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De Jesús. Al filo de la navaja. Adrenlinomania Parte I (página 5)




Enviado por Norberto Villegas



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Nuevamente la adrenalina volvía a
fluir en su interior, no lo podía evitar, era un vicio y
Él un vicioso. Como el alacrán, era su
naturaleza.

No se trató más el asunto, se
levantaron.

Recibió las llaves del Mustang. Al
pasar por el cuarto de televisión una noticia transmitida
por el noticiario de la noche, llamó su atención,
El Fangio había sido emboscado en la carretera de Tres
Marías a las Lagunas de Zempoala, un solo disparo
había entrado por el cristal de la aleta izquierda, el
único lugar, la única pieza que no había
sido blindada. El Smith había sido asesinado al salir del
Hotel Del Sol en Guadalajara, Jalisco, lo estaban esperando en el
estacionamiento. El Steve no alcanzó a poner los dos
píes en tierra ya que al bajar de un Jet X-10 de
veinticinco plazas en el aeropuerto de Culiacán, Sinaloa,
todo fue poner el píe izquierdo en el asfalto cuando se
escucharon varias ráfagas de ametralladora AK-45 que desde
una limusina vomitó su mortal descarga y lo dejó
tendido, aún con el píe derecho sobre la
escalerilla.

Había trascurrido un año y un
día desde que solicitaron sus respectivas bajas de la
Policía Judicial, todo sucedió a menos de
veinticuatro horas de que perdieran su protección como
ex-judiciales.

De Jesús quedó
estático, sin pronunciar palabra, se despidió del
Capitán Macedo y se retiró a la recámara que
tenía asignada. Caminó lentamente, miles de
recuerdos acudieron a su memoria, emociones y más
emociones. Meditó más no se entristeció,
sabía que así tendría que pasar, así
estaba escrito, así sucedió.

Se recostó, con la mirada fija
viendo las vigas de madera y los ladrillos que conformaban el
techo de la habitación, el abanico daba vueltas
lentamente, una, dos, tres y así hasta veinte vueltas y de
nuevo otra y otra y otra vez. Así pasó la noche.
Siendo las cinco con cuarenta y cuatro minutos tomó el
despertador que siempre lo acompañaba y evito que la
alarma funcionara, era un juego personal y que casi siempre lo
ganaba sin que eso representara que no durmiera bien o no
descansara o no conciliara en reparador sueño.

Tomó su maleta, apagó la
lámpara del buró y con la mente llena de recuerdos
recorrió todas y cada una de las aventuras en las que se
embarcó aquel cuarteto tan singular como
heterogéneo. Siempre corriendo al filo de la navaja,
buscando emociones en un raro concepto de deportes extremos, de
uno o de otro lado de la delgada línea imaginaria de lo
moral ya que para ellos nunca existió lo legal o lo
ilegal, todo dependía del lado en que estés. Para
ellos lo legal era todo lo que alimentaba su vicio, la
Adrenalinomanía.

Y con ese apretar de encías y tragar
saliva tomó las llaves del Mustang y se encaminó al
taller de Gilberto, compadre de Macedo.

Mecánicamente verificó
niveles de fluidos; refrigerante, agua para limpiar parabrisas,
aceite de motor, aceite de la transmisión, aceite de la
dirección. Con el talón de sus mocasines italianos
golpeó las cuatro llantas tratando de acertar con el
simple sonido sí es que estaban infladas adecuadamente. Se
dirigió a abrir la cajuela pero desistió al
recordar la recomendación de Macedo en el sentido de
abstenerse de abrirla lo cual no era motivo de duda o
desconfianza ya que así se trataban las encomiendas.
Solamente le había pedido el traslado del Mustang. No hubo
preguntas, no hubo aclaraciones, es más, ni siquiera
trataron lo relativo al arreglo económico. De Jesús
sabía que al consultar el saldo de su cuenta bancaria, que
por supuesto no era Él el titular sino que la manejaba con
una alias que solamente unos cuantos sabían, tan pocos que
los dedos de la mano sobrarían para contarlos y más
ahora que se había enterado que sus "Amigos" destilaban
emociones en otro nivel.

Se quitó la chamarra y la
lanzó despreocupadamente al asiento trasero, al incomodo
asiento trasero ya que recordó el viaje de la Capital a
Cuautla, un viaje relativamente corto pero que se le había
hecho eterno ya que por atención cedió el asiento
delantero a la prometida de uno de sus hermanos mismo que se
encargó de conducir y Él junto con el propietario
de aquel Mustang 68, por cierto igual al que fue la estrella en
la película "Un Hombre y una Mujer". A pesar de que
recorrieron los asientos hasta donde se lo permitieron los
mecanismos de ajuste, no fue una exageración el hecho de
que literalmente se rascaban el mentón con las rodillas.
Recordó el capitulo de la autobiografía de Lee
Iacoca, aquel magnate de las plantas armadoras Ford y Chrysler en
Estados Unidos y que mencionaba que el Mustang fue
diseñado bajo el concepto de un auto deportivo, de
ahí lo alargado del su cofre y el acortamiento de la
cajuela, era un auto deportivo-familiar.

  • Pues si, familiar pero para una familia
    de cuando mucho de cuatro miembros; papá, mamá
    y dos hijos pero pequeños, de menos de diez
    años.

El Mustang atrás es muy
incomodo.

Se caló sus Ray-Van, se mezo el pelo
y se ajustó la gorra azul con logotipo de Sony.

El rugir de los 350 caballos de potencia
del motor V-8 lo relajó. Abandonó lentamente el
taller, hizo un gesto de despedida a Gilberto. Rodó con
precaución por las típicas calles empedradas de
Santa Bárbara de Almoloya y ya en las afueras del pueblo
se detuvo en la única gasolinera local. Ahí
solicito le llenaran el tanque de la gasolina a pesar de que el
respectivo marcador indicaba que estaba "Lleno". El despachador
se encargó de limpiar el parabrisas así como el
medallón trasero. El taque sólo admitió
escasamente dos litros de combustible. De Jesús
trató de pagar pero el dependiente le indicó que ya
estaba cubierto el importe por el Capitán Macedo, que no
era necesario pagar más, eso era un servicio y
atención para el Capitán, el que por cierto era
propietario de esa y de otras muchas Estaciones de Servicio en el
área. De cualquier manera le extendió una generosa
propina misma que rechazó ya que no le era permitido
aceptarla por indicaciones directas del
Capitán.

Se hizo a la carretera y recordó la
ruta que le había trazado Macedo. Tomó rumbo a
Tlaxcala, Apizaco, Chignahuapan, Huauchinango. En el tramo de
Tétela de Ocampo a Zacatlán la carretera sinuosa en
extremo le trajo a la memoria la ocasión en que posterior
a una "Acción" en la Agencia de Jaguar en Santa Fe en la
que se hicieron de dos Jaguares, auto deportivo y bastante veloz
sobretodo en caminos sinuosos además seguro ya que
está diseñado para que su centro de gravedad, al
tomar cualquier curva a cualquier velocidad, quedara a diez
centímetros debajo de la superficie de rodamiento lo que
lo hacía imposible de que sufriera una volcadura. Una vez
que tomaron "Prestados" los Jaguares incursionaron a
través de un moderno túnel que es el acceso a
exclusivo fraccionamiento reservado para personas que estuvieran
en condiciones de adquirir mínimo un departamento en obra
negra por la módica cantidad de un millón de
dólares. Nunca se explicó el por qué estando
en México, tasaban los precios en moneda extranjera
precisamente en Dólares Americanos. Y ni que decir del
costo de las residencias reservadas para clientes asiduos a las
tiendas de la Avenida Presidente Mazarick, ser atendidos al grado
de poder cerrar la tienda y ser el único cliente por horas
enteras sin importar el día del año en que se le
antojara "Ir de Shoping" o de compras para los cuates,
seleccionar prendas exclusivas desde luego "De Marca" y o tomarse
la molestia de preguntar por os precios y seleccionar al azar una
de la docena de tarjetas de crédito Platino y estampar su
firma en el "Boucher" sin tomarse la molestia de ver siquiera a
cuánto ascendía el valor de su compra. Y esto
podría suceder tanto en México, como en
París o en Dusseldorf, o en Milan o en Nueva York,
perdón, New York.

