No es demasiado tarde para redimirse. Alan Greenspan
sigue teniendo el poder para poner en evidencia los males de la
Fed. Sabe cómo opera por dentro y por fuera. Sabe lo
poderosa y dañina que es esta fuerza para la
economía y el mundo en general. Quizá él sea
la "última esperanza", "el elegido" que pueda
desenmascarar el funcionamiento interno de la Fed ante el pueblo
estadounidense y convencerlo para que regrese a un sistema
monetario libre de la manipulación y el control
público.
Sr. Greenspan, denuncie todos los males de la Reserva
Federal. ¡Ayude a restaurar la república!". Darth
Greenspan (Art Caden – Libertad Digital – 9/3/11 – ©
Mises Daily)
"Esta violación palmaria de la ley por parte de
Bernanke le incapacitaría completamente para el cargo que
ocupa, de forma que el presidente de los EEUU debería
proceder a su inmediata e ignominiosa
destitución.
Existen serias dudas sobre la legalidad del Quantitative
Easing (QE o Flexibilización Cuantitativa). Usted es una
de las pocas personas que están cualificadas y bien
situadas al mismo tiempo para poder llegar al fondo de la
cuestión.
Mucha gente cree (y los medios suelen confirmarles esta
creencia) que la Reserva Federal puede crear dólares de la
nada, en cualquier cantidad y cuando le plazca. Podría
además ser ésta la ilusión que llevó
al Dr. Bernanke a decir que el Gobierno americano le había
entregado a la Reserva Federal una imprenta, que es una
herramienta realmente útil para impedir la
deflación. Pero esto no guarda ninguna relación con
la verdad. La Reserva Federal puede crear nuevos dólares
única y exclusivamente cuando se producen unas estrictas
condiciones legales. Y aún en esos casos sólo puede
disponer de ese privilegio bajo las estrechas medidas que
prescribe la ley.
Pero, al contrario de lo que dijo Bernanke, no pueden
lanzarse alegremente dólares desde un helicóptero,
con independencia de las razones que se puedan tener para
emprender una acción de ese tipo. Tampoco tiene capacidad
legal la Reserva Federal para comprar directamente deuda
pública emitida por el Tesoro, sino que eso sólo lo
puede hacer indirectamente, mediante las operaciones de mercado
abierto (OMA). Si no sometes a la deuda que emite el Tesoro al
test del mercado antes de que la adquiera la Fed, entonces lo que
debemos presumir es que el mercado la habría rechazando
como algo sin valor, o que sólo la habría adquirido
con un descuento significativo.
La ley no permite a los bancos del sistema de la Reserva
Federal comprar títulos de deuda del Tesoro directamente,
porque entonces la creación del dinero por parte del banco
central americano se convertiría en un sainete, los
requerimientos de reservas de los bancos comerciales en una
farsa, y finalmente el dólar pasaría a ser el mayor
timo de la historia.
El QE ya es en sí mismo un problema lo
suficientemente grave. Pero existe todavía algo aún
más siniestro: los bancos de la Reserva Federal
sólo pueden comprar deuda pública si la pagan con
pasivos de la Reserva Federal que han sido creados
legalmente.
Los pasivos de la Reserva Federal (sus billetes y
depósitos) son creados legalmente cuando han sido emitidos
de acuerdo con la ley. Y la ley dice que los pasivos de la
Reserva Federal tienen que estar respaldado por un título
que hace de colateral en el momento de la emisión
(normalmente deuda pública emitida por el Tesoro de EEUU).
El proceso es como se explica a continuación.
El banco de la Reserva Federal que busca expandir sus
pasivos utiliza la deuda pública de la que es dueño
de forma absoluta y que se encuentra libre de cualquier carga, y
la pone como colateral para que se le autorice la emisión
de nuevos pasivos. Dicho de otra forma, si los bancos de la
Reserva Federal no tienen en su poder deuda pública libre
de cualquier carga, entonces no pueden crear pasivos adicionales
de forma legal.
Parece evidente que los bancos de la Reserva Federal
ahora mismo no tienen emitidos suficientes pasivos como para
realizar el tipo de compras que el Dr. Bernanke está
llevando a cabo a través del QE. Y tampoco tienen la
suficiente deuda pública libre de cargas como para poder
utilizarla como colateral a la hora de emitir esos nuevos pasivos
de forma legal.
El asunto es que el proceso de poner primero el
colateral y aumentar después los pasivos no se debe
invertir bajo ninguna circunstancia. Es decir, lo que no pueden
hacer de forma legal los bancos de la Reserva Federal es comprar
primero la deuda pública con un pasivo de la Reserva
Federal creado ilegalmente, colocar esa deuda a
continuación como colateral y justificar finalmente de
forma retroactiva una emisión ilegal de crédito.
Tampoco pueden pedir prestados los bonos del Tesoro (pues esos
bonos no están libres de cargas), ponerlos como colateral
y a continuación pagarlos de forma retroactiva.
Esta es una limitación importante, pues es la que
separa el sistema de moneda inconvertible sometida al
régimen de mercado de otro cuyo fundamento es el puro
dinero fiduciario dedicado a la monetización directa de la
deuda del Gobierno. Y esto último es precisamente el
camposanto en el que descansan el dólar continental, el
asignado, el Mandat, el Reichsmark y el todavía caliente
dólar de Zimbabwe. Por no citar a otras muchas
monedas.
Sea como fuere, si la Reserva Federal estuviera haciendo
una autorización retroactiva de sus propios pasivos,
entonces estaría violando la letra y el espíritu de
la Ley de la Reserva Federal. Al mismo tiempo, estaría
convirtiendo al dólar en una moneda completamente
fiduciaria por la puerta de atrás, puenteando al propio
Congreso. En ese caso, el presidente del banco central americano,
el Dr. Bernanke, estaría mostrando una completa mala fe,
pues él conoce la ley a la que se somete su
institución. Esta violación palmaria de la ley le
incapacitaría completamente para el cargo que ocupa, de
forma que el presidente de los EEUU debería proceder a su
inmediata e ignominiosa destitución mientras se realiza la
pertinente investigación por parte del
Congreso.
Las violaciones de la ley que está cometiendo la
Reserva Federal suponen un esfuerzo concertado por su parte para
quitarse de encima las cadenas que impone la ley en los grifos de
donde sale el dinero. Esta violación no es un incidente
aislado. Apunta hacia la corrupción del orden monetario de
EEUU y también a la del mundo entero. Aún
más, es probablemente una de las principales causas de la
inestabilidad financiera que padece la economía
internacional desde 1971 y más recientemente desde
2008.
Si no se entiende esta verdad fundamental, entonces no
sirven de nada todos los discursos sobre la estabilización
del sistema monetario y la corrección de déficit
presupuestario". Carta abierta a Ron Paul (Antal E. Fekete –
Libertad Digital – 13/4/11 – Original: Impeach Bernanke.
An open letter to Congressman Ron Paul of Texas)
"Capitalismo procede de capital y para amasar un capital
hay que ahorrar y para ahorrar hay que restringir el consumo. El
capitalismo no tiene nada que ver con el consumismo.
Uno de los mayores problemas de los que adolecen
nuestros juicios económicos es que tratamos de
elucubrarlos a la luz de nuestra experiencia diaria. En ocasiones
el resultado puede ser satisfactorio pero en otras puede resultar
bastante catastrófico. Por ejemplo, por todos es sabido
que al capitalismo lo mueve el consumo; basta con darse un paseo
por la calle para darse cuenta: cuando las tiendas están a
rebosar, se crea empleo, y cuando están vacías, se
destruye. Sencillo, ¿no?
Pues no tanto. A quienes creen que el capitalismo se
sustenta sobre el consumo -o incluso sobre el consumismo-
debería extrañarles el étimo mismo de
"capitalismo". Capitalismo procede de capital (esa parte de
nuestro patrimonio destinada a generar riqueza para el resto de
agentes de un mercado) y para amasar un capital hay que ahorrar y
para ahorrar hay que restringir el consumo. ¿Qué
sentido tiene entonces decir que un sistema, el capitalismo, cuya
misma existencia depende de la virtud de no consumir sólo
puede sobrevivir y medrar cuando se consume masivamente? Ninguno,
salvo porque aquello que conocemos del capitalismo son sus
expresiones más primarias y más mundanas: como
productores especializados y consumidores generalistas que somos,
cada semana visitamos decenas de tiendas distintas, pero muy
pocos serán quienes a lo largo de toda su vida visiten
decenas de centros de producción diferentes.
Mas las cosas son así: el capitalismo no depende
del consumo sino del ahorro. Una sociedad donde se consumiera el
100% de la renta sería una sociedad nada
capitalista…
Es el ahorro, el no desear consumir todo lo que podamos,
lo que nos permite dirigir durante un tiempo nuestros esfuerzos,
no a satisfacer nuestra más inmediatas necesidades, sino a
preocuparnos por satisfacer nuestras necesidades futuras:
producimos bienes de capital para que éstos, a su vez,
fabriquen los bienes de consumo futuros que podamos
necesitar.
Pero entonces, ¿acaso la economía no entra
en crisis cuando cae el consumo? No, quienes entran en crisis
cuando cae el consumo son los negocios que venden directamente a
los consumidores, pero no toda la
economía…
Alto. Pero, ¿acaso no son las industrias de
bienes de consumo las que compran los bienes de capital
(máquinas, productos intermedios, grúas, patentes,
material de oficina, ordenadores…)? Entonces, si las industrias
que producen bienes de consumo entran en crisis porque venden
menos, ¿acaso no reducirán sus compras a las
industrias que fabrican bienes de capital? ¿Para
qué querrían estas incrementar su
producción?
