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El dilema del 2012: Recortes o crecimiento (¿y por qué no, las dos cosas?) Parte II (página 2)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

¿Curioso, no? Actualmente un CEO gana unas 350
veces más que un empleado medio mientras el ratio
histórico es inferior a las 100 veces. Además vemos
que los sueldos en la parte alta de la jerarquía suben muy
por encima de los beneficios a la par que los de los trabajadores
se estancan. Y si bien es simplificar demasiado centrarse en los
"CEO" vamos enfocando el problema.

¿En dónde converge todo esto?
Globalización. Observen el siguiente
gráfico:

Si bien los resultados del 40% son puntuales, el
progresivo menor porcentaje sobre el total por el impuesto de
sociedades es un hecho. A raíz de la Segunda Guerra
Mundial y coincidiendo con la apertura de mercados y fronteras
parece que las empresas han buscado la forma de "optimizar" su
carga fiscal aprovechando esta circunstancia, llegando a
mínimos del 10% sobre el total o incluso menos.

Claro, con un tipo marginal de los más altos del
mundo en Estados Unidos la "optimización" puede
entenderse, donde ya jugamos a algo peligroso es cuando una
empresa como Google tributa el 2.4% gracias a Irlanda pero sus
beneficios vienen de otros lugares con altos impuestos. Es decir,
hago mis negocios gracias a unos pero les doy el dinero a otros.
Y si bien es injusto personificar en Google porque muchas lo
hacen, es un ejemplo que muestra perfectamente lo que está
ocurriendo globalmente.

Los viejos paradigmas tributarios están "KO". Es
cierto que las empresas crean riqueza, pero el Estado no puede
sustentarse gracias a los sueldos que generan, salvo aplicando
tipos de tinte confiscatorio, y por tanto se necesita
también una parte de sus beneficios. Algo francamente
difícil tal y como están las cosas. Por otra parte
los CEO tienen cada día organizaciones más
complejas, mueven más volumen, más personas y en
más países. ¿Deben cobrar más? Muy
posiblemente, si bien sería discutible cuánto.
Ahora bien, el Estado tiene que tener los medios necesarios para
que las divergencias no aumenten tanto cada día que pasa.
Para ello es necesario saber muy bien qué queremos de
él, eliminando dispendios y gastos absurdos, y potenciar
por ejemplo algo tan necesario, y tan igualitario, como una buena
educación. Curiosamente ésta, al igual que la
economía, también está de capa caída
en gran parte de occidente. "No defrauda quien no puede" es la
ruina para todos, un sistema justo, eficaz y no confiscatorio la
solución.

– Esa sensación de estancamiento (Project
Syndicate – 21/6/11) Lectura recomendada

(Por Nouriel Roubini)

Nueva York.- A pesar de la serie de eventos de baja
probabilidad y alto impacto que han afectado a la economía
mundial en 2011, los mercados financieros continuaron aumentando
sin cesar hasta hace un mes atrás. El año
comenzó con el alza de los precios de los alimentos, el
petróleo y las materias primas, dando pie al espectro de
la inflación. Luego estalló la masiva
agitación en Oriente Próximo, elevando aún
más el precio del petróleo. Luego ocurrió el
terrible terremoto de Japón, que dañó
gravemente su economía y las cadenas de suministro
globales. Y después, Grecia, Irlanda y Portugal perdieron
el acceso a los mercados de crédito, lo que les hizo
recurrir a paquetes de rescate del Fondo Monetario Internacional
y la Unión Europea.

Pero ese no fue el final. Aunque Grecia
fue rescatada hace un año, el Plan A ha fracasado
claramente. Será necesario otro plan de rescate oficial o
un rescate de los acreedores privados, opción que
está generando un acalorado desacuerdo entre los
políticos europeos.

Últimamente, la
preocupación por los insostenibles déficits
fiscales de Estados Unidos dio como resultado enconadas luchas
políticas internas, casi provocando un cierre del
gobierno. Una batalla similar se está fraguando ahora
sobre el "techo de deuda" de Estados Unidos que, si no se
resuelve, implica el riesgo de un impago "técnico" de la
deuda pública de EEUU.

Hasta hace poco, los mercados parecían descontar
estos choques; aparte de unos pocos días, cuando el
pánico sobre Japón o el Oriente Próximo
provocó una corrección, continuaron su marcha
ascendente. Sin embargo, desde finales de abril, se ha afianzado
una corrección más persistente en los mercados
bursátiles mundiales, impulsada por preocupaciones de que
el crecimiento económico en los Estados Unidos y en todo
el mundo pueda estar desacelerándose
bruscamente.

Los datos de los EEUU, el Reino Unido, la periferia de
la eurozona, Japón e incluso las economías de los
mercados emergentes están dando señales de que
parte de la economía mundial -en especial las
economías avanzadas- puede estar estancándose, si
es que no entrando en una recesión de doble caída.
También ha aumentado la aversión global al riesgo,
así como la opción de seguir "extendiendo y
fingiendo" o "demorando y rezando" sobre Grecia se está
volviendo cada vez menos deseable, y es cada vez más
probable el fantasma de una salida desordenada.

Los optimistas argumentan que la
economía mundial simplemente ha dado con un
"pequeño bache". Las empresas y los consumidores
reaccionaron a los golpes de este año desacelerando
"temporalmente" el consumo, el gasto de capital y la
creación de empleo. Siempre y cuando la crisis no empeore
(y algunos de los problemas se vuelvan menos agudos), la
confianza y el crecimiento se recuperarán en la segunda
mitad del año, y los mercados de valores volverán
al alza.

Sin embargo, hay buenas razones para
creer que estamos experimentando una caída más
persistente. En primer lugar, los problemas de la periferia de la
eurozona son en algunos casos problemas de insolvencia real, no
de falta de liquidez: altos déficits y deudas
públicas y privadas en ascenso; sistemas financieros
dañados que se deben limpiar y recapitalizar;
pérdida masiva de competitividad; falta de crecimiento
económico; y desempleo en aumento. Ya no es posible negar
que las deudas públicas y/o privadas en Grecia, Irlanda, y
Portugal, tengan que ser reestructuradas.

En segundo lugar, los factores que ralentizan el
crecimiento de EEUU son crónicos. Incluyen el
desapalancamiento lento pero persistente del sector privado y
público; el alza de los precios del petróleo; la
débil creación de empleo; otra crisis en el mercado
de la vivienda; graves problemas fiscales a nivel estatal y
local; y una carga insostenible de deuda y déficit a nivel
federal.

Tercero, el crecimiento económico se ha estancado
en promedio en el Reino Unido durante los últimos dos
trimestres, con una arremetida de austeridad fiscal en un momento
en que la inflación está aumentando, lo que impide
al Banco de Inglaterra flexibilizar la política monetaria.
De hecho, la inflación puede incluso obligarlo a elevar
las tasas de interés antes del otoño. Y
Japón ya está volviendo a caer en recesión a
causa del terremoto.

Todas estas economías ya estaban
creciendo anémicamente y debajo de la tendencia, ya que el
actual proceso de desapalancamiento requirió una
desaceleración del gasto público y privado a fin de
aumentar las tasas de ahorro y reducir las deudas. Y ahora,
además de la cadena de desafortunados eventos que las
economías avanzadas han enfrentado este año, los
estímulos monetarios y fiscales se han eliminado en la
mayoría de ellos, o pronto lo serán.

Si lo que está sucediendo ahora resulta ser algo
peor que un bache temporal, se profundizará la
corrección del mercado, debilitando el crecimiento a
medida que los efectos negativos sobre la riqueza de la
caída de los mercados de capital reduzcan el gasto
privado. Y, a diferencia del periodo 2007-2010, en que cada shock
negativo y desaceleración del mercado fue contrarrestado
por más medidas de políticas por parte de los
gobiernos, en esta ocasión las autoridades se están
quedando sin municiones, y por lo tanto pueden ser incapaces de
generar más reflación de los activos y poner en
marcha la economía real.

Esta falta de municiones de
políticas se refleja en la adopción por parte de la
mayoría de las economías más avanzadas de
alguna forma de austeridad, a fin de evitar un "choque de trenes"
fiscal en el futuro. La deuda pública es ya elevada, y
muchos fondos soberanos están al borde del colapso, por lo
que la capacidad de los gobiernos de respaldar a sus bancos a
través de más rescates financieros,
garantías y estanqueidad de los activos cuestionables se
ve severamente limitada. Es posible que no ocurra otra ronda de
la llamada "flexibilización cuantitativa" por parte de las
autoridades monetarias, ya que la inflación está
aumentando -aunque lentamente- en la mayoría de las
economías avanzadas.

Si los últimos datos
económicos mundiales reflejan algo más serio que un
hipo, y los mercados y las economías siguen
desacelerándose, las autoridades también
podrían encontrarse de manos vacías. Si eso ocurre,
el riesgo de un estancamiento o, de plano, una recesión de
doble caída aumentaría fuertemente en muchas
economías avanzadas.

(Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global
Economics (www.roubini.com), profesor en la Escuela Stern de
Negocios de la Universidad de Nueva York y coautor de Crisis
Economics (Economía de crisis, que recientemente se ha
republicado en edición en rústica). Copyright:
Project Syndicate, 2011)

Japón podría enfrentarse a una tercera
"década perdida" (si lo dice Moody"s…)

"Japón podría enfrentarse a una
tercera "década perdida" de débil crecimiento
económico que lo obligará a luchar por reducir la
peor carga de deuda entre los países desarrollados,
según advirtió el lunes la agencia de
calificación Moody's"…
Japón se
encamina hacia una "tercera década perdida" (Libertad
Digital – 28/6/11)

Consideró negativo que el Gobierno no pudiera
cumplir el plazo autoimpuesto del 20 de junio (2011) para
anunciar un plan a largo plazo para lidiar con la deuda del
país, sugiriendo así la posibilidad de revisar a la
baja su calidad crediticia (rating).

Japón ha permanecido en el fango del
estancamiento económico durante gran parte de las
últimas dos décadas, cayendo del segundo al tercer
lugar de las economías más grandes del mundo, y con
una deuda de cerca de 10 billones de dólares.
Además, su Gobierno insiste en tratar de incentivar el
crecimiento mediante más gasto público.

Por si fuera poco, se espera que el terremoto y tsunami
del pasado marzo (2011) incrementen la carga de deuda aún
más, debido a los nuevos planes de estímulo
público puestos en marcha por el Gobierno para la
reconstrucción del país. "Mientras Japón
probablemente tenga una recuperación en forma de "V" en lo
que resta del año a partir del terremoto del 11 de marzo,
el subsecuente crecimiento económico podría decaer
a un ritmo mediocre", según Moody's. "No es inconcebible
que el país tenga una tercera década perdida de
crecimiento", agregó.

La economía de Japón se ha estancado desde
que estalló la burbuja de precios de activos en 1990. El
crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en la década
hasta la crisis financiera global en el 2008 era de cerca del
1,3% al año, menos de la mitad del 3% de Estados Unidos.
"La visión de Moody's es comprensible", dijo Seiji Adachi,
economista de Deutsche Securities. "La posibilidad de otra
década perdida para Japón está creciendo",
informa Reuters.

En opinión de Adachi, las mayores tarifas
eléctricas, un alza en el impuesto a las ventas y la
posibilidad de elevar los tributos a la renta para financiar la
reconstrucción dejarían a los japoneses con menos
efectivo disponible. "La combinación de estas tres cargas
probablemente deprimirá el crecimiento económico",
indicó el analista

Con el doble del tamaño de su economía (de
5 billones de dólares), la deuda de Japón es la
más alta del mundo industrializado. Las tres agencias
calificadoras más importantes han dado señales de
que podrían rebajar el estatus de crédito de
Japón en momentos en que Tokio lucha por formular un plan
creíble para reducir su deuda pública cada vez
mayor.

El Gobierno japonés aplazó apoyar los
planes para reducir la deuda pública el 20 de junio
(2011), debido a que algunos legisladores oficialistas se
mostraron reacios a estar atados a un plazo límite para
elevar el impuesto a las ventas y debido a la incertidumbre
respecto a cuándo renunciaría el impopular primer
ministro, Naoto Kan, como ha prometido hacer.

"Este desarrollo es negativo para el crédito y no
asegura las finanzas del Gobierno en un marco que extienda la
posibilidad de contener la deuda", dijo Tom Byrne, vicepresidente
senior de la agencia y oficial regional de crédito en
comentarios publicados en la web de Moody's.

En mayo (2011), Moody's dijo que tardaría unos
meses en completar una revisión a Japón para
definir si rebajaba su nota "Aa2". Al mismo tiempo, la agencia
dijo que Japón podría evitar una rebaja de
calificaciones si era capaz de realizar un plan sólido de
reforma al sistema de gasto social y elevar la
recaudación. "Estamos sugiriendo que el resultado
más probable sea una rebaja de nota, incluso con un
programa fiscal sólido", señaló Byrne el 31
de mayo (2011).

La calificación "Aa2" es la tercera más
alta de Moody's y está un escalón por encima de las
notas de Fitch Ratings y Standard & Poor's Ratings Services.
Las tres firmas tienen un panorama negativo para sus
calificaciones.

– ¿Qué le sucede a la economía
estadounidense? (Project Syndicate – 29/6/11)

(Por Martin Feldstein) Lectura recomendada

Cambridge.- Recientemente la economía
estadounidense se ha desacelerado de forma espectacular y la
probabilidad de que haya otra contracción económica
aumenta con cada nueva serie de datos. Este es un cambio brusco
con respecto a la situación que existía al final
del año pasado -y representa el regreso al ritmo muy lento
de expansión desde que empezó la
recuperación en el verano de 2009.

Durante los primeros tres trimestres de 2010 el
crecimiento económico de los Estados Unidos no sólo
fue lento, sino que también se caracterizó
principalmente por la acumulación de existencias y no por
las ventas al consumidor u otro tipo de ventas finales. En el
último trimestre de 2010 se dio un cambio positivo: el
gasto de consumo aumentó a una tasa anual del 4%, lo que
fue suficiente para aumentar el PIB real total en 3.1% del tercer
trimestre al cuarto. La economía parecía haberse
librado de su dependencia de la acumulación de
existencias.

Los resultados positivos condujeron a que los expertos y
los funcionarios de gobierno predijeran que en 2011
continuaría el crecimiento sólido, con mayor
producción, empleo y salarios más elevados, que
llevarían a más aumentos del gasto de consumo y a
una recuperación autosostenible. Se aprobó una
reducción del dos por ciento del impuesto sobre las
nóminas durante un año para asegurar este panorama
favorable.

Desafortunadamente, la recuperación prevista del
gasto de consumo no ocurrió. El aumento de los precios de
los alimentos y la energía fue mayor que el de los
salarios nominales, lo que provocó que los ingresos
semanales medios reales disminuyeran en enero, mientras que la
caída sostenida de los precios inmobiliarios redujo la
riqueza de la mayoría de las familias. Como resultado, los
gastos de consumo personales reales aumentaron a una tasa anual
de apenas alrededor del 1% en enero, en comparación con el
aumento del 4% del trimestre anterior.

Ese patrón de aumento de los precios y
disminución de los ingresos reales se repitió en
febrero y marzo y el brusco aumento del índice de precios
al consumidor provocó que los ingresos semanales medios
reales cayeran a una tasa anual de más del 5%. No es de
sorprender que los indicadores en las encuestas de opinión
sobre el consumo se hayan desplomado y que el gasto de consumo
haya permanecido caso sin cambios mes con mes.

La caída de los precios inmobiliarios
deprimió las ventas tanto de las casas nuevas como de las
ya existentes. Eso a su vez causó una fuerte caída
en el volumen de construcción de viviendas nuevas. Lo
más probable es que esa caída continúe,
porque el valor de las hipotecas del 30% de las casas es superior
al valor de las casas mismas. Esto crea un fuerte incentivo para
el impago, ya que las hipotecas en Estados Unidos son
efectivamente préstamos de reembolso limitado: el acreedor
puede apropiarse del bien si el deudor no paga, pero no puede
exigir otros activos o una parte de los ingresos salariales. Como
resultado, el 10% de las hipotecas están en impago o
ejecución, lo que crea un excedente de propiedades que
tendrán que venderse a precios reducidos.

Las empresas han respondido negativamente a la debilidad
de la demanda de los hogares. Los índices del Institute of
Supply Management han caído tanto en el caso de las
empresas manufactureras como en el de las de servicios. Si bien
las empresas grandes siguen teniendo cantidades sustanciales de
efectivo en sus hojas de balance, sus flujos de efectivo de las
operaciones corrientes disminuyeron en el primer trimestre. La
medida más reciente de las órdenes de bienes de
capital no destinados a la defensa indicó una
disminución en la inversión de las
empresas.

El patrón de debilidad se aceleró en abril
y mayo. El aumento relativamente rápido de empleo en
nómina que se dio en los primeros cuatro meses del
año se detuvo en mayo, cuando sólo se crearon
54,000 empleos nuevos, menos de la tercera parte del promedio de
crecimiento del empleo de los primeros cuatro meses. Como
resultado, la tasa de desempleo se elevó al 9.1% de la
fuerza laboral.

El mercado de bonos y los precios de las acciones han
respondido a estas malas noticias de forma predecible. La tasa de
interés de los bonos gubernamentales a 10 años
cayó al 3% y el mercado de valores bajó durante
seis semanas seguidas, el período de tendencia a la baja
más prolongado desde 2002. La caída acumulativa de
los precios de las acciones fue de más del 6%. Los precios
bajos de las acciones ahora tendrán efectos negativos
sobre el gasto de consumo y la inversión de las
empresas.

No puede esperarse que las
políticas monetarias y fiscales reviertan la
situación. La Reserva Federal de los Estados Unidos
seguirá aplicando su política de mantener la tasa
de interés a un día cerca de cero, pero, debido al
temor de que surjan burbujas de precios de los activos, no
revocará su decisión de poner fin a su
política de comprar bonos de la Tesorería -la
llamada facilitación cuantitativa- a finales de
junio.

Además, la política fiscal será en
efecto contradictoria en los próximos meses. El programa
de estímulo fiscal aprobado en 2009 está llegando a
su fin, y el gasto de estímulo ha disminuido de 400 mil
millones de dólares en 2010 a apenas 137 mil millones este
año. Además, se están llevando a cabo
negociaciones para recortar más el gasto y aumentar los
impuestos a fin de reducir los déficits fiscales previstos
para 2011 y los años siguientes.

Así pues, el panorama a corto
plazo para la economía de los Estados Unidos es
frágil en el mejor de los casos. Los cambios fundamentales
de política quizá tendrán que esperar hasta
después de las elecciones presidenciales y parlamentarias
de noviembre de 2012.

