Así que, como decía, ya hemos repetido una
variante del error de 1937, al retirar el apoyo fiscal demasiado
pronto y perpetuar el paro elevado.
Pero pronto podrían suceder cosas peores. En el
frente fiscal, los republicanos están exigiendo recortes
inmediatos del gasto como la factura que hay que pagar por elevar
el límite de la deuda y evitar una suspensión de
pagos de EEUU. Si este chantaje tiene éxito,
añadirá otra carga más a una economía
ya débil…
De modo que todavía es posible que el error de
2010 vaya seguido de un error aún mayor. Sin embargo, aun
cuando eso no suceda, el hecho es que la respuesta
política a la crisis era y sigue siendo tremendamente
insuficiente.
Quienes se niegan a aprender de la historia están
condenados a repetirla; lo hicimos, y lo estamos haciendo. Lo que
estamos experimentando puede que no sea una repetición
exacta de la Gran Depresión, pero eso les sirve de poco
consuelo a los millones de familias estadounidenses que sufren
por una crisis que no ceja". El error de 2010 (Paul Krugman – El
País – 12/6/11 – © New York Times News
Service)
"Se ha aumentado más de setenta veces en los
cincuenta últimos años, en la mayoría de los
casos sin conmoción alguna. Se deberá aumentar este
verano para que el Gobierno de los Estados Unidos pueda seguir
pagando sus facturas a tiempo, pero ahora el límite
máximo de la deuda de los Estados Unidos ha pasado a ser
la causa de una intensa adopción de poses políticas
y negociaciones a puerta cerrada y de resultados inciertos y,
evidentemente, el desenlace tendrá consecuencias que
superarán con mucho los límites de los
EEUU…
Como ahora el Gobierno de los EEUU está tomando
prestado el 40 por ciento de cada uno de los dólares que
gasta, un límite máximo de deuda verdaderamente
vinculante obligaría inmediatamente a reducir el gasto
radicalmente y de forma desordenada.
Los políticos de todo el espectro político
saben que semejante situación trastocaría una
economía de los EEUU ya frágil, debilitaría
gravemente el dólar e infundiría graves
preocupaciones sobre la capacidad del país para cumplir
con sus obligaciones en materia de servicio de la deuda, incluida
la que tiene con muchos acreedores extranjeros a los que los EEUU
necesitarán en el futuro. Sin embargo, en el polarizado
ambiente actual de Washington, republicanos y demócratas
no están dispuestos a llegar a una avenencia… o al menos
no a hacerlo "demasiado pronto".
Al mantenerse en sus trece, los republicanos desean
obligar al gobierno del Presidente Barack Obama a hacer recortes
de gasto en gran escala. Los demócratas responden que
semejante actitud unilateral sería económicamente
perjudicial y socialmente injusta. Entretanto, los dos bandos
corren el riesgo de trastocar los pagos de transferencias
(incluidas las de los jubilados) y la prestación de los
servicios públicos, además de minar aún
más la posición crediticia de los Estados Unidos en
el mundo…
Semejante parálisis política en
relación con cuestiones económicas decisivas es
cada vez más desestabilizadora para el sector privado
americano y para los demás países que dependen de
unos EEUU fuertes en el núcleo de la economía
mundial. Eso explica por qué tantas empresas siguen
atesorando fondos, en lugar de invertir en el interior, y por
qué un número cada vez mayor de países
quieren diversificar y abandonar gradualmente la dependencia del
dólar como divisa de reserva y de los mercados financieros
del los EE.UU. para la intermediación de sus ahorros
obtenidos con mucho esfuerzo.
La economía mundial se basa permanentemente en el
supuesto de unos Estados Unidos fuertes y los americanos se
benefician de ello, pero cuanto más discutan sus
políticos sobre el límite máximo de deuda,
mayor será el riesgo de que acabe irreparablemente
desacreditado. El peligroso debate sobre el límite
máximo para la deuda de los Estados Unidos (Mohamed A.
El-Erian – Project Syndicate – 15/6/11)
"Una idea errónea de lo que impulsa el
crecimiento económico se ha convertido en la amenaza
más grave para la recuperación en Europa. Los
políticos europeos están obsesionados con la
"competitividad" nacional y parecen pensar realmente que la
prosperidad es sinónimo de superávits comerciales.
Esto explica en gran medida por qué se cita habitualmente
a Alemania como ejemplo de una economía sólida y
"competitiva".
Sin embargo, el crecimiento económico, incluso en
las economías tradicionalmente orientadas a la
exportación, se ve impulsado por el aumento de la
productividad, no por la capacidad de capturar una parte
creciente de los mercados mundiales. Si bien es evidente que las
importaciones deben ser financiadas por las exportaciones, el
énfasis en la competitividad del comercio está
desviando la atención del problema subyacente de Europa:
el muy débil crecimiento de la productividad. Y esto es un
problema tan serio en las economías con superávits
comerciales como en las deficitarias…
Los gobiernos obsesionados con la competitividad
nacional tienen mayores probabilidades de impulsar
políticas económicas perjudiciales. Si el
crecimiento económico se considera dependiente de la
competitividad en términos de costes de las exportaciones,
los gobiernos se centrarán en temas que puede que tengan
sentido para los exportadores, pero no para sus economías
en su conjunto, como las políticas del mercado de trabajo
destinadas a mantener artificialmente bajo el crecimiento de los
salarios, que redistribuyen los ingresos del trabajo al capital y
agravan la desigualdad.
De hecho, la disminución a largo plazo de la
proporción del ingreso nacional correspondiente a sueldos
y salarios en los últimos 10 años en casi todas las
economías de la UE es un gran obstáculo para una
recuperación del consumo privado. Y la otra cara de la
disminución de los salarios y sueldos -un fuerte aumento
en la proporción del ingreso nacional correspondiente a
las ganancias de las empresas- no ha dado lugar a un auge de la
inversión.
Esto no debería ser una sorpresa. Una empresa
individual puede recortar los salarios sin poner en peligro la
demanda de cualquier bien o servicio que produzca. Pero si todas
las empresas reducen los salarios al mismo tiempo, la debilidad
resultante de la demanda global socavará los incentivos de
las empresas para invertir, lo que su vez deprime el crecimiento
de la productividad.
En pocas palabras, reducir la proporción del
ingreso nacional correspondiente a los salarios, aceptar un
aumento importante de la desigualdad y estimular el aumento de la
proporción del ingreso nacional correspondiente a las
ganancias corporativas no es manera de lograr un crecimiento
económico sostenible. Pero eso es precisamente lo que
sucede cuando los gobiernos creen que la salvación
económica radica en ganar una participación
creciente de los mercados de exportación.
No es así. Existe una correlación muy
fuerte entre elevar la productividad del trabajo y el crecimiento
económico, que vale para los países con
superávits comerciales, así como para aquellos con
déficit. Por ello, lo que determinará en gran
medida las perspectivas económicas de la Unión
Europea será el crecimiento de la productividad, no el
tamaño de su superávit comercial"… La trampa
de la competitividad de Europa (Simon Tilford – Project Syndicate
– 16/6/11)
(Simon Tilford es economista en jefe del Centro para la
Reforma Europea)
"Los últimos datos económicos han acabado
con cualquier esperanza de que termine pronto la sequía
laboral de EEUU, que ya se ha prolongado tanto que el parado
estadounidense medio lleva sin trabajar casi cuarenta semanas.
Sin embargo, no hay voluntad política de hacer nada
respecto a la situación. Lejos de estar dispuestos a
gastar más en la creación de empleo, ambos partidos
coinciden en que es hora de recortar drásticamente el
gasto -destruyendo empleos de paso- y la única diferencia
que hay entre ambos es en cuanto a la magnitud.
Tampoco la Reserva Federal acude al rescate. El martes,
Ben Bernanke, el presidente de la Reserva, admitía lo
sombrío del panorama económico, pero indicaba que
no hará nada al respecto.
Y el alivio de la carga de la deuda de los propietarios
de viviendas -que podría haber hecho mucho por fomentar la
recuperación económica general- simplemente ha
desaparecido del programa. El actual plan de alivio hipotecario
ha sido un desastre y solo ha gastado una ínfima parte de
los fondos asignados, pero no parece haber interés por
renovarlo y reanudar el esfuerzo.
La situación es similar en Europa, pero
podría decirse que aún peor. En concreto, la
retórica del Banco Central Europeo, que defiende la moneda
fuerte y se opone al alivio de la carga de la deuda, hace que
Bernanke parezca en comparación William Jennings Bryan
(secretario de Estado de EEUU de 1913 a 1916 y miembro del ala
izquierdista del Partido Demócrata).
¿Qué se oculta tras esta parálisis
política transatlántica? Estoy cada vez más
convencido de que es una respuesta a la presión de los
grupos de interés. Conscientemente o no, los responsables
políticos están casi exclusivamente al servicio de
los intereses de los rentistas, esos que obtienen enormes
ingresos de sus activos, que prestaron grandes sumas de dinero en
el pasado, a menudo imprudentemente, pero que ahora están
siendo protegidos de las pérdidas a costa de todos los
demás.
Por supuesto, no es así como eso que yo llamo el
Comité del Dolor expone sus argumentos. En lugar de eso,
el razonamiento en contra de ayudar a los parados se enfoca en
función de los riesgos económicos: si hacen algo
por crear puestos de trabajo, los tipos de interés se
dispararán, habrá un estallido de inflación
descontrolada, y así sucesivamente. Pero estos riesgos
siguen sin materializarse. Los tipos de interés siguen
cerca de sus mínimos históricos, mientras que la
inflación al margen del precio del petróleo -que
viene determinado por los mercados y acontecimientos mundiales,
no por la política estadounidense- sigue siendo
baja.