No, no están locas. Que el consumo caiga
significa que las empresas de bienes de consumo ya no pueden
vender una parte de sus mercancías al mismo precio que
antes. Si no rebajan los precios, parte del género se les
queda en las estanterías sin vender, pero si lo hacen,
deja de salirles a cuenta comercializar muchos de esos productos.
¿Callejón sin salida? No. Toda empresa que vea
minorar su margen de ganancia tiene dos opciones: o comprar el
mismo producto más barato a sus proveedores o adquirirles
un producto igual de caro pero de mayor calidad por el que los
consumidores estén dispuestos a pagar más. En ambos
casos, el margen de beneficio de estos productos vuelve a ser
positivo: o los precios caen pero los costes también lo
hacen, o los costes se mantienen constantes pero los precios de
venta suben.
Así pues, sí existe una demanda potencial
insatisfecha por parte de las empresas de bienes de consumo y, en
definitiva, por parte de los consumidores: demandan bienes de
consumo o más baratos o de mayor calidad. Y es a esto a lo
que se dedicarán los asequibles fondos y recursos que
quedan disponibles tras la minoración del gasto en
consumo: a fabricar más bienes de capital que, gracias a
su superior productividad, permitan producir en el futuro bienes
de consumo más baratos o de mayor
calidad…
Por este motivo, en contra de lo que piensan los
subconsumistas, no existe ninguna paradoja del ahorro: el ahorro
es tanto individual como socialmente beneficioso. Más
ahorro incrementa nuestro patrimonio individual y,
también, la capitalización de toda la
economía: es un poquito menos de pan hoy a cambio de
muchísimo más pan mañana. El capitalismo no
ha medrado sobre el consumismo, pues en tal caso las sociedades
más pobres del planeta -aquellas que para sobrevivir se
ven forzadas a consumir todo lo que tienen- serían las
más ricas; ha medrado, en cambio, sobre la virtud de la
frugalidad de unas clases bajas que se han ido
convirtiéndose en medias y, en algunos casos, en
capitalistas.
Y ahora, la pregunta estrella: ¿podemos llevar
este principio hasta el extremo? ¿Acaso si todos
dejáramos de consumir por completo la economía no
se desmoronaría? Pues depende de qué entendamos por
"dejar de consumir por completo". Si con ello queremos decir que
nunca más, jamás, nadie sobre la faz de la tierra
piensa volver a adquirir un bien de consumo, entonces sí.
Pero por un motivo elemental: producimos para consumir (nota al
margen: el ingenuo pensamiento keynesiano razona al revés;
consumimos para producir y para tener empleo en algo). Si nadie
quiere consumir ni hoy ni mañana, no hay objeto para que
sigamos produciendo; podemos tumbarnos todos el día a la
bartola en lugar de perder el tiempo y las energías en
fabricar algo que nadie desea…
Es simple: a más ahorro, más riqueza
futura… siempre, claro, que valoremos y deseemos más esa
riqueza futura que convertirnos en unos austeros
anacoretas.
No, el capitalismo no tiene nada que ver con el
consumismo. Bueno, en realidad una sola cosa: tanto nos ha
enriquecido el ahorro de nuestras generaciones pasadas que ahora,
como nuevos ricos, podemos disfrutar de más bienes de
consumo de los que jamás soñaron disponer los
faraones y los monarcas absolutos…
Pero, en todo caso, tengamos bien presente que el
afluente consumo actual son los frutos de las privaciones del
consumo de ayer y anteayer. El consumo es la cosecha, no la
plantación. La plantación es el capital y el
sistema social de plantaciones empresariales que nos permite
disfrutar de un abundante y variado consumo es el capitalismo".
El capitalismo depende del ahorro, no del consumo (Juan
Ramón Rallo – Libertad Digital –
15/4/11)
"Comenzamos la semana con la intolerable
insubordinación de esa agencia de rating llamada S&P
al advertir sobre la posibilidad de arrebatarle la triple A al
Gobierno estadounidense: ya saben, una parte del oligopolio
privado de las agencias de calificación amenazando a quien
ha creado y sustenta ese oligopolio privado.
Enternecedor.
Con todo, más allá de este apaño
para guardar las apariencias, EEUU debería haber perdido
la máxima calificación crediticia hace mucho. No ya
porque su deuda pública supere el 80% del PIB, no ya
porque su déficit público ronde el 10% del PIB,
sino porque de momento no hay ningún plan creíble
para reducir el abultadísimo déficit público
futuro derivado de su "gasto social" (sí, en los
turboliberales EEUU hay tanto de eso como para abocarlos al
impago)…
Y es que, de hecho, ahí se encuentra la madre del
cordero. A punto de concluir el Quantitative Easing 2 -el
programa por el que la Fed ha adquirido prácticamente toda
la deuda pública emitida en los últimos meses-,
¿qué hará Bernanke?
¿Continuará monetizando más deuda
pública para que Obama siga despilfarrando a placer en
lugar de ajustar sus cuentas o, en cambio, cerrará el
grifo permitiendo que los tipos de interés se
disparen?
Técnicamente, el Gobierno de Estados Unidos,
siempre que tenga detrás a la Reserva Federal, no puede
suspender pagos. Si se les acaba el dinero, basta con que lo
pinten. Disponen de un monopolio monetario controlado por el
Gobierno (¡vaya si es un monopolio!) que les concede
autonomía monetaria, es decir, autonomía para
destruir la moneda.
Pero no se confundan. Recurrir a la inflación
para no impagar la deuda es impagar la deuda, pues se devuelve
una moneda de menor valor que aquella que se prestó (al
acreedor le da igual que le devuelvan un 30% menos de
dólares que el 100% de unos dólares con un 30%
menos de valor)…
Es una lección muy sencilla de la que los
argentinos son unos maestros: redefine la unidad monetaria hasta
que puedas devolver el importe nominal al que te
comprometiste.
Claro que los riesgos de esta política deshonrosa
(si no puedes pagar, admítelo, pero no te cargues la
divisa) son bastante elevados. Las dinámicas
inflacionistas a tan alto nivel, una vez desatadas, son muy
difíciles de controlar. Nada tienen que ver con la
inflación de tipo crediticio que hemos vivido en los
últimos 50 años: no son una inflación que
nace de crear demasiado crédito sino una inflación
que estalla por diluir la moneda para destruir demasiado
crédito.
De momento, el mercado sólo está
penalizando ligeramente al dólar… Todo cambia, sin
embargo, si los operadores de mercado y los tenedores de
dólares llegan a la convicción de que el Gobierno
sólo amortizará la deuda pública de la Fed a
través de los dólares que consiga monetizando nueva
deuda pública.
Ése sería un punto hiperinflacionista de
muy difícil retorno, porque significaría la
descapitalización completa del banco central: los activos
de deuda pública de la Fed estarían formalmente
impagados en la medida en que sólo podrían
atenderse a través de un mayor endeudamiento (de una mayor
monetización de dólares) por parte de la misma Fed.
Básicamente, el dólar se convertiría en un
fraude piramidal como el de Madoff del que los inversores
saldrían en desbandada.
Por eso Obama y Bernanke están jugando con
fuego… Uno gasta y gasta porque el otro imprime e imprime.
Que luego no nos vendan que eso también es culpa del libre
mercado". Sobre la suspensión de pagos de EEUU (Juan
Ramón Rallo – Libertad Digital –
20/4/11)
"Mucho se está hablando durante estos días
de la posibilidad de que Bernanke renueve el programa de
flexibilización cuantitativa, o Quantitative Easing (QE),
por el que la Reserva Federal ha monetizado unos dos billones de
deuda pública y privada. La mayoría de los
detractores de su extensión aducen que la QE nos aboca al
colapso del dólar, o sea, a la hiperinflación,
debido a la cantidad de billetes verdes que se están
imprimiendo.
Tal punto de vista desconoce no sólo cuál
es la génesis de la inflación (y sobre todo de la
hiperinflación, que no es únicamente una subida de
precios a lo bestia), sino cuál es la naturaleza de la
Fed: ésta no desempeña el papel de los productores
de dinero (el de los genuinos mineros de oro), sino que es el
mayor banco comercial del mundo.
Tradicionalmente, los bancos comerciales eran
instituciones que creaban promesas de pago en oro contra la
entrega de oro o de otros activos que se esperaba proporcionaran
el metal amarrillo en el futuro (pagarés, letras de
cambio…); es decir, los bancos comerciales vendían sus
deudas a cambio de otros créditos de alta calidad pero
menos conocidos por el resto del público. Esas deudas
bancarias eran conocidas como billetes de banco o como
depósitos a la vista y, debido generalmente a la buena
reputación de la entidad, eran aceptadas como medios de
pago alternativos al oro por casi todos los
ciudadanos…
Fue solo con el abandono del patrón oro que los
bancos centrales de todo el planeta suspendieron pagos y se
generó el espejismo de que, de algún modo, el
dinero había pasado a ser el dólar (o cualquier
otro pasivo de un banco central), y su emisor, un fabricante de
dinero.
Tengamos presente que nada impide que una deuda impagada
siga circulando como medio de pago en una economía,
especialmente si, pese a todo, el banco central que la ha emitido
tiene otros activos de calidad y si el Gobierno de turno le
concede su apoyo directo (permitiendo, por ejemplo, que las
obligaciones tributarias se salden con ella). Lo esencial, pues,
es que los billetes del banco central siguen siendo deuda y el
banco central sigue siendo… un banco.
Por eso, los QE no han supuesto una masiva e
hiperinflacionista impresión de dólares: más
bien han sido una masiva operación de financiación
del Estado (a través de la compra de casi un billón
de dólares en bonos) y de la banca privada estadounidense
(con la adquisición de, aproximadamente, otro
billón de dólares en titulizaciones hipotecarias).
