- Resumen
- Contexto
epistemológico e ideológico - Marco
epistemológico de la economía clásica y
neoclásica - Modelo
neoliberal - Conclusiones
Resumen
Adam Smith en su obra "la Riqueza de las Naciones"
publicada en 1776, fundamentado en los principios
epistemológicos de la ciencia moderna y de la
física newtoniana, sentó las bases de la ciencia
económica al afirmar que la sociedad lograría de
forma automática el equilibrio económico y la
armonía entre sus miembros, si se permitía que cada
individuo persiguiera en forma egoísta su máximo
beneficio a través del acto de intercambio en el libre
mercado. Desde entonces, los enfoques dominantes como la
teoría neoclásica y el modelo neoliberal se han
empeñado en demostrar la veracidad de esos postulados
económicos sustentados con nuevas herramientas
analíticas, pero con la misma filosofía y epistemia
mecanicista y deterministas de las ciencias naturales del siglo
XVII. Este esfuerzo ha tenido poco éxito dado que ese
paradigma no se corresponde con el funcionamiento del capitalismo
actual, también porque ha sido repulsivo a incorporar los
principios de la nueva ciencia y porque rechaza
dogmáticamente la crítica seria y rigurosa que la
exhorta a replantearse tratándola de inocua.
Abstract. Adam Smith and "The Wealth of
Nations" published in 1776, based his Master Piece in principles
of the modern science of Newtonian Physics, and laid the
basis for the economy science arguing that society would reach
self-acting economic balance and harmony in society, if leading
each individual searched egoistically for their own interests by
free trade approaches. Since then, dominant approaches as
neoclasical theory and neoliberal aproach have strongly showed
the truth of economy postulates that have proved by applying new
analytic tools, however with the same mechanistic and determinist
epistemy and philosopy of the natural sciences in XVII century
.This effort has had Little success due to these issues: paradigm
does not match with neoliberal theory currently. First, because
it has opposed to integrate principles of the new science and
because it has rejected dogmatically to debates, which have
persuaded it to rethink, making be "innocuous".
Contexto
epistemológico e ideológico
El despuntar de la era moderna y del mundo capitalista,
que tiene como punto de partida el "descubrimiento" de
América, considerado como referencia para marcar
división con el período inmediatamente anterior,
señala el comienzo de una nueva ciencia que se constituye
a partir de la revolución científica del siglo XVI,
y que se fue desarrollando con dominio en las ciencias naturales
en los siglos subsiguientes. Está identificada
resolutivamente con la teoría heliocéntrica de
Copérnico acerca del movimiento de los planetas, con las
leyes de Galileo sobre la caída de los cuerpos, con las
leyes de Kepler sobre las armonías naturales en la
órbitas de los planetas, con la gran síntesis del
orden y del equilibrio cósmico de Newton y con las
premisas filosóficas y epistémicas planteadas por
Francis Bacon y René Descartes.
El carácter científico y objetivo de esta
nueva concepción, cuya función principal consiste
en determinar constituciones o estructuras de los
fenómenos del universo, se representa mediante
razonamientos y demostraciones que permiten explicar los
comportamientos que corresponden a los fenómenos del mundo
material. Esto supone una delimitada descripción de las
cualidades objetivas de los cuerpos cuantitativos y mensurables
excluyendo de sí misma al hombre, es decir, de las
cualidades subjetivas que lo integran. Argumento basado en las
concepciones de Galileo que afirma que las matemáticas son
el lenguaje en que se puede escribir la naturaleza de manera
científica.
Es un conocimiento causal que aspira a la
formulación de leyes, a la luz de regularidades
observadas, con vista a prever el comportamiento futuro de los
fenómenos. Los conceptos de espacio y tiempo concebidos
como categorías absolutas e inmodificables, y dimensiones
donde acontecen los hechos, se levantan como cimientos para la
proposición de estas leyes que tiene como supuesto
metateórico la idea de orden, equilibrio y de estabilidad
del mundo, idea de que el pasado se repite en el futuro. Estas
concepciones se adoptaron sin reservas, conllevando con el tiempo
al determinismo científico; en el cual todo efecto tiene
su causa determinante, y en esta relación de dependencia
entre la causa y el efecto no hay cabida para el azar, el
desorden y la discontinuidad.
En esta línea, el paradigma newtoniano concibe el
mundo de la materia como una máquina cuyas operaciones y
movimientos se pueden determinar exactamente por medio de leyes
físicas y matemáticas. Esta idea del
mundo-máquina es tan poderosa que se va a transformar en
la gran hipótesis universal de la época moderna: el
mecanicismo.
