- Introducción
- Desarrollo de la escritura
- Evolución de la
escritura - Neurobiopsicología de la
escritura - La
enseñanza y aprendizaje de la
escritura - Plan
de estudios para el aprendizaje de la lengua
escrita - Bibliografía
Introducción
"Mientras a los seres humanos les bastó la
destreza práctica, mientras su acervo conceptual fue
limitado y mientras la memoria podía reconstruir un saber
u otro producto cultural cualquiera, la lengua oral fue
suficiente… Pero, cuando la memoria no alcanzo; cuando la
profundización de los conceptos o del trabajo cultural
produjo sistemas complejos y extensos cuando se necesito hacer
efectiva la universal comunicabilidad de la experiencia y la
razón válidas, la humanidad se vio en la necesidad
de superar radicalmente la fugacidad del contexto inmediato,
propias del lenguaje oral… Gracias a la escritura, se puede:
trascender las condiciones inmediatas; prefigurar y modificar la
acción; evitar que la discusión racional comience
cada vez de cero; proseguir, más allá de las
generaciones, discusiones abiertas; ir decantando el
conocimiento; facilitar, tanto el cuestionamiento, como la
universalización de las condiciones de validez, rectitud y
sinceridad de lo que se dice; construir una identidad cultural
menos deleble."[1]
El desarrollo de la escritura ha constituido un salto en
el desarrollo cultural de los seres humanos, como en su
desarrollo psicológico. Su aparición, marca el fin
de la prehistoria y con ella se empieza a escribir la historia de
la humanidad. Igualmente, su aparición en el desarrollo
del niño, marca el inicio del desarrollo
psicológico del niño a niveles
superiores.
El presente trabajo tiene como propósito
evidenciar la manera como la humanidad alcanzo el desarrollo de
la escritura, para luego pasar a desentrañar los procesos
neuropsicobiológicos que intervienen en ella, permitiendo
esbozar el proceso de desarrollo en el niño de los
procesos que intervienen en la adquisición de la
escritura, recalcando el desarrollo de la escritura como un
lenguaje escrito.
Posteriormente, se establecerán conclusiones que
permitan plantear las necesidades y principios que fundamenten la
creación de una propuesta metodológica para la
enseñanza de la lengua escrita, la cual se esboza en una
propuesta de plan de estudios.
La elaboración del presente trabajo,
partió de una amplia recopilación
bibliográfica, de la cual se privilegio aquella que a
través de sus investigaciones y experimentaciones
permitían establecer conclusiones, mucho más
sólidas, en camino de explicar los diferentes sistemas y
procesos que intervienen en el proceso de la escritura.
Así como, el de poder mostrar una secuencia de desarrollo
de la lengua escrita, que aunque no está fundamentada
desde una sola postura teórica, sí pretendió
respetar una linealidad teórica que se encuentra acorde
con las leyes del desarrollo de los procesos psicológicos
superiores.
Desarrollo de la
escritura
Hace 50.000 años, aproximadamente, que
aparecieron sobre la faz de la tierra los primeros "homo
sapiens", y tan solo 30.000 años después se tiene
indicio de la aparición de la primera manifestación
que se podría denominar precursora de la escritura: El
dibujo.
El hombre prehistórico dio un gran paso en el
desarrollo de sus capacidades intelectuales al empezar a
representar de manera figurativa su mundo. La imagen que cada
individuo hacia de su realidad empezó a tomar formas a
través de figuras que eran reconocidas por los otros. La
imagen llego a ser independiente de su autor, generando con sigo
un medio de comunicación que le permitió transmitir
sus pensamientos, a la ves que inmortalizarse.
Tanto en Europa como en África se han encontrado
en cuevas y rocas las pruebas de esas manifestaciones humanas,
que han sido catalogadas como obras artísticas, pues, en
algunos casos, eran realizadas con esplendorosos colores. Sin
embargo, es preciso preguntarse hasta qué punto estos
"dibujos" del hombre prehistórico constituyeron una
creación artística, o por el contrario,
constituyeron un medio a través del cual expresar
pensamientos a otros seres, utilizando formas gráficas,
con una intención fundamentalmente
comunicativa.
El paso del dibujo a la escritura propiamente dicha, se
dio 15.000 años después, en el Asía
occidental, cuando apareció por vez primera un tipo de
escritura que aunque conservaba los vestigios figurativos del
dibujo, dio un salto al determinarle un signo gráfico a
cada palabra, dando así origen a la escritura
ideográfica. Se sabe que la primera cultura que llego a
este importante descubrimiento fue la Sumeria, aunque los
Egipcios no le llevaban gran distancia.
"Y aparecieron los Sumerios, aportando a la cultura
humana el segundo invento genial que consistió en
añadirle símbolos a los símbolos
verbales. En una palabra inventaron símbolos de
los símbolos, o sea, "símbolos al cuadrado".