Y frente a estos riesgos hipotéticos, uno debe
poner la realidad de una economía que sigue profundamente
deprimida, con un coste enorme tanto para los trabajadores de hoy
como para el futuro de nuestro país. Después de
todo, ¿cómo podemos esperar prosperar dentro de dos
décadas cuando, en la práctica, a millones de
jóvenes licenciados se les está negando la
oportunidad de iniciar sus carreras profesionales?
Pidan una teoría coherente que respalde el
abandono de los parados, y no recibirán ninguna respuesta.
En lugar de eso, los miembros del Comité del Dolor parecen
ir elaborándola sobre la marcha, inventando razones
siempre diferentes para sus recetas políticas, que son
siempre las mismas.
Pero mientras que los motivos aparentes para infligir
dolor siguen cambiando, todas las recetas políticas del
Comité del Dolor tienen una cosa en común: protegen
los intereses de los acreedores, cueste lo que cueste. El gasto
deficitario podría dar trabajo a los desempleados, pero
podría perjudicar los intereses de los titulares de bonos.
Unas medidas más agresivas por parte de la Reserva Federal
podrían contribuir a sacarnos de esta depresión -de
hecho, hasta los economistas republicanos han sostenido que un
poco de inflación podría ser exactamente lo que ha
prescrito el médico-, pero es la deflación, no la
inflación, la que viene bien a los intereses de los
acreedores. Y, cómo no, hay una oposición feroz a
todo lo que huela a alivio de la carga de la deuda.
¿Quiénes son estos acreedores de los que
hablo? No son los propietarios ni los empleados de las
pequeñas empresas que ahorran y trabajan duro, aunque a
los mandamases les interese fingir que la cuestión es
proteger a la gente de a pie que respeta las
normas…
La realidad es que tanto a las pequeñas empresas
como a los trabajadores les hace mucho más daño una
economía débil que, por ejemplo, una
inflación moderada que ayude a impulsar la
recuperación.
No, los únicos beneficiarios reales de las
políticas del Comité del Dolor (aparte del Gobierno
chino) son los rentistas: banqueros e individuos adinerados con
montones de bonos en sus carteras de
inversiones…
Las políticas beneficiosas para los acreedores
están paralizando la economía. Este es un juego con
un resultado final negativo, en el que el intento de proteger a
los rentistas, de cualquier posible pérdida está
causando pérdidas, mucho mayores a todos los demás.
Y la única forma de conseguir una recuperación real
es dejar de jugar a ese juego"… El gobierno de los rentistas
(Paul Krugman – El País – 19/6/11 – © New York
Times News Service)
"Pocos debates de política son más
extraños que los relacionados con los controles de
capital. Si uno menciona el asunto a un banquero o un economista
que adhiera a las corrientes predominantes y es probable que
obtenga una vehemente respuesta: los controles de capital no
funcionan, porque los especuladores pueden evadirlos a bajo o
ningún coste, pero los países nunca deben
adoptarlos, ya que hacerlo es muy costoso. ¿Soy el
único que se encuentra esta lógica un poco
torcida?…
Ese ha sido el estado del debate, hasta hace poco. El
gran cambio intelectual ha venido del Fondo Monetario
Internacional, en el pasado enemigo declarado de los controles de
capital. En una serie de estudios, los economistas del FMI han
dejado de tratar el asunto en términos de bien y mal, y
han comenzado a tratarlo como una elección
económica normal: los controles de capital tienen costes y
beneficios que se pueden medir y comparar. El Fondo sostiene
ahora que debe ser una herramienta a disposición de los
políticos prudentes cuando las circunstancias lo
requieran.
Otro gran cambio se origina en los mercados emergentes
de rápido crecimiento, muchos de los cuales, frente a los
grandes flujos de dinero procedentes de los países
avanzados de crecimiento lento (y conscientes de los costes que
pueden conllevar los flujos de capital volátiles de gran
volumen), han optado por aplicar controles de capital. Brasil,
Indonesia, Corea del Sur, Tailandia y Taiwán han
introducido recientemente desincentivos a la entrada de capital.
Otros países emergentes, como Perú, han endurecido
las regulaciones prudenciales internas con el mismo
objetivo.
Quienes afirman que los controles de capital son
ineficaces rara vez especifican en qué se supone que lo
sean. Un artículo reciente de Marcos Chamon, Atish Ghosh,
Jonathan Ostry y Mahvash Qureshi, economistas del Departamento de
Estudios del FMI, sugiere que los controles de capital sí
pueden ser eficaces. Los autores concluyen que, mediante la
reducción de la proporción de deuda de corto plazo
en moneda extranjera en las obligaciones totales de un
país, los controles de capital pueden reducir la
vulnerabilidad ante las crisis financieras.
Los economistas del FMI inquieren cómo les fue a
50 países durante la reciente crisis financiera mundial, y
miden el rendimiento por el crecimiento económico en
2008-09 con respecto a 2003-2007. Su principal conclusión
es que los países que poseían de antemano controles
de capital respondieron de mejor manera: sus índices de
crecimiento cayeron menos durante la crisis. Esto se debió
a que tenían menos apalancamiento que conciliar y menos
capital sin base fija que pudiera abandonar el país en
caso de problemas financieros mundiales.
Esto no quiere decir que los controles de capital pueden
resolver todos los problemas: el mismo estudio muestra que son
relativamente ineficaces en la prevención de los auges de
crédito, otra de las principales causas de la
vulnerabilidad económica… Sentido común
sobre los controles de capital (Andrés Velasco – Project
Syndicate – 21/6/11)
(Andrés Velasco fue Ministro de Hacienda de
Chile)
"Los rescates protagonizados por países de la
eurozona y los malos datos en Estados Unidos, entre otros
factores, hacen temer un frenazo a la recuperación o
incluso una nueva recesión…
Al contrario que en el periodo 2007-10, cuando cada
varapalo al crecimiento se vio contrarrestado con medidas
políticas, los responsables políticos se han
quedado sin armas para dar un empujón a la economía
real. Sin duda, para evitar un descarrilamiento fiscal, casi
todas las economías avanzadas (especialmente en la
eurozona y el Reino Unido, aunque también, de forma
gradual, en Estados Unidos) están empezando a implantar
una austeridad fiscal muy necesaria, que perjudicará al
crecimiento a corto plazo.
La capacidad de los gobiernos para respaldar a sus
bancos con más rescates y garantías está
restringida por una deuda pública ya elevada y muchas
deudas soberanas casi en apuros. Tal vez no se produzca otra
ronda de facilitación cuantitativa dado el aumento de la
inflación en la mayoría de las economías
avanzadas y, por eso, algunos bancos centrales, incluido el BCE,
empiezan a endurecerse, mientras que los demás (Banco de
Inglaterra, Fed) les seguirán con el tiempo. Sin duda,
finalizada la segunda facilitación cuantitativa, ni
siquiera la Fed va a implementar una tercera ronda salvo que se
observen signos evidentes de un frenazo.
Si la situación resulta ser más grave que
un bache temporal para la economía mundial, algunas
economías avanzadas corren el peligro de estancarse o
hundirse en una recesión de doble ola, puesto que la
debilidad de los mercados económico y financiero se
alimenta entre sí y quedan pocas armas políticas
con las que revertir este nuevo círculo vicioso"…
¿Descarrilará el tren del crecimiento
económico mundial? (Nouriel Roubini – El Economista –
25/6/11)
"A fines de los 90, al menos en los Estados Unidos, dos
escuelas de pensamiento buscaron impulsar una mayor
desregulación financiera, es decir, eliminar la
separación legal entre banca de inversión y banca
comercial, relajar los requisitos de capital para los bancos y
fomentar la creación y el uso más proactivos de
instrumentos derivados. Si la desregulación parece tan
mala idea ahora, ¿por qué no lo fue
entonces?…
Analíticamente, todavía estamos
recuperándonos del desastre que significó este
experimento. ¿Por qué fueron tan malos los
controles del riesgo de los bancos generales altamente
apalancados y centrados en el dinero? ¿Por qué los
bancos centrales y los gobiernos no estuvieron dispuestos ni
fueron capaces de acelerar y mantener el flujo de la demanda
agregada a medida que la crisis financiera y sus consecuencias
ahogaban la inversión privada y el gasto de
consumo?
Más preguntas surgen de la respuesta
política a la recesión subsiguiente. ¿Por
qué, una vez que la magnitud de la crisis se hizo
evidente, los gobiernos no estuvieron dispuestos a intervenir
para hacer que el desempleo volviera a niveles normales, sobre
todo ante la ausencia de expectativas inflacionarias,
presión alcista sobre los precios, o incluso aumentos de
las tasas de interés que pudieran desincentivar el gasto
de inversión privado? ¿Y cómo ha podido la
industria financiera conservar tanto poder político para
bloquear la reforma normativa?
Más aún, sigue sin estar clara la forma de
reestructurar el sistema financiero. La separación
establecida por la Ley Glass-Steagall entre la inversión y
la banca comercial benefició en gran medida de la
oligarquía ya asentada de los bancos de inversión,
pero de alguna manera la entrada de los bancos comerciales y las
aseguradoras como competidores aumentó aún
más los beneficios de las compañías
financieras.
