de las situaciones de
riesgo que pueden favorecer los abusos sexuales….

Asimismo, la detección sí ha sufrido un
aumento importante, pero no hay pruebas de que la incidencia
también haya aumentado; se sabe que se conocen sólo
entre el 10% y el 20% de los casos reales, es lo que se llama
el vértice de la pirámide del maltrato,
estimándose que el 23% de las niñas y un 15% de los
niños sufre abusos sexuales antes de los 17 años en
España.1.

Posiblemente lo que ocurre es que en la actualidad se
produce menos tolerancia social respecto a la vulneración
de derechos de los niños.

Una de las demandas de los profesionales del campo
más extendida es la necesidad de unificar
estadísticas tanto entre las Comunidades Autónomas
como entre los diferentes enfoques de los estudios; y es que t
odas las instituciones deberían promover la
realización de estudios de incidencia de abuso sexual
infantil, estableciendo además un registro unificado de
casos en las mismas, si se quiere tener una visión real de
la magnitud del problema en nuestro país.

Del mismo modo, hemos de ser conscientes también
de las dificultades metodológicas existentes para estudiar
a toda la población en condiciones de igualdad, para
valorar la incidencia real del abuso en los distintos colectivos,
puesto que además influye mucho la posibilidad de acceso
real a los recursos y a los profesionales. Por ejemplo, en las
familias de clase media la detección y revelación
es más difícil por lo que el riesgo de
revictimización es mayor.

Por ello, es necesario diseñar programas de
prevención que atiendan las características
diferenciales de los grupos de riesgo identificados, sin
estigmatizarlos y ofreciéndoles herramientas
preventivas.

Finalmente, el trabajo también abordará
las cuestiones contenidas en la regulación legal
española -establecida principalmente en el Código
Penal de 1995-, instrumentos comunitarios y Convenios
Internacionales, así como sus deficiencias y aspectos
destacables, en relación con la materia a tratar, esto es,
el abuso sexual infantil.

Monografias.com1
LÓPEZ Y OTROS, Los abusos sexuales a menores. Lo que
recuerdan los adultos,
1994.

CONCEPTUALIZACIÓN DEL ABUSO SEXUAL
INFANTIL

El Abuso Sexual como una de las Tipologías de
Maltrato Infantil.

El maltrato infantil se define como acción,
omisión o trato negligente, no accidental, que priva al
niño de sus derechos y su bienestar, que amenaza y/o
interfiere su ordenado desarrollo físico, psíquico
o social y cuyos autores pueden ser personas, instituciones o la
propia sociedad.

El maltrato no es un hecho aislado, sino que es un
proceso que viene determinado por la interacción de
múltiples factores. En muchos casos esa interacción
dará lugar a uno o más tipos de maltrato, por lo
que no podemos considerar el abuso sexual infantil como un
fenómeno ajeno al resto de tipologías.

Dentro del concepto "maltrato infantil" se establecen
distintas categorías en función de diferentes
variables:

• Maltrato físico: Cualquier
acción no accidental por parte de cuidadores o padres que
provoque el daño físico o enfermedad en el
niño o le coloque un grave riesgo de padecerlo.

• Negligencia y abandono físico:
Situación en las que las necesidades físicas
básicas del menor (alimentación, vestido, higiene,
protección y vigilancia en las situaciones potencialmente
peligrosas, educación y/o cuidados de salud) no son
atendidas temporal o permanentemente por ningún miembro
del grupo que convive con el niño.

• Maltrato y abandono emocional: El maltrato
emocional se define como la hostilidad verbal crónica en
forma de insulto, desprecio, crítica o amenaza de
abandono, y constante bloqueo de las iniciativas de
interacción infantiles por parte de cualquier miembro
adulto del grupo familiar. El abandono emocional se define como
la falta persistente de respuesta a las señales,
expresiones emocionales y conductas procuradoras de proximidad e
interacción iniciales por el niño y la falta de
iniciativa de interacción y contacto, por parte de una
figura adulta estable.

• Abuso Sexual. Se define como "Contactos e
interacciones entre un niño y un adulto cuando el adulto
(agresor) usa al niño para estimularse sexualmente
él mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual
puede ser también cometido por una persona menor de 18
años cuándo esta es significativamente mayor que el
niño (víctima) o cuando el agresor está en
una posición de poder o control sobre otro2."

Asimismo, dentro de esta concepción de abuso
sexual, destacamos las siguientes categorías:

– Abuso sexual: Cualquier forma de contacto
físico con o sin acceso carnal, con contacto y sin
contacto físico realizado sin violencia o
intimidación y sin consentimiento. Puede incluir:
penetración vaginal, oral y anal, penetración
digital, caricias o proposiciones verbales
explícitas.

