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El dilema del 2012: Recortes o crecimiento (¿y por qué no, las dos cosas?) Parte II (página 5)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

¿Han cambiado las características de los
individuos europeístas y euroescépticos a lo largo
de esta década? Un análisis en detalle de los
determinantes de la desconfianza a nivel individual revela que si
bien muchas características de los individuos (edad, clase
social) siguen estando asociadas de la misma forma que hace diez
años con diferentes opiniones sobre la UE, el efecto de la
ideología del individuo ha cambiado de dirección:
en 2001 los europeos de izquierdas tendían, en media, a
desconfiar menos de la UE que los de derechas. Hoy sucede lo
contrario: ideológicamente, son los europeos de izquierdas
los que más desconfían de la UE.

Si, como apuntan estos datos, la crisis económica
y su gestión ha deteriorado el apoyo a la UE en los
países más duramente afectados por la crisis y
entre los sectores más progresistas de la
población, ¿existen formas de recobrar la confianza
de los europeos en la UE y de dotar de una legitimidad
democrática a los intensificación del proceso de
integración de la que ahora carece?

Es cierto que, dada la heterogeneidad de intereses que
conviven en la UE, la capacidad de adoptar políticas que
agraden a amplios sectores de europeos y que hagan por tanto
recobrar la confianza de éstos en las instituciones
supranacionales es limitada. Sin embargo, los propios datos de
Eurobarómetro muestran que sí existen
políticas demandadas de manera casi unánime por los
europeos: la abrumadora mayoría de los europeos creen que
la Unión Europea debería endurecer las
políticas contra los paraísos fiscales (89%),
regular los salarios en el sector financiero (82%), o establecer
un impuesto a los beneficios de los bancos (84%) o a las
transacciones financieras (el 72%). La UE puede aprovechar el
amplio consenso ciudadano sobre estas cuestiones como una
oportunidad para ganar la confianza ciudadana que ha perdido
durante la crisis. O puede elegir ignorar estas demandas y
agrandar los problemas de desconfianza ciudadana a medida que
estas cuestiones sean cada vez más centrales en la agenda
política de los europeos. Hagan ustedes sus
apuestas.

– Somos el 99,9% (El País – 11/12/11)
Lectura recomendada

(Por Paul Krugman)

"Nosotros somos el 99%" es un gran eslogan. Define
correctamente el problema como una oposición entre la
clase media y la élite (en vez de entre la clase media y
los pobres). Y también va más allá de la
idea consagrada, reiterada pero errónea, de que la
creciente desigualdad se deriva principalmente de que a la gente
culta le va mejor que a la que tiene menos cultura; los que
más han salido ganando en esta nueva Edad de Oro han sido
un puñado de gente muy rica, no licenciados universitarios
en general.

Sin embargo, el eslogan del 99% apunta
en todo caso demasiado bajo. Una gran parte de las ganancias del
1% más rico se concentran en un grupo todavía
más pequeño, el 0,1% más alto (la
milésima parte más rica de la
población).

Y en Estados Unidos, mientras que los demócratas,
en líneas generales, quieren que la súper
élite contribuya al menos en parte a la reducción
del déficit a largo plazo, los republicanos quieren
rebajarle los impuestos y al mismo tiempo recortar la Seguridad
Social y la asistencia médica en nombre de la disciplina
fiscal.

Antes de llegar a esas discrepancias políticas,
veamos unas cuantas cifras.

El último informe de la Oficina Presupuestaria
del Congreso sobre la desigualdad no analizaba detalladamente el
1% más alto, pero un informe anterior, que sólo
llegaba hasta 2005, sí lo hacía. De acuerdo con ese
informe, entre 1979 y 2005 los ingresos después de
impuestos y ajustados a la inflación de los
estadounidenses con una posición media en la
distribución de la renta aumentaron un 21%. El
número equivalente para el 0,1% más rico
aumentó un 400%.

En su mayoría, estas enormes ganancias reflejaban
un aumento drástico en la parte de la renta antes de
impuestos correspondiente a la súper élite. Pero
también ha habido grandes reducciones de impuestos que han
favorecido a los ricos. En concreto, los impuestos sobre las
plusvalías son mucho más bajos que en 1979, y la
milésima parte más rica de los estadounidenses
representan la mitad de todos los ingresos derivados de las
plusvalías.

Teniendo en cuenta estos antecedentes,
¿por qué defienden los republicanos nuevas rebajas
fiscales para los muy ricos al tiempo que advierten sobre los
déficits y exigen recortes drásticos en los
programas de Seguridad Social?

Pues bien, aparte de gritar "¡Guerra de clases!"
siempre que se plantean estas preguntas, la respuesta habitual es
que la súper élite "crea empleo", o sea, que hace
una aportación especial a la economía. Por eso, lo
que necesitan saber es que esto es economía mala. De
hecho, sería economía mala incluso si EEUU tuviera
la economía de mercado perfecta e ideal de las quimeras
conservadoras.

Después de todo, en una economía de
mercado ideal, a cada trabajador se le pagaría exactamente
lo que él o ella aporta a la economía al decidirse
a trabajar, ni más ni menos. Y esto sería
igualmente válido para los trabajadores que ganan 30.000
dólares al año y para los ejecutivos que ingresan
30 millones al año. No habría ninguna razón
para considerar que las aportaciones de los que se embolsan 30
millones de dólares merecen un tratamiento
especial.

Pero, dirán ustedes, los ricos pagan impuestos. Y
en efecto, así es. Y podrían -y deberían,
desde el punto de vista del 99,9%- pagar una parte
considerablemente mayor, en vez de optar a todavía
más exenciones fiscales, a pesar de la supuesta crisis
presupuestaria, por todas las cosas magníficas que se
supone que hacen.

Así y todo, ¿no es verdad que algunos de
los muy ricos se hacen así de ricos creando innovaciones
que son mucho más valiosas para el mundo que la renta que
reciben? Claro que sí, pero si se fijan en quiénes
componen realmente ese 0,1%, es difícil no llegar a la
conclusión de que, en general, a los miembros de la
súper élite se les paga de más, no de menos,
por lo que hacen.

Porque, ¿quiénes son ese
0,1%? Muy pocos de ellos son innovadores a lo Steve Jobs: la
mayoría de ellos son mandamases de empresas y embaucadores
financieros. Según un análisis reciente, el 43% de
la súper élite son ejecutivos de empresas no
financieras; el 18% se dedica a las finanzas, y otro 12% son
abogados o están en el sector inmobiliario. Y estas no
son, por decirlo suavemente, profesiones en las que exista una
clara relación entre los ingresos de alguien y su
aportación a la economía.

La paga de los ejecutivos, que se ha
disparado durante la última generación, la deciden
unas juntas directivas nombradas por esas mismas personas cuyo
sueldo establecen; los consejeros delegados que hacen una mala
labor reciben de todas maneras nóminas espléndidas,
y hasta los ejecutivos fracasados y despedidos a menudo reciben
millones según salen por la puerta.

Mientras tanto, la crisis
económica ha demostrado que gran parte del valor aparente
creado por las finanzas modernas era un espejismo. Como lo
expresaba recientemente el director de estabilidad financiera del
Banco de Inglaterra, la supuestamente alta rentabilidad antes de
la crisis sencillamente reflejaba un aumento del riesgo, un
riesgo que corrían no los propios embaucadores, sino los
inversores ingenuos o los contribuyentes, que acabaron cargando
con el muerto cuando todo salió mal. Y como
señalaba mordazmente, "si la creación de riesgo
fuera una actividad con valor añadido, los que juegan a la
ruleta rusa contribuirían desproporcionadamente al
bienestar mundial".

Entonces, ¿debería el 99,9% odiar al 0,1%?
No, ni mucho menos. Pero debería hacer caso omiso de toda
la propaganda sobre la "creación de empleo" y exigir que
la súper élite pague muchos más
impuestos.

(Paul Krugman es profesor de Economía en
Princeton y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times
Service)

Generación "ni-ni": ni estudia, ni trabaja (el
problema crece en toda Europa por el paro y la falta de
alternativas)

"La crisis está dejando descolgados a
muchísimos jóvenes. En España, 800.000
ciudadanos entre 18 y 24 años ni estudian, ni trabajan.
Representan uno de cada cinco, una de las cuotas más
elevadas de la Unión Europea. En los tres últimos
años han empeorado las cifras de la llamada
generación ni-ni. En 2008 suponían el 13,9% de los
europeos de 18 a 24 años y en 2010 eran ya el 16,5%,
según alerta un reciente estudio del Centro Europeo para
el Desarrollo de la Formación Profesional (Cedefop). Y
todo indica que los datos de 2011 van a ser todavía
peores"…
La crisis eleva al 22% los jóvenes que ni
estudian ni trabajan (El País –
16/12/11)

Hay grandes diferencias entre los distintos
países de la UE. Y España, con un paro juvenil
cercano ya al 50%, está entre los que tienen peores datos:
son el 22,4% (en 2008 eran el 17%, y un año antes, el
13,8%). Con más de 800.000 jóvenes que ni estudian
ni trabajan, unos 280.000 más que en 2007 (si se cruzan
los porcentajes de la Encuesta Europea de Fuerza del Trabajo de
Eurostat con los datos del padrón del INE), España
ocupa el quinto puesto de la Unión en este preocupante
ranking. Por delante están Letonia (22,5%), Irlanda
(24,1%), Italia (24,2%) y Bulgaria (27,8%). Donde menos hay es en
Holanda (5,9%) y Luxemburgo (6,9%). Este último
está en el grupo de los únicos cuatro países
que han logrado reducir sus cifras durante la crisis, junto a
Alemania Malta, de forma levísima,
Bélgica.