Simbolizaron (hoy se prefería la menos conocida
expresión: semiotizaron) los símbolos verbales.
Semiotizadas las palabras mediante la escritura, la
comunicación se emancipó de su triple camisa de
fuerza. A partir de aquel momento la comunicación escrita
podía ser indirecta, mediata y
transpersonal.
…Con anterioridad a la escritura, la
comunicación oral al crear las palabras dichas, no
escritas, había superado la subjetividad inherente y
característica del pensamiento humano. Ahora los sumerios,
y seguramente a la vez los egipcios, lograban una segunda meta
evolutiva en el ascenso del hombre, con repercusiones
poderosísimas: fijar en tablillas, por toda la
eternidad, los pensamientos."[2]
Por esta razón, muy seguramente, los sumerios le
dieron carácter de "Regalo de los Dioses" a la
invención de la escritura.
Los primeros 1.500 años de la escritura
constituyen, como ha mostrado Jack Goody[3]un
claro ejemplo de la relación que existe entre los usos
sociales de la escritura y el desarrollo de unas habilidades
cognitivas determinadas. La enseñanza de la escritura era
restringida a un pequeño grupo de personas que la
ejercían como una profesión. Además, fue
utilizada con fines estrictamente utilitarios, de índole
económica, comercial y fiscal. La casi totalidad de los
textos conservados son listas de objetos, nombres y cosas (listas
onomásticas, listas lexicales, listas escolares, listas de
acontecimientos,…). Este uso implicó el desarrollo de
actividades cognitivas tales como la comparación, la
observación, el análisis de la realidad (ciencia
positiva), de las palabras (lingüística) y de los
acontecimientos (historia). Desarrolló, también, la
conciencia del carácter visual y espacial de la escritura,
así como de sus potencialidades para ubicar la realidad
percibida en un espacio bidimensional creando, a la vez, otra
realidad que, por su permanencia, desplazaba a la anterior.
Amplió las posibilidades de dirigir la atención e
intencionalidad, las capacidades de la memoria, así como
los procesos de representación mental en la medida en que
las palabras adquirieron forma gráfica. Las listas
lexicales bien pudieron ser, además, una de las causas del
origen de las escrituras silábicas a partir de las cuales
nacería el alfabeto.
Así pues, es claro que desde el momento en que
los seres humanos empezaron a fijar sus pensamientos en
tablillas,* utilizando el lenguaje escrito, este ha seguido un
largo proceso de desarrollo evolutivo.
En un principio a cada palabra, le correspondía
un signo gráfico, lo que hacia de la escritura un proceso
dispendioso y poco económico (tal es así, que se
constituyo en un oficio: el de escriba, tutelado por las clases
privilegiadas de la sociedad). 2.500 años,
aproximadamente, tuvieron que pasar para que el ser humano diera
el salto a la escritura silábica. Este nuevo
descubrimiento, permitió darle un nuevo sentido a los
signos. Dejaron de representar cada signo una palabra para ahora
representar el sonido fonético que las componían,
permitiendo simplificar el numero de signos utilizados, ya que
unos mismos símbolos servían para escribir
diferentes palabras.
Como ya se indico anteriormente este paso
significó un importante salto en el proceso de
evolución de la escritura, llevo a los seres humanos a
desarrollar a un nivel mucho más alto sus funciones
psicológicas, permitiendo nuevos procesos de
representación metal y abstracción, que se
incrementaron aún más cuando dio un nuevo salto a
la escritura consonántica, proceso que se dio
aproximadamente unos 2.000 años después.
Este cambio no siguió un desarrollo lineal, de
una forma a otra; sino que le precedían periodos en los
que se combinaban mutuamente las diferentes formas (razón
por la cual el desciframiento de los escritos antiguos se ha
constituido en una gran proeza). Vale la pena analizar brevemente
el desarrollo de la escritura Egipcia para ejemplificar este
proceso:
Estos jeroglíficos, como grafía de las
palabras, se encuentran todavía en una etapa de escritura
puramente ideográfica. El signo que era ideograma, se
convirtió en signo silábico.
Como en el Egipcio no se escribían las vocales y
muchas palabras egipcias no tenían más que una
consonante, como por ejemplo ke, la altura; ro,
la boca; sche, más y ta, el pan, por lo
que se escribían con un solo signo fonético, que se
fue generalizando cada vez más hasta que esos signos
empezaron a representar sonidos consonánticos, dando paso
a la constitución del alfabeto, que constaba de 24 letras
aproximadamente. Así:
Se sabe que los griegos siguieron un proceso similar en
la invención de su alfabeto, con la diferencia que ellos
inventaron las vocales.
