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Imagining Keynes – Parte II – JMK




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

  1. La
    "resurrección" de Keynes (por intercesión de
    apóstoles tardíos e inciertos estructuralistas)
    – QE1, 2, Lite, Op. Twist, y otros "relajamientos"…
    ¿para quién?
  2. Desaprendiendo a Keynes (entre tantas medias
    verdades, que son siempre insidiosas) – Sense and Sensibility
    (algunos cometarios finales, sin
    Copyright)
  3. El
    "segundo funeral" de Keynes (concelebrado por los "sumos
    sacerdotes" del "liberalismo de mano única", y del
    "fundamentalismo del mercado") – ¿Twist again o el
    rock de la prisión?
  4. Antiterapia keynesiana (¿para qué
    os espantáis de la culpa que tenéis? queredlas
    cual las hacéis o hacedlas cual las buscáis) –
    Gods and Monsters (algunos cometarios finales, sin
    Copyright)

La
"resurrección" de
Keynes (por intercesión de
apóstoles tardíos e inciertos estructuralistas) –
QE1, 2, Lite, Op. Twist, y otros "relajamientos"…
¿para quién?

"Un buen banquero central es aquel que retira el
ponche cuando la fiesta se anima",
frase pronunciada por
William McChesney, presidente de la Reserva Federal entre 1951 y
1970.

John Maynard Keynes decía: "El mercado puede
permanecer irracional durante más tiempo del que uno puede
mantenerse solvente".

Decía Albert Einstein que "locura es repetir
una y otra vez lo mismo esperando resultados
diferentes".

A continuación se presentan opiniones (recientes)
de varios economistas prestigiosos (distinguidos
académicos -algunos con premio Nobel-, articulistas
prolíficos, gurús mediáticos, autores
exitosos, tertulianos permanentes de Bloomberg TV o CNBC
TV).

Se opta por mantener la cronología de las
declaraciones, para no sacarlas del contexto temporal, aunque se
pierda la homogeneidad de origen. El lector puede reagruparlas
por autor, si le resulta de interés. De los
artículos citados sólo se destacan los
párrafos más significativos, para el asunto
específico. Quien lo desee puede recurrir a la fuente, que
se indica en cada ocasión, para leer la nota en su
integridad.

Las opiniones de los economistas citados deben ser
consideradas teniendo en cuenta los vicios del oficio, como la
venalidad, la soberbia o el fanatismo ideológico, que han
contribuido (en muchos casos) a la crisis casi tanto como los
banqueros de Wall Street.

Monografias.com

La sombra del globo

"El estímulo fiscal que aplicaron la
mayoría de las economías avanzadas y mercados
emergentes durante la recesión global de 2008-2009 -junto
con la relajación de la política monetaria y el
apoyo al sistema financiero– evitó que la Gran
Recesión se convirtiera en otra Gran Depresión en
2010. En un momento en el que todos los componentes de la demanda
privada se venían abajo, el impulso dado por el aumento en
el gasto público y la reducción de los impuestos
detuvo la caída libre de la economía global y
creó las bases de la
recuperación…

Desafortunadamente, el gasto de estímulo y el
rescate conexo del sistema financiero, junto con los efectos de
la recesión en los ingresos, contribuyeron a los
déficits de alrededor del 10% del PIB en la mayor parte de
las economías avanzadas. Según el Fondo Monetario
Internacional, entre otros, el coeficiente deuda
pública-PIB de estas economías superará el
110% para 2015, en comparación con el 70% previo a la
crisis. En la mayoría de las economías avanzadas,
el envejecimiento de la población implica más deuda
pública a largo plazo debido a los planes de
jubilación que no están suficientemente financiados
y a los crecientes costos de la atención a la
salud.

Así pues, en la mayoría de las
economías avanzadas es necesario reducir los
déficits para evitar un desastre más adelante. No
obstante, muchas investigaciones, incluido un estudio reciente
del FMI, indican que un aumento de los impuestos y una
disminución del gasto público tienen un efecto
negativo a corto plazo sobre la demanda agregada, lo que refuerza
las tendencias de deflación y recesión – y debilita
la consolidación fiscal…

Desgraciadamente, la política fiscal que han
adoptado actualmente varias economías avanzadas, se
desvía mucho de esta ruta de consolidación
creíble a mediano plazo combinada con estímulos
adicionales de corto plazo…

En resumen, el camino óptimo hacia la austeridad
fiscal implicaría, en gran parte de los países, un
compromiso de consolidación de mediano plazo, gradual pero
creíble junto con estímulos adicionales de corto
plazo cuando se necesiten y lo permitan las condiciones del
mercado, evitando así las perspectivas de una espiral
recesiva y deflacionaria. Por desgracia, las principales
economías avanzadas están siguiendo una vía
distinta -que, en algunos casos, los conducirá en la
dirección contraria en 2011. Como resultado, los riesgos
de una deflación de la deuda y los consiguientes impagos
de deuda soberana y del sector privado están aumentando".
Disparates fiscales (Nouriel Roubini – Project Syndicate –
13/12/10)

