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Economías Fallidas (página 5)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Cuando estalló la crisis mundial en 2008 no
existía un marco regulatorio que protegiese las redes
internacionales, y quedaron expuestas grandes vulnerabilidades en
forma de excesivos apalancamientos y tasas de cambio. Mucho se ha
logrado desde entonces: se fortalecieron los balances y se
ajustaron los modelos de financiamiento. Junto con las reformas
institucionales europeas -en especial la creación del
Consejo Europeo de Riesgos Sistémicos y la Autoridad
Bancaria Europea- se han reforzado la regulación y la
supervisión en los países donde las filiales se
instalaron.

Parte de esto puede encarecer las finanzas, pero
también reduce el riesgo de las operaciones bancarias. En
definitiva, es algo bueno.

Aún así, la amenaza a la
estabilidad financiera es posiblemente más grave hoy que
en 2008, ya que la capacidad de la red de protección de
los gobiernos de Europa Occidental para el sistema bancario
claramente está encontrando sus límites. Permitir
que las filiales de los bancos extranjeros queden
huérfanas en medio de una crisis que empeora en sus
países de origen debilitaría la confianza en los
mercados financieros europeos emergentes, lo que podría
disparar caídas en los precios de los activos y tremendas
contracciones en el crédito. En última instancia,
esto se comportaría como un búmeran que
golpearía a los bancos de Europa Oriental, dada su
profunda vinculación y vínculos reales con la
región.

En 2008 se evitó por poco ese tipo de escenario
catastrófico gracias a una intervención de
políticas, incluido el esfuerzo de coordinación
según la Iniciativa de Viena (en la que participó,
entre otros, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el
Desarrollo). Se necesita con urgencia un nuevo pacto para
garantizar los logros de la integración financiera. Las
autoridades de los países receptores y de origen de los
bancos deben sentarse a la misma mesa.

Como sucedió en la iniciativa de Viena, una
"Viena 2.0" requerirá compromisos de todas las partes
involucradas. Al responder a los mayores requisitos de capital
impuestos por las autoridades y elegir entre obtener capital o
vender activos, los bancos deben considerar el importante rol que
juegan sus filiales en muchos países. Para muchos bancos
esto se da en forma natural: sus filiales son importantes
creadoras de valor y como tales resultan críticas para sus
modelos de negocios. Para algunos, sin embargo, las filiales son
pequeñas en relación a sus casas matrices y, por lo
tanto, menos centrales para sus estrategias.

Los países de origen también deben
contribuir. Dentro de la zona del euro, las recapitalizaciones,
garantías y demás fondos ofrecidos a las casas
matrices deben ofrecerse por igual a sus filiales. Toda
reestructuración solicitada como contraprestación
por asistencia de capital debe considerar la naturaleza
internacional de los grupos y no discriminar contra sus filiales
en el extranjero.

Los países receptores de las filiales, por su
parte, deben asegurar a las casas matrices que su normativa
financiera será predecible. Algunas de las abruptas -y
algunas veces excesivamente ambiciosas- medidas recientes para
grabar la industria o redistribuir el peso de los créditos
en moneda extranjera han socavado las reservas de capital y
retrasado la recuperación del crédito y el
crecimiento.

Todo esto exige coordinación. La Autoridad
Bancaria Europea tiene la posibilidad de afianzarse. Debe
garantizar que los intereses locales no socaven la integridad de
los grupos bancarios internacionales. En última instancia,
necesitamos un seguro de depósitos y una autoridad de
resolución bancaria europeos que puedan hacerse cargo de
los bancos que fracasen y reestructurarlos.

Así como la zona del euro ha impulsado el
desarrollo financiero y económico entre sus miembros, la
crisis actual genera el riesgo de graves daños colaterales
que exceden sus fronteras. Cualquier solución sostenible a
la crisis debe garantizar la integridad de los grupos bancarios y
respetar los intereses de los países de origen y destino
de esos bancos. En última instancia, es la banca
internacional que pende de un hilo.

(Erik Berglof es economista en jefe del Banco Europeo
para la Reconstrucción y el Desarrollo. Copyright: Project
Syndicate, 2011)

Y subiendo… (la crisis no pasa por
ellos)

"Un informe de la consultora Wealth-X, afincada en
Singapur y que trabaja para empresas y entidades financieras que
tienen a los ultrarricos como objeto de negocio, revela que unos
25 billones de dólares están en manos de apenas
185.795 personas, y afirma que dicho volumen de dinero
continuará aumentando de la mano de Asia, cuyo crecimiento
económico le hará ser el continente con más
multimillonarios del mundo. En 2024 superará a Europa en
el segundo peldaño y en 2032 hará lo propio con
Estados Unidos"…
25 billones de dólares, en manos
de 185.000 megarricos (Cinco Días –
15/11/11)

Esos 25 billones equivalen al 40% del Producto Interior
Bruto mundial, y multiplica por siete, por ejemplo, el PIB
alemán.

De esos más de 185.000 mega ricos, al menos 1.235
de ellos son milmillonarios, y acaparan una fortuna de 4,18
billones de dólares -tocarían a 3.300 millones cada
uno-, mientras que el 97,5% del total poseen entre 30 y 500
millones. La última lista Forbes situaba a Carlos Slim
como el hombre más rico del planeta, con 63.300 millones
de dólares de riqueza, seguido por Bill Gates (59.000) y
Warren Buffet (39.000).

Pese a que el informe alerta a las empresas,
administradores de riquezas o marcas de lujo de que no pueden
ignorar la coyuntura actual, con una galopante crisis de deuda en
Europa, el miedo a una doble recesión en Estados Unidos o
la situación política en el norte de África,
la realidad es que los hábitos de los ricos
continúan inamovibles, tanto en su gasto como en estilo de
vida, ya que su realidad está aislada de las tendencias
macroeconómicas. Viven en su propia burbuja. Pero quienes
les tienen como objeto de negocio tienen el reto de salvar los
obstáculos que presentan las economías
clásicas, como Estados Unidos y Europa, a través de
la búsqueda de nuevos mercados y de la
identificación de las grandes fortunas, que ya se reparten
por todo el mundo.

Pero pese a la diversificación,
Norteamérica, y concretamente Estados Unidos,
continúan acaparando el mayor número de grandes
fortunas. En este país se encurtan 57.860 de ellas, que
representan 7,6 billones de dólares, el 30% del total. Sin
embargo, Wealth-X advierte una tendencia más conservadora
de los ricos estadounidenses, más centrados en conservar
sus fortunas que en invertir para multiplicarlas. Para los
gestores de riqueza, todavía existen oportunidades en los
negocios familiares, liderados en su mayor parte por empresarios
cercanos a la jubilación, por lo que se cree que en los
próximos años se producirá la mayor
transmisión generacional de riqueza.

En Europa, 54.325 personas poseen fortunas superiores a
los 30 millones de dólares, 1.875 de ellos en
España. En total, reúnen 6,8 billones, mantienen su
ritmo de vida pese a la crisis europea y miran al Este por su
mayor "flexibilidad" impositiva para realizar sus inversiones. En
el continente europeo hay 360 milmillonarios, que manejan 1/5 de
los casi 7 billones que controlan las grandes fortunas europeas.
El informe recomienda a quienes administran sus riquezas el
buscar oportunidades fuera de Europa, dada la situación en
el continente.

Pero el futuro -en realidad, ya el presente- es Asia,
que reúne a 42.525 megarricos con un total de 6,2 billones
de dólares. Con un crecimiento para este año por
encima del 8%, frente a las pesimistas previsiones en Europa y
Estados Unidos, y que se espera sea continuado en los años
próximos, Asia se convertirá en el continente que
reunirá el mayor número de grandes fortunas, y
ahora mismo es el lugar ideal para aquellos con dinero de sobra
para invertir. En especial, el informe destaca Indonesia e India.
En el primero, los ultrarricos verán multiplicadas sus
fortunas si su presidente, Susilo Bambang Yudhoyono, consolida su
plan de duplicar el gasto en infraestructuras a 140 mil millones
de dólares para alcanzar un crecimiento del 6,6% hasta el
fin de su mandato, en 2014.

En India, 8.200 personas se reparten 945.000 millones de
dólares, y su prosperidad, al menos para las grandes
rentas, queda demostrada por el hecho de que sus empresas cierran
continuamente importantes acuerdos de compra de empresas
extranjeras. Por ejemplo, la adquisición del 70% del
fabricante surcoreano de vehículos Ssanyong por parte de
Mahinddra por 378 millones. Según el informe, cada
día nacen nuevos millonarios en este país, y no
tardan mucho en convertirse en multimillonarios.

En cuanto a China, se destaca el gran potencial que
tiene en el apartado de Internet, con 450 millones de usuarios, y
el hecho de que sean las empresas chinas las que vayan a
desarrollar todo lo relacionado con las redes sociales. Las
11,475 grandes fortunas chinas se reparten 1,6 billones de
dólares.

Rusia, Brasil y el área de los Emiratos
Árabes también son destacados, en éste
último caso con Arabia Saudí al frente, con 227 mil
millones en manos de 1.225 personas.

En cuanto a África, el dato es de 320.000
millones en manos de 2.410 personas, localizados principalmente
en la zona oriental y norte del continente, y según el
informe, "no es un mercado a ignorar".

Norteamérica y Europa continúan siendo las
zonas con el mayor número de megarricos, pero la crisis
económica provocará que, en unos años, Asia
se convierta en el paraíso de las grandes fortunas, cada
vez más numerosas y poderosas.