– Agresión sexual: Cualquier forma de contacto
físico con o sin acceso carnal con violencia o
intimidación y sin

consentimiento.

– Exhibicionismo: Categoría de abuso sexual sin
contacto físico.

Explotación sexual infantil: Categoría
de abuso sexual infantil en la que el abusador persigue un
beneficio

Monografias.com2
Definición aportada por National Center of Child Abuse
and Neglect (1978).

económico. Se suele equiparar con el comercio
sexual infantil, existiendo diferentes modalidades a tener en
cuenta: el tráfico sexual infantil, el turismo sexual
infantil, la prostitución infantil, y la
pornografía infantil.

• Otros: Según la clasificación
elaborada por Previnfad:

– Maltrato perinatal: Definido como aquellas
circunstancias de la vida de la madre, siempre que haya
voluntariedad y negligencia, que perjudican el embarazo y al
feto.

– Sindrome de Munchausen por poderes: Es un cuadro
patológico en el que el padre o la madre, generan
voluntariamente lesiones al niño, para hacerle pasar
constantemente por enfermo, pudiendo llegar hasta el extremo de
darle muerte.

– Maltrato institucional: Cualquier legislación,
programa o procedimiento, ya sea por acción o por
omisión, procedente de los poderes
públicos o privados y de la actuación de los
profesionales al amparo en el marco de la institución, que
vulnere los derechos básicos del menor, con o sin contacto
directo con el niño; se incluye la falta de agilidad en la
adopción de medidas de protección o
recursos.

El Abuso Sexual como un Abuso de Poder

Existen numerosas definiciones de abuso sexual,
estableciéndose en la mayoría de ellas dos
criterios para hablar de abuso:

– Coerción: El agresor utiliza la
situación de poder que tiene para interactuar sexualmente
con el menor.

– Asimetría de edad: El agresor es
significativamente mayor que la víctima, no necesariamente
mayor de edad, determinando muchas otras:
asimetría anatómica, asimetría en el
desarrollo y especificación del deseo sexual,
asimetría de afectos sexuales, asimetría en las
habilidades sociales, asimetría en el experiencia sexual,
etc…. Por todo ello, ante una diferencia de edad
significativa no se garantiza la verdadera libertad de
decisión, sino que representa en sí misma una
coerción.

Es fundamental no concebir el abuso sexual como una
cuestión únicamente concerniente a la sexualidad
del individuo, sino como un abuso de poder fruto de esa
asimetría.

Una persona tiene poder sobre otra cuando le obliga a
realizar algo que ésta no deseaba, sea cual sea el medio
que utilice para ello (la amenaza, la fuerza física, el
chantaje), estando en una situación de superioridad sobre
la víctima que impide a ésta el uso y disfrute de
su libertad. Pero igualmente importante es entender, como ya se
advirtió anteriormente, que el "poder" no siempre viene
dado por la diferencia de edad, sino también por otro tipo
de factores.

En este sentido, los equipos psicológicos de los
Juzgados de Familia han de jugar un papel esencial, y los
peritajes psicológicos deberían validarse y
perfeccionarse para incluir medidas fiables del "abuso de poder",
siendo conscientes de la dificultad existente en algunos casos
para probarla.

De entre todos los modelos etiológicos del abuso
sexual infantil, el más aceptado es el modelo elaborado
por

FINKELHOR y KRUGMAN, en el que se describen las cuatro
condiciones para que el abuso se produzca:

1. Motivación del agresor para cometer el abuso:
En este sentido, los estudios establecen distintas
categorías de motivaciones en los agresores
sexuales, cada uno de los cuales desarrolla un modus operandi
diferente:

• Por una parafilia sexual.

• Por repetición transgeneracional de
experiencias previas de abuso en la infancia.

• Por un componente psicopático de
personalidad.

• Por trastorno de control de los
impulsos.

• Pedófilo exclusivo, por fijación
obsesiva con un objeto sexualizado.

2. Habilidad del agresor para superar sus propias
inhibiciones y miedos, recurriendo para ello al alcohol y las
drogas.

3. El agresor vence las inhibiciones externas, o los
factores de protección del niño.

4. El agresor vence la resistencia del niño, para
lo que se recurre al uso de la violencia o de la amenaza o el
engaño y la manipulación. En este punto, se
considera que existen situaciones en las cuales la capacidad para
oponer resistencia se ve seriamente mermada, sobre todo en
sujetos especialmente vulnerables (como los niños con
discapacidades) o como el caso de los menores de tres
años."

El Abuso Sexual como una cuestión sobre la
Sexualidad de la Persona

El abuso sexual es una forma de abuso que afecta a la
sexualidad del individuo, siendo importante diferenciar la
intimidad de la sexualidad y de la genitalidad.