(Nouriel Roubini, presidente de Roubini Global Economics
(www.roubini.com), es profesor de Economía de la Stern
School of Business de la Universidad de Nueva York y es coautor
de Crisis Economics)

"Lamentablemente, las decisiones del nuevo año
adoptadas en Europa y en los Estados Unidos fueron
erróneas. La reacción ante los fallos y el derroche
del sector privado que habían causado la crisis,
¡fue la de pedir austeridad al sector público! La
consecuencia será, casi con toda seguridad, una
recuperación más lenta e incluso una mayor demora
antes de que el desempleo baje hasta niveles
aceptables…

Se ha puesto de moda entre los políticos predicar
las virtudes del dolor y del sufrimiento, seguramente porque
quienes sufren las consecuencias son quienes apenas tienen voz y
voto: los pobres y las generaciones futuras. Para poner en marcha
la economía, algunos habrán de sufrir un poco, en
efecto, pero la cada vez más sesgada distribución
de la renta da una idea clara de quiénes serán:
aproximadamente, una cuarta parte de toda la renta de los EEUU
corresponde al 1 por ciento superior, mientras que la renta de la
mayoría de los americanos es inferior hoy a lo que era
hace doce años. Dicho de forma sencilla, la mayoría
de los americanos no se beneficiaron de lo que muchos llamaron la
"gran moderación", pero fue, en realidad, la "madre de
todas las burbujas". Así, pues, ¿se debe hacer
pagar aún más a víctimas inocentes y a
quienes nada ganaron de la falsa prosperidad?…

La reestructuración de la deuda -amortizar las
deudas de los propietarios de viviendas y, en algunos casos, las
de los gobiernos- será fundamental. Tarde o temprano, se
hará, pero el retraso resulta muy costoso… y en gran
medida innecesario…

Los bancos nunca han querido reconocer sus
créditos fallidos y ahora no quieren reconocer las
pérdidas, al menos no hasta que puedan recapitalizarse
mediante sus beneficios comerciales y el gran margen entre sus
altos tipos de interés y los mínimos costos de su
endeudamiento. El sector financiero presionará a los
gobiernos para lograr el pago completo, aunque provoque un
despilfarro social en gran escala, un enorme desempleo y un gran
sufrimiento social… e incluso cuando sea consecuencia de sus
errores en la concesión de
créditos…

Así, pues, ésta es mi esperanza para el
nuevo año: que dejemos de prestar atención a los
supuestos magos financieros que nos metieron en este embrollo -y
que ahora piden austeridad y una reestructuración
retardada- y empecemos a usar un poco el sentido común. Si
tiene que haber sufrimiento, el mayor deben arrostrarlo los
responsables de la crisis y quienes más se beneficiaron de
la burbuja que la precedió". Contra toda esperanza, la
esperanza del nuevo año (Joseph E. Stiglitz – Project
Syndicate – 2/1/11)

(Joseph E. Stiglitz es profesor en la Universidad de
Columbia y premio Nobel de Economía. Su ultimo libro,
Freefall: Free Markets and the Sinking of the Global Economy –
"Caída libre. Los mercados libres y el hundimiento de la
economía mundial", traducido al francés, al
alemán, al japonés y al español)

"En 1995, publiqué un libro llamado The World
After Communism (El mundo después del comunismo). Hoy, me
pregunto si habrá un mundo después del
capitalismo.

Esa pregunta no está motivada por la peor crisis
económica desde los años 1930. El capitalismo
siempre sufrió crisis, y las seguirá sufriendo.
Más bien, surge de la sensación de que la
civilización occidental es cada vez más
decepcionante, al cargar con un sistema de incentivos que son
esenciales para acumular riqueza, pero que socavan nuestra
capacidad para disfrutarla. El capitalismo puede estar cerca de
agotar su potencial para crear una vida mejor -al menos en los
países ricos del mundo.

Por "mejor", me refiero a mejor éticamente, no
materialmente. Las ganancias materiales pueden continuar, aunque
la evidencia demuestra que ya no hacen más feliz a la
gente. Mi disconformidad es con la calidad de una
civilización en la que la producción y el consumo
de bienes innecesarios se convirtieron en la principal
ocupación de la mayoría de la gente.

Esto no pretende denigrar al capitalismo. Fue, y es, un
sistema magnífico para superar la escasez. Al organizar la
producción de manera eficiente, y dirigirla a la
búsqueda del bienestar y no del poder, sacó a una
gran parte del mundo de la pobreza.

Sin embargo, ¿qué le pasa a un sistema
así cuando la escasez se convirtió en abundancia?
¿Sigue produciendo más de lo mismo, estimulando
apetitos hastiados con nuevos artilugios, entusiasmos y
emociones? ¿Cuánto tiempo más puede
continuar esto? ¿Nos pasamos el próximo siglo
regodeándonos en la trivialidad?

Siempre hubo enormes interrogantes morales sobre el
capitalismo, que podían dejarse a un lado porque el
capitalismo siempre fue exitoso a la hora de generar riqueza.
Ahora, cuando ya tenemos toda la riqueza que necesitamos,
está bien que nos preguntemos si vale la pena incurrir en
los costos del capitalismo.