Hubo grandes oportunidades de ganancias para los
intermediarios financieros que pudieron encontrar capacidad de
asumir riesgos, hacer traspasos de valores para aprovecharse de
la transacción y así obtener comisiones por
proporcionar riesgos a inversores que pudieran acabar por
cosechar ganancias por asumirlos. Pero la llegada de los
derivados concentró el riesgo en lugar de dispersarlo,
porque se podía entonces hacer todavía más
dinero con la venta de riesgo a personas que no sabían
cómo valorarlo o, de hecho, qué riesgos estaban
asumiendo.
Y el hecho de que los bancos centrales no tuvieran en
mente que su trabajo principal era la estabilización de
los ingresos nominales -su fracaso no sólo en ser buenos
keynesianos, sino siquiera buenos monetaristas- plantea el
interrogante de si los bancos centrales necesitan una reforma
drástica. Ya en 1825, el gobernador del Banco de
Inglaterra, Cornelius Buller, comprendió que cuando el
sector privado experimentaba una repentina alza (impulsada por el
pánico) de la demanda de activos financieros seguros y
líquidos, era responsabilidad del Banco satisfacer esa
demanda y así evitar la bancarrota y mantener a raya las
tendencias hacia una depresión. ¿Cómo es
posible que sus sucesores sepan menos que él?
Hasta puede darse el caso de que debamos volver al
sistema financiero mucho más estrictamente regulado de la
primera generación post-Segunda Guerra Mundial.
Sirvió bien al núcleo industrial, al menos
según podemos decir en función de los agregados
macroeconómicos. Sabemos con certeza que nuestro actual
sistema no lo ha hecho". Confesiones de un desregulador
financiero (J. Bradford DeLong Project Syndicate –
30/6/11)
"Qué justicia poética. Barack Obama y
David Cameron reafirmaron recientemente la "relación
esencial", una conexión de mentes a través del
Atlántico que ha dado forma al pensamiento
geopolítico y económico del mundo desde aquella
relación especial mantenida por Ronald Reagan y Margaret
Thatcher.
Y justo cuando los líderes estadounidense y
británico hacen esto, la principal alternativa para la
visión anglosajona del mundo -el federalismo europeo de
Jacques Delors y Helmut Kohl- cae en una angustia mortal con la
inminente quiebra de Grecia, que podría ser seguida de
cerca por Irlanda, Portugal y España.
Justicia poética, sin duda, pero quizá de
un tipo inesperado. ¿Podría ser que la confianza en
el modelo anglosajón de gobierno, que ha disfrutado de una
reactivación inesperada tras la crisis de 2008,
esté alcanzando el punto en el que el orgullo desmedido
acarrea su justo castigo? ¿Será posible que las
actuales tribulaciones de Europa no sean sólo la angustia
mortal del viejo euro, sino las contracciones del parto de una
nueva federación europea que podría ser un ejemplo
para el mundo? Hace poco presidí una sesión de la
Cumbre Económica de Múnich, organizada por el Ifo,
el prestigioso instituto alemán de investigación
económica. El título de la conferencia, El papel
del Estado en un mundo globalizado, llamó la
atención sobre el expansivo abismo entre el razonamiento
europeo y el anglosajón.
Para los europeos de todas las persuasiones
políticas, está claro que redefinir una
relación nueva y más creativa entre el Estado y el
sector privado es el principal desafío del período
posterior a la crisis. La creencia en la intervención
constructiva del Estado es, en su caso, todavía mayor
entre los partidos conservadores a favor de la empresa que
actualmente gobiernan en Alemania, Suecia y otras triunfantes
economías del norte de Europa que entre su
oposición socialdemócrata, influida aún por
una visión marxista del mundo…
Finalmente, y lo que es más importante, Europa se
encuentra perfectamente preparada para desarrollar un nuevo
modelo de capitalismo gracias a la cooperación, más
que la confrontación, entre empresas y acuerdos
gubernamentales con tradiciones políticas europeas de
economía mixta. En Estados Unidos, el ascenso del Tea
Party y el atasco político de Washington sugieren que para
superar el dogmatismo del libre mercado se precisará otra
crisis todavía mayor que en 2008. Por su parte, en Europa
ya hay señales de éxito para los nuevos modelos de
capitalismo de economía mixta…
Unos compromisos tan creativos entre el mercado y el
Estado serían imposibles en la tradición
anglosajona. Sin embargo, probablemente el futuro del capitalismo
dependa de este tipo de colaboración"… Europeos
Creativos 4, Anglosajones recortadores del gasto público 0
(Anatole Kaletsky – El Economista – 4/7/11)
(Anatole Kaletsky. Director adjunto y jefe de
Economía del diario The Times)
"Tan sólo unos años atrás, una
poderosa ideología -la creencia en los mercados libres y
sin restricciones- llevó al mundo al borde de la ruina.
Incluso en sus días de apogeo, desde principios de los
años ochenta hasta el año 2007, el capitalismo
desregulado al estilo estadounidense trajo mayor bienestar
material sólo para los más ricos en el país
más rico del mundo. De hecho, a lo largo de los 30
años de ascenso de esta ideología, la
mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos
declinaban o se estancaban año tras año.
Es más, el crecimiento de la producción en
los Estados Unidos no fue económicamente sostenible. Con
tanto del ingreso nacional de los EEUU yendo destinado para tan
pocos, el crecimiento sólo podía continuar a
través del consumo financiado por una creciente
acumulación de la deuda.
Yo estaba entre aquellos que esperaban que, de alguna
manera, la crisis financiera pudiera enseñar a los
estadounidenses (y a otros) una lección acerca de la
necesidad de mayor igualdad, una regulación más
fuerte y mejor equilibrio entre el mercado y el gobierno.
Desgraciadamente, ese no ha sido el caso. Al contrario, un
resurgimiento de la economía de la derecha, impulsado,
como siempre, por ideología e intereses especiales, una
vez más amenaza a la economía mundial – o al menos
a las economías de Europa y América, donde estas
ideas continúan floreciendo…
En los EEUU, este resurgimiento de la derecha, cuyos
partidarios, evidentemente, pretenden derogar las leyes
básicas de las matemáticas y la economía,
amenaza con obligar a una moratoria de la deuda
nacional…
Los remedios para el déficit de EEUU surgen
inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los
Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo de la
economía; se debe poner fin a las guerras sin sentido;
controlar los costos militares y de drogas; y aumentar impuestos,
al menos a los más ricos. Pero, la derecha no quiere saber
nada de esto, y en su lugar de ello, está presionando para
obtener aún más reducciones de impuestos para las
corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en
inversiones y protección social que ponen el futuro de la
economía de los EEUU en peligro y que destruyen lo que
queda del contrato social. Mientras tanto, el sector financiero
de EEUU ha estado presionando fuertemente para liberarse de las
regulaciones, de modo que pueda volver a sus anteriores formas
desastrosas y despreocupadas de proceder.
Pero las cosas están un poco mejor en Europa.
Mientras Grecia y otros países enfrentan crisis, la
medicina en boga consiste simplemente en paquetes de austeridad y
privatización desgastados por el tiempo, los cuales
meramente dejarán a los países que los adoptan
más pobres y vulnerables. Esta medicina fracasó en
el Este de Asia, América Latina, y en otros lugares, y
fracasará también en Europa en esta ronda. De
hecho, ya ha fracasado en Irlanda, Letonia y Grecia.
Hay una alternativa: una estrategia de crecimiento
económico apoyada por la Unión Europea y el Fondo
Monetario Internacional. El crecimiento restauraría la
confianza de que Grecia podría reembolsar sus deudas,
haciendo que las tasas de interés bajen y dejando
más espacio fiscal para más inversiones que
propicien el crecimiento. El crecimiento por sí mismo
aumenta los ingresos por impuestos y reduce la necesidad de
gastos sociales, como ser las prestaciones de desempleo.
Además, la confianza que esto engendra conduce aún
a más crecimiento.
Lamentablemente, los mercados financieros y los
economistas de derecha han entendido el problema exactamente al
revés: ellos creen que la austeridad produce confianza, y
que la confianza produce crecimiento. Pero la austeridad socava
el crecimiento, empeorando la situación fiscal del
gobierno, o al menos produciendo menos mejoras que las prometidas
por los promotores de la austeridad. En ambos casos, se socava la
confianza y una espiral descendente se pone en marcha"… La
crisis ideológica del capitalismo occidental (Joseph E.
Stiglitz – Project Syndicate – 6/7/11)
"Y ahora, la economía de la filtración
-concretamente, la idea de que cualquier cosa que haga aumentar
los beneficios empresariales es buena para la economía-
vuelve a ponerse de moda.
Aparentemente parece algo extraño. Durante los
dos últimos años, los beneficios se han disparado,
mientras que el paro ha seguido siendo desastrosamente elevado.
¿Por qué iba a creerse nadie que entregar
aún más dinero a las empresas, sin límites
ni requisitos, conduciría a una creación de empleo
más rápida?
Sin embargo, la teoría de la filtración
está claramente en alza; y hasta algunos demócratas
se la están creyendo. ¿A qué me refiero?
Fíjense primero en los argumentos que blanden los
republicanos para defender unas lagunas fiscales escandalosas.
¿Cómo puede alguien exigir unos recortes
drásticos en Medicare y Medicaid y, al mismo tiempo,
defender unos beneficios fiscales especiales que favorezcan a los
gestores de fondos de cobertura y a los propietarios de aviones
de empresa?…
El argumento básico era que todo aquello que deje
más dinero en manos de las empresas se traducirá en
más empleo. Es decir, es pura
filtración.