La intimidad de la persona está compuesta de
múltiples contenidos y uno de ellos es la sexualidad, que
a su vez no puede ser limitada a la genitalidad. Este es uno de
los factores esenciales a la hora de comprender el abuso sexual
infantil, pues éste no se limita a realizar conductas
genitales con el niño sino a un abanico de conductas
sexuales mucho más amplio.

La victimización del niño en el abuso
sexual infantil es psicológicamente dañina,
socialmente censurable y legalmente perseguible, sin embargo el
componente sexual de esta forma de maltrato hace que su
detección, la revelación e incluso la
persecución de este tipo de delitos sea mucho más
difícil, puesto que viene dificultada por los miedos y
mitos respecto al tema al invadir la parcela privada relacional
de la persona.

Asimismo, la revelación se dificulta tanto para
la víctima como para el agresor, y ello con razón
en que éstos últimos pueden llegar a relatar el
maltrato físico o la negligencia, pero difícilmente
relatarán un abuso, cuyo componente es imprescindible para
mantener su impunidad. Asimismo, con la víctima,
será igualmente más complicado, puesto que
tendría que narrar aspectos que atañen a esa esfera
privada.

EPIDEMIOLOGÍA

El abuso sexual siempre ha existido, tanto
en las culturas más primitivas, como en las más
desarrolladas y en cualquier nivel económico y
sociocultural.

En los países desarrollados,
aproximadamente a partir de 1960, se comenzaron a promulgar leyes
que exigían la denuncia de sospecha de maltrato infantil y
negligencia y posteriormente se ampliaron a la sospecha de abuso
sexual.

Desde hace unos 25 años, y debido al progreso de
la sociedad, se han ido denunciando cada vez más casos y
recopilando más información, de forma que parece
haber ocurrido un aumento en la incidencia de los casos, tanto en
nuestro país, como en otros; aunque algunos autores
comparando los casos de las década de los 70 y 80 del
siglo XX, respecto a los datos de KINSEY de 1940, llegan a la
conclusión de que no ha ocurrido tal aumento de la
prevalencia, sino que simplemente se han comunicado más
casos, debido a los cambios en la legislación y en el
clima social.

En los últimos años ya no se está
observando esta tendencia ascendente, e incluso se está
hablando de una cierta tendencia descendente.

También el interés de los investigadores
por publicar sobre el tema ha seguido una evolución
similar. Cuando el

8 de Noviembre de 2004 se realizó una
búsqueda de citas en MEDLINE de todos los artículos
con el término sexual abuse en cualquier campo y
restringido pacientes de 0 a 18 años de edad, se
encontraron 8.043 citas, la primera en 1965 y 267 en el
año 2010, por lo que se observa un crecimiento exponencial
hasta mitad de la década pasada, y en los últimos
años una estabilización, e incluso un
descenso.

Cuando a la búsqueda se añade la
restricción de que sea español el lenguaje de la
revista en la que se han publicado los trabajos,
únicamente aparecen 41 artículos, muchos de ellos
de autores hispanoamericanos. Esto último pone en
evidencia la falta de interés de los investigadores
españoles en publicar sobre este campo, eso sí,
salvando el sesgo de MEDLINE por la recopilación
predominante de trabajos del mundo anglosajón.

La incidencia real no se conoce, dada la baja
declaración existente. Las cifras de abuso sexual dependen
de la metodología de investigación empleada: es
diferente cuando se investiga la incidencia o la prevalencia; no
es lo mismo recoger los datos tras entrevistar a niños en
una unidad de niños maltratados, que realizar encuestas a
los padres o preguntar a adultos sobre recuerdos de su infancia,
etc.

Respecto a la incidencia anual se disponen de datos,
tanto españoles, como de otros países de nuestro
entorno.

En España se instruyen cada año
aproximadamente tres millones y medio de diligencias previas, de
ellas 11.000 (0,3%) corresponden a delitos contra la libertad
sexual, de los cuales 3.500 son por delitos contra menores.
Estas 3.500 diligencias en los 7.313.424 menores de
18 años suponen una incidencia anual del 0,5%,
calculándose que sólo se denuncian el
10%.

Cuando se realizan estudios de prevalencia se obtienen
otras cifras, como en el estudio llevado a cabo en nuestro
país con 1.821 personas mayores encuestadas sobre sus
experiencias en la infancia, que reveló que, el
18,9% sufrió abusos sexuales durante la
infancia, un 15% de los varones y un 22% de las
mujeres.

Otro estudio en el que también se
preguntaba por experiencias pasadas a 796 estudiantes
universitarios, se encontró que, el 9% de los varones y el
19% de las mujeres habían sido abusados sexualmente en su
infancia.