(Martin Feldstein, profesor de Economía de la
Universidad de Harvard, fue presidente del Consejo de Asesores
Económicos del Presidente Ronald Reagan, y presidente de
la Oficina Nacional de Investigación Económica.
Copyright: Project Syndicate, 2011)

– Una recuperación global fallida (Project
Syndicate – 1/7/11) Lectura recomendada

(Por Stephen S. Roach)

New Haven.- La economía global se encuentra en
medio de su segundo "pánico" del crecimiento en menos de
dos años. Tendremos que acostumbrarnos a ellos. En un
mundo post-crisis, son claras señales de una
recuperación fallida.

La razón es sencilla. El ciclo económico
típico tiene un mecanismo de amortiguación natural
que protege de golpes inesperados. Cuanto más profunda es
la recesión, la reacción es más potente y
mayores son las fuerzas acumuladas de recuperación
autosostenible. Los rebotes vigorosos en forma de V poseen una
resistencia interna que les permite hacer frente a los golpes con
relativa facilidad.

Sin embargo, una recuperación
post-crisis es un animal muy diferente. Como Carmen Reinhart y
Kenneth Rogoff han demostrado en su libro Esta vez es diferente,
en el largo recorrido de la historia las recuperaciones
post-crisis en la producción y el empleo tienden a ser
decididamente mediocres.

Por definición, estas
recuperaciones débiles carecen de la amortiguación
de los rebotes en forma de V. En consecuencia, los golpes
externos exponen rápidamente su vulnerabilidad. Si las
crisis son lo suficientemente agudas -y si afectan a una
economía mundial debilitada que se aproxima a su
"velocidad estancada" de crecimiento en torno al 3% anual- la
reincidencia podría convertirse en la temida
recesión de doble caída.

Ese es el riesgo en la actualidad. No
puede haber dudas sobre el carácter decididamente mediocre
de la recuperación mundial actual. A primera vista, las
cifras parecen contundentes: el PIB mundial se recuperó un
5,1% en 2010 y se espera que aumente otro 4,3% en 2011, de
acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Pero, debido a que
estas alzas siguen a la contracción masiva que se produjo
durante la Gran Recesión de 2008-2009, están muy
lejos de la trayectoria de una recuperación clásica
en forma de V.

De hecho, si la última
previsión del FMI resulta ser correcta, el PBI global a
finales de 2012 se mantendrá en torno al 2,2% por debajo
del nivel que habría alcanzado el mundo si hubiera
proseguido su camino de crecimiento de más largo plazo del
3,7% anual. Incluso si la economía mundial se mantiene a
una velocidad de crucero del 4,3% -lo cual, en mi opinión,
resulta extremadamente hipotético-, se mantendrá
por debajo de su potencial por más de ocho años
consecutivos, hasta 2015.

Esta prolongada "brecha de la
producción global" pone de relieve la ausencia de un
amortiguador en la economía mundial actual, así
como su mayor sensibilidad a los golpes. Y ciertamente ha habido
numerosos golpes en los últimos meses, desde la crisis de
la deuda soberana en Europa y los desastres naturales en
Japón al fuerte aumento de los precios del petróleo
y otro revés en la recuperación del mercado de la
vivienda en los Estados Unidos.

Si bien ninguno de estos golpes parece haber sido lo
suficientemente grave como para haber descarrilado la
recuperación económica mundial actual, el efecto
combinado es preocupante, sobre todo en un mundo todavía
debilitado tras la crisis.

La mayoría de los expertos descartan la
posibilidad de una recesión de doble caída.
Califican la actual desaceleración como un "bache suave"
temporal y basan su optimismo en el rebote inevitable que sigue a
todo golpe. Por ejemplo, se espera un impulso a la
reconstrucción de Japón y la reanudación de
su cadena de suministro. Otra ayuda puede provenir de la reciente
decisión de Estados Unidos de aprovechar sus reservas
estratégicas de petróleo en un esfuerzo por bajar
los precios del petróleo.

Sin embargo, tras la peor crisis y
recesión de los tiempos modernos -cuando los shocks pueden
empujar a una economía global ya debilitada hacia su punto
de inflexión de manera mucho más rápida que
en un escenario de mayor crecimiento- es mucho más
difícil de alcanzar la velocidad de escape hacia una
recuperación autosostenible. El bache suave puede
convertirse más bien en un pantano.

Esta conclusión no se debe perder de vista en las
economías de alto vuelo de los mercados emergentes,
especialmente en Asia, que es en la actualidad la región
mundial de mayor crecimiento y que impulsa lo que muchos llaman
un mundo "de dos velocidades". Sin embargo, con exportaciones que
representan todavía un récord de cerca del 45% del
PIB pan-regional, Asia no puede permitirse el lujo de tomar a la
ligera los golpes externos, en especial si han afectado una
trayectoria base de crecimiento ya debilitado en el mundo
desarrollado post-crisis. La reciente desaceleración de la
actividad industrial de China pone de relieve este
riesgo.

Los políticos no están bien preparados
para hacer frente a una serie continua de "pánicos del
crecimiento". Siguen favoreciendo estrategias que se adaptan
mejor a la lucha contra la crisis que a la promoción de la
necesaria curación subsiguiente.

Eso es especialmente cierto en los Estados Unidos. Si
bien la primera ronda de flexibilización cuantitativa de
la Junta de la Reserva Federal de EEUU fue eficaz para poner fin
a una dolorosa crisis, la segunda ronda ha tenido muy pocos
efectos de recuperación significativa en el mercado
laboral y la economía real. Los consumidores "zombi" de
Estados Unidos tienen que reparar sus dañados estados de
cuenta y los trabajadores estadounidenses deben alinear nuevas
habilidades con nuevos puestos de trabajo. Las inyecciones de
liquidez sin plazo de término no logran ninguno de estos
objetivos.

Las autoridades europeas están
atrapadas en una mentalidad similar. Al confundir un problema de
solvencia con un déficit de liquidez, Europa se ha
convertido en adicta a la alimentación por goteo de los
rescates financieros. Sin embargo, esto sólo funciona si
países como Grecia logran crecer para salir de una trampa
de la deuda o anular contratos sociales profundamente arraigados.
Hay muy pocas probabilidades de que así ocurra.

La probabilidad de que en los
próximos años sigan ocurriendo "pánicos del
crecimiento" recurrentes implica pocas esperanzas de enfoques
nuevos y creativos de políticas monetarias y fiscales para
después de la crisis. Con la mirada puesta en horizontes
electorales de corto plazo, las autoridades parecen buscar una y
otras vez soluciones rápidas: otro rescate o una
inyección de más liquidez. Sin embargo, tras una
recesión del balance de los EEUU, y en medio de una trampa
de la deuda en Europa, tal enfoque está condenado al
fracaso.

Las inyecciones de liquidez y los rescates financieros
sólo sirven para un fin: ganar tiempo. Sin embargo, el
tiempo no es la respuesta para economías que necesitan
desesperadamente reparaciones estructurales de
consolidación fiscal, desapalancamiento del sector
privado, reformas del mercado laboral o mejorar la
competitividad. Tampoco sirve el tiempo como amortiguador de las
anémicas recuperaciones post-crisis ante la próxima
e inevitable conmoción.

Es difícil saber cuándo
ocurrirá el golpe siguiente, o la forma que
adoptará… de lo contrario, no sería un golpe.
Pero es inevitable, tal como la noche sigue al día. Puesto
que los responsables políticos se resisten a enfocarse en
los necesarios imperativos estructurales, el resultado
será otro episodio de "pánico del crecimiento", o
algo peor. La recuperación fallida pone de relieve los
riesgos de un final cada vez más peligroso en el actual
mundo post-crisis.

(Stephen S. Roach, miembro de la facultad de la
Universidad de Yale, es Presidente no ejecutivo de Morgan Stanley
Asia y autor de The Next Asia (La próxima Asia).
Copyright: Project Syndicate, 2011)

Dos años después del final oficial de la
peor recesión desde la Gran Depresión, la
recuperación de Estados Unidos demuestra ser una de las
más decepcionantes desde el fin de la Segunda Guerra
Mundial.

"Según una amplia gama de indicadores -el
crecimiento del empleo, los niveles de desempleo, el
crédito bancario, la producción económica,
el crecimiento del ingreso, los precios de las viviendas y las
expectativas de los hogares de bienestar financiero- la
recuperación de la economía estadounidense desde el
final de la recesión, en junio de 2009, ha sido la peor, o
una de las peores, desde que el gobierno comenzó a seguir
estas tendencias tras el final de la Segunda Guerra
Mundial"…
La recuperación de EEUU es una de las
más decepcionantes (The Wall Street Journal –
4/7/11)

En algunos sentidos, la recuperación es muy
parecida a las registradas en los períodos de 1991 y 2001.
Las tres estuvieron marcadas por el crecimiento gradual de la
producción y el empleo en vez de la rápida
recuperación económica típica de anteriores
casos. Pero esta mejoría puede seguir deslucida por
años, dicen muchos economistas, debido a la pesada carga
de deuda de los hogares, un sistema financiero aún
debilitado por la crisis hipotecaria, una confianza frágil
y un gobierno con pocas opciones para estimular el
crecimiento.