Esta propuesta mecanicista moderna, que no sólo
se enfrentó al dogmatismo escolástico, sino
también a la visión orgánica y
holística aristotélica, se caracterizó por
una preocupación insistente en la problemática del
método -tan cuestionada hasta nuestros
días[1]de la cual se derivaron posturas
empiristas y racionalistas que enfatizaron uno de los dos
momentos básicos del proceso cognitivo y, en tal sentido,
constituyeron también formas específicas de
reduccionismos en el orden epistémico, que tanto Kant como
otras interpretaciones más dialécticas, integrales
y complejas en pensadores posteriores, como las de Hegel y Marx,
trataron de superar.
El auge de esta filosofía determinista,
mecanicista y del método analítico-parcelario
parten de la idea de que la ciencia es medición, por tal
motivo buscaron su apoyo en la matemática. Para que tales
enfoques fueran exitosos en la práctica había que
presuponer que los elementos y las partes se podían sumar
para acceder como resultado al sistema en que se
constituían. Esta condición de aditividad
exigía que las partes analizados fueran homogéneas
e independientes, o vinculados a través de relaciones
lineales, para que así la ecuación que reflejara el
comportamiento del todo no añadiera ninguna
información nueva sobre la ya contenida en las ecuaciones
de las partes, es decir, que fuera no sólo suma sino
combinación lineal de éstas.
Argüían los precursores empiristas que
así como fue posible descubrir las leyes de la naturaleza,
sería igualmente posible descubrir las leyes de la
sociedad. Francis Bacon[2]por ejemplo, afirma la
plasticidad de la naturaleza humana y, por tanto, su
perfectibilidad, dadas las condiciones sociales, jurídicas
y políticas adecuadas, condiciones que es posible
determinar con rigor. En este mismo trazo, Thomas Hobbes se
empeñaba en descubrir una ley general del movimiento en
las sociedades humanas y sostenía que la razón
misma no es sino cálculo, lo cual da a la
aritmética una gran primacía epistemológica
con la que se pretendía someter al mundo al imperio de la
razón. Hobbes apunta que:
"cuando un hombre razona, no hace sino concebir una
suma total por adición de parcelas, o concebir un resto
por sustracción de una suma en relación con otra
cosa. Pues tal como los aritméticos enseñan a sumar
y sustraer en números, así los geómetras
enseñan lo mismo con líneas, figuras,
ángulos, proporciones, tiempos, grados de velocidad y
fuerza. Los lógicos enseñan lo mismo en
consecuencias de palabras, sumando dos afirmaciones para formar
un silogismo, y muchos silogismos para formar una
demostración; y de la suma o conclusión de un
silogismo sustraen una proposición para encontrar la otra.
En suma, en cualquier materia donde haya lugar para una
adición y sustracción, hay lugar también
para la razón, y donde esas operaciones no tienen lugar
nada en absoluto puede hacer la
razón"[3].
El compendio de esta cosmovisión mecanicista,
elaborado por Descartes y por los empiristas Bacon, Vico, Hume y
Locke, se amplió y se profundizó intelectualmente
en el siglo XVIII contribuyendo al surgimiento del movimiento de
la Ilustración que permitió crear las condiciones
para la emergencia de las ciencias sociales en el siglo XIX. Este
recorrido epistemológico de la ciencia moderna se
condensó en el positivismo decimonónico, el cual
consideró principalmente dos formas de conocimiento
científico –las disciplinas formales de la
lógica y de la matemática y las ciencias
empíricas según el modelo mecanicista de las
ciencias naturales–; tuvo influencia relevante en la
configuración epistémica de la ciencias sociales y
en particular de la ciencia económica dominante; hizo uso
prioritariamente de cada una de ellas en sus distintas
vertientes; y desconoció, autoritaria y
dogmáticamente, otras concepciones que reivindicaban para
las ciencias sociales un estatuto epistemológico y
metodológico propio, con base en la especificidad del ser
humano y en su distinción polar en relación con la
naturaleza.
Son estos principios básicos que recoge la
economía en su proyecto de erigirse como ciencia
económica. Entre estos, la categoría del orden
natural que ha servido para sustentar que la economía
puede funcionar por sí sola, debido a su propio
autodinamismo, sin necesidad de una fuerza exterior coactiva. Es
un orden económico, que para los fisiócratas es
superior y trascendente al orden positivo, artificial y humano,
formado por las leyes y reglamentaciones de los organismos
gubernamentales. Sus propias leyes, son leyes materiales,
Independientes de la voluntad de los hombres; que funcionan con
capacidad para reajustarse y perpetuarse con tal que se deje
actuar libremente en el mercado.
Correlativamente se concibe entonces, la economía
como ciencia objetiva y axiológicamente neutra, lo que
significa tomar los valores como datos o hechos y al observador
como independiente o neutro frente a la realidad. Creencia que se
complementó con la idea del egoísmo como motor del
progreso y de la competencia como algo natural, la cual fue
desarrollada por Adam Smith y luego por el utilitarismo de Jeremy
Bentham y John Stuart Mill. A partir de entonces, el
egoísmo, la competencia y la búsqueda de placer
constituyen los pilares axiológicos de la sociedad
moderna.