En un trabajo publicado hace tres años en nuestro
país, en el que se relata la experiencia de los 100
primeros meses de funcionamiento de una unidad funcional de
abusos a menores del hospital San Juan de Dios, se presentaron
los siguientes datos epidemiológicos: acudieron 704
casos.

Se observó un crecimiento
exponencial en la primera mitad de la década pasada y
posteriormente se estabilizó, e incluso comenzó a
observarse una disminución, como se está
comprobando en otros trabajos.

La principal vía de llegada fue la familia,
fundamentalmente la madre, en un 34% de los casos.

La sospecha de un profesional,
principalmente el médico en un 27%, los servicios sociales
en un 19%, el juzgado en un 11%, la policía en un 7,3% y
otras vías en el resto de los casos. La causa del
descubrimiento fue, sobre todo, por el relato del niño en
el 50% de los casos, por indicios físicos en el 17%, por
indicios de anomalías en el comportamiento en el 14%, por
indicios sociales en el 11%, por la existencia de un ambiente de
abuso en el 6% y el resto de los casos por descubrimiento en el
acto.

Las características
epidemiológicas son diferentes, según se trate de
niñas o de niños. Un metaanálisis reciente
que analiza 149 estudios de abuso a niños, con un
tamaño muestral mayor de 20, presenta una
prevalencia de 4 a 76%.

Las características de las
víctimas son niños menores de 13 años, no
blancos, de bajo nivel socioeconómico y que no
vivían con sus padres. Los perpetradores son hombres
conocidos, pero no relacionados con los niños.

El abuso ocurría fuera de casa, involucraba
penetración y sucedió más de una
vez.

Las secuelas fundamentales fueron estrés
psicológico, abuso de sustancias y problemas enla esfera
de la sexualidad. Y concluían, como resumen que, el abuso
sexual a chicos es común, pero no informado, no conocido y
no tratado.

ETIOLOGÍA

En el abuso sexual hay tres componentes
importantes: víctima, abusador y proceso de abuso. Cada
uno de ellos reúne una serie de características que
ayudan a identificarlos mejor.

Víctima

Los factores de riesgo de abuso sexual son:

• Edad de 8 a 12 años, aunque en cualquier
edad pediátrica se puede sufrir un abuso
sexual.

Sexo femenino, las niñas los sufren
más, pero los varones los denuncian menos.

• Determinadas características de la
víctima, como el aislamiento de otros niños de su
edad y retraimiento, hacen al niño más vulnerable,
aunque algunos autores opinan que más que un factor de
riesgo es una consecuencia del abuso sexual.

• Algunas características de la familia son
también factores de riesgo, tales como la falta de padres
protectores,

los vínculos defectuosos de los
padres con los hijos (y viceversa) y la presencia en el entorno
del niño de un adulto sin parentesco biológico
(padres adoptivos, cuidadores, etc.).

Los Grupos de Riesgo

Todo niño se encuentra en situación de
peligro de convertirse en víctima de abuso sexual
infantil, independientemente de su origen o
características. Sin embargo, las posibilidades aumentan
en el caso de pertenecer a un grupo de riesgo.

Los programas de prevención secundaria intentan
desarrollar un trabajo más específico con los
llamados "grupos de riesgo" identificados previamente por las
investigaciones de campo, que dan respuesta y atienden las
necesidades específicas de estos colectivos.

Es importante mantener en perspectiva un modelo integral
en el que se otorgue tanta importancia a los factores de riesgo
como a los de protección, puesto que son éstos los
que pueden constituirse como base de un trabajo eficaz con el
niño, su familia y la comunidad. Los llamados "grupos de
riesgo" no son sino poblaciones con factores de riesgo
añadidos, es decir, colectivos que están en un
"mayor riesgo".

A continuación, se presentan algunos grupos de
riesgo que han sido detectados en las investigaciones
desarrolladas hasta ahora:

Niños institucionalizados: Son
niños y niñas que por su problemática
social, familiar y afectiva pueden tener

una serie de carencias en su desarrollo que, unidas a la
falta de un medio protector, hacen que el riesgo de sufrir
agresiones o daños en su desarrollo sea importante.
Asimismo, las instituciones, aunque tienen un objetivo protector,
funcionan de modo que el niño debe pasar por varios
cuidadores al día y ello hace más difícil su
vinculación.

En el caso de que el abusador sea un educador, la
revelación de lo que ocurre es muy complicada,
además de verse obligado a convivir con
él.

Niños con discapacidad física,
sensorial o psíquica:
Dicha discapacidad supone una
fuente de estrés para los padres.
Además, constituye un motivo de aislamiento social de la
familia y un desajuste entre las expectativas de los progenitores
y la realidad del niño o niña, de la cual aquellos
generalmente desconocen sus características diferenciales
y sus necesidades evolutivas.