Se supone que las grandes empresas estadounidenses deben
pagar impuestos sobre los beneficios de sus filiales extranjeras,
pero solo cuando esos beneficios se vuelven a transferir a la
empresa matriz. Ahora hay un plan -impulsado, por supuesto, por
una gran campaña de presión- para ofrecer una
amnistía en virtud de la cual las empresas podrían
recuperar los fondos sin apenas pagar impuestos. Y hasta algunos
demócratas están apoyando esta idea, afirmando que
crearía empleo.
Como señalan quienes se oponen a este plan, ya
conocemos esta historia: en 2004 se ofrecieron unas vacaciones
fiscales similares, vendiéndolas con un argumento similar,
y fue un completo fracaso. Efectivamente, las empresas
aprovecharon la amnistía para volver a traerse un
montón de dinero a Estados Unidos. Pero usaron ese dinero
para pagar dividendos, reducir sus deudas, acaparar otras
empresas y volver a comprar sus propias acciones;
prácticamente de todo, salvo aumentar la inversión
y crear empleo. De hecho, no hay pruebas de que las vacaciones
fiscales de 2004 hiciesen nada por estimular la
economía.
Sin embargo, lo que sí que hicieron las
vacaciones fiscales fue brindar a las grandes empresas la
oportunidad de evitar pagar impuestos, porque al final
habrían repatriado gran parte del dinero que trajeron
durante la amnistía y habrían pagado impuestos por
él…
No obstante, como ya he dicho, hay una campaña a
favor de que se repita este desastroso comportamiento. Y esta
vez, las circunstancias son todavía peores. Piensen en
ello: ¿Cómo puede alguien imaginar que la falta de
capital empresarial es lo que está frenando la
recuperación en Estados Unidos ahora mismo? Después
de todo, es un hecho de sobra conocido que las empresas ya han
acumulado grandes cantidades de dinero que no están
invirtiendo en sus propios negocios…
En cualquier caso, si las empresas ya tienen gran
cantidad de dinero que no están utilizando, ¿por
qué el hecho de ofrecerles un beneficio fiscal que poder
añadir a esta montaña de dinero iba a servir para
acelerar la recuperación?
Está claro que no serviría de nada; las
afirmaciones sobre que unas vacaciones fiscales empresariales
crearían empleo, o que poner fin a los beneficios fiscales
para los aviones de empresa destruiría empleo, no tienen
sentido.
Esto es lo que deberían responderle a cualquiera
que defienda los grandes favores a las corporaciones: la falta de
capital empresarial no es el problema al que hace frente Estados
Unidos. Las grandes empresas ya tienen el dinero que necesitan
para expandirse; lo que falta es un motivo para expandirse, al
estar los consumidores contra las cuerdas y el Gobierno
recortando drásticamente el gasto.
Lo que necesita nuestra economía es que el
Gobierno genere empleo directamente y que se aligere el peso de
las deudas hipotecarias de los consumidores sometidos a
presión. Lo que no necesita en absoluto es que se
transfieran miles de millones de dólares a unas grandes
empresas que no tienen intención de contratar a nadie
salvo a más integrantes de los grupos de presión".
El timo del capital empresarial (Paul Krugman El País –
10/7/11 – © New York Times News Service)
"Todo el mundo sabe que Grecia suspenderá los
pagos de su deuda exterior. La única cuestión
estriba en la forma mejor de organizarlo para que nadie entienda
en realidad que así es.
A ese respecto, no faltan planes de expertos: entre
ellos, la recompra de bonos, la permuta de bonos y la
creación de eurobonos, versión europea de los bonos
"Brady" emitidos por países latinoamericanos que
suspendieron pagos en el decenio de 1980. Todos esos bonos
equivalen a apilar un lote de bonos sobre otro para intentar
cuadrar el círculo de la incapacidad de Grecia para pagar
y reducir al mínimo las pérdidas que afrontan sus
acreedores, la mayoría de ellos bancos
europeos.
Todas las semanas, una ridícula camarilla de
banqueros y ministros de Hacienda europeos se arrastra de una
capital a otra para examinar qué plan de suspensión
de pagos o reestructuración adoptar. Entretanto, la
agonía de Grecia continúa y los "mercados" esperan
para abalanzarse sobre Portugal, Irlanda, Italia y
España.
Nadie que no esté muy versado en los tejemanejes
financieros puede ver sentido en esa batalla de los bonos, pero,
tras ella, hay dos actitudes morales, que son mucho más
fáciles de entender…
Hasta época reciente, se consideraba que los
soberanos "maduros" siempre saldaban sus deudas, mientras que
sólo las repúblicas bananeras dejaban de
hacerlo.
La substitución de esas normas y procedimientos
arraigados fue muy lenta, pero en el siglo XX, con unas
condiciones de mayor seguridad y un crecimiento económico
continuo, llegó a ser normal que las personas, las
empresas y los gobiernos se endeudaran antes de obtener las
ganancias previstas: que gastasen dinero que no tenían,
pero esperaban tener.
Al desaparecer el miedo a las retiradas en masa de
depósitos bancarios, los coeficientes de reservas de los
bancos disminuyeron, con lo que mejoraron las condiciones
crediticias. Sobre esa sólida base se erigió un
imponente edificio de mercados de bonos y bancos que redujo el
costo de la financiación y, por tanto, aceleró la
tasa de crecimiento económico.
Ese sistema de intermediación financiera que
estuvo al borde del desplome en 2008 fue el que pareció
justificar para muchos las antiguas advertencias sobre los
peligros del endeudamiento. En su exhaustivo examen
histórico de las crisis financieras, Carmen Reinhart y
Kenneth Rogoff escriben: "Una y otra vez, los países, los
bancos, las personas y las empresas se endeudan excesivamente en
los buenos tiempos sin tener suficiente conciencia de los riesgos
que seguirán cuando azote la recesión
inevitable"…
Sin embargo, a largo plazo tendremos que responder la
pregunta más amplia que las diversas crisis de la deuda de
la zona del euro han planteado: ¿compensa el valor social
del abaratamiento de la financiación el infierno padecido
por los deudores desesperados?". La batalla de los bonos (Robert
Skidelsky – Project Syndicate – 20/7/11)
"A los economistas les gusta hablar de umbrales que,
cuando son atravesados, indican dificultades. Por lo general hay
una cierta verdad en lo que dicen. Pero a menudo, el
público reacciona en forma exagerada ante esos
comentarios.
Consideremos, por ejemplo, la relación entre
deuda y PBI, tan comentada en las noticias estadounidenses y
europeas actuales. A veces se dice, casi sin pausar para
respirar, que la deuda de Grecia equivale al 153% de su PBI
anual, y que es insolvente. Combinemos esas afirmaciones con las
recientes imágenes televisivas de los disturbios
callejeros griegos. ¿Qué les parece?
Aquí en los EE.UU., puede percibirse como una
imagen de nuestro futuro, a medida que la deuda pública se
acerca peligrosamente al 100% del PBI anual y continúa en
ascenso. Pero tal vez esta imagen está excesivamente
impresa en nuestra imaginación. ¿Es posible que la
gente crea que un país se torna insolvente cuando su deuda
supera el 100% del PBI?
Claramente, eso sería una tontería.
Después de todo, la deuda (que se mide en unidades
monetarias) y el PBI (que se mide en unidades monetarias por
unidad de tiempo) dan como resultado una razón en unidades
de tiempo puro. No hay nada de especial en usar un año
para esa unidad. Un año es el tiempo que le lleva la
tierra orbitar al sol, lo que, excepto en el caso de industrias
estacionales como la agricultura, no tiene ningún
significado económico particular.
Deberíamos recordar esto de nuestras clases de
ciencia en la escuela secundaria: siempre se debe prestar
atención a las unidades de medida. Si erramos con las
unidades, estaremos completamente perdidos…
La mayor parte de la gente nunca piensa en esto cuando
reacciona frente a la razón entre deuda y PBI de los
titulares. ¿Es posible que verdaderamente sea tan
estúpida como para confundirse por esas relaciones? Desde
mi experiencia personal, puedo decir que sí, porque
incluso yo, un economista profesional, me descubrí alguna
vez cometiendo exactamente el mismo error.
Los economistas que adhieren a los modelos de
expectativas racionales nunca lo admitirán, pero mucho de
lo que sucede en los mercados es consecuencia de la estupidez
pura, o, más precisamente, del desinterés, la
desinformación sobre los conceptos básicos, y una
atención desmedida sobre las historias que circulan en el
momento…
El problema fundamental que enfrenta actualmente la
mayor parte del mundo es que los inversores reaccionan
exageradamente a las razones entre deuda y PBI porque temen que
se cruce algún umbral mágico, y exigen programas de
austeridad fiscal demasiado pronto. Piden a los gobiernos que
disminuyan su gasto mientras sus economías aún son
vulnerables. Los hogares se asustan, así que
también disminuyen sus gastos, y las empresas son
disuadidas de financiar sus gastos de capital a través del
crédito.
La lección es simple: Tenemos que preocuparnos
menos por las razones y umbrales de deuda, y más por
nuestra incapacidad para ver estos indicadores como los
constructos artificiales -y a menudo irrelevantes- que son"…
Deuda y espejismos (Robert J. Shiller – Project Syndicate –
21/7/11)
(Robert J. Shiller es Profesor de Economía en la
Universidad de Yale)
"Esta es una época interesante, y lo digo en el
peor sentido de la palabra. Ahora mismo, estamos viendo no una
sino dos crisis inminentes, cada una de las cuales podría
provocar un desastre mundial. En Estados Unidos, los
fanáticos de derechas del Congreso pueden bloquear un
necesario aumento del tope de la deuda, lo que posiblemente
haría estragos en los mercados financieros mundiales.