Pues en ese ambiente se permitieron visitar
diez residencias cuidadosamente seleccionadas con lo que lograron
un botín exclusivamente en Bonos de la Federación y
Acciones al Portador irrastreables y a la vez de dudosa
procedencia por lo que estaban seguros que no serían
denunciado. Todo por un monto cercano a los cien millones de
dólares (Otra vez Dólares) prepararon su retiro,
que no fue fuga por Cuajimalpa tomando la carretera libre
México-Toluca, al llegar a la Caseta de Peaje de Contadero
continuaron por la libre y pasando por la Marquesa se internaron
al estacionamiento del Instituto Nacional de Investigaciones
Nucleares, volvieron a salir a la carretera y tomaron rumbo ala
Ciudad de México y se internarían al Valle de las
Monjas donde habían camuflado una camioneta Van Explorer.
Saldrían de nuevo rumbo a Toluca, tomarían la
carretera de cuota a Guadalajara y llegarían solo a la
Hacienda de Cantalagua donde participarían en el anual
torneo de golf organizado por el Pentágono de Tiro de
Guardias Presidenciales por lo que podrían ser atestiguado
por cuando menos de un medio centenar de oficiales de ese cuerpo
militar. Esa era su coartada. Bueno, ese era el plan urdido en la
mente de De Jesús pero al llegar a las "Eses" que
anteceden a la famosa curva "Cola de Pato" el auto que iba
adelante y que era conducido por El Fangio, desde luego que no
tuvo problemas pero el segundo Jaguar que conducía
precisamente De Jesús al entrar a la segunda de tres
curvas seguidas, las llantas delanteras invadieron la zona de
grava en la imaginaria que separa los sentidos de
tránsito. Fueron tres trompos los que dio el
automóvil sin control alguno. El jaguar estaba garantizado
que no se volteaba pero nada acerca de trompos. El
automóvil se acercaba en instantes se alejaba para
inmediatamente acercarse. Fueron eternos cuatro o cinco segundos
durante los cuales toda clase de pensamientos y recuerdos
acudieron en tropel a la memoria de De Jesús y seguramente
de su compañero El Steve. Todo lo bueno y lo malo, lo
grato y lo no tanto, sus viajes de descanso, sus incursiones a
los Centros de Rehabilitación Social. Todo en menos de
cinco segundos. Todos esos recuerdos hicieron que aflojara su
píe derecho, el del acelerador, entonces el Jaguar
aminoró la velocidad.

Cuando llegó a Huauchinango no eran
aún las nueve de la mañana y decidió
almorzar en el restaurante a la orilla de la carretera, "La
Cabaña", después de Necaxa y antes de llegar a
Tulancingo.

Ahí con el olor a humo le
acudían remembranzas de aquellos paseos-excursiones
familiares que en el aguantador Buick "Escarabajo", precursor de
los "Vochos" recorrían en busca de auténticas
aventuras. Ese auto es fue fiel hasta el mismo deshuesadero,
siempre pintado de dos colores que entre más
contrastantes, más polémico. Cuando no amarillo y
rojo, verde y gris, o rojo y azul, o crema con verde o alguna
otra combinación casi imposible ya que siempre
aprovechaban los sobrantes de pintura que quedaban en el taller
mecánico automotriz que su padre tenía montado por
los rumbos de los panteones en los tiempos en que todo negocio y
sobretodo los talleres tenían que alquilar mínimo
un local donde todos los vehículos quedaban encerrados y
no como tiempo después que les dio por agarrara a las
calles como talleres y además todos pagaban sus impuestos
y todos los locales deberían de contar con instalaciones
sanitarias adecuadas para los trabajadores e inclusive se les
exigía que contaran con regadera y agua caliente,
adelantito de Tacuba, enfrentito de la Gasolinera "Ruiz", por
cierto propiedad de un amigo de la infancia de su padre,
Mecánico altamente reconocido en el medio aunque no
necesariamente por su habilidad para localizar las fallas en los
motores que en ese entonces con su carburador, su distribuidor,
sus bujías, sus platinos, su bobina, su condensador y uno
que otro chunche no tan complicado como ahora con su computadora,
sus inyectores y no sé cuantos otros adelantos que han
hecho mucho más complicados los arreglos y que su padre se
refería a esos adelantos como; " Los culpables de que ya
no hubiera mecánicos, solo Cambia-Piezas". Pero en
realidad la fama y reconocimiento le llegaba por el ingenio en
aquellas citas o frases de su invención; "Resérvese
su opinión, no la pido", (¡Sopas!), O "Lo
difícil lo arreglo inmediatamente, lo imposible, me tardo
un poquito" (¡Zas!) O aquel "Somos mecánicos, no
Santos. No hacemos milagros" (¡Moles!).

Pues como curiosamente al maestro pintor,
"El Pincelín", siempre le sobraba ya medio litro, ya un
poquito más, pues terminaba cubriendo al Buick.

En uno de esos viajes sin rumbo fijo o sin
ruta establecida casualmente dieron con "La Cabaña". La
primera reacción al entrar al tendajón fue la de
salirse y continuar en su viaje que habían trazado sobre
la marcha con destino final en Papantla, Veracruz, pero el hambre
pudo más y en escasamente quince minutos ya estaban
más que acostumbrados al ambiente saboreando un suculento
almuerzo consistente en quesadillas de; hongos, flor de calabaza
o chicharrón, pero lo que los hizo volver en cuantas
ocasiones podían fueron los frijoles negros refritos y con
chorizo asado en crocantes perdigones que traían a la
memoria de sus glándulas salivales un sabor que nunca
olvidaría.

Fue ahí que se detuvo y donde
empezó a despertar sospechas a un para de policías
de caminos y no por otra cosa sino que por la presencia del
Mustang. Estuvieron sentados tomándose sendas Coca-Colas,
eso si, sin quitarse las gafas oscuras. En realidad lo primero
que observaron fue los Ray-Van de De Jesús el que casi
terminaba de almorzar. Pidió la cuenta con el geto
clásico de los mexicanos que parecen escribir en el aire
para solicitar la cuenta. Dejó generosa propina y al salir
se dirigió a un lavadero junto a un tonel lleno con agua
de lluvia, ahí se medio lavó las manos y
ocupó el último trago del agua mineral que
pidió como digestivo y se enjuagó la boca. Cuando
se encaminó en el patio que hacía las veces de
estacionamiento, el ruido que generaban sus pisadas sobre la
gravilla suelta interrumpieron de súbito al
escuchar;

  • Bonito carro, mi amigo.

Eran los dos policías de caminos que
estaban uno a cada lado del Mustang. Sólo asintió
haciendo un gesto de afirmación al, bajar la cabeza en
varias ocasiones.

  • ¿Correrá más que
    mi patrulla?

  • No sé, lo dudo.

  • Pues que le parece sí nos
    jugamos una carrerita de aquí a la entrada de
    Tulancingo.

  • ¿ Y qué le vamos a
    poner?

  • Algo que duela.

  • Conque no sea un pellizco.

  • No, para nada, algo que duela
    más.

  • ¿Cómo
    qué?

  • Como que si te gano, tu pierdes tu
    Mustang.

  • ¿Y sí gano?

  • Te dijo ir y todos
    contentos.

  • ¿Y sí no
    acepto?

  • Es que ya aceptaste, sino voy a pensar
    que está muy caliente.

  • Para nada. Te propongo que sí yo
    gano me llevo tus lentes.

  • ¿Mis lentes?

  • Y los de tu
    compañero.

  • ¿Qué te pasa? Y
    cuándo nos los regresas.

  • Pues sí es que tú ganas
    ahí estarás esperando al Mustang y en el
    asiento de atrás estarán sus lentes, pero
    sí gano, me sigo.

Estuvieron discutiendo por casi dos horas y
esa era la estrategia de De Jesús. Esperaba que empezaran
a correr a eso de las tres de la tarde cuando el sol se ubica
ligeramente arriba de los cuarenta y cinco grados que sumados a
las pendientes de la carretera que conocía y bastante
bien, fueran lo suficiente para deslumbrar, pero sobretodo al
conductor.

Los dos patrulleros se alejaron un tanto
para discutir los términos de las condiciones para y
establecer un plan para no permitir que De Jesús los
rebasara.

Ese momento lo aprovechó
precisamente para hábilmente romper la varilla del
sostén de la visera o artificio aquel que como una
papeleta ayuda a evitar deslumbramientos al conductor y su
acompañante por las luces de los vehículos que
circulaban en sentido contrario o por el mismo sol.

  • ¡Sale! Arrancamos. Va la
    palabra

  • Vienen los Ray-Van

  • Órale, ahí
    están.

  • ¿Qué pasó?
    Quedamos que son los dos.

  • Bueno.

De inmediato se acomodó en su
asiento, abrochó el cinturón de seguridad, giro la
llave del encendido y el motor rugió. Ya con el embrague a
fondo movió la palanca de velocidades colocándola
en la posición de la segunda velocidad, oprimió a
fondo el pedal del acelerador y soltó rápido aunque
con suavidad el pedal del embrague, las llantas traseras giraron
sin avanzar expeliendo las matatenas del suelo, una nube de polvo
y el humo del neumático nubló completamente la
visión de los patrulleros que a todas luces transpiraban
su condición de novatos las que mostraban con sus poses,
uniformes hechos a la medida y por supuesto de fino casimir,
impresionante "Rolex", bien cuidadas manos con recién
manicure, agradable olor a loción de marca y por lo mismo
cara, un buen corte de pelo y sobretodo el color bronceado de su
bien afeitado rostro. El porte y maneras no dejaban dudas que
provenían de un estrato socio-económico alto y que
eran patrulleros por pura vanidad.