"Es difícil hacer generalizaciones para toda
Europa, pero lo que parece estar ocurriendo es que los
jóvenes están siendo víctimas del paro (esto
ha sido peor en países como España), pues son los
más fáciles de despedir; y de los recortes de las
ayudas sociales. En Reino Unido se espera que bajen un 20% en los
próximos tres años, además de lo que ya se
han reducido", señala Neil Lee, economista del instituto
de investigación The Work Foundation, de la Universidad de
Lancaster.

El catedrático Psicología Social de la
Universidad de Valencia José María Peiró
distingue dos grandes grupos de jóvenes bajo la etiqueta
de ni-ni (ni estudian ni trabajan). Primero, los que lo son
porque no les queda más remedio: han fracasado en los
estudios y no encuentran trabajo. Segundo, los de tipo
"sabático", que se toman un tiempo antes de ponerse a
trabajar, al final o en medio de los estudios.
"Lógicamente, estos tienen salario de reserva,
quizás por la familia", añade.

Precisamente el apoyo familiar -más en los
países del sur de Europa-, junto con las ayudas sociales y
el trabajo sumergido -el Ministerio de Economía
estimó a principios de 2011 que la economía
sumergida en el 20% del PIB español-, amortiguan el
impacto social de una cifra como ese 22,4% de ni-nis.

Aventurar cuántos jóvenes pertenecen a
cada situación es realmente complicado, pues la encuesta
europea simplemente señala a los jóvenes parados o
inactivos que no han estudiado, ni siquiera un cursillo de
inglés o de informática, en el último mes. Y
en realidad las variantes son infinitas: el que encuentra trabajo
pero lo rechaza por las malas condiciones del empleo o porque
tiene que desplazarse; el que vuelve a estudiar, pero se frustra
y lo deja (en Madrid, se titula sólo el 10% de los
matriculados en escuelas de adultos, según CC OO); el que
decide agotar el paro antes de ponerse otra vez manos a la obra;
el que se desanima tras mucho tiempo buscando
empleo…

Sin embargo, parece claro que el primer grupo que
señala Peiró, el de los que no trabajan porque no
pueden, y ni se les pasa por la cabeza retomar los libros, crece
en medio de la crisis. Sobre todo en un país como
España, que ha mantenido durante toda la década un
porcentaje de abandono escolar temprano cercano al 30%, aunque
ahora haya bajado al 28%. Fue en 2008 cuando en España
empezó a crecer mucho la cifra de ni-nis y se
disparó en 2009, precisamente cuando todos esos
jóvenes escasísimamente formados empezaron a
engrosar masivamente las filas del paro.

Antes de la crisis los jóvenes españoles
ya tenían serias dificultades para acceder a empleos de
calidad

Es decir, que son precisamente los más
vulnerables los que están engordando la
estadística, asume el catedrático de
Economía de la Pompeu Fabra José
García-Montalvo. "Las tasas de paro que han crecido
más rápidamente son las de los jóvenes con
menos formación; a diferencia de otras crisis anteriores,
mucho más rápido que las tasas de desempleo de los
universitarios", señala.

Así, no hay trabajo, y el reenganche en el
sistema educativo se hace complicado, no solo porque a los
jóvenes les pueda costar más o menos tomar la
decisión, sino "la escasa relevancia de los programas de
segunda oportunidad para mejorar la formación de los
alumnos que abandonan", señala el profesor de
Economía de la Universidad de Vigo Alberto
Vaquero.

Anexo V:

– Miniempleos en la calle Karl Marx (El País –
18/12/11)

Siete millones de alemanes tienen
trabajo precario con sueldo inferior a 400 euros

(Por Juan Gómez)

La de Carlos Marx es la calle principal de
Neukölln, un gran barrio popular al sur de Berlín.
Aunque hace unos años que la zona está de moda
entre estudiantes y jóvenes emprendedores que encarecen
los alquileres y van expulsando a los locales, a mediodía
presenta su cara de siempre: una calle bulliciosa de lenguas
foráneas (sobre todo turco) en la que casi todas las
tiendas presentan "liquidaciones especiales" que nunca se agotan.
Antes de comer ya hay borrachos pasando frío por los
soportales. Señoras con hiyab echan un vistazo de paso a
las papeleras, por si contienen algo rescatable. El Berlín
de la precariedad y del 14% de paro, olvidado en las guías
y los panegíricos mediáticos sobre la capital de
Alemania, es un buen sitio para abrir un centro público de
empleo. Parados como Usta Ömer, de 39 años, buscan
trabajo anónimamente, sin la presión de los
funcionarios de la agencia estatal de empleo.

Ömer hojea el taco de ofertas de miniempleos que
cuelga de la pared en el JobPoint de Karl Marx Strasse. Lleva en
paro cuatro años, en los que solo ha podido trabajar en
una panadería y cumpliendo pequeñas tareas en
minijobs diversos. Es un caso común en Alemania, donde
más de siete millones de personas trabajan sujetos a este
tipo de contrato. Su explosión llegó en 2003, junto
a los demás recortes de la Agenda 2010 diseñada por
el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD).
El presidente electo Mariano Rajoy ha sugerido que lo
implantará en España por recomendación del
Banco Central Europeo.

Son contratos basura con un pago
máximo de 400 euros mensuales, que el empleado
cobrará neto. El empresario paga un 2% al fisco, un 15% al
plan de pensiones y un 13% a la Seguridad Social: 120 euros en
caso de que la paga ascienda a 400 euros. La media salarial de
miniempleados ronda en toda Alemania los 230 euros. Al empleado
no le descuentan impuestos ni la cotización a la Seguridad
Social. La razón es bien simple: las contribuciones a la
Seguridad Social no dan derecho a que el empleado se beneficie
del servicio de salud ni goce de un plan público de
pensiones. En suma, un minijob deja casi completamente
desamparado al empleado, que tendrá que asegurarse por
otras vías.

En Alemania es imposible sobrevivir así, de modo
que muchos combinan este tipo de actividad con otro trabajo. La
mayoría se asegura con el cónyuge o suma su
minisueldo a las ayudas sociales conocidas como Hartz IV. En
Alemania, 1,3 millones de trabajadores ganan tan poco en sus
empleos que requieren ayudas sociales para mantenerse. El Estado
patrocina así indirectamente a las empresas, que ahorran
gastos sociales y pagan sueldos por debajo del umbral de la
pobreza. Es fácil imaginar las consecuencias que la
generalización de este tipo de contratos tendría en
un país como España, que carece de un sistema de
subsidios sociales comparable al alemán.

El empresario o particular alemán
que ofrezca minijobs tiene la obligación de atenerse al
máximo de horas fijado por el contrato. No puede pagar
más de 400 euros al empleado, porque entonces
saltaría el marco salarial y tendría que ofrecerle
un contrato corriente. Así que, si el contrato de minijob
estipula una retribución de cinco euros por hora, el
empleado podrá trabajar 80 horas al mes. Ni un minuto
más.

Esta regla hace reír a Martina, que salía
esta semana de buscar trabajo en la gran oficina de empleo en la
avenida de Sonnenallee: "En las cocinas de los restaurantes se
trabaja por jornadas completas, 40 horas semanales; te pagan los
400 euros, y el resto, en negro". Mirando de reojo al edificio
oficial, la alemana de 27 años prefiere no dar su
apellido. Aunque no llega a la abierta hostilidad de la Agencia
de Inmigración al norte de Berlín, la gris oficina
de empleo en la Sonnenallee sugiere al visitante la noción
de haber hecho algo malo.

En el sindicato de hostelería
NGG, Karin Vladimirov calcula en "más de un 50%" la tasa
de empresarios en su sector que aprovechan el minijob y pagan en
negro las horas extras". "El propio sistema lo facilita". La
hostelería es uno de los ramos más afectados por la
introducción del modelo: 810.000 personas trabajan en
dichas condiciones, de los cuales un tercio tienen otra
ocupación principal, por ejemplo como estudiantes. Los
otros dos tercios no hacen nada más. Vladimirov estima,
"sin asomo de duda", que el miniempleo ha socavado los contratos
tradicionales en el sector e "impulsado la precariedad". Sobre
todo entre las mujeres.

La patronal y los dos grandes partidos
alemanes defienden el minijob como "una puerta de entrada al
mundo laboral". El Gobierno se plantea incluso elevar el techo
hasta los 450 euros.

Alemania tiene 2,7 millones de parados, el 6,4% de la
población activa. El economista del Instituto de
Investigación Económica DIW Markus Grabka descarta
que las buenas cifras de paro tengan algo que ver con el auge de
estos empleos a partir de 2003. La tasa de paro se ha reducido
sustancialmente en los últimos años gracias, por un
lado, a la expansión económica, y por otro, al
aumento de los trabajos a tiempo parcial, también
precarios. Además, el Gobierno ha excluido del recuento a
los parados que participan en cursos de formación
subvencionados.

Para Grabka, "los minijobs erosionan los derechos
básicos de los trabajadores" sin contrapartidas
públicas. La factura la paga el "contribuyente y los
empleados" a costa de que "siga aumentando la horquilla social
entre ricos y pobres". El economista del DIW, que es uno de los
cinco grandes institutos económicos alemanes, no
había oído aún que los minijobs
podrían convertirse en el último grito de las
exportaciones alemanas: "Oh, vaya… ¡no lo dirá en
serio!".