Es decir, la Fed actuó como el banco que es: extendiendo
crédito mediante la generación de promesas de pago
(dólares). Son los agentes de mercado quienes, al seguir
aceptando que sus bienes y servicios se intercambien por esos
billetes verdes, siguen dotando de valor a los dólares,
las deudas de la Fed (aunque sea de un valor
decreciente).
¿Habría generado inflación, en
circunstancias normales, una expansión tan cuantiosa del
crédito público y privado por parte de la Fed? A
buen seguro: más crédito son más medios de
pago persiguiendo unas cantidades de bienes y servicios que no
crecen, ni mucho menos, a la misma velocidad. ¿Tiene
sentido que no lo haya generado en las circunstancias actuales?
Sí, porque, como algunos predijimos, al tiempo que se crea
una gran cantidad de crédito público, se
está destruyendo una mayor cantidad de crédito
privado (impagos y amortizaciones de deuda). Si acaso podemos
decir que la QE ha sido inflacionista por obstaculizar las
acusadas reducciones de precios que deberían haberse dado
en su ausencia. ¿Tiene sentido que directamente provoquen
hiperinflación? No, al menos mientras los agentes de
mercado sigan confiando en que el Gobierno estadounidense -el
mayor deudor de la Fed- cumplirá con sus obligaciones y
devolverá el dinero que la Fed le ha prestado. La
hiperinflación sólo llegaría si EEUU
suspendiera pagos: esto es, si aplicara una quita a su deuda
pública o si esa deuda pública se saldara mediante
la impresión de nuevos dólares.
Entonces, ¿cuáles son los problemas de la
QE? Los mismos que los del negocio bancario actual: la Fed se
está endeudando a corto plazo (emitiendo dólares
cuyo valor se compromete a estabilizar) e invirtiendo a largo. En
otras palabras: por un lado, la Fed está generando unos
volúmenes insostenibles de crédito que, en caso de
haberse dirigido al sector privado, generarían una burbuja
de malas inversiones similar a la subprime, y que, por haberse
dirigido preferentemente al sector público,
generarán malas inversiones, que quedarán fuera de
la disciplina del mercado (es decir, unas malas inversiones que
no detectaremos a través de la aparición de
pérdidas empresariales, sino sólo a través
de su consolidación mediante subidas de impuestos), y que
están contribuyendo a mantener artificialmente alta la
demanda de ese cuello de botella que son las materias
primas…
Si hay que dejar de renovar esas billonarias expansiones
de crédito que son los QE, no es porque vayan a generar
directamente una hiperinflación, sino porque están
contribuyendo al empobrecimiento de los estadounidenses: al
estancamiento del sector privado y a un sobreendeudamiento del
sector público, que, en caso de colapsar, sí
generaría hiperinflación"… La
hiperinflación no es un problema… de momento (Juan
Ramón Rallo – Libertad Digital –
26/4/11)
"Capitalismo viene de capital. Si falla o se engarrota
lo segundo, falla o se engarrota lo primero. Inexorable destino
de quien consume y no repone, de quien saquea el presente sin
proveer para el futuro. La deuda, anticipar la
satisfacción de nuestras necesidades, es adictiva:
proporciona un placer inmediato muy por encima del que
podríamos (y deberíamos) permitirnos; el ahorro,
retrasar la satisfacción de nuestras necesidades, es
doloroso: requiere de la espartana disciplina de la austeridad,
impropia en estos tiempos modernos donde todos tenemos "derecho"
a todo por obra y gracia del Estado providente y
benefactor.
Podemos fijarnos en Estados Unidos, pero semejante
tendencia está bastante más acusada en Europa. Lo
mismo da. Una sociedad que premia el endeudamiento y castiga el
ahorro es una sociedad que lógicamente tendrá
progresivamente más deuda y menos ahorro: es decir,
más obligaciones a devolver una renta futura para cuya
generación se cuenta con menores medios.
Mas, ¿qué esperar? Al endeudamiento se lo
premia con inflación, tipos de interés
artificialmente bajos, rescates indiscriminados y
tributación amigable. Idénticos clavos con los que
se sepulta al ahorro: la inflación erosiona el valor de
nuestros patrimonios, los tipos de interés bajos castran
su rendimiento, los rescates o las amnistías de los
deudores se ceban con el expolio de los acreedores y la sangrante
tributación de plusvalías, dividendos, riqueza o
beneficios afean su recompensa.
A riesgo de simplificar, pocos elementos ilustran mejor
esa desatada ofensiva contra el ahorro y esa desacomplejada
promoción del endeudamiento que el definitivo abandono del
patrón oro por parte de Estados Unidos. Vean, si no,
qué ha sucedido con la tasa de ahorro neta sobre el PIB
desde que en 1973 Nixon decidiera enterrar definitivamente
Bretton Woods…
Tendencia paralela a esa explosión del
endeudamiento de las últimas tres décadas,
coincidente con el fin de los altísimos tipos de
interés que Paul Volcker tuvo que colocar a finales de los
70 y principios de los 80 para evitar la desmonetización
del dólar en favor del oro::
El sueño de todo keynesiano -la eutanasia de
facto del rentista- y la pesadilla de todo economista con dos
dedos de frente. A la vista de la evolución del ahorro y
del endeudamiento durante las últimas cuatro
décadas, ya puede suponer qué grupo ha predominado
en la academia y, sobre todo, en el Gobierno". Endeudamiento
mórbido (Juan Ramón Rallo – Libertad Digital –
28/4/11)
"¿Por qué Grecia, Irlanda y Portugal
tuvieron que buscar cobijo bajo el paraguas de rescate de la
Unión Europea, y por qué España es candidato
potencial?
Para muchos la respuesta es obvia: los mercados
internacionales ya no quieren financiar a los "PIGS". Pero es
sólo cierto a medias. De hecho, los mercados
internacionales no han financiado a ninguno de ellos de manera
considerable en los últimos tres años; el Banco
Central Europeo sí lo ha hecho. Las llamadas cuentas
"Objetivo", hasta ahora ignoradas por los medios, muestran que el
BCE ha estado mucho más involucrado en las operaciones de
rescate de lo que se sabe. Pero ahora el BCE ya no quiere hacerlo
y está instando a los miembros de la eurozona a que se
hagan cargo.
Normalmente, el déficit en cuenta corriente de un
país (el déficit comercial menos las transferencias
de otros países) se financia con capital extranjero
privado. No obstante, en una unión monetaria el
crédito del banco central puede desempeñar esta
función si los flujos de capital privado son
insuficientes. Esto es lo que sucedió en la eurozona
cuando el mercado interbancario se vino abajo por primera vez a
mediados de 2007.
Los bancos centrales de los propios PIGS empezaron a
prestar dinero recién impreso a sus bancos privados, y ese
dinero se utilizó para financiar el déficit en
cuenta corriente. Estos fondos llegaron a los países
exportadores, donde circularon como parte de transacciones
normales. Los bancos centrales de los países exportadores
respondieron reduciendo sus emisiones de dinero nuevo para
prestar a la economía interna. En efecto, el
préstamo de dinero por los bancos centrales en los
países exportadores, sobre todo en Alemania, se
desvió a los PIGS.
La política del BCE no fue inflacionaria porque
la reserva total de dinero del Banco Central en la eurozona no
resultó afectada. Pero, puesto que los créditos de
los bancos centrales de los PIGS se dieron a expensas de los
créditos de los bancos centrales de los países
exportadores de la eurozona, la política era equivalente a
una exportación forzada de capitales de estos
países a los PIGS.
El monto de los "créditos de sustitución"
queda de manifiesto en la llamada cuenta Objetivo2, que mide el
déficit o el superávit de las transacciones
financieras de un país con otros países. Puesto que
la cuenta incluye los pagos internacionales por concepto del
comercio de bienes y también de reclamaciones financieras,
un déficit en la cuenta Objetivo de un país indica
una solicitud de créditos del exterior a través del
BCE, mientras que un superávit significa el otorgamiento
de créditos al exterior por la misma
vía.
El saldo no se incluye en la hoja de balance del BCE, ya
que en total es de cero, pero sí aparece en las hojas de
balance de los bancos centrales nacionales como activos que
generan intereses cobrables al BCE o como pasivos pagables al
BCE. Hasta mediados de 2007, las cuentas Objetivo eran cercanas a
cero, pero desde entonces han crecido en aproximadamente 100 mil
millones de euros al año.
Por ejemplo, los activos cobrables de la cuenta Objetivo
del Bundesbank se dispararon de 5 mil millones de euros en 2006 a
323 mil millones de euros para marzo de 2011. La contraparte de
esos activos eran los pasivos de los PIGS, que habían
aumentado hasta llegar aproximadamente a 340 mil millones de
euros a finales del año pasado. Resulta interesante que
los déficits de cuenta corriente acumulativos de los PIGS
de 2008 a 2010 fueron de aproximadamente la misma magnitud -365
mil millones de euros para ser exactos.
Si el BCE no hubiera financiado estos déficits,
los PIGS habrían tenido dificultades para obtener dinero
con qué pagar sus importaciones netas. En caso de que lo
hubieran logrado, las altas tasas de interés los
habrían obligado a apretarse el cinturón, y sus
déficits en cuenta corriente, que en el caso de Grecia y
Portugal superaban el 10% del PIB, habrían
disminuido.
No se debe criticar al BCE por apuntalar las cuentas
corrientes de los PIGS durante la crisis global. Se necesitaban
medidas poco convencionales para impedir que sus economías
se colapsaran. Pero debe quedar claro que esta no fue una
política monetaria sui generis; fue un rescate. Ahora que
la economía mundial se ha recuperado en buena medida de la
crisis, es tiempo de poner fin a esta política – en
gran parte porque el BCE se está quedando sin
armas.