La siguiente tabla, representa, a manera de
síntesis, la línea de evolución que han
seguido los distintos tipos de escritura que se conocen. No se
profundizará en cada uno de ellos ya que la
intención era ejemplificar brevemente el proceso de
evolución de la escritura, partiendo de uno de sus hitos.
Pero, cabe decir, que el desarrollo de los diferentes tipos de
escritura ha seguido, en la generalidad, procesos similares;
aunque en la particularidad, se hallen grandes diferenciaciones.
Pero entrar en estos detalles sería motivo de una
investigación profunda y no corresponde al motivo del
presente trabajo.
Evolución de
la escritura
Tabla 1. Evolución de la
escritura
Neurobiopsicología de la escritura
2.1. BASES NEUROFISIOLÓGICAS DE LA
ESCRITURA
Para comprender los mecanismos de la escritura es
indispensable conocer el funcionamiento cerebral.
Escribir es, ante todo – se sobreentiende -, la
ejecución de un gesto y cualquier gesto, por peculiar que
sea, sólo es el resultado de la puesta en marcha de
determinadas regiones cerebrales en las cuales se conciben y
controlan los movimientos. En esta compleja actividad cerebral
millones de neuronas, agrupadas en circuitos especializados,
trabajan de forma coordinada para lograr el acto
motor.
No obstante, escribir no se limita a un movimiento
efectuado por la mano. Dicho movimiento ha de prepararse,
programarse, elaborarse y controlarse con mayor o menor grado de
conciencia y de voluntad para que se corresponda de forma
óptima con las exigencias del momento, deseo o necesidad
de escribir. Esta programación también es el
resultado de un trabajo cerebral especifico cuya responsabilidad
corre a cargo de otras regiones cerebrales.
Escribir es, en definitiva, una ejecución
individual y singular de la personalidad. Probablemente este
componente está representado por las estructuras
sepultadas en las profundidades de las circunvoluciones
cerebrales, y posiblemente en las más arcaicas, donde
nacen las emociones, motivaciones, alegrías, aflicciones y
también neurosis.
Se escribe lo que se piensa, lo que se siente, lo que se
imagina, lo que se oye, lo que se ve y lo que se dice con la mano
derecha, pero también con la mano izquierda y, ¿por
qué no?, con el pie o la boca. En realidad, el momento
más especifico de la escritura, que es la
producción de un mensaje comprensible para la
visión, no se limitaría a la realización
material de un grafema. Este es la codificación
de una idea, sonido o sensación que se lleva a cabo a un
nivel elemental, denominándose fonológico o bien
elaborado, denomínese léxico o semántico,
pasando por la comprensión.
Tres componentes principales citados previamente:
concepción y planificación del modelo
gráfico, ejecución del gesto de la escritura y el
componente conductual, que probablemente desempeña un
papel en la morfología de la escritura.
El modelo grafico es el resultado del mensaje que ha de
transcribirse. Procede del individuo, nace de su
imaginación, pensamiento o memoria o bien procede del
entorno y, en este caso, se percibe a través de la
visión, audición u otros canales sensoriales. Por
consiguiente, la llegada de este mensaje supone la
participación de diversas áreas cerebrales, unas
que perciben y registran el mensaje y otras que garantizan su
codificación y descodificación, si se trata –
y no siempre es así – de un mensaje significativo.
En este momento se concibe – y esta es la fase más
enigmática – el mensaje grafico. Determinadas
áreas del lóbulo parietal, especializadas en el
tratamiento del lenguaje escrito, participan en el proceso de la
transcodificación, probablemente gracias a una serie de
propiedades específicas, pero también, sin duda
gracias a relaciones estrechas con las estructuras responsables
de los procesos de aprendizaje, entre los que se incluye el de la
escritura. El modelo grafico, una vez concebido, se
concretará gracias a la intervención de dos
regiones cerebrales: una cortical, el área motora
suplementaria que representa una autentica interfase entre el
cerebro emocional y el cerebro motor, y otra área
subcortical que integra los núcleos grises centrales y el
cerebelo, y desempeña un papel regulador y modulador del
movimiento. Esta fase representa, pues, el inicio en el cual el
área motora suplementaria desempeña el papel
primordial, seguida de una preprogramación del gesto en la
que intervienen los núcleos grises centrales del cerebelo
y, por último, la ejecución que requiere al mismo
tiempo un control del tono y de la postura, una activación
regulada por la modulación retroactiva. El resultado, es
decir, el trazado de la escritura, varía según los
individuos y probablemente esta conducta grafica está
influida por las motivaciones, humor y afectividad.