La desigualdad aumenta la desconfianza en las
instituciones (movilidad osificada)

La brecha empírica entre el nivel de ingresos de
los ricos y los pobres se ha venido incrementando en las
últimas décadas tanto en el panorama internacional
como nacional. Si bien es cierto que la esperanza de vida y la
capacidad de consumo de los más pobres han ido mejorando
en términos absolutos, la desigualdad económica
relativa no ha hecho más que crecer durante el
último ciclo expansivo.

Especialmente ahora, tras años de crisis
económica por la que los trabajadores de
cualificación más baja -y más expuestos a
los vaivenes del mercado- han sufrido en sus propias carnes los
efectos materiales y psicológicos de la crisis, la
desconfianza en las instituciones de la sociedad de mercado se ha
extendido y acentuado. Pero, al margen de la coyuntura presente,
una notable cantidad de estudios sociales elaborados por
instituciones de prestigio concluyen que el deterioro de la
confianza es un destacado fenómeno social en las
últimas décadas.

En diciembre de 2011, Charles Green (consejero delegado
de la consultora Trusted Advisor Associates, y autor de varios
libros sobre la confianza en el mundo empresarial) ha escrito en
Forbes un artículo titulado "¿Pueden coexistir la
desigualdad de rentas y la confianza en las empresas?". El autor
expone los alarmantes niveles de pobreza de su aparentemente rica
y desarrollada sociedad, y afirma que el principal problema no es
tanto la pobreza absoluta de su país (un pobre
estadounidense o canadiense no es un pobre zambiano o haitiano),
como que la desigualdad económica en los EE.UU. cada vez
está más asociada con un proceso de
estratificación social en el que la movilidad individual
entre los diferentes estratos se está
"osificando".

Es decir, que el entramado institucional que sostiene a
muchas de las sociedades y economías occidentales en
nuestros días (con sus reglas formales e informales,
principios, valores y creencias) ha dejado de ser
meritocrático, y las virtudes de la sociedad mercantil,
como el espíritu de superación, el esfuerzo, la
dedicación y la sana rivalidad pro-social, que son algunas
de las motivaciones libertarias que alimentaron el sueño
americano, han dejado de ser un modelo a imitar en amplios
sectores de la sociedad.

Este cambio conduce según Green a la
desconfianza, tanto en las personas como en el sistema y sus
organizaciones: "Si tú eres un pobre, y cuentas con
escasas perspectivas de mejorar tu condición en la vida,
no es probable que seas una persona confiada. Más bien es
probable que seas resentido, hostil, suspicaz, escéptico,
y no muy inclinado al acatamiento de las leyes".

Pero, ¿qué es la desconfianza, y por
qué la confianza fortalece la economía?

A finales del año 2011, la palabra desconfianza y
sus emociones asociadas flotan en el ambiente productivo,
financiero, directivo y político. Una expresión
bastante abstracta del concepto se emplea, en los últimos
años, con el sentido de la desconfianza que revelan "los
mercados". Pero los mercados están integrados por personas
que toman decisiones, y que lo hacen condicionados en este caso
por la emoción del miedo, que es la más relevante
en la desconfianza.

¿Qué se entiende por desconfianza? La
teoría de la decisión explica la desconfianza como
la conciencia de una alta probabilidad de que un interlocutor
incumpla las reglas (formales o informales) o acuerdos (expresos
o tácitos) en una interacción. El descuento de esta
probabilidad obliga a ser al menos precavido siguiendo las
indicaciones de la teoría de la elección
racional.

El mundo empresarial, por su parte, ha enfocado la
desconfianza fundamentalmente como una cuestión de
marketing y de calidad: las empresas que no invierten
suficientemente en prestigio de marca y en gestión de
calidad son evaluadas por los consumidores, y por la sociedad en
general, como organizaciones menos fiables.

Pero estas dos visiones (la teórica y la
empírico-empresarial) se alejan de lo que la gente
común entiende por desconfianza en la vida cotidiana. La
gente generalmente desconfía de quien duda que tenga
buenas intenciones y de quien sabe que en el pasado se ha
comportado de manera desleal. La gente desconfía cuando
cree que puede ser engañada, cuando cree que su
interlocutor puede traicionar sus expectativas aunque tal
interlocutor disfrute de un "prestigio de marca" cara a la
sociedad. También se desconfía de los desconfiados,
y de ahí el carácter expansivo de la
desconfianza.

Además, la gente desconfía cuando
presiente que no puede expresar con libertad sus demandas,
críticas o aportaciones, porque cree que puede recibir una
represalia por hacerlo ante la que no tiene capacidad de
defenderse.

Las empresas y las economías requieren confianza,
y si bien es cierto que existen fuerzas inherentes en la sociedad
de mercado tanto para aumentar como para disminuir las emociones
impulsoras de la confianza, las empresas y las economías
más prósperas son aquellas en las que la gente
más coopera para mejorar su condición personal y
social.

Sin embargo, para cooperar mucho y con muchos es
importante que el sujeto confíe en los extraños, en
las empresas y en los interlocutores del mercado. Cuanto
más se confía más se tiende a cooperar, y
cuanto más se coopera, más confiados venimos a ser.
La confianza, como la desconfianza, se realimentan a sí
mismas.

Los esfuerzos inútiles conducen a la tristeza, y
ésta a la desconfianza

La emoción del descontento es una variante de la
tristeza y conduce a la frustración, ésta a la
desesperanza, y de ahí, bien a la pérdida de la
autoestima o la ira anti-social. Tanto el deprimido como el
agresivo padecen trastornos psicológicos de desconfianza.
Otra variante más astuta y calculadora del descontento
consiste en la adaptación al medio a través del
cinismo desconfiado o la astucia oportunista. Estos cuatro
arquetipos patológicos (depresión, agresividad,
hipocresía y ventajismo) están crecientemente
extendidos en las sociedades modernas, y se caracterizan por un
descontento crónico que induce a posturas fatalistas y a
desconfiar obsesivamente.

Por otra parte el fatalismo y la desconfianza
crónica, características de la desigualdad asumida
como algo irremediable, activan igualmente dos emociones
anti-sociales que vuelven a realimentar la desconfianza, y que
son la envidia y el odio. Adam Smith lo expresó con
acierto en "La riqueza de las naciones" refiriéndose a las
emociones que generan las desigualdades económicas: "La
opulencia de los ricos excita la indignación de los
pobres, quienes, forzados por la necesidad y alentados por la
envidia, tienden a invadir sus posesiones… En todo momento (al
rico) le asedian enemigos desconocidos, a quienes jamás
provocó, pero a quienes no puede aplacar".

El esfuerzo sin resultados, o sea, la osificación
social, puede deberse a que existen fuertes barreras a la mejora
de la mayoría creadas por grupos de casta y privilegio;
circuitos cerrados de acceso a la información y a las
oportunidades; opacidad, amiguismo, corrupción y
nepotismo.

Ante esto mucha gente tiende a alinearse emocionalmente
con uno de los cuatro arquetipos de la desconfianza, y la
desconfianza creciente refuerza el papel compensador del Estado,
que intenta promover la confianza de manera artificial a fin de
evitar la ruptura del orden social.

Sin embargo, ¿qué garantía existe
de que los grupos que controlan el aparato del Estado no formen
también parte del juego de la desigualdad y la
desconfianza? No se pierda de vista que la política y los
poderes públicos están siendo objeto de una
creciente desconfianza, a la par que las empresas y el sistema
financiero.

Mecanismos de huida o de negociación

El círculo vicioso de la desigualdad osificada y
su consecuente desconfianza obsesiva puede ser cortocircuitado
diseñando instituciones que propicien el que fluya gran
cantidad de información fiable, para liberalizar el acceso
a la información y la igualdad de oportunidades. Cuando la
gente dispone de buena (y barata) información puede
diseñar mejor sus estrategias vitales, y ello facilita que
las personas puedan decidir salir del bucle osificado, o bien
plantear demandas y negociar un cambio de
situación.

Obviamente se trata de que las personas puedan elegir
qué es lo que más les conviene en la gestión
de su vida, y que sean capaces de escapar o proponer una
negociación ante una tesitura que consideran injusta. El
gran problema de la desconfianza es que la gente se vea abocada a
desconfiar y seguir desconfiando dentro de relaciones,
políticas o económicas, en las que el incentivo
más prudente consiste en permanecer en la trampa de la
no-cooperación.

Albert O. Hirschman publicó un volumen en 1970
titulado "Exit, voice, and loyalty", donde plantea que el
descontento con las organizaciones puede enquistarse y destruir
la lealtad necesaria para la supervivencia de las mismas. Muchas
organizaciones-trampa, e incluso sociedades enteras, están
habitadas por "zombis emocionales" que desconfían
obsesivamente y padecen (con frecuencia sin saberlo)
depresión, agresividad, hipocresía o ventajismo.
Hirschman enfatizó la importancia de establecer mecanismos
de salida (exit) o de expresión negociadora
(voice) para que la gente que aún no es un zombi
emocional pueda reconducir su situación, y así que
se pueda evitar la degradación de las empresas y de las
sociedades por causa de la deslealtad (actitud prima hermana de
la desconfianza)

– Sección IV –

Carta a los dalits, paganos o
"paganinis" de la crisis (desde la Europa de los
náufragos): la deuda y la vida

IV – ¿Coyuntural o
estructural? (manifiesto de un economista
"defraudado")

De la "macro"…

(Marzo 2011) Entre 1950 y 1990, la época de la
antigua forma de luchar contra la inflación en las
contracciones por parte de la Reserva Federal de los Estados
Unidos, la tasa de desempleo en los Estados Unidos posterior a la
recesión se reducía en un 32,4 por ciento por
término medio durante un año respecto de su valor
inicial hacia su tasa natural. Si la tasa de desempleo de los
EEUU hubiera comenzado a seguir esa vía después de
llegar a su punto máximo en la segunda mitad de 2009,
ahora ascendería a 8,3 por ciento, en lugar de a 8,9 por
ciento.