Quedaron maldiciendo el no haber tomado la
delantera al arranque y pidieron preciosos segundos mientras el
polvo y el huno se disipaban. Parecía increíble
pero a pesar del tráfico y de lo estrecho de la carretera,
ya que sólo contaba con dos carriles, De Jesús les
tomó casi un kilómetro de ventaja la que se fue
reduciendo paulatinamente lo cual no le preocupó en
demasía ya que su rápido plan estratégico
funcionaba como en los viejos tiempos. Confiaba en su buena
memoria y cual video virtual proyectó en su mente el
paisaje y la traza asfáltica. Estimó que a su
derecha sobre una escarpada ladera debería aparecer una
cabaña que le recordaba algún "Chalet" suizo que en
cierta ocasión llamó poderosamente su
atención en su paso por los Alpes. Después de esa
cabaña a escasos doscientos metros debería empezar
el trazo de tres curvas, empezarían a la izquierda,
después la intermedia a la derecha y para rematar a
nuevamente a la izquierda. Precisamente en la curva intermedia se
extendía una explanada que como accidente geológico
se asentaba una buena porción de terreno arenoso, todo
esto estaba enclavado en una zona boscosa a considerable altura
sobre el nivel del mar y bastante retirado de cualquier costa,
río o laguna y con un material que hacía recordar
las dunas propias de las zonas costeras o bien de dunas
desérticas.

Se caló los lentes oscuros,
bajó un poco la visera de su gorra azul con logo de Sony,
soltó un poco el acelerador y casi permitió que lo
alcanzase la patrulla de caminos que afanosamente era conducido
con la intención de rebasarlo.

Tomó la primer curva y lo propio
hizo la patrulla, en ese momento los dos patrulleros
instintivamente levantaron la mano derecha con la
intención de abatir el parasol y su mano se fue en blanco,
sólo agarraron aire. Las maldiciones no se hicieron
esperar y en ese corto lapso de tiempo recorrieron el abecedario
de la "A" a la "Zeta" y no dejaron de maldecir, menos cuando se
dieron cuenta que el resplandor solar les pegaba de lleno y de
frente causándoles un deslumbramiento parecido al que se
genera en una toma fotográfica con flash. Tardía
fue su reacción al percatarse de que deberían tomar
curva a la derecha y en menos que lo pensaron ya estaban
invadiendo el estrato de arena que los hizo frenar en menos de
diez metros y eso a pesar de que se desplazaban a no menos de
ciento cincuenta kilómetros por hora. Los
neumáticos se fueron hundiendo hasta rebasar casi la
tercera parte de su diámetro hasta quedar brutalmente
detenido que de no haber sido por el buen tino de abrocharse los
cinturones de seguridad hubieran salido disparados por el
parabrisa varios metros hacía adelante.

La primera reacción fue la dar
marcha atrás pero en primera el motor dejó de
funcionar y en segunda lo hundido de las llantas y la
fricción que producía la arena en la parte inferior
del vehículo hubieran hecho infructuoso cualquier intento
de tratar de moverlo lo cual comprobaron con la maniobra que fue
necesario efectuar para retirar la patrulla que por medio de una
grúa "Comander" hubo necesidad de utilizar. Las risas y
las burlas de sus compañeros hicieron peor mella que en si
el incidente aunque este retiro tuvo que esperar su riguroso
turno.

En ese momento, De Jesús ya se
encontraba alejado casi medio kilómetro y unos cincuenta
metros por encima de aquella tan fatídica curva. Se detuvo
en la cota y volteó a ver a sus perseguidores y los
saludó con gesto militar.

Sólo le respondió el
conductor de la patrulla.

  • ¡Repórtalo! Lo agarran en
    la entrada a Tulancingo.

  • Para nada. Le di mi palabra.

Ahí dejó de tocar su ceja con
en índice y dijo más para sus adentros que para su
compañero;

  • Ni hablar, eres bien abusado, me
    chamaqueaste. ¡Suerte!

De Jesús tomó el volante y ya
más calmado tomo el derrotero trazado en el plan de
Macedo.

Al llegara Pachuca recordó el
fraccionamiento donde hacía algunos años su hermano
mayor colaboró en la construcción de casi mil casas
aunque eso de colaborar se redujo simplemente a señalarles
los defectos que encontró cuando llegó y que
tenían casi la mitad según un arquitecto de cuyo
nombre ni apellido recordaba, ya tenía listas para
entregar.

Su hermano se había distinguido por
ser un apasionado de la calidad y con ojo clínico, como
resultado de su amplia experiencia en labores tanto de
diseño como de construcción, detectó en
menos de una semana ciento veintidós defectos o
anomalías en la construcción y eso sin contar las
que sistemáticamente se repetían de os que muchos
se derivaban desde el mismo diseño, también
notó ciertos malos manejos en la asignación de
sub-contratos y de servicios, es decir, el encargado de la
impermeabilización de las azoteas, casualmente era el
primo del ingeniero residente y los acarreos de desperdicios y de
tabique estaban asignados a una flotilla de camiones propiedad,
también casualmente, de un hermano del mismo ingeniero.
Ambos proveedores siempre tenían sus pagos puntualmente
aunque otros proveedores y destajistas apenas sacaban para cubrir
la raya de su personal.

Todo esto fue reportado directamente al
Consejo Administrativo de la Empresa Constructora mediante a
transmisión de un correo electrónico o e-mail. Su
hermano le comentó que le había enviado
también copia de ese reporte a al mismo ingeniero
residente sin que hubiera reacción alguna o al menos no
inmediata y fue cuando el Director General o simplemente el
Dueño de la Empresa voló especialmente a verificar
la veracidad de tan alarmante reporte lo que al percatarse de la
fidelidad del mismo originó una junta emergente con todo
el personal Técnico-Administrativo de la obra y cada uno
de ellos fue recibiendo en su turno una fuerte reprimenda.
Despidió ahí mismo a tres elementos incondicionales
del equipo de trabajo del residente y este obtuvo un
ultimátum. Casualmente ese día su hermano
había sido llamado a las oficinas de la Constructora y que
se ubicaban en la Ciudad de México para asesorar la
elaboración de una oferta para la construcción de
un campo de golf y la casa club en lo que sería el Country
Club y que se desarrollaría en el Municipio de
Huixquilucan en el Estado de México. Tardó un par
de días en retornar a sus actividades en la obra de
Pachuca y al regresar encontró que su habitación
estaba desalojada, sin muebles y atiborrada de materiales y
accesorios para la construcción. La camioneta Pick-Up que
tenía asignada no estaba en su lugar de estacionamiento,
los teléfonos desconectados y la energía
eléctrica interrumpida.

Esperó en la puerta de la calle a
que pasara un auto de alquiler lo cual no era muy factible, sin
embargo, con toda la paciencia y sin ninguna prisa ya que
presintió algo, vio pasar los minutos impasiblemente. Se
traslado al lugar de la obra donde se encontró una actitud
hostil de parte de todo el personal llegando a negarle la
respuesta en el saludo. Ni siquiera entró a las oficinas
ya que le salió al paso el ingeniero residente
indicándole que debería presentarse inmediatamente
en las oficinas de la Ciudad de México, lo cual no le
causó extrañeza ya que lo primero que se le vino a
la cabeza fue una posible revisión de la oferta elaborada.
Pidió lo llevaran de vuelta a la Central Camionera,
servicio o favor que le fue negado pretextando no haber
vehículos disponibles.

  • Bien, entonces dame de Caja Chica para
    los gastos de traslado.

  • Lo siento, no me ha llegado la
    remesa.

  • Ni modo.

Dio media vuelta y cargando su maleta
inició la tarea de caminar en busca de un taxi, lo cual
sucedió a casi diez cuadras de distancia.

Cuando llegó a las oficinas de la
Ciudad de México se encontró que el mismo Director
General lo estaba esperando y en junta personal le
reprochó el no atender la obra y mostrar poco
interés en aprender a manejar una obra de ese
tamaño.

  • Supongo que nunca en su vida ha
    manejado obras de esta magnitud.

  • Tiene razón ingeniero, no he
    manejado obras de esta magnitud, tiene razón, he
    manejado obras cincuenta veces más grandes y en cuanto
    a aprender de "Estos"nunca va a suceder ya que no tengo que
    aprenderles a no ser malos diseños, mala
    construcción, mala supervisión y eso si, muchas
    pero muchas movidas chuecas.

De su portafolio había sacado una
copia del e-mail que le había enviado y casi se lo
aventó sobre la mesa de la Sala de Juntas.

  • ¡Yo no acostumbro hacer estas
    cochinadas!

Se dio la vuelta y casi en la puerta se
volteó y le dijo con una sarcástica
sonrisa;

  • ¡Renuncio!.

Salió y nunca regresó ni
quiso saber algo de aquella tan precaria empresa y su personal
tan enano falto de criterio, de experiencia y de
ética.

De Jesús pensó para sus
adentros; sí sería posible que aún pudiera
encontrarse esa Constructora ya que en ese tiempo el desarrollo
de conjuntos habitacionales estaba en boga y en particular en el
Estado de Hidalgo que casualmente, era el lugar de nacimiento del
actual presidente de la República.

No le sería difícil averiguar
sí es que continuaba en operaciones y en particular
sí es que aquel ingeniero residente cuyo nombre
había olvidado a pesar de que aquel incidente había
tenido lugar varios años atrás. Mantenía
buenas relaciones y magníficos contactos con elementos de
la judicial y en particular de comandante para arriba.