Esos 25 billones equivalen al 40% del Producto Interior
Bruto mundial, y multiplica por siete, por ejemplo, el PIB
alemán.

De esos más de 185.000 mega ricos, al menos 1.235
de ellos son milmillonarios, y acaparan una fortuna de 4,18
billones de dólares -tocarían a 3.300 millones cada
uno-, mientras que el 97,5% del total poseen entre 30 y 500
millones. La última lista Forbes situaba a Carlos Slim
como el hombre más rico del planeta, con 63.300 millones
de dólares de riqueza, seguido por Bill Gates (59.000) y
Warren Buffet (39.000).

Pese a que el informe alerta a las empresas,
administradores de riquezas o marcas de lujo de que no pueden
ignorar la coyuntura actual, con una galopante crisis de deuda en
Europa, el miedo a una doble recesión en Estados Unidos o
la situación política en el norte de África,
la realidad es que los hábitos de los ricos
continúan inamovibles, tanto en su gasto como en estilo de
vida, ya que su realidad está aislada de las tendencias
macroeconómicas. Viven en su propia burbuja. Pero quienes
les tienen como objeto de negocio tienen el reto de salvar los
obstáculos que presentan las economías
clásicas, como Estados Unidos y Europa, a través de
la búsqueda de nuevos mercados y de la
identificación de las grandes fortunas, que ya se reparten
por todo el mundo.

Las máquinas que mueven las bolsas y el arma
financiera de destrucción masiva

Para finalizar este Apartado he seleccionado dos
aspectos que permiten confirmar que "el casino sigue abierto". No
resultan novedosos (ya han sido tratados en anteriores Papers),
pero me ayudan a sostener la presunción. Ambas pueden
hacer mucho daño.

"Adam Smith apostó por una mano invisible;
otros, por el criterio de corredores de bolsa calculadores. En la
actualidad, ni la invisibilidad ni la frialdad humana parecen ser
las fuerzas que rigen los mercados: muchas de las operaciones
bursátiles están a cargo de computadoras"…

La tecnología que mueve las bolsas (BBCMundo –
17/11/11)

En la búsqueda de la productividad y la
eficiencia en el sector financiero, varias bolsas en el mundo
realizan un significativo porcentaje de sus operaciones a
través del llamado algorithmic trading.

Se trata de un método que se base en los
algoritmos, los cuales como explica Javier Santomá,
profesor de Gerencia Financiera de IESE Business School, no son
más que métodos matemáticos de
resolución de problemas.

Funcionan como programas de cómputo que han sido
diseñados para enviar órdenes de compra y de venta
de acciones.

"Se introduce una serie de reglas en una computadora y
se deja que se ejecuten automáticamente de acuerdo con
parámetros que previamente se han establecido", explica
Luis Raúl Rodríguez, director de análisis de
la Casa de Bolsa Finamex.

Las reglas pueden ser, por ejemplo, que si el precio de
una acción X cae al nivel Y, hay que vender, o que si el
precio del petróleo subió 3% hay que comprar
100.000 acciones de Z.

La consigna es delegar las operaciones bursátiles
a modelos informáticos en vez de a personas. "Estos
algoritmos son capaces de escuchar, analizar y entender gran
cantidad de información y pueden automáticamente
responder a eventos del mercado en tiempo real en forma
instantánea y continua", señala en su página
web Casa de Bolsa Finamex.

De acuerdo con Rodríguez, con el uso de este tipo
de métodos se eliminan los factores emocionales que
pudieran afectar las transacciones. "Normalmente, las personas
-incluso los inversionistas de valores más profesionales-
están muchas veces guiadas por sus emociones. Un error muy
típico que cometemos los traders es que dejas que el
precio (de una acción) siga cayendo con la esperanza de
que va a rebotar (que se va a recuperar). Algunos llegan al
extremo de que meten más dinero con la esperanza de que
(el precio) va a rebotar", indica el economista. Ese "error muy
típico" al que hace alusión Rodríguez puede
llevar a que se pierda el doble.

También hay circunstancias que aunque puedan
parecer una tontería, como reflexiona el profesor
Santomá, son fundamentales."Este tipo de software te
permite salir de la oficina e ir a comer y si durante tu ausencia
se producen las condiciones, la orden se ejecuta. Antes,
estábamos acostumbrados a que cuando llegaba la
información, la mirabas, la discutías con el jefe y
tomabas la decisión a las 2:05 mientras que otros lo
hacían a las 2:10", indica el docente.

Hasta el 70% de los intercambios de Wall Street son
ejecutados por las llamadas black box (cajas negras) o
algo-trading.

En el mundo financiero, el algorithmic trading ha ganado
miles de seguidores.

Uno de los beneficios de ese método, es que se
pueden hacer muchísimas más operaciones en
cuestión de segundos. "Es mucho más barato poner un
algoritmo a funcionar que tener a cuatro o cinco personas
trabajando y analizando qué va a pasar, qué
comprar, cómo vender", explica
Rodríguez.

Una de las razones por las cuales surgen sistemas
automatizados en las bolsas es porque se busca utilizar la
información que llega de diferentes fuentes financieras de
la forma más eficiente posible. "Y ser el más
eficiente es ser el primero", dice Santomá. "Si soy el
primero en usar esa información, seré el primero en
comprar o en vender y probablemente tendré más
margen en el cambio de precio".

Una desventaja evidente es que las máquinas no
tienen criterio.

"Si llegas a programar un error, lo van a ejecutar, o si
se cae la red o el sistema, te dejan muy vulnerable",
señala el economista mexicano. "Ha llegado a pasar que,
por ejemplo, por alguna razón no se actualizan los tipos
de cambio o algún dato básico para que se lleve a
cabo el algoritmo, las operaciones se siguen ejecutando y puedes
llegar a perder dinero", enfatiza Rodríguez.

Por eso, es clave que alguien lo esté revisando
constantemente.

De hecho, las operaciones bursátiles ejecutadas
por computadoras han sido vinculadas a algunas de las crisis
bancarias, como por ejemplo la de 1987. "Efectivamente en
aquellos momentos, estábamos hablando más del
automated trading (comercio automatizado) que del algorithmic
trading", recuerda Santomá.

"Cuando el Dow Jones bajó 500 puntos,
había muchos programas de software que decían que
si eso pasaba había que vender. De forma
automática, hubo una avalancha de órdenes tremenda
que lo único que hicieron fue producir otra caída
de 500 puntos, con lo cual volvieron a reaccionar los software",
dice el experto.

Fue así como para algunos, el famoso Viernes
Negro tuvo sus orígenes en un proceso de cómputo,
mientras que para otros, hubo otras variables más
importantes que intervinieron en la estrepitosa
caída.

Más recientemente, en el llamado Flash Crash
(Desplome Repentino) del 6 de mayo de 2010, una caída de
cinco minutos en los mercados generó un momento de caos
generalizado. Un operador fue acusado de una caída del 10%
en el índice Dow Jones, pero en realidad el culpable fue
un programa informático que el operador estaba utilizando.
En sólo 20 minutos el algoritmo vendió 75.000
acciones por un valor de US$ 4.300 millones, haciendo que otros
algoritmos lo siguieran.

"Cuando apagaron los pilotos automáticos y
frenaron los sistemas, se restauró el orden y el mercado
se recuperó en cuestión de media hora",
señala el experto en Economía de la BBC Richard
Anderson.

Pero ¿es positivo que se deshumanicen las bolsas
de esta manera?

"Es uno de los mercados más opacos que
existen, pero tiene la capacidad de crear el caos financiero y de
orquestar rescates a su imagen y semejanza. El BIS ha cifrado su
volumen: 2,14 billones de euros brutos en cobertura de deuda
soberana"…
Dos billones de "CDS soberanos" ponen en jaque
al mundo (Cinco Días – 17/11/11)

El lenguaje coloquial ha cambiado mucho de un tiempo a
esta parte. Deuda soberana, prima de riesgo, diferencial o bono
alemán a diez años son expresiones que se han
colado en las conversaciones diarias de millones de europeos cada
vez más preocupados. Los CDS no están tan a la
orden del día, pero después de la caída de
Lehman Brothers y el casi colapso financiero mundial que se
produjo por el efecto en cascada de la activación de los
seguros de cobertura contra impagos (eso son los CDS) sobre
hipotecas subprime y el rescate público de la aseguradora
AIG que esto provocó, han ganado mucha
popularidad.

Y es que los CDS tiene la capacidad de multiplicar de
forma exponencial el riesgo. De ahí su peligro…, y su
leyenda negra. AIG fue nacionalizada porque tenía una
exposición a derivados de más un billón de
euros, según sus propias cifras, lo que significa que su
quiebra hubiera repartido números rojos multimillonarios
entre todos los inversores que hubieran asegurado con ella
algún riesgo. A su lado, Lehman parece casi inofensivo:
solo dejó en el aire derivados por valor de 400.000
millones de dólares y todavía están
recientes en la memoria los efectos de esa caída. AIG, por
tanto, simplemente no podía caer.

Los credit default swaps (de ahí las siglas con
las que se los conoce) vuelven ahora a condicionar el futuro de
Europa y a hacer mundiales las ramificaciones de lo que pueda
suceder en el Viejo Continente. Y es que igual que las hipotecas
subprime tenían CDS como cobertura y el poseedor de casi
cualquier activo puede tener un seguro contra su impago,
también la deuda soberana puede estar cubierta frente a la
amenaza de pérdidas.

El Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas
en inglés) acaba de poner cifras a estas coberturas en su
informe de noviembre (2011). El volumen bruto nominal de CDS
comprados y vendidos para asegurar impagos en deuda soberana
alcanzaba a cierre del primer semestre los 2,9 billones de
dólares (el equivalente a 2,14 billones de euros). Esta
cifra no es muy elevada con respecto al total de CDS que hay en
el mundo (32,4 billones de dólares), pero es la partida
que más crece dentro de esa amalgama total. Frente a un
alza del 8% en estos contratos desde 2010, los CDS soberanos (por
así llamarlos) habrían crecido cerca de un 15%,
aunque el BIS no da cifras totalmente comparables de cierre de
2010.

Tampoco hay datos desagregados por naciones o zonas
geográficas. Es decir, esos CDS pueden estar en manos de
inversores estadounidenses con deuda japonesa en su cartera o en
manos de fondos taiwaneses con exposición a bonos griegos.
Lo que sí se sabe es que el riesgo está muy
concentrado en zonas muy sensibles del mundo. Según cifras
oficiales del Departamento del Tesoro de EEUU, cinco bancos
controlan el 95% de los riesgos en derivados asumidos por la
banca de Estados Unidos.

Y hay otro condicionante más. Nadie se pone de
acuerdo en cómo hay que computar los CDS, si por el
nominal (los contratos vendidos más los comprados) o
intentar llegar a una cifra neta, porque unos contratos se dan
contrapartida a otros.

El caso griego es el mejor ejemplo de esta paradoja. Los
líderes de Europa han orquestado un rescate para la deuda
helena con una quita del 50% diseñado de forma voluntaria
y que no afecte a todos los acreedores para evitar que la
reestructuración active los CDS. Es decir, serán
los dueños de la deuda los que asuman las pérdidas,
porque el seguro contra impagos que tengan contratado no les va a
cubrir, puesto que acudirían al canje de deuda de forma
voluntaria.

La razón de este esquema es el temor a que una
activación de los CDS dañe a los bancos y a las
aseguradoras que tengan que responder por las coberturas y se
cree otro momento Lehman. Pero la ISDA, la asociación que
regula los CDS, asegura que el volumen efectivo de CDS sobre
deuda griega no supera los 3.700 millones de dólares (unos
2.740 millones de euros), una cifra que en modo alguno puede
poner en peligro nada. Mientras, otros números dicen que
el volumen bruto total de seguros sobre deuda helena
alcanzaría los 75.000 millones de dólares,
así que se podría deducir que el riesgo real de un
CDS es una vigésima parte de su volumen bruto nominal, lo
que reduciría muchísimo el peligro de este tipo de
coberturas.

Pero no todos están de acuerdo en esta
reducción, ya que no todos los CDS tienen colateral.
Además, por mucho que el riesgo pueda reasegurarse,
siempre habrá un pagador al final. Por ejemplo, un banco
vende un CDS a un inversor y cubre el riesgo con un tercero, que
a su vez contrata una cobertura con un cuarto y así
sucesivamente. De ahí que un CDS original de 100 se
convierta en uno mucho más alto, aunque el riesgo
subyacente siga siendo 100. Pero si se produce la quiebra,
siempre habrá un eslabón que tendrá que
pagar y en caso de que no pueda responder a la cobertura
perjudicará a todos los que forman la cadena.

Otra vez, Grecia es la referencia. Todos los
involucrados han hecho malabarismos para que no se activaran los
CDS en el rescate. Y eso sólo tiene una
explicación: el riesgo que entrañan es muy
alto.

Por todo ello, la realidad es que los dos billones
largos de euros en CDS que planean sobre la deuda soberana
actúan como una losa ahora que media Europa tiene los
diferenciales disparados. En caso de que algún país
además de Grecia (¿Italia? ¿Portugal?
¿España? ¿Francia?), incumpla sus pagos y se
activen efectivamente los CDS, las ramificaciones serían
incalculables. El resultado es una bomba de relojería de
la que nadie conoce el tamaño, pero a la que todos
temen.

Monografias.com

Economías
Fallidas (Finale)

Monografias.com

El toro, protegido

Varios policías protegen al toro de Wall Street,
ante el avance de los manifestantes. Mario Tama (AFP)

– Necesidad contra codicia (Project Syndicate –
28/2/11)

(Por Jeffrey D. Sachs) Lectura recomendada

Nueva York.- El gran líder moral de la India
Mohandas Gandhi dijo la famosa frase de que hay suficiente en la
Tierra para las necesidades de todos, pero no suficiente para
satisfacer la avaricia de todos. Hoy la visión de Gandhi
se está poniendo a prueba como nunca antes.

El mundo está alcanzando límites globales
en su uso de los recursos. Estamos sintiendo los golpes cada
día en forma de inundaciones, sequías y tormentas
catastróficas y en el consiguiente aumento de los precios
en el mercado. Nuestro destino depende ahora de si cooperamos o
somos víctimas de una codicia autodestructiva.

Los límites a la economía mundial son
nuevos y se derivan del tamaño sin precedentes de la
población mundial y la expansión nunca antes vista
del crecimiento económico en casi todo el planeta. Hoy
siete mil millones de personas habitan la Tierra, en
comparación con sólo tres mil millones hace medio
siglo. Hoy en día, el promedio de ingreso per
cápita es 10.000 dólares; en mundo desarrollado es
de alrededor de 40.000 y 4.000 en los países en desarrollo
Eso significa que la economía mundial está
produciendo alrededor de 70 billones de dólares por
año, en comparación con alrededor de 10 billones en
1960.

La economía de China está creciendo en
torno al 10% anual. La India está creciendo casi a la
misma velocidad. África, por largo tiempo la región
de crecimiento más lento del mundo, muestra ahora un
promedio de crecimiento de aproximadamente el 5% del PIB anual.
En general, los países en desarrollo están
creciendo en torno al 7% anual y las economías
desarrolladas en torno al 2%, lo que da un promedio mundial de
alrededor del 4,5%.

Esta es una muy buena noticia en muchos aspectos. El
rápido crecimiento económico en los países
en desarrollo está ayudando a aliviar la pobreza. En
China, por ejemplo, la pobreza extrema se ha reducido de
más de la mitad de la población hace 30 años
a alrededor del 10% o menos en la actualidad.

Sin embargo, hay otra cara de la historia de crecimiento
global que debemos entender con claridad. La economía
mundial crece a un 4,5% por año y, a ese ritmo, se
encamina a duplicar su tamaño en menos de 20 años.
La economía mundial de 70 billones de dólares de
hoy llegará a los 140 billones de dólares antes de
2030 y a 280 billones antes de 2050 si extrapolamos a partir de
la tasa de crecimiento actual.

Nuestro planeta no podrá
sustentar físicamente este crecimiento económico
exponencial si dejamos que la codicia tome la delantera. Incluso
hoy, el peso de la economía mundial ya está
aplastando la naturaleza, agotando rápidamente los
suministros de recursos energéticos de combustibles
fósiles creados hace millones de años, mientras que
el cambio climático resultante ha conducido a una gran
inestabilidad en términos de precipitaciones, temperatura
y tormentas extremas.

Vemos estas presiones todos los días en el
mercado. Los precios del petróleo han subido a más
de $ 100 por barril, a medida que China, India y otros
países importadores de petróleo se unen a los
Estados Unidos en una lucha masiva por comprar suministros,
especialmente de Oriente Próximo. También los
precios de los alimentos se encuentran en máximos
históricos, lo que contribuye a la pobreza y la
inestabilidad política.

Por un lado, hay más bocas que alimentar, y con
mayor poder adquisitivo en promedio. Por otro lado, las olas de
calor, sequías, inundaciones y otros desastres provocados
por el cambio climático están destruyendo cultivos
y reduciendo la oferta de cereales en los mercados mundiales. En
los últimos meses, las regiones productoras de cereales de
Rusia y Ucrania se han visto afectadas por graves sequías
y enormes inundaciones han afectado Brasil y Australia. Otra
sequía amenaza la zona productora de cereales en el norte
de China.

Hay algo más, muy peligroso y que no se advierte
con facilidad. En muchas áreas populosas del mundo,
incluidas las regiones productoras de cereales del norte de la
India, el norte de China y el Medio Oeste estadounidense, los
agricultores están recurriendo a aguas subterráneas
para el riego de sus cultivos. Los grandes acuíferos que
abastecen de agua para el riego se están agotando. En
algunos lugares de la India, el nivel freático ha
descendido varios metros al año en los últimos
años. Algunos pozos profundos se están acercando al
punto de agotamiento y se prevé un aumento de la salinidad
a medida que el agua del océano se infiltre en el
acuífero.

El desastre es inevitable, a menos que cambiemos. Y
aquí es donde Gandhi entra en juego. Si nuestras
sociedades se rigen por el principio de la avaricia, con los
ricos haciendo todo lo posible para enriquecerse aún
más, la creciente crisis de recursos producirá una
brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, y muy posiblemente a
una lucha, cada vez más violenta por la
supervivencia.

Los ricos intentarán utilizar su poder para
obtener más tierras, agua y energía para sí
mismos, y muchos de ellos apoyarán medios violentos para
hacerlo, si es necesario. EEUU ya ha seguido una estrategia de
militarización en Oriente Próximo con la ingenua
esperanza de que este enfoque pueda garantizar un abastecimiento
seguro de energía. Ahora se intensifica la competencia por
los suministros, a medida que China, India y otros compiten por
los mismos recursos que, además, se están
agotando.