(Abril 2011) Estados Unidos reabre el debate sobre si el
fenómeno de la globalización -en términos de
deslocalización- beneficia o no a la economía del
país, concretamente por la debacle que conlleva en materia
de empleo. Los datos del Departamento de Comercio pertenecientes
a la primera década del siglo XXI muestran que las
multinacionales estadounidenses -que dan trabajo al 50% de la
población ocupada del país- redujeron en 2,9
millones los puestos laborales en territorio nacional,
 mientras emplearon a 2,4 millones de personas
más en el extranjero.

(Junio 2011) Hace más de tres décadas, el
comercio y la tecnología empezaron a abrir una brecha
entre las ganancias del nivel más alto y las demás.
La paga de los titulados por prestigiosas universidades ha
remontado el vuelo. Pero la paga y prestaciones de la
mayoría de los trabajadores se han mantenido o bajado. Y
la consiguiente división también ha hecho que las
familias estadounidenses de clase media se sientan menos
seguras.

(Junio 2011) Los datos de los EEUU, el Reino Unido, la
periferia de la eurozona, Japón e incluso las
economías de los mercados emergentes están dando
señales de que parte de la economía mundial -en
especial las economías avanzadas- puede estar
estancándose, si es que no entrando en una recesión
de doble caída. También ha aumentado la
aversión global al riesgo, así como la
opción de seguir "extendiendo y fingiendo" o "demorando y
rezando" sobre Grecia se está volviendo cada vez menos
deseable, y es cada vez más probable el fantasma de una
salida desordenada.

(Junio 2011) Japón podría enfrentarse a
una tercera "década perdida" de débil crecimiento
económico que lo obligará a luchar por reducir la
peor carga de deuda entre los países desarrollados,
según advirtió el lunes la agencia de
calificación Moody's.

(Julio 2011) La economía global se encuentra en
medio de su segundo "pánico" del crecimiento en menos de
dos años. Tendremos que acostumbrarnos a ellos. En un
mundo post-crisis, son claras señales de una
recuperación fallida.

(Julio 2011) Según una amplia gama de indicadores
-el crecimiento del empleo, los niveles de desempleo, el
crédito bancario, la producción económica,
el crecimiento del ingreso, los precios de las viviendas y las
expectativas de los hogares de bienestar financiero- la
recuperación de la economía estadounidense desde el
final de la recesión, en junio de 2009, ha sido la peor, o
una de las peores, desde que el gobierno comenzó a seguir
estas tendencias tras el final de la Segunda Guerra
Mundial.

(Julio 2011) En la recesión más reciente y
en las dos anteriores -1990-91 y 2001- en los EEUU, los
empleadores han sido más rápidos a la hora de
despedir empleados y recortar sus horas de trabajo que en las
recesiones que las habían precedido. Muchos de ellos
también fueron más lentos para volver a contratar.
Como resultado, la "recuperación sin empleo" se ha
convertido en la norma.

(Agosto 2011) Nos enfrentamos a dos problemas que
interactúan: una economía global que está
perdiendo la batalla para restaurar el crecimiento y la ausencia
de respuestas creíbles de política. Demasiados
países parecen centrarse más en los resultados
políticos que en el desempeño económico. Los
mercados simplemente reflejan estas fallas y riesgos.

(Diciembre 2011) Las perspectivas para la
economía mundial en 2012 están claras, pero no son
auspiciosas: recesión en Europa, crecimiento
anémico en el mejor de los casos en Estados Unidos, y una
abrupta desaceleración en China y en la mayoría de
las economías emergentes.

(Diciembre 2011) El aumento de la desigualdad -debido en
parte a la reestructuración corporativa que ha eliminado
empleos- está reduciendo más aún la demanda
agregada, porque los hogares, los más pobres y quienes
perciben ingresos laborales tienen una mayor propensión
marginal a gastar que las empresas, los hogares más ricos
y quienes perciben rentas de capital. Por otra parte, a medida
que la desigualdad impulsa protestas en todo el mundo, la
inestabilidad social y política podría representar
un riesgo adicional para el desempeño
económico.

… a la "micro"

(Octubre 2009) Un estudio de la Cruz Roja muestra que un
número cada vez mayor de personas en Europa está
buscando ayuda debido a la crisis económica
global.

(Enero 2011) El gobernador del Banco de Inglaterra,
Mervyn King, se dirigió a las familias británicas y
no escondió la dura situación a la que éstas
enfrentan, sino todo lo contrario. Advirtió que en 2011
las familias continuarán viendo recortada su renta
disponible, "un precio inevitable que hay que pagar" por la
crisis financiera. Con la inflación en tasas
preocupantemente altas, el poder adquisitivo de los
británicos acabará en 2011 en niveles de 2005, un
estancamiento tal que hay que irse 80 años atrás en
el país anglosajón para ver algo similar,
añadió.

(Febrero de 2011) El director gerente del Fondo
Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss Kahn, ha
alertado el 1 de febrero que el mundo se enfrenta a "la
perspectiva de una generación perdida de gente joven,
destinada a sufrir durante toda su vida lo peor del desempleo y
sus condiciones sociales".

(Febrero 2011) Estados Unidos en los años 70,
tenían 20 millones de empleos manufactureros, con una
población total de unos 220 millones. A principios del
año 2011, sólo se mantienen 12 millones de empleos
en las fábricas norteamericanas, pero con una
población total de 320 millones de habitantes. En los
años 70, Estados Unidos controlaba el 28% de la
fabricación mundial de bienes y China sólo el 4%.
En enero de 2011 Estados Unidos produce el 20% mundial y China el
19%.

(Febrero 2011) Desde que asumió el cargo el
presidente Obama, en enero de 2.009, el número de
estadounidenses que necesitan cupones de comidas se ha disparado
desde los 32 millones hasta los 43 millones. La tasa de desempleo
ha pasado desde el 7% hasta el 9%. Esa es la realidad de la
situación.

(Febrero 2011) A lo largo de la crisis, algunos
analistas han preferido utilizar en lugar de la tasa oficial de
paro en EEUU, una tasa alternativa más amplia que
también proporciona el Bureau of Labor Statistics
(conocida como U-6). Se trata del indicador que, además de
los desempleados, tiene en cuenta a todas aquellas personas que
están disponibles para trabajar pero no buscan activamente
empleo, y a quienes trabajan a tiempo parcial por razones
económicas (como el recorte de horas por la
reducción en la producción debida a la crisis).
Aplicando esa metodología, el desempleo alcanzó el
máximo en octubre de 2009, llegando al 17,4%, y tras bajar
y volver a subir, en enero (2011) se sitúa en el 16,1%, el
nivel más bajo desde abril 2009. En este caso,
también ha caído respecto a diciembre 2010, en el
que se situó en el 16,7%.

(Febrero 2011) Para el 90% de los estadounidenses, los
ingresos se han mantenido prácticamente invariables
durante los últimos diez años. Sin embargo, el 10%
restante ha visto crecer su patrimonio a un ritmo creciente. De
acuerdo con los datos recogidos por CNNMoney.com, desde la
década de los 70 el incremento ha sido constante y las
diferencias, cada vez más evidentes. Si en 1950 el 90% de
la población controlaba el 68% de la economía, en
2009 un exiguo 10% de los estadounidenses tenían en sus
manos casi la mitad de la riqueza del país.

(Mayo 2011) La destrucción de empleo, el repunte
del precio de los productos básicos, el encarecimiento de
la gasolina y, por su fuera poco, los ajustes impulsados por el
gobierno para reconducir sus cuentas públicas que, en
última instancia, inciden sobre todos los ciudadanos. Toda
una suma de factores que reducen cada vez más la riqueza
de los hogares y, como muchos coinciden, hacen plantearse si la
clase media estadounidense está en peligro de
extinción.

(Mayo 2011) Sólo el 24,9% de los norteamericanos
podrían conseguir 2.000 dólares en 30 días,
según un estudio publicado por el National Bureau of
Economic Research. Annamaria Lusardi de la George Washington
School of Business, Daniel J. Schneider de Princeton University y
Peter Tufano de la Harvard Business School preguntaron:
"¿Cuánto confía usted en que podría
conseguir 2.000 dólares si surgiese una necesidad
inesperada durante el mes que viene?" Un 24,9% afirmó
estar seguro de que podría, un 25,1% dijo que
probablemente podría, un 22,2% dijo que probablemente no y
un 27,9% que seguro que no.

(Mayo 2011) ¿Estamos condenados a una
recuperación sin empleo? ¿Es el futuro uno en el
que los trabajos son tan escasos que muchos trabajadores
tendrán que aceptar una miseria para encontrar un empleo,
y volverse cada vez más dependientes de las transferencias
sociales a medida que los salarios del mercado caen por debajo
del nivel de subsistencia? ¿O deberían las
sociedades occidentales esperar una nueva ronda de magia
tecnológica, como la revolución de Internet, que
produzca una nueva ola de creación de empleo y
prosperidad?