Maquinó rápidamente que no
estaría mal dejarle un recuerdito permanente en
reciprocidad al mal trato que le hizo pasar a su
hermano.

Pensó;

  • Total, ni se va a enterar por donde le
    va a llegar, ni quién le va allegar.

Estimó y estaba segurísimo
que Él solo se bastaba para dejarlo en calidad de vegetal
sin llegar a la muerte. Era especialista. Sabía
cómo.

Efectivamente no pasó más de
una hora y ya estaba enterado de pelos y señales para dar
con el paradero del tan poco agraciado, por no decir,
arquitecto.

Ni siquiera se enteró por
dónde le llegó el acertado golpe que lo
noqueó y lo mantuvo en ese estado hasta volver en si,
atado de píes y manos colgado de una pasteca sobre un
tonel lleno de agua insalubre que apestaba a rayos y que fue
zambullido en varias ocasiones a intervalos calculados a la
perfección sólo para causarle daño cerebral
debido a la falta de oxígeno pero sin llegar a detener la
frecuencia cardiaca o provocarle un par respiratorio.

Cada ocasión que lo sacó a
respirar y después que tosía echando bocanadas de
agua, De Jesús se encargó de recordarle en
episodios la relación con su hermano. No tuvo empacho en
mencionar nombres ya que sabía que terminado el
tratamiento, seguiría recordando pero sería incapaz
de emitir sonido alguno, es más ni siquiera sería
capaz de mover un dedo y eso de píes o de manos, si acaso
sólo tendría movimiento de los párpados
porque su mirada también quedaría fija. Y
así podría sobrevivir por varios años a no
ser que alguien se compadeciera y lo ayudara inoculando alguna
sustancia en el catéter por medio del cual recibía
alimentación.

De Jesús tuvo paciencia de volver a
colocarlo al volante de su camioneta, prepárale un
"accidente" que lo hizo caer al Río Tula, esperar a que se
hundiera, percatarse de la urgencia, detener el Mustang, bajar
rápidamente, lanzarse al río con afán de
salvara a aquel desconocido, sacarlo de la cabina, arrastrarlo
nadando hasta la orilla, aplicar sus conocimientos en primeros
auxilios, casi resucitarlo, correr a la Mustang, guiarlo a toda
velocidad hasta la estación de gasolina más
cercana, solicitar vía telefónica el auxilio de
paramédicos, regresar al lugar de los hechos y esperar,
aparentando impaciencia la llegada de la ambulancia y de la
patrulla de caminos.

Grade fue su sorpresa cuando se
percató que la patrulla que arribaba era conducida por el
mismo policía con el que había competido el
día anterior.

  • Que pequeño es el mundo
    oficial.

  • Vaya que si es
    pequeño.

Le tomaron su declaración ahí
mismo lo cual reportaron vía radio y posterior a consulta
con su superior no tuvieron objeción en dejar que siguiera
su camino pensando que en un tris hasta se verían en la
penosa necesidad de felicitarlo públicamente y de
otorgarle un reconocimiento por su acto valeroso que le
había salvado la vida a un compatriota. Con suerte hasta
el Presidente Municipal o hasta el mismo Gobernador le
entregaría Medalla y Diploma por su
acción.

Se quedaron mascullando su rabia viendo
como De Jesús patinaba las llantas traseras salpicando de
gravilla la patrulla de caminos.

  • ¡Arréstalo! Pídele
    cuando menos nuestros Ray-Van

  • Para nada, le di mi palabra.

Este era uno de los momentos en que
sonreía internamente y a pesar de su confinamiento dejaba
volar su imaginación y acudían a su mente los
escenarios en los que habían tenido lugar esos
momentos.

Aún veía, lo que le
desternillaba de risa, el rostro de los dos patrulleros al
percatarse que era Él a quien deberían dar trato de
héroe. Lo que imaginó fue también la cara
cuando quedaron materialmente atascados en la curva aquella y que
decir de la cara del arquitecto al ir recordando la jugarreta que
le había sembrado la que dio por concluida una vez que
regresó a su memoria la trastada que le hizo a su
hermano.

Todo valía la pena por lo que
pasó.

Iba cómodamente sentado en el
asiento ergonómicamente diseñado, el
cinturón de seguridad le cruzaba en diagonal el pectoral y
le abrazaba la cintura, la ventanilla izquierda con cristal
abatido totalmente, la radio sintonizada en su estación
favorita, la que transmitía Jazz, el viento que se colaba
mesaba su cabellera no muy larga y se protegía de los
embates eólicos con sus Ray-Van.

El viaje transcurrió sin
contratiempos hasta Palmillas en el entronque con la autopista
México-Querétaro. Ahí recordó los
almuerzos en el Parador de San Pedro, las quesadillas
recién elaboradas, la barbacoa, aunque no "De Hoyo", ni
tan sabrosa como aquella que a la orilla de la carretera
Irapuato-León saboreó aquella mañana
después de haber pasado a "Ira" a dejar la
participación del quince aniversario de su hermana
próximo a celebrarse en un par de meses y que había
acompañado a su papá y a su mamá y que con
el pretexto de encontrarse cerca relativamente del Santuario de
Nuestra Señora de San Juan de los Lagos, (¡Uf, que
nombre tan largo!), Se encaminaron rumbo a ese pueblo ya que su
mamá, católica que rayaba en el fanatismo, era
ferviente devota de la virgen venerada en ese Santuario y que
daba el nombre al mismo así como al pueblo en si. O tal
vez era lo contrario, era uno de esos enigmas como el de la
gallina y el huevo.

La barbacoa y esos recuerdos llevaron a su
memoria la fe que mostraba y demostraba su mamá. Fe que en
cierta ocasión la llevó a salvar la distancia entre
la estación de Lagos de Moreno y San Juan de los Lagos,
¡Caminando! Una distancia de casi setenta kilómetros
y que realzaba su hazaña en una sola jornada, caminando al
principio hasta diez kilómetros en la primera hora siendo
que el último kilómetro necesito de poco más
de hora y media para recorrerlo y no precisamente porque
estuviera cansada ni mucho menos sino que tuvo que esperar,
animar y en ocasiones halar o empujar a su esposo que desde casi
la mitad del camino empezó a mostrar un cuadro
verdaderamente lastimoso, con los ojos sumidos, grandes ojeras,
arrastrando los píes al andar, sudoraciones excesivas,
síntomas de deshidratación y claras muestras de
alucinajes. Pero lo hicieron, bueno la intención primera
de su padre fue la de sólo acompañarla a que
abordara en "El Rápido del Norte", dejarla acomodada en el
vagón de 1ª y despedirse, pero estando acomodada en
su asiento se animó y la acompañó a la
estación de Lagos de Moreno y de ahí pensó
en regresar o esperarla ahí.

Después al verla iniciar la
camioneta pensó que tal vez sólo se dirigía
a la estación del autobús y la
acompañó sin mediar palabra alguna y así en
unos cuantos minutos llegaron a los límites del pueblo y
así siguió y siguió hasta que se le
atravesó aquel ato de burros y posteriormente tuvo que
lanzarle piedras al rebaño de chivas y chivos que
amenazaban con hacer perder el equilibrio a su esposa y
aún más cuando tuvo que hacerle un quite a cuerpo
limpio a su esposa de un enorme burel que cual ferrocarril la
embestía por el lado derecha. Claro que todo esto
sólo sucedía en su imaginación y el astado
no era otra cosa que los faros de encendidos de una camioneta que
circulaba correctamente por su carril y que había
confundido con la demoníaca mirada de un burel.

Una vez satisfecha la fe de su madre
hubieron de transcurrir dos noches y tres días durante los
cuales su padre se la pasó en total reposo, durmiendo y
casi sin ingerir alimento alguno.

En cambio su madre se la pasó en
varios viajes a la farmacia en donde se hizo de linimentos que
aliviaron y en mucho lo hinchado de los píes de su esposo
así como las heridas que representaban la pérdida
de las uñas de los dos pulgares las que al crecer de nuevo
resultaron con una tonalidad completamente negra, apariencia que
mantuvieron hasta su paso al siguiente nivel.

  • ¡Eso es fe! Cuanto diera por
    tener una pizca de esa fe. Creo que sería capaz de
    mover montañas como alguna vez escuché,
    recuerdo en una de las homilías cuando mi papá
    me llevaba a eso de la Adoración Nocturna.

Saboreó literalmente hasta la
médula de la ración de barbacoa que había
ordenado y ahí recordó de nuevo a su
padre.

  • Anda De Jesús, levántate
    que se nos hace tarde para misa de nueve, ya ves que el
    Señor Cura Miguelito es bien puntual y no quiero que
    nos toque hasta atrás porque casi no veo
    nada.

  • ¿Y sus lentes?

  • Pues si os llevo pero como tu
    decías; "Se me hace que ya se les acabó el
    aumento".

  • Mmm, ya voy Pa.

