[54] I. Mientras estaba ayunando y sentado en cierta
montaña, y dando gracias al Señor por todo lo que
Él había hecho por mí, vi al pastor sentado
junto a mí, que me decía: "¿Por
qué vienes aquí tan temprano por la mañana?"
"Señor", le contesté, "porque estoy
guardando una temporada" Y me preguntó:
"¿Qué es una temporada?" "Estoy ayunando,
señor", le contesté. "¿Y qué
es este ayuno", dijo él, "que estás
observando?" "El que estoy acostumbrado a observar,
señor", dije yo; "así ayuno". Y me
contestó: "No sabes cómo ayunar ante el
Señor, ni es ayuno este ayuno sin provecho ni valor que
estas haciendo ante Él". "¿Por qué,
señor", pregunté yo, "dices esto?" "Te
digo", me contestó, "que esto que observas no es
un ayuno; pero yo te enseñaré que es un ayuno
completo y aceptable al Señor. Escucha", dijo;
"Dios no desea un ayuno tan vano, porque al ayunar así
ante Dios no haces nada por la justicia. Pero observa ante Dios
un ayuno así: no hagas maldad en tu vida y sirve al
Señor de puro corazón; observa sus mandamientos y
anda en sus ordenanzas, y que ningún mal deseo se levante
en tu corazón; sino cree en Dios. Entonces, si haces estas
cosas y le temes y te abstienes de todo mal, vivirás para
Dios; y si haces estas cosas, guardarás un gran ayuno, un
ayuno aceptable a Dios".
[55] II. "Escucha la parábola que te
contaré con relación al ayuno. Cierto hombre
tenía una hacienda, muchos esclavos, y una porción
de su hacienda la había plantado de viñas; y
escogiendo a cierto esclavo que era de confianza y agradable y
tenido en honor, llamándole, le dijo: "Toma esta
viña que yo he plantado y ponle una valla alrededor hasta
que yo venga, pero no hagas nada más a la viña.
Ahora bien, guarda este mi mandamiento, y serás libre en
mi casa". Entonces el amo de los siervos se fue a viajar al
extranjero. Cuando se hubo ido, el siervo puso una valla,
alrededor de la viña; y habiendo terminado de poner el
vallado a la viña notó que estaba llena de malas
hierbas. Así que razonó dentro de sí: "Esta
orden de mi señor ya la he cumplido. Ahora voy a cavar
esta viña, y estará más limpia cuando
termine; y cuando no tenga malas hierbas rendirá
más fruto, porque no será ahogada por las malas
hierbas". Así que cayó la viña, y todas las
raíces que había en la viña fueron
arrancadas. Y la viña se veía limpia y floreciente
cuando no tenía raíces que la ahogaban.
Después de cierto tiempo el amo del siervo y de la finca
regresó y fue a ver la viña. Y viendo la
viña con su vallado alrededor, y todas las malas hierbas
arrancadas, y las vides floreciendo, se regocijó
muchísimo por lo que el siervo había hecho.
Así que llamó a su querido hijo, que era su
heredero, y los amigos que eran sus consejeros, y les dijo lo que
él había mandado a su siervo y cuánto
había encontrado. Y ellos se regocijaron con el siervo por
el testimonio que su amo había dado de él. Y el amo
les dijo: "Yo prometí a este siervo la libertad si
él guardaba los mandamientos que le había mandado;
pero él guardó mis mandamientos e hizo una buena
obra, además, a la viña, y me agradó
muchísimo. Por esta obra que ha hecho, pues, deseo hacerle
coheredero con mi hijo, porque, cuando tuvo esta buena idea, no
la descuidó, sino que la cumplió". El hijo del amo
estuvo de acuerdo con este propósito de su padre, que el
siervo debía ser hecho coheredero con el hijo.
Después de algunos días, su amo hizo una fiesta, y
le envió muchos manjares exquisitos de la fiesta. Pero
cuando el siervo recibió los manjares que le enviaba el
amo, tomó lo que era suficiente para él y
distribuyó el resto entre sus consiervos. Y sus
consiervos, cuando hubieron recibido los manjares, se
regocijaron, y empezaron a orar por él, para que pudiera
hallar mayor favor ante el amo porque los había tratado
con largueza. Su amo oyó todas estas cosas que tuvieron
lugar, y de nuevo se regocijó sobremanera de su acto.
Así, el amo llamó de nuevo a sus amigos y a su
hijo, y les anunció lo que el siervo había hecho
con respecto a los manjares que había recibido; y ellos
aprobaron todavía más su decisión, que su
siervo debía ser hecho coheredero con su
hijo".
[56] III. Yo le dije: "Señor, no comprendo
estas parábolas ni puedo captarlas, a menos que me las
expliques". "Te lo explicaré todo", me dijo; "y
te mostraré todas las cosas que te diga. Guarda los
mandamientos del Señor, y serás agradable a Dios y
serás contado entre el número de los que guardan
sus mandamientos. Pero si haces algo bueno aparte del mandamiento
de Dios, ganarás para ti una gloria más excelente,
y serás más glorioso a la vista de Dios que si no
lo hubieras hecho. Así pues, si mientras guardas los
mandamientos de Dios añades estos servicios
también, te regocijarás si los observas en
conformidad con mi mandamiento". Yo le dije:
"Señor, todo lo que me mandaste lo guardaré;
porque sé que tú estás conmigo". "Yo
estaré contigo", me dijo él, "porque
tú tienes tanto celo por hacer lo bueno; sí, y yo
estaré con todos los que tienen un celo semejante. Este
ayuno", dijo él, "si se guardan los mandamientos
del Señor, es bueno. Esta es, pues, la manera en que has
de guardar este ayuno que estás a punto de observar. Ante
todo, guárdate de toda mala palabra y de todo mal deseo, y
purifica tu corazón de todas las vanidades de este mundo.
Si guardas estas cosas, este ayuno será perfecto para ti.
Y así harás. Habiendo cumplido lo que está
escrito, en el día en que ayunes no probarás sino
pan y agua; y contarás el importe de lo que habrías
gastado en la comida aquel día, y lo darás a una
viuda o a un huérfano, o a uno que tenga necesidad, y
así pondrás en humildad tu alma, para que el que ha
recibido de tu humildad pueda satisfacer su propia alma y pueda
orar por ti al Señor. Así pues, si cumples
así tu ayuno, según se te ha mandado, tu sacrificio
será aceptable a la vista de Dios y este ayuno será
registrado; y el servicio realizado así es hermoso y
gozoso y aceptable al Señor. Estas cosas
observarás, tú y tus hijos y toda tu casa y,
observándolas, serás bendecido; sí, y todos
los que lo oigan y lo vean serán bendecidos, y todas las
cosas que pidan al Señor las
recibirán".
[57] IV. Le rogué mucho que me explicara la
parábola de la hacienda y del amo, y de la viña y
del siervo que puso vallado a la viña, así como del
vallado, y de las malas hierbas que había arrancado de la
viña, y del hijo y de los amigos los consejeros. Porque me
di cuenta que todas estas cosas eran una parábola. Pero
él me contestó y dijo: "Eres excesivamente
inoportuno con tus preguntas. No deberías", dijo
él, "hacer ninguna pregunta en absoluto; porque si es
justo que se te explique una cosa, se te explicará".
Y le dije: "Señor, todas las cosas que me muestres y
no me las explicas las habré visto en vano". Pero de
nuevo me contestó, diciendo: "Todo el que es un siervo
de Dios y tiene a su Señor en su corazón, pide
entendimiento de Él y lo recibe, e interpreta cada
parábola, y las palabras que el Señor dice en
parábola le son dadas a conocer. Pero todos aquellos que
son lentos y débiles en la intercesión, estos
vacilan en preguntar al Señor. Pero el Señor es
abundante en compasión, y da a los que le piden sin cesar.
Pero tú, que has sido vigorizado por el santo ángel
y has recibido estos poderes de intercesión, y no eres
descuidado, ¿por qué no pides entendimiento al
Señor y lo obtienes de Él?" Yo le dije:
"Señor, yo que te tengo a ti conmigo, sólo
tengo que preguntarte a ti e inquirir de ti; porque tú me
muestras todas las cosas y me hablas; pero si yo las hubiera de
ver u oír aparte de ti, habría pedido al
Señor que me fueran mostradas".
[58] V. "Ya te dije hace un momento",
continuó, "que tú eres poco escrupuloso e
inoportuno al inquirir sobre las interpretaciones de las
parábolas. Pero como eres tan obstinado, voy a
interpretarte la parábola de la hacienda y todo lo que la
acompaña, para que puedas darla a conocer a todos. Oye
ahora, y entiende. La hacienda es este mundo, y el señor
de la hacienda es el que creó todas las cosas, y las
ordenó, y las dotó de su poder, y el siervo es el
Hijo de Dios, y las vides son este pueblo a quien Él mismo
plantó; y las vallas son los santos ángeles del
Señor que guardan juntos a su pueblo; y las malas hierbas,
que son arrancadas de la viña, son las transgresiones de
los siervos de Dios; y los manjares que Él envió de
la fiesta son los mandamientos que Él dio a su pueblo por
medio de su Hijo; y los amigos y consejeros son los santos
ángeles que fueron creados primero; y la ausencia del amo
es el tiempo que queda hasta su venida". Yo le dije:
"Señor, grandes y maravillosas son todas las cosas, y
todas las cosas son gloriosas; ¿había alguna
probabilidad, pues, de que yo pudiera haberlas captado?" "No, ni
ningún otro hombre aunque estuviera lleno de
entendimiento, podría haberlas captado". "Con todo,
señor", insistí, "explícame lo que
estoy a punto de inquirir de ti". "Sigue", me dijo, "si
deseas algo". "¿Por qué, Señor", dije
yo, "es el Hijo de Dios representado en esta parábola
en la forma de un siervo?".