Esta distorsión daña a menudo las
relaciones afectivas entre padres e hijos. Los estudios han
probado que aquellos niños con formas de discapacidad
más leves tienen más probabilidad de sufrir abuso,
y que el abuso más común es la negligencia o el
abandono (el 98 % de los casos se señala en algunos
estudios asociados a otro tipo de malos tratos).

En el abuso sexual, la mayor parte de los casos son
perpetrados por personas del entorno cercano o familiar del
niño, y éstas prácticas permanecen a lo
largo de la vida, no desaparecen cuando el menor se hace mayor.
Existen varios motivos que hacen que esta población sea de
riesgo:

1. Por las dificultades de comunicación que
puedan o no tener según su grado o tipo de discapacidad y
la falta de un lenguaje apropiado para comunicarlo en algunos
casos.

Por ejemplo, las investigaciones demuestran que, en
muchas escuelas, no se les enseña en el lenguaje de signos
o en el braille las señales correspondientes a los
órganos sexuales cuando los niños son
pequeños; y si no conocen el lenguaje necesario para la
revelación del abuso, nunca podrán
hacerla.

Además, aunque tengan un nivel alto de lenguaje,
pueden presentar problemas para manejar la distancia social y los
afectos, por lo que el abusador puede acusarlos de intentos de
seducción.

2. Porque se les educa para obedecer al adulto y
someterse a sus indicaciones.

Aunque se intente fomentar su autonomía lo
máximo posible, muchos de estos niños dependen de
los cuidados de los adultos y difícilmente van a
enfrentarse a ellos para denunciar lo que está ocurriendo.
Además, los perpetradores los perciben como personas menos
poderosas, vulnerables e incapaces de revelar el abuso y
acusarlos, aumentando su sensación de
impunidad.

3. Su falta de conocimiento sobre la sexualidad y las
relaciones personales, unido a la ausencia de oportunidades
sociales, al aislamiento y a su mayor tendencia a dar y recibir
afecto, generan situaciones ambivalentes para ellos que pueden
derivar en formas de abuso sexual.

4. La mayor parte de los programas de prevención
están diseñados pensando en niños y
niñas sin discapacidad. Es importante darse cuenta de que
los contenidos y los mensajes que en estos programas se dan a los
menores no son válidos cuando se trata de niños con
discapacidad, puesto que no responden a sus necesidades. Los
profesionales que trabajan con estas poblaciones tienen la
experiencia y los conocimientos suficientes como para adaptar los
contenidos de prevención a las necesidades de los
niños y niñas con los que trabajan.

Niños y niñas en situación de
pobreza:
Cuando hablamos de pobreza nos referimos a
carencias materiales y afectivas, es decir, a todas las
condiciones que pueden venir asociadas a la falta de medios
económicos, como pueden ser:

• El vivir en la calle.

• El estar solos por el trabajo de los padres o por
su intento de ganarse la vida.

• La falta de acceso a los recursos
sociales.

• Un ambiente de prostitución que puede
generar una situación de riesgo para la explotación
sexual infantil.

• La falta de protección.

• El vivir comunalmente en viviendas reducidas con
otros adultos o familias.

• La droga y el alcoholismo de los
padres.

Niños y niñas hijos de mujeres
jóvenes:
Nos referimos, al igual que en el caso
anterior, a las condiciones que pueden o suelen venir asociadas a
esta situación:

• Embarazo no deseado.

• Madres adolescentes.

• Falta de recursos económicos o de red de
apoyo psicosocial.

• Carencias psicoeducativas.

Niñas en familias donde ya ha habido casos
de abuso sexual anteriores.

Niños que por sus características
personales son potenciales víctimas:
sumisos,
introvertidos, callados y aislados. El aislamiento familiar y la
falta de redes sociales de apoyo, formales e informales, es una
condición de riesgo.

Niños y niñas en familias
disarmónicas
. El concepto de "disarmonía
familiar", como ya se reseñó anteriormente, merece
mención aparte, puesto que es una noción que todos
los profesionales manejan y que responde a una realidad
multiforme a la que se enfrentan a diario

Abusador

Respecto a éste, es difícil entender
cómo un adulto, y más si es el progenitor, puede
perder el control y maltratar a un niño, y, sobre todo,
abusar sexualmente de él. Pero la atracción sexual
de los adultos por los niños no es un fenómeno
aislado: ya un estudio realizado en varones universitarios
evidenció la existencia de esta atracción en el 21%
de los mismos.