Adam Smith, por ejemplo, reconoció que la
división de la mano de obra volvería más
tonta a la gente al robarles las habilidades no especializadas.
Sin embargo, pensaba que éste era un precio -posiblemente
compensado por la educación– que valía la pena
pagar, ya que la ampliación del mercado aumentaba el
crecimiento de la riqueza. Esto lo convirtió en un
ferviente defensor del libre comercio.

Los apóstoles del libre comercio de hoy defienden
el caso más o menos de la misma manera que Adam Smith,
ignorando el hecho de que la riqueza se expandió
enormemente desde los tiempos de Smith. Suelen admitir que el
libre comercio cuesta empleos, pero arguyen que los programas de
recapacitación ubicarán a los trabajadores en
nuevos empleos, de "mayor valor". Esto implica decir que aunque
los países (o las regiones) ricos ya no necesitan los
beneficios del libre comercio, deben seguir padeciendo sus
costos.

Los defensores del sistema actual responden: les dejamos
esas elecciones a los individuos para que ellos decidan por
sí mismos. Si la gente quiere bajarse de la cinta
transportadora, es libre de hacerlo. Y, de hecho, cada vez son
más los que "desertan". La democracia, también,
implica libertad para poner fin al mandato del capitalismo.
..

Los defensores del capitalismo a veces sostienen que el
espíritu de adquisividad está tan arraigado en la
naturaleza humana que nada lo puede desplazar. Pero la naturaleza
humana es un manojo de pasiones y posibilidades en conflicto.
Siempre fue la función de la cultura (incluida la
religión) la de fomentar algunas y limitar la
expresión de otras…

Recién en el siglo XVIII la ambición se
volvió moralmente respetable. Ahora se consideraba
saludablemente prometeano transformar la riqueza en dinero y
ponerlo a trabajar para ganar más dinero, porque al
hacerlo uno estaba beneficiando a la humanidad.

Esto inspiró el estilo de vida estadounidense,
donde el dinero siempre habla. El fin del capitalismo significa
simplemente el fin de la necesidad de escucharlo. La gente
empezaría a disfrutar de lo que tiene, en lugar de siempre
querer más. Uno puede imaginar una sociedad de tenedores
de riqueza privados, cuyo principal objetivo es llevar una buena
vida, no convertir su riqueza en "capital".

Los servicios financieros se achicarían, porque
los ricos no siempre querrían volverse más ricos. A
medida que más y más gente empezara a sentir que
tiene lo suficiente, uno podría esperar que el
espíritu de ganar perdiera su aprobación social. El
capitalismo habría hecho su trabajo y la motivación
de ganar recuperaría su lugar en la galería de los
canallas.

La deshonra de la ambición es factible
sólo en aquellos países cuyos ciudadanos ya tienen
más de lo que necesitan. Y aún allí, mucha
gente todavía tiene menos de lo que necesita. La evidencia
sugiere que las economías serían más
estables y los ciudadanos más felices si la riqueza y el
ingreso estuvieran distribuidos de manera más equitativa.
La justificación económica para las grandes
desigualdades de ingresos -la necesidad de estimular a la gente
para que sea más productiva- colapsa cuando el crecimiento
deja de ser tan importante"… La vida después del
capitalismo (Robert Skidelsky – Project Syndicate –
20/1/11)

(Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los
Lores británica, es profesor emérito de
Economía Política en la Warwick University, autor
de una biografía galardonada del economista John Maynard
Keynes y miembro de la junta de la Escuela de Estudios
Políticos de Moscú)

"Si hay una verdad económica que espero que la
gente comprenda este año es la siguiente: aunque es
posible que por fin hayamos dejado de cavar, seguimos estando
cerca del fondo de un hoyo que es muy profundo.

¿Por qué tengo que recalcar esto? Porque
me he dado cuenta de que muchas personas están
reaccionando de forma exagerada ante las buenas noticias
económicas…

¡Hurra! Pero, una vez más, no es para
tanto. Son los puestos de trabajo, no las cifras del PIB, lo que
importa a las familias estadounidenses. Y cuando uno parte de una
tasa de paro de casi el 10%, la aritmética de la
creación de empleo -la cantidad de crecimiento que se
necesita para volver a un panorama laboral aceptable- es
desalentadora.

Ante todo, tenemos que crecer alrededor de un 2,5% al
año solamente para seguir el ritmo del aumento de la
productividad y de la población, y así evitar que
el paro siga subiendo. Esa es la razón por la que el
último año y medio ha sido técnicamente una
recuperación, pero daba la impresión de ser una
recesión: el PIB estaba creciendo, pero no lo bastante
deprisa como para reducir el desempleo.

Una tasa de crecimiento superior al 2,5% reducirá
el paro a medida que pase el tiempo. Pero las mejoras no son
directamente proporcionales: por diversos motivos,
históricamente han hecho falta unos dos puntos adicionales
de crecimiento en el transcurso de un año para recortar un
punto la citada tasa de paro.