[59] VI. "Escucha", me contestó; "el
Hijo de Dios no está representado en la forma de un
siervo, sino que está representado en gran poder y
señorío". "¿Cómo,
señor?", dije yo; "no lo comprendo".
"Porque", dijo él, "Dios plantó la
viña; esto es, creó al pueblo y lo entregó a
su Hijo. Y el Hijo colocó a los ángeles a cargo de
ellos para que velaran sobre ellos; y el Hijo mismo limpió
sus pecados, trabajando mucho y soportando muchas labores.
Habiendo, pues, Él limpiado a su pueblo, les mostró
los caminos de vida, dándoles la ley que Él
recibió de su Padre. Ve, pues", me dijo, "que
Él es el mismo Señor del pueblo, habiendo recibido
todo el poder de su Padre. Pero escucha en qué forma el
Señor tomó a su hijo y sus gloriosos ángeles
como consejeros respecto a la herencia del siervo. Dios hizo que
el Espíritu Santo preexistente, que creó toda la
creación, morara en la carne que Él deseó.
Esta carne, pues, en que reside el Espíritu Santo, fue
sometida al Espíritu, andando honorablemente en santidad y
pureza, sin contaminar en modo alguno al Espíritu. Cuando
hubo vivido, pues, honorablemente en castidad, y trabajado con el
Espíritu, y hubo cooperado con él en todo,
comportándose él mismo osada y valerosamente,
Él lo escogió como colaborador con el
Espíritu Santo, porque el curso de esta carne
agradó al Señor, siendo así que, poseyendo
el Espíritu Santo, no fue contaminado en la tierra. Por
tanto, tomó a su Hijo como consejero y a los gloriosos
ángeles también, para que esta carne,
además, habiendo servido al Espíritu
intachablemente, pudiera tener algún lugar de residencia,
y no pareciera que había perdido la recompensa por su
servicio; porque toda carne que es hallada sin
contaminación ni mancha, en la que reside el
Espíritu Santo, recibirá una recompensa. Ahora
tienes la interpretación de esta parábola
también".
[60] VII. "Estoy muy contento, señor",
le dije, "de oír esta interpretación". "Escucha
ahora", dijo él. "Guarda esta carne tuya pura e
incontaminada, para que el Espíritu que reside en ella
pueda dar testimonio de ella, y tu carne pueda ser justificada.
Procura que nunca entre en tu corazón que esta carne tuya
es perecedera, y con ello abuses de ella en alguna
contaminación. Porque si tú contaminas tu carne,
contaminarás al Espíritu Santo también; pero
si contaminas la carne, no vivirás". "Pero,
señor", dije yo, "si ha habido alguna ignorancia
en tiempos pasados, antes de haber oído estas palabras,
¿cómo será salvado un hombre que ha
contaminado su carne?" "Sólo Dios tiene poder de sanar los
antiguos hechos de ignorancia", dijo él, "porque
toda autoridad es suya. Pero ahora guárdate, y el
Señor Todopoderoso, que está lleno de
compasión, dará curación para los antiguos
hechos de ignorancia si a partir de ahora no contaminas tu carne
ni el Espíritu; porque ambos comparten en común, y
el uno no puede ser contaminado sin el otro. Por tanto, mantente
puro, y vivirás para Dios".
Sexta Parábola
[61] I. Estando sentado en mi casa y glorificando a Dios
por todas las cosas que había visto, y considerando,
respecto a los mandamientos, que eran hermosos y poderosos y
gozosos y gloriosos y capaces de salvar el alma de un hombre,
dije para mí: "Bienaventurado seré si ando en
estos mandamientos; sí, y todo el que ande en ellos
será bienaventurado". Mientras decía estas
cosas dentro de mí, súbitamente vi que él
estaba sentado junto a mí, y me decía lo siguiente:
"¿Por qué eres de ánimo indeciso con
respecto a los mandamientos que yo te he mandado? Son hermosos.
No dudes en absoluto; pero revístete de la fe del
Señor y andarás en ellos. Porque yo voy a
corroborarte en ellos. Estos mandamientos son apropiados para los
que intentan arrepentirse; porque si no andan en ellos, su
arrepentimiento es vano. Los que os arrepentís, pues,
arrojad de vosotros las maldades de este mundo que os oprimen; y,
revistiéndoos de toda excelencia de justicia,
podréis observar estos mandamientos y no añadir
más a vuestros pecados. Si no añadís, pues,
ningún otro pecado, os apartaréis de vuestros
pecados anteriores. Andad, pues, en estos mandamientos
míos, y viviréis para Dios. Estas cosas ya te las
he dicho todas". Y después que él me hubo
dicho estas cosas, me dijo: "Vayamos al campo, y te
mostraré los pastores de las ovejas" "Vayamos,
señor", le contesté. Y fuimos a cierta
llanura, y él me mostró a un joven, un pastor,
vestido con un manto de color de azafrán; y estaba
apacentando un gran número de ovejas, y estas ovejas se
veía que estaban bien alimentadas y eran muy retozonas, y
estaban contentas y daban saltos de un lado a otro; y el mismo
pastor estaba muy contento acerca de su rebaño; y la misma
mirada del pastor era alegre en extremo; y corría por
entre las ovejas.
[62] II. Y me dijo: "¿Ves este pastor?" "Le
veo, señor", le contesté. "Éste es
el ángel de la indulgencia propia y del
engaño", me dijo. "Destruye las almas de los
siervos de Dios y las pervierte de la verdad,
descarriándolas con malos deseos, en los cuales perecen.
Porque se olvidan de los mandamientos del Dios vivo y andan en
engaños vanos y actos de complacencia propia, y son
destruidos por este ángel, algunos de ellos a muerte, y
otros a corrupción". Y yo le dije: "Señor,
no comprendo lo que esto significa: "a muerte" y "a
corrupción". "Escucha", me dijo; "las ovejas que
viste contentas y juguetonas, son las que se han apartado de Dios
por completo y se han entregado a sus propios deleites y deseos
de este mundo. En ellas, pues, no hay arrepentimiento para la
vida. Porque el Nombre de Dios es blasfemado entre ellas. La vida
de estas personas es muerte. Pero las ovejas que viste que no
están dando saltos, sino que están paciendo en un
lugar, estas son las que se han entregado a actos de
autoindulgencia y engaño, pero no han pronunciado ninguna
blasfemia contra el Señor. Estas, pues, han sido
corrompidas de la verdad. En éstas hay esperanza de
arrepentimiento, por el cual pueden vivir. La corrupción,
por tanto, tiene esperanza de una renovación posible, pero
la muerte tiene destrucción eterna". Y seguimos un
poco más adelante, y me mostró un gran pastor, como
un hombre tosco en apariencia, con una gran piel de cabra,
blanca, echada sobre su cuerpo; y tenía una especie de
zurrón sobre los hombros, y un cayado muy duro, con nudos
en él, y un gran látigo. Y su mirada era muy agria,
de modo que tuve miedo de él a causa de su mirada. Este
pastor, entonces, fue recibiendo del pastor joven aquellas ovejas
juguetonas y bien alimentadas, pero que no saltaban, y las
ponía en cierto lugar que era muy abrupto y cubierto de
espinos y zarzas, de modo que las ovejas no podían
desenredarse de los espinos y zarzas, sino que se
enmarañaban entre los espinos y zarzas. Y así estas
ovejas pacían enmarañadas en los espinos y zarzas,
y su estado era en extremo desgraciado, pues él las
azotaba y las hacía avanzar de un lado a otro, sin darles
descanso, y en conjunto aquellas ovejas lo pasaban muy
mal.
[63] III. Cuando las vi tan maltratadas por el
látigo y desgraciadas, me dio pena su situación
porque eran atormentadas y no tenían reposo alguno. Y dije
al pastor que estaba hablando conmigo: "Señor,
¿quién es este pastor, que es tan cruel y severo, y
no tiene la menor compasión de estas ovejas?" "Este",
me dijo, "es el ángel del castigo, y es uno de los
ángeles justos, y preside sobre el castigo. Así que
recibe a los que se apartan de Dios y van en pos de sus
concupiscencias y engaños en esta vida, y los castiga,
según merecen, con castigos espantosos y variados". "Me
gustaría saber de qué clase son estos castigos
diversos, señor", le dije. "Escucha", me
respondió; "las diversas torturas y castigos son
torturas que pertenecen a la vida presente; porque algunos son
castigados con pérdidas, y otros con necesidades, y otros
con enfermedades variadas, y otros con toda clase de
perturbaciones, y otros con insultos de personas dignas y con
sufrimiento en muchos otros aspectos. Porque muchos,
viéndose perturbados en sus planes, ponen mano en muchas
cosas y nada les prospera. Y entonces ellos dicen que no
prosperan en sus actos, y no entra en sus corazones que han
cometido malas acciones, sino que echan la culpa al Señor.
Cuando son afligidos, pues, con toda clase de aflicción,
entonces me los entregan a mí para recibir buena
instrucción y son corroborados en la fe del Señor,
y sirven al Señor con un corazón puro el resto de
los días de su vida. Y cuando se arrepienten, las malas
obras que han hecho se levantan en sus corazones y entonces
glorifican a Dios, diciendo que Él es un Juez justo, y que
sufren justamente cada uno según sus actos. Y sirven al
Señor a partir de entonces con un corazón puro, y
prosperan en sus actos, recibiendo del Señor todas las
cosas que piden; y entonces glorifican al Señor porque les
ha entregado a mí y ya no sufren ningún
mal".
[64] IV. Y yo le digo: "Señor,
declárame más sobre esta cuestión".