Así fue como la ciencia moderna se
constituyó en un saber autónomo e independiente de
la filosofía, de la política, de la
religión, etc. La economía en su proceso emulativo
de aquellas, inicia su propio proceso de separación, que
según, Louis Dumont[4]no registra
antecedentes ni paralelo en las sociedades anteriores. Para este
pensador, entre los aspectos específicos del cambio de
valores que marca el paso de la sociedad precapitalista a la
moderna se destaca, en primer lugar; la separación de lo
económico y lo político, constituyéndose
ésta división en el nódulo de la
revolución ideológica moderna en lo que lo
económico aparece por primera vez como dominio particular
y autónomo en su proyecto científico. En segundo
lugar; mayor valoración de la riqueza mobiliaria
(compuesta de dinero y bienes) sobre la inmobiliaria
(especialmente tierras) sobre la que reposaban relaciones de
poder y se establecía la jerarquía sobre otros
hombres, por esto lo económico y lo político no
podían separarse, y por último, la prelación
de las relaciones económicas sobre las relaciones
sociales, arrojando como consecuencia una imagen totalmente
invertida respecto a lo que han sido las prioridades en las
sociedades feudales.
Esta analogía determinista y positivista es el
horizonte preciso de una forma de conocimiento que se pretende
utilitaria y funcional, y con mayor capacidad para dominar y
transformar lo real que para comprender esa misma realidad. Es
adecuada y funcional a los intereses de la burguesía
ascendente en la que encaja cabalmente el "homo economicus" de
Smith, la sociedad industrial de Spencer y la solidaridad
orgánica de Durkheim.
Se puede colegir que para ese momento la estructura del
mundo ideal social y económico, es un fiel reflejo de los
principios newtonianos del atomismo y la mecánica. En tal
estructura, las personas juegan el papel de esos pedacitos
últimos de materia homogénea sobre cuya
individualidad e independencia se construyó la sociedad
capitalista. El sistema social no era más que la
agregación simple de estos corpúsculos
individuales, y su análisis se abordaba tratando de buscar
la lógica de los impulsos elementales que ponían en
funcionamiento a la sociedad-máquina, ese gran
autómata al que Hobbes llegó a dar en su
Leviatán proporciones antropomórficas. En esta
misma obra donde se encuentran los orígenes del
utilitarismo, filosofía que hizo progresar la idea de que
el egoísmo es la fuerza motriz de la conducta humana. El
concepto del "Homo Economicus" se acopla en esta razón
mecánica llevando a concebir un subsistema social
autónomo en el que los individuos se movían como
robots empujados por fuerzas económicas.
Muchos son los ejemplos concretos que ilustran
cómo los enfoques de la física clásica han
servido para justificar la configuración de las
instituciones económicas y políticas de la actual
civilización industrial y forman parte de esa unidad
ideológica que hoy se pone en discusión. Pues la
síntesis newtoniana aportó la visión global
y estructurada del mundo en la que se amparó esta
civilización. Su funcionalidad, con vistas a la
expansión del sistema social y económico hoy como
enfoque de interpretación dominante en el mundo responde,
en buena medida, a que sus enfoques científicos sirvieron
para apuntalar ese "mito de la máquina" que aseguraba el
mantenimiento del modelo de organización social
mecánica que encarnó primero en el estado y que se
extendió después por todo el cuerpo social a
través de la empresa capitalista.
A principios de la década de 1920 surge una de
las más rigurosas críticas al modelo de
organización social mecánica: la de la escuela de
Francfort, la cual estrechó un nexo entre hegelianismo,
marxismo y teoría freudiana. En la dialéctica de la
ilustración, Adorno y Horkheimer; emprenden una
crítica a la racionalidad tecnológica, urgen un
replanteamiento metodológico que neutralice los defectos
parcelarios y sectoriales positivistas, rechazan el
carácter de los hechos como datos inamovibles para
considerarlos como problemas, impugna la confianza en la
razón objetiva, por preferir la funcionalidad a la verdad
de las teorías, es decir, la razón es pura y
llanamente razón instrumental. Es así, porque
individualiza, construye o perfecciona los instrumentos o medios
adecuados al logro de fines establecidos y controlados por el
sistema.
La sociedad en que se vive es absolutamente administrada
y en ésta "el aumento de la productividad
económica, por una parte, genera las condiciones de un
mundo más justo, pero por otro lado otorga al aparato
técnico y a los grupos sociales que disponen de él
una superioridad inmensa sobre el resto de la población.