Este desglose en fases sucesivas no debe hacernos
olvidar dos conceptos: una extrema rapidez, en algunas
décimas de segundo, durante las cuales convergen
actividades procedentes de las regiones más alejadas del
cerebro y la intervención sucesiva y breve de grupos de
millones de neuronas en conexión recíproca, cuyo
estado funcional se modifica súbitamente. Esta complejidad
explica que, al igual que desarmar un televisor no basta para
comprender las informaciones que transmite, limitar los procesos
de la escritura a la anatomía del encéfalo no
conduce a comprender estos mecanismos, cuya explicación en
la actualidad sólo podemos esbozar.
Escribimos lo que oímos, vemos, sentimos,
recordamos, pensamos o imaginamos, es decir, informaciones,
mensajes, sensaciones o impresiones que transcribiremos en un
papel. Tomemos el ejemplo de un mensaje auditivo: lo que
oímos y lo que decimos ilustran lo que podríamos
denominar el primer tiempo de la escritura, es decir, la
percepción y comprensión por parte del cerebro del
mensaje destinado a ser escrito. Incluso esta primera etapa es
extraordinariamente compleja.
La corteza cerebral auditiva primaria (fig.1 [1]),
situada en la parte superior de la primera circunvolución
temporal de los hemisferios derecho e izquierdo, recibe las
informaciones auditivas que proceden de ambos oídos. De
este modo se garantiza la localización espacial de los
sonidos. Después, una zona de la corteza temporal
asociativa especifica (fig. 1 [2]), situada en el lado izquierdo
por detrás del área auditiva primaria y denominada
área de Wernicke, cuya función predominante es el
lenguaje – trata el material verbal. El esquema es
idéntico para los mensajes visuales (fig. 2) transmitidos
por ambos ojos hasta las áreas visuales primarias de la
corteza occipital (fig. 2 [4]), denominadas áreas
estriadas. De manera secundaria, las áreas visuales
asociativas especificas, denominadas áreas periestriadas
(fig. 2 [5]) tratan estas informaciones visuales y las integran.
Por consiguiente, en esta primera, etapa sea cual fuere el
mensaje, se percibe y, después, se descodifica.
La etapa siguiente, con mucha diferencia la más
compleja y la más difícil de descomponer, tiene
lugar esencialmente en dos regiones de la corteza asociativa, en
esta ocasión inespecífica y multimodal, que ocupan
la encrucijada temporoparietooccipital izquierda (fig. 1):
circunvolución angular (fig. 1 [3]) o área 39,
antiguamente denominada pliegue curvo, y circunvolución
supramarginal (fig. 1 [4]) o área 40. Los procesos
integradores de transcodificación, el paso
enigmático de los mensajes percibidos – los fonemas,
para proseguir con el ejemplo de los mensajes auditivos – a
las informaciones escritas que se emitirán y se
convertirán en grafemas, se desarrollan básicamente
en estas regiones. En estas zonas es probable que se encuentre la
representación iconográfica de las letras y de las
palabras, la concepción y la idea del gesto grafico, en
ocasiones denominada gestema.
Múltiples regiones cerebrales interfieren con
estas zonas y aportan informaciones sensoriales y el trazado
mnésico de las letras y palabras. El recuerdo de las
mismas se almacena en la corteza sensorial asociativa y el
hipocampo asegura su mantenimiento (fig. 2 [1]), la corteza
frontal, su selección (fig. 2 [2]) y circunvolución
cingular, su recuerdo (fig. 2 [3]). Cada uno de estos dos
hemisferios interviene en la elaboración de lo que
constituirá el gesto gráfico. Del hemisferio
izquierdo proceden los elementos de carácter verbal y del
derecho, los elementos de carácter espacial y una especie
de visión global, semántica, de la palabra
escrita.
Así pues, estas etapas rudimentarias, cuya
finalidad es la instauración de un modelo grafico, se
desarrollan esencialmente en la parte posterior del cerebro,
denominada cerebro instrumental, retrorrolándico, porque
se encuentra situado por detrás de la cisura de
Rolando.
A partir de ese momento se produce una transferencia de
informaciones desde las áreas parietotemporales
asociativas. La vía más elemental y la primera que
se describió es el fascículo arqueado (fig. 1), que
se origina en el área de Wernicke y conduce las
informaciones verbales por la corteza motora frontal asociativa,
cuya región más conocida es el área de Broca
(fig. 1 [6]) que determina la articulación de las palabras
habladas. Por un mecanismo en cierto modo inverso al realizado
por la corteza sensorial, el mensaje se transmite a la corteza
motora primaria (fig. 1 [7]) para concretar el
movimiento.
No obstante, el gesto grafico es un movimiento muy
diferenciado que, para una ejecución correcta,
necesariamente debe ser iniciado y, depuse, programado. El
inicio, cuyo punto de partida es el mensaje nacido en las
áreas asociativas apriétales, depende sobre todo de
las áreas motoras suplementarias (fig. 2 [6]) derecha e
izquierda, responsables de la intención del
movimiento.