"¿Qué es lo que quieres saber?», me
preguntó. "Señor, dime si los que viven en la
autoindulgencia y son engañados sufren tormentos durante
el mismo período de tiempo en que han vivido en la
autoindulgencia y son engañados". El me
contestó: "Sufren tormentos durante el mismo
período de tiempo". Y le dije yo: "Entonces,
señor, sufren tormentos muy leves; porque los que viven
así en autoindulgencia y se olvidan de Dios
deberían ser atormentados a razón de siete por
uno". Él me dijo: "Tú eres un necio y no
comprendes el poder del tormento". "Es verdad", le
respondí, "porque si lo hubiera comprendido no te
habría pedido que me lo declararas". "Escucha", me
dijo: "el poder de los dos, de la autoindulgencia y del
tormento. El tiempo de la autoindulgencia y el engaño es
una hora. Pero una hora de tormento tiene el poder de treinta
días. Si uno vive en la autoindulgencia y es
engañado durante un día y es atormentado un
día, el día de tormento es equivalente a todo un
año. Porque un hombre es atormentado durante tantos
años como días ha vivido en la autoindulgencia.
Ves, pues", me dijo "que el tiempo de la autoindulgencia
y el engaño es muy corto, pero el tiempo del castigo y el
tormento es largo".
[65] V. "Señor", le dije, "como no comprendo
del todo lo que hace referencia al tiempo del engaño y la
autoindulgencia y tormento, muéstramelo más
claramente". Él me respondió y me dijo:
"La necedad está pegada a ti, porque no quieres
limpiar tu corazón y servir a Dios. Vigila", me dijo,
"que el tiempo no se cumpla y seas hallado en tu necedad.
Escucha, pues", me dijo, "según quieres, para
poder comprender esto. El que vive en la autoindulgencia y es
engañado durante un día, y hace lo que quiere,
está revestido de mucha locura y no comprende lo que
está haciendo; porque el día de mañana
olvida lo que hizo el día anterior. Porque la
autoindulgencia y el engaño, por razón de su
locura, no tienen recuerdos con los cuales revestirse; pero
cuando el castigo y el tormento están unidos al hombre
durante un solo día, este hombre es castigado y
atormentado durante todo un año porque el castigo y el
tormento tienen recuerdos prolongados. Así que, siendo
atormentado y castigado durante todo un año, el hombre
recuerda largo tiempo su autoindulgencia y engaño, y se da
cuenta de que es a causa de ellas que está sufriendo estos
males. Todo hombre que vive en la autoindulgencia y es
engañado, pues, es atormentado de esta manera porque,
aunque posee la vida, se ha entregado a sí mismo a la
muerte". "¿Qué clase de autoindulgencia es
perjudicial, señor?" "Toda acción que hace con
placer es autoindulgencia para el hombre", me
contestó; "para el hombre irascible, cuando da rienda
suelta a su pasión, es autoindulgencia; y el
adúltero y el borracho y el calumniador y el mentiroso y
el avaro y el defraudador y el que hace cosas semejantes a
éstas, da las riendas a su pasión peculiar, por lo
que es autoindulgente en su acción. Todos estos
hábitos de autoindulgencia son perjudiciales para los
siervos de Dios; a causa de estos engaños sufren, pues,
los que son castigados y atormentados. Pero hay hábitos de
autoindulgencia, también, que salvan a los hombres; porque
muchos son autoindulgentes en hacer bien, siendo arrastrados por
el placer que les produce. Esta autoindulgencia, por
consiguiente, es conveniente para los siervos de Dios y trae vida
a un hombre de esta disposición; pero las autoindulgencias
perjudiciales antes mencionadas producen a los hombres tormentos
y castigos, y si continúan en ellas y no se arrepienten,
les acarrean la muerte".
Séptima
Parábola
[66] Después de unos días le vi en la
misma llanura donde había visto también a los
pastores, y me dijo: "¿Qué buscas?".
"Señor", le contesté, "estoy aquí
para que mandes al pastor que castiga que salga de mi casa;
porque me aflige mucho". "Te es necesario", me dijo,
"ser afligido, porque así lo ha ordenado respecto a ti
el ángel glorioso, porque quiere que seas probado".
"¿Por qué?, ¿qué he hecho que sea tan
malo, señor", le dije, "que deba ser entregado a
este ángel?". "Escucha", me dijo: "Tus pecados
son muchos; con todo, no son tantos para que hayas de ser
entregado a este ángel; pero tu casa ha cometido grandes
iniquidades y pecados, y el ángel glorioso está
enojado por estos actos y por esta causa ha mandado que seas
afligido durante cierto tiempo, para que ellos puedan
también arrepentirse y ser limpiados de todo deseo de este
mundo. Por consiguiente, cuando ellos se arrepientan y sean
limpiados, entonces el ángel del castigo
partirá" Y yo le dije: "Señor, si ellos
han perpetrado estos actos por los que el ángel glorioso
está enojado, ¿qué he hecho yo?". "Ellos no
pueden ser afligidos de otra manera", dijo él, "a
menos que tú, la cabeza de toda la casa, seas afligido;
porque si tú eres afligido, ellos también por
necesidad serán afligidos; pero si tú eres
próspero, ellos no pueden sufrir aflicción alguna".
"Pero, mira, señor", le dije, "ellos se han
arrepentido de todo corazón". "Me doy perfecta
cuenta", contestó él, "que ellos se han
arrepentido de todo corazón; ahora bien, ¿crees
tú que los pecados de los que se arrepienten son
perdonados inmediatamente? No lo son en modo alguno; sino que la
persona que se arrepiente ha de torturar a su propia alma, y ha
de ser del todo humilde en cada una de sus acciones, y afligido
con toda clase de aflicción; y si soporta las aflicciones
que le vienen, sin duda el que creó todas las cosas y las
dotó de poder, será movido a compasión y
concederá algún remedio. Y esto hará Dios si
en alguna forma ve el corazón del penitente puro de todo
mal. Pero es conveniente que tú y toda tu casa
seáis afligidos ahora. Pero, ¿por qué
platicar tanto contigo? Tú has de ser afligido como ordena
el ángel del Señor, el que te entrega a mí;
y por esto da gracias al Señor, que te ha considerado
digno de que yo te revele de antemano la aflicción, para
que sabiéndolo con antelación la soportes con
entereza". Yo le dije: "Señor, sé
tú conmigo y podré soportar toda aflicción
fácilmente". "Yo estaré contigo", me dijo,
"y pediré al ángel que castiga que te aflija
más levemente; pero tú serás afligido
durante un tiempo corto, y serás restaurado de nuevo a tu
casa. Sólo sigue siendo humilde y sirve al Señor
con el corazón puro, tú y tus hijos y tu casa, y
anda en mis mandamientos que te ordeno, y de este modo
será posible que tu arrepentimiento sea fuerte y puro. Y
si guardas estos mandamientos con tu casa, será apartada
de ti toda aflicción; sí, y la aflicción
será apartada de todo aquel que anda en estos mis
mandamientos".
Octava Parábola
[67] I. Y me mostró un gran sauce que
hacía sombra a llanuras y montañas, y bajo la
sombra del sauce se habían congregado los que son llamados
por el nombre del Señor. Y junto al sauce había de
pie un ángel del Señor, glorioso y muy alto, que
tenía una gran hoz, y estaba cortando ramas del sauce, y
dándolas a la gente que se resguardaba debajo del sauce; y
les daba varas pequeñas de un codo de longitud. Y
después que todos hubieron tomado las varas, el
ángel puso a un lado la hoz y el árbol estaba sano,
tal como yo lo había visto al principio. Entonces me
maravillé dentro de ml y dije: "¿Cómo es
posible que el árbol esté sano después que
le han cortado tantas ramas?". El pastor me dijo: "No te
asombres que el árbol permanezca sano después que
se le han cortado tantas ramas, sino espera hasta que veas todas
las cosas, y se te mostrará lo que es". El
ángel que dio las varas a la gente les mandó que se
las devolvieran, tal como cada uno de ellos las había
recibido; así también fue llamándolos, y
cada uno le devolvió la vara. Pero el ángel del
Señor las tomaba y las examinaba. De algunos
recibía varas secas y como comidas por larvas; el
ángel les ordenaba a los que entregaban varas así
que se pusieran a un lado. Y otros las entregaban medio
marchitas; éstos también eran puestos aparte. Y
Otros entregaban varas medio secas y con grietas; éstos
eran puestos también aparte. Y otros entregaban sus varas
verdes y con grietas; éstos también se quedaban
aparte. Y otros entregaban sus varas medio secas y medio verdes;
éstos también quedaban aparte. Y otros entregaban
las varas dos tercios verdes y la otra tercera parte seca;
éstos se quedaban aparte. Y otros entregaban varas con dos
pares secos y la tercera verde; éstos también se
quedaban aparte. Y otros entregaban sus varas casi todas verdes,
pero una pequeña porción seca en el extremo; pero
había grietas en ellas; éstos también se
quedaban aparte. Y en las de otros había una
pequeña parte verde, pero el resto de la vara estaba seca;
éstos también estaban aparte. Y otros venían
trayendo sus varas verdes, tal como las habían recibido
del ángel; y la mayor parte de la multitud entregaba sus
varas en este estado; y el ángel se regocijaba en gran
manera en éstos; éstos también estaban
aparte. Y otros entregaban sus varas verdes y con retoños;
éstos también eran puestos aparte; y ante
éstos también el ángel se regocijaba
grandemente. Y otros entregaban sus varas verdes y con
retoños; y los retoños tenían lo que
parecía una especie de fruto. Y éstos estaban
contentos en extremo de que sus varas estuvieran en este estado.
Y sobre éstos el ángel se gozaba, y el pastor
estaba muy contento con ellos.