No hacía falta otra llamada ya que
en un dos por tres estaría vestido y bien peinado, con los
zapatos bien "boleados", mismos que había preparado la
noche del sábado cuando regresaban bien bañados
después de cumplir con el rito sabatino de terminar
labores semanales en el taller automotriz, con un
revitalizánte baño en el "Vapor" de los
Baños Colón ubicado a tan solo media cuadra del
mercado "El Piojito" donde anteriormente estuvo el Rastro de
Tacuba con cuyo patrocinio, en sus años mozos, su padre
formó parte como "Centro" de la quinta "Rastros" y que
resultara campeón de la Liga Obrera del Distrito Federal
allá por los años treinta.

Bueno, resulta saludable aclarar que la
rapidez en estar listo en un santiamén, más veloz
que el más veloz recluta, no era precisamente debida a su
devoción o interés religioso sino que más
bien porque sabía que al terminar la famosa misa de nueva
y que en particular la destinaban como motivante para que
asintieran pura y meramente hombres sin que esto representase que
no pudieran asistir las mujeres y que duraba exactamente una
hora, hora que pasaba desapercibida ya que realmente aquel
sacerdote tenía carisma aparte de amenizar el rito de la
misa. En fin que saliendo de "su" misa de nueve inmediatamente se
dirigían a almorzar al puesto del compadre Vega en el
interior del Mercado de Tacuba y famoso por ofrecer autentica
barbacoa de borrego que Él mismo se encargaba de darle un
toque mucho muy personal que lo distinguía de todas las
demás.

Entre plática y plática y
chascarrillos empezaban a devorar que no comer, taco tras taco
acompañado con sus respectivos platos de barro de
aromático y picoso consomé sin faltar la suculenta
salsa de chile pasilla que sin picar demasiado afirmaba el sabor
de aquel verdadero manjar.

A la hora de hacer corte de caja con el
compadre Vega habría de pagar hasta kilo tres cuartos de
barbacoa, un kilogramo de tortilla, dos consomés y dos
Coca-Colas de las familiares. La salsa era cortesía del
compadre así como los dos primeros tacos y desde luego que
la sal y las ramitas de pápalo y los rabanitos, la cebolla
y el cilantro picado que también estaba incluido en el
precio de la misma barbacoa.

De ahí empezarían a caminar
rumbo al Deportivo Plan Sexenal, que distaba unos tres o cuatro
kilómetros, al llegar se dirigían invariablemente
ya fuera a observar algún partido, siempre de aficionados,
de basketbol o de béisbol, entre emociones una que otra
opinión que los convertía en "Entrenadores de
Grada" pasaban dos y hasta tres horas.

El termino de los partidos coincidía
con la de emprender el regreso a su casa, ubicada casi al final
de una calzada que partía desde el mismo centro de la
ciudad y que propiamente era un eje del área
metropolitana.

El trayecto era cumplido caminando ya
así desempeñaban dos objetivos, uno el terminar de
digerir el "Ligero" almuerzo y dos abrir apetito para llegar en
punto a la cita dominical familiar para la comida en la que su
madre ponía especial énfasis en su
elaboración, siendo auténticos banquetes que
terminaban casi al inicio de la transmisión de la corrida
de toros desde la Monumental Plaza México y que eran
transmitidos en blanco y negro y narrados por Paco Malgesto y
Carlos Albert, cronistas que hicieron época por su
estilo.

Ya sentados en aquella cómoda sala
tapizada en tela floreada y forrada con plástico
transparente que tantos años duró, bueno esto
último hasta que el "Oso" perro de finísimo
pedigrí ya que su raza era "Corriente cruzado con de la
Calle", tuvo a bien descansar sobre aquel mueble después
de haberse revolcado en aceite usado de motor que derramó
en el taller automotriz que estaba al fondo de la
casa.

Uno a uno sus hermanos iban
retirándose a descansar o a preparara sus actividades del
inicio de semana que por lo general para ellos era asistir a
clases, para su padre el volver a reparar motores, frenos, cajas
de velocidades, suspensiones, diferenciales, etc., y para su
madre el retorno a la rutina de las agotadoras actividades como
ama de casa..

Liquidó la cuenta de la orden de
barbacoa y antes de salir de esa área comercial,
revisó el nivel de llenado del tanque de combustible, el
V-8 si que quemaba gasolina como para ser necesario ser socio de
PEMEX, pidió que revisaran la presión de inflado de
las llantas, los niveles de aceite y los niveles de agua tanto la
de enfriamiento como la del depósito para los limpiadores
del parabrisas. Pagó con dos billetes de doscientos pesos
dejando excelente propina y retomó carretera.

Antes de entrara San Juan del Río
tomó la desviación a Tequisquiapan. A su izquierda
la zona industrial y a la derecha los viñedos de la
familia Polanco que iniciara con "solo" diez millones de cepas
directamente importadas desde la región de Cognac en
Francia y que después de seis años iniciaron a
cosechar vides de muy alta calidad y que procesadas lanzaron al
mercado una excelente línea de vino de mesa que
competían ampliamente con vinos y licores en el
ámbito mundial.

Al llegar propiamente a Tequisquiapan no
resistió la tentación de pasar a saludar al
Señor Quiroz amistad de la familia desde tiempos
inmemoriales y que tenía fama que trascendía a lo
largo y lo ancho del país merced a los exquisitos quesos
que elaboraba mediante recetas y procesos heredados por cuatro
generaciones y guardados en el más estricto celo en la
mente de cada cabeza de generación ya que no estaba
escrito o documentado en ninguna parte.

Tanta era su fama que en no pocas ocasiones
recibió autenticas embajadas de empresas trasnacionales a
fin de adquirir a cualquier precio los secretos de la
elaboración de sus productos los que siempre recibieron la
misma respuesta; "Lo Siento pero no entra en mis planes vender
los secretos familiares, gracias, ¿De cuál van a
llevar?". Y si que se llevaban fuertes cantidades de quesos al
grado que en varias ocasiones acababan con la producción
de varias semanas. Estos productos iban a parar directamente a
los laboratorios de esas empresas pero ni las más
refinadas técnicas fueron capaces de descubrir los
secretos del Señor Quiróz.

Entró cuidadosamente a la zona
urbana y rodó lentamente por las calles empedradas y
angostas extasiándose con las fachadas y balcones de las
casas típicas de esa población. Las forjas en acero
siempre atrajeron su atención sobretodo el complemento que
lograban con los macetones con geranios, malvones y crisantemos
de muy variados colores enmarcados siempre en un perpetuo follaje
verde propiciando una aparente primavera a lo largo de todo el
año.

Prácticamente a cada metro avanzado
surgían innegables postales y de la entrada al pueblo a la
casa del Señor Quiroz tardó casi una hora en
efectuar el recorrido siendo que la distancia era tan sólo
de siete cuadras.

La vibración que generaba el rodar
neumático sobre el añejo empedrado le causaban una
extraña sensación parecida al correr de adrenalina
solo que esta ocasión emanaba de afuera para
adentro.

Fue recibido efusivamente por el mismo
Señor Quiroz quien y como en otras ocasiones le
refirió la historia familiar e insistió en recorrer
las artesanales instalaciones donde se elaboraban los famosos
queso. No ocultó ningún secreto a no ser las
fórmulas iniciales.

El matrimonio Quiróz había
sido bendecido con tres hijas, Gaby, Sussy y Cuquita, muy guapas
y simpáticas, pero ningún hijo, en alguna
o9casión cruzó por la mente del Señor Quiroz
la posibilidad de que cualquiera de sus hijas formara pareja con
De Jesús, pero no sucedió así en la mente
del interfecto ya que siempre las trató con sentimientos
fraternos.

  • Mira De Jesús, algún
    día tendrás el secreto completo.

  • Gracias Señor Quiróz. No
    sé sí es que merezco tal
    distinción.

  • ¡Por supuesto que la mereces!.
    Pero eso será cuando me muera. Así debe de
    ser.

  • Pues espero desconocer esos secretos
    por muchos pero muchos años.

Rieron y prosiguieron con su
visita.

A cada paso le era ofrecida una muestra de
algún queso en elaboración o bien ya listo para su
empaquetado, embarque y entrega en alguna cadena de tiendas de
servicio o bien en un remoto lugar en el ombligo del diablo donde
estuviera la más modesta tiendita. No importaba qué
tan grande o tan pequeño fuera el pedido, las indicaciones
directas y expresas del Señor Quiroz eran que se les
atendiera con la misma actitud de servicio.

Ya en el expendio, continuaron con su
plática al momento que iban vaciando las viandas con
muestras de tal o cual queso; de Hebra, Manchego, Gouda,
Cabráles, Fresco, Panela, Crema, Doble Crema, Cottage y
para coronar ese fabuloso desfile de sabores le ofreció un
buen trozo;

  • Del especial. Has de saber que este es
    mi favorito y lo hago personalmente para mí y solo
    para mí.

  • Debe ser muy especial.

  • Tan especial que hoy lo comparto
    contigo.

Al darse cuenta en le interior de la casa,
a la postre ubicada en la parte posterior de las accesorias donde
se expendía n los "Productos Quiroz", se armó un
autentico alboroto ya que el compartir "su" no era algo que
estuviera registrado en la memoria ni de la abuela de la
Señora Quiroz.

