Esto no pretende denigrar al capitalismo. Fue, y es, un
sistema magnífico para superar la escasez. Al organizar la
producción de manera eficiente, y dirigirla a la
búsqueda del bienestar y no del poder, sacó a una
gran parte del mundo de la pobreza.
Sin embargo, ¿qué le pasa
a un sistema así cuando la escasez se convirtió en
abundancia? ¿Sigue produciendo más de lo mismo,
estimulando apetitos hastiados con nuevos artilugios, entusiasmos
y emociones? ¿Cuánto tiempo más puede
continuar esto? ¿Nos pasamos el próximo siglo
regodeándonos en la trivialidad?
Durante gran parte del siglo pasado, la alternativa al
capitalismo era el socialismo. Pero el socialismo, en su forma
clásica, falló -como debía suceder-. La
producción pública es inferior a la
producción privada por un sinnúmero de razones,
sobre todo porque destruye la elección y la variedad. Y,
desde el colapso del comunismo, no hubo ninguna alternativa
coherente para el capitalismo. Más allá del
capitalismo, parece ser, se extiende un paisaje de…
capitalismo.
Siempre hubo enormes interrogantes morales sobre el
capitalismo, que podían dejarse a un lado porque el
capitalismo siempre fue exitoso a la hora de generar riqueza.
Ahora, cuando ya tenemos toda la riqueza que necesitamos,
está bien que nos preguntemos si vale la pena incurrir en
los costos del capitalismo.
Adam Smith, por ejemplo, reconoció que la
división de la mano de obra volvería más
tonta a la gente al robarles las habilidades no especializadas.
Sin embargo, pensaba que éste era un precio -posiblemente
compensado por la educación– que valía la pena
pagar, ya que la ampliación del mercado aumentaba el
crecimiento de la riqueza. Esto lo convirtió en un
ferviente defensor del libre comercio.
Los apóstoles del libre comercio de hoy defienden
el caso más o menos de la misma manera que Adam Smith,
ignorando el hecho de que la riqueza se expandió
enormemente desde los tiempos de Smith. Suelen admitir que el
libre comercio cuesta empleos, pero arguyen que los programas de
recapacitación ubicarán a los trabajadores en
nuevos empleos, de "mayor valor". Esto implica decir que aunque
los países (o las regiones) ricos ya no necesitan los
beneficios del libre comercio, deben seguir padeciendo sus
costos.
Los defensores del sistema actual
responden: les dejamos esas elecciones a los individuos para que
ellos decidan por sí mismos. Si la gente quiere bajarse de
la cinta transportadora, es libre de hacerlo. Y, de hecho, cada
vez son más los que "desertan". La democracia,
también, implica libertad para poner fin al mandato del
capitalismo.
Esta respuesta es fuerte pero ingenua. La gente no forma
sus preferencias en una situación de aislamiento. Sus
elecciones están enmarcadas por la cultura dominante de
sus sociedades. ¿Se supone realmente que la constante
presión para consumir no tiene ningún efecto en las
preferencias? Prohibimos la pornografía y restringimos la
violencia en televisión, con la idea de que afectan a la
gente de manera negativa; sin embargo, ¿deberíamos
creer que una publicidad irrestricta de bienes de consumo afecta
sólo la distribución de la demanda, pero no el
total?
Los defensores del capitalismo a veces
sostienen que el espíritu de adquisividad está tan
arraigado en la naturaleza humana que nada lo puede desplazar.
Pero la naturaleza humana es un manojo de pasiones y
posibilidades en conflicto. Siempre fue la función de la
cultura (incluida la religión) la de fomentar algunas y
limitar la expresión de otras.
De hecho, el "espíritu del capitalismo" se
metió en los asuntos humanos bastante tarde en la
historia. Antes de eso, los mercados para comprar y vender
estaban plagados de restricciones legales y morales. Una persona
que dedicaba su vida a hacer dinero no era vista como un buen
modelo a seguir. La ambición, la avaricia y la envidia
estaban entre los pecados mortales. La usura (hacer dinero del
dinero) era una ofensa contra Dios.
Recién en el siglo XVIII la ambición se
volvió moralmente respetable. Ahora se consideraba
saludablemente prometeano transformar la riqueza en dinero y
ponerlo a trabajar para ganar más dinero, porque al
hacerlo uno estaba beneficiando a la humanidad.
Esto inspiró el estilo de vida estadounidense,
donde el dinero siempre habla. El fin del capitalismo significa
simplemente el fin de la necesidad de escucharlo. La gente
empezaría a disfrutar de lo que tiene, en lugar de siempre
querer más. Uno puede imaginar una sociedad de tenedores
de riqueza privados, cuyo principal objetivo es llevar una buena
vida, no convertir su riqueza en "capital".
Los servicios financieros se
achicarían, porque los ricos no siempre querrían
volverse más ricos. A medida que más y más
gente empezara a sentir que tiene lo suficiente, uno
podría esperar que el espíritu de ganar perdiera su
aprobación social. El capitalismo habría hecho su
trabajo y la motivación de ganar recuperaría su
lugar en la galería de los canallas.
La deshonra de la ambición es
factible sólo en aquellos países cuyos ciudadanos
ya tienen más de lo que necesitan. Y aún
allí, mucha gente todavía tiene menos de lo que
necesita. La evidencia sugiere que las economías
serían más estables y los ciudadanos más
felices si la riqueza y el ingreso estuvieran distribuidos de
manera más equitativa. La justificación
económica para las grandes desigualdades de ingresos -la
necesidad de estimular a la gente para que sea más
productiva- colapsa cuando el crecimiento deja de ser tan
importante.
Tal vez el socialismo no fue una
alternativa para el capitalismo, sino su heredero.
Heredará la tierra peor no quitándoles a los ricos
sus propiedades, sino ofreciendo motivos e incentivos de
comportamiento que no estén conectados con la mayor
acumulación de riqueza.
(Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los
Lores británica, es profesor emérito de
Economía Política en la Warwick University, autor
de una biografía galardonada del economista John Maynard
Keynes y miembro de la junta de la Escuela de Estudios
Políticos de Moscú. Copyright: Project Syndicate,
2011)
Por qué las sociedades más igualitarias
casi siempre lo hacen mejor
Decía Henry Ford que sus trabajadores
tenían que cobrar lo suficiente para poder comprar los
coches que fabricaban. Mucho ha cambiado el mundo desde aquel
entonces, provocando que la parte más rica de la sociedad
aumente porcentualmente sus retribuciones por encima de la parte
más pobre. Es decir, provocando que las desigualdades
aumenten.
¿Es esto algo negativo? Hay ideas y argumentos
para todos los gustos. Creo que una primera idea de consenso
podría ser que lo más importante no es que la
desigualdad aumente o no, sino que la parte más pobre
pueda conseguir un mejor nivel de vida: educación, sanidad
y demás servicios generalmente considerados
básicos. Según esta idea de consenso da lo mismo
cuanto aumente su retribución el porcentaje más
rico de la población, lo que se debe luchar por conseguir
es que los más pobres lo sean menos aunque salgan
perdiendo si los comparamos con "la cúspide de la
pirámide".
Por lo general la mayoría de gobiernos
apuntan en esa dirección, no se meten en la empresa
privada pero tratan de conseguir ese objetivo loable de
generalizar lo básico. De hecho muchas de estas cuestiones
se consideran indicadores de "desarrollo" luego creo que existe
consenso en ello. Lo que no está tan claro es por una
parte cómo conseguirlo y por la otra hasta qué
grado es deseable seguir.
Esto no se trata de capitalistas frente a
comunistas ni mucho menos. Hablemos de EEUU, Japón o del
estado de bienestar europeo, donde unas personas cobran
más que otras y creo que ese hecho en sí mismo a
nadie le molesta. Las personas somos distintas, hay gente que
trabaja más otra menos, variaciones de productividad, y
por regla general nos gustan los incentivos. Por tanto creo que
no hay dudas en calificar al capitalismo como
vencedor.
Pues bien, en los últimos años los
objetivos de bienestar por regla general fueron de
mínimos, la regla imperante fue la de dejar que cada cual
ganase lo que buenamente pudiese, siguiendo esa máxima de
que quien genera dinero gana dinero (se merezca o no). El
objetivo de la igualdad quedó aparcado a un lado como una
idea arcaica, como algo asociado al socialismo de
antaño.
La pregunta que quiero trasladar no es relativa a
los bonus que tan de moda están, sino a qué tipo de
sociedad debemos aspirar. ¿Es mala la desigualdad o con
los objetivos de mínimos llega? ¿Debemos perseguir
un modelo más ecuánime?
"Es un momento adecuado para plantearse estas preguntas,
estamos en crisis y las crisis deben ser momentos de cambio y
reflexión", señala Kike Vázquez, en su
artículo publicado en "El Confidencial", del 28/1/11,
presentando un libro llamado "Why More Equal Societies Almost
Always Do Better", para dar un enfoque a la mentada
cuestión. El texto analiza ciertos aspectos de las
sociedades tratando de establecer correlaciones entre las
más desiguales y las menos. Los resultados son
sorprendentes.
El primer gráfico muestra que cuanto más
desigual es un país mayor problemas de salud y problemas
sociales presenta. Lo más curioso es que esta
correlación no se repite si analizamos simplemente la
renta, es decir, no hay relación entre que un país
sea rico o pobre y el índice de salud y problemas
sociales, pero si la hay con la desigualdad en la muestra
analizada.