A finales del año pasado, las reservas totales de
dinero del Banco Central en la eurozona eran de 1.07 billones de
euros mientras que los créditos del BCE a los PIGS ya
habían absorbido 380 mil millones de euros. Así
pues, el financiamiento del continuo déficit en cuenta
corriente de los PIGS de alrededor de 100 mil millones de euros
al año consumiría todas las reservas de la base
monetaria en los siguientes seis o siete años.
Para acabar con esta política, el BCE quiere que
el órgano de rescate de Luxemburgo, el Órgano
Europeo de Estabilidad Financiera o el Sistema Monetario Europeo
se hagan cargo, y algunos países incluso piden una
emisión de eurobonos…
Es fundamentalmente más apropiado como
política establecer un tope a las cuentas Objetivo para
mantener los déficits controlados que las políticas
salariales que se contemplan en el nuevo Pacto para el euro. Las
políticas salariales solo son adecuadas para
economías de planificación centralizada". La
estrategia secreta de rescate del BCE (Hans-Werner Sinn – Project
Syndicate – 29/4/11)
(Hans-Werner Sinn es profesor de Economía y
Finanzas Públicas de la Universidad de Múnich y
presidente del Instituto Ifo)
"En la primera conferencia de prensa pública que
recientemente ofreció la Reserva Federal estadounidense,
su presidente, Ben Bernanke, hizo una enérgica defensa de
la muy criticada política de la Reserva de hacer compras
masivas de bonos del gobierno estadounidense, también
conocida como "facilitación cuantitativa." Sin embargo,
¿fue persuasiva su justificación?
La mayoría de los economistas consideran que su
actuación fue imperiosa. Sin embargo, el hecho de que el
dólar ha seguido cayendo mientras que los precios del oro
siguen aumentando, crea un fuerte escepticismo en los mercados.
Una de las cosas más difíciles de la banca central
es que los inversionistas a menudo perciben un mensaje muy
distinto de lo que el banco central trata de
comunicar.
Por supuesto, la Reserva Federal se ha visto obligada a
recurrir a la facilitación cuantitativa, o "QE" como la
llaman los corredores, porque su herramienta normal para ajustar
la inflación y el crecimiento, la tasa de interés
interbancario, ya es de cero. Con todo, el crecimiento
económico de los Estados Unidos sigue siendo lento y va
acompañado de un desempleo tenazmente elevado. Se ha
culpado a la QE de todo, desde las burbujas de los precios de los
valores hasta los disturbios por los alimentos, pasando por el
impétigo. Todo el mundo, desde los ministros de finanzas
extranjeros hasta los caricaturistas pasando por Sarah Palin, han
atacado esa política.
Los críticos insisten en que la
facilitación cuantitativa es el fin del sistema financiero
global, sino es que de la civilización
misma…
Ya sea que los críticos tengan razón o no,
una cosa es clara: dado que la Reserva se está retrasando
con respecto a otros bancos centrales del mundo en lo que se
refiere al ciclo de restricción monetaria y que las
agencias calificadoras están analizando una
reducción de la calificación del crédito
estadounidense, el poder adquisitivo del dólar ha
caído a un nivel sin precedentes frente a las monedas de
los socios comerciales de los Estados Unidos.
La defensa que hizo Bernanke fue sólida y
rotunda. Argumentó que la facilitación cuantitativa
no es ni remotamente tan poco convencional como sostienen sus
detractores. Si se examina la forma en que ha afectado las
condiciones financieras, incluyendo las tasas de interés a
largo plazo, la volatilidad y los precios de las acciones, la
facilitación cuantitativa se parece mucho a la
política convencional de los tipos de interés que
creemos que entendemos. Así pues, las preocupaciones sobre
los supuestos efectos adversos de la facilitación
cuantitativa son muy exageradas y dar marcha atrás en el
futuro tampoco será particularmente difícil.
Bernanke rechazó las quejas sobre los precios de las
materias primas y la inflación en los mercados emergentes
y agregó que esos fenómenos se relacionaban mucho
más con las políticas monetarias laxas y los tipos
de cambio excesivamente rígidos de las economías en
desarrollo de rápido crecimiento.
Las observaciones del presidente de la Reserva Federal
llegan en un momento crítico y sensible. A lo largo del
próximo año, es probable que la Reserva entre en un
ciclo de restricciones en el que aumentarán las tasas de
interés de forma sostenida…
Al relajar la facilitación cuantitativa, Bernanke
debe evitar otra trampa, a saber, un colapso inoportuno de los
precios de los activos. Muchos corredores expertos de Wall Street
están convencidos de que la facilitación
cuantitativa no es más que el viejo opción de venta
de Greenspan (Greenspan put) con esteroides. El culto de la
opción de venta de Greenspan surgió a raíz
de la opinión declarada del anterior presidente de la
Reserva de que ésta no debía tratar de poner
resistencia a un mercado de valores que subiera abruptamente,
salvo en la medida en que dicho mercado socavara la estabilidad
de los precios a largo plazo de los bienes ordinarios. Sin
embargo, si el mercado de valores cae demasiado rápido, la
Reserva debe preocuparse por la posibilidad de recesión y
reaccionar agresivamente para amortiguar la
caída.
¿Tienen razón los corredores?
¿Acaso la facilitación cuantitativa es simplemente
la secuela de la opción de venta de
Greenspan?…
Es cierto que las tasas de interés extremadamente
bajas que prevalecen actualmente alientan a los inversionistas a
invertir sus fondos en valores riesgosos. Tal vez la Reserva
podría argumentar que es responsabilidad de los
reguladores asegurar que las burbujas de valores no den lugar a
un endeudamiento excesivo y a una posible crisis de deuda, aunque
por supuesto la política monetaria debe ser uno de los
elementos.
En vista de la lenta recuperación, Bernanke
podría haber ido más lejos y sostener que la
Reserva es la que tuvo razón. Las autoridades monetarias
de otras economías avanzadas, como el Banco Central
Europeo, podrían estar reaccionando excesivamente ante la
volatilidad de la inflación de corto plazo. No obstante,
quizá por no querer causar problemas a sus contrapartes
extranjeras, Bernanke adoptó un enfoque más
cauteloso y se limitó a defender la política de la
Reserva como la más adecuada para los Estados
Unidos.
Al defender esa política, Bernanke tuvo que
cuidarse de no decir nada que pudiera alarmar demasiado a los
inversionistas. En efecto, ya tienen motivos suficientes para
estar nerviosos: después de todo, a la excepcional
relajación de las condiciones financieras que ha
implantado la Reserva tendrán que seguir restricciones
extraordinariamente dolorosas. ¿Estará lista la
economía cuando llegue ese momento? Explicar el inevitable
viraje hacia las restricciones podría resultar ser un reto
mucho más difícil que explicar las excepcionales
flexibilidades de la facilitación cuantitativa.
La Reserva debe recordar siempre que por sereno y
racional que sea su análisis, trata con mercados que
pueden ser todo menos serenos y racionales"… Bernanke y la
prensa (Kenneth Rogoff – Project Syndicate –
4/5/11)
(Kenneth Rogoff es profesor de Economía y
Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, y
fue economista en jefe del FMI)
"Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff explican en su libro
"Esta vez es distinto" que la clave para entender la recurrencia
de las crisis es la incapacidad para reconocer lo precaria y
volátil que es la confianza. Basta un rumor, un mal dato o
un pánico repentino para prender la
mecha…
(Breve resumen del Preámbulo)
Este libro resume la larga historia de las crisis
financieras en sus distintos aspectos y en un sinfín de
países (…) para entender por qué las crisis
financieras tienden a ser impredecibles y nocivas. La
teoría económica está en lo correcto cuando
señala que los mercados financieros, en especial los
mercados que dependen del apalancamiento (es decir, que poseen
una pobre capitalización en comparación con la
cantidad de activos en juego), pueden ser muy frágiles y
estar sujetos a crisis de confianza. Por desgracia, la
teoría ofrece pocas pistas en cuanto al momento o la
duración exacta de esas crisis. De ahí la
importancia de acudir a la experiencia directa.
Quizá más que cualquier otra cosa, el
elemento clave que da pie al síndrome "esta vez es
distinto" es la incapacidad para reconocer lo precaria y
volátil que es la confianza, en especial cuando grandes
cantidades de deuda a corto plazo deben refinanciarse una y otra
vez. Para los Gobiernos, bancos o empresas con un alto
endeudamiento, en apariencia todo puede marchar como miel sobre
hojuelas por un largo tiempo, hasta que, ¡pum!, la
confianza se derrumba, los prestamistas desaparecen y la crisis
golpea.
El ejemplo más simple y próximo son los
pánicos bancarios…
Tradicionalmente, los bancos solicitan créditos a
corto plazo, es decir, préstamos en la forma de
depósitos que pueden redimirse en un periodo relativamente
breve. Sin embargo, los créditos que otorgan tienen por lo
general un vencimiento mucho más largo, de modo que puede
ser difícil convertirlos a efectivo de manera
inmediata…
Un banco con una base saludable de depósitos y
una amplia cartera de créditos no líquidos sin duda
tendrá excelentes perspectivas a largo plazo. Sin embargo,
los problemas surgirán si, por alguna razón, todos
los depositantes desean retirar sus fondos al mismo tiempo; por
ejemplo, a raíz de un pánico originado en un falso
rumor de que el banco ha perdido dinero apostando por hipotecas
extravagantes. Sin alternativas para vender su cartera de
créditos no líquidos, quizá el banco
simplemente no tendría la capacidad de pagar a sus
espantados inversionistas…
Sin embargo, no solo los bancos pueden padecer una
crisis de confianza. Lo mismo puede sucederles a otros
prestamistas. Durante la crisis financiera iniciada en EEUU en
2007, los gigantes financieros del sistema bancario paralelo o en
la sombra, esto es, fuera de la banca regulada, tuvieron
problemas similares. Aun cuando los préstamos que
obtuvieron provenían sobre todo de bancos y otras
instituciones financieras, su vulnerabilidad fue la misma. A
medida que perdían confianza en las inversiones que
habían hecho, los prestamistas se negaron cada vez
más a refinanciar sus préstamos a corto plazo,
viéndose obligados a poner activos en el mercado a precios
de liquidación.
