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Tiempos modernos (“realidades cercanas” de un capitalismo sin control) – Parte II (página 6)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Ahora sabemos que la
desregulación del mercado laboral no asegura una
resiliencia económica y una rápida creación
de empleos. Por el contrario, la mejor solución
probablemente sea una diversidad de contratos laborales. Una
cierta dosis de rigidez del mercado laboral puede tener sentido
económico para aquellos empleos que requieren capacidades
y capacitación específicas vinculadas a la empresa,
junto con una mayor flexibilidad para los empleos que requieren
menos capacidades.

(Heleen Mees es una economista y abogada holandesa. Su
libro más reciente, Weg met het deeltijdfeminisme!,
examina el feminismo de tercera generación. También
es autora de un libro sobre derecho de la Unión Europea y
fundadora del comité de acción de mujeres Women on
Top. Copyright: Project Syndicate, 2011)

– La trampa de la competitividad de Europa (Project
Syndicate – 16/6/11)

(Por Simon Tilford)

Londres.- Una idea errónea de lo que impulsa el
crecimiento económico se ha convertido en la amenaza
más grave para la recuperación en Europa. Los
políticos europeos están obsesionados con la
"competitividad" nacional y parecen pensar realmente que la
prosperidad es sinónimo de superávits comerciales.
Esto explica en gran medida por qué se cita habitualmente
a Alemania como ejemplo de una economía sólida y
"competitiva".

Sin embargo, el crecimiento económico, incluso en
las economías tradicionalmente orientadas a la
exportación, se ve impulsado por el aumento de la
productividad, no por la capacidad de capturar una parte
creciente de los mercados mundiales. Si bien es evidente que las
importaciones deben ser financiadas por las exportaciones, el
énfasis en la competitividad del comercio está
desviando la atención del problema subyacente de Europa:
el muy débil crecimiento de la productividad. Y esto es un
problema tan serio en las economías con superávits
comerciales como en las deficitarias.

La idea de que el crecimiento económico
está determinado por una batalla por la cuota de mercado
mundial de productos manufacturados es fácil de entender
para los políticos y de comunicar a sus electores. Las
economías con superávits externos son vistas como
"competitivas", independientemente de su productividad o su
crecimiento. La balanza comercial se ve como el "resultado final"
de un país, como si los países fueran empresas. De
hecho, tienen poco en común (la balanza comercial es
simplemente la diferencia entre el ahorro interno y la
inversión o, en términos más generales,
entre el gasto agregado y la producción), pero hablar de
Deutschland AG o UK plc es conceptualmente atractivo y seduce con
facilidad.

Los gobiernos obsesionados con la
competitividad nacional tienen mayores probabilidades de impulsar
políticas económicas perjudiciales. Si el
crecimiento económico se considera dependiente de la
competitividad en términos de costes de las exportaciones,
los gobiernos se centrarán en temas que puede que tengan
sentido para los exportadores, pero no para sus economías
en su conjunto, como las políticas del mercado de trabajo
destinadas a mantener artificialmente bajo el crecimiento de los
salarios, que redistribuyen los ingresos del trabajo al capital y
agravan la desigualdad.

De hecho, la disminución a largo
plazo de la proporción del ingreso nacional
correspondiente a sueldos y salarios en los últimos 10
años en casi todas las economías de la UE es un
gran obstáculo para una recuperación del consumo
privado. Y la otra cara de la disminución de los salarios
y sueldos -un fuerte aumento en la proporción del ingreso
nacional correspondiente a las ganancias de las empresas- no ha
dado lugar a un auge de la inversión.

Esto no debería ser una sorpresa. Una empresa
individual puede recortar los salarios sin poner en peligro la
demanda de cualquier bien o servicio que produzca. Pero si todas
las empresas reducen los salarios al mismo tiempo, la debilidad
resultante de la demanda global socavará los incentivos de
las empresas para invertir, lo que su vez deprime el crecimiento
de la productividad.

En pocas palabras, reducir la
proporción del ingreso nacional correspondiente a los
salarios, aceptar un aumento importante de la desigualdad y
estimular el aumento de la proporción del ingreso nacional
correspondiente a las ganancias corporativas no es manera de
lograr un crecimiento económico sostenible. Pero eso es
precisamente lo que sucede cuando los gobiernos creen que la
salvación económica radica en ganar una
participación creciente de los mercados de
exportación.

No es así. Existe una correlación muy
fuerte entre elevar la productividad del trabajo y el crecimiento
económico, que vale para los países con
superávits comerciales, así como para aquellos con
déficit. Por ello, lo que determinará en gran
medida las perspectivas económicas de la Unión
Europea será el crecimiento de la productividad, no el
tamaño de su superávit comercial.

Desafortunadamente, el crecimiento de la productividad
está disminuyendo en toda Europa, desde alrededor de 3,5%
anual en la década de 1970 a apenas el 1% en la
década de 2000. Y ha sido casi tan débil en el
núcleo de la eurozona como en su atribulada
periferia.

Los gobiernos en toda la UE
deberían centrarse en incrementar la productividad no
sólo en los sectores más expuestos a nivel
internacional, como la manufactura, sino también en
sectores menos transables, como los servicios, que ahora
representan alrededor de dos tercios de la actividad
económica. Sin mayores aumentos de la productividad
allí, el crecimiento económico resultará
difícil de alcanzar.

Sin embargo, el logro de mejoras supone el
diagnóstico de por qué el rendimiento de la
productividad de Europa, con unas pocas excepciones notables, ha
sido tan malo. Existen dos problemas centrales. El primero son
los niveles insuficientes de cualificación, agravados por
la complacencia. Algunos países -Escandinavia y los
Países Bajos, por ejemplo-muestran buenos resultados en
este ámbito. Pero el panorama en otros lugares es
fragmentario. Alemania tiene una buena formación
vocacional, Gran Bretaña posee una buena cantidad de las
mejores universidades, y Francia una buena educación
técnica. Otros países, especialmente en el sur,
muestran un mal desempeño en la mayoría de las
áreas.

El segundo problema es una competencia inadecuada. En
muchos sectores, los actuales titulares de un empleo están
protegidos. Esto se justifica en términos de mantener la
"justicia social" o defender a "campeones de la nación",
pero no hace más que impulsar la búsqueda de
rentas: la capacidad de determinados grupos de la sociedad de
extraer beneficios desproporcionados por su trabajo. En los
países en que esta tendencia es más fuerte, los
niveles de productividad son más
débiles.

Si bien las perspectivas económicas de
crecimiento de Europa pueden ser malas, esto tiene poco que ver
con lo que está sucediendo en otros lugares. Los
líderes europeos se encontrarán con que mejorar la
educación y la formación -y abrir mercados hasta
ahora protegidos- es una tarea larga y ardua. Pero, a diferencia
de la obsesión por la "competitividad", este tipo de
reformas llevarían a Europa a la senda del crecimiento
sostenible.

(Simon Tilford es economista en jefe del Centro para la
Reforma Europea. Copyright: Project Syndicate, 2011)

Cuando la "oferta" elimina al empleo y luego a la
"demanda" (a pesar del crédito fácil)

"Muchos estadounidenses creen que las importaciones
chinas de bajo precio aniquilan empleos fabriles en Estados
Unidos. La mayoría de los economistas dicen que los
beneficios del comercio superan por mucho sus costos"…
Las
importaciones chinas afectan más de lo que se cree al
mercado laboral de EEUU (The Wall Street Journal –
27/9/11)

Pero nuevas investigaciones sugieren que el daño
a EEUU ha sido más profundo de lo que estos economistas
han supuesto. El estudio, llevado a cabo por un equipo de tres
economistas, no pone en entredicho el punto de vista tradicional
de que el comercio en última instancia es bueno para la
economía. Los trabajadores que pierden empleos terminan
por encontrar una nueva ocupación o se jubilan, mientras
se mantienen los beneficios del comercio, como los menores
precios. El problema es la velocidad a la que China se ha erigido
como exportador, la cual ha abrumando el proceso normal de
adaptación.

El estudio dio una calificación a cada condado de
EEUU de acuerdo con la exposición de sus productores
fabriles a la competencia de China, y reveló que las
regiones más expuestas a China no sólo
tendían a perder más empleos manufactureros, sino
que también experimentaban una caída general del
empleo. Las áreas con mayor exposición
también tuvieron mayores aumentos en la cantidad de
trabajadores que recibían seguro de desempleo, cupones
para comida y pagos por discapacidad.

Los autores calculan que el costo para la
economía derivado de los mayores pagos gubernamentales
representa de un tercio a dos tercios de las ganancias del
comercio con China. En otras palabras, una gran proporción
de las formas en que el comercio con China ha ayudado a EEUU
-como el suministro de bienes económicos chinos a los
consumidores- se han eliminado.

Y ese cálculo no incluye las pérdidas
económicas experimentadas por personas que perdieron sus
empleos.

"Hay enormes costos de ajuste para las comunidades
locales que fueron mucho peores de lo que la gente creía",
dijo David Autor del Instituto Tecnológico de
Massachusetts, quien llevo a cabo el estudio con Gordon Hanson de
la Universidad de California en San Diego, y David Dorn, del
Centro de Estudios Monetarios y Financieros, de Madrid. Si bien
Autor, quien se especializa en mercados laborales, recibe
financiamiento de la Fundación Nacional de la Ciencia, la
investigación se llevó a cabo independientemente de
cualquier grupo de interés.