Aún más llamativo resulta el hecho de que
los efectos negativos no se restringen a la clase menos
favorecida. Si bien cuanto más rico se es, menos
enfermedades o muertes se sufren, comparando países todas
las clases sociales se ven perjudicadas al comparar un modelo
capitalista con otro en donde predominan mayores
desigualdades.
Es cierto que podríamos buscar multitud de causas
para estas relaciones, desde la casualidad a una relación
espuria. No obstante el libro no ahorra en comparaciones y se
producen efectos tan sorprendentes como que cuanto más
igualitaria es una sociedad menos adolescentes quedan
embarazadas, se cometen menos homicidios, etcétera. Y
quizá, aunque pueda no parecerlo a simple vista, una
realmente importante: la confianza.
¿Por qué Suecia tiene mejor calidad de
vida que México? ¿Por qué España sale
mal parada si la comparamos con Noruega? Es difícil de
decir la causa principal, pero aunque no se lo crean hay
numerosos estudios que trabajan en la hipótesis de que la
confianza es el factor determinante. Desde luego no hay duda
alguna de que cuanto más confiamos en nuestros semejantes
mejor irán las relaciones personales, mejor irán
los negocios y mejor nos irá a todos en general. Otra cosa
es que haya otros factores que sean aún más
decisivos, en cualquier caso la variable que tratamos es
clave.
En el gráfico pueden ver en un eje el
porcentaje de gente que dice "sí" a la pregunta de si
confía en la mayoría de la población de su
país, en el eje contrario se muestra la desigualdad.
Nuevamente cuanto más equitativo es un país mejor
parado sale en la comparación, en este caso sus ciudadanos
confían más los unos en los otros.
Hay más ejemplos, pero simplemente
quería transmitirles algunos datos curiosos sobre los
aparentes beneficios que tienen las sociedades más
igualitarias en la cuestión que planteaba al principio.
Quizá no solo debamos aspirar a una solución de
mínimos, quizá ser más iguales debe ser un
objetivo. De ser así la mayor dificultad
sería cómo conseguirlo. Desde luego no
esquilmando a las clases productivas porque entonces las ventajas
se perderían, los países que así actuasen
saldrían muy mal parados comparándolos con
cualquier otro pues generar riqueza es fundamental. Pero
quizá sí llegando a un consenso entre todos, viendo
en qué falla el capitalismo que tenemos para no ser lo
suficientemente igualitario y trabajando en mejorarlo. Productivo
sí, pero también ecuánime.
– Diseño económico inteligente (Project
Syndicate – 27/1/11)
(Por J. Bradford DeLong) Lectura recomendada
Berkeley.- Sthepen Cohen, con quien escribí, The
End of Influence: What Happens When Other Countries Have the
Money, suele decir que las economías no evolucionan, sino
que son el resultado de un diseño inteligente.
También añade que, aunque detrás de ese
diseño hay una inteligencia, ello no quiere decir que el
diseño sea acertado en ningún sentido.
La primera afirmación es en mi opinión
indiscutible. Desde mucho antes de que Creso, Rey de Lidia,
tuviera la idea innovadora de estandarizar la
acuñación de la moneda, lo que los gobiernos han
hecho o dejado de hacer para estructurar, impulsar y manipular ha
tenido una importancia decisiva en el desarrollo
económico.
Sólo hay que mirar a nuestro alrededor. Podemos
observar innumerables divergencias en los niveles relativos de
productividad y prosperidad económica entre las distintas
jurisdicciones políticas. Apuesto a que nadie se
atrevería a decir que la apabullante magnitud de esa
disparidad surge de causas distintas a la historia y al estado
actual de la gobernanza.
También pienso que la segunda afirmación
es cierta. Decir que las economías son el resultado de un
diseño inteligente sólo quiere decir que alguna
inteligencia o inteligencias humanas están detrás
del diseño. No quiere decir que el diseño sea
inteligente u óptimo.
Por un lado, el proceso a través del cual se
toman las decisiones relacionadas con el diseño se parece
a un trabajo de comité: la mayoría de las personas
desean un caballo, pero el estira y afloja de las negociaciones
produce un camello. Además, los funcionarios
gubernamentales, los cabilderos y los grupos de interés
que participan en el diseño pueden no considerar el
interés público -o incluso no saber cuál es
ese interés público.
En los Estados Unidos la mayoría de las veces el
proceso de diseño inteligente de la economía ha
salido bien: por esa razón los estadounidenses son
relativa y absolutamente ricos ahora. Después de todo, los
padres fundadores estaban muy interesados en rediseñar la
incipiente economía del país. Alexander Hamilton
expresaba con claridad la primacía del comercio y la
industria.
En particular, Hamilton estaba convencido de la
importancia de un sistema bancario sofisticado para apoyar a la
economía creciente. Él y sus colegas federalistas,
incluido John Adams, creían firmemente en ofrecer a las
jóvenes industrias oportunidades de crecimiento -incluso
con recursos del Departamento de Guerra para financiar
experimentos en la industria de alta
tecnología.
Cuando los demócratas-republicanos, encabezados
por Thomas Jefferson y James Madison, sustituyeron a los
federalistas, decidieron rápidamente que sus principios de
gobierno pequeño eran un lujo que sólo
podían darse cuando no tenían el poder. Las guerras
de conquista, la adquisición territorial, la
exploración continental, los subsidios a los canales y
después a los ferrocarriles fueron benéficos para
los electores, inmigrantes y para casi todo el mundo excepto para
los nativos, superados en número y en armas, que se
pusieron en medio.
En efecto, cualquier gobierno que construya
infraestructura y reparta títulos de propiedad de tierras
en la escala a la que lo hizo el gobierno estadounidense en el
siglo XIX es la encarnación del "gobierno grande". Si
agregamos los elevados aranceles a los bienes manufacturados
-aprobados a pesar de las airadas protestas de los agricultores y
dueños de plantaciones del sur- tenemos las
políticas que diseñaron inteligentemente la mayor
parte de los Estados Unidos del siglo XIX -y principios del
XX.
Después de la Segunda Guerra Mundial, nuevamente
fue el gobierno el que encabezó el rediseño de la
economía estadounidense. Las decisiones de construir un
sistema de carreteras interestatales (y de gastar casi todo ese
dinero en caminos suburbanos para el transporte a los lugares de
trabajo) y de poner en marcha el mercado hipotecario de largo
plazo -lo que reflejaba la creencia generalizada de que los
intereses de General Motors eran idénticos a los de los
Estados Unidos- literalmente reconfiguraron el paisaje. Si
combinamos eso con el desarrollo a gran escala de las
universidades de investigación más importantes del
mundo, que a su vez formaron a decenas de millones de personas, y
con la tradición de utilizar los recursos de la defensa
para financiar investigaciones y desarrollo de altas
tecnologías, tenemos la economía estadounidense de
la posguerra.
Cuando ha habido problemas económicos graves, el
gobierno de los Estados Unidos incluso ha devaluado
deliberadamente el dólar en aras de la prosperidad
económica. Franklin Roosevelt lo hizo durante la Gran
Depresión, y Richard Nixon y Ronald Reagan lo hicieron
también.
Vale la pena repasar la historia porque en los Estados
Unidos está por dar inicio otro debate sobre si su
economía evoluciona o se diseña; los opositores al
Presidente Barack Obama sostienen que lo que es bueno para la
economía estadounidense siempre ha evolucionado sin
directrices y que lo que es malo siempre ha sido diseñado
por el gobierno.
Por supuesto, esta afirmación es absurda. Los
gobiernos estadounidenses seguirán planificando y
diseñando el desarrollo de la economía como siempre
lo han hecho. La pregunta es cómo y si el diseño
será inteligente en algún sentido.
Pero existen dos peligros en el próximo debate
estadounidense. El primero tiene que ver con el término
que probablemente se utilizará para enmarcar el debate: la
competitividad. La "productividad" sería mucho mejor. La
"competitividad" tiene una connotación de juego de suma
cero en el que los Estados Unidos sólo pueden ganar si sus
socios comerciales pierden.
Esa es una insinuación engañosa y
peligrosa. En lugar de ello, si todo lo demás se mantiene
igual, tener socios más ricos es benéfico para los
Estados Unidos: hacen más productos de calidad que los
estadounidenses pueden comprar y vender más barato y su
demanda más fuerte significa que están dispuestos a
pagar más por los productos que los estadounidenses
venden. Todo el mundo gana.
El segundo peligro es que la "competitividad" sugiere
que lo que es benéfico para las empresas localizadas en
los Estados Unidos -esto es, benéfico para sus
inversionistas, ejecutivos y financieros- es bueno para el
país en su conjunto. En la época en que el
candidato al gabinete de Dwight D. Eisenhower, Charlie Wilson,
declaró que lo que era "bueno para los Estados Unidos era
bueno para General Motors -y viceversa", GM incluía no
sólo a los accionistas, ejecutivos y financieros, sino
también a los proveedores y a los miembros del Sindicato
de Trabajadores Unidos de la Industria Automotriz. En contraste,
el director ejecutivo de General Electric, Jeffrey Immelt, a
quien Obama acaba de nombrar para que dirija el Consejo del
Presidente sobre el Empleo y la Competitividad, encabeza una
empresa que desde hace mucho se reduce a los ejecutivos,
inversionistas y financieros.
Esperemos que el debate salga bien. Lo que está
en juego es que los Estados Unidos sean más
prósperos y crezcan más rápido -algo que es
de importancia vital para el resto del mundo.