La corteza central premotora (fig. 1 [9]) por una parte,
estabiliza los músculos de la raíz de la extremidad
superior para permitir la sujeción de un lápiz o
pluma y por otra, organiza la armonía del movimiento. Pero
de manera especial en este estadio, la programación del
movimiento se produce según una serie de circuitos
complejos que pasan por el tálamo y llegan hasta la
corteza motora primaria (fig. 3). Parte de estos circuitos
solicitan información sobre la duración del
movimiento al cerebelo (fig. 3 [1]). Otros solicitan
información sobre la intensidad de la activación
muscular a los núcleos grises centrales (fig. 3 [2]);
estriado, pálido y sustancia negra. A partir de ese
momento, la corteza motora primaria, organizada en columnas
motoras, es capaz de dar a las neuronas motoras de la
médula espinal (fig. 3 [4]) la orden de contracción
completamente preprogramada de los músculos de la mano. La
corteza recibe constantemente información del estado de
ejecución del gesto gracias a las aferencias procedentes
de los músculos mientras que un control visual evita y
corrige secundariamente los posibles errores. A través del
cuerpo calloso (fig. 3 [5]), una comisura
interhemisférica, la mano derecha y la mano izquierda son
capaces de escribir gracias a la transmisión hasta el
hemisferio derecho del concepto del gesto de escribir del
hemisferio izquierdo. Teniendo en cuenta la decusación, es
decir, el entrecruzamiento de las vías motoras, la
escritura de la mano derecha está dirigida por la corteza
motora del lado izquierdo y viceversa.
En conjunto, la realización concreta del gesto
grafico se efectúa esencialmente mediante la actividad del
cerebro frontal, programador, a la que contribuyen los
núcleos grises centrales y el cerebelo.
Es indispensable recordar el papel del cerebro
denominado límbico y, en especial, del área
cingular (fig. 2 [3]). Relacionado con las conductas emocionales,
afectividad y motivaciones y con múltiples conexiones,
sobre todo con las áreas asociativas, el cerebro
límbico probablemente interviene en la propia
ejecución del trazado grafico. Así mismo, la
dimensión de activación general,
inespecífica, depende del sistema reticular, activador,
ascendente, del locus cueruleus y de los
núcleos intralaminares del tálamo (fig. 3
[3]).
2.1.1. Programación de la
escritura. El término poco preciso de
programación es, sin duda, mucho más adecuado para
el sistema lateral que para la AMS, cuyo papel está
más relacionado con el inicio y la decisión del
acto que con su programación en el sentido de la
selección de los mecanismos elementales necesarios para
ejecutarlo.
A partir de este esquema podemos tratar de imaginar el
papel respectivo de cada uno de estos dos sistemas en la
realización de la escritura. Los estudios de registros
unitarios de neuronas y los del flujo sanguíneo cerebral
han puesto de manifiesto que la AMS se activa de forma
precoz, mucho antes que el propio movimiento. Por otra parte,
parece ser que la AMS inicia su actividad antes que el
sistema premotor lateral, lo que sugiere una cierta
jerarquía en este sistema, siendo la AMS precursora
de la activación de la conjugación sistema lateral
– corteza motora primaria, la cual mediante sus
proyecciones contralaterales y distales será responsable
de la programación de la actividad motora especifica de
escritura a medida que se desarrolle. Sin embargo, todo hace
pensar que este papel de inicio y desencadenamiento da paso
rápidamente a una actividad más automática,
de rutina.
Así pues, se puede considerar que durante la
escritura, una vez que se ha desencadenado el movimiento,
según las necesidades de orden "interno", transportadas
por la AMS, y las limitaciones de orden "externo" (p, ej.,
posición de la hoja y la pluma), transmitidas al sistema
premotor lateral, inician su acción una serie de bucles
corticosubcorticales en forma de oscilaciones continuas que
modulan permanentemente los mensajes motores y sensoriales
aplicados al desarrollo del movimiento.
La participación respectiva de las regiones
corticales y subcorticales de este sistema varia permanentemente
según el carácter rutinario o no del acto en curso.
Por ejemplo, durante la escritura de un texto dictado, participan
sobre todo las áreas denominadas premotoras;
después, un cierto grado de automatización del acto
parece permitir que el sistema se base en gran parte en
componentes subcorticales hasta el momento en que se produce una
interrupción del carácter rutinario del acto, por
ejemplo, por la aparición de una dificultad de tipo
ortográfico o relacionada con un acontecimiento externo
perturbador. En estas circunstancias, de nuevo el sistema recurre
sobre todo a los componentes corticales de este bucle. así
mismo, es probable que, en el niño, durante el aprendizaje
de la escritura, estos bucles no sean completamente funcionales y
el sistema se base en mayor grado en el funcionamiento cortical.