[68] II. Y el ángel del Señor
ordenó que trajeran coronas. Y trajeron coronas, hechas
como si fuera de ramas de palmera; y coronaba a los hombres que
habían entregado las varas que tenían
retoños y algo de fruto, y los enviaba a la torre. Y los
otros eran también enviados a la torre, a saber, los que
habían traído las varas verdes y con
retoños, pero los retoños no tenían fruto; y
ponía un sello sobre ellos. Y todos los que iban a la
torre tenían el mismo vestido, blanco como la nieve. Y los
que habían entregado sus varas verdes tal como las
habían recibido fueron despedidos, y se les dio un vestido
blanco y sellos. Después que el ángel hubo
terminado estas cosas, dijo al pastor: "Me voy; pero a
éstos los enviarás a sus lugares dentro de los
muros, según lo que cada uno merezca; pero examina las
varas cuidadosamente, y envíalos. Mas sé muy
cuidadoso al examinarlas. Asegúrate que ninguno escape de
ti", le dijo. "Con todo, si alguno se escapa, yo lo
probaré en el altar". Cuando hubo dicho esto al
pastor, se marchó. Y después que el ángel
hubo partido, el pastor me dijo: "Tomemos las varas de todos
y plantémoslas, para ver si algunas de ellas puede
vivir". Y yo le dije: "Señor, estas cosas secas,
¿pueden vivir?". Él me contestó y dijo:
"Este árbol es un sauce, y esta clase de
árboles se aferran a la vida. Si se plantan las varas y
tienen un poco de humedad, muchas de ellas viven. Y
después procuremos poner un poco de agua sobre ellas. Si
alguna de ellas puede vivir, yo me gozaré de ello; pero si
no vive, por lo menos no habré sido negligente".
Así que el pastor me mandó que los llamara a cada
uno, según estaba colocado. Y ellos vinieron, fila tras
fila, y entregaron sus varas al pastor. Y el pastor tomó
las varas y las plantó en hileras, y después de
haberlas plantado vertió mucha agua sobre ellas, de modo
que no se podían ver las varas por el agua. Y
después que hubo regado las varas, me dijo:
"Vayámonos ahora, y dentro de unos pocos días
regresemos e inspeccionemos todas las varas; porque el que ha
creado este árbol quiere que vivan todo os que han
recibido varas de este árbol. Y yo mismo espero que estas
pequeñas varas, después de haber recibido humedad y
haber sido regadas, vivan la mayor parte de
ellas".
[69] III. Y yo le dije: "Señor,
infórmame de qué es este árbol. Porque estoy
perplejo por su causa, porque aunque se le cortaron tantas ramas,
el árbol está sano, y no parece que se le haya
cortado ninguna; por tanto, estoy perplejo por ello".
"Escucha", me dijo; "este gran árbol que hace
sombra sobre llanuras y montañas y toda la tierra, es la
ley de Dios, que fue dada a todo el mundo; y esta ley es el Hijo
de Dios predicado a todos los extremos de la tierra. Pero el
pueblo que está bajo la sombra son los que han oído
la predicación y han creído en Él; pero el
ángel grande y glorioso es Miguel, que tiene poder sobre
esta gente y es su capitán. Porque es él el que
pone la ley en los corazones de los creyentes; por tanto,
él mismo inspecciona a aquellos a quienes la ha dado, por
ver si la han observado. Pero, tú ves las varas de cada
uno; porque las varas son la ley. Tú ves muchas de estas
varas por completo echadas a perder; y notarás a todos los
que no han observado la ley, y verás el lugar de destino
de cada uno en particular". Yo le pregunté:
"Señor, ¿por qué envió a algunos
a la torre y dejó a otros para ti?". El me
respondió: "Todos los que transgredieron la ley que
han recibido de él, a éstos los ha dejado bajo mi
autoridad para que se arrepientan; pero a cuantos ya han
satisfecho la ley y la han observado, a éstos los tiene
bajo su propia autoridad". "¿Quiénes son,
pues, señor", le dije, "los que han sido
coronados y entrado en la torre?". «Todos los que han
luchado contra el diablo y le han vencido en la lucha", me
dijo, "éstos son coronados: éstos son los que
han sufrido por la ley. Pero los otros, que también
entregaron sus varas verdes y con retoños, aunque no con
fruto, son los que fueron perseguidos por la ley pero no
sufrieron ni tampoco negaron la ley. Mas los que las entregaron
verdes, tal como las habían recibido, son hombres sobrios
y rectos, que anduvieron del todo en un corazón puro y han
guardado los mandamientos del Señor. Pero todo lo
demás lo sabrás cuando examine estas varas que he
plantado y regado".
[70] IV. Y después de varios días llegamos
al lugar, y el pastor se sentó en el lugar del
ángel, en tanto que yo estaba de pie a su lado. Y
él me dijo: "Cíñete con una ropa de lino
crudo y ayúdame". Así que me
ceñí con una ropa limpia de lino crudo hecha de
material tosco. Y cuando me vio ceñido y dispuesto a
servirle, me dijo: "Llama a los hombres cuyas varas han sido
plantadas, según la fila en que cada un presentó su
vara". Y yo salí a la llanura y los llamé a
todos; y ellos estaban de pie según sus filas. Y él
les dijo: "Que cada uno arranque su propia vara y me la
traiga". Y los primeros que la entregaron fueron los que
habían traído las varas secas y agrietadas, y
seguían igual: secas y agrietadas. El les ordenó
que se quedaran aparte. Luego le entregaron los que las
tenían secas pero no agrietadas; y algunos entregaron
varas verdes, y otros secas y como roídas por larvas. A
los que le dieron varas verdes él les ordenó que se
quedaran aparte; pero a los que se las dieron secas y agrietadas
les ordenó que se unieran a los primeros. Entonces las
entregaron los que tenían las varas medio secas y con
grietas; y muchos de ellos las entregaban verdes y sin grietas; y
muchos las entregaban verdes y con retoños y fruto en los
retoños, como los que habían ido a la torre
coronados; y algunos de ellos las entregaban secas y
roídas, y algunos secas y no roídas, y algunos tal
como eran, medio secas y con grietas. El les ordenó que se
pusieran a un lado, algunos en sus propias filas y otros aparte
de ellas.
[71] V. Entonces le entregaron los que tenían sus
varas verdes, pero con grietas. Estos las entregaron todos
verdes, y se quedaron en su propia compañía. Y el
pastor se regocijó en éstos, porque estaban todos
cambiados y habían eliminado las grietas. Y le entregaron
también los que tenían la mitad verde y la otra
mitad seca. Las varas de algunos fueron halladas verdes del todo,
las de algunos medio secas y roídas, y las de algunos
verdes y con retoños. Estos fueron todos enviados cada uno
a su compañía. Luego le entregaron los que
tenían dos partes verdes y la otra seca; muchos de ellos
las entregaban verdes, y muchos medio secas, y otros secas y
roídas. Todos éstos se quedaron en su propia
compañía. Luego las entregaron los que
tenían dos partes secas y la tercera parte verde. Muchos
de ellos se las entregaban medio secas, algunos secas y
roídas, y otros medio secas y con grietas, y unos pocos
verdes. Todos éstos se quedaron en su propia
compañía. Luego le entregaron los que habían
tenido sus varas verdes pero con una pequeña
porción seca y con grietas. De éstos, algunos las
entregaron verdes, otros verdes y con retoños. Estos
también fueron enviados a su propia
compañía. Entonces las entregaron los que
tenían una pequeña parte verde y las otras partes
secas. Las varas de éstos fueron halladas en su mayor
parte verdes y con retoños y fruto en los retoños,
y otras del todo verdes. Ante estas varas el pastor se
regocijó sobremanera porque fueron halladas así. Y
éstos fueron enviados a su propia
compañía.
[72] VI. Cuando el pastor hubo examinado las varas de
todos, me dijo: "Ya te dije que este árbol es tenaz en
mantenerse vivo. ¿Ves como muchos se arrepintieron y
fueron salvados?" "Lo veo, señor", le
contesté. Y él me dijo: "Es para que tú
puedas ver la abundante compasión del Señor,
cuán grande es y gloriosa, y Él ha dado su
Espíritu a los que eran dignos de arrepentimiento".
"¿Por qué, pues, señor", le
pregunté, "no se arrepintieron todos?" "A aquellos
cuyo corazón Él vio que estaba a punto de volverse
puro y de servirle a Él de todo corazón, Él
les dio arrepentimiento; pero a aquellos en los que vio astucia y
maldad, que intentaban arrepentirse en hipocresía, a
éstos no les dio arrepentimiento, para que no profanaran
de nuevo su nombre". Y yo le dije: "Señor, ahora
muéstrame, con referencia a los que han entregado sus
varas, qué clase de hombre era cada uno de ellos y
también su morada, para que cuando oigan esto los que han
creído y recibido el sello y lo han roto y no lo han
guardado entero, puedan entender lo que están haciendo, y
arrepentirse, recibiendo de ti un sello, y puedan glorificar al
Señor, que tuvo compasión de ellos y te
envió a ti para renovar su espíritu".
"Escucha", me dijo: "Aquellos cuyas varas fueron
halladas secas y comidas de larvas, éstos son los
renegados y traidores de la Iglesia, que han blasfemado al
Señor en sus pecados, y todavía más, se
avergonzaron del Nombre del Señor, que fue invocado sobre
ellos. Estos, pues, perecerán del todo para Dios. Pero
tú ves también que ninguno de ellos se
arrepintió, aunque oyeron las palabras que les dijiste,
que yo te había mandado. De hombres de esta clase ha
partido la vida. Pero los que entregaron varas verdes y sin
marchitar, éstos están también cerca de
ellos; porque eran hipócritas, y trajeron doctrinas
extrañas y pervirtieron a los siervos de Dios,
especialmente a los que no habían pecado, no
permitiéndoles que se arrepintieran, sino
persuadiéndoles con sus doctrinas insensatas.