Ante las potencias económicas, el individuo se ve reducido
a cero. Al mismo tiempo, dichos poderes llevan a un nivel
jamás alcanzado antes el dominio de la sociedad sobre la
naturaleza. El individuo desaparece ante el aparato al cual
sirve, y éste le reabastece mejor que en ningún
momento anterior. En el estado injusto, la impotencia y la
dirigibilidad de las masas crece al mismo tiempo que la cantidad
de bienes que se le asignan"[5]
En este mismo orden, la teoría freudiana descubre
un dominio del ser, dominio ontológico, un estrato de ser
que no funciona con la lógica racional ni con el
determinismo. Sustenta que en lo humano lo esencial es el
sentido; y éste contiene dos niveles: el manifiesto y el
latente. Estos no pueden ser abordados solamente preguntando por
la causa, sino por el sentido de la persona, del individuo y de
la sociedad. La complejidad del ser humano, no se puede explicar
a partir de una causa única, de un principio en torno al
cual puedan girar la totalidad de los conflictos e intereses;
sino mediante la interpretación y la comprensión,
de ahí que titula su gran obra la "Interpretación
de los Sueños". El mundo humano no se puede reducir a lo
natural, es primero y ante todo un mundo de sentido, y por eso no
se puede investigar con los procedimientos de las ciencias
naturales.
Marco
epistemológico de la economía clásica y
neoclásica
En el siglo XVIII, Adam Smith sentó las bases del
paradigma económico liberal al afirmar que la sociedad
lograría de forma automática el equilibrio
económico, expresado en términos del proceso
acumulativo del crecimiento económico y la armonía
entre sus miembros, si se permitía que cada individuo
persiguiera en forma egoísta su máximo beneficio a
través del acto de intercambio, consagrando así el
papel sacrosanto del mercado. Esto presume la naturaleza racional
o maximizadora de los individuos que bajo los preceptos de una
ley natural y soberana (que se expresa en economía
mediante las leyes de la oferta y la demanda) de acuerdo con la
cual los hombres, aunque sólo desean servir a sus propios
intereses, son conducidos al mismo tiempo y
automáticamente como por una "mano invisible" a realizar
el bienestar social. Esta filosofía del derecho natural es
análoga al universo físico descrito por la
mecánica newtoniana.[6]
Equilibrio y armonía constituyen de esta forma
los elementos centrales y más característicos de
este paradigma. El equilibrio se considera una situación
en la que todos los actores en todos los mercados están
satisfechos, debido a que han alcanzado las expectativas que se
tenían (se han realizado sus propósitos) y, por lo
tanto, no se requieren alteraciones o ajustes más
profundos sí se dejan que actúen en un libre
mercado. Naturalmente, esto es totalmente compatible con el
concepto de armonía, que supone que los sujetos
económicos son unidades de comportamientos racionales y
homogéneos independientemente de su etnia, de su riqueza y
de su renta.
Este mundo de la teoría clásica se
comporta "como sí" fuera perfecto. Los postulados de
racionalidad y de libre mercado hacen que el sistema
económico tienda a un "equilibrio natural" con
ocupación plena de todos los factores de la
producción. El mercado a través del sistema de
precios que según la ley de de J.B. Say "toda oferta crea
su propia demanda" considerado relevante sostén de la
ortodoxia clásica, es el mecanismo autorregulador y
autocorrector del proceso económico y de los eventuales
transitorios desequilibrios del capitalismo.
En esencia, esta visión de mundo no ha cambiado,
lo cual ha hecho que se le juzgue como teoría ortodoxa y
dogmática pese a que sus teóricos se han
empeñado en contradecir tal afirmación con
resultados negativos. El modelo neoclásico, con su
teoría estática del equilibrio parcial de Marshall,
la teoría del equilibrio general de Walras, el monetarismo
Friedmaniano y la teoría de las expectativas racionales
del neoliberalismo, no han logrado demostrar que el equilibrio se
logra en forma automática.
Por el contrario, lo que la realidad económica
muestra son fuerzas conducentes al desequilibrio, discontinuidad,
contradicciones y crisis cada vez más recurrentes, que
pone de manifiesto que la visión del mundo propuesta
dentro del paradigma económico dominante no se corresponde
con el funcionamiento del capitalismo moderno. Estas fuerzas
desequilibrantes están más cerca de los postulados
del paradigma marxista y, de las premisas renovadas de la
microfísica, en especial la teoría del caos. Al
respecto, el premio nobel LLya Prigogine plantea: "Yo suelo
afirmar que la materia en equilibrio es ciega, cada
molécula solo ve las primeras moléculas que la
rodean. En cambio, el no equilibrio hace que la materia vea"
[7]
El carácter fundamentalmente empírico del
análisis de la economía clásica hace que
todo avance teórico debe ser comprobado en la
práctica. Adam Smith retoma las concepciones del empirismo
inglés sustentadas por David Hume y John Locke en la que
la experiencia se considera como la única fuente del
conocimiento. La tesis de Locke, afirma que "las ideas proceden
de la experiencia y que, por lo tanto, la experiencia constituye
el límite infranqueable de todo posible conocimiento"
[8]De esta manera, el autor refuta no sólo
la tesis cartesiana del innatismo sino la de los
platónicos ingleses de la escuela de Cambridge y, en
general, de todos los que en cualquier forma sostengan la
presencia en la mente de contenidos anteriores a la experiencia,
que habrían sido impresos en ella desde el primer momento
de su existencia.