(J. Bradford DeLong, ex secretario asistente del Tesoro
de los Estados Unidos, es profesor de economía de la
Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en
la Oficina Nacional de Investigación Económica.
Copyright: Project Syndicate, 2011)
Un país de "manos libres": el delirio de Paul
Romer (¿un mundo feliz?)
"Durante el último par de años Paul
Romer ha recorrido el planeta en busca de un país lo
suficientemente desesperado como para intentar poner en
práctica su audaz idea: fundar una "ciudad modelo", un
enclave libre de viejas leyes y prácticas"… (The
Wall Street Journal – 2/2/11)
Romer piensa que encontró en Honduras el lugar
perfecto para construir una ciudad que podría ser tan
próspera como Hong Kong o Shenzhen.
Honduras es un país de 7,5 millones de
habitantes, de los cuales un creciente número emigra a
Estados Unidos. Su reputación internacional fue
dañada por la caótica expulsión de su
presidente electo en 2009. Su tasa de homicidios está
subiendo mientras se transforma en una estación en la ruta
del narcotráfico.
Pero Honduras está interesada en la idea de
Romer. El Congreso aprobó en la segunda semana de enero
(2011), con un solo voto en contra, modificar la
Constitución para permitir una "ciudad modelo".
"Este es un país en el que la mayoría de
la gente quiere ir detrás del Sueño Americano",
dice Octavio Sánchez Barrientos, ministro de staff de la
presidencia de Porfirio Lobo. "Y tienen que dejar el país
y trasladarse a Estados Unidos. Esto ofrece la posibilidad de
que, a largo plazo, tendrán la oportunidad aquí",
agregó.
Romer, profesor de la Universidad de Nueva York,
dejó su huella en el mundo académico hace 20
años al postular que las ideas o "recetas", como prefiere
llamarlas, son más importantes para el crecimiento de lo
que se creía.
Hace una década, Romer abandonó el mundo
académico, formó una empresa de enseñanza en
Internet, la vendió y luego se volcó a su siguiente
gran idea: crear empleos para sacar a millones de personas de la
pobreza. Su idea es tomar un espacio de unos 1.000
kilómetros cuadrados, el tamaño aproximado de Hong
Kong, preferentemente en manos del Estado. Luego
escribiría un código que establezca las reglas de
juego; permitiría entrar o salir a quien quisiera;
Invitaría a inversionistas extranjeros para que
construyeran infraestructura y firmaría un tratado con un
país bien gobernado, digamos Noruega o Canadá, para
que sirva de "garante" y le asegure a los inversionistas y
habitantes que se respetarán las reglas, algo parecido a
lo que los británicos hicieron en Hong Kong y, con la
supervisión del Congreso hondureño, gobernar la
ciudad.
"Es una combinación de gran creatividad y gran
ingenuidad", dice William Easterly, un economista de la
Universidad de Nueva York especializado en desarrollo. Easterly
duda que la ciudad pueda soportar la presión si el
gobierno hondureño se vuelve hostil. "Sería muy
bueno si ocurriera para que pudiéramos observar el
experimento" agrega Ricardo Hausmann. El profesor de la
Universidad de Harvard también tiene dudas y recuerda el
fracaso de Fordlandia, la creación de Henry Ford que se
iba a convertir supuestamente en un oasis para el capitalismo
estadounidense en Brasil.
Cuando Romer intentaba captar el interés de
países africanos, un grupo de hondureños se
preguntaba cómo mejorar las perspectivas de su
país. Una idea, una especie de versión extrema de
las zonas de libre comercio existentes, era atraer inversionistas
a una especie de súper embajada, un área gobernada
por las leyes de otro país. Luego vieron un video en
línea de una presentación de Romer. "En cuanto la
vimos, supimos que era de lo que estábamos hablando",
cuenta Xavier Arguello.
En noviembre (2010), Arguello, que fue asesor de un
anterior presidente hondureño y ahora trabaja en una
empresa inmobiliaria de Estados Unidos, llamó a Romer. Su
grupo, en el que figuraba Juan Orlando Hernández,
presidente del Congreso hondureño, se reunió con
Romer en Washington. Unas semanas después, Romer se
encontró con Lobo y sus colaboradores en un hotel de
Miami. Cuando las abstractas explicaciones de Romer no eran
convincentes, alguien sugirió a Lobo que viera la
conferencia. Lo hizo y se convenció.
Romer viajó a Tegucigalpa a comienzos de enero
(2011) y se reunió en privado con varios grupos y luego
hizo su planteamiento en una reunión pública. "No
pueden cambiar las reglas en el medio del partido",
aseveró, mientras detrás de él
aparecía una fotografía de un partido de
fútbol en una pantalla. "Hay que crear un nuevo campo de
juego y ver si alguien quiere jugar". Hay que pensar en grande,
señaló. Pidió la construcción de un
aeropuerto lo suficientemente grande como para ser un centro
hemisférico de conexiones.
El próximo paso es que el Congreso reafirme la
reforma constitucional y redacte escriba una especie de
código para la nueva ciudad. Abundan los
escépticos. "Es una buena idea desde un punto de vista
económico", dice Antonio Tavel Otero, un empresario
hondureño. "Pero no creo que se pueda promocionar la idea
diciendo a los hondureños que nuestras leyes son tan malas
que hay que adoptar las de otro país",
sostiene.
El propio Arguello reconoce que "a estas alturas hay
muchas más preguntas que respuestas y requerirán un
debate público".
Romer no se amilana. Está buscando un gobierno
que sirva de garante.
-Un retorno ecológico al crecimiento europeo
(Project Syndicate – 18/2/11)
(Por Carlo Jaeger and Roland Kupers) Lectura
recomendada
La Haya.- La mitigación del cambio
climático se presenta a menudo como la imposición
de un "toma y daca" entre la economía y el medio ambiente.
Por demasiado tiempo el debate se ha enmarcado en el concepto de
"reparto de la carga". Sin embargo, los nuevos análisis de
un equipo formado por investigadores procedentes de seis
importantes institutos y universidades europeas arroja nuevas
luces sobre este debate, y demuestra que Europa puede tomar
decisiones que van en su propio interés económico y
ambiental.
El análisis que figura en nuestro nuevo informe,
A New Growth Path for Europe – Generating Prosperity and Jobs in
the Low-Carbon Economy (Una nueva senda de crecimiento para
Europa – Generar prosperidad y empleo en la economía de
bajas emisiones de carbono), se basa en una exhaustiva
evaluación de las perspectivas de crecimiento en Europa
tras la crisis financiera. Su publicación es oportuna,
porque la Unión Europea decidirá este año si
eleva su objetivo de reducción de gases de efecto
invernadero.
El aumento del objetivo de emisiones
actuales de -20% a -30% en 2020 respecto a 1990
representaría una importante oportunidad para revitalizar
la economía europea, independientemente de lo que haya
hecho el resto del mundo en términos de política
climática. Aprovechar esa oportunidad aumentaría
considerablemente el tamaño de la economía europea,
en hasta en un 5% a lo largo de la próxima década.
Esto se traduce en seis millones de nuevos empleos y un aumento
del PIB de hasta 800 mil millones de euros para 2020.
La razón de estos resultados es sencilla: el
aumento de los esfuerzos europeos en torno a políticas del
clima eleva las inversiones, lo que induce el aprendizaje en la
práctica, especialmente cuando estos esfuerzos se
canalizan hacia nuevas tecnologías como la energía
renovable y materiales avanzados de construcción.
"Aprender haciendo", a su vez, aumenta la competitividad y
estimula el crecimiento económico, mejorando así
las expectativas de los inversores e estimulando una mayor
inversión.
Desafortunadamente, los estudios del impacto
económico de un objetivo del -30% se han basado en modelos
de equilibrio tradicionales que pasan por alto estos efectos
multiplicadores. Sus estimaciones de las consecuencias
económicas de aumentar la cifra objetivo indican costes
adicionales moderados que varían entre el 0 y el 2% del
PIB en 2020.
El nuevo estudio utiliza un enfoque similar al de sirve
de apoyo al objetivo de reducción de emisiones del 40% de
Alemania para 2020. En la Conferencia sobre el Cambio
Climático patrocinada por las Naciones Unidas y realizada
el año pasado en Cancún, México, el ministro
alemán federal de Medio Ambiente, Norbert Röttgen,
señaló que "en Alemania, se ha producido un cambio
de mentalidad en los últimos años en la industria,
la política y la sociedad, Ahora vemos la política
climática como una oportunidad y un reto, no como una
amenaza".
Röttgen tiene razón. Imagínese una
reunión de empresarios textiles en 1800 en que se
debatiera la posibilidad de introducir máquinas de vapor
para mecanizar sus fábricas de algodón. Uno de
ellos calcula que los costos serían prohibitivos en cada
una de sus cientos de plantas. Si el resto aceptara el
cálculo de abajo hacia arriba, la sociedad habría
perdido el impulso del 0,5% al crecimiento anual que esta
innovación radical provocó en última
instancia. El beneficio para toda la economía fue mayor
que la suma de los beneficios para las plantas
individuales.
No fue la invención de la máquina a vapor
por sí sola la que merece todo el crédito.
Entonces, como ahora, los avances tecnológicos generan una
cascada de aprendizaje e innovación a medida que
proveedores, contratistas y clientes se adaptan a una nueva forma
de operar. Cada nueva idea tecnológica importante -la
máquina a vapor, el ferrocarril o la computadora personal–
significa un impulso adicional al crecimiento.