Ahora, hagan las cuentas. Imaginen que la
economía de EEUU creciese un 4% al año a partir de
ahora y siguiese haciéndolo durante los próximos
años. La mayoría de la gente lo consideraría
un comportamiento excelente, incluso una expansión
económica; sin duda, supera casi todos los
pronósticos que he visto.

Pero los números dicen que, incluso con un
crecimiento así, la tasa de paro rondaría el 9% a
finales de este año y seguiría superando el 8% a
finales de 2012. No alcanzaríamos algo parecido al pleno
empleo hasta la última parte del primer mandato
presidencial de Sarah Palin.

Hablando en serio, lo que tenemos por delante durante
los próximos años, aun con un crecimiento bastante
bueno, son unas tasas de desempleo que hace no mucho se
habrían considerado catastróficas (porque lo
son).

Tras esas frías estadísticas se oculta un
inmenso panorama de sufrimiento y sueños rotos. Y los
números dicen que el sufrimiento va a continuar hasta
donde alcanza la vista.

¿Y qué se puede hacer para acelerar este
proceso de curación excesivamente lento? Un sistema
político racional habría creado hace mucho una
versión para el siglo XXI de la Administración para
la Mejora del Trabajo (pondríamos a los parados a trabajar
haciendo aquello que hay que hacer: reparar y mejorar nuestras
desgastadas infraestructuras).

Sin embargo, en el sistema político que tenemos,
la senadora electa Kelly Ayotte, que pronunció el discurso
republicano semanal el día de Año Nuevo, declaraba
que "la primera tarea consiste en poner fin al derrochador gasto
de Washington"… El sufrimiento no desaparecerá pronto
(Paul Krugman – El País – 23/1/11 – © 2011 New
York Times)

(Paul Krugman es profesor de Economía en
Princeton y premio Nobel de Economía 2008)

"Obama tendrá que dedicar su discurso de hoy
sobre el Estado de la Unión a la economía,
¿pero a cuál? Los beneficios empresariales
están en alza, pero los empleos y salarios siguen
estancados.

Las personas con activos financieros o cuyo talento es
tenido en cuenta por las grandes corporaciones están
disfrutando de una fuerte recuperación. Mientras tanto, la
mayoría de los estadounidenses se esfuerza por ir
tirando.

Para que el público entienda lo que hay que
hacer, el presidente tendrá que ser claro. Las empresas se
benefician de las ventas de sus operaciones extranjeras, sobre
todo en China e India.

De puertas adentro, suministran productos y servicios a
los americanos ricos. Sin embargo, un factor importante de los
beneficios se debe a la reducción de costes, en especial
salariales. El resultado ha sido menos empleo y sueldos
más bajos.

La Gran Recesión aceleró una tendencia que
comenzó hacía tres décadas:
deslocalización al extranjero, automatización del
trabajo, conversión de empleos a jornada completa en
temporales y contratas, debilitamiento de los sindicatos y
obtención de reducciones de salarios y prestaciones de los
trabajadores actuales. Internet y la informática lo han
hecho más fácil.

La economía de EEUU es hoy el doble de lo que era
en 1980 mientras que el salario medio real apenas se ha movido.
La mayor parte de los beneficios del crecimiento ha ido a parar a
los niveles altos. A finales de los 70, el 1 por ciento de los
estadounidenses más ricos cobraba el 9 por ciento de los
ingresos totales. A principios de la Gran Recesión, esa
cifra sobrepasaba el 23 por ciento. La riqueza está
más concentrada.

Ése es el meollo del problema. La mayoría
de estadounidenses ya no tiene el poder de compra suficiente como
para que la economía vuelva a andar. Cuando estalló
la burbuja de la deuda, se quedaron encallados.

El presidente debería dejar que claro que las
empresas no tienen la culpa, pues su objetivo es obtener
beneficios. Ni tampoco es culpa de los ricos, que sólo han
jugado según las reglas. El problema es que hay que
cambiarlas.

Un futuro sin trabajo o con contratos basura para la
mayoría de los estadounidenses es insostenible,
también para las propias empresas del país, cuya
rentabilidad a largo plazo depende del resurgimiento de la
demanda nacional. Estén atentos a la corrección que
se aproxima.

La solución es ofrecer al americano medio un
trato económico mejor. Para empezar, tendría que
proponer la ampliación del crédito fiscal sobre los
ingresos a la clase media. Y hacer el sistema tributario
más progresivo"…

Es fundamental que deje claro que no se trata de una
redistribución, sino que estas medidas serán buenas
para todos. A los estadounidenses ricos les irá mejor con
una parte más pequeña de una economía en
rápido crecimiento que con una mayor de otra profundamente
estancada". Lo que Obama debería decir (Robert Reich – El
Economista – 25/1/11)

(Robert Reich. Secretario de Trabajo con Bill Clinton y
canciller de Políticas Públicas en la Universidad
de California, Berkeley)

"El corazón de todo gobierno se encuentra en el
presupuesto. Los políticos pueden hacer promesas sin
cesar, pero, si el presupuesto no cuadra, la política es
poca cosa más que meras palabras…

Los Estados Unidos están ahora en ese apuro. En
su reciente discurso sobre el estado de la Unión, el
Presidente Barack Obama trazó un panorama convincente de
gobierno moderno, del siglo XXI. Sus oponentes del Partido
Republicano se quejaron de que las propuestas de Obama
reventarían el presupuesto, pero la verdad es que los dos
partidos están negándose a ver la realidad; sin
más impuestos, una economía moderna, competitiva,
de los EEUU no es posible.