El proyecto de ideología político-social
que se infiere de esta teoría confina al Estado a
desempeñar un papel pasivo como agente económico:
el de "agente guardián y policía", pues el sistema
económico de libre mercado se encarga de realizar la
óptima asignación de los recursos, maximizar la
producción y proveer de ocupación plena a la
población trabajadora. En el nivel internacional, esta
teoría plantea que la política del libre comercio,
bajo el patrón oro, lleva a aumentar las ganancias del
intercambio para todos los países y finalmente a elevar el
bienestar económico mundial. Por otra parte, afirma que el
desarrollo del individualismo lleva al crecimiento y desarrollo
"optimo" de la sociedad pues, a través del libre juego del
mercado, la competencia perfecta se encarga de eliminar a los
menos eficientes y sólo sobreviven los más capaces
(Darwin). Este proceso lleva a maximizar tanto la
producción como el bienestar social. Esta
afirmación, como la anterior, es considerada como uno de
los mayores mitos de la teoría
económica.
La escuela neoclásica que surgió en el
último cuarto del siglo XIX sostiene que el desarrollo
económico es un proceso que en un libre mercado evoluciona
de forma gradual, en equilibrio, armónico y
benéfico para todos los sectores de la economía.
Esta tesis, se basa en gran parte en el enfoque evolutivo de
Darwin[9]que plantea que la evolución
biológica se da de forma lenta y gradual como resultado de
la acumulación selectiva a lo largo de muchas
generaciones; en el que los más fuertes se adecúan
al medio y serán exitosos; mientras que los más
débiles perecerán.
Los anteriores postulados confrontan el paradigma
marxista que basado en la teoría del valor trabajo
sustenta la explotación o plusvalía a la que son
sometidos los trabajadores en los procesos productivos por parte
de los dueños de los medios de producción, y que
necesariamente conduce al conflicto social entre las clases,
convirtiéndose de esta manera en el arma más
peligrosa de que disponían los socialistas en su creciente
lucha contra el capitalismo.
Por eso, fue necesario crear un instrumental
analítico nuevo y reformular una serie de conceptos que
condujeron a plantear una teoría del valor de
carácter subjetivo basado en la utilidad. Esta
filosofía predominantemente hedonista fue tomada del mayor
representante del utilitarismo Jeremy Bentham (1748-1832), y de
James Mill (1773-1836) cuyo principio fundamental afirma: "la
máxima felicidad posible para el mayor número de
personas". Bentham sostenía que en el ámbito de la
moral (espíritu) los únicos hechos realmente
importantes son el placer y el dolor. Conseguir placer y evitar
el dolor: estos son los únicos motivos de la acción
humana.
En la Introducción a los principios de la
moral y de la legislación escribe: "la naturaleza
humana colocó al hombre bajo el imperio del placer y el
dolor; placer y dolor son las fuentes de nuestras ideas, el
origen de nuestros juicios y de nuestras
determinaciones"[10]. Valorar, es decir,
manifestar aprobación o desaprobación de un acto,
significa pronunciarse sobre su capacidad para generar dolor o
placer. De ahí que el valor de una cosa o de un bien se
medirá por completo en relación con el goce o
utilidad que pueda generar; y el dolor se medirá en
términos de desutilidad. Los objetos que pueden poseer
valor cabe clasificarlos como bienes de consumo, los que son
inmediatamente capaces de proporcionar goce.
Este enfoque era especialmente adecuado para los
métodos matemáticos que se profundizarían en
esta escuela, haciéndola profundamente más kantiana
o más trascendental – partiendo de principios dados
por ciertos, todo el conocimiento derivado de ellos a
priori será válido también- como
verdades exactas. De esta forma, la economía en este
modelo empezó a girar su punto de apoyo preponderadamente
empirista por la matemática y la lógica, haciendo
que lo que se comprobaba antes en la práctica es ahora
demostrado lógica y matemáticamente, y las
teorías se convertirían en teoremas
irrefutables.
En su texto, "Historia del análisis
económico", Joseph Schumpeter, señala que el
enfoque neoclásico, pese a que introdujo nuevas
categorías analíticas en sus investigaciones
económicas, mantiene la misma visión que los
clásicos del proceso económico y del progreso hacia
el que éste ha de apuntar. Es decir, no se ha presentado
rupturas y discontinuidades epistemológicas en el seno de
esta disciplina, y asegura lo siguiente: "todos los economistas
neoclásicos destacados del periodo, como Jevons, Menger,
Walrasr, Marshall, Clark, etc., han visto el proceso
económico prácticamente como Smith o como J. S.