El aprendizaje de la escritura tendría una base
anatómico funcional verosímil que explicaría
sobre todo que, entre los actos motores, el de la escritura es
probable que sea el más complejo, el de adquisición
más prolongada y, al mismo tiempo, especialmente
establecido a partir del momento en que se ha logrado un
determinado grado de habilidad.
Esto conduce a restablecer en la secuencia de
acontecimientos el papel esencial de la corteza parietal
posterior izquierda, en la que se elabora el esquema
espaciotemporal del movimiento. Esta región es la
región de almacenamiento de los engramas motores que
codifican los movimientos de la escritura, adquiridos gracias a
los recuerdos del aprendizaje motor.
De este modo, el funcionamiento del primer sistema, el
sistema corticoespinal, puede reducirse al siguiente
encadenamiento: esquema espaciotemporal de la escritura en la
corteza parietal posterior izquierda, selección e inicio
de la respuesta motora en las áreas motoras suplementarias
derecha e izquierda, harmonización del gesto en la corteza
premotora, ejecución por parte del área motora
primaria y orden a los músculos por medio de las
motoneuronas.
El segundo sistema que interviene en la
organización del movimiento es el cerebelo, integrado en
un sistema corticotalamocortical que también contribuye al
aprendizaje motor. El cerebelo interviene fundamentalmente en la
duración del movimiento. Para ser más exactos, la
corteza cerebelosa lateral interviene en la
preprogramación determinando la duración de la
contracción de los antagonistas. Es posible que la corteza
intermedia intervenga también en la regulación de
esta cronología y, así mismo, en la
estabilización postural. Por otra parte, el aprendizaje de
la escritura – como cualquier aprendizaje motor –
depende del cerebelo. Gracias a la mejoría de la eficacia
de sus circuitos, se constituye una autentica « memoria
motora » del cerebelo. La oliva inferior
desempeñaría un importante papel de detector de
errores en esta automatización progresiva. La oliva
inferior compararía el programa motor de la médula
espinal con el movimiento en curso de ejecución. En caso
de error, transmitirá un mensaje corrector a la corteza
cerebelosa.
El tercer sistema incluye los núcleos grises
centrales y, básicamente, el núcleo estriado, que
interviene, sobre todo, en la intensidad de la activación
muscular.
Automatización del
movimiento
Informado de la selección del programa motor por
la corteza, el estriado desempeña una acción de
desinhibición GABAérgica de los circuitos
premotores y de inhibición de los circuitos no
relacionados. Se incluye en un circuito
corticoestriopalidotalamocortical. De este modo, las
informaciones (o preguntas) procedentes de la corteza se tratan
en los núcleos basales y se transmiten de nuevo a la
corteza motora. Otros circuitos de acción
colinérgica, GABAérgica y, sobre todo,
dopaminérgica se añaden a este bucle principal. Las
fibras dopaminérgicas utilizan esencialmente la vía
nigroestriada, modulan la actividad del estriado y garantizan la
selectividad de las informaciones proporcionadas por el estriado,
que puede modificar el programa motor.
Programación del
movimiento.
El núcleo ventrolateral del tálamo,
después de haber recibido las aferencias estriadas
GABAérgicas desinhibidoras, tiene un efecto activador
difuso sobre la corteza motora. De este modo, se activan las
columnas motoras corticales seleccionadas.
En definitiva, la programación se esquematiza en
términos tanto de anatomía como de
informática con una sucesión de acontecimientos
modulares. La planificación se lleva a cabo en la corteza
motora no primaria, los ganglios basales programan la intensidad
de la contracción muscular y la corteza parietal
posiblemente interviene en la secuencia de actividades
musculares, mientras que el cerebelo programa la duración
y estabilización de las articulaciones
proximales.
2.2. BASES NEUROPSICOLÓGICAS DE LA
ESCRITURA
2.2.1. Control visomanual de la escritura.
Durante mucho tiempo se consideró que el control visual
era un retrocontrol de detección de los errores. En la
actualidad, se considera que es un control proactivo que prepara
el movimiento y evita los errores antes que corregirlos. En
realidad, un retrocontrol que influyera en la ejecución
del movimiento representaría una duración demasiado
prolongada que intervendría demasiado tarde. El control
visual interactúa con la información propioceptiva
que, en sí misma, es insuficiente para codificación
correcta de la posición de la mano. Para ser más
precisos, el tiempo inicial, rápido, de la trayectoria de
la mano está controlado por el campo visual
periférico, mientras que la fase terminal, lenta, depende
del campo central, foveal.