Hay facetas positivas. Las exportaciones,
particularmente de bienes agrícolas y manufacturados,
están mejorando, en parte debido a las pujantes
economías de los países en desarrollo y a la
debilidad del dólar. Se espera que las exportaciones
repunten en el segundo semestre del año 2011 conforme se
desvanece el sacudón temporal del terremoto de
Japón en marzo. Como indicio de esto, el Instituto de
Gerentes de Compras informó el 1/7/11 sobre un alza en la
producción fabril para junio. Las ganancias empresariales,
los precios de las acciones y la inversión empresarial
están apuntalando la expansión.

Aún así, ajustes estructurales mayores
están frenando la economía
estadounidense.

Los bancos tienen menos capacidad o
predisposición para prestar que antes de la crisis. Desde
que comenzó la recuperación, los bancos han
reducido el dinero que tienen disponible mediante líneas
de crédito de US$ 3,04 billones (millones de millones) a
US$ 2,69 billones y han reducido las líneas de
crédito sobre capital inmobiliario de US$ 1,33 billones a
US$ 1,15 billones, según el Banco de la Reserva Federal de
Nueva York.

En general, el crédito bancario a hogares y
empresas en EEUU ha caído 4% desde que comenzó la
recuperación, algo que contrasta con otras recuperaciones
posteriores a la Segunda Guerra Mundial en las cuales el
préstamo usualmente repuntó.

Los estrategas, entretanto, están reacios a hacer
más para estimular el crecimiento económico. La
Reserva Federal ya ha reducido las tasas de interés a cero
y ha tenido resultados débiles con la
flexibilización cuantitativa (la inyección de
dinero en la economía a través de la compra de
valores). Un estímulo fiscal -ya sea por medio de
reducción de impuestos o aumento del gasto gubernamental-
parece improbable dado el alto déficit fiscal y los magros
resultados de intentos anteriores.

El mayor problema quizá sea la deuda que tienen
los hogares estadounidenses. En el apogeo de la bonanza
económica en el tercer trimestre de 2007, las familias de
EEUU habían tomado prestado colectivamente el equivalente
de 127% de sus ingresos anuales para financiar las compras de
casas, autos y otros bienes, en comparación con un
promedio de 84% en la década de los 90. El dinero empleado
para saldar esa deuda significa que haya menos disponible para
compras nuevas. Para el primer trimestre del año 2011, los
hogares habían reducido la correlación de deuda
respecto de ingreso a 112%, en parte porque los bancos han
catalogado parte de la deuda como incobrable.

Librarse de la deuda podría ser un proceso largo
y lento. Para volver a la correlación de deuda e ingresos
de la década de los 90 de 84%, los hogares tendrían
que pagar otros US$ 3,3 billones de deuda, o registrar un alza en
sus ingresos de US$ 3,9 billones. Eso es equivalente a alrededor
de nueve años de crecimiento del ingreso en tiempos
normales, calcula Dana Saporta, economista de Credit
Suisse.

Las restricciones de la deuda son especialmente
difíciles para los consumidores que antes de la crisis
dependían de las tarjetas de crédito o
líneas de crédito con garantía hipotecaria
para seguir gastando cuando su ingreso caía. Ahora, muchas
de estas líneas de crédito se han limitado o
eliminado. Con menos acceso a crédito, muchas familias
descubren que la única manera de llegar a fin de mes es
reducir el gasto.

La deuda y el débil mercado laboral han
perjudicado la confianza del consumidor, lo cual modera aun
más su predisposición al gasto. La Universidad de
Michigan revela que 24% de las familias espera estar mejor
financieramente dentro de un año (mediados de 2012), el
mínimo de esta medición en una recuperación
desde la Segunda Guerra Mundial.

No comment (XII): lecturas recomendadas (el que quiera
entender que entienda)

– ¿Por qué falla la máquina de
empleos de EEUU? (The Wall Street Journal –
29/7/11)

Las empresas producen y ganan
más, pero no aumentan su personal

(Por David Wessel)

He aquí algunos números del
desempeño de las empresas y el mercado laboral en Estados
Unidos que sirven de barómetros clave de la
economía del país. En los últimos 10
años:

– La producción de bienes y servicios se ha
expandido 19%.

– Las ganancias de las empresas que no pertenecen al
sector financiero han aumentado 85%.

– La fuerza laboral ha crecido en 10,1 millones de
empleos.

– El número de puestos de trabajo del sector
privado, sin embargo, se ha reducido en casi dos
millones.

– Y el porcentaje de adultos estadounidenses con trabajo
se ha reducido a 58,2%, un nivel que no se había visto
desde 1983.

¿Por qué está fallando la
máquina de empleos estadounidense? Como
señaló hace poco Greg Hayes, director financiero de
United Technologies Corp., "las ventas han regresado, pero la
gente no".

En gran parte, eso ocurre porque la economía
crece demasiado despacio o como para absorber la fuerza laboral
disponible, y los sectores que suelen contratar en las primeras
etapas de la recuperación -como la construcción y
la pequeña empresa- se vieron paralizados por el
descalabro del crédito.

También hay que considerar el factor de la
confianza. Si los empleadores estuvieran seguros de que
podrían vender más, contratarían a
más personas. Si estuvieran menos inseguros de la
durabilidad de la recuperación y otros factores,
estarían más inclinados a incrementar sus niveles
de contratación.

Hay, además, un fenómeno
que precede a la recesión y que ha persistido a lo largo
de ella. Se trata de los cambios en la forma en que funciona el
mercado y cómo los empleadores ven a su fuerza
laboral.

Trabajadores desechables

Los ejecutivos lo llaman
"reducción estructural de costos" o "flexibilidad". El
economista Robert Gordon, de la Universidad de Northwestern, lo
llama el surgimiento de "los trabajadores desechables", una
abreviación de una estrategia de las empresas para reducir
costos laborales dondequiera que puedan, a un nivel sin
precedentes.

El economista Alan Krueger, de la Universidad de
Princeton, calcula que 70% de la escasez de trabajo actual es
simplemente cíclica, el resultado de una decepcionante
recuperación de una profunda recesión. Sin embargo,
atribuye 30% a cambios en el mercado laboral que comenzaron una
década atrás o más.

Consideremos lo siguiente:

En la recesión más reciente y en las dos
anteriores -1990-91 y 2001- los empleadores han sido más
rápidos a la hora de despedir empleados y recortar sus
horas de trabajo que en las recesiones que las habían
precedido. Muchos de ellos también fueron más
lentos para volver a contratar. Como resultado, la
"recuperación sin empleo" se ha convertido en la
norma.

En el pasado, cuando los negocios se desplomaban, las
empresas reducían personal y aceptaban menos trabajo por
empleado. Durante la profunda recesión de principios de la
década del 70, la producción estadounidense de
bienes y servicios se redujo en 5% y el empleo en 2,5%. Los
economistas trataban de comprender el "acaparamiento laboral", la
tendencia de las empresas a retener a los empleados que no
necesitaban.

Pero ya nadie piensa así. Entre
finales de 2007 (cuando el empleo estadounidense alcanzó
su mayor pico) y finales de 2009 (cuando tocó fondo), la
producción estadounidense de bienes y servicios
disminuyó 4,5%, pero el número de trabajadores se
redujo mucho más: 8,3%. El rompecabezas de hoy es
entonces: ¿cómo y por qué los empleadores
lograron aumentar la productividad, o la producción por
hora de trabajo, como nunca antes durante la peor recesión
en décadas?

La nueva norma

En una época anterior, cuando
más estadounidenses trabajaban en líneas de
ensamblaje, muchos despidos eran temporales. Cuando el negocio se
recuperaba, los trabajadores volvían a ser convocados, a
menudo debido a garantías sindicales.

En el peor momento de la recesión
de 1980-82, uno de cada cinco desempleados correspondía a
un "despido temporal". En la reciente recesión, la
proporción de despidos temporales nunca fue superior a uno
de cada 10. Eso se debe en parte a que menos estadounidenses
trabajan en fábricas. Hoy, en cambio, si un restaurante no
tiene suficientes clientes, quiebra.

"Cuando los despidos son temporales, las
recontrataciones pueden realizarse muy rápido", comentan
los economistas Erica Groshen y Simon Potter, de la Reserva
Federal de Nueva York.

Cuando los despidos son permanentes, la
recuperación del empleo es lenta, añaden. Si el
empleador quiere contratar, debe embarcarse en la tarea de
revisar currículos, lo que consume mucho
tiempo.

Las empresas, con sus ojos fijos en
el precio de las acciones y en las ganancias, valoran más
que nunca la flexibilidad encima de la estabilidad. La
recesión les demostró que podían hacer
más con menos trabajadores de lo que muchos de ellos
creían.

En una encuesta a 2.000 empresas a
principios de este año, McKinsey Global Institute, el
centro de estudios de la enorme empresa de consultoría,
encontró que 58% de los empleadores esperaba tener
más trabajadores a tiempo parcial, temporales o
subcontratados en los próximos cinco años y
más de 21,5% trabajadores "tercerizados o
externos".

"La tecnología", señala McKinsey, "permite
a las empresas gestionar el empleo como un aporte variable. Con
el uso de nuevos sistemas de programación de recursos, se
pueden proveer de personal sólo cuando lo necesitan, ya
sea por un día completo o unas pocas horas".

Las agencias de ayuda temporal juegan un papel cada vez
más importante, desde la provisión de personal
fabril y administrativo hasta enfermeras e ingenieros.