El desempleo en los EEUU asciende ahora al 10 por ciento
de la fuerza laboral, en parte porque en las economías en
ascenso se están creando nuevos puestos de trabajo y
muchos de los que ahora se están creando en los EEUU
cuentan con salarios menores que en el pasado, dada la mayor
competencia mundial. A no ser que los EEUU aumenten sus
inversiones en educación, ciencia, tecnología e
infraestructuras, esas tendencias perjudiciales
continuarán.

Pero el mensaje de Obama indicaba un alejamiento de la
realidad cuando se refirió al déficit
presupuestario. Tras reconocer que las políticas fiscales
recientes habían orientado a los EEUU por una trayectoria
insostenible de aumento de la deuda pública, dijo que en
el momento actual era esencial avanzar hacia el equilibrio
presupuestario para conseguir la estabilidad fiscal. Así,
pues, pidió una congelación durante cinco
años de lo que el gobierno de los EEUU llama gasto civil
"discrecional".

El problema es que más de la mitad de dicho gasto
va destinado a la educación, la ciencia y la
tecnología y las infraestructuras: los sectores que,
según acababa de sostener Obama, se debían
reforzar. Después de decir a los americanos lo importante
que es la inversión gubernamental para el crecimiento
moderno, ¡prometió congelar ese gasto durante cinco
años!

Los políticos cambian con frecuencia su mensaje
de un discurso al siguiente, pero raras veces lo contradicen tan
flagrantemente en el mismo discurso. Esa contradicción
pone de relieve el triste y contraproducente carácter de
las políticas presupuestarias de los EE.UU. a lo largo de
los veinticinco últimos años y así
será, con mucha probabilidad, en los próximos
años…

La verdad de la política actual de los EEUU es
sencilla. La política fundamental para los dirigentes de
los dos partidos políticos es la de las reducciones de
impuestos, en particular para los ricos. Los dos partidos
políticos y la Casa Blanca prefieren reducir los impuestos
a gastar más en educación, ciencia y
tecnología e infraestructuras y la explicación es
sencilla: las familias más ricas financian las
campañas políticas. Así, pues, los dos
partidos atienden sus deseos.

Las consecuencias económicas y sociales de una
generación de reducciones de impuestos están
claras. Los Estados Unidos están perdiendo su
competitividad internacional, desatendiendo a sus pobres -uno de
cada cinco niños americanos está atrapado en la
pobreza– y dejando una montaña de deuda a sus
jóvenes. Pese a la elevada retórica del Gobierno de
Obama, en sus propuestas en materia de política fiscal no
hay un intento de abordar esos problemas. Para hacerlo, es
necesario pedir mayores impuestos y eso -como George H. W. Bush
aprendió en 1992- no es un medio para ser reelegido". El
ingobernable presupuesto de los Estados Unidos (Jeffrey D. Sachs
– Project Syndicate – 31/1/11)

(Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y
director del Instituto de la Tierra de la Universidad de
Columbia. Es también Asesor Especial del Secretario
General de las Naciones Unidas sobre los objetivos de desarrollo
del Milenio)

"La economía de burbuja de los años de
Bush dejó a muchos estadounidenses con demasiada deuda;
una vez que la burbuja estalló, los consumidores se vieron
obligados a hacer recortes e, inevitablemente, arreglar sus
finanzas iba a llevarles tiempo. Y la inversión
empresarial también estaba abocada a decaer. ¿Por
qué aumentar la capacidad cuando la demanda de los
consumidores es débil y uno no está usando las
fábricas y edificios de oficinas que tiene?

El único modo en que podríamos haber
evitado una depresión prolongada habría sido
aprovechar al máximo la capacidad de gasto gubernamental.
Pero eso no sucedió. De hecho, el crecimiento del gasto
público total se ralentizó después de que la
recesión nos golpease, a medida que el débil
estímulo federal se vio frenado por una oleada de recortes
a escala estatal y local.

Así que hemos experimentado años de paro
elevado y crecimiento insuficiente…

Por supuesto, los republicanos creen, o al menos fingen
creer, que los efectos directos de destrucción de empleo
de sus propuestas se verían más que compensados por
un aumento de la confianza de las empresas. Como a mí me
gusta expresarlo, creen que el hada de la confianza hará
que todo se arregle.

Pero no hay motivos para que el resto de nosotros
compartamos esa creencia. Para empezar, resulta difícil
ver cómo un plan tan evidentemente irresponsable
-¿desde cuándo privar de fondos a la Agencia
Tributaria ayuda a reducir el déficit?- puede mejorar la
confianza.