Una toma de poder similar se intentó en
África. El aumento de los precios de los alimentos
está llevando a la apropiación de tierras, a medida
que políticos poderosos venden a inversionistas
extranjeros grandes extensiones de tierras de cultivo, dejando de
lado los derechos tradicionales de tierras de los pequeños
agricultores pobres. Los inversionistas extranjeros esperan
utilizar grandes explotaciones mecanizadas para generar productos
destinados a la exportación, dejando poco o nada para las
poblaciones locales.

En los países de mayor peso -EEUU, Reino Unido,
China, India y otros- los ricos han disfrutado de cada vez
más altos ingresos y un creciente poder político.
La economía de EEUU es rehén de los
multimillonarios, la industria petrolera y otros sectores clave.
Las mismas tendencias amenazan a las economías emergentes,
donde la riqueza y la corrupción van en
aumento.

Si la codicia prevalece, el motor del
crecimiento económico agotará nuestros recursos,
marginará a los pobres y nos llevará a una profunda
crisis social, política y económica. La alternativa
es un camino de cooperación política y social, a
nivel nacional e internacional. Habrá recursos suficientes
y prosperidad para todos si convertimos nuestras economías
para que hagan uso de fuentes de energía renovables,
prácticas agrícolas sostenibles y un régimen
tributario razonable para los ricos. Este es el camino a la
prosperidad para todos a través de tecnologías
mejoradas, justicia política y conciencia
ética.

(Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y
Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia.
También es Asesor Especial del Secretario General de las
Naciones Unidas sobre las Metas de Desarrollo del Milenio.
Copyright: Project Syndicate, 2011)

– Cómo hacer que la política industrial
funcione (Project Syndicate – 10/3/11)

(Por James Zhan) Lectura recomendada

Ginebra.- Ha vuelto la política industrial -o
mejor dicho, ha vuelto a ponerse de moda. Por supuesto, nunca fue
realmente abandonada incluso en los países que aplicaban
los principios del libre mercado. Sin embargo, será
más frecuente en el mundo de la postcrisis -en el que la
intervención del gobierno ha adquirido una mayor
legitimidad. Del mismo modo, el éxito de China y la
tentación de copiar su modelo de desarrollo ha reforzado
el atractivo de la política industrial, al que
también han contribuido mejores herramientas de
política y una mayor experiencia de qué es lo que
funciona y qué no –un argumento bien presentado por
Justin Lin del Banco Mundial.

En efecto, al término de un
debate en el Economist, dirigido por los profesores Josh Lerner y
Dani Rodrik de la Universidad de Harvard, el 72% de los votantes
expresó creer en los méritos de la política
industrial. Los encargados del diseño de política
parecen compartir esa opinión, y no sólo en los
países en desarrollo, a juzgar por el lanzamiento el
año pasado de la iniciativa insignia 2020 de la UE y por
la política de energía verde de los Estados
Unidos.

No obstante, para los países en desarrollo, los
viejos peligros de la política industrial siguen
presentes. En primer lugar, los encargados del diseño de
políticas a menudo se equivocan, tanto al elegir
qué industrias apoyar como al implementar mecanismos de
apoyo. En segundo lugar, los encargados del diseño de
políticas están expuestos a que los "atrapen" los
grupos de interés, especialmente en ambientes con
políticas débiles, lo que conduce al favoritismo,
la ineficiencia y el desperdicio.

Además, en comparación con la Edad de Oro
de la política industrial, ahora hay varios riesgos
nuevos. El primero tiene que ver con la tentación de
seguir incondicionalmente el ejemplo de China. Los encargados del
diseño de políticas deben darse cuenta de que el
modelo chino tiene características propias derivadas de su
introducción gradual de los mecanismos del mercado -que,
en comparación con los nuevos conversos de la
política industrial, representa un paso en la
dirección ideológica contraria.

En efecto, en las últimas dos décadas, la
tasa de crecimiento de China ha recibido un impulso de sus
ventajas demográficas y de extensión de tierras,
que le permitieron aprovechar al máximo los beneficios de
la globalización. Muchos otros países en desarrollo
simplemente no pueden emular este éxito en todos sus
aspectos; deben formular planes específicos que
correspondan a sus recursos naturales, instituciones y ambientes
empresariales.

El segundo riesgo se deriva del carácter
globalizado de prácticamente cualquier industria que se
considera comúnmente como candidata para recibir apoyos.
Mientras que el concepto original de la política
industrial era proteger a las industrias de la competencia
internacional, el mundo actual exige integrar la capacidad
productiva local a las cadenas de valor globales. Para ello es
necesario contar con políticas que se basen en exponer a
las industrias a la competencia internacional.

El tercer riesgo es que las políticas
industriales choquen con los compromisos y obligaciones
internacionales. Eso incluye no sólo las normas de la
Organización Mundial del Comercio, sino también los
acuerdos comerciales y de inversión regionales y
bilaterales que proliferan -todo lo cual ha reducido en gran
medida el margen para la formulación de la política
industrial al limitar las opciones encaminadas a proteger y
apoyar selectivamente a industrias y empresas.

A pesar de estos peligros adicionales,
ninguna de las principales instituciones multilaterales de
desarrollo podría sostener que los países en
desarrollo no deben diseñar una estrategia que contemple
sectores específicos como fuentes de crecimiento
económico, prioridades para el desarrollo industrial y
apoyo del gobierno a ese desarrollo mediante medidas fiscales,
financieras y de reglamentación. Así pues,
¿qué deben hacer los encargados del diseño
de políticas de los países en
desarrollo?

Elegir bien a los ganadores. Las políticas
industriales deben basarse en los factores con que cuente un
país y aprovechar oportunidades concretas de integrar
industrias y empresas a las cadenas de valor globales -por
ejemplo, estrechando los vínculos existentes con las redes
internacionales de producción y los mercados de
exportación- y al mismo tiempo evitar la inversión
excesiva en sectores que retrasan el crecimiento
internacional.

Además, los encargados del diseño de
políticas deben considerar qué industrias son
más eficientes en términos de desarrollo por unidad
de inversión: las industrias que generan exportaciones no
siempre son las que tienen mayor impacto en el empleo y el valor
agregado. No se debe ignorar a las industrias nacionales,
incluyendo al sector de los servicios, que frecuentemente
representan más de la mitad del valor agregado incluso en
las economías en desarrollo.

Estar dispuestos a deshacerse de los perdedores. Incluso
los candidatos más evidentes para recibir apoyo de la
política industrial a veces tendrán resultados
desalentadores en el incierto ambiente económico actual.
Los gobiernos deben reconocer los errores y retirar el apoyo
antes de que se consolide o se haga demasiado caro.

Las políticas de inversión deben abarcar
tanto a la interna como a la extranjera directa. En particular,
eso significa promover la competitividad internacional
concentrándose en la productividad de la industria, no
sólo en el apoyo a los actores nacionales. De igual modo,
las políticas relativas a la tecnología deben
incluir tanto el desarrollo interno como la transferencia de
tecnología. Y las políticas de desarrollo
empresarial deben abordar los vínculos con las firmas
transnacionales. En el mundo actual, los objetivos de desarrollo
pueden alcanzarse de manera realista mediante el apoyo al
crecimiento industrial, no sólo al crecimiento industrial
interno.

Puesto que los regímenes internacionales de
comercio e inversiones aseguran el acceso a los mercados e
inversionistas extranjeros, son un requisito previo para la
política industrial. Aun así, los encargados del
diseño de políticas de los países en
desarrollo pueden incluir cierta medida de libertad en los
acuerdos comerciales y de inversión nuevos. Al mismo
tiempo, deben concentrarse en aquellas medidas de política
industrial que conlleven el menor riesgo de entrar en conflicto
con las obligaciones internacionales: facilitación
reglamentaria en lugar de restricciones, inversiones en
infraestructura, más que en actividades económicas
específicas, e incentivos fiscales accesibles para
todos.

Por último, los encargados del diseño de
políticas tanto de los países en desarrollo como de
los desarrollados deben reconocer que las discusiones sobre la
gobernanza económica global no pueden centrarse
exclusivamente en cuestiones monetarias y de tipo de cambio. A
medida que más países apliquen la política
industrial, la competencia y los conflictos se
intensificarán. A fin de evitar una carrera global para
reducir las normas de reglamentación, una carrera para
aumentar los incentivos y un regreso al proteccionismo,
será necesaria una mejor coordinación
global.

(James Zhan es Director de la División de la
Inversión y el Fomento de Empresa de la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Copyright:
Project Syndicate, 2011)

– Empleos y estructura en la economía global
(Project Syndicate – 16/3/11)

(Por Michael Spence and Sandile Hlatshwayo) Lectura
recomendada

Nueva York.- La economía global está en
una encrucijada a medida que los mercados emergentes (y de modo
más amplio los países en desarrollo) cobran cada
vez más importancia, tanto para la estabilidad
macroeconómica y financiera como por su impacto sobre
otras economías, incluidos los países
avanzados.

Consideremos por ejemplo lo que ha
sucedido en los últimos 20 años en los Estados
Unidos. En algunas partes del sector comercializable (las
finanzas, los seguros y el diseño de sistemas de
cómputo) el valor agregado y el empleo crecieron, mientras
que en otras (la electrónica y los automóviles)
creció el valor agregado pero el empleo disminuyó a
medida que los puestos de menor valor agregado salieron al
extranjero. El efecto neto fue un aumento insignificante del
crecimiento en el sector comercializable.