Al darse cuenta de quién se trataba
salieron a saludar y muy efusivamente a De Jesús y
solamente lo abrazó una a una, pero inmediatamente lo
bombardearon literalmente con preguntas casi al mismo tiempo de
modo que llegó el omento en que una escuchaba la
contestación a la pregunta de otra persona, las otras dos
comentaban la respuesta anterior, resultando en un mitin dado que
hablaban y todas escuchaban al mismo tiempo. Sólo el
Señor Quiroz permanecía cómodamente sentado
en su sillón favorito de mimbre degustando un buen trozo
de "El Especial" acompañado con una rebanada de pan
integral y una generosa copa de vino tinto procedente de los
viñedos del Señor Polanco, cosecha del ochenta y
etiquetado; "Especial para mí amigo Quiroz".

Tal como se desató la
explosión de preguntas, se acabó y en un
santiamén volvieron a quedar solos el Señor Quiroz
y De Jesús. Voltearon a verse, soltaron la carcajada y
terminaron de saborear la exquisita
combinación.

  • ¿Te
    quedas?¿Cuántos días?

  • Sí por mí fuera, me
    quedaría hasta después de la Feria del Vino y
    el Queso, pero . . .

  • Nada de peros.

  • Es que tengo que terminar una
    encomienda, Señor Quiroz y Usted sabe que mis
    compromisos los cumplo.

  • Eso lo sé, que ni qué.
    Entonces terminas y regresas. Que sea un compromiso. Tenemos
    que ir a San Joaquín quiero volver a oír
    cómo pulsas la Jarana.

  • ¿Aún se
    acuerda?

  • ¿Cómo quieres que lo
    olvide, sí en mi vida ha vuelto a escuchar esa
    catarata de Huapango, real y genuino Huapango.

  • Si, es muy bonito.

  • El Huapango como toda la música
    y en realidad cualquier manifestación de arte o
    sientes, no necesitas entenderlo simple y sencillamente, lo
    sientes.

  • Le prometo Señor Quiroz que en
    cuanto cumpla con mí encomienda regreso y nos vamos a
    San Joaquín y quien quite y encuentro una pareja y le
    entro al Concurso de Danza.

  • Te repito; ¡Que sea un
    compromiso!.

  • De bigote.

Los dos se pasaron el dedo índice
por debajo de la nariz como limpiando el labio superior y
soltaron la carcajada ya que ninguno de los dos acostumbraba usar
bigote.

  • No soy bueno para eso de las
    despedidas, así que le pido me despida de su esposa y
    de sus hijas y por favor les dice que no me olviden y que me
    inviten a las bodas que sin importar dónde me
    encuentre, me descuelgo ala o las bodas.

No hacía falta que el Señor
Quiroz trasmitiera el mensaje ya que Gaby, Sussy y Cuquita
estaban tras la puerta sin hacer el menor ruido y
tragándose todas t cada una de sus lagrimas sin atreverse
a trasponer la puerta y abrazar a De Jesús ya que estaban
concientes que lo estimaban tanto lo querían tanto, lo
amaban tanto que no lo dejarían marcharse. Así que
sólo se conformaron con escuchar el primer acelerón
de su auto y después un ronroneo que se fue abatiendo poco
a poco hasta que sólo escucharon el silencio del dolor del
alejamiento del amigo, del ser querido.

De Jesús aspiro fuertemente, retuvo
el aire lo que su capacidad pulmonar se lo permitió,
exhaló lentamente recordando sus catas de Yoga,
soltó un largo suspiro y llegó al entronque con la
carretera. Viró a la derecha y mantuvo una velocidad baja
mientras cruzaba la zona urbana. Vio a lo lejos la señal
universal de Cruce de vía de Ferrocarril al que
legó lentamente desacelerando hasta lograr un alto total
unos cuantos metros antes de las paralelas platinadas.
Volteó a la derecha, a la izquierda.

El resplandor del sol en el horizonte lo
deslumbró un tanto cuanto, cerró sus ojos,
ajustó la cachucha azul con logo de Sony, oprimió a
fondo el pedal del embrague, accionó la palanca de
velocidades colocándola en la primer posición y
oprimió lentamente el acelerador al tiempo que liberaba el
pedal del embrague. El Mustang empezó a tomar velocidad
dejando una incipiente estela de polvo y con ella muchos gratos
recuerdos de su paso por tan bella localidad.

El sol poniente le molestaba un poco
así que ajustó la visera, bajó el cristal de
la ventana lateral, estiró la mano derecha y
encendió la radio y durante cinco minutos jugó con
el botón de sintonización automática hasta
que captó una estación en la banda de amplitud
modulada. Era una frecuencia emitida desde Monterrey que enlazaba
a radioescuchas locales con sus familiares radicados en el vecino
país del norte.

A cual más aprovechaba para enviar
saludos a su esposa y a sus hijos, mismos que invariablemente
interrumpían su conversación unidos a coro en
sollozos. El aparente silencio respetuoso de parte del locutor en
cabina y que la hacía de enlace tornaba el momento
más dramático.

Al segundo contacto, De Jesús
recordó su estancia en el país del
norte.

Había sido una aventura más
durante su juventud. Sucede que al terminar su educación
media, se propuso emprender un viaje que de acuerdo a su plan
original buscaría hacerlo "De Aventón" siempre
dirigiéndose al norte. En una mochila acomodó
escasamente una muda de ropa y a pesar deque la Ciudad de
México prevalecía un magnifico ambiente respecto a
las condiciones climatológicas se afanó en
equiparse con su mejor y más confortable chamarra y que
por cierto era el regalo de su padre por haber concluido ese
ciclo escolar.

Dudó entre tenis y botas de
excursión, actividad o pasatiempo este último que
practicaba a menudo y siempre solo, finalmente se inclinó
por las botas, decisión afortunada como lo comprobó
semanas después.

Propiamente el único pasaje que
desembolsó fue el de su domicilio, en ese entonces por el
rumbo de "Los Panteones" entre el pueblo de Tacuba y el Coso
Taurino "El Toreo" que estaba prácticamente cruzando la
calle límite del Panteón Sanctorum y a un paso
propiamente de aquel Palenque legal en realidad, en todo el
país ya que los demás francamente eran instalados
clandestinamente aunque desde luego con pleno conocimiento de
funcionarios "Chiquitos" y "Grandotes" pasando por los de en
medio ya que el pastel alcanzaba, y muy bien para todo el
raterío burocrático.

Una vez que el autobús arribó
al "Los Indios Verdes" se plantó propiamente en lo que es
la continuación de la Carretera Panamericana posterior al
cruce de la Ciudad de México y al que se convierte en una
de las avenidas más largas y bellas en todo el mundo y que
con el nombre de Avenida de los Insurgentes marca el eje
norte-sur y en conjunto con el "Paseo de la Reforma" divide a la
ciudad en cuatro cuartos.

Tras un par de intentos aprovechó
que un trailero estacionó su vehículo a fin de
revisar la presión de inflado de los neumáticos por
cierto con un extraño e ingenioso sistema que
consistía en golpear con una especie de macana similar a
las ilustradas en Códices Aztecas y que venía a ser
la única arma con la que se equipaban los "Caballeros
Águila" o "Caballeros Leopardo" y así armados eran
capaces de dar pelea hasta contra ocho enemigos
simultáneamente y salir victoriosos.

Pues con esta madera bien torneada golpean
los neumáticos uno a uno y de acuerdo con el sonido que
produce el eco, pueden dictaminar sin más que la
presión de inflado es adecuada o no.

De Jesús entabló
conversación a partir de su curiosidad. Siendo que ese
proceso verificativo duró casi diez minutos. El conductor
le preguntó cuál era su destino.

  • Con todo respeto, creo que la pregunta
    es en sentido inverso ya que yo voy para el norte hasta donde
    pueda llegar.

  • Ah, pos mira, yo voy a San Luis
    Potosí, así que sí te animas, te
    llevo.

  • ¡Sale!

  • Espérate, sólo hay una
    condición.

  • ¿Y cual es esa
    condición?

  • Que te vayas platicando todo el camino
    ya que mientras me platiques nunca me
    dormiré.

  • ¿Nada más?

  • Nada más.

  • ¡Sale!

  • Pos,
    vámonos.

Los dotes naturales de conversar,
permitieron a De Jesús explayarse en sus relatos que poco
a poco fue extrayendo de su memoria a la vez que recordaba
algún pasaje o capitulo, leído de alguno de los
tantos volúmenes que en sus manos habían
caído y cual si fuese un engarce de cuentos, historias y
anécdotas propias y ajenas que bien pudieron ser
imaginadas en ese momento, se recreó en una
vorágine que cual "Las Mil y Una Noche" mantuvo
entretenido y a la vez despierto al trailero que ávido de
escuchar más y más en su afán de alargar el
viaje, bajó al mínimo la velocidad al grado que sin
exagerar bien pudo De Jesús bajar y adelantar la
parsimoniosa marcha del auto motor.