Las magras ventas hicieron que los precios cayeran
aún más, provocando mayores pérdidas y una
espiral descendente en la confianza. Al final, el Gobierno de
EEUU tuvo que intervenir para intentar apuntalar el mercado. Hoy
el drama continúa, mientras el coste total de la
resolución sigue aumentando.
La misma dinámica de expectativas
volátiles con el poder de desestabilizar a los bancos
puede también afectar a un Gobierno. Ello sucede sobre
todo cuando este último obtiene préstamos de
fuentes externas sobre las cuales tiene relativamente poca
influencia. Directa o indirectamente, en su gran mayoría
las inversiones públicas determinan el potencial de
crecimiento a largo plazo de un país, así como su
base tributaria, pero estos son activos altamente no
líquidos…
Aunque no es común observar escenarios como este
todos los días, la frecuencia con la que se presentan
crisis financieras de esta índole sigue siendo muy alta a
lo largo del amplio periodo histórico y en el gran
número de países cubiertos en el libro. ¿Por
qué los grandes países o el mundo en su conjunto no
han podido encontrar la manera de detener las crisis de
confianza, por lo menos las prematuras? Es posible hacerlo, pero
existe un pequeño detalle. Supóngase que un
organismo público internacional brindara un amplio seguro
de depósitos para proteger de cualquier riesgo a todos los
prestatarios valiosos. Imagínese que existiera una
versión ampliada del Fondo Monetario Internacional (FMI),
actualmente el principal prestamista multilateral que busca
ayudar a los mercados emergentes cuando estos se precipitan en
una crisis de liquidez. El problema es que si se proporciona un
seguro a todos en todas partes, de manera irrestricta, hay
quienes intentarán sacar provecho. Si el FMI prestase
demasiado y bajo muy pocas condiciones, él mismo se
iría pronto a la quiebra y se perdería el control
de las crisis financieras. Un seguro anticrisis de cobertura
completa no es ni viable ni deseable. (Este es justo el dilema
que la comunidad financiera global afrontará como
consecuencia de la reciente crisis, pues los recursos del FMI en
materia de préstamos se han cuadruplicado como respuesta a
la crisis y, en contraste, las condiciones para otorgar
créditos se han relajado de manera
considerable).
¿Qué tiene que decir la teoría
económica sobre la vulnerabilidad de los países a
las crisis financieras? Para ser más específicos,
concentrémonos por lo pronto en los Gobiernos, principal
fuente de las crisis analizadas en este libro. La teoría
económica nos dice que si un Gobierno es lo
suficientemente frugal, no será presa fácil de
crisis de confianza. Un Gobierno no tiene por qué
preocuparse demasiado por una crisis de deuda si logra mantener
un superávit fiscal (es decir, si sus ingresos tributarios
son superiores a sus gastos), sus niveles de deuda son
relativamente bajos, la mayoría de sus empréstitos
son a largo plazo (digamos 10 años o más) y no
tiene demasiadas garantías ocultas o
extracontables.
Por el contrario, un país se vuelve vulnerable,
incluso quizá a niveles de deuda aparentemente
fáciles de manejar, si presenta grandes déficits
año a año y sus créditos tienen vencimientos
a corto plazo (un año o menos)…
La teoría económica explica que es
precisamente la naturaleza volátil de la confianza,
incluyendo su dependencia a la expectativa de la gente sobre
eventos futuros, lo que hace tan difícil predecir el
momento de una crisis de deuda. Elevados niveles de deuda
conducen, en varios modelos económico-matemáticos,
a "equilibrios múltiples", donde dichos niveles pueden o
no sostenerse. Los economistas no tienen una idea realmente clara
sobre qué clase de eventos afectan a la confianza ni sobre
cómo evaluar en términos concretos cuán
vulnerable puede ser la misma. Lo que percibimos una y otra vez a
lo largo de la historia de las crisis financieras es que siempre
que un accidente está esperando para manifestarse, al
final así ocurre. Cuando un país incurre en un
endeudamiento excesivo termina metido en problemas. Cuando un
boom en el precio de los activos incentivado por la deuda parece
demasiado bueno para ser verdad es porque seguramente así
es. Sin embargo, puede ser muy difícil determinar su
duración exacta, y una crisis que parece inminente puede a
veces tomar varios años para manifestarse. Tal fue sin
duda el caso de EEUU a finales de la década pasada: (…)
todas las luces rojas se habían encendido en la antesala
de la crisis. A pesar de ello, aun en medio del accidente, varios
líderes financieros en EEUU -y de hecho varios
académicos- seguían sosteniendo que "esta vez era
distinto".
Las crisis estudiadas en el libro ponen de manifiesto
otros casos similares de fragilidad. Una de las lecciones de las
décadas de 1980 y 1990 es que los países que
mantienen regímenes fijos o "sumamente controlados" en su
tipo de cambio son más vulnerables a crisis repentinas de
confianza. Un ataque especulativo a un tipo de cambio fijo puede
destrozar de la noche a la mañana esquemas añejos y
aparentemente estables. Mientras una tasa fija tenga
éxito, sobrarán los comentarios muy al estilo "esta
vez es distinto". Mas luego, como le sucedió a Argentina
en diciembre de 2001, la confianza puede desplomarse en un tronar
de dedos. Sin embargo, hay en esto un vínculo fundamental
con la deuda. Como es bien sabido, Krugman mostró que las
crisis cambiarias suelen tener su origen en la falta de voluntad
de los Gobiernos para adoptar políticas fiscales y
monetarias que sean acordes con el sostenimiento de un tipo de
cambio fijo. Si los especuladores se dan cuenta de que el
Gobierno tarde o temprano agotará los recursos necesarios
para respaldar la moneda, a sabiendas de la inminente
caída, todos buscarán el momento justo para retirar
su capital. Las deudas públicas no tienen por qué
ser siempre explícitas; las garantías contingentes
de un Gobierno han conformado el núcleo de muchas
crisis.
Desde luego, además de simplemente reducir sus
préstamos y nivel de apalancamiento, los países
tienen a su alcance una variedad de estrategias para ser menos
vulnerables a crisis de confianza. La teoría
económica considera que una mayor transparencia resulta
útil. (…) Los Gobiernos tienden a ser todo menos
transparentes, cuando se trata de endeudamiento, y como pone de
manifiesto la última crisis financiera, por lo general las
cosas no son muy distintas entre los prestatarios privados, a
menos que la legislación les exija una mayor
transparencia.
Un país con sólidas instituciones legales
y regulatorias sin duda puede obtener mayores créditos…
Sin embargo, incluso instituciones robustas y un sofisticado
sistema financiero pueden meterse en líos si se les somete
a la presión suficiente, tal como dolorosamente lo ha
aprendido EEUU en la reciente crisis.
Por último, está la cuestión de por
qué las crisis financieras tienden a ser tan
traumáticas. Dicho de manera sucinta, la mayoría de
las economías, incluso aquellas relativamente pobres,
dependen del sector financiero para canalizar el dinero de los
ahorradores (por lo general consumidores) hacia proyectos de
inversión. Si una crisis paraliza al sistema bancario, es
muy difícil para cualquier economía mantener su
actividad normal. Ben Bernanke es famoso por haber sugerido que
el derrumbe de la banca fue justo una de las razones por las que
la Gran Depresión de los años treinta se
prolongó por tanto tiempo y golpeó con tanta
fuerza. Así que las crisis financieras, en particular
aquellas a gran escala y difíciles de resolver, pueden
tener efectos muy profundos.
De nuevo, al igual que en el caso de los equilibrios
múltiples y la fragilidad financiera, la literatura
teórica sobre el tema es abundante. El fuerte lazo entre
los mercados financieros y la actividad económica real, en
particular cuando los primeros se vuelven inoperantes, es lo que
ha convertido a muchas de las crisis estudiadas en el libro en
eventos históricos de gran magnitud. Piénsese, en
contraste, en el súbito desplome del sector
tecnológico en 2001. Aunque las acciones se fueron por las
nubes para luego derrumbarse, el efecto sobre la economía
real no fue más allá de la más o menos
moderada recesión de 2001. Las burbujas son mucho
más peligrosas cuando se nutren de deuda. Como ejemplo
puede citarse la explosión global en el precio de la
vivienda a principios de este siglo.
Sin duda, la Segunda Gran Recesión -el nombre que
damos a la crisis financiera que a finales de la década
pasada se propagó prácticamente por todo el mundo-
tendrá un profundo efecto sobre la economía, en
particular sobre el estudio de las relaciones entre mercados
financieros y economía real"… "Las crisis financieras
tienden a ser impredecibles y nocivas". (Carmen Reinhart y
Kenneth Rogoff – El País – 5/6/11)
"Otra suposición sobre lo que el fallecido
académico Milton Friedman, premio Nobel de
Economía, hubiese hecho en respuesta a la crisis
financiera global fue hecha por Edward Nelson, jefe de la
sección de estudios monetarios de la división de
estudios monetarios de la Reserva Federal de Estados Unidos
(Fed).