La economía estadounidense no
tenía un problema notorio de desempleo hasta la crisis de
2008 porque el sector no comercializable absorbía la mayor
parte de la expansión de la fuerza laboral. Ahora ese
ritmo de crecimiento del empleo parece insostenible. El gobierno
y la atención a la salud por sí solos representaron
casi el 40% del aumento neto del empleo en toda la
economía desde 1990 hasta 2008. La debilidad fiscal, el
reajuste del valor de los bienes inmobiliarios y la
disminución del consumo indican que existe la probabilidad
de un desempleo estructural de largo plazo.

Una respuesta posible es afirmar que los resultados de
los mercados siempre favorecen a todos a la larga. Pero ni la
teoría ni la experiencia apoyan ese argumento. Por
ejemplo, en los Estados Unidos si bien muchos bienes y servicios
son más baratos de lo que serían si el país
estuviera aislado de la economía global, no podemos dar
por sentado que estos ahorros en los costos necesariamente
compensen la reducción de las oportunidades de empleo. La
gente podría estar dispuesta a sacrificar los precios
bajos de las mercancías a cambio de la garantía de
que habría amplias opciones de empleos productivos y bien
remunerados ahora y en el futuro.

Una segunda respuesta es reconocer las implicaciones en
términos de la distribución, pero aceptarlas como
el precio de la eficiencia y la apertura. Según este punto
de vista, la alternativa -no tener un sistema de mercado
eficiente que opere en una economía global relativamente
abierta- sería mucho peor.

Probablemente sí haya que elegir
entre los niveles de ingreso y la distribución por un lado
y la gama de oportunidades de empleo por el otro. No es realista
definir el reto en términos de resistir o de vencer a las
poderosas fuerzas de mercado que operan en la economía
global. Más bien, el desafío radica en cómo
reorientar de la mejor manera los incentivos marginales para
mejorar los efectos en la distribución.

Hay varias dimensiones en las que se puede actuar. Por
el lado de la oferta, el Estado puede invertir o hacer
inversiones conjuntas con el sector privado en capital
físico (infraestructura), instituciones, capital humano y
los soportes de conocimientos y tecnológicos de la
economía. Estas inversiones generalmente tienen el efecto
(tanto en países avanzados como en países en
desarrollo) de elevar los rendimientos de la inversión
privada, con lo que ésta se expande en magnitud y alcance
e impulsa el empleo. Reformar el sistema impositivo para
favorecer la inversión y eliminar la complejidad y la
ineficiencia ayudaría.

Los empleos de alto valor agregado con salarios
elevados, especialmente en el sector comercializable,
generalmente exigen personas altamente calificadas. Por supuesto,
el que haya más y mejor educación no garantiza que
el número de esos empleos se pueda ampliar de manera
significativa debido al alcance del sector comercializable. Pero
una mayor cantidad de titulaciones en ciencias e
ingeniería podría promover el crecimiento del
empleo y -junto con inversiones del sector público en
tecnologías prometedoras-también podría
aumentar el alcance del sector comercializable.

Dicho eso, los incentivos privados y los
objetivos sociales no están perfectamente alineados.
Tampoco son diametralmente opuestos. Las empresas multinacionales
tienen acceso a una abundante oferta global de mano de obra
relativamente barata en múltiples categorías de
capacitación, por lo que no hay muchos beneficios para las
inversiones que aumentan la productividad de la mano de obra en
los sectores comercializables de los países de ingresos
altos. No obstante, las coinversiones del sector público,
si se orientan de manera adecuada, podrían reorientar
estos incentivos mediante la disminución del costo de la
inversión privada en tecnología.

De forma análoga, las inversiones en
infraestructura añadirían empleos directamente y
mejorarían la competitividad y la eficiencia en una amplia
gama de sectores. Dada la difícil situación fiscal
actual, también se deberían explorar las
operaciones conjuntas entre el sector público y el
privado, aprovechando la larga experiencia que existe sobre
inversiones en infraestructura para apoyar el crecimiento en los
países en desarrollo.

Restablecer los elementos de la
competitividad en las manufacturas es complicado. Una vez que se
han perdido la mano de obra calificada, los programas de
capacitación y las instituciones técnicas en
industrias específicas, es difícil recuperarlas. La
política de largo plazo debería incluir una
evaluación dinámica de la fuerza competitiva y el
potencial de empleo en todos los sectores y a todos los niveles
de capital humano, con el objetivo de promover resultados de
mercado que cumplan objetivos sociales.

La mayoría de los países invierten
recursos públicos en activos que tengan por efecto
aumentar su capital humano y su base tecnológica y, por lo
tanto, su competitividad. Eso continuará y debe continuar.
Es una forma benigna de competencia global que aumenta la
productividad en todas partes, siempre que los mercados para los
productos terminados e intermedios permanezcan
abiertos.

Para que un sistema global abierto
sobreviva en un mundo en el que los Estados nación son los
principales encargados de la toma de decisiones, será
necesario administrarlo y guiarlo no sólo para que logre
la eficiencia y la estabilidad (por importantes que sean estos
objetivos), sino también para que garantice que sus
beneficios se distribuyan de manera equitativa entre los
países y dentro de ellos.

Si el empleo en los países
avanzados, como los Estados Unidos, logra una recuperación
firme junto con el crecimiento, será más
fácil obtener apoyo político para una
economía global abierta. Pero, en vista de las tendencias
adversas en el sector comercializable y del agotamiento del
sector no comercializable como fuente de creación de
empleos, el escenario más probable es que el desempleo
siga siendo pertinazmente elevado a pesar de un regreso al
crecimiento normal. En ese caso, las posturas políticas se
dividirán y se polarizarán y aumentará la
inclinación por las "soluciones" proteccionistas, lo que
pondrá en peligro la apertura económica
global.

No es buena idea suponer que los
mercados solucionarán por sí solos estos problemas
de distribución; la evolución de la estructura y de
la distribución del ingreso es en gran medida el resultado
de los incentivos del mercado. Todos los países, los
avanzados y los emergentes, deben abordar cuestiones de
inclusión, distribución y equidad como parte
central de sus estrategias de crecimiento y
desarrollo.

Paul Samuelson dijo alguna vez que toda
buena causa merece algo de ineficiencia. Tenía
razón moral, pragmática y
políticamente.

(Michael Spence es profesor de Economía de la
Stern School of Business de la Universidad de Nueva York e
investigador en la Hoover Institution de la Universidad de
Stanford. Sandile Hlatshwayo es investigadora de la Stern School
of Business. Copyright: Project Syndicate, 2011)

– La falsa panacea de la flexibilidad del mercado
laboral (Project Sindícate – 22/3/11)

(Por Heleen Mees) Lectura recomendada

Ámsterdam.- La competitividad se ha convertido en
una de las palabras económicas de moda en nuestros
tiempos. Barack Obama la pregonó a los cuatro vientos
durante su discurso sobre el Estado de la Unión en enero,
y los líderes europeos desde el conservador David Cameron
en Gran Bretaña hasta el socialista José Luis
Zapatero en España y el nuevo ministro de Economía
de Japón Kaoru Yosano la abrazaron como una prioridad.
Ahora bien, ¿qué tipo de competitividad tienen en
mente?

Cuando se le preguntó durante una entrevista en
septiembre de 2007 si los gobiernos europeos deberían
liberalizar los códigos laborales de sus países,
Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de Estados
Unidos, respondió que las leyes de protección del
empleo de Europa inhibían significativamente el
desempeño económico y resultaban en un desempleo
crónicamente alto en todo el continente. En Estados
Unidos, a la gente se la puede despedir más
fácilmente que en cualquier otro país, y la tasa de
desempleo en aquel momento estaba entre las más bajas del
mundo.

Pero ya no estamos en septiembre de 2007 y el desempleo
estadounidense es del 9,4%, no del 4,5%. Y, según el
sucesor de Greenspan, Ben Bernanke, no hay motivos para suponer
que la tasa de desempleo alcance el 5% -normalmente considerada
la tasa de desempleo natural- en el futuro cercano.

En los años 2000, Estados Unidos
perdió dos millones de empleos en el sector privado en
general -el total cayó de 110 millones en diciembre de
1999 a 108 millones en diciembre de 2009, a pesar del gasto
masivo del consumidor-. Esa caída del 1,4% se produjo en
una década en la que la población de Estados Unidos
creció aproximadamente el 9,8%.

Para entender lo que está
sucediendo, consideremos el caso de Evergreen Solar, el tercer
fabricante más grande de paneles solares en Estados
Unidos, que anunció en enero que cerraría su
principal fábrica estadounidense, despediría a sus
800 empleados en el lapso de dos meses y trasladaría la
producción a China. La gerencia de Evergreen
mencionó el mayor respaldo gubernamental que existe en
China como su razón para el traslado.

Evergreen es sólo uno de muchos casos que
sugieren que Estados Unidos podría encontrarse en medio de
lo que el economista de Princeton Alan Blinder en 2005
definió como la Tercera Revolución Industrial.
Según Blinder, entre 42 y 56 millones de empleos
estadounidenses -aproximadamente un tercio de todos los empleos
en los sectores privado y público en el país- son
vulnerables de terminar en el exterior. Blinder también
predijo que el mercado laboral flexible y fluido de Estados
Unidos se adaptaría mejor y más rápido a la
globalización que los mercados laborales
europeos.