Éstos, pues, tienen esperanza de arrepentirse. Pero ves
que muchos de ellos verdaderamente se han arrepentido desde que
tú les hablaste de mis mandamientos; sí, y otros
todavía se arrepentirán. Y todos los que no se
arrepientan, habrán perdido la vida; pero cuantos de ellos
se arrepintieron se volvieron buenos; y su morada fue colocada
dentro de los primeros muros, y alguno de ellos, incluso,
ascendió dentro de la torre. Ve, pues que el
arrepentimiento de los pecados trae vida, pero el no arrepentirse
trae muerte".
[73] VII. "Pero, en cuanto a los que entregaron
varas medio secas y con grietas en ellas, oye respecto a los
mismos. Aquellos cuyas varas estaban medio marchitas del todo
eran los indecisos, porque ni viven ni están muertos. Pero
los que las tienen medio secas y con grietas, éstos son
los indecisos y calumniadores, y nunca están en paz entre
sí, sino que siempre causan disensiones. Con todo, incluso
éstos reciben arrepentimiento. Ve que algunos de ellos se
han arrepentido; y todavía hay esperanza de
arrepentimiento entre ellos. Y todos los que de entre ellos se
han arrepentido, tienen su residencia dentro de la torre; pero
todos los que se han arrepentido tardíamente
morarán dentro de los muros; y los que no se
arrepintieron, sino que continuaron en sus actos, morirán
de muerte. Pero los que han entregado sus varas verdes y con
grietas, éstos fueron hallados fieles y buenos en todo
tiempo, pero tienen cierta emulación los unos de los otros
para obtener el primer lugar y gloria de alguna clase; pero todos
ellos son necios al mostrar rivalidad el uno del otro por los
primeros lugares. Pese a todo, éstos también,
cuando oyeron mis mandamientos, siendo buenos, se purificaron a
si mismos y se arrepintieron rápidamente. Tienen, por
tanto, su habitación dentro de la torre. Pero si alguno
vuelve otra vez a la disensión, será echado fuera
de la torre y perderá su vida. La vida es para todos los
que guardan los mandamientos del Señor. Pero en los
mandamientos no hay nada sobre los primeros lugares, ni sobre
gloria de alguna clase, sino sobre paciencia y humildad en el
hombre. En estos hombres, pues, hay la vida del Señor,
pero en el sedicioso y libertino hay muerte".
[74] VIII. "Pero los que entregaron sus varas medio
verdes y medio secas, éstos son los que están
mezclados en negocios y no se unen a los santos. Por lo tanto, la
mitad de ellos vive, pero la otra mitad está muerta.
Muchos de ellos cuando oyeron mi mandamiento se arrepintieron.
Todos los que se arrepintieron tienen su morada dentro de la
torre. Pero algunos de ellos están puestos aparte. Estos,
pues, no tienen arrepentimiento, porque a causa de sus negocios
blasfemaron al Señor y le negaron. Así que
perdieron su vida por la maldad que cometieron. Pero muchos de
ellos eran de ánimo indeciso. Estos todavía tienen
oportunidad para el arrepentimiento; si se arrepienten
rápidamente, su morada será dentro de la torre; y
si tardan en arrepentirse, morarán dentro de los muros;
pero si no se arrepienten, ellos también habrán
perdido la vida. Pero los que han entregado varas dos partes
verdes y la tercera seca, éstos son los que han negado con
negaciones múltiples. Muchos de ellos se han arrepentido,
pues, y han partido hacia el interior de la torre; pero muchos se
rebelaron del todo contra Dios; éstos perdieron finalmente
la vida. Y algunos de ellos eran de ánimo indeciso y
causaban disensiones. Para éstos, por tanto, hay
arrepentimiento si se arrepienten rápidamente y no siguen
en sus placeres; pero si siguen en sus acciones, éstos
también se procurarán ellos mismos la
muerte".
[75] IX. "Pero los que han entregado sus varas dos
tercios secas y un tercio verde, éstos son los que han
sido creyentes, pero se hicieron ricos y tuvieron renombre entre
los gentiles. Se revistieron de gran orgullo y se volvieron
arrogantes, y abandonaron la verdad y no se juntaron con los
justos, sino que vivieron del todo a la manera de los gentiles, y
su camino les pareció más placentero a ellos; pese
a todo no se apartaron de Dios sino que continuaron en la fe,
aunque no hicieron las obras de la fe. Muchos de ellos, por
consiguiente, se arrepintieron y tuvieron su habitación
dentro de la torre. Pero otros, al final, viviendo con los
gentiles y siendo corrompidos por las opiniones vanas de los
gentiles, se apartaron de Dios e hicieron las obras de los
gentiles. Estos, pues, son nombrados con los gentiles. Pero otros
entre ellos eran de ánimo indeciso, no esperando ser
salvos por razón de algunos actos que habían
cometido; y otros eran indecisos y hacían divisiones entre
ellos. Para los que eran indecisos a causa de sus hechos hay
todavía arrepentimiento; mas, su arrepentimiento
debería ser rápido para que su morada pueda ser
dentro de la torre; pero para los que no se arrepienten, sino que
siguen en sus pasiones, la muerte está
cerca".
[76] X. "Mas los que entregaron sus varas verdes,
pero con el extremo seco y con grietas, son los que fueron
hallados en todo tiempo buenos y fieles y gloriosos a la vista de
Dios, pero pecaron en un grado leve por causa de deseos triviales
y porque tenían algo los unos contra los otros. Pero,
cuando oyeron mis palabras la mayor parte se arrepintió
rápidamente, y su morada fue asignada dentro de la torre.
Pero algunos de ellos eran indecisos, y algunos, siendo
indecisos, causaron una mayor disensión. En éstos,
por lo tanto, hay todavía esperanza de arrepentimiento,
porque fueron hallados buenos; y apenas habrá alguno de
ellos que muera. Pero los que entregaron sus varas secas, pero
con una pequeña porción verde, éstos son los
que creyeron pero practicaron las obras de injusticia. Con todo,
no se separaron nunca de Dios, sino que llevaron el nombre
alegremente, y alegremente recibieron en sus casas a los siervos
de Dios. Así que, al oír de este arrepentimiento,
se arrepintieron sin vacilar, y practicaron toda excelencia y
justicia. Y algunos de ellos, incluso, sufrieron
persecución voluntariamente, sabiendo los hechos que
hacían. Todos éstos, por tanto, tendrán su
morada en la torre".
[77] XI. Y después que hubo completado la
interpretación de todas las varas, me dijo: "Ve y di a
todos los hombres que se arrepientan, y vivirán para Dios;
porque el Señor en su compasión me envió a
dar arrepentimiento a todos, aunque algunos no lo merecen por sus
actos; pero, siendo el Señor paciente, quiere que sean
llamados por medio de su Hijo para que sean salvos". Y le
dije: "Señor, espero que todos los que oigan estas
palabras se arrepientan, porque estoy persuadido de que cada uno,
cuando conozca plenamente sus propios actos y tema a Dios, se
arrepentirá". El me respondió
diciéndome: "Todos cuantos se arrepientan de todo
corazón y se limpien de todas las malas acciones antes
mencionadas, y no añadan ningún pecado más a
los anteriores, recibirán curación del Señor
para sus pecados anteriores, a menos que sean de ánimo
indeciso con respecto a estos mandamientos, y vivirán para
Dios. Pero cuantos añadan a sus pecados y anden en las
concupiscencias de este mundo, se condenarán a sí
mismos a muerte. Pero tú anda en mis mandamientos, y vive
para Dios; sí, y cuantos anden en ellos y obren
rectamente, vivirán para Dios". Habiéndome
mostrado todas estas cosas y habiéndomelas dicho, me dijo:
"Mira, te declararé el resto dentro de unos
días".
Novena Parábola
[78] I. Después de haber escrito los mandamientos
y parábolas del pastor, el ángel del
arrepentimiento vino a mí y me dijo: "Deseo mostrarte
todas las cosas que el Espíritu Santo, que habló
contigo en la forma de la Iglesia, te mostró. Porque este
Espíritu es el Hijo de Dios. Porque cuando tú eras
más débil en la carne, no te fue declarado a
través de un ángel; pero cuando fuiste capacitado
por el Espíritu, y te hiciste fuerte en tu fortaleza de
modo que pudiste incluso ver un ángel, entonces te fue
manifestada de modo claro, a través de la Iglesia, la
edificación de la torre. En forma justa y apropiada has
visto todas las cosas, instruido como si fuera por una virgen;
pero ahora ves, siendo instruido por un ángel, aunque es
por el mismo Espíritu; pese a ello, has de aprenderlo todo
con más exactitud de mí. Porque para esto
también fui designado por el ángel glorioso para
permanecer en tu casa, para que pudieras ver todas las cosas con
poder, sin sentirte aterrado en nada, no como antes". Y
él me llevó a Arcadia, a cierta montaña
redondeada, y me puso en la cumbre de la montaña y me
mostró una gran llanura, y alrededor de la llanura doce
montañas, las cuales tenían cada una un aspecto
diferente. La primera era negra como hollín; la segunda,
desnuda, sin vegetación; la tercera, llena de espinos y
zarzas; la cuarta tenía la vegetación medio mustia,
la parte superior de la hierba era verde, pero la parte cercana a
las raíces, seca, y parte de la hierba se había
marchitado, porque que el sol la había quemado; la quinta
montaña tenía hierba verde y era áspera; la
sexta montaña estaba llena de barrancos por todas partes,
algunos pequeños y otros grandes, y en las hendiduras
había vegetación, pero la hierba no era muy lozana,
sino más bien marchita; la séptima montaña
tenía vegetación sonriente, y toda la
montaña estaba en condición próspera, y
había ganado y aves de todas clases que se alimentaban en
esta montaña; y cuanto más ganado y aves
alimentaba, más florecía la hierba de esta
montaña. La octava montaña estaba llena de fuentes,
y toda clase de criaturas del Señor bebían en las
fuentes de esta montaña. La novena montaña no
tenía agua alguna y era por completo un desierto; y
tenía fieras y reptiles mortíferos, que
destruían a la humanidad. La décima montaña
tenía árboles muy grandes y mucha umbría, y
bajo la sombra había ovejas echadas y paciendo y
reposando. La montaña undécima tenía una
gran espesura de bosques por todas partes, y los árboles
de la misma eran muy productivos, cubiertos de varias clases de
frutos, de modo que uno al verlos deseaba comer estos frutos. La
duodécima montaña era del todo blanca y su aspecto
era alegre; y la montaña era en extremo hermosa de por
si.