Como muchos otros -y en contraste con la colaboradora de
Friedman, Anna Schwartz-, Nelson concluye que "en importantes
aspectos, la respuesta a la crisis de política monetaria y
financiera puede ser vista como sugerencias económicas de
Friedman puestas en práctica".
"Por supuesto que nadie debería tener el descaro
de sostener que sabe lo que Friedman, que murió en
noviembre de 2006, hubiese recetado si hubiese estado vivo para
ser testigo de los hechos ocurridos desde agosto de 2007. Pero la
gran cantidad de escritos de Friedman y sus declaraciones
públicas sobre asuntos monetarios y financieros dan
abundante información sobre su punto de vista sobre
asuntos que se han planteado en los últimos años",
escribió Nelson.
"En particular, -concluye Nelson-, la respuesta de la
Fed está en línea con los consejos de Friedman en
las áreas de tasas de descuento, compras a gran escala de
títulos públicos a largo plazo por parte de la Fed,
mantenimiento del nivel de depósitos en los bancos
comerciales, recapitalización de los bancos comerciales e
interés en el nivel de reservas". Una excepción,
los préstamos a inversionistas en títulos
respaldados por activos, los denominados programas TALF, que se
desarrollaron entre marzo de 2009 y junio de 2010 claramente no
coincidían con el espíritu del marco con que se
manejaba Friedman para la política monetaria en respuesta
a una crisis financiera.
Nelson, que obtuvo su PhD. en Economía en la
Universidad Carnegie Mellon, se sumó a la Reserva Federal
de Saint Louis, hace tiempo considerada un bastión del
monetarismo de Friedman, en 2003 luego de cinco años en el
Banco de Inglaterra. Se sumó al equipo de la Junta de
Gobernadores de la Fed en 2009". ¿Milton Friedman
habría aprobado la gestión de la Fed? (David Wessel
– The Wall Street Journal – 28/6/11)
"Recientemente la economía estadounidense se ha
desacelerado de forma espectacular y la probabilidad de que haya
otra contracción económica aumenta con cada nueva
serie de datos. Este es un cambio brusco con respecto a la
situación que existía al final del año
pasado -y representa el regreso al ritmo muy lento de
expansión desde que empezó la recuperación
en el verano de 2009.
Durante los primeros tres trimestres de 2010 el
crecimiento económico de los Estados Unidos no sólo
fue lento, sino que también se caracterizó
principalmente por la acumulación de existencias y no por
las ventas al consumidor u otro tipo de ventas finales. En el
último trimestre de 2010 se dio un cambio positivo: el
gasto de consumo aumentó a una tasa anual del 4%, lo que
fue suficiente para aumentar el PIB real total en 3.1% del tercer
trimestre al cuarto. La economía parecía haberse
librado de su dependencia de la acumulación de
existencias.
Los resultados positivos condujeron a que los expertos y
los funcionarios de gobierno predijeran que en 2011
continuaría el crecimiento sólido, con mayor
producción, empleo y salarios más elevados, que
llevarían a más aumentos del gasto de consumo y a
una recuperación autosostenible. Se aprobó una
reducción del dos por ciento del impuesto sobre las
nóminas durante un año para asegurar este panorama
favorable.
Desafortunadamente, la recuperación prevista del
gasto de consumo no ocurrió. El aumento de los precios de
los alimentos y la energía fue mayor que el de los
salarios nominales, lo que provocó que los ingresos
semanales medios reales disminuyeran en enero, mientras que la
caída sostenida de los precios inmobiliarios redujo la
riqueza de la mayoría de las familias. Como resultado, los
gastos de consumo personales reales aumentaron a una tasa anual
de apenas alrededor del 1% en enero, en comparación con el
aumento del 4% del trimestre anterior…
La caída de los precios inmobiliarios
deprimió las ventas tanto de las casas nuevas como de las
ya existentes. Eso a su vez causó una fuerte caída
en el volumen de construcción de viviendas nuevas. Lo
más probable es que esa caída continúe,
porque el valor de las hipotecas del 30% de las casas es superior
al valor de las casas mismas. Esto crea un fuerte incentivo para
el impago, ya que las hipotecas en Estados Unidos son
efectivamente préstamos de reembolso limitado: el acreedor
puede apropiarse del bien si el deudor no paga, pero no puede
exigir otros activos o una parte de los ingresos salariales. Como
resultado, el 10% de las hipotecas están en impago o
ejecución, lo que crea un excedente de propiedades que
tendrán que venderse a precios reducidos.
Las empresas han respondido negativamente a la debilidad
de la demanda de los hogares. Los índices del Institute of
Supply Management han caído tanto en el caso de las
empresas manufactureras como en el de las de servicios. Si bien
las empresas grandes siguen teniendo cantidades sustanciales de
efectivo en sus hojas de balance, sus flujos de efectivo de las
operaciones corrientes disminuyeron en el primer trimestre. La
medida más reciente de las órdenes de bienes de
capital no destinados a la defensa indicó una
disminución en la inversión de las
empresas…
No puede esperarse que las políticas monetarias y
fiscales reviertan la situación. La Reserva Federal de los
Estados Unidos seguirá aplicando su política de
mantener la tasa de interés a un día cerca de cero,
pero, debido al temor de que surjan burbujas de precios de los
activos, no revocará su decisión de poner fin a su
política de comprar bonos de la Tesorería -la
llamada facilitación cuantitativa- a finales de
junio.
Además, la política fiscal será en
efecto contradictoria en los próximos meses…
Además, se están llevando a cabo negociaciones para
recortar más el gasto y aumentar los impuestos a fin de
reducir los déficits fiscales previstos para 2011 y los
años siguientes.
Así pues, el panorama a corto plazo para la
economía de los Estados Unidos es frágil en el
mejor de los casos. Los cambios fundamentales de política
quizá tendrán que esperar hasta después de
las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre de
2012"… ¿Qué le sucede a la economía
estadounidense? (Martin Feldstein – Project Syndicate –
29/6/11)
(Martin Feldstein, profesor de Economía de la
Universidad de Harvard, fue presidente del Consejo de Asesores
Económicos del Presidente Ronald Reagan, y presidente de
la Oficina Nacional de Investigación
Económica)
"La economía global se encuentra en medio de su
segundo "pánico" del crecimiento en menos de dos
años. Tendremos que acostumbrarnos a ellos. En un mundo
post-crisis, son claras señales de una recuperación
fallida.
La razón es sencilla. El ciclo económico
típico tiene un mecanismo de amortiguación natural
que protege de golpes inesperados. Cuanto más profunda es
la recesión, la reacción es más potente y
mayores son las fuerzas acumuladas de recuperación
autosostenible. Los rebotes vigorosos en forma de V poseen una
resistencia interna que les permite hacer frente a los golpes con
relativa facilidad.
Sin embargo, una recuperación post-crisis es un
animal muy diferente. Como Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff han
demostrado en su libro Esta vez es diferente, en el largo
recorrido de la historia las recuperaciones post-crisis en la
producción y el empleo tienden a ser decididamente
mediocres.
Por definición, estas recuperaciones
débiles carecen de la amortiguación de los rebotes
en forma de V. En consecuencia, los golpes externos exponen
rápidamente su vulnerabilidad. Si las crisis son lo
suficientemente agudas -y si afectan a una economía
mundial debilitada que se aproxima a su "velocidad estancada" de
crecimiento en torno al 3% anual- la reincidencia podría
convertirse en la temida recesión de doble
caída.
Ese es el riesgo en la actualidad. No puede haber dudas
sobre el carácter decididamente mediocre de la
recuperación mundial actual. A primera vista, las cifras
parecen contundentes: el PIB mundial se recuperó un 5,1%
en 2010 y se espera que aumente otro 4,3% en 2011, de acuerdo con
el Fondo Monetario Internacional. Pero, debido a que estas alzas
siguen a la contracción masiva que se produjo durante la
Gran Recesión de 2008-2009, están muy lejos de la
trayectoria de una recuperación clásica en forma de
V.
De hecho, si la última previsión del FMI
resulta ser correcta, el PBI global a finales de 2012 se
mantendrá en torno al 2,2% por debajo del nivel que
habría alcanzado el mundo si hubiera proseguido su camino
de crecimiento de más largo plazo del 3,7% anual. Incluso
si la economía mundial se mantiene a una velocidad de
crucero del 4,3% -lo cual, en mi opinión, resulta
extremadamente hipotético-, se mantendrá por debajo
de su potencial por más de ocho años consecutivos,
hasta 2015.
Esta prolongada "brecha de la producción global"
pone de relieve la ausencia de un amortiguador en la
economía mundial actual, así como su mayor
sensibilidad a los golpes. Y ciertamente ha habido numerosos
golpes en los últimos meses, desde la crisis de la deuda
soberana en Europa y los desastres naturales en Japón al
fuerte aumento de los precios del petróleo y otro
revés en la recuperación del mercado de la vivienda
en los Estados Unidos.
Si bien ninguno de estos golpes parece haber sido lo
suficientemente grave como para haber descarrilado la
recuperación económica mundial actual, el efecto
combinado es preocupante, sobre todo en un mundo todavía
debilitado tras la crisis.
La mayoría de los expertos descartan la
posibilidad de una recesión de doble caída.
Califican la actual desaceleración como un "bache suave"
temporal y basan su optimismo en el rebote inevitable que sigue a
todo golpe…
Sin embargo, tras la peor crisis y recesión de
los tiempos modernos -cuando los shocks pueden empujar a una
economía global ya debilitada hacia su punto de
inflexión de manera mucho más rápida que en
un escenario de mayor crecimiento- es mucho más
difícil de alcanzar la velocidad de escape hacia una
recuperación autosostenible. El bache suave puede
convertirse más bien en un pantano…
Los políticos no están bien preparados
para hacer frente a una serie continua de "pánicos del
crecimiento". Siguen favoreciendo estrategias que se adaptan
mejor a la lucha contra la crisis que a la promoción de la
necesaria curación subsiguiente.