La teoría de la ventaja comparativa, planteada
dos siglos atrás por el economista británico David
Ricardo, postula que los países prosperan
concentrándose en lo que hacen mejor y comerciando con
otros países que tienen fortalezas diferentes. Pero en
medio del aumento pronunciado en las importaciones baratas en la
última década, algunos economistas prominentes han
puesto en entredicho ese punto de vista.

En un artículo de 2004, Paul Samuelson, difunto
ganador del premio Nobel, argumentó que aunque el comercio
puede beneficiar a algunos estadounidenses, lo hace "diezmando"
los salarios de obreros fabriles. Alan Blinder, economista de la
Universidad de Princeton y ex vicepresidente de la junta de la
Reserva Federal -otrora adalid del libre comercio– ha argumentado
en años recientes que la creciente tercerización
por parte de firmas de EEUU a países de bajos salarios
pone en riesgo millones de empleos estadounidenses.

Michael Spence, economista de la Universidad de Nueva
York galardonado con el Nobel, dijo que el reciente
descubrimiento refleja cómo las teorías prevalentes
sobre el comercio son insuficientes para comprender el ritmo
desenfrenado de China y otras economías en vía de
desarrollo. Y como el mundo nunca ha experimentado el crecimiento
tan rápido de países tan grandes, la historia no
sirve mucho de guía. "No es que podamos mirar al pasado y
preguntarnos qué ocurrió la última vez que
pasó esto, porque no hubo una última vez",
dijo.

Debido a que el aumento pronunciado en bienes de China
ha inundado el crecimiento de importaciones provenientes de otros
países de bajos salarios, los investigadores se
concentraron en las importaciones chinas. Estudiaron 722
conjuntos de condados interrelacionados que cubren todo EEUU.
Algunas comunidades estaban más expuestas a China, porque
producían pequeños electrodomésticos de los
cuales se incrementado marcadamente las importaciones chinas.
Otras regiones estaban concentradas en industrias como maquinaria
pesada, donde la competencia china ha crecido más
lentamente.

Según un patrón discernible, a las zonas
donde las fábricas estaban más expuestas a las
importaciones chinas les iba peor que a las menos expuestas.
Entre 2000 y 2007, una comunidad en el percentil 75 -una con una
mayor exposición al crecimiento de importaciones chinas
que el 75% de todas las comunidades- experimentó un
descenso del empleo 1,1 puntos porcentuales superior al de las
comunidades en el percentil 25.

La pérdida de empleos fabriles era apenas el
comienzo. Las zonas con alta exposición tendían a
experimentar un empeoramiento de los empleos no manufactureros
con respecto a las zonas de baja exposición. Con menos
trabajos fabriles de alta remuneración que apuntalen la
economía local, y un creciente grupo de ex obreros
industriales que se incorporan al mercado laboral, los salarios
no fabriles en las zonas de alta exposición eran mucho
más bajos.

Los economistas también descubrieron que la mayor
exposición a las importaciones chinas llevó a
mayores incrementos en el seguro de desempleo, cupones de comida,
pagos por discapacidad y otros beneficios gubernamentales. Todo
ello suma grandes pérdidas, dijeron, porque los mayores
impuestos que el gobierno debe recaudar para pagar por
beneficios, y la manera en que los beneficios reducen el
incentivo de trabajar de la gente, hacen que la economía
sea menos eficiente.

Douglas Irwin, economista de Dartmouth College, dijo que
la nueva investigación pinta un cuadro demasiado oscuro.
Hay importantes beneficios del comercio que no han sido
incorporados, dice, porque nadie aún ha concebido la
manera de medirlos. Por ejemplo, los países productores de
materias primas a los cuales exporta EEUU han sido impulsados por
el crecimiento de China, creando una mayor demanda en aquellos
países por las bienes de EEUU. "Pero si tuvimos más
exportaciones de equipos pesados (de Caterpillar) a Australia,
eso no se está midiendo" como un beneficio del comercio
con China, dice.

Los propios economistas se vieron sorprendidos por los
resultados. La investigación que Hanson realizó en
la década de 1990, basada en datos anteriores a que China
se convirtiera en un actor mundial, sugerían que el efecto
del comercio en el mercado laboral de EEUU era pequeño.
"Con el estudio de China, no preveía que una docena de
años podía causar una diferencia tan grande en
materia de mayor impacto cuantitativo del comercio", dijo
Hanson.

La investigación aún tiene que ser
revisada por dos de los autores, pero los economistas han estado
presentándola en conferencias. En versiones anteriores,
calculaban que los beneficios del comercio con China eran
completamente eliminados por las pérdidas debidas al mayor
uso de beneficios gubernamentales. Algunos participantes en la
conferencia objetaron que los economistas no ponderaron
apropiadamente cuánto del aumento en las importaciones de
China se debía a la creciente demanda estadounidense en
vez de que los bienes chinos de bajo costo prevalecieran sobre
los estadounidenses de mayor precio. Los tres economistas
adoptaron un enfoque más conservador.

¿Recuperar el crecimiento? (estos no son
modos…)

(Agosto 2011) Los líderes políticos
insisten en que el crecimiento económico aliviará
el dolor causado por el ajuste fiscal y por las medidas de
austeridad que conlleva. Pero esta afirmación se basa
más en la esperanza que en la confianza, ya que el
crecimiento económico prácticamente ha desaparecido
en todo el mundo desarrollado. El segundo trimestre del
año (2011) ha sido horrible para los países
(anteriormente) ricos.

Las tasas de crecimiento anualizado del PIB -1,3% en
EEUU, 0,8% en la eurozona y el Reino Unido, 0,5% en Alemania, 0%
en Francia y -1,2% en Japón– son muy inferiores al
crecimiento del 1,5%-3% considerado como una tasa sostenible a
largo plazo.

Este estancamiento todavía es peor si se tiene en
cuenta el contexto histórico. Después de una
recesión profunda debería tener lugar una
recuperación fuerte, al utilizar la mano de obra y el
capital que no se emplearon durante los años de vacas
flacas. Pero esto no está sucediendo.

Un periodo de cuatro años sin crecimiento
económico se considera una Depresión Menor. Para
los gobiernos con una deuda excesiva esta situación crea
una paradoja dolorosa. Las reducciones del gasto y las subidas de
impuestos reducen los déficits, pero también
reducen el crecimiento, lo que hace que los déficits
aumenten. Este último efecto ha predominado sobre el
primero en Japón.

Los grandes déficits fiscales que tuvo el
país en los años posteriores a su crisis financiera
dieron lugar a mayores déficits a medio y largo plazo.
Ahora, más de 20 años después, la deuda
japonesa sigue aumentando y el crecimiento continúa siendo
bajo.

La paradoja es especialmente peligrosa para la eurozona,
en la que el bajo crecimiento económico se añade a
la dificultad de resolver la crisis de la deuda soberana. Debido
a la falta de crecimiento, es probable que Alemania y otros
países acreedores sean aún más reacios a
continuar rescatando a Grecia y a otros países con
problemas de deuda.

No comment (IV): lecturas recomendadas (el que quiera
entender que entienda)

– Necesidad contra codicia (Project Syndicate –
28/2/11)

(Por Jeffrey D. Sachs)

Nueva York.- El gran líder moral de la India
Mohandas Gandhi dijo la famosa frase de que hay suficiente en la
Tierra para las necesidades de todos, pero no suficiente para
satisfacer la avaricia de todos. Hoy la visión de Gandhi
se está poniendo a prueba como nunca antes.

El mundo está alcanzando límites globales
en su uso de los recursos. Estamos sintiendo los golpes cada
día en forma de inundaciones, sequías y tormentas
catastróficas y en el consiguiente aumento de los precios
en el mercado. Nuestro destino depende ahora de si cooperamos o
somos víctimas de una codicia autodestructiva.

Los límites a la economía mundial son
nuevos y se derivan del tamaño sin precedentes de la
población mundial y la expansión nunca antes vista
del crecimiento económico en casi todo el planeta. Hoy
siete mil millones de personas habitan la Tierra, en
comparación con sólo tres mil millones hace medio
siglo. Hoy en día, el promedio de ingreso per
cápita es 10.000 dólares; en mundo desarrollado es
de alrededor de 40.000 y 4.000 en los países en desarrollo
Eso significa que la economía mundial está
produciendo alrededor de 70 billones de dólares por
año, en comparación con alrededor de 10 billones en
1960.

La economía de China está creciendo en
torno al 10% anual. La India está creciendo casi a la
misma velocidad. África, por largo tiempo la región
de crecimiento más lento del mundo, muestra ahora un
promedio de crecimiento de aproximadamente el 5% del PIB anual.
En general, los países en desarrollo están
creciendo en torno al 7% anual y las economías
desarrolladas en torno al 2%, lo que da un promedio mundial de
alrededor del 4,5%.

Esta es una muy buena noticia en muchos aspectos. El
rápido crecimiento económico en los países
en desarrollo está ayudando a aliviar la pobreza. En
China, por ejemplo, la pobreza extrema se ha reducido de
más de la mitad de la población hace 30 años
a alrededor del 10% o menos en la actualidad.

Sin embargo, hay otra cara de la historia de crecimiento
global que debemos entender con claridad. La economía
mundial crece a un 4,5% por año y, a ese ritmo, se
encamina a duplicar su tamaño en menos de 20 años.
La economía mundial de 70 billones de dólares de
hoy llegará a los 140 billones de dólares antes de
2030 y a 280 billones antes de 2050 si extrapolamos a partir de
la tasa de crecimiento actual.