En todo caso, recién estamos en
las primeras etapas de esa revolución, y el resultado
sigue siendo incierto. Pero una comparación preliminar
entre Alemania, la mayor economía de Europa, y Estados
Unidos sugiere que la primera está mejor equipada para
arreglárselas en la era de la
globalización.

Multinacionales alemanas como Siemens y Daimler
están aumentando la inversión para satisfacer la
demanda tanto de los mercados emergentes como del mercado
interno. Las compañías planean incorporar cientos
de miles de empleos en todo el mundo sólo este año.
Mientras que muchos de estos empleos estarán en Asia,
ambas compañías dicen que también
sumarán empleos altamente calificados en
Alemania.

¿Hay que agradecerle por esto a
la rigidez del mercado laboral de Alemania? En realidad,
podría ser parte de la explicación. Un estudio
reciente de la Oficina de Planificación Central en Holanda
muestra que los trabajadores con un contrato permanente reciben
más capacitación financiada por el empleador que
los trabajadores con un contrato temporario.

A los empleadores estadounidenses les resulta mucho
más fácil eliminar trabajadores de su plantilla -o,
como dice Robert Gordon de la Northwestern University, desechar
todas las sillas de playa- que a los empleadores alemanes. El
código laboral de Alemania prohíbe este tipo de
despidos, pero los empleadores alemanes, a su vez, supuestamente
son menos proclives que los empleadores estadounidenses a
despedir empleados, porque han invertido más en el capital
humano de sus compañías. Con menos capacidades
específicas vinculadas a la empresa que sus pares
alemanes, los trabajadores norteamericanos son más
susceptibles a los despidos.

De hecho, Siemens, aparentemente
consciente de los beneficios de la rigidez del mercado laboral,
adoptó la medida inusual de prometerles a sus empleados un
trabajo de por vida. El año pasado, la
compañía selló un acuerdo con el sindicato
IG Metall que incluye una promesa de no despido para su fuerza
laboral alemana compuesta por 128.000 trabajadores.

Una explicación más importante para el
actual éxito económico de Alemania tal vez sea el
sustancial apoyo del gobierno que las industrias alemanas reciben
sobre una base estructural, especialmente la industria
automotriz. La economía estadounidense, por otra parte,
está empantanada en el persistente énfasis que
ponen sus responsables de políticas en el consumo y los
recortes impositivos (muy notablemente para los súper
ricos) por sobre la inversión.

Estados Unidos necesita cambiar el curso
de su política económica. Una década de
tasas de interés históricamente bajas derivó
en desequilibrios económicos a favor de sectores que
están altamente apalancados: el sector financiero, el
mercado inmobiliario y el capital riesgo. Esto se produjo a
expensas de sectores que son más dependientes de la
financiación mediante la emisión de acciones. Ahora
que la burbuja inmobiliaria estalló, Estados Unidos se
encuentra falto de capacitación, falto de educación
y falto de maniobra en la competencia global por
empleo.

Ahora sabemos que la
desregulación del mercado laboral no asegura una
resiliencia económica y una rápida creación
de empleos. Por el contrario, la mejor solución
probablemente sea una diversidad de contratos laborales. Una
cierta dosis de rigidez del mercado laboral puede tener sentido
económico para aquellos empleos que requieren capacidades
y capacitación específicas vinculadas a la empresa,
junto con una mayor flexibilidad para los empleos que requieren
menos capacidades.

(Heleen Mees es una economista y abogada holandesa. Su
libro más reciente, Weg met het deeltijdfeminisme!,
examina el feminismo de tercera generación. También
es autora de un libro sobre derecho de la Unión Europea y
fundadora del comité de acción de mujeres Women on
Top. Copyright: Project Syndicate, 2011)

¿Cuán riesgosa es la economía
global? (el arte de la fuga)

Después de tres años de haber estallado la
crisis financiera global, la economía mundial
continúa en una zona incierta, pero las multinacionales
siguen "aplanando" la Tierra…

"Estados Unidos reabre el debate sobre si el
fenómeno de la globalización -en términos de
deslocalización- beneficia o no a la economía del
país, concretamente por la debacle que conlleva en materia
de empleo. Los datos del Departamento de Comercio pertenecientes
a la primera década del siglo XXI muestran que las
multinacionales estadounidenses -que dan trabajo al 50% de la
población ocupada del país- redujeron en 2,9
millones los puestos laborales en territorio nacional,
 mientras emplearon a 2,4 millones de personas
más en el extranjero"…
Las multinacionales de
EEUU recortan empleo nacional, pero contratan en el extranjero
(El Confidencial – 22/4/11)

Los datos fueron recogidos en el periódico
estadounidense The Wall Street Journal en un
artículo publicado en la tercera semana de abril (2011).
Las cifras contrastan con las relativas a la década de los
90, cuando el número de trabajadores que
constituían dichas compañías
experimentó un aumento en el total de empleados que
ejercían tanto en el interior como en el exterior del
país. De este modo, durante los últimos diez
años del siglo XX, el incremento acumulado de
empleados dentro de EEUU fue de 4,4 millones, mientras
en el exterior se produjo un aumento de 2,7 millones de personas
empleadas.   

En este sentido, The Wall Street
Journal señala que la tendencia subraya la creciente
importancia que están adquiriendo otras economías,
con los países asiáticos al frente, para las
multinacionales estadounidenses, mientras queda en evidencia la
vulnerabilidad de Estados Unidos para el propio país en
una época de estancamiento en la creación de empleo
y salarios congelados. Los analistas más
críticos apuntalan que los datos podrían reflejar
una pérdida de atractivo de Estados Unidos como territorio
en el que las grandes compañías puedan invertir y
contratar.

De acuerdo a los últimos datos del Departamento
de Empleo de Estados Unidos, su tasa de desempleo
descendió en marzo (2011) con respecto al mes de febrero
por cuarto mes consecutivo, desde el 8,9% al 8,8%. Sin embargo,
pese al avance, la cifra continúa siendo elevada teniendo
en cuenta el 4% de tasa de paro registrada en enero del
2000. El economista Matthew
Slaughter señaló en los años 90 que, en
las grandes compañías, "por cada empleo que creaban
en el extranjero… generaban cerca de dos trabajos en EEUU para
sus filas". Su teoría era válida en el contexto de
la época -tal y como se refleja en los datos-, pero no
tiene nada que ver con la tendencia que ha tenido lugar en los
últimos diez años donde el empleo exterior ha
crecido en detrimento del nacional.

Fijando la atención en las cifras de 2009, un
año recesivo con frenos en las ventas y en los gastos de
explotación, las multinacionales del territorio recortaron
1,2 millones de empleos -equivalentes al 5,3%- en el interior del
país, mientras la reducción en el extranjero fue de
100.000 trabajadores -un 1,5%-. Muchas de las empresas que
integran el panorama empresarial estadounidense no son claras a
la hora de expresar a cuántas personas emplean fuera de
sus fronteras. Otras, incluso, se niegan a ofrecer los datos
exactos en relación a esta
cuestión. 

La deslocalización ha dado lugar a que muchas
empresas hagan uso de trabajadores en el exterior para reducir
los costes en mano de obra. Sin embargo, los Gobiernos pretenden
obtener detalles a partir de noviembre sobre las
estrategias que están manteniendo las empresas en este
sentido, para detectar cuáles de ellas recortan más
trabajos dentro del territorio nacional y los añaden en el
exterior del país. Al mismo tiempo, pretenden detectar
cuáles son los motivos que conducen a esta
tendencia. 

En la mayor parte de las empresas consultadas por The
Wall Street Journal -entre las que se encuentran General
Electric, Cisco, Oracle, Carterpillar y Microsoft-, sus
directivos hacen referencia a que este aumento en el
número de empleados de fuera del país responde a
una estrategia de internacionalización de la empresa y no
a un método para recortar gastos. La tecnológica
Microsoft es la única de ellas que, durante los
últimos cinco años, añadió más
empleos en Estados Unidos (15.300) que en el exterior (13.000).
Aproximadamente el 60% de los empleados de la
compañía trabajan en el interior del
país.

Cuando la alquimia cuantitativa no alcanza (el fracaso
de las "facilitaciones")

"La aplicación de recetas mágicas para
controlar los ciclos, defendida por los expertos hasta 2007, se
ha revelado inútil en la actual crisis"…

Adiós a la "economía vudú": las medidas
clásicas no sirven (El Economista –
23/4/11)

En la película Todo en un día, un profesor
de economía, interpretado por Ben Stein, se lanza a un
soliloquio improvisado. "¿Alguien sabe qué es esto?
Chicos? ¿Nadie lo sabe? ¿Nadie lo ha visto antes?
Es la curva de Laffer. ¿Alguien sabe lo que significa?
Significa que, en este punto de la curva de ingresos, obtenemos
exactamente la misma cantidad de ingresos que en este otro punto.
Es muy controvertido. ¿Alguien sabe cómo lo
llamó el vicepresidente Bush en 1980? ¿Nadie?
Economía vudú".

En el siglo pasado, Ronald Reagan descubrió la
economía vudú aunque, en sus respuestas
políticas a la crisis financiera internacional, los
banqueros centrales y gobiernos han adoptado formas más
exóticas de vudú. Desde principios del siglo XX, a
la economía le ha preocupado el ciclo empresarial.
Economistas como John Maynard Keynes o Milton Friedman han
desarrollado teorías que explican los ciclos de altibajos.
Y, lo que es más importante, trataron de desarrollar
herramientas para manejar los ciclos, fomentando el progreso y la
creación de la riqueza mientras reducían los
trastornos y el elevado coste de las crisis
periódicas.