Mill: no han añadido nada a las ideas que el periodo
anterior alimentara acerca de lo que ocurre en el proceso
económico y del modo general de su
funcionamiento"[11].
Sin embargo, Schumpeter reconoce que algunas de esas
aportaciones neoclásicas, sobre todo las relativas al
aparato analítico y al análisis matemático,
le hicieron ganar a la ciencia económica mayor
precisión y coherencia interna, pero que no ofrecía
más que una apariencia de ruptura con las obras de los
economistas clásicos. De ahí que considera que tal
aporte es más formal que otra cosa, pues el mismo
método de investigación empleado por los
neoclásicos muestra una continuidad con los
clásicos.
Este concepto lo ratifica el neoclásico de la
primera generación Jevons cuando dice:
"que J. S. Mill está sustancialmente en lo cierto
considerando nuestra ciencia como llamada a ser un caso de lo que
él denomina método físico o concreto
deductivo; él considera que podemos partir de algunas
leyes psicológicas obvias, como, por ejemplo, que una
ganancia mayor es preferida a otra más pequeña, y
producir el fenómeno que sería producido en la
sociedad por una tal ley. Así, se verá que la
economía política tiende a ser más deductiva
que muchas de las ciencias físicas, en las cuales es a
menudo posible una verificación estrechamente
aproximada"[12].
Las precisiones metodológicas que hace este autor
son altamente reveladoras. Por una parte, denota la continuidad
positivista de los principios metodológicos que inspiran
este enfoque neoclásico respecto a los economistas
clásicos y, por otra, explícita con claridad
ciertos rasgos del contexto epistemológico en que se
desenvuelve la ciencia económica, especialmente a aquellos
relacionados con su carácter mecanicista y su tradicional
propensión aritmomórfica, estrechamente ligada a la
búsqueda de esa calidad de ciencia deductiva por
excelencia aplicable a cualquier marco institucional.
La creencia en la universalidad de las elaboraciones de
la física newtoniana, o más aún de la
geometría euclidiana, encuentran en
Kant[13]a uno de sus principales teóricos
que en su filosofía trascendental asevera el
carácter absoluto y universal que por aquel entonces se
atribuía a las categorías intuitivas de espacio,
tiempo, sustancia, materia o fuerza, desde las que esas ciencias
practicaban sus deducciones. Sobre todo, cuando estas
últimas transcurrían a un nivel formalizado y
veían asegurada su coherencia y precisión por las
reglas de la lógica matemática. De igual forma, los
neoclásicos revelan que los fundamentos de la ciencia
económica nos eran conocidos de forma inmediata por
intuición, y que por esto podía confiarse en sus
verdades con más seguridad y certeza que cualquier
declaración sobre cualquier acontecimiento o hecho
físico concreto.
Insistiendo en reconfirmar el equilibrio y la
armonía en el mercado, se desarrolla en esta escuela la
"teoría del equilibrio general" de León Walras
basada en un modelo matemático que contiene un sistema de
ecuaciones simultáneas con las cuales trató de
demostrar que todos los precios y cantidades eran determinados en
forma única. Es decir, el equilibrio o la igualdad entre
la oferta y la demanda de todos los bienes en el
mercado.
A partir de estos fundamentos, Vilfredo Pareto
desarrolló su teoría de economía
analítica en la que propone su tesis máxima
conocida como el "Optimo de Pareto" en el cual define el aumento
del bienestar total como la situación en la cual algunas
personas mejoran su condición como resultado del cambio en
el mercado, sin que al mismo tiempo nadie haya empeorado. Esta
tesis sirvió de base para la fundamentación de la
moderna economía del bienestar, que señala que los
individuos son capaces de maximizar racionalmente la
utilidad.
Amartya Sen[14]critica estas suposiciones
de la economía del bienestar arguyendo que la
economía neoclásica no presta atención a las
cuestiones éticas. Señala que en todo proceso de
elección individual intervienen preferencias que no tienen
por qué ir dirigidos exclusivamente a maximizar beneficio
personal. Por eso sostiene la tesis de que las preferencias
económicas no determinan las acciones humanas.
Estas demostraciones matemáticas son compatibles
con los postulados clásicos, y se convirtieron en el
paradigma económico predominante durante todo el siglo XX.
Principios que fueron duramente criticados por el economista John
Maynard Keynes quien afirmó que el principal problema del
capitalismo de mercado es el problema intrínseco al
desequilibrio de pleno empleo.