Nuestro planeta no podrá
sustentar físicamente este crecimiento económico
exponencial si dejamos que la codicia tome la delantera. Incluso
hoy, el peso de la economía mundial ya está
aplastando la naturaleza, agotando rápidamente los
suministros de recursos energéticos de combustibles
fósiles creados hace millones de años, mientras que
el cambio climático resultante ha conducido a una gran
inestabilidad en términos de precipitaciones, temperatura
y tormentas extremas.

Vemos estas presiones todos los días en el
mercado. Los precios del petróleo han subido a más
de $100 por barril, a medida que China, India y otros
países importadores de petróleo se unen a los
Estados Unidos en una lucha masiva por comprar suministros,
especialmente de Oriente Próximo. También los
precios de los alimentos se encuentran en máximos
históricos, lo que contribuye a la pobreza y la
inestabilidad política.

Por un lado, hay más bocas que alimentar, y con
mayor poder adquisitivo en promedio. Por otro lado, las olas de
calor, sequías, inundaciones y otros desastres provocados
por el cambio climático están destruyendo cultivos
y reduciendo la oferta de cereales en los mercados mundiales. En
los últimos meses, las regiones productoras de cereales de
Rusia y Ucrania se han visto afectadas por graves sequías
y enormes inundaciones han afectado Brasil y Australia. Otra
sequía amenaza la zona productora de cereales en el norte
de China.

Hay algo más, muy peligroso y que no se advierte
con facilidad. En muchas áreas populosas del mundo,
incluidas las regiones productoras de cereales del norte de la
India, el norte de China y el Medio Oeste estadounidense, los
agricultores están recurriendo a aguas subterráneas
para el riego de sus cultivos. Los grandes acuíferos que
abastecen de agua para el riego se están agotando. En
algunos lugares de la India, el nivel freático ha
descendido varios metros al año en los últimos
años. Algunos pozos profundos se están acercando al
punto de agotamiento y se prevé un aumento de la salinidad
a medida que el agua del océano se infiltre en el
acuífero.

El desastre es inevitable, a menos que cambiemos. Y
aquí es donde Gandhi entra en juego. Si nuestras
sociedades se rigen por el principio de la avaricia, con los
ricos haciendo todo lo posible para enriquecerse aún
más, la creciente crisis de recursos producirá una
brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, y muy posiblemente a
una lucha, cada vez más violenta por la
supervivencia.

Los ricos intentarán utilizar su poder para
obtener más tierras, agua y energía para sí
mismos, y muchos de ellos apoyarán medios violentos para
hacerlo, si es necesario. EEUU ya ha seguido una estrategia de
militarización en Oriente Próximo con la ingenua
esperanza de que este enfoque pueda garantizar un abastecimiento
seguro de energía. Ahora se intensifica la competencia por
los suministros, a medida que China, India y otros compiten por
los mismos recursos que, además, se están
agotando.

Una toma de poder similar se intentó en
África. El aumento de los precios de los alimentos
está llevando a la apropiación de tierras, a medida
que políticos poderosos venden a inversionistas
extranjeros grandes extensiones de tierras de cultivo, dejando de
lado los derechos tradicionales de tierras de los pequeños
agricultores pobres. Los inversionistas extranjeros esperan
utilizar grandes explotaciones mecanizadas para generar productos
destinados a la exportación, dejando poco o nada para las
poblaciones locales.

En los países de mayor peso -EEUU, Reino Unido,
China, India y otros- los ricos han disfrutado de cada vez
más altos ingresos y un creciente poder político.
La economía de EEUU es rehén de los
multimillonarios, la industria petrolera y otros sectores clave.
Las mismas tendencias amenazan a las economías emergentes,
donde la riqueza y la corrupción van en
aumento.

Si la codicia prevalece, el motor del
crecimiento económico agotará nuestros recursos,
marginará a los pobres y nos llevará a una profunda
crisis social, política y económica. La alternativa
es un camino de cooperación política y social, a
nivel nacional e internacional. Habrá recursos suficientes
y prosperidad para todos si convertimos nuestras economías
para que hagan uso de fuentes de energía renovables,
prácticas agrícolas sostenibles y un régimen
tributario razonable para los ricos. Este es el camino a la
prosperidad para todos a través de tecnologías
mejoradas, justicia política y conciencia
ética.

(Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y
Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia.
También es Asesor Especial del Secretario General de las
Naciones Unidas sobre las Metas de Desarrollo del Milenio.
Copyright: Project Syndicate, 2011)

– ¿Está el capitalismo condenado al
fracaso? (Project Syndicate – 15/8/11)

(Por Nouriel Roubini)

New York.- La masiva volatilidad y la aguda
corrección de los precios de las acciones que en la
actualidad golpean a los mercados financieros globales son
indicadores de que las economías más avanzadas se
encuentran al borde de una recesión de doble caída.
Una crisis financiera y económica causada por el exceso de
deuda y apalancamiento del sector privado condujeron a un masivo
re-apalancamiento del sector público con el fin de evitar
la Gran Depresión 2.0. Sin embargo, la recuperación
posterior ha sido anémica y mediocre en la mayoría
de las economías avanzadas dado el desapalancamiento
doloroso.

Hoy en día una combinación de los precios
altos del petróleo y productos básicos, los
disturbios en el Oriente Medio, el terremoto y tsunami del
Japón, la crisis de deuda de la eurozona y los problemas
fiscales de Estados Unidos (y ahora la rebaja de su
calificación crediticia) han llevado a un aumento masivo
en la aversión al riesgo. Económicamente los
Estados Unidos, la eurozona, el Reino Unido y el Japón
funcionan al ralentí. Incluso los mercados emergentes en
crecimiento (China, Asia emergente y América Latina), y
las economías orientadas a la exportación que se
basan en estos mercados (Alemania y Australia, un país
rico en recursos naturales), están experimentando
desaceleraciones agudas.

Hasta el año pasado, los políticos siempre
pudieron sacar un as de bajo la manga para reactivar los precios
de los activos y detonar la recuperación económica.
Estímulo fiscal, tasas de interés de casi cero, dos
rondas de "flexibilización cuantitativa",
separación estricta de las deudas incobrables y billones
de dólares en rescates y provisión de liquidez para
los bancos y entidades financieras: las autoridades ejecutivas
intentaron todo esto. Ahora se han quedado sin ases.

La política fiscal hoy en día es un lastre
para el crecimiento económico tanto en la eurozona como en
el Reino Unido. Incluso en los EEUU, los gobiernos estatales y
locales, y ahora el gobierno federal, recortan el gasto y reducen
los pagos de transferencias. Muy pronto, ellos subirán los
impuestos.

Otra ronda de rescates para los bancos es
políticamente inaceptable y económicamente
inviable: la mayoría de los gobiernos, especialmente en
Europa, están tan estresados que los rescates no son
asequibles; de hecho, el riesgo soberano está, en
realidad, alimentando por la preocupación por la salud de
los bancos europeos, que tienen en sus carteras la mayor parte de
los cada vez más inestables valores
gubernamentales.

Tampoco la política monetaria puede ser de mucha
ayuda. La flexibilización cuantitativa en la eurozona y el
Reino Unido se ve limitada por una inflación por encima
del nivel objetivo. La Reserva Federal de EEUU probablemente
inicie una tercera ronda de flexibilización cuantitativa
(QE3), pero esta ofrecerá muy poco y llegará
demasiado tarde. El año pasado la flexibilización
cualitativa (QE2) de $600 millardos y de $1 billón de
dólares en recortes de impuestos y transferencias
logró un crecimiento de apenas el 3% durante un trimestre.
Posteriormente, el crecimiento cayó bruscamente a menos
del 1% en el primer semestre del año 2011. QE3 será
de mucho menor tamaño, y logrará mucho menos en
cuanto a reactivar los precios de los activos y restaurar el
crecimiento.

La depreciación de la moneda no
es una opción viable para todas las economías
avanzadas: todas ellas necesitan una moneda más
débil y una mejor balanza comercial para recuperar el
crecimiento, pero no todas ellas pueden estar en esta
situación al mismo tiempo. Así que depender de los
tipos de cambio para influir en la balanza comercial es un juego
de suma cero. Por esta razón se vislumbran en el horizonte
guerras cambiaras; Japón y Suiza son los participantes de
las primeras batallas por debilitar sus tipos de cambio. Otros
pronto seguirán el ejemplo.

Mientras tanto, en la eurozona, Italia y
España están ahora en riesgo de perder acceso al
mercado, y en la actualidad las presiones financieras sobre
Francia también van en aumento. Sin embargo, Italia y
España son países demasiado grandes para quebrar y
demasiado grandes para ser rescatados. Por el momento, el Banco
Central Europeo comprará algunos de sus bonos como un
puente con el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera
(EFSF, por el nombre en inglés) de la eurozona. Sin
embargo, si Italia y/o España pierden su acceso al
mercado, los € 440 mil millones ($ 627 mil millones) del
arca de guerra del EFSF podrían agotarse hasta finales de
este año o principios del año 2012.