(Junio 2011) España cuenta con una tasa de
población en riesgo de pobreza del 19,5%, por encima de la
media de la UE-27, que se sitúa en el 16,3%
(población en riesgo de pobreza se define a aquellas
personas que, incluyendo las transferencias sociales, se
sitúan por debajo del umbral de pobreza). Entre los
países de la UE la mayor proporción de
población en riesgo de pobreza corresponde a Letonia, con
un 25,7%, figurando a escasa distancia Rumanía (22,4%) y
Bulgaria (21,8%). Lituania supera levemente el 20%, mientras que
Estonia y Grecia comparten un 19,7%. España figura en el
séptimo lugar de la UE-27 con una tasa de población
en riesgo de pobreza del 19,5%, si bien alcanza un 25,2% en la
población mayor de 65 años. Mientras, Italia
(18,4%), Portugal, el Reino Unido y Polonia (los tres con cifras
por encima del 17%) también superan la media europea. La
mayoría de países de la UE (16 en total) logran
situar el porcentaje de población en riesgo de pobreza por
debajo del promedio. Alemania, Malta, Irlanda y Luxemburgo
cuentan con cifras en torno al 15%, mientras que Suecia,
Dinamarca y Francia ya bajan al entorno del 13%. Austria (12%),
Eslovenia (11,3%), Países Bajos (11,1%), Eslovaquia (11%)
y sobre todo la República Checa, con tan sólo un
8,6%, figuran entre los países con menor riesgo de pobreza
entre su población.

(Septiembre 2011) La tasa de pobreza en Estados Unidos
aumentó en 2010 por cuarto año consecutivo hasta el
15,1%, lo que representa 46,2 millones de personas que viven con
menos de 1.000 dólares al mes, según los datos
divulgados hoy por la Oficina del Censo.

(Septiembre 2011) La desaceleración
económica mundial podría generar un fuerte
incremento del desempleo en el año 2012 en el conjunto de
los países del G20, según un informe conjunto de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la
OCDE.

(Octubre 2011) Según un estudio realizado por el
Instituto de Estudios Fiscales (IFS, siglas en inglés),
una organización de investigación financiera
independiente, los ingresos medios de la población
británica bajarán un 7% hacia finales de la
presente década. Como consecuencia, 3,1 millones de
niños, un 23,1%, vivirán en la pobreza absoluta en
2020, frente a los 2,8 millones, un 21,1%, contabilizados en la
actualidad.

(Noviembre 2011) La crisis financiera mundial ha hecho
mucha mella en el empleo. La factura en puestos de trabajo ha
sido alta en casi todo el mundo. Cicatrizar esta herida
costará mucho tiempo. La Organización Internacional
del Trabajo (OIT) calcula que harán falta cinco
años, hasta 2016. Según los cálculos de la
agencia dependiente de la ONU, recuperar los niveles de empleo
previos al estallido financiero precisa 80 millones de empleos.
Sin embargo, "la reciente desaceleración económica"
hace que esto no sea posible a corto plazo, por lo que retrasa un
año su pronóstico inicial de
recuperación.

(Diciembre 2011) Uno de los legados de la última
gran bonanza económica vivida entre las grandes potencias
y los países emergentes es una brecha mayor entre ricos y
pobres. La desigualdad ha aumentado al nivel más alto de
los últimos 30 años en los países de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), debido sobre todo a la creciente
diferencia entre los salarios, que suponen el 75% de los ingresos
de un hogar. Lo ha hecho precisamente en esos años de
crecimiento, según el informe hecho público ayer
por la OCDE con datos de 2008, previos a la Gran
Recesión.

(Diciembre 2011) El último informe de la Oficina
Presupuestaria del Congreso sobre la desigualdad no analizaba
detalladamente el 1% más alto, pero un informe anterior,
que sólo llegaba hasta 2005, sí lo hacía. De
acuerdo con ese informe, entre 1979 y 2005 los ingresos
después de impuestos y ajustados a la inflación de
los estadounidenses con una posición media en la
distribución de la renta aumentaron un 21%. El
número equivalente para el 0,1% más rico
aumentó un 400%.

(Diciembre 2011) La crisis está dejando
descolgados a muchísimos jóvenes. En España,
800.000 ciudadanos entre 18 y 24 años ni estudian, ni
trabajan. Representan uno de cada cinco, una de las cuotas
más elevadas de la Unión Europea. En los tres
últimos años han empeorado las cifras de la llamada
generación ni-ni. En 2008 suponían el 13,9% de los
europeos de 18 a 24 años y en 2010 eran ya el 16,5%,
según alerta un reciente estudio del Centro Europeo para
el Desarrollo de la Formación Profesional (Cedefop). Y
todo indica que los datos de 2011 van a ser todavía
peores.

Asalto a la ilusión

Cuando era pequeño, mi padre, hijo de inmigrantes
(que sabía muy bien lo que era la pobreza), me
decía: si tú estudias y terminas la escuela
primaria, nunca tendrás que ser peón de
campo… si terminas el colegio secundario, nunca
tendrás que ser peón de albañil… y si
terminas la universidad… tendrás la vida
asegurada.

Ese "paradigma" fue cierto hasta en la remota, falaz y
fugaz Argentina. Ese país donde alguna vez sus pobladores
se creyeron que eran ingleses que hablaban en francés, y
un día descubrieron que eran italianos que hablaban en
español. Ese país que se creyó elegido por
Dios, para que en sus campos creciera de noche lo que no se
podían comer durante el día. Ese país que
estaba predestinado al éxito y terminó siendo el
mayor ejemplo mundial de fracaso económico.

Así y todo, al menos hasta los años 80,
ese proyecto de vida fue cierto. El ascensor social funcionaba.
Los hijos (en la mayoría de los casos) superaban a sus
padres en "calidad" de trabajo, "nivel" de remuneración y
"progreso" social. En definitiva mi padre tuvo razón y sus
dos hijos universitarios… tuvieron la vida
asegurada.

Después paso lo que pasó en Argentina, y
eso ya es otra historia

Luego de casi 25 años de exilio voluntario en la
"avanzada" Europa, ¿podría hacer a mis hijas (o
nietos) el planteo que mi padre me hizo en la lejana Argentina,
allí por 1950?

¿Pueden hoy los jóvenes, mejor preparados
que sus padres (en un gran porcentaje), esperar un nivel de vida
más alto que el de sus padres? No digamos un mejor nivel
de vida… ¿al menos un trabajo mejor que el de sus
padres? No digamos un trabajo mejor… ¿al menos un
trabajo?

Todas las respuestas son NO. Con un 50% de paro juvenil,
no hay casi ninguna (podría decir, ninguna, sin pecar de
pesimismo) probabilidad de que puedan tener un mejor trabajo que
sus padres. "Década perdida" o ¿generaciones
perdidas?…

Y no estoy hablando de los ni nis (que va de suyo), sino
de graduados universitarios (a veces, con masters e idiomas). Un
50% de paro juvenil universitario, varios años de espera
antes de tener un primer empleo. Becarios eternos, estudiantes
aparcados en guarderías universitarias (el master del
master, el idioma del idioma…). "Talludos" que se ven
obligados a continuar viviendo "con" sus padres o (peor
aún) "de" sus padres.

Han destruido el mercado de trabajo, han roto el
ascensor social, han limitado las posibilidades de constituir
nuevas familias, han cercenado la natalidad…

Han transformado el Primer Mundo en el Tercer Mundo. Lo
que se dice, todo un éxito. Bravo por la
financierización de la economía, por la
globalización, por el librecambio, por la
desregulación, por la privatización, por la
deslocalización, por la competitividad, por la
economía de casino, por la turboeconomía, por la
economía de "manos libres". Bienvenidos al
subdesarrollo.

¿Qué guerra o catástrofe natural
asoló Europa para que su clase media tenga que recurrir a
la Cruz Roja en busca de ayuda?

¿Qué razón hay para admitir la
perspectiva de una generación perdida de gente joven,
destinada a sufrir durante toda su vida lo peor del desempleo y
sus condiciones sociales?

¿Qué siniestro ha ocurrido en los EEUU
donde desde enero de 2009 el número de estadounidenses que
necesitan cupones de comidas se ha disparado desde los 32
millones hasta los 43 millones?

¿Qué acontecimiento trágico ha
ocurrido en el Reino Unido para que el poder adquisitivo de los
británicos acabara en 2011 en niveles de 2005, un
estancamiento tal que hay que irse 80 años atrás en
el país anglosajón para ver algo
similar?

En el "Manifiesto de economistas aterrados", escrito en
2011 en Francia por cuatro economistas galos Philippe
Askenazy, Thomas Coutrot, André
Orléan y Henri Sterdyniak-, lanzado en
España en abril de 2011 y al que se han adherido ya
más de tres mil doscientos colegas (a enero de 2012), se
denuncian las diez falsas evidencias que "se invocan para
justificar las políticas que actualmente se llevan a cabo
en Europa". El análisis de estos economistas, aunque
formulado con aliento socialdemócrata, conecta con una
percepción que tiende a generalizarse. Porque constatan
que, pese a la crisis, "no se han puesto de ninguna manera en
cuestión los fundamentos del poder de las finanzas", por
lo que esta recesión requiere "la refundación del
pensamiento económico".

Para los "aterrados" expertos son falsas las siguientes
evidencias: 1) la de que los mercados financieros sean
eficientes; 2) la de que los mercados financieros favorezcan el
crecimiento económico; 3) la de que los mercados son
buenos jueces de la solvencia de los Estados; 4) la de que el
alza excesiva de la deuda pública es consecuencia de un
exceso de gasto; 5) la de que hay que reducir los gastos para
reducir la deuda pública; 6) la de que la deuda
pública transfiere el precio de nuestros excesos a
nuestros nietos; 7) la de que hay que tranquilizar a los mercados
financieros para poder financiar la deuda pública; 8) la
de que la Unión Europea defiende el modelo social europeo;
9) la de que el euro es un escudo contra la crisis, y 10) la de
que la crisis griega ha permitido por fin avanzar hacia un
gobierno económico y una verdadera solidaridad
europea.