Mientras tanto, si el plan que acaban de pactar los jefes de
Estado europeos no logra calmar los mercados, podríamos
ver un efecto dominó por todo el sur de Europa, lo cual
también haría estragos en los mercados financieros
mundiales.
Solamente podemos esperar que los políticos
congregados en Washington y Bruselas consigan esquivar estas
amenazas. Pero hay una pega: aun cuando nos las arreglemos para
evitar una catástrofe inmediata, los acuerdos que se
están alcanzando a ambos lados del Atlántico van a
empeorar la crisis económica casi con toda
seguridad…
De hecho, los responsables políticos parecen
decididos a perpetuar lo que he dado en llamar la
Depresión Menor, el prolongado periodo de paro elevado que
empezó con la Gran Recesión de 2007-2009 y que
continúa hasta el día de hoy, más de dos
años después de que la recesión
supuestamente terminase.
Hablemos un momento sobre por qué nuestras
economías están (todavía) tan deprimidas. La
gran burbuja inmobiliaria de la década pasada, que fue un
fenómeno tanto estadounidense como europeo, estuvo
acompañada por un enorme aumento de la deuda familiar.
Cuando la burbuja estalló, la construcción de
viviendas cayó en picado, al igual que el gasto de los
consumidores a medida que las familias cargadas de deudas
hacían recortes.
Aun así, todo podría haber ido bien si
otros importantes actores económicos hubiesen incrementado
su gasto y llenado el hueco dejado por el desplome de la vivienda
y el retroceso del consumo. Pero ninguno lo hizo. En concreto,
las empresas que disponen de capital no ven motivos para invertir
ese capital en un momento en el que la demanda de los
consumidores es débil.
Así que tenemos unas economías deprimidas.
¿Qué proponen hacer al respecto los responsables
políticos? Menos que nada. La desaparición del paro
de la retórica política de la élite y su
sustitución por el pánico al déficit han
sido verdaderamente llamativas. No es una respuesta a la
opinión pública. En un sondeo reciente de CBS
News/The New York Times, el 53% de los ciudadanos mencionaba la
economía y el empleo como los problemas más
importantes a los que nos enfrentamos, mientras que solo el 7%
mencionaba el déficit. Tampoco es una respuesta a la
presión del mercado. Los tipos de interés de la
deuda de EEUU siguen cerca de sus mínimos
históricos.
Pero las conversaciones en Washington y Bruselas solo
tratan sobre recortes del gasto (y puede que subidas de
impuestos, es decir, revisiones). Esto es claramente cierto en el
caso de las diversas propuestas que se están tanteando
para resolver la crisis del tope de la deuda en Estados Unidos.
Pero es igual de cierto en Europa…
Para aquellos que conocen la historia de la
década de 1930, esto resulta demasiado familiar. Si alguna
de las actuales negociaciones sobre la deuda fracasa,
podríamos estar a punto de revivir 1931, el hundimiento
bancario mundial que hizo grande la Gran Depresión. Pero
si las negociaciones tienen éxito, estaremos listos para
repetir el gran error de 1937: la vuelta prematura a la
contracción fiscal que dio al traste con la
recuperación económica y garantizó que la
depresión se prolongase hasta que la II Guerra Mundial
finalmente proporcionó el impulso que la economía
necesitaba… La Depresión Menor (Paul Krugman – El
País – 23/7/11 – © 2011. New York Times
Service)
"Desde que empezó la actual crisis
económica parece haber seis palabras que resumen el
principio fundamental de la política financiera de Estados
Unidos: ser paciente con los banqueros. Este principio se puso de
manifiesto durante los meses finales del mandato de Bush, cuando
se puso a disposición de los bancos una enorme cuerda de
salvamento con pocas condiciones. Se puso igualmente de
manifiesto durante los primeros meses de gobierno de Obama,
cuando el presidente Obama incumplió la promesa que hizo
durante la campaña de "cambiar nuestras leyes de quiebra
para que a las familias les resulte más fácil
quedarse en su casa". Y el principio sigue aplicándose en
estos momentos en que las autoridades federales presionan a los
fiscales generales de los Estados para que acepten un pago muy
módico por parte de los bancos que se embarcaron en
prácticas hipotecarias abusivas.
¿A qué se debe este tratamiento tan
considerado? No cabe duda de que el dinero y la influencia tienen
algo que ver; Wall Street es una fuente enorme de donativos de
campaña, y los organismos que se supone que deben regular
los bancos suelen terminar poniéndose a su servicio. Pero
las autoridades también han defendido en cada momento del
proceso que perdonar a los bancos beneficia los intereses de la
economía en su conjunto.
No es así. La incapacidad para buscar un
verdadero alivio de la deuda hipotecaria en los primeros momentos
del mandato de Obama es uno de los motivos por los que
todavía tenemos un 9% de paro…
Antes de llegar a eso, unas palabras sobre el actual
estado del desastre de las hipotecas. El pasado otoño
supimos que muchas entidades de préstamo hipotecario
estaban participando en ejecuciones hipotecarias ilegales. Lo que
más llamaba la atención era que unos "firmantes
robotizados" daban fe de que los bancos tenían la
documentación requerida para apropiarse de las casas sin
comprobar si realmente tenían derecho a hacerlo (y en
muchos casos, no lo tenían).
¿Hasta qué punto se trataba de abusos
generalizados y graves? La respuesta es que no lo sabemos. Han
pasado nueve meses desde que estalló el escándalo
de las firmas robotizadas, pero todavía no ha habido una
investigación seria sobre su alcance. Esto se debe a que
los Estados, que padecen graves problemas presupuestarios,
carecen de los recursos necesarios para realizar una
investigación a fondo, y las autoridades federales, que
sí tienen los recursos, han optado por no
usarlos.
Al contrario, estos funcionarios están haciendo
presión para alcanzar con las entidades hipotecarias un
acuerdo que, según informa Shahien Nasiripour, de The
Huffington Post, "absolvería ampliamente a las empresas de
toda culpa, a cambio de multas que alcanzarían los 30.000
millones de dólares y garantías de que las empresas
se atendrán a unas prácticas mejores".
¿A qué se debe la prisa por alcanzar un
acuerdo? Por lo que yo sé, se están presentando dos
argumentos básicos a favor de que se perdone a los bancos.
El primero es la afirmación de que resolver
rápidamente el desastre de las hipotecas es la clave para
que el mercado inmobiliario se recupere. El segundo, expresado de
un modo menos explícito, es la afirmación de que
ponerse duros con los bancos debilitaría unas
posibilidades más amplias de
recuperación…
Lo siento, pero el argumento de que perdonar a los
bancos ayudaría al mercado inmobiliario carece de
lógica. ¿Y qué hay del argumento de que
ponerse duros con los bancos amenazaría la economía
en general? En este caso, la pregunta es: ¿qué es
lo que está frenando la economía?
No es el estado de los bancos. Es cierto que los temores
sobre la solvencia bancaria afectaron a los mercados financieros
a finales de 2008 y principios de 2009. Pero hace mucho que esos
mercados han vuelto a la normalidad después de aquello, en
gran parte porque ahora todo el mundo sabe que los bancos
serán rescatados si se meten en líos.
El gran lastre de la economía en estos momentos
es el exceso de deuda familiar, originado en gran medida por los
5,6 billones de dólares en deuda hipotecaria que las
familias asumieron durante los años de la burbuja. Un
alivio de la deuda hipotecaria serio podría hacer mella en
ese problema; un pago de 30.000 millones por parte de los bancos,
aun cuando resultase ser más efectivo que el programa de
modificación del Gobierno, no.
De modo que cuando los funcionarios les digan que
debemos apresurarnos a alcanzar un acuerdo con los bancos por el
bien de la economía, no les crean. Debemos hacer esto
bien, y obligar a los banqueros a rendir cuentas de sus
actos"… Dejar marchar a los banqueros (Paul Krugman – El
País – 24/7/11 – © 2011. New York Times
Service)
"En este momento es difícil escribir sobre
economía política estadounidense. Nadie sabe si se
podrá evadir el límite del techo de la deuda,
cómo se hará o qué va a pasar si no
ocurre…
Estados Unidos se enfrenta a problemas de largo plazo y
corto plazo: deterioro de la infraestructura, debilitamiento de
los sistemas educativos y un disfuncional sistema de salud que
produce resultados de calidad inferior al doble del costo de
cualquier otro país industrializado. Resolver cualquiera
de estos tres problemas representaría un gran paso hacia
la solución del desequilibrio de financiación a
largo plazo entre las tasas tributarias actuales y las promesas
de largo plazo sobre seguridad social que los instigadores del
debate del techo de la deuda techo supuestamente quieren
abordar.
Pero el gobierno de EEUU no los abordará. Se han
perdido seis meses que podrían haberse invertido para el
fortalecimiento del potencial de crecimiento de largo plazo de la
economía estadounidense a través de la
inversión en infraestructura, la reforma educativa o una
reforma de la financiación de la atención de salud,
con lo que, de paso, se facilitarían enormemente el
déficit y los dilemas de la deuda de largo plazo de
Estados Unidos.