El proyecto de los neoclásicos de destacar la
economía dentro de las ciencias sociales y encumbrarla a
nivel de ciencia a imagen y semejanza de la física
clásica, en la que se resalta el equilibrio y la
armonía en las estructuras de las cosas del universo,
condujo a que se buscara, en primer lugar, esas categorías
y principios elementales intuitivamente obvios, que aportaran una
base sólida y universal a las construcciones deductivas
subsiguientes, y, en segundo lugar, hacía falta que todas
estas categorías a priori y principios más o menos
axiomáticos, pudieran expresarse en lenguaje
matemático, para que la precisión y coherencia del
edificio científico construido sobre ellos pudieran ser
avalados por la lógica matemática.
En consecuencia los neoclásicos tomaron sin
apenas retocarlas, no sólo las nociones de riqueza,
producción, consumo, trabajo, capital, sistema
económico, etc., ya establecidas por los clásicos,
sino también reglas y principios fundamentales, como la
argumentación utilitarista de éstos que
veían en el egoísmo la fuerza motriz impulsora del
mundo económico en ese deseo de enriquecerse, que
según Smith espoleaba a los individuos normales "desde la
cuna hasta la tumba".
De igual manera, el concepto de racionalidad del
homo económicus se introdujo con mayor empeño
con el fin prevaleciente de pronosticar los hechos
económicos mediante el método de la
observación, de la deducción y la
comprobación con mayor certeza. Correlativamente,
implementaron las dos leyes generales destacadas por J.S.Mill que
identifican el comportamiento económico racional de este
individuo: la tendencia por "preferir una ganancia grande a otra
más pequeña" y la propensión a buscar "la
máxima cantidad de riqueza con un mínimo de trabajo
y abnegación" [15]
Otra premisa derivada de las anteriores dice que "cada
individuo actúa según sus deseos" lo que deduce de
que todo el mundo obra con vistas a maximizar su
satisfacción en cualquier circunstancia dada. Esta
satisfacción está dada en función exclusiva
de los bienes y servicios consumidos; lo que indica que la
felicidad y el bienestar están en correspondencia con la
cantidad de bienes y servicios comprados; es la forma más
explícita de expresar el consumismo característica
esencial de la madurez rostowsiana del capitalismo fordista y
postfordista. En este mismo orden, aplicado a los productores
plantea que la ganancia se mide exclusivamente por los beneficios
en dinero, que se trata de maximizar mediante la rentabilidad o
minimizando costos en los procesos productivos. Lo que resulta en
producir y producir para vender y ganar, característica
esencial de los modelos de crecimiento
económico.
A estos conceptos y premisas mencionadas los
neoclásicos[16]añadieron el
principio de la utilidad marginal para situar la teoría
del valor en la esfera del consumo y el de los rendimientos o
productividad marginal decreciente para la retribución a
cada factor de la producción con el fin de evadir la
desigual distribución de los excedentes económicos
eje nuclear de la teoría del conflicto en el modelo
marxista.
Esta visión lleva fácilmente a estos
economistas positivistas a practicar esa "ingeniería
social" en la que los individuos juegan el papel de piezas o,
todo lo más, de robots programados con arreglo a ciertos
patrones de racionalidad. La construcción del homo
económicus cuyo comportamiento responde
mecánica e independientemente a las sensaciones de placer
o de dolor que le proporciona su actuación en lo
económico, constituyó un campo fértil para
conciliar el dogmatismo autoritario que comporta esa
escuela.
Son estos enunciados ya preparados tanto a la medida de
las categorías económicas preexistentes como al
marco institucional, los que admiten los neoclásicos a
modo de juicios sintéticos a priori de Kant, como
base de su teoría económica construida sobre los
patrones de la física clásica. Estas elaboraciones
presentan una estrecha analogía reduccionista, con las
leyes del equilibrio de Newton, con los principios de
armonía de Kepler, con el objetivismo de Galileo, etc. La
naturaleza de la riqueza y el valor cimentada en la
consideración utilitarista de preferencia de placer a
dolor en cantidades infinitamente pequeñas se equipara a
la teoría de la mecánica estática que se
construye sobre la igualdad de cantidades infinitamente
pequeñas de energía.
De esta manera, estos economistas marginalistas no
sólo precisan el estrecho paralelismo teórico y
epistemológico existente entre estas formulaciones
económicas y aquellas de la mecánica
estática, que le llevan a describir su teoría, como
la mecánica de la utililidad y del interés
propio, sino que también el proceso metodológico
limitado a la observación, descripción y
demostración conducen al reduccionismo objetivista y al
determinismo causal que circunscribe los datos a la teoría
y no la teoría a los datos, asumiéndose como una
ciencia dogmática y autoritaria cuyo mayor mito consiste
en hacer creer que la libertad absoluta de mercado conduce al
bienestar y felicidad de la mayoría de las
gentes.