[79] II. Y en la mitad de la llanura me mostró
una gran roca blanca, que se levantaba sobre la llanura. La roca
era más elevada que las montañas, y tenía
cuatro lados, de modo que podía contener a todo el mundo.
Ahora bien, esta roca era antigua y tenía una puerta
excavada en ella; pero la puerta me pareció haber sido
excavada muy recientemente. Y la puerta brillaba más que
el resplandor del sol, de modo que me maravillé del brillo
de la puerta. Y alrededor de la puerta había doce
vírgenes. Las cuatro que estaban en los extremos me
parecieron más gloriosas que el resto; pero las otras
también eran gloriosas; y las cuatro estaban de pie en las
cuatro partes de la puerta, y había vírgenes, en
parejas, entre ellas. E iban vestidas de túnicas de lino y
ceñidas de manera apropiada, teniendo el hombro derecho
libre, como si intentaran llevar alguna carga. Así estaban
preparadas, porque eran muy animosas y alegres. Después
que vi estas cosas, me maravillé de la grandeza y la
gloria de lo que estaba viendo. Y de nuevo me quedé
perplejo con respecto a las vírgenes, que, aunque fueran
delicadas, estaban de pie como hombres, como si intentaran llevar
todo el cielo. Y el pastor me dijo: "¿Por qué
te haces preguntas, estás perplejo y te pones triste?
Porque las cosas que no puedes comprender no te las propongas, si
eres prudente; pero ruega al Señor, para que puedas
recibir entendimiento para comprenderlas. Lo que hay
detrás de ti tú no puedes verlo, pero lo que hay
delante de ti lo contemplas. Las cosas que no puedes ver, por
tanto, déjalas, y no te preocupes de ellas; pero las cosas
que puedes ver, éstas domínalas y no tengas
curiosidad sobre el resto; pero voy a explicarte todas las cosas
que te mostraré. Observa, pues, lo que
queda".
[80] III. Y vi seis hombres que venían, altos y
gloriosos y de aspecto semejante, y éstos llamaron a una
gran multitud de hombres. Y los otros que habían venido
también eran altos y hermosos y poderosos. Y los seis
hombres les ordenaron que edificaran una torre sobre la puerta. Y
hacían un gran ruido estos hombres que habían
venido para edificar la torre, cuando corrían de un lado a
otro alrededor de la puerta. Porque las vírgenes que
había junto a la puerta dijeron a los hombres que se
apresuraran a edificar la torre. Y las vírgenes tendieron
las manos como para recibir algo de los hombres. Y los seis
hombres ordenaron que subieran piedras en cierto hoyo profundo,
que habían de servir para la edificación de la
torre. Y subieron diez piedras cuadradas y pulimentadas, no
labradas de una cantera. Y los seis hombres llamaron a las
vírgenes, y les ordenaron que llevaran todas las piedras
que habían de entrar en la edificación de la torre,
y que las pasaran por la puerta y las entregaran a los hombres
que estaban a punto de edificar la torre. Y las vírgenes
se cargaron las primeras diez piedras que habían aparecido
de lo profundo del hoyo, y las transportaron entre todas, piedra
por piedra.
[81] IV. Y tal como estaban juntas alrededor de la
puerta, en este orden las llevaron; las que parecían ser
bastante fuertes se habían inclinado a los ángulos
de la piedra, en tanto que las otras se inclinaban a los lados de
la piedra. Y así acarrearon todas las piedras. Y las
trasladaron a través de la puerta, tal como se les
había ordenado, y las entregaron a los hombres para la
torre; y éstos tomaron las piedras y edificaron. Y la
edificación de la torre era sobre la gran roca y sobre la
puerta. Estas diez piedras fueron entonces juntadas, y
cubrían toda la roca. Y éstas formaron un
fundamento para el edificio de la torre. Y la roca y la puerta
sostenían toda la torre. Y después de las diez
piedras subieron de la profundidad otras veinticinco piedras, y
éstas fueron encajadas en el edificio de la torre siendo
acarreadas por las vírgenes, como las anteriores. Y
después de éstas subieron treinta y cinco piedras.
Y éstas, asimismo, fueron encajadas en la torre. Y
después de éstas vinieron otras cuarenta piedras, y
éstas fueron puestas todas en el edificio de la torre.
Así que se pusieron cuatro hileras en los fundamentos de
la torre. Y las piedras dejaron de subir de la profundidad, y los
edificadores también cesaron un rato. Y entonces los seis
hombres ordenaron a la multitud de gente que trajera piedras de
las montañas para la edificación de la torre.
Fueron traídas, pues, de todas las montañas, de
varios colores, labradas por los hombres, y entregadas a las
vírgenes; y las vírgenes las acarreaban a
través de la puerta y las entregaban para la
edificación de la torre. Y cuando las distintas piedras
fueron colocadas en el edificio, se hicieron semejantes todas y
blancas, y perdieron sus muchos colores. Pero algunas piedras
fueron entregadas por los hombres para el edificio, y
éstas no se volvieron brillantes; sino que tal como eran
colocadas, así permanecían; porque no eran
entregadas por las vírgenes ni habían sido
acarreadas a través de la puerta. Estas piedras, pues,
eran disformes y desagradables a la vista en el edificio de la
torre. Entonces los seis hombres vieron que las piedras eran
impropias en el edificio, y ordenaron que fueran quitadas y
fueran llevadas abajo a su lugar propio, de donde habían
sido traídas. Y dijeron a los hombres que estaban trayendo
piedras: "Absteneos del todo de entregar piedras para la
edificación; pero colocadlas junto a la torre, para que
las vírgenes las acarreen a través de la puerta y
las entreguen a los que edifican. Porque, si no son acarreadas a
través de la puerta por las manos de estas
vírgenes, no pueden cambiar su color. No trabajéis,
pues, en vano".
[82] V. Y el edificio quedó terminado en aquel
día; con todo, la torre no quedó terminada por
completo, porque había de ser elevada todavía un
poco más; y hubo una interrupción en la
edificación. Y los seis hombres ordenaron a los
edificadores que se retiraran un rato todos ellos y descansaran;
pero a las vírgenes no les ordenaron que se retiraran de
la torre. Y yo pensé que las vírgenes se
habían quedado para guardar la torre. Y después que
todos se hubieron retirado y descansado, yo le dije al pastor:
"Señor, ¿por qué no ha sido completada
la edificación de la torre?" "La torre", me
contestó, "no puede ser completamente terminada hasta
que su Señor venga y ponga a prueba este edificio, con el
fin de que, si hay algunas piedras que se desmenucen, las pueda
cambiar porque la torre es edificada según su voluntad".
"Quisiera saber, señor", le dije, "qué es
el edificio de esta torre, y respecto a la roca y la puerta, y
las montañas, y las vírgenes, y las piedras que
vinieron de lo profundo y no fueron labradas, sino que fueron
usadas tal como estaban en la edificación; y porqué
fueron colocadas primero diez piedras en los fundamentos, luego
veinticinco, luego treinta y cinco, luego cuarenta; y respecto a
las piedras que han entrado en la edificación y fueron
quitadas otra vez y devueltas a su lugar; con respecto a todas
estas cosas da descanso a mi alma, señor, y
explícamelas". Y me dijo: "Si no eres dominado
por una curiosidad vana, conocerás todas estas cosas.
Porque después de unos pocos días vendremos
aquí, y verás lo que a continuación
ocurrirá a esta torre y entenderás todas las
parábolas con exactitud". Y después de unos
días volvimos al lugar en que nos habíamos sentado,
y él me dijo: "Vayamos a la torre, porque el propietario
de la torre viene para inspeccionarla". Y fuimos a la torre y no
había nadie allí cerca, excepto las
vírgenes. Y el pastor preguntó a las
vírgenes si el amo de la torre había llegado. Y
ellas le dijeron que llegaría pronto para inspeccionar el
edificio.
[83] VI. Y he aquí que al cabo de poco vi un
despliegue de muchos hombres que venían, y en medio un
hombre de una estatura tal que sobrepujaba la torre. Y los seis
hombres que habían dirigido la edificación andaban
con él a su derecha y a su izquierda, y todos los que
habían trabajado en la edificación estaban con
él, y muchos otros gloriosos ayudantes alrededor. Y las
vírgenes que vigilaban la torre se adelantaron y le
besaron, y empezaron a caminar a su lado alrededor de la torre. Y
este hombre inspeccionó el edificio tan cuidadosamente,
que palpó cada una de las piedras, y empuñaba una
vara en la mano, con la cual golpeaba cada una de las piedras que
estaba colocada en el edificio. Y cuando golpeaba, algunas de las
piedras se volvían negras como hollín, otras
mohosas, otras se resquebrajaban, otras se rompían, otras
no se volvían ni blancas ni negras, otras deformes y no
encajaban con las otras piedras, y otras mostraban muchas
manchas; éstos eran los aspectos diversos de las piedras
que se veía eran impropias para el edificio. Así
que ordenó que todas ellas fueran quitadas de la torre y
fueran colocadas junto a la torre, y fueran traídas otras
piedras y colocadas en lugar de aquéllas. Y los
edificadores le preguntaron de qué montaña deseaba
que fueran traídas las piedras y puestas en su lugar. Y
él no quiso que fueran traídas de las
montañas, sino que mandó que fueran traídas
de cierta llanura que había muy cerca. Y cavaron en la
llanura, y se hallaron piedras allí brillantes y
cuadradas, pero algunas de ellas eran demasiado redondeadas. Y
todas las piedras que había por todas partes en aquella
llanura fueron traídas, y fueron acarreadas a
través de la puerta por las vírgenes. Y las piedras
cuadradas fueron labradas y puestas en el lugar de las que
habían sido quitadas; pero las redondeadas no fueron
colocadas en el edificio, porque era difícil darles forma,
y el trabajo en ellas era lento. Así que fueron colocadas
al lado de la torre, como si se intentara darles forma y
colocarlas en el edificio; porque eran muy brillantes.