Durante el período previo a la Segunda Guerra
Mundial, Winston Churchill, hablando en el Parlamento,
lamentó "los años devorados por la plaga de
langostas", el período durante el cual se podrían
haber adoptado medidas preparatorias para hacer frente a la gran
crisis de su época (el ascenso del fascismo continental).
Durante el siglo pasado -con la notable excepción de la
Gran Depresión- el sistema político estadounidense
ha sido notablemente apto para prever las crisis mucho antes de
que se produjeran, y por lo menos sentar las bases para
abordarlas una vez que ocurrían.
Pero hasta ahora en el tercer milenio, esta habilidad -o
simplemente, suerte- ha abandonado a los Estados Unidos. Mi
opinión es que el problema se arreglaría por
sí mismo si tan solo reapareciera en escena el Partido
Republicano de Dwight D. Eisenhower (aunque sin Richard Nixon ni
Joseph McCarthy).
Sin embargo, es cada vez es más claro que el
problema afecta no sólo a EEUU, sino al resto del mundo.
Desde el 7 de diciembre 1941, el mundo ha podido contar en gran
parte con una gobernanza global ejercida por una hiperpotencia
aceptablemente competente. Puede que ese Estados Unidos haya
desaparecido para siempre. Si es así, el mundo necesita
desarrollar otras instituciones para la gestión global, y
rápido"… Los años de la plaga de langostas
en Estados Unidos (J. Bradford DeLong – Project Syndicate –
29/7/11)
"El acuerdo para elevar el techo de la deuda federal
está a punto de ser aprobado. Si esto sucede, muchos
comentaristas anunciarán que se ha evitado la
catástrofe. Se estarán equivocando.
Porque el acuerdo en sí, según la
información disponible, es una catástrofe, y no
sólo para el presidente Barack Obama y su partido. El
acuerdo perjudicará a una economía que ya
está en recesión, probablemente agrave aún
más el eterno problema del déficit norteamericano
y, lo que es más importante todavía, al demostrar
que la extorsión descarada funciona y no tiene costo
político, arrastrará a Estados Unidos por el camino
de las repúblicas bananeras.
Empecemos por la economía. En este momento, el
país atraviesa una profunda depresión. Es casi
seguro que la economía seguirá fuertemente
deprimida durante todo el año que viene. Y es muy probable
que la depresión continúe también durante
2013, o incluso más allá.
Lo peor que se puede hacer en una coyuntura como
ésta es recortar el gasto público, porque
sólo deprimirá la economía aún
más…
De hecho, recortar el gasto con la economía
deprimida ni siquiera aliviará mucho la situación
presupuestaria, y hasta podría agravarla. Por un lado, las
tasas de interés con las que se endeuda el gobierno
federal son muy bajas, así que un recorte del gasto ahora
no hará mucho por reducir el costo de los intereses
futuros. Por otro lado, debilitar la economía ahora
también dañará sus perspectivas a largo
plazo, reduciendo a su vez los ingresos futuros. Así que
esos exigentes recortes del gasto de la actualidad son como esos
médicos medievales que trataban al enfermo con
sangrías y sólo conseguían enfermarlo
aún más.
Y después están los términos del
arreglo, que equivalen a una abyecta rendición por parte
del presidente Obama. Primero, habrá enormes recortes del
gasto público, sin aumentos de los ingresos. Luego un
panel recomendará futuras reducciones del déficit,
y si esas recomendaciones son aceptadas, habrá otros
recortes del gasto"… La catastrófica claudicación
de Obama (Paul Krugman – La Nación – 2/8/11 – The
New York Times)
"Ante la crisis crediticia de Grecia, muchos se
preguntan si el euro podrá sobrevivir sin una
centralización de la política fiscal (algo casi
inimaginable). Pero hay una solución más
fácil. Los gobiernos no pueden endeudarse
irresponsablemente en los mercados de crédito
internacionales si no hay alguien dispuesto a prestar
irresponsablemente. De modo que las autoridades encargadas de
vigilar a los bancos deberían impedir que las
instituciones bajo su control otorguen créditos de esa
manera.
Prestar dinero a gobiernos extranjeros es, en muchos
sentidos, inherentemente más arriesgado que invertir en
títulos de deuda privada no asegurados o en bonos
basura…
Es decir que dar prestado a estados soberanos supone
riesgos muy difíciles de evaluar, que solamente
deberían asumir jugadores especializados y dispuestos a
enfrentar las consecuencias. A lo largo de la historia, el
crédito soberano fue actividad reservada a unos pocos
financistas intrépidos, astutos para los negocios y
conocedores de las artes de gobierno. No han faltado casos de
préstamos donde se empeñara un puerto o un
ferrocarril a modo de garantía (o donde para asegurar la
devolución de la deuda se recurriera a la fuerza
militar).
Pero después de la década de 1970, el
crédito soberano se institucionalizó. El precursor
del cambio fue el Citibank, que redirigió un flujo de
petrodólares hacia regímenes cuestionables (es
famosa la declaración de su director ejecutivo, Walter
Wriston, en el sentido de que los países no quiebran). Era
un negocio más lucrativo que prestar dinero a clientes
tradicionales: unos pocos banqueros podían invertir sumas
enormes y apenas tenían que investigar los antecedentes de
los solicitantes. Con un pequeño detalle: los gobiernos
acostumbrados a obtener crédito fácil a veces no
pagan sus deudas.
Más tarde, por los acuerdos de Basilea, los bonos
públicos se declararon prácticamente libres de
riesgo, lo que estimuló el apetito de los bancos. Estos se
dieron un festín con los títulos de deuda de alta
rentabilidad relativa de países como Grecia, que
exigían invertir muy poco capital. Pero aunque la
calificación de la deuda era alta, ¿cómo
puede alguien poner valor objetivo a una obligación que no
tiene una garantía de respaldo y es prácticamente
inejecutable?
Los préstamos bancarios a estados soberanos han
sido un desastre por partida doble; por un lado, fomentaron el
sobreendeudamiento, especialmente en países con gobiernos
irresponsables o corruptos. Además, gran parte del riesgo
lo asumen los bancos (en vez de, por ejemplo, los fondos de
cobertura); y los bancos cumplen una función central como
facilitadores del sistema de pagos, de modo que una crisis de
deuda soberana puede hacer estragos. La caída de Grecia
puso en riesgo el bienestar no solo de los griegos, sino de toda
Europa.
La solución para romper el vínculo entre
crisis de deuda soberana y crisis bancarias es muy sencilla:
prohibir a los bancos otorgar préstamos cuando la
evaluación de la disposición y capacidad de los
deudores para pagar indica que dar crédito es un salto al
vacío. Esto implica terminar con la deuda soberana
transfronteriza (y con instrumentos esotéricos como los
títulos de deuda garantizados).
Para aplicar esta sencilla regla, no se
necesitaría una gran reorganización de los pactos
fiscales europeos, ni crear nuevas entidades supranacionales. Es
cierto que los gobiernos tendrían dificultades para
obtener préstamos en el extranjero, pero para sus
ciudadanos eso no sería una imposición sino una
ventaja. Además, reducir el acceso de los gobiernos al
crédito internacional (y, por extensión, inducir en
ellos una mayor responsabilidad fiscal) tal vez ayude a los
deudores a ser más emprendedores y productivos.
Estas restricciones no resolverán la crisis que
actualmente enfrentan Portugal, Irlanda, Grecia o España.
Pero va siendo hora de que Europa y el mundo dejen de tambalearse
entre una solución precaria y la siguiente, para enfrentar
los verdaderos problemas estructurales"… La raíz de
todas las crisis de deuda soberana (Amar Bhidé y Edmund
Phelps – Project Syndicate – 4/8/11)
(Amar Bhidé, autor del libro A Call for Judgment
– Un llamado a la sensatez, es profesor en la Escuela Fletcher de
Derecho y Diplomacia, perteneciente a la Universidad Tufts.
Edmund Phelps obtuvo el premio Nobel de Economía y es
profesor en la Universidad de Columbia. Ambos son miembros
fundadores del Centro de Capitalismo y Sociedad de la Universidad
de Columbia)
"La Gran Recesión de 2008 se ha transformado en
la Recesión del Atlántico Norte: son principalmente
Europa y los Estados Unidos, no los mercados emergentes
más importantes, los que se han visto afectados por el
lento crecimiento y alto desempleo. Y son Europa y los Estados
Unidos los que marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de
una gran debacle. La explosión de una burbuja condujo a un
estímulo keynesiano masivo que evitó una
recesión mucho más profunda, pero también
impulsó déficits presupuestarios importantes. La
respuesta -recortes masivos del gasto- garantiza que niveles de
desempleo inaceptablemente altos (un vasto desperdicio de
recursos y un exceso de oferta de sufrimiento) continúen
durante años.
La Unión Europea finalmente se ha comprometido a
ayudar a sus miembros en dificultades financieras. No
tenía opción: la agitación financiera
amenazaba con difundirse desde países pequeños como
Grecia e Irlanda a otros grandes como Italia y España, y
la propia supervivencia del euro enfrentaba peligros crecientes.
Los líderes europeos reconocieron que las deudas de los
países en problemas serían inmanejables a menos que
sus economías pudiesen crecer, y que el crecimiento no se
lograría sin ayuda.