Algunos perpetradores pueden concentrar su
atención en niños de determinada edad, o de un sexo
en especial; otros, sólo se ven excitados en
determinadas circunstancias.

Es importante resaltar las características del
abusador, puesto que las falsas creencias socialmente extendidas
defienden un concepto erróneo de cómo son los
"abusadores" sexuales, sobre la base de una única
tipología que en realidad no existe; suelen ser personas
manipuladoras, integradas socialmente, que desarrollan a menudo
habilidades interpersonales importantes, y que suelen tener una
gran capacidad de persuasión.

Del mismo modo es conveniente dejar claro que no hay una
única categoría de abusadores sexuales ni una
única motivación que guíe su conducta,
siendo fundamental no dejarse engañar por las
apariencias.

Se trata de alguien mayor que el abusado, sin
empatía por los niños, que piensa que lo que hace
no está mal, y la poca conciencia que tiene sobre la
maldad de sus actos se la salta ayudado por el consumo de alcohol
u otras drogas. Y como ya se dijo, siempre actúa desde su
posición de poder sobre la víctima para cometer el
abuso.

VALORACIÓN
Y DIAGNÓSTICO

El diagnóstico de abuso sexual es difícil
y se basa, casi siempre, en el relato del niño; mientras
que la sintomatología que pueden exhibir es variada, e
incluso algunos niños pueden estar completamente
asintomáticos.

Aunque la mayoría de las niñas no
presentan lesiones en los genitales, probablemente debido al
retraso de semanas o meses en denunciarlo, algunas niñas
pueden presentar lesiones agudas: laceraciones, abrasiones,
hematomas, hendiduras en V en el borde posterior del himen,
disminución del tejido himeneal, cicatrices en la
horquilla posterior.

Las anomalías en los genitales masculinos son
inusuales, aunque a veces se han encontrado laceraciones
resultantes de la penetración, hematomas, engrosamiento de
los pliegues o rugosidades, distorsiones anatómicas
debidas a las cicatrices, dilatación anal superior a 2,0
cm (niño en pronación y sin heces visibles en la
ampolla rectal), eritema y congestión venosa.

Para diferenciar las lesiones en genitales masculinos
debidas a abuso sexual o a accidente se realizó un estudio
de casos y controles con 88 pacientes.

En los 44 abusados se encontró un 100% de
lesiones anales y en un 5% laceraciones peneanas. Mientras que en
el grupo accidental se encontraron laceraciones en escroto en el
36% y en el pene en el 15%, pero no se encontraron lesiones
anales aisladas.

La probabilidad de adquirir una infección VIH
tras un abuso sexual es baja, pero existe. Un estudio llevado a
cabo en 9.136 niños que habían sufrido un abuso
sexual(se encontró VIH en 26, es decir, en el 0,28%
(IC-95%: de 0,19 a 0,42%).

La valoración de la persona que ha sufrido un
abuso sexual debe realizarse con carácter de urgencia en
tres circunstancias:

1. Cuando la persona agredida necesita
tratamiento físico y/o psíquico.

2. Cuando la víctima necesita
protección con carácter inmediato.

3. Cuando la agresión ha ocurrido
antes de 72 horas, por la posibilidad de perder
pruebas.

La evaluación de un caso de abuso sexual infantil
sospechado exige hacer una historia clínica minuciosa
realizada a los padres y al niño, una exploración
física, la realización de pruebas de laboratorio
adecuadas y la documentación cuidadosa de los
hallazgos.

También se deben recoger otros datos de
diferentes profesionales, de ahí que la atención
debe ser realizada por un equipo multidisciplinar (asistente
social, psicólogo, pediatra, enfermera, policía,
etc.).

Como en la valoración del caso de sospecha de
abuso sexual suele incluir a los sistemas legales, es importante
ofrecer una información sin prejuicios y comprensible por
profesionales no médicos.

Ante una sospecha de abuso sexual debe tenerse
también en consideración una lesión
accidental, un problema médico de otra etiología, e
incluso una falsa alegación, a veces inventada por la
madre o por los dos padres.

CONSECUENCIAS DEL
ABUSO SEXUAL INFANTIL

Consecuencias a Corto Plazo

De entre las consecuencias a corto plazo, conviene
recalcar un fenómeno importante: el Síndrome de
acomodación al abuso sexual infantil,
que tiene
muchos paralelismos con el Síndrome de Estocolmo
y que incluye cinco fases:

1. Impotencia: Los niños víctimas de abuso
sexual generan un fenómeno de indefensión
aprendida, puesto que sus intentos por evitar el abuso resultan
vanos, y poco a poco dejarán de intentarlo
siquiera.

2. Mantenimiento del secreto: La manipulación y
la amenaza a la que son sometidos les obliga a mantener, sobre
todo, en los casos de abuso intrafamiliar, una doble vida para
mantener el secreto y evitar la revelación.