Black & Veatch, una empresa de ingeniería de
Missouri, que antes de la recesión contaba con 9.600
empleados y los redujo luego a los 8.700 que tiene hoy, contrata
alrededor de 100 trabajadores por mes. Cerca de 10% de sus
empleados son temporales, indica Jim Lewis, jefe de recursos
humanos de la empresa. "Esa es una forma rápida de traer
gente, y da un poco de tiempo para saber si el crecimiento se
mantendrá o no", explica.

También facilita volver a recortar en tiempos
difíciles. Los trabajadores, en pocas palabras, ahora
pueden ser contratados "en el momento preciso". Y aparentemente,
muchos empleadores no creen que todavía sea el momento.
Debido a que "pueden contratar personal temporal casi al
instante, hay poca necesidad de contratar a la espera de una
recuperación en los negocios".

Cuando sí reclutan personal, las
grandes empresas multinacionales con sede en EEUU están en
mejor condición de y más dispuestas a contratar en
el exterior, en parte porque los salarios son a menudo más
baratos, pero también porque es allí donde
están sus clientes.

En la década de los 90, las
multinacionales incorporaron en EEUU casi dos puestos de trabajo
por cada nuevo empleo fuera del país; en tanto que en la
década siguiente, recortaron 2,9 millones de empleos
estadounidenses, mientras que aumentaron 2,4 millones en el
extranjero, de acuerdo con el Departamento de Comercio de
EEUU.

Hal Sirkin, de Boston Consulting Group (BCG), afirma que
el aumento de los salarios en China resta un poco de atractivo al
país. En 2000, los salarios de los trabajadores chinos
promediaron 3% de los de sus contrapartes estadounidenses. Hoy en
día, representan 9%, y la firma de consultoría
espera que la cifra llegue a 15% en 2015.
Sirkin predice que
ello impulsará a muchos fabricantes a devolver el trabajo
a EEUU. ¿Cuántos? Sirkin todavía trabaja en
un cálculo.

Aun cuando el gobierno cuenta 4,68 trabajadores
desempleados por cada puesto que se abre, algunos empleadores
insisten en que no pueden encontrar empleados con las habilidades
que necesitan a los salarios que pueden pagar.

– Los años de la plaga de langostas en Estados
Unidos (Project Syndicate – 29/7/11)

(Por J. Bradford DeLong)

Berkeley.- En este momento es difícil escribir
sobre economía política estadounidense. Nadie sabe
si se podrá evadir el límite del techo de la deuda,
cómo se hará o qué va a pasar si no
ocurre.

Si no se alcanza un acuerdo para elevar el techo de la
deuda antes del 3 de agosto, las tasas de interés sobre
los bonos del Tesoro podrían aumentar
drásticamente, o podrían mantenerse estables si es
que los inversionistas deciden que tienen otros problemas de
qué preocuparse. O la Reserva Federal de EEUU, el Banco
Popular de China (BPC), o ambos -o incluso algún otro
organismo- podrían apuntalar el mercado. O las tasas de
interés podrían elevarse si la gente espera una
economía mundial mucho más débil… y, en
una economía global más débil y sin
inflación, los inversionistas deberían buscar
poseer más bonos del Tesoro de EEUU y no menos.

Francamente, nadie sabe qué acuerdo legislativo
se alcanzará para elevar el techo de la deuda. Todo lo que
sabemos al momento de escribir esta columna es que probablemente
el acuerdo implique recortes en el gasto a corto plazo, lo que
significa un menor crecimiento y mayor desempleo en los
próximos 18 meses. Y podemos suponer que sería
derogado y sustituido por otra cosa cuando llegue enero de 2013,
ya sea por un reelecto presidente Barack Obama, o por un nuevo
presidente republicano.

Así, en lugar de hablar sobre el techo de la
deuda de EEUU, pensemos más bien en todas las cosas que
este impasse ha impedido hacer al gobierno de EEUU durante los
últimos seis meses; todas las políticas
útiles que podrían haber sido objeto de debate y
haberse promulgado.

Los riesgos que representa el calentamiento global, por
ejemplo, no han desaparecido. Cuanto más pronto el mundo
comience a prepararse para hacer frente a esas amenazas, mejor.
No se deben perder otros seis meses.

La relación empleo-población en los EEUU
sigue siendo plana, sumida en los mismos niveles a los que
cayó durante la recesión. Con las familias tratando
desesperadamente de reconstruir sus balances, y con un nivel de
inversión de capital notablemente saludable, los
únicos ámbitos para aumentar el gasto con el fin de
restaurar la utilización de la capacidad y el desempleo a
niveles normales son las exportaciones, las compras
gubernamentales y la inversión en construcción.
Pero no se han aprovechado las oportunidades para implementar las
políticas necesarias. En este respecto tampoco podemos
otros seis meses.

Asimismo, EEUU podría haber cumplido su
función normal de director de la orquesta económica
internacional. No lo ha hecho, a pesar de que la Unión
Europea sigue respondiendo inadecuadamente y en cámara
lenta a sus propias crisis de solvencia. Los mandarines del norte
de Europa continuarán midiendo un goteo permanente de
apoyo con cucharillas de café. Otros seis meses se han
perdido.

Estados Unidos se enfrenta a problemas de largo plazo y
corto plazo: deterioro de la infraestructura, debilitamiento de
los sistemas educativos y un disfuncional sistema de salud que
produce resultados de calidad inferior al doble del costo de
cualquier otro país industrializado. Resolver cualquiera
de estos tres problemas representaría un gran paso hacia
la solución del desequilibrio de financiación a
largo plazo entre las tasas tributarias actuales y las promesas
de largo plazo sobre seguridad social que los instigadores del
debate del techo de la deuda techo supuestamente quieren
abordar.

Pero el gobierno de EEUU no los abordará. Se han
perdido seis meses que podrían haberse invertido para el
fortalecimiento del potencial de crecimiento de largo plazo de la
economía estadounidense a través de la
inversión en infraestructura, la reforma educativa o una
reforma de la financiación de la atención de salud,
con lo que, de paso, se facilitarían enormemente el
déficit y los dilemas de la deuda de largo plazo de
Estados Unidos.

Durante el período previo a la
Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, hablando en el
Parlamento, lamentó "los años devorados por la
plaga de langostas", el período durante el cual se
podrían haber adoptado medidas preparatorias para hacer
frente a la gran crisis de su época (el ascenso del
fascismo continental). Durante el siglo pasado -con la notable
excepción de la Gran Depresión- el sistema
político estadounidense ha sido notablemente apto para
prever las crisis mucho antes de que se produjeran, y por lo
menos sentar las bases para abordarlas una vez que
ocurrían.

Pero hasta ahora en el tercer milenio,
esta habilidad -o simplemente, suerte- ha abandonado a los
Estados Unidos. Mi opinión es que el problema se
arreglaría por sí mismo si tan solo reapareciera en
escena el Partido Republicano de Dwight D. Eisenhower (aunque sin
Richard Nixon ni Joseph McCarthy).

Sin embargo, es cada vez es más
claro que el problema afecta no sólo a EEUU, sino al resto
del mundo. Desde el 7 de diciembre 1941, el mundo ha podido
contar en gran parte con una gobernanza global ejercida por una
hiperpotencia aceptablemente competente. Puede que ese Estados
Unidos haya desaparecido para siempre. Si es así, el mundo
necesita desarrollar otras instituciones para la gestión
global, y rápido.

(J. Bradford DeLong, ex Secretario Asistente del Tesoro
de EEUU, es profesor de economía en la Universidad de
California en Berkeley e investigador de la Oficina Nacional de
Estudios Económicos. Copyright: Project Syndicate,
2011)

La prolongada anemia de la economía americana
("La Gran Japonización")

"La resistencia de la economía de Estados
Unidos, que en los últimos 25 años siempre ha
remontado pese a guerras, ataques terroristas y el hundimiento de
las acciones, se ha debilitado tras la explosión de la
burbuja inmobiliaria. El colchón que en el pasado la
ayudaba a absorber estos golpes ya no está funcionando
como antes"…
A EEUU se le dañaron los
amortiguadores (The Wall Street Journal –
31/7/11)

El 29/7/11, el gobierno informó que la
economía del país creció a una tasa de
sólo 1,3% en el segundo trimestre (2011), sin levantarse
tras los tropiezos sufridos durante el año. Las
estimaciones sobre el crecimiento del primer trimestre
también fueron revisadas a la baja a 0,4%. Como resultado,
la recuperación económica ha sido una de las
más anémicas desde la Segunda Guerra Mundial. Estas
son malas noticias cuando el país enfrenta la amenaza de
una cesación de pagos de su deuda.

Entre las razones que explican la vulnerabilidad de la
economía se destaca el hecho de que los consumidores
endeudados y con escasos ahorros tienden a gastar menos en cuanto
caen sus ingresos. La confianza es más frágil. Las
personas se trasladan menos para encontrar empleos, lo que
dificulta la labor de las empresas para cubrir las vacantes. Y el
gobierno, que durante décadas ha sido el rescatista de
última instancia con recortes en las tasas de
interés, reducciones de impuestos e incremento del gasto,
se ha quedado sin herramientas.

Los economistas denominan la era que abarca desde fines
de los 80 hasta principios de la década pasada como "La
Gran Moderación", durante la cual los altibajos de la
economía fueron amortiguados.

Esa época terminó. James Stock, un
economista de Harvard que ayudó a acuñar el
término, dice que la volatilidad actual en la
producción, el ingreso y el consumo se parece más a
la de hace 25 años. "En esta recesión y sus
secuelas, esos mecanismos que moderaban la caída, esos
elementos que absorbían los golpes, claramente han sido
dañados", señala.