Una nueva senda de crecimiento para
Europa muestra cómo la inversión en eficiencia
energética y energías limpias tiene el mismo
potencial de revitalizar la Europa de hoy. De hecho, Josef
Ackermann, presidente del Deutsche Bank, dijo recientemente que
estas inversiones auguran "una nueva revolución
industrial: una revolución que transformará la
forma en que vivimos".
El análisis muestra cómo crecerán
los principales sectores económicos, incluidas muchas
industrias que hacen alto intenso de energía. Por ejemplo,
los edificios de bajo consumo son una bendición para la
industria cementera y química. Obviamente, el sector de
los combustibles fósiles se reducirá para el
año 2020 a medida que el sistema energético se
descarboniza, en un escenario en que el carbón va siendo
desplazado por combustibles bajos en emisiones de carbono,
principalmente el gas y las energías renovables (la
captura y almacenamiento de carbono y la energía nuclear
no pueden marcar una gran diferencia para el año 2020).
Los nuevos países de la UE, que tienen una menor
eficiencia energética, son los que más se
beneficiarán, aunque será necesario superar
obstáculos importantes mediante mecanismos de apoyo
adicionales.
Puesto que la crisis financiera ha reducido las
emisiones de gases de efecto invernadero, el objetivo de
reducción del -20% establecido antes de la crisis ya no
representa un reto suficiente para catalizar un cambio
estructural en la economía europea. Y, a medida que los
científicos adoptan una perspectiva más
sombría y subrayan la urgencia de hacer frente al cambio
climático, los economistas son cada vez más
optimistas sobre las oportunidades que implica un futuro con
bajas emisiones de carbono.
Una nueva senda de crecimiento para Europa apoya ese
optimismo y llama a la UE a actuar en consecuencia.
(Carlo Jaeger es el fundador del Foro Europeo del Clima
y director de investigación del Instituto de Potsdam para
la Investigación del Impacto Climático. Roland
Kupers es profesor visitante en la Universidad de Oxford y ex
ejecutivo de Royal Dutch Shell. Copyright: Project Syndicate,
2011)
¿Puede el dólar ser destronado como la
moneda de reserva mundial de referencia?
"Lo más asombroso sobre el mercado internacional
de divisas no es el elevado volumen de transacciones, por
increíble que haya sido el crecimiento, ni la volatilidad
de los tipos de cambio, por extrema que sea en estos días.
Lo verdaderamente extraordinario es que estamos hablando de un
mercado que sigue siendo sumamente dólar-céntrico",
dice Barry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencia
Política en la Universidad de California en Berkeley, en
un artículo publicado por The Wall Street Journal, el
1/3/11.
"El 85% de las transacciones de divisas en todo el mundo
son operaciones de otras monedas por dólares. Y lo que es
válido para las transacciones de divisas también lo
es para otros negocios internacionales. La Organización de
Países Exportadores de Petróleo fija el precio del
crudo en dólares. El billete verde es la moneda de
denominación de la mitad de los valores internacionales de
deuda. Más del 60% de las reservas de divisas de los
bancos centrales y gobiernos están en
dólares.
El dólar, en otras palabras, no es sólo la
moneda de Estados Unidos, sino la del mundo. Su reinado, sin
embargo, está llegando a su fin. Creo que en los
próximos 10 años, vamos a ver un cambio profundo
hacia un mundo en el que varias monedas competirán por el
predominio. Este cambio tiene importantes repercusiones para,
entre otras cosas, la estabilidad de los tipos de cambio y los
mercados financieros, la facilidad de EEUU para financiar sus
déficits fiscal y en cuenta corriente y la capacidad de la
Reserva Federal para seguir adelante con su política de
negligencia benigna respecto al dólar", señala
Eichengreen.
Para entender el futuro del dólar, es importante
entender por qué llegó a ser tan dominante en
primer lugar. Permítanme ofrecer tres razones,
prosigue:
En primer lugar, su atractivo refleja la excepcional
profundidad de los mercados de valores denominados en
dólares…
En segundo lugar, está el hecho de que el
dólar es el refugio seguro del mundo…
Por último, el dólar se beneficia de la
escasez de alternativas…
¿Qué está cambiando?, se
pregunta:
Pero los tres pilares que apuntalan el dominio
internacional del dólar se están
deteriorando.
Los cambios tecnológicos están socavando
el monopolio del dólar…
El dólar, asimismo, está a punto de tener
verdaderos rivales en el ámbito internacional por primera
vez en 50 años. Pronto habrá dos alternativas
viables: el euro y el yuan…
Por último, existe el riesgo de que el
dólar pierda su estatus como refugio seguro", sostiene
Eichengreen.
Un mundo más complicado
La crisis financiera -junto con la problemática
situación fiscal a largo plazo del gobierno de EEUU- ha
planteado esa posibilidad. Pero para muchos economistas, al menos
por ahora, las especulaciones son sólo
palabras.
"No hay, insisto, ningún candidato plausible"
para reemplazar al dólar, argumentó el profesor
Peter Kenen, de la Universidad de Princeton, en un ensayo
presentado en enero (2011) ante la Asociación
Económica Estadounidense.
Esa también es la visión que prevalece en
los mercados. "Intentamos pensar en las alternativas, y no existe
ninguna que tenga trascendencia", afirma Tony Crescenzi, un
estratega de mercado y administrador de portafolio de Pacific
Investment Management Co., de Allianz SE. La participación
del dólar en las reservas en moneda extranjera era de
61,3% a fines del tercer trimestre del año 2010,
según el Fondo Monetario Internacional.
Pero eso no ha contenido un creciente alboroto entre las
autoridades de todo el mundo de que la posición dominante
del dólar debería ser reevaluada. Se preveía
que el presidente francés Nicolas Sarkozy hiciera del tema
una prioridad durante la presidencia de Francia en las reuniones
del Grupo de los 20 (noviembre 2011). Incluso funcionarios
estadounidenses han admitido que es inevitable reconsiderar el
mundo dólar-céntrico.
"Habrá un intento, creo, en el próximo
año o el siguiente… de decir: Sí, esto es un
problema, y deberíamos contemplar una reforma en un
sentido más amplio en el sistema monetario internacional",
sostuvo el ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, Paul
Volcker, durante una presentación en Washington en
diciembre (2010).
Pero hay poco consenso sobre quién o qué
reemplazaría o compartiría el poder con EEUU y el
dólar. Los partidarios ven una variedad de posibilidades,
desde un mundo multipolar con un puñado de monedas
dominantes y un billete supranacional emitido por un cuerpo
global, a un papel de más peso para China y el
yuan.
El mayor interrogante involucra a China.
¿Soportaría Beijing la responsabilidad
económica global que vendría de la mano de una
reserva con estatus de favorita? Hasta ahora, China ha resistido
la presión internacional para evitar que se aprecie el
yuan y su sistema financiero, en términos comparativos,
sigue siendo subdesarrollado.
El economista de Harvard Kenneth Rogoff cree que el yuan
y el dólar podrían encaminarse a convertirse en las
dos mayores monedas del mundo, un estatus que ambas
podrían compartir hasta durante dos décadas,
pronostica. Pero durante semejante lapso, agrega, EEUU
probablemente experimentaría un debilitamiento gradual de
los amplios beneficios que recibe debido a que otros
países vinculan sus monedas al dólar. Entre estos
beneficios se destacan la confianza en sus mercados, las bajas
tasas de interés y una menor volatilidad en los precios de
las importaciones y exportaciones.
Lo más seguro es que cualquier transferencia de
estatus de reserva del dólar al yuan llevaría la
mayor parte de este siglo, señala. En tanto, agrega, el
dólar "se mantendrá como la moneda de referencia
durante un tiempo".
Muchos expertos en divisas rechazan la idea de una
moneda supranacional o global. Los Derechos Especiales de Giro
(DEG) del FMI y otras medidas discutidas como potenciales
sustitutos para el dólar históricamente no han sido
adoptadas, con la suficiente amplitud, lo que sugiere una falta
de confianza en la idea por parte de los mercados financieros.
Establecer una política monetaria internacional de forma
rápida y unificada podría resultar una meta muy
difícil, señalan los economistas.
Los problemas actuales de la Unión Europea ponen
de manifiesto los riesgos que plantearía una moneda
supranacional. Los temas de deuda y las peleas de política
económica que ahora plagan a Europa probablemente se
verían magnificados en momentos de estrés en
cualquier unión monetaria. "Es imposible que haya una
moneda que no esté identificada con un gobierno", sostiene
Rogoff.
Los partidarios del dominio del dólar apuntan a
su historia como un refugio seguro para los bancos centrales
durante la reciente crisis global. Su supremacía durante
un período tan perjudicial demuestra su capacidad de
recuperación.
"Si llegara a votarse sobre el sistema del dólar,
eso pondría fin a la discusión", señala
Michael Dooley, un economista de la Universidad de California en
Santa Cruz.
El FMI propone crear una moneda de reserva mundial bajo
su control,
"El Fondo Monetario Internacional (FMI)
celebró una importante reunión a puerta cerrada el
pasado 8 y 9 de marzo, a la que sólo se pudo asistir
previa invitación, en su cuartel general de Washington
bajo el título Macro and Growth Policies in the Wake of
the Crisis"… El FMI impulsa su plan para imponer una nueva
moneda mundial (Libertad Digital – 4/4/11)
La principal conclusión es la intención
del FMI de crear una moneda de reserva mundial bajo su control,
en forma de los ya existentes SDR -Special Drawing Rights,
Derechos Espaciales de Giro (DEG, en español)-, una
antigua aspiración de esta institución, formados
por una canasta de diversas monedas y materias primas.