3. Entrampamiento y acomodación: Si el abuso se
prolonga en el tiempo, el niño poco a poco irá
asumiendo el papel de pareja del agresor.

4. Revelación espontánea o forzada: Cuando
se llega a la revelación, suele ocurrir con un igual,
pudiéndose producirse bien de manera espontánea o
bien forzada por un adulto al valorar los indicios.

5. Retracción: Si no hay una intervención
efectiva, incluso habiéndola, la retracción es
frecuente, por culpa, vergüenza o miedo.

Posteriormente, las consecuencias asociadas al abuso
sexual tienen que ver igualmente con el Síndrome de
Stress Postraumático
. Es importante recordar que
algunos niños pueden vivir un abuso sexual y permanecer
asintomáticos, es decir, no mostrar signo alguno de
trauma.

El motivo puede ser desde la propia vivencia del
niño a un fenómeno de bloqueo pasajero, por ello,
es fundamental hacer seguimiento a los niños
víctimas de abuso sexual, presenten o no una
sintomatología.

Monografias.com

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Consecuencias a Largo Plazo

Aunque no existe un cuadro diferencial del
abuso sexual infantil, hay consecuencias de la vivencia que
permanecen o, incluso, pueden agudizarse con el tiempo, hasta
llegar a configurar patologías definidas.

A continuación, se enumeran algunas
de las consecuencias a largo plazo que puede vivir un niño
o niña víctima de abuso sexual.

1. Físicas:

• Dolores crónicos
generales.

• Hipocrondria o trastornos
psicosomáticos.

• Alteraciones del sueño y
pesadillas recurrentes.

• Problemas
gastrointestinales.

• Desórdenes alimentarios,
especialmente bulimia.

2. Conductuales:

• Intentos de suicidio.

• Consumo de drogas y
alcohol.

• Trastorno disociativo de
identidad.

3. Emocionales:

Depresión.

• Ansiedad.

• Baja autoestima.

• Síndrome de estrés
postraumático.

• Dificultad para expresar
sentimientos.

4. Sexuales:

• Fobias sexuales.

• Disfunciones sexuales.

• Falta de satisfacción sexual
o incapacidad para el orgasmo.

• Alteraciones de la motivación
sexual.

• Mayor probabilidad de ser violadas. En un estudio
se recogió que era 2.4% más probable que una mujer
víctima de abuso sexual infantil fuera después
violada.

• Mayor probabilidad de entrar en la
prostitución. En un estudio realizado sobre 200
prostitutas, el 60% de ellas habían sido
abusadas sexualmente cuando eran niñas.

• Dificultad par establecer relaciones
sexuales, autovalorándose como objeto sexual.

5. Sociales:

• Problemas de relación
interpersonal.

• Aislamiento.

• Dificultades de vinculación
afectiva con los hijos.

• Mayor probabilidad de sufrir
revictimización, como víctima de violencia por
parte de la pareja.

• Por todo ello, la atención que se le ha de
proporcionar a un niño víctima de abuso sexual no
debe únicamente centrarse en el cuidado de sus lesiones
sino debe ser coordinada entre los distintos profesionales
prestando atención psicológica, dándole un
seguimiento a corto y medio plazo y proporcionando
atención y apoyo al menor y a la familia.

• Como ya se ha indicado, el papel de
la familiar es esencial en la recuperación del
niño: si le creen desde el primer momento y
le apoyan, constituyéndose en modelo y referente afectivo
alternativo, el menor se recuperará antes y mejor que en
caso contrario.

FACTORES DE
PROTECCIÓN Y DE RIESGO

El abuso sexual infantil es el resultado de la
conjunción de una serie de factores, no hay un
único factor causal. Por ello, es importante trabajar y
promover los factores de protección y evaluar los riesgos
añadidos procedente de las llamadas "poblaciones de
riesgo", pero sin estigmatizarlas.

PREVINFAD propone un modelo integral de
evaluación y en éste no sólo se distingue
entre factores protectores o compensadores y de riesgo o
potenciadores, sino que dentro de cada categoría, se
diferencia entre los factores estables o los factores
situacionales.

Es decir, dentro de los factores potenciadores que
suponen un riesgo, hay algunos que están presentes a lo
largo de toda la historia, que vienen dados antes del abuso
(vulnerabilidad) como una experiencia de abuso intrafamiliar
previa, y otros que surgen como los conflictos maritales
(provocadores).

En los factores compensadores sucede lo mismo: existen
factores relacionados con el ambiente familiar que suponen una
protección constante, como la comunicación
intrafamiliar o unas determinadas pautas de cuidado, y otros que
surgen, como las experiencias de satisfacción provenientes
del cuidado del niño.