Aparte de eso, tenemos muchas pruebas procedentes de
otros países acerca de las perspectivas de la "austeridad
expansiva", y dichas pruebas son todas negativas. El pasado
octubre, un exhaustivo estudio del Fondo Monetario Internacional
(FMI) llegaba a la conclusión de que "la idea de que la
austeridad fiscal estimula la actividad económica a corto
plazo tiene poca base en los datos".

¿Y recuerdan los magníficos elogios
dedicados al Gobierno conservador de Reino Unido, el cual
anunció unas durísimas medidas de austeridad tras
asumir el cargo el pasado mayo? ¿Cómo va eso?
Bueno, de hecho, la confianza de las empresas no aumentó
cuando se anunció el plan; se hundió y
todavía tiene que recuperarse. Y sondeos recientes
señalan que la confianza de empresas y consumidores ha
descendido todavía más, lo que indica, como se
señala en un informe, que el sector privado "no
está preparado para llenar el hueco dejado por los
recortes del sector público".

Lo que nos devuelve al debate presupuestario en Estados
Unidos. Durante las próximas semanas, los republicanos de
la Cámara tratarán de chantajear a la
Administración de Obama para que acepte los recortes del
gasto propuestos por ellos, empleando la amenaza de un bloqueo
gubernamental. Afirmarán que esos recortes serían
buenos para Estados Unidos tanto a corto como a largo
plazo.

Pero lo cierto es justamente lo contrario: los
republicanos han conseguido presentar unos recortes del gasto que
cumplirían una doble función: socavar el futuro de
Estados Unidos y amenazar con malograr la incipiente
recuperación económica". Cómo destruir una
recuperación (Paul Krugman – El País – 6/3/11
© 2011 New York Times)

"La economía global está en una
encrucijada a medida que los mercados emergentes (y de modo
más amplio los países en desarrollo) cobran cada
vez más importancia, tanto para la estabilidad
macroeconómica y financiera como por su impacto sobre
otras economías, incluidos los países
avanzados.

Consideremos por ejemplo lo que ha sucedido en los
últimos 20 años en los Estados Unidos. En algunas
partes del sector comercializable (las finanzas, los seguros y el
diseño de sistemas de cómputo) el valor agregado y
el empleo crecieron, mientras que en otras (la electrónica
y los automóviles) creció el valor agregado pero el
empleo disminuyó a medida que los puestos de menor valor
agregado salieron al extranjero. El efecto neto fue un aumento
insignificante del crecimiento en el sector
comercializable.

La economía estadounidense no tenía un
problema notorio de desempleo hasta la crisis de 2008 porque el
sector no comercializable absorbía la mayor parte de la
expansión de la fuerza laboral. Ahora ese ritmo de
crecimiento del empleo parece insostenible. El gobierno y la
atención a la salud por sí solos representaron casi
el 40% del aumento neto del empleo en toda la economía
desde 1990 hasta 2008. La debilidad fiscal, el reajuste del valor
de los bienes inmobiliarios y la disminución del consumo
indican que existe la probabilidad de un desempleo estructural de
largo plazo.

Una respuesta posible es afirmar que los resultados de
los mercados siempre favorecen a todos a la larga. Pero ni la
teoría ni la experiencia apoyan ese argumento. Por
ejemplo, en los Estados Unidos si bien muchos bienes y servicios
son más baratos de lo que serían si el país
estuviera aislado de la economía global, no podemos dar
por sentado que estos ahorros en los costos necesariamente
compensen la reducción de las oportunidades de empleo. La
gente podría estar dispuesta a sacrificar los precios
bajos de las mercancías a cambio de la garantía de
que habría amplias opciones de empleos productivos y bien
remunerados ahora y en el futuro.

Una segunda respuesta es reconocer las implicaciones en
términos de la distribución, pero aceptarlas como
el precio de la eficiencia y la apertura. Según este punto
de vista, la alternativa -no tener un sistema de mercado
eficiente que opere en una economía global relativamente
abierta- sería mucho peor.

Probablemente sí haya que elegir entre los
niveles de ingreso y la distribución por un lado y la gama
de oportunidades de empleo por el otro. No es realista definir el
reto en términos de resistir o de vencer a las poderosas
fuerzas de mercado que operan en la economía global.
Más bien, el desafío radica en cómo
reorientar de la mejor manera los incentivos marginales para
mejorar los efectos en la distribución.

Hay varias dimensiones en las que se puede actuar. Por
el lado de la oferta, el Estado puede invertir o hacer
inversiones conjuntas con el sector privado en capital
físico (infraestructura), instituciones, capital humano y
los soportes de conocimientos y tecnológicos de la
economía. Estas inversiones generalmente tienen el efecto
(tanto en países avanzados como en países en
desarrollo) de elevar los rendimientos de la inversión
privada, con lo que ésta se expande en magnitud y alcance
e impulsa el empleo. Reformar el sistema impositivo para
favorecer la inversión y eliminar la complejidad y la
ineficiencia ayudaría…

Dicho eso, los incentivos privados y los objetivos
sociales no están perfectamente alineados. Tampoco son
diametralmente opuestos. Las empresas multinacionales tienen
acceso a una abundante oferta global de mano de obra
relativamente barata en múltiples categorías de
capacitación, por lo que no hay muchos beneficios para las
inversiones que aumentan la productividad de la mano de obra en
los sectores comercializables de los países de ingresos
altos. No obstante, las coinversiones del sector público,
si se orientan de manera adecuada, podrían reorientar
estos incentivos mediante la disminución del costo de la
inversión privada en tecnología.