Ya en 1944, durante los acuerdos de Bretton Woods, el
ideólogo y creador del FMI, el economista John Maynard
Keynes, quería crear una moneda mundial que se impusiera a
todos los países y sus ciudadanos,
Sin embargo, el FMI no ha perdido la esperanza de
obtener el control de todo el sistema monetario, como queda
reflejado en las palabras del economista Joseph Stiglitz, premio
Nobel de Economía. Y es que, Stiglitz considera que una de
las recetas para evitar grandes crisis como la actual en el
futuro consiste, precisamente, en imponer dicha divisa
mundial.
Pese a todo, la implementación de tal propuesta
no es tarea fácil. La capacidad de influencia del FMI para
imponer una moneda mundial bajo su control no está
asegurada, sobre todo después de que sus intervenciones en
muchos países en desarrollo hayan causado más
daños que beneficios, incrementando así la
desconfianza hacia esta institución. Las recientes
reuniones del FMI con dirigentes y personalidades influyentes de
casi todos los países buscan, precisamente, recuperar esa
influencia política perdida para poder seguir avanzando en
sus objetivos.
En este sentido, Stiglitz parece encontrarse en plena
campaña para promocionar una nueva divisa internacional,
bajo el control del FMI, y en sustitución del dólar
ya que, sin ir más lejos, la última semana de marzo
(2011) publicó un artículo en el Financial Times
sobre esta materia.
El sistema monetario necesita una reforma fundamental.
No es la causa de la crisis actual, pero sí ha sido
inefectivo a la hora de evitarla.
Esta opinión contrasta frontalmente con el
consenso de que la política de bajos tipos de
interés aplicada por Alan Greenspan al frente de la
Reserva Federal de EEUU (FED) fue la causa principal de las
burbujas, tanto puntocom como inmobiliaria. De hecho, Stiglitz en
su propio libro, publicado en enero de 2010, afirma lo
siguiente:
"Una regulación laxa sin una política
monetaria expansiva probablemente no habría creado la
crisis".
Así, Stiglitz considera que la actual crisis
financiera internacional ha puesto de manifiesto el fallo de los
modelos macroeconómicos en los que muchos economistas y
burócratas se basaban para tomar decisiones
políticas, un punto compartido, en general, por la gran
mayoría de sus colegas. Destaca que los modelos no fueron
capaces de prever la crisis ni de proveer un estructura
teórica valida.
Una crítica, cuanto menos sorprendente, ya que,
por ejemplo, los modelos en los que se basó la Reserva
Federal para ejecutar sus políticas monetarias,
desarrollados por McCarthy y Peach, se basaron
explícitamente en las teorías del propio Stiglitz.
Estos modelos fueron usados por la FED para asegurar que no
había ninguna burbuja inmobiliaria y, así, poder
seguir incentivando la expansión crediticia a base de
tipos históricamente bajos.
No es la primera vez que las teorías de Stiglitz
se equivocan de pleno, especialmente en lo que respecta a la
burbuja inmobiliaria. En 2007, el Nobel aún dudaba sobre
la posibilidad de una crisis. Pero quizá el caso
más vergonzoso fue en 2002 cuando, junto con Jonathan y
Peter Orzag, publicó un informe sobre las agencias
hipotecarias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac, en el
que aseguraba lo siguiente:
"En base a la evidencia histórica, el riesgo para
el Gobierno de una quiebra de la deuda de estas entidades es
efectivamente cero".
A pesar de todo, Stiglitz sigue creyendo que sus
teorías son adecuadas para explicar cómo funciona
la economía. De hecho, afirma convencido que existe un
amplio consenso acerca de la efectividad que tiene el aumento del
gasto público para combatir la crisis. Algo que, sin duda,
contrasta con las declaraciones de los economistas alemanes e,
incluso, algunos miembros del Banco Central Europeo (BCE). Pero,
sobre todo, su afirmación choca frontalmente con el
resultado que han obtenido los denominados "planes de
estímulo", tanto en la presente crisis como en
Japón durante cerca de dos décadas.
Soluciones
Stiglitz está últimamente centrado en
promocionar la idea de traspasar al FMI el control monetario
mundial. Un sistema muy similar al actual, pero sustituyendo al
dólar por la moneda del FMI, el SDR. El objetivo parece
consistir en lograr así más inflación
monetaria, y para ello aboga por aumentar el volumen de SDR's por
valor de 390.000 millones de dólares durante cada uno de
los próximos tres años. Las subidas de precios,
principalmente de los alimentos y la energía, que se han
dado a finales del año 2010 y principios del 2011, no
parecen preocupar en exceso al economista, más bien al
contrario.
De llegar a aplicarse este plan, el FMI se
encargaría de decidir qué política monetaria
debe seguir el mundo entero. El problema es que, dada la
experiencia de los sistemas monetarios de control centralizado y
la propia ideología del FMI, se trata de una propuesta
claramente inflacionaria, tal y como explica el propio Stiglitz.
Sin embargo, aún está por ver la influencia
internacional del FMI para imponer un sistema monetario de estas
características bajo su control. Por el momento, el G-20
acordó la pasada semana incluir la moneda china, el yuan,
en la cesta divisas del Fondo (SDR), lo cual es un paso
más hacia la internacionalización del yuan y la
futura e hipotética sustitución del
dólar.
Por último, según Stiglitz, también
es necesario seguir aumentando el gasto público en todo el
mundo, a pesar de los problemas de endeudamiento que presentan
numerosos países desarrollados. En este sentido, el
economista está en línea con el banco Goldman Sachs
y el también Nobel Paul Krugman, que defienden igualmente
incrementar el gasto de los gobiernos.
FMI: donde dije digo, digo Diego (el fin de otra
Historia: a buena hora, mangas verdes)
"El denominado "Consenso de Washington", que
orientó la política económica de
países en vías de desarrollo durante décadas
"ya es historia". Los efectos de la crisis han sido tan
devastadores que todo lo que ha defendido el Fondo Monetario
Internacional durante los últimos 20 años ha dado
un vuelco, según ha denunciado hoy el director gerente del
FMI, Dominique Strauss-Kahn"… La teoría del FMI da
un vuelco: "El consenso de Washington ya es historia" (El
Economista – 4/4/11)
Bajo el Consenso de Washington se promueven
políticas económicas basadas en la austeridad, la
liberalización y las privatizaciones, con el objetivo de
eliminar la inflación, preservar el tipo de cambio,
incrementar la tasa de crecimiento de la productividad y crear
puestos de trabajo estables. "Todo esto se ha derrumbado con la
crisis", ha asegurado Strauss-Kahn durante un discurso
pronunciado en la universidad George Washington de la capital
estadounidense (abril 2011).
Tras la crisis financiera de 2008, el FMI ve necesario
ahora que el Estado ejerza un mayor papel y controle los excesos
del mercado. "Al designar un nuevo marco macroeconómico
para un nuevo mundo, el péndulo oscilará -al menos
un poco- del mercado al Estado, y de lo relativamente simple a lo
relativamente más complejo", explica
Strauss-Kahn.
Ante la imposición de países emergentes
como nuevos motores del crecimiento mundial, ese consenso debe
ser superado, mediante una nueva política
económica, con acento en la cohesión social y el
multilateralismo, ha explicado.
"Claramente, la política monetaria debe ir
más allá de la estabilidad de precios, y velar por
la estabilidad financiera", propone Strauss-Kahn. En su
opinión, eso no debe hacerse mediante el uso de los tipos
de interés, sino con otros instrumentos como la
liquidez.
"No me malinterpreten: la mundialización dio muy
buenos resultados, y sacó a centenares de millones de la
pobreza", ha indicado, "pero la crisis y sus consecuencias han
alterado fundamentalmente nuestra percepción", ha
advertido.
"Necesitamos una nueva forma de mundialización,
una mundialización con un rostro más humano", ha
exigido. Los países ricos y emergentes deben proseguir con
su cooperación en el seno del G20 para asegurar que se
superan los intereses nacionales, ha pedido
Strauss-Kahn.
A su juicio, es necesaria una globalización
"más justa" en la que no haya "unos pocos privilegiados"
que acaparan los beneficios.
Siguen las "novedades" en el FMI: "los controles de
capital son aceptables"
""Quién te ha visto y quién te ve"
pensarán algunos del cambio que estamos viendo en el FMI.
No sabemos si es fruto de la insostenibilidad de las viejas
recetas o de la conciencia, esa que dice que algo malo pasa
cuando los incentivos no se ponen al servicio de crear algo mejor
en este mundo. Y es que no vamos a negar que para muchas
personas, e independientemente de su ideología
económica y política, este organismo internacional
no ha conseguido solucionar todo lo bien que debería su
cometido. De hecho la crisis que atravesamos es la más
grave desde su creación allá por los años
cuarenta en el período final de la destructiva Segunda
Guerra Mundial y está directamente relacionada con algunos
de sus ámbitos de actuación, por lo que
podríamos dar rienda suelta a la crítica. No
obstante han sido tantos los errores, tantas las conductas
"grises" de muchos, que el FMI no deja de ser un velero en medio
de un tsunami"… El FMI "se cae del guindo"; los controles
de capital son aceptables (El Confidencial –
7/4/11)
Su pasado es como mínimo controvertido, acusados
de estar al servicio de Estados Unidos o de aplicar medidas,
especialmente en países pobres, que difícilmente
pueden calificarse de beneficiosas para el porvenir del enfermo.