La economía de EEUU ya lleva expandiéndose
dos años y los analistas esperaban que tomase impulso en
la segunda mitad del año, empujada por una robusta demanda
externa, inversiones en el país por empresas con mucho
efectivo acumulado y la renovada disposición de los
consumidores a gastar conforme se desprenden de sus deudas. Pero
el informe sobre el Producto Interno Bruto del viernes y el
impacto del impasse en Washington para llegar a un acuerdo sobre
el límite de la deuda pública sobre la confianza de
los consumidores, las empresas y los mercados financieros
está generando dudas sobre esa perspectiva.

Podrían pasar años antes de que los
estadounidenses sientan que han recortado suficientemente sus
deudas como para comenzar a gastar con confianza. Los niveles de
deuda de los hogares, que hoy se ubican en 112% de los ingresos
anuales, siguen siendo altos. Para volver a la relación
deuda-ingresos de los años 90, que era de 84%, los
ingresos tendrían que ser casi US$ 4 billones (millones de
millones) más altos, calcula Crédit
Suisse.

La economía fue sacudida durante la primera mitad
del año 2011 por varios shocks. El terremoto en
Japón interrumpió la producción de autos.
Las turbulencias políticas en Medio Oriente dispararon los
precios del petróleo. El consumo de los estadounidenses,
en términos reales, cayó en abril y mayo (2011), lo
que es inusual.

"Esperábamos que 2011 resultara un año
bastante bueno", dice Robert Olson, presidente de Winnebago
Industries, que fabrica casas rodantes. Sin embargo, ahora
Winnebago se ha visto obligado a cancelar pedidos de partes y
equipos para tratar de rebajar una acumulación de US$ 33
millones en inventario.

La deuda es un ingrediente clave en la fragilidad. La
capacidad de EEUU de tomar prestado en tiempos difíciles
ayudó a atenuar los altibajos de la economía en los
años 90 y principios de 2000. Karen Dynan, economista del
centro de estudios Brookings Institution, asegura que, en
promedio, una pérdida de corto plazo de US$ 100 en los
ingresos solamente reducía el gasto en US$ 5 debido a que
los consumidores podían pedir prestado. Ahora, sus
finanzas están demasiado justas.

Robert Hall, profesor de la Universidad de Stanford,
calcula que tres cuartas partes de las familias estadounidenses
no tienen siquiera el equivalente a dos meses de ingresos
ahorrados en efectivo u otros activos líquidos.

En marzo de 2001, cuando arrancó la
recesión, 40% de los que participaron en una encuesta de
la Universidad de Michigan creía que en un año
estaría en una situación económica mejor.
Para fines del año, incluso después de los ataques
terroristas del 11 de septiembre, el barómetro de
optimismo había subido a 45%.

Recientemente, esa confianza ha perdido fuerza. En
febrero (2011), 30% respondió que espera estar en mejores
condiciones financieras el año 2012. En julio (2011), era
apenas un 20%, un mínimo histórico.

Mientras tanto, la capacidad del gobierno de ayudar a
absorber los altibajos está severamente limitada (julio
2011). Con la deuda en los niveles actuales, la Casa Blanca
insiste en moderar los gastos. A su vez, la Reserva Federal es
reacia a realizar otra ronda de compra de hipotecas y bonos del
Tesoro para estimular el crecimiento.

– Estancados y paralizados (Project Syndicate –
8/8/11) Lectura recomendada

(Por Michael Spence)

Milán.- Las recientes dramáticas
caídas en los mercados de acciones de todo el mundo son
una respuesta a la interacción de dos factores: los
fundamentos económicos y las respuestas de política
-o, mejor dicho, la falta de respuestas de
política.

Veamos primero los fundamentos. Las tasas de crecimiento
económico en los Estados Unidos y Europa son bajas
-están incluso muy por debajo de las expectativas
recientes. El lento crecimiento ha golpeado duro a las
valuaciones de acciones y ambas economías corren el riesgo
de una importante contracción.

Una desaceleración en una producirá una
desaceleración en la otra -y en las mayores
economías emergentes que, hasta ahora, habían
logrado mantener un rápido crecimiento ante las
aletargadas economías avanzadas. La capacidad de
recuperación de los países emergentes no
será posible ante las recaídas en Estados Unidos y
Europa: no pueden contrarrestar por sí mismos las abruptas
disminuciones de la demanda de los países avanzados, sin
importar lo saludable de la situación financiera en sus
sectores públicos.

La caída de la demanda interna estadounidense
refleja aumentos en el ahorro, daños en la
situación financiera del sector de los hogares, desempleo
y dificultades fiscales. Como resultado, el gran sector de los no
transables y la porción correspondiente a la demanda
interna del sector de los transables no son capaces de impulsar
el crecimiento y el empleo. Eso deja a las exportaciones -los
bienes y servicios que se venden a las regiones en crecimiento de
la economía mundial (en su mayoría economías
emergentes)- a cargo del problema. Y reforzar el sector
exportador de los EEUU requiere superar varias barreras
estructurales y competitivas significativas.

El mundo asiste a una desaceleración
correlacionada del crecimiento en los países avanzados
(con unas pocas excepciones) y en todas las partes
sistémicamente importantes de la economía global
-incluso, posiblemente, las economías emergentes. Y la
caída del valor de las acciones para reflejar de manera
más realista los fundamentos económicos
debilitará aún más la demanda agregada y el
crecimiento. Por eso el riesgo en aumento de una caída
importante -y los mayores problemas fiscales. Esos factores
combinados deberían producir una corrección en los
precios de los activos que los alinee con las expectativas
revisadas de mediano plazo para la economía
global.

Pero la situación trae aparejado el
presentimiento de algo más que una corrección
importante. Incluso a medida que se ajusten las expectativas,
habrá una creciente pérdida de confianza entre los
inversores sobre la adecuación de las respuestas de
política oficial en Europa y los EEUU (y, en menor medida,
en las economías emergentes). Ahora queda claro que los
impedimentos al crecimiento, tanto estructurales, como
financieros, han sido continuamente subestimados. Lo que no
está tan claro es si los funcionarios tienen la capacidad
para identificar los temas críticos y la voluntad
política para ocuparse de ellos.

En Europa, los diferenciales de riesgo están
aumentando para la deuda soberana italiana y española. Los
rendimientos se encuentran alrededor del 6-7% (una zona que
habitualmente se considera como de peligro) en ambos
países. Junto con perspectivas de crecimiento de sus PBI
bajas y en disminución, el peso de la deuda se está
tornando lo suficientemente oneroso como para despertar preguntas
sobre su capacidad para estabilizar la situación y
recuperar el crecimiento por sí mismos.

Italia y España exponen
completamente la vulnerabilidad europea. Como a Grecia, Irlanda y
Portugal, su participación en el euro les niega la
posibilidad de utilizar la devaluación y la
inflación como instrumentos de política. Pero la
caída en el valor de su deuda soberana -y el tamaño
de esa deuda en relación a la de los países
europeos más pequeños en dificultades- implica una
erosión mucho mayor de la base de capital de los bancos,
que aumenta el riesgo adicional de problemas de liquidez y de
mayores daños económicos.

El foco de la política interna en
Europa ha sido reducir los déficits, con poca
atención a las reformas o inversiones que buscan impulsar
el crecimiento en el mediano plazo. En la UE aún no hay
una respuesta de política complementaria diseñada
para detener el círculo vicioso del aumento de los
rendimientos y las trabas al crecimiento que ahora enfrentan
Italia y España.

Son necesarias políticas
nacionales y europeas creíbles para estabilizar la
situación, pero ninguna de esas políticas se ve
como algo próximo. La reciente volatilidad de los mercados
ha sido en parte una respuesta al aparente aumento del riesgo de
resultados peores a los previstos debido a la parálisis o
la negación política.

Del lado de los EEUU, la integridad de la deuda soberana
se cuestionó durante demasiado tiempo. Durante esos meses
de indecisión política, los bonos del tesoro de los
EEUU se convirtieron en un activo más riesgoso. Una vez
que desapareció el riesgo inmediato de la cesación
de pagos, el dinero huyó de los activos riesgosos a los
bonos del Tesoro para esperar hasta que pasen las malas noticias
económicas: principalmente un crecimiento débil y
decreciente, estancamiento del empleo y caída de los
precios de los activos.

En los debates sobre la política
interna estadounidense son pocos los indicios de una estrategia
de crecimiento factible, y orientada hacia el empleo. Para ser
justos, algunos creen que recortar el presupuesto es una
estrategia de crecimiento suficiente, pero esa no es ni la
visión de la mayoría ni la reflejada por los
mercados.

Se han ignorado en gran medida las
trabas estructurales y competitivas al crecimiento. Son pocos los
que aceptan que la demanda interna agregada no puede recuperarse
a sus niveles previos a la crisis excepto a través del
crecimiento. De hecho, la tasa de ahorro de los hogares
continúa aumentando.

Los detalles pueden escapar a los
votantes y algunos inversores, pero la política no
está haciendo foco en restaurar el crecimiento y el empleo
en el mediano y el largo plazo. Ciertamente, existe una profunda
incertidumbre sobre si estos imperativos ocuparán el
centro de la agenda y sobre cuándo lo
harán.