En ese momento, a menos que se
tripliquen los fondos del EFSF -una medida a la que se
opondría Alemania- la única opción que
quedaría sería una reestructuración ordenada
pero coercitiva de la deuda italiana y española, tal como
ha ocurrido en Grecia. La reestructuración coercitiva de
la deuda no garantizada de los bancos insolventes sería el
siguiente paso. Por esta razón, aunque apenas ha empezado
el proceso de desapalancamiento, se harán necesarias
las reducciones de deuda si los países no pueden crecer o
ahorrar o agrandarse por cuenta propia para salir de sus
problemas de deuda.

Parece que Karl Max estuvo
parcialmente en lo correcto al argumentar que la
globalización, la intermediación financiera fuera
de control, y la redistribución del ingreso y la riqueza
de los trabajadores en beneficio del capital podría llevar
al capitalismo a su autodestrucción (sin embargo se
demostró que su idea de que el socialismo da mejores
resultados fue errónea).
Las empresas están
recortando puestos de trabajo porque no hay suficiente demanda
final. Sin embargo, al recortar puestos de trabajo se reduce el
ingreso de los trabajadores, se aumenta la desigualdad y se
reduce la demanda final.

Las protestas populares recientes, que se extienden
desde el Medio Oriente hasta Israel y el Reino Unido, y la
creciente ira popular en China -y que más temprano que
tarde llegarán a otras economías avanzadas y
mercados emergentes- son todas impulsadas ??por los mismos
problemas y tensiones: creciente desigualdad, pobreza, desempleo,
y desesperanza. Incluso las clases medias del mundo están
sintiendo la presión de la caída de ingresos y
oportunidades.

Para permitir que las economías orientadas al
mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que
retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la
provisión de bienes públicos. Esto significa
alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y
economía vudú como del modelo europeo continental
de los estados de bienestar impulsados por el déficit.
Ambos modelos están resquebrajados.

El equilibrio adecuado hoy en
día exige la creación de puestos de trabajo de
manera parcial a través de estímulos fiscales
adicionales dirigidos a las inversiones en infraestructura
productiva. También requiere de impuestos más
progresivos; más cantidad de estímulos fiscales a
corto plazo junto con disciplina fiscal de mediano y largo plazo;
de apoyo de préstamos de última instancia por parte
de las autoridades monetarias a fin de prevenir corridas
bancarias destructivas; de reducción de la carga
crediticia de los hogares insolventes y de otros agentes
económicos que atraviesan dificultades económicas;
de supervisión y regulación más estricta de
un sistema financiero que está fuera de control; y de
fraccionamiento de los bancos que son demasiado grandes para
quebrar y de los fondos de inversión
oligopolísticos.

Con el tiempo, las economías avanzadas
tendrán que invertir en capital humano,
capacitación y redes de seguridad social para aumentar la
productividad y permitir que los trabajadores compitan, sean
flexibles y prosperen en una economía globalizada. La
alternativa es -igual que en la década de 1930-
interminable estancamiento, depresión, guerras cambiarias
y de balanza comercial, controles de capital, crisis financiera,
insolvencias soberanas, y masiva inestabilidad política y
social.

(Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global
Economics, profesor en la Escuela Stern de Administración
de Empresas de la Universidad de Nueva York y coautor del libro
Crisis Economics (Cómo salimos de ésta, Ediciones
Destino, Barcelona, 2010). Copyright: Project Syndicate,
2011)

Karl Marx tenía razón (BBCMundo –
11/9/11)

Karl Marx pudo haberse equivocado con el comunismo pero,
en lo que se refiere al capitalismo, mucho de lo que dijo
resultó ser correcto, como señala el
filósofo John Gray, quien escribió este
artículo para la BBC.

Como efecto secundario de la crisis
financiera, más y más gente está
dándose cuenta de que Karl Marx estaba en lo
cierto.

El gran filósofo alemán
del siglo XIX, economista y revolucionario, pensaba que el
capitalismo era radicalmente inestable.

Tenía incorporada la tendencia de
producir auges y colapsos cada vez más grandes y profundos
y, a largo plazo, estaba destinado a destruirse a sí
mismo.

A Marx le complacía esa característica:
estaba seguro de que habría una revolución popular,
la cual engendraría un sistema comunista que sería
más productivo y mucho más humano.

Marx erró en lo que se refiere al comunismo. Pero
su percepción de la revolución del capitalismo fue
proféticamente acertada.

No fue sólo sobre el hecho de que
en ese sistema la inestabilidad era endémica, aunque en
ese respecto fue más perspicaz que la mayoría de
los economistas de su época y de la actualidad.

A un nivel más profundo, Marx
entendió cómo el capitalismo destruye su propia
base social: la forma de vida de la clase media.

La terminología marxista de burgueses y
proletariado suena arcaica.

Pero cuando argumentó que el capitalismo
hundiría a la clase media en algo parecido a la existencia
precaria de los angustiados trabajadores de su época, Marx
anticipó un cambio en la manera en la que vivimos que
apenas ahora estamos teniendo que afrontar.

Destrucción creativa

Para Marx, el capitalismo era la teoría
económica más revolucionaria de la historia, y no
hay duda que difiere radicalmente de los sistemas
previos.

Las culturas de los cazadores-recolectores persistieron
con su forma de vida por miles de años, las esclavistas
por casi el mismo tiempo y las feudales por muchos siglos. En
contraste, el capitalismo transforma todo lo que toca.

No son sólo las marcas las que cambian
constantemente. Compañías e industrias se crean y
se destruyen en una corriente incesante de innovación,
mientras que las relaciones humanas se disuelven y reinventan en
formas novedosas.

El capitalismo ha sido descrito como un
proceso de destrucción creativa, y nadie puede negar que
haya sido prodigiosamente productivo.

Prácticamente todos los que viven
en países como el Reino Unido hoy en día reciben
ingresos reales más altos de los que habrían
recibido si el capitalismo no hubiera existido nunca.

El problema es que entre las cosas que
se han destruido en el proceso está la forma de vida de la
que, en el pasado, había dependido el
capitalismo.

La promesa…

Los defensores del capitalismo
argumentan que le ofrece a todos los beneficios que en la
época de Marx sólo tenían los burgueses, la
clase media asentada que poseía capital y tenía un
nivel razonable de seguridad y libertad durante su
vida.

En el capitalismo del siglo XIX, la
mayoría de la gente no tenía nada. Vivían de
vender su labor y cuando los mercados se debilitaban, enfrentaban
dificultades.

Pero a medida que el capitalismo
evolucionó -dicen sus defensores-, un número mayor
de personas se beneficiaron.

Carreras satisfactorias dejaron de ser
la prerrogativa de unos pocos. La gente dejó de tener
dificultades todos los meses por vivir de un salario inseguro.
Las personas estaban protegidas por sus ahorros, la casa que
poseían y una pensión decente, así que
podían planear sus vidas sin temor.

Con la expansión de la democracia
y la riqueza, nadie se iba a quedar sin una vida burguesa. Todos
podían ser clase media.

La realidad

De hecho, en el Reino Unido, Estados
Unidos y muchos otros países desarrollados, durante los
últimos 20 a 30 años ha ocurrido lo
opuesto.

No existe la seguridad laboral, muchas
de las profesiones y oficios del pasado desaparecieron y carreras
que duran toda la vida no son mucho más que un
recuerdo.

Si la gente posee alguna riqueza,
está en sus casas, pero los precios de la propiedad
raíz no siempre aumentan. Cuando el crédito es
restringido, como ahora, pueden quedarse estancados por
años. Una menguante minoría puede seguir contando
con una pensión con la cual vivir cómodamente y
pocos cuentan con ahorros significativos.

Más y más gente vive al
día, con muy poca idea sobre qué traerá el
futuro.

La clase media solía pensar que
sus vidas se desenvolverían en una progresión
ordenada, pero ya no es posible considerar a la vida como una
sucesión de niveles en los que cada escalón
está más arriba que el anterior.

En el proceso de creación
destructiva, la escalera desapareció y para cada vez
más personas, ser de clase media ya no es siquiera una
aspiración.

Ganancia negativa

A medida que el capitalismo ha ido
avanzado, ha llevado a la mayoría de la gente a una nueva
versión de la precaria existencia del proletariado del que
hablaba Marx.

Los salarios son más altos y, en
algunos lugares, en cierto grado hay un colchón contra los
sacudones gracias a lo que queda del Estado de
bienestar.

Pero tenemos poco control efectivo sobre
el curso de nuestras vidas y las medidas tomadas para lidiar con
la crisis financiera han profundizado la incertidumbre en la que
tenemos que vivir.

Tasas de interés del 0%
conjugadas con el alza de precios implica que uno recibe
beneficios negativos por su dinero y produce la erosión
del capital.

La situación para muchos
jóvenes es aún peor. Para poder adquirir las
habilidades indispensables para conseguir empleo, hay que
endeudarse. Y como en cierto momento hay que volverse a entrenar,
hay que ahorrar, pero si uno empieza endeudado, eso es lo
último que podrá hacer.

Cualquiera que sea la edad, la
perspectiva de la mayoría de la gente hoy en día es
una vida entera de inseguridad.

Quienes se arriesgan

Al mismo tiempo que ha despojado a la
gente de la seguridad de la vida burguesa, el capitalismo
volvió obsoleto al tipo de persona que disfrutaba de la
vida burguesa.

En los '80s se habló mucho de los
valores victorianos, y los promotores del mercado libre
solían asegurar que éste reviviría las
virtudes del pasado.