¿Confianza ciega en el dogma o simples intermediarios de
intereses más elevados?
Así todo (tarde y mal, como siempre) se perciben
algunos cambios de filosofía en el organismo financiero, o
al menos, hay ciertos mensajes que distan mucho de parecerse a lo
que se escuchaba en el pasado a través de sus
miembros.
Un ejemplo claro de lo que comento son las directrices
que el organismo ha lanzado nuevas directrices para controlar los
flujos de capital por parte de los gobiernos, algo otrora
impensable y en donde se ha posicionado en contra durante casi
setenta años. Lo comenta el FT:
The guidelines -which are not yet official Fund policy-,
say that countries can control capital inflows when their
currency is not undervalued, when they already have enough
foreign exchange reserves, and when they are unable to use
monetary or fiscal policy instead.
Los flujos internacionales pueden ser muy beneficiosos y
en muchos casos lo son, llevan fondos de donde hay excedentes a
donde son necesarios, si se invierten bien crearán
prosperidad y todo el mundo saldrá ganando. En caso
contrario, si el país receptor no consigue la rentabilidad
necesaria para pagar lo que debe, empezarán los problemas
¿Pero han tenido la oportunidad y de eso se trata, no? Esa
idea era la mayoritaria y por tanto existía una voz
oficialista que defendía la libertad de flujos como
positiva y justa, voz que defendían entre otros organismos
como el FMI.
Es posible que fuese así, como tantas otras cosas
del liberalismo dogmático que fallan en la vida real, si
el sistema no estuviese de alguna forma "pervertido". En este
mundo real en el que vivimos las cosas no son idílicas, en
el caso que tratamos existe una cantidad inmensa de liquidez que
corre por el mundo adelante, una cantidad tan ingente y
volátil que en lugar de ayudar consigue empobrecer
aún más a quien la sufre.
Y por si fuese poco suelen ser determinantes en
países con desequilibrios en la cuenta corriente, esto es,
que invierten más de lo que su ahorro permite para crecer
y que por tanto acaban la jugada endeudados. En resumen estamos
ante cuantiosos fondos que se mueven sin pensárselo
demasiado, que provocan burbujas y errores de inversión
por su volumen e inmediatez y que un día se van de repente
dando la puntilla y dejando a la economía endeudada y
tocada.
El gráfico que sigue no es de ninguna web
conspirativa, sino del FMI, que lleva tiempo dándose
cuenta de que algo falla en la teoría porque no se ajusta
a la práctica. Quizá el mayor problema esté
ahora en determinar en qué casos existe un exceso de "hot
money" y en qué casos se produce una simple mala
gestión por parte del
país.
Para poder aplicar controles de capital el FMI se centra
en tres condiciones, son países que: no tienen su divisa
devaluada, consiguen almacenar reservas y la política
monetaria o fiscal no funciona. Por supuesto las medidas deben
ser de corto plazo y no destinadas a bloquear fondos a largo
plazo.
El procedimiento sería el siguiente, en un primer
momento el país debe dejar su tipo de cambio subir (que
normalmente no funcionará casi nunca desde mi punto de
vista) o expandir su política monetaria y endurecer su
política fiscal (lo que resulta "neutro" para el
país pero desincentivará a los inversores
foráneos por los menores tipos, luego creo que es la
opción adecuada). En caso de no funcionar se admiten los
controles de capital, siempre que no sean
discriminatorios.
Surge inmediatamente el debate sobre lo hecho por
Brasil, el imponer una tasa del 6% a la adquisición de
deuda por parte de extranjeros, lo que según el FMI "debe
ser la última línea de defensa". A
regañadientes pero parece que lo aceptan, y lo comparto.
Más controvertidas son aún sus nuevas medidas,
idéntica actuación pero ahora con préstamos
foráneos, y van más allá subiendo los
aranceles a China. ¿Dónde
acabarán?
Es difícil sobrevivir en un mundo con
quantitative easing, carry trade feroz y dumping comercial, hemos
tenido que llegar a esto para que el FMI se diese cuenta, pero
rectificar es de sabios. Por si alguien cree que van de farol, lo
cual es debatible como siempre, lean también su
última propuesta, si Basilea III no es suficiente hay que
cobrar impuestos por los riesgos. Dará que hablar, o al
menos esperemos que así sea y no haga falta otro desastre
para darse cuenta que lo de ahora no puede seguir
así.
El patrón de los patrones (el Callejón de
Oro)
"EEUU podría restaurar el patrón oro
en los próximos cinco años, según Steve
Forbes, el editor de la revista Forbes"… Forbes
prevé el regreso del patrón oro en cinco
años (Libertad Digital – 13/5/11)
Así lo ha afirmado el millonario editor de Forbes
y candidato republicano a la presidencia americana en 1996 y 2000
en una entrevista concedida a Human Events. Según Forbes,
"un retorno al patrón oro por parte de los Estados Unidos
en los próximos cinco años ahora resulta
verosímil porque esa decisión ayudaría a la
nación a resolver una variedad de problemas
económicos, fiscales y monetarios".
Dice que "lo que hoy parece chocante podría
convertirse en la opinión generalmente aceptada dentro de
poco tiempo", ya que "un cambio así ayudaría a
estabilizar el valor de dólar, devolver la confianza en
los bonos del Gobierno americano entre los inversores extranjeros
y desincentivaría el gasto federal insensato".
Forbes recuerda que "los Estados Unidos usaron con
éxito el oro como base de valor del dólar americano
durante unos 180 años hasta que el presidente Richard
Nixon se embarcó en un experimento para acabar con esa
práctica en 1970 que ha contribuido a una serie de
problemas que el país está padeciendo ahora". Por
este motivo, considera que "si el patrón oro hubiese
estado vigente durante estos últimos años, el valor
del dólar americano no se habría debilitado como lo
ha hecho y se habría contenido el gasto federal
excesivo".
El influyente editor se suma así al creciente
número de figuras públicas que reclaman la
convertibilidad del billete verde desde hace unos años. El
congresista republicano Ron Paul, que lleva décadas
defendiendo el regreso al patrón oro, ha sido uno de los
más destacados divulgadores de esta propuesta que ahora
está ganando adeptos. También el candidato al
senado y gestor de fondos Peter Schiff. Y otros más
insospechados como el ex presidente Bill Clinton, que
vinculó el abandono del patrón oro a diversos
problemas económicos actuales. En España, el
patrón oro ha sido defendido por el Instituto Juan de
Mariana.
El mes de abril (2011), James Grant, editor de Grant"s
Interest Rate Observer y autor de Money of the Mind (1992),
afirmó que Estados Unidos finalmente resolverá sus
problemas de déficit y deuda "necesariamente dando el paso
de restablecer la convertibilidad del dólar en oro". Y
añadió que "lo que este país necesita es una
tarjeta de débito, lo que tiene es una tarjeta de
crédito y la tarjeta de crédito es el privilegio de
ser la divisa de reserva". Así, Estados Unidos "se
encaminarían hacia algo parecido al dinero honesto y la
virtud, la virtud fiscal".
A principios de mayo (2011), Grant volvió a
defender el patrón oro (aclarando que el de 1920 no fue un
patrón oro auténtico) en una conferencia organizada
por la New York Historical Society, centrándose en 6
puntos:
• Con el patrón oro los déficits de
los últimos 40 años no habrían sido
posibles.
• No se habría podido mantener los tipos de
interés tan bajos que, a su vez, han propiciado la
explosión del endeudamiento.
• Con el patrón oro, las burbujas eran mucho
menos severas y, sin dinero barato, no alentaban la avaricia
especuladora como ahora.
• La única forma de que el sistema bancario
sea seguro es con reserva del 100% o con patrón
oro.
• Como los déficits resultaban
carísimos de mantener, se fortalecía la democracia
al evitar la crisis de deuda soberana.
• El ciudadano común estaba mejor protegido
frente a las burbujas originadas en el sector
financiero.
En cuanto a los que se oponen al patrón oro por
los costes de reajuste que supondría, Grant les
comparó con los que dicen "detesto la música porque
no me gusta Lady Gaga". Otro de los participantes en la
conferencia afirmó que el euro es "una divisa imperfecta"
y siguiendo con las comparaciones pintorescas aclaró que
"todo el papel moneda" es "moneda papel de váter", aunque,
en ese sentido, el dólar americano es, de vez en cuando,
"de doble capa".
Pero no todos los partidarios del oro son partidarios
acérrimos del patrón oro. Según el inversor
Jim Rogers, "el patrón oro nunca ha funcionado realmente
bien a largo plazo, ni el patrón plata, porque los
políticos siempre encuentran una forma de esquivarlo. Lo
devalúan, cambian las reglas o lo que sea. Basta con que
te fijes en Roma". Por lo que su "solución sería no
dictarle a la gente lo que debe usar como dinero. Una vez les das
a los políticos el derecho a monopolizar el dinero, pueden
hacer lo que les plazca".
– ¿Estamos preparados para una economía
mundial multipolar? (Project Syndicate –
2/6/11)
(Por Justin Yifu Lin and Mansoor Dailami) Lectura
recomendada
Washington, DC.- En un momento en que la economía
global se ve afectada por una crisis de confianza, desequilibrios
estructurales y perspectivas de crecimiento apagado, mirar diez
años para adelante para predecir el curso del desarrollo
exige un trabajo cuidadoso y algo más que sagacidad. Lo
que se necesita es una estrategia multifacética que
combine un sentido de la historia con un análisis
meticuloso de las fuerzas actuales, como el cambio en el
equilibrio del crecimiento global hacia el mundo
emergente.