Obviamente, no todas "las falsas evidencias" de los
"economista aterrados" son por igual convincentes, pero lo es el
predominio que ellos denuncian: la política neoliberal
como única opción que viene impuesta desde los
mismos centros de decisión en los que se gestó la
crisis. No se trata de un problema ideológico sino
empírico: el ajuste infinito nos lleva a una
recesión de profundidad incalculable.

Manifiesto de un economista "defraudado" (además
de "aterrado"): no se puede justificar lo
injustificable

No es cierto que los pobres sean los culpables de la
crisis (créditos subprime).

No es cierto que las reformas estructurales se deben
limitar al sector trabajo.

No es cierto que para mejorar la competitividad los
trabajadores deban aceptar contratos basura y despido
libre.

No es cierto que para resolver el problema del
déficit público haya que limitar el gasto en
sanidad, educación, pensiones y otros gastos
sociales.

No es cierto que el problema de la deuda en la eurozona
sea más grave que en los Estados Unidos o en el Reino
Unido.

No es cierto que no se puedan restablecer el crecimiento
en el corto plazo y, al mismo tiempo, abordar los problemas de la
deuda en el mediano y largo plazo, como respuesta válida a
la crisis.

No es cierto que los países que manejan su
política monetaria necesiten del mercado para financiar su
deuda.

No es cierto que el poder lo tenga el "mercado". En los
países soberanos el poder lo tiene el Estado a
través de su banco central y Ministerio de Hacienda. Nunca
el "mercado".

No es cierto que (únicamente) con "rigor fiscal"
se sale de la crisis. Es mucho lo que está en juego. Sin
una acción audaz, Europa (me animaría a decir que
EEUU también) podría verse arrastrada a una espiral
bajista de deterioro de la confianza, de estancamiento del
crecimiento y de menor empleo. Y ninguna región
quedaría inmune ante semejante
catástrofe.

Es aritméticamente imposible que todos los
países en la eurozona se escapen simultáneamente de
la crisis de la deuda a base de deflación. ¿Vamos a
morir juntos?

– Sección V – Algo en lo que creer
(¿volver a crecer o morir al borde del
futuro?)

¿Oferta o demanda?

Salarios, inflación y competitividad (un TAC de
la eurozona a marzo del 2011)

Desmontando el gran mito de la productividad (Eurostat –
Marzo 2011)

Con la información disponible podemos observar
que la evolución discrepante de los salarios
nominales y los reales en la última década en
algunos países es de las más preocupantes de
Europa.

Argumentos hay muchos, unos hablan de la convergencia y
sus efectos, otros simplemente señalan excesiva rigidez, e
incluso hacen mención a una alta dependencia
energética que golpea las cuentas cuando el precio de los
insumos se dispara. Según algunos analistas, y esta es una
idea importante, el diferencial vendría dado por pagar
salarios superiores a la productividad
(¿indexación?), lo que paradójicamente nos
llevaría, de ser así, a perder competitividad y a
la vez poder adquisitivo, es decir, un desastre. Dicho argumento
seguramente sería el más destacable. Aún
así podría resultar interesante buscar respuesta a
la siguiente pregunta: ¿hasta qué punto que el BCE
esté siempre centrado de la macroeconomía alemana y
central pueda estar afectando al resto de países de la
eurozona?

Podríamos pensar que si un Banco Central
está a disposición de un país, y hace las
cosas bien, la inflación estará siempre en un rango
mucho más saludable que si se "sufre" una política
monetaria no ajustada a las necesidades, provocando muy
probablemente diferenciales de precios.

Para diferenciar entre "percepción" y realidad
les presento un trabajo muy interesante al respecto. "Monetary
Policy and Housing Bubbles: A Multinational Perspective" de Bill
Seyfried y Rollins College (2009). 

En el análisis se realiza una aproximación
a esta cuestión mediante la conocida Regla de Taylor, que
serviría como referente para conocer qué tipos de
interés debería establecer un Banco Central en la
economía según su macroeconomía. De hecho
hay indicios de que esta regla se siguió en los 90 por los
diversos países que iban a integrarse en la moneda
única (Stefan Gerlach and Gert Schnabel 1999).
El problema fue que, después de acostumbrarse a una
política monetaria ortodoxa pero adaptada, tuvieron que
lidiar con que el BCE realizase una política "para todos"
principalmente centrada en Alemania y Francia, las grandes
economías de la zona, y por tanto dejando de centrarse en
ellos. 

 

Vemos que, mientras para unos el tipo de cambio es
aceptablemente satisfactorio, para otros fue muy
contraproducente. Podríamos pensar no obstante que o bien
los cálculos de la regla de Taylor no son todo lo exactos
que debiesen o que como en la Eurozona las economías
más influyentes son Francia y Alemania es lógico
que en la política monetaria tengan algo más de
peso y por tanto en la compensación de "fuerzas" hayan
tenido más influencia. Eso podría ser cierto, pero
hay evidencias de que, aún a nivel agregado, las medidas
fueron demasiado laxas no existiendo ni la más
mínima compensación. Así se expresa el
propio Taylor en este informe, en el que relaciona a Reserva
Federal y Banco Central Europeo en una política
inapropiada que creó desequilibrios.

  

Solo hay que ver que las diferencias acumuladas respecto
a los tipos marcados por el BCE y la regla de Taylor para los
distintos países. Mientras Alemania, Austria Finlandia o
Bélgica reciben una política adecuada, para todos
los demás fue excesivamente laxa, especialmente para
algunos, dando un agregado poco satisfactorio. El asunto que
queda por aclarar es si este hecho, además de hacer
más intensa la burbuja padecida, no habrá tenido
también un efecto determinante en los diferenciales de
inflación y por tanto en una pérdida de
competitividad. ¿Resultaría perjudicial la
política del BCE?

No comment (XIII): lecturas recomendadas (el que quiera
entender que entienda)

– ¿Demanda u oferta? (Project Syndicate –
7/1/11)

(Por Raghuram Rajan)

Chicago.- La economía es enteramente un asunto de
demanda y oferta. Las dos están equilibradas y, si no,
unas fuerzas potentes las impulsan para que lo estén,
pero, en vista de los altos y persistentes niveles de
desempleo ahora existentes en los Estados Unidos, es necesario
preguntarse por la naturaleza real del problema: ¿es
demasiado baja la demanda agregada o hay problemas con la
oferta?

El gobierno del Presidente Barack Obama parece creer que
se trata de un problema de demanda y ha aprobado una medida de
estímulo tras otra, reduciendo los impuestos y aumentando
las transferencias y el gasto gubernamental para impulsar el
consumo y la inversión. La Reserva Federal tiene una idea
similar, no sólo al mantener unos tipos de interés
mínimos a corto plazo, sino también al lanzarse a
una política arriesgada en relación con los tipos a
largo plazo. Algunos economistas progresistas quieren algo
más incluso.

¿Por qué no han dado resultado hasta ahora
esas políticas para reducir el empleo, pese a que ya
está en marcha la recuperación del crecimiento? El
economista progresista dice que el estímulo ha dado
resultado, al evitar una recesión mucho más
profunda -si no peor-, pero que han sido medidas demasiado
tímidas para producir una recuperación
sólida.

El economista conservador responde que,
precisamente porque el Gobierno se ha tomado tanta libertad con
el dinero de los contribuyentes, las familias, temerosas de los
impuestos futuros, están esforzándose por aumentar
sus ahorros. Además, el Gobierno, cada vez más
activista, ha dejado preocupadas a las empresas por las futuras
medidas tributarias y reglamentadoras, por lo que se muestran
reacias a invertir.

Probablemente la verdad se encuentre a
medio camino de las dos posiciones. El gasto gubernamental -en
particular, en prestaciones por desempleo, ayuda a los estados y
algunos proyectos de obras públicas- probablemente
contribuyera a evitar una contracción mayor, pero los
continuos números rojos preocupan a las familias, que
también están intentando rehacer sus ahorros y
reducir la deuda después de una orgía de gasto. La
incertidumbre en materia de reglamentación infundida a
sectores como, por ejemplo, el de la salud dificulta no
sólo la adopción de decisiones de inversión
a largo plazo, sino también las contrataciones a largo
plazo por parte de las empresas.

No obstante, antes de apresurarnos a juzgar la
política actual, debemos reconocer la tendencia a un
aumento lento de los puestos de trabajo en las más
recientes recuperaciones de los EEUU. Desde 1960 hasta 1991, las
recuperaciones de las recesiones en este país solieron ser
rápidas. Desde el momento más profundo de la
recesión, la economía tardó ocho meses, por
término medio, en recuperar los puestos de trabajo
perdidos. Las recuperaciones de las recesiones de 1991 y 2001
fueron muy diferentes. Por ejemplo, en 2001 la producción
sólo tardó un trimestre en recuperarse, pero la de
los puestos de trabajo tardó 38 meses.