Eso es especialmente cierto en los Estados Unidos. Si
bien la primera ronda de flexibilización cuantitativa de
la Junta de la Reserva Federal de EEUU fue eficaz para poner fin
a una dolorosa crisis, la segunda ronda ha tenido muy pocos
efectos de recuperación significativa en el mercado
laboral y la economía real. Los consumidores "zombi" de
Estados Unidos tienen que reparar sus dañados estados de
cuenta y los trabajadores estadounidenses deben alinear nuevas
habilidades con nuevos puestos de trabajo. Las inyecciones de
liquidez sin plazo de término no logran ninguno de estos
objetivos.
Las autoridades europeas están atrapadas en una
mentalidad similar. Al confundir un problema de solvencia con un
déficit de liquidez, Europa se ha convertido en adicta a
la alimentación por goteo de los rescates financieros. Sin
embargo, esto sólo funciona si países como Grecia
logran crecer para salir de una trampa de la deuda o anular
contratos sociales profundamente arraigados. Hay muy pocas
probabilidades de que así ocurra.
La probabilidad de que en los próximos
años sigan ocurriendo "pánicos del crecimiento"
recurrentes implica pocas esperanzas de enfoques nuevos y
creativos de políticas monetarias y fiscales para
después de la crisis. Con la mirada puesta en horizontes
electorales de corto plazo, las autoridades parecen buscar una y
otras vez soluciones rápidas: otro rescate o una
inyección de más liquidez. Sin embargo, tras una
recesión del balance de los EEUU, y en medio de una trampa
de la deuda en Europa, tal enfoque está condenado al
fracaso.
Las inyecciones de liquidez y los rescates financieros
sólo sirven para un fin: ganar tiempo. Sin embargo, el
tiempo no es la respuesta para economías que necesitan
desesperadamente reparaciones estructurales de
consolidación fiscal, desapalancamiento del sector
privado, reformas del mercado laboral o mejorar la
competitividad. Tampoco sirve el tiempo como amortiguador de las
anémicas recuperaciones post-crisis ante la próxima
e inevitable conmoción.
Es difícil saber cuándo ocurrirá el
golpe siguiente, o la forma que adoptará… de lo
contrario, no sería un golpe. Pero es inevitable, tal como
la noche sigue al día. Puesto que los responsables
políticos se resisten a enfocarse en los necesarios
imperativos estructurales, el resultado será otro episodio
de "pánico del crecimiento", o algo peor. La
recuperación fallida pone de relieve los riesgos de un
final cada vez más peligroso en el actual mundo
post-crisis". Una recuperación global fallida (Stephen S.
Roach – Project Syndicate – 1/7/11)
(Stephen S. Roach, miembro de la facultad de la
Universidad de Yale, es Presidente no ejecutivo de Morgan Stanley
Asia y autor de The Next Asia – La próxima
Asia)
"Durante las primeras fases de la crisis muchos
Gobiernos, en respuesta a la intensa caída de la actividad
económica que se produjo a finales de 2008 y durante la
primera mitad de 2009, pusieron en marcha programas de
estímulo fiscal con aumentos significativos del gasto
público. En España, estos programas fueron
especialmente cuantiosos y aumentaron el gasto público en
casi 3,5 puntos porcentuales del PIB…
No obstante, esta resurrección de Keynes, aunque
duró más de tres días, terminó pronto
y a principios de 2010 los organismos internacionales y muchos
Gobiernos se convirtieron a la austeridad fiscal. Con lamentos
nostálgicos, algunos piensan que este cambio de
orientación de la política fiscal ha sido
prematuro, critican que se haya abandonado el objetivo del
"empleo" por el de la "consolidación fiscal" y abogan por
mantener e, incluso, ampliar los programas de estímulo
fiscal puestos en funcionamiento en 2008-2009, señalando
que los recortes fiscales no conseguirán estabilizar y
reducir la deuda pública. No comprenden que es un error
plantear la discusión sobre política
macroeconómica alrededor de una dicotomía falsa
("empleo" frente a "consolidación fiscal") y que, en las
condiciones actuales, en muchos de estos países, no hay
alternativa a la austeridad fiscal…
Paul Krugman es uno de los exponentes más
cualificados de la posición contraria a la austeridad
fiscal. Sostiene Paul que la austeridad fiscal es contractiva
porque subidas de impuestos y reducciones del gasto
público producen una mayor disminución de la
demanda agregada, ya que familias y empresas también
reducen su consumo e inversión ante el aumento de la tasa
de desempleo y, en consecuencia, la tasa de crecimiento del PIB
se reduce y la tasa de endeudamiento público (la ratio
deuda pública/PIB) no disminuye sino que aumenta.
Así, con los recortes de gasto y subidas de impuestos no
se consigue el objetivo perseguido de mejorar la posición
fiscal de estas economías.
Su argumento tiene un cierto respaldo empírico.
Un estudio reciente del departamento de investigación del
FMI muestra que los efectos de un ajuste fiscal en el corto plazo
(unos cinco años, digamos) dependen de muchos
condicionantes, tales como el nivel de endeudamiento, la
orientación de la política monetaria, la
situación de la economía internacional y las
expectativas de crecimiento futuro. Sólo en circunstancias
muy excepcionales, cuando el ajuste fiscal se combina con
reformas estructurales que recuperen la confianza del sector
privado y las expectativas de crecimiento, la situación
económica internacional es boyante, no hay restricciones
de crédito y la política monetaria ayuda con
bajadas del tipo de interés y depreciaciones del tipo de
cambio, cabe esperar que un ajuste fiscal tenga efectos
expansivos…
El mundo es complejo, ni lineal, ni simétrico. Ni
más es mejor, ni lo contrario tiene efectos opuestos.
Aún cuando la austeridad fiscal fuera contractiva, no
tiene por qué ocurrir que los estímulos fiscales
puedan, siempre, impulsar una recuperación
económica.
En primer lugar, tras un impulso fiscal, para que
consumidores y empresas pudieran aumentar su consumo e
inversión, respectivamente, sería necesario que su
situación patrimonial estuviera saneada y que hubiera
más crédito a tipos de interés más
bajos, lo que no ocurrirá en el horizonte inmediato, ni
siquiera con una profunda reestructuración del sistema
financiero. En segundo lugar, para que un aumento del gasto
público no se perciba como un lastre aún mayor en
términos de impuestos futuros, familias y empresas
deberían anticipar un crecimiento económico
más elevado y menos incierto. Finalmente, para que buena
parte de dichos estímulos no se conviertan en aumentos de
las importaciones y en un mayor déficit exterior,
sería necesario que los estímulos fiscales fueran
coordinados internacionalmente, que no hubiera problemas de
competitividad y que los tipos de cambio y de interés
coadyuvarán, con una depreciación, en el primer
caso, y una reducción, en el segundo.
En definitiva, pocos países están en
condiciones actualmente de seguir esta estrategia, y entre ellos
no están muchos países europeos, ni siquiera
Estados Unidos, próximo a alcanzar su techo de
endeudamiento público y bloqueado por un Presidente que
propone recortes ridículos de gastos y un poder
legislativo que no acepta subidas de impuestos, que allí
son una necesidad urgente.
Cuando Churchill se quejaba de que Keynes destacaba
entre los economistas porque parecía tener más de
una opinión sobre cuestiones económicas concretas,
éste se justificaba diciendo que cuando cambiaban los
datos, él cambiaba de opinión. Si alguien tiene
línea directa con el más allá, podría
averiguar si Keynes ha vuelto a cambiar de opinión sobre
la magnitud de los multiplicadores fiscales, a la vista de la
situación actual de las economías avanzadas.
Mientras tanto, si alguien se encuentra con su profeta más
renombrado en la Tierra, Paul Krugman, no debería perder
la ocasión de tratar de que explicara cómo es
posible basar la recuperación económica en aumentos
del gasto público, cuando hablamos de países que
están metidos hasta el cuello en una crisis de deuda
soberana, con tasas de endeudamiento público superiores al
60% del PIB, con familias y empresas también excesivamente
endeudadas, con tipos de interés al alza, con la deuda
denominada en moneda extranjera (o lo que es lo mismo, sin
control de la política monetaria), con problemas de
competitividad, e inmersos en un proceso galopante de
envejecimiento de la población, que implicará
aumentos del gasto en el futuro y una disminución de la
población entre la que repartir la carga de la deuda. (Yo
lo he intentado con otros economistas keynesianos que citan a
Krugman y suscriben punto por punto sus argumentos, pero, o bien
eluden la pregunta, repitiendo ad nauseam que la austeridad
fiscal es contractiva, o bien son incapaces de articular una
respuesta coherente. Si alguien consigue una, por favor, que la
comunique)… …y Keynes resucitó y
habitó de nuevo entre nosotros (por poco tiempo, Deo
Gratias) por Juan de Mercado (Samuel Bentolila – Fedea –
16/7/11)
(Samuel Bentolila es Doctor en Economía por el
Massachusetts Institute of Technology (1988). Actualmente es
Profesor en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros
(CEMFI) y Research Fellow del CEPR y del CESifo. Es Fellow de la
European Economic Association y de la Asociación
Española de Economía)
"El banco central, que en absoluto ha de ser
forzosamente un monopolio público, es la pieza clave de
todo sistema financiero.