Pese a sus complejas distinciones doctrinales, los
seguidores de Keynes y Friedman creían que las medidas
políticas "correctas" permitían un alto grado de
control sobre las economías. Durante la belle
époque de finales de los años ochenta hasta 2007
más o menos, los economistas y políticos se han
deleitado con la creencia de que casi todos los grandes problemas
de la economía y la gestión económica eran
perfectamente comprensibles, por no decir del todo previsibles y
controlables. Pero la crisis financiera internacional sacó
a la luz las grandes lagunas del conocimiento económico
humano y la incapacidad para controlar los
acontecimientos.

Los políticos cuentan con dos grandes mecanismos
para influir en la economía. Mediante la política
fiscal, los gobiernos pueden ajustar el nivel de gasto relativo a
los flujos de impuestos. Con la política monetaria, los
estados o, en los últimos tiempos, los bancos centrales
"independientes" pueden ajustar los tipos de interés y la
oferta del dinero para gestionar la disponibilidad y el coste del
crédito, además de la inflación. En
último término, ambos mecanismos están
pensados para influir sobre el grado de la demanda de la
economía, creando un nirvana económico sobre el
nivel "correcto" del crecimiento, el paro y la
inflación.

Al inicio de la crisis financiera internacional, los
políticos recurrieron a antiguos remedios, aumentando los
déficits presupuestarios y recortando los tipos de
interés. La única salida al problema del exceso de
deuda era un crecimiento sólido e
inflación.

El crecimiento aumentaría los ingresos y los
flujos de efectivo de los ciudadanos, empresas y países
endeudados, permitiéndoles pagar las deudas con mayor
facilidad. La inflación ayudaría a reembolsar la
deuda, reforzando un aumento en los ingresos y los flujos de
efectivo, al menos en términos nominales. La
inflación también reduciría el nivel real
(con ajuste de la inflación y el poder de compra) de los
créditos, reduciendo el grado de apalancamiento dentro del
sistema financiero.

Era la solución menos dolorosa. Los bancos e
inversores que habían prestado imprudentemente no se
verían penalizados. Los prestatarios que habían
aceptado más deuda de la que eran capaces de devolver,
serían recompensados. Los ahorradores prudentes
perderían, ya que el valor de sus ahorros caería en
poder de compra. Pese a reconocer que los niveles de consumo
tenían que reducirse para aumentar los ahorros y rebajar
la dependencia de los préstamos, se apuntalaría el
gasto para restaurar el crecimiento económico.

No se debatieron la moralidad y la ética a largo
plazo de las medidas y sus efectos. Se impusieron las exigencias
del corto plazo mientras los políticos invocaban conjuros
económicos conocidos como que no hay otra alternativa o
cualquier alternativa es peor.

Por desgracia, tres años después, la
apuesta heroica del crecimiento y la inflación no parece
estar funcionando. Un crecimiento letárgico y unos
índices bajos de inflación, sobre todo si no se
tienen en cuenta los precios de los alimentos y la
energía, prolongan el ajuste y retrasan la
recuperación prevista de la prosperidad
precrisis

Ahora, las opciones políticas económicas
son limitadas. La política fiscal implica gravar y gastar
o pedir prestado y gastar. A medida que los ingresos fiscales
caían a resultas de una actividad económica
ralentizada, casi todos los gobiernos recurrieron en un principio
a los préstamos para financiar sus amplios déficits
fiscales. La crisis de la deuda europea subrayó los
límites de la capacidad de los gobiernos para pedir
prestado y gastar. Los tipos oficiales de interés,
rondando el cero en Estados Unidos, la zona euro y Japón,
limitan la capacidad para estimular la economía mediante
la política monetaria.

Los políticos han recurrido a medidas nada
ortodoxas, siguiendo los consejos del escritor inglés de
ciencia ficción Arthur C. Clarke, que decía que
"los límites de lo posible sólo se definen
traspasándolos hacia lo imposible". Un elemento clave de
esta estrategia es la "facilitación cuantitativa", otra
clase de "economía vudú". No obstante, la
facilitación cuantitativa podría no tener
más éxito que las estrategias previas y plantear
otros riesgos.

La facilitación cuantitativa suele describirse
como la impresión de dinero pero, en realidad, es algo
más compleja.

Normalmente, los bancos centrales regulan la cantidad de
dinero de una economía cambiando los tipos de
interés, o el precio del dinero. Esos cambios de los tipos
deben afectar a la demanda del crédito y la oferta de
dinero. Cuando los tipos de interés ya están cerca
del cero, hacen falta otros medios para aumentar la oferta de
dinero en la economía.

Si la economía estuviera basada totalmente en el
efectivo, significaría sólo imprimir más
dinero. En la Alemania de Weimar, el gobierno se apoderó
de las imprentas de los periódicos para imprimir
más dinero, dada la demanda de billetes.

En una economía moderna, basada en los
créditos, los bancos centrales compran bonos del estado,
que se mantienen en la hoja de balance de la entidad. El efectivo
pagado por los bonos, por lo general en reservas o
depósitos con un tipo de interés bajo o cero en el
banco central, puede intercambiarse por los bancos para obtener
activos de mayor rendimiento, como préstamos a los
clientes. Las compras también aumentan el precio de los
bonos del estado, reduciendo los tipos de interés. En
teoría, la facilitación cuantitativa reduce el
coste de tomar prestado y crea liquidez, aumentando la oferta de
dinero y, con un poco de suerte, también estimula la
demanda y la inflación.

La facilitación cuantitativa se puede producir de
cuatro formas distintas. Puede implicar que el banco central
amplíe su hoja de balance, compre bonos del estado,
modifique sus criterios de adquirir títulos menos
líquidos y más arriesgados, o una
combinación. En todas sus formas, la preocupación
subyacente es la monetización de la deuda, es decir, que
el banco central compre bonos del estado con dinero creado
artificialmente para financiar recortes fiscales o gasto del
gobierno, provocando una hiperinflación.

A finales de los años treinta, Japón
echó mano de la facilitación cuantitativa a una
escala considerable, en un intento de revivir su economía
estancada. Con los tipos de interés a cero desde 1999, el
Banco de Japón empleó la facilitación
cuantitativa para ofrecer más dinero a los bancos
comerciales para préstamos privados. Desde 2007, Estados
Unidos, el Reino Unido y la zona euro han recurrido, todos ellos,
a estrategias similares.

El Banco de Inglaterra adquirió 175.000 millones
de libras en activos a finales de octubre de 2010, principalmente
de títulos del estado británico y pequeñas
cantidades de deuda de alta calidad del sector privado. En
noviembre de 2010, el Comité británico de
Política Monetaria (MPC) votó a favor de
incrementar el total de compras de activos a 200.000 millones de
libras. El Banco Central Europeo (BCE) se ha servido de
operaciones de financiación (una forma de
facilitación cuantitativa) para inyectar efectivo en las
economías de la zona euro. Ha ampliado los activos que
pueden usar los bancos como colateral en préstamos
denominados en euros del BCE.

La Reserva Federal (Fed) estadounidense ha sido la
más agresiva a la hora de emplear la facilitación
cuantitativa, lanzando varias series de compras. La escala de la
operación del Fed puede calcularse a partir del incremento
en tamaño del porfolio. De 700.000/800.000 millones de
dólares de notas del Tesoro en 2007, el Fed aumentó
el tamaño de su cartera de títulos a 2,1 billones
de dólares en junio de 2010. Los pronósticos a
abril de 2011, indicaban que seguiría
incrementándolo hasta llegar a casi 2,5 billones de
dólares.

Entre noviembre de 2008 y marzo de 2010, el Fed
compró alrededor de 1,25 billones de dólares en
deuda bancaria, títulos respaldados por hipotecas (MBS) y
notas del Tesoro. Tras un breve descanso, reanudó las
compras en agosto de 2010, cuando el crecimiento económico
cayó por debajo de las expectativas. En un principio, el
Fed se comprometió a reinvertir los reembolsos de su
cartera MBS en facilitación cuantitativa, por un valor
aproximado de 30.000 millones de dólares al mes. En
noviembre de 2010, el Fed anunció más medidas de
facilitación cuantitativa, comprometiéndose a
comprar 600.000 millones de dólares en títulos del
Tesoro antes de finales del segundo trimestre de 2011.

Su presidente, Ben Bernanke, ha intentado en repetidas
ocasiones diferenciar entre las medidas del Fed y la
facilitación cuantitativa, prefiriendo referirse a ellas
como "facilitación crediticia". En defensa de su
política, sobre todo en un artículo de
opinión publicado en Washington Post (abril 2011), ha
asegurado a los críticos que la facilitación
cuantitativa no es inusual y encaja perfectamente en la serie de
medidas políticas a la disposición de los bancos
centrales. Como respuesta, una serie de economistas de renombre
publicaron una carta abierta en la que instaban al Fed a
reconsiderar y suspender sus planes de compra de activos a gran
escala.

Los defensores de la facilitación cuantitativa
creen que rebajará los tipos de interés,
fomentará el gasto y el crecimiento, y recortará el
paro. Sostienen que, además, la facilitación
cuantitativa permite a los bancos aumentar los préstamos,
reduce los tipos hipotecarios, animando a la
refinanciación, e impulsa los precios de los activos,
fomentando todavía más el gasto gracias al efecto
de una mayor riqueza.