Abundan las explicaciones. Algunos economistas sostienen
que, a diferencia de las recesiones pasadas, en las que los
trabajadores eran despedidos temporalmente por un sector
industrial y volvían a ser contratados cuando se
consolidaba la recuperación, en 1991 las pérdidas
de puestos de trabajo fueron más permanentes. El
aplazamiento por parte de las empresas de decisiones
difíciles relativas al cierre de instalaciones inviables y
despidos de trabajadores hasta la llegada de una recesión
exacerbó la situación. A consecuencia de ello, los
trabajadores desempleados tuvieron que buscar puestos de trabajo
en otros sectores industriales, lo que requirió más
tiempo y formación.

Otros indican que, gracias a la red Internet, a las
empresas les resulta ahora más fácil contratar
rápidamente. Así, pues, en lugar de apresurarse,
como hacían en el pasado, ante la primera señal de
recuperación por miedo a no poder hacerlo más
adelante y perder ventas, hoy día las empresas prefieren
asegurarse de que la recuperación está bien
consolidada antes de contratar. Eso explica también el
actual aumento de las contrataciones temporales.

Sea cual fuere la explicación correcta y como
indica la historia de las recesiones recientes, no debe
extrañarnos que la recuperación del empleo
esté retrasándose. Sin embargo, hay un aspecto del
problema que esta vez es diferente: los despidos en la
construcción, que constituye otra causa más de del
flojo aumento del empleo, además de una enseñanza
positiva para la formulación de
políticas.

En el último auge, los empleos en
el sector de la construcción aumentaron en gran medida,
con un crecimiento del 50 por ciento de la inversión
inmobiliaria, como porcentaje del PIB, de 1997 a 2006. Como han
mostrado mi colega Erik Hurst y sus coautores, los estados que
tuvieron el mayor aumento de la construcción, como
porcentaje del PIB, en el período 2000-2006 solieron ser
los que en el período 2006-2009 tuvieron la mayor
contracción en ese sector. Esos mismos estados solieron
tener también el mayor aumento de la tasas de desempleo
entre 2006 y 2009.

Los desempleados no son sólo
trabajadores de la construcción, sino también de
sectores subsidiarios, como, por ejemplo, agentes inmobiliarios y
bancarios, además de los que trabajan en viviendas, como,
por ejemplo, fontaneros y electricistas. Así, pues, las
pérdidas de puestos de trabajo se extienden mucho
más allá del sector de la
construcción.

Resulta difícil de creer que un
aumento de la demanda agregada vaya a impulsar suficientemente el
mercado inmobiliario -cuyo auge se debió, conviene
recordarlo, a la creencia en una constante apreciación de
los precios que probablemente no abrigarán muchos ahora-
para volver a brindar empleo a esos trabajadores. Hurst calcula
que ese desempleo "estructural" puede representar hasta tres
puntos porcentuales del empleo total. Dicho de otro modo, de no
ser por la construcción, la tasa de desempleo en los
EE.UU. ascendería al 6,5 por ciento, situación
mucho más boyante que la actual.

Las autoridades deben recordar que el auge de la
vivienda fue fomentado por una política monetaria relajada
y encaminada a intensificar el aumento de los puestos de trabajo
cuando los EEUU se recuperaron de la última
recesión. De hecho, en la época en que se
abandonaban los estudios para ocupar puestos de trabajo no
especializado, muy abundantes en el sector de la
construcción, las tasas de graduados de la
enseñanza secundaria en Las Vegas se redujeron en gran
medida. Ahora esos desempleados sin estudios padecen una tasa de
desempleo tres veces mayor que los titulados universitarios, por
lo que les va a resultar muy difícil volver a formar parte
de la fuerza laboral.

La enseñanza que se desprende
para las autoridades está clara: en lugar de intentar
constantemente impulsar el gasto y crear posibles problemas para
el futuro, una forma más sostenible de mejorar el aumento
de los puestos de trabajo es la de facilitar el
"readiestramiento" de los desempleados, en particular los que
habían tenido empleos relacionados con la
construcción. Al final, la oferta de una fuerza laboral
mejor creará una demanda más sólida y
sostenible.

(Raghuram Rajan es profesor de Finanzas en la Escuela
Booth de Administración de Empresas de la Universidad de
Chicago y autor de Fault Lines: How Hidden Fractures Still
Threaten the World Economy ("Líneas de fallas. Las
fracturas ocultas que aún amenazan a la economía
del mundo"). Copyright: Project Syndicate, 2011)

– Un Pacto de Competitividad, ¿por qué
resistirse? (El País – 13/2/11)

(Por Juergen B. Donges)

En su reciente cumbre, el Consejo Europeo de Jefes de
Estado y de Gobierno ha decidido estudiar la propuesta de la
canciller Ángela Merkel, apoyada a grandes rasgos por
Nicolas Sarkozy, de diseñar para la zona euro un Pacto de
Competitividad, dentro del que se aplicarían las
políticas económicas nacionales oportunas para
lograr un potencial de crecimiento y de empleo sostenible en los
países miembros. Otros países de la UE, si lo
desean, podrían adherirse al pacto. Los detalles de un
acuerdo definitivo quedan por concretar, lo que previsiblemente
sucederá en marzo.

En el foco están las reformas estructurales
pendientes. Se refieren, entre otras, al endeudamiento estatal,
la financiación de la Seguridad Social, el sistema
educativo, el modelo de investigación científica y
desarrollo tecnológico, y el funcionamiento del mercado de
trabajo. En estas áreas, las distorsiones que existan
generan costes innecesarios en la economía, además
de reducir la eficiencia en la asignación de los recursos,
con consecuencias negativas para el crecimiento y el empleo.
Ponerle remedio debe ser una prioridad absoluta para todo
gobierno sensato.

Sin embargo, el llamado plan Merkel ha levantado
bastantes reticencias entre los líderes europeos. El grupo
de los países escépticos incluye a Austria,
Bélgica, España, Irlanda y Luxemburgo y, fuera de
la zona euro, a Reino Unido y Polonia. Parece ser que no todos
quieren que sus economías sean competitivas. O que no lo
sean tanto las demás de su entorno. ¡Curiosa
postura! Porque bien mirado, el plan Merkel actualiza una larga
historia de proyectos institucionales, aprobados en diversas
cumbres europeas por unanimidad desde finales de los años
noventa, con el objetivo de convertir el mercado común en
uno de las áreas más competitivas y
dinámicas del mundo. Las previsiones, hasta ahora, no se
han cumplido. Pero no por eso el reto de la competitividad ha
perdido su urgencia en un mundo de actividad económica
globalizada.

En Alemania, las reformas estructurales
emprendidas durante los últimos siete años han
contribuido a la robustez actual de la competitividad
internacional de la economía. En España, las
reformas no han hecho más que empezar, pero si se
profundiza en ellas las perspectivas económicas a medio
plazo podrían mejorar.

Un factor clave de la competitividad
internacional es el coste laboral. Hemos visto que desde la
introducción del euro la evolución de los costes
laborales unitarios se ha ido diferenciando notablemente entre
los países miembros. En el período 1999-2009, estos
costes aumentaron en la economía alemana con una tasa
media del 0,7% al año, en Francia 2%, en España 3%.
Para el conjunto de la zona euro, el incremento anual fue del
1,9%. Como en la unión monetaria ya no existe el tipo de
cambio como mecanismo de ajuste, las divergencias de costes
laborales generan en las balanzas de pagos por cuenta corriente
un superávit en los países con bajos incrementos de
los costes y un déficit en los países en los que
los aumentos han sido comparativamente mayores. No conduce a nada
señalar con el dedo a Alemania, como si fuera el villano
de los desequilibrios. Es mejor analizar las tendencias de los
dos componentes de los costes unitarios laborales -los salarios y
la productividad del factor trabajo- y corregir los desperfectos
encontrados. En España, respecto a Alemania, los salarios
han subido demasiado y la productividad laboral ha acumulado con
los años un importante retraso. La consecuencia es que el
euro para las empresas españolas se ha apreciado en
términos reales, mientras para las empresas alemanas se ha
devaluado.

Para elevar de forma duradera la
productividad, es necesaria una intensa inversión en el
aprendizaje y la formación profesional de la fuerza
laboral. Es inexorable la innovación en procesos de
producción y de prestación de servicios.
Métodos modernos de gestión en las empresas y las
administraciones públicas también repercuten
positivamente en la productividad. Los efectos apetecidos no se
consiguen con rapidez, pero a medio plazo son seguros, como en
diversos países lo demuestra la experiencia.

Para que la evolución de los
salarios sea compatible con la competitividad de la
economía ha de guardarse la vinculación con la
productividad laboral, como bien propugna el plan Merkel. En
economías con un paro laboral elevado, como la
española, la productividad aparente es superior a la real,
lo que reduce el margen disponible para subidas salariales
económicamente sostenibles. La estructura de los salarios
debe reflejar adecuadamente las diferencias de la productividad
entre las regiones y los sectores y entre las cualificaciones
profesionales, como las hay en todas las economías. Un
convenio colectivo a nivel nacional es todo menos favorable a
efectos de competitividad.

En ningún caso es recomendable
que se mantenga una indexación automática de los
salarios respecto a la inflación, ya sea directamente,
como en Bélgica o Luxemburgo, ya sea indirectamente como
en España mediante las cláusulas de salvaguarda,
incluidas en la gran mayoría de los convenios colectivos.
A juzgar por la evidencia empírica disponible, la
indexación salarial debilita la posición
competitiva de las empresas, en vez de reforzarla. Además,
no promueve más empleo, pero sí más paro,
con la consiguiente discriminación de los que buscan
trabajo, incluidos los jóvenes. A la postre, la
indiciación ni siquiera garantiza el poder adquisitivo de
los salarios, porque puede convertir repuntes inflacionarios
transitorios en permanentes y alimentar así un sesgo
inflacionista en la economía. ¿Cui bono?