En las economías emergentes, por
el contrario, la inflación es un desafío, pero el
mayor riesgo para el crecimiento proviene de los problemas de los
países avanzados. Además, son necesarias reformas y
cambios estructurales importantes para sostener el crecimiento.
Cambios que podrían posponerse o sufrir retrasos en una
economía mundial en desaceleración.

La realineación del valor de los
activos con perspectivas realistas de crecimiento probablemente
no sea un mal resultado, aunque impulsará la caída
de la demanda en el corto plazo. Pero la incertidumbre, la falta
de confianza, y la parálisis o los puntos muertos en la
política pueden causar fácilmente excesos en la
destrucción de valor, infligiendo daños extensos a
todas las partes de la economía global.

Esta imagen relativamente sombría puede cambiar,
aunque probablemente no en el corto plazo. Es posible que retorne
la estabilidad, pero no lo hará hasta que la
política interna en los países avanzados, junto con
una coordinación de política internacional,
introduzcan cambios creíbles para restaurar un
patrón de crecimiento inclusivo, implementando la
estabilización fiscal en forma tal que apoye al
crecimiento y el empleo.

En resumen, nos enfrentamos a dos
problemas que interactúan: una economía global que
está perdiendo la batalla para restaurar el crecimiento y
la ausencia de respuestas creíbles de política.
Demasiados países parecen centrarse más en los
resultados políticos que en el desempeño
económico. Los mercados simplemente reflejan estas fallas
y riesgos.

(Michael Spence, premio Nobel de Economía, es
profesor de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la
Universidad de Nueva York, miembro visitante distinguido del
Consejo de Relaciones Exteriores, e investigador superior en el
Instituto Hoover de la Universidad de Stanford. Su último
libro es The Next Convergence – The Future of Economic Growth in
a Multispeed World (La próxima convergencia: el futuro del
crecimiento económico en un mundo de diferentes
velocidades). Copyright: Project Syndicate, 2011)

Recayendo en la recesión global (¿es que
alguna vez habíamos salido?)

"Las fábricas de todo el mundo están
pisando el freno de la producción, en una
desaceleración de la actividad económica que
suscita el espectro de una recaída en la
recesión"…
La locomotora manufacturera global
pierde impulso (The Wall Street Journal –
1/9/11)

Los fabricantes de Estados Unidos apenas expandieron sus
operaciones en agosto (2011), según un informe del 1/9/11,
a medida que los negocios se adaptan a una confianza menguante y
a un mercado laboral estancado. El sector fabril también
se replegó en Asia, donde en países considerados
referentes, como Corea del Sur y Taiwán, la actividad
industrial se contrajo. Mientras, la de China creció con
discreción. La manufactura en una vasta franja de Europa
se redujo por primera vez en dos años mientras la
contracción en Grecia e Irlanda amenazan a
economías mayores como Italia y Francia.

La expansión mundial de la manufactura
está perdiendo fuerza en un momento precario. La
desaceleración podría exacerbar inquietudes de
deuda en Europa y EEUU y socavar la energía de Asia, el
motor de la mayor parte del crecimiento del mundo en años
recientes. También aumenta lo que se juegan las
autoridades encargadas de abordar las preocupaciones fiscales en
los próximos meses en Europa y EEUU, y los funcionarios de
mercados emergentes que han pasado buena parte del año
lidiando con la amenaza de la inflación y economías
en sobrecalentamiento.

Los informes fabriles sugieren que los procesos de
desaceleración en diferentes partes del mundo se
están alimentando mutuamente. Las economías de
rápido crecimiento de Asia, por ejemplo, han sido
golpeadas por la debilidad en las economías más
desarrolladas que son grandes compradores de sus exportaciones.
De la misma manera, las compañías de EEUU y otras
economías acaudaladas dependen del crecimiento en los
países emergentes para compensar una demanda interna
más moderada.

El ensombrecimiento de la perspectiva se vio reflejado
en un pronóstico económico actualizado emitido el
jueves por la Casa Blanca. El gobierno de EEUU ahora prevé
que la economía se expandirá solamente 1,9% el
año 2011 y 2,6% el 2012, medido de cuarto trimestre a
cuarto trimestre, y no cree que el desempleo mejore
significativamente.

En tanto los informes sugieren un sentimiento global
menguante, los indicadores muestran que la producción se
expandió un poco. La manufactura global estaba subiendo a
un ritmo anualizado calculado en 6% en el trimestre hasta julio
(2011), según J.P. Morgan Chase, cuyo índice global
de producción fabril el 1/9/11 estaba en 50,1, apenas por
encima del nivel de estancamiento. Toda lectura superior a 50
indica expansión. Eso significa que los pronósticos
anticipan una futura ralentización, o que los ejecutivos
están más pesimistas sobre la economía de lo
que deberían, dada la producción real.

El índice de la actividad fabril de EEUU del
Instituto de Gestión de Suministros (ISM, por sus siglas
en inglés), un grupo de ejecutivos de compras, bajó
un tercio de un punto porcentual a 50,6. El índice de
producción se contrajo al menor nivel desde mayo de 2009.
En tanto los precios siguieron moderándose, la
expansión en el empleo se moderó mientras las
empresas tratan de navegar un clima incierto. En todo EEUU, la
moderación del gasto público amenaza con debilitar
la economía en los meses venideros. Tales recortes
también preocupan a algunos ejecutivos por las presiones
de largo plazo en sus negocios.

"La incertidumbre en el mercado es enorme", dice Richard
Seaman, presidente ejecutivo de Seaman Corp., productor fabril de
Ohio. "Realmente hay una visibilidad baja con miras al futuro
porque la gente no sabe exactamente qué hacer".

El panorama más negativo en EEUU y otras partes
del mundo desarrollado está impactando a las
economías emergentes. A inicios de septiembre (2011), el
banco central de Brasil, que ha subido las tasas de
interés cinco veces en el año 2011, las redujo por
inquietudes de que la desaceleración global esté
infectando a la mayor economía de
Latinoamérica.

En Asia, donde muchos bancos centrales han estado
restringiendo la política monetaria para combatir la
inflación, la demanda interna está
moderándose al tiempo que mercados de exportación
clave se repliegan. Los índices de dos economías
cruciales para el comercio global -Corea del Sur y Taiwán-
cayeron a menos de 50, indicando que la manufactura se contrajo
en agosto (2011).

Entretanto, el índice fabril oficial de la mayor
economía de Asia, China, se mantuvo ligeramente por encima
de 50, mientras que una lectura alternativa de HSBC subió
ligeramente a 49,9. Las cifras sugieren que la producción
fabril china ni repuntó ni se hundió en agosto
(2011). Las exportaciones fueron un sector problemático,
por cuanto el reporte del gobierno informó que el
subíndice de los nuevos pedidos de exportación
cayó a 48,3 de 50,4 en julio (2011), replegándose a
una contracción por primera vez desde abril de 2009, cerca
del punto álgido de la crisis financiera.

El sector fabril de Alemania apenas se expandió
durante el mes de agosto (2011), registrando su ritmo más
lento en dos años. Eso mitigó algunas inquietudes
de que la mayor economía de Europa podría caer en
otra recesión, aun cuando la manufactura en los
países más vulnerables de la zona euro se
está contrayendo rápidamente, lo cual sugiere que
aún faltan varios meses para la estabilización de
dichas economías.

– El estancamiento económico de los Estados
Unidos (Project Syndicate – 25/10/11)

(Por Martin Feldstein) Lectura recomendada

Cambridge.- Los Estados Unidos parecen estar atrapados
en un peligroso callejón sin salida económico. La
negativa de los republicanos y de los demócratas a ceder
terreno en lo que se refiere al presupuesto está
impidiendo que el gobierno haga frente a su enorme déficit
fiscal y a su deuda nacional que crece rápidamente. En
efecto, la Oficina de Presupuesto del Congreso estima que
ésta podría aumentar al 82% del PIB en los
próximos diez años -más del doble del
coeficiente de deuda que se registraba apenas en 2008.

Además, esa previsión se basa en supuestos
muy optimistas de un fuerte crecimiento económico y tasas
de interés bajas. Con un crecimiento más lento y
tasas de interés más normales, el coeficiente de
deuda podría aumentar fácilmente a más del
100% en 2021, y superar el 150% para 2030.

Una razón fundamental del aumento acelerado de la
deuda pública es el rápido envejecimiento de la
población estadounidense y el consiguiente aumento del
costo de la pensión universal y los programas de salud -el
seguro social y "Medicare". La mayoría de los expertos
creen que limitar el aumento de la deuda requerirá una
disminución del crecimiento de estos programas de
beneficios, e incrementar los impuestos como proporción
del PIB.

Sin embargo, el presidente Barack Obama y los
legisladores demócratas se oponen a cualquier
reducción futura en los programas de beneficios, mientras
que los candidatos presidenciales y legisladores republicanos
rechazan cualquier incremento en los ingresos fiscales. El
resultado es el actual punto muerto en la reducción del
déficit fiscal y dar marcha atrás al crecimiento de
la deuda nacional.

Los republicanos argumentan que el aumento de la deuda
nacional se debe limitar solamente mediante un recorte del gasto
gubernamental. Aunque se deberían hacer algunos recortes
en los desembolsos tradicionales como parte de los esfuerzos para
controlar el gasto, este enfoque tiene que complementarse con una
reducción de los "gastos fiscales" -las disposiciones
especiales del código fiscal para subsidiar los servicios
de salud, los créditos hipotecarios, los impuestos de los
gobiernos locales, etc. Limitar los gastos fiscales podría
reducir el déficit anual hasta en un 2% del PIB,
disminuyendo así el coeficiente deuda-PIB para 2021 en
más de 25 puntos porcentuales.