En realidad, sin embargo, sus ventajas podrían
ser inaprensibles puesto que, de por sí, unos tipos
más bajos y una mayor oferta de dinero podrían no
impulsar la actividad económica.

En Estados Unidos, muchos hogares están
paralizados por los altos niveles actuales de deuda, bajos
precios de la vivienda, perspectivas laborales inciertas y
salarios estancados. Por ello, recortan los préstamos, y
no al contrario. Para las empresas, la ausencia de demanda y, en
algunos casos, el exceso de capacidad hace improbable que los
tipos bajos de interés fomenten los préstamos y las
inversiones.

En lugar de prestar a los clientes, las reservas creadas
por la facilitación cuantitativa han permanecido
directamente en las hojas de balance de los bancos o se han
reciclado en títulos del estado. Las entidades comerciales
estadounidenses disponen de unos volúmenes de efectivo y
títulos del estado que superan los préstamos a los
clientes. Y eso fue, precisamente, lo que se observó
Japón cuando se implantó la facilitación
cuantitativa.

El crecimiento esclerótico de los créditos
refleja las restricciones de capital de los bancos en diversos
grados, por las pérdidas y también incrementos
previstos de los requisitos oficiales de reservas de capital. El
sistema financiero frágil y el riesgo de conmociones de
financiación implican que los bancos estén
gestionando bien la liquidez. Las previsiones económicas
inciertas también han vuelto a los bancos más
precavidos a la hora de ofrecer crédito a las entidades,
aparte de los bancos "demasiado grandes para quebrar".

Los efectos generales sobre la actividad
económica real han sido limitados. Hasta abril de 2011,
los programas de facilitación cuantitativa del Fed han
reducido los tipos de interés a largo plazo pero el
crédito bancario se ha contraído, el mercado
inmobiliario sigue débil y la recuperación
económica, vacilante. La experiencia coincide con la de
Japón, donde un periodo prolongado de facilitación
cuantitativa no resultó en la recuperación
económica, el crecimiento ni la reducción del paro
o la inflación.

– La ola de crímenes corporativos en la
economía global (Project Syndicate –
30/4/11)

(Por Jeffrey D. Sachs) Lectura recomendada

Nueva York.- El mundo se está ahogando en el
fraude corporativo, y probablemente los problemas son de mayores
dimensiones en los países ricos, los que supuestamente
gozan de "buena gobernanza". Es posible que los gobiernos de los
países pobres acepten más sobornos y cometan
más delitos, pero son los países ricos los que
albergan las empresas globales que cometen los mayores delitos.
El dinero habla, y está corrompiendo la política y
los mercados de todo el mundo.

Apenas pasa un día sin que salga a la luz una
nueva historia de malversación. Cada firma de Wall Street
ha pagado significativas multas durante la última
década por contabilidad falsa, uso de información
privilegiada, fraude de valores, esquemas de Ponzi, o
malversación de plano por parte de los directores
ejecutivos. En la actualidad se está realizando un juicio
en Nueva York a un masivo círculo de venta de
información privilegiada que ha implicado a algunos
protagonistas del sector financiero. Y antes de eso, los mayores
bancos de inversión de EEUU debieron pagar una serie de
multas para resolver cargos por diferentes delitos relacionados
con valores.

Sin embargo, es escasa la
rendición de cuentas. Dos años después de la
mayor crisis financiera en la historia, impulsada por el
comportamiento sin escrúpulos de los mayores bancos de
Wall Street, ni un solo líder financiero ha enfrentado
penas de cárcel. Cuando las empresas son multadas por
malversación, sus accionistas, no sus directores
ejecutivos ni gerentes, pagan el precio. Las multas son siempre
una pequeña fracción de las ganancias mal habidas,
lo que da la señal a Wall Street de que las
prácticas corruptas tienen una sólida tasa de
retorno. Incluso hoy en día, el lobby bancario hace caso
omiso de las entidades normativas y los
políticos.

La corrupción paga también en la
política estadounidense. El actual gobernador de Florida,
Rick Scott, fue director ejecutivo de una importante empresa del
área de la sanidad conocida como Columbia / HCA. La
compañía fue acusada de defraudar al gobierno de
Estados Unidos por la sobrefacturación de reembolsos y,
finalmente, se declaró culpable de 14 delitos que le
significaron el pago de una multa de 1,7 mil millones de
dólares.

La investigación de la FBI obligó a Scott
a dejar su empleo. Sin embargo, una década después
de las declaraciones de culpabilidad de la
compañía, Scott está de vuelta, esta vez
como político republicano pro "libre mercado".

Cuando Barack Obama quería a alguien que le
ayudase con el rescate de la industria automotriz de EEUU, se
dirigió a un "operador" de Wall Street, Steven Rattner, a
pesar de que sabía que estaba bajo investigación
por ofrecer sobornos a funcionarios del gobierno. Una vez
terminado su trabajo en la Casa Blanca, se resolvió el
caso con una multa de unos pocos millones de
dólares.

Pero ¿por qué detenerse en los
gobernadores o asesores presidenciales? El ex vicepresidente Dick
Cheney llegó a la Casa Blanca después de
desempeñarse como director ejecutivo de Halliburton.
Durante ese periodo, la empresa se dedicó al soborno
ilegal de funcionarios nigerianos para obtener acceso a
yacimientos de petróleo de ese país, un acceso a
miles de millones de dólares. Cuando el gobierno de
Nigeria acusó a Halliburton de soborno, la
compañía resolvió el caso fuera de
tribunales, pagando una multa de 35 millones de dólares.
Por supuesto, no hubo ningún tipo de consecuencias para
Cheney. La noticia apenas apareció en los medios de
EEUU.

La impunidad es generalizada; de hecho,
la mayoría de los crímenes corporativos pasan
inadvertidos. Los pocos que salen a la superficie generalmente
terminan con una leve reprimenda, por la que la
compañía -es decir, sus accionistas- debe pagar una
modesta multa. Los verdaderos culpables en la cima de estas
empresas rara vez tienen que preocuparse. Incluso cuando las
firmas pagan mega-multas, sus directores ejecutivos permanecen.
Los accionistas se encuentran tan dispersos y sin poder que
ejercen poco control sobre la gestión.

La explosión de la
corrupción -en los EEUU, Europa, China, India,
África, Brasil, y más allá- plantea una
serie de difíciles preguntas acerca de sus causas, y sobre
cómo controlarla ahora que ha alcanzado proporciones
epidémicas.

La corrupción corporativa
está fuera de control por dos razones principales. En
primer lugar, las grandes empresas son hoy multinacionales,
mientras que los gobiernos siguen siendo nacionales. Las grandes
empresas son tan poderosas económicamente que los
gobiernos tienen miedo de enfrentárseles.

En segundo lugar, las empresas son los
principales financiadores de las campañas políticas
en lugares como los EEUU, mientras que los políticos
mismos son a menudo copropietarios, o por lo menos beneficiarios
silenciosos, de los beneficios empresariales. Aproximadamente la
mitad de los congresistas estadounidenses son millonarios, y
muchos tienen estrechos vínculos con empresas incluso
antes de llegar al Congreso.

Como resultado, los políticos suelen mirar hacia
otro lado cuando el comportamiento de las empresas cruza el
límite. Incluso cuando los gobiernos tratan de hacer
cumplir la ley, las empresas cuentan con ejércitos de
abogados para hacer olas a su alrededor. El resultado es una
cultura de la impunidad, con base en la expectativa bien
demostrada de que el crimen corporativo paga.

Dada la estrecha relación de la
riqueza y el poder con la ley, poner freno a la delincuencia
empresarial será una lucha enorme. Afortunadamente, el
flujo rápido y generalizado de la información hoy
en día podría actuar como una especie de elemento
disuasivo o desinfectante. La corrupción florece en la
oscuridad, y hoy más información que nunca sale a
la luz a través del correo electrónico y los blogs,
así como Facebook, Twitter y otras redes
sociales.

También será necesario un nuevo tipo de
líder político que encabece una forma distinta de
campaña política, basada en medios en línea
gratuitos en lugar de aquellos de pago. Cuando los
políticos se puedan emancipar de las donaciones
corporativas, recuperarán la capacidad de controlar los
abusos de las empresas.

Más aún, vamos a necesitar alumbrar los
rincones oscuros de las finanzas internacionales, especialmente
los paraísos fiscales como las Islas Caimán y los
secretos bancarios suizos. La evasión de impuestos,
sobornos, comisiones ilegales y otras transacciones
reñidas con la legalidad fluyen a través de estas
cuentas. La riqueza, el poder y la ilegalidad hechos posible por
este sistema oculto son ahora tan grandes que amenazan la
legitimidad de la economía mundial, especialmente en
momentos en que padecemos una desigualdad de ingresos sin
precedentes y un inmenso déficit presupuestario, debido a
la incapacidad política -y a veces hasta operativa- de los
gobiernos para imponer una fiscalidad justa a los
ricos.

Así que la próxima vez que escuche acerca
de un escándalo de corrupción en África o en
otra región pobre, pregunte dónde se inició
y quién es el corruptor. Ni los EEUU ni ningún otro
país "avanzado", debería apuntar con el dedo a los
países pobres, ya que a menudo son las empresas mundiales
más poderosas quienes han creado el problema.

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