De este modo, el control visual constituye una
contribución que regula la adaptación fina de la
escritura mediante un componente en ocasiones denominado –
según la expresión de J. Paillard –
«topocinético», determinado por el espacio, es
decir, que requiere una orientación en un espacio
determinado: la hoja de papel. La visión debe controlar el
margen, la horizontabilidad de las líneas, los espacios
entre palabras y entre líneas, la colocación
precisa de los puntos sobre las íes, las barras de las
tes, los acentos que, según el idioma que se emplee,
serán agudos, graves o circunflejos, y, así mismo,
las diéresis. Un determinado automatismo modera la
importancia del control visual en el individuo entrenado, pero
este control es indispensable en el niño durante el
aprendizaje. Por otra parte, se ejerce sobre todo en el
movimiento sacadito que representa el regreso a la
línea.
La pérdida de este control se demuestra
especialmente en los individuos de edad muy avanzada, cuando la
producción de la desorganización de la escritura se
asocia con déficit multisensoriales. La pérdida de
control visual origina una auténtica disgrafía
espacial: orientación chocante de las líneas,
márgenes festoneados y errores en la colocación de
los signos de puntuación y de los acentos.
Otra modalidad de control visual elemental y
topocinético se relaciona con el tamaño de la
escritura que puede adaptarse en el curso de la ejecución,
por ejemplo, según la dimensión de la hoja de
papel. De todas formas, este control no es únicamente
voluntario. Puede ser automático e inconscientemente y con
anticipación para subir a la acera contraria, las
dimensiones de la escritura se reducen y se adaptan
también de manera inconsciente para inscribir todo el
mensaje en la línea o en la página que termina.
Esto constituye un factor central más complejo que un
simple bucle manovisuomanual y requiere una
preprogramación.
En realidad, la estrategia de la escritura está
determinada por dos sistemas de referencia: uno que depende de un
sistema interno y otro que depende del entorno. Para el sistema
que depende del entorno, los puntos de referencia externos, es
decir, topocinéticos; como la dimensión de la hoja
y la posición del lápiz o pluma, guían los
movimientos de la mano y de los dedos en la producción de
la escritura. Indudablemente, un mismo individuo utiliza ambas
estrategias a pesar de que a menudo se prefiere una estrategia
dominante lo que divide a los individuos en «dependientes o
independientes del campo visual», es decir, individuos que
se sirven de la referencia visual o no la utilizan.
Esta estrategia visuomanual topocinética
podría reducirse a un circuito elemental voluntario,
aferencia visual: orden motora primaria. Sin embargo,
sería una separación artificial y reduccionista
porque las operaciones de enfoque visuomanual dependen
estrechamente del control del movimiento en curso.
El componente morfocinético, según la
distinción adoptada por J. Paillard, es la
codificación central de la trayectoria espacial que
transfiere a la mano o a otros segmentos motores, como el hombro
o el pie, el esquema de las oscilaciones necesarias de la
escritura. En estos casos no es necesario un retrocontrol. La
parte automática del gesto se evalúa con la
adición de una actividad suplementaria de la
atención (recuento, repetición) que de forma
manifiesta origina errores morfocinéticos, como la forma o
secuencia de las letras, pero no influye en la topocinesia, es
decir, en la orientación de las líneas y las barras
de la tes, que, por el contrario, se modifican en ausencia de
control visual.
2.2.2. Escritura y memoria: dos actividades
indisociables. A pesar del rechazo del concepto de memoria de
los movimientos de la mano que escribe las palabras o de un
centro visual que recuerda la imagen de la palabra, parece
evidente la existencia de relaciones entre escritura y
memoria.
Platón ya tuvo en cuenta dichas relaciones cuando
en fedra describe el dialogo entre el dios egipcio
Thoth, el inventor de la escritura para los antiguos, y el rey de
Egipto: « La enseñanza de la escritura, oh Rey, –
dice Thoth -, enriquecerá la ciencia y la memoria de los
egipcios, porque he encontrado el remedio del olvido y la
ignorancia ». El rey respondió: « Ingenioso
Thot, padre de la escritura, le atribuyes benévolamente
una eficacia contraria de la que la escritura es capaz, porque
producirá el olvido en las almas al despreocuparse de la
memoria ». Sin memoria no sabríamos escribir. Sin
embargo, las relaciones entre escritura y memoria – por
evidentes que parezcan de antemano – son sutiles. Por una
parte, una serie de estructuras que intervienen en las funciones
mnésicas participan en una cierta medida en la
ejecución de la escritura. Por otra parte, el acto de
escribir está más o menos íntimamente
relacionado con diversas formas de memoria. En la actualidad, las
tendencias neuropsicológicas multiplican las formas de
memoria: no existe una memoria, sino una multitud de memorias. En
el ejemplo concreto de la redacción de una carta, la
memoria ultracorta, sensorial, garantiza el alineamiento y la
continuidad de las letras, palabras y frases. De un modo
secundario, la memoria de trabajo, a corto plazo, registra las
ideas que acaban de transcribirse y garantiza la coherencia de la
continuidad del texto. Por último, la memoria a largo
plazo reproduce las palabras y su ortografía y permite
tanto la utilización del vocabulario como la escritura del
mensaje a transmitir.