Generalmente, los republicanos rechazan esta forma de
reducir el gasto porque genera ingresos fiscales adicionales.
Mientras que es cierto que este método aumenta los
ingresos totales, el efecto económico de limitar los
gastos fiscales es el mismo que el de cualquier otra forma de
recortar el gasto en esos programas. Sin embargo, la
oposición de los republicanos a cualquier cosa que
incremente los ingresos significa que esta solución para
desbloquear el punto muerto sobre el presupuesto no se
pondrá en marcha.

El costo para el presupuesto de las pensiones de la
seguridad social se podría reducir gradualmente mediante
la sustitución de las rentas generadas por las cuentas de
inversión para el retiro personales por una parte de los
beneficios financiados actualmente con los impuestos. Sin
embargo, incluso una reforma como esa podría mantener el
nivel de ingreso de los jubilados. Los demócratas se
oponen porque ello reduciría los beneficios tradicionales
del gobierno. Con esto el punto muerto se complica
más.

Las posturas de línea dura de los dos partidos
son un presagio de las próximas elecciones presidenciales
y legislativas en noviembre de 2012. En efecto, los republicanos
encaran a los votantes con un cartel que dice, "Nosotros no
subiremos los impuestos, pero los demócratas sí."
En cambio, el de los demócratas dice, "Nosotros no vamos a
bajar tu pensión o prestaciones de salud, pero los
republicanos sí."

Ninguno de las partes quiere que haya ninguna
ambigüedad en su mensaje antes de las elecciones, por lo que
se descarta la posibilidad de realizar cualquier cambio inmediato
en los gastos fiscales o en las pensiones futuras del programa
"Social Security". Sin embargo, por la misma razón, soy
optimista en que el punto muerto se desbloqueará
después de las elecciones. En ese momento, los
republicanos y los demócratas podrán aceptar las
reformas que ahora deben rechazar.

Otro procedimiento para reducir el déficit
después de las elecciones sería bajar las tasas
impositivas marginales, y equilibrar esa pérdida de
ingresos con recortes en los gastos fiscales. Los análisis
oficiales restan importancia al efecto de menores tasas
impositivas marginales en el ingreso gravable, pero la
experiencia muestra que los ingresos gravables se elevan
considerablemente a medida que los contribuyentes responden a
tasas impositivas marginales reducidas trabajando más,
recibiendo más de su remuneración en efectivo
imponible que en prestaciones adicionales, y reduciendo su
consumo deducible de impuestos. Disminuir los gastos fiscales
mientras que se reducen las tasas impositivas marginales puede
generar ingresos sustanciales mediante un incremento del nivel
del ingreso gravable.

El actual callejón sin salida económico es
alarmante porque los mercados financieros podrían
reaccionar negativamente y porque el retraso para hacer frente al
déficit fiscal se traduce en una mayor deuda nacional. Tal
vez soy demasiado optimista pero tengo buenas razones para pensar
que este punto muerto sobre el presupuesto refleja una postura
electoral, y que el sistema político estadounidense
mostrará su eficacia para avanzar en el tema de la
consolidación fiscal una vez que hayan pasado las
elecciones.

(Martin Feldstein, profesor de Economía de la
Universidad de Harvard, fue jefe del Consejo de Asesores
Económicos del presidente Ronald Reagan, y presidente del
National Bureau for Economic Research (Oficina Nacional de
Investigación Económica). Copyright: Project
Syndicate, 2011)

Un ranking de la desilusión capitalista (el
resentimiento de la ambición frustrada)

"El libre mercado enamora a los alemanes, pero deja
fríos a los franceses y tibios a los
españoles"…
Capitalismo, te quiero (El
País – 7/4/11)

¿Qué país del mundo ama con
más pasión el capitalismo? A bote pronto la
respuesta más lógica sería que EEUU o Reino
Unido, cunas del modelo de libre mercado. Pero una encuesta
elaborada por la empresa canadiense GlobeScan ofrece resultados
sorprendentes: son los alemanes quienes en mayor
proporción, un 68%, opinan que el capitalismo es el mejor
sistema. Les siguen de cerca, con un 67%, brasileños y
chinos, habitantes estos últimos de un país
gobernado por el Partido Comunista. Francia, una de las naciones
más prósperas del planeta y sede de enormes
multinacionales, es donde el capitalismo tiene más
detractores, un 57%, acompañada de Turquía (56%).
Son estos los únicos países con más
críticos que partidarios del libre mercado entre los 25
incluidos en la encuesta.

España se sitúa más o menos a mitad
de la tabla, ligeramente por debajo de la media. El 52% de los
españoles está de acuerdo en que los medios de
producción permanezcan en manos privadas, mientras que el
34% rechaza la idea. Los británicos se sitúan en un
discreto 55%. ¿Y EEUU? Sus ciudadanos son algo más
entusiastas (59%), aunque la crisis parece haber hecho mella en
su estado de ánimo, ya que diez años antes, cuando
GlobeScan comenzó a hacer su encuesta, la cifra acariciaba
el 80%.

Como sucede entre las personas, el amor por el
capitalismo puede ser interesado. Los resultados del sondeo
indican que aquellos países que lo abrazan con más
ardor son los que menos han notado la crisis y que las grandes
naciones emergentes -China, Brasil, India…, donde las clases
medias están en pleno crecimiento y el consumo aumenta
rápidamente- son los nuevos motores de la economía
mundial.

"EEUU es el último lugar en el que
esperábamos ver una caída tan pronunciada de la
confianza en el sistema de libre empresa", comentó el
presidente de la empresa, Doug Miller. Los estadounidenses con
ingresos inferiores a 20.000 dólares anuales son quienes
han perdido la fe en sistema, ya que solo un 44% de ellos dice
creer en él. "La encuesta sugiere que la clase empresarial
estadounidense están a punto de perder el contrato social
con la familia media que le ha hecho prosperar en el mundo", dijo
Miller.

La encuesta de GlobeScan fue efectuada por
teléfono en China y EEUU, y por teléfono, en
persona o por Internet en los otros 23 países entre el 24
de junio y el 18 de septiembre de 2010. El margen de error del
sondeo oscila entre +/- 3,0% y +/4,9%.

Algunos gráficos que pueden ayudar a entender el
cambio de percepción

Llegamos a un punto en que la balanza ya no está
inclinada, sino rota, y eso tiene consecuencias. Roubini lo
expresa perfectamente en una simple frase: "Marx tenía
razón, llegado un punto, el capitalismo puede
autodestruirse, porque no se puede seguir trasladando ingresos
del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una
falta de demanda agregada".

– Frágiles y desequilibrados en 2012 (Project
Syndicate – 15/12/11)

(Por Nouriel Roubini) Lectura recomendada

Nueva York.- Las perspectivas para la economía
mundial en 2012 están claras, pero no son auspiciosas:
recesión en Europa, crecimiento anémico en el mejor
de los casos en Estados Unidos, y una abrupta
desaceleración en China y en la mayoría de las
economías emergentes
. Las economías
asiáticas están expuestas a China. América
Latina está expuesta a menores precios de materias primas
(a medida que China y las economías avanzadas se
desaceleran). Europa central y oriental están expuestas a
la eurozona. Y las turbulencias en el Medio Oriente están
causando graves riesgos económicos -tanto allí como
en otras partes- a medida que sigue alto el riesgo
geopolítico y, por tanto, los precios del petróleo
limiten el crecimiento global.

En este punto, no hay duda de que habrá
recesión en la eurozona. Si bien no es posible predecir su
profundidad y duración, la constante contracción
del crédito, los problemas de deuda soberana, la falta de
competitividad y la austeridad fiscal implican todas, una grave
contracción económica.

EEUU -que crece a paso de tortuga desde
2010- se enfrenta a considerables riesgos a la baja debido a la
crisis de la eurozona. También debe lidiar con un lastre
fiscal significativo, el desapalancamiento en curso en el sector
de los hogares (en medio de débil creación de
empleos, ingresos estancados y la persistente presión a la
baja sobre los bienes raíces y la riqueza financiera), el
aumento de la desigualdad y el estancamiento
político.

Entre otras economías avanzadas principales, el
Reino Unido se encuentra en caída doble, a medida que la
carga frontal de la consolidación fiscal y la
exposición a la eurozona socavan el crecimiento. En
Japón, la recuperación post-terremoto se diluye a
medida que los débiles gobiernos se resisten a aplicar
reformas estructurales.

Mientras tanto, son cada vez más obvias las
fallas en el modelo de crecimiento de China. La caída de
los precios inmobiliarios está detonando una
reacción en cadena que tendrá un efecto negativo en
las empresas de construcción, la inversión y los
ingresos del gobierno. El auge de la construcción
está empezando a estancarse, al igual que las
exportaciones netas se han convertido en un lastre para el
crecimiento, debido al debilitamiento de la demanda,
especialmente de EEUU y la eurozona. Después de haber
tratado de enfriar el mercado inmobiliario poniendo coto a los
precios que estaban fuera de control, para los líderes
chinos va a ser difícil reactivar el
crecimiento.

No están solos. En el ámbito de las
políticas, EEUU, Europa y Japón, también han
ido posponiendo las serias reformas económicas, fiscales y
financieras que son necesarias para restablecer un crecimiento
sostenible y equilibrado.

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