De forma análoga, las inversiones en
infraestructura añadirían empleos directamente y
mejorarían la competitividad y la eficiencia en una amplia
gama de sectores. Dada la difícil situación fiscal
actual, también se deberían explorar las
operaciones conjuntas entre el sector público y el
privado, aprovechando la larga experiencia que existe sobre
inversiones en infraestructura para apoyar el crecimiento en los
países en desarrollo.

Restablecer los elementos de la competitividad en las
manufacturas es complicado. Una vez que se han perdido la mano de
obra calificada, los programas de capacitación y las
instituciones técnicas en industrias específicas,
es difícil recuperarlas. La política de largo plazo
debería incluir una evaluación dinámica de
la fuerza competitiva y el potencial de empleo en todos los
sectores y a todos los niveles de capital humano, con el objetivo
de promover resultados de mercado que cumplan objetivos
sociales…

Para que un sistema global abierto sobreviva en un mundo
en el que los Estados nación son los principales
encargados de la toma de decisiones, será necesario
administrarlo y guiarlo no sólo para que logre la
eficiencia y la estabilidad (por importantes que sean estos
objetivos), sino también para que garantice que sus
beneficios se distribuyan de manera equitativa entre los
países y dentro de ellos.

Si el empleo en los países avanzados, como los
Estados Unidos, logra una recuperación firme junto con el
crecimiento, será más fácil obtener apoyo
político para una economía global abierta. Pero, en
vista de las tendencias adversas en el sector comercializable y
del agotamiento del sector no comercializable como fuente de
creación de empleos, el escenario más probable es
que el desempleo siga siendo pertinazmente elevado a pesar de un
regreso al crecimiento normal. En ese caso, las posturas
políticas se dividirán y se polarizarán y
aumentará la inclinación por las "soluciones"
proteccionistas, lo que pondrá en peligro la apertura
económica global"… Empleos y estructura en la
economía global (Michael Spence and Sandile Hlatshwayo –
Project Syndicate – 16/3/11)

(Michael Spence es profesor de Economía de la
Stern School of Business de la Universidad de Nueva York e
investigador en la Hoover Institution de la Universidad de
Stanford. Sandile Hlatshwayo es investigadora de la Stern School
of Business)

"Inclúyanme entre quienes se alegraron de ver que
el documental Inside Job ganaba un Oscar. La película nos
recuerda que la crisis financiera de 2008, cuyas consecuencias
siguen arruinando las vidas de millones de estadounidenses, no se
produjo sin más: fue posible gracias al mal comportamiento
de los banqueros, los reguladores y, sí, los
economistas.

Lo que la película no señala, sin embargo,
es que la crisis ha generado toda una nueva serie de abusos,
muchos de ellos ilegales, así como
inmorales…

¿Qué hay del argumento de que presentar
cualquier querella contra los bancos pondría en peligro la
recuperación? Se pueden decir muchas cosas sobre ese
argumento, y ninguna buena. Pero permítanme subrayar dos
puntos.

Primero, el acuerdo propuesto solo pide modificaciones
de préstamos que generen un "valor actual neto" superior
al de la ejecución hipotecaria (es decir, que se ofrezcan
tratos que redunden tanto en el interés de los
propietarios como en el de los inversores). La escandalosa verdad
es que, en muchos casos, los bancos están bloqueando ese
tipo de acuerdos mutuamente beneficiosos para, de esa manera,
poder seguir sacándoles cuotas a sus clientes.
¿Cómo podría ser malo para la
economía el poner fin a este atraco a mano
armada?

Segundo, el mayor obstáculo para la
recuperación no es la situación financiera de los
principales bancos, que fueron rescatados en su día y
ahora se aprovechan de la creencia generalizada de que se los
volverá a rescatar si algo sale mal. En lugar de eso, es
el exceso de endeudamiento familiar sumado a la parálisis
del mercado inmobiliario. Conseguir que los bancos pongan en
orden las deudas hipotecarias -en vez de dar falsas esperanzas a
las familias para sacarles unos cuantos dólares
más- no perjudicaría a la economía, sino que
la ayudaría"… Un abuso más de las instituciones
(Paul Krugman – El País – 20/3/11 – © 2011 New
York Times)

"La competitividad se ha convertido en una de las
palabras económicas de moda en nuestros tiempos. Barack
Obama la pregonó a los cuatro vientos durante su discurso
sobre el Estado de la Unión en enero, y los líderes
europeos desde el conservador David Cameron en Gran
Bretaña hasta el socialista José Luis Zapatero en
España y el nuevo ministro de Economía de
Japón Kaoru Yosano la abrazaron como una prioridad. Ahora
bien, ¿qué tipo de competitividad tienen en
mente?