(Juergen B. Donges es asesor científico del
Instituto de Estudios Económicos de la Universidad de
Colonia. Presidió entre 2000 y 2002 el comité de
sabios que aconseja al Gobierno alemán)

– El autoengaño de la competitividad en Europa
(Project Syndicate – 15/2/11)

(Por Ann Mettler)

Bruselas.- Para los observadores veteranos de la
economía europea, la cumbre más reciente de la
Unión dejó una rara sensación de
déjà vu. Hace poco más de una década,
los líderes europeos anunciaron con grandes fanfarrias la
"Agenda de Lisboa", un plan de políticas para hacer de
Europa "la economía basada en el conocimiento más
competitiva del mundo". El nuevo "Pacto de Competitividad"
propuesto en la cumbre de la UE por Francia y Alemania no
anunció las mismas pretensiones de grandeza global, sino
que se presentó como un paso necesario para asegurar la
supervivencia del euro.

Con la excepción de lo que parece
ser un esfuerzo encubierto para forzar a los países de la
UE a aumentar los impuestos sobre sociedades, el Pacto de
Competitividad no tiene nada ostensiblemente irrazonable.
Aumentar la edad de la jubilación a los 67 años,
abolir la indexación de los sueldos y obligar a los
países a consagrar en sus constituciones nacionales un
mecanismo de freno de la deuda son medidas razonables para
mejorar la competitividad y restablecer la confianza en el
euro.

Lamentablemente, sin embargo, los líderes de los
gobiernos aparentemente no aprendieron ninguna de las lecciones
del fracaso de la Agenda de Lisboa. En efecto, los planes
actuales parecen estar condenados a frustrarse por dos
razones.

En primer lugar, una agenda de política
creíble requiere objetivos específicos con plazos
claros. Pero, a pesar de su actitud de liderazgo en
relación con el Pacto de Competitividad, los franceses ya
se han distanciado del compromiso de elevar la edad de la
jubilación a los 67 años. Según Bloomberg,
un funcionario francés dijo a los periodistas en la cumbre
que eso no sucedería después de que la edad de la
jubilación había pasado de los 60 a los 62
años el año pasado. Dadas las enormes protestas que
generó esa medida, la declaración del funcionario
parece muy creíble.

El resultado probable -al típico estilo europeo,
basado en el consenso- será renunciar a los plazos y los
objetivos específicos a favor de una promesa ambigua y
abierta de realizar más reformas de las pensiones.
Posiblemente se harán excepciones similares en el caso de
otros países que no puedan conciliar algún aspecto
del nuevo pacto con sus circunstancias nacionales.
Bélgica, por ejemplo, insiste en su sistema de
indexación automática de los sueldos.
Después de que cada país haya obtenido su
"cláusula de excepción" y de que las metas del
Pacto de Competitividad se hayan diluido lo suficiente para
garantizar su aprobación, con seguridad no quedará
mucha sustancia.

En segundo lugar, los objetivos no sólo deben ser
específicos sino también vinculantes. Las sanciones
por el incumplimiento deben aplicarse -sin interferencia
política. Una de las lecciones más importantes de
la Agenda de Lisboa es que el llamado Método abierto de
coordinación -un enfoque inofensivo de examen por
homólogos sin repercusiones para quienes no cumplen- es
claramente el enfoque equivocado para poner en marcha reformas a
nivel nacional.

Sin embargo, aun cuando la Comisión Europea
tenía los medios legislativos y el mandato político
para imponer sanciones -por ejemplo, para castigar el no
cumplimiento del Pacto de Estabilidad y Crecimiento- los Estados
miembros lograron evitar el castigo al hacer una "reforma" de los
requisitos. En efecto, Alemania y Francia encabezaron los
esfuerzos para hacer el Pacto más "flexible" cuando ya no
pudieron cumplir el tope del 3% del PIB para el déficit
fiscal.

Este episodio es lo que hace que las actuales maniobras
para marginar a la Comisión Europea de la
aplicación del Pacto de Competitividad resulten
sospechosas. El Pacto, organizado meramente como un programa de
políticas intergubernamentales, no puede funcionar porque
no se puede confiar en que los Estados miembros de la UE
supervisarán su propio desempeño e impondrán
sanciones a sus socios -o a sí mismos.

Un sistema como ese sería el equivalente
político de dejar que los prisioneros vigilen la
cárcel. De hecho, el que en el Pacto de Competitividad no
se mencione siquiera la estrategia Europa 2020, que los
dirigentes de la UE aprobaron hace menos de un año como el
prototipo para el desarrollo económico, refuerza la
impresión de que la toma de decisiones es descoordinada,
ad hoc y totalmente errática, que es más vistosa
que efectiva en la aplicación.

La falta de consenso sobre las características
elementales de un marco económico -ya sea una edad de
jubilación en consonancia con las perspectivas
demográficas de Europa o un compromiso legislativo con la
disciplina presupuestal- hacen que uno se cuestione cómo
pudieron siquiera los países de la eurozona emprender una
unión monetaria. Esa pregunta pertenece al pasado, por
supuesto, pero demostrar públicamente la falta de
convergencia en la eurozona debilitará más la
confianza en la moneda común -y en el momento más
inoportuno.

Justo cuando los mercados financieros
parecen haberse tranquilizado, los dirigentes europeos aumentaron
otra vez las expectativas de un cambio de política
importante -solo para presenciar otra cumbre que degenera en
pleitos. Es difícil imaginar que se puedan superar las
diferencias de política de Europa para marzo, la fecha
límite autoimpuesta por los dirigentes europeos, cuando se
celebre la siguiente cumbre.

Una cosa es cierta: se necesitará mucho
más que una Agenda de Lisboa recalentada, con objetivos
laxos y sanciones ineficaces, para restablecer la confianza en el
euro y salvaguardar la unión monetaria.

(Ann Mettler es Directora Ejecutiva del Consejo de
Lisboa, un grupo de expertos con sede en Bruselas. Copyright:
Project Syndicate, 2011)

– La falsa panacea de la flexibilidad del mercado
laboral (Project Sindícate – 22/3/11)

(Por Heleen Mees)

Ámsterdam.- La competitividad se ha convertido en
una de las palabras económicas de moda en nuestros
tiempos. Barack Obama la pregonó a los cuatro vientos
durante su discurso sobre el Estado de la Unión en enero,
y los líderes europeos desde el conservador David Cameron
en Gran Bretaña hasta el socialista José Luis
Zapatero en España y el nuevo ministro de Economía
de Japón Kaoru Yosano la abrazaron como una prioridad.
Ahora bien, ¿qué tipo de competitividad tienen en
mente?

Cuando se le preguntó durante una entrevista en
septiembre de 2007 si los gobiernos europeos deberían
liberalizar los códigos laborales de sus países,
Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de Estados
Unidos, respondió que las leyes de protección del
empleo de Europa inhibían significativamente el
desempeño económico y resultaban en un desempleo
crónicamente alto en todo el continente. En Estados
Unidos, a la gente se la puede despedir más
fácilmente que en cualquier otro país, y la tasa de
desempleo en aquel momento estaba entre las más bajas del
mundo.

Pero ya no estamos en septiembre de 2007 y el desempleo
estadounidense es del 9,4%, no del 4,5%. Y, según el
sucesor de Greenspan, Ben Bernanke, no hay motivos para suponer
que la tasa de desempleo alcance el 5% -normalmente considerada
la tasa de desempleo natural- en el futuro cercano.

En los años 2000, Estados Unidos
perdió dos millones de empleos en el sector privado en
general -el total cayó de 110 millones en diciembre de
1999 a 108 millones en diciembre de 2009, a pesar del gasto
masivo del consumidor-. Esa caída del 1,4% se produjo en
una década en la que la población de Estados Unidos
creció aproximadamente el 9,8%.

Para entender lo que está
sucediendo, consideremos el caso de Evergreen Solar, el tercer
fabricante más grande de paneles solares en Estados
Unidos, que anunció en enero que cerraría su
principal fábrica estadounidense, despediría a sus
800 empleados en el lapso de dos meses y trasladaría la
producción a China. La gerencia de Evergreen
mencionó el mayor respaldo gubernamental que existe en
China como su razón para el traslado.

Evergreen es sólo uno de muchos casos que
sugieren que Estados Unidos podría encontrarse en medio de
lo que el economista de Princeton Alan Blinder en 2005
definió como la Tercera Revolución Industrial.
Según Blinder, entre 42 y 56 millones de empleos
estadounidenses -aproximadamente un tercio de todos los empleos
en los sectores privado y público en el país- son
vulnerables de terminar en el exterior. Blinder también
predijo que el mercado laboral flexible y fluido de Estados
Unidos se adaptaría mejor y más rápido a la
globalización que los mercados laborales
europeos.

En todo caso, recién estamos en
las primeras etapas de esa revolución, y el resultado
sigue siendo incierto. Pero una comparación preliminar
entre Alemania, la mayor economía de Europa, y Estados
Unidos sugiere que la primera está mejor equipada para
arreglárselas en la era de la
globalización.

Multinacionales alemanas como Siemens y Daimler
están aumentando la inversión para satisfacer la
demanda tanto de los mercados emergentes como del mercado
interno. Las compañías planean incorporar cientos
de miles de empleos en todo el mundo sólo este año.
Mientras que muchos de estos empleos estarán en Asia,
ambas compañías dicen que también
sumarán empleos altamente calificados en
Alemania.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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