Walter Bagehot le atribuyó la función
esencial de ser el garante último de la liquidez de una
economía. Como prestamista de última instancia,
siempre ha de estar en posición de extender crédito
contra buen colateral; o dicho de otro modo, un buen banco
central ha de cuidarse muy mucho de devenir ilíquido, pues
en caso de necesidad será incapaz de estabilizar el
sistema financiero.
Las condiciones tradicionales de la liquidez son dos: no
asumir demasiada deuda en relación con los fondos propios
y que el vencimiento de los activos no esté muy
desencajado con el de los pasivos. En el caso de un banco central
que emita dinero fiduciario, el capital con el que opera es
prácticamente nulo (para que nos hagamos una idea: la
ratio de apalancamiento de la Fed desde 1996 ha venido siendo
algo así como 1 dólar de capital por 55
dólares de deuda: ríanse de Lehman Brothers), y
todas sus deudas son a muy corto plazo: el dinero fiduciario -los
dólares que emite la Fed- son intercambiados diariamente
en el mercado, y la Reserva Federal debe comprometerse a que su
valor no experimente enormes fluctuaciones, pues en caso
contrario los tenedores de dólares podrían
repudiarlos (lo que equivaldría a dejar de extender
crédito a la Fed; esto es, equivaldría a una
corrida bancaria de los depositantes).
Dadas estas circunstancias, resulta prioritario que todo
el activo de la Fed esté compuesto por créditos a
muy corto plazo y de mucha calidad contra el sistema bancario o
contra el Estado. Si la Fed se apalancara 50 veces sobre su
capital adquiriendo activos a un plazo muy prolongado o con una
calidad muy deteriorada, su capacidad para defender el valor del
dólar se vería seriamente erosionada.
Bueno, pues echémosle un ojo a la
evolución del balance de la Fed y de la estructura
temporal de sus activos en tres flechas clave: junio de 1996 (el
primer balance de la Fed disponible en su web), enero de 2007
(poco antes del estallido de la crisis) y julio de 2011
(finalizados los programas de Quantitative Easing 1 y
2).
El panorama es desolador: la liquidez de la Fed se
mantuvo más o menos constante desde 1996 a 2007. Es cierto
que su tenencia de deuda pública se duplicó, pero
su capital también lo hizo y, sobre todo, la estructura
temporal de su deuda no empeoró sustancialmente:
más de la mitad de la deuda pública seguía
venciendo antes de un año, y otro 30% antes de cinco. El
problema es que, con la crisis financiera y los programas de
financiación irregulares de Bernanke, la calidad de su
balance se ha ido al traste: en unos pocos años el banco
central norteamericano ha adquirido un billón de deuda
pública y de malísima deuda hipotecaria privada,
ambas a largo plazo.
En julio de 2011, menos del 10% de sus activos tienen un
vencimiento inferior a un año; más del 60%, en
cambio, vencen a más de 10 años. ¿Qué
significa esto? ¿Que estamos abocados a la
hiperinflación?
No, las cifras de aumento en la cantidad de
crédito pueden impresionar, pero por ahora la
hiperinflación no llegará por culpa de la Fed. Los
problemas son otros. El primero, que Bernanke está
obsesionado con mantener bajos los tipos a largo plazo (como
demuestra el hecho de que casi toda la deuda monetizada sea
superior a 10 años), lo que entorpece el proceso de
desapalancamiento privado. El segundo es que el margen de
maniobra de la Fed para estabilizar el valor del dólar se
va estrechando; si en algún momento surgieran dudas sobre
la calidad del billete verde, la Fed sólo podría
drenar liquidez del mercado (con el objetivo de apuntalar el tipo
de cambio del dólar) enajenando unos activos bastante
difíciles de colocar, sobre todo en un momento de
tensiones crediticias.
En definitiva, Bernanke ha convertido a la Fed en un
estercolero de última instancia. Una vez la
contracción crediticia toque a su fin -y el dólar
deje de atesorarse como refugio frente a los impagos y el
hundimiento de valor de los activos-, lo que deberemos esperar
será que el billete verde pase a aceptarse entre los
agentes a un descuento mucho mayor que el
actual…
Bernanke ha comprometido la liquidez de la Fed durante
bastantes décadas para no lograr efecto apreciable alguno,
salvo el de retrasar la recuperación. Cuando la demanda de
crédito reflote, el dólar puede ir
preparándose para una importante inflación; sobre
todo si, como todo parece indicar, Helicóptero Bernanke no
ha tenido suficiente con sus fracasadas QE1 y QE2 y prepara la
tercera entrega de esa ruinosa flexibilización
cuantitativa. El muy deteriorado balance de la Reserva Federal
(Juan Ramón Rallo – Libertad Digital – 19/7/11 –
© El Cato)
"El crédito no se da, se reconoce. La solvencia
es un requisito previo para obtener crédito, no una
consecuencia de haberlo obtenido; es decir, lo que otorga el
crédito no es la recepción del dinero adeudado sino
la capacidad de usarlo con acierto para generar suficientes
bienes futuros.
A muchos países de Europa se les acabó el
crédito hace tiempo. Habiendo acumulado un volumen de
deuda desproporcionado, y habiéndose negado en redondo a
reequilibrar sus cuentas, liquidar las propiedades
públicas y liberalizar la economía, el único
camino que les aguardaba era el del default.
El caso más incuestionable, y con el que primero
que saltó la liebre, fue el de Grecia, que presentaba un
desfase presupuestario anual de más del 10% del PIB pese a
que acumulaba deudas de alrededor del 150% del PIB. Nadie en sus
cabales, observando la pasividad de sus políticos y la
furia socialista de su población, podía esperar que
Grecia cumpliera con lo prometido. Por eso se dispararon los
tipos de interés. Pero lo mismo podríamos decir de
la hiperbancarizada Irlanda, del esclerótico Portugal o de
ese barco a la deriva que es España…
El plan de rescate de Grecia -que a su vez constituye el
germen de los planes de rescate del resto de los países
periféricos– aprobado el pasado jueves adolece exactamente
de las mismas limitaciones. La Eurozona ha decidido pegar un
patadón hacia arriba al balón, esperando que
mientras tanto se aligere la presión ofensiva de la mafia
especuladora…
Así, la Eurozona ha decidido utilizar el
crédito que todavía tienen los Estados más
robustos (Alemania, Holanda, Luxemburgo, Finlandia, Austria y, en
menor medida, Francia) para pedir prestados a los inversores
109.000 millones de euros con el objetivo de, a su vez,
prestárselos a Grecia. De este modo, Grecia puede
beneficiarse de la solvencia de sus socios para endeudarse a un
mayor plazo (hasta 30 años) y a tipos de interés
muchísimo más bajos que los que debería
pagar por sí sola (del 15-20% al 3-4%)…
Pero este plan, en contra de lo que pronosticaban todos
los políticos, no ha logrado amainar el temporal.
¿Por qué? Pues porque el problema no es Grecia, ni
siquiera Portugal o Irlanda. El auténtico problema que
puede socavar el crédito de la parte de la Eurozona que
todavía se encuentra sana es que se pretenda aplicar la
misma receta a España, Italia o incluso Bélgica.
Para que nos hagamos una idea: sólo la deuda
pública de Grecia, Irlanda, Portugal, España,
Italia y Bélgica (dejemos de lado la deuda privada,
especialmente la de los bancos de todos estos países)
asciende a 3 billones de euros, mientras que el PIB de las
economías más solventes (Alemania, Holanda,
Luxemburgo, Finlandia, Austria y, con cautelas, Francia) apenas
llega a los 5 billones. No cambia mucho la cosa si, en lugar de
computar toda la deuda pública, tenemos solamente en
cuenta la que aquellos países necesitan colocar y
refinanciar de aquí a 2013: 1,5 billones de
euros.
Es decir, la Eurozona más fuerte simplemente no
tiene estómago suficiente para digerir un volumen de
obligaciones que asciende al 30% de su PIB a corto plazo y al 60%
a medio y largo plazo. Especialmente, insisto, si tenemos en
cuenta que sólo estamos hablando de la deuda
pública. ¿Qué pasará con unos bancos
que siguen requiriendo de cientos de millones de capital y a los
que, para más inri, se les quiere hacer
copartícipes de las quitas de algunos de esos Estados?
Cada vez una carga más pesada recae sobre menos
hombros…
El crédito debe reconstituirse voluntariamente
desde dentro o coactivamente desde fuera: si los
periféricos no pueden y no quieren pagar, que los
países acreedores los intervengan temporalmente y les
apliquen las reformas necesarias para minimizar los quebrantos.
Lo que no tiene ningún sentido es que alarguemos la
agonía pensando que sin hacer nada dentro y recibiendo
dinero de fuera podremos salir del hoyo. Desde 2008, los
malévolos especuladores han venido financiando y dando
cuerda a los países periféricos, y el resultado
está a la vista: la casa sigue sin barrer. Nada va a
cambiar si, en lugar de los malévolos especuladores,
quienes nos prestan el dinero son los menos exigentes Estados
centroeuropeos. La pelota de deuda sólo se hará
más grande y el batacazo final, más devastador". A
la Eurozona se le agota el crédito (Juan Ramón
Rallo – Libertad Digital – 26/7/11)
"El enorme déficit presupuestario de los Estados
Unidos, medido como porcentaje de la renta nacional, es hoy el
tercero entre los de los principales países del mundo,
apenas superado por los de Grecia y Egipto. Por supuesto que el
déficit actual, equivalente al 9,1% del PIB, se debe en
parte a los efectos automáticos de la recesión.
Pero según las proyecciones oficiales de la Oficina de
Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos (CBO, por sus
siglas en inglés), incluso tras una recuperación de
la economía al nivel de pleno empleo, el déficit
seguirá siendo tan grande que la relación entre la
deuda pública del país y el PIB no dejará de
crecer durante lo que resta de la década y
después.
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