Así pues, para la ejecución del mensaje
grafico son necesarias una memoria icónica, la
memorización y la utilización de trazados
almacenados, es decir, los principales estadios de la
función mnésica. Sin duda, es artificial –
pero también evidente – señalar que la
escritura recurre a la mayor parte de memorias de las formas. Al
mismo tiempo que la memoria declarativa influye en el fondo, la
memoria procesal influye en la forma. La memoria semántica
transmite conceptos, palabras y saber, mientras que la memoria
episódica contribuye a la parte personal del mensaje, el
modo como se ha vivido el acontecimiento. El contenido de la
narración escrita es una descripción ora visual,
por ejemplo una ciudad, ora contextual, afectiva, de un
acontecimiento personal que ha tenido lugar en dicha ciudad. El
concepto del modelo grafico también requiere la
intervención de los procesos mnésicos. El
aprendizaje recurre a la memoria procesal más o menos
automática que permite saber cómo y conlleva la
adquisición inconsciente de una habilidad sensitivomotora,
inversa esquemáticamente, a saber, el qué de la
memoria declarativa: la realización del gesto grafico.
Este último aspecto requiere al mismo tiempo la
intervención de la memoria inconsciente del movimiento en
curso – por ejemplo, se sabe que la memoria motora del
cerebelo desempeña un papel tanto en el aprendizaje como
en el automatismo de la escritura – y de una memoria
prospectiva o intencional del futuro próximo. Esta
enumeración, que podría prolongarse
indefinidamente, demuestra que la escritura extrae sus elementos
de la memoria y no puede ejecutarse sin el recuerdo del
código gráfico ni del movimiento necesario para su
ejecución.
No obstante, tampoco podemos concluir que escritura y
memoria son indisociables. Un amnésico es completamente
capaz de escribir. Sin duda, solo está afectado el sector
gráfico correspondiente al deterioro mnésico.
así, por ejemplo, en una enfermedad de Alzheimer
incipiente, la alteración de la memoria no permite
redactar una autobiografía. Mas tarde, se añade la
pérdida del vocabulario, asociada con paragrafías y
otros déficit cognitivos, que progresivamente
modificarán la escritura, a la que deja de
proporcionársele material. Por el contrario, un paciente
portador de un ictus amnésico – que suprime
temporalmente sus capacidades de adquisición – se
caracteriza por una escritura normal, salvo si se le pide que
describa por escrito los acontecimientos ocurridos después
del inicio de su enfermedad. así mismo, en el curso del
síndrome de Korsakoff o de una amnesia hipocampal, el
grafismo es normal y solo se observa afectación del
contenido de la narración. Estas observaciones son
interesantes, ya que indican que, en las relaciones entre memoria
y escritura, es necesario distinguir entre memoria instrumental y
memoria semántica, cuyas alteraciones recíprocas
dependen de mecanismos basados en la disfunción de
estructuras diferentes y que tienen consecuencias distintas en la
escritura.
Los circuitos anatómicos que intervienen en la
función mnésica participan hasta el mismo grado en
la provisión de datos necesarios para la escritura. Aunque
se considere su almacenamiento en términos
bioquímicos (indicios de síntesis proteicas
múltiples, acumulación de proteínas
específicas y multiplicaciones morfológicas del
número de sinapsis y de receptores postsinápticos)
o en términos de redes neuronales sensibilizadas o
facilitadas, es probable que la localización de dicha
función mnésica se encuentre en las regiones de la
corteza cerebral denominadas asociativas, en las cuales convergen
y se « asocian » las informaciones elementales. Las
modificaciones sinápticas múltiples y diseminadas
creadas en la neocorteza prefrontal y, sobre todo, las relaciones
con la circunvolución angular transmiten el recuerdo y la
evocación espontánea. Las informaciones convergen
hasta el hipocampo, cuyo papel – no sólo en la
adquisición, sino en la estructuración de
informaciones – es bien conocido. Esta provisión de
datos se expresa también en términos de
modelización informática, tal como se concibe en
psicología cognitiva o mediante simulación
conexionista. En el primer ejemplo, un sector de la memoria de
trabajo sería la localización de los tratamientos
mnésicos en relación recíproca, por una
parte, con la memoria declarativa proveedora de las frases y, por
otra, con la memoria procesal que regula su producción.
Por consiguiente, el resultado es el suministro de material para
la ejecución grafica.
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