[84] VII. Así que, habiendo realizado estas
cosas, el hombre glorioso que era el señor de toda la
torre llamó al pastor hacia sí, y le entregó
todas las piedras que había puestas al lado de la torre, y
que fueron quitadas del edificio, y le dijo: "Limpia estas
piedras cuidadosamente y ponlas en el edificio de esta torre; se
entiende, las que puedan encajar con el resto; pero las que no
puedan encajar, échalas lejos de la torre". Habiendo
dado estas órdenes al pastor, se marchó de la torre
con todos los que habían venido con él. Y las
vírgenes estaban alrededor de la torre
observándole. Yo le dije al pastor:
"¿Cómo pueden estas piedras entrar otra vez en
el edificio de la torre, siendo así que han sido
desaprobadas?". Él me contestó:
"¿Ves estas piedras?". "Las veo, señor",
le dije. "Yo mismo daré forma a la mayor parte de
estas piedras y las pondré en el edificio, y
encajarán con las piedras restantes". "¿Cómo
es posible", le dije, "cuando sean recortadas con el
cincel, que encajen en el mismo espacio?" El me dijo como
respuesta: "Todas las que sean halladas pequeñas
serán puestas en medio del edificio, pero las que sean
mayores serán colocadas cerca del exterior y se
enlazarán con las otras". Con estas palabras me dijo:
"Vayámonos, y después de dos días
volvamos y limpiemos estas piedras y pongámoslas en el
edificio; porque todas las cosas alrededor de la torre han de ser
limpiadas, no sea que el señor venga súbitamente y
halle los alrededores de la torre sucios y se enoje, y resulte
que estas piedras no entren en la edificación de la torre
y yo sea tenido por descuidado a los ojos de mi
señor".
Y después de dos días fuimos a la torre, y
él me dijo: "Inspeccionemos todas las piedras, y
veamos cuáles pueden servir para la
edificación". Yo le dije: "Señor,
inspeccionémoslas".
[85] VIII. Y así, empezando, primero
inspeccionamos las piedras negras; y tal como habían sido
descartadas del edificio, así las hallamos. Y el pastor
ordenó que fueran quitadas de la torre y fueran puestas a
un lado. Luego inspeccionó las que eran mohosas, las
tomó y moldeó muchas de ellas, y ordenó a
las vírgenes que las tomaran y las pusieran en el
edificio. Y las vírgenes las tomaron y las colocaron en el
edificio de la torre en una posición media. Pero para las
restantes ordenó que fueran colocadas con las negras,
porque éstas también eran negras. Luego
empezó a inspeccionar las que tenían rajas; y de
éstas moldeó algunas, y ordenó que fueran
llevadas por las manos de las vírgenes para el edificio. Y
fueron colocadas hacia fuera, porque se vio que eran sanas. Pero
el resto no pudo ser moldeado debido al número de rajas.
Por esta razón, pues, fueron echadas fuera del edificio de
la torre. Luego siguió inspeccionando las piedras de
tamaño reducido, y muchas de ellas estaban negras, y
algunas tenían grandes rajas; y ordenó que
éstas también fueran colocadas con las que
habían sido descartadas. Pero las que quedaban, él
las limpió y les dio forma y ordenó que fueran
colocadas en el edificio. Así que las vírgenes las
tomaron y las encajaron en medio del edificio de la torre, porque
eran algo débiles. Luego empezó a inspeccionar las
que eran medio blancas y medio negras, y muchas de ellas ahora
eran del todo negras; y ordenó que éstas fueran
llevadas con las que habían sido descartadas antes. Pero
todas las restantes fueron halladas blancas, y fueron llevadas
por las vírgenes; porque siendo blancas fueron encajadas
por las mismas vírgenes en el edificio. Pero fueron
colocadas hacia fuera, porque estaban sanas, de modo que
podían unirse a las que habían sido colocadas en
medio; porque ni una sola de ellas era demasiado pequeña.
Entonces empezó a inspeccionar las duras y deformes; y
unas pocas fueron descartadas, debido a que no se podían
moldear, porque eran demasiado duras. Pero moldeó las
restantes, les dio forma y fueron llevadas por las
vírgenes, y fueron encajadas en medio del edificio de la
torre, porque eran algo débiles. Luego siguió
inspeccionando las que tenían manchas, y algunas de
éstas se habían vuelto negras y fueron echadas con
el resto; pero las restantes eran brillantes y sanas, y fueron
encajadas por las vírgenes en el edificio; pero fueron
colocadas hacia fuera debido a su fuerza.
[86] IX. Entonces fue a inspeccionar las piedras blancas
y redondas, y me dijo: "¿Qué haremos con estas
piedras?" "¿Cómo puedo saberlo yo,
señor?", le respondí. Y él me dijo:
"¿No te das cuenta de nada con respecto a las
mismas?" Y le dije: "Señor, no entiendo en este
arte, ni soy cantero, ni puedo decir nada". "¿No ves,
me dijo, "que son muy redondas, y si quiero hacerlas
cuadradas es necesario quitar de ellas mucho con el cincel? Con
todo, algunas tienen que ser colocadas por necesidad en el
edificio". "Señor", dije, "si ha de ser
así, ¿por qué te desazonas, y por qué
no escoges para el edificio las que quieras y las encajas en
él?". El escogió de entre las grandes y
brillantes algunas y las picó; y las vírgenes las
tomaron y las encajaron en las partes exteriores del edificio.
Pero las restantes que habían quedado se las llevaron y
las pusieron en la llanura de donde habían sido
traídas; éstas no fueron echadas, sin embargo,
porque, dijo él, "queda todavía parte de la
torre para ser construida. Y el señor de la torre desea
muchísimo que estas piedras sean encajadas en el edificio,
porque son muy brillantes". Así que fueron llamadas
doce mujeres, de muy hermosa figura, vestidas de negro,
ceñidas y con los hombros desnudos, con el pelo colgando.
Y estas mujeres, pensé yo, tenían un aspecto
arisco. Y el pastor ordenó que tomaran las piedras que
habían sido desechadas del edificio, y las llevaran a las
mismas montañas de las cuales habían sido
traídas; y ellas las tomaron con alegría, y se
llevaron todas las piedras y las pusieron en el lugar de donde
habían sido sacadas. Y después de que habían
sido quitadas todas las piedras y no quedaba una sola alrededor
de la torre, el pastor me dijo: "Demos la vuelta a la torre y
veamos que no haya defecto en ella". Y yo di la vuelta con
él. Y cuando el pastor vio que la torre era muy hermosa en
la edificación, se puso en extremo contento, porque la
torre estaba tan bien edificada que, cuando yo la vi,
deseé con ansia la edificación de la misma porque
estaba edificada como si fuera de una sola piedra, encajada toda
junta. Y la obra de piedra parecía como si hubiera sido
excavada en la roca, porque me parecía como si fuera todo
una sola piedra.
[87] X. Y cuando andaba con él yo estaba contento
al ver una vista tan airosa. Y el pastor me dijo: "Ve y trae
yeso y arcilla fina, para que pueda rellenar las formas de las
piedras que han sido tomadas y puestas en el edificio, porque
toda la torre alrededor ha de ser lisa". Hice lo que me
mandó y se lo traje. "Ayúdame", me dijo,
"y la obra será realizada rápidamente".
Así que él llenó las formas de las piedras
que habían entrado en el edificio, y ordenó que los
alrededores de la torre fueran barridos y limpiados. Y las
vírgenes tomaron escobas y barrieron, y quitaron todos los
escombros alrededor de la torre, y rociaron con agua, y el
terreno alrededor de la torre quedó alegre y muy hermoso.
El pastor me dijo: "Todo ha quedado limpio ahora. Si el
señor viene a inspeccionar la torre, no tiene nada de
qué acusarnos". Diciendo esto, quería
marcharse. Pero yo eché mano de su zurrón y le
conjuré por el Señor que me explicara todo lo que
me había mostrado. El me dijo: "Estoy ocupado durante
un rato; luego te lo explicaré todo. Espérame
aquí hasta que vuelva". Yo le dije:
"Señor, cuando esté solo aquí,
¿qué es lo que tengo que hacer?". "Tú no
estás solo", me contestó, "porque estas
vírgenes están aquí contigo".
"Encomiéndame, pues, a ellas", le dije. El pastor las
llamó y les dijo: "Os encomiendo a este hombre hasta
que vuelva", y se marchó. Así que yo
quedé solo con las vírgenes; y ellas estaban muy
alegres y amablemente dispuestas hacia mí, especialmente
las cuatro que eran más gloriosas en
apariencia.