Pero si bien los líderes europeos prometieron que
la ayuda estaba en camino, reforzaron su creencia de que los
países sin crisis deben recortar sus
gastos…
El BCE argumentó que los contribuyentes
deberían hacerse cargo del costo total de la deuda
soberana griega en problemas, por miedo a que cualquier
participación del sector privado (PSP) pudiese disparar un
"evento crediticio" que forzara importantes erogaciones sobre los
swaps de incumplimiento crediticio (CDS) y posiblemente fomentara
mayores problemas financieros. Pero, si ese es un miedo real del
BCE -si no se trata meramente de actuar en favor de los
prestamistas privados- tendría que haber exigido a los
bancos que mantengan más capital.
Además, el BCE tendría que haber prohibido
a los bancos operar en el riesgoso mercado de los CDS, donde son
rehenes de las decisiones de las agencias de calificación
sobre lo que constituye un "evento crediticio"…
De hecho, el aspecto más curioso de la
posición del BCE fue su amenaza de no aceptar los bonos
del gobierno reestructurados como garantía si las agencias
de calificación decidían que la
reestructuración debía clasificarse como un evento
crediticio…
Este episodio sirve como recordatorio de que los bancos
centrales son instituciones políticas con una agenda
política, y que los bancos centrales independientes
tienden a ser capturados (al menos "cognitivamente") por los
bancos a los que supuestamente deben regular.
Y la situación no está mucho mejor del
otro lado del Atlántico. Allí, la extrema derecha
amenazó con paralizar al gobierno de los EEUU, confirmando
lo que sugiere la teoría de los juegos: cuando personas
racionales se enfrentan a quienes están irracionalmente
decididos a la destrucción si no logran su objetivo, son
estos últimos quienes prevalecen…
La cesación del estímulo es en sí
misma contractiva. Y, a medida que los precios de los inmuebles
continúan cayendo, que el crecimiento del PBI vacila y el
desempleo se empecina en mantenerse elevado (uno de cada seis
estadounidenses que desean un trabajo a tiempo completo
aún no puede obtenerlo), lo que hace falta es más
estímulo y no austeridad -incluso para equilibrar el
presupuesto. El impulsor más importante del crecimiento
del déficit es la baja recaudación fiscal debida a
un pobre desempeño económico; el mejor remedio
sería que los EEUU vuelvan al trabajo. El reciente acuerdo
de la deuda es una jugada en la dirección
equivocada.
Ha habido mucha preocupación sobre el contagio
financiero entre Europa y los Estados Unidos. Después de
todo, los errores de gestión financiera estadounidense
jugaron un papel importante en el desencadenamiento de los
problemas europeos, y la agitación financiera europea no
será buena para los EEUU -especialmente considerando la
fragilidad del sistema bancario estadounidense y su continuo
papel respecto de los poco transparentes CDS.
Pero el problema real surge de otro tipo de contagio:
las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras, y las
nociones económicas equivocadas a ambos lados del
Atlántico se han estado reforzando entre sí. Esto
será también válido para el estancamiento
que esas políticas conllevarán". Un contagio de
malas ideas (Joseph E. Stiglitz – Project Syndicate –
5/8/11)
"Las recientes dramáticas caídas en los
mercados de acciones de todo el mundo son una respuesta a la
interacción de dos factores: los fundamentos
económicos y las respuestas de política -o, mejor
dicho, la falta de respuestas de política.
Veamos primero los fundamentos. Las tasas de crecimiento
económico en los Estados Unidos y Europa son bajas
-están incluso muy por debajo de las expectativas
recientes. El lento crecimiento ha golpeado duro a las
valuaciones de acciones y ambas economías corren el riesgo
de una importante contracción.
Una desaceleración en una producirá una
desaceleración en la otra –y en las mayores
economías emergentes que, hasta ahora, habían
logrado mantener un rápido crecimiento ante las
aletargadas economías avanzadas…
La caída de la demanda interna estadounidense
refleja aumentos en el ahorro, daños en la
situación financiera del sector de los hogares, desempleo
y dificultades fiscales…
El mundo asiste a una desaceleración
correlacionada del crecimiento en los países avanzados
(con unas pocas excepciones) y en todas las partes
sistémicamente importantes de la economía global
-incluso, posiblemente, las economías
emergentes…
Y la caída del valor de las acciones para
reflejar de manera más realista los fundamentos
económicos debilitará aún más la
demanda agregada y el crecimiento…
Pero la situación trae aparejado el
presentimiento de algo más que una corrección
importante. Incluso a medida que se ajusten las expectativas,
habrá una creciente pérdida de confianza entre los
inversores sobre la adecuación de las respuestas de
política oficial en Europa y los EEUU (y, en menor medida,
en las economías emergentes). Ahora queda claro que los
impedimentos al crecimiento, tanto estructurales, como
financieros, han sido continuamente subestimados. Lo que no
está tan claro es si los funcionarios tienen la capacidad
para identificar los temas críticos y la voluntad
política para ocuparse de ellos…
El foco de la política interna en Europa ha sido
reducir los déficits, con poca atención a las
reformas o inversiones que buscan impulsar el crecimiento en el
mediano plazo. En la UE aún no hay una respuesta de
política complementaria diseñada para detener el
círculo vicioso del aumento de los rendimientos y las
trabas al crecimiento que ahora enfrentan Italia y
España.
Son necesarias políticas nacionales y europeas
creíbles para estabilizar la situación, pero
ninguna de esas políticas se ve como algo próximo.
La reciente volatilidad de los mercados ha sido en parte una
respuesta al aparente aumento del riesgo de resultados peores a
los previstos debido a la parálisis o la negación
política.
Del lado de los EEUU, la integridad de la deuda soberana
se cuestionó durante demasiado tiempo. Durante esos meses
de indecisión política, los bonos del tesoro de los
EEUU se convirtieron en un activo más riesgoso. Una vez
que desapareció el riesgo inmediato de la cesación
de pagos, el dinero huyó de los activos riesgosos a los
bonos del Tesoro para esperar hasta que pasen las malas noticias
económicas: principalmente un crecimiento débil y
decreciente, estancamiento del empleo y caída de los
precios de los activos.
En los debates sobre la política interna
estadounidense son pocos los indicios de una estrategia de
crecimiento factible, y orientada hacia el empleo. Para ser
justos, algunos creen que recortar el presupuesto es una
estrategia de crecimiento suficiente, pero esa no es ni la
visión de la mayoría ni la reflejada por los
mercados.
Se han ignorado en gran medida las trabas estructurales
y competitivas al crecimiento. Son pocos los que aceptan que la
demanda interna agregada no puede recuperarse a sus niveles
previos a la crisis excepto a través del crecimiento. De
hecho, la tasa de ahorro de los hogares continúa
aumentando.
Los detalles pueden escapar a los votantes y algunos
inversores, pero la política no está haciendo foco
en restaurar el crecimiento y el empleo en el mediano y el largo
plazo. Ciertamente, existe una profunda incertidumbre sobre si
estos imperativos ocuparán el centro de la agenda y sobre
cuándo lo harán…
La realineación del valor de los activos con
perspectivas realistas de crecimiento probablemente no sea un mal
resultado, aunque impulsará la caída de la demanda
en el corto plazo. Pero la incertidumbre, la falta de confianza,
y la parálisis o los puntos muertos en la política
pueden causar fácilmente excesos en la destrucción
de valor, infligiendo daños extensos a todas las partes de
la economía global.
Esta imagen relativamente sombría puede cambiar,
aunque probablemente no en el corto plazo. Es posible que retorne
la estabilidad, pero no lo hará hasta que la
política interna en los países avanzados, junto con
una coordinación de política internacional,
introduzcan cambios creíbles para restaurar un
patrón de crecimiento inclusivo, implementando la
estabilización fiscal en forma tal que apoye al
crecimiento y el empleo.
En resumen, nos enfrentamos a dos problemas que
interactúan: una economía global que está
perdiendo la batalla para restaurar el crecimiento y la ausencia
de respuestas creíbles de política. Demasiados
países parecen centrarse más en los resultados
políticos que en el desempeño económico. Los
mercados simplemente reflejan estas fallas y riesgos". Estancados
y paralizados (Michael Spence – Project Syndicate –
8/8/11)
(Michael Spence, premio Nobel de Economía, es
profesor de Economía en la Escuela de Negocios Stern de la
Universidad de Nueva York, miembro visitante distinguido del
Consejo de Relaciones Exteriores, e investigador superior en el
Instituto Hoover de la Universidad de Stanford. Su último
libro es The Next Convergence – The Future of Economic Growth in
a Multispeed World – La próxima convergencia: el futuro
del crecimiento económico en un mundo de diferentes
velocidades)
"Puede que vivamos en una era post-industrial, en el que
las tecnologías de la información, la
biotecnología y servicios de alto valor se han convertido
en motores del crecimiento económico, pero los
países ignoran la solidez de su sector manufacturero por
su cuenta y riesgo.
Los servicios de alta tecnología requieren
conocimientos especializados y crean pocos puestos de trabajo,
por lo que su contribución al empleo total es
necesariamente limitada. El sector manufacturero, por otro lado,
puede absorber gran cantidad de trabajadores con una
especialización moderada, dándoles puestos de
trabajo estables y buenos beneficios. Por tanto, para la
mayoría de los países sigue siendo una importante
fuente de empleos bien remunerados.
De hecho, el sector manufacturero es también
donde las clases medias del mundo, toman forma y se desarrollan.
Sin una base manufacturera vibrante, las sociedades tienden a
dividirse entre ricos y pobres: quienes tienen acceso a puestos
de trabajo estables, y bien remunerados, y aquellos cuyos empleos
son menos seguros y viven existencias más precarias. En
última instancia, la manufactura puede ser fundamental
para el vigor de la democracia de una nación.