Pero el hecho es que el mercado libre
socava las virtudes que mantienen el estilo de vida
burgués.

Cuando los ahorros se están
desvaneciendo, ser cauteloso puede llevar a la ruina. Es la
persona que pide grandes préstamos y que no le tiene miedo
a declararse en bancarrota la que sobrevive y
prospera.

Cuando el mercado laboral es
volátil, no son aquellos que cumplen cabalmente con las
obligaciones de su trabajo quienes tienen éxito, sino los
que siempre están listos a intentar algo nuevo que
aparenta ser más prometedor.

En una sociedad que está siendo
transformada continuamente por las fuerzas del mercado, los
valores tradicionales son disfuncionales y quien quiera vivir de
acuerdo a ellos está en riesgo de terminar en la caneca de
la basura.

Se desvaneció en el aire

Examinando un futuro en el que el mercado permea todas
las esquinas de la vida, Marx escribió en el Manifiesto
Comunista: "todo lo que es sólido se desvanece en el
aire". Para alguien que vivió en la Inglaterra victoriana
temprana -el Manifiesto fue publicado en 1848- era una
observación asombrosamente visionaria.

En esa época, nada parecía más
sólido que la sociedad en cuyos márgenes
vivía Marx.

Un siglo y medio más tarde,
vivimos en el mundo que él anticipó, en el cual la
vida de todos es experimental y provisional, y la ruina
súbita puede llegar en cualquier momento.

Un pequeño puñado de gente
ha acumulado vastas riquezas pero incluso eso tiene una cualidad
de evanescente, casi fantasmal.

En los tiempos victorianos, los verdaderamente ricos
podían darse el lujo de relajarse, si eran conservadores a
la hora de invertir su dinero. Cuando los héroes de las
novelas de Dickens finalmente reciben su herencia, no vuelven a
hacer nada jamás.

Hoy en día, no existe un remanso
de seguridad. Los giros del mercado son tales que nadie puede
saber qué mantendrá su valor, ni siquiera dentro de
unos pocos años.

No fue el mayordomo

Este estado de alteración perpetua es la
revolución permanente del capitalismo y yo pienso que nos
acompañará en cualquier futuro imaginable
realísticamente.

Estamos apenas a mitad de camino de una crisis
financiera que pondrá muchas cosas de cabeza.

Monedas y gobiernos probablemente caerán, junto
con partes del sistema financiero que creíamos
seguro.

No se ha lidiado con los riesgos que amenazaban con
congelar a la economía mundial hace apenas tres
años. Lo único que se ha hecho es obligar a los
Estados a asumirlos.

No importa qué digan los
políticos sobre la necesidad de frenar el déficit,
deudas de la magnitud de las que se han incurrido no pueden ser
pagadas. Es casi seguro que lo que harán es manejarlas
recurriendo a la inflación, un proceso que está
abocado a ser muy doloroso y empobrecedor para
muchos.

El resultado sólo puede ser más
agitación política, a una escala aún
mayor.

Pero no será el final del mundo, ni siquiera del
capitalismo. Pase lo que pase, vamos a seguir teniendo que
aprender a vivir con la energía errática que el
mercado emanó.

El capitalismo llevó a una
revolución pero no la que Marx esperaba. El exaltado
pensador alemán odiaba la vida burguesa y pensó en
el comunismo para destruirla.

Tal como predijo, el mundo
burgués ha sido destruido.

Pero no fue el comunismo el que
cometió el acto.

Fue el capitalismo el que mató a
la burguesía.

"Dios mío, ¿qué hemos
hecho?"

"El economista Jeffrey Sachs ataca en un
artículo en el Financial Times a la clase política
europea y estadounidense, y les acusa de tener una fallida
estrategia económica y una ausencia de liderazgo que han
provocado el colapso de la confianza del mercado en sus
economías. El problema es que no han sabido diagnosticar
el verdadero problema al que se enfrentan: la
globalización"…
Occidente fracasa frente a la
globalización: no hay estrategia ni liderazgo (El
Economista – 18/8/11)

El economista, director del proyecto Milenio de Naciones
Unidas, comienza dejando claro que no hay que culpar a las
agencias de calificación, ya que "los gobiernos en Europa
y América han sido incapaces de afrontar las realidades de
los mercados globales de capital y la competencia de Asia", por
lo que se merecen la mayor parte de los reproches.

Además, para salir de esta situación hace
falta mostrar al público una solución "valiente,
técnicamente sólida y basada en valores sociales",
y según Sachs, los líderes transatlánticos
han fallado en todos los sentidos.

Sachs analiza el problema que ha supuesto la
globalización para las economías desarrolladas.
Recuerda que los empleos de baja cualificación en
fábricas y las nuevas inversiones en amplias parcelas de
la industria han sido perdidos por culpa de la competición
internacional. Este empleo sólo se pudo mantener en la
década pasada gracias una burbuja inmobiliaria basada en
bajos tipos de interés y en la desregulación, hasta
que colapsó.

En sentido critica que tanto las autoridades europeas
como estadounidenses "han virado entre paquetes de
estímulo dirigidos al consumo, un callejón sin
salida, y la austeridad sin ninguna visión sobre la
inversión". Y es que según él, el camino de
la recuperación no se debe basar en una nueva burbuja
inmobiliaria, sino en una mejora de las capacidades, una mejora
de las exportaciones y en inversiones públicas en
infraestructuras y energías sin carbón.

Pero las críticas de Sachs no se dirigen
sólo a la incapacidad de crear empleo, si no en el fracaso
para responder a los valores sociales. Eso sí, asegura que
esto no implica tener grandes déficits, ya que las deudas
públicas ya son demasiado grandes a ambos lados del
Atlántico. "Lo que implica es un equilibrio completamente
diferente entre los recortes sociales y las subidas de impuestos
a los ricos".

Es un hecho que la globalización ha supuesto no
sólo un golpe duro para los menos cualificados, si no que
ha provocado una bonanza para los súper-ricos, ya que han
sido capaces de invertir en proyectos muy rentables en
economías emergentes.

En este sentido, Sachs recuerda las palabras de Warren
Buffett de mediados de agosto (2011), y asegura que los
más ricos han sido capaces de convencer a sus gobiernos de
que les recorten impuestos en el nombre de la competitividad. "Al
final, los más pobres son doblemente golpeados, primero
por las fuerzas de los mercados globales y después por la
capacidad de los ricos para pagar impuestos más bajos
alrededor del mundo".

¿Cómo debe ser la estrategia
económica de salida?

En este punto, pide una mejora del sistema fiscal, que
debería basarse en tres realidades. Primero, se
debería incrementar la inversión en capital humano
e infraestructuras. Segundo, se debería recortar el gasto
superfluo, como por ejemplo en las guerras de Iraq,
Afganistán y Yemen. Tercero, se deberían equilibrar
los presupuestos a medio plazo, y en gran parte este equilibrio
debería venir de incrementos de impuestos a los ricos y a
los beneficios empresariales internacionales que se esconden en
paraísos fiscales.

El economista aclara que las inversiones en
infraestructuras no tienen necesariamente que incrementar los
déficits si los nuevos proyectos se pagan por sí
mismos, como en el caso de puestos, que pueden generar ingresos
con futuros peajes, y que con las normas de contabilidad no
cuentan como deuda financiera neta.

Además, dentro de su estrategia para salir de la
crisis, pide que la recuperación se base en las
exportaciones. Sachs asegura que parte de esto se debe conseguir
con mejores cualificaciones y tecnologías, lo que es otra
razón para no hacer recortes en educación. Pero
además cree que la política fiscal también
puede ayudar en este sentido: pone el ejemplo de los proyectos de
China en África, con sus préstamos a países
para que financien infraestructuras desarrolladas por empresas
chinas.

La última pieza que falta para cualquier
recuperación, "es la claridad de intenciones de la clase
política". Así, critica con fuerza la
supeditación de una respuesta coherente de la Unión
Europea a las elecciones regionales alemanas o a partidos
minoritarios finlandeses. También lanza un dardo al BCE:
"ha estado tan dividido que también ha abandonado algunas
de sus funciones fundamentales como la de estabilizar unos
mercados en estado de pánico". Sachs culmina asegurando
que no hay manera de que el euro sobreviva si las instituciones
europeas continúan tan débiles, lentas y
divididas.

EEUU tampoco se libra de las críticas y asegura
que se ha convertido en una mezcolanza de intereses sectoriales,
regionales y de clase. "Barack Obama es el increíble
líder menguante, esperando a ver si le llaman los
poderosos barones del Congreso". Además, asegura que el
país no puede prosperar si sus políticos van con el
sombrero en la mano de los intereses creados que financian sus
campañas interminables.

El economista mantiene que las recientes turbulencias en
los mercados (agosto 2011) y el estancamiento de Europa y Estados
Unidos reflejan estos defectos fundamentales. "No hay estrategia
de crecimiento, sólo la esperanza que los asustados y
endeudados consumidores volverán a comprar casas que no
necesitan y que no pueden permitirse".

"Snippet" de verano (agosto europeo)

Algo en lo que creer (¿volver a crecer o morir
al borde del futuro?)