Un pronóstico de esta naturaleza también
exige entender cómo las economías avanzadas aceptan
ese cambio, y cómo el sistema monetario internacional se
ajustará en consecuencia. Tras haber estudiado estos
factores, creemos que la economía mundial está al
borde de un cambio transformador -la transición hacia un
orden económico mundial multipolar.
A lo largo de la historia, se trazaron y se volvieron a
trazar paradigmas de poder económico de acuerdo con el
ascenso y la caída de aquellos países mejor
equipados para impulsar el crecimiento global y ofrecer
estímulo a la economía global. La multipolaridad
-vale decir, más de dos polos de crecimiento dominantes- a
veces fue una característica clave de la economía
mundial. Pero en ningún momento en la historia moderna los
países en desarrollo estuvieron a la vanguardia de un
sistema económico multipolar.
Todo está dado para que este
patrón cambie. Para 2025, seis economías emergentes
-Brasil, China, India, Indonesia, Corea del Sur y Rusia– en
conjunto representarán aproximadamente la mitad del
crecimiento global. El sistema monetario internacional
probablemente deje de estar dominado por una moneda única
a lo largo del mismo período. A medida que persigan
oportunidades de crecimiento en el exterior y se vean alentadas
por políticas mejoradas a nivel nacional, las
corporaciones de los mercados emergentes
desempeñarán un papel cada vez más
prominente en los negocios globales y en las inversiones
transfronterizas, mientras que grandes concentraciones de capital
fronteras adentro les permitirán a las economías
emergentes convertirse en actores elementales en los mercados
financieros.
Conforme las economías emergentes
dinámicas evolucionan para ocupar su lugar al timón
de la economía mundial, se necesita repensar la estrategia
convencional frente a la gobernancia económica global. El
enfoque actual descansa en tres premisas: el vínculo entre
el poder económico concentrado y la estabilidad; el eje
Norte-Sur de flujos de capital, y la centralidad del dólar
estadounidense.
Desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial, el orden económico global centrado en Estados
Unidos se construyó en base a un conjunto complementario
de acuerdos económicos y de seguridad tácitos entre
Estados Unidos y sus socios principales, mientras que las
economías emergentes desempeñaban un papel
periférico. A cambio de que Estados Unidos asumiera la
responsabilidad de mantener el sistema, actuara como mercado de
último recurso y aceptara el papel internacional del
dólar, sus socios económicos clave, Europa
occidental y Japón, consintieron en los privilegios
especiales de los que gozaba Estados Unidos -ganancias del
cuño de monedas, autonomía doméstica en
materia de políticas macroeconómicas y flexibilidad
de la balanza de pagos.
En líneas generales, hoy este acuerdo
todavía sigue en pie, aunque hace un tiempo se pudieron
ver indicios de su erosión. Los beneficios que obtuvieron
las economías emergentes a partir de expandir su presencia
en el comercio y las finanzas internacionales son sólo un
ejemplo de ello.
Una economía global cada vez
más multipolar probablemente cambie la manera en que el
mundo lleva a cabo los negocios internacionales. Una cantidad de
firmas de los mercados emergentes dinámicos van camino a
dominar sus sectores industriales a nivel global en los
próximos años -de la misma manera en que lo
hicieron las compañías basadas en las
economías avanzadas en los últimos cincuenta
años-. En el futuro, estas firmas probablemente presionen
para que se implementen reformas económicas a nivel
nacional, y actuarán como una fuerza que impulse una mayor
integración de sus países de origen en el comercio
y las finanzas globales.
De modo que tal vez llegó el momento de avanzar
con el tipo de marco multilateral para regular las inversiones
transfronterizas que tantas veces descarriló desde los
años 1920. A diferencia de las relaciones comerciales y
monetarias internacionales, no existe ningún
régimen multilateral para promover y gobernar la
inversión transfronteriza.
Por ahora, el dólar
estadounidense sigue siendo la moneda internacional más
importante. Pero este dominio se está desvaneciendo, como
quedó demostrado por su uso menguante como moneda de
reserva oficial, así como para facturar bienes y
servicios, denominar reclamos internacionales y anclar tipos de
cambio.
El euro representa el mayor competidor
del dólar, siempre que la eurozona resuelva exitosamente
su actual crisis de deuda soberana a través de rescates y
de reformas institucionales de más largo plazo que
salvaguarden los réditos de un proyecto de mercado
único en vigencia desde hace mucho tiempo. Pero las
monedas de los países en desarrollo sin duda se
volverán más prominentes en el más largo
plazo.
El volumen y dinamismo de la economía de China, y
la rápida globalización de sus corporaciones y
bancos, hacen que el renminbi muy probablemente asuma un papel
internacional más importante. En Horizontes de Desarrollo
Global 2011, el Banco Mundial presenta lo que considera el
escenario monetario global más probable en 2025 -un
acuerdo de múltiples monedas centrado en el dólar,
el euro y el renminbi-. Este escenario está respaldado por
la probabilidad de que Estados Unidos, la eurozona y China
constituyan los tres polos de crecimiento más importantes
de ese momento.
Finalmente, la comunidad financiera internacional debe
asumir su responsabilidad de asegurar que la agenda de desarrollo
siga siendo una prioridad. Los países con influencia
económica global tienen la responsabilidad especial de
aceptar que sus acciones políticas tienen importantes
efectos de derrame en otros países. Por lo tanto,
deberían acoger en particular todas aquellas iniciativas
de política monetaria que hagan hincapié en una
mayor colaboración entre los bancos centrales a fin de
alcanzar una estabilidad financiera y un crecimiento sostenible
en la liquidez global.
A pesar del considerable progreso que hicieron los
países en desarrollo a la hora de integrarse en los
canales comerciales y financieros internacionales, todavía
hay mucho trabajo por hacer para asegurar que compartan el peso
de mantener el sistema global en el que tienen una
participación cada vez mayor. Al mismo tiempo, es esencial
que los principales países desarrollados diseñen
políticas que tomen en cuenta su creciente
interdependencia con los países en desarrollo. Cada vez
más, la gobernancia global dependerá de apalancar
esa interdependencia para fortalecer la cooperación
internacional y fomentar la prosperidad a nivel
mundial.
(Justin Yifu Lin es economista jefe del Banco Mundial.
Mansoor Dailami es uno de los autores principales de Horizontes
de Desarrollo Global, y gerente del Equipo de Tendencias Globales
Emergentes del Grupo de Perspectivas de Desarrollo del Banco
Mundial. Copyright: Project Syndicate, 2011)
– El optimismo excesivo y otros prejuicios
económicos de nuestros líderes (The Wall Street
Journal – 3/8/11)
(Por Henry Kaufman) Lectura recomendada
Necesitamos de manera urgente nuevas
formas de pensar el comportamiento del mercado de parte de
nuestros pensadores económicos y líderes
políticos. Es lamentable que sigua siendo muy
difícil que quienes han dominado el pensamiento
económico y la vida política en las últimas
décadas piensen de formas completamente nuevas.
Mi propia profesión, la
economía, no se ha distinguido en las últimas
décadas. Monetaristas clásicos han perdido su
equilibrio en tanto la definición del dinero se
volvió escurridiza a raíz de la cambiante
estructura de los mercados financieros. Los keynesianos no
alcanzaron sus objetivos ya que las respuestas de política
fiscal quedaron rezagadas ante las necesidades económicas.
El mayor fracaso ha sido la moderación fiscal a tiempo
para prevenir excesos económicos y financieros.
Las expectativas racionales constituyen
otra teoría económica con aceptación en el
mundo académico. Fue descripta recientemente por Roman
Frydman y Michael Goldberg en su libro "Más allá de
los mercados mecánicos" como que parte de una premisa de
que el mundo está "conformado por reglas mecánicas
totalmente especificadas que se supone que capturen la toma de
decisiones individual y los resultados del mercado en todo
momento". Las expectativas racionales alentaron los modelos
matemáticos del comportamiento económico y
financiero, y llevaron a la comunidad académica a
minimizar la importancia de los cambios estructurales en el
comportamiento económico y financiero.
Académicos y economistas del sector privado por
igual están muy influenciados por los sesgos de
comportamiento. En conjunto, tales sesgos desalientan a los
analistas y participantes del mercado a aceptar la probabilidad
de pánicos, crisis y otros contratiempos financieros.
Consideremos, por ejemplo, la muy humana propensión a
minimizar el riesgo y evitar el aislamiento. Es reconfortante
correr con la multitud. Hacerlo reduce la probabilidad de ser el
único equivocado.
Cuando se trata de mirar hacia delante, es inevitable
que miremos al pasado como referencia. Sin embargo, es importante
tener en cuenta que la historia nunca se repite de manera exacta,
sino que más bien rima (como se dice que dijo Mark Twain).
El verdadero reto es identificar lo que es diferente en la
actualidad en relación al pasado. Las ecuaciones
matemáticas basadas en los datos históricos no son
capaces de hacer tales juicios.
Otro importante sesgo cognitivo es que a la
mayoría le resulta muy difícil cambiar de parecer.
Es poco probable que un economista que ha ganado reconocimiento a
través de los años escribiendo y desarrollando una
teoría económica y financiera cambie sus
conclusiones a la luz de la evidencia contraria.