Sin embargo, el sentido de la
conversación cambiaba totalmente a la hora de detener la
marcha para cumplir con los más elementales satisfactores.
Por cierto que en cada lugar que se detuvieron siempre lo
hicieron en modestos restaurantes a la orilla de la carretera con
poca vista pero excelentes sabores y aunque siempre contó
con el patrocinio del entusiasmado trailero, resultaban
económicos en exceso.

El dichoso traslado requirió de casi
tres días, tiempo durante el cual no se presentó
ningún momento de silencio ni cuando de improviso y al
salir de una cerrada curva se encontraron con un deslizamiento de
tierra que en ese momento se iniciaba y dejaba inutilizado el
carril donde transitaban y que de no haber sido primeramente por
designio superior y por la pericia al volante y por último
porque en ese momento el carril en sentido contrario estaba
libre, la suerte del conductor y la De Jesús hubiera sido
distinta y entonces el material para este escrito hubiera visto
reducida a unas cuantas cuartillas.

La última parada antes de llegar a
San Luis Potosí no fue precisamente para cenar ya que una
hora antes de llegar a su destino, habían cumplido con el
rito que representaba el llegar a algún paradero y saludar
a todo mundo empezando invariablemente con la cocinera y
dueña de cuanto lugar se deleitaron con la especialidad
local.

Claro que esta ceremonia requirió
del doble de tiempo debido a que De Jesús era presentado a
cada uno de los conocidos del trailero lo que en otras palabras,
eran todos los comensales y ni que decir de meseros y
cocineras.

Al llegar a San Luis Potosí detuvo
su trailer, apagó todas las luces, se apeó e
invitó a De Jesús a hacer lo mismo,
mostrándole un increíble espectáculo de
luminosidad de la Bóveda Celeste. Espectáculo que
quedaría gravado por siempre en la memoria de De
Jesús en el apartado de los momentos gratos.

El éxtasis se prolongó por
casi treinta minutos hasta que materialmente De Jesús
sintió cierto adormecimiento en el cuello.

  • Bien muchacho, estoy seguro que lo que
    acabas de ver y has devorado con la mirada no lo verás
    en ningún otro lugar, pero ya es hora de descansar.
    Saca tu hamaca y mañana llegaremos a San
    Luis.

  • Gracias, gracias por el
    espectáculo, espero poder dormir.

  • Creo que por hoy estuvo bien de
    plática. Nos vemos mañana.

No esperó contestación y se
encaminó a su cabina a reponer ánimos para la
siguiente jornada.

Temprano, antes de los primeros rayos
matutinos De Jesús fue despertado por el trailero quien
estirando el brazo le entregó un termo y a la vez que le
encomendaba lo rellenara de café bien cargado
dándole un billete de cien pesos, De Jesús
tomó ambos y con hábil movimiento dejó la
hamaca dirigiéndose al restaurante que distaba casi un
kilómetro. La dependiente reconoció el recipiente y
no hubo necesidad de indicación alguna. Ella sabía
y de sobra los gustos del propietario de aquel singular
termo.

La sorpresa de De Jesús al regresar
donde se suponía estaría estacionado el trailer fue
enorme ya que sólo encontró su mochila y un papel
con un breve, muy breve mensaje;

"¡Suerte!"

No se atrevió a revisar sus
lacónicas pertenencias ya que estaba plenamente seguro que
no faltaría nada. Quedó pasmado por cuando menos
cónico minutos, sin reaccionar, sin entender, sin saber
que hacer, rememoró la ocasión aquella que le
tocó a Él y fue victima de un asalto a mano armado
en una de las calles de la colonia Polanco ahí donde
posteriormente supo que nadie se ha salvado de ser asaltado y en
esa estadística se incluye a personas, negocios y
vehículos, ese día tuvo necesidad de retirar una
fuerte suma de dinero el que tenia que trasladar a su oficina y
que sería la nómina de esa quincena que se juntaba
con aguinaldo, saliendo del banco presintió algo no muy
bueno pero estimó que en una cuadra que era la distancia
que separaba el banco de su oficina no podría suceder algo
y, . . . sucedió, fue asaltado por dos mozalbetes que lo
encañonaron con sendas pistolas, a todas luces se les
notaba que eran unos ladronzuelos y por lo tanto los más
peligrosos ya que su nerviosismo los dejaba en una alta
posibilidad de que accionaran el gatillo de sus armas con
lamentables consecuencias, evaluó las posibilidades y
aceptó la situación. Recordando ese no tan grato
acontecimiento quedó pasmado hasta que el claxon de una
camioneta de tres toneladas lo volvió a la
verdad.

  • ¡Hey! ¿Tú eres De
    Jesús?

  • Er, si, si claro.

  • Sube, voy a Laredo, te encargaron
    conmigo. Sube ya es hora de partir.

En principio no comprendía pero su
agilidad mental regresó y aceptó de inmediato las
circunstancias.

La camioneta tomó carretera y lo
primero que escuchó fue una advertencia,

  • Mira De Jesús, siempre
    acostumbro a conducir solo, completamente solo, escuchando
    mí música, así que mejor te pones a ver
    el paisaje ¿De acuerdo?

  • Por supuesto.

Después de casi tres días de
hablar, hablar y hablar, bien le sentaría un descanso de
manera que se prestó a gozar el viaje.

Y todo resultó placentero, hasta
cierto grado, más específicamente después de
la primera, la segunda y la tercera vuelta del mismo disco
compacto que interpretaban "Los Tigres del Norte". A la tercera
vez que escuchó las mismas interpretaciones, que no
canciones ni melodías ya que tenían cierto estilo
de concebir la música y más aún el
combinarlo con la letra y aunado esto a la tesitura de canto del
que supuestamente era la principal y que daba la impresión
de que era la primera y única voz, un tanto cuanto
"Asopranada" con tintes de cierta "Gangozidad" y que sosteniendo
el mismo tono desde el principio hasta el final de la pieza en
turno y combinado con el volumen del potente equipo con el estaba
dotado la camioneta daba como resultado un altísimo nivel
en decibeles que alcanzaban una escala que ciertamente llegaba a
lastimar el tímpano.

Y no fue la cuarta ocasión que tuvo
que soportar lo que casi llegaba a ser un tormento, sino que
fueron diez, once o doce. Perdió la cuenta de las
repeticiones. Afortunadamente el sembrado de un retén en
la carretera obligó a una forzada pausa.

Un soldado raso empuñando lo que
sería seguramente una moderna ametralladora y escoltando a
un oficial con insignia de dos barras, ambos plantados al centro
del carril de circulación donde permanecieron sin
inmutarse ni siquiera porque la camioneta frenó a escasos
cinco centímetros de sus rodillas. Seguramente y de
acuerdo con la experiencia de los chóferes, camuflados y a
cierta distancia estarían cuando menos un pelotón o
sea uno diez soldados esperando hacer cumplir las indicaciones de
su comandante. Así que a querer o no se vio obligado a
frenar.

  • Buenos días. Disculpen que
    los moleste, pero es que se nos agotó la gasolina y
    queremos ver sí es que nos pueden pasar unos cuantos
    litros, sólo para llegar a la próxima
    gasolinera.

  • Buenos días Teniente, no hay
    problema sólo que no tenemos ni bote ni manguera para
    ordeñar el tanque.

  • Por eso ni se preocupen,
    aquí el soldado tiene ambos y Él mismo se
    encargará de sacar la gasolina.

  • Pos, adelante.

El chofer, quien había apagado el
reproductor de discos, se bajó de la camioneta y se
dispuso a quitar el tapón del tanque de la gasolina. El
soldado hábilmente efectuó la operación de
extraer el preciado combustible y el Teniente insistió en
pagar el favor por lo que ante la negativa a recibir el importe
correspondiente por parte del chofer de la camioneta, optó
por dejar cinco monedas de a peso, siendo que el litro de
gasolina en ese entonces era de sólo ochenta
centavos.

  • ¡Uf! Que susto
    ¿Verdad?

  • ¿Susto? Traigo un nido en la
    garganta

  • Igual yo. Con esos cuates no sabes a lo
    que te atienes, así que lo mejor es detenerse no sea
    que te vayan a soltar un plomazo y de que te pegan, te
    pegan.

  • ¡Uf!

  • Fíjate que hace como tres
    años se me metió la idea de hacer una "Ultima
    Cena" para regalársela a mi mamá, pero mi idea
    era totalmente diferente a cuanta hubiera visto en cualquier
    representación así que me di a la tarea de
    buscar y buscar, pensar y pensar hasta que se eme
    ocurrió hacerla en una madera de caoba, la mesa
    sería una placa de acero inoxidable, los
    apóstoles y Jesús, tu tocayo, serían
    láminas en forma triangular en latón, sus
    cabecitas en cobre y las auras serían rondanas planas
    recortadas y entonces para representar al tal Judas que se me
    ocurre ponerlo como una bala.

  • ¿Una Bala? Que ondas las
    tuyas.

  • Pues si que fueron ondas, sucede que
    para conseguir la dichosa bala me di a la tarea de buscarla
    en los tianguis hasta que la encontré en el que se
    pone allá en el Distrito Federal en la
    Lagunilla.

  • Si lo conozco.