(Desde la Europa de los náufragos: la deuda y
la vida)

No te duermas, sobre todo no te
duermas

(Enero 2011) La economía es enteramente un asunto
de demanda y oferta. Las dos están equilibradas y, si no,
unas fuerzas potentes las impulsan para que lo estén,
pero, en vista de los altos y persistentes niveles de desempleo
ahora existentes en los Estados Unidos, es necesario preguntarse
por la naturaleza real del problema: ¿es demasiado baja la
demanda agregada o hay problemas con la oferta? (sic).

(Febrero 2011) Para que la evolución de los
salarios sea compatible con la competitividad de la
economía ha de guardarse la vinculación con la
productividad laboral, como bien propugna el plan Merkel. En
economías con un paro laboral elevado, como la
española, la productividad aparente es superior a la real,
lo que reduce el margen disponible para subidas salariales
económicamente sostenibles. La estructura de los salarios
debe reflejar adecuadamente las diferencias de la productividad
entre las regiones y los sectores y entre las cualificaciones
profesionales, como las hay en todas las economías. Un
convenio colectivo a nivel nacional es todo menos favorable a
efectos de competitividad. En ningún caso es recomendable
que se mantenga una indexación automática de los
salarios respecto a la inflación, ya sea directamente,
como en Bélgica o Luxemburgo, ya sea indirectamente como
en España mediante las cláusulas de salvaguarda,
incluidas en la gran mayoría de los convenios colectivos.
A juzgar por la evidencia empírica disponible, la
indexación salarial debilita la posición
competitiva de las empresas, en vez de reforzarla
(sic).

(Febrero 2011) Con la excepción de lo que parece
ser un esfuerzo encubierto para forzar a los países de la
UE a aumentar los impuestos sobre sociedades, el Pacto de
Competitividad no tiene nada ostensiblemente irrazonable.
Aumentar la edad de la jubilación a los 67 años,
abolir la indexación de los sueldos y obligar a los
países a consagrar en sus constituciones nacionales un
mecanismo de freno de la deuda son medidas razonables para
mejorar la competitividad y restablecer la confianza en el euro
(sic).

(Marzo 2011) La competitividad se ha convertido en una
de las palabras económicas de moda en nuestros tiempos.
Barack Obama la pregonó a los cuatro vientos durante su
discurso sobre el Estado de la Unión en enero, y los
líderes europeos desde el conservador David Cameron en
Gran Bretaña hasta el socialista José Luis Zapatero
en España y el nuevo ministro de Economía de
Japón Kaoru Yosano la abrazaron como una prioridad. Ahora
bien, ¿qué tipo de competitividad tienen en
mente?… Ahora sabemos que la desregulación del mercado
laboral no asegura una resiliencia económica y una
rápida creación de empleos. Por el contrario, la
mejor solución probablemente sea una diversidad de
contratos laborales. Una cierta dosis de rigidez del mercado
laboral puede tener sentido económico para aquellos
empleos que requieren capacidades y capacitación
específicas vinculadas a la empresa, junto con una mayor
flexibilidad para los empleos que requieren menos capacidades
(sic).

(Marzo 2011) Para que un sistema global abierto
sobreviva en un mundo en el que los Estados nación son los
principales encargados de la toma de decisiones, será
necesario administrarlo y guiarlo no sólo para que logre
la eficiencia y la estabilidad (por importantes que sean estos
objetivos), sino también para que garantice que sus
beneficios se distribuyan de manera equitativa entre los
países y dentro de ellos. Si el empleo en los
países avanzados, como los Estados Unidos, logra una
recuperación firme junto con el crecimiento, será
más fácil obtener apoyo político para una
economía global abierta. Pero, en vista de las tendencias
adversas en el sector comercializable y del agotamiento del
sector no comercializable como fuente de creación de
empleos, el escenario más probable es que el desempleo
siga siendo pertinazmente elevado a pesar de un regreso al
crecimiento normal. En ese caso, las posturas políticas se
dividirán y se polarizarán y aumentará la
inclinación por las "soluciones" proteccionistas, lo que
pondrá en peligro la apertura económica global. No
es buena idea suponer que los mercados solucionarán por
sí solos estos problemas de distribución; la
evolución de la estructura y de la distribución del
ingreso es en gran medida el resultado de los incentivos del
mercado. Todos los países, los avanzados y los emergentes,
deben abordar cuestiones de inclusión, distribución
y equidad como parte central de sus estrategias de crecimiento y
desarrollo (sic).

(Abril 2011) El denominado "consenso de Washington", que
orientó la política económica de
países en vías de desarrollo durante décadas
"ya es historia". Los efectos de la crisis han sido tan
devastadores que todo lo que ha defendido el Fondo Monetario
Internacional durante los últimos 20 años ha dado
un vuelco, según ha denunciado hoy el director gerente del
FMI, Dominique Strauss-Kahn.

(Abril 2011) "Quién te ha visto y quién te
ve" pensarán algunos del cambio que estamos viendo en el
FMI. No sabemos si es fruto de la insostenibilidad de las viejas
recetas o de la conciencia, esa que dice que algo malo pasa
cuando los incentivos no se ponen al servicio de crear algo mejor
en este mundo. Y es que no vamos a negar que para muchas
personas, e independientemente de su ideología
económica y política, este organismo internacional
no ha conseguido solucionar todo lo bien que debería su
cometido. De hecho la crisis que atravesamos es la más
grave desde su creación allá por los años
cuarenta en el período final de la destructiva Segunda
Guerra Mundial y está directamente relacionada con algunos
de sus ámbitos de actuación, por lo que
podríamos dar rienda suelta a la crítica. No
obstante han sido tantos los errores, tantas las conductas
"grises" de muchos, que el FMI no deja de ser un velero en medio
de un tsunami"… Un ejemplo claro son las directrices que el
organismo ha lanzado el 5/4 para controlar los flujos de capital
por parte de los gobiernos, algo otrora impensable y en donde se
ha posicionado en contra durante casi setenta años. Lo
comenta el FT:

The guidelines -which are not yet official Fund policy-,
say that countries can control capital inflows when their
currency is not undervalued, when they already have enough
foreign exchange reserves, and when they are unable to use
monetary or fiscal policy instead.

Los flujos internacionales pueden ser muy beneficiosos y
en muchos casos lo son, llevan fondos de donde hay excedentes a
donde son necesarios, si se invierten bien crearán
prosperidad y todo el mundo saldrá ganando. En caso
contrario, si el país receptor no consigue la rentabilidad
necesaria para pagar lo que debe, empezarán los problemas
¿Pero han tenido la oportunidad y de eso se trata, no? Esa
idea era la mayoritaria y por tanto existía una voz
oficialista que defendía la libertad de flujos como
positiva y justa, voz que defendían entre otros organismos
como el FMI (sic).

(Abril 2011) La aplicación de recetas
mágicas para controlar los ciclos, defendida por los
expertos hasta 2007, se ha revelado inútil en la actual
crisis.

(Junio 2011) Una idea errónea de lo que impulsa
el crecimiento económico se ha convertido en la amenaza
más grave para la recuperación en Europa. Los
políticos europeos están obsesionados con la
"competitividad" nacional y parecen pensar realmente que la
prosperidad es sinónimo de superávits comerciales.
Esto explica en gran medida por qué se cita habitualmente
a Alemania como ejemplo de una economía sólida y
"competitiva"… En pocas palabras, reducir la
proporción del ingreso nacional correspondiente a los
salarios, aceptar un aumento importante de la desigualdad y
estimular el aumento de la proporción del ingreso nacional
correspondiente a las ganancias corporativas no es manera de
lograr un crecimiento económico sostenible. Pero eso es
precisamente lo que sucede cuando los gobiernos creen que la
salvación económica radica en ganar una
participación creciente de los mercados de
exportación (sic).

(Julio 2011) ¿Qué hacemos pues? No hay
tiempo para fatalismos ni para programas políticos
tradicionales. La ironía capital de la crisis
económica es que aunque provocada por un exceso de
confianza, un endeudamiento y un préstamo relajados, y un
gasto importante, sólo se resolverá mediante
mejoras paulatinas de la confianza, el endeudamiento y el
préstamo, y el gasto (sic).

(Julio 2011) El crecimiento económico engrasa las
interacciones políticas. Sin crecimiento económico,
estamos en un mundo de suma cero, en el que lo que yo gano es lo
que tú pierdes. El compromiso en tal mundo es muy
difícil, y los conflictos son recurrentes y cada vez
más violentos. Esta falta de crecimiento está
detrás, en mi opinión, de los crecientes problemas
de reparto en la EEUU, en la UE, y de los de nuestro estado de
las autonomías (sic).

(Julio 2011) Tan sólo unos años
atrás, una poderosa ideología -la creencia en los
mercados libres y sin restricciones- llevó al mundo al
borde de la ruina. Incluso en sus días de apogeo, desde
principios de los años ochenta hasta el año 2007,
el capitalismo desregulado al estilo estadounidense trajo mayor
bienestar material sólo para los más ricos en el
país más rico del mundo. De hecho, a lo largo de
los 30 años de ascenso de esta ideología, la
mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos
declinaban o se estancaban año tras año. Es
más, el crecimiento de la producción en los Estados
Unidos no fue económicamente sostenible. Con tanto del
ingreso nacional de los EEUU yendo destinado para tan pocos, el
crecimiento sólo podía continuar a través
del consumo financiado por una creciente acumulación de la
deuda… Lamentablemente, los mercados financieros y los
economistas de derecha han entendido el problema exactamente al
revés: ellos creen que la austeridad produce confianza, y
que la confianza produce crecimiento. Pero la austeridad socava
el crecimiento, empeorando la situación fiscal del
gobierno, o al menos produciendo menos mejoras que las prometidas
por los promotores de la austeridad. En ambos casos, se socava la
confianza y una espiral descendente se pone en marcha
(sic).