Cuando se le preguntó durante una entrevista en
septiembre de 2007 si los gobiernos europeos deberían
liberalizar los códigos laborales de sus países,
Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de Estados
Unidos, respondió que las leyes de protección del
empleo de Europa inhibían significativamente el
desempeño económico y resultaban en un desempleo
crónicamente alto en todo el continente. En Estados
Unidos, a la gente se la puede despedir más
fácilmente que en cualquier otro país, y la tasa de
desempleo en aquel momento estaba entre las más bajas del
mundo.

Pero ya no estamos en septiembre de 2007 y el desempleo
estadounidense es del 9,4%, no del 4,5%. Y, según el
sucesor de Greenspan, Ben Bernanke, no hay motivos para suponer
que la tasa de desempleo alcance el 5% -normalmente considerada
la tasa de desempleo natural- en el futuro cercano.

En los años 2000, Estados Unidos perdió
dos millones de empleos en el sector privado en general -el total
cayó de 110 millones en diciembre de 1999 a 108 millones
en diciembre de 2009, a pesar del gasto masivo del consumidor-.
Esa caída del 1,4% se produjo en una década en la
que la población de Estados Unidos creció
aproximadamente el 9,8%.

Para entender lo que está sucediendo,
consideremos el caso de Evergreen Solar, el tercer fabricante
más grande de paneles solares en Estados Unidos, que
anunció en enero que cerraría su principal
fábrica estadounidense, despediría a sus 800
empleados en el lapso de dos meses y trasladaría la
producción a China. La gerencia de Evergreen
mencionó el mayor respaldo gubernamental que existe en
China como su razón para el traslado.

Evergreen es sólo uno de muchos casos que
sugieren que Estados Unidos podría encontrarse en medio de
lo que el economista de Princeton Alan Blinder en 2005
definió como la Tercera Revolución Industrial.
Según Blinder, entre 42 y 56 millones de empleos
estadounidenses -aproximadamente un tercio de todos los empleos
en los sectores privado y público en el país- son
vulnerables de terminar en el exterior. Blinder también
predijo que el mercado laboral flexible y fluido de Estados
Unidos se adaptaría mejor y más rápido a la
globalización que los mercados laborales
europeos.

En todo caso, recién estamos en las primeras
etapas de esa revolución, y el resultado sigue siendo
incierto. Pero una comparación preliminar entre Alemania,
la mayor economía de Europa, y Estados Unidos sugiere que
la primera está mejor equipada para arreglárselas
en la era de la globalización

¿Hay que agradecerle por esto a la rigidez del
mercado laboral de Alemania? En realidad, podría ser parte
de la explicación. Un estudio reciente de la Oficina de
Planificación Central en Holanda muestra que los
trabajadores con un contrato permanente reciben más
capacitación financiada por el empleador que los
trabajadores con un contrato temporario.

A los empleadores estadounidenses les resulta mucho
más fácil eliminar trabajadores de su plantilla
–o, como dice Robert Gordon de la Northwestern University,
desechar todas las sillas de playa- que a los empleadores
alemanes. El código laboral de Alemania prohíbe
este tipo de despidos, pero los empleadores alemanes, a su vez,
supuestamente son menos proclives que los empleadores
estadounidenses a despedir empleados, porque han invertido
más en el capital humano de sus compañías.
Con menos capacidades específicas vinculadas a la empresa
que sus pares alemanes, los trabajadores norteamericanos son
más susceptibles a los despidos…

Una explicación más importante para el
actual éxito económico de Alemania tal vez sea el
sustancial apoyo del gobierno que las industrias alemanas reciben
sobre una base estructural, especialmente la industria
automotriz. La economía estadounidense, por otra parte,
está empantanada en el persistente énfasis que
ponen sus responsables de políticas en el consumo y los
recortes impositivos (muy notablemente para los súper
ricos) por sobre la inversión.

Estados Unidos necesita cambiar el curso de su
política económica. Una década de tasas de
interés históricamente bajas derivó en
desequilibrios económicos a favor de sectores que
están altamente apalancados: el sector financiero, el
mercado inmobiliario y el capital riesgo. Esto se produjo a
expensas de sectores que son más dependientes de la
financiación mediante la emisión de acciones. Ahora
que la burbuja inmobiliaria estalló, Estados Unidos se
encuentra falto de capacitación, falto de educación
y falto de maniobra en la competencia global por
empleo.

Ahora sabemos que la desregulación del mercado
laboral no asegura una resiliencia económica y una
rápida creación de empleos. Por el contrario, la
mejor solución probablemente sea una diversidad de
contratos laborales. Una cierta dosis de rigidez del mercado
laboral puede tener sentido económico para aquellos
empleos que requieren capacidades y capacitación
específicas vinculadas a la empresa, junto con una mayor
flexibilidad para los empleos que requieren menos capacidades".
La falsa panacea de la flexibilidad del mercado laboral (Heleen
Mees – Project Sindícate – 22/3/11)

(Heleen Mees es una economista y abogada holandesa. Su
libro más reciente, Weg met het deeltijdfeminisme!,
examina el feminismo de tercera generación. También
es autora de un libro sobre derecho de la Unión Europea y
fundadora del comité de acción de mujeres Women on
Top)

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

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