También hay un claro sesgo contra
las predicciones negativas. Hasta donde yo sé,
ningún presidente estadounidense, presidente del Consejo
de Asesores Económicos, secretario del Tesoro de EEUU o
titular de la Reserva Federal ha pronosticado alguna vez una
recesión económica. Además, las grandes
empresas e instituciones financieras evitan hablar de las
dificultades a corto plazo.
La última crisis financiera no fue la
excepción. Pocos meses antes de que la crisis reciente
alcanzara su punto más profundo en 2008, muchos
funcionarios señalaron que los problemas en el mercado
inmobiliario estaban bien contenidos.
Hay muchas razones para este sesgo, en particular el
hecho de que las proyecciones económicas y financieras
negativas traen consecuencias negativas. Tales pronósticos
pueden acortar las carreras de líderes políticos,
interferir con las aspiraciones de líderes de negocios y
finanzas, y poner en peligro el historial de desempeño de
los administradores financieros. ¡E incluso cuando dan en
el blanco!
Los economistas y analistas de negocios,
en especial aquellos empleados por instituciones que aconsejan a
inversionistas -aquellas involucradas en actividades como
corretaje y banca de inversión- se enfrentan a la
difícil tarea de mantener la objetividad. Sólo la
denominación de asesores de inversionistas sugiere que sus
análisis deberían ayudar a promover una
operación de corretaje o la distribución de nuevos
valores.
Para reducir al mínimo la posibilidad de un
sesgo, los jefes de investigación de instituciones
financieras involucradas en una amplia variedad de actividades
deberían ser miembros de la alta gerencia y no reportar
-como ocurre en la actualidad- a quien está al frente de
una unidad operativa, como transacciones, ventas o banca de
inversión.
A pesar de todos los avanzados modelos
econométricos y otras técnicas nuevas a
disposición de los economistas de hoy, simplemente no
observan el mundo de forma tan confiable y predecible como los
expertos en ciencias físicas, y no pueden ejecutar el
mismo tipo de experiencias controladas. La suya es una ciencia
humana moldeada a menudo por acciones humanas
impredecibles.
Por desgracia, todavía no veo ninguna nueva
conciencia o iluminación en el campo económico y
financiero. En medio de los intentos por dejar atrás las
secuelas de las conmociones recientes, todavía enfrentamos
fuertes vientos en contra. Aún son demasiados los activos
financieros que no aparecen con precios razonables en los libros.
Tanto en EEUU como en Europa, una supervisión
gubernamental efectiva sigue siendo dudosa.
Por un lado, hay economistas que instan
a continuar la fuerte estimulación de la política
fiscal. Se supone que eso aumentará el gasto y la
solicitud de financiamiento por parte del sector privado. Pero
difícilmente eso logre que la deuda de los hogares y el
crecimiento total de la deuda se alineen de forma
sustentable.
Otros economistas impulsan un
endurecimiento de la política monetaria y la
desaceleración de la expansión de la
política fiscal. Eso bien puede poner en riesgo de
estancamiento a una economía ya en estado
anémico.
El problema intratable es una deuda excesiva.
¿Cómo podemos lidiar efectivamente con eso? Las
respuestas de ayer ya no parecen relevantes. Es casi seguro que
los nuevos paradigmas surgirán, no de la mente de los
funcionarios actuales, sino más bien de las filas de los
líderes del mañana.
(Kaufman es presidente de Henry Kaufman & Company
Inc. y autor de "The Road to Financial Reformation: Warnings,
Consequences, Reforms" – 2009)
– La economía de la felicidad (Project Syndicate
– 29/8/11)
(Por Jeffrey D. Sachs) Lectura recomendada
Nueva York.- Vivimos en una época de
vértigo. A pesar de la riqueza total sin precedentes del
mundo, existe una gran inseguridad, un gran malestar y una gran
insatisfacción. En Estados Unidos, una amplia
mayoría de los norteamericanos cree que el país
está "en el camino equivocado". El pesimismo se
disparó. Lo mismo es válido en muchos otros
lugares.
Frente a este contexto, llegó la hora de volver a
considerar los motivos básicos de felicidad en nuestra
vida económica. La búsqueda implacable de un mayor
ingreso está conduciendo a una desigualdad y a una
ansiedad sin precedentes, y no a una mayor felicidad y
satisfacción en la vida. El progreso económico es
importante y puede mejorar marcadamente la calidad de vida, pero
sólo si es un objetivo que se persigue junto con
otros.
En este sentido, el reino de Bután en el Himalaya
viene liderando el camino. Hace cuarenta años, el joven y
flamante cuarto rey de Bután hizo una elección
notable: Bután debía perseguir la "felicidad
nacional bruta" (FNB) en lugar del producto interno bruto. Desde
entonces, el país ha experimentado una estrategia
alternativa y holística para el desarrollo que hace
hincapié no sólo en el crecimiento
económico, sino también en la cultura, la salud
mental, la compasión y la comunidad.
Decenas de expertos recientemente se reunieron en la
capital de Bután, Thimphu, para analizar la experiencia
del país. Fui uno de los anfitriones junto con el primer
ministro de Bután, Jigme Thinley, un líder en
materia de desarrollo sustentable y un gran defensor del concepto
de FNB. Nos reunimos tras una declaración de la Asamblea
General de las Naciones Unidas del mes de julio que instó
a los países a examinar de qué manera las
políticas nacionales pueden promover la felicidad en sus
sociedades.
Todos los que nos reunimos en Thimphu coincidimos en la
importancia de buscar la felicidad en lugar del ingreso nacional.
La cuestión que analizamos es cómo alcanzar la
felicidad en un mundo que se caracteriza por la rápida
urbanización, los medios masivos, el capitalismo global y
la degradación ambiental. ¿De qué manera
nuestra vida económica se puede reordenar para recrear una
sensación de comunidad, confianza y sustentabilidad
ambiental?
He aquí algunas de las
conclusiones iniciales. Primero, no deberíamos denigrar el
valor del progreso económico. Cuando la gente tiene
hambre, carece de las necesidades básicas como agua
potable, atención médica y educación, y no
tiene un empleo digno, sufre. El desarrollo económico que
alivia la pobreza es un paso vital para fomentar la
felicidad.
Segundo, la búsqueda incesante
del PIB sin tener en cuenta otros objetivos tampoco conduce a la
felicidad. En Estados Unidos, el PIB aumentó marcadamente
en los últimos 40 años; no así la felicidad.
Por el contrario, la búsqueda inquebrantable del PIB
llevó a grandes desigualdades en materia de riqueza y
poder, alimentó el crecimiento de una vasta subclase,
sumergió a millones de niños en la pobreza y
causó una seria degradación ambiental.
Tercero, la felicidad se logra a
través de una estrategia equilibrada frente a la vida
tanto de parte de los individuos como de las sociedades. Como
individuos, no somos felices si se nos niegan nuestras
necesidades elementales, pero tampoco somos felices si la
búsqueda de mayores ingresos remplaza nuestra
dedicación a la familia, los amigos, la comunidad, la
compasión y el equilibrio interno. Como sociedad, una cosa
es organizar las políticas económicas para que los
niveles de vida aumenten, y otra muy distinta es subordinar todos
los valores de la sociedad a la búsqueda de
ganancias.
Sin embargo, la política en Estados Unidos cada
vez más permitió que las ganancias corporativas
dominaran todas las demás aspiraciones: imparcialidad,
justicia, confianza, salud física y mental y
sustentabilidad ambiental. Los aportes corporativos a la
campaña cada vez socavan más el proceso
democrático, con la bendición de la Corte Suprema
de Estados Unidos.
Cuarto, el capitalismo global plantea
muchas amenazas directas a la felicidad. Está destruyendo
el medio ambiente natural a través del cambio
climático y otros tipos de contaminación, mientras
que una corriente implacable de propaganda de la industria
petrolera hace que mucha gente desconozca esta situación.
Está debilitando la confianza social y la estabilidad
mental, mientras que la prevalencia de la depresión
clínica aparentemente está en aumento. Los medios
masivos se han convertido en lugares desde donde transmitir los
"mensajes" corporativos, muchos de ellos manifiestamente en
contra de la ciencia, y los norteamericanos padecen un creciente
rango de adicciones de consumo.
Consideremos de qué manera la industria de la
comida rápida utiliza aceites, grasas, azúcar y
otros ingredientes adictivos para crear una dependencia poco
saludable de alimentos que contribuyen a la obesidad. Un tercio
de los norteamericanos hoy son obesos. En definitiva, el resto
del mundo seguirá sus pasos a menos que los países
restrinjan las prácticas corporativas peligrosas, entre
ellas la publicidad de alimentos adictivos y poco saludables para
los jóvenes.
El problema no es sólo la comida. La publicidad
masiva contribuye a muchas otras adicciones de consumo que
implican grandes costos para la salud pública, entre ellas
un tiempo excesivo frente al televisor, apuestas, consumo de
drogas, tabaquismo y alcoholismo.
Quinto, para promover la felicidad,
debemos identificar los muchos factores más allá
del PIB que pueden aumentar o reducir el bienestar de la
sociedad. La mayoría de los países invierten para
medir el PIB, pero gastan muy poco para identificar las causas de
la mala salud (como la comida rápida y el tiempo excesivo
frente al televisor), la caída de la confianza social y la
degradación ambiental. Una vez que entendamos estos
factores, podremos actuar.
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