(Agosto 2011) El equilibrio adecuado hoy en día
exige la creación de puestos de trabajo de manera parcial
a través de estímulos fiscales adicionales
dirigidos a las inversiones en infraestructura productiva.
También requiere de impuestos más progresivos;
más cantidad de estímulos fiscales a corto plazo
junto con disciplina fiscal de mediano y largo plazo; de apoyo de
préstamos de última instancia por parte de las
autoridades monetarias a fin de prevenir corridas bancarias
destructivas; de reducción de la carga crediticia de los
hogares insolventes y de otros agentes económicos que
atraviesan dificultades económicas; de supervisión
y regulación más estricta de un sistema financiero
que está fuera de control; y de fraccionamiento de los
bancos que son demasiado grandes para quebrar y de los fondos de
inversión oligopolísticos (sic).

(Septiembre 2011) Muchos estadounidenses creen que las
importaciones chinas de bajo precio aniquilan empleos fabriles en
Estados Unidos. La mayoría de los economistas dicen que
los beneficios del comercio superan por mucho sus
costos.

(Septiembre 2011) A medida que la economía
estadounidense continúa chisporroteando tres años
después de que erupcionó la crisis financiera
global, algo va quedando en claro: los Estados Unidos no puede
generar mayores tasas de crecimiento del PIB y del empleo sin que
exista un cambio en la mezcla de los componentes de la
economía domésticos y aquellos orientados a la
exportación. Por encima de todo, esto requerirá de
un cambio estructural y de mayor competitividad en un sector
transable ampliado (sic).

(Septiembre 2011) Los líderes mundiales parecen
estar prisioneros de los intereses financieros y de sus socios,
medios de prensa, ideólogos y magnates con suficiente
influencia política para asegurarse más rentas con
menos pago de impuestos: difícilmente pueda haber un
círculo más vicioso. De hecho, el peor peligro que
se nos presenta ahora no es ni la deuda pública ni la
inflación, sino que se produzca una espiral
económica descendente cada vez más difícil
de revertir (sic).

(Septiembre 2011) No se ha lidiado con los riesgos que
amenazaban con congelar a la economía mundial hace apenas
tres años. Lo único que se ha hecho es obligar a
los Estados a asumirlos… No importa qué digan los
políticos sobre la necesidad de frenar el déficit,
deudas de la magnitud de las que se han incurrido no pueden ser
pagadas. Es casi seguro que lo que harán es manejarlas
recurriendo a la inflación, un proceso que está
abocado a ser muy doloroso y empobrecedor para muchos.

(Septiembre 2011) El economista Jeffrey Sachs ataca en
un artículo en el Financial Times a la clase
política europea y estadounidense, y les acusa de tener
una fallida estrategia económica y una ausencia de
liderazgo que han provocado el colapso de la confianza del
mercado en sus economías. El problema es que no han sabido
diagnosticar el verdadero problema al que se enfrentan: la
globalización.

(Octubre 2011) La iniciativa de la UE pretende promover
inversiones por valor de 700.000 millones en transporte y
energía y 330.000 en tecnología, en plena
sequía del crédito a las empresas.

(Octubre 2011) A pesar de todos los aplausos al
último acuerdo de Europa sobre la crisis de deuda,
aumentan las preocupaciones de que no tenga éxito sin un
mayor crecimiento económico.

(Noviembre 2011) Cuando les pedimos a los
políticos que expliquen estos lamentables resultados,
responden al unísono: "Esto no ocurre por culpa nuestra".
La recuperación, canta el estribillo, se ha "descarrilado"
por la crisis de la eurozona. Pero esto se dice para marear a la
perdiz. La crisis de la eurozona no descarriló la
recuperación; esta crisis es el resultado de una falta de
recuperación. Es el resultado natural y predecible, y (por
muchos) pronosticado de la política deliberada de los
principales países europeos para reprimir la demanda
agregada (sic).

(Diciembre 2011) Los gobiernos de varios países
desarrollados deberían considerar crear impuestos que
graven el patrimonio y los bienes inmuebles, o incrementar los ya
existentes, en el marco del conjunto de medidas pensadas para
detener y revertir la creciente desigualdad de rentas, dijo el
5/12 la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico.

Algo en lo que creer (buscando otro destino
posible)

Como decía Keynes: "cuando se supera lo previsto,
ocurre lo imprevisto". Plagiando a Keynes: "en el largo plazo
todos muertos"… sin crecimiento estamos todos
muertos.

Austeridad… crecimiento… ¿y la
eficiencia?… ¿a quién interesa? tanto del sector
privado (bancos, empresas…), como el sector público
(gobiernos, autonomías, ayuntamientos, empresas
públicas…)… al final, siempre se "jode" el
contribuyente.

Poner límites al gasto no significa dar por
buenos todos los remedios del curandero (sospechoso de
parcialidad, connivencia y complicidad).

El ajuste infinito nos lleva a una recesión de
profundidad incalculable. Esta política como única
opción viene impuesta desde los mismos centros de
decisión en los que se gestó la crisis. La
única manera de reducir la deuda de un país (que no
sea mediante una moratoria) es conseguir que su economía
crezca.

La "austeridad expansionista" es una falacia, como lo es
la "economía de la filtración", como lo fue el
"conservadurismo compasivo".

Se cree que tal reducción del déficit
permitirá que el gobierno pida prestado dinero con costos
menores de los que pudiera de otra forma conseguir, esto,
consecuentemente, reduce las tasas de interés para los
prestatarios privados, lo que a su vez debe impulsar la actividad
económica. De esta forma se llega a la conclusión
que la consolidación fiscal es el gran y soberbio camino a
la recuperación económica.

Esta doctrina, que es la doctrina oficial de los
países más desarrollados en la actualidad, contiene
al menos cinco falacias importantes (en opinión de Robert
Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores
británica, profesor emérito de Economía
Política en la Universidad Warwick), que pasan
desapercibidas debido a que la narrativa es muy
plausible

En primer lugar, los gobiernos, a diferencia de los
particulares, no tienen que "pagar" sus deudas.

En segundo lugar, reducir deliberadamente el
déficit no es el mejor camino para que un gobierno
equilibre sus libros de contabilidad.

En tercer lugar, la deuda nacional no es una carga neta
de las generaciones futuras.

En cuarto lugar, no hay ninguna conexión entre el
tamaño de la deuda nacional y el precio que el gobierno
debe pagar para financiarla.

Por último, los bajos costos de los
préstamos para los gobiernos no reducen
automáticamente el costo del capital para el sector
privado.

No es un tema de flexibilización del mercado de
trabajo lo que ayuda a la contratación, sino que las
empresas contratarían más trabajadores si no
hubiera tanta "incertidumbre". La liberalización del
mercado de trabajo es a veces aprovechada para recortar sueldos,
y esta política sólo agrava el problema en un
contexto de crisis, ya que las personas no consumen.

Respecto a la flexibilidad laboral, Joseph Stiglitz
(18/1/12) pone como ejemplo a EEUU, que con un mercado de trabajo
desregulado "no resolvió el problema de esta crisis" y, de
hecho, funcionó "peor durante la recesión que
Alemania y otros países con más protección
social".

El reputado economista, Premio Nobel de Economía
en 2001, considera recomendable que Europa mejore la flexibilidad
laboral, pero alerta de sus efectos perniciosos si se utiliza
para bajar salarios.

Temas para la reflexión (y el cambio)

El colapso económico mundial de 2007-2008
desacreditó la economía de las "expectativas
racionales" (a pesar de que sus "sumos sacerdotes" aún no
lo reconocen) y trajo a Keynes y Hayek nuevamente a una contienda
póstuma. Los problemas no han cambiado mucho desde que
iniciaran su discusión en la Gran Depresión de la
década de 1930. ¿Qué causa el colapso de las
economías de mercado? ¿Cuál es la respuesta
correcta a un colapso? ¿Cuál es la mejor manera de
evitar colapsos futuros?

1. La idea de que los mercados se autorregulan
recibió un golpe mortal en la reciente crisis financiera y
se la debería enterrar de una vez por todas. Los mercados
requieren que otras instituciones sociales los
respalden.

2. Para el futuro previsible, la gobernancia
democrática quizá se organice básicamente
dentro de comunidades políticas nacionales. El estado
nacional vive, si no del todo bien, y sigue siendo esencialmente
la mejor alternativa. La búsqueda de gobernancia global es
algo absurdo.

3. Prosperidad pluralista. Reconocer que la
infraestructura institucional medular de la economía
global debe construirse a nivel nacional libera a los
países para desarrollar las instituciones que más
les convienen.

4. Los países tienen derecho a proteger sus
propias regulaciones e instituciones. Los principios previos
pueden parecer inocuos. Pero conllevan fuertes implicancias que
chocan con la opinión general de los defensores de la
globalización.

5. Los países no tienen derecho a imponerles sus
instituciones a los demás. Utilizar restricciones al
comercio o a las finanzas transfronterizos para defender valores
y regulaciones en casa es muy diferente de usarlas para imponer
esos valores y regulaciones a otros países. Las reglas de
la globalización no deberían obligar a
norteamericanos o europeos a consumir bienes que son producidos
con métodos que la mayoría de los ciudadanos en
esos países consideran inaceptables.