Estados Unidos ha experimentado un constante proceso de
desindustrialización en las últimas décadas,
en parte debido a la competencia global y en parte debido a los
cambios tecnológicos. Desde 1990, la proporción del
sector manufacturero en términos de empleo se ha reducido
en casi cinco puntos porcentuales. Esto no habría sido
necesariamente una mala cosa si la productividad (y las
remuneraciones) de la mano de obra no fueran sustancialmente
más altas en la industria manufacturera que en el resto de
la economía, un 75% más, de hecho.
Las industrias de servicios que han absorbido la mano de
obra despedida por el sector manufacturero son un grupo
heterogéneo. En el extremo superior, las finanzas, los
seguros y los servicios empresariales, en su conjunto, tienen
niveles de productividad similares a los de la manufactura. Han
creado algunos nuevos puestos de trabajo, pero no muchos, y eso
antes de que estallara la crisis financiera en 2008.
La mayor parte del nuevo empleo se expresa en "servicios
personales y sociales", que es donde se encuentran los empleos
menos productivos de la economía. Esta migración de
puestos de trabajo hacia abajo en la escala ha hecho bajar 0,3
puntos porcentuales al crecimiento de la productividad de EEUU
cada año desde 1990, más o menos una sexta parte
del aumento real durante este período. La creciente
proporción de mano de obra de baja productividad
también ha contribuido al aumento de la desigualdad en la
sociedad estadounidense.
La pérdida de empleos en el sector manufacturero
estadounidense se aceleró después del año
2000, siendo la competencia mundial la causa más probable.
Como ha demostrado Maggie McMillan del International Food Policy
Research Institute, hay una extraña correlación
negativa en las industrias manufactureras individuales entre los
cambios del empleo en China y EEUU. En las áreas en que
China más se ha expandido, EEUU ha perdido el mayor
número de puestos de trabajo. En las pocas industrias que
han realizado contratos en China, EEUU ha elevado su nivel de
empleo.
En Gran Bretaña, donde el declive de la industria
parece haber sido impulsado casi alegremente por los
conservadores de Margaret Thatcher hasta la llegada de David
Cameron al poder, las cifras son aún más
preocupantes. Entre 1990 y 2005, la participación del
sector en el empleo total se redujo en más de siete puntos
porcentuales. La reasignación de trabajadores a empleos en
servicios menos productivos ha costado a la economía
británica 0,5 puntos de crecimiento de la productividad
cada año, una cuarta parte del aumento de la productividad
total en el período…
Un error típico en la evaluación del
rendimiento del sector manufacturero es mirar solamente la
producción o la productividad, sin examinar la
creación de empleos…
A medida que las economías se desarrollan y se
vuelven más ricas, la industria manufacturera -"hacer
cosas"- inevitablemente se torna menos importante. Pero si esto
sucede antes de que los trabajadores puedan adquirir
conocimientos avanzados, el resultado puede ser un peligroso
desequilibrio entre la estructura productiva de una
economía y su fuerza de trabajo. Podemos ver las
consecuencias en todo el mundo en forma de bajo rendimiento
económico, una creciente desigualdad y divisiones
políticas". El imperativo manufacturero (Dani Rodrik –
Project Syndicate – 10/8/11)
"La masiva volatilidad y la aguda corrección de
los precios de las acciones que en la actualidad golpean a los
mercados financieros globales son indicadores de que las
economías más avanzadas se encuentran al borde de
una recesión de doble caída. Una crisis financiera
y económica causada por el exceso de deuda y
apalancamiento del sector privado condujeron a un masivo
re-apalancamiento del sector público con el fin de evitar
la Gran Depresión 2.0. Sin embargo, la recuperación
posterior ha sido anémica y mediocre en la mayoría
de las economías avanzadas dado el desapalancamiento
doloroso…
Hasta el año pasado, los políticos siempre
pudieron sacar un as de bajo la manga para reactivar los precios
de los activos y detonar la recuperación económica.
Estímulo fiscal, tasas de interés de casi cero, dos
rondas de "flexibilización cuantitativa",
separación estricta de las deudas incobrables y billones
de dólares en rescates y provisión de liquidez para
los bancos y entidades financieras: las autoridades ejecutivas
intentaron todo esto. Ahora se han quedado sin ases.
La política fiscal hoy en día es un lastre
para el crecimiento económico tanto en la eurozona como en
el Reino Unido. Incluso en los EEUU, los gobiernos estatales y
locales, y ahora el gobierno federal, recortan el gasto y reducen
los pagos de transferencias. Muy pronto, ellos subirán los
impuestos.
Otra ronda de rescates para los bancos es
políticamente inaceptable y económicamente
inviable: la mayoría de los gobiernos, especialmente en
Europa, están tan estresados que los rescates no son
asequibles; de hecho, el riesgo soberano está, en
realidad, alimentando por la preocupación por la salud de
los bancos europeos, que tienen en sus carteras la mayor parte de
los cada vez más inestables valores
gubernamentales.
Tampoco la política monetaria puede ser de mucha
ayuda. La flexibilización cuantitativa en la eurozona y el
Reino Unido se ve limitada por una inflación por encima
del nivel objetivo. La Reserva Federal de EEUU probablemente
inicie una tercera ronda de flexibilización cuantitativa
(QE3), pero esta ofrecerá muy poco y llegará
demasiado tarde. El año pasado la flexibilización
cualitativa (QE2) de $ 600 millardos y de $ 1 billón de
dólares en recortes de impuestos y transferencias
logró un crecimiento de apenas el 3% durante un trimestre.
Posteriormente, el crecimiento cayó bruscamente a menos
del 1% en el primer semestre del año 2011. QE3 será
de mucho menor tamaño, y logrará mucho menos en
cuanto a reactivar los precios de los activos y restaurar el
crecimiento.
La depreciación de la moneda no es una
opción viable para todas las economías avanzadas:
todas ellas necesitan una moneda más débil y una
mejor balanza comercial para recuperar el crecimiento, pero no
todas ellas pueden estar en esta situación al mismo
tiempo. Así que depender de los tipos de cambio para
influir en la balanza comercial es un juego de suma cero. Por
esta razón se vislumbran en el horizonte guerras
cambiaras; Japón y Suiza son los participantes de las
primeras batallas por debilitar sus tipos de cambio. Otros pronto
seguirán el ejemplo.
Mientras tanto, en la eurozona, Italia y España
están ahora en riesgo de perder acceso al mercado, y en la
actualidad las presiones financieras sobre Francia también
van en aumento…
Parece que Karl Max estuvo parcialmente en lo correcto
al argumentar que la globalización, la
intermediación financiera fuera de control, y la
redistribución del ingreso y la riqueza de los
trabajadores en beneficio del capital podría llevar al
capitalismo a su autodestrucción (sin embargo se
demostró que su idea de que el socialismo da mejores
resultados fue errónea). Las empresas están
recortando puestos de trabajo porque no hay suficiente demanda
final. Sin embargo, al recortar puestos de trabajo se reduce el
ingreso de los trabajadores, se aumenta la desigualdad y se
reduce la demanda final.
Las protestas populares recientes, que se extienden
desde el Medio Oriente hasta Israel y el Reino Unido, y la
creciente ira popular en China -y que más temprano que
tarde llegarán a otras economías avanzadas y
mercados emergentes- son todas impulsadas ??por los mismos
problemas y tensiones: creciente desigualdad, pobreza, desempleo,
y desesperanza. Incluso las clases medias del mundo están
sintiendo la presión de la caída de ingresos y
oportunidades.
Para permitir que las economías orientadas al
mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que
retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la
provisión de bienes públicos. Esto significa
alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y
economía vudú como del modelo europeo continental
de los estados de bienestar impulsados por el déficit.
Ambos modelos están resquebrajados.
El equilibrio adecuado hoy en día exige la
creación de puestos de trabajo de manera parcial a
través de estímulos fiscales adicionales dirigidos
a las inversiones en infraestructura productiva. También
requiere de impuestos más progresivos; más cantidad
de estímulos fiscales a corto plazo junto con disciplina
fiscal de mediano y largo plazo; de apoyo de préstamos de
última instancia por parte de las autoridades monetarias a
fin de prevenir corridas bancarias destructivas; de
reducción de la carga crediticia de los hogares
insolventes y de otros agentes económicos que atraviesan
dificultades económicas; de supervisión y
regulación más estricta de un sistema financiero
que está fuera de control; y de fraccionamiento de los
bancos que son demasiado grandes para quebrar y de los fondos de
inversión oligopolísticos.
Con el tiempo, las economías avanzadas
tendrán que invertir en capital humano,
capacitación y redes de seguridad social para aumentar la
productividad y permitir que los trabajadores compitan, sean
flexibles y prosperen en una economía globalizada. La
alternativa es – igual que en la década de 1930
– interminable estancamiento, depresión, guerras
cambiarias y de balanza comercial, controles de capital, crisis
financiera, insolvencias soberanas, y masiva inestabilidad
política y social"… ¿Está el capitalismo
condenado al fracaso? (Nouriel Roubini – Project Syndicate –
15/8/11)
"El economista austriaco Friedrich von Hayek, que
murió en 1992 a la edad de 93 años, dijo una vez
que quien desee tener la última palabra sólo tiene
que sobrevivir a sus oponentes. Su gran fortuna fue sobrevivir a
Keynes por casi 50 años, y por tanto reclamar una victoria
póstuma sobre un rival que lo había embestido
intelectualmente cuando estaba vivo.
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