En esta misma línea, el economista Michael
Zweig[17]en su ensayo "los paradigmas burgueses y
radicales en la economía" sostiene que la "teoría
económica moderna" se ha venido desarrollando en los
últimos tiempos en una forma matemática, muy
abstracta y muy rigurosa, como se observa por ejemplo en la
teoría del valor de Gerard Debreu publicada en 1959, que
mantiene esa rigidez que parece desafiante a la economía
tradicional, pero que de hecho no es una desviación de las
posturas tradicionales básicas. Otros economistas
más radicales sostienen incluso que con la escuela
neoclásica se produjo un retroceso, Paul Sweezy afirma
"que la economía había dejado de ser
prácticamente una ciencia en la época de lo que se
puede llamar "revolución marginalista" de 1870,
convirtiéndose en una ideología apologética.
No fue por una exigencia de fidelidad a la realidad que se
instrumentalizó más el equilibrio, la
armonía y el gradualismo, sino por necesidad de la
burguesía de petrificar y justificar un sistema que en
absoluto era armonioso, equilibrado o gradual"
[18]
Aún más, frente a este empeño de
hacer la ciencia económica a imagen y semejanza de las
ciencias físico-matemáticas, se perdió de
vista que los principios que soportan las ciencias sociales no
están sujetos a rigideces ni a datos inamovibles por lo
que son diversos a aquellos que sirven de base a la física
newtoniana y, por supuesto, a la geometría euclidiana.
Dado, a que en las ciencias sociales los fenómenos no
proceden de idéntica forma a las ciencias naturales,
porque la naturaleza de las instituciones sociales, la forma en
que se interrelacionan y el modo en que la gente
interactúa y se relaciona, están sujetas a cambios
continuos. Tal como señala Engels,[19] las
"así llamadas leyes económicas no son leyes eternas
de la naturaleza, sino leyes históricas que aparecen y
desaparecen". Por lo tanto, debe ser rigurosamente relativizada
la afirmación de leyes universales en la
economía.
Asimismo, los conocimientos de la física
moderna[20](teoría de relatividad,
mecánica cuántica y teoría del caos) que se
iniciaron a finales del siglo XIX, han puesto en cuestión
el carácter absoluto y universal de las categorías
de espacio, tiempo, sustancia, fuerza y, en general, de los
juicios sintéticos a priori de Kant sobre los que
se basaba las pretensiones de universalidad de la mecánica
y la geometría de su época. Y si todavía se
admite la creencia en la universalidad de las categorías y
principios en que se basa la ciencia económica, no es
tanto en razón de sus cualidades intrínsecas, como
porque ocupan un lugar central en la ideología que sigue
dominando el mundo industrial. La economía como lo
señala Stigler: "ha evolucionado como una apología
a las instituciones capitalistas en desarrollo y continúa
apoyando tales instituciones" [21]
Por otra parte, el hecho de que a los economistas
contemporáneos les parezca similar el mundo actual al de
los días de Adam Smith, es un tributo a la
supremacía de las fuerzas intelectuales puramente
positivistas y, más que un tributo a su objetividad es una
ejemplificación de su falta de contacto con la realidad,
lo que ha conllevado a rechazar dogmáticamente las
críticas a sus políticas impertinentes que se
desprenden de su modelo.
Modelo
neoliberal
En la actualidad el dominio
teórico-económico lo ejerce la denominada escuela
de Chicago que ha impuesto en el mundo su política
neoliberal, y que por sus principios se corresponden y se ajustan
a la tradición clásica-neoclásica más
amplia. La perspectiva de este enfoque es una variante del
neoclasicismo y se conoce como el "nuevo clasicismo". Sus
principales representantes son: Milton Friedman, Frederich A. Von
Hayek, Gary Becker, Robert Lucas, entre otros.
Dentro de este enfoque se pueden distinguir dos
vertientes principales. La primera, conocida como monetarismo
friedmaniano, dedicada al estudio de una economía de
mercado cerrada, y su propósito es dar respuesta a los
problemas macroeconómicos de inflación y desempleo,
esto es, al equilibrio interno. Milton Friedman ha sido su
principal promotor, rehabilitando la teoría cuantitativa
clásica, a través de la teoría cuantitativa
moderna del dinero, la cual constituye la "piedra angular" de la
argumentación de la teoría y política
macroeconómica de este enfoque. La proposición
básica de esta versión moderna se encuentra en el
"aforismo" de Friedman de que la inflación es, en todo
lugar y en todo momento, un fenómeno
monetario.
La otra vertiente representada por Robert Lucas, cabeza
de otro grupo de la escuela de Chicago, ha estudiado la
teoría cuantitativa moderna de Friedman con el enfoque de
expectativas racionales y el resultado ha sido la
construcción de un modelo monetarista extremo, que en la
práctica significa volver al modelo clásico, a tal
grado que James Tobin lo ha "bautizado" como la "Nueva
macroeconomía clásica"[22]. Se le
llama así, porque en verdad está basada en dos
supuestos fundamentales de la economía clásica: que
los diversos agentes económicos optimizan y que los
mercados se ajustan automática, instantánea y
continuamente.
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