1. INDIVIDUALES

-Factores parentales:

– Historia de malos tratos o abandono. En concreto,
tener una madre con historia de abuso sexual infantil.

– Rechazo emocional en la infancia.

– Carencia de vinculación afectiva en la infancia
o de cuidado.

– Ignorancia sobre las características del
desarrollo evolutivo y sexual del niño y sus
necesidades.

– Historia de ruptura familiar.

– Bajo nivel de inteligencia.

– Pobre autoestima.

– Falta de capacidad empática.

– Pobres habilidades sociales.

– Poca tolerancia al estrés.

– Problemas psicológicos.

– Madre enferma, discapacitada o ausente del
hogar.

-Factores relacionados con las
características del niño:

– Introvertido.

– Aislado socialmente.

– Problemas de conducta.

– Temperamento difícil.

– Discapacidad física o
psíquica.

2. FAMILIARES

-Relación padres-hijos:

– Desadaptada.

– Ciclo ascendente de
agresión.

Técnicas de disciplina
coercitiva.

– Falta de vinculación
afectiva.

-Relación de pareja:

Conflicto conyugal.

– Violencia y agresión en la pareja
o hijos no deseados.

-Configuración familiar:

– Tamaño excesivo
familiar.

– Familias monoparentales.

3. SOCIOCULTURALES

-Ámbito laboral.

Desempleo.

– Pobreza.

– Pérdida de rol.

– Insatisfacción laboral o
tensión en el trabajo.

-Red psicosocial de apoyo:

– Aislamiento.

– Pérdida.

– Alta movilidad

– Escasa integración
social.

-Factores culturales:

Legitimación de la
violencia.

– Aceptación del castigo
físico.

Actitud hacia la infancia, hacia la mujer
y la familia.

– Vulneración de los derechos de la
infancia.

ESTUDIOS SOBRE LA
RELACIÓN DE ABUSO SEXUAL INFANTIL Y FÁRMACO
DEPENDENCIA

HUSSEY y SINGER (1993) compararon 87
pacientes adolescentes abusados sexualmente con 87 no abusados,
todos éstos hospitalizados en una clínica
psiquiátrica. No se encontraron diferencias significativas
en el funcionamiento familiar, pero sí en el abuso de
drogas que fue más alto en el grupo de los abusados
sexualmente.

MILLER (1990) estudió 45 mujeres
alcohólicas, 40 mujeres de la población en general
y 82 hombres detenidos

(por violencia conyugal) y sus esposas.
Encontró lo siguiente:

1. Las mujeres alcohólicas tienen
más problemas de violencia conyugal que las otras
mujeres.

2. Los problemas de alcohol influyen en el
nivel de violencia experimentado por la mujer.

3. El maltrato físico y/o emocional
se relaciona con el desarrollo de problemas de
alcoholismo.

4. El abuso sexual infantil se relaciona
con el desarrollo de problemas de alcoholismo.

SCHIFF y CAVAIOLA (1993) compararon 60
adolescentes de entre 13 y 18 años, fármaco
dependientes y abusados física y/o sexualmente, 60 no
abusados, pero sí dependientes de sustancias
químicas y una muestra control (no fármaco
dependientes ni abusados).

Encontraron que los abusados y
fármaco dependientes tenían más
comportamientos violentos hacia ellos y hacia los demás,
hallando una relación positiva entre el abuso
(físico y/o sexual) y las ideas suicidas y
homicidas.

LEIFER, SHAPIRO y KASSEM (1993) estudiaron las historias
maternas de 68 mujeres abusadas sexualmente. Se encontró
que el abuso de químicos por parte de la madre se
relaciona con la ausencia de soporte maternal de las hijas y el
mayor número de incidentes de abuso sexual de
éstas.

FAMULARU, KINSCHERFF y FENTON (1992) examinaron 190
casos de maltrato a los hijos. El 67% de los casos era de padres
consumidores de sustancias psicoactivas. El abuso de alcohol se
encontró asociado con el abuso físico, pero no con
el sexual, mientras que el abuso de la cocaína fue
asociado al abuso sexual, pero no al físico.

ALLEBECK, ADAMSSON, ENGSTROM y RYDBERG
(1993) también encontraron en su investigación
longitudinal una relación entre el abuso sexual infantil y
el abuso de sustancias psicoactivas

LOFTUS, POLONSKY y FULLILOVE (1994)
estudiaron 105 mujeres vinculadas a un programa de tratamiento
ambulatorio de abuso de sustancias.El 54% reportó haber
sufrido abuso sexual infantil.

Estudio de JUAN MONTANE LOZOYA

Partes: 1, 2

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