  • Pues ni me acuerdo cuánto me
    costó pero no debe de haber sido mucho, la compre y la
    dejé en el cenicero de la camioneta y ahí se me
    olvidó hasta que una vez yendo para Acapulco, en
    Tierra Colorada que se me atraviesa un reten.

  • ¿Y?

  • Yo confiadote me bajo y aprovecho a
    estirar las piernas, revisaron la cabina, la plataforma, el
    motor y hasta los tanques de la gasolina y la llanta de
    refacción y claro que no encontraron nada y que me dan
    luz verde, me subo y un soldado bien acomedido me ayuda a
    cerrar la puerta de mi lado, en eso que me dice;

  • Haber, haber, bájese.
    ¡Mí comandante aquí encontré
    parque!

  • ¿Dónde?

  • Aquí.

  • Metiendo hábilmente los dedos
    índice y medio de la mano derecha en el cenicero, saca
    la maldita bala que había aparecido al
    frenar.

  • Haber muchachito, bájese y
    vaya diciéndonos dónde esta el parque porque de
    todos modos lo vamos a encontrar y para eso te vamos a
    deshacer tu camioneta en menos de diez minutos y se la van a
    llevar en pedacitos y tu te vas derechito a la
    sombra.

  • ¡Sopas!

  • ¿Y tu que hiciste?

  • Primero se me hicieron yo-yo los
    calcetines y que me acuerdo para que quería esa
    bala.

  • ¿Y?

  • Ahí me tienes dándole una
    increíble explicación al famoso Comandante, un
    chamaco baboso igual que yo y hasta creo que de mí
    misma edad.

  • ¿Y te lo
    creyó?

  • Gracias al Cielo y alas bendiciones de
    mí madrecita, me lo creyó y me dejaron seguir
    sin deshacer la camioneta que sí no todavía la
    estaría pagando ya sólo era el
    chofer.

  • ¡De la que te
    salvaste!

  • No pos si, sí
    no"más lo cuento y hasta empiezo a sudar y los bellos
    se me hacen chinitos, mira.

Alargó la mano y volteó la
palma hacía arriba para mostrarle el sudor y los bellos
del antebrazo erizados.

Prosiguieron el viaje y por varios
kilómetros no volvieron a cruzar palabra alguna y
aún más el chofer ni siquiera se acordó de
encender el toca cintas lo que no incomodó para nada a De
Jesús.

Después e cuarenta y cinco minutos
se toparon con otro reten.

  • Buenas Tardes.

  • Buenas tardes,

  • ¿De dónde
    vienen?

  • De la Ciudad de
    México.

  • ¿Adónde
    van?

  • A Laredo.

  • ¿Traes la
    Guía?

  • Si, por supuesto. De Jesús,
    pásame ese sobre.

  • ¿Este?

  • Si, ese. Haber aquí están
    todos los papeles.

En eso uno de los soldados
interrumpió;

  • ¡Mí
    Comandante!

  • ¡Dígame!

Contestó con el tono golpeado,
típico entre los militares

  • Pos, aquí hay algo
    sospechoso.

  • ¿Sospechoso?

  • Pos, eso dije.

  • Bueno, bueno ¿Y qué
    es lo sospechoso?

  • Pos esta camionetota para esta
    cajita.

  • ¿Cajita?

  • Si mí comandante, mire venga
    a verlo.

  • ¡Bájate!

Dirigiéndose al chofer y
encaminándose a la parte posterior del vehículo y
casi arrebatándole los papeles que conformaban el legajo
de gestiones de la dichosa "Guía".

Al ver la carga que transportaban casi
desorbitó los ojos y retrocedió dos
pasos.

  • ¡Ah jijo! ¿Traes
    material radioactivo?

  • Si señor.

  • ¿Y por qué no me
    dijiste?.

  • Pos porque Usted no me
    preguntó.

  • Toma, toma tus papeles y sigue,
    pero aprisita ¡Muévete!

  • Como diga mi teniente

Tocándose la ceja con el
índice de la mano derecha a manera de saludo militar, se
despidió el chofer y el Teniente sólo
extendió el brazo como signo de despedida. Así lo
dejó el Teniente que se alejaba a grandes pasos más
rápido que el mismo miedo.

  • ¡Órale! ¿Y por
    qué el miedo? Si sólo es una capsulita metida
    en un botecito como de litro de aceite.

  • ¿De verás es
    radioactiva?

  • Aja, pero para nada que es peligrosa,
    está pero requete bien empacada.

  • ¿Y no es peligroso?

  • Para nada, yo tengo quince años
    llevándolas y trayéndolas y mírame
    todavía estoy completito y más "Firmes" que
    esos soldaditos que salieron como "Busca
    Píes".

  • Ja, ja, ja.

  • Esto merece una
    desviación.

  • ¿Desviación?

  • Si, eso dije. Te voy a enseñar
    las maravillas con que la naturaleza y el Hacedor nos ha
    obsequiado para deleite de la pupila.

No tardaron más de una hora
después de abandonar la Carretera Panamericana a cuatro
kilómetros de Tamasopo, rumbo a la estación de
ferrocarril El Cafetal, y luego de aquí se caminaron por
quince minutos. Ahí formado por la roca natural, se ve un
puente que rodea una poza con abundante vegetación. Se
encuentran también cascadas y una cueva con formaciones de
estalagmitas y estalactitas. Sin previo aviso se encontraron con
un espectáculo maravilloso que dejó a De
Jesús literalmente con la boca abierta.

  • ¿Qué es esto?

  • Son las cascadas de la Puente de
    Dios

  • ¡Vaya que si que merecen ese
    nombre! Son grandísimas, estupendas,
    magnificas.

  • Párale, párale De
    Jesús que no vas a acabar. Lo mismo me pasó a
    mi. ¿No te dan ganas de llorar ante estos chorrotes de
    agua?

  • La verdad es que si.

  • Pues la primera vez que la vi me
    pasó lo mismo y la verdad es que no me aguanté
    y lo bueno es que tenía la cara salpicada con el
    rocío y pos como que no se me notaban los lagrimones.
    Y la verda es que no importa cuántas veces
    las vea siento lo mismo. Francamente pienso que el que las
    hizo sabía mucho de todo. Bueno pos llénate la
    pupila de todo esto que nos vamos y mañana temprano
    verás otra maravillita de estas con las que el
    Señor nos ha premiado a sus hijos
    predilectos.

  • ¿Otra cascada?

  • Aja

  • ¿Más bonita que
    esta?

  • Pos cuando menos igual o
    más dicho, pos son algo así como que algo un
    poquito diferentes y como que no hay manera de decir
    sí es que una es más bonita que la otra, son
    algo así, como quien dice; ¿Cuál de tus
    hijos es más guapo?

  • Bueno eso no lo sé ya que no
    tengo ninguno.

  • Pos ya lo entenderás
    cuando los tengas. Pero te la voy a poner más
    fácil; Haber, sí te preguntaran que en vista
    que para salvarte tendrás que cortarte un dedo,
    ¿Cuál escogerías?

  • No, eso si que está
    cañón.

  • Verda que no puedes decir
    cuál es el dedo que más quieres o cuál
    es el que te sirve más. Cada uno en su lugar sirve
    para algo.

  • Eso que ni que.

  • Pues así son las cascadas, cada
    una en su lugar y no puedes decir cuál es más
    bonita por grande o pequeña que sea. ¿No
    crees?

  • Definitivamente tienes toda la
    razón.

Volvieron a tomar camino y fue en esa
ocasión que De Jesús encendió el toca cintas
y se dispuso a escuchar por enésima vez la misma
grabación de "Los Tigres del Norte".

Pernoctaron al, salir a la carretera
principal en el primer paradero que se encontraron, cenando un
buen trozo de cecina de Yecapixtla acompañado con
tortillas de maíz azul recién hechas y un os
frijolitos de la olla que invitaban con el sólo olor a dar
cuenta de ellos hasta ver el fondo limpio del plato de barro en
el que les sirvieron.

En realidad, De Jesús no se
imaginaba el espectáculo que le deparaba el nuevo
día.

Como a cuarenta kilómetros al oeste
de Ciudad Valles. Tomaron la carretera setenta y en el
kilómetro veintitrés se desviaron hacia la
izquierda hasta el ejido el Tanchachín. De aquí se
realizaron un recorrido en lancha de alrededor de dos horas hasta
la Cascada del Tamul, que con sus ciento cinco metros de altura
es la más grande de San Luis Potosí. Se encuentra
también una cañada entre dos altas paredes rocosas
con jardines colgantes formados por helechos y palmas. Se puede
pasear en lancha y practicar el descenso en "Rapel", en paredes
de hasta de setenta metros de altura, y también practicar
la pesca deportiva. Hay lugares para acampar y zonas para
ciclismo de montaña. En los alrededores se localizan la
Cueva del Agua, ideal para realizar clavados, y La
Ciénega, donde se puede practicar la caza y la pesca. Lo
único malo en esta ocasión es que no contaban con
tiempo para gozar de todas estas bellezas.

Como colofón de su visita se dieron
un refrescante chapuzón y mientras se sedaban dieron
cuenta de las tortas que se habían hecho preparar en el
parador donde cenaron la noche anterior.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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