6. Los acuerdos económicos internacionales deben
establecer reglas para administrar la interacción entre
instituciones nacionales. Basarse en los estados nacionales para
que proporcionen las funciones de gobernancia esenciales de la
economía mundial no implica que debamos abandonar las
reglas internacionales.

7. Los países no democráticos no pueden
contar con los mismos derechos y privilegios en el orden
económico internacional que las democracias.

Dice Dani Rodrik (profesor de Economía
Política en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la
Universidad de Harvard y autor de One Economics, Many Recipes:
Globalization, Institutions, and Economic Growth), que estos son
los principios que los arquitectos del próximo orden
económico global deberían aceptar. Más
importante aún, deberían comprender la
máxima paradoja que cada uno de estos principios resalta:
la globalización funciona mejor cuando no se la empuja
demasiado lejos…

Por lo tanto, deberíamos aceptar que los
países puedan propugnar reglas nacionales
-políticas fiscales, regulaciones financieras, normas
laborales o leyes de salud y seguridad de los consumidores- y que
puedan hacerlo levantando barreras en la frontera si fuera
necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las
prácticas domésticas que cuentan con un amplio
respaldo popular. Si los impulsores de la globalización
tienen razón, el clamor por protección no
cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están
equivocados, habrá una válvula de seguridad
destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de
economías abiertas frente a los réditos derivados
de implementar regulaciones domésticas- sean escuchados de
manera apropiada en los debates públicos.

Nunca se debe pensar que un aumento de las desigualdades
sociales es el precio inevitable del crecimiento acelerado, y no
se debe considerar que las condiciones más igualitarias en
materia de educación, salud y género, sean reformas
de "segunda etapa". Una estrategia de desarrollo que promueva
primero el crecimiento y después se ocupe de la miseria no
es sostenible. Las políticas orientadas a lograr una
redistribución más eficiente no tienen por
qué obstaculizar el crecimiento en sí.

La teoría de la ventaja comparativa, planteada
dos siglos atrás por el economista británico David
Ricardo, postula que los países prosperan
concentrándose en lo que hacen mejor y comerciando con
otros países que tienen fortalezas diferentes. Pero en
medio del aumento pronunciado en las importaciones baratas en la
última década, algunos economistas prominentes han
puesto en entredicho ese punto de vista.

En un artículo de 2004, Paul Samuelson, difunto
ganador del premio Nobel, argumentó que aunque el comercio
puede beneficiar a algunos estadounidenses, lo hace "diezmando"
los salarios de obreros fabriles. Alan Blinder, economista de la
Universidad de Princeton y ex vicepresidente de la junta de la
Reserva Federal -otrora adalid del libre comercio- ha argumentado
en años recientes que la creciente tercerización
por parte de firmas de EEUU a países de bajos salarios
pone en riesgo millones de empleos estadounidenses.

Michael Spence, economista de la Universidad de Nueva
York galardonado con el Nobel, dijo que el reciente
descubrimiento refleja cómo las teorías prevalentes
sobre el comercio son insuficientes para comprender el ritmo
desenfrenado de China y otras economías en vía de
desarrollo. Y como el mundo nunca ha experimentado el crecimiento
tan rápido de países tan grandes, la historia no
sirve mucho de guía. "No es que podamos mirar al pasado y
preguntarnos qué ocurrió la última vez que
pasó esto, porque no hubo una última vez",
agregó.

Muchos estadounidenses creen que las importaciones
chinas de bajo precio aniquilan empleos fabriles en Estados
Unidos. La mayoría de los economistas dicen que los
beneficios del comercio superan por mucho sus costos (The Wall
Street Journal – 27/9/11).

Pero nuevas investigaciones sugieren que el daño
a EEUU ha sido más profundo de lo que estos economistas
han supuesto. El estudio, llevado a cabo por un equipo de tres
economistas, no pone en entredicho el punto de vista tradicional
de que el comercio en última instancia es bueno para la
economía. Los trabajadores que pierden empleos terminan
por encontrar una nueva ocupación o se jubilan, mientras
se mantienen los beneficios del comercio, como los menores
precios. El problema es la velocidad a la que China se ha erigido
como exportador, la cual ha abrumando el proceso normal de
adaptación.

El estudio dio una calificación a cada condado de
EEUU de acuerdo con la exposición de sus productores
fabriles a la competencia de China, y reveló que las
regiones más expuestas a China no sólo
tendían a perder más empleos manufactureros, sino
que también experimentaban una caída general del
empleo. Las áreas con mayor exposición
también tuvieron mayores aumentos en la cantidad de
trabajadores que recibían seguro de desempleo, cupones
para comida y pagos por discapacidad.

Los autores calculan que el costo para la
economía derivado de los mayores pagos gubernamentales
representa de un tercio a dos tercios de las ganancias del
comercio con China. En otras palabras, una gran proporción
de las formas en que el comercio con China ha ayudado a EEUU
-como el suministro de bienes económicos chinos a los
consumidores- se han eliminado.

Y ese cálculo no incluye las pérdidas
económicas experimentadas por personas que perdieron sus
empleos.

"Hay enormes costos de ajuste para las comunidades
locales que fueron mucho peores de lo que la gente creía",
dijo David Autor del Instituto Tecnológico de
Massachusetts, quien llevo a cabo el estudio con Gordon Hanson de
la Universidad de California en San Diego, y David Dorn, del
Centro de Estudios Monetarios y Financieros, de Madrid. Si bien
Autor, quien se especializa en mercados laborales, recibe
financiamiento de la Fundación Nacional de la Ciencia, la
investigación se llevó a cabo independientemente de
cualquier grupo de interés.

Debido a que el aumento pronunciado en bienes de China
ha inundado el crecimiento de importaciones provenientes de otros
países de bajos salarios, los investigadores se
concentraron en las importaciones chinas. Estudiaron 722
conjuntos de condados interrelacionados que cubren todo EEUU.
Algunas comunidades estaban más expuestas a China, porque
producían pequeños electrodomésticos de los
cuales se incrementado marcadamente las importaciones chinas.
Otras regiones estaban concentradas en industrias como maquinaria
pesada, donde la competencia china ha crecido más
lentamente.

Según un patrón discernible, a las zonas
donde las fábricas estaban más expuestas a las
importaciones chinas les iba peor que a las menos expuestas.
Entre 2000 y 2007, una comunidad en el percentil 75 -una con una
mayor exposición al crecimiento de importaciones chinas
que el 75% de todas las comunidades- experimentó un
descenso del empleo 1,1 puntos porcentuales superior al de las
comunidades en el percentil 25.

La pérdida de empleos fabriles era apenas el
comienzo. Las zonas con alta exposición tendían a
experimentar un empeoramiento de los empleos no manufactureros
con respecto a las zonas de baja exposición. Con menos
trabajos fabriles de alta remuneración que apuntalen la
economía local, y un creciente grupo de ex obreros
industriales que se incorporan al mercado laboral, los salarios
no fabriles en las zonas de alta exposición eran mucho
más bajos.

Los economistas también descubrieron que la mayor
exposición a las importaciones chinas llevó a
mayores incrementos en el seguro de desempleo, cupones de comida,
pagos por discapacidad y otros beneficios gubernamentales. Todo
ello suma grandes pérdidas, dijeron, porque los mayores
impuestos que el gobierno debe recaudar para pagar por
beneficios, y la manera en que los beneficios reducen el
incentivo de trabajar de la gente, hacen que la economía
sea menos eficiente.

Douglas Irwin, economista de Dartmouth College, dijo que
la nueva investigación pinta un cuadro demasiado oscuro.
Hay importantes beneficios del comercio que no han sido
incorporados, dice, porque nadie aún ha concebido la
manera de medirlos. Por ejemplo, los países productores de
materias primas a los cuales exporta EEUU han sido impulsados por
el crecimiento de China, creando una mayor demanda en aquellos
países por los bienes de EEUU. "Pero si tuvimos más
exportaciones de equipos pesados (de Caterpillar) a Australia,
eso no se está midiendo" como un beneficio del comercio
con China, dice.

Los propios economistas se vieron sorprendidos por los
resultados. La investigación que Hanson realizó en
la década de 1990, basada en datos anteriores a que China
se convirtiera en un actor mundial, sugerían que el efecto
del comercio en el mercado laboral de EEUU era pequeño.
"Con el estudio de China, no preveía que una docena de
años podía causar una diferencia tan grande en
materia de mayor impacto cuantitativo del comercio", dijo
Hanson.

Marx tenía razón cuando sostuvo que cuando
la globalización y la intermediación financiera se
desbocan, y la redistribución de los ingresos y la riqueza
del trabajo al capital se limitan, pueden provocar la
autodestrucción del capitalismo. Pero sólo la
tenía en parte porque su opinión de que el
socialismo era un sistema económico mejor que el
capitalismo resultó ser totalmente
errónea.

Examinando un futuro en el que el mercado permea todas
las esquinas de la vida, Marx escribió en el Manifiesto
Comunista: "todo lo que es sólido se desvanece en el
aire". Para alguien que vivió en la Inglaterra victoriana
temprana -el Manifiesto fue publicado en 1848- era una
observación asombrosamente visionaria. En esa
época, nada parecía más sólido que la
sociedad en cuyos márgenes vivía Marx.

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