[88] XI. Las vírgenes me dijeron: "Hoy el
pastor no viene aquí". "¿Qué haré yo,
pues?", dije. "Espérale", dijeron,
"hasta el anochecer; y si viene, él hablará
contigo; pero si no viene, te quedarás aquí con
nosotras hasta que venga". Yo les dije: "Le
esperaré hasta el anochecer, y si no viene, me
marcharé a casa y regresaré temprano por la
mañana". Pero ellas contestaron y me dijeron:
"Él te encomendó a nosotras, y no puedes
marcharte de nosotras". "¿Dónde me quedaré,
pues?". "Tú pasarás la noche con nosotras",
dijeron, "como un hermano, no como un marido; porque
tú eres nuestro hermano, y a partir de ahora nosotras
moraremos contigo; porque te amamos entrañablemente".
Pero yo tenía vergüenza de quedarme con ellas. Y la
que parecía ser la principal empezó a besarme y
abrazarme; y las otras, viendo que ella me abrazaba, empezaron
también a besarme, y me llevaban alrededor de la torre y
jugaban conmigo. Y yo me había vuelto como si fuera un
joven, y comencé yo mismo a jugar con ellas. Porque
algunas de ellas empezaron a danzar, otras a dar saltos, otras a
cantar. Pero yo me quedé en silencio y andaba con ellas
alrededor de la torre, y estaba contento con ellas. No obstante,
cuando llegó la noche, deseaba irme a casa; pero ellas no
me dejaron, sino que me detuvieron. Y yo pasé la noche con
ellas, y dormí al lado de la torre. Porque las
vírgenes esparcieron sus túnicas de lino sobre el
suelo, y me hicieron echar en medio de ellas, y ellas no
hacían otra cosa que orar; y yo oraba con ellas sin cesar,
y no menos que ellas. Y las vírgenes se regocijaban que yo
orara. Y yo estuve con las vírgenes allí hasta la
mañana a la segunda hora. Entonces vino el pastor y dijo a
las vírgenes: "¿Le habéis hecho
algún daño?" "Pregúntaselo", dijeron. Y
yo le dije: "Señor, estuve contento de estar con
ellas". "¿Qué comiste para cenar?", me
preguntó. "Cené, señor, las palabras del
Señor durante toda la noche", le dije.
"¿Te trataron bien?", preguntó él.
"Sí, señor", contesté.
"Ahora", dijo él, "¿qué es lo
que quieres oír primero?". "En el orden en que me lo has
mostrado, señor, desde el principio", le dije;
"te ruego, señor, que me lo expliques exactamente en
el orden en que te lo preguntaré". "Según tu deseo,
así te lo interpretaré", me dijo, "y no te
esconderé nada a ti".
[89] XII. "Primero, señor", le dije,
"explícame esto. La roca y la puerta,
¿qué son?" "Esta roca", me contestó,
"y la puerta, son el Hijo de Dios". "Señor", le
dije, "¿cómo es que la roca es antigua pero la
puerta reciente?" "Escucha", me dijo, "y entiende,
hombre insensato. El Hijo de Dios es más antiguo que toda
su creación, de modo que fue el consejero del Padre en la
obra de su creación. Por tanto, también El es
antiguo". "Pero la puerta, ¿por qué es reciente,
señor?", le pregunté. "Porque", dijo
él, "El fue manifestado en los últimos
días de la consumación; por tanto, la puerta es
hecha recientemente, para que los que son salvos puedan entrar
por ella en el reino de Dios. ¿Viste", me dijo,
"que las piedras que pasaron por la puerta han entrado en la
edificación de la torre, pero las que no pasaron por ella
fueron echadas otra vez a su lugar?". "Lo vi, señor",
dije yo. "Así, pues", dijo él, "nadie
entrará en el reino de Dios a menos que haya recibido el
nombre de su Hijo. Porque si tú quieres entrar en una
ciudad, y esta ciudad está amurallada por completo y
sólo tiene una puerta, ¿puedes entrar en esta
ciudad como no sea por medio de la puerta que tiene?"
"Señor, ¿cómo sería posible hacerlo
de otra manera?", le pregunté yo. "Así
pues, si no puedes entrar en la ciudad excepto a través de
la puerta que tiene, lo mismo", dijo él, "ninguno
puede entrar en el reino de Dios excepto en el nombre de su Hijo
que es amado por Él. ¿Viste, me dijo, "la
multitud que está edificando la torre?" "La vi,
señor", le contesté. "Estos", dijo
él, "son todos ángeles gloriosos. De
éstos, pues, está rodeado por todas panes el
Señor. Pero la puerta es el Hijo de Dios; sólo hay
esta entrada al Señor. Nadie puede entrar hasta Él
de otra manera que por medio de su Hijo. ¿Viste", me
dijo, "los seis hombres, y el hombre glorioso y poderoso en
medio de ellos, que andaba alrededor de la torre y rechazaba las
piedras del edificio?" "Le vi, señor", le dije.
"El hombre glorioso", dijo él, "es el hijo de
Dios, y los seis son los gloriosos ángeles que le guardan
a su derecha y a su izquierda. De estos gloriosos ángeles
ni uno entrará ante Dios aparte de Él; todo el que
no recibe su nombre, no entrará en el reino de
Dios".
[90] XIII. "Pero la torre", dije yo,
"¿qué es?" "La torre", contestó
él, "¡cómo!, es la Iglesia". "Y estas
vírgenes, ¿quiénes son?". Y me dijo:
"Son los espíritus santos, y ningún hombre
puede hallarse en el reino de Dios a menos que éstos le
revistan con su vestido; porque si tú recibes sólo
el nombre pero no recibes el vestido de ellos, no te sirve de
nada. Porque estas vírgenes son poderes del Hijo de Dios.
Por lo tanto si tú llevas el Nombre y no llevas su poder,
llevarás el Nombre sin ningún resultado. Y las
piedras", dijo él, "que viste que eran echadas,
éstas llevaban el Nombre, pero no estaban vestidas con el
vestido de las vírgenes". "¿De qué clase,
señor", pregunté yo, "es su vestido?" "Los
mismos nombres", dijo él, "son su vestido. Todo
el que lleva el nombre del Hijo de Dios, debería llevar
los nombres de éstos también; porque incluso el
Hijo mismo lleva los nombres de estas vírgenes. Todas las
piedras que viste que entraban en el edificio de la torre",
me dijo, "siendo dadas por sus manos y esperando para la
edificación, han sido revestidas del poder de estas
vírgenes. Por esta causa tú ves la torre hecha de
una sola piedra con la roca. Así también los que
han creído en el Señor por medio de su Hijo y
están revestidos de estos espíritus, pasarán
a ser un espíritu y un cuerpo, y sus vestidos son todos de
un color. Pero estas personas que llevan los nombres de las
vírgenes tienen su morada en la torre". "Las piedras que
son echadas, pues", dije yo, "¿por qué
fueron echadas? Porque pasaron por la puerta y fueron colocadas
en el edificio de la torre por manos de las vírgenes".
"Como todas estas cosas te interesan", dijo él,
"e inquieres con diligencia, escucha lo que se refiere a las
piedras que han sido echadas. Todas éstas", dijo
él, "recibieron el nombre del Hijo de Dios, y
recibieron también el poder de estas vírgenes.
Cuando recibieron, pues, estos espíritus, fueron
fortalecidas y estaban con los siervos de Dios, y tenían
un espíritu y un cuerpo y un vestido; porque eran de un
mismo pensar y obraban justicia. Después de cierto tiempo,
pues, fueron persuadidas por las mujeres que viste vestidas en
ropa negra, y tenían los hombros desnudos y el pelo
suelto, y eran de hermosa figura. Cuando las vieron las desearon,
y se revistieron de su poder, pero se despojaron del poder de las
vírgenes. Estos, por tanto, fueron echados de la casa de
Dios y entregados a estas mujeres. Pero los que no fueron
engañados por la hermosura de estas mujeres permanecieron
en la casa de Dios. Aquí tienes la interpretación
de las que fueron descartadas", dijo él.
[91] XIV. "¿Qué pasa, pues,
señor", dije yo, "si estos hombres, siendo lo que
son, se arrepienten y se desprenden de su deseo hacia estas
mujeres, y regresan a las vírgenes, y andan en su poder y
en sus obras? ¿No entrarán en la casa de Dios?"
"Entrarán", dijo él, "si se desprenden de
las obras de estas mujeres y vuelven a tomar el poder de las
vírgenes y andar en sus obras. Porque ésta es la
razón por la que hubo una interrupción en la
edificación, para que si éstos se arrepienten,
puedan entrar en el edificio de la torre; pero si no se
arrepienten, entonces otros ocuparán su lugar, y ellos
serán expulsados finalmente". Por todas estas cosas
yo di gracias al Señor, porque Él tuvo
compasión de todos los que invocan su nombre, y nos
envió al ángel del arrepentimiento a los que
habíamos pecado contra Él, y reavivó nuestro
espíritu, y cuando ya estábamos echados a perder y
no teníamos esperanza de vida, restauró nuestra
vida. "Ahora, señor", dije yo,
"muéstrame por qué la torre no está
edificada sobre el suelo, sino sobre la roca y sobre la puerta".
"Porque careces de sentido", dijo él, "y eres sin
entendimiento haces esta pregunta" "Me veo obligado,
señor", dije yo, "a preguntarte todas las cosas a
ti porque yo soy totalmente incapaz de comprender nada en
absoluto; porque todas estas cosas son grandes y gloriosas y
difíciles de entender para los hombres". "Escucha",
continúo él. "El nombre del Hijo de Dios es
grande e incomprensible, y sostiene a todo el mundo. Así
pues, si toda la creación es sostenida por el Hijo de
Dios, ¿qué piensas tú de los que son
llamados por Él, y llevan el nombre del Hijo de Dios y
andan conforme a sus mandamientos? ¿Ves tú en
qué manera Él sostiene a los hombres? Los que
llevan su nombre de todo corazón. Él mismo, pues,
es su fundamento, y Él los sustenta alegremente, porque
ellos no están avergonzados